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José I.

González Faus

La libertad
de palabra
en la Iglesia
y en la teología
Antología comentada
Sal Terra

Presencia A
Colección PRESENCIA TEOLÓGICA JOSÉ IGNACIO GONZÁLEZ FAUS

19

LA LIBERTAD DE PALABRA
EN LA IGLESIA
Y EN LA TEOLOGÍA
ANTOLOGÍA COMENTADA

Editorial SAL TERRAÉ


Santander
ÍNDICE
Págs.

JUSTIFICACIÓN 7

1.» PARTE: LOS HECHOS


El Evangelio no deja vivir tranquila a la Iglesia 11

2.» PARTE: LAS RAZONES


No me avergüenzo del Evangelio. ¡Ay de mí,
si rio lo predico!
El Espíritu sopla donde quiere... Porque Dios
elige lo débil para confundir a lo fuerte 85

Sección primera: Aspectos eclesiales 86

Sección segunda: Aspectos personales 102

3.» PARTE: LAS NORMAS


Buscando siempre no los propios intereses,
sino los de Cristo 115

© 1985 by Editorial Sal Terrae


4.» PARTE: HOY Y AQUÍ
Apartado 77/39080 Santander
La arruga de la autoridad y la mancha de
Con las debidas licencias la riqueza 131
Impreso en España. Printed in Spain 1. Balance 133

I.S.B.N.: 84-293-0708-7 1.1. Textos anteriores a Trento 133


1.2. Textos posteriores a Trento 142
Depósito Legal: SA. 25 -1985 13. Elementos teológicos 145
A. G. Resma - Prol. M. de la Henpida, s/n, 39011 Santander 1985
2. Prospectiva 152
JUSTIFICACIÓN
A la santa Iglesia de Dios,
como dijo amarla Gustavo Gutiérrez
en el Congreso de Teología Este es un libro extraño, porque el autor es quien
de Madrid de 1984: menos habla en él: es una colección de argumentos de
«con un amor de antes de la guerra». autoridad y de ejemplos de conducta. En un primer pla-
no, esas conductas demuestran que la libertad cristiana
ha sido un hecho, a pesar de tantos pesares, y que ese
hecho no puede ser enterrado ahora que soplan vientos
restauradores e involucionistas. Pero, más en profundi-
dad, permiten también adivinar la justeza de aquellas
palabras de Gregorio Marañón: «el mérito de la verdad
no es casi nunca de quien la dice, sino casi siempre de
quien sabe escucharla». Ambas son lecciones de esas que
no enseña ninguna teoría a priori, sino sólo la vida misma
de la Iglesia, que también ella se convierte en tradición
válida al ser revivida y repensada por los creyentes.

Quizás habría que decir dos palabras para justificar


esta antología. Por un lado, el autor comprende que los
textos que siguen, aunque no son suyos, pueden irritar a
algunos. Siente esa irritación como propia, porque se
considera «un solo cuerpo» con los afectados. Pero la
mira como una afección del estómago causada por unas
aspirinas necesarias para la cabeza, o como el malestar
de cabeza ocasionado por un analgésico que era impres-
cindible para combatir un dolor intenso. Para evitar esas
8 JUSTIFICACIÓN JUSTIFICACION 9

contradicciones se ha tratado de medir las dosis (existen tico, sino con la fuerza única de la palabra y de la dosis
muchos más textos de los que contiene la primera parte de verdad que toda palabra contiene y que nunca es plena
de este libro, que no pasa de 41 fragmentos para una para ninguna palabra.
historia de veinte siglos) y se han excluido deliberada-
mente todas las críticas provenientes «del exterior»: no Finalmente, para unos y para otros valen aquellas
porque el autor piense que no hay que dar oídos serenos observaciones audaces y clarividentes de León XIII al
a esas voces, sino porque piensa que no hay que utilizar- clero francés (8 de septiembre de 1899): «El historiador
las aquí como argumentos. Por ello, los autores a los que de la Iglesia será tanto más fuerte para hacer resaltar
se deja hablar son casi todos santos, o eclesiásticos o, al su origen divino, superior a todo concepto de orden pu-
menos, personas de eclesialidad muy bien probada. La ramente terreno y natural, cuanto más leal haya sido en
selección de textos es ciertamente limitada y, en buena no disimular en nada las pruebas que las faltas de sus
parte, arbitraria, porque el autor no domina la historio- hijos, y aun de sus ministros, han hecho sufrir a esta
grafía ni aspira a ninguna medalla olímpica de erudición. Esposa de Cristo desde hace siglos».
En lugar de antología, la obra debería ser considerada
más bien como un puñado de ejemplos. Y el lector hará En un terreno más práctico, quedan dos cosas por de-
bien en no olvidar en ningún momento que el libro no es cir: a) que la selección de textos, además de ser incom-
sólo la primera parte, sino que ésta va a desembocar en pleta y arbitraria, se detiene deliberadamente en el Va-
las otras dos. ticano II, porque luego de él todavía es imposible abarcar
y calibrar toda la vegetación verbal que estalló en la
Por otro lado, una razón para este libro la ha brindado Iglesia y separar reposadamente en ella el trigo de la ci-
la experiencia pastoral del autor. En tiempos de nuestros zaña (que de ambos hubo). Y b) que el hilo conductor
abuelos, posiblemente convenía que quienes nunca pen- que empalma los textos es unas veces cronológico y otras
saron cosas como éstas tampoco supiesen que los santos temático, indistintamente. También esto importa poco,
las habían dicho. Hoy conviene que quienes las piensan aunque podrían haber sido presentados de otra manera.
con susto, pero con frecuencia, sepan que también los Pero lo importante y lo decisivo en este libro es que se
santos las dijeron. Pues esta experiencia, serenada y asi- lean y se mediten los textos presentados, no al autor que
milada, puede convertir en argumento hacia la fe lo que los presenta.
para muchos es hoy un argumento contra la fe. En nues- J. I. G. F. septiembre 1984.
tros días no son pocos los que piensan que Dios sigue
llamando a su Iglesia a una reforma seria, y que los res-
ponsables últimos de la Iglesia harían mal en cerrarse a
las incomodidades de dicha reforma alegando que la
Iglesia es santa y, por tanto, intocable. Pero, junto a ellos,
el autor quiere añadir también que esa reforma no debe
ser exigida con desobediencias sistemáticas, ni con ma-
nipulaciones ni agresividades ni «passotismo» eclesiás-
1.a PARTE: LOS HECHOS
EL EVANGELIO NO DEJA VIVIR TRANQUILA
A LA IGLESIA

«Toda reforma verdadera y durable tuvo su punto de


partida, en última instancia, en la santidad, en hombres
inflamados y empujados por el amor de Dios y del pró-
jimo. Generosos, prontos a escuchar todo llamamiento de
Dios y a realizarlo en sí al punto. Humildes y, sin embar-
go, seguros de sí mismos, porgue estaban seguros de su
vocación, crecieron hasta convertirse en las luminarias y
en los reformadores de su tiempo. Allí donde, por el con-
trario, el celo reformador no brotó de la pureza personal,
sino que era expresión y explosión de la pasión, enturbió
en lugar de clarificar, destruyó en lugar de construir, y
más de una vez fue el punto de partida de aberraciones
más fatales que los males que contaba o pretendía re-
mediar».
PIÓ XI, Mit brennender Sorge, (AAS 1937, p. 154)
EL EVANGELIO NO DEJA VIVIR TRANQUILA A LA IGLESIA 13

«LA OPINIÓN PUBLICA CONSTITUYE EL PATRIMONIO DE


CUALQUIER SOCIEDAD NORMAL COMPUESTA DE HOM-
BRES. (...) DONDE NO APAREZCA NINGUNA MANIFES-
TACIÓN DE OPINIÓN PUBLICA, MAS AUN, DONDE HAYA
QUE COMPROBAR QUE NI SIQUIERA EXISTE, HABRÁ QUE
VER EN ELLO UN FRACASO, UNA DEBILIDAD, UNA EN-
FERMEDAD DE LA VIDA SOCIAL (...) Y QUEREMOS
AGREGAR UNA PALABRA SOBRE LA OPINIÓN PUBLICA
EN EL SENO DE LA IGLESIA, EN LO QUE TOCA A ASUN-
TOS DE LIBRE OPINIÓN. ESTO SOLO LES PARECERÁ EX-
TRAÑO A QUIENES NO CONOZCAN A LA IGLESIA CATÓ-
LICA O TENGAN UNA FALSA NOCIÓN DE ELLA, PUES
TAMBIÉN LA IGLESIA ES UNA CORPORACIÓN VIVA, Y
FALTARÍA ALGO DE SU VIDA SI CARECIERA DE OPINIÓN
PUBLICA. Y LA CULPA- DE ESTE DEFECTO RECAERÍA TAN-
TO SOBRE LOS PASTORES COMO SOBRE LOS FIELES.»

Pío XII, L'Osservatore Romano, 18-11-1950

Parece como si algunos quisieran hoy invalidar estas


palabras de Pío XII, rechazando el hecho mismo de la
crítica a la Iglesia, más que la falta de eclesialidad o
de caridad de algunas de sus críticas concretas. Se ar-
guye que toda crítica a la Iglesia rompe su unidad, por
lo que sólo puede provenir de falta de amor hacia ella.
Y sería difícil negar que algo de esta manera de argu-
mentar se respiraba, por ejemplo, con ocasión de la
pasada visita del papa a España. Se insiste otras veces
en que la Iglesia es nuestra Madre, y que a una madre
no se la critica nunca. Y aunque lo primero es una gran
verdad, al decir lo segundo tal vez se identifica indebi-
damente a toda la comunidad eclesial con alguno o algu-
nos miembros de ella, que pueden ser el objeto de la
crítica. O —lo que quizá es más serio— se impide que la
crítica a la Iglesia se convierta también en crítica, en
interpelación y en llamada a la conversión para el mismo
que la hace. Por eso los Padres pensaban más bien (alu-
diendo a Gal 4, 26: 'Jerusálén es nuestra madre') que
también pueden aplicarse a la Iglesia las críticas de los
profetas a Jerusálén.
1
14 LOS HECHOS
EL EVANGELIO NO DEJA VIVIR TRANQUILA A LA IGLESIA 15

Por todo ello, el intento de invalidar las palabras de eso, se la ve hoy desfigurada, en desorden, pálida, insípi-
Pío Xll parece condenado a la esterilidad. Cuando se da y con un aspecto lamentable. Pues lo que ellos hacen
contemplan comportamientos tan diferentes de obispos no es desposarla, sino despojarla; no es conservarla, sino
latinoamericanos ante las angustiosas situaciones de sus echarla a perder. No la componen, sino que la exponen;
países, es inevitable pensar que, si unos encarnan la
conducta del Buen Pastor, otros han de parecerse en su no la constituyen, sino que la prostituyen; no apacientan
comportamiento al mercenario del Evangelio (atendien- el rebaño, sino que lo sacrifican y se lo comen... El Pro-
do sólo a los comportamientos y sin juzgar a las perso- feta dice: 'comerán los pecados de mi pueblo', que es
nas). Por otro lado, como da a entender muy bien el cita- como si dijese: exigen dinero (en penitencia) por los pe-
do texto de Pío XII, la represión de la opinión pública cados, sin preocuparse para nada de enmendar a los pe-
nunca procede de una autoridad fuerte, sino de una
autoridad que se ha debilitado interiormente. Y además, cadores. Enséñame un obispo que no ande más preocu-
Pío XII puede aducir en su favor una larga lista de pado en vaciar las bolsas que en descargar los pecados
hechos de la vida de la Iglesia que hoy forman parte de su pueblo.»
de su tradición y que arrojan este balance: curiosamen- «Y, a la verdad, es perfectamente inútil que nos de-
te, la crítica en la Iglesia ha sido tanto más viva cuanto
más viva estaba la Iglesia en las almas y en los pueblos. tengamos a hablar de esto, dado que no nos hacen caso.
Y si les dijera a ellos por carta todas estas cosas, no se
En este dato querríamos fijarnos ahora. Y de entre
esos testimonios comenzamos entresacando algunos tex- dignarían leerla o, en caso de que la leyesen, se irritarían
tos de un gran santo al que muchos miran hoy como conmigo, en lugar de enfadarse con ellos mismos, que es
teólogo más bien «conservador»: San Bernardo de Cía- lo que deberían hacer...»
raval. Sus tonos son tan duros que, a su lado, resultan «[De los Apóstoles] han heredado el ministerio, pero
moderadas casi todas las voces que pasan hoy por diso- no el celo. Todos quieren ser sucesores de los Apóstoles,
nantes. Vamos a ver un sermón al pueblo sobre los
obispos y un escrito sobre la curia romana. pero pocos sus imitadores. Y ojalá fuesen tan dispuestos
para desempeñar su cargo como lo fueron para obtener-
1 «Ayer hablábamos de qué obispos nos gustaría tener lo. ¡Qué bien les cae aquello del Salmo (37, 2): 'mis ami-
para que nos guíen en nuestro camino; pero no de cuá- gos y los más cercanos a mí, se coaligaron contra mí'!...»
les tenemos en realidad. Nuestra experiencia dista mu- «Hoy por hoy, la Esposa no encuentra al que Ella bus-
cho de lo que dijimos, pues los que hoy rodean y adies- ca, y se ve encontrada por aquellos a los que no bus-
tran a la Esposa no son todos amigos del Esposo. Más ca...»
bien son escasos los que no buscan sus propios intereses. (Sermón 77 sobre el Cantar de los Cantares; PL 183,
Aman los regalos y no pueden amar igualmente a Cristo, 1155-56)
porque se han dejado atar las manos por el dinero. Mí-
rales cómo van de elegantes, de esplendorosos, envueltos En sus libros De Consideratione, obra de ancianidad,
en trapos como una esposa que sale de su tálamo... Y escrita entre 1149 y 1152, S. Bernardo escribe al papa
¿de dónde te figuras que les viene toda esa exuberancia Eugenio III:
de cosas, el resplandor de sus vestidos, el lujo de sus
mesas, su colección de objetos de oro y plata? Pues pro- 2 «¿Cómo voy a atreverme a decir lo que siento? Bien
cede de los bienes de la Esposa [La Iglesia], a la que, por veo lo que me espera: dirán que eso 'no se ha hecho nun-
16 LOS HECHOS EL EVANGELIO NO DEJA VIVIR TRANQUILA A LA IGLESIA 17

ca así', ya que no podrán decir que esté mal. Pero yo inhumanos con los extraños; a quienes nadie quiere por-
creo que ni siquiera es inusitado, pues sé que así se hizo que ellos no quieren a nadie; y que si pretenden ser temi-
en otros momentos. Y, por tanto, podrá ser que haya dos por todos, ha de ser porque ellos temen a todo el
caído en desuso, pero no que sea una cosa insólita... Lo mundo. No sufren estar sujetos, pero ellos no saben su-
que ocurre es que no les gusta a los sátrapas, más ami- jetar; son infieles al de ariba e insoportables al de abajo.
gos de la majestad que de la verdad. Pero antes de ti Sin empacho para pedir, pero resistentes para negar. Im-
hubo pastores que se jugaron totalmente la vida por las portunos para recibir, inquietos hasta que reciben, ingra-
ovejas, que ponían su gloria en su misión y en su nom- tos después que han recibido... Y adrede me he alargado
bre de pastores, que no consideraban lesivo para su dig- tanto, para avisarte con profusión y detalles sobre los
nidad más que lo nocivo para la salud de sus ovejas, que que te rodean.»
no buscaban sus propios intereses, sino que los ponían «Ahora vuelvo a mi tema: ¿cómo es posible que los
en juego... Y como si dijesen: 'no he venido a ser servi- despojos de las iglesias se los compren todos esos que
do, sino a servir', iban con el Evangelio por delante sin te dicen: «euge, euge»?1 La vida de los pobres sembrada
causar gastos a nadie. La única ganancia que sacaban de en las plazas de los ricos, la plata brillando en el lodo.
sus subditos, su única pompa y su único placer era si Allá corren todos, y no se la lleva el más pobre, sino el
podían formar un pueblo de Dios agradable al Señor...» más fuerte... Yo sé que no empezó contigo esta costum-
«¿Dónde está ahora todo esto? Se ha trocado en algo bre —mejor diría esta cochambre2—, pero ojalá que al
muy distinto, se han introducido costumbres muy di- menos se termine contigo. Y sin embargo, tú, el pastor
ferentes, y ojalá que no peores. Sigue habiendo preocupa- supremo, apareces en público vestido de oro y en tecni-
ción y congoja y solicitud y emulación, no menores, pero color.3 ¿Qué van a entender las ovejas? Si me atreviera,
sí trasplantadas. Pues puedo asegurar que, en penuria te diría que ésos no son pastos para las ovejas, sino para
de bienes, no estáis como antaño. Y claro, al cambiar de los demonios. ¿Acaso hacía eso san Pedro? ¿Se divertía
lugar el poder, cambian también las relaciones: ahora así san Pablo? Y ya ves cómo luego se pone a hervir todo
son pocos los que miran a la boca del legislador, casi el celo de los eclesiásticos para defender la dignidad. Al
todos miran a sus manos, y con razón, pues ellas distri- honor se le da todo; a la santidad, poco o nada. ¿Y si
buyen cargos y empleos pertenecientes al papado. ¿Es empezaras a moverte con algo más de sencillez y de sen-
que podrías señalarme uno solo de toda esa populosa tido social, puesto que no faltan razones para ello? Pero
ciudad que te haya recibido como papa sin interés o sin
aspiraciones de interés? Cuando hacen más ofertas de 1
servir es cuando más quieren dominar... Y no quisiera Juego de palabras irónico e intraducibie. La frase «qui di-
cunt mihi euge» es cita literal de un salmo; pero además, como
yo ser el portero si un día llaman ellos a la puerta y se el nombre del papa era Eugenio, la frase está significando algo
tarda en abrirles, aunque sea un poquito. Ya ves si co- así como: «todos los que te dan coba».
2
nozco bien las costumbres de tu gente: mal vistos en el Otro juego de palabras entre «mos» y «mors», intraducibie
cielo y en la tierra, han puesto sus manos en los dos. al castellano.
3
Impíos para con Dios; temerarios para con lo más san- Otra alusión intraducibie a una frase de los salmos: «cir-
cumdata varietate». Por eso lo traducimos libremente, con otra
to; sediciosos entre ellos mismos; rivales de sus vecinos; alusión de parecido contenido.
18 LOS HECHOS EL EVANGELIO NO DEJA VIVIR TRANQUILA A LA IGLESIA 19

en seguida oigo que me dicen: '¡Qué va! No estaría bien, recibido y hacen justicia gratis a los injustamente trata-
no es propio de los tiempos, sería contrario a su digni- dos...»
dad, hay que atender a la respetabilidad de la persona...' «Y para terminar: ten muy en cuenta que la santa
Es curioso: de lo único que no se habla es de si sería Iglesia romana es de Dios, aunque la presidas tú; y que
voluntad de Dios o no. Parece que no temen ni arriesgar es madre de las otras iglesias, no señora; ni eres tú señor
su salvación, a no ser que crean que lo salvador es lo fa- de los obispos, sino uno de ellos, hermano de los que
tuo y lo que huele a gloria es lo justo.» aman a Dios y compañero de los que le temen... Que seas
«...Aquel en cuya silla estás es san Pedro, de quien pastor de los pueblos, maestro de los analfabetos, ojo de
no se sabe que saliera jamás vestido de sedas o adornado los ciegos, voz de los sin-voz, báculo de los ancianos...,
de piedras o cubierto de oro ni en caballo blanco ni ro- martillo de los tiranos..., sal de la tierra, luz del mundo,
deado de soldados, ni con un séquito de seguidores voci- ungido del Señor y hasta 'Dios' para los faraones...».
ferantes. Y ya ves: sin nada de esto, pensó que podía (PL 182, 771-778)
cumplir bastante bien el mandato del Señor: 'si me amas,
apacienta mis ovejas'. En todo aquello tú no has suce- * * *
dido a Pedro, sino a Constantino.»
«...Has de promover a los cargos no a quienes los de- Al igual que sobre el papa, Bernardo se atreve a escri-
sean, sino a quienes los rehusan; no a los que corren ha- bir un tratado sobre Las costumbres y deberes de los
cia ellos, sino a los que se detienen. A aquellos que, fuera obispos. He aquí algunos ejemplos de la libertad con
de Dios, no temen a nadie y, si no es de Dios, nada espe- que les habla:
ran. Que defiendan varonilmente a los afligidos y hagan
justicia a los humildes de la tierra; ...que vayan en pos 3 «Se indignan contra mí y me mandan cerrar la boca
de Cristo y no en pos del oro; que para los reyes de la diciendo que un monje no tiene por qué juzgar a los obis-
tierra sean como el Bautista, para los egipcios como pos. Ojalá me cerrasen también los ojos para que no vie-
Moisés..., para los mercaderes como Cristo. Que enseñen ra lo que me prohiben impugnar... Pero, aunque yo me
al pueblo en lugar de despreciarlo; que a los ricos no les calle, se oirá una voz en la Iglesia: 'que no lleven vesti-
soben, sino les asusten; a los pobres no les hagan la vida dos suntuosos' (1 Tim 2, 9). Y esto está dicho a las mu-
más difícil, sino que les fomenten la esperanza; que ni jeres, a ver si se avergüenza el obispo de que se le aplique
entren avasallando ni salgan echando chispas...; que no también a él... Y clamarán los hambrientos y los desnu-
expriman los bolsillos, sino que renueven los corazones... dos quejándose: ¡nuestro es lo que malgastáis! ¡Vues-
A aquellos cuya amabilidad no está en su verborrea sino tras vanidades nos roban lo que nos es necesario!»
en su conducta, que inspiran reverencia no por su fausto, (PL 182, 815)
sino por sus acciones, que son humildes con los humildes
e inocentes con los inocentes, pero responden con dure-
za a los duros... y que no se dan prisa por enriquecerse Y tras los obispos, el clero. En 1140, San Bernardo pre-
a sí o a los suyos con la dote de la viuda y el patrimonio dicó a los estudiantes de París, invitado por el obispo.
El contenido de esas prédicas se recoge en un libro «So-
del Crucificado, sino que dan gratis lo que gratis han bre la conversión de los clérigos», que quiere ser una
20 LOS HECHOS
EL EVANGELIO NO DEJA VIVIR TRANQUILA A LA IGLESIA 21

especie de Directorio espiritual, aunque algunos de sus monjes de Cluny, ahora ya relajados y molestos por las
párrafos sonarán a precedentes del mejor anticlerica- críticas de Bernardo:
lismo:
«Nadie se atreve a reprender con libertad cosas que,
4 «¡Ay de vosotros, los que no sólo os alzáis con la llave
aunque sean reprensibles, son conformes con la flaqueza
de la ciencia, sino también con la de la autoridad! No con- humana. Nadie se atreve a indignarse severamente contra
tentos con dejar de entrar vosotros, impedís de mil mo- otros por cosas en las que uno mismo se muestra blando
dos que entren los demás, a quienes debierais empujar, consigo. Voy a hablar, pues. Hablaré, aunque me tacha-
por razón de vuestro cargo, a que entrasen. Habéis arre- rán de atrevido; pero diré la verdad. ¿Cómo se ha ente-
batado las llaves, en vez de recibirlas... ¿De dónde os nebrecido la luz del mundo? ¿Cómo se ha vuelto insípida
viene esa ardorosa ansia de prelaturas, ese desenfreno de la sal de la tierra? Aquellos que con los ejemplos de su
vuestra ambición, esa frenética locura por arrebatar pre- vida debían ser guías y faros de nuestra vida, ofrecién-
bendas? ¿Hay alguno entre vosotros que sea osado hasta donos, al contrario, ejemplo de soberbia en sus obras,
el punto de desdeñar la autoridad del más pequeño de se han vuelto ciegos y guías de ciegos. Pues —por callar
los príncipes del mundo, de modo que, sin orden suya otras cosas— ¿qué espejo de humildad es ese que nos
y aun contra su voluntad, se arrogue las funciones de mi- muestran cuando pasan rodeados de tan grandes proce-
nistro o se apodere de sus rentas y dirija sus negocios? siones y cabalgatas, con lacayos de largas y peinadas pe-
Pues no penséis que Dios aprueba lo que hacen en su am- lucas y tantos cortejos que no parece sino que con el sé-
plia casa y en sus dominios todos esos instrumentos de quito de un abad se podrían formar dos cortejos para dos
ira destinados a perecer... El Padre Celestial llama lim- distintos obispos? Mentiría si dijera que no he visto a
pios de corazón a los que no buscan sus intereses, sino un abad que llevaba en su seguimiento más de sesenta
los de Jesucristo, y procuran en todo no lo que ha de ser cabalgaduras. Al verlos, dirías que pasaban por allí no
útil a ellos mismos, sino lo que ha de redundar en bien abades de monasterios, sino castellanos y príncipes; no
de muchos...» pastores de almas, sino señores de provincias. Además
«A los que gemimos por el estado actual de la Iglesia de esto, se hacen llevar manteles, vajillas, candelabros,
no nos extraña que de una culebra nazca un escorpión. No grandes valijas atiborradas no de las ropas necesarias,
nos pasmamos tampoco de que vendimien la viña del sino de edredones y otros lujosos adornos para sus le-
Señor hombres que quebrantan las leyes que el Señor chos. Apenas se alejan cuatro leguas de su abadía, man-
impuso.» dan ya por delante la recámara y aun todo su ajuar,
(PL 182, 852-53) como si fuesen a la guerra o hubieran de cruzar algún
desierto donde no fuera posible proveerse de lo más
* * *
preciso.»
(PL 182, 913-14)
Y junto a obispos y clero, tampoco los monjes se libra-
ron de la palabra profética de san Bernardo. A instan-
cias de Guillermo, abad de S. Thierry, escribió el santo,
hacia 1125, una defensa ante los ataques de los antiguos
22 LOS HECHOS EL EVANGELIO NO DEJA VIVIR TRANQUILA A LA IGLESIA 23

El comienzo de esta cita es para Bernardo el motivo Finalmente, podría objetarse también que muchas de
por el que los abades y superiores no se atrevían a re- esas críticas —a Dios gracias— no tienen lugar ni ra-
formar a sus monjes relajados. Pero a nosotros nos zón de ser en la Iglesia de hoy. Muchas, pero quizá no
muestra también que san Bernardo no hacía sus críti- todas, cabría responder. Y en todo caso queda pendiente
cas desde un sentimiento de superioridad, ni porque se la pregunta de si —en el caso de que no hubiesen exis-
considerase inmune a todo lo que criticaba. El crítico tido antaño voces críticas como la de san Bernardo, o
también se sabe pecador, y la crítica no brota de su en el caso de que se las hubiese silenciado— sería posi-
presunta santidad. Pero, aunque el crítico calle, es el ble poner ahora tal objeción. A este respecto escribe
evangelio de Jesús el que sigue clamando e incomodan- uno de los más fieles historiadores de la Iglesia:
do a la Iglesia.
«Dos hechos favorecieron grandemente la reforma. El
Señalemos también, al concluir, que el ataque a lo que primero fue la extraordinaria libertad dejada en el seno
consideraba lujo excesivo de la Iglesia, y aun de algu- mismo de la Iglesia a la crítica o, para utilizar también
nos famosos monasterios, fue una constante del lengua- una frase del lenguaje político, a la autocrítica. En 1248,
je libre y molesto de san Bernardo. Es posible que exa- el canónigo Tomás de Chantimpré pudo contar tranqui-
gerase en alguna ocasión. Pero esto no quita un ápice lamente, en su curioso libro simbólico Las Abejas, que
de verdad al principio que el santo formulaba de la ma- un predicador había visto aparecer al Diablo en el mo-
nera siguiente: mento de empezar un sermón ante un Concilio, y que
el Demonio le había gritado: '¿no sabes qué decirles?
«La Iglesia brilla en sus paredes, pero está necesita-
Pues diles sólo esto: ¡Los príncipes del Infierno saludan
da en sus pobres. Cubre de oro sus piedras y deja sin
a los Príncipes de la Iglesia!' Y aquel canónigo no fue
vestidos a sus hijos» {Apología, cap. 12). castigado y condenado inmediatamente.»*
Todo esto son palabras de un santo. No proceden de la
falta de amor, ni mucho menos. Precisamente en el cita- 4
Otro ejemplo de esta libertad para la crítica lo tenemos en
do libro De Consideratione, Bernardo está dirigiéndose
la célebre Epistula Luciferi, o carta de Lucifer, que alguien hizo
a un papa que había sido alumno e hijo espiritual suyo,
llegar a manos del papa de Avignon, Clemente VI, y cuyo texto
y por eso subraya el cariño desde el que le habla y que
(junto con una rápida información) transcribimos de la Historia
es el que le da libertad para hablarle. Le dice que «aun
de la Iglesia Católica, de la BAC (tomo III, p . 115):
cuando caminaras sobre las alas del viento, no podrías
sustraerte a mi afecto; pues el amor reconoce a u n «Lucifer, príncipe de las tinieblas, gobernador de los tristes
hijo, incluso bajo la tiara». imperios del profundo Aqueronte, duque del Erebo, rey del In-
fierno y rector de la Gehenna, saluda a su vicario el papa y a sus
También puede ser útil notar que, por grande que servidores tos cardenales y demás prelados, que después de ser
fuese su prestigio en Europa, San Bernardo no estaba obispos son más famélicos que antes y viven en delicias y ban-
ya canonizado cuando escribió estas palabras: más bien queteos. Los alaba (o dilecta nostra Babylon!) porque trabajan
fue canonizado después de haberlas escrito. Pero en su activamente en su favor y le ayudan a salir victorioso de su ene-
momento molestaron muchas veces y fueron mal reci- migo Cristo, el cual trata de exaltar a los pobres y a los humil-
bidas. San Bernardo fue denunciado al Colegio Carde- des contra la república del mundo. Les recomienda a sus carísi-
nalicio y recibió del Cardenal Entérico una carta dura y mas hijas, la avaricia, la lujuria y la soberbia, que con la ayuda
poco amable sobre «esos monjes que salen de los claus- del papa y de los cardenales están bien y con buena salud. Si
tros para molestar a la Santa Sede y a los Cardenales». alguno predica o enseña contra vosotros, oprimidlo a fuerza de
El mismo se lamentaba diciendo: «yo sé que, al hacer excomuniones. Os deseo que lleguéis a poseer el puesto que os
la guerra a los desafueros, irrito contra mí a la gente tengo preparado. Dado en el centro de la tierra, en nuestro pala-
desaforada». cio tenebroso, etc....»
24 LOS HECHOS EL EVANGELIO NO DEJA VIVIR TRANQUILA A LA IGLESIA 25

«Y el otro hecho que hemos de observar es que la 6 «No sólo no dan a los pobres lo que están obligados a
Iglesia, como jerarquía, supo reconocer lo bien fundado repartirles, sino que se lo quitan por simonía y ansia de
de aquellas críticas y lo tuvo en cuenta. Quienes encar- dinero. Algunos son tan desgraciados que a veces no quie-
naban la autoridad no tuvieron el reflejo demasiado hu-
mano de cerrar los labios a aquellos cuyas palabras ren dar a quienes lo necesitan lo que gratuitamente se
pudieran molestarles. O más bien, aunque algunos lo les dio a ellos, a menos que les hagan regalos y les llenen
tuvieran, hubo al menos bastantes que no cedieron en las manos. Aman a sus subditos tanto cuanto les pueden
absoluto a esa tentación. Ese fue el mérito eminente saquear, y no más. Gastan los bienes de la Iglesia en
de varios grandísimos papas: Gregorio VII, Pascual II, vestidos caros, en andar con trajes delicados, no como
Inocencio II, Honorio III... Fue un signo de la grandeza
de esta época el que los poderosos tolerasen oír seme- clérigos y religiosos, sino como señores y galanes de cor-
jante lenguaje. No podemos imaginar a uno de nuestros te. Procuran tener buenos caballos y mucha vajilla de
déspotas modernos que oyera elevarse una voz seme- oro y plata, adornos para la casa...» (121). «Quizá corri-
jante y que no la ahogase en el acto en el más profundo jan alguna vez a alguno de sus subditos, pero será con
calabozo» (D. ROPS, La Iglesia de la Catedral y de la objeto de justificarse con aquella reprensión. En cambio,
Cruzada, pp. 153-154, 121).
no corregirán al que está en puesto elevado, aunque ten-
ga mayores defectos que un inferior, por miedo a com-
prometer su propia situación o sus vidas. Reprenderán
La innegable ambigüedad de toda crítica queda plasma- al pequeño, porque ven que éste no puede hacerles daño
da en el hecho de que santa Catalina de Siena (1347-1380), ni quitarles el cargo. Así cometen injusticias por un mi-
inmediatamente después de haber escrito en El Diálogo
serable amor propio» (122). «Si alguien va a pedirles
que a los ministros de la Iglesia hay que reverenciarles
siempre, sean buenos o malos (n.° 120), arremete a con- consejo sobre esta materia (la usura), como ellos están
tinuación contra su mala vida o, mejor, contra su «bue- en el mismo pecado y tienen la razón obnubilada, dan
na vida»: las injusticias, las concubinas, el juego, la fal- un consejo obscuro y tendencioso, a causa de la inclina-
ta de celo pastoral, la avaricia y la simonía. Pero esta ción que tienen en su espíritu... Porque (para nombrar
aparente inconsecuencia es la mejor expresión del con-
prelados) no se mira ni se atiende más que a su buena
traste entre lo que el ministro representa y el modo
como lo representa; entre el tesoro y el vaso de barro posición social, su gallardía y riqueza, a que sepan hablar
que lo lleva (cf. 2 Cor 4, 7). con diligencia y —aún peor— alguien argumentará que
sean de buena presencia... Deberían buscar a los humil-
«La carta —dice Mateo Villani— tocó muy bien los vicios de des y a los pobres, quienes por su caridad huyen de las
nuestros pastores eclesiásticos. Muchos creyeron que fuera obra prelaturas; pero eligen a los que las buscan con engaño-
del arzobispo de Milán... En realidad su autor era un docto cis- sa soberbia» (127).
terciense, Petras de Ceffonia, autor de otros muchos escritos
que merecen ser estudiados.» Por esta ambigüedad de su origen (Diálogo, nn. 121-127)
no la incluimos en el texto. Pero sí que sirve, en cambio, como
un ejemplo de esa libertad de que hablaba D. Rops. Y es intere- De todas maneras, Catalina fue una mujer demasia-
sante, además, porque apunta ya a la tentación de la jerarquía do apasionada. Las críticas a los cardenales que hace
de responder a la crítica con un abuso de los medios de la auto- en alguna de sus cartas quizá están demasiado condicio-
ridad eclesiástica («oprimidlo a fuerza de excomuniones»), lo que nadas por la posición de la santa en la complejísima
acaba llevando a un descrédito de éstos. cuestión del Cisma de Occidente.
26 LOS HECHOS EL EVANGELIO NO DEJA VIVIR TRANQUILA A LA IGLESIA 27

El hecho de que en este Cisma hubiera santos por las extraño en la historia de la Iglesia. Sueca, residente en
dos partes, tal vez nos enseñe que, a veces, las criticas Roma, en el campo Marcio, desde 1350, escribe en su
en la Iglesia pueden apuntar a demandas verdaderamen- lengua natal y sus consejeros (sobre todo un tal Maes-
te evangélicas, aunque quizá todavía no históricamente tro Matías) traducían sus palabras al latín para que ella
viables en un momento dado, por el espesor y el empe- revisara las traducciones. Brígida pretende que lo que
catamiento de la historia. En estos casos no expresarán escribe son visiones y que sus palabras son dictadas por
una reivindicación inmediata, pero sí que señalarán un la Virgen, y seguramente no hay que ver en esto más
camino a largo plazo. Por esta complejidad de la situa- que la desesperación en que ponía a las almas buenas
ción histórica, así como por lo farragoso del estilo de de entonces la situación de la Iglesia: a veces la misma
la santa, renunciaremos a dar más ejemplos de sus dureza e injusticia de algunas palabras concretas basta
escritos. Pero puede ser útil citar todavía un texto más, para desmentir el carácter sobrenatural de la visión. Pero
para ver la libertad con que le habla al papa: queda la palabra de una santa, que es una palabra crí-
tica, desesperada y que, aun sin ser plenamente mati-
zada, produjo su efecto.
1 «Espero por la bondad de Dios, venerable Padre mío,
que ahogues tanto amor propio y no te ames por ti, ni Hacia 1371, en-sus visiones, le habla la Virgen para el
ames por ti al prójimo y a Dios, sino al revés... Quiero papa Gregorio XI, quien la conocía personalmente:
que seas verdadero y buen pastor... Si hasta el presente
no has sido bastante firme, te ruego y te conjuro a obrar 8 «Yo le avisé al papa Gregorio que debía trasladar su
desde ahora como hombre valeroso, y a seguir a Cristo, sede a Roma; pero el diablo y algunos consejeros le han
cuyo Vicario eres. No temas nada de los tormentos que persuadido a quedarse donde está, y esto por amor carnal
amenazan ni de las rebeliones que rugen Vela por a sus parientes y amigos y por delectación y consolación
las cosas de la Iglesia, pon buenos pastores, y en las ciu- mundana. Y puesto que desea ser plenamente certificado
dades buenos gobernantes... Vuelve a Roma. No tardes de la voluntad de Dios, oiga lo siguiente: si quiere tener-
más: tu lentitud ha producido ya muchos trastornos. Va- me por Madre, debe retornar a Roma inmediatamente,
lor, Santo Padre, no más negligencia.» sin dilación alguna y con rapidez, de modo que en mar-
zo, o lo más tarde a principios de abril, tiene que estar
personalmente en la urbe o a lo menos en Italia. Y si en
La que calificó al papa como «dulce Cristo de la tierra»
se dirige a él así: «a ti te lo digo. Cristo de la tierra, esto no obedece, sepa que nunca más volverá a gozar de
de parte del Cristo del cielo». No es extraño el comen- mis palabras ni de otra visitación y consolación mía.»
tario del biógrafo de quien están tomadas estas últimas (Revelación IV, 140)
citas: «cuando se conoce el lujo de fórmulas que em-
plean en nuestros días para escribir a la Santa Sede los
fieles e incluso los obispos, se debe encontrar desconcer-
tante esta carta de Catalina» (J. LECLERQ, Santa Cata- Quizá las cosas eran más complicadas, como lo es siem-
lina de Siena, pp. 90-93). pre la política, y quizás había algo más que «amor car-
nal» entre las cosas que retenían al papa fuera de Roma.
No fue Catalina la única mujer que, en aquellos tiem- Pero es muy importante saber reconocer la justicia de
pos difíciles, encontró en el evangelio la libertad para una causa, más allá incluso de la falta de matices con
hablar claramente a los papas, aun a pesar de sus pro- que a lo mejor se la defiende. Gracias a ese reconoci-
pias limitaciones. Santa Brígida es un caso aún más miento volvieron los papas a Roma.
28 LOS HECHOS EL EVANGELIO NO DEJA VIVIR TRANQUILA A LA IGLESIA 29

En otra visión, es el mismo Cristo quien habla: no es infrecuente, como ahora veremos, que las críticas
a la Iglesia aparezcan en comentarios al Cantar de los
«Escucha, papa Gregorio XI, las palabras que te di- Cantares.
go... ¿Por qué me odias tanto?; ¿por qué eres tan audaz Buen ejemplo de ello es el sigiuente texto de Guiller-
y tan pretencioso contra Mí? Pues tu Curia de la tierra sa- mo de Auvemia ff 1249), que había de llegar a obispo
quea a mi curia del cielo. Y tú, soberbio, me despojas de de París y que fue uno de los teólogos más importantes
mis ovejas, ...te apropias y recibes injustamente los bie- del s. XIII. En su comentario al Cantar (escrito en 1228
en su época de profesor) aplica a la Iglesia el pasaje en
nes de mis pobres para repartirlos indecentemente entre que se compara a la esposa con la caballería de los ca-
tus ricos... ¿Por qué haces esto? ¿Por qué han de reinar rros de combate del Faraón (l,8ss.). La fuerza de esta
en tu curia la mayor soberbia, la insaciable codicia y la lu- caballería es el Espíritu Santo. Pero de pronto Guillermo
juria que abomino, y hasta ese rostro invertido de la ho- mira hacia su época y cambia el tono de su lenguaje:
rrible simonía? Y por si friera poco, todavía me robas y
me arrebatas innumerables almas, enviando al Infierno 10 «Pero es evidente que todo eso se ha transformado hoy
a casi todos los que se acercan a tu curia... Comienza ya en lo contrario: la Iglesia parece más bien un carro de
a renovar mi Iglesia, ...porque ahora más se venera en batalla del Faraón que no de Dios, pues marcha hacia
ella a un lupanar que a la Santa Madre Iglesia. Y si no el abismo de las riquezas y placeres e incluso de los pe-
obedeces firmemente a la voluntad mía que te he mani- cados. Las ruedas de los doctores de la Iglesia han caído
festado, sábete con seguridad que quedarás condenado del eje, quedando por su desemejanza muy lejos de Cris-
ante toda mi curia celeste por esta sentencia y por la jus- to, que es el eje de la vida... Hoy el carro de la Iglesia no
ticia espiritual.» camina ya hacia adelante, sino que retrocede, pues los
(Revelación IV, 142) caballos reculan y lo arrastran hacia atrás. No se eligen
fuertes caballos para los ministerios de la Iglesia, sino
* * *
jóvenes potros de pequeños nepotes, que no poseen ni
pecho ni hombros para tirar del carro. Y además, corce-
Al leer el primero de los fragmentos de san Bernardo
les brutos que han degenerado cayendo en una insopor-
con que hemos abierto esta antología, pudo llamar la
atención que palabras tan críticas para con la Iglesia table indisciplina, testarudos, impacientes y llenos de ira,
se encontrasen precisamente en un Sermón sobre el Can- que rompen las bridas y destrozan el yugo...»
tar de los Cantares. Será bueno comentar que nos halla- «Y hay que notar que, así como los collares, por su
mos ante una práctica frecuente en la historia de la
teología. Con ella tiene que ver también esa célebre ex- belleza y elegancia, brillan en la parte superior de la tú-
presión eclesiológica de la «casta meretrix», la cual ha nica y la adornan, así los doctores —por el oro de su sa-
nacido por la aplicación simultánea a la Iglesia de la ber y la pedrería de sus virtudes— deben superar a to-
Jerusalén-prostituta de los profetas y de la Esposa del dos los demás tanto como los collares a la parte del vesti-
Cantar; y esta aplicación simultánea viene avalada por do a que se unen. Y en todo esto aparece la pobreza de
la coincidencia geográfica de la Roma pagana (a la que
el Nuevo Testamento llama Babilonia) y la Roma cristia- Cristo y la bajeza o vejez de sus vestidos: en que los co-
na, sede de Pedro; este detalle geográfico se vuelve, para llares de la Iglesia son hoy sólo de estaño y de hojalata,
los Padres, de profunda significación teológica. Por eso y de vidrios teñidos en lugar de piedras preciosas. Pues
LOS HECHOS
EL EVANGELIO NO DEJA VIVIR TRANQUILA A LA IGLESIA 31
30

hoy en la mayor parte de los doctores y predicadores no huellas de los Padres; pero ahora se ha convertido en
se encuentra la verdad de la sabiduría ni de la doctrina Babilonia a causa de su fealdad y porque habitan en ella
ni de la virtud... Y ni siquiera desempeñan el oficio de espíritus impuros que son espanto para el mismo Dios.
los collares, pues callan cuando deberían avisar; y no Pues ¿quién no se llenaría de espanto al ver a la Iglesia
sólo no adornan el vestido, sino que lo desgarran con con una cabeza de asno, o al alma creyente con dientes
rotos y, con sus peleas y capillitas, lo separan de la pie- de lobo, hocico de cerdo, mejillas pálidas y atemorizadas,
dra angular... Además los collares se entrecruzan en la nuca de toro y, en todo lo demás, una figura tan salvaje
parte superior del vestido para que no sea fácil el acceso y terrible que todo el que la ve se queda paralizado de
a los pechos y no queden abiertos a contactos lascivos y terror? ¿Quién no diría y creería, ante tan horrible dege-
corruptores... Y en este sentido, a los prelados y docto- neración, que se trata más bien de Babilonia que de la
res de hoy, en gran parte deberíamos llamarlos más bien Iglesia de Cristo? ¿Quién no diría de ella que es un de-
«escotes» [antimonilia o «contracollares»], pues en lu- sierto, más bien que la ciudad de Dios? ...A causa de ese
gar de proteger el vestido de la Iglesia de contactos ilíci- monstruo horrible, de los cristianos depravados y carna-
tos, más bien lo exponen a ellos; y, como sucios leones, les, que llenan de tal manera la Iglesia que dejan ocultos
prostituyen totalmente a la Iglesia con cualquier transeún- e invisibles a sus demás miembros, los herejes dicen que
te, haciendo su propio lucro con el pecado de ella. Por la Iglesia es una prostituta, que es Babilonia. Y cierta-
eso escribe Ezequiel (23, 21): 'sus pezones están rotos y mente, teniendo en cuenta a los cristianos depravados y
le han desgarrado los pechos'. O para decirlo con pala- los que lo son meramente de nombre, tienen razón para
bras de Jeremías: 'Los hijos de Menfis y de Tafen te han pensar y hablar así, con tal de que no apliquen también
violado completamente, hasta el máximo' (Jer 2, 16)...» ese nombre vergonzoso a todos los cristianos. Pues esto
ya no es una Esposa, sino un monstruo de figura terri-
«Toda hermosa eres, amiga mía, y no hay en ti man- ble y salvaje... Y es evidente que, hallándose en tal esta-
cha alguna... Pero ahora más bien parece que se ha cum- do, no podemos decir de ella: 'toda hermosa eres y no
plido en ella la amenaza de Isaías: 'Dios ha dejado calva hay en ti mancha alguna'.»
la cabeza de la hija' (Is 4, 17). Al quitarle la contempla-
ción de la doctrina y de la sabiduría celestial, le quitó la (Texto en H. RIEDLINGER, Die Makellosigkeit der Kir-
frente y vemos cómo se cumplen en ella las palabras de che in den lateinischen Kommentaren des Mitteldlters,
Jeremías (3, 3): 'tienes frente de ramera, incapaz de sen- BGPTMA XXVIII, 3; Münster 1958, pp. 244.246-247.
tir vergüenza'. Le quitó los ojos, pues según Isaías (56, 249-50).
10) 'todos sus guardianes se han quedado ciegos'... Sus Añadamos que a lo largo de la historia de la teología
mejillas son del color de la tierra, sus labios sin sangre se ha repetido también la aplicación a la Iglesia de la
indican la rigidez de su rostro... Así se dice en las La- figura bíblica de Rahab, la prostituta «hospedera de san-
tos» (en expresión de Gregorio de Elvira), la cual acogió
mentaciones (1, 6): 'ha desaparecido de la hija de Sión en su casa y protegió a los exploradores que buscaban
toda su hermosura', de tal forma que puede decirse ver- la tierra prometida, y fue salvada por ello. La aplicación
daderamente de ella lo que está escrito en Isaías (6, 1): se hace al principio en un sentido más bien cronológico
'Babilonia mi amada se me ha trocado en espanto'. La (primero es ramera y luego virgen), aludiendo al paso
amada de Dios es la Iglesia, mientras no se aparta de las del paganismo a la Iglesia; pero más tarde pasa a hacer-
EL EVANGELIO NO DEJA VIVIR TRANQUILA A LA IGLESIA 33
32 LOS HECHOS

deshonesta les quita a los necesitados aquello con que


se en un sentido también simultáneo. Igualmente es fi-
gura de la Iglesia Tomar, la prostituta que cohabitó con deberían vivir, y asusta a los diocesanos para que no
Judá (figura de Cristo para el alegorismo de los Padres) paguen sus diezmos, con lo cual se hace daño al cuerpo
y por eso ha podido conservar en su seno la descenden- de los unos y al alma de los otros.»
cia de la Promesa Divina (cf. los textos de ambas figuras {Opúsculo, varia. PL 145, 445)
en H. U. VON BALTHASAR, Ensayos teológicos, II, 261-
276 y 325-331).
12 «Aunque hay muchas cosas que me desagradan en los
También al leer los textos de S. Bernardo habrá lla- obispos de hoy, lo que me parece más intolerable es que
mado la atención la importancia que tiene el tema de algunos, a la vez que desean los honores eclesiásticos
los pobres en las críticas a la Iglesia, punto éste que
se repetía en Catalina de Siena. Ese mismo tema está con un anhelo más ardiente que los vapores del Etna,
presente en las duras palabras de otro santo, predece- luego se meten en la clientela de los poderosos tan ver-
sor de San Bernardo y que además fue cardenal: San gonzosamente como si fueran esclavos vendidos a ellos.
Pedro Damián (1007-1072). De este autor son más conoci- Es decir: ambicionan iglesias y luego abandonan los asun-
dos los ataques a los vicios sexuales del clero (Liber
tos eclesiásticos, y para poder mandar sobre los ciuda-
Gomorrhianus), tan duro que hasta le indispusieron con
el papa. Pero Pedro Damián fue también un fustigador danos pierden su dignidad de conciudadanos... ¿Quién
incansable de la simonía, de las dignidades eclesiásticas puede soportar que hoy los cargos eclesiásticos se entre-
y del mal uso de los bienes de la Iglesia. El primero de guen a uno que, para hacer carrera en la Iglesia, abando-
los textos que vamos a citar ha de entenderse en el con- na su iglesia 5 y no se digna valorar el obsequio de la
texto de una situación económica primitiva, donde se
desconoce la noción de un Estado con responsabilidades
propia para arrogarse el gobierno de la ajena?...»
sociales. Precisamente por eso, tales responsabilidades «¿Quién duda de que este tal, en cuanto tenga ocasión,
(a modo de «suplencia» y por imperativo evangélico) re- se dedicará a embetunar a sus señores con palabras ha-
caen sobre la Iglesia. S. Pedro Damián no hace más que lagüeñas, para acariciarlos con fáciles adulaciones? Y
aplicar su principio de que la riqueza no es un derecho
de posesión para sí, sino una obligación de administrar como observador astuto, explora qué es lo que más pue-
para los demás. En cuanto al segundo de los textos que de gustarles, para ganarse su voluntad. Impone con los
citaremos, combate la obsequiosidad de los eclesiásti- ojos, insinúa con los ademanes y pretende con las pala-
cos para con los príncipes, dirigida a obtener honores y bras una alegría tranquila de corazón; pero está pen-
poder mundano. Ese servilismo es para el santo una for- diente del más mínimo ademán para anticiparse a la vo-
ma de simonía.
luntad del señor, como si la recibiera por boca de algún
oráculo de la Sibila. Si se le manda que vaya, vuela. Si
11 «Cada día comida con príncipes o banquete de bodas, se le dice que se quede, parece de piedra. Si el señor tiene
cada día preparativos para ellos; y el resultado es que fiebre, él suda; si aquél tiene calor, éste pasa bochorno.
aquello con lo que deberían aliviarse los pobres lo disfru- Pero si el señor pasa el más mínimo frío, a éste le tiritan
tan los portadores de bandejas apetitosas. Y mientras el
obispo tendría que ser el repartidor y la despensa de los 5
Ut Ecclesiam nanciscatur, ecclesiam deserit. El original de
pobres, son otros los que eructan en sus bien surtidas Migne mantiene también la diferencia entre mayúscula y minús-
mesas, mientras los verdaderos dueños son echados le- cula las dos veces que escribe la palabra «iglesia». Con ello pa-
jos a pudrirse de hambre y escasez... Una liberalidad tan rece distinguir entre Iglesia universal e iglesia particular.
34 LOS HECHOS
EL EVANGELIO NO DEJA VIVIR TRANQUILA A LA IGLESIA 35

todas las visceras. Si aquél quiere dormir, éste se cae. Si (donde Babilonia es una forma metafórica de designar a
está saciado, éste siente en seguida necesidad de eructar. Roma), ponga cuidado y procure separarse de la confu-
Y así, no dice ni hace nada suyo, sino lo que sospecha sión babilónica y presentarse sin ruga ni mácula tanto
que agradará al otro. Como dijo Isaías a propósito de al- ella como la iglesia toda a la que debe regir. Pues no
gunos parecidos a éstos: está precisamente limpia de manchas, esa que hoy lla-
mamos curia romana y antes se llamaba iglesia ro-
'Se les dice a los videntes: no veáis;
y a los que miran: no miréis lo que es bueno para nosotros; mana...»
decidnos más bien cosas agradables, engañosas, «...Los reyes y gobernantes lo que quieren es mandar,
quitadme de delante el camino, apartadme la senda, no ser enseñados. Por eso asesinan a veces a los testigos
no me pongáis ante el Santo de Israel...' de la verdad. Y también algunos pastores (que sólo lo son
de nombre y vestido, pero por dentro son lobos rapaces),
«Y que no digan que no han cometido simonía los que contrariando la doctrina de Pedro, el pastor supremo,
por ambición de un cargo se portan como clientes de los asesinan a los testigos, de la verdad y se portan con ellos
príncipes...» como Herodes: primero los meten en la cárcel para que
(Op. 22 Contra elencos áulicos ut ad dignitates provehan- no les puedan argüir públicamente, y luego los hacen de-
tur. PL 145, 463-65) gollar, procurando que no caiga sobre ellos la acusación
de homicidio, aunque no podrán evitar la de testicidio:
pues una cosa es matar a un hombre y otra matar a un
testigo. Mata al hombre quien le quita la vida. Mata al
También durante el pontificado de Eugenio III (a quien testigo quien le quita la facultad de estudiar y dar testi-
ya se dirigiera S. Bernardo), Gerhoh (1093-1169), canónigo monio, con la intención de quedarse libre para seguir co-
de S. Agustín y luego abad de Reichersberg, a quien al- metiendo cosas ilícitas lícitamente, ya que nadie se lo
gunos consideran como el mejor conocedor de la tra-
dición entre los teólogos alemanes, escribe un tratado echará en cara...»
sobre la corrupción de la Iglesia que está igualmente «Vemos a muchos que se portan como Herodes y He-
dedicado al papa. El tratado es un comentario al sal- rodías, pero a muy pocos que se lo echen en cara. O
mo 64: «oh Dios, Tú mereces un himno en Sión». Ese —para poner buenos ejemplos—: muchos reyes y prín-
himno lo aproxima nuestro autor a la crítica que él hace
cipes pecan como David, pero pocos se arrepienten como
a obispos que salen constantemente de sus diócesis, o
que se dedican a intrigas y negocios económicos o mili- él... Hasta los iletrados buscan ya administradores que
tares; o a monjas que duermen juera del convento (y re- sean fieles (1 Cor 4, 2), pero muy pocos de estos admi-
trasan la profesión hasta el final de su vida), alegando nistradores se atreven a decir con Pablo: 'que los hom-
que eso mismo hacen los canónigos regulares. He aquí bres sólo vean en nosotros servidores de Cristo y admi-
algunos párrafos de este aburrido tratado:
nistradores de los misterios de Dios' (1 Cor 4, 1), o aque-
llo otro: 'portémonos en todo como servidores de Dios
13 «Escribimos este tratado para que lo lea el papa, con para que no se vitupere nuestro ministerio' (2 Cor 6, 4).
la intención de que la curia romana, que —según tes- Muchos de ellos se preocupan de que no sea vituperado
timonio de Pedro (1 Pe 5, 13)— es la iglesia en Babilonia su ministerio, pero sólo con palos y amenazas, cosa que
36 LOS HECHOS EL EVANGELIO NO DEJA VIVIR TRANQUILA A LA IGLESIA 37

lo vuelve aún más vituperable a los ojos de Dios y de sus corruptores la maltrataron de tal forma durante toda
los hombres.» la noche (la hora de las tinieblas) que murió, es decir,
(PL, 194, 9, 48a y 112b, c) se encuentra en el máximo riesgo de morir. Más aún, en
muchas comunidades el fuego de la vida sacramental,
De este mismo autor, y de otra obra sobre El estado del que podrían alimentar su vida, se ha extinguido com-
de la Iglesia, procede el siguiente texto: pletamente; de igual manera que también se apagó el
fuego del altar del Señor, que había sido mantenido a
14 «El estado y el rostro de la Iglesia son hoy tan misera- salvo durante los años de la cautividad babilónica. Y
bles que debemos reflexionar sobre qué pasaje de la se apagó, según se nos cuenta, cuando Jasón y Menelao
Escritura podemos aplicar razonablemente a ella. Y en- se apoderaron del sumo sacerdocio comprándolo con
tonces le viene a uno a la memoria aquella mujer israeli- dinero.»
ta de la época de los jueces que fue violada durante toda (PL 194, 1485-59)
la noche por los varones de Gueba, hasta que la mata-
ron... ¿Qué mujer es ésta que abandonó a su padre para
ser esposa de un israelita, sino la santa Iglesia, que aban- Pocos escritores ha habido en la historia con más
dona a su padre, el demonio o el mundo, para desposarse amor a la Iglesia que el poeta Dante (1265-1321). Y pocas
con Cristo? Esta mujer deja al marido con frecuencia y obras literarias serán más eclesiásticas que La Divina
vuelve a su padre; lo mismo hace la Iglesia cuando per- Comedia. Se la ha comparado a una catedral o a una
de esas «summas» teológicas de la Edad Media. Y ade-
mite que se enfríe en ella el amor de Cristo y se reúne más, según muchos comentaristas, y tal como sugiere
con este mundo o con su príncipe, el diablo, en la casa la presencia de Beatriz y de Virgilio, la Divina Comedia
de la incredulidad o de las malas costumbres. Pero su tiene una cierta clave autobiográfica, en la que infierno
marido, Cristo, vuelve a llamarla a sí con la misma fre- y purgatorio no son meramente situaciones escatológicas,
cuencia cuando, por boca de sus pastores y doctores y sino momentos de la vida del autor. Y ésta es otra vez
la paradoja: que nadie ha hablado con más fervor de la
por la infusión del Espíritu de su amor, revivifica en ella Iglesia, ni con mayor dureza de algunos de sus jefes e
el ardor y, atrayéndola, le dice: 'oye, hija, mira, inclina instituciones. Todas las partes del poema son ocasión
tu cabeza y olvídate de tu pueblo y de la casa de tu padre, para una protesta a la que en algunas ocasiones se la
que el rey está prendado de tu hermosura' (Sal 44, 18). considera hoy injusta, en otras verdadera, y en todas
Pero mientras la Iglesia mora acá abajo, en la tierra, fruto de un amor incuestionable a la Iglesia. Dante po-
bló el infierno y el purgatorio de cardenales «a quienes
entre hombres soberbios y perversos, es corrompida por hay que llevar, de tanto como pesan», de lobos rapaces
las soberbias y perversas ideas y costumbres de éstos. Y con hábito de pastores y de clérigos inmundos. Y si las
si bien la Iglesia ha sufrido esto una y otra vez de hom- críticas personales pueden estar condicionadas por las
bres malos y corruptos, me parece sin embargo que nun- luchas políticas de la época, a nosotros nos interesan
ca fue sometida a una fornicación tan vergonzosa como más los ataques a la situación y a la estructura misma
de la Iglesia. Roma es el lugar:
hoy: pues la caterva de los simoníacos la asalta sin fre-
no alguno, para aplacar en la castidad de aquella sus 15 «donde todos los días se comercia con Cristo» (la dove
malos instintos... Así podemos decir de la Iglesia que Cristo tuto di si merca, Paraíso 17, 51). Puesto que...
38 LOS HECHOS EL EVANGELIO NO DEJA VIVIR TRANQUILA A LA IGLESIA 39

«Hoy la Iglesia de Roma, por confundir en sí los dos y cobró vigor por sus diez cuernos, mientras su Esposo
regímenes de gobierno, ha caído en el fango y se ha man- se complace en la virtud. Habéis hecho a Dios de oro y
chado a sí misma y a sus poderes» (Purgatorio 16, 127- plata. ¿Qué diferencia hay entre vosotros y los idólatras,
129). sino que ellos adoran a uno y vosotros a ciento? ¡Ay
Por eso Dante pinta a la Iglesia como un carro arras- Constantino, de cuántos males fue madre no tu conver-
trado por Cristo. La Iglesia es atada a un árbol por la lan- sión, pero sí aquella dote que de ti recibió el primer papa
za de su carro. Lanza y árbol son de la misma madera: la rico! » (Infierno 20, 29-120).
lanza es la sede romana y el árbol el poder terreno. En-
tonces se sienta en el carro la corte romana:
Y ya en el Paraíso, es el propio San Pedro quien habla
al poeta con estas palabras:
«Segura como una torre en lo alto del monte, vi sen-
tada sobre el carro a una desvergonzada prostituta, dis- 17 «No te maravilles si mudo de color, que, mientras ha-
puesta a mirar siempre en torno. Y para que nadie se ble yo, verás también cambiar de color a todos éstos. El
adueñase de ella, vi a su lado a un gigante en pie [la mo- que usurpa en la tierra mi lugar [ = Bonifacio VIII], que
narquía francesa], con el que se besaba de vez en cuando. está vacante en la presencia del Hijo de Dios, ha conver-
Y porque volvió hacia mí su ávida mirada errante, aquel tido mi tumba en una cloaca de sangre y podredumbre...
amante feroz la azotó de la cabeza hasta los pies y luego, Mi sangre, y la de Lino y la de Cleto no alimentaron a la
lleno de sospechas y de ira cruel, desató el carro y lo Esposa de Cristo para que se dedicara a adquirir oro, sino
arrastró por la selva hasta que me ocultó a la prostituta para que adquiriese esta vida feliz... No fue nuestra in-
y a la nueva fiera» (Purgatorio 32, 148-160). tención que a la derecha de nuestro sucesor se sentara una
parte, y a la izquierda la otra parte del pueblo cristiano;
En el Infierno, Dante increpa así al papa Nicolás III: ni que las llaves que me fueron concedidas se convirtie-
ran en pendón de guerra para combatir contra los bauti-
16 «Dime, ¿cuánto dinero le pidió Nuestro Señor a San zados; ni que yo fuera imagen de sello en privilegios
Pedro para ponerle las llaves en la mano? No le dijo vendidos o mendaces, por los que me irrito y me aver-
más que: 'sigúeme'. Y ni Pedro ni los demás recabaron güenzo con frecuencia. En traje de pastores se ven desde
de Matías oro o plata para elegirlo sustituto del alma aquí lobos rapaces por todos los prados...» (Paraíso 27,
traidora [ = J u d a s ] . Quédate aquí, que bien castigado es- 19-27; 40-56) .6
tás, y guarda tus mal ganados dineros. ... Y si no fuese
porque me lo prohibe la reverencia hacia las llaves sobe- 6
El nombre de Dante evoca inevitablemente el de Petrarca
ranas que tuviste en tu frivola vida, aún usaría palabras (1304-1347). Los versos de Petrarca, tan bien tallados como tantas
más graves. Porque vuestra avaricia entristece al mundo y tantas de las maravillosas piedras de Italia, suenan aún más
oprimiendo a los buenos y elevando a los malvados. A estremecedores:
vosotros, Pastores, se refería el evangelista cuando vio a «Fontana di dolore, albergo d'ira,
scola di errori e tempio d'eresia,
aquella que se sienta sobre las aguas, prostituyéndose con giá Roma, or Babilonia falsa e ría
los reyes; aquella [ = Roma] que nació con siete cabezas per cui tanto si piange e si sospira» (Canz. 138)
4° LOS HECHOS EL EVANGELIO NO DEJA VIVIR TRANQUILA A LA IGLESIA 41

que comienza prácticamente con los siguientes párra-


fos:
En las palabras de Dante hemos encontrado una alu-
sión que es casi tópica: el rechazo de la situación «cons- 19 «Dan pena los crecientes esfuerzos y opiniones de estos
tantiniana» o de poder mundano de la Iglesia. Puede ser tiempos, con los que muchos se imaginan ayudar a Dios
bueno dejar constancia de que este tema ni es exclusi-
mediante recursos humanos o trabajar por defender a la
vo de los textos de Dante, ni es tampoco invención de
las demandas contemporáneas de reforma. Al revés: es Iglesia de Cristo mediante ambiciones mundanas. A vo-
un tema tan antiguo como el mismo Constantino. Y esto sotros, obispos que pensáis así, os pregunto: ¿de qué
es lo que ponen de relieve las siguientes palabras de medios se valieron los apóstoles para anunciar el evan-
san Hilario de Poitiers, que datan del año 364. Hilario
gelio?; ¿qué poderes les ayudaron a predicar a Cristo y
se ha encarado primero con el emperador Constancio,
al que dedica un largo escrito en el que acaba compa- a trasplantar casi todo el mundo desde la idolatría al
rándolo con cualquiera de los emperadores que persi- Dios verdadero? ¿Acaso se atribuían alguna dignidad pa-
guieron a la Iglesia (Nerón, Dedo, etc.), porque, para laciega los que cantaban himnos a Dios en la cárcel tras
san Hilario, el poder hace a la Iglesia más daño que la
haber sido azotados? ¿Le congregó Pablo una iglesia a
persecución. Por eso dice del Emperador que:
Cristo mediante edictos imperiales, cuando él no era más
que un espectáculo en el teatro? A lo mejor se defendía
«No nos apuñala por la espalda, pero nos acaricia el
vientre; no confisca nuestros bienes (dándonos así vida), con el patrocinio de Nerón, o quizá de Vespasiano o De-
sino que nos enriquece para la muerte; no nos encarcela d o , con cuyos odios fue regada la fe que ha florecido
(metiéndonos así en el camino de la libertad), sino que en nosotros. ¿Y pensáis que es que no tenían las llaves
nos honra en su palacio, apresándonos de esa manera... del Reino de los cielos todos aquellos que se alimentaban
Honra a los sacerdotes para que no haya buenos obispos; con sus manos y su trabajo, que entraban en reuniones
construye iglesias para demoler la fe.» clandestinas, que visitaban los pueblos y las fortalezas
(PL 10, 580ss) y las gentes de casi toda la tierra, contraviniendo las le-
yes del senado y de los emperadores? ¿O pensáis que no
Pero, además de encararse con el emperador, san Hila-
se hizo patente entonces la fuerza de Dios contra todos
rio le habla también a la Iglesia de su tiempo, en un los odios humanos, en el hecho de que Cristo era tanto
libro contra los arríanos, dirigido al obispo Auxencio y más predicado cuanto más prohibido?»
«Mientras que hoy, ¡qué pena!: la protección huma-
na es lo que recomienda a la fe divina, y se acusa de
Pero en las palabras de Petrarca es aún más difícil distinguir
la crítica eclesiástica de la actuación política (hecho este que impotencia al poder de Cristo, mientras la ambición de
venía además favorecido por la ambigüedad de la soberanía polí- poder engorda amparándose en Svi nombre. La Iglesia,
tica de los papas). Por este motivo, y por las razones que diremos que fue creída cuando estaba en las cárceles y en el des-
más adelante al hablar de Erasmo y otros autores de la literatura tierro, obliga hoy a creer en ella mediante amenazas de
(cfr. iníva, pp. 58ss.), preferimos renunciar aquí a las palabras de
Petrarca. El lector encontrará algún texto más en la Historia de cárcel o destierro... Se alegra con el aprecio del mundo
la Iglesia, de la BAC (tomo II, p. 134). la que sólo podrá ser de Cristo si el mundo la odia. La
42 LOS HECHOS EL EVANGELIO NO DEJA VIVIR TRANQUILA A LA IGLESIA 43

comparación entre esa Iglesia tradicional, hoy perdida, y precian, y muchas veces, con mejor sentido que ellos, les
la que estamos viendo ahora, clama al cielo.» corrigen de sus caminos ajenos a Dios, cumpliéndose
(PL 10, 610.611) aquello de Agustín: que el indocto enseña al docto y el
laico al clérigo» (Pars I, titulus 1).
«Es verdad que tanto los reyes como los pontífices
En el año 1307, con ocasión del concilio de Viena que son hombres y, como tales, pueden caer fácilmente... Pero
comenzaría cinco años más tarde, el obispo Guillermo hay que decir que al papa no se le ha dado licencia para
Durando escribe un tratado «sobre el modo de celebrar pecar al otorgarle la sede de Pedro, como tampoco se le
el concilio y de reformar la Iglesia», que es casi una in- concedió a éste... Además, dice el refrán que quien mucho
acabable lista de propuestas, y que presenta una ima- abarca poco aprieta: por eso los papas, aunque tengan
gen bien concreta de la vida de la Iglesia en aquel siglo,
puesto que habla de todas las cosas y personas posibles: más dignidad que los demás, no siempre tienen más se-
de laicos, frailes y monjas; de la edad de los cardenales; guridad sobre lo que conviene hacer o juzgar, supuesta
de que no se permita a los obispos ausentarse de su la información detallada que exigen los negocios, como
diócesis más de tres semanas; de que no se construyan ya decía san Gregorio...» (I, 3).
lupanares cercanos al domicilio del papa o de gentes
«Por muy sabio que sea uno, no se desdeña de escu-
de la curia, para evitar la sospecha de que el dinero va
a parar a ellos... Propone también que, de acuerdo con char lo que los pequeños pueden decir con sensatez. Pues
el concilio de Cartago y con el uso de algún papa ante- ya escribe San Pablo que, si al más pequeño se le revela
rior, al romano pontífice se le llame sólo 'obispo de la algo, el más grande que se calle» (Pars II, Praefatium).
primera iglesia', y no Sumo Sacerdote o Príncipe de los «Habría que considerar si, en el colegio cardenalicio
sacerdotes. Sugiere también que en la cuestión del celi-
bato sacerdotal se adopte la costumbre de la iglesia
y en los colegios episcopales y otros en que parezca con-
oriental, por ser más cercana al uso de los apóstoles. veniente, no estaría bien guardar este uso [de la iglesia
El autor es un hombre piadoso, convencido de la im- primera], que se apoya en el derecho natural, según el
portancia del buen ejemplo de la jerarquía para la cre- cual todas las cosas son comunes. Así se eliminaría todo
dibilidad de la Iglesia? Por eso no teme encararse a ve- afán de acrecentar sus riquezas. Y también estaría bien
ces con la curia romana:
que no puedan tener varios beneficios, dando mal ejem-
plo a otros y ocasionando un dispendio pernicioso, tanto
«La burra de Balaam, que habló con voz humana, puso a sus almas como a las iglesias» (77, 2).
de relieve la insensatez del profeta. Y esto se está repi- «La simonía ha corrompido en grado sumo a la iglesia
tiendo hoy, por la cantidad de tonterías y de inmoralida- universal y a todos los pueblos. Y los medios puestos
des que cometen en la Iglesia de Dios las personas ecle- contra ella no sirven, porque en la curia romana se prac-
siásticas, las cuales deberían ser luz para los demás. Por tica en público, como si no fuese pecado cometer simo-
eso, hasta los no versados en las cosas divinas les des- nía, o como si el recibir el dinero después no fuese lo
7 mismo que hacerlo antes» (7/, 20).
Y. CONGAR escribe expresamente sobre él: «Durando no
es un galicano. Pero quiere un poder papal respetuoso de la auto- La Iglesia de Roma está puesta para espejo y ejemplo
ridad de los obispos»: Eclesiología desde San Agustín hasta nues- de todos. Y como el espejo no debe tener mancha ni
tros días, Madrid 1976, p. 189. arruga, así ella no debe tener nada reprensible. Porque
EL EVANGELIO NO DEJA VIVIR TRANQUILA A LA IGLESIA 45
44 LOS HECHOS

cuando duele la cabeza, duele todo el cuerpo... y cuando pío a los fieles?... Prestad atención: ¿es que hoy los pe-
sacudes las columnas, se cae el edificio. Recordemos rros, los caballos, los pájaros y toda esa superflua fami-
aquellas palabras del Señor contra los escribas y fariseos lia de los eclesiásticos se han de comer el patrimonio de
[sigue una larga cita de Mt 23]. Pues, según san Juan la Iglesia en lugar de los pobres de Cristo?... Juzgad si
Crisóstomo, eso mismo puede aplicarse a los prelados y es justo que de vez en cuando se vendan los libros de las
sacerdotes de nuestros días, que imponen al pueblo una iglesias o sus tierras o edificios para pagar los tributos
moral enorme, y ellos no la guardan ni mediana. Con que imponen los obispos al clero...» «¿Y por qué la es-
lo cual aparecen como justos por lo que dicen, pero no pada de la Iglesia —la excomunión— es desenvainada
por lo que hacen; mientras que el salmista afirma que tan levemente para la corrección propia, pero se la usa
los ojos de los siervos —es decir, de los subditos y de los tan cruelmente contra los pobres, en cosas pequeñas como
laicos— están puestos en las manos —las obras— de deudas y otras parecidas? ¿Por qué un pleito sobre un
sus señores —es decir, de los obispos y superiores—. Y asunto pequeño dura tanto? ¿Por qué no se acaba esta
los ojos de la esclava están puestos en las manos de su prolijidad en los procesos, que poco a poco van expolian-
señora, que es la iglesia romana... Y esto vale sobre todo do a los pobres?...»
del papa, porque ocupa el lugar de Aquel que 'empezó a «¿Cómo es que algunos Prelados alquilan su jurisdic-
actuar y hablar' y que, a la muchedumbre que le seguía, ción temporal y espiritual a tiranos prepotentes por una
le dio alimento corporal y no meramente pábulo doctri- suma de dinero, con daño de la Iglesia, perjuicio de la jus-
nal» (III, 1). ticia y opresión de los pobres? ¿Cómo es que hoy los obis-
(Edit. Apud Franciscum Clusier, Parisiis 1671) pos, los abades, los monjes son más oficiales del fisco que
de Cristo, militando con todas sus fuerzas en el mundo
* * * de las curias de los príncipes y de los jueces y parlamen-
tos seculares?»
«¿Qué significa también el que hoy casi todos los obis-
Mucho más vigor, por lo concretas que son, tienen las
palabras de Enrique de Langenstein (1325-1397), Vice- pos, prelados y párrocos sean nombrados por el papa, en
canciller de la universidad de París y que trabajó con lugar de elegir a las personas más aptas y más conocidas
J. Gerson y otros autores conocidos para acabar con el de cada patria, para que no presidan a las iglesias hom-
Cisma de Occidente. Precisamente en una obra titulada bres ajenos a ellas en costumbres, lengua y usos? ¿Por
Concilium Pacis, fustiga así algunos usos concretos de qué los niños de los nobles y de los poderosos son pues-
la Iglesia de su tiempo:
tos al frente de las dignidades eclesiásticas, y clérigos fa-
mosos por su vida y su doctrina son puestos bajo ellas?
21 «Una vez más, ¿para qué sirve y qué aprovecha a la
...¿Es que la Iglesia ha de ser gobernada según el mun-
Iglesia una gloria tan magnífica de sus príncipes y una
do y no más bien contra los usos mundanos, tal como
pompa tan soberbia de obispos y prelados, como si ella no
dice la Escritura: 'no os amoldéis a los usos de este mun-
supiese que son hombres? ¿Y para qué esa aberración de
do'?...»
que uno tenga 200 ó 300 beneficios eclesiásticos? ¿No es
cierto que con eso disminuye el culto, se empobrecen las (Apéndice al volumen I. Gersonii Opera omnia. Amberes
iglesias, se privan de hombres valiosos y se da mal ejem- 1706, tomo 2, col. 837-838).
46 LOS HECHOS EL EVANGELIO NO DEJA VIVIR TRANQUILA A LA IGLESIA 47

En el mismo volumen de donde está tomada la cita an- origen y el progreso de esta peste infame que se va ex-
terior, también en los apéndices (col. 885) encontramos un
texto del Cardenal de Cámara Pedro de Aliaco, que nos
tendiendo desde la cabeza hasta los pies, porque no han
muestra cómo todo ese sentir había llegado ya hasta podido servir a la vez a dos señores tan opuestos como
muchos obispos y miembros del colegio cardenalicio. Dios y el dinero, y ha sido inevitable que toda la diligen-
Así se lee en el primer capítulo de su obra «Avisos so- cia que ponían en servicio del uno, se la fueran quitando
bre la necesidad de reforma de la Iglesia»:
al otro (2)... El ánimo de los eclesiásticos quedó invadi-
do por una gran abundancia de cosas mundanas y una
22 «Frecuentemente rezamos a Dios en la Iglesia, que nos
avaricia inmensa... y entonces tuvieron que servir a tres
enseñe a despreciar las cosas terrenas y amar las del cie-
tiranos: al Lujo... al Fausto... y a la Ambición... Y como,
lo. Despreciar significa postponer en el afecto lo terreno
para cumplir las órdenes de estas tres arpías rapaces, no
y mirar sobre todo a Cristo. Así pues, ¿qué significa el
que Cristo sea de tal modo despreciado en la curia Ro- hay renta que sea suficiente, tuvieron que buscarse otros
mana y se prefiera el oro a él? ¿Por qué se olvida el ingresos con que darles satisfacción» (3).
bien de la unión en la Iglesia universal, que es el que «Y así los papas (para comenzar por ellos), toda la
todos deberían buscar, tanto más intensamente cuanta superioridad que tenían por su primado y su autoridad,
más dignidad tienen?...» la convirtieron en una superioridad de poder y en una
pasión de dominar sobre los demás. Y pensando que las
* * * rentas de la sede romana y el patrimonio de Pedro (que
era más grande que el de muchos reyes, aunque ya lo han
En 1417, con ocasión del concilio de Constanza, el menguado ellos) eran insuficientes para su afán de ser
archidiácono y doctor en teología por París, Nicolás Cle-
mango, publica otro tratado, «Sobre el estado de corrup- más que nadie, comenzaron a quedarse la leche y la lana
ción de la Iglesia», que explica la situación de cisma a de los rebaños ajenos (4)... y a regar su curia con ríos
que se ha llegado, y que tiene su causa principal —se- de oro procedentes de todas partes. Y así (además de
gún el autor— «en los vicios de los ministros de la Igle- cuanto acabamos de decir sobre las elecciones), quitaron
sia, cuya dote y cuya posesión debería ser Cristo». Este
es, sin duda alguna, el más duro de todos los escritos a sus diocesanos y patronos la facultad de presentar y la
que estamos presentando, porque ataca muy concreta- libertad de conferir beneficios y de disponer de ellos,
mente la política real de los papas, que para el autor era prohibiendo bajo pena de anatema que otorgaran un be-
simplemente mundana, ambiciosa, egoísta y hasta tira- neficio a nadie, cuando aspiraba a él alguien a quien ellos
na. Cada una de sus páginas es un verdadero trallazo,
bien difícil de soportar. Pero el autor sostiene que Dios lo habían prometido... Y así han aparecido en todas par-
necesita humillar primero a su Iglesia, para poder corre- tes tantos sacerdotes inmorales e ignorantes, cuyo modo
girla después: de vivir es un escándalo para los suyos. Y por eso hay
en la boca del pueblo tanto anticlericalismo; por eso
23 «¿Quién podría describir toda su insaciable avaricia, tanto desdoro del orden eclesiástico, y por eso se dicen
que supera el afán de lucro de todos los laicos negocian- tantas cosas que les harían enrojecer si fueran capaces
tes y que es una verdadera provocación y una incitación a de sentir vergüenza; pero su duro rostro ya no sabe son-
cometer injusticia para todos los seglares...? Veamos el rojarse... Antaño nada había más venerable que el estado
EL EVANGELIO NO DEJA VIVIR TRANQUILA A LA IGLESIA 49
48 LOS HECHOS

sacerdotal, hoy no hay nada más abyecto y desprecia- soberbia, no podría hacer nada mejor que contemplar y
ble» (7). reproducir la imagen de un cardenal: tan hinchadas son
«Y además, los papas añadieron a todo esto una serie sus palabras y tan insolentes sus gestos. Proceden del cle-
de impuestos y tributos sobre las personas y las iglesias... ro más bajo y se han hinchado tanto con la pompa de
y establecieron recaudadores por todas las provincias, la sede apostólica... han dilatado de tal modo sus filacte-
duros y expertos en sacar el dinero... incapaces de perdo- rias que desprecian y hasta casi se hacen adorar por los
nar a nadie, pero capaces de sacar oro de las piedras. Y Primados, por los Patriarcas y por los obispos (a los
hasta les dieron autoridad para anatematizar a los prela- cuales suelen llamar obispillos)...» (13).
dos y excomulgar a los fieles, si no pagaban con puntuali- «Y en fin, antes de salir de esta curia, no puedo pasar
dad en los plazos prefijados... De ahí tantas quejas de los por alto el abominable adulterio del papa y sus hermanos
pobres ministros de la iglesia, a los que oímos y vemos con los príncipes de este mundo. Pues, para poder ase-
llevar su ministerio bajo un yugo insoportable, hasta gurar y dar estabilidad a sus dominios o, mejor, a su ti-
casi morir de hambre. De ahí esas 'suspensiones a divi- ranía, que ya es mal vista —y con razón— de todo el
nis' y esos entredichos y todos esos anatemas exagera- mundo, ...se han espabilado para captarse los favores y
dísimos, puesto que no deberían imponerse sino muy las amistades de todos los príncipes temporales, luego
raras veces y por crímenes horribles... Pero hoy se han que se habían acostumbrado a imitarles en su compor-
hecho tan frecuentes que ya se dan por delitos mínimos tamiento y en su mentalidad...» (18).
o inexistentes. Y con ello han conseguido que ya nadie
les tema y que todos se burlen de ellos» (8-9).
Del papa, los cardenales y la curia, pasa el autor (20-
«Tengo que omitir muchas cosas si quiero salir de 28) a los obispos («¿para qué tanto acusarles de que es-
este abismo. Por ejemplo: cuántos fraudes se cometen tán ausentes de sus diócesis si, en el caso de estar pre-
en la curia romana, cuántos dolos, cuántas calumnias, sentes, les harían más daño que bien?»), a los capellanes
cuántos procesos son corrompidos por aquellos cazado- y canónigos, a los monjes, a las órdenes mendicantes, a
res de dinero, cuántos atropellos contra los derechos de las monjas... Para concluir:
inocentes, cuántos jueces venales, cuánto puede allí el oro
para derribar la justicia, cuan difícilmente verá un pobre 24 «Compara esta forma de vida con la de los padres pri-
que se le hace la deseada justicia si su adversario es un meros, y será como comparar el lodo con el oro. Parece
rico... Ya no vemos al pastor entrar por la verdadera que estemos llegando al final, como a los pies de aquella
puerta, sino al ladrón por cualquier otro lugar. Y si un estatua de Nabucodonosor, que tenía cabeza de oro y
observador neutral pudiese separarlos, se encontrarían poco a poco iba degradándose en plata, hierro y unos
en la iglesia muchos más ladrones que pastores, de modo pies de barro débil, adonde hemos llegado ya... Y nadie
que se les aplica con verdad la frase de Cristo: mi casa piense que, con todo lo que he dicho de los eclesiásticos,
es casa de oración, pero vosotros la habéis convertido los acuso a todos sin excepción. Sé muy bien que no
en cueva de ladrones» (10-12). mintió ni podía mentir aquel que dijo: 'he rogado al
«Y por lo que toca a los cardenales que rodean al Padre por ti, para que tu fe no desfallezca'. Y no ignoro
papa, si un artista quisiera levantar un monumento a la que en todos los estados podrán encontrarse algunos, y
50 LOS HECHOS EL EVANGELIO NO DEJA VIVIR TRANQUILA A LA IGLESIA 51

hasta quizá muchos buenos, justos e inocentes, ajenos a do habría llegado (o simplemente si habría llegado) ese
todos los males descritos. Pero es tan grande la abundan- Concilio, de no haber sido por muchas voces proféticas
cia de los malvados en todos los cargos que no sé si ha- que se arriesgaron a pedirlo públicamente y en voz alta,
contra una curia romana que se resistía. Eran los tiem-
brá uno entre mil que cumpla con sinceridad todo lo que pos en que un hombre tan fiel al papado como san Ig-
su profesión exige... (37-39). nacio de Loyola declaraba que «sólo hacían falta tres
(Ed. Feo. Clousier, París 1671) cosas para que un papa cambiase el mundo: que refor-
mase su propia persona, que reformase su casa y fa-
Puede que la dureza del lenguaje de este último au- milia, y que reformase la corte de los cardenales» {Fon-
tor esté también condicionada por la tragedia del cisma tes Narrativi, III, 677 y I, 719). Pues bien, hacia 1530, al
de Avignon. Pero tampoco cabe ignorar que, unos años editar las obras menores (Opuscula) de Dionisio el Car-
más tarde, la palabra crítica que muchos de estos auto- tujano, el prior de los cartujos de Colonia Pedro de Ley-
res habían levantado contra la Iglesia —la palabra «re- de les añade un prólogo inesperado, en forma de carta
forma»— se convirtió en bandera que amparó la sepa- abierta al papa Clemente VII. He aquí algunos párrafos
ración de Lutero. Las críticas del s. XII fueron escucha- de ella:
das y contribuyeron al esplendor de la Iglesia en el
s. XIII. Las críticas de los siglos XIV y XV no fueron «Me dirijo a ti no sólo en mi nombre, sino en el de
oídas, y su rechazo preparó el ambiente para la ruptura muchos de tus hijos, por no decir todos. Lo que te pedi-
de Lutero.8 Por eso, en opinión de muchos historiadores,
el concilio de Trento llegó demasiado tarde: no logró mos se llama 'reforma de la Iglesia'. Muchas cosas hay
evitar la fractura de la Iglesia, sino que sólo pudo con- que deberían no sólo invitarte, sino estimularte a ella.
tener la hemorragia. Pero todavía cabe preguntarse cuán- Pero quizás hay que añadir qué nos mueve a pedírtela a
nosotros y a todos los que queremos ser piadosos, y por
8
Las descripciones de la vida romana contenidas en la «Re- qué nos atrevemos a pedirte un concilio ecuménico para
lazzione» de Bernardo Navaggero, que fue embajador de Venecia rehacer la integridad de la Iglesia...»
en Roma de 1558 a 1560, son espeluznantes y vale más no citar- «Es oficio tuyo ciertamente evitar el escándalo del pue-
las. Tampoco son difíciles de imaginar.
Pero sí que puede ser de interés citar el comentario que sus- blo pequeño. Pero ¿qué es lo que hoy repiten constante-
citó su lectura a uno de los «padres de la patria» catalana, Fran- mente, sino que el papa no se atreve a reunir un conci-
cesc Cambó: «Mes que el tráfec de les indulgencies, mes que els lio?, ¿que 'su santidad' no quiere la conversión?, ¿que
escándols deis papats altrament brillants i gloriosos d'Alexandre el Vicario de Cristo se niega a abandonar las pompas y
VI i Lleó X, és aquest període de la decadencia romana que des- las fulanas?, ¿que el pontífice no corrige la lascivia del
criu Bernardo Navaggero el que explica l'empenta i el vigor del
protestantisme. Relaxament general, corrupció sense brillantor clero?... ¿Cómo piensas que nos hieren todas esas calum-
ni grandesa, havien d'estimular que s'apartesin de Roma els sants nias a los que tenemos otra opinión de ti? ¿Cómo pien-
per natural repulsió, i els corromputs, com Enríe VIII, per no sas que escandalizan a los que, por no conocerte, se creen
consentir que un poder que no sabia mantenir la propia dignitat todo eso? Aunque nada más se eliminase este escándalo
volgués imposar-1-hi a ell. concreto, demostrando con hechos y no con palabras que
El que apareix como un miracle és que l'Església católica i,
es injusto pensar eso de ti y que es mentira que la curia
sobretot, l'autoritat humana i pontificia pogués salvar aquest pe-
ríode que amb colors tan vius explica Bernardo Navaggero en la sea tan avara y tan lujuriosa, sólo con eso ya se daría
seva 'relazzione'» (F. CAMBÓ, Meditacions, Vol. II, p. 332). bastante gloria a Dios...»
52 LOS HECHOS EL EVANGELIO NO DEJA VIVIR TRANQUILA A LA IGLESIA 53

«Se extrañarán muchos de que un monje particular q u i t a r del todo m u c h a s cosas ya establecidas, aun cuan-
se dirija así a Vuestra Santidad, pero pienso que, en este do se observen religiosamente...»
punto, ni a mí me mueve una presunción de grandeza, ni (Opera Dionisii Cartusiani (editio Coloniensis) vol. 33,
a ti una hinchazón de soberbia. Y así como la excelencia 9-12)
de Tu Santidad no desprecia a un hijo, así también la hu-
mildad de mi pequenez no teme acercarse a un padre.
¿Quién se atrevería a impedir a un hijo el acceso a su pa-
dre? ¿Quién se enfadaría con un hijo porque ame a su Acabamos de aludir hace un momento a San Ignacio.
padre, porque le sugiera cosas o porque le aconseje en Lo cual nos lleva a evocar que en 1503, y romanzada por
un asunto que interesa a ambos? ¿Cómo voy a temer que Fray Ambrosio de Montesinos, apareció en Alcalá la
Vita Christi del Cartujano, obra -famosa porque fue el
se enfaden conmigo si todos somos hijos tuyos y miem- libro que convirtió a Ignacio de hoyóla, quien lo leyó
bros de la Iglesia, y lo que te pido es la salud para el para combatir el aburrimiento durante su larga conva-
cuerpo, para los hermanos y para tus hijos enfermos?» lecencia en su casa natal, junto a Azpeitia. La obra del
«¿Qué hay en la Iglesia que no esté contaminado, co- Cartujano tiene un capítulo (el 68) acerca «de la am-
bición y codicia desordenada de honra y otros defectos
rrompido, vuelto del revés? Está enferma desde la planta de los clérigos y religiosos». Ignacio de Loyola se debió
de los pies hasta la coronilla... Vamos a dejar las calum- de sentir alcanzado por esa crítica, puesto que era clé-
nias de los herejes; piensa nada más en el daño de tan- rigo (hacia los 12 años había recibido la tonsura, pro-
tas almas, la seducción de tantos sencillos, la falta de bablemente como modo de asegurar su futura estabili-
obediencia, la poca virtud de las gentes, las corrompidas dad económica, según una nefasta costumbre de la épo-
ca). Y aunque la vida posterior del «gentilhombre Iñigo»
costumbres de las clases altas, el lujo desatado de los evidenció un absoluto olvido de su condición de clérigo,
curas, el fausto detestable de los obispos, la petulancia Ignacio era consciente de ella, puesto que en una oca-
de los monjes, las arrogancias de la plebe, y la vida ocio- sión —ante un proceso en Azpeitia— había tratado de
sa, corrompida y hasta peligrosa de los ricos... Y estas apelar a ella para escapar a la jurisdicción civil. Es lógi-
cosas dan motivo a muchos hombres de buena voluntad co, pues, suponer que se sintió alcanzado por las denun-
cias del Cartujano. ¡Magnífico fruto el de una crítica que
para apartarse de la obediencia a Roma y de la verdad de llega a convertir de esta manera, aunque sea a un solo
la Iglesia: crece el anticlericalismo, los monasterios son hombre! He aquí las palabras del Cartujano:
aborrecidos, y entretanto la vida de todo el clero es tan
escandalosa que no merece estima alguna...» 26 «...Algunos desordenados amadores de estas honras, como
«¿Y qué haría [el emperador] si viese que el vicario apasionados consejeros de sí mismos, determinan de las
de Cristo, por reformar a la Iglesia, es capaz de despre- procurar so color de ganar ánimas y que puedan mejor
ciar el dinero y la gloria y se humilla y se somete a un entender en la salud de los otros...»
concilio ecuménico a sí mismo y a los cardenales, tan «Otros males lleva consigo la ambición. El primero es
necesitados de reforma? ...Que si no se pueden cambiar que procuran muchas veces ser promovidos y tomados
las cosas de fe sobre las que ya se ha pronunciado la para los regimientos eclesiásticos, por sí mesmos y por
Iglesia, sin embargo —conforme cambian los tiempos otras personas, antes que sean llamados por la gracia de
y los hombres— se hace necesario cambiar o retocar o Dios.»
54 LOS HECHOS EL EVANGELIO NO DEJA VIVIR TRANQUILA A LA IGLESIA 55

«El segundo mal es que muchas veces los amigos car- Y si fuese cierto que el juicio de que la impresionan-
nales son tomados y habidos por mejores que otros más te reforma de Trento llegó tarde,9 esto sería aún más
triste por cuanto textos como el que acabamos de citar
virtuosos y más dignos, en la colación de los benefi- llegaron a producir su efecto hasta en la misma cumbre
cios...» de la Iglesia. En 1522, el último papa no italiano ante-
«El cuarto mal es que ninguno apenas se contenta con rior a Juan Pablo II, Adriano VI, enviaba a la dieta de
un beneficio solo, lo cual es en perjuicio y daño de los Ratisbona al legado Chieregati, con unas instrucciones
impresionantes en las que se ve a un papa asumir los
otros clérigos... El Maestro Filipo tenía varias prebendas, tonos más duros, pero también más sinceros, sobre la
y ni en el lecho de muerte quería dejarlas. Pero poco situación del papado y de la Curia:
después de morir se apareció al obispo Guillermo y le
dijo que por eso Dios le había condenado...» 27 «Decid que reconocemos libremente que Dios ha per-
«Ansí que, por las cosas ya dichas, parece algún tanto mitido toda esta persecución de la Iglesia por los pecados
en cuál y cuánto peligro está hoy el estado de los clérigos de los hombres, y especialmente de los sacerdotes y de
y cuántos escándalos vienen por ellos. Del patrimonio de los prelados... La Escritura nos muestra en todo momen-
la Cruz de Cristo sustentan mancebas, ceban perros y to que las faltas del pueblo tienen su raíz en las faltas
enjaezan caballos... Y cuánta persecución levantan y des- del clero; por eso Nuestro Señor, cuando quiso purificar
piertan en la Santa Iglesia...» la ciudad de Jerusalén, enferma, fue primero al Templo.
«Jamás ha perseguido el diablo a la Iglesia tanto como Sabemos bien que aun en esta Santa Sede vienen ocu-
hoy, ca nuestro adversario Lucifer persiguió la iglesia rriendo, desde hace ya algunos años, muchas cosas dig-
primitiva por mano de tiranos; y persiguióla cuando fue nas de reprensión; que se ha abusado de las cosas san-
creciendo, por mano de los herejes. Mas agora que per- tas, se han quebrantado los mandamientos y se ha per-
manece sobre la cumbre de su prosperidad, persigúela vertido todo. Así, no hay que maravillarse de que la en-
por ilícitos movimientos y desordenadas cobdicias y tor- fermedad se haya propagado desde la cabeza a los miem-
pes gastos y malos deseos. Esto es lo que hoy muestra bros, desde el papa a los prelados.»
el estado de la Iglesia. En ninguna parte hay tanta sober- 9
bia, tanta ambición e inmoralidad como entre los clérigos Ese juicio se apoya, sobre todo, en diversos textos de Lu-
tero, que en 1528 escribía: «Durante mucho tiempo se ha clamado
y prelados. Donde San Jerónimo dice: 'Como la soberbia por un concilio, para que la Iglesia fuera reformada por él»
sea vicio muy propio a los demonios o a las mujeres, y (WA 26, 530). Y en 1539 comentaba: «Porque el papa se ha ne-
los vicios carnales a las bestias brutales, y la avaricia a gado a celebrar un concilio y no quiere reformar la Iglesia, no
los mercaderes, de todos estos tres vicios se fizo un mons- nos ha quedado más remedio sino buscar una reforma junto a
Nuestro Señor Jesucristo» (WA 50, 512), rechazando los pequeños
truo de espantosa fealdad, que es el mal clérigo'...»
retoques que se habían hecho hasta entonces, como «cuestiones
(Cita tomada de LUIS DE DIEGO, La opción sacerdotal de vestimenta y calzado» (WA 44, 171). Véase también el siguiente
de Ignacio de hoyóla y sus compañeros, Caracas 1975, texto de Móhler: «En la primera parte del siglo XV, algunos
pp. 61-62). reformadores, en el interior de la Iglesia, intentaron arrancarle
los cambios necesarios. Se hizo mofa de estos intentos. Desde
entonces se dieron a reformar fuera de la Iglesia» (L'unité dans
* * * l'Église, p. 231).
56 LOS HECHOS EL EVANGELIO NO DEJA VIVIR TRANQUILA A LA IGLESIA 57

«Nosotros todos, prelados y eclesiásticos, nos hemos adulación refinada de canonistas sin conciencia...» «De
apartado del camino derecho, y hace ya mucho tiempo ahí [del excesivo poder papal], como del caballo de
que no ha habido uno que practicara el bien... Por eso Troya, se desprenden en la Iglesia una serie de males y
debéis prometer, en nombre nuestro, que estamos resuel- abusos que nos han conducido a un estado de salud des-
tos a emplear toda diligencia para que, en primer lugar, esperado. Y esta situación es conocida por los infieles,
se reforme la Corte romana, de la cual quizás han nacido que por eso toman a broma nuestra religión y por eso el
todos estos daños; y así sucederá luego que, como por nombre de Cristo es deshonrado».
aquí comenzó la enfermedad, también la salud comenzará
por aquí...» Luego trata de la excesiva familiaridad en admitir a
«Queremos ejercer el papado no por ambición de las órdenes, en conferir y renunciar a los beneficios, del
descuido en la cura de almas, de los religiosos... Y con-
mando ni para enriquecer a nuestros parientes, sino para cluye:
restituir a la Santa Iglesia, Esposa de Dios, la antigua
hermosura, para prestar auxilio a los oprimidos, elevar «Hemos cumplido con nuestra conciencia, no sin gran-
a los varones sabios y cristianos y hacer todo aquello des esperanzas de ver en tu pontificado a la Iglesia de
que pertenece a un buen pastor y verdadero sucesor de Dios purificada, hermosa como una paloma, concorde
san Pedro...» y unida entre sí para gloria eterna de Su Nombre. Ya
(L. PASTOR, Historia de los papas, t. IV, vol. V, 107-108). que has tomado el nombre de Pablo, esperamos que imi-
tes la caridad de Pablo, que fue elegido como instrumen-
Adriano VI no pudo llevar adelante su reforma por la to para llevar el nombre de Cristo a los gentiles. Y espe-
brevedad de su pontificado y por la oposición de la ramos que reavives ese santo nombre, olvidado ya no
Curia. Pues, aunque en el documento anterior pide pa-
ciencia porque sabe que no puede hacerse todo de gol- sólo por los gentiles, sino por nosotros los clérigos, en
pe, y hasta cita a Aristóteles («toda mudanza súbita es nuestros corazones y en nuestras obras; que cures las
muy peligrosa para una comunidad»), a pesar de todo enfermedades, vuelvas a unir las ovejas de Cristo en un
eso, la Curia Romana se le enfrentó, agravándose la si- solo redil y apartes de nuestras cabezas la ira de Dios
tuación por el mal conocimiento que tenía el papa del
y su ya inminente venganza que tenemos merecida.»
italiano. Los cardenales consideraban como una cruel-
dad intolerable la falta de nepotismo del papa, y hasta (L. PASTOR, Historia de los Papas, t. V, vol. XI, 160-161.
hicieron circular un refrán que se hizo famoso en la Más A. RAVIER, Ignace de hoyóla fonde la Compagnie
época: «Roma ya no es Roma». Y sin embargo, la semi- de Jésus; París 1974, p. 34)
lla germinó. Años después, en 1537, una comisión de car-
denales (con nombres como Contarini, Caraffa, Sadoleto
y Role), junto con algunos obispos, dirige un memorial a Estos acentos perduran, por ejemplo, en el discurso
Pablo III, exigiéndole la reforma de la Curia y recogien- del Cardenal Pole al comienzo de la segunda sesión de
do todos los acentos que ya conocemos. La comisión Trento:
asigna,
29 «Si no reconocemos todo esto, en vano entramos en
28 «como principal causa de todos los males eclesiásticos, la Concilio y en vano invocamos al Espíritu Santo, cuya
desmedida exageración de la autoridad pontificia, por la primera entrada en el alma humana se hace por la con-
58 LOS HECHOS EL EVANGELIO NO DEJA VIVIR TRANQUILA A LA IGLESIA 59

denación del hombre 'para convencer al mundo de pe- Pero López de Ayala, que servirían para cualquier can-
cado' (Jn 16,9). Mientras este Espíritu no nos haya con- ción de Paco Ibáñez. Esta exclusión ha sido deliberada,
denado a nosotros mismos ante nosotros mismos, no porque a nosotros no nos interesa ahora la brillantez, a
veces ni siquiera la exactitud total, sino más bien la le-
podemos decir que haya entrado en nosotros, y no entra- gitimidad y la intención, que está bien reflejada en una
rá si nos negamos a estar atentos a nuestros propios pe- carta de Petrarca a Francesco Bruñí: «nec homines accu-
cados.» sare propositum fuit, sed Ecclesiae statum flere» (no he
(Acta Conc. Trid. t. IV, 1, ps. 550-51) pretendido acusar a personas, sino llorar el estado de la
Iglesia).10

Y con los mismos acentos críticos y nada triunfalistas, 2) Puede ser útil notar que en ninguno de nuestros
cerró el Concilio el Cardenal de Lorena: autores se encuentra un temor a escandalizar al pueblo
con sus críticas que les lleve a abstenerse totalmente de
éstas; al revés: varios de ellos reconocen que el pueblo
«Tenéis derecho a preguntarnos la causa de toda esta está escandalizado ya por los hechos. La pretensión de
borrasca. ¿Y a quién acusaremos, hermanos obispos? que «las gentes sencillas no sospechan esas cosas y es
...Por nuestra causa ha nacido esta tempestad, reveren- mejor no decírselas para no hacerles daño en su fe» se
dos Padres... Que comience el juicio por la casa del Se- convierte muchas veces en una excusa para desautorizar
una crítica, dispensándose así de examinarse —y quizá
ñor (1 Pe 4, 7), que se purifiquen los que llevan los vasos
corregirse— de ella. Y esto lo decimos sin negar que
del Señor (Is 52, 11).» haya «estómagos» y momentos muy diferentes en las
(Ibid. t. IX, 163) personas, y que sería inhumano desconocerlos. Pero con-
vencidos también de que nuestra reflexión multiplica
Aunque tarde, pues, la crítica acabó por germinar. por mil su fuerza en un mundo plagado de medios de

* * * 10
En cambio, puede haber llamado la atención del lector la
ausencia de textos del que tal vez sea el más popular de los
críticos de la Iglesia: San Antonio de Padua (1195-1231), canoniza-
La historia misma nos cierra aquí una etapa. Por eso
do ya al año de su muerte y declarado Doctor de la Iglesia por
será bueno alargar un poquito nuestras reflexiones, como
Pío XII. Esta ausencia no se explica más que por falta de tiem-
balance de todos estos siglos agitados.
po y de medios. Pero en el libro de J. M.a DIEZ ALEGRÍA: Teolo-
1) Los autores de casi todas las críticas citadas eran gía frente a sociedad histórica (Barcelona 1972, pp. 171-179) puede
eclesiásticos irreprochables; varios de ellos santos ca- encontrarse una selección de esos textos, todos ellos de sermones
nonizados. Nuestra selección ha prescindido deliberada- del santo (y esto es lo más llamativo para nuestro estudio, como
mente de otras muchas páginas de la literatura. Como, comentaremos en la reflexión siguiente). Aparte de eso, merece
por ej., las del Elogio de la locura, de Erasmo, cuya ex- notarse la gracia y el socarrón sentido del humor con que habla
presión es infinitamente más brillante, más aguda y San Antonio: «El Señor dijo 'apacienta mis ovejas', pero no
menos aburrida que alguno de los párrafos citados por 'ordeña' o 'trasquila'»; José vendido por sus hermanos es Jesu-
nosotros. O la Antapodosis de Liutprando sobre los pa- cristo vendido por los arzobispos y prelados; los obispos son
pas del s. X, en cuya picaresca gruesa puede haber mu- como Balaam montado en su burra (=:la Iglesia): la burra sí que
cho de revancha, pese a que su autor era un obispo. O veía al ángel de Dios, pero Balaam no podía verlo... O la repetida
—por poner algún ejemplo hispánico— unos cuantos ver- comparación de obispos con novias y mujeres, por su refinado
sos ingenuos y punzantes del Rimado de Palacio, de modo de vestir.
EL EVANGELIO NO DEJA VIVIR TRANQUILA A LA IGLESIA 61
60 LOS HECHOS
más negativos de la ruptura de Lutero. Porque, por
comunicación de masas, donde el pueblo ya no puede supuesto, en los siglos posteriores a Trento perdurará
vivir en la candidez, sino que más bien tiene acceso a mil también esa inercia de los tiempos que, a la larga,
imágenes de la Iglesia, muchas veces unilaterales y dis- vuelve a reclamar reformas. Y, sobre todo, perdurará
torsionadas, provenientes de fuera de ella. el pecado del hombre, que dará sobrados motivos a san
3) Y -finalmente, es oportuno subrayar que todos Vicente de Paúl para exclamar en algún momento que
estos hombres hablaban en una época histórica anterior «el mayor enemigo de la Iglesia es el clero» {por su pe-
a los derechos del individuo, a la democracia y ala liber- reza), y que «temo que este maldito tráfico de obispos
tad de expresión. El hecho de que bajo regímenes tirá- atraiga la cólera de Dios sobre este Reino». 11 Más aún;
nicos y feudales se pudiera hablar así en el seno de la quizá hasta pudiera decirse que el impulso renovador
Iglesia, cuando fuera de ella la crítica sólo cabía en el de conductas que había dejado Trento, conservó energía
humor de los bufones, convertía a la Iglesia en un oasis como para actuar en algún momento; como ocurrió con
de libertad evangélica y hacía creíble su Evangelio, a la famosa bula de Inocencio XII, «Romanum decet pon-
pesar del contratestimonio de muchos eclesiásticos. La tificem», en la que el papa hizo su pequeña autocrítica
crítica en la Iglesia la vuelve más creíble cuando se con- y se reformó a sí mismo. En esta bula se aplicó el pa-
vierte en señal de ese «reparo escatológico» del que la pado a sí todos los cánones que prohibían a los obispos
Iglesia es depositaría, de ese «todavía no» que impide a enriquecer a sus parientes a costa de los bienes eclesiás-
la Iglesia instalarse en ninguna situación como si fuera ticos, suprimiendo todos los empleos (civiles, militares o
el «ya», el presente del Reino. Es la señal del Evangelio eclesiásticos) que habitualmente eran entregados como
que no deja vivir tranquila a la Iglesia. Pero si, después sinecuras a los parientes del papa reinante. Si el papa
de la conquista de la Ilustración y de la conciencia crí- tiene parientes pobres, no podrá ayudarlos más que co-
tica, resultase que los papeles se invertían y que la pala- mo a los pobres ordinarios. Incluso, para el caso de que
bra libre se hacía imposible precisamente en la Iglesia, un pariente del papa llegase a cardenal a causa de sus
cuando ya era posible fuera de ella, esto supondría un méritos y no por nepotismo, se establecen de antemano
escándalo que impediría captar en ella la fuerza del unos emolumentos que no podrán ser superados. Vale
Evangelio y haría su testimonio difícilmente creíble. la pena citar al menos la introducción de este aburrido
documento, porque en ella se insiste en un principio
Al margen de todas estas consideraciones, y volvien- que hoy llamaríamos de «ortopraxis papal», es decir:
do a nuestro tema, la mejor prueba de la seriedad de la ya no basta con lo que decía el clásico argumento apo-
reforma católica —al menos por lo que toca a conduc- logético: «hubo papas inmorales, pero no dijeron nada
tas personales— es cómo cambia el panorama de las contra la ortodoxia de la fe». Ahora el magisterio del
críticas luego de Trento. Por discutibles que resulten papado comienza con su propio ejemplo, con su propio
para nosotros muchas formas de piedad barroca, el he- servicio y con su sometimiento a lo mismo que los de-
cho es que los santos de esta época no sufren las desa- más obispos:
zones que hemos encontrado en varios santos de la Edad
Media. Perduran, no obstante, problemas estructurales,
30 «Le toca al Romano Pontífice, como siervo fiel y pru-
así como de falta de libertad de los obispos, por las
diversas formas de «galicanismo» que perseguían todos dente puesto por el Señor sobre su familia, portarse a los
los monarcas absolutos. Pero se ven compensados por ojos de toda la Iglesia de tal manera que agrade al Se-
una necesidad de autodefensa, o de afirmación de identi- ñor, aparezca como justo y sea visto como modelo...
dad, ante los ataques y la escisión del protestantismo.
Estos ataques de «otras iglesias» producen a los mismos 11
Ambos textos en D. ROPS, La Iglesia de los tiempos clási-
santos y hombres de iglesia más ganas de defenderse que
cos I, pp. 32 y 78.
preocupación por reformar. Y éste es uno de los saldos
62 LOS HECHOS EL EVANGELIO NO DEJA VIVIR TRANQUILA A LA IGLESIA 63

y que los demás obispos y los fieles aprendan de su mienza a aparecer ya no simplemente fuera de los san-
ejemplo... a despreciar lo falso de este mundo y a esca- tos o los eclesiásticos, sino fuera de la Iglesia misma,
en los que entonces se llamaban «librepensadores» o des-
par a los lazos familiares y nacionales [carnis et sangui- creídos. La Iglesia estaba obligada a responder a esas
nis]... Por eso, desde el comienzo de nuestro pontificado críticas con la reforma y la corrección de todo aquello
nos propusimos someternos (y ahora queremos some- que fuera justo. Porque tales críticas podrían ser mu-
ternos) a la misma disciplina que obliga a los obispos... chas veces fruto del odio o excusa para la voluntad de
Y aunque esperamos que nos sucederán papas tales que no creer; pero otras veces comenzaban a ser obstáculo
sincero y causa de dudas contra la fe. Cuando, a propó-
perfumarán a toda la Iglesia con el aroma del Espíritu, sito de la administración vaticana, se comentaba por las
sin embargo queremos indicar a los otros lo que no nos cancillerías europeas que «el papado es la vergüenza de
permitimos a nosotros mismos, y decretamos..., etc.» Europa»,12 parece claro que la obligación del papa no
(Bullariwn Romanum, XX, 441) era encumbrar su poder, sino corregir esa vergüenza.1*
12
Citado por D. ROPS, La Iglesia de las Revoluciones I,
p. 426.
13
A todo lo dicho en el texto hay que añadir el hecho de
La sana libertad de palabra crítica que había reinado que muchas de estas críticas procedían de gentes que poseían
durante la Edad Media, desaparecerá en la Iglesia del una innegable ejemplaridad ética, porque encarnaban muchos de
s. XIX: una Iglesia que todavía no se ha repuesto del los valores éticos de racionalidad, humanidad, etc., a los que más
susto ocasionado por la sangría de la Reforma; una Igle- sensibles eran los hombres de la Ilustración. Un ejemplo de lo
sia asustada también por las humillaciones a que la ha que decimos podría ser el fabulista de nuestra infancia, Tomás
sometido Napoleón; una Iglesia desconcertada ante la de Iriarte, cuyas fábulas y moralejas alimentaron el sentido ético
aparición del mundo moderno, al que no comprende y de varias generaciones burguesas. Lo que entonces no se decía
en el que sólo sabe ver maldades de Satán, en lugar de es que Iriarte tiene una fábula menos conocida que la de los
esa precariedad original del hombre que corrompe siem- galgos y los podencos o la mona vestida de seda, la cual lleva por
pre todos los proyectos más santos... Una Iglesia así no título La barca de Simón, y cuyo texto habla por sí solo:
está capacitada para permitir una palabra libre en su
seno. Y mucho menos si se encuentra además sitiada Tuvo Simón una barca / no más que de pescador
por las presiones y los chantajes de las diversas canci- y no más que como barca / a sus hijos la dejó.
llerías y de los contrapuestos intereses políticos de la Mas ellos tanto pescaron / e hicieron tanto doblón
Europa decimonónica. El hecho es que la imagen de la que ya tuvieron a menos / no mandar buque mayor.
Iglesia —en el punto que andamos examinando— cam- La barca pasó a jabeque, / luego a fragata pasó;
biará radicalmente respecto a cuanto llevamos visto. Y de aquí a navio de guerra, / y asustó con su cañón.
cambiará con daño a largo plazo para la Iglesia. A lo Mas ya roto y viejo el casco / de tormentas que sufrió,
largo del s. XIX van a repetirse episodios como el del se va pudriendo en el puerto / ¡lo que va de ayer a hoy!
P. Curci, antiguo fundador y director de la Civiltá Cat- Mil veces lo han carenado, I y al cabo será mejor
tolica y que acabó escribiendo un libro contra el Vati- desecharle, y contentarnos / con la barca de Simón.
cano «real», en el que reclamaba reformas indispensa-
bles, pero sólo consiguió ver puesta su obra en el índi- Este poema le costó a Iriarte problemas con la Inquisición,
ce de libros prohibidos. aunque al fin no fue adelante el proceso. En su Historia de los
heterodoxos españoles (libro VI, cap. III), Menéndez Pelayo lo
Esta falta de libertad será tanto más nociva cuanto considera «la poesía heterodoxa más antigua que yo conozco en
que, a partir de la Ilustración, la crítica a la Iglesia co- lengua castellana».
64 LOS HECHOS EL EVANGELIO NO DEJA VIVIR TRANQUILA A LA IGLESIA 65

Quizás el más famoso de los episodios a que antes despojo violento de sus bienes. No tenía ni vasallaje ni
hemos aludido es el de la obra de Rosmini Las cinco protección; menos aún tenía tutela o abogados defenso-
llagas de la Iglesia. Un libro escrito en 1832 y que su res. Bajo estas denominaciones traidoras se introdujo la
autor no se atrevió a publicar hasta los comienzos del
pontificado de Pío IX, que parecían augurar unos aires esclavitud de los bienes eclesiásticos. Pues desde enton-
más liberales. Un libro que hoy no deja ninguna sen- ces le resultó imposible a la Iglesia mantener sus antiguos
sación de ser desaforadamente «progresista», sino más principios morales relativos a la adquisición, al gobierno
bien demasiado teocrático, aunque se adivina en él a un y al uso de los bienes materiales. Y la Iglesia fue llevada
hombre apasionado simplemente por la libertad de la a un peligro extremo por el olvido de esos principios mo-
Iglesia. Y un libro que acabó también por ser puesto
en el Índice de los libros prohibidos. Rosmini, ante ello, rales, que son los que privaban a los bienes terrenos de
escribió en su diario: «Me fue ocultado enteramente su poder lisonjero o corruptor.»
todo este trabajo [de investigación contra él}. Y no se (n.° 133, p. 320, de la reedición a cargo de Clemente Riva,
me dio a conocer motivo alguno de tal prohibición. Yo en ed. Morcelliana, Brescia 1967)
mandé mi plena sumisión. Sit nomen Domini benedic-
tum».
Y las cinco llagas de la Iglesia, a las que Rosmini
alude, eran en su opinión éstas:
Esta falta de opinión pública no significaba, sin embar-
a¡ la división entre pueblo y clero en el culto público go, que en la Iglesia no existiera opinión. Y una opinión
(con alusión a todo el problema del latín en la liturgia); que hubiera podido ser de no pequeña ayuda en los
difíciles avatares que la Iglesia hubo de afrontar a lo
b/ la insuficiente educación del clero (con alusión al largo del s. XIX. La posterior solución al problema de
escolasticismo de la teología a comienzos del s. XIX, en los estados pontificios —que más tarde ha sido cantada
contraste con el conocimiento de los Santos Padres que por algunos papas como una bendición del Señor para
el autor demuestra tener); la Iglesia— era sugerida ya entonces a media voz por
c/ la desunión de los obispos; no pocas personas, si bien trataba de ser acallada inme-
diatamente por Pío IX. Cuando J. I. Dollinger (todavía
d/ el nombramiento de obispos por poderes civiles, en el seno de la Iglesia) declaró que en la cuestión de
que repercute mucho en el punto anterior. Una práctica los dominios temporales del papa no había nada ni de
brutal tanto de la Francia napoleónica como de la Aus- «dogmático» ni, quizá, de «históricamente necesario»,
tria josefinista, y que se defendió trabajando lo indeci- fue tachado de «ludas» por el obispo de Luxemburgo.
ble por conseguir la condena del libro. El embajador de La consecuencia de esta situación es que la opinión crí-
Austria ante el Estado Vaticano escribía en una de sus tica se expresaba sólo a niveles privados, como lo mues-
cartas que Rosmini era «nuestro más formidable ene- tra entre otros ejemplos la siguiente carta, dirigida a
migo»; Montalembert en marzo de 1859, por el P. Meignan, que
más tarde llegaría a ser arzobispo de Tours y cardenal:
el la esclavitud de los bienes eclesiásticos. Punto este
sobre el que damos a continuación una cita de lo que
Rosmini escribe: 32 «Yo creo que las actuales condiciones tienen graves
inconvenientes para la religión. Se dice que aseguran la
31 «La Iglesia primitiva era pobre, pero libre. La persecu- independencia espiritual del Papa. No quiero negarlo ab-
ción no le robaba la libertad, ni la ponía en peligro el solutamente. Sin embargo, hallo aún dependiente al Papa;
66 LOS HECHOS EL EVANGELIO NO DEJA VIVIR TRANQUILA A LA IGLESIA 67

e imagino que tal vez Dios le aseguraría una independen- se dirige a esa misma Iglesia». Un sentimiento que fue
cia mejor que la de un sacerdote que está siempre ro- dando origen a todo un movimiento renovador y refor-
deado de bayonetas extranjeras, siempre obligado a de- mista que —también según Congar— «procede mucho
más de la pureza de la Iglesia que no de su impureza».
fenderse contra poblaciones que le obedecen de mala
No es exagerado afirmar que a este movimiento de opi-
gana. Cuando estuve en Roma en 1846, Gregorio XVI ben- nión que —entre mucho dolor— fue abriéndose paso en
decía y fusilaba sucesivamente a sus subditos. Pío IX la Iglesia, se le debe el momento del Vaticano II, que
los encarcela. Todo esto es necesario para mantener al ha sido una de las horas de la historia en que los hom-
Papa en Roma. Y son duras estas necesidades: hago bres han mirado a la Iglesia como más cercana y más
parecida al Evangelio. De este largo movimiento entre-
votos para que la Providencia ponga fin a un escándalo sacamos sólo unos pocos ejemplos cronológicamente
que, si dura mucho, arruinará al catolicismo en Europa ordenados.
y en otras partes.»
(citado en D. ROPS, La Iglesia de las revoluciones, I, El primero fue publicado en 1946 y procede de la
pluma de una mujer. El escrito («Carta sobre la Iglesia»)
p. 434) se presenta como- respuesta al comentario de un no-cre-
yente que alababa nostálgico a la Iglesia por muchas de
Otros más (bastantes más) pensaban así, como p. ej. el las cosas que los no-creyentes inseguros esperan a veces
abad de Montecasino Don Pappalettere. Pero no existían de ella: una sensación de orden y de seguridad, una
posibilidades de manifestación de esos modos de pen- liturgia solemne y estética que cumple una función so-
sar: la política asustadiza de los papas creía más eficaz cial de evasión, sin entrar en conflicto con la vida... La
un cierre total de filas entre los católicos, como medi- autora responde que se cree en la Iglesia porque posee
da defensiva contra el ataque del mundo. Y la conse- la verdad que da sentido a nuestras vidas, pero no por
cuencia de esta situación eran las manifestaciones «pa- esos halagos esteticistas o tranquilizadores. Y compensa
tológicas» de esa opinión demasiado reprimida. Folletos las alabanzas del incrédulo con algunas críticas:
anónimos (uno de ellos obra del exjesuita Passaglia, que
en 1854 había sido nada menos que miembro de la Co-
misión que preparara la Bula de la Inmaculada Concep- 33 «El que está fuera, difícilmente se hace idea de cómo
ción), o detalles pintorescos como el hecho de que, entre los de la casa padecen hambre en medio de almacenes
los conjurados que en 1853 preparaban en Roma el ase- repletos, de cómo vegetan en cámaras de tesoros... ¿Cree
sinato del Papa se encontrase un sacerdote, son algunos
de los ejemplos de esas manifestaciones «patológicas» usted que nuestros predicadores aprovechan su única
de la opinión. posibilidad verdadera: la de dar algo de pan para vivir
a todo ese público bien dispuesto, a todos esos cristianos
pobres y apaleados, hambrientos de escuchar algo real
e inmediato que afecte a sus necesidades y a sus proble-
En el segundo cuarto del s. XX comenzó a cambiar este mas? Se quedaría Vd. aterrado si pudiera comprobar el
estado de cosas. Se hacía cada vez más desazonante lo charlataneo ajeno a la vida, tan carente de rigor como
que Y. Congar describiría como «el sentimiento que des-
de peso, que se nos ofrece con frecuencia... Y pregunte
de hace mucho tiempo se halla enquistado en nosotros»,
y al que definía como un sentimiento de «inadecuación Vd. a empleados o maestros que han trabajado en esta-
entre lo que se espera de la Iglesia (a saber, el Evan- blecimientos religiosos lo que han experimentado allí de
gelio) y lo que se encuentra concretamente cuando uno compromiso social, o simplemente de justicia en los ne-
68 LOS HECHOS EL EVANGELIO NO DEJA VIVIR TRANQUILA A LA IGLESIA 69

gocios... ¡Como si la vida «espiritual» y la vida «prác- Casi contemporáneo de esa voz de una mujer, otro lai-
tica» fuesen dos esferas distantes como el cielo de la co, Giovanni Papini, puso su pluma críticamente al servi-
cio de la Iglesia. Sus Cartas del papa Celestino VI a los
tierra y de las que ninguna se refleja en la otra! ...¿Por hombres aparecieron también en 1946 y tuvieron una
qué encontramos tanta vigilancia y tanto celo por la de- difusión impresionante. Rechazadas de momento, con-
fensa de las posiciones eclesiásticas de poder, y tan poco tribuyó mucho a su aceptación la reseña positiva que les
por el crecimiento del reino de Dios en las almas? ¿Por dedicó La Civiltá Cattolica (diciembre 1946, pp. 369-376).
qué tanta desconfianza y tantos celos frente a la autono- En esa reseña se citan unas palabras de Papini según
las cuales las cartas han brotado directamente del dolor
mía y la iniciativa de los laicos, a pesar de todos los dis- y la desesperación (acababa de concluir la segunda gue-
cursos sobre la acción católica y el apostolado laical?... rra mundial), junto a la fe y la esperanza en que el men-
Y la larga coalición de la Iglesia con los 'conservado- saje de Cristo puede salvar a los hombres de su torbe-
res' es decir, con los verdaderos mantenedores y respon- llino actual. La figura de Celestino VI está hecha para
sables de los estados, no es un 'rasgo esencial', pero es Papini de ese contraste «de vivísimo dolor y amor ina-
gotable, de desesperación y esperanza (p. 370). Y el libro
un hecho histórico... que ha producido esa vinculación va introducido por dos expresivos textos evangélicos:
con círculos 'reaccionarios' tantas veces imputada a la «los últimos serán los primeros» (Mt 20, 16) y «si callan
religión...» éstos, hablarán las piedras» (Le 19, 40). Ambos parecen
«Toda nuestra crítica no es más que la queja y la ira una alusión a la condición de laico del autor, en aquella
iglesia de Pío XII.
del amor. Un amor que no quiere ser enamoramiento
adolescente y ciego, que no teme las distancias frente al Para nuestro objetivo son importantes las cuatro pri-
ideal, que quiere ser sereno, vidente, lúcido y que puede meras cartas, dirigidas al pueblo, a los sacerdotes, a los
frailes y a los teólogos. Tomamos el texto de la traduc-
permitirse el mirarlo todo con agudeza, sin engaños, sin ción castellana que apareció en la Editorial Aguilar
escapatorias y sin excusas, precisamente porque es un en 1947.
amor que lo espera todo, lo cree todo, lo tolera todo
Como hemos dicho, la primera carta se dirige a todo
y lo supera todo... ¿Acaso no sería más fácil esa forma el pueblo de Dios, única Iglesia verdadera: «Al pueblo
de 'no conceder nada' y de 'justificarlo todo', que a mu- que se llama cristiano», la titula Papini:
chos les parece ser la esencia de la fidelidad a la Iglesia,
aunque no es más que una conducta muy cuestionable y 34 «Nos apresuramos demasiado a creer, por ignorancia
muy semejante a esa 'vanidad colectiva' y autojustifica- y por pereza, que basta con oír misa, cumplir los ritos
ción que se puede sentir ante la propia raza o la propia sagrados, hacer de cuando en cuando un simulacro de
nación, y que son una pura autocomplacencia del yo en penitencia, poner unos céntimos en la mano extendida
lo propio y que por eso mismo aparecen como ejempla- del pobre y respetar, por miedo a la cárcel o al infierno,
res e intachables a todos los aliados de la misma cuer- tres o cuatro mandamientos...»
da?...» [La iglesia romana] «por defenderse contra las auto-
(IDA GÜRRES, Brief über die Kirche; en Frankfurter ridades seglares, por protegerlas contra la insolencia de
Hefte 1 [1946], pp. 719.720.721.726.727.730) los heréticos, por mantener la disciplina de los subditos,
por sostener su soberanía casi cesárea, ha disminuido su
* * * impulso, ha querido conjugar su misión —toda espiri-
70 LOS HECHOS EL EVANGELIO NO DEJA VIVIR TRANQUILA A LA IGLESIA 71

tual— y la política, y esto la ha llevado a menudo a dar versión de los cristianos, ¿quién sino vosotros deberá
la impresión de haber quedado reducida a un gobierno asumir la mayor parte de culpa? Y no puedo menos que
de comunidades y ministerios, a la simple administración preguntaros: ¿creéis verdaderamente en Dios? ¿Conocéis
de los sacramentos, a la diligente manutención de un de veras a Cristo? ...Demasiados de entre vosotros pare-
monumento oficinesco poblado de escribanos. La Igle- cen simples empleados de la Iglesia —ujieres, bedeles,
sia se ha transformado, un poco por culpa de sus asaltan- escribanos y contables—, en vez de apóstoles insomnes,
tes y otro poco por culpa de sus defensores, en una forta- impacientes, imperiosos. Demasiados de entre vosotros
leza doctrinal, disciplinaria y litúrgica... Dios quiso que son adormilados y mecánicos administradores de sacra-
fuese una hoguera en la cima de un monte, y nosotros mentos, en vez de testimonios, confesores, modelos irra-
hemos distribuido esa llama divina en innumerables lu- diantes de la verdad que brotó de los labios del Reden-
cecillas que humean y chisporrotean en el fondo de las tor. Deberíais ser árboles vivos en el viento de las alturas,
naves solemnes y vetustas de donde están ausentes los refugios de los pájaros del aire, generosos de hojas, de
más...» flores, de frutos y de sombra, y en cambio no sois, las
«Con excesiva frecuencia, los Pontífices, en vez de Vi- más de las veces, sino palos descortezados y cepillados,
carios de Dios, eterno espirante e inspirador, han sido bien barnizados en ocasiones, pero que ya no ahondan
simples continuadores de aquel Pedro demasiado huma- sus raíces en el mantillo de la Humanidad, que ya no
no que quería erigir los pabellones en el monte de la dan yemas ni racimos: palos bajos, palos muertos que
Transfiguración; no del Pedro impetuoso y generoso que sirven, todo lo más, para construir empalizadas y barre-
fue el primero en reconocer en el Profeta sin casa al Hijo ras, para sostener carteles con prohibiciones y reglamen-
de Dios, sino del Pedro que necesitó la mirada del prisio- tos...» (44.46).
nero y el canto del gallo para encontrarse a sí mismo, «No me duelo de vuestra corrupción, sino de vuestra
de aquel Pedro que no supo velar la última noche en el mediocridad. Vuestra vida, hoy, es bastante más dura que
huerto de los Olivos y alzó la inútil espada contra un en siglos anteriores. Ya no se podría escribir de vosotros,
actor secundario del drama de la Redención...» (pp. 32. como hizo san Pedro Damián, un Líber Gomorrhianus.
35.38). Han desaparecido de entre vosotros, casi por completo,
los usureros, los amancebados, los sodomitas, los simo-
La segunda carta está dirigida a los sacerdotes. En rea- níacos, los heresiarcas... Es más, recuerdo haber encon-
lidad, y como vamos a ver a continuación, Papini será trado en mi largo camino sacerdotes jóvenes en quienes
más duro con los frailes. Pero hay algo que le merece
palabras muy duras: la mediocridad en aquellos a quie-
la voluntad de servir a Cristo se transparentaba en amo-
nes debería quemar lo que llevan entre manos: rosa palidez, cual llama viva tras el alabastro de una lám-
para. Recuerdo haber conocido viejos sacerdotes, más
35 «Cristo os llamó la sal de la tierra. ¿Por qué, pues, la venerables por la luz de su caridad que por la albura de
tierra es aún tan desabrida, tan estúpida, desabrida has- sus canas, que se consumían en Dios como el cirio anó-
ta la insipidez, estúpida hasta la locura? Si las desgracias nimo del pobre ante el Altísimo. Pero he visto también
actuales de los hombres son debidas al abandono del cris- sacerdotes más apasionados por bancas y cacerías que
tianismo, al no cristianismo de los cristianos, a la no con- por su ministerio, más deseosos de buena mesa que de
72 LOS HECHOS EL EVANGELIO NO DEJA VIVIR TRANQUILA A LA IGLESIA 73

buena fama, más preocupados por el politiqueo o el ma- gen Madre, a la regia sierva del Rey de Reyes, la cual
nejo de los bienes materiales que por cuidar su rebaño, está por encima de todas las mujeres. Pero no hagáis
más expertos en platicar que en edificar. Muchos, más que pueda parecer a los profanos malignos que el cato-
que sacerdotes de Cristo, parecían administradores bien licismo, aun cuando no sea más que en la devoción más
alimentados, señorones rústicos, procuradores concienzu- ordinaria del pueblo, es un culto a la Virgen más que a
dos de negocios mundanos, cautelosos burgueses caídos la Trinidad. Poco recordáis al Padre, y menos aún al Es-
por azar en el ramo de los asuntos espirituales.» píritu Santo. Si no estuviesen el Pater y el Credo, os
«Pero están también entre vosotros los doctores, los acordaríais bastante menos del Creador del cielo y de la
doctos, los doctísimos, los archidoctísimos, esos que sa- tierra, del Consolador que bautizó con el fuego a los
ben escribir el soneto para el obispo, la plática para la apóstoles, que de María y los santos...» (51.52).
primera comunión, el manualito para ejercicios espiritua-
les, la monografía sobre los fastos de la diócesis, el trata- La tercera carta, «a los monjes y frailes», es quizá la
que merece más atención, porque puede decirse que en al-
do científico rebosante de sanos principios, henchido de
gunas de sus críticas profetizó Papini muchos de los
doctrina sólida. Algunos de vosotros saben escribir pre- rasgos que han caracterizado a la vida religiosa luego
dicaciones más floridas que jardines de presbiterio; ho- del Vaticano II:
milías más ricas en unción que una almazara, sermones
más asiduamente armoniosos que un armonio. Dispen- 36 «Los frailes, que hubiesen debido ir entre las gentes
sáis desde el pulpito, a veces, oraciones tan sabias en a combatir la herejía y a llevar el ejemplo viviente y par-
persuasivos conceptos que vuestros mismos oídos escu- lante del Evangelio, se han encerrado en sus residencias,
chan a vuestros labios con deleite inefable, pero visible. donde, a pesar del voto de pobreza, no carecen de las
Pero vuestras palabras raramente brotan del corazón más comunes comodidades de la vida, y no salen más que
para ir, como saetas, a clavarse rectas en los corazones, para celebrar alguna misa, para pronunciar algún sermón,
trastornándolos. Apestan a candil más que oler a sol. Y para ayudar a algún párroco, para dar alguna lección
hoy, para retorcer y prensar las almas, se necesita fran- 'conforme a los programas vigentes' en algún colegio auto-
queza de caridad y sencillez, antes que taraceas y apa- rizado y equiparado... Se han convertido en aves que
ratos de elocuencia mendigada» (48.49). ya no vuelan, sino que se contentan con escarbar entre
«No pensáis que quizá vuestra frigidez aleja a los es- cartapacios, revolver entre librotes, cacarear en el coro y
píritus ardientes, que vuestra pobreza de corazón rechaza picotear en el refectorio... No os mezcláis bastante en la
a los ánimos generosos, que vuestra acompasada medio- mezcla de la vida. No buscáis bastante la compañía de
cridad repugna a las almas sedientas de lo sublime, que los hombres, incluso de los disolutos, de los que viven de
la angostez de vuestra mente demasiado cautelosa des- mala manera. No os cuidáis bastante de acudir en auxilio
alienta a los ánimos libres?... Descuidad por algún tiem- de las almas en peligro, de presentaros incluso donde no
po las innumerables devociones que las multitudes aún os llaman, de participar con vuestro tormento en las tor-
semipaganas prefieren y que vosotros toleráis con de- turas de los hermanos. Estáis demasiado separados en
masiada condescendencia; es más, que vosotros mismos vuestros conventos, demasiado retirados en vuestros san-
estimuláis y cultiváis. Nadie venera más que yo a la Vir- tuarios, demasiado abrigados en vuestras celdas... Cier-
74 LOS HECHOS EL EVANGELIO NO DEJA VIVIR TRANQUILA A LA IGLESIA 75

tas órdenes ya no son sino máquinas adaptadas única- ventos, sino que hará que sean pueblo entre el pueblo...»
mente a la fabricación interna de frailes de la misma Or- (65.66).
den...» (58.59).
Y finalmente, también la carta a los teólogos denuncia-
«Dejad alguna vez, en nombre de Dios y del hombre, ba unas incomodidades que luego confirmaría la evolu-
los documentos doctos y los paseos apacibles; arreman- ción posterior de la teología:
gaos los hábitos, empuñad la cruz —que tiene forma de
espada— y bajad a la palestra a ayudar a los hombres 37 «¿Por qué la divina Teología es hoy tan poco popular
de buena voluntad que trabajan porque se instaure en entre los hombres? ¿Por qué la ciencia suprema, la cien-
la tierra, después de tanta desolación, el reino de los cie- cia de Dios, es ignorada hoy incluso por los no ignoran-
los... Quien vive en la oración y el renunciamiento para tes? ¿Por qué la vemos quedar relegada, sobre todo en
conseguir la propia salvación, no es aún un santo. Es el nuestra Iglesia, a las clases de los seminarios y a los es-
más puro de los egoístas, pero es también siempre, a tudios de los monasterios? ¿Por qué parecen fabulosos los
los ojos de los abandonados, uno que piensa solamente tiempos en que los panaderos y los mercaderes, los espí-
en su propia alma, en su propia salvación. Hoy el mundo ritus cultivados y los caballeros, se apasionaban, en mer-
entero está cubierto de montes de ceniza, es un inmenso cados y salones, por los problemas de la Encarnación y de
hospital, un enorme manicomio. Vosotros no podéis per- la Gracia?... ¿No se presenta jamás a vuestro ánimo la
manecer tranquilos en vuestras basílicas, en vuestras au- duda de si tan funesta falta de interés no será, en su ma-
las escolásticas, en vuestras residencias. Dios os llama a yor parte, culpa vuestra?...»
veces, con toda la potencia resonante de su amor infinito, «La verdad, dolorosa verdad, es que la vida ardiente
para que salvéis a su pueblo» (64). y creadora del pensamiento se ha retirado de vosotros...
«En esta hora de inminente barbarie, no hay nada su- Solamente las grandes herejías han logrado, y aun sólo
perior a la caridad... Ha llegado el día de la prueba su- por poco tiempo, encender los ánimos y agitar las mentes.
prema para vosotros y para todos. O los hombres se Luego, la iniciativa ha pasado a vuestros enemigos los
deciden a practicar leal y cotidianamente el cristianismo filósofos, y no hay hoy, puede decirse, un laico de los
—aun cuando sólo sea en sus preceptos más elementa- que están al día, bien pertrechados de conocimientos, que
les— o se condena a la más horrenda agonía, a las tortu- se ocupe de vosotros y se apasione por vuestras obras y
ras de un infierno terrestre al que sólo pondrán fin la opiniones... Pisoteáis, desde hace siglos, el camino real
destrucción y el suicidio universales. A vosotros... corres- de la Tradición, y lo habéis puesto tan incómodo y oscu-
ponde un papel principal en esta gigantesca obra de con- ro que los caminantes más intrépidos prefieren encara-
versión... Será un gran día para la Humanidad el día en marse por los senderos rocosos de las montañas o perder-
que salgáis de los claustros para emprender la marcha se entre las malezas de la selva... Vosotros la habéis de-
por todos los senderos del mundo... Quizá el Espíritu positado y la habéis dejado descomponer en el féretro te-
Santo, como ya hizo en otras épocas, haga surgir a un nebroso de la repetición. Desde hace siglos, los teólogos
predestinado que funde una Orden nueva, una Orden sois sólo compiladores de sinopsis, manipuladores de
más conforme a las necesidades del momento, la Orden manuales, registradores de lugares comunes, tediosos co-
que no encerrará a los suyos en la sombra de los con- mentaristas, glosadores, exhumadores, apostilladores y
EL EVANGELIO NO DEJA VIVIR TRANQUILA A LA IGLESIA 77
76 LOS HECHOS

modernos de crítica a la Iglesia, se insiste normalmente


remasticadores de antiguos textos venerandos. Probos, no sobre pecados personales, sino sobre pecados del sis-
diligentes, sapientes, repetidores pero nada más que re- tema; no se denuncian conductas particulares, sino pro-
petidores. ¿No habéis pensado nunca que los manjares cedimientos y, por consiguiente, se lleva a cabo una crí-
tica institucional más que personal. Así aparece, por
recalentados acaban por ser aborrecidos hasta por los ejemplo, en este importante pasaje de Yves Congar:
menos golosos, que los alimentos cocinados y recocina-
dos en las viejas ollas y con las mismas salsas terminan, 38 «Cierto reclutamiento del personal de la administra-
a la larga, por hastiar a los paladares más pacientes?...» ción central llega en realidad no a reforzar el poder papal,
(69.70.71). sino sencillamente a aislarlo. Si, en efecto, se escogiera
«No es verdad que todo esté dicho y que sólo nos siempre este personal entre hombres de un determinado
quede ser portavoces de los muertos. Cada siglo inicia de tipo de cierta tendencia (por ejemplo: dentro de una línea
nuevo el camino del espíritu... Salid alguna vez al aire generalmente conservadora y tuciorista, sin ver en la tra-
libre, escuchad las voces que se alzan de las almas que dición y en la fidelidad a ella más que el aspecto estático;
padecen hambre de certeza, no creáis rebajaros por apren- entre los hombres que, planteando la menor cantidad de
der algo incluso de los no teólogos. He nombrado antes a problemas, reservan las menores sorpresas y no corren
los poetas: seréis grandes teólogos si no desdeñáis algu- riesgo de ninguna aventura), es evidente que se llegaría
nas virtudes poéticas... San Agustín, teólogo, fue poeta, a interponer, entre el núcleo central y la periferia, un
como Dante, poeta, fue teólogo. Pero vosotros os horrori- órgano aislante: algo así como un 'partido'. Tal organis-
záis ante la audacia, la belleza, la música del pensamien- mo respondería sin duda a algunas de las exigencias que
to... teorizáis sobre el alma humana y no advertís que, se refieren a la seguridad y a la moderación; pero dejaría
junto a vosotros, hay almas que anhelan y se estremecen, sin respuesta otras exigencias igualmente sagradas, que
almas que quizá esperan una sola palabra vuestra para pertenecen a un cuerpo en conquista continua, que trata
precederos en la escala que conduce a lo eterno. Dios de adaptarse y progresar. Varios de los pensamientos o
es un tema tal que me parece señal de soberbia, por aspiraciones que bullen en la Iglesia y, sobre todo, en sus
parte vuestra, el no buscar y aceptar toda colaboración elementos más dinámicos, jamás podrían ser escuchados
humana, incluso la de esos niños divinos que son los en realidad. El problema es lo bastante serio como para
poetas, esos niños que Dios llamaba a sí, imagen de los que me haya parecido lícito el plantearlo con todo respe-
poetas, que son, sí, inferiores a los santos, pero indeci- to, aunque con toda franqueza, porque me sentía obliga-
blemente superiores a los filósofos... Mis predecesores do a ello.»
os aconsejaron la prudencia, porque los más de entre
(Verdaderas y falsas reformas en la Iglesia, Madrid, 1953,
vosotros eran, en tiempos, audaces en demasía. Hoy que
pp. 222-223)
estáis agonizando en el muerto mar de la indiferencia y
la monotonía, os exhorto a la audacia...» (73-76).
Esta denuncia de procedimientos institucionales, más
* * * que de comportamientos personales, es lo que se refleja
también en el texto siguiente de K. Rahner que, más que
Como ya comentaremos en la última parte de esta una crítica, es una queja personal, vinculada a una serie
antología, salta fácilmente a la vista que, en los escritos
EL EVANGELIO NO DEJA VIVIR TRANQUILA A LA IGLESIA 79
78 LOS HECHOS

de experiencias vividas por su autor. Pero, precisamente organismos romanos y a actuar como si tales medidas
por eso, es una queja que sólo se eleva muchos años procedieran de ellos mismos. Y me parece que dichos
después, cuando ya no puede servir a la reivindicación Generales, a pesar de su obligación de obedecer, también
personal, sino sólo a la reforma del rostro de la Iglesia. tiene, en según qué casos, el derecho a decir que su
Por eso la incluimos en esta antología, porque, a pesar
de haber sido publicada en 1975, alude a hechos ante- conciencia les impide hacer suyas determinadas medi-
riores al Vaticano II. Se publicó en la revista Orien- das, y a pedir al superior romano que dé la cara y sea
tierung con el expresivo título de «Erlebtes» («Lo que él quien se ponga en contacto con la persona afectada...»
yo he vivido») y como apoyo dado por su autor a una (Orientierung, 15.1.1975, p. 4)
serie de propuestas de reforma hechas por la revista:
* * *
39 «En el tiempo anterior al Concilio recibí de Roma, a
través de mi P. General, una prohibición de hablar, pro- Hemos dicho que Rahner no hizo nunca de la crítica en
vocada por un obispo alemán ya difunto. También a tra- la Iglesia una cuestión de reivindicaciones personales.
vés de mi P. General recibí de Roma la prohibición de En una entrevista concedida a Vida Nueva, al cumplir
escribir nada sobre la concelebración. Igualmente a tra- sus 80 años, le preguntaron de qué cosas se arrepentía
vés del P. General me impuso Roma la obligación de so- en su ya casi completa trayectoria. Rahner deseaba, en
segundo lugar, que hubiese habido en su vida «más va-
meter a una censura romana todo cuanto escribiera. Lue- lentía respecto a los que tienen autoridad en la Iglesia»
go del Concilio, todo esto pertenece al pasado y, en sí (Vida Nueva, 24-marzo-1984, p. 29). Por eso, y porque esta
mismo, carece de interés. Pero todas estas medidas pro- antología se redacta precisamente en el año de la muer-
cedían del Santo Oficio, y todas tuvo que mandármelas te del gran teólogo, presentamos un segundo ejemplo,
el P. General de mi Orden. Ni uno ni otro me dieron unas palabras de la época del Concilio que pueden pa-
recer duras, pero cuyo contexto (que aquí ya no pode-
justificación escrita alguna para esas medidas, ni siquiera mos citar) enmarca la intención con que están dichas:
juicios anónimos. En una conversación privada, me dijo corregir el daño que hace a la credibilidad de la Iglesia
el P. General de entonces, a pesar de su ortodoxia y de (no sólo sus defectos, sino) la falta de reconocimiento
su angustiosa lealtad frente al Santo Oficio: 'y a v e Vd., de estos defectos por los hombres de Iglesia. Rahner re-
Padre, yo no sé nunca cuándo ni contra quién ni cómo conoce que muchos hombres sienten hoy así:
va a caer un rayo desde allí'.»
«Y aunque el propio cardenal Ottaviani, durante el 40 «Ahí está la Iglesia que se declara como necesaria para
Concilio, me confesó una vez que la censura antedicha la salvación, que se presenta como en nombre del Dios
procedía del Santo Oficio, nunca se me ha comunicado santo, que afirma estar en posesión de toda verdad y gra-
ni por escrito ni de forma expresa la retirada de esa me- cia, que quiere ser el arca única de salvación en el diluvio
dida. Tales detalles de cortesía frente a un pobre fraile del pecado y de la corrupción, que se cree en el deber de
no eran, por lo visto, usuales en la Roma de entonces.» convertir y de salvar a todos. Y precisamente la misma
«Y aunque desde entonces se han mejorado muchas Iglesia que se alza con semejantes pretensiones —dicen
cosas, me parece que todavía no marcha todo bien. A los muchos— miradla cómo parece medir con dos medidas:
Generales de las órdenes religiosas se les sigue obligando a los pobres llenos de plagas les proclama el Sermón del
con demasiada frecuencia a ser simples carteros de los Monte con sus 'imposibles' exigencias, pero sus represen-
80 LOS HECHOS EL EVANGELIO NO DEJA VIVIR TRANQUILA A LA IGLESIA 81

tantes oficiales han acomodado para sí dichas exigen- miembros de ella, somos pecadores. Y esta pecaminosi-
cias a muy bajo precio. ¿No parecen vivir todos ellos tan dad de la Iglesia no alude solamente a la suma de las
gratamente? ¿No son muy frecuentemente avaros, en- insuficiencias que podríamos llamar 'privadas' de todos
greídos, presuntuosos? ¿No se repiten los escándalos has- sus miembros, incluidos los portadores de los más altos
ta en las filas de sus órdenes religiosas, cuya tarea con- y santos ministerios. La pecaminosidad e insuficiencia
siste en aspirar a la santidad y a la perfección? Los malos de los miembros de la Iglesia opera también en toda esa
papas ¿son sólo un vocablo o son además un hecho his- acción y omisión que, en el ámbito de la experiencia hu-
tórico? ¿No ha hecho uso de pecado de sus cosas más mana, ha de ser designada como acción y omisión de la
santas: del confesionario y de los sacramentos en general? Iglesia misma. La pecaminosidad humana y sus insufi-
¿No ha desviado el papado sus aspiraciones hacia eviden- ciencias (la miopía, el quedarse rezagada con respecto a
tes fines políticos?» las exigencias de cada hora, la falta de comprensión de
(Escritos de teología, VI, 296-97. Subrayado nuestro) las necesidades de los tiempos y de sus tareas y sus gér-
menes de futuro), todas esas particularidades tan huma-
Por último, vamos a concluir este ramillete de ejemplos nas son también particularidades de los portadores del
con un texto solemne y muy famoso, que procede tam- ministerio y de todos los miembros de la Iglesia, y Dios
bién de la pluma de K. Rahner y que desarrolla más ese permite que repercutan en lo que la Iglesia es y hace.
elemento característico de la moderna crítica a la Igle- Si se pretendiera negar esto, o si se intentara paliarlo
sia: la crítica como defensa precisamente de la credibi- o minimizarlo, o si se opinase que este lastre es lastre
lidad de la Iglesia, una credibilidad que la misma Igle-
sia ha puesto en juego ante el mundo con sus modos sólo de la Iglesia de tiempos pasados que hoy le ha sido
de proceder menos evangélicos. Está tomado de una retirado, todo ello no sería más que obcecación insensata
conferencia pronunciada por vez primera en Barcelona, y orgullo clerical, egoísmo de grupo y una forma de culto
en 1962, sobre la posibilidad de la fe hoy. La Iglesia cons- a la persona propia de los sistemas totalitarios; cosas to-
tituye precisamente la última de las tres grandes dificul- das estas que no convienen a la Iglesia en cuanto comu-
tades que, para el autor, obstaculizan el acceso a la fe
de los hombres del siglo XX: nidad del Jesús manso y humilde.»
«No. La Iglesia es la Iglesia de los pecadores, es la
41 «Pero además de la tremenda amargura de la existen- Iglesia que con frecuencia carece del coraje suficiente
cia y de la multiplicidad de las concepciones del mun- para afrontar el futuro como futuro de Dios, igual que ha
do, queda todavía un último impedimento y peligro para experimentado el pasado como también de Dios. Es la
la fe; me refiero a la misma comunidad de creyentes: Iglesia que con frecuencia glorifica su propio pasado y
a la Iglesia.» mira con ojos torcidos al presente, condenándolo con de-
«Es cierto que, para la mirada sin prejuicios del histo- masiada facilidad cuando no ha sido hecho por ella
riador, también ella puede aparecer como la Iglesia san- misma. Ella es con frecuencia la que, en cuestiones de
ta, la señal que —levantada sobre las naciones— da un ciencia, no sólo avanza con lentitud y circunspección, con
testimonio de su ser divino por su inagotable fecundidad sumo cuidado por la pureza y la integridad de la fe, sino
en todos los sentidos. Pero también es la pecadora Igle- que espera demasiado, y ha dicho con demasiada rapidez
sia de los pecadores. Es Iglesia pecadora porque nosotros, que no, a lo largo del s. XIX y del s. XX, cuando hubiese
82 LOS HECHOS EL EVANGELIO NO DEJA VIVIR TRANQUILA A LA IGLESIA 83

podido decir ya antes un sí, aunque desde luego matizado al elemento válido que está escondido y que es el 'pro-
y distintivo. Ella ha estado con mucha frecuencia de parte piamente pensado' en cada herejía.»
de los poderosos y se ha hecho demasiado poco abogada «Y si se mide su historia con medidas humanas, ha
de los pobres; ha producido sus críticas contra los pode- despreciado con frecuencia momentos estelares decisi-
rosos de este mundo demasiado suavemente, de tal modo vos para su propia tarea, o ha querido percibirlos cuan-
que más bien parecía que quisiera procurarse un 'alibi', do la ocasión (el kairós) había pasado ya. En no pocos
sin entrar de veras en conflicto con los grandes de esta casos, creyendo representar el señorío inexorable de la
tierra. Muchas veces se mantiene más con el aparato de ley divina (lo cual es ciertamente un santo deber), ha he-
su burocracia que con el entusiasmo de su espíritu, y cho el papel de una gobernanta pequeño-burguesa y re-
otras ama más la calma que el temporal, lo acreditado funfuñona, o se ha valido de un corazón estrecho y de una
ya desde antiguo que lo audazmente nuevo. En la perso- comprensión demasiado mediocre de la existencia para
na de sus ministros ha cometido frecuentes injusticias reglamentar la vida con unas pautas de confesionario dig-
contra santos, contra pensadores, contra los que pregun- nas de la famosa Lieschen Müller 14 en la pequeña y
tan dolorosamente, contra sus teólogos que sólo querían bien temperada ciudad del s. XIX. Ha buscado en dema-
servirla incondicionalmente. No pocas veces ha reprimi- sía esa decencia bien ordenada que no permite que lle-
do la opinión pública en la Iglesia, aun cuando, según gue culpa alguna hasta ella, y no tanto ese aliento en-
Pío XII, ésta es indispensable para el bien de la Iglesia tusiasta y de corazón amante, por una vida esforzada.
misma. Ha confundido reiteradamente la ilustración de Son demasiados los espíritus ante los que no ha sido
una buena tradición de escuela con la árida mediocridad capaz de acreditarse fidedignamente para que tenga de-
de una teología y una filosofía de medias tintas.» recho a pensar que la culpa y la catástrofe están sola-
«Y frente a los que están fuera, frente a los protes- mente del otro lado.»
tantes y los ortodoxos, se ha mostrado mucho más a me- {Posibilidad de la fe hoy. En Escritos de Teología, volu-
nudo en el papel de un juez que anatematiza que en el men V, pp. 24-26. N.B.: Hemos corregido la traducción
de una madre que ama y que, con humildad y sin senti- de Ed. Taurus, que resulta demasiado dura).
mientos egóticos, sale al encuentro de su hijo hasta las
fronteras mismas de lo posible. Al Espíritu que, en el * * *
fondo, es su propio espíritu, más de una vez ha dejado
de reconocerlo como tal, cuando sopla —como suele ha-
cerlo— 'donde quiere', por entre las callejuelas de la his-
toria universal y no por las galerías de la Iglesia misma.
Frecuentemente, y en contra de su auténtica esencia y de
la plenitud de su verdad (aunque sin negarla, desde lue-
go), se ha dejado manipular por herejías y otras tentati-
vas, rebajándose al mismo nivel de unilateralidad que 14
Personaje ficticio del mundo alemán con el que se designa
sus adversarios y exponiendo su doctrina como un no
paradigmáticamente la mediocridad del pequeño-burgués. Podría
meramente dialéctico y no como un sí de mayor amplitud ser comparable al «senyor Esteve» de la literatura catalana.
2. a PARTE: LAS RAZONES
NO ME AVERGÜENZO DEL EVANGELIO. ¡AY DE MI,
SI NO LO PREDICO i
(Rom 1, 16; 1 Cor 9, 16)

El ESPÍRITU SOPLA DONDE QUIERE... PORQUE DIOS


ELIGE LO DÉBIL PARA CONFUNDIR A LO FUERTE.
(Jn 3 8; 1 Cor 1, 27)
Sección primera:
ASPECTOS ECLESIALES

LA PIEDRA CON QUE NOS GOLPEAMOS EL PECHO ES


LA QUE NO NOS TIRARAN NUESTROS ENEMIGOS.

G. PAPINI, Cartas del Papa Celestino VI


88 LAS RAZONES ASPECTOS ECLESIALES 89

Antes de reflexionar expresamente sobre la fundamen- hinchazón, quien me lleva a deciros que por vuestras
tación y las condiciones de la crítica, los santos las vi- contiendas 'el nombre de Dios es blasfemado entre las
vieron ellos mismos en su propia praxis. Y de esta praxis gentes' (Rom 1, 22).»
podemos arrancar nosotros para buscar una reflexión
más explícita. Hacia el año 600, San Columba.no, el céle- (PL; 80, 274)
bre monje irlandés, abad de Luxeuil, perseguido por la * * *
reina Brunequilda por razones muy semejantes a las del
Bautista, escribe una carta al papa Bonifacio IV sobre al-
gunos problemas de unidad de la Iglesia en asuntos pas- Al hablar de Catalina de Siena en la 1.a parte, señalá-
torales y dogmáticos. Añadamos, a fuer de imparciales, bamos una razón existencia! que la movía a levantar su
que no siempre contribuyó san Columbano a facilitar esa voz, aun en aparente contradicción con sus propósitos
unidad, por su insistencia en conservar en Europa algu- doctrínales. Esta misma razón se halla formulada de
nas costumbres de origen irlandés (aunque entre esas manera teórica por san Jerónimo: precisamente porque
«costumbres» estaba la forma de la confesión privada). el pecado de la Iglesia (si se da y cuando se dé) procede
Pues bien, el prólogo de esta carta a Bonifacio IV merece de una mayor responsabilidad, precisamente por eso es
citarse aquí, por la actitud que refleja: mucho más grave que cualquier otro y no puede quedar
sin ser combatido. Así escribe san Jerónimo en su co-
42 «A la primera cabeza de todas las Iglesias de Europa... mentario a Ezequiel:
al más alto, de parte del más bajo... al primero de parte
del último... a un poderoso (¡cosa extraña!) de parte de 43 «Samaría y Sodoma, es decir, los herejes y los gentiles,
un pobrecillo.» cometen con frecuencia pecados más leves que aquellos
«¿Quién me escuchará? ¿Quién no preguntará en se- que se presentan como Jerusalén, es decir, los hombres
guida a ver quién es este charlatán presuntuoso que se de Iglesia. Así se dice a los corintios, que sin duda creían
atreve a escribir todo esto sin que nadie se lo pida? en Cristo, pero a los que se reprende por sus malas ac-
¿Quién no me dirá lo que dijo a Moisés aquel hebreo ciones: '...hay entre vosotros tal impureza como ni entre
que maltrataba a su hermano: 'y a ti ¿quién te ha nom- los gentiles' (1 Cor 5, 1)... Y si bien Sodoma y Samaría
brado juez sobre mí?' (Ex 2, 14)?» son malas, con todo, si se las compara con Jerusalén, no
«Pero yo responderé que no hay intemperancia allí han pecado ni la mitad: 'pues el siervo que conociese la
donde existe la necesidad de edificar la Iglesia. Y si mi voluntad de su amo y no la hiciera, recibirá muchos azo-
persona le parece poco, que no atienda al que escribe, tes' (Le 12, 47)... ¿Cómo puede dudarse de que, entre
sino a lo que escribe. Pues ¿por qué va a callarse un tres pecadores, más aún, entre tres criminales: un gentil,
peregrino cristiano lo que ya hace tiempo que va comen- otro hereje y otro eclesiástico, merece, con mucho, los
tando por ahí su vecino arriano? No hay por qué [ca- castigos más rigurosos aquel cuya dignidad es la más
llarse], dado que son mejores las heridas del amigo que elevada? Mientras que el más pequeño merece miseri-
los besos engañosos del enemigo (Prov 27, 6). Y si otros cordia... Y esto mismo dice también san Pedro: 'ha lle-
murmuran alegres en secreto, yo hablaré triste y do- gado el tiempo de que comience el juicio por la casa de
lorido en público... No son, pues, la vanidad ni la pre- Dios' (1 Pe 4, 17). Y en el profeta que comentamos, se les
cariedad las que mueven a este pobre hombre para que dice a los que van armados con hachas: 'comenzad por
escriba a varones tan excelsos: es el dolor, más que la mis santos' (Ez 1, 6)... Y lo mismo leemos en el evange-
f
90 LAS RAZONES ASPECTOS ECLESIALES 91

lio: 'en el día del juicio lo pasará mejor el país de So- blo no habría criticado así a Pedro si, de algún modo, no
doma que aquellos que no recibieron a los apóstoles' fuese igual a él en la defensa de la fe... Pero ha de quedar
(Mt 10, 15).» claro que, allí donde amenace un peligro para la fe, los
(PL 25; 153.155.157) prelados pueden ser corregidos por sus subditos tam-
bién en público. Y por eso, aunque Pablo era subdito
de Pedro, le criticó públicamente porque había un peli-
gro de escándalo...»
Y esta mayor responsabilidad de la iglesia no es ex-
clusivamente de carácter personal (=porque ha recibido «En cuanto a lo de tenerse por mejor que el prelado,
más), sino que es, sobre todo, de carácter «social» o ser- sería una soberbia presuntuosa si uno se tuviera por me-
vicial: se da porque la Iglesia está llamada a hacer po- jor en todo. Pero tenerse por mejor en algún punto par-
sible la fe del mundo, porque ella, como «Sacramento» ticular no es, sin más, presunción, puesto que en esta
de Cristo y de la Salvación, no existe para sí, sino para
las dos cosas que debe poner en contacto: para que la
vida nadie hay que no tenga algún defecto. Y además
salvación de Dios pueda llegar hasta el pecado humano hay que tener en cuenta que, si alguien sacude a un pre-
y para que la promesa del hombre pueda llegar hasta lado con caridad, ello no significa que se sienta superior
su verdad, que está en la Palabra de Dios. La amenaza a él. Simplemente le ayuda porque, cuanto más alto es el
o peligro para la fe juega un papel muy importante en lugar en que está, mayor es el peligro en que se encuentra,
este texto de Tomás de Aquino, porque es una respon-
sabilidad de la que nadie en la Iglesia puede sentirse como decía san Agustín.»
totalmente descargado: (Summa Theologica, 2.a 2.ae, 33, 4, 2 y 3)

44 «Parece que nadie debe meterse con su obispo... Por-


Este lúcido texto de Tomás no puede, evidentemente,
que, comentando aquello de Pablo en Gálatas 2: 'le plan- responder a la cuestión de cuándo se da el peligro de
té cara en público', la glosa añade: 'como igual a él que escándalo y amenaza para la fe. Quizá cabe añadir que,
era'. Ahora bien, el subdito no es igual que su Prelado. en una sociedad pluralista, donde la Iglesia ya no coin-
Luego no debe corregirle.» cide con el conjunto de los ciudadanos ni éstos pertene-
cen a ella por el hecho de haber nacido, esa amenaza
«Y además, san Gregorio dice: 'que nadie se meta y ese escándalo pueden hacerse mucho más frecuentes
a corregir la vida de los santos, a menos que se sienta que en una sociedad de cristiandad. Pero en cualquier
mejor que ellos'. Pero nadie debe sentirse superior a su caso, esta doctrina de Tomás tiene un considerable in-
prelado. Luego no hay que meterse con los prelados.» flujo en muchos teólogos de la Edad Media, principal-
mente dentro de su orden dominicana. Así luán de Tor-
«Pero en contra está lo que dice san Agustín: 'tened quemada, en una de las obras cumbres de la eclesiolo-
misericordia de vuestro superior, que cuanto más supe- gía medieval, plantea una serie de cuestiones (71 y 72)
rior sea, en mayor peligro está puesto'. Ahora bien, la sobre la autoridad del romano pontífice. Y dentro de
corrección fraterna es una obra de misericordia. Luego ellas surgen estas dos preguntas: si la corrección frater-
na se extiende hasta el mismo papa; y si en algún caso
hay que corregir a los Prelados...» hay que criticar públicamente al papa. Y siguiendo a
«Lo de plantar cara en público delante de todos su- Tomás, responde afirmativamente en ambos casos (Sum-
pera los límites de la corrección fraterna. Y por eso Pa- ma de Ecclesia. Salamanca 1560, pp. 630-631). Asimismo,
ASPECTOS ECLESIALES 93
92 LAS RAZONES

también Juan de París escribe en el capítulo XXII de


el papa no es pequeño en virtud, sino más perfecto que
su tratado sobre la potestad regia y papal: otros.1»
(Tractatus de potestate regia et papali. Ed. por DOM LE-
45 «Allí donde el papa procede mal claramente, como po- CLERQ: Jean de Paris et l'ecclesiologie du XIII siécle;
dría ser no respetando los derechos de las iglesias, o di- París 1942, pp. 249-250)
videndo el rebaño del Señor, o escandalizando a la Iglesia
por alguna conducta suya, puede ser juzgado, persuadido También deja claro el texto de Tomás que la crítica
y reprendido por cualquiera que, aunque no tenga oficio en la Iglesia nunca puede convertirse en una cuestión
para ello, tenga el celo de la caridad; pero no imponién- de forcejeos personales o de enfrentamientos por el po-
der. Únicamente puede ser asunto del peligro para el
dole castigos, sino exhortándole con respeto. Pues el afec- Evangelio, que «quema» en cualesquiera manos esté. Así
to que se debe a cualquier persona, se le debe más al
papa por razón de la mayor responsabilidad (status) a 1
Reproducimos el texto en el original latino, dado que a ve-
que ha sido elevado.»
ces la traducción ha de elegir entre claridad y literalidad:
«Y por tanto, así como el papa por razón del puesto «Ubi papa manifesté errat ut privando ecclesias iure suo,
que ocupa no está menos obligado a la caridad, sino dispergendo gregem Domini, scandalizando ecclesiam ex quocum-
al revés —aunque guardando su autoridad, como enseña que facto suo, potest de facto suo iudicari, p e r s u a d e n et repre-
hendí a quocumque, quod si non ex officio, tamen ex caritatis
Agustín—, así también a la inversa: si a cualquier de- zelo, non poenam imponendo, sed cum reverentia exhortando
lincuente se le debe una corrección fraterna por celo y quia affectus qui personae debetur non minus ei debetur ratione
obligación de caridad para con él, mucho más ha de maioris status ad quem assumptus est. Et ideo, sicut papa ratio-
prestarse este servicio de caridad al papa, aunque con ne status ad quem assumptus est non tenetur minus ad caritatis
humildad y reverencia. Por eso, según Gal 2, cuando Pe- affectum, sed auctoritate servata, secundum Augustinum, ita e
converso, cum alicui delinquenti teneatur quilibet ad correctio-
dro fue a Antioquía, Pablo le criticó en público porque nem fraternam ex caritatis zelo et debito ipsi facto, papae non
era censurable. Y no hay que decir que todo eso es tocar minus tenetur quilibet impenderé caritatis affectum, licet cum
las alturas o poner el grito en el cielo, pues está bien humilitate et reverentia. Unde Gal II cum venisset Petras An-
claro que el cielo no está allí donde un papa se porta cla- tiochiam in facie restitit ei Paulus quia reprehensibilis erat, nec
ramente mal, ni se habla contra él cuando se le corrige, ideo quis dicitur tangere montem vel poneré os in coelum cum
de hoc loquitur, quia ubi papa manifesté offendit non est coelum,
sino más bien en favor suyo.» nec os ponitur in eum, id est contra eum, quando corrigitur, sed
«Y tampoco hay que temer que el papa se escandalice pro eo. Nec debet aliquis timere de papa quod propter hoc scan-
por ello, pues no es propio de varones perfectos el escán- dalizetur, quia scandalum passivum non cadit in viris perfectis,
sed in pusillis tantum. Unde timere in hoc scandalum papae est
dalo pasivo, sino sólo de los imperfectos. Por tanto, te- tenere de papa quod sit pusillus et minus perfectus quam quili-
mer que el papa se escandalice es juzgarle como más in- bet alius quem aliquis audet corrigere delinquentem, et ideo tales
fantil y menos perfecto que cualquier otro delincuente al secundum veritatem ponunt os in coelum qui talia predicant de
que uno se atrevería a reprender. Más bien, los que ofen- sanctissimo patre quod est vindicativus et quod graviter portat
den al cielo son los que piensan que el Santo Padre es omnem hominem facta sua qualiterumque iudicantem, quod certe
tenendum non est, cum non sit pusillus, sed perfectus et alus
vengativo y que soporta mal a los que juzgan sus hechos perfectior.»
como quiera que sea. Y esto no debe pensarse, puesto que
ASPECTOS ECLESIALES 95
94 LAS RAZONES

lo intuye con razón aquel otro Tomás que fue «hombre captar lo verdadero y, con ello, evitar el error... Cuando
para la eternidad» y forjador de «utopías»: Santo To- las cosas son de tal manera que, si las decimos como
más Moro: son, se volverá peor el que no puede entenderlas y, si
las callamos, se volverá peor el que podría entender,
46 «¿Es que hace falta guardar un respetuoso silencio so- ¿qué hacemos entonces? Más bien hay que decir la ver-
bre todos los abusos? ¿Se llamará novedad, absurdidez, dad (y que entienda el que pueda), en lugar de quedarse
impertinencia a toda crítica de los males engendrados por callado. Pues con esto segundo no sólo no entenderán
la maldad humana? Renunciemos, pues, a llamarnos cris- ni el capaz ni el incapaz, sino que el más inteligente se
tianos si hemos de callar lo que Cristo enseñó. Casi to- volverá peor. Y en cambio, si el más inteligente escucha-
dos los preceptos de Jesús condenan las costumbres del ra y comprendiera, él podría a su vez enseñar a otros
día mucho más que mis críticas.» muchos... ¡cuántas veces tememos que si hablamos se
(Citado por E. DERMENGHEIM, Erasme et Thomas Mo- ofenda el que no puede entender la verdad, y no teme-
re contre Machiavel, París 1926, p. 235). mos en cambio que si callamos se quede engañado el que
podría entenderla!»
(De bono perseverantiae XVI, 40; PL 45, 1017-1018)
Y en ese párrafo apasionado, Sto. Tomás Moro no hacía
más que poner en práctica los consejos de San Agustín * * *
sobre un problema de todos los tiempos. Muchas veces
se arguye con que la verdad es peligrosa, porque quizás
hay gente que no está preparada para ella y a quienes Y esta concepción de Agustín perdura hasta nuestros
les haría daño la verdad. Es entonces tentación de mu- días: precisamente porque es «sacramento de salvación»
chos espíritus pensar en el recurso a la mentira para para la humanidad, la Iglesia es también, en cierto mo-
hacer el bien. Y Agustín, en su tratado sobre la perse- do, «paradigma» del pecado de esa humanidad. La Igle-
verancia, plantea ya una pregunta parecida: para que la sia viene a ser así como un «concentrado» de toda esa
gente haga más oración, ¿será acaso mejor el decir que humanidad, en la que pecado y Espíritu de Dios, maldad
Dios no sabe lo que necesitamos? Pues si decimos como original y gracia de Cristo, están a la vez en acción. Así
Jesús que Dios ya lo sabe antes de que se lo pidamos, parece entenderlo E. Mersch, uno de los grandes eclesió-
algunos se sentirán movidos a orar menos... El santo logos del Cuerpo Místico en este s. XX:
reconoce que «hay una manera de decir que puede lo-
grar que lo dicho haga como de leche para los que 48 «La humanidad es pecadora: lleva el peso de los peca-
son infantes, y de alimento sólido para los que son adul- dos ya cometidos y lo aumenta con sus nuevas prevari-
tos». Pero también sabe que ésta será a veces una solu-
ción ideal ¿Qué hacer en los casos más difíciles o más caciones. De esta manera se va formando, al intervenir
conflictivos?: la gracia, un inmenso anhelo de justicia y de amor en
toda la humanidad. Pero ese anhelo permanece tan vago,
47 «Hay que decir la verdad, sobre todo cuando una di- tan lleno de malentendidos que se parece a la tragedia
ficultad hace más urgente que se diga. Y que la entiendan de un gigante ciego que durante la noche se devorase
los que puedan. No sea que, al silenciarla en considera- furiosamente a sí mismo».
ción a los que no podrían entenderla, no sólo se frustre «Y de esta humanidad está hecha la Iglesia, sin embar-
la verdad, sino que se deje en el error a los que podrían go. Aquí radica la dificultad, aquí comienza el increíble
96 LAS RAZONES ASPECTOS ECLESIALES 97

asombro, el escándalo. Pues que la Iglesia tenga márti- la libertad de hombres perversos, no se puede decir que
res, que los inocentes hayan de ser perseguidos, es algo la Iglesia es gloriosa por el hecho de que la sirvan los
que podría comprenderse en todo caso. Pero que la Igle- reyes, sino que ahí radica más bien su mayor tentación
sia de Cristo, elegida por El para ser santa e inmaculada, y la más peligrosa... El Señor, como Mediador, se unió
sin mancha ni arruga de ningún tipo, esa Iglesia elegida a la Iglesia bajo la forma de Siervo, y no fue glorificado
por Dios desde la eternidad para recibir la fe como un hasta el día de la Resurrección (cf. Jn 7, 39). Y si esto
niño en santidad y pureza, que esa Iglesia sea un cuerpo es así, ¿cómo vamos a decir que la Iglesia es gloriosa
de pecado, manchada, tan mísera y perversa que incluso ya antes de su resurrección? Ahora Dios la limpia con el
en sus manifestaciones más auténticas aparezca amplia- agua de la Palabra y borra sus pecados pasados para ale-
mente su miseria moral: esto, decimos, es incomprensi- jar de ella el dominio de los malos espíritus, y luego
ble. Y sin embargo, es verdaderamente así. El santo cuer- completará su curación haciéndola que llegue a ser esa
po místico de Cristo es un cuerpo en el que se está reali- figura gloriosa sin mancha ni arruga.»
zando la redención sin haberse realizado ya completamen- (AGUSTÍN, De perfectione iustitiae hominis, 35; PL 44,
te; el pecado permanece, pues, siempre presente y ac- 310)
tivo.»
(Theologie du Corps Mystique, 1944, I, p . 365) Estas y otras palabras parecidas las repite infinidad de
veces S. Agustín encarándose con los donatistas, que
* * * pretendían que la Iglesia sólo estaba constituida por los
santos y los puros. De acuerdo con ellas, pues, hay que
Se argumenta otras veces que la crítica no puede tener afirmar que una jerarquía que no tolerase la crítica,
cabida en la Iglesia por el hecho de que la Iglesia es apelando a la santidad de la Iglesia, caería en una espe-
santa. El mero ejercicio de la crítica parecería negar cie de «donatismo invertido».
esa santidad, y sólo podría tener lugar como atentado
Pero para esa constante purificación de una Iglesia cu-
contra la santidad y dignidad de la Iglesia. San Agustín
ya santidad todavía no es la escatológica, Dios se vale
va a responder a esta dificultad señalando el carácter
siempre de los medios humanos. Y así es como debe ser
escatológico de esa santidad de la Iglesia, que, si bien
mirado todo aquello que interpela a la Iglesia, aunque
ya está presente, sin embargo todavía no está realiza-
pueda hacerla sufrir por otro lado, dado que el Evan-
da. Este principio sirve también para comprender cómo
gelio nunca es cómodo, ni siquiera para la misma Iglesia.
debe entenderse la verdadera «dignidad» de la Iglesia:
Esta necesidad de constante interpelación es una de las
lecciones que más claramente arroja el estudio de la
49 «Es en el día del juicio cuando la Iglesia será 'sin man- historia de la Iglesia. Yves Congar la formula de la ma-
cha ni arruga ni nada semejante', porque sólo entonces nera siguiente:
será verdaderamente gloriosa. Pues cuando la Escritura
no dice sólo: 'prepararse una Iglesia sin mancha ni arru- 50 «La Iglesia está en mejor posición cuando encuentra
ga', sino que añade además: 'y gloriosa' (Ef 5,27), da a en- una cierta oposición, y aun cuando padece una persecu-
tender con suficiente claridad que sólo será limpia y ción moderada. Entonces se purifica y encuentra la pure-
tersa cuando sea gloriosa. Pues bien, ahora, en medio de za de sus principios de acción. Una Iglesia cebada, insta-
las actuales maldadaes, de escándalos tan grandes y de lada en sus obras, sus éxitos, sus seguridades, corre mu-
98 LAS RAZONES ASPECTOS ECLESIALES 99

cho más peligro de mundanizarse y olvidar aquello por amor. De este modo, Pedro dio ejemplo a la posteridad,
lo que ha sido creada, y por quién y para quién existe... para que todos se dejen corregir aun por los que van
El régimen de autoridad que ha prevalecido en la Iglesia detrás, si alguna vez se desvían del camino recto. Y este
desde mediados del s. XVI ha contribuido, por su parte, ejemplo es aún más raro y más santo que el de Pablo,
a hacer que se percibiera toda crítica como procedente que invitaba a los menores a hacer frente con valentía
de un espíritu de oposición y de una ortodoxia casi du- a los mayores, para defender la verdad evangélica sal-
dosa. Una apologética un poco limitada, todavía en uso vando siempre la caridad fraterna... Pues más admirable
en algunos extensos círculos católicos, pensaba muchas y laudable es el recibir de buen grado la corrección que
veces que era necesario defenderlo todo, y ha extendido el corregir con audacia al que se desvía.»
sobre la santidad y la perfección de la Iglesia ideas que (Epístola 82; Obras, BAC, VIII, 508-510)
no son siempre exactas y que, muchas veces, no se pue-
den sustentar sino cuando en realidad se ven las cosas
como no son.» Por consiguiente, en el campo de la santidad no son
los jerarcas ni las instituciones los representantes ofi-
(Verdaderas y falsas reformas en la Iglesia, Madrid 1953,
ciales de la Iglesia, sino sólo los santos. Santidad y mi-
pp. 122 y 124) nisterio, santidad y estructura, no están unidos por nin-
guna gracia automática, sino por una responsabilidad
Lúcida y repetida lección de la historia, que puede mayor y por una exigencia mayor. Por eso, ante esa po-
ser apostillada con unas viejas palabras de San Colum- sibilidad de los malos pastores o de las estructuras poco
bano, en el texto que hemos citado al comienzo de esta evangélicas, el reconocimiento crítico de estos hechos
segunda parte: en la Iglesia «la seguridad de una pros- se convierte en la manera de perseverar además en la
peridad ciega es causa de todos los males» (omnium ma- unidad: pues lo que también está muy claro en la tra-
lorum causa est caecae prosperitatis securitas). Por todo dición es que el pecado de la Iglesia no legitima nin-
lo expuesto, la crítica evangélica no necesariamente des- gún «cisma» o ruptura con ella.
truye la santidad de la Iglesia: sólo el pecado la destru- En esta línea va este otro testimonio de san Agustín:
ye. Y la crítica, si es evangélica, más bien reconstruye
la santidad de la Iglesia, haciendo ver que esa santidad
no consiste en que la Iglesia no tenga pecado, sino en 52 «Te aviso para que no te asusten esos escándalos, que
que está obligada a aceptar todas las críticas que broten precisamente para eso están anunciados: para que, cuan-
del evangelio. Así lo entendía San Agustín, en una carta do vengan, no nos asombremos demasiado. Por eso anun-
a Jerónimo que comienza rechazando la postura de al- ció el Señor en el evangelio que 'es necesario que ven-
gunos, para quienes «sería mejor decir que el Evange-
lio miente antes que decir que Pedro negó a Cristo, o
gan escándalos, pero ¡ay de los hombres por quienes
decir que la biblia miente antes que reconocer que David vienen los escándalos! ¿Quién te piensas que son esos
adulteró con Betsabé». ¡Dios nos libre!, comenta S. Agus- hombres, sino aquellos mismos de los que dice el apóstol
tín. Y al final de la carta da la mejor razón de su pos- que buscan sus intereses y no los de Jesucristo? Pues hay
tura: unos que ocupan las sedes pastorales para preocuparse
por las comunidades de Cristo. Pero hay otros que las
51 «Pedro recibió, con la piedad de una humildad benig- ocupan para preocuparse de sus honores temporales y
na, lo que Pablo hacía con la libertad provechosa del de sus comodidades mundanas. Y estas dos clases de
100 LAS RAZONES ASPECTOS ECLESIALES 101

pastores existirán en la Iglesia h a s t a el fin de los tiem- siempre m á s poderosas que t o d a la mediocridad y t o d o
pos. Y unos m o r i r á n , p e r o n a c e r á n otros...» el tradicionalismo pasmado.»
«Pero el Señor a nosotros nos m a n d ó seguir unidos (K. RAHNER, Escritos de Teología, V, 27)
y se reservó p a r a sí el separarnos El. Porque sólo el que
n o puede e r r a r es capaz de separar (lo m a l o de lo bueno). «El que la conciencia cristiana se escandalizase por n o
Y los que h a n querido s e p a r a r antes de ahora lo q u e el hallar ya en la sede de P e d r o los altos ejemplos q u e de
Señor se había reservado, h a n acabado p o r convertirse ella había recibido tan a m e n u d o , p r u e b a a la vez que la
en siervos soberbios, y lo que h a n hecho es m á s bien veneración hacia esa sede seguía intacta, y que subsistía
separarse a sí mismos de la u n i d a d católica. Pues ¿cómo exigente u n ideal moral.»
querían fundar u n a comunidad limpia si ellos m i s m o s es- (D. ROPS, La Iglesia de los tiempos bárbaros, p . 577)
t a b a n m a n c h a d o s p o r su cisma?»
«Por t a n t o , y p a r a que sepamos conservar la unidad,
el mismo Señor nos avisa tanto sobre los buenos pasto- Esta crítica es.la que permite distinguir entre «la» Igle-
res como sobre los malos. Sobre los primeros, p a r a que sia y tales o cuales representantes y cargos (aun los
intentemos imitar sus obras, pero sin p o n e r n u e s t r a es- más altos de ellos). Una distinción que absurdamente ha
perdido nuestro lenguaje, lo cual es síntoma de una
peranza en ellos, sino en Aquel que los hizo tales: el
eclesiología no demasiado ortodoxa. Pero una distin-
Padre que está en los cielos. Y sobre los otros, aplicán- ción que ya recomendaba hace tiempo san Juan Crisós-
doles el n o m b r e de escribas y fariseos, q u e dicen u n a tomo, con argumentos bien domésticos y del más ele-
cosa y hacen otra.» mental sentido común:
(S. AGUSTÍN, Carta 208; PL 33, 950-51)
«Cuando veas u n sacerdote indigno, n o interpretes que
eso es el sacerdocio, pues no hay que c o n d e n a r el minis-
Así, la crítica bien hecha afirma la unidad de la Igle- terio, sino al que lo realiza mal. Pues también J u d a s fue
sia, aunque la afirme de una manera dialéctica, es de-
cir: al hacerse desde dentro, al aceptar los sinsabores t r a i d o r y no p o r eso acusamos al orden apostólico, sino
que le acarrea al crítico y al ser así expresión de un afán a su m a l a conciencia personal. El m a l n o está, pues, en el
de no ruptura. Esta crítica difiere mucho de las críticas sacerdocio, sino en la poca conciencia... Y si alguien vie-
hechas desde el exterminio, y que siempre pueden con- ne y te dice: '¿has visto tal cristiano?', contéstale q u e
vertirse en argumento para la autodefensa. Y una crítica
t ú no estás h a b l a n d o de personas, sino de realidades. Pues
que fuera así, lejos de atentar contra la santidad de la
Iglesia, la pondría en ejercicio, como viene a decir el si- si no, fíjate: ¿cuántos médicos se h a n convertido en ver-
guiente par de textos: dugos y h a n dado venenos en vez de medicinas? Pero n o
p o r eso se ataca la medicina, sino al que no la usa bien.
53 «Nuestro amor, n u e s t r a obediencia, n u e s t r o silencio y ¿Y cuántos m a r i n o s hicieron naufragar la nave? Pero lo
el coraje de Pablo ante Pedro, p a r a confesar donde haga m a l o n o es la navegación en sí, sino la impericia de
falta, ante los representantes de la Iglesia oficial, la ver- ellos...»
dadera Iglesia y su Espíritu de a m o r y libertad, éstas son (S. JUAN CRISOSTOMO, Homilía IV sobre Isaías 6, I;
las realidades m á s santas en la Iglesia, y p o r eso serán PG 56, 126)
102 LAS RAZONES

Y una distinción que viene confirmada por estas otras


palabras de un cardenal moderno:

56 «La historia lo demuestra hasta la evidencia: hay pas-


tores hábiles y los hay incapaces; hay pastores buenos
y los hay también malos. Pertenezca o no a la jerarquía,
un católico acérrimo puede ser un cristiano mediano;
y aunque pueda discutirse la terminología, el hecho es
que viene impuesta por una experiencia demasiado fre-
cuente. Lo mismo que facilita la santidad es lo que da Sección segunda:
acceso a la más espantosa impostura... Todas las for-
mas de la malicia humana, las que se conocen y las que ASPECTOS PERSONALES
se desconocen, toman en este caso un carácter mucho
más odioso...»
(H. DE LUBAC, Meditación sobre la Iglesia, p. 86)

UNA SOCIEDAD QUE DOMESTICA A SUS REBELDES HA


CONQUISTADO SU PAZ, PERO HA PERDIDO SU FUTURO.

A. DE MELLO, El Canto del Pájaro, p. 197


104 LAS RAZONES ASPECTOS PERSONALES 105

En nuestra primera parte buscábamos preferentemen- unos pocos, ya que no poseen la resonancia de la opinión
te conductas —o testimonios críticos— de santos o de pública...»
gentes de vida cristiana y eclesial indiscutible. Hemos «Claro está que los criterios respecto a los límites y
prescindido de todas las críticas que han brotado de
otros ambientes, no por una negativa apriorística a es- las formas de la opinión pública discreparán notablemen-
cuchar sus razones, sino porque nos interesaba más el te en cuanto a la práctica se refiere. En primer lugar, por-
hecho mismo de la crítica como fenómeno cristiano: que se diferencian también las mentalidades de los dis-
acertados o no, los autores de las críticas presentadas tintos pueblos y de los diferentes sectores dentro de la
no eran precisamente una especie de «progresistas fáci- Iglesia. Los unos considerarán como una expresión na-
les» o de enemigos sin amor a la Iglesia. Muchos de
ellos tuvieron más bien fama de lo contrario. tural de la libre opinión lo que los otros estimarán una
crítica irrespetuosa e indiscreta de las disposiciones y
La primera sección de esta segunda parte ha ampliado prácticas eclesiásticas. Los unos se sentirán angustiados
su foro con elementos de las diversas reflexiones teoló-
gicas tanto sobre la Iglesia (su santidad, su mayor res- por el temor de que se dé largas a las discusiones y acla-
ponsabilidad, su necesidad de ser edificada y sus condi- raciones necesarias, postergándolas hasta que sea dema-
ciones sociohumanas inherentes a toda gran comunidad, siado tarde; de que no se permitan las cosas sino cuando
donde lo que se dice en los oídos es muchas veces mejor ya no se pueda impedirlas, cuando también las esferas
que se diga desde los tejados...) como sobre la condición oficiales de la Iglesia hayan llegado a ser hijas de la nue-
de la verdad evangélica, que no puede ser definitivamen-
te acallada, aunque pueda tener sus momentos opor- va época (que, entre tanto, habrá vuelto a ser antigua),
tunos. de modo que las cosas que se permitirán y aprobarán
serán concesiones inevitables, mientras que hoy signifi-
Ahora bien, sobre esta problemática incide todavía
en el mundo de hoy un nuevo factor que la agudiza: la carían una obra liberadora. Los otros, en cambio, juzga-
aparición de la modernidad, de la razón crítica y de los ría de la Iglesia y que, a través de una larga práctica, han
llamados «derechos humanos». Por eso, uno de los ma- gradas tradiciones que han sido ratificadas por la sabidu-
yores teólogos de nuestro tiempo, como es K. Rahner, ría de la Iglesia y que, a través de una larga práctica, han
busca dar una nueva fundamentación teológica a partir
resultado buenas y beneficiosas. Más aún: en la práctica,
de este nuevo contexto y desde una reflexión sobre el
individuo (y, eventualmente, el carisma) en la Iglesia. ocurrirá también que una misma crítica para uno sea útil,
o por lo menos inofensiva, mientras que en otro tenga las
57 «La libertad del individuo no debe, de ningún modo, temidas consecuencias desfavorables de alentar a la falta
considerarse limitada a la esfera privada e intrascenden- de respeto y a la rebelión interior...»
te, sino que le corresponde un lugar esencial en la vida «Los miembros de la Iglesia (los clérigos jóvenes, lai-
pública de la Iglesia... Es muy humano que reformas ine- cos, etc.) deben ser formados en una obediencia como 'de
ludibles necesiten a menudo de la presión de la opinión mayoría de edad' y en el uso auténtico de la opinión pú-
pública para que la fuerza de gravitación de 'lo tradi- blica. Deben aprender que una crítica y expresión de
cional' deje de ser un impedimento invencible. Y es hu- opinión legítimas no constituyen franquicia alguna para
mano también que las altas esferas de la Iglesia crean una manía furiosa de criticarlo todo y de saberlo todo
que todo va bien si no se manifiestan quejas ni deseos, mejor. Por otra parte, frente a las instituciones eclesiás-
o bien si se considera a éstos sólo como opiniones de ticas, ellos deben ser acostumbrados a una actitud críti-
106 LAS RAZONES ASPECTOS PERSONALES 107

ca en el buen sentido, que no necesita poner por las nu- ridad como los subditos, a ciertas formas patriarcales de
bes y considerar como el sumo grado de toda sabiduría dirección y de obediencia (que no guardan una relación
a todas y cada una de las cosas que están vigentes actual- válida e inmutable con la verdadera esencia de la auto-
mente en la Iglesia. Esta actitud ha de ir unida a una ridad eclesiástica y de la obediencia), podrá ocurrir que
obediencia humilde y sincera. Los miembros de la Igle- una legítima y sincera expresión de opinión sobre asun-
sia deben aprender a asociar la atmósfera inevitablemente tos de la Iglesia cause a los representantes de la autoridad
fría de una crítica opinión pública, con un amor verdade- eclesiástica la impresión de una rebeldía oculta o de un
ro y lleno de entusiasmo hacia la Iglesia, y con una autén- resentimiento contra ella, y dejen en otros miembros de
tica devoción y sumisión a los representantes oficiales la Iglesia —acostumbrados a las viejas formas— una
concretos de la misma. Deben llegar a ver que también sensación realmente desagradable...»
en la Iglesia podrá existir una como 'muy fiel oposición «Nadie pretenderá hoy restablecer en su forma ori-
a su Majestad', la cual, en el transcurso de la historia de ginal las prácticas antiguas de opinión pública. Pero
la Iglesia, ha producido a menudo santos, también en las comparadas con aquellas prácticas, las formas de inter-
filas de esa oposición frente a lo humano de la Iglesia vención de la opinión pública que están jurídicamente
y de sus jerarcas: porque esa oposición es legítima y fijadas en el Derecho Canónico actual son muy escasas,
querida por Dios. Deben llegar a comprender (cosa que si es que no faltan totalmente...»
no es tan sencilla, sino que exige un trabajo de educa- (La libertad de palabra en la Iglesia, Buenos Aires 1956,
ción serio y cuidadoso) que en ciertas circunstancias uno pp. 26-50)
puede tener hasta la obligación de pronunciar —dentro
de los límites de lo permitido— una palabra de crítica,
aunque en la 'esfera superior' no se granjee siempre en Como antes insinuábamos, esta página, de corte más
bien profético, tiene su fundamento teológico en una
seguida elogio y reconocimiento (¡cuántos ejemplos hay reflexión sobre la misión del individuo (quizá también
de ello en la historia de los santos!). Que puede ser la vo- del carisma) en el seno de la Iglesia:
luntad de Dios que uno (usando un término de Newman)
'viva debajo de la nube', porque le mueve un espíritu 58 «Dios no ha abdicado en la Iglesia y a favor de ella o
distinto del habitual, pero que igualmente proviene del de su administración... El día en que se nos pregunte
Espíritu Santo...» si nosotros cristianos, si la Iglesia concreta de este tiem-
«Hoy menos que nunca, ni hacia dentro ni hacia fuera, po ha hecho lo que debía hacer, quizá no se nos podrá
puede dar la Iglesia la impresión de que es uno de esos demostrar que, en conjunto, hayamos obrado contra la
estados totalitarios en los que la fuerza externa y la obe- moral; pero acaso no nos resulte tan sencillo aportar el
diencia de un silencio mortal lo son todo, y en los que testimonio de que hemos cumplido la voluntad de Dios...
nada valen la libertad y el amor. La impresión de que La dificultad principal en el proceso de canonización de
los métodos de gobierno eclesiástico son idénticos a los Juana de Arco no fue si prestó siempre obediencia a las
sistemas totalitarios, donde la opinión pública se elabora indicaciones teóricas o prácticas de la Iglesia, sino más
en un 'ministerio de propaganda'. Pero dado que quizá, bien si se apartó o no alguna vez de ese su deber indivi-
aquí y allá, todavía estamos acostumbrados, tanto la auto- dual, incluso durante su proceso.»
ASPECTOS PERSONALES 109
108 LAS RAZONES

«Pues la conciencia tiene dos funciones: una que más cerca. Sólo los corazones valientes pueden ser con-
transmite al saber subjetivo del hombre las normas uni- quistados realmente por Dios...»
versales de la ética y de la teología moral, aplicándolas {Peligros en el Catolicismo actual; Madrid 1964; pp. 53.
a su 'caso'. Pero otra por medio de la cual el individuo 52.35.34.40)
escucha la llamada siempre única de Dios; llamada que
se dirige sólo a él y que no puede deducirse jamás com- «No faltan, y precisamente entre los católicos piadosos,
que quieren profesar sentimientos eclesiásticos, quienes
pletamente de normas generales... Hay una voluntad obli-
opinan bajo cuerda y sin decirlo expresamente (pero por
gatoria de Dios que proviene directamente del 'yo' de Dios
eso mismo con más eficacia y mayor peligro) que la Je-
y se dirige al 'tú' irrepetible y concreto del hombre. (Y
rarquía es el único portador del Espíritu o la única puer-
por eso) junto al ámbito de las leyes universales de lo
ta por la que el Espíritu entra en la Iglesia. Tienen los
moral, existe otro ámbito de lo 'individual-moral' y reli-
tales una imagen estatal y totalitaria de la Iglesia. Es
gioso: un ámbito de obligaciones y deberes morales y re-
necesario distinguir —-si se nos permite usar estos tér-
ligiosos que no puede contradecir al anterior, pero que le
minos— entre una concepción absoluta de la Iglesia (jus-
sobrepasa decisivamente y no puede ser afectado por nor-
tificada con ciertas restricciones y dentro de sus límites
mas formulables de manera universal... Existe en cada precisos) y una concepción totalitaria de la Iglesia.»
hombre una zona de unicidad personal, sobrenaturalmen-
«El católico tiene a la Iglesia por algo absoluto, en
te elevada; por consiguiente, existe también una esfera
cuanto sabe que es la sede permanente e imperecedera
que podríamos llamar 'de lo privado', que no es tocada
de su salvación... Pero este modo de considerar a la Igle-
directamente en cuanto tal por la Iglesia —que no puede
sia como algo absoluto no significa, sin embargo, una
ni debe ser tocada por ella—...» concepción totalitaria de la Iglesia. Tal concepción sería
«Y cuando comprobamos —a veces con asombro— totalitaria si —expresa o tácitamente— creyese que la
una gran docilidad de algunos hombres para con la Igle- Iglesia no es falible en ninguna de sus actuaciones, si su-
sia, para con sus órdenes, para con la dirección del sacer- pusiera que todas las nociones vitales en la Iglesia sólo
dote, el consejero juvenil, etc., al menos entre personas pueden y deben provenir de los puestos jerárquicos, o
que todavía viven sociológicamente dentro del marco de que toda iniciativa en la Iglesia sólo es justificada cuan-
la Iglesia, no deberíamos sólo alegrarnos de ello. Pues do ha sido promovida de arriba y después de haber sido
es posible que tal docilidad represente también un colec- autorizada; que toda dirección del Espíritu Santo radica
tivismo de los corazones, que no es energía creyente ni —en todos y cada uno de los casos— en los cargos jerár-
convicción viva adquirida por una decisión personal, sino quicos de la Iglesia; que Dios dirige a su Iglesia sólo
más bien debilidad de corazón que se deja arrastrar por por medio de sus cargos oficiales, y que toda manifesta-
cualquiera, acobardado y desesperado. Y no importa que ción de vida en la Iglesia es sólo ejecución de una orden
ese cualquiera sea en este caso un sacerdote: esa es una o de un deseo de arriba. En semejante concepción totali-
casualidad debida al hecho de que, por razones socioló- taria de la Iglesia —que es falsa— no pueden menos de
gicas (tradición familiar, resentimiento político, etc.), el equipararse el ministerio jerárquico y el carisma, en
sacerdote es la persona que casualmente se encuentra cuanto éste tiene importancia para la Iglesia. Pero inclu-
110 LAS RAZONES ASPECTOS PERSONALES 111

so esto es falso. En realidad, el carisma —o sea: el im- desde un principio tenga 'todos los resortes en la mano';
pulso y la dirección del Espíritu de Dios para la Iglesia— que la sabiduría más alta, precisamente la sabiduría ca-
existe también junto al ministerio jerárquico y fuera rismática, puede también hallarse en los subditos, y que
de él...» la sabiduría carismática de la jerarquía puede consistir
«Si existe tal estructura doble de la Iglesia, cuya ga- en no hacerse refractario a tal sabiduría.»
rantía y armonía depende en último término sólo de su «...Y si por su misma naturaleza existe —y debe exis-
Señor, entonces la jerarquía y las instituciones de la tir— en la Iglesia tal pluralidad de estímulos, entonces
Iglesia deben recordar constantemente que no les es lí- no sólo no se puede evitar de hecho una justificada ten-
cito dominar exclusivamente en la Iglesia... Tanto los sión de fuerzas, sino que se debe contar con ella, y han
representantes de la jerarquía como los subditos deben de aceptarla todos como algo que pertenece necesaria-
saber que en la Iglesia —a la cual pertenece lo carismá- mente a la naturaleza misma de las cosas... En defini-
tico— el papel de los subditos no se limita a ejecutar tiva, sólo hay en el plano humano una cosa que puede
las órdenes recibidas de arriba. Otras órdenes les com- establecer la unidad en la Iglesia: el amor que permite
pete ejecutar también: las del Señor mismo, que dirige al otro ser de otra manera, aunque no logre 'comprender-
también inmediatamente su Iglesia, y no siempre ni en lo'... El principio que se nos da en el amor afirma que
primer lugar comunica sus órdenes y sus impulsos a los cada cual puede en la Iglesia seguir su propio espíritu,
cristianos corrientes por medio de los superiores ecle- en tanto no conste que va tras un espíritu falso; y que,
siásticos, sino que se ha reservado plenamente el dere- por tanto, se deben presuponer la ortodoxia, la libertad,
cho de hacerlo también inmediatamente de las maneras la buena voluntad, y no precisamente lo contrario. Estas
más diversas, que no tienen mucho que ver con una 'ob- no son sólo normas humanas naturales y obvias de toda
servancia de los trámites'... Hay acciones queridas por convivencia razonable, que está basada en el respeto y
Dios aun antes de que la jerarquía haya dado la señal tolerancia de los demás, sino que son también principios
de partida, y en direcciones que no han sido previamente que están y deben estar enraizados profundamente en la
aprobadas o marcadas positivamente por la autoridad. esencia misma de la Iglesia, pues proceden del hecho de
Sería muy indicado formarse —en función de lo caris- que la Iglesia no es un sistema totalitario. Paciencia, to-
mático en la Iglesia— una idea exacta del derecho de las lerancia, dejar hacer a los demás mientras no pueda mos-
llamadas 'equidad canónica' y 'costumbre legítima' con- trarse con certeza lo errado de su proceder, todas éstas
tra o praeter legem. Con estos conceptos no sólo deja li- son, por la naturaleza misma de la Iglesia, virtudes ecle-
bre la ciencia canónica un espacio legítimo para una evo- siásticas específicas, en lugar de serlo sus contrarias,
lución razonable del derecho, sino también para los im- como vg. la prohibición de toda iniciativa personal hasta
pulsos del Espíritu, a pesar de que todos estos puntos que no se haya demostrado su legitimidad, imponiendo
en el cuerpo de la Iglesia pueden convertirse en focos de al subdito la obligación de aportar las pruebas...»
infección de lo demasiadamente humano... Pero la jerar- «Así pues, incluso el hombre de Iglesia debe aprender
quía debe mantener la convicción de que el acoger las a tolerar las actitudes distintas de la suya, aunque no las
iniciativas de 'abajo' es sencillamente su deber y no ya llegue a 'comprender', aunque tenga la sensación de que
una graciosa condescendencia; que no es necesario que así no se piensa como habría que pensar 'propiamente'
ASPECTOS PERSONALES 113
112 LAS RAZONES

la reacción —en determinadas circunstancias no menos


(es decir: de acuerdo con su subjetividad personal)... justificadas— de la actividad del otro. Constantemente
Valdría la pena preguntarse por qué el papa infalible, se ve limitado y humillado el propio don por el don del
aunque goza de plenos poderes para ello, no puede ni otro. En determinados casos debe incluso esperar a que
podrá acabar de un plumazo, mediante una definición logre su propio desarrollo, a que llegue su 'hora', su mo-
infalible, con todas las cuestiones de la teología. Esta mento oportuno, cuando haya pasado o comenzado a
cuestión, aparentemente estúpida, dice en el fondo lo declinar el del otro... En general, el hombre de Iglesia
que ya dijimos antes: que los plenos poderes de la instan-
que lleva el peso de un carisma ordenado y destinado a
cia suprema de la Iglesia —no sujetos jurídicamente al
la Iglesia, debe permanecer dentro del círculo de los her-
control ulterior de otra instancia humana— no son la
manos, que le soportarán si todo va bien, o quizá le re-
única fuente y la única norma del proceder de esta instan-
chazarán, pero en todo caso le mostrarán poca compren-
cia. Al contrario: también forman parte de ella la asis-
sión. La genuinidad de un carisma, que, por cierto, es
tencia del Espíritu Santo —no reducible adecuadamente
una misión ordenada a la Iglesia y que tiende a penetrar
a términos jurídicos— y la orientación del ejercicio efec-
en ella en lugar de proceder de la misma, se manifiesta
tivo de estos poderes por el mismo Espíritu... Afirmar
en el hecho de que el que está investido de tal misión
que no puede aparecer en la Iglesia tendencia alguna que
no proceda de arriba, como don del Espíritu Santo, es soporta paciente y humildemente el inevitable sufrimien-
completamente falso. Así pues, es necesario (puesto que to que lleva consigo tal investidura carismática y no tra-
ésa puede ser precisamente la función asignada por el ta, para soslayar las dificultades, de edificar una iglesia
Espíritu a un miembro determinado de la Iglesia) tener clandestina dentro de la Iglesia; no se deja amargar,
el valor de decir un no en la Iglesia, levantarse contra sino que sabe muy bien que es el mismo Señor el que
determinadas corrientes y espíritus, y ello aun antes de infunde la fuerza y suscita la resistencia que proporcio-
que se haya dado la alarma en el ministerio eclesiástico, nan el vino del entusiasmo y el agua de la sobriedad en
puesto que ese no puede ser el medio empleado por Dios su Iglesia, y que a ninguno de sus siervos da el encargo
para estimular la actividad del ministerio jerárquico. Y de constituirse en su único representante... ¿Por qué
es necesario tener este valor aun cuando uno —conscien- —por ejemplo— procedieron bien los jesuítas al oponer-
te de su propia limitación— deba decirse que probable- se a Pío V, que trataba de imponerles el rezo solemne
mente la historia futura no le dará plenamente la razón, de las horas canónicas? ¿Por qué no faltaron contra sus
y que él habrá sido sólo uno de los muchos siervos del propias reglas de sentir con la Iglesia?... Tales cuestiones
único Señor de la Iglesia que defendieron conjuntamen- muestran que también es un carisma el distinguir cuándo
te su causa. Tanto más cuanto que este mismo Señor el sufrimiento de la contradicción contra la propia mi-
obraba también en el otro, al que aquel creía tener el sión es sencillamente esa cruz con que va marcada toda
encargo de mantener dentro de sus debidos límites...» misión, y cuándo —por el contrario— es una prueba de
«Por todo esto, el carisma va siempre ligado a cierto que esa aspiración no procede de Dios...»
sufrimiento. En efecto, es un sufrimiento el que, perma-
«Y aún queríamos decir una segunda cosa sobre el
neciendo dentro del mismo cuerpo, haya que cumplir el
sufrimiento de todo carisma... A veces hay gentes en la
encargo del propio carisma y del propio don de soportar
Iglesia que leen las palabras de Gamaliel en el libro de
114 LAS RAZONES

los Hechos (5, 38: 'si este designio es obra de los hom-
bres, él mismo se desvanecerá; pero si es de Dios, no
podréis destruirlo') y sacan de ahí una conclusión contra-
ria a la que sacó Gamaliel. Deducen de ahí que lo genuino
del Espíritu se manifiesta en que no logra extinguirlo
ni siquiera la oposición más infundada y maligna y que,
por consiguiente, hay derecho a 'examinar' los espíritus
de la manera más burda y 'carnal'. Es cierto que en la
Iglesia no será posible extinguir el Espíritu y que Dios
responde de ello. Pero es muy posible al hombre, a su 3. a PARTE: LAS NORMAS
inercia, a su indiferencia y a su dureza de corazón, ex-
tinguir en otros un verdadero espíritu. Una gracia no
sólo puede resultar infructuosa en aquel que la ha re- BUSCANDO SIEMPRE NO LOS PROPIOS INTERESES,
cibido para sí, debido a la resistencia que él mismo le SINO LOS DE CRISTO.
opone. También puede suceder que haya sido otorgada a (Flp 2, 21)
uno para otro (entonces se la llama gratia gratis data y
equivale al carisma) y que quede infructuosa por la re-
pulsa de aquel para quien había sido otorgada, aun cuan-
do el 'mediador' la hubiera acogido con fidelidad... Hay,
pues, carismas que, por culpa de los hombres, no resul-
tan eficaces para la Iglesia. Por eso la conclusión que sa-
caba Gamaliel es que se debe observar la máxima toleran-
cia frente a un espíritu cuya procedencia no se puede
todavía descubrir con claridad. Por tanto, las autorida-
des eclesiásticas no tienen derecho a cometer errores con
el pretexto de que el Espíritu —si realmente es de Dios—
ya sabrá abrirse camino a pesar de la resistencia de ellos.
Con esto no hacen más que añadir sufrimientos a los ya
inevitables, cometiendo una injusticia contra Dios, con-
tra los carismáticos y contra la Iglesia...»
(Lo dinámico en la Iglesia, Barcelona 1963, pp. 53-54 y
76-90)
BUSCANDO LOS INTERESES DE CRISTO 117

Una vez establecido el hecho y su justificación teológi-


ca, queda un tercer capítulo por resolver: a pesar de todo
lo dicho, no cualquier crítica a la Iglesia es legítima ni
válida. Para serlo ha de cumplir unas condiciones que
sería muy útil esclarecer, a fin de poder afrontar el
hecho de la crítica no rechazándola por principio, sino
midiéndola por el cumplimiento o incumplimiento de
esas condiciones. Tales requisitos, aunque sólo sean
aproximados, como todas las casuísticas, son absoluta-
mente necesarios, porque no por ser legítima deja la
crítica de ser seriamente peligrosa. Y su mayor peligro
no sería el de intentar manipular a la Iglesia en la pro-
pia dirección, sino el de caer en aquella actitud de su-
perioridad despectiva que formulaba así Saint-Cyran,
padre del jansenismo y hombre, por otro lado, de pro-
funda obsesión religiosa: «Dios me ha dado a conocer
que, desde hace 500 ó 600 años, no hay Iglesia». Por eso,
y en busca de esas condiciones, resumimos a continua-
ción un artículo aparecido hace casi cuarenta años en
una revista alemana. Su autor es un jesuíta, y constitu-
ye un pequeño tratado sobre las condiciones para una
crítica válida en la Iglesia.

60 I. CONDICIONES PARA HACER LA CRITICA

«La justificación de una crítica a lo humano de la


Iglesia en sus representantes e instituciones reside en su
misma esencia, en la que se entrecruzan del modo más
íntimo lo divino y lo humano. La pregunta es únicamen-
te: ¿qué rasgos debe tener la crítica para que sea real-
mente constructiva de la Iglesia; ...qué presupuestos son
necesarios para que una crítica a la Iglesia sea verdade-
ramente fructuosa y edificante para su vida? La respues-
ta a esta pregunta es lo que va a ocuparnos.»

«1) La primera e imprescindible condición es un


amor auténtico a la Iglesia... ¿Es acaso una contradic-
ción pedir el amor para criticar? ¿Cómo se puede amar
lo que se impugna y se combate? La respuesta es bien
sencilla: cualquier madre que se encara con su hijo, sabe
118 LAS NORMAS
BUSCANDO LOS INTERESES DE CRISTO 119

muy bien cómo ambos —amor y censura— se sostienen crítica en la Iglesia de Dios, si se cumplen en él estas
mutuamente y brotan el uno del otro. El amor celoso es condiciones, necesarias aunque no sencillas: mirado des-
el que se manifiesta en la reprensión. La imagen del hijo de el ángulo de las jerarquías, la mayoría de los grandes
que la madre lleva en su corazón —es decir, la imagen reformadores eran realmente elementos 'marginales' que
de cómo debe ser el hijo— se tropieza con la imagen real no actuaron por el peso del ministerio, sino por el poder
que el hijo ofrece... Y de la captación de la distancia en- de la personalidad...»
tre el deber-ser y el ser del niño brota la reprensión, que «Pero todo esto es menos evidente de lo que parece,
no pretende más que equiparar el ser al deber-ser.» como lo muestran algunas formas de crítica que tienen
«Pues algo parecido le ocurre al creyente amante de poco o nada que ver con la libertad de que estamos hablan-
su Iglesia, sólo que ahora —al revés que en el ejemplo— do. Así, en primer lugar, la crítica anónima, que no tiene
se siente como hijo frente a su madre. El sabe por la ánimos para comprometer su propia persona en favor de
fe cómo debe ser la Iglesia, de acuerdo a la intención y la sus reivindicaciones. A pesar de que un tal procedimien-
voluntad de Cristo; y a la vez contempla el fallo de tantos to está condenado al fracaso, sin embargo la experiencia
de sus miembros; la sequedad de tantas fuentes de vida, enseña que tal forma de crítica anónima es en la Iglesia
la devastación y el fracaso en tantos lugares santos •—co- tan inmortal como la actitud espiritual de la que brota.
sas todas que ya se han dado en los dos mil años de his- Y, junto a ella, otra forma que tampoco puede hacer gala
toria de la Iglesia—. Por eso el amor levanta su voz en de mucha audacia de ánimo: el rumor, el susurro. Una
nombre de lo divino de la Iglesia y contra lo 'demasiado crítica que va de boca en boca, pero se guarda mucho de
humano' de ella: para sanar los miembros enfermos, sal- alcanzar los oídos a los que en realidad va dirigida... Se
var las fuentes y detener la corrupción. Un tal amor pue- ganaría muchísimo si cada crítico se juramentase a no
de hablar todas las lenguas del celo: puede encolerizar- decir nunca a espaldas de otro nada que no se atreva a
se, acusar, gritar y castigar, puede asediar e imprecar. decirle en la cara. Al menos se evitaría así ese tipo de
Sólo una cosa no puede hacer: negar a la Iglesia, olvidar crítica odiosa que consiste en censurar en ausencia de la
lo que en ella es divino más allá de su aspecto humano, víctima lo que se alaba en su presencia...»
separarse de ella auto justificándose y con escándalo. En
medio de toda su crítica a la Iglesia, el creyente católi- «3) Aún más importante es el tercer presupuesto:
co se aferra a su actitud de niño ante ella: de respeto y la justicia. ...Con frecuencia, la crítica está expuesta al
agradecimiento, de entrega y obediencia, de fidelidad in- peligro de sustraerse a las exigencias de la justicia, pues
cuestionable, a pesar de todos los pesares. Así se com- brota de un celo por el bien. Y rara vez será ese celo tan
portaron los santos y los verdaderos reformadores; así controlado y tan lúcido que no golpee un poco fuera de
cada quien que se toma en serio su profesión de fe ca- sitio, aun con la mejor intención. Por eso hace falta una
tólica...» buena dosis de autodominio y de sentido de responsabili-
dad si se quieren evitar los daños que pueden ocasionar-
«2) El segundo presupuesto es una libertad viril y le a una crítica intencionalmente constructiva sus tropie-
auténtica. ...[Este presupuesto] no se refiere sólo a la zos contra la justicia... Las faltas más típicas en este cam-
jerarquía eclesiástica. Cualquiera podrá levantar una voz po son la generalización injustificada de observaciones
120 LAS NORMAS BUSCANDO LOS INTERESES DE CRISTO 121

y hechos particulares... Y el sacar conclusiones precipita- «5) Y por eso, toda crítica a la Iglesia que sea autén-
das sobre algún estado de cosas, sin tener suficiente co- ticamente católica comporta un último presupuesto que
nocimiento de todos sus trasfondos y contextos.» no puede faltarle: la humildad...»
«Allí donde se ejerza la crítica, no faltarán ocasiones
«4) Pero, además de la justicia, la crítica necesita para ejercer la humildad. De esto se encarga ya —para
de otra propiedad, si quiere conseguir su objetivo con el empezar— la resistencia que opone la parte afectada por
máximo posible de seguridad: la sensatez...» «En gene- la crítica, ya sea con razón o sin ella, o —como será lo
ral, la tarea del talento es, considerando todas las cir- más frecuente— con una mezcla de razón y sinrazón
cunstancias, saber encontrar los medios que más rápida- ante todos los esfuerzos de renovación (piénsese sólo en
mente conduzcan al fin que se busca: en nuestro caso, la las luchas de los reformadores dentro de las órdenes re-
superación de los defectos existentes. Si sólo se trata de ligiosas, que son conocidas por la historia y que han
sido tan largas y tan llenas de vaivenes). Y como es nor-
manifestar el propio enfado o el propio desencanto sobre
mal que también la crítica cometa sus errores y será raro
tal o cual punto, entonces naturalmente que se puede
que cumpla con todos los presupuestos que aquí hemos
renunciar al talento. Pero aquel que se tome muy en serio
descrito en una pintura ideal, la crítica provocará horas
la santidad de la Iglesia, se hará muchas preguntas a las
de ataque y de opresión interna que sólo podrán supe-
que sólo podrá responderle una sagacidad auténticamen- rarse con una humildad sincera y con sacrificios que
te cristiana.» quizá serán tan útiles para el objeto pretendido como
«No es indiferente para el éxito, sino que a veces es la misma crítica...»
incluso decisivo, el momento que se elige para una crí-
tica, quién la pronuncia y ante quién, a quién se dirige,
en qué forma y en qué medida. En este punto hay deta- 61 II. CONDICIONES PARA RECIBIRLA
lles que, mal manejados, pueden estropear muchas cosas
y que, bien tratados, pueden hacer milagros. El cuidado «Y ahora hemos de preguntar en segundo lugar: ¿qué
y el tacto nunca han hecho daño a nadie, ni aun a críti- presupuestos ha de tener la otra parte para que la pala-
cas que fueran necesarias. Mientras que la falta de tacto, bra crítica no caiga en el vacío, sino que resulte verdade-
la carencia de formas y otras faltas de respeto y de sen- ramente fructuosa para la renovación de la Iglesia?»
tido sí que resultan dañinas...»
«¿Quiere decir esto que la crítica ha de quedar ahoga- «1) En primer lugar debemos hablar de una aper-
da por una sobredosis de prudencias y de precauciones? tura para la crítica, una receptibilidad típica de la misma
Ciertamente no. Pero aquel que en su crítica quiera com- humildad cristiana que reclamábamos como última con-
portarse de acuerdo con el consejo de S. Ambrosio, 'no dición de la crítica... Cuanto más vivo sea en la Iglesia
querer ser vencedor sino médico', ese tal actuará como este espíritu de humildad de su Fundador, mejor le irá.
un buen médico y estudiará si aquí o allá hay que echar Y hace falta mucha más humildad para reconocer honra-
mano del bisturí, o si puede bastar un tratamiento de damente defectos públicos, o descubiertos ante la publi-
otro tipo.» cidad por la crítica, que para confesárselos a sí mismo
122 LAS NORMAS BUSCANDO LOS INTERESES DE CRISTO í 23

en privado. Pero, en cambio, el reconocimento de la ver- en el momento de la Reforma, con una crítica fuera de
dad es la más poderosa respuesta contra las exageracio- toda medida.»
nes de la acusación.» «Más aún: el Tercer Reich nos ha dado un ejemplo
patente de hasta dónde puede llevar la falta de crítica
«2) En segundo lugar, desde el punto de vista cató- —y en concreto de crítica pública— en cualquier entidad
lico, hay que tener una cierta seguridad y tranquilidad comunitaria. Y ojalá que este ejemplo nos baste para
frente al tema de la crítica, tanto en general como en mucho tiempo... Ojalá que nunca se llegue en la Iglesia
casos particulares. Hay no pocos católicos —y a veces católica a una situación en la que nadie que tenga en su
entre los mejores— que reciben con una desconfianza corazón algún afán auténtico, encuentre ni la más mínima
angustiosa toda crítica, sobre todo si es pública, y la apariencia de justificación para recurrir a la crítica anó-
rechazan de antemano y cerradamente, como si fuese nima porque no le ha quedado ningún otro camino para
un ataque a lo más santo de la Iglesia. Y sin duda hay dar cauce a sus inquietudes...»
casos de crítica corrosiva que reclamarán una respuesta «¿Será todo esto un juego peligroso con el que pue-
clara de parte católica, porque invadirán lo más íntimo de dañarse la imagen de la Iglesia ante los que 'están
y santo de la Iglesia; pero incluso en estos casos no tiene fuera'? Aunque este reparo puede estar puesto con ho-
el católico ninguna razón para temblar por su Iglesia. nestidad, no creemos que haya que darle demasiada im-
Debe saber que es indestructible por voluntad de Cristo, portancia. Han pasado ya los tiempos en que podía es-
y tiene una prueba patente de esto en los dos mil años perarse el esconder manchas reales mediante un sistema
que hasta hoy dura su historia... Lo que se apoya en nu- de engaños (y otra vez, la prueba más clásica de ello la
bes, pasa con las nubes; y ninguna nube dura dos mil tenemos en los sucesos y los estados de cosas del Tercer
años... Desde hace ya cuatrocientos años, se ha enuncia- Reich). Al revés: donde haya creyentes que se esfuerzan
do con toda seriedad, y al menos una vez por siglo, la con seriedad y responsabilidad por la pureza y la asimi-
muerte de la Iglesia. Pero sigue viviendo...» lación de su Iglesia a Cristo, una tal conducta será siem-
«Por tanto, no hay que pensar como si la crítica en sí pre tomada en serio por todas las personas serias, como
misma fuera algo inaudito en la Iglesia de Dios o hu- confirma la experiencia. Y por las voces de aquellos que
biese de dañar necesariamente a su sano desarrollo. No lo que buscan es siempre un escándalo a cualquier pre-
fueron los peores tiempos de la Iglesia aquellos en los cio, la Iglesia tampoco necesita preocuparse.»
que hubo en ella un vivo movimiento de espíritus ansio-
sos de su reforma, aun cuando a veces tomaran la forma «3) Y en último lugar, hay que pedir la máxima
de agudas luchas. Sus peores épocas fueron aquellas objetividad posible y una justicia incluso dolorosa fren-
—como hacia el final del medioevo— en las que ya nadie te a toda crítica. Cuanto más se consiga dejar de lado lo
se atrevía a oponer una crítica eficaz a la corrupción personal y atender sólo a la cuestión de que se trate,
creciente (porque se dejaban todos llevar por la sensación cuanto más el tono de la respuesta trasluzca autocontrol
de impotencia ante la realidad) o se intentó ridiculizar y sentido de la justicia, en lugar de excitación y afán de
con ligereza críticas que estaban hechas con seriedad, victoria, mucho más cabrá esperar que se aclaren las
hasta que la insatisfacción largo tiempo incubada estalló cuestiones discutidas y se superen muchos defectos sin
124 LAS NORMAS BUSCANDO LOS INTERESES DE CRISTO 125

que la imagen de la Iglesia sufra ni hacia dentro ni hacia Orígenes aplica a la Iglesia las palabras que Ezequiel
afuera.» dirige a Jerusalén: Jerusalén es salvada en último lugar,
luego de Sodoma y Samaría, que son «los paganos y
«Sinceramente creemos que, si las discusiones sobre heterodoxos», porque «cuanto más próximos estábamos
la vida eclesiástica se llevan a cabo sobre el terreno que a Dios, tanto más nos alejamos de El al pecar». Y Urs
hemos descrito, la Iglesia sólo podrá salir de ahí enrique- von Balthasar comenta así las palabras de Orígenes:
cida y bendecida...»
(A. KOCH, «Kritik an der Kirche», Stimmen der Zeit «Orígenes emplea aquí un lenguaje muy prudente y
141 [1947-48], pp. 169-184) moderado. Habla de los hombres de la Iglesia, no de la
Iglesia en cuanto tal. Pero habla de esos hombres en
* * *
tanto en cuanto forman y representan a la Iglesia, y se
refiere a ellos tanto más cuanto más 'hombres de Iglesia'
Aunque el artículo que acabamos de resumir es sufi-
cientemente completo, vale la pena notar, sin embargo, son. Se refiere casi siempre a aquellos que, por ministe-
que una de las características mencionadas de la crítica rio, son representantes y manifestadores de la Iglesia,
a la Iglesia ha sido muchas veces comentada —y vivida— y no los disculpa, como tampoco el profeta disculpaba
por otras muchas voces. Lo que A. Koch llamaba «hu- a la prostituta Jerusalén.»
mildad», ha de ser ejercitado infinidad de veces en la
aceptación de una radical soledad y de un rechazo al «Pero, a la vez, Orígenes habla de modo existencial:
menos inicial, que son el destino de los profetas y el precisamente en estas homilías tiene que hablar de sí
crisol donde se prueba y se purifica el amor a la Igle- mismo. Pues la Iglesia sería más pura si él no fuese tan
sia. La crítica es, para el crítico mismo, más dura que impuro. Tanto aquí como en otros pasajes, ...Orígenes
para nadie: no sólo porque él se incluye a sí mismo en se coloca a sí mismo en último lugar, como el más in-
ella, sino por la cantidad de complicaciones «innecesa-
rias» que le acarrea. En sus homilías sobre Ezequiel, digno de todos, y carga con toda la culpa. Apoyándose
exclamaba asombrado Orígenes: en la fuerza de este gesto auténtico, puede convencer
a los demás creyentes de que la culpa más grande, la
62 «¿Quieres saber qué es lo que más admiro en Eze- culpa más decisiva, se encuentra en Jerusalén: en los
quiel? Que cuando recibió el encargo de dar testimonio hombres de la Iglesia. Y que éstos son tanto más culpa-
y de revelar las maldades de Jerusalén, no pensó en el bles cuanto más se enorgullecen, como los fariseos, de su
peligro que de esta predicación podría seguirse para él, pureza y de su sabiduría eclesiásticas.»
sino que, pensando únicamente en cumplir los preceptos {Ensayos Teológicos, Madrid 1964, II, pp. 315-316)
de Dios, dijo todo lo que se le había mandado. Cierta-
mente es un misterio, una revelación de visiones sacro- Y esta difícil situación de la voz crítica es la que es
santas sobre Jerusalén y sobre lo que de ella se dice. Y, considerada como campo para un verdadero amor a la
Iglesia en el comentario que hace Ratzinger a un texto
sin embargo, la acusa proféticamente de 'prostitución', de Gerhoh de Reichersberg citado en nuestra primera
de que 'ha abierto sus piernas a todo transeúnte'. Ates- parte (texto 13):
tigua esto con voz condenadora y reprende a la ciudad
por sus crímenes.» «¿Es en absoluto signo de mejores tiempos que los
(PG 13, 356) teólogos de hoy no se atrevan ya a hablar en ese tono?
BUSCANDO LOS INTERESES DE CRISTO 127
126 LAS NORMAS

¿O no es más bien signo de menguado amor, al que no y no al revés, esto significa justamente también sentir
se le quema ya el corazón en santo celo por la causa de con los hombres. Sus problemas le llegaban al corazón,
Dios en este mundo (2 Cor 11, 2), un amor que se ha y sus necesidades las expresó él también, como hombre
hecho romo y no se atreve ya a abrazar el sufrimiento de palabra franca y de gran sensibilidad, en nombre de
por la amada y a causa de la amada? El que no se siente los sufrientes, cuestionadores y desesperados.»
ya movido por la defección del amigo, no sufre por ella «Como Ignacio, Karl Rahner vivía también en aquella
y no lucha por su retorno, ese tal ya no ama. ¿No habrá tensión fundamental:
de aplicarse también esto a nuestra relación con la — por una parte, un sí ilimitado a la Iglesia, tam-
Iglesia?» bién en su forma humana y con todas sus limitaciones:
(El nuevo pueblo de Dios, Barcelona 1972, p. 290) aceptándola tal como Dios nos ha aceptado en la encar-
nación de Jesús, con todos nuestros pecados y debili-
Este puede que sea, efectivamente, el fondo último de dades;
la cuestión: un amor que es de tal calibre que no teme
ni siquiera abrazar el sufrimiento por Aquella a quien — por otra, la Iglesia no era para él Dios mismo,
ama, porque la ama más que a su propia tranquilidad. sino camino hacia Dios, medio, instancia provisional y
El autor de esta antología confiesa que tal amor a la pasajera, cuya tarea y justificación consiste en la finali-
Iglesia no es pura teoría: él cree haberlo visto en K. Rah-
ner, cuyas palabras han ocupado buena parte de nues- dad que Jesús le ha señalado: hacer espacio a Dios y
tra selección. Por eso, y como homenaje al gran maes- actualizar para los hombres su amor y misericordia,
tro, que hace poco nos dejó, quisiera cerrar esta en- servir a los hombres en su camino por esta vida hacia
cuesta con un fragmento de la homilía que, en el fune- Dios.»
ral de K. Rahner, pronunció el provincial de los jesuítas
del sur de Alemania, Alfons Klein. En dicha homilía hay «De aquí que, cuando veía a la Iglesia en peligro de vi-
un largo párrafo sobre Rahner, hombre de Iglesia: vir al margen de su misión, pronunciara animosamente
una palabra franca, y en ocasiones brotó de él también
65 «El hizo teología a partir del centro del ser humano. la cólera del profeta, la cólera del herido en su gran
Esto es lo que confería a su palabra tanta credibilidad. amor a la Iglesia y a los hombres. Por eso fue él también
Pero esto es también lo que en no pocas ocasiones la un aguijón en la carne eclesial. Así se explica igualmente
hacía crítica, amonestadora y colérica, sobre todo cuan- su sufrimiento por causa de la Iglesia.»
do tenía la impresión de que ciertos procesos en la Igle-
«A pesar de ello, nunca revocó su sí a la Iglesia con-
sia, más que permitir la contemplación sin trabas de
creta: permaneció fiel a ella, como cónyuge en un matri-
Dios, de su amor dirigido a los hombres y de su miseri-
monio a ratos difícil, lleno de tensiones. Y cualquier cosa
cordia, la perturbaban. Pues el siguiente concepto clave
que hiciera, la hacía por amor y sentido de responsabi-
para Ignacio y para el padre Rahner (sentiré cum eccle-
lidad respecto de la Iglesia y los hombres, ante quienes
sia) no significa aceptar acríticamente lo que viene de
se sentía obligado como servidor de la buena noticia de
arriba, desplazar la responsabildad hacia arriba, simple-
Jesús.»
mente oír lo que allí se dice, sino sentiré, esto es, sentir
con la Iglesia. Y si la Iglesia existe para los hombres, «Aun teniendo en cuenta la crítica, su interés se dirigía
128 LAS NORMAS BUSCANDO LOS INTERESES DE CRISTO 129

siempre a la Iglesia en su dimensión total. En sus pala- «Con todo, hacia el final de su vida logró también, en
bras nunca resonó la vanidad del sabelotodo. Siempre una mirada retrospectiva, relativizar esa penosa expe-
estuvieron alentadas por el afán de que el mayor número riencia. A veces se le oía decir, dirigiéndose a colegas más
posible de hombres comprendieran la buena nueva de la jóvenes que se excitaban mucho por haber sido atacados
redención de Jesucristo y la experimentaran como sal- y criticados: 'la cosa no es para tanto'.»
vación.» «Otro rasgo suyo era, como en Ignacio, su capacidad
«La crítica contra él, que procedía de la Iglesia misma, para el discernimiento de los espíritus. Estando comple-
le producía dolor. Especialmente en los últimos años, tamente orientado hacia Dios, poseía un fino olfato, un
cuando un ambiente de 'tiro libre' a este hombre caracte- 'husmeo', como lo llamaba su hermano Hugo, para el en-
rizaba cada vez más la situación en determinados círcu- juiciamiento de todo lo demás. Desde esa distancia, des-
los de la Iglesia, fue atacado con frecuencia por personas de esa libertad interior que se origina cuando no se con-
que no lo habían leído en absoluto o que, si lo habían funde a Dios con nada finito y uno se fundamenta sólo
leído, no le habían comprendido en su intención; desde en él, le era posible ser abierto ante todo lo demás, es-
gente de elevada posición hasta los sencillos. Le critica- cuchar, aprender, no enjuiciar con excesivo apresura-
ron, le difamaron e incluso le escribieron cartas inju- miento. Eso le hacía tolerante y sereno. Podía reconocer
riosas. El las leyó. Las guardó. Le afectaban y le pro- el bien y, como su padre Ignacio, lo presuponía en cada
ducían dolor.» hombre incluso cuando tenía que comenzar por sacarlo
«Podía soportar la crítica cuando se trataba de sí mis- a la luz por medio de una paciente escucha (Ejercicios
mo o de un determinado punto de vista que él represen- Espirituales, n. 22). Por otra parte, notaba también, de-
tara. Era suficientemente humilde como para aceptar la bido a esta orientación sólo a Dios, cuándo algo, dentro o
crítica justificada, y suficientemente piadoso como para fuera de la Iglesia, más bien obstaculizaba y falseaba el
soportar también la injustificada, como Jesús y más camino hacia Dios y hacia el hombre, incluso bajo ter-
tarde su padre Ignacio. Pero le hacía sufrir el pensamien- minologías religiosas y, por tanto, resultaba ser peligro-
to de haber fallado quizá en su servicio, pues tenía a este so para el hombre. ¡Entonces sí que hablaba Karl
respecto una conciencia delicada y quería solamente ser-
Rahner! »
vir a los hombres y no inflingirles daño. La crítica le
afectaba duramente, porque tenía la impresión de que
se le reprochaba no amar a la Iglesia cuando se le decía
que la destruía, que era un hereje, que desorientaba a
los fieles. Pues no deseaba nada de eso. Quería servir
a la Iglesia y a los hombres. Pero, por muy absurda que
le pareciera más de una crítica, no estaba tan seguro de
sí mismo ni tan dotado de un sentimiento de superiori-
dad como para excluir que, a pesar de las mejores inten-
ciones, no hubiera incurrido también en equivocaciones
y fallos.»
4.a PARTE: HOY Y AQUÍ
LA ARRUGA DE LA AUTORIDAD Y LA MANCHA DE
LA RIQUEZA

«No debe usted olvidar que si en diversos lugares hablo


yo expresamente contra el actual estado de cosas (en la
Iglesia), no lo hago a la ligera, sino para mostrar que
siento las dificultades que azotan a muchos espíritus.»
(J. NEWMAN, Carta a Keble, del 6.IX.1843)
BALANCE 133

Antes de proponer unas breves reflexiones que cierren


este recorrido por páginas ajenas, puede ser útil buscar
algún balance sintético de lo que dicen los textos que
hemos ido comentando. A lo largo de la síntesis que si-
gue, remitiremos a aquellos textos, valiéndonos de la
numeración que les hemos dado al presentarlos.

1. BALANCE

Y al tratar de hacer esta síntesis de lo que dicen los


textos críticos, su misma naturaleza los agrupa en dos
momentos muy diversos de la historia de la Iglesia. Dos
momentos cronológicos que son: el anterior y el poste-
rior a la Reforma de Trento. De este modo, el balance
que intentamos presentar se articula aproximadamente
en torno a cada una de las dos mitades de este segundo
milenio de la historia cristiana.

1.1. Textos anteriores a Trento

A) Desde dónde se critica

Un primer rasgo que encontramos en los textos más


antiguos se refiere al punto de referencia desde donde
se hace la crítica, y podemos sintetizarlo con una formu-
lación que creo muy provechosa para nosotros hoy: la
crítica a la Iglesia se hace desde el Evangelio, no simple-
mente desde la cultura ambiental (nótese la cantidad de
referencias a la Escritura en los primeros textos). No
hay duda de que esto viene condicionado, al menos en
parte, por la situación de «cristiandad». Pero puede ser
que esta explicación resulte insuficiente, pues también
la «cristiandad» conoce formas establecidas y no evangé-
licas de vida y de conducta, a las cuales se asimila la
Iglesia casi por necesidad; y esto es precisamente lo que
134 HOY Y AQUÍ BALANCE 135

sus profetas critican. Nótese —como único ejemplo— la tico se ven afectados por la crítica (ver texto 10). Y al
teología del ministerio eclesial que late en los primeros brotar de la responsabilidad, la crítica se convierte en
textos citados de San Bernardo, y que podría resumirse una urgencia perenne de que toda responsabilidad no
así: el ser del ministerio eclesial son las ovejas, no el sea nunca vivida en provecho propio (ni siquiera en pro-
ministerio en sí mismo; y menos aún son las ovejas vecho del puesto o de la propia función), sino como «pro-
la ventaja del pastor, aunque la realidad se empeñe en existencia», como servicio a la comunidad y al Evangelio.
decir lo contrario. Este hablar desde el Evangelio con-
4) Y finalmente, también por este punto de referen-
vierte la crítica en una palabra dicha muchas veces «des-
cia es por lo que la crítica tiene sus posibilidades reden-
de la utopía», pero que precisamente por ello queda como
toras. Una crítica hecha de este modo asume y da por
inmunizada ante la respuesta de que «nunca se ha hecho
supuesto que, a pesar del mal estado de lo real, el papa
así» (ver texto 2).
sigue siendo padre y está obligado a no rechazar por so-
Y este hablar desde el Evangelio tiene las siguientes
berbia la crítica (texto 25). Y que el fiel sigue siendo
consecuencias:
Iglesia, es decir, responsable de ella y no observador des-
1) En primer lugar, este punto de referencia hace interesado o manipulador exterior de ella, ni tampoco
incesante la crítica, porque la convierte en obsesión por buscador de grandeza a su costa. Y asume también que
una pureza que es escatológica y, en este sentido, imposi- papa y fiel están más unidos por la exigencia del Evan-
ble. Tal obsesión es desgarradora, pero no por ello cesa gelio que separados por su hipotético enfrentamiento
ni se resigna. Como tantas veces hemos dicho ya, es el (ver texto 25).
Evangelio el que no deja vivir tranquila a la Iglesia. Y junto a esta referencia al Evangelio (o mejor, como
forma de concretarla) ha aparecido en varios de los tex-
2) En segundo lugar, este punto de referencia justi- tos presentados la referencia a la Iglesia primitiva (ver
fica también la crítica, porque el Evangelio es de todos textos 2, 18, 19, 20 y 31 como únicos ejemplos). La Iglesia
los fieles, no sólo de la jerarquía. Cuando Sta. Catalina primitiva es momento privilegiado de la Tradición teoló-
escribe al «cristo de la tierra», se atreve a hacerlo porque gica, que obliga a distinguir seriamente entre lo que es
habla «de parte del Cristo del cielo» (texto 7). Con ello Tradición (teológica) y lo que es tradicionalismo (socio-
reconoce que cada fiel, hasta una pobre monja de veinti- lógico). El tradicionalismo, a pesar de que apela formal-
tantos años, posee algo del Espíritu, algo del «Cristo del mente a «la tradición», está casi siempre refiriéndose ma-
cielo», que ni el papa puede quitarle y que hace posible terialmente no a la Iglesia primitiva, sino a la de los años
el que libertad personal y amor comunitario coincidan en inmediatamente anteriores a cualquier cambio históri-
una crítica, en lugar de contraponerse. co: es un dato muy confirmado por la experiencia en
3) También por ese punto de referencia, la crítica, al nuestros días que la gente que más apela a «la tradición»
convertirse en problema de responsabilidad, no se dirige sólo se refiere en realidad al siglo pasado o, a lo más, a
sólo a los jerarcas, como si brotara de un sentimiento los siglos inmediatamente anteriores al Vaticano II.
freudiano de anti-autoridad. También los fieles, también Esta referencia al Evangelio es una lección a aprender
la casta de los «doctores» (¡los teólogos!) y el propio crí- por los modernos críticos de la Iglesia. No es extraño
136 HOY Y AQU! BALANCE 137

que muchas de las críticas que hoy se dirigen a la Iglesia o de «aristocracia». Pero esto último tampoco es obstácu-
—incluso por cristianos— nazcan de las demandas cul- lo para que la realidad concreta que llamamos «democra-
turales de la modernidad. Esto no es censurable sin más, cia» y las mentalidades que ella genera deban ser criti-
porque el Evangelio siempre es leído desde una cultura, cadas desde el Evangelio (como desde el hombre, sin
y porque el Espíritu de Jesús «trabaja» también (junto más).
con el pecado) la marcha de las culturas en la historia,
llegando muchas veces a convertirlas en el lugar donde B) Temas de la crítica
Dios hace nacer una verdad evangélica cuando el pueblo
de Dios ha olvidado pecaminosamente esa verdad. (Y esto El segundo rasgo que queremos destacar es de carác-
puede explicar por qué, con la aparición de la moderni- ter más temático. Es fácil percibir el lugar decisivo que,
dad y la fractura de la «cristiandad», la referencia al en casi todos los textos citados, ocupan dos temas fun-
Evangelio no está tan intensamente expresada en los damentales. Primero, el de la riqueza, del que en seguida
textos posteriores a Trento que hemos citado). haremos notar cómo aparece vinculado al tema de los po-
bres. Y luego el tema de la autoridad y el poder. No son,
Pero estas razones no significan que los valores cul-
por supuesto, los dos únicos temas de las críticas que
turales de cualquier historia no deban a su vez ser criti-
hemos visto. Pero vamos a fijarnos en ellos porque perdu-
cados desde el Evangelio antes de que un cristiano los
ran a lo largo de toda la cronología de nuestros textos
lance como reivindicación crítica contra la Iglesia. Nos
y porque servirán de base a nuestras reflexiones para
hallamos aquí, otra vez, ante eso que se llama «círculo
hoy.
hermenéutico», y que es peligrosísimo romper para con-
vertirlo en una línea de dirección única. Por el hecho
B.l. POBREZA Y RIQUEZA
de ser sabiduría de Dios para nosotros, el Evangelio no
deja de ser locura y escándalo para todo lo que cada Las críticas en este terreno aparecen ya en los textos
uno de nosotros lleva dentro de «pagano» o de «judío» 1, 2, 3 y 5, de San Bernardo. Como polvo del camino que
(cfr. 1 Cor 1). Así, por ejemplo, es legítimo preguntar se ha pegado al convivir con una cultura para asumirla,
si algunas de las reivindicaciones que hoy se esgrimen la riqueza desfigura el tejido de la Iglesia, pervirtiendo
contra la Iglesia en el terreno de lo sexual brotan de la la relación entre sus miembros: los jerarcas son ahora
libertad evangélica o brotan de un paganismo ambiental «repartidores de favores», en lugar de hermanos, y por
que (como el de Rom 1, 18ss.) es inconsciente de su pro- eso la relación con ellos degenera en relación interesada
pio pecado y ha contaminado además a los cristianos crí- (texto 2). Por lo general, nuestros autores ven aquí algo
ticos. Como también es legítimo pedir que las críticas más que un pecado personal u ocasional. Si no siempre
al ejercicio de la autoridad en la Iglesia no se hagan, sin cabe hablar de pecados «estructurales», sí podemos decir
más, desde la noción moderna de democracia, sino desde que nuestros críticos ven aquí pecados «estructurados»,
la noción neotestamentaria de «comunión» (koinonia). es decir: usos o costumbres ya cuajados que, por eso
Aunque haya que añadir que la noción histórica de mismo, pueden ser descritos con el lujo de detalles con
«democracia» encarna mucho mejor la koinonia evangé- que ellos los describen y pueden ser criticados incluso
lica que las nociones históricas de «monarquía absoluta» dejando intacta la buena voluntad de las personas. Pero
138 HOY Y AQUÍ BALANCE 139

que, por eso mismo, permanecen ambiguos (quizá inclu- ba de que las conductas personales han cambiado) y más
so bendecidos) o, al menos, no suficientemente condena- cercanas a las que estallarán, sobre todo, a raíz del Va-
dos (texto 6). ticano II. Así, se habla de falta de compromiso social
Este tema es, además, uno de los que hacen que más y de justicia (33) o de alianza con los poderosos contra
se endurezca la voz de los críticos (ver textos 1-5, 6, 11, los pobres (41)... Pero el interés teológico es el mismo
22. Y la razón que repiten es bien clara: los pobres son que en los textos más antiguos.
los señores de la Iglesia y su criterio de identidad. Esto
obliga a tener muy en cuenta la sensibilidad del pobre B.2. AUTORIDAD
y la sensibilidad por el pobre (textos 2, 6, 20). De los po-
Por lo que hace al tema de la autoridad, es posible
bres son los bienes de la Iglesia, se nos repite constante-
encontrar en nuestros textos un doble capítulo de críti-
mente (6, 9, 11, 21), y el Evangelio no tolera que esos
cas. El primero se dirige contra una imagen de la auto-
bienes de los pobres los dilapide la Iglesia para intereses
ridad que, a través de la acumulación de riquezas, ha
suyos particulares o ajenos a los pobres, ni que el oro
sido contaminada por la imagen de las autoridades mun-
sea preferido a Cristo (22), o que la acumulación de be-
danas. 1 El segundo se dirige contra un modo absolutista
neficios (20, 21, 23, 26) y la falta de comunidad de bienes
de ejercerla, que probablemente deriva del capítulo an-
en la Iglesia (20) generen un desamparo en los pobres (23)
terior. En cualquier caso, es sorprendente el paralelis-
que provoque el desprecio de la Iglesia por los senci-
mo que puede establecerse entre estos dos capítulos y
llos (20) o degeneren en una especie de «lucha de clases»
el célebre texto evangélico de Lucas (22, 25ss.): los reyes
en la Iglesia (23). El reverso de esta medalla es que la
se hacen llamar bienhechores y, además, oprimen. Por
riqueza conduce al absolutismo, y éste a una corrupción
otra parte, si intentamos formular ambos capítulos en
de los ministerios en forma de «favores», «carrerismo»,
positivo y no en negativo —como meras críticas—, po-
etc. (2, 12, 23, 26...).
demos obtener de ellos un verdadero tratado espiritual
Esta misma realidad viene presentada por Rosmini sobre la práctica de la autoridad en la Iglesia que abar-
no de manera puramente descriptiva o enunciativa, sino caría estos tres puntos:
descubriendo el proceso que lleva a ella, tal como suelen
hacer los maestros de espiritualidad para desenmascarar a) La autoridad no debe asumir la noción mundana
alguna tentación del demonio. El texto de Rosmini (31) de «dignidad» (texto 2), sino la noción de la dignidad
deja traslucir un proceso insensible, cuyos pasos serían de Dios que revela el Evangelio (Jn 1, 14) y que consiste
más o menos éstos: un exceso de medios ambiguos ha en «hacerse carne» para habitar entre los hombres. Por
llevado a prácticas contrarias al Evangelio; y de ahí a eso, para S. Bernardo, el papado en sí y en sus relacio-
una acumulación cada vez mayor de esos medios ambi- nes con las otras iglesias es una visibilización de esa ins-
guos (poder, dinero, etc.), con lo que el proceso reco- 1
mienza. En los párrafos siguientes, la palabra «mundano» es utiliza-
da en su sentido neotestamentario y ascético, que no designa sim-
Finalmente, en textos más recientes (pero anteriores plemente al mundo como creatura de Dios, sino como sede del
todavía al post-Vaticano II) este tema va recibiendo for- pecado.. Véase el texto bíblico citado por Enrique de Langenstein
mulaciones muy alejadas de las de un S. Bernardo (prue- en texto 21.
140 HOY Y AQUÍ BALANCE 141

tancia utópica que marca a la Iglesia, mucho más que — Los abusos en las designaciones (2, 10, 21) efectua-
una pieza polarizadora de su estructura (2). Y, sin embar- das, por ejemplo, por razones de «buena posición social»
go, Gerhoh se atreve a presentar no el papado, pero sí mundana (6) o por alianzas de intereses mundanos y po-
la curia romana de su tiempo, como una concentración lítica eclesiástica (31).
de ese proceso mundanizador de la imagen de la autori- — La utilización abusiva del poder espiritual (21, 23),
dad (13), hasta el punto de que se refiere mordazmente que será empleado muchas veces para acallar las mismas
a ella, llamándola «antes Iglesia, hoy curia». voces proféticas (1, 3, 13), lo cual, además, acabará por
Esa noción evangélica de dignidad obliga a evitar conducirle a su propio descrédito (23).
todo contagio con unas imágenes mundanas de la digni-
— La fijación en muchas cosas que no son norma de
dad, para las que ésta residiría en lo rico de las aparien-
fe, sino simplemente usos establecidos, pero que se de-
cias (1, 5, 6, 12, 21). Si la autoridad de la Iglesia entra
fienden obstinadamente como «de fe» o, al menos, como
por esa imagen falseada, será inevitable su vinculación
si fueran intocables (25). Los Estados Pontificios no son
con los poderes mundanos (13, 15, 19, 23) e incluso con las
el único ejemplo de esto.
formas menos evangélicas de ese poder mundano, como
son los poderes hostiles a los pobres («los conservado- — La utilización de los colaboradores o subordina-
res» [33] y «los poderosos» [41]). Frente a ese autoen- dos, al objeto de hacerles asumir la responsabilidad de
cumbramiento, la autoridad eclesiástica debe esforzarse decisiones que no son suyas, sino de la autoridad supe-
por asumir la imagen de Aquel que se presentó «como rior, la cual busca de este modo dejar a salvo la propia
imagen (39)...
un hombre cualquiera» (Flp 2, 9), sin temer que se note
su condición humana (texto 21). Lo contrario es lo que c) Finalmente, algunos textos señalan la raíz última
S. Bernardo llama secuestrar «la llave de la autori- de todos estos peligros en lo que Dante llamaba «confun-
dad» (4). dir los dos regímenes» (15), y que suele personificarse
aludiendo a Constantino o a Carlomagno, pero que tiene
b) Y de esa asimilación a la imagen mundana de
un alcance mucho más profundo que el mero poder tem-
autoridad se seguirá necesariamente una serie de usos
poral del papa. El peligro más radical parece residir en
concretos que deben ser evitados. Entre otros, encontra-
el uso de medios no evangélicos para servir al Evange-
mos enunciados los siguientes: lio, o lo que S. Hilario llamaba «ayudar a Dios mediante
— La falta de libertad de esa autoridad, que en reali- usos humanos» (19), donde «humanos» no tiene simple-
dad estará secuestrada por aquellos con quienes se com- mente el sentido de «creados», sino el de «sometidos al
parte esa imagen mundana. Ello dará lugar a una falta empecatamiento de la creación» (véase en el texto 19 el
de autoridad real y a un aislamiento estéril en el mo- paralelismo con «ambiciones mundanas» y su posterior
mento en que más se proclama el propio poder (38). ejemplificación en: poder, dignidad palaciega, patrocinio
— El absolutismo, como si un hombre pudiera serlo imperial, etc.).
todo (20), con la consecuencia de la excesiva centraliza- Lo fundamental de este uso es que se ve erigido en
ción, que hace imposible una información suficientemen- principio estructural, teórico, en lugar de brotar de pu-
te válida para actuar (20). ras situaciones ocasionales o situaciones-límite y, por
HOY Y AQUÍ BALANCE 143
142

eso, excepcionales. De esta manera, dichos medios no a la Iglesia a replegarse sobre sí misma, cuando no a
pueden ya ser criticados al ser asumidos (2, 26). Y a par- dormirse. Por eso en el siglo XX comenzó a sentirse
tir de aquí se señalan dos consecuencias muy serias de lo que ya habían pre-sentido algunos profetas del si-
la aceptación teórica de estos medios: glo XIX: la necesidad de una reforma profunda y estruc-
tural de la Iglesia.
— Se falsifica a Dios («idolatría», «comerciar con
Ya hemos podido constatar que en esta crítica mo-
Cristo [15, 16] o «creer impotente el poder de Cristo»
derna resuenan algunos de los temas antiguos (y en con-
[19]). creto, los dos que más han aparecido en nuestro balan-
— Se contamina o se corrompe aquel que los usa (la ce: el de la predilección por los pobres y el del ejercicio
avaricia de Nicolás III, criticada por Dante, o la «ambi- de la autoridad). Con todo, y como no podía ser menos,
ción de poder» censurada por S. Hilario en los mismos la crítica moderna encuentra acentos más propios, dado
textos de antes). que —como también hemos notado varias veces— se
Y esto genera una división inevitable en el pueblo cris- dirige más a fallos estructurales que a conductas perso-
tiano (17) entre los que disfrutan de esos medios (teóri- nales.
camente para servir a Cristo, pero en la práctica como Y tal vez el capítulo más recurrente en esta época es
«adictos» a ellos) y los que no disfrutan de tales medios. lo que, con expresión más tardía, se ha dado en llamar
En el lenguaje literario de Dante, las llaves se convier- «eclesiocentrismo»: la imagen de una Iglesia centrada en
ten entonces en «pendón de guerra», y el poeta llega a sí misma y que parece vivir pensando sólo en sí y obse-
decir —equivocadamente (cfr. Mt 23, 1)— que la sede de sionada por su propia supervivencia; de modo que, in-
Bonifacio VIII está vacante ante Cristo (17). cluso cuando dice anunciar la Palabra, parece más atenta
al brillo y a la autoridad que proporciona el hecho de
1.2. Textos posteriores a Trento anunciar que a la comprensión y aceptación de lo anun-
Nuestra antología ha puesto de relieve cómo, tras ciado. Este eclesiocentrismo es lo que I. F. Górres des-
Lutero y la Revolución Francesa, muchas de las críticas cribía como «prestar mayor atención al poder eclesiás-
anteriores desaparecen. Lo cual no se debe únicamente tico que al Reino de Dios» (33) y que, en definitiva, brota
a la reforma postridentina de costumbres. Se debe tam- de un miedo al futuro y de la tentación de la seguridad
bién al uso que hizo Lutero, en provecho propio, de a toda costa, aunque se pretende que es seguridad para
determinadas críticas sinceras, como la de Adriano VI, la misión. El texto 32 es un ejemplo paradigmático de
cosa que fácilmente genera desconfianza y afán apologé- esa tentación de seguridad, que se vuelve ciega para ver
tico. Y se debe, finalmente, a que, a partir del siglo XVIII, los precios a los que es adquirida («bayonetas», «escán-
la Iglesia se siente más atacada; y aunque tal vez la Igle- dalo que arruina» 2 ...) y olvida que el Evangelio no se
sia nunca se preguntó qué parte tenía ella en esos ataques,
el hecho es que ahora la crítica brota desde el exterior 2
Y otros que el texto no cita, como era el derecho de veto
de ella. de las potencias políticas en el Cónclave; veto que elevó al Pon-
Pero, curiosamente, este supuesto sosiego interior tificado a Pío X (porque Austria excluyó al cardenal Rampolla)
tampoco resultó benéfico, pues poco a poco fue llevando y que el papa Sarto tuvo —¡por fin!— el valor de abolir.
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144

propagó en virtud de la seguridad de las plataformas de 1.3. Elementos teológicos


su anuncio, sino en virtud del contenido del anuncio Estos elementos que vamos a recoger se refieren,
mismo. Una tentación de seguridad que Rahner definía unas veces, a la Iglesia misma, y otras a la voz crítica.
como «miedo al futuro, triunfalismo del pasado y sos- Y aunque sea muy sumariamente, podríamos sintetizar-
pecha del presente cuando no ha sido hecho por ella» (41) los en esta única tesis: la Iglesia no deja de ser santa
y que también está en la base de las cálidas diatribas de por el hecho de ser criticada, sino que su santidad la obli-
un Papini (34-37), las cuales siempre reinciden en la ga a escuchar la crítica. Y el crítico no es santo por el
misma intuición: una Iglesia oficial que ya no es de mi- hecho de hacer la crítica; pero, por ser Iglesia, está obli-
sioneros, sino de funcionarios; funcionarios no corrom- gado a hacerla santamente. Huelga decir que en esta re-
pidos, pero sí instalados y, por ello, mediocres. flexión incorporaremos también los textos de la segunda
Este capítulo resume, en mi opinión, todo lo que dicen y tercera partes de la antología, que son los que mejor
los textos modernos, pues todas las demás acusaciones material suministran para ella.
parecen brotar de él. De esa tentación de seguridad sur-
girán deficiencias en el interior mismo de la Iglesia (des- A. La santidad de la Iglesia
confianza en el laicado o una predicación vacía y que no
es anuncio de Buena Nueva [33], lentitud científica y a) Por lo que toca a la santidad de la Iglesia, son va-
peso de la inercia burocrática [41]...); surgirán deficien- rios los textos que insisten en esa dualidad desgarradora
cias también en las relaciones con las demás iglesias cris- y muchas veces comentada: la Iglesia es «de este mun-
tianas (falta de pasión por los que se han ido, falta de do» y, por tanto, corrompida; pero es Esposa de Cristo,
reconocimiento de la obra del Espíritu en ellos, absolu- y Este no la deja en paz hasta que El vuelva. Ese es el
tización unilateral de la propia verdad [41]); y deficien- misterio del «Espíritu en la carne» que todo hombre
cias, finalmente, en la relación de la Iglesia con el mundo y todo el mundo lleva dentro, pero que la Iglesia encar-
(que estará hecha más de vulgaridad cómoda que de ries- na e intensifica precisamente como «signo de la salva-
go amoroso y no sabrá, por ello, captar sus «horas» y ción». Podríamos reformular nuestro texto 14 diciendo
sus momentos [41]). Pero la impresión que arrojan nues- que lo que en cada hombre es ser simul iustus et peccator,
tros textos es que todos estos otros capítulos son deriva- se agudiza en la Iglesia como casta meretrix. De modo
dos y brotan de esa enfermedad más radical que hemos que la dualidad le viene a la Iglesia del hecho de ser
intitulado como «eclesiocentrismo». «paradigma de la humanidad» y, por ello, paradigma de
gracia y de pecado (48). La crítica legítima es la expre-
Así tenemos muy rápidamente sintetizados los conte-
sión de este hecho, no otra cosa. Mientras que negar la
nidos de las críticas, tanto pretridentinas como postriden-
legitimidad de toda crítica, apoyándose en lo sobrenatu-
tinas. Pero, además de estos contenidos, nuestros textos
ral de la Iglesia, sería una herejía de tipo «doceta» (60):
encierran suficientes elementos para esbozar una refle-
la observación de S. Agustín de que siempre habrá jerar-
xión teológica sobre el hecho mismo de la crítica en la
cas que usarán sus diócesis para honores y comodidades
Iglesia. Y a ella dedicaremos la última parte de nuestro
propias (52), o la de Durando de que al papa no se le ha
rápido balance.
dado licencia para pecar al otorgarle la sede de Pedro (20),
146 HOY Y AQUÍ BALANCE 147

no son una mera constatación psicológica, sino un prin- una gran amplitud del concepto de «vida de la Iglesia»,
cipio teológico; quieren decir que Dios no ha dispensado el cual es algo más que obedecer. Pero supone, sobre
a su Iglesia de ese riesgo, ni es ésa la santidad que le todo, que tal dualidad es estructural en la Iglesia y que-
ha dado. Como tampoco quiere Dios dispensar a la Iglesia rida por Dios; y que la unidad de la Iglesia es una koino-
de las leyes de funcionamiento de todo gran cuerpo so- nía de lo tenso, en lugar de ser una supresión de la ten-
cial. De modo que si, con Pío XII, es la naturaleza misma sión mediante la eliminación de uno de los dos polos (el
de los cuerpos sociales la que hace necesaria una cierta jerárquico o el carismático). Y todo esto lleva a Rahner,
crítica, entonces negar su legitimidad sería, otra vez, una amparándose en la misma definición de la infalibilidad,
concepción doceta o monofisita de la Iglesia (57) que ne- a sostener que los poderes impositivos son en la Iglesia
garía la realidad de la Encarnación: se pretendería que para situaciones de excepción, no para la actuación ordi-
la Iglesia es un espíritu sin cuerpo. Y este tipo de nega- naria. Y lo que es para casos excepcionales no puede ser
ciones, como sabe cualquier psicólogo, constituyen la la única fuente de actuación (59). A lo cual añadiríamos
mejor ocasión para que, luego, ese «cuerpo» negado o nosotros que la situación excepcional no puede darse úni-
tenido por inexistente acabe comiéndose secretamente al camente allí donde se vea amenazada la unidad, sino tam-
Espíritu en la Iglesia. Por eso, en cuanto que es a la vez bién allí donde amenace la uniformidad que destruye toda
principio teológico y observación de experiencia, el hecho pluralidad.
que comentaba Agustín en el texto 52 debe ser simultá- Pero si ésta es la santidad de la Iglesia, entonces es
neamente aceptado y combatido: aceptada la Iglesia así, ella misma la que exige la crítica, en lugar de hacerla
esta Iglesia; pero combatidos los hombres concretos que imposible. La posibilidad de la crítica en la Iglesia brota
sean así. Y por eso la crítica puede convertirse, en cuan- primariamente de esta paradoja que la constituye: es
to que expresa ambas cosas a la vez, en testimonio de santa y está formada por hombres pecadores. Que la Igle-
unidad (52), pero de esa unidad misteriosa que, entre lo sia es santa, significa precisamente que se le debe exigir
santo y lo pecador, se da en la Iglesia. más, aunque esté formada por hombres (49), no que se
la deba alabar más. Y así es como el hecho de la crítica
b) Derivada de esa dualidad entre santidad y peca- debería establecer la distinción más radical entre la Igle-
do, o entre Espíritu y «cuerpo» (aunque no necesaria- sia y otras instituciones: con éstas se puede transigir
mente identificada con ellos), aparece en la Iglesia otra más, porque ya se sabe lo que dan de sí los hombres.
dualidad, que es la dualidad entre el poder y el carisma. Hay, pues, en la crítica a la Iglesia, algo de asombroso,
Si en cualquier sociedad totalitaria puede decirse que el de loco, ante la lógica del mundo. Algo que esta lógica
portador del poder es el portador del espíritu de dicha calificaría como «insolencia» («que el último hable al
sociedad, Rahner insistirá en que, en la Iglesia, poder y primero, o el pobre al poderoso» [42]) o como «intromi-
Espíritu no coinciden necesariamente (59, 60). Esto su- sión» (y que es lo que haría preguntarle a S. Columbano
pone, para Rahner, una serie de cosas: supone la posibi- quién le nombró juez: ver texto 42). Pero esa sabiduría
lidad del error en la Iglesia oficial; supone la posibilidad del mundo se quiebra (según el mismo texto 42) por es-
de verdades o iniciativas válidas que son voluntad de tas razones: por el Evangelio, donde no hay primero
Dios y que no brotan de arriba, sino de abajo; supone ni último, y por la realidad de la Iglesia, que es de todos
BALANCE 149
148 HOY Y AQUÍ

sia, los miembros malos ocultan y hacen invisibles a los


y en la que nadie está excluido de la responsabilidad de demás miembros (10 y 25). Lo cual concede cierta razón
edificarla. Precisamente por ser tan de todos, todos la a quienes atacan y desautorizan a la Iglesia, hace «crecer
aman más que al puesto que ocupan en ella: el papa el anticlericalismo» (25) y va preparando el surgimiento
ama a la Iglesia más que a su papado, y el fiel la ama no sólo de Lutero, sino del posterior anticlericalismo. Y
más que a su propia tranquilidad. Ambas razones son las si el crítico, por el propio hecho de criticar, se distancia
que dan fuerza a S. Columbano, aunque luego no se dis- de estos últimos fenómenos de ruptura, testimonia con
pense de añadir una tercera, de sabiduría humana o de ello que él sabe que la santidad de la Iglesia sigue exis-
sentido común: cuando la crítica está ya fuera (entre tiendo; que otros muchos miembros de ella siguen sien-
los «arríanos» o los enemigos), el que la haga alguien do santos, si bien más ocultos y quizá menos «oficiales»
de dentro puede ser no insolencia ni intromisión, sino (10 y 24) ante los hombres, aunque más «oficiales» ante
amistad (42). Aunque amistad con dolor. Dios, porque, como decía Juan de Santo Tomás, «el cielo
Son varios los textos que insisten en esta misma argu- (o lo santo de la Iglesia) no es el mero actuar del papa,
mentación: que lo que a veces se esgrime como razones sino el actuar santamente de quien sea» (45). Es decir: a
contra la crítica (santidad, dignidad, etc.) son precisamen- la Iglesia la representan (ante Dios) no los jerarcas, sino
te las razones que fundamentan teológicamente la crítica, los santos.
con sólo que se las entienda escatológicamente. Los auto- Y de aquí se deriva una serie de exigencias para la
res de los textos 49 y 50 (fin) no conocían la expresión jerarquía, en cuanto que ésta tiene cierto carácter de
moderna del «reparo escatológico». Pero su forma de ar- «oficialidad» de la Iglesia ante los hombres. Lo que es
gumentar no hace más que aplicar a la Iglesia esa misma obligación moral de toda autoridad se acrecienta y se
«reserva escatológica» que la Iglesia esgrime ante las multiplica en el caso de la autoridad evangélica (61). Ser
realizaciones de esta historia. Si se quita esa nota esca- autoridad en la Iglesia no significa tener más santidad y,
tológica, entonces la santidad, la dignidad, etc., se con- consiguientemente, más amor, sino estar mucho más obli-
vierten en mundanización. La crítica puede impedir esto, gado a amar más; por eso, cuanto más hombre de Igle-
y por ello insisten S. Agustín y Juan de París en que es la sia se es, tanto mayor acogida debe darse a la crítica, en
propia santidad de la Iglesia la que obliga a escuchar lugar de irritarse más por ella o creerla más inicua (63).
la crítica (51, 45). Y es la misma santidad de la Iglesia Frase que, por supuesto, debe ser completada con esta
la que hace que no se la pueda amar sino exigiéndole lo otra: cuanto más eclesial es el crítico, tanto más debe
que, por su santidad, le compete (33). Al hombre parti- dirigir su crítica también a sí mismo. Y ambas cosas por
cular, que no tiene de sí más que el pecado, Dios le ama razones no puramente humanas, sino estrictamente teoló-
perdonándole (Rom 5, 8ss.). Pero no exigir a la Iglesia gicas. La Iglesia es, efectivamente, «el mundo al revés»,
sería tanto como abandonar la fe en su santidad, aun aunque no lo sea por sus hombres.
cuando la exigencia haya de ser una exigencia aman- Y estas exigencias culminan en lo que otros textos
te (43). dicen acerca de la Iglesia de Roma y que parece una
paráfrasis de aquella frase de Ignacio de Antioquía: «la
c) La necesidad de esta exigencia se agudiza porque
que sobresale en el amor». Durando cree que Roma debe,
varios textos reconocen que, en la dualidad de la Igle-
150 HOY Y AQUÍ BALANCE 151

efectivamente, ser «espejo», pero no diciendo que lo es, bre, las primicias de esa novedad humana que en cada
sino actuando como tal (20). Y Adriano VI y los carde- individuo está por alumbrar (58). Y la otra razón es de
nales que prepararon Trento la veían como cabeza de carácter más epocal: dada la experiencia del siglo XX
santidad, pero distinguiendo esa expresión de la mera con los totalitarismos, la represión de la crítica se vuel-
acumulación de poder, pues el poder la corrompe (adula- ve hoy, más que nunca, un grave pecado de escándalo
ción, caballo de Troya...: cfr. textos 27-29), y entonces (57). La Iglesia no puede dar la impresión de que cree
ya no es cabeza de santidad. en una especie de «leninismo eclesiástico» (sit venia ver-
bo), según el cual habría una «iglesia para sí», com-
d) Finalmente, el último capítulo de esta reflexión
puesta por los dirigentes y portadora de la verdadera
eclesiológica ya no arranca de la dualidad entre santidad
eclesialidad y la verdadera conciencia eclesial, y a su lado
y pecado, o entre poder y carisma, o entre oficialidad
una «iglesia en sí», que no podría hacer más que seguir
ante los hombres y oficialidad ante Dios, sino de una a la anterior. A esta concepción se opone no sólo la sen-
dualidad última que la Iglesia conoce mejor que nadie, sibilidad moderna, sino el Evangelio (cfr. 57).
y que es la dualidad entre la Iglesia y Dios. Por más que
sea necesaria la mediación de la Iglesia, ella no absorbe
B. La eclesialidad del crítico
la totalidad de la relación del individuo con Dios. Y la
razón de esa no-absorción la formula Rahner desde algo La segunda parte de esta reflexión eclesiológica mira
muy típico de la espiritualidad ignaciana: Dios tiene una más bien al autor de la crítica. Pero, al igual que la parte
voluntad particular sobre cada hombre y cada situación anterior, es también una reflexión sobre pneumatología,
concreta. A esa voluntad particular le prestan un cierto o sobre el Espíritu en la Iglesia. El Espíritu que constru-
criterio negativo y aproximador las leyes universales, pero ye la comunidad es, a la vez, el inmanipulablemente li-
no la traducen mecánicamente y sin más. A pesar de ello, bre que sopla donde quiere. Por eso, la verdadera crítica
la «abdicación de la conciencia» es tentación grande en en la Iglesia no es privilegio de la dignidad ni de la san-
la Iglesia, tanto por parte de la institución (para un fun- tidad (44) ni del oficio (45), sino simplemente fruto del
cionamiento más mundanamente eficaz) como por parte Evangelio que quema (46). El crítico puede sentirse, ante
del individuo (para comodidad, seguridad, compra del aquellos a quienes critica, como la burra de Balaam ante
cielo»...). En este contexto acuña Rahner la expresión el profeta (20), o como «el último» (42, 25), o como una
«colectivismo de los corazones», que vale la pena subra- voz inútil en el desierto (1)... En situaciones muy deses-
yar: la sensibilidad que la Iglesia esgrime contra otros peradas, tal vez aspire, más que a corregir a los critica-
colectivismos, ha de aplicársela también a sí misma si dos, a evitar que dañen al pueblo (1). En reflexiones más
quiere dar la impresión de que se trata de una sensibi- serenas se podrá decir que su palabra es obra de mise-
lidad legítima (ver texto 58). ricordia (44) o celo de caridad (45). En este caso, Agustín
Dos razones aduce Rahner para que la Iglesia evite opinará que la dialéctica verdad-oportunidad no debe
ese «colectivismo de los corazones». La primera es pro- plantearse como un dilema entre hablar y callar (pues
fundamente teológica: Dios no se contenta con «saldos» siempre habrá alguien para quien la verdad sea oportuna
de lo humano, sino que busca lo más profundo del hom- y el callar, en cambio, inoportuno), sino más bien como
152 HOY Y AQUÍ
PROSPECTIVA 153
una opción entre hablar de un modo o de otro (47). Pero
sentados, surge imparable una pregunta: ¿qué dirían
aun esto último, que impondrá a la crítica ciertas condi-
nuestros autores hoy y aquí? No es una pregunta de pe-
ciones, no le asegura por ello el éxito automático, y no
riodista, hecha por puro afán de comprometer o de arran-
necesariamente por la maldad de los criticados, sino (si-
car algo sensacionalista. Puede ser también una pregunta
guiendo a Rahner, que es aquí de un realismo insupera-
de creyente y de amor a la Iglesia. Y es la gran pregunta
ble) por la pluralidad de las situaciones y de las psico-
de muchos hombres de hoy, que tropiezan con la Iglesia
logías humanas. Esta pluralidad es, de suyo, conflictiva,
o que le dirigen aquella pregunta del Evangelio: ¿eres
si bien todos los cristianos están llamados a tratar de con-
tú la que había de venir, o buscamos a otra?, o que,
vertirla en armónica o, al menos, en respetuosa (57). Y
aún peor, han dejado ya de dirigirle esa pregunta porque
es bueno recoger también la observación con que prosi-
se la han respondido negativamente.
gue Rahner de que la formación que en este punto se
recibe en la Iglesia (por laicos y por clero) es deficiente: Los responsables de la Iglesia tienden muy fácilmen-
falta saber captar los diferentes soplos del Espíritu; fal- te a desautorizar esta pregunta, considerando que sólo
ta connaturalidad con el hecho de la crítica, así como puede nacer de utopismos inmaduros y adolescentes, o
sentido de las medidas de este hecho para no tomar la de afanes de protagonismo personal, o simplemente de
crítica como una patente de corso que todo lo autoriza; mala voluntad. 3 Su postura contiene la razón de que
y falta saber conjugarla con el amor y la fidelidad (57). 3
No todos. Un texto «oficial» que parece tomar muy en serio
Y si falta todo esto, es porque nos cuesta aceptar que el esa pregunta es la carta pastoral de los obispos vascos en la
sufrimiento pertenece al carisma (59), lo cual supone Cuaresma de 1983. Allí leemos los párrafos siguientes:
aceptar la pluralidad de dones como forma de no apro- «El mundo del trabajo, del pensamiento, de la docencia, de la
piarse del Espíritu, ni siquiera cuando el Espíritu se sanidad, se está alejando en su conjunto de la comunidad cris-
apropia de uno (59 y 60). La imagen de Ezequiel evocada tiana. Algunos de estos grupos han pasado, de una actitud comba-
tiva, a una actitud indiferente que refleja una distancia mayor
por Orígenes (62) o la del amor que acepta sufrir por que la primera. Es verdad que hay muchos cristianos en el seno
Aquella a la que ama, en lugar de arrullarse cerrando los de estos grupos. Pero carecen en bastantes ocasiones de una fe
ojos (33, 64), son las mejores imágenes de este sufri- intrépidamente confesante... Tal vez estén convencidos de que
miento, que se dará siempre para no permitir que la críti- 'el producto' que pueden ofrecer —el Evangelio— tiene alta cali-
ca se convierta en condena. Porque con la primera puede dad, pero 'la casa' que lo anuncia —la Iglesia— está desprestigia-
da en estos ambientes» (n.° 9).
ser el hombre instrumento de Dios, mientras que con la
«Todos los grupos que vamos describiendo presentan un de-
segunda se pone el hombre en el sitio de Dios. Y esta nominador común: una imagen peyorativa de la Iglesia. Conocen
diferencia es la que no debe desaparecer nunca. a muchos cristianos que son buenas personas e incluso buenos
creyentes. Pero la Iglesia total y las iglesias locales son para ellos
una institución decadente, fragmentada, resistente al cambio so-
cial, adherida a parcelas de poder que aún conserva, distante de
2. PROSPECTIVA los pobres, inflexible en su dogmatismo, de escaso talante demo-
crático... y demasiado complaciente con los poderes de este mun-
do.» Y aunque reconoce que «no se merecen nuestras iglesias
Tras esta apretada e incompleta síntesis, que de un juicio tan negativo», sin embargo concede que «una Iglesia
ningún modo pretende suplir lo que dicen los textos pre- renovada en sus propias fuentes y dotada de credibilidad es ne-
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toda gran institución (sea religiosa o laica) sólo puede capítulo 4 del Deuteronomio da, como señal de la proxi-
ser conservadora: únicamente 'los «ghettos» ineficaces midad de Dios a Israel, el tener leyes más justas que to-
pueden permitirse ser progresistas, puesto que las insti- dos los pueblos. La Iglesia primitiva podía decir algo
tuciones grandes, al no ser personas, sólo se mueven por parecido cuando afirmaba que «ya no hay hombre ni
el instinto institucional. Y el instinto es siempre de auto- mujer, judío ni griego, señor ni esclavo». Y nosotros no
conservación, sobre todo. De ahí ese hecho incomprensible podemos ser honrados sin reconocer que la Iglesia de
de que las instituciones sólo progresen fecundadas por hoy, en sus estamentos más oficiales, no puede decir eso.
el sacrificio de profetas personales. De ahí la necesidad de su reforma.
Pero, una vez reconocida la razón de los que se hallan Esta afirmación es dura, y por eso debemos desarro-
en esta postura, puede ser útil aplicarles unas muy sa- llarla algo más. Repetiremos una vez más que, al hacerla,
bias palabras del cardenal Suhard: «¿es que algunos de no se ataca a personas particulares, sino a fallos estruc-
ellos no caen en el exceso que señalan? El reflejo de turales. Concederemos también que la vida habitual de
defensa o de repulsa al que ceden, ¿es siempre más cla- los eclesiásticos no reclama hoy el tipo de críticas que
rividente y más caritativo que el apetito de novedad que hemos presenciado en la primera parte. Los eclesiásticos
estigmatizan?» 4 Pues efectivamente, la dosis de razón de seguirán siendo hombres hasta el fin de los tiempos, pero
esta postura no llega a desautorizar la validez de aquella la tardía reforma de la Iglesia produjo frutos innegables
pregunta: en un mundo secularizado y plural, en el que en el campo de la vida personal. Más aún: con la libertad
la Iglesia no es más que una porción minoritaria (llama- que da el Evangelio, hemos reconocido antes que una
da a ser sacramento de la salvación de Cristo), la con- cierta relajación de las costumbres de los eclesiásticos
ducta oficial de esa Iglesia ya no es únicamente cuestión en el campo de la moral sexual ha nacido hoy, paradóji-
de fidelidad o de infidelidad a Dios (de la que sólo El camente, en aquel sector de la Iglesia que más se recla-
juzga), sino que es además cuestión de credibilidad o de maba de la «transformación» y la «reforma» y que, con
incredibilidad para la Iglesia. El anuncio de los Apósto- ello, no ha hecho más que desacreditar y herir de muerte
les nunca habría sido creído sin el cambio de sus vidas. a la causa.5
Y lo mismo le ocurre hoy al anuncio de la Iglesia. El Pero con la misma libertad con que hemos concedido
lo anterior, es preciso reconocer que el cambio asombro-
so de nuestros tiempos, unido a la parálisis que implicó
cesaría para que estos hombres puedan aceptar a Jesús como también la Contrarreforma, hace surgir nuevas obligacio-
Señor y al Evangelio como norma de vida» (n.° 13). nes y nuevos desafíos que suponen nuevas llamadas del
Y lo mismo a propósito de los jóvenes: «Es verdad que ellos
perciben a la Iglesia como 'signo impuro'. ¿No nos sentiremos Espíritu, ante las cuales se puede ser tibio o indeciso
urgidos a no defraudarles, empeñándonos en mejorar a la Igle- (aunque a lo mejor se es fuerte y meticuloso en el cum-
sia?» (n.° 16). plimiento de lo establecido «desde siempre»). Y hay que
Quiero añadir, finalmente, que también en ese Documento apa-
recen los tres puntos que van a constituir la base de esta pros- 5
pectiva: Iglesia de los pobres (22), autoridad como servicio (46) y Las explicaciones psico-sociológicas que pueda tener este
eclesiocentrismo (24). fenómeno en otras exageraciones de la Iglesia contra las que se
4 trataba de reaccionar, no podemos estudiarlas aquí ahora.
Lo Documentation Catholique, octubre 1945 col. 1215-16.
156 HOY Y AQUÍ PROSPECTIVA 157

confesar que esa tibieza o indecisión ante los imperati- Romana no podía ser un brazo burocrático del «centro»
vos nuevos puede producir más escándalo que la debili- contra la «periferia», sino un órgano al servicio de toda
dad ante los imperativos «tradicionales» (aunque quizá la autoridad de la Iglesia (Colegio episcopal, con su cabe-
válidos), precisamente porque hiere más la sensibilidad za en el obispo de Roma). También, y a propósito de los
ética de ios hombres de nuestro mundo. llamados «procesos doctrinales», el Sínodo de obispos
Y esos desafíos que llamamos «nuevos» pueden ser de 1971 hizo recomendaciones muy válidas que hoy pa-
formulados recogiendo tres temas viejos. Tan viejos que recen olvidadas...
han venido a constituir el balance de las críticas pasadas Pero todo esto son reivindicaciones concretas, y no
que hemos visto, y volverán a constituir el resumen de se trata aquí de hacer una enumeración más o menos
las exigencias futuras. Diremos, pues, que el Espíritu pa- exhaustiva. El problema de fondo es la conversión de
rece reclamar hoy la conversión de toda la Iglesia en el toda la Iglesia al mensaje evangélico sobre la autoridad,
tema de los pobres y de la injusticia, en el ejercicio de la
que se resume en estos dos puntos: la desacralización de
autoridad (¡que son, a la vez, los dos grandes problemas
la autoridad y su inversión en servicio (inversión no sólo
del mundo contemporáneo!) y en eso que hemos llamado
al nivel de las «intenciones» de los que mandan, sino tam-
«eclesiocentrismo», o miedo a no vivir para sí, y que
bién en su mismo funcionamiento práctico).
puede brotar de la posición actual de la Iglesia como mi-
noría en un mundo que ya no coincide con sus límites La autoridad es absolutamente necesaria, y Dios no
y que es enormemente plural y secular, o paganizado. ha dispensado a su Iglesia de esta necesidad. Pero, como
He aquí las arrugas y las manchas que el Señor quiere ya recordaba Pedro, es más fácil apacentar «tiranizando
eliminar hoy en su Esposa. que haciéndose modelos del rebaño» (1 Pe 5, 3), aunque
Otro será el momento de hacer un estudio a fondo sólo este segundo es el camino evangélico. Todo creyen-
sobre estos temas. Pero ahora es indispensable decir una te, a lo largo de su vida, ha tenido experiencias de cuán-
palabra sobre cada uno de ellos, para cerrar la andadura do la autoridad se ejerce como un «superego» culpabi-
de este libro. lizador, que causa dolores profundos y puede crear trau-
mas en personas de buena voluntad, y cuándo se ha ejer-
cido como un servicio necesario, exigente a veces, pero
2.1.
respetuoso siempre y que acaba resultando benéfico para
Se oye decir que la Iglesia está demasiado centrali- el grupo y para el mismo individuo. Como también en-
zada, con una centralización «casi soviética», y que el seña la experiencia a distinguir entre lo que pueden ser
principio de subsidiariedad, tan proclamado por la Igle- medidas excepcionales para situaciones extremas y lo
sia, es ella quien menos se lo aplica. Debe decirse que el que es convertir en normal la excepcionalidad. Un cris-
protagonismo habitualmente exclusivo que ejerce Roma tiano no puede aceptar que el poder, más que la comu-
en el nombramiento de obispos lesiona derechos de las nión y el diálogo bajo la Palabra de Dios, sea el primero
iglesias locales y se aparta del testimonio tanto neo testa- y el único recurso constructor de la Iglesia.
mentario como de la primitiva Iglesia. Con ocasión del Por ello, y porque más que de reivindicaciones parti-
Vaticano II se insistió muchas veces en que la Curia culares se trata aquí de un cambio evangélico de mente
PROSPECTIVA 159
158 HOY Y AQUÍ

ellos reprochaban a la Curia haber obrado con ellos en el


en lo relativo a la autoridad, creo que el mejor desarro- tiempo pasado.
llo de este punto, en consonancia con el tono de este li-
bro, será otra larga cita. Cita de un autor que suele ser El escandaloso olvido del presbiterado, de los sacer-
duro con todos, pero al que nadie niega gran penetra- dotes de segundo orden, en las deliberaciones concilia-
res o, lo que es peor todavía, cuando se quiso pensar
ción teológica: en él, el cuidado casi exclusivo de ponerlos en ridículo
aunque fuera con palabras empalagosas, constituyeron
«...Entre Vaticano I y Vaticano II, el miedo que ya, para quien era capaz de reflexionar, la prenda no de
Roma tuvo (los papas personalmente, o solamente su la reforma esperada, sino de una exasperación de la crisis
Curia) de que renaciera el Galicanismo, le impulsó des- desde hacía mucho tiempo latente en la Iglesia. De he-
venturadamente a usar del prestigio adquirido, o vuel- cho, la contestación de los sacerdotes que siguió tan de
to a encontrar en 1870, para debilitar el ejercicio y la cerca al Concilio, por muy deplorable que fuera no sólo
realidad del episcopado. En primer lugar, trató de no en algunos de sus aspectos, sino también en su fondo, no
admitir para el desempeño de esta función sino a hom- es más que la consecuencia inevitable de una reacción
bres poco susceptibles de ejercerla de una manera res- semejante en el episcopado, de un desconocimiento se-
ponsable; después se dedicó a canalizar y a dirigir au- mejante, entre los mismos responsables de la autoridad,
toritariamente, o sea, a mediatizar simplemente su ac- del verdadero problema que ella ha venido a plantear.
ción. La crisis modernista que sobrevino en el entretan-
Pero esta contestación, a su vez, traiciona cómo la de-
to, sirvió de pretexto o de justificación para tenerlos
formación de la autoridad en su propia idea de sí mis-
más a raya.
ma se ha extendido como una mancha de aceite, hasta
El Concilio Vaticano II, sin que haya minimizado ni el punto de que los que se rebelan contra ella quedan
destruido en nada la obra doctrinal positiva del Vatica- imbuidos de ella hasta un grado tal que ni ellos mis-
no I, antes, al contrario, confirmándola, proclamó sus mos sospechan... Los presbíteros reivindican hoy para
complementos que todos deseaban. Pero, ya en el trans- ellos mismos, como su propio derecho, esa confusión
curso de este concilio, y más todavía por lo que ha veni- entre una función eclesial o de servicio y una función
do después, se ha visto hasta qué punto el desconoci- secular o de afirmación autónoma de sí mismos, que ha
miento del verdadero sentido de la autoridad cristiana venido siendo desde hace mucho tiempo la tentación ma-
estaba metido en la conciencia de sus poseedores. yor del episcopado y que no ha dejado de serlo sino en
apariencia...
A pesar de que se reconoció formalmente en los tex-
tos doctrinales que el conflicto entre el primado y la Pero también en los laicos, en el momento en que
colegialidad no podía nacer sino en una colegialidad de los obispos creen haberlos asociado a su propia emanci-
poder y no de servicio, en la práctica, sin embargo, el pación, las mismas confusiones remanentes, lejos de
episcopado marchó con frecuencia hacia su propia re-
desaparecer, acaban —según parece— ocupando todo el
generación pensando en las líneas de una eclesiología
de poder. Antes que brotaran, después del Concilio y terreno.»
bajo la capa engañosa de una restauración efectiva de (L. BOUYER, La Iglesia de Dios, Madrid 1973, pp. 618-
la colegialidad, simples conatos de resurrección del Ga-
620)
licanismo, en el Concilio ya se manifestó hasta qué pun-
to, para un gran número de obispos, la restauración de
su poder significaba la capacidad, para el porvenir, de
obrar con respecto a sus subordinados exactamente como
PROSPECTIVA 161
160 HOY Y AQUÍ

2.2.
cíente la impresión de ser tibias y casi forzadas, como si
sólo pretendiera con ellas tranquilizar su propia concien-
Nuestra humanidad ha llegado a la vez a las cotas más cia, más que servir efectivamente a los hombres. El au-
altas de refinamiento o de lujo y a los espectáculos más tor, que ni es pobre ni está seguro de amar plenamente
atroces de desnutrición y miseria, sin que el problema a los pobres y haber asumido de veras su causa, se en-
pueda ya tener solución a nivel exclusivamente asisten- cuentra muy incómodo al hacer esta crítica. Pero se atre-
cial, sino sólo a través de un cambio estructural planeta- ve a ello porque es la misma Iglesia la que, en el Sínodo
rio. En este estado de cosas, la exigencia del Evangelio de los obispos de 1971, proclamó:
es bien clara: la Iglesia debería estar junto a aquellos,
«Si el mensaje cristiano sobre el amor y la justicia
y por delante de aquellos, que hacen lo posible (y has- no manifiesta su eficacia en nuestra acción por la jus-
ta dan sus vidas) por aportar a este mundo de Dios un ticia en el mundo, difícilmente obtendrá credibilidad
poco más de justicia y de solidaridad. Incluso en el caso entre los hombres de nuestro tiempo. (...) Si, por el con-
de que los hombres bloquearan culpablemente los cami- trario, la Iglesia aparece como uno de los ricos y pode-
nos hacia esa justicia necesaria, la Iglesia debería perder rosos de este mundo, su credibilidad queda mengua-
da.»
su voz y sus manos no cesando de clamar y de mostrar
que su Dios está del lado de quienes serán los perjudi- (cfr. Ecclesia [1971], pp. 2297 y 2299)
cados por esa negativa culpable. Y esto debería hacerlo
la Iglesia aunque le acarreara «persecución por la justi- Cuando la misma Iglesia se ha sometido públicamen-
cia». te a ese desafío de su credibilidad, renovado por la Labo-
rera Exercens de Juan Pablo II, 7 ¿qué cristiano no tendrá
Pues bien: otra vez los cristianos no podemos ser hon-
obligación de ayudarla cuando su credibilidad en este
rados sin reconocer que la respuesta concreta de la Igle-
punto se deteriora? Pues bien: la Iglesia «oficial» apa-
sia se ha quedado muy por debajo de lo que parece ser
rece hoy demasiado ante el mundo como «casa de los ri-
exigencia del Espíritu. La Iglesia, que brilló siempre (tan-
cos» y, por cruel que sea, resulta hoy verosímil aquella
to en voces y en gestos proféticos como en fundamenta-
inversión de la frase de Jesús: «es más fácil que pase el
ciones teológicas y espirituales) 6 cuando la caridad era
camello por el ojo de una aguja que el que un pobre pue-
una virtud personal y «privada» y tenía que ejercerse de
da entrar en la Iglesia y sentirse en ella como en su
forma asistencial, da la impresión de que hoy retira sus
casa...»
voces proféticas y sus fundamentaciones teológicas, cuan-
do el amor ha de ser además practicado con alcances y Todo esto no significa que, en los últimos años y al
pretensiones estructurales y macrocaritativas. Sus actua- nivel de las declaraciones teóricas y de las palabras, no
ciones en este punto dan a mucha gente generosa y cons- hayan cambiado muchas cosas en este punto, gracias en
buena parte a las iglesias del Tercer Mundo y a la voz

6. La afirmación del paréntesis no es retórica. La antología 7


LE, n.° 8: la Iglesia considera la causa de los pobres «como
que constituye este libro debería ser seguida por otra antología su misión, su servicio; como verificación de su fidelidad a
de textos sobre «los pobres en la teología y en la espiritualidad Cristo».
cristiana». Dios lo haga.
PROSPECTIVA 163
162 HOY Y AQUÍ

conmutativa, es decir, con obligación de restituir si no se


insistente y repetida de Juan Pablo II. Pero lo que no
paga; o en la deuda de los países latinoamericanos, la to-
parece cambiar y justifica parcialmente la frase anterior
talidad de cuyo monto no parece que haya obligación en
son las prácticas y la práctica global de la Iglesia. Cierto
conciencia de satisfacer, con la moral católica en la
que, también a nivel de prácticas, han aparecido cosas
mano).
maravillosas y esperanzadoras en las iglesias del Tercer
No es posible ser ilusos en esta tierra, donde la má-
Mundo (y no sólo en América Latina). Pero no parece
quina de la historia no sólo no funciona hoy, sino que no
que, al nivel de las iglesias ricas y de los estamentos ofi-
ha funcionado nunca, y donde el dolor es el lote de los
ciales, encuentren tales esperanzas la acogida y el impul-
hombres (aunque pueda ser un lote que redime). No cabe
so que reciben en el Corazón de «Aquel que resucitó a
ser ilusos a la hora de reclamar. Pero, si es cierto que el
Jesús de entre los muertos».
Espíritu habla hoy por aquí a las iglesias, bastaría con
Y, en mi opinión, la razón de esta tibieza reside, más
dejar hacer, con no poner demasiados obstáculos, con no
que en la culpa, en el temor: la Iglesia teme a los pobres,
querer arrancar la cizaña antes de tiempo. Y el obstácu-
por extraño que resulte hablar de este modo. Los teme
lo es muchas veces el hacer la vida demasiado imposi-
porque la desinstalan, porque entrevé que el cambio pe-
ble, el no dejar vivir a hombres y grupos que serán la
dido la afectaría a ella misma (pues la Iglesia es mayori-
luz para la Iglesia de mañana en este punto. Pues es bien
tariamente primermundista, y además es muy posible que
sabido que el calvario de bastantes mártires modernos
el asombroso desarrollo y dominio del hombre sobre la
(cuyo nombre más tópico ha pasado a ser el de monseñor
dura tierra en este sector del mundo sea fruto de su ma-
Romero) no comenzó el día en que la bala asesina apun-
triz cristiana). Pero los teme también porque tiene miedo
tó hacia ellos. El calvario había comenzado mucho antes.
a ser manipulada por ellos si se les entrega decidida-
mente. Y este temor a ser manipulada es la expresión
más clara (y más triste) del abismo todavía existente, 2.3.
pues en realidad sólo se teme ser manipulado por aquello
Si decíamos antes que el cambio que se le pide inspira
que se desconoce a fondo. Y es bien expresivo el hecho
temor a la Iglesia oficial, tal vez es porque cree adivinar
de que la Iglesia no tema ser manipulada por los ricos
que ese cambio le haría perder presencia y poder en un
o al menos por las clases medias acomodadas), a pesar
mundo en el que ya tiene bastante sensación de haber
de que estos grupos, de hecho, la manejan bastante más;
sido desplazada y de haber perdido peso. Esto nos lleva
pero es que hay una coincidencia de culturas y de inte-
al último de los temas anunciados.
reses que le hace sentir a la Iglesia que no es llevada a
terrenos desconocidos. El enfeudamiento de la Iglesia es Todas las instituciones (y más cuanto más centrali-
tal que ella misma olvida o silencia inconscientemente zadas) tienden a medir la salud y la estima de la institu-
puntos de su doctrina moral más clásica que favorecerían ción por el poder y la estima de que goza el organismo
a los pobres de la tierra y la pondrían en conflicto con central. Y también los imperios han tendido a tomar la
los poderosos. (Piénsese, por ejemplo, en la norma de prosperidad del centro por la salud del imperio. Estas
que, «en extrema necesidad, todas las cosas son comu- leyes tan elementales de las sociedades hacen compren-
nes»; o en la obligación del salario familiar por justicia sible que la pérdida de liderazgo de Roma ante el mun-
164 HOY Y AQUÍ PROSPECTIVA 165

do y la práctica liquidación de la cristiandad se experi- esto da lugar a lo que L. Bouyer califica duramente como
menten como un ataque y casi una muerte de la misma «las inercias propiamente católicas»:
Iglesia. De ahí que, pese a tantas declaraciones en el sen-
tido de que la Iglesia no existe para sí, sino para los «Por haberse limitado a 'conservar', a 'proteger', a
hombres, y no al revés, sin embargo muchas personas 'defender', los órganos directores del catolicismo moder-
no no supieron guiar, inspirar, suscitar el desarrollo vi-
con responsabilidad eclesial, y probablemente con abso- viente de la tradición católica en todo el cuerpo de los
luta integridad personal, den con frecuencia la impresión fieles. Y éstos, por ello, no escapan a una inmovilidad
de que la Iglesia no tiene otra obsesión que su propia pasiva si no es para ceder, sin resistencia, a las presio-
supervivencia, y que sólo trabaja para ella. Probable- nes de fuera. En estas condiciones, ellos no pueden ates-
mente esos eclesiásticos darán tal impresión por actua- tiguar la vitalidad de un organismo que, sin embargo,
ciones en las que ellos piensan que no hacen más que les pertenece todavía, pero del cual, en demasiado gran
número y desde hace ya mucho tiempo, no participan.»
defender a la Iglesia y salvar del naufragio a la barca de
Pedro. Pero la sospecha psicoanalítica de si, bajo tal (La Iglesia de Dios, p. 187)
defensa de la Iglesia, no estará latiendo una defensa de
las propias porciones de poder o, al menos, un miedo
poco hermano de la fe, es una sospecha que no puede Si Bouyer cree que el eclesiocentrismo de los que de-
descartarse de un plumazo. Hoy más que nunca, cuando berían ser maestros es el que genera la falta de inmuni-
puede sentir que «pierde mundo», la Iglesia debería de- dad de los fieles, ¡qué contraste entre el peligro de esa
cirse a sí misma cada día que «el Señor es la parte de su inercia y los horizontes que se abren a su superación y
herencia», y tratar de no perder de vista aquella palabra que se reflejan en estas palabras del diario de Juan XXIII,
evangélica que también vige para la Iglesia: que el que el papa menos eclesiocéntrico de este siglo, escritas sólo
quiera salvar su vida, la pierde, y el que acepta perderla unos días antes de morir!:
por el Evangelio, la salva. Pues el Evangelio de Jesús, la
bondad, la calidad humana del Dios cristiano, no son co- «Hoy más que nunca (ciertamente más que en siglos
sas que puedan obtenerse mediante algún tipo de poder, precedentes), estamos llamados al servicio del hombre
fuerza o engaño sociológico. El poder —del tipo que sea— como tal, no sólo de los católicos. A defender sobre todo
y en todas partes los derechos de la persona humana y
puede servir para evitar algunos males (muchos quizá), no sólo los de la Iglesia Católica. Las condiciones actua-
pero no sirve para hacer una pizca de «bien» auténtico, les, las investigaciones de los últimos cincuenta años, la
pues el bien es lo más libre que hay; para eso sólo sirve profundización doctrinal, nos han llevado a realidades
la fuerza desarmada de la verdad y la fuerza débil del nuevas, tal como dije en el discurso de apertura del Con-
amor; dos recursos que, en lugar de negar o manipular cilio. No es que haya cambiado el Evangelio: somos
nosotros los que hemos comenzado a comprenderlo me-
la libertad del hombre, se dirigen a ella para liberarla. jor. Quien ha tenido la suerte de una vida larga, se
Y aunque la Iglesia no vive todavía en la plenitud del encontró al comienzo de este siglo frente a nuevas ta-
amor y la verdad, es hacia ellos adonde debe dirigir su reas sociales; y quien —como yo— ha estado veinte
camino, sin tolerar que haya en ella más normas adminis- años en Oriente y ocho en Francia y se ha encontrado en
trativas que apóstoles y «maestros» del espíritu. Porque el cruce de diversas culturas y tradiciones, sabe que ha
llegado el momento de discernir los signos de los tiem-
166 HOY Y AQUÍ

pos, de aferarrse a la oportunidad de mirar hacia ade-


lante.» (24-V-1963).
(cfr. G. ALBERIGO, Giovanni XXIII, Brescia 1978, p. 494)

ÍNDICE ONOMÁSTICO
CONCLUSIÓN
Los números de las páginas en «negrita»
Todas estas críticas no son verdaderas por el hecho remiten a los textos que propiamente
constituyen la antología.
de haber sido pronunciadas. Nadie lo sabe mejor que
su autor, por convencido que esté de ellas. Pero al me- ADRIANO V I , papa, 55-56, 142, 150 DERMENGHEIM, E., 94
AGUSTÍN, San, 76, 90, 91, 92, 94- DIEGO, L. de, 54
nos sí que hacen verdaderas unas palabras de la jerar- 95, 96-97, 98-100, 145, 146, 148, DIEZ ALEGRÍA, J. M., 59
quía eclesiástica con las que vamos a cerrar este libro, 151 DIONISIO EL CARTUJANO, 51,
ALBERIGO, G., 166 53-54
porque están en perfecta consonancia con las palabras ALEJANDRO V I , papa, 50 DOLLINGER, J . I., 65
de Pío XII que lo abrieron: ALIACO, P., card., 46
DURANDO, G., 42-44, 145, 149
ALIGHIERI, Dante, 37-39, 40, 76,
141, 142
«La Iglesia reconoce a todos el derecho a una conve- AMBROSIO, San, 120 EMERICO, card., 22
niente libertad de expresión y de pensamiento, lo cual AMBROSIO DE MONTESINOS, 53 ENRIQUE DE LANGENSTEIN, 44-45,
ANTONIO DE PADUA, San, 59 139
supone también el derecho a que cada uno sea escucha- ARISTÓTELES, 56 ENRIQUE VIII, 50
do en espíritu de diálogo, que mantenga una legítima AUXENCIO, 40 ERASMO, 40, 58
variedad dentro de la Iglesia.» EUGENIO I I I , papa, 15, 17, 34

BALTHASAR, H. U. von, 32, 125


(SÍNODO DE OBISPOS DE 1971. Ecclesia [1971], p. 2299) BERNARDO DE CLARAVAL, San, 14- GAMALIEL, 113, 114
20, 21, 22, 23, 28, 32, 34, 134, 137, GERHOH DE REICHERSBERG, 34-37,
138, 139. 125, 140
BONIFACIO IV, papa, 88 GERSON, J., 44
BONIFACIO VIII, papa, 39, 142 GORRES, I., 67-68, 143
BOUYER, L., 158-59, 165 GREGORIO DE ELVIRA, 31
BRÍGIDA, Santa, 26-28 GREGORIO MAGNO, San, 90
GREGORIO V i l , 24
CAMBÓ, F., 50 GREGORIO X I , 27, 28
CARAFFA, card., 56 GREGORIO XVI, 66
CARLOMAGNO, 151 GUILLERMO DE AUVERNIA, 29-31
CATALINA DE SIENA, Santa, 24-26, GUILLERMO DE S. THIERRY, 20
32, 89, 134
CELESTINO V I , papa, 69
HILARIO DE POITIERS, San, 40-42,
CLEMANGO, N., 46-50
141, 142
CLEMENTE V I , papa, 23
HONORIO I I I , papa, 24
CLEMENTE V i l , papa, 51
COLUMBANO, San, 88-89, 98, 147,
148 IGNACIO DE LOYOLA, San, 51, 53,
CONGAR, Y., 42, 66, 67, 77, 97-98 126, 127, 128, 129.
CONSTANTINO, 40, 141 INOCENCIO I I , papa, 24
CONTARINI, card., 56 INOCENCIO X I I , papa, 61-62
CURCI. C. M „ 62 IRIARTE, T. de, 63
JERÓNIMO, San, 89-90 PABLO l l l , papa, 56
JUAN CRISOSTOMO, San, 101 PAPINI, G., 69-76, 87, 144.
JUAN DE PARÍS, 92-93, 148 PAPPALETTERE, abad, 66
JUAN DE SANTO TOMAS, 149 PASSAGLIA, C , 66
JUAN DE TORQUEMADA, 91 PASCUAL I I , papa, 24
JUAN XXIII, papa, 165 PASTOR, L., 56, 57
JUAN PABLO I I , papa, 55, 161, 162 PEDRO DAMIÁN, San, 32-34, 71
PEDRO DE LEYDE, 51-53
PETRARCA, 39, 40, 59
KLEIN, A „ 126-129 PETRUS DE CEFFONIA, 24
KOCH, A., 117-124 PIÓ V, papa, 113
PIÓ IX, papa, 64, 65, 66
PÍO X, papa, 142
LECLERQ, J., 26 PIÓ X I , papa, 11
LEÓN X, papa, 50 PIÓ XII, papa, 13, 14, 59, 69, 82,
LEÓN X I I I , papa, 9 146, 166
LIUTPRANDO, 58 POLE, card., 56, 57-58
LÓPEZ DE AYALA, 59
LUBAC, H. de, 102 RAHNER, H., 129
LUTERO, M., 50, 55, 61, 142, 149 RAHNER, K., 77, 78-83, 100-101, 104-
114, 126, 129, 144, 146-47, 150. 152
RAMPOLLA, card., 142
MARAÑON, G., 7 RATZINGER, J., 125-126
MEIGNAN, G., 65-66 RAVIER, A., 57
MELLO, A. de, 103 RIEDLINGER, H., 31
MENENDEZ PELAYO, M., 63 ROMERO, O. A „ 163
MERSCH, E., 95-96 ROPS, D., 24, 61, 63, 66, 101
MIGNE, S. P., 33 ROSMINI, C , 64-65, 138
MOHLER, J. A., 55
MONTALEMBERT, C , 65 SADOLETO, card., 56
SUHARD, card., 154

NAPOLEÓN I, 62 TOMAS DE AQUINO, Santo, 90-91,


NAVAGGERO, B., 50
93
NEWMAN, J., 131
TOMAS DE CHANTIMPRÉ, 23
NICOLÁS l l l , papa, 38, 142
TOMAS MORO, Santo, 94

ORIGENES, 124, 125, 152 VICENTE DE PAUL, San, 61


OTTAVIANI, card., 78 VILLANI, M., 24

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