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ODOMETRO

La referencia más antigua apunta a Arquímedes como su inventor, que en la antigüedad


diseñó varios tipos de odómetros cuya finalidad abarcaba varios usos militares y civiles. Y
quien describe por primera vez cómo construir un odómetro, aunque sin declarar que él fuera
el inventor, es el arquitecto romano Vitruvio en su obra De Architectura en el siglo I a. C.2
Un odómetro es un dispositivo que generalmente consiste de una rueda encastrada en un
engranaje calibrado con precisión, y puede ser independiente (instrumento aislado) o estar
incorporado a un vehículo; al contar las vueltas que hace la rueda se calcula la distancia
recorrida.

FARO
Lo construyó el arquitecto Sóstrato de Cnido durante el reinado de Ptolomeo II en la isla de
Faro (Pharos), frente a Alejandría. Consistía en una gran torre sobre la que una hoguera
nocturna marcaba la posición de la ciudad a los navegantes, dado que la costa en la zona
del delta del Nilo es muy llana y se carecía, por tanto, de cualquier referencia para
la navegación marítima.
Su altura alcanzaba los 134 metros y en su construcción se utilizaron grandes bloques de
vidrio que fueron situados en los cimientos para evitar la erosión y aumentar la resistencia
contra la fuerza del mar. El edificio, erigido sobre una plataforma de base cuadrada, era de
forma octogonal y estaba construido con bloques de mármol ensamblados con plomo fundido.
En la parte más alta un gran espejo metálico reflejaba la luz del sol durante el día, y por la
noche proyectaba la luminosidad de una gran hoguera a una distancia de hasta cincuenta
kilómetros.
Junto con el Mausoleo de Halicarnaso, el faro logró sobrevivir intacto todo un milenio. Sin
embargo, fue severamente dañado por los terremotos de 1303 y 1323 hasta el punto de que el
avezado viajero árabe Ibn Battuta escribió que le había sido imposible entrar en las ruinas.
Los restos desaparecieron en 1480 cuando el sultán de Egipto Qaitbey empleó los bloques
pétreos de las ruinas para construir un fuerte.
En la actualidad existe un proyecto de reconstrucción del faro (estimado en 40 millones de
dólares), propulsado por varios países de la Unión Europea (Francia, Alemania, Italia y Grecia)
que están dispuestos a incluir el Faro en el ambicioso proyecto Medistone, concebido para
recrear y conservar los monumentos arquitectónicos de la época ptolomea.
Pharos dio origen a la palabra «faro» en la mayor parte de lenguas
romances: castellano (faro), catalán (far), francés (phare), gallego (faro), italiano (faro), portug
ués (farol) y rumano (far); además de la lengua germana, inglés, (pharos).

DESPERTADOR
Hasta hace poco no sabía de quién acordarme, y no para bien, cuando todos las mañanas un
estruendoso sonido me raptaba del onírico mundo de Morfeo y me devolvía a la cruda
realidad. Ahora ya lo sé, y no es otro que el filósofo Platón.

Los relojes de agua o clepsidras (del latín clepsydray esta del griego κλέπτειν, “robar” y ὕδωρ,
“agua”) y los relojes de sol eran los métodos más frecuentes para medir el tiempo en la
Antigüedad. El mecanismo de la clepsidra era muy sencillo: se llenaba una vasija de agua y se
dejaba salir por un pequeño orificio situado cerca de la base del recipiente, creando un flujo
constante y regular que hacía descender el nivel de agua indicando los diferentes períodos
marcados en el interior de la vasija (también se podía hacer llenando con el agua la vasija en
la que están marcados los diferentes períodos). Pero a la hora de despertarse de nada servían
las clepsidras. Sólo se podía confiar en los gallos, y los que se debían criar cerca de la
Academia de Atenas, la escuela filosófica fundada por Platón en 388 a.C., no debían ser muy
fiables. Así que, el filósofo decidió adaptar una clepsidra para convertirla en el primer
despertador y que sus alumnos no llegasen tarde a sus charlas. Platón añadió a la clepsidra
una segunda vasija situada en un nivel inferior sellada herméticamente y comunicadas
mediante un tubo. En el interior de la primera colocó un sifón que, llegado el momento
previsto, haría salir el agua con la suficiente fuerza que al llenar la segunda el aire desplazado
escaparía por un pequeño orificio situado en la parte superior y produciría el sonido,
semejante al producido por el vapor de agua en las teteras.

Otras versiones posteriores también utilizaron las clepsidras para este diabólico invento de la
humanidad. Consistía en un recipiente con agua que vertía su contenido en otro en el que se
situó un platillo semicircular con bolas metálicas y fijado con una bisagra en su superficie
(parecido al método de las boyas de las cisternas que cierran la entrada del agua). Cuando el
agua llegaba hasta el platillo, lo hacía inclinarse hasta hacer caer las bolas en un tercer
recipiente metálico provocando un estruendo que a buen seguro te despertaría.

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