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BERNARDO O’HIGGINS: PROCLAMACION
DE LA INDEPENDENCIA DE CHILE
(1 de enero de 1818)
El texto de Proclamacién de la independencia fue re-
dactado por Bernardo de Monteagudo, a la sazén al
servicio del gobierno chileno, aungue el Director
O'Higgins introdujo algunas madificaciones antes de
firmarla, en su cuartel en Concepcién. El 12 de fe-
breva de 1818, aniversario de la batalla de Chacabuco,
fue solermmemente jurada la independencia.
EL DIRECTOR SUPREMO DEL ESTADO
La Furrza ha sido la razén suprema que por mds de trescientos afios ha
mantenido al Nuevo Mundo cn la necesidad de venerar como un dogma [a
usurpacién de sus derechos y de buscar en ella misma el origen de sus
més grandes deberes. Era preciso que algin dia Megase ef término de esta
violenta sumisién; pero entretanto era imposible anticipatla: la resisten-
cia del débil contra ef fuctte imprime un cardcter sacrilego a sus preten-
siones, y no hace més que desecreditar {a justicia en que se fundan. Es-
taba reservado al siglo XIX el ofr a la América reclamar sus derechos sin
sec delincuente y mostrar que el periodo de su sufrimiento no podia durar
més que cl de su debitidad. La revolucién del 18 de setiembre de 1810 fue
ef primer esfuerzo que hizo Chile para cumplir esos altos destinas a que
lo Iamaba el ticmpo y Ja naturaleza: sus habitantes han probado desde
entonces Ja energia y firmeza de su voluntad, arrostrando las vicisitudes
de una guerra en que el Gobierno espaficl ha querido hacer ver que su
politica con respecto a Ja América sobrevivird al trastotno de todos los
abusos. Este tiltimo desengafio les ha inspirado naturalmente la resolu-
cién de separarse para siempre de la monarquia espaficla y proclamar su
independencia a la faz del mundo. Mas, no permitiendo Jas actuales cir-
cunstoncias de [a guerra Ja convocacién de un Congreso Nacional que
198sancione el voto pablico, hemos mandado abrir un gran registro en que
todos los ciudadanos del estado sufraguen por st mismos, libre y espon-
téneamente, por la necesidad urgente de que el Gobierno declare en el dia
la independencia o por fa dilacién o negativa; y habiendo resultado que la
universalidad de los ciudadanos esta irrevocablemente decidida por la afir-
mativa de aquella proposicién, hemos tenido a bien, en ejercicio del poder
extraordinario con que pata este caso particular nos han autorizado los
pueblos, declatar solemnemente a nombre de ellos, en presencia del Alti-
simo, y hacer saber a Ja gran confederacién del género humano que el
tertitorio continental de Chile y sus islas adyacentes forman de hecho y
por derecho un Estado libre, independiente y sobetano, y quedan para
siempre separados de la monarqufa de Espafia, con plena aptitud de adop-
tar la forma de gobierno que mds convenga a sus intereses. Y para que
esta declaracién tenga toda la fuerza y solidez que debe caracterizar Ja
primera acta de un pueblo libre, la afianzamos con el honor, la vida, las
fortunas y todas las relaciones sociales de los habitantes de este nuevo
Estado; comprometemos nuestra palabra, la dignidad de nuestro empleo,
y el decoro de las armas de Ia Patria; y mandamos que con los libros del
gran registro se deposite el acta original en el archivo de la municipali-
dad de Santiago, y se cixcule a todos los pueblos, ejércitos y corpora-
ciones para que inmediatamente se jure y quede sellada para siempre la
emancipacién de Chile. — Dada en el Palacio Directorial de Concepcién,
12 de encro de 1818, firmada de nuestra mano, signada con el de la nacién,
y refrendada por nuestros ministros y secrctarios de Estado, en los de-
partamentos de Gobierno, Hacienda y Guerra.
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BERNARDO O’HIGGINS: PROCLAMA
A LOS ARAUCANOS (1818)
Luego de la batalla de Maips, los espafioles siguieron
conservando algunas posiciones importantes en el sur
de Chile. Contaron con el apoyo de muchos grupos de
las iribus indigenas araucanas, que alimentaron activas
guerrillas locales. En esta proclama, fechada en octu-
bre de 1818, el Director O'Higgins procura ganar a los
Graucanos para la causa nacional.
CHILE acaba de arrojar de su tertitorio a sus enemigos después de nueve
afios de una guetra obstinada y sangrienta. Sus fuetzas maritimas y te-
Tresttes, sus recursos y el orden regular que sigue la causa americana cn
todo el continente, forman un magnifico cuadro en que mira afianzada su
independencia.
Las valientes tribus de Arauco y demés indigenas de Ja parte meri-
dional, prodigaron su sangre por més de tres centurias defendiendo su
libertad contra el mismo enemigo que hoy lo es nuestro. ¢Quién no creeria
que estos pueblos fuesen nuestros aliados en Ja lid a que nos obligé ef
enemigo comin? Sin embargo, siendo idénticos nuestros derechos, disgus-
tados por ciertos accidentes inevitables en guerra de revolucién, se deja-
ron seducir de los jefes espafioles. Esos guerreros, émulos de [os antiguos
espartanos en su entusiasmo por la independencia, combatieron encarni-
zadamente contra nuestras armas, unidos al ejército real, sin més froto
que el de retardar algo nnestras empresas, y ver corret arroyos de sangre
de los descendientes de Caupolican, Tucapel, Colocolo, Galvarino, Lau-
taro y demés héroes, que con sus proezas brillantes inmortalizaron su fama.
eCudl habria sido el fruto de su alianza en el caso de sojuzgar los
espafioles a Chile? Seguramente el de la pronta esclavitud de sus aliados.
Los espafioles jam4s olvidaron el interés que tenfan en extenderse hasta
los confines del territorio austral. Sus preciosas producciones, sa incom-
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