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P O R U N A A N T R O P O L O G ÍA
1)H L A M O V I L I D A D
V3x
O Mjtc AagL 200?
ISBN: 9 ? S ^ 4 -9 IR*-¿?5-8
rVptoivkpd H +4&V2O07
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l'nwrd Ul Splio
VisiónoX
Serie afíh'ersarh 3 0 años
Nota p r e v ia .............................................................. II
— tí —
Pvr vtm antropología J é ¡a moftltdad
*xfo
fría dibujaron, a ojos dé un extenso público, una nueva
C
imagen del mundo que. progresivainmte, »ba adop-
íando unos nuevos |*>los de desarrollo planetario.
También el terrorismo internacional es anterior a los
años 8 0. pero ci auge del terrorismo religioso supone,
-sobre todo con la coma del poder de Irán f>or parce de
JKhomeiny-, indiscuciblemence. el comienzo de una
nueva etapa en la historia mundial que, anceriormen-
re, no podía imaginarse en absoluto y que dista de
estar finalizada.
Todas las contradicciones contra las que nos debati
mos ahora surgieron en el período de los 7 0 y los 80.
Sin embargo, hoy en día somos m is capaces de definir
los difcrences aspeccos y de cratar de relacionarlos- Mi
itinerario como antropólogo resulta, desde este punto
de vista, significativo: durante los años 6 0 , poco des
pués de las Independencias, la observación ecnológica
seguía siendo tradicional, aunque empezara a suponer
el tener en cuenca la política de modernización y de
desarrollo. Este relativo optimismo, demasiado sim
ple, tuvo una escasa duración, desde el momento en
que se tuvo que comprender que el mundo desarrolla
do y el conjunto de los llamados mundos «subdesarro-
llados» estaban comprendidos en una misma historia,
— 12 —
Marx Akgt
«!P* <
en una misma lógica económica y en un mismo proce
so de aceleración tecnológica, los cuales, evidentemen
3 XFA
Parts, septiembre dt 2 0 0 1
Los estudios tradicionales de etnología señalaban que
los nómadas tenían sentido del lugar, del territorio y
del tiempo, así tom o del regreso. Por tanto, esta idea
de nomadismo es distinta del concepto actual, que
emplea el mismo nombre, a modo de metáfora, a
la hora de hablar de la movilidad «sobremodema*. La
partícula iobrt en este adjetivo debe ser entendida con
el sentido que le confieren Freud y Althusser en la
expresión «sobredeterminación*, o bien en el sentido
del término inglés oitr. Se refiere a la existencia de
una superabundancia de causas, que hace que el aná
lisis de sus efectos sea complejo.
La movilidad sobremodema se refleja en el movi
miento de la |>oblación {migraciones, turismo, movili
dad profesional), en la comunicación general instantá
nea y en la circulac ión de los productos, de las imáge
— 15 —
F ffw w griirvp0¿(,¿¿jjkJajmiltdad
— 16 —
I
El concepto de frontera
— 17 —
Por una antropología de la motUidad
0 XV,\
esfuerza en actualizar la continuidad tjue existe bajo
la aparente discontinuidad: |>or ejemplo, se centra en
comprender y, quizás, en reconstruir el paso de mate
ria a vida. De la misma manera, el pensamiento
democrático exige la igualdad entre sexos pero, más
allá de esta igualdad, lo que se pide -y a que lo que se
privilegia es la idea de individuo humano es identi
ficar las funciones, los roles y las definiciones.
Finalmente, la historia política del planeta también
parece poner en tela de juicio las fronteras tradiciona
les, puesto que, por un lado, se ha instalado un mer
cado laboral mundial y, por otro, la tecnología de la
comunicación parece borrar cada día más los obstácu
los relacionados con el tiemj>o y el espacio.
Sin embargo, somos perfectamente conscientes de
que la apariencia que pretenden dar la universaliza
ción y la globalización esconde numerosas desigual
dades. Asimismo» presenciamos cómo resurgen las
fronteras, hecho que refuta la teoría del final dé la his
toria. La oposición Norte/Sur sustituye a la antigua
diferenciación entre países colonizadores y países
colonizados. Las grandes metrópolis del mundo están
divididas en barrios ricos y «conflictivos» y, en ellas,
se concentra roda la diversidad y las desigualdades del
— 18 —
More Auqt
— 79 —
Por ufu ¿tntropo/ofía de ¡a movilidad
— 20 —
Marc Au fí
— 21 —
Par una anirotoioíía dt la -tildad
«ip* <x xí a
franqueamiento de las fronteras ha supuesto una serie
de consecuencias para los que lo han cometido:
Grecia, tras la derroca, civilizó Roma y contribuyó a
su expansión intelectual; en África, tradicional mente,
ios conquistadores adoptaban a los dioses de los pue
blos a los que habían vencido.
Las fronteras nunca llegan a lx>rrarse, sino que
vuelven a trazarse; es lo que nos enseña el avance del
conocimiento científico, que desplaza, rada ve2 más,
las fronteras de lo desconocido. Así pues, el saber
científico - a diferencia de las cosmologías y las ideo-
logias- nunca se concibe como absoluto, sino como
un horizonte en el que se impondrán nuevas fronce-
ras. Por tanco, en este sentido» la frontera responde a
una dimensión temporal: es, quizás, la forma del por
venir, de la esperanza. He aquí lo que los ideólogos
del mundo contemporáneo -lo s unos, demasiado
optimistas; los otros, demasiado pesimiscas y, que en
cualquier caso, se exceden en su arrogancia- nunca
deberían olvidar. No vivimos en un mundo concluido
en el que tan sólo nos queda celebrar su perfección,
peto tampoco se trata de un mundo irremediable
mente abandonado a la ley del m is fuerce o del más
jjercurbado: vivimos en un mundo en el que, en pri
— 22 —
mer lugar, aún existe la frontera entre democracia y
O XV,\
— 23 —
II
La urbanización del mundo
— 25 —
Por una antmpaiwM d t ¡a mwtluiad
«T* O X£A
comprende canto la globalización -la cual se caracte
riza por la extensión del mercado liberal y por el des
arrollo de los medios de circulación y de comunica
c ió n - como la planetarización -u n tipo de conciencia
de índole ecológica y social -. Cada día somos más
conscientes de que el planeta en el que vivimos es un
cuerpo físico que se encuentra en peligro, de la misma
manera que conocemos las desigualdades, ya sean eco
nómicas o de cualquier otro tipo, que originan dife
rencias cada vez más insalvables entre los habitantes
del mismo planeta. Por tanto, la conciencia planeta
ria puede definirse como desafortunada, en la medida
en que percibe, por un lado, el modo en que el ser
humano contribuye al mal estado del planeta y, por el
otro, los riesgos que éste corre, canto sociales como
políticos, a causa de los conflictos relacionados con la
situación de desigualdad.
El crecimiento y los filamentos urbanos producen
cambios en el paisaje (cambios que también forman
parce del concepto que se evoca al hablar de urbaniza
ción del mundo), aunque estemos más acostumbrados
a la ucilización de términos más tradicionales y a las
imágenes a las que éstos il>an ligados. Así pues, al
hablar de urbanización del mundo nos referimos a
— 26 —
Man A*i¿
l'VXOptb»
dichas ideas de un modo un tanru automático, sobre
todo cuando tratamos ei tema tic la violencia en las
ciudades, los problemas de los jóvenes o la cuestión
de la inmigración. En las descripciones que llevamos
a cabo al tratar dichas cuestiones, la oposición ciu
dad/afueras - o , utilizando un lenguaje más geométri
co, centro/periferia ocupa un lugar esencial. De esta
manera, situamos en la «periferia)* todos los proble
mas de la ciudad: pobreza, paro, deterioro del entor
no, delincuencia o violencia.
Sin embargo, las palabras nunca se empican de un
modo inocente, por lo que es necesario prestarles
atención. La palabra periferia sólo puede tener sentido
por estar relacionada con el «centro». Así pues, sole
mos asociar este término con las imágenes de miseria
y de dificultades de las ciudades jjero, comúnmente,
solemos utilizar también el término plural afueras
(«das afueras de la ciudad»), como si quisiéramos
señalar que el tejido urbano recibe este nombre en su
totalidad; como si -a l contrario de lo que afirmaba
Pascal- todo fuera la circunferencia y el centro no se
encontrara en ninguna parte.
Las periferias son zonas que rodean la ciudad, que
se encuentran en oposición y enfrentadas las unas con
— 27 —
Por uttd anirt&Qlotid de la movilidad
— 2H
Aíarc Aug¿
— 29
Por una antropología d t la tmnilidaJ
O XÍA
mo ílc afueras, ya que, en las afueras, hay barrios ele
gantes, de la misma manera que, en los antiguos cen
tros de las ciudades -com o ocurre en Chicago,
Marsella o París— hay barrios que podrían ser propios
de la periferia. F.n las ciudades del Tercer Mundo, los
barrios expuestos a la precariedad y a la pobreza -y a
se erare de las favelas o de cualquier otro ti|>o— sue
len infiltrarse en el centro de la ciudad para derruir
los impedimentos que, como si se tratase de acanci*
lados, les impiden entrar en los barrios ricos - donde
el acceso está reservado- y acaban por inundarlos,
avanzando entre los monumentos de la riqueza y del
[joder como si de un océano de miseria se tratase. Sin
embargo, este tipo de formas * periféricas» no son
propias únicamente del Tercer Mundo: el problema
de h vivienda y de la pobreza urbana existe incluso en
el corazón de las megalópolis occidentales más impre
sionantes: así como en África o en América Latina hay
barrios privilegiados, directamente conectados a las
redes mundiales, también hay algunas zonas no cua
lificadas y descalificadas, en las que los individuos del
Cuarto M unJo -q u e se encuentran cu un estado de
perdición cada vez mayor— se refugian de ía clandes
tinidad y de la precariedad. Por tanto, lo que se pone
Jü ítn r Auge
2
"ic n cela de juicio es lo que Paul Virilio, ya en 19&4,
% llamaba «una degradación de lo urbano* en su libro
2*
¿7 espacio critico. Esta degradación va ligada al paro, a
la política de deslocalización de cieñas empresas y a
la inestabilidad económica, social y geográfica que se
deriva de la desestabilización general del enromo, ya
que los sobresal eos de la ciudad y de la sociedad urba
na actuales reflejan una revolución que crata de gene
ralizarse (y, en esce sentido, de «concluir la historia»),
pero de la que, a diario, percibimos la desestabili/.a-
ción que provoca. La inestabilidad es el lado negativo
de la movilidad, a la que se suele relacionar con los
as|>ectos má$ dinámicos de la economía.
Philippe Valsee es un geógrafo francés que locali
zó, en algunas ciudades y sus periferias, ciertas zonas
que el Instituto Geográfico Nacional había marcarlo
como suelo rúscico, y se dispuso a explorarlas. Esto le
llevó a recorrer eriales, zonas vacías y zonas destinadas
a futuras construcciones pero que, en aquel momen
to, estaban habitadas de un modo incivilizado, listos
espacios, abandonados pero sin recuerdos y a la espe
ta, sin proyecto conocido, reflejan la universalización
del vacío, la cual ha dejado $u marca por todas partes:
son, al igual que todos los terrenos cuya función aún
— 31 —
Por una jutrotrolm a J e ja motiltdad
o xr.v
está por definir y todas las zona* de chabolas, los
lugares en los que reina la sombra de la universaliza
ción, cuya gloria, por ocro laclo» se manifiesta en los
edificios y en las sedes de las empresas, en los salones
V ÍP de los aeropuertos y de los hoteles de lujo. De
alguna manera, constituyen la forma desnuda del
«no-lugar*, puesto que se trata de espacios en los que
no se puede establecer ningún tipo de relación social
y en los que nada indica un pasado en común y que
además —a diferencia de lo que sucede en los no-luga
res en los que se erige el triunfo de la modernidad- no
están caracterizados por la comunicación, ni por la
circulación, ni por el consumo. Vasset finaliza su obra
Un libro blanco (Payard, 2007) con esta conclusión:
«Todas las megalópolis coinciden en los márgenes y
en las zonas de suelo rústico, que son las vanguardias
de esta transformación; los puntos a craves de los que
París, Lagos y Río anuncian la llegada de dicha trans
formación, como agua que aún estuviera contenida en
la esclusa».
Así pues, lo que finalmente se pone en tela de jui
cio -ta l y como demuestran las diferencias que pue
den observarse en el espacio urbano, las diferenciacio
nes que dividen el cejido social y las disfunciones que
— 32
Mari Auge
«T*»* OXM
se dan en la ciudad- es el cambio en la escala de la
actividad humana y la descentralización de los luga
res en los que se lleva a cabo. Hoy en día, ya no se
pueden analizar las ciudades más importantes sin
tener en cuenta los equipamientos tecnológicos que
las conectan a la red mundial de comunicación y de
circulación, de las que dependen. Los proyectos urba
nísticos se concillen cada vez más en relac ión con la
necesidad de volver a definir las relaciones entre el
interior y el exterior; es decir, que la nueva actividad
urbanística también se encarga de las relaciones que
se establecen con otras zonas. La red de autopistas que
encuadra, rodea y, a veces, atraviesa las ciudades se
traza de modo que facilite el acceso al aeropuerto y
que permita que la circulación, incluso en el interior
de la zona urbana y en el sentido longitudinal, pueda
ser fluida. Además, suele estar reforzado por una red
ferroviaria que responde a los mismos objetivos. En
una ciudad como París, la red del R ER (red de trenes
de cercanías) -que debe garantizar que el servicio de
comunicaciones sea satisfactorio en la totalidad de la
gran región parisina- ha sabido cumplir con esta
misión de unir el «centro» con la « periferia». Por
otro lado, el metro parisino -creado a principios del
— 33 —
Por una aniropofozíg Jt }g nuAtliúad
V'.IX O
siglo X X y cuyo recorrido se ha ido extendiendo» a lo
largo del siglo, más allá de las puertas de París ha
realizado una función notable y ahora contribuye, en
lo referente al número de pasajeros -q u e ha aumenea
do de uu modo extraordinario-, al recorrido del 1U:R.
En 1 la línea 14 del metro, la Météor - l a última
que se lia construido-, moderna, automática y sin
conductor, se creó, entre otros servicios, como alter
nativa para una pane de los pasajeros del RF.R A.
Aquellos que toman la línea Météor viven, en un 70% .
en las afueras. Y así, de manera significativa, la línea
1 del metro -la primera en ser construida, la más anti
gua y que, inicialmente, unía Porte de Vincennes con
Porte M ailíot- se prolongó hasta la Defensa en 1992,
contribuyendo, de esta manera, a reducir el número
de |>asajero$ del R üR A. En el futuro, esta línea tam
bién será automatizada. La zona de París-La Defensa,
que recibe este nombre aunque abarque tres munici
pios situados fuera de la ciudad, es el centro de nego
cio de mayor importancia en toda Europa: en él se
encuentran las empresas más relevantes, instaladas en
una serie de edificios, de los que los más recientes fue
ron construidos, siguiendo el modelo de sus homolo
gas americanas, [>or arquitectos que gomaban de
— 34 —
Marc Augi
- 3 5 —
Por una ¿intropolofia J t la mottitdaJ
— 36
M an Augé
V« * etJ.
lo que no forma parte de dicho sistema. Por canto, se
trata de un sistema idea! que se asimila a lo que
Fnkuyama da el nombre de *acabamienco de la histo
ria», período que se Caracteriza [>or combinar la
democracia represen tari va y el mercado liberal. Sin
embargo, como observó Derrida en Espectros de Al/vrx,
no podemos saber con seguridad si lo que b’ukuyama
entendía por «acabamiento de la historia» era un aca
bamiento total o una simple tendencia a ello. La urba
nización del mundo, en términos de descripción etno
gráfica. evoca diferentes fenómenos posibles: la exten
sión de las megalópolis, algunos arquitectos de
renombre acaparando codos los proyectos arquitectó
nicos del planeta de manera exclusiva, la transforma
ción acelerada y espectacular del paisaje urbano de
ciertos continentes (y en países como China o los
Emiratos Árabes Unidos), pero también distimos
tipos de desplazamiento de la población (por ejemplo,
los «desplazados» de Colombia, que sé ven obligados
a abandonar sus tierras en el campo y a inscalarse en
la |grifería de los grandes espacios urbanos), la apari
ción de grandes campos de alojamiento en zonas
como África, el abandono del campo, la creación de
espacios urbanos ex ttibifo en China, eí aumento de la
3 7
Por una aMrotoioír/a <ü la m otil¡dad ___ ___ ___
0 XVA
población inmigrante, que conlleva la migración de
los países |>obre$ a los países ricos y que supondría una
situación de tensión en las periferias que acabaría
dando lugar a la formación de gu etos...
Partiendo de estas hipótesis, la urbanización res
ponde a dos as|>ectos contradictorios, pero indisocia-
bles, como las dos caras de una misma moneda: por
un lado, el mundo constituye una ciudad (la metaciu-
dad virtual a la que se refiere Virilio), una inmensa
ciudad en la que sólo trabajan los mismos arquirectos
y en la que existen, de forma única, algunas empresas
económicas y financieras, los mismos productos...
Por otro lado, esta gran ciudad constituye un mundo
que reúne todas las contradicciones y conflictos del
planeta, las coasecuencias de un distanciamiento cada
vez mayor entre los más ricos y los más pobres, el
Tercer y el Cuarto Mundos y las diversidades como,
por ejemplo, las de tipo étnico o religioso. Esta dife
renciación entre la población supone la aparición de
desigualdades cada vez más acentuadas que se reflejan
én la organización del espacio, como ocurre, desde El
Cairo hasta Caracas, con una serie de barrios privados
en los que sólo se puede penetrar si se da a conocer la
identidad o en algunas ciudades de Estados Unidos,
— .18
M jrc Aüf¿
— 39 —
III
La distorsión de la percepción
41 —
Por una antropolwía dt b *w\ ilidiid
xca
ambas realidades, puede detectarse en la aparición de
o
nuevos términos que, sin ser sinónimos, se concami
nan entre sí: el significado del uno influye en el del
otro y originan nuevos miedos y conflictos en poten
cia. Sí examinamos algunos de esios términos vere
mos que tienen un punto en común, y es que conce
den la mayor importancia al lenguaje espacial: de esta
manera, erran una metáfora que, inevitablemente,
engloba a todos los análisis y descripciones que se lle
ven a cabo.
El primer término es mlustótt, por el que, lógica
mente, se sobrentiende que hay un interior y un exte
rior; una escisión y una frontera. Dicha escisión y dicha
frontera son de índole física cuando se trata de los con
troles que se llevan a cabo en las fronteras nacionales,
como respuesta a la presión que ejercen los inmigran
tes de los países pobres, los cuales, al tratar de acceder
a las regiones ricas del mundo, llegan a arriesgar su
vida. Asimismo, existen otras fronteras y escisiones, de
tipo sociológico, en lo que se refiere a aquellos que, aun
viviendo en los países ricas, no gozan de esta riqueza
-o , si lo hacen, es en cantidades m ínim as-, sector social
en el que se encuentra una parte de los que huyeron de
las zonas más pobres del mundo.
— 42 —
M an Auge
— 13 —
Por una antro&JpiLÍa <U la m oiiliJaJ
3 XIA
dadanos de pleno derecho. Asimismo, emre los 17
<
años y medio y los 19 pueden rechazar la nacionali
dad francesa o, de la misma manera, pedirla de modo
anticipado enta- los 1$ y los 16 años, ron el consen
tim iento de sus padres, o entre los l<i y los 18, sin
dicho consentimiento. Patrie k W eil, en su libro
Francia y tus extranjera. hace mención J e la cifras del
Ministerio de Ju sticia, que indican que una gran
mayoría la adquiere de manera voluntaria antes de los
18 y que sólo una pequeña mayoría la rechaza. En este
aspecto, el «modelo social» francés cumple correcta
mente su función.
Sin embargo, la mayoría de los franceses que son
«hijos de la inmigración» pertenecen geográficamen
te a los barrios «desfavorecidos», lo que da a entender
que los pobres, tanto en la ciudad como en sus «afue
ras», escán reunidos, formando una masa, un grupo y,
para algunos, una posible amenaza. En Francia, el sig
nificado de la expresión núcleo urbano contiene estos
aspectos y parece condensar el fracaso del urbanismo
llevado a cabo por la política económica y el sistema
escolar.
A esca situación se une el examen de ciercos fenó
menos antiguos como la delincuencia a pequeña esca
— 44 —
A te n - Auné
■|w
la y el tráfico de diferentes tipos (lo que, en el siglo
¡>a xca
— 45 —
Por una antropología<U la movilidad
O XfA
ras de Estrasburgo el día de Año Nuevo). Duran ce la
«crisis de las afueras», el movimienco aumentó de
manera considerable, pe ro no se craraba de algo nuevo.
2. También es cierto que en este tipo de movi
mientos interviene en gran medida, una vez tras otra,
ia rivalidad enere los diferentes barrios’ y las discincas
periferias; incluso entre aquellas que no mantienen
ningún tipo de contacto, pero que se ven en la televi
sión y se comparan a travcS de la pantalla. La com pe-
tirividad referente a la violencia y, sobre todo, lo
espectacular de su actuación se asimila a lo que
Erwing Goffman llamaba la acción en su libro acerca
de los ritos de interacción.
3. Querer figurar en la pancalla es, de alguna
manera, querer alcanzar el centro; ese cencro descen
trado y múltiple que puede encontrarse en cada hogar
a través de la televisión y las imágenes que presenta a
diano, en las que muestra un cenrro ideal en el que se
encuencran los personajes famosos de la sociedad de
consumo, ya sean políticos, deportiscas o artistas, o
estén relacionados con los medios de comunicación.
Durante la crisis de las periferias, la dimensión tele
visiva también estuvo presente: las proezas de los
«sublevados» salían por la televisión.
— 46 —
Man Auíí
VJX O (rnili
— 47
Por una amrobelonía <U la moi tltdaJ
«'M axíA
el coche de los vecinos del barrio: lo que quieren es,
principalmente, ser visibles, existir de un modo visir
ble.
7. Los jóvenes «nacidos de la inmigración» proce
den de orígenes completamente diversos. Sólo en lo
que se refiere a Africa, lógicamente, ya existen grandes
diferencias entre el Magrcb y el África negra, así como
otras diferencias considerables en el interior de estas
dos zonas: por ejemplo, no todas las familias que pro
vienen del África negra son musulmanas. En la mayo
ría de los casos, los jóvenes cuyas familias son de pro
cedencia africana tienen pocos o ningún contacto con
el país de origen de sus padres o sus abuelos, lin estas
condiciones, su «cultura-», en el sentido antropológico
del término, consiste, más bien, en la que ellos mis
mos elaboran y que adaptan a distintos tipos de expre
sión (me refiero al rap)y los cuales han alcanzado un
gran éxito en la producción artística contemporánea.
8. Al emplear el término multiculturalismo se corre
un gran riesgo de estar utilizando una palabra equi
vocada, puesto que el contenido conceptual inherente
al vocablo cultura es débil. La razón es que los inmi
grantes no eran ni los que mejor informados escaban
ni, }jor tanto, los mejores representantes de la culcura
— 48 —
A U n A sft
— 49
Por una a ntronoloeía de la mw tildad
— 5 0 —
M an A u ji
VVXC ¿rviiu
escuda y viven una exj>erienda radicalmente opuesta
a la de sus padres, induw en los casos en que atravie
san por dificultades escolares.
Hoy en día se habla mucho de cultura y de identi
dad, pero se trata de dos términos que conllevan una
serie de problemas cuando se combinan las conse
cuencias de la desculcurización y del analfabetismo.
Sin saber dominar la lectura ni la escritura, los niños
de hoy en día no pueden llegar a comprender de
dónde vienen, donde viven ni quiénes son. Por ello,
están expuestos a roda clase de peligros, a la invasión
de las imágenes de los medios de comunicación y a la
corrupción de los mensajes de los ideólogos, a todas
las corrientes, modos de alienación y de captación de
cualquier movimiento.
Esta situación resulta aún m is preocupante cuando
se tiene en cuenta que, incluso en los países más des
arrollados del mundo, el analfabetismo y la ignoran
cia afectan a gran pane de la población, tal y como
demuestran diversas encuestas que se realizaron en los
listados Unidos, como la que llevó a cabo la National
Scieucc Foundation, que reveló que la mitad de los
norteamericanos no sabía que la Tierra da la vuelta al
Sol en un año. Seguramente, si se realizase en Europa,
— .5/ —
Por una antropología cit la mw tluLtd
n.fua o xfA
las cifras no serían muy distintas, y lo peor es que
reflejan la indiferencia de los |*xleres públicos ton
relación al atentado contra los fundamentos del ideal
democrático que supone e$ta realidad.
9. F.n todos los campos y desde cualquier pumo de
vista, se debe desconfiar del modo imprudente con el
que se emplean estos términos actuales y, aún más,
cuando se utilizan deliberadamente, puesto que lo
que hacen es crear la realidad que pretenden designar
0 describir. A*>í pues, una de las tareas principales de
la educación nacional debería ser la de acabar con las
barreras de la sociedad que impiden la instrucción de
los individuos. Gracias al sistema democrático (en el
que la educación es uno de los pilares principales)
debería permitirse que cualquier individuo, indepen
dientemente de sus orígenes y su sexo, perteneciera a
la República, ia cual se define como «una e indivisi
b le».. . aunque aún deba convertirse en un lugar acce
sible para rodos.
— 52
A lan Anee
V3X V pnliw
— 53
Pur una animboloíú] dt la mot tltdad
"ir^oxvA
cía de las dife rentes categorías se da con mayor fre
cuencia a medida que cada uno de los diferente* estra
tos de la población va resultando más extraño para los
demás, a pesar de que coincidan en los grandes cen
tros comerciales o los transjjortes públicos de las
mcgalópolis occidentales.
A estas observaciones deben añadirse algunos ele
mentos im a n a n te s que aumentan las consecuencias
y contribuyen a distorsionar la percepción: son, entre
otros, la demografía, las rupturas generacionales, el
contraste entre campo y ciudad -q u e , a pesar de la
urbanización, aún $u[>one una importante diferencia
en el imaginario francés y en el de otros países (por
ejemplo, se relaciona la violencia con la ciudad y sus
periferias)-, el terrorismo internacional y el incre
mento del islamismo extremista (se ha hallado en
Afganistán y en Irak a algunos franceses procedentes
de las periferias, como Moussaoui, y se ha descubier
to que algunos terroriscas se camuflaban en cicrcos
barrios tranquilos situados a las afueras de Londres).
Tras el paisaje del nuevo urbanismo, como si fuera un
decorado de fondo, se perfilan algunos espectros, pero
también ciertas amenazas reales.
En este contexto, ajielar al respeto o al diálogo
5 4 —
Man A x¡e
— 55 —
IV
El escándalo del turismo
VAX Oicnluu
antepasados ha podido vivir ni ha podido ver. Es un
paisaje que ha emergido de la noche de los tiempos,
pero que sólo ha podido existir, en su forma actual,
para nosotros. En este sentido» es una visión del tiem
po «puro*.
Este esj>ectáculo suscita la curiosidad y la fascina
ción, |V>r lo que no resulta sorprendente que las ruinas
constituyan uno de los destinos predilectos del turis
mo de masas. Durante el pasado siglo, la alta burgue
sía, los poetas y los pensadores contaban con el privi
legio de poder visitar las ruinas (generalmente, se tra
taba de las de la antigüedad grecolatina) paro meditar
acerca del paso del tiempo y de la fragilidad del desti
no humano e, inmediatamente, sentían que el esjjec-
táculo de las ruinas les hablaba mas de la humanidad
que de la historia. Aquellos en los que el sentimiento
de superioridad era mayor, como Chateaubriand, halla
ban en ello una ocasión de ver reflejado, en las civiliza
ciones que habían desajxirecido, lo efímero de su pro
pia existencia. De alguna manera, iban más allá de la
historia, la trascendían para meditar sobre el hombre
en general, sobre el hombre genérico, con el que,
durante un instante a lo largo de su meditación, caían
sentirse identificados.
— 58 —
Aixin A utf
ViX O Fc¿M
"M^axíA
las ruinas no informa acerca de la historia, pero hace
alusión a ella; su encanto se debe, quizás, al hecho de
que lo incierto de esta referencia se asimilaba a un
recuerdo que pondría en contacto a cada individuo
consigo mismo y con las regiones desconocidas en las
que la memoria se pierde. En cuanto al trabajo
exhaustivo que las agencias de viajes aparentan real i-
zar, el sentimiento genera! es, por el contrario, el de
una lista desordenada, en la que lo que se impone ya
no es el lento trabajo del tiempo, sino la tiranía de un
espacio planetario que ha sido recorrido de punta a
punta y de cuyos lugares se ha hecho una simple enu
meración. Más que las ruinas, lo que representarían
las agencias de viajes son terrenos destinados a la
construcción, pero carentes de cualquier proyecto y
de coda idea de exploración espacial o temporal: da lo
mismo lo que se construya en ellos, lo importante es
que se haga enseguida. La idea de viaje sí que refleja
ría las ruinas, pero unas ruinas que, tejos de evocar un
tiem[>o en estado «puro», estarían conectadas con la
historia contemporánea, en (a que ya no se cree en el
tiempo, ilo y en día es imj*>sible que existan las rui
nas, ya que lo que muera no dejará huella alguna, sino
grabaciones, imágenes o imitaciones.
60
M an ' Auec
VJXOjfi*»
En este punto, se podría trazar una comparación
entre el turista y el etnólogo: ambos pcrtcncccn a la
parte Je t mundo más favorecida, en la que es posible
organizar viajes de placer o ron el objetivo de estudiar
el entorno de un país extranjero. Fl que todos los
hombres pudieran ser turistas o etnólogos no resulta
ría un hecho chocante si el desplazamiento de unos no
fuera un lujo, mientras que el de otros es producto del
destino o de la fatalidad. Tampoco supondría ningún
tipo de escándalo si todos los hombres, sin diferencia
alguna, pudieran ejercer como sus propios espectado
res. Pero éste es el escándalo que supone la etnología,
puesto que, por ejemplo, hay etnólogos japoneses en
África, |>ero no etnólogos africanos en Japón. Sin
embargo, el tif>o de etnólogo al que aquí me refiero,
en el futuro, visitará cada vez menos los países exóti
cos, puesto que el exotismo está d e sa ire e iendo y por
que, después de todo, tampoco constituye -s in lugar
a dudas- el objeto del estudio de la etnología. Ésta le
sobrevivirá; ya le sobrevive.
En cuanto a los turistas, nunca han sido tantosuya
que nos encontramos en la época del turismo en masa.
En pocas palabras, se podría decir que la cla.se media y
superior de los países ricos realiza viajes cada vez más
— 61 —
Par nnú a*tmx>}/>tta ja
d|Xí,\
alejados de sus fronteras. Por íu pane, los p a ito _dcl
sur ven en el turj$mo una fuenie de ingresos puesto
cpie favorecen *u desarrollo, aunejue los beneficiarios
directos de) turismo en estas zonas suelan ser cieñas
organizaciones e individuos de los países desarrolla
dos. Desde este punto de vista, nuestra época se carar-
teriza por un contraste tan sorprendente como terri
ble, ya que los turistas suelen visitar ios países de los
que los inmigrantes se ven obligados a irse, en condi
ciones difíciles y» a veces, llegando a arriesgar su vida.
Estos dos movimientos en sentido contrario son uno
de los posibles síml>olas de la global i/ación liberal, de
la que ya salamos que no se facilitan de la misma
manera todas las formas de circulación.
Al comparar al etnólogo con el turista, traro de
mostrar a grandes rasgos, y |>or contraste, la origina
lidad de la postura del etnólogo, aunque sin llegar a
reducir al turista a la caricatura que se Miele hacer de
é\ con tanta facilidad ya que. si bien suele ser suscep
tible de ser caricaturizado, como individuo no se
reduce, sin lugar a dudas, a la imagen que da de sí
nmmo.
F.l aspecto en el que el etnólogo tradicional (y con
ello me refiero al que viaja para estudiar la sociedades
62 —
«"P*
___________________________________________________________________________________ _ M an A ufé
— ó? —
Por una antropofagia de ¡a mottltdad
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A L m A *g ¿
"'T ” * O Xt'A
6 5 —
P$r una afttrofxJtx'/a de la mniltdad
66 —
M iin Auqt
*®*'Psa o XfA
— 67 —
f V utu antropología di ¡a movilidad
— 68 —
Marc A ufé
Vflt P gcdúi
la estancia en el territorio ( |>odemos encontrar una
versión aún más negra en el diario de Malinowski) y
con la de los viajeros profesionales de la década de
1950 que proyectaron sus fotos en la sala Plcycl de
París, al tiempo que contaban banalidades. Sin
embargo, Lívi-Strauss escribió Tristes trópico*' como
Micheí Leiris, Georges Balandier u otros, se sabe un
escritor que f>ertenece a un género particular, que
relata los hechos, describe las situaciones, analiza los
comportamientos e informa de una experiencia en la
que participa al mismo nivel que aquellos a los que
observa. Éstos no constituyen una simple especie ani
mal, sino que son hombres como él, cuya presencia les
supone un problema —puesto que actuaría como lo
que en el dominio químico lleva el nombre de reacti
vo- y acalcaría trastornando el medio, aunque este
trastorno puede resultar instructivo. Cuando el etnó
logo se va, ni él, ni aquellos con los que ha convivido
son los mismos de antes, puesto que el trabajo del etnó
logo no consiste en una simple observación, sino que
tiene una dimensión ex|jerimental. N o se hmita a
observar la historia, sino que actúa en ella, aunque sólo
sea al defenderse. Por otro lado, le interesa darse cuenca
del cambio que él supone en el terreno en cuestión: la
— m
}*or una atttnfniai¡Í4 Je la monitdad
V5X £>RC.I
presencia del ccnólogo siempre influye en el medio
observado, aunque sólo sea por tratarse de un individuo, _
^ *
solo, que reflexiona sobre la cultura de los demás, la
cual, precisamente, es completamente natural para
aquellos y aquellas que están sumidos en ella, £sre es el
centro de la experiencia qué vive el etnólogo, pero no
podrá tratar de transmitirla hasta que la haya descrito y
escrito. Por ello, el proceso de redacción constituye el
linal del viaje, su objetivo y su acabamiento. El etnólo
go se encuentra siempre de viaje, aunque trabaje en las
afueras de una dudad de su país, en la medida que es un
viajero de lo interno, que viaja entre dos estados aními
cos. entre dos maneras de pensar» entre el futuro texto y
el texto ya redactado, entre un antes y un después.
Al contrario que el turista moderno, que es un con
sumidor que se cree viajero, el etnólogo es un seden
tario que se ve obligado a viajar: el turista espera que
vuelvan las vacaciones para irse, mientras que el etnó
logo sabe1 que su estancia, por larga que resulte a
veces, sólo tendrá tem ido a la vuelta, momento en el
que tratará de transmitirla. Si hay un punto común
que comjyarten es, quizás, el encanto inherente ai
hecho de conocer nuevos paisajes e individuos, aun
que este encanto procede de una doble ilusión: la de
-7 0 —
M arc A u fé
— 71 —
V
El desplazamiento de la utopía
— 73
Por una antrvlxdwia dt la mouticLui
V JX C
ticidad (leí falso concepto de «mundo», que puede
corresponder tanto a la idea de totalidad acabada 1.
f f E'
como a la de pluralidad irreductible <el mundo está
hecho de mundos). Hoy en día, esta tensión entre lo
unitario y la pluralidad es más evidente que nunca.
Por el término ^lol>ait2¿u¡4» se entiende, como ya
hemos visto, dos fenómenos distintos: por un lado, la
globalización referente a la unidad del mercado eco
nómico y de las redes tecnológicas de comunicación y,
por el oteo, la planetarización o conciencia planetaria,
que constituye una forma de conciencia desafortuna
da, puesto que da constancia de la situación crítica de
la ecología del planeta y de las desigualdades sociales
de todo tipo que dividen a b humanidad.
Hoy en día se trata de expresar esta tensión entre
lo unitario y lo plural y de resolverla por medio de la
oposición global/local, |>ero lo único que se obtiene
mediante esta expresión es reproducirla o amplificar
la. Así pues, o bien se concibe lo local a imagen de lo
global y como una expresión del sistema económico y
tecnológico, o bien se concibe como una excefx'ión,
como algo accidental o como una consecuencia de un
distanciamicnto del sistema que rige el conjunto, por
lo que debe ser llamado y conducido de nuevo al
-7 4 —
tWan A u n
gpdisj
orden. Los análisis que propone Paul Virilio acerca de
VjX®
— 7 .5 —
Por una anirtíMtioiiM de La movilidad
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M an Auvt
0 ffytv
dad» a la que Paul Viriiio se refiere es esta misma red.
VíX <
— 77 —
<V gntn>i>ol<>i.ta Jt L¡ moiilidad
O X(A
sas señales de esta dimensión prospectiva; en el cine,
tanto en el caso de Nfurnau como en los utsfem s. la
ciudad suele ser concebida y presentada como un
lugar que aún está |*>r descubrirse- En cuanto a la
ciudad-recuerdo, a la que recordamos o que despicr-
ra la memoria, sufre las más distintas variaciones y
resulta esencial, como sabemos por experiencia, en la
relación afectiva que los ciudadanos mantienen con
el lugar en el que viven. Sin embargo, la ciudad-
recuerdo también responde a unas características his
tóricas y (jolíticas: por un lado, cuenca con centros
históricos y monumentos; por el otro, con los itine
rarios de ia memoria individua) y el vagar por las
calles: esta mezcla hace de la ciudad un arquetipo de
Iugar en eJ que se mezclan los punros de referencia
colectivos y las marcas individuales, la historia y la
memoria.
Así pues, la ciudad es una figura espacial del tiem
po en la que se aúnan presente, pasado y fucuro. Es, a
veces, la causa de la estupefacción y, otras, el del
recuerdo o la espera, aunque, como siempre hemos
sabido, en materia de ciudad y de urbanismo, la espe
ra y el recuerdo concernían a la colectividad, al indi
viduo y a las relaciones que los unen. El proceso de
— 7tf —
M/trc£u£f
— 79
/V una antropñlQtfa Je ¡a motiltdatl
xv a
Ccline y fascinaron a Léger) y lo urbano sin ciudad
que coloniza el mundo, es decir, la presencia ilim ita
da, pero cambien la ausencia infinita. En la película
de W im Wenders Usbon Story. el protagonista viaja de
Alemania a Portugal sin salir nunca de la red de auto
pistas —que se extiende de un lado a otro de Europa—,
atravesando un paisaje fantasmal que va-riaba depen
diendo da la hora del día o de la noche: un paisaje
urbano al lina! del mal descubriría la ciudad que lleva
el nombre de Lisboa o, más concretamente, los solares
de sus periferias.
Lo que se pone en tela de juicio, en el total de los
trastornos que tienen lugar en la actualidad, es el
cambio en la utopía. Aunque, desde un punro de
vista histórico, ambos movimientos se superpongan,
se puede decir que la migración mundial sustituye al
éxodo rural hacia las ciudades y que la oposición
Norte/Sur ha ocupado el lugar de la oposición ciu-
dacL'campo. Sin embargo, el resultado de este nuevo
ripo de migración es la megalójiolis de carácter g lo
bal, que aspira a representar la utopía de la economía
liberal, incluso en el caso de un régimen {>olítico que
no sea liberal. I.» megalópoiis donde reina la gran
arquitectura de las empresas y de los monumencos
— HO
Mure Augf
«•n^axíA
resume la culcura histórica, geográfica y cultural del
mundo. Sin embargo, la paradoja de la éf>oca actual
es que la ciudad, al desarrollarse, parece desaparecer:
sentimos que hemos jíerdido la ciudad, cuando es
ella la que sigue escando...
El itleal de la ciudad griega, xrgún el helenista Jcan-
Pierre Vemanc. aunaba el espacio privado -prote
gido |>or Hestia, diosa del hogar— con el espacio
público, protegido desde el umbral de la puerta por
Hcrmes, dios del umbral, de los 1ónices, de las
encrucijadas, de los mercaderes y de los encuentros.
Hoy en día, lo público se introduce en lo privado o,
en otras palabras, Hermcs ha ocupado el lugar de
Hestia: podría simbolizar tanto la celevisión -q u e es,
sin embargo, el nuevo centro de la vivienda- como el
ordenador o el celéfnno móvil. Lsca suscicución se
debe a lo que el filósofo Jean-T.uc Nancy Uamó «cri
sis de la «comunidad». Sin lugar a dudas, se podría
hablar acerca de este «descencramiento*: al dcscen-
rramiento del mundo se unen (con la aparición de las
nuevas megalópolis y de los nuevos polos de referen
cia)* en efecto, el descencramienco de la ciudad (enfo
cada hacia lo exterior), el descencramienco de la
vivienda (donde el ordenador y la televisión ocuj>an
8 Í —
Por una aatnpoloita Je la m m jhJaJ
— 81
VI
Plantearse
el concepto de movilidad
— 8 5 —
Por una antrotolouta de La motili<kul
— 86 —
ViX O KnlbU
población cuyos orígenes eran, precisamente, exterio
res, en un momento en el que aquellos para ios que
dicho ideal debería haber estado destinado y deberían
habee sido sus principales beneficiarios, ya no se reco
nocían como tales. F.l esfuerzo que se necesitaba para
mejorar la relación, por un lado, entre los inmigran
tes y los que no lo eran y. por el otro, entre los inm i
grantes y sus hijos, no se llevó a cabo o se realizó de
una manera insuficiente Obligar a los extranjeros a
vivir en un lugar determinado originó la segregación
entre los inmigrances y los que no lo eran, así como
una doble escisión: el ciempo, por un lado, fue distan
ciando cada vez más a las distintas generaciones: el
espacio, }>or el otro, supuso otra escisión, en la que se
distinguió a los «jóvenes descendientes de la inmigra
ción», convertidos en los jóvenes de las periferias.
El ejemplo francés rienc su historia concreta, pero de
él pueden sacarse algunas lecciones que lo trascienden.
Plantearse el concepto de movilidad significa ana
lizarla a diferentes escalas para tratar de comprender
ías contradicciones que perjudican a nuestra historia,
las cuales están siempre relacionadas con la movili
dad. Los listados Unidos favorecen la creación de un
mercado común americano y, sin embargo, aban un
— H7 —
Por una antropología de la wat t¡tetad
P* O XÉA
muro en la frontera con México. Europa parvee estar
por fin tomando conciencia de que la integración en
ir
los países de acogida sólo tiene sentido si, al mismo
iiem|>o, se proporciona una ayuda a los países de los
que proceden los inmigrantes. Volver a definir la
(eolítica de migración empieza a ser urgente, en un
momento en el que la evolución del contexto global
(auge del ímegrismo, terrorismo, resurgimiento de
las ideología1;) revela el carácter aproxirmtivo de los
distintos «modelos de integración*.
Asimismo, plantearse el concepto de movilidad es
volver a plantearse el concepto de tiempo: cuando la
ideología occidental trató el tema del final de los
grandes discursos y del final de la historia, ya llegaba
tarde respecto al acontecimiento, puesto que hablaba
de una época, sin darse cuenta de que ya hacía tiem
po que nos encontrábamos en un nuevo período. Así
pues, trataba ios nuevos tiempos con palabras anti
guas y medios obsoletos. Hoy en día, los políticos
hablan de un mundo multipolar, pero deberían reco
nocer que los «nuevos polos»» dej>enden de la expe
riencia histórica original, la cual, en la actualidad, no
se puede clasificar, simplemente, con la etiqueta «fin
de la historia», lil acuerdo unánime tío existe ni en la
— 8 8 -
«"IW# O XfA A Une A ufí
— 89 —
Por una a nSropúiofía de la mw tltdad
<3 X lA
lidad la traiciona en el espacio: ante la aparición de un
mundo humano cjiie es consciente de ocupar todo el
planeta en su extensión, codo ocurre como si, ante la
necesidad de organizado, nos situásemos a una cierta
distancia con res¡>ecto a él, refugiándonos tras las
antiguas divisiones espaciales (fronteras, culturas,
identidades), las cuales, hasta el momento, han sido
siempre el fermento activo que ha originado los
enfrentamientos y la violencia. Ante los progresos de
la ciencia y el cambio de escala que implica el progre
so de las ciencias físicas y de las ciencias de la vida,
todo ocurre como si, poseída por un vértigo pascalia-
no, una parte de la humanidad se asustase de las con
quistas llevadas a cabo en su nombre y se refugiase en
las antiguas cosmologías. Sin embargo, a nuestro
pesar, nosotros avanzamos (en la medida en que este
«nosotros» existe y se refiere a la parce genérica de la
humanidad que todos los seres humanos comparten)
V un día nos será completamente necesario tomar con
ciencia de que el valor político y el espíritu científico
están hechos de la misma pasta.
F.n la historia ha habido algunos momentos, aun
que raros, en los que la utopía o, al menos, una parre
de la utopía, parece realizarse. Éste fue eJ caso tle
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M an A u tf
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Por mu qntrntnltixúi Jt ¡a movttidaJ
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V J X O rcOui
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