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Javier Busto: «Mi música tuvo

primero éxito en Japón y luego me


empezaron a conocer aquí»
Varios coros interpretan algunas de las obras de este compositor
en el Teatro Zorrilla

Vino a Valladolid a estudiar Medicina, se hizo médico y también director de coro


y compositor, además de encontrar una novia que tocaba el piano y le sacó los
colores con sus primeras partituras. Ahora Javier Busto (Fuenterrabía, 1949) se
acaba de jubilar como médico de familia, lo que le permite «venir a Valladolid
un martes» a impartir un taller de música coral y escuchar como alumnos y
amigos cantan su música. La cita es hoy en el Teatro Zorrilla a las 20:15 h.

«Hace una década compuse a la coral Valparaíso una obra sobre un poema de
Francisco Pino 'Esta tierra'. En aquella ocasión me dieron más poemas para elegir
y los guardé. Ahora les he escrito un tema sobre el poema de Jorge Guillén
'Meseta'. El verso de Pino era muy cuadrado, de carácter muy rural, sencillo,
bonito, y este Guillén es más complejo y la música también lo es».

Este compositor de música coral ha hecho el camino inverso a muchos creadores.


Primero fue conocido en Japón y luego le empezaron a llover encargos en su
país. Pero antes del Pacífico, transcurrieron en la ribera del Pisuerga «los años
más intensos» de su vida.

«Estudiaba medicina y me uní al coro de estudiantes vascos Ederki. También


cantaba en el Coro Universitario y en la Coral Vallisoletana, donde se hacía
repertorio sinfónico-operístico. Ensayaba todos los días de 15.15 a 16.15 en el
Universitario y tres días a la semana en la Coral. En Ederki nos quedamos sin
director. Empecé a dirigir en 1971 y allí estuve hasta 1976».

La riña de Maruchi
Busto había sido adolescente con banda de rock y había compuesto canciones
«para guitarra y voz. Todos hacíamos el hippy, escribíamos canciones con letras
de Cristo, la paz, el no a la guerra se llevaban entonces y ahora también porque
siempre tuve inquietud por escribir». Luego lo intentó con la música coral. «Pero
no tenía formación, iba a mi bola. Escribía una canción y la llevaba al ensayo del
Coro Universitario. Había gente que solfeaba, entre ellos mi mujer, Maruchi, y
me decían lo malo que era. No sabía lo que hacía, tuve que ir aprendiendo,
haciendo oficio poco a poco, y le fui pillando el tranquillo», dice Javier Busto
quien atribuye a su «intuición, al gran repertorio que había cantado y escuchado»
su 'máster' en composición.

«Sí, me formé en dirección coral porque necesitaba recursos. Empecé


precisamente en Valladolid, cuando estaban de moda los de Lérida y les llevaron
allí para dar unos cursos». Becado por la I Bienal del Sonido, estudió con Erwin
List. En la composición sin embargo, «la base fue mi oído, las sensaciones
rítmicas y el estudio a fondo de las partituras. Así fui conociendo el mundo de las
voces, sus posibilidades, comencé a experimentar con acordes especiales, fui
probando hasta que hacer algo que funcionaba». Empezó a componer música
coral en 1977 y «lo primero que escribí con sentido común data de 1980». Ese
año escribió un 'Ave María', que fue obra obligatoria en el concurso de Tolosa, y
la publicó una editorial sueca. «Cayó en manos de un director japonés que
trabajaba en Finlandia y volvía a su país. A raíz de aquello se puso en contacto
conmigo y empezó 'el boom Javi Busto'. Me comenzaron a encargar cosas, he
tenido muchísimas peticiones de Japón. Así que me pasó al contrario de la
norma, me conocieron primero fuera y luego aquí», cuenta.

De Japón, a los países nórdicos, a EE UU y «ahora mis partituras tienen una


difusión enorme por la zona de Taiwán, Indonesia, Singapur, sobre todo por lo
que está haciendo la editorial Pana Música, la única que distribuye en Japón».

No sabe la razón del éxito de su música coral, «te vas haciendo más conocido
porque a la gente le gusta, aunque tampoco hago cosas complicadas. Tienen
cierta dificultad, pero para un coro que trabaje con un poco de sentido común son
cosas salvables que se pueden dominar con estudio. Ese es el objetivo».
Para editar su obra y distribuirla creó su propia editorial, Bustovega, con su
mujer al frente de la maquetación. «En España tenemos mentalidad de fotocopia,
es complicado vender partituras porque todo el mundo fotocopia. Personalmente
no he dado importancia a los derechos de autor porque no lo he necesitado para
vivir, pero sí he luchado por los profesionales. Hay compositores consagrados
que conozco que no componen para coros por esto. '¿Para qué perder el tiempo si
me lo fotocopian?', dicen. Eso molesta a los creadores».

Dos temas en un 'grammy'

Busto celebra el trabajo del que se ha despedido recientemente. «La medicina me


ha dado libertad para elegir los encargos». Echó de menos al comienzo la
formación, «si hubiera sabido armonía o tocar el piano bien, habría ahorrado
trabajo. Pero también la falta de conocimientos académico me ha permitido hacer
lo que he querido. Hay muchos profesionales que me reconocen que el canon les
impide escribir cosas que yo he hecho. Me dicen 'Javi analizo tu música, se nota
que no sabes armonía pero funciona'».

Compone casi siempre a partir de un texto. «La inspiración no llega mientras vas
paseando por la playa, la musa no funciona así. Tienes que estar trabajando y
tengo tres o cuatro textos en la cabeza. Estoy sobre uno y me salen cosas que con
él no van pero sí con otro. No podría hacer una música y luego adecuar una letra,
como trabajaban los grandes compositores y los libretistas en paralelo».
Reconoce que hay poetas que lee cantando, el caso de Neruda, «es tan carnal, tan
vivo, tiene un ritmo interno fantástico. Sin embargo Lorca, que fue un gran
músico, me ha costado años poder musicarlo».

El Busto cantor fundó coros como Eskifaia, con premios en España y Alemania,
y el femenino Kanta Cantemus Korua, galardonado en Francia. Su labor como
compositor ha sido reconocida con varios premios, el último por la Universidad
del País Vasco y dos de sus trabajos están en el disco 'Spotless Rose', ganador de
un Grammy en 2008. Vuelve a la ciudad de sus «amistades más profundas. Aquí
(por Guipúzcoa) no tuve cuadrilla ni la echo de menos, los seis años de
Valladolid fueron de una intensidad arrolladora. Nos dio tiempo a todo, creo que
desde entonces he sabido repartir bien mi tiempo. Tengo muchos amigos allí».

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