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Oigan señores
Presten oído
Pongan todos atención
Que para tocar el son
No hace falta la estridencia
Ni tampoco mucho ruido
Si marcas bien el compás
Con ritmo v con armonía
Verás que tocas el son
Alegre y con cubanía
El Septeto Habanero, como sin duda lo sabrán tantos melómanos del son y la salsa,
junto con el Septeto Nacional de Ignacio Piñeiro, fueron los iniciadores del
tremendo éxito de la música cubana que, durante los años 20, 30 y 40, arrasó en
los salones de baile, desde Puerto Rico hasta Shanghai, y que a la postre siguió
fungiendo como la médula de la salsa neoyorkina y la fuente inspiradora de muchas
de las orquestas estelares de África Central y Occidental.
Aunque ninguno de los miembros fundadores del Habanero queda vivo, el Septeto
continúa sonando como en los buenos tiempos, con nuevo personal y radicando en
Centro Habana. Manuel Furé, actual director y voz guía del Habanero, ha estado
con la agrupación desde el 1952, marcando así una línea directa de continuidad con
los músicos originales y con el estilo particular del Habanero, que 75 años después,
aún escuchamos.
« Enseguida nos puso Tres lindas cubanas como tema para que empezáramos con
la transmisión de Radio Salas », rememora Furé. Muy pronto el Habanero empezó
a escalar hasta el mismo lugar que las tres grandes orquestas que estaban tocando
en la radiofusora : Arcano y sus Maravillas, Melodías del 40 y el Conjunto
Chapottín. El público los reclamaba en todo baile donde actuaban las orquestas
mencionadas y a través del correo, recibieron en Radio Salas más cartas que ningún
otro grupo.
En esos años el son no fue bien recibido por las clases altas de la Habana. La
rítmica, los estribillos, con llamado y respuesta, igual que las improvisaciones de
son, fueron demasiado perturbadores y rupestres para los oidos de los bailarines de
la élite habanera que prefería el danzón, la contradanza, el danzonete y los mi-
nuets del momento. Pedro Ibáñez nos relata que sus antecesores en el Habanero
tuvieron que dar la lucha durante cinco años en contra del establishment y aún del
ejército, la guardia rural, de ese tiempo. Era común que la guardia llegara a las
fiestas populares donde se interpretaba el son y, machetes en mano, a la voz de
« vamonos » tomaban presa a la gente.
Furé recuerda que no siempre ha sido fácil. En la mitad de los años 50, el
Habanero, aún con Gerardo Martínez en la voz prima, tuvo que enfrentar la ruda
competencia, incorporando un piano, otra trompeta y aún tumbadoras e incluso
cambiando un poco el repertorio y el nombre del Septeto por el de Conjunto Típico
Habanero. Aunque tenían contratos regulares y seguían tocando, algunos de los
integrantes, ya viejos, se enfermaron, lo que empezó a marcar el declive del Típico
Habanero. En el 1961, tres años después de la muerte de Gerardo Martínez, el
musicólogo Odilio Urfé del Ministerio de Cultura, mandó llamar a Furé y, en las
palabras de él mismo, le dijo, ‘ »Furé, hace falta que hagas el Septeto Habanero, y el
indicado eres tú' ». Manolo Furé replicó: « Bueno, pero ¿qué tu quieres que yo
haga? » Urfé fue definitivo, « ‘Bueno, busca la gente, porque te voy a meter aquí a
trabajar' ». Furé concluyó, « Bueno, si me va a poner a trabajar, está bien ».
Hoy en día el Habanero está formado por músicos de diferentes generaciones que
comparten un mismo denominador : su excelencia artística. El repertorio que
interpreta el Septeto Habanero incluye todos los clásicos del pasado (como Tres
lindas cubanas, Suavecito, Tribilín Cantor, entre otras), asi como las nuevas
composiciones de sus integrantes siempre en el estilo Habanero. Los músicos del
Habanero tocan en este estilo porque es el que mejor les viene, aunque lo tocan con
un sabor que corresponde al Septeto de los anos 90. « Y como el Septeto Habanero
en sus principios nunca fue estático, pues nosotros no podemos ser estáticos
tampoco », afirma Furé.