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MEXICO 120 FRAY SERVANDO TERESA DE MIER: ZPUEDE LA NUEVA ESPANA SER LIBRE? (1820) En 1817, luego de participar en la fracasada expedicibn de Mina, Mier fue apresado y encarcelado en Ia forta- leza de San Juan de Ulda, de donde fugaria en 1821. Alli esesibié diversos trabajos y, entre ellos, este Dis- curso titwlado: Cuestién politica, Puede ser libre Ja Nueva Espafia? En é hace una encendida defensa del derecho a la emancipacién, y propore los caminos mas eficaces para lograrla No pepfa proponerse la cuestién sino asf: gpor qué no ha sido ya libre Ja Nueva Espafia desde 1808 en el absoluto trastorno que padecié la mo- narquia, y se fue a pique la antigua Espaiia? ¢Cémo no lo es todavia en Ja acival impotencia de los espafioles? Su marina se reduce a dos navios de linea y cinco fragatas. Un bey de Berberfa tiene més. Su erario es nin- guno; ta pobreza es general y espantose; para cubrir las deudas ha echado mano de los bienes de las Grdenes monacales, militares, canonicales y hospitalarias, Por haber querido Fernendo VII enviar el afio pasado algu- nas pocas tropas contra Buenos Aires, perdid la autoridad absoluta. Si las Cortes intentasen otro envio, se perderian con la Constitucién, contra Ja cual no se cesa de conspirar. Sélo en la absoluta ignorancia de los pueblos y una opresién tan feroz como poderosa, cabe el mantener atado a un rincén miserable de la Euro- pa, distante dos mil Jeguas de océano, un mundo sembrado de oto y plata con las demés producciones del universo. En la ilustracién y liberalidad del dia, Espafia misma ha desesperado de conservar las Américas. Las considera ya como perdidas y ha abandonado el timén a sus mandarines subalternos, que andan como pueden haciéndonos por acd una guerra de intriga. Ya la América del Sur esté libre casi toda. 277 éPor qué no lo est la del Norte? Por la ignorancia, inexperiencia y ambicién de los que se han puesto a Ja cabeza del movimiento. Ellos no han conocido, que para salvar un Estado es absolutamente necesario esta- blecer un centro de poder supremo: que este poder ha de ser unt cuerpo civil que represente a la nacién; y que es menester, al cabo, que este poder contrate alianzas y auxilios con otras potencias que reconozcan su inde- pendencia. Sin estas tres cosas la libertad no se consigue, se sella la ser- vidumbre, se desuela Ja patria. I No habiendo un centto de poder a que obedezcan todos los que se proponen resistir al yugo del antiguo gobierno, hay anarquia; y serfa tanta locura pretender triunfar en ese estado un cuerpo politico, como medrar uno humano en el desorden general de sus humores. Jesucristo mismo alegé como un axioma que todo reino entre sf dividido seré desolado. Lo hemos experimentado en nuestro Andhuac o Nueva Espafia; y hubiera perecido Ja antigua si no se hubiese erigido la Junta Central, a pesar de Jas Juntas provinciales, que ambiciosas e inexpertas como nuestros jefes de insurrec- cién, querfa mantener aislado el supremo poder de cada provincia. éCémo se han imaginado estos jefes, que separado cada uno en su mando, podrfan prevalecer contra el sistema combinado del gobierno real, que atacaba a cada uno aislado con todo su poder reunido? Necesariamente debjan ir pereciendo unos tras otros los jefes, cansarse los soldados y los pueblos con Ja largura de ta lucha y Ia infelicidad de los sucesos, desertar aquellos o indultarse, y estos implorar el perdén y clemencia con que no cesa de brindar el antiguo soberano conociendo su impotencia. Esta sdlo es la que ha impedido que no esté concluido todo entera- mente y ain nos quede alguna esperanza de libertad. La que tienen los espafioles de mantenernos en su servidumbre, no tiene otro apoyo que la focura de nuestra misma divisién. Reundmosnos, pues, paisanos mios, teundmosnos, y ellos estén perdidos; no digo ahora que serdn dos mil a lo mds sin esperanza de reemplazo; ellos mismos confiesan que sin Ia ayuda de los hijos del reino nada podrian haber hecho atin en su mayor incremento. jQue sea menester dar razones para probar la necesidad de un centro de poder, siendo cosa més clara que Ia luz! Asf como los hombres se ven precisados a ceder una parte de sus derechos naturales para adquirir en la sociedad la garantia de lo que les resta, con la ventaja del niimero y el orden; asi es menester que todo jefe milicar ceda una parte de la autoridad que ha adquirido para formar un centro de ella que sostenga la que le queda por la unidad de los planes, la combinacién de todas las fuerzas y Ja ayuda teciproca. A la seguridad propia, y a la ventaja general deben los 278 militares sacrificar esa ambicién miserable que pierde a ellos y a Ja patria. Demasiado tendré ésta con qué premiarlos, como sabrd eternamente abo- rrecerlos, si por su ambicidn queda artestrando atin las cedenas de los peninsulares. Il Esta bien, y gedmo elegir ese centro de poder? ¢Quién le ha de dar Ja sancién? :Cémo hacer que los dems jefes militares lo reconozcan, que le obedezcan Jos pueblos? Si se tratase de obedecer a un hombre que no fuese el padre natural, habrfa dificultad, porque los hombres naturalmente libres ¢ independientes no admiten ef gobierno de uno solo sino por Ja violencia de las armas, y Jo sacuden luego que pueden. Sdlo se mantienen tranquilos bajo 4, si han contrafde el hdbito de obedecer por la continuacién de los siglos, o el respeto sagrado de las leyes. No hablamos de ese gobierno. Pero todos quieren uno, porque todos quieren el orden, y no pudiendo gobernar todos, voluntariamente se sujetan al que ellos mismos eligen por sus delegados, coopetando después a su buen éxito como de una obra suya y pata su ptopio bien. Un congreso, pues, es el que se ha de estable- cer. Este es el gobierno natural de toda asociacién, este es el érgano nato de la voluntad general. Esta es también la que confiere un poder a los militares y legitima sus operaciones. Los militares no representan {a nacién; son los instrumentos de que se sirve para su defensa, y para conseguir su paz y tranquilidad, © sea su independencia y libertad. Antes es un axioma entre todas las naciones libres del despotismo, que la fuerza atmada no es deliberante. Deliberar ella y obrar es tan grande absurdo para Ia libertad como para la justicia ser uno mismo el juez del hecho y del derecho. En una palabra: militares peleando sin un cuerpo civil o nacional que los autorice, en el mar se aman piratas, en tierra, asesinos, saltcadores, facciosos y rebeldes, aunque en verdad no lo sean. Y de aqui viene que a pesar de haber tenido nuestros generales mexicanos tantos millares de hombres a sus étdenes, los espaiicles siempre les han hecho la guerra a muerte como rebeldes, Yo bien sé que esto es muy mal hecho; pero peor y mas chocante serfa si hubiese permanecido un Congreso nacional. Por no tenerlo, aunque ya existfa una Junta Suprema, se negaron las Cortes de Cédiz a la mediacién que en 1812 ofrecié la Inglaterra a peticién de nucs- tros diputados, porque no tenfamos en México, declan, un gobierno con quién ttatar, y sdlo la admitian para las demas partes de América que tenfan Congresos. Teniéndolo, no hallarian los espafioles razones ni aparentes para discul- par suv barbarie atin entre los ignorantes; sc hubieran desacreditado ente- 279

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