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Sebastián Francisco de Miranda Rodríguez

Por: Fedemarx Gamboa

Inventar un tema vital, un tema para la vida por el que hasta se llegue a
morir de buena gana, es el invento supremo a que puede aspirar un
hombre.

Juan David García Bacca: Ensayos y estudios

Nacido el 28 de marzo de 1750 fue el primer hijo del matrimonio entre el comerciante canario
Sebastián de Miranda Ravelo y la caraqueña Francisca Antonia Rodríguez. Tuvo una infancia
acomodada pues los negocios del padre habían prosperado produciendo riquezas y comodidades; sus
primeras luces debieron estar a cargo de profesores particulares que sus padres contrataban para que lo
instruyeran en su propia casa, luego, probablemente hacia los nueve años, el niño Sebastián Francisco
asistía ya a una de las tres escuelas de Caracas.

Hacia los doce años se matriculó en la universidad, en la que hizo estudios de bachillerato en artes por
lapso de seis años. Finalizados estos estudios se inclinó hacia el mundo militar, pero había acontecido,
mientras estudiaba todavía, que hubo un cambio de gobernador y la nueva autoridad, José Solano, en
un intento por fortalecer las fuerzas militares de España, creó El Batallón de Blancos Criollos y nombró
al padre de Miranda capitán de una compañía. Como había entonces una discriminación entre los
españoles peninsulares y los de las Islas Canarias, y además, como entre la mantuanidad se consideraba
que cualquier oficio –en este caso el de comerciante– era indigno para un hombre de la alta sociedad,
Don Sebastián de Miranda encontró fuerte oposición a ese nombramiento por lo que tuvo que vender
sus negocios y hasta el propio rey de España intervino en el asunto a favor del padre del joven
Sebastián Francisco.

En vista de esta discriminación de la que fue víctima su padre, Sebastián Francisco optó por exigir de
aquel un viaje a España, donde podría iniciar fácilmente su derrotero militar con el apoyo del rey. Es de
acotar que por aquel tiempo falleció su hermano menor, llamado Francisco, en el que Sebastián
Francisco había tenido un verdadero amigo, por lo que se presume que desde ese momento asumió su
segundo nombre; de ahora en adelante, en honor de su hermano muerto, se haría llamar Francisco de
Miranda, como lo conocerá la Historia.

El 25 de enero de 1771 se embarcó en el puerto de La Guaira, y desde ese mismo momento inició un
diario que continuará escribiendo hasta el final de sus días. Ya en Madrid inicia su largo proceso de
autoformación contratando profesores de distintos idiomas y campos del saber, compra libros en
castellano inglés y francés (mucho de los cuales están prohibidos por la inquisición) y lee tenazmente.
En 1772 por la suma de 8000 pesos compra una patente de Capitán de Infantería con la cual es
admitido en el regimiento de la princesa. En 1773 es enviado de guarnición a posesiones españolas en
el norte de África. Al año siguiente toma parte, en calidad de voluntario, en la defensa militar de
Melilla contra las fuerzas del sultán de Marruecos, en la cual presentó un plan de ataque a la principal
fortaleza de los marroquíes que, si bien no fue aceptado, le valió como constancia de su capacidad
militar; sin embargo, terminada la campaña en Melilla, se le negó el merecido ascenso alegando el
carácter de voluntario con que se unió a la expedición; excusas pues de lo que se trataba era de una
fuerte discriminación contra los que provenían de las colonias americanas. Es el año 1775, en el que
participa en una expedición contra Argel que fracasa, pero que sirve de escenario para que se inicie una
gran amistad entre el caraqueño y el entonces coronel cubano Juan Manuel Cagigal.

Ese mismo año es invitado a Gibraltar donde ingresa en la masonería. De regreso en Cádiz, en 1777, se
le destina en guarnición en La Carraca –que será precisamente el lugar donde le esperará la muerte– y
se hace amigo del comerciante inglés John Turnbull, quien le ayudará hasta el final. Para este momento
el Capitán Miranda posee un espíritu libre e ilustrado que siguió cultivando con la lectura de las luces
de ese siglo, pero su imponente personalidad, su capacidad militar y ese libertad de espíritu le
convierten en objetivo tanto de la envidia de algunos militares como de la vigilancia de la inquisición.
Se le arresta tontamente por haber usado prendas que no eran las del uniforme, luego de esto se dirige a
Madrid (1778) desde donde comandó eficazmente una de cuatro compañías de fusileros, que
escoltarían a la reina madre de Portugal en su regreso de Madrid a Lisboa. En 1780, después de cumplir
un injusto arresto de seis meses bajo cargos igualmente injustos respecto del manejo de la parte
económica de su compañía, Miranda recibe orden de trasladarse a Cádiz, en donde se encuentra su
amigo y hermano masón, el ahora General Cagigal, quien ha gestionado ante el inspector O’Reilly la
incorporación de Miranda a la expedición militar que saldría a La Habana para ayudar a la
independencia de las trece colonias inglesas en el norte de América. Cagigal es nombrado Gobernador
y Capitán General de la Isla de Cuba y éste nombra al capitán venezolano su Edecán y Capitán del
Regimiento de Aragón.

En 1781 se da la alarma y se ordena la preparación de la expedición que irá en auxilio de las tropas
españolas que habían sitiado el puerto de Pensacola, ocupado por los británicos. Las operaciones en
Pensacola fueron exitosas y Miranda tuvo un brillante comportamiento durante las mismas, lo que le
valió el ascenso a Teniente Coronel. Este hecho implica, además, la participación de Francisco de
Miranda en la primera de las tres grandes revoluciones políticas de la época y el primer paso para la
independencia total de la América respecto de Europa.

Ya, en aquel tiempo tenía el caraqueño conciencia de la necesidad de independencia de la América


Hispana, pues las noticias que recibía desde Venezuela así se lo hacían entender, al tiempo que de parte
de la mantuanidad caraqueña, entre ellos Juan Vicente Bolívar –futuro padre del Libertador– Martín de
Tovar y el Marqués de Mijares, le solicitan que comande una insurrección contra España, lo cual no
acepta porque comprende que en el momento no están maduras las condiciones para que el éxito
corone tan trascendental empresa.
De regreso en La Habana, Miranda se ocupa en preparar una misión de suma importancia que solo
podía ejecutar alguien de extrema confianza. Pero a este hombre, que por su preparación, inteligencia y
capacidad causa envidia en los bajos espíritus, le están tendiendo una maraña de calumniosas trampas
para desacreditarlo frente a las autoridades españolas. Miranda posee un espíritu libre y eso no gusta a
la inquisición católica; ya hace tiempo que la iglesia lo vigila y durante estos meses en La Habana por
obra del Obispo de la Ciudad, monseñor Echeverría, y algunos militares intrigantes se acusa a Miranda
de haber mostrado al general inglés Campbell un cuartel por dentro, violando así el secreto militar.

Lo que en realidad ocurrió fue que al arribar a La Habana este general, derrotado en Pensacola, de paso
hacia Londres, se le atendió de acuerdo con su rango y dentro de una cortesía muy gentil; se le hizo
pasear por la ciudad y, al ver un cuartel en construcción pidió conocerlo. Al otro día partió a Londres.
Miranda no tuvo ninguna participación en esos hechos pues se encontraba en el campo, lejos de la
ciudad y el responsable de lo ocurrido fue el distinguido José Montesinos, encargado por Cagigal de
acompañar al General inglés en su paseo por La Habana.

Partió el Teniente Coronel venezolano para Jamaica el 9 de agosto a cumplir con la importante misión a
él encomendada sin saber lo que se estaba tramando en su contra. La misión era trasladarse a Jamaica,
negociar el canje de prisioneros de Pensacola, hacer una amplísima investigación de la realidad militar
de la isla, ya que España proyectaba apoderarse de ella, y adquirir material útil para la guerra.

Cuatro meses duró la estadía del caraqueño en Jamaica; operó con eficacia y astucia, logró cuanto tenía
por misión y hasta más: Canje de 22 oficiales y 850 hombres, detalle completo de las fuerzas inglesas
en Jamaica (dice el parte de Miranda a Cagigal: “noticia exacta de las escuadras enemigas que
ejercen en aquella isla y de las que próximamente se esperan de Europa; del número de tropas
veteranas que hay en el día y de su milicia”), tres planos de la isla y costas “que son bastante
exactos” –continúa el parte mirandino– , compra de dos bergantines de 16 cañones y una goleta de 12
cañones, y hasta semillas de pasto para el ganado ya que en Cuba la ganadería se hallaba en
decadencia.

Los navíos habían sido comprados secretamente y para llevarlos a Cuba había sido necesario burlar la
vigilancia inglesa. En todo ello ayudó mucho como discreto y eficaz intermediario el Inglés Felipe
Allwood a quien, en retribución, Miranda permitió la introducción en Cuba de lienzos y loza, que
vinieron dentro de uno de los barcos. Y se presenta con ello la segunda patraña: Que Miranda ha
Introducido contrabando...¡es contrabandista! Ahora a las acusaciones de traición a España se suman
estas de contrabando, y de ambas se hace caso en la corte del rey español.

Cagigal informa a las autoridades de España del éxito de las operaciones mirandinas y además hace la
defensa de Miranda explicando lo del supuesto contrabando, ignorando que ya en la corte de Madrid
hay decisiones tomadas contra el caraqueño. Éste, ignorando también la magnitud de lo que en su
contra se traba, recibe autorización del Capitán General Cagigal y del Comandante General del Ejército
de Operaciones, desde su cuartel general en Cabo Francés, General Bernardo Gálvez, de dirigirse al rey
para que le conceda el grado y sueldo de Coronel de Infantería, por demás merecido (8 de enero de
1782). Miranda, ante la importancia de las informaciones que posee sobre Jamaica, es enviado
personalmente a comunicarlas al comandante general Gálvez en Cabo Francés, y este último como
reconocimiento decide que el caraqueño se quede trabajando junto a él como su Edecán.

Mientras tanto, desde España llegan comunicaciones oficiales con carácter reservado, solicitando que
Miranda sea enviado hasta allá para enfrentar los cargo de Traición a la corona española. Cagigal no
actúa contra Miranda sino que le defiende, exponiendo a través de cartas la verdad sobre el hecho del
Fuerte en construcción y el General inglés Campbell. Se prepara la expedición de las Bahamas, primer
paso para la toma de Jamaica; el General Cagigal es nombrado por Gálvez comandante de la
expedición y Miranda va, autorizado por el mismo Gálvez, como ayudante del comandante. Las
operaciones son exitosas, los ingleses se rinden y el oficial caraqueño es quien redacta los artículos de
la capitulación.

A la excelente participación de Miranda en esta y otras campañas España las retribuye dando
orden de prisión contra éste, la cual se cumple cuando el venezolano regresa a Cabo Francés a notificar
de la victoria al comandante Gálvez. Éste lo remite a La Habana y allí el Gobernador y Capitán
General, Cagigal, lo pone en libertad inmediatamente desafiando al gobierno de Madrid. A Cagigal lo
separan del cargo y junto a Miranda se dispuso a viajar a España para hacer su defensa. Unas tormentas
retrazaron el viaje y se entera Miranda que hay otra orden de arresto contra él. Decide entonces no
dirigirse a España sino a los Estados Unidos; se produce así su ruptura con España, ahora tiene que
andar en la clandestinidad y siempre precavido.

La sentencia que pesaba sobre él era: pérdida de su empleo, fuerte multa y prisión por diez años.
Se dirige así hacia los Estados Unidos, iniciando una larga visita que comienza por el puerto de New
Bern en Carolina del Norte; en USA visita (1783) los sitios de las batallas de la recién terminada
guerra, estudiando en detalle cada batalla, cada situación –se está formando–. Toma nexo con las
personalidades civiles y militares más importantes, quienes le reciben con simpatía, tanto por las cartas
de recomendación de Cagigal como por ser alto oficial español que ayudó a la independencia
norteamericana; además posee una excelente formación cultural. Conoce a Washington, quien lo invita
a su mesa en Filadelfia, dialoga con Thomas Paine, John Adams, y muchos generales de la guerra. En
1784, continuando su viaje, en Nueva York conversa con el Coronel Hamilton y el General Knox a los
cuales confía sus proyectos, por primera vez, de independencia para la América Española; conoce a
Samuel Adams con quien discute y hasta cuestiona algunas incongruencias de la novel constitución
norteamericana; conoce a Lafayette y a tantos otros.

Parte para Europa llegando el 1º de febrero de 1785 a Londres, entrando en contacto desde el
principio, con las personalidades más importantes. Quiere perfeccionar sus conocimientos y dispone un
viaje por Europa para estudiar las distintas sociedades que la componen: idiomas, estructuras políticas,
económicas y militares, arte, costumbres, etc. Se dirige a Holanda para dar inicio a este viaje de cuatro
años por el llamado viejo continente. En Holanda visita Rótterdam, La Haya, Leyden, Harlem,
Ámsterdam. Sigue luego a Hannover, Brunswick, Postdam (Prusia, hoy Alemania). Obtiene permiso
para asistir a las maniobras del ejército prusiano de Federico el Grande en Berlín, donde es invitado a la
cena ofrecida por el propio rey. Pasa por Meissen, Leipzig, Dresde, Praga y Viena. Continúa por Gratz,
Leybach, Trieste (Italia), Venecia, Verona, Mantua, Parma, Módena y Bolonia, donde entra en contacto
con los exjesuitas, expulsados de América por Carlos III; son partidarios de la independencia
americana. Se detiene en Florencia admirando su arte y a finales de año continúa hacia Pisa.

En 1786, después de Pisa, Livorno, Siena y Viterbo arriba a fines de enero a Roma, ciudad que
ve y estudia durante un mes; allí se encuentra con más exjesuitas, con los que ya va discutiendo la
forma de independizar la América Española. Prosigue su recorrido pasando por Nápoles, Capua; visita
las ruinas de Pompeya; se embarca hacia Ragusa, Zante (Grecia) y Patrás; se detiene en Corinto y visita
luego Atenas. Por la Isla de Chios llega a Esmirna (Turquía), atraviesa los Dardanelos y a mediados de
año arriba a Constantinopla, donde se detiene por espacio de dos meses. Con pasaporte Austriaco se
dirige a Rusia. En Kherson, al final del año es presentado al Príncipe Potemkin, quien le invita a visitar
a Crimea.

El siguiente año, de Crimea se dirige con el Príncipe a la ciudad de Kiev, a donde a llegado la
Zarina Catalina de Rusia, a quien es presentado el Caraqueño el 14 de febrero; Miranda entabla una
amistosa relación con la Emperatriz, al punto que algunos historiadores han llegado a suponer un
romance entre ambos. Lo cierto es que ésta le invita a quedarse en Rusia y le nombra Coronel de su
Ejército. Miranda le expone su proyecto de independizar América, por lo que no puede atender la
petición de Catalina de quedarse; la soberana comprende la determinación del venezolano y ofrece su
apoyo a la empresa. Antes de despedirse, al cabo de tres meses, recibe Miranda una importante suma de
dinero y la promesa de contar siempre con el apoyo y la protección de la Zarina. El 1º de mayo parte
para Moscú y luego a Petersburgo (Leningrado). España sigue persiguiendo a Miranda pero en esta
ocasión le salva la protección de Catalina y el gobierno ruso. Se entrevista nuevamente con Catalina,
que le recibe en Tsarkoie Selo y le informa de las pretensiones españolas contra él. A los pocos días se
despiden; la soberana a ordenado que el Coronel caraqueño sea protegido y atendido en lo que
necesitare en cualquier embajada rusa.

El 22 de septiembre de 1787 llega a Estocolmo (Suecia), es invitado a entrevistarse con Gustavo


III, rey de Suecia. El 10 de noviembre llega a Cristianía, de donde parte a Gotemburgo. Antes de fin de
año arriba a Copenhague (Dinamarca) donde pasa más de dos meses alojado en la Embajada rusa. Ya
en 1788, en Copenhague, consigue que el Príncipe Regente Federico modifique el régimen carcelario,
pues en visitas que hizo a las cárceles vio crueldades increíbles que aún el príncipe desconocía. Llega
en Marzo a Lubeck, luego a Hamburgo y Bremen, donde el senado le ofrece un Banquete. Pasa por
Ámsterdam, Saandam, Utrecht y Haarlem. Hacia fines de mayo arriba a la Haya, prosigue a Amberes,
Bruselas, Lovaina, Aquisgrán, Düsseldorf. Sigue por Colonia, Bonn, Cobleza, Maguncia, Francfort,
Worns, Mannhein, Heidelberg, Landau, Estrasburgo, Colmar, Basilea, Lausana, Zurich, Berna; siempre
anotando sus impresiones en el diario. El 22 de septiembre (1788) se detiene en Lyon (Francia), donde
hay una orden de captura contra él de parte de las autoridades francesas que han accedido a la presión
española, de la cual se salva por viajar de incógnito. Luego entra en Marsella, donde conversa con el
Abate Raynal, propugnador de la Independencia Americana; pasa a Tolón, Niza y Génova, donde
recibe el nuevo año.

En 1789 realiza una visita especial al pueblo de Cogoletto, que él considera la tierra natal de
Cristóbal Colón. Vuelve a Marsella; en Salon visita especialmente la Tumba de Nostradamus. Pasa por
Arlés, Nimes, Montpellier, Béziérs, Narbona, Carcasona, Castelnaudary, Sorez, Toulose. Burdeos le
llama la atención durante tres semanas. Toma la ruta de Nantes, Lorient, Brest, Saint-Malo, Cherburgo,
Caen y El Havre. Por Rouen arriba a parís el 24 de mayo; allí entra en protección de la Embajada rusa.
Espera retornar pronto a Londres; Por Chantillí, Senlis, Lille y Dunkerke, llega a Calais y Dover, donde
se embarca para Londres. Así ha terminado su gira de investigación y estudios por más de cuatro años.

Ya en Londres se entrevista con el Embajador ruso, Voronzoff, el 18 de junio. El 14 de julio


estalla la Revolución Francesa con la Toma de la Bastilla, lo cual significa el inicio de la segunda gran
revolución de esa época. Se salva Miranda, en Agosto de ese año, de una celada para atraparlo, por
parte de los funcionarios de la embajada de España; otra vez se vale de la protección rusa ya que el
Embajador Voronzoff, demuestra que el venezolano estaba adscrito a la Embajada de Rusia. Miranda
traba relaciones de amistad con importantes personalidades británicas durante todo ese tiempo.

Llega el año 1790, en el que se inicia la fase cumbre de la actividad revolucionaria y libertaria
de Francisco de Miranda. Ese año a través de las personalidades que conoce logra una entrevista
privada con el Primer Ministro Inglés, William Pitt, a quien le expone durante tres horas la
conveniencia de que Inglaterra apoye la Independencia americana; Miranda es inteligente al acudir a la
autoridad inglesa ya que España había ayudado a la independencia de las trece colonias norteamericana
y ahora, por medio de su proyecto se le presentaba a Inglaterra la oportunidad, tanto de desquitarse de
España, como de ampliar sus mercados con el ofrecimiento mirandino de tratados de libre comercio
entre la América liberada y ese país. Luego de eso el Caraqueño le envió al Ministro Pitt un amplio
memorial sobre la realidad de las colonias españolas que incluía un proyecto de constitución para los
pueblos que se pensaba liberar. Tres meses después de la primera entrevista se reúnen nuevamente
Miranda y el Primer Ministro Pitt para discutir pormenores de la empresa mirandina pues hay un
peligro de guerra entre Inglaterra y España que finalmente termina en acuerdo, por lo que exclama
Miranda “¡he sido vendido por un tratado de comercio con España!”

El año 1791 fue de espera, de relaciones sociales y de reclamos al Ministro Pitt, por su falta de
apoyo a la empresa que Miranda se ha propuesto realizar. Miranda se da cuenta de la miopía política de
Pitt y le pide la devolución de todos los materiales referentes a los proyectos de independencia que
aquel le había presentado. Conoce el venezolano al Embajador Francés Telleyrand, por quien sabe
detalladamente la situación de Francia. A mediados de marzo de 1792 Pitt le devuelve parte de los
documentos; Miranda protesta a través de cartas, pero ha tomado la determinación de buscar el apoyo
que le niega Inglaterra en la Francia revolucionaria, por lo que se dirige a ese país, que se encuentra en
plena convulsión revolucionaria. Rápidamente, a través de cartas de recomendación entabla relaciones
con personas importantes dentro del gobierno; conoce ministros, al Alcalde de París, Pétion, a
diputados de la Asamblea como Brissot, Gensonné, Massenet, del partido girondino, pero pronto se da
cuenta que la convulsión de Francia no le permite a ésta pensar en la emancipación de América por lo
que se dispuso a volver a Londres.

Pero al querer marcharse el Alcalde Pétion le propone que se quede en Francia y se incorpore al
Ejército Revolucionario, el cual está haciendo la defensa de la revolución frente a casi toda Europa,
dominada por el absolutismo monárquico y por la nobleza feudal, que por ende ve en la revolución de
Francia una amenaza para el estado de cosas del cual los monarcas y la nobleza son beneficiarios; El
caraqueño duda, pues sabe como paga Europa a los Extranjeros, sin embargo le convence el alcalde
diciéndole que “después Francia podrá pensar en América”. Acepta Miranda y se incorpora al
ejército francés con el grado de Mariscal de Campo. Se lo comunica al embajador Ruso Voronzoff y
éste a la Emperatriz Catalina II, quien se siente ofendida con esta decisión de Miranda y le retira todo
su apoyo. El 6 de septiembre sale a incorporarse al ejército del norte, comandado por el General
Dumouriez. El 20 de septiembre se da la batalla de Valmy contra el ejército invasor austro-prusiano;
Miranda comanda la división del ala derecha del ejército. Los austro-prusianos fueron obligados a
retirarse a la frontera y el comando de Miranda asumió tal brillantez que se ordenó su ascenso a
Teniente General. Luego de esto es llamado a París para ser consultado sobre un proyecto de
expedición al Caribe, a fin de fortalecer las posesiones de Haití y pasar luego a las posesiones
españolas, a lo cual Miranda contesta con la presentación del plan que le dio a Pitt, sólo que ahora
contemplando la actuación de Francia y Estados Unidos, más no la de Inglaterra. Este proyecto no llegó
a realizarse.

Retorna al frente y se le confía el comando del ejército del Norte, con el que toma la ciudad de
Amberes, lo cual constituye su segunda victoria en Francia. En 1793 Miranda asume el mando del
Ejército en Bélgica, en donde se le ordena apoderarse de Maestricht, la cual sitia, pero ante la fuerte
resistencia de los sitiados, el asedio queda anulado a los 10 días. También fracasa el General Le Noue
en Aquisgrán. Doumoriez conspira contra la convención pues teme ser enjuiciado. En la siguiente
batalla, en Neerwinden, fracasan Doumoriez, Miranda y Valence; las tropas de Miranda se desbandan;
Doumoriez acusa a Miranda de la derrota ante el Ministro de Guerra, pero éste se defiende alegando
que las operaciones han sido realizadas en contra de su opinión personal; por tanto el responsable es
Doumoriez, a quien también acusa el caraqueño de preparar la traición a la República. Doumoriez se
pasa al bando de los austriacos el 3 de abril, y en nueve sesiones, tras elocuente defensa del propio
venezolano queda demostrada la inocencia de Miranda; Dicha sentencia fue celebrada por el pueblo
que lo levantó en hombros a su salida del tribunal.

Pero los jacobinos toman el poder, con Robespierre, e inician la persecución a los girondinos; se
inicia la era del terror, varios amigos de Miranda son guillotinados y él encerrado en la prisión de La
Force durante año y medio con peligro de ser guillotinado en cualquier momento. Durante su estadía en
prisión se dedicó a la lectura y a enviar inútilmente memoriales a la convención. En 1794 cae
Robespierre y es guillotinado. Miranda exige su libertad sin ser escuchado, pues ahora se le acusa de
ser agente del rey de España para el restablecimiento de los Borbones en Francia. Finalmente en 1795
sale en libertad, conoce por ese tiempo a Fouché y otros personajes. Publica un folleto donde expresa
su “Opinión sobre la situación actual de Francia y sobre los remedios convenientes a sus males”, por
lo cual se hace sospechoso ante las autoridades francesas del momento. A mediados de este año se
encuentra en los salones de París con el joven general Napoleón Bonaparte, quien expresa, luego de la
entrevista, que Miranda “es un Quijote que no está loco; tiene fuego sagrado en el alma”. Sin
embargo cree el joven general que el caraqueño es un espía de España e Inglaterra. La convención,
entonces, ordena su arresto pero Miranda se esconde y envía comunicaciones de protesta. Le apresan a
fines de noviembre; luego le ponen en libertad, pero el ministro de policía, Fouché, pide su expulsión
de Francia, por lo cual el venezolano se oculta y vive en la clandestinidad.

Le persiguen, le allanan su casa, protesta, se defiende a través de publicaciones en periódicos


franceses. A finales de abril de 1796 el gobierno decide dejar de perseguirlo. El año siguiente Miranda
recibe de todas partes de Latinoamérica emisarios que vienen a recibir instrucciones conspirativas,
todos pertenecientes a la masonería. Celebra Francisco de Miranda reuniones secretas con ellos; desde
allí dirige la gran revolución que se está organizando para la América. Se le persigue de nuevo; se
esconde y decide retornar a Londres. El 22 de diciembre de 1797 los emisarios de América, en el Acta
de París, confieren a Miranda el poder necesario para las gestiones encaminadas a lograr la
Independencia de América con el apoyo de Inglaterra y los Estados Unidos. Parte entonces Miranda
para Londres, y con esto se cierra otra etapa de su vida; ha participado activamente en la segunda gran
revolución política de su época. Su nombre será colocado luego en el Arco del triunfo levantado en
honor de los generales que hicieron posible la revolución.

El 15 de enero de 1798 llega Miranda a Londres y es recibido por el Ministro Pitt de una
manera muy diferente; ahora se trata de un general victorioso del ejército francés. Se reanudan las
negociaciones, durante las cuales entrega al ministro el Acta de París, que le confiere al venezolano la
representación de América; presenta numerosos documentos nuevos, informes y un proyecto para un
gobierno provisional. “Su plan es continental; su conciencia es continental; su revolución es
continental” (Alfonso Rumazo González, 2001, p. 368). Por ese tiempo tuvo como discípulo a
Bernardo O’Higgins, futuro libertador de Chile, a quien envía desde Londres a América en Calidad de
emisario de la revolución.

En 1799 publicó la “Carta a los españoles americanos” del exjesuíta peruano Juan Pablo
Viscardo, muerto el año anterior; se trata de una carta incendiaria contra España. Napoleón da el golpe
de estado del 18 brumario (9 de noviembre) y toma el poder de Francia como Cónsul. Este hecho tiene
serias consecuencias en los planes mirandinos, pues a partir de ese momento Inglaterra empezará a
ocuparse sólo de Francia. Por ese mismo tiempo el viejo amigo de Miranda, General Juan Manuel
Cagigal, le escribe desde España para informarle que ha sido declarado inocente de las acusaciones que
pesan sobre él desde hacía dieciséis años, y que en adelante se le considera un fiel vasallo de su
majestad el rey de España; pero ya no había nada que hacer, pues ya hacía años que Miranda había
renunciado, ante el mismo rey Carlos III, a la nacionalidad española y asumido la nacionalidad
americana, que él estaba dispuesto a construir.

No recibe Miranda la respuesta tan esperada de parte del Primer Ministro Pitt, pero no se
detiene; está decidido a realizar su propósito de independizar la América, y por ello en 1800 piensa en
dirigirse a Francia buscando una nueva ruta para realizarlo. La nueva oportunidad es la del Cónsul
Napoleón –que no la de Francia que tanto a cambiado desde 1792– con cuya ayuda se puede realizar la
independencia americana. En tal sentido envía al neogranadino Pedro de Vargas a París, quien deberá
entregar, si es posible personalmente, una carta “Al ciudadano Primer Cónsul Bonaparte”, en la que
solamente expone Miranda su reclamo de los honores y dinero que la república de Francia le adeuda.
Gestiona Miranda los correspondientes permisos para salir desde Londres hasta París y, difícilmente,
los consigue; su verdadero propósito no es el de reclamar lo que Francia le adeuda sino el que desde
hace diecisiete años le anima, como lo es la Independencia de Hispanoamérica. Por aquel tiempo toma
a su servicio a la Inglesa Sara Andrews, con quien posteriormente tendrá dos hijos.

Parte para Francia, llegando inicialmente a Amberes, y allí, por medio de una carta de la viuda
de Pétion se informa que Napoleón a autorizado su visita. Entonces por precaución le escribe al
Ministro de la Policía, Fouché, y le comunica que se ha dirigido a Napoleón. Lega a París el 28 de
noviembre y su primera precaución es dirigirse a Fouché para informarle que se tomará el tiempo
necesario para reclamar lo que el gobierno francés le adeudaba, y que luego partiría a los Estado
Unidos. Sin embargo el sombrío Ministro de la policía ordenó su arresto, así como el secuestro de
todos sus papeles pero sin producir escándalos. La policía procedió a vigilarlo en espera del mejor
momento para apresarlo. Durante ese tiempo el venezolano hizo vida social, entrevistándose con las
muchas amistades que poseía en la ciudad, se reencontró con su viejo amigo, el Coronel Smith,
almorzó con el General La Fayette, y a los tres meses (1801) se cumplió la orden de arresto dictada
contra él, siendo encerrado en El Temple bajo la acusación de espionaje y sometido a interrogatorios
sobre su relación con el gobierno Inglés, a lo que respondió que el motivo de ella era la libertad e
independencia de América, semejantes a la que Francia había ayudado a alcanzar a los Estados Unidos.

Pero España era, en ese momento, aliada de Francia por lo que el proyecto de independencia
auspiciado por Miranda disgustó a las autoridades francesas, entonces, aunque salió en libertad, Fouché
ordenó su expulsión del país, por lo que el caraqueño hubo de regresar a Inglaterra. En su paso hacia
este país, se detuvo un mes en Holanda, y a finales de abril estaba de regreso en Londres; Allí encontró
que Pitt había caído, siendo reemplazado en el ministerio por Addington. A través de su viejo amigo
Turnbull se pone en contacto con Nicolás Vansittart, Secretario Adjunto del Departamento del Primer
Ministro, quien se volverá uno de los mejores y más leales amigos de Miranda, y a través del cual se
realizarán las nuevas conversaciones entre el caraqueño y el gobierno británico.

El gobierno Inglés de Addington recibió de parte de Miranda una documentación


sustancialmente superior, en forma y contenido, a la que once años antes había recibido el ministro Pitt:
además de los viejos documentos, ahora estaban incluidos un Proyecto de Gobierno Provisional
correspondiente únicamente al tiempo de guerra, uno de Gobierno Constitutivo, una Proclama “A los
pueblos del continente colombiano, alias Hispanoamérica”, una lista de material para la revolución
dentro de los que se cuentan armas, equipos de transportes para una expedición de 15.000 hombres, dos
imprentas, etc.; ha creado la bandera tricolor, pues incluye la lista “diez banderas con los colores de la
divisa: rojo, amarillo y azul”. Cabe destacar que en el proyecto de Gobierno Provisional se
contemplaba que a los ayuntamientos de las ciudades se les agregaría gente indígena y de color; la
libertad de importar y exportar carecería de limitaciones e impuestos; no habría nada de impositivo
para los indios y desaparecería “el odioso Tribunal de la Inquisición”. Así mismo el Proyecto de
Gobierno Constitutivo estatuía que se diese “a cada indio que no tenga propiedad suficiente, diez
fanegadas si es casado, y cinco si es soltero”, es decir, que ya por aquel tiempo se estaba estableciendo
la necesidad de la justicia social a los más desfavorecidos por el tiránico orden feudal.

Pero la alta política ha estado operando en Europa, y por obra de la hábil diplomacia
napoleónica, Francia, Inglaterra, España y Holanda firman un tratado de paz en Amiens, en marzo de
1802. Esto echa por tierra, una vez más, los avances que se habían logrado con el gobierno británico,
pues la fórmula de la política inglesa era no atacar a una nación que se declarara neutral, como lo había
hecho España. Miranda llega a decir por esos días que el suceso de la firma del tratado de paz lo había
“sumido en un espantoso estado de desolación e incertidumbre”. Sin embargo Inglaterra no había
abandonado por completo los planes mirandinos sino que, aunque en pequeña escala, por orden del
gobierno británico la firma Turnbull y Forbes había realizado compras y gastos por 21.000 libras en
mapas, tipos de imprenta, anteojos, soportes para banderas; que son los primeros pasos hacia una
empresa marítima.

Por su parte Miranda, ya en 1802, se consagró al estudio del griego y leyó los clásicos de Grecia
en su idioma original, al tiempo que intensificaba su correspondencia con los revolucionarios que tenía
contactados en toda América, y con los cuales venía concertando la futura independencia. Mientras
tanto la política internacional seguía tejiendo el curso de los acontecimientos, y España, en ese
momento neutral, fue obligada por Napoleón a devolver a Francia los dos millones y medio de
kilómetros cuadrados de la Luisiana (Estados Unidos) que en ese momento estaba en posesión
española, pero que habían sido conquistados inicialmente por franceses; una vez readquiridas esas
tierras, las vendió al gobierno norteamericano en quince millones de dólares con los que preparó naves
de guerra para invadir a Inglaterra.

Los Ingleses, cuando lo creyeron conveniente desconocieron al Tratado de Amiens y ocuparon


la isla de Malta, a lo que Napoleón respondió que si los ingleses “son los primeros en desenvainar la
espada, yo seré el último en volverla a la vaina”, convirtiéndose ese momento en el inicio de un nuevo
lapso de guerra que durará en Europa más de diez años. Estos acontecimientos reencendieron el
optimismo de Miranda, quien, al escribirle al premier Addington, le increpa diciéndole que las
circunstancias del momento, incluida la sesión de Luisiana a Estados Unidos, eran favorables para la
ejecución de la empresa, y concluye diciéndole: “Prefiero la decisión menos favorable, a la más
plausible y ventajosa de las dilaciones”. A todas estas, España todavía es país neutral; finalmente
Inglaterra decide reservarse para auxiliar más adelante la empresa de Miranda, y éste decide enviar a
Pedro Vargas, compañero de la independencia que se encontraba en aquel país, a Trinidad a fin de
finiquitar las cosas para iniciar la independencia por propia cuenta de los Americanos. Miranda debía,
entonces, partir un mes después hacia la misma isla con un barco armado y equipado con lo necesario
para tal fin.

Por esos días ocurre algo totalmente nuevo en la vida de Miranda, pues su ama de llaves, Sara
Andrews, le dio un primogénito el 9 de octubre de 1803, al que se le dio el nombre de Leandro. Desde
Trinidad Pedro Vargas le comunica, movido más por el entusiasmo que por un análisis real, que las
colonias americanas están ansiosas y en espera de la insurrección, contándose con el apoyo de los
terratenientes, de las milicias y con la mayoría del país. Miranda se muestra optimista y todo lo dispone
en función de la lucha que viene organizando y que ahora promete coronar con la victoria. Debería salir
este en un lapso de veinte días, y ya había ordenado a sus contactos en Estados Unidos el envío de dos
embarcaciones con cuatro mil fusiles y municiones, así como doscientos hombres; no obstante el
contacto en Nueva York no actuó.

Miranda no se rendía; seguía presionando, protestando ante la falta de visión de la alta política
de Inglaterra. Llega un nuevo año y el 10 de mayo de 1804 Addington se ve obligado a dimitir de su
cargo al frente del gobierno; desde el parlamento, Pitt ha sido el encargado de producir la caída del
gabinete, pues a denunciado que frente a los preparativos napoleónicos de invadir Inglaterra –1300
barcos concentrados en Boulogne–, nada había hecho el gobierno. El venezolano, siempre tenaz,
empieza de nuevo. De inmediato le escribe a Pitt, quien vuelve al frente del gabinete. En la carta,
Miranda expresa el peligro de Napoleón en América y la necesidad de iniciar cuanto antes su necesaria
independencia. Para confirmar el peligro que significaba Napoleón, éste se corona Emperador de
Francia el 18 de mayo. Miranda insiste con Pitt, demostrando que estaba decidido a llevar a cabo su
cometido con la ayuda británica o sin ella; en esta nueva ocasión el venezolano reafirma su petición de
auxilios a Inglaterra o en su defecto el permiso para dirigirse a la Isla de Trinidad, donde esperaba el
resto de los hombres dispuestos a participar en la empresa independentista.

Por su parte, el premier Pitt, estaba ocupado en otra empresa, también grande, como lo era
organizar la Tercera coalición contra la Francia napoleónica, por lo que no podía dirigir su atención a
las nobles pretensiones de Miranda. Pero desde Madrid llega Hookham Frere, embajador de Inglaterra
en España, con las pruebas de que esta última se estaba armando contra la Inglaterra. Entonces, reunido
de emergencia el gabinete, se ordena al Almirante Cochrane el bloqueo del puerto español El Ferrol, y
al almirante Cornwallis que se una al primero para atacar las cuatros corbetas que se dirigen de
América a Cádiz, cargadas de oro y plata, acción que se produce el 5 de octubre con la consiguiente
rendición de la pequeña flota española, sin que España responda militarmente a esa provocación, cosa
que hubiera beneficiado a Miranda en su proyecto emancipador.

Miranda, por su cuenta se entrevista con el primer lord del Almirantazgo Inglés, Melville, con
quien discute un plan de ataque modificado para la América, que ahora se dirige a la totalidad del
continente en su parte hispánica. Melville insta al gobierno a que actúe sin que este de la respuesta
esperada, hasta que el 12 de diciembre de 1804 España le declara la guerra a Inglaterra; era lo que se
esperaba. Miranda escribe ansioso a sus corresponsales anunciando la proximidad de lo tan
ansiosamente esperado –la incursión contra España en América– pero lo que él también sabe es que
esta declaratoria de guerra puede significar un revés a sus planes pues unidas las flotas españolas con
las francesas implicaban para Inglaterra la necesidad de concentrar todas sus fuerzas para atender el
peligro de desembarco de tropas enemigas en sus tierras, que tanto había temido hasta el momento.

Así se fue el año 1804, y encuentra el nuevo año a un Francisco de Miranda más decidido que
nunca a llevar a efecto lo planeado durante tantos años. Escribe por última vez a Melville y le hace
entender que no esperará más, por lo que pide la autorización para que algunos militares de alto rango
preparen las armas y el cuerpo previamente aprobado para las acciones de independencia, cosa que no
llega a hacerse. Antes de partir organiza adecuadamente su archivo, que viene recopilando desde el
momento de embarcarse para España, cuando tenía veinte años; redacta su testamento, siendo
beneficiarios su ama de llaves y su hijo natural, Leandro; el Ayuntamiento de Caracas, al que dejaba los
libros y el archivo y la Universidad de Caracas, que recibiría los libros clásicos griegos (49 obras, en
126 volúmenes). Pitt otorgó el permiso de salida a Miranda, pero había dispuesto que el caraqueño no
procediera en nada, en Trinidad, sin el consentimiento del gobernador de aquella isla. Es importante
señalar que el premier Pitt, por aquellos días, expresó respecto a Miranda: “Si el dinero fuera de
consideración para con él, lo detendríamos a toda costa; mas sus pensamientos son tan por encima
de ello, que sería inútil el pensarlo”.

Decidió entonces, el caraqueño, no partir hacia Trinidad sino a los Estado Unidos,
embarcándose el 2 de septiembre en el “Polly”, acompañado de su secretario Tomás Molini; Miranda
sabe con precisión a qué va a Estados Unidos. Mientras iban por alta mar, se produjo en Trafalgar, entre
Cádiz y Gibraltar, una gigantesca batalla naval entre las flotas unidas de Francia y España contra las de
Inglaterra, comandadas por el célebre Almirante Nelson, que ya había derrotado a Napoleón en el
Mediterráneo. El choque terminó en victoria para Inglaterra y sus consecuencias fueron importantes,
tanto porque supusieron la eliminación de las flotas españolas, por lo que España no podría enviar
tropas al continente americano cuando se produzcan los primeros acontecimientos de la independencia,
como porque esta batalla acabó con todas las aspiraciones napoleónicas de invadir Inglaterra.

Después de dos meses de travesía, el 9 de noviembre de 1805 llega a Nueva York, donde se
encuentra con su amigo, el Coronel Smith, que al día es Inspector de ese Puerto. Éste le presenta al
comerciante Samuel Obden y al marino Comodore Lewis, que serán piezas importantes al momento de
la acción mirandina. En Filadelfia, rumbo a Washington, se encuentra con el ex vicepresidente Aaron
Burr, quien al enterarse de los planes de Miranda, traicioneramente los informó al representante de
España, Marqués de Casa Yrujo. Ya en Washington, el ex senador por New Jersey, también informó a
Yrujo de cuanto pudo averiguar respecto de los planes de Miranda, por lo que se ordenó la vigilancia al
caraqueño, al tiempo que, por medio de este Yrujo, supo el gobierno español de la expedición
mirandina con suficiente anticipación.
Miranda cuenta, en Estados Unidos, con suficiente prestigio, lo cual le permite entrevistarse con
el presidente norteamericano, Thomas Jefferson, quien, al igual que otras personalidades como
senadores y ministros, le hacen saber las buenas relaciones de Estados Unidos con España –están en
deuda ya que España colaboró en la Independencia de las trece colonias– por lo que nada puede hacer
oficialmente aquel gobierno para con sus planes libertarios, a no ser un silencio cómplice. Miranda
sigue operando por su cuenta; con el aporte del comerciante Obden, de 20000 dólares, y de otras
personas (2.500 dólares cada una) adquirió un buque de 180 toneladas, al que bautizó con el nombre de
su hijo “Leander”, y dos pequeñas embarcaciones: “Indostán” y “Emperor”, de lo cual informa Yrujo a
las autoridades españolas de Cuba y Venezuela. Las tres embarcaciones son equipados en el puerto de
Nueva York con suma discreción, pero se trata de un secreto muy difícil de guardar. Son reclutados, de
entre la gente del puerto y con promesa de buen salario y recompensas especiales, voluntarios para la
acción, aunque también hay voluntarios entusiastas como el hijo del propio Coronel Smith y un grupo
de sus amigos, amantes todos de la libertad; una vez a bordo se impuso una disciplina militar estricta
para evitar sublevaciones.

Llega el 1 de febrero de 1806, y se inicia la hazaña con la partida del “Emperor”. Miranda, a
borde del “Leandro” parte un día después, el 2 de febrero; el “Indostán” no viajó. Pero Yrujo, enterado
de todo esto, lo comunica a Venezuela, Cuba, Puerto Rico y Madrid. Después de diez días de
navegación, el “Leandro” fue interceptado por la Fragata inglesa “Cleopatra” pero Miranda presenta
los documentos de la prestancia del venezolano en la corte de Londres, por lo que es tratado como
amigo. Allí se entera de que ha muerto el premier Pitt. Después de algunas negociaciones prosiguió
hacia Haití, al puerto de Jacmel, al cual llegó contando con una tripulación constituida ya en Ejército
Colombiano”, o sea “Americano”.

Durante treinta y ocho días en Jacmel, funcionó por primera vez la imprenta que había
comprado el caraqueño, imprimiéndose con ella las proclamas que luego se necesitarán. Por esos días
(27 de febrero) Sara Andrews dio a luz al segundo hijo de Miranda y es bautizado con el nombre de
Francisco. El 12 de marzo (1806), a bordo del “Leandro”, se iza la bandera mirandina y se toma
juramento a la tripulación como oficiales del Ejército Colombiano. Como el “Emperor” no quiere
proseguir, se fleta la goleta “Bee” y luego, con la ayuda de las autoridades locales, se compra la goleta
“Baccus”, volviendo a ser tres los barcos de la hazaña.

Parte Miranda rumbo a Aruba el 28 de marzo de 1806 ( fecha de su cumpleaños cincuenta y


seis). Lega a aquella isla y después de una semana de preparativos las tres embarcaciones zarpan rumbo
al primer intento de desembarco en tierra continental venezolana, el cual se intentará por el puerto de
Ocumare el 27 de abril. Estando informadas ya las autoridades españolas de las intensiones de
desembarco, se habían dispuesto las medidas necesarias y antes de llegar a Ocumare, le salieron al paso
dos buques de guerra españoles, con los cuales se enfrentaron las naves mirandinas y, tras cuarenta
minutos de combate, debido a la superioridad de los buques españoles hubo que emprender la retirada
pero las dos goletas fueron atrapadas, escapando sólo el “Leandro”. Los prisioneros fueron
condenados, unos a muerte y otros a prisión y trabajos forzados.
Miranda ha logrado escapar y se dirige a Trinidad, pasando por Bonaire. El acontecimiento de
Ocumare es utilizado por los españoles civiles y eclesiásticos, autoridades, ejército y burocracia, para
desacreditar a Miranda en todo el país; se dice que “el traidor Miranda había intentado desembarcar con
protestantes para implantar un credo hereje”, es decir, se utiliza esa herramienta tan a gusto para las
oligarquías y demás sectores reaccionarios de utilizar artilugios religiosos para desacreditar las
revoluciones. En la ruta a Trinidad el “Leandro” fue interceptado por la corbeta inglesa “Lilly”,
comandado por el capitán Donald Campbell, quien le reabasteció de agua y víveres, le confirmó la
muerte de Pitt y el nombramiento de Grenville como primer ministro. Luego, las dos embarcaciones se
dirigieron a la isla de Granada, donde halló Miranda buena acogida, por ser considerado un verdadero
amigo de Inglaterra.

De allí pasó a la isla de Barbados, donde inicia amistad con el almirante inglés Alejandro
Cochrane, cuya decisión por la independencia iberoamericana quedará demostrada en distintas
oportunidades (Comandante de la armada chilena durante la Guerra de independencia, y ayudó, junto
con San Martín a la emancipación de Brasil). Cochrane ofrece su apoyo al venezolano y firma con este
un “Acuerdo provisional” por el que se compromete a dar auxilios a la empresa independentista a
cambio de preferencias y privilegios al comercio inglés, una vez lograda la liberación americana. Con
estos auspicios, a Miranda se le autoriza para que reclute voluntarios, y se le ofrece inmediatamente la
protección de las fuerzas navales británicas contra posibles ataques de la armada española. Cochrane
hace la petición a su gobierno de 5.000 soldados para la empresa, en la que subraya la importancia de
abrir nuevos mercados para el comercio inglés. Miranda, por su parte, se dirige a su amigo Vansittart,
que ahora figura en el gabinete británico, para que este utilice su influencia de modo que se lograra lo
pedido.

Sale de allí para la isla de Trinidad, donde se le recibe con deferencia, dados los buenos oficios
de Cochrane. Miranda tiene libertad para el reclutamiento de voluntarios y le son asignados para su
empresa, siete buques de guerra y dos de transporte, que junto al “Leandro” suman diez
embarcaciones. Parten entonces para Venezuela los diez barcos con trescientos efectivos para el
desembarco; en el camino se les une la fragata “Bacchante”, con lo que se llega a once embarcaciones.
El objetivo es el puerto de la Vela de Coro, al que llegan el 1 de agosto de 1806. Se produjo el
desembarco pero los habitantes, tanto del fuerte, como de las poblaciones cercanas abandonaron sus
casa en busca de refugio, pues las calumnias levantadas respecto del fallido intento de desembarco por
Ocumare, habían hecho efecto en la gente del pueblo; solo se quedaron los pocos partidarios con que se
contaba en aquellos lugares, algunos curiosos, ancianos y enfermos. Los expedicionarios llegaron hasta
la ciudad de Coro; no encontraron resistencia, pues las autoridades habían adelantado una campaña de
terror, donde Miranda aparecía como pirata, hereje, condenado por la inquisición, ateo, masón,
monstruoso general despiadado, etc.

La proclama de Miranda es distribuida por toda la coudad, pero nadie acude al llamado, pues no
había suficiente conciencia como para comprender que el llamado era el de la libertad. Trescientos años
de esclavitud terminan por arraigar en el espíritu colectivo la vocación servil. Miranda comprendió el
momento y para brindar seguridad y dar fe de su “moderación y afecto a mis compatriotas y paisanos
–dice Miranda– hemos resuelto retirar de la ciudad de Coro el corto número de tropas que habíamos
hecho venir a ella”. Luego de algunos enfrentamientos con tropas españolas, se produjo el reembarqué
el 13 del mismo mes de agosto; ha perdido 62 hombres, y millares de venezolanos celebran el
desenlace. Sin embargo, ha quedado demostrado que se puede desembarcar en tierras continentales con
bastante posibilidad de éxito, y por añadidura, se ha dado el primer paso de la guerra de independencia
americana. Este primer paso le correspondió darlo a Francisco de Miranda.

Se dirige a Aruba, luego a Barbados y llega a Trinidad el 8 de noviembre. Allí se aloja en una
hacienda, propiedad de Cochrane y escribe solicitando auxilios militares que no llegan ni de Estados
Unidos ni de Inglaterra. Al cabo de casi un año, decide retornar a Londres, con su secretario Molini.
Regresa entonces a Inglaterra, donde es recibido triunfalmente. El 1 de enero de 1808 llega a su casa en
Londres y conoce a su segundo hijo, Francisco. Pero no se detiene; hay una fijación en su mente y no
va a descansar hasta lograrla. Se ve enseguida con los ministros y demás autoridades, quienes le
reciben de buen grado, pues han visto de lo que es capaz. En esos días Napoleón invade España y
obliga tanto a Carlos IV como a su hijo Fernando VII a abdicar a favor del emperador francés; entonces
Miranda se comunica inmediatamente con todos los cabildos de América para que se constituyan en
poder independiente. Sigue presionando el caraqueño ante el gobierno inglés para que auxilie la
revolución americana y logra convencer al gabinete, que ya había nombrado al General Arthur
Wellesley para comandar la expedición con la armada que se encontraba en Cork, cuando los
sublevados españoles contra Napoleón y su Hermano José, al momento designado rey de España,
pidieron auxilios a Inglaterra. Entonces se ordena que las fuerzas destinadas a la libertad americana se
dirijan a España; es obvio que a Inglaterra le interesa más acabar con napoleón que cualquier otra
empresa internacional.

Otra vez la ayuda inglesa es echada para atrás, pero el caraqueño no se rinde sino que dirige su
presión directamente sobre los americanos. Ya en 1809, al parecer, la presión de Miranda sobre la
América para que se formen Juntas de Gobierno, empieza a dar resultados, formándose las Juntas de
Chuquisaca y Quito. El año 1810 es el de la insurrección general en América; hay Juntas de Gobierno
por todas partes. La ciudad de Caracas se alza rebelde el 19 de abril, sustituyendo al Gobernador
Emparan por una junta de gobierno. Desde Buenos Aires se difunden a toda América los documentos
mirandinos a favor de la independencia. La Junta de Caracas envía a Londres tres comisionados: Simón
Bolívar, Luis López Méndez y Andrés Bello, los cuales tienen por misión lograr el reconocimiento y
apoyo del gobierno Inglés; Miranda es el introductor dadas las relaciones y la influencia que su
prestigio le he otorgado en aquel país. Los comisionados tenían orden de guardar distancia con el
revolucionario Miranda, pues que la Junta de Caracas todavía se decía defensora de los derechos de
Fernando VII, pero Bolívar, que estima y admira a Miranda le convence a éste para que retorne a
Venezuela. Ya en Venezuela se le nombra presidente de la “Sociedad Patriótica”, que es la fuerza
política de mayor claridad, la que abiertamente auspicia la independencia definitiva respecto de
España, sea quien sea el rey de turno, y además la Junta Patriótica, dada su vasta experiencia militar, le
nombra Teniente General de los ejércitos de Venezuela.

El 2 de marzo de 1811 se instala el Congreso Constituyente y Miranda concurre como diputado


por la población de El Pao, desde esa posición se encarga, con encendidos y lúcidos discursos (no hay
contradicción) de introducir la ideología revolucionaria e independentista en el congreso, apoyado a su
vez por la “Sociedad Patriótica”, donde se encuentra Bolívar y el resto de los revolucionarios. El
congreso, y Miranda tuvo mucho que ver, declara la independencia de Venezuela el 5 de julio; el
nombre de este caraqueño ilustre aparece entre los firmantes. Gran parte de la constitución es obra
suya, sin embargo se adopta el sistema federal del cual Miranda no es partidario pues conoce las
debilidades que esto le imprimirá a Venezuela; se adopta la bandera tricolor por el creada. Valencia se
declara contra la independencia y Miranda al Frente del ejército la somete militarmente y propone que
sigan las operaciones contra Coro y Maracaibo, que también se han declarado contra la independencia,
pero se niegan los mantuanos en Caracas. Podría decirse que aquí comenzó el bochinche, pues de haber
seguido las sugerencias mirandinas se hubiera controlado la contrarrevolución ya que en aquel
momento se contaba con la fuerza necesaria, al tiempo que Coro y Maracaibo no contaban con
suficientes recursos como para rechazar al ejército revolucionario.

Se reincorpora Miranda al congreso y firma la nueva constitución, no sin dejar constancia de


sus objeciones, el 21 de diciembre. Ya en 1812, el 23 de febrero, contra la opinión de Miranda, el
Congreso se traslada a Valencia, designada como la nueva capital federal. El 12 de marzo se produce un
gran terremoto, con miles de pérdidas humanas; el clero y los promonárquicos utilizan el hecho para
amedrentar a la población, diciendo que se trataba de un castigo divino por haberse revelado contra el
rey. Hay descontento general, indisciplina en el ejército, las tropas de Miranda se pasan al bando
contrario en pleno combate (más bochinche), hay sublevaciones. Miranda, que ya es Generalísimo,
recibe facultades extraordinarias, de parte del ejecutivo, cuando ya hay poco que hacer (sigue el
bochinche). A fines de abril nombra al Coronel Bolívar comandante de la plaza de Puerto Cabello,
donde está almacenado el grueso del arsenal militar, pero Bolívar es traicionado y pierde la plaza frente
a las tropas comandadas por el General español Domingo Monteverde, que viene desde Puerto Rico a
detener la independencia americana.

Monteverde recibe apoyo de gruesos sectores de la población; su fuerza crece al tiempo que
disminuyen las de la República. Miranda intente disciplinar al ejército, y con todo, recibe críticas.
Monteverde avanza; es inevitable su victoria. Finalmente se celebra en la Victoria una Junta que
autoriza a Miranda a capitular; y se firma la capitulación el 25 de julio de 1812. Miranda, por medio de
la capitulación, ha tratado –sin lograrlo pues Morillo pronto incumple con lo acordado– de que se
respeten las vidas y propiedades de los republicanos. Intenta huir, desde La Guaira, pues espera
continuar la lucha desde la Nueva Granada donde cuenta con el apoyo de Nariño, que ya está
adelantando la lucha por esos territorios. Pero algunos oficiales, no comprendiendo la actitud del
generalísimo, le consideran traidor y para castigarle le entregan a las autoridades españolas; quedó
asentado para la historia la frase de Miranda al ser notificado de su arresto: “Bochinche, bochinche,
esta gente no sabe hacer sino bochinche”, que no es más que el reflejo de la falta de voluntad entre lo
cuadros de la revolución de organizarse para la lucha, y de dejar los intereses mezquinos abrazando los
sagrados intereses de la patria.

El Generalísimo, es encarcelado en el castillo de San Carlos, en la Guaira, donde se le retiene


por tres o cuatro meses; de allí le trasladan a las mazmorras del castillo de San Felipe, en Puerto
Cabello. En 1813 es trasladado a la fortaleza del Morro, en Puerto Rico, y a finales de ese mismo año
es trasladado y encerrado en la Carraca de Cádiz, España. No se detiene; nunca lo hizo. Desde allí
intentó ser escuchado por las restituidas autoridades españolas, y al no lograrlo, organiza, con la ayuda
de viejos amigos como Turnbull, su huida de esa prisión. Se fija la fecha de la huida para el 11 de
marzo de 1816, pero se pospone por enfermedad del venezolano, que ya cuenta sesenta y seis años. El
25 sufre un ataque de apoplejía; se celebran, con el dinero destinado a la fuga, juntas médicas para
atenderle, pero no hay esperanzas... El 14 de julio, aniversario de la toma de la Bastilla, como para
reafirmar el sentido de libertad que le dio a su vida, fallece Miranda a la una de la madrugada. Pero este
venezolano ha participado ahora en la última de las tres grandes revoluciones de la época; de hecho, se
puede decir que la inició. Se ha convertido en el primer y más universal de los latinoamericanos.

Ha caído Miranda, pero ya ha logrado lo que era fijación en su mente. Su acción fue la llama
que encendió la pradera; la llama mirandina, que es continental, es asumida brillante y valientemente
por Simón Bolívar, quién culminará la obra y se coronará con el título de Libertador. No hay que
olvidar entonces que fue Miranda el que imprimió el carácter continental de la revolución con su visión
de una Colombeia grande, en honor de la cual el Libertador intentará construir el sueño de una
Colombia grande, es decir de una América Latina Unida y fuerte.

Fuentes
EGEA L., Antonio: El pensamiento Filosófico y Político de Francisco de Miranda. Academia Nacional
de la Historia, Caracas 1983.

Fundación Polar: Diccionario de Historia de Venezuela volumen II. Caracas-Venezuela, 1988, p 939-
943.

GÓMEZ, Carlos A.:Francisco de Miranda 1750-1816. PANAPO de Venezuela C.A. 1996.

MIJARES, Augusto: Biblioteca Simón Bolívar tomo I: El Libertador. Editorial Cumbre, S.A. 1976.

RUMAZO G., Alfonso: 8 Grandes Biografías tomo II: Francisco de Miranda. 2ª edición. Ediciones de
la Gobernación del Estado Sucre, 2001.

PICÓN-SALAS, Mariano: Miranda. Aguilar, México, 1955

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