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ECONOMÍA DE LA GLOBALIZACIÓN:
MEDIO PARA UN FIN O UN FIN EN SÍ MISMO
Ahora bien, podemos hablar de una real transformación en una sociedad globalizada, donde se
valore la preservación del medio ambiente por sobre los intereses de las empresas forestales,
se valore la calidad de vida y las condiciones laborales por sobre la “productividad”, donde la
educación y la cultura sean motores de la sociedad y no bienes de consumo. Para el autor el
principal desafío de la globalización está en rediseñar esta institucionalidad, ya viciada, y
orientar sus políticas hacia fines como el desarrollo equitativo y sostenible, con énfasis en los
derechos humanos, la valoración de las democracias y la justicia social, construyendo así lo
que denomina como Nueva Economía Global.
A partir de ese lineamiento, si hay un dilema que también se plantea Stiglitz es la existencia de
un Gobierno Global sin un Estado Global, esto quiere decir que tengamos instituciones
“autónomas” que gobiernen y dirijan políticas a nivel mundial, pero que no haya una
institucionalidad que integre a toda éstas instituciones internacionales. Esa ausencia genera que
haya una desregulación, y que éstas tengan la libertad de actuar sin ningún órgano fiscalizador
real en la práctica.
Por último, el conflicto Estado- Mercado, en torno al debate de cuál debe ser el equilibrio
correcto, y el manejo de este por parte de las instituciones globales, particularmente el FMI,
reflejan el carácter impositivo que ha cobrado este proceso de globalización. Pues se tomaron
como universales, políticas contractivas de austeridad fiscal, dejando sin ninguna voz a
aquellos países afectados. Por ende, se hace relevante que las futuras políticas dejen de lado el
énfasis en la ideología junto con los intereses comerciales y financieros particulares, y
comiencen a enfocarse en la práctica, a aquellas experiencias que han funcionado.
Este proceso no se puede hacer sino sin una reflexión y transformación profunda en las bases
de esta institucionalidad imperante, donde la toma de decisiones no dependa del grado de
“desarrollo” del país, comprendiendo que las transformaciones reales y profundas no se pueden
hacer sino a partir del debate y la deliberación ciudadana. Un debate que tendrá que tener como
eje el consenso, ya que como se menciona anteriormente, se trata de aspectos estructurales
complejos tanto de forma como de fondo. De forma, pensando en el aprendizaje que se ha
obtenido, dejar atrás la burocracia, apelar a más transparencia, procesos democráticos y
equitativos, sobre todo pensando que hablamos de instituciones globales públicas que no
debieran tener instauradas culturas de secretismo ni corrupción. Y de fondo, pues la
desigualdad no puede seguir siendo la base del sistema. El mercado debe ser solo un medio
para el fin. Un fin complejo de redefinir, pues hasta ahora, este se ha basado en promesas
incumplidas y en un aprovechamiento de parte de los países desarrollados para seguir
manteniendo su hegemonía, pero que sí debe tener como ejes centrales la erradicación de la
pobreza y una redistribución de los ingresos, que permitan una estabilidad verdadera.
En la práctica los pasos a seguir pueden estar más o menos definidos, se sabe lo que no se
puede hacer y lo que ha resultado. Sin embargo, en la teoría siguen en jaque muchas discusiones
ideológicas y debates en torno a conceptualizaciones. Pensemos que si el modelo económico
bajo el que se ha desenvuelto la globalización es el libre mercado, desde el punto de vista
político, el mundo globalizado se ha amparado en las democracias. El concepto de democracia
implica valores profundos cuyo cumplimiento están en tela de juicio. La libertad es uno de
estos, esta trasciende a lo político puesto que para el sistema económico constituye su mayor
defensa y validación. El tema es donde empieza y dónde termina la libertad.
¿Cuándo y en qué condiciones podemos hablar de libertad? ¿podríamos hablar concretamente
de la existencia de una libertad de elegir en esta era globalizada?
Finalmente, y de acuerdo con el autor, si hay un desafío claro en torno a la libertad, es que la
labor de las nuevas instituciones internacionales debe ser entregar a cada nación los recursos
necesarios para que éstas puedan escoger autónoma y libremente sus estrategias, para que así
sus decisiones sean en base a la deliberación y evaluación de todas las opciones, previamente
informadas.
Estas delimitaciones son esenciales y es ese el rumbo que debiesen llevar las discusiones
respecto a las transformaciones de la sociedad globalizada, de este modo, el énfasis debe estar
en los efectos y consecuencias que producen las políticas y en quienes son los afectados. Pues,
si solo pensamos en el fin y no en los efectos colaterales caeríamos en los errores del pasado.
Por ende, resulta vital tener en cuenta lo mencionado en un inicio respecto a esos “dolores”
para el progreso, ¿cuándo son necesarios? ¿Cuándo se convierten en dolores como tal? Por lo
visto, tienen que afectar a cierto grupo e interés determinados para ser considerados realmente
como dolores. Si no, no son vistos más que pequeños imprevistos y necesario para cumplir un
plan más grande. Tan grande que no incluye a quienes padecen estos dolores.