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CONCLUSIÓN
En mi opinión, queda muy lógico todo lo que es abordado por el autor,
debido a que, en efecto, existe ese pensamiento social monótono en el que
la violencia y la agresividad son uno mismo, sin embargo, la realidad es otra.
Podemos remontarnos a que en la historia han existido autores que
postularon algunas teorías con respecto a la agresividad, y con distintos
enfoques. Freud postuló la teoría de los dos instintos, en donde el hombre
nace con una determinada cantidad de energía que se enfoque a nada más
que la destructividad, y por ello, en su amplio sentido, debe de expresarse
de una o de otra forma. En caso de que se reprima la manifestación, esta
pulsión seguirá con su camino normal hasta ocasionar la destrucción del
mismo individuo. Se toma desde este punto a la agresividad como un
instinto primitivo, que debe de ser sustituido por comportamientos más
complejos para llegar a un estado de confort. Es aquí donde podemos darle
puntos a la manera en la que los deportes funcionan como un método de
catarsis para liberar toda la agresión primitiva y quedar en plenitud. Tal
como lo postulaba Freud y se aborda en el tema.
Por otra parte, se considera que la violencia es un factor cultural que, en su
caso, es ya no un instinto, sino un conocimiento adquirido, con el cual
recibimos la capacidad de hacer daño a otro individuo con nuestras
habilidades humanas, y bien, el individuo no tiene que ser necesariamente
otro humano, sino nuestro mismo medio ambiente o incluso especies
inferiores. Lo que determina la distinción entre la agresividad y la violencia,
es que la violencia ya es premeditada y conscientemente al momento de
actuar, mientras que la agresividad, surge como pulsión instintiva y
primitiva que tiene que ser catártica para su control.
La situación de la violencia que existe del hombre hacia la mujer es de las
más preocupantes, debido a que en la mayoría de las culturas humanas,
esta es aceptada, a tal grado de, como ya se planteaba, utilizar a las mujeres
únicamente como objetos de desahogo masculino o bien, máquinas de
satisfacción de necesidades y quehaceres, convirtiendo la situación ya en
una problemática y a su vez en un círculo vicioso hereditario generación
tras generación, por lo cual, creo que sería importante, mediante métodos
antropológicos el inmiscuirse más en la sociedad para llegar al origen del
problema y proponer soluciones ante la situación.
REFERENCIAS:
Baños Nocedal A. A., ANTROPOLOGÍA DE LA VIOLENCIA, 2005, Carlos
Serrano Sánchez, Patricia Olga Hernández Espinoza, Francisco Ortiz Pedraza
(editores), ESTUDIOS DE ANTROPOLOGÍA BIOLÓGICA, volumen XII, año
2005.