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\ HISTORIA ECONOMICA MUNDIAL DEL SIGLO XX | | ALAN S. MILWARD dirigida por Wolfram Fischer * LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL | 1939-1945 3. Derek H. Alderoft Der VERSALLES A WALL STREET, 19104929 4, Charles P. Kindloborgor TA CRISIS ECONOMICA, 19291989 5, Alan S. Milward i Traduccién castellana de ANTONIO MENDUINA y JUAN TUGORES AeMSEGUNDA GUERRA MUNDIAL, 1999-045 6. Hecman van der We PROSPERIDAD Y_ CRISIS. Y CAMBIO, 1915-1980 JECONSTRUCCION, CRECIMIENTO En proparcctén: 4. Wolfrom Fischor WEIN DE UNA ERA DE ESTABILIDAD, 1900-1914 Gerd Herdach GenERIMERA GUERRA MUNDIAL, 1914-1918 EDITORIAL CRITICA Grupo aditorial Grialbo BARCELONA, Las batallas victoriosas en las que sélo se mata a seres hums nos, sin ocasionar ningtin otro datio, debilitan poco al enemigo si Je queda Ia paga de Jos hombres que ha perdido y le besta para redlutar a otros. Un éjército de cien mil hombres bien pagados tic- ne Ia fuerza de un millén, porque un ejéreito en el que los hombres se sienten atraidos por 1a paga no puede set destruide: El que los soldados se defiendan valerosamente depende de ellos; son ellos quienes més tienen que perder, porque no les faltarin sucesores dlispuesios a enfrentarse con Ios'peligros de la guerra, Es, pues, la riqueza lo que sostiene cl honor de los efcites. El héroe que gana batalls, toma ciudades, sc alza con Ia gloria y se agota el primero, no es el conquistador. El historiador que se limita a relatar las mo, savillas de Ins gestas militares hace bien poco para informat a la posteridad sobre el éxito de los acontecimientos decisives en los uerras, si la deja en Ia ignorancia de cul era el estado de los fuerzas bisicas y de Ia politica ce las naciones cuya historia estd xeribiendo; porque la fuerza permanente de los Estados no se en cuentra ea Tas virtues ptristis, sino en la rguera des con tribuyentes. * F. Qursway, Maximes générales du gouvernement économique d'un royaie ‘me agricole wt notes sur ces maximes, XXVE, 1758, 1, LA GUERRA COMO POLITICA a guerra no consistia solamente en las batallis, ni en el desarro- lo de los combate, sino en un lapso de tiempo en el que la volun- tad de Tucha era generalmente aceptada; por lo tanto, en In natu- raleza de In guerm hay que tener en cuenta la dimensién tempo ral, tal y como se hace en Ia consideracién de las condiciones me- teorolézicas. Porgue, asf como el mal tiempo no consiste en und © dos chaparrones, sino en su tendeneia a permaneeer durante unos cvantes dts, Ia idea de Ia guerra no viene dada por los combates, sino por la actitud tomeda en un cierto momento, hasta que $= toman decisiones firmes en sentido contatio. Cualauier otto pesto do de tiempo representa la pa ‘Taomas Honnes, Levietin, 1651 Hay dos ideas acerea de Ia guerra, ampliamente aceptadas, que apenas tienen fandamento histérico alguno. Una es Ia que considera Ja guerra como una situacién anormal, La otra es la que afirma que, con el paso del tiempo, la guerra se ha enearecido y provoca una mayor mortandad. La primera de estas nociones.atraigé en ycl sic lo xvitt, cuando Ia teorfa de Ja Jey natural, se utlizaba para probar que la paz era ef resultado Iézico de las leyes fisicas que gobernaban el universo 0, en otras ocasiones, de las leyes psicolégicas que regfan el comportamiento humano, La segunda llegé en apoyo de Ja primera gue, de otro modo, podria haberse visto debilitads, por el peso de In evidencia en su contra, al final del siglo x1x. Las erSnicas sobre aguel siglo no servian precisamente para apoyar las deducciones 16- Bicas de la filosofia predominante en el anterior, pues fue realmente tuna centuris repleta de guerras interminables. Pero, después de 1850, aparecié un gran cucrpo de literatura econémica para reconciliar las ———————— 2 LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL. predicciones, agradables, v los hechos, decepcionantes, con In prucba de que, pese al predominio de,los confictos blicos, éstos. dejarfan de ser, a Ia larga, una politica econémica factible porque eon el tiem. po, su precio sobrepasaria las posibilidades del mereadgp como re. | sultado de un proceso que habfa comenzado ya, Ninguna de estas ideas ha sido munca totalmente aceptada por Jos economistas, pero su inflcneia sobre el andlisis econémico a sido Jo suficientemente fuerte como para centrar ol funcionamicnto. de una parte sustarcial de la teotia sélo sobre el compor tuna economia en tiempos de paz, Pese al hecho de qt glo xvitt, el mundo no ha vivido munca en p. ado como el estado de cos objetivos econémicos y mien intenta anal ésta se ha conside mis propicio pats Ia conseeucién de como aguella situncién que Ia tcoria econ’ zar ¢ iluminar. Y desde luego, al principio del si- slo 20x se Ia consideraba como el objetivo al que tendia ta teoria | econémica La frecuencia con que se han sucedido Jas guertas es, por st | misma, el mejor argumento contra In nocién de su anormalidad. La segunda idea, la de que Ja guerra se ha encarecido, se basa no tanto | en una negativa a tener en cuenta Ia historia, como en una errénea | simplificacién de ella. Fue una idea que consiguié al principio un} gran niimero de adeptos, con el desarrollo de tecnologfas ms com- plejas. La guerra, por si misma,,era un estimulo importante para el desarrollo tecnoldgico de no pocas industrias a finales del siglo x1x, ‘como era el caso de Ia construccién naval, Ia fabricacién de planchas de acero y el perfeccionamiento de las méquinascherramienta.) La construccién de armamento complicado, que sélo podfan Hevar a cabo \ ) los pafses de alto nivel de desarrollo econémico, parecié alterar las posibilidades econémicas de la guerra. Los primeros buques de gue- a, con easco de acero y armamento pesado, precedieron en muy poco In adaptacién del motor de combustién interna para usos militares 3» mds tarde, para la aviacién, y esos nuevos armamentos eoincidie- ron con un petfodo en que los ejércitos no sélo eran numetosos, sino we ademés crecian. Las capacidades productivas con las que el de sarrollo econ6mico habia dotado a los pafses avanzados hicieron aumentar las expectativas de guerra sobre una escala de costes y mor- tandad, en valores absolutos, nunca imaginada hasta entonces, Esas perspectivas parecian constituir, por sf solas, el mecanismo econémi- 0 a través del que la guerra iba a desaparccer, tras su decepeionante LA GUERRA COMO POLiTICA B persistencia durante todo el siglo xrx. Estas ideas fueron sucinta- mente explicades por De Molinati, uno de los pocos economistas que traté de incluir Ja existencia de'la guerra en la teo lisica. Es posible que los beneficios de la guerra puedan compensar sus costes? La historia de todas las guertas sostenidas entre pue bios civilizados, durante unos euantos siglos, atestigua que e505 cox tes han crecido progresivamente y que, finalmente, cualquier guerra, entte los miembros de Ia comunidad civilizada, le cuesta a la tnacida vencedora mis de Io que podla proporcionarle.) En el medio siglo transcurrido desde que De Molinari expresara sus opiniones con tanta firmeza, se desencadenaron dos guerras mun- diales, una y otra con un coste absoluto muchisimo més alto, y una y otra causantes de un nivel de destruccién mucho mayor que cual- 4quiera de las guertas del pasado. Existe alguna clase de evidencia, por no decit més, de que In alirmacién de De Molinari exa superficial y de que las naciones no continvaron acudiendo a a guerra simple- mente porque ignorasen lo que habian Iegado a ser sus consecuencias econdmicas, La guerra no sélo siguié presente en las citcunstancias s0- ales, econdmicas y politicas de los estados, sino que, ademas, en algunas citcunstancias conservé su viabilidad éconémica como un ins- trumento de politica, La guerra contintia siendo una decisién de in- vversién y de actuacidn politica para el estado y parece que hay un ‘buen nimero de ejemplos modernos en los que ha constituido una decisién comecta y de éxito. Los més destructivas de las tecnologias modernas no han modificado tal estado de cosas. Su despliegue, por Parte de aquellos paises lo sufcientemente desarrollados, en tér ‘hos econdmicos, como para poscetlas se ve limitado por la escascz de oportunidades estraiégicas satisfactorias, La sintesis estratégica ‘on la que fue conducida In guerra del Vietnam del lado norteameri- ‘sano, por ejemplo, se parece mucho a las decisiones racionales, to- tmadas a menudo por todos los combatientes de Ja primera guerra mundial, contra el uso de gas venenoso. La existencia de los més e105 y mottiferos armamentos no significa que sean los mis a ‘cuados, 0 tan siquiera los més utilizables, en una guerra concreta, 1. M. G. de Molinasi, Comment se ‘in, Paris, 1896, p. 126, toudra la question sociale, Gulls

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