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el hombre

y
sus obras
LA ETERNIDAD
A TRAVÉS DE LOS ASTROS
Hipótesis astronómica

por
LOUIS-AUGUSTE BLANQUI

traducción y nota preliminar de


LISA BLOCK DE BEHAR

-,.;niver so 37

58

))((J
siglo
veintiuno
editores

Fotograffa de Louis-Auguste Blanqui. Fotógrafo: tmile Appert.


• 1

ÍNDICE

siglo veintiuno editores, s .a. de c.v.


CERRO DEL AGUA 248, DELEGACIÓN éoYOACÁN, 04310, M~XICO, D.F.

NOTA PRELIMI NAR, por LlSA BLOCK DE BEH AR X lll

LA ETERNIDAD A TRAVÉS DE LOS ASTROS

l. El uni verso· El infinito 3

11. Lo indefinido S

lli. Prodigiosas di stancias de las estre llas 7

IV. Constitución ñsica de los astros 9

V. Observaciones sob re la cosmogonía de Laplace.


Los cometas 15

VI. Origen de los mundos 24

VII. Aná lisis y síntesis del universo 37

VIIT. Resumen 58

portada de pablo thiago rocca


grabado: carceri d'invenzione de giova.nni baltista piranesi

primera edk ión, 2000


©siglo x.xi editores, s.a. de c.v.
isbn 968-23-2230-8

derechos re~erva dos conforme a la ley


impreso y hecho en méxico 1 printed and made in mexico
[vii]
A Jacqueline Chénieux-Gendron,
a la lucidez poética de su visión literaria.

A Arturo Rodríguez Peixoto,


a la precisa gracia de su sabiduría s.ilenciosa .

.
1
En esa celda circular, un hombre que se parece a mJ es-
cribe en caracteres que no comprendo un largo poema
sobre un h ombre que en otra celda circular escribe un
poem a sobre un hombre que e n otra celda circular... El
proceso no tiene fin y nadie podrá leer lo que los prisio-
neros escliben.
JORGE LUIS BORGES

Al borde de las cosas que no comprendemos del todo, in-


ventamos relatos fantásticos para aventurar hipótesis o
para compartir con otros los vértigos de nuestra perple-
jidad .
ADOLFO BIOY CASARES

La eternidad de las penas del infierno tal vez ha privado


a la idea antigua del eterno retorno de su ángulo más te-
rrible. Pone la eternidad de los tormentos e n el lugar que
ocupaba la e ternidad de una revolución sideral.
WAI..TER BENJAMlN

E n la actualidad, es responsabilidad legítima de los cien-


tíficos, como lo fue dos mil trescientos a ños atrás, dar
c uenta de la formación del s is tema solar y del conjunto
de estrellas que form an la galaxia con el concurso fortui-
to de á tomos. Al preguntársele al mayor expositor de es-
ta teoría, cómo pudo escribi r un inme nso libro sobre el
sistema del mundo s in mencionar a su a utor, respondió,
m uy lógicamente: "Je n'avais pas b esoin d e cette hypo-
lhese-la."
CH ARLES SANDERS PE IRCE
NOTA PRELIMINAR

I/ 1~ TEHN1T1~ En más de un sentido, La eternidad a través de los astros, publi-


cado en París a principios de 1872, es un libro extraño. Escrito
por Louis-Auguste Blanqui (1805-1881), un revolucionario que
PAR LES ASTRES la historia registra por la audacia de sus conspiraciones y la per-
severancia de su agitación política, el libro sorprende en virtud
HYI'OTHESE ASTTIONOMil}IJE de la lucidez poética de una imaginación que habilita un itinera-
rio inesperado, sideral y familiar a la vez: "Me refugio en los as-
tros donde uno puede pasearse sin límites", le escribe a su her-
I'A 11 mana, en una carta dirigida desde la prisión, como haciendo
referencia a un acogedor amparo estelar al que recurriera habi-
A. 1\LANQ\Jf tualmente. Su autor fue reconocido como el jefe natural de la
Comuna y, más tarde, como "el mayor luchador del período que
se extiende entre 1827 y 1881". 1
Baudelaire, que admiraba a Robespiene, veía en Blanqui, en
su temple "ardiente y puro", la reencarnación de quien alentó
Terror y Virtud. Mereció el aprecio de Karl Marx quien, a pesar
de las marcadas discrepancias, no dejó de reconocer en Blanqui
"la cabeza y el corazón del partido proletario de Francia". 2 Sus
opositores veían en él al más peligroso de sus enemigos; quienes
formaban con él filas y compartían afinidades ideológicas tam-
poco disimulaban las aprensiones que la resonancia de su cla-
I'ARIS morosa prédica sediciosa les suscitaba. Fue para Walter Benja-
mín "la voz de bronce [que] estremeció el siglo x rx". 3 En las
1. 111 n " 1n1 E 1; 1: n MEn ti.\ 11. 1. 1il n v.
!llil: 01: I:~Col.t: - rH:· N ~D t: r.INI:
anotaciones que adelantan su libro sobre Baudelaire, Benj&min
se propone confrontarlos a ambos, a fin de despejar de una bu~­
1872
na vez - son sus palabras-las brumas que ocultan las "ilJlmina-
ciones" de quien suele recordarse según la vehemencia disconti-

1 André Mitry, Auguste Blanqui. Révolutionnaire trois fois condamné a mort


(panfleto político publicado por la "Société Amis d e Blanqui" el 2 de febrero en
su asamblea constitutiva), 8, avenue Mathurin Moreau. , París, 1951. 31 pp.
2 En una carta de Karl Marx dirigida al doctor Watteau el 10 de noviembre
de 1861.
Portada de la 1a. edición de L'éternité par les astres. Hyphotese 3 Walter Benjamín, "Theses d'histoire de la philosophie", en Poésie et Révolu-
astronomique, editada por Librairie Germer Bailliére, París, 1872. tion, Paris, Denoel, 1971, p. 284.
xiv NOTA PRELIMI NAR XV
NOTA PRELIMINAR

ños de un terrorisla que en plena acción no dejaba de pensar.


GUSTAVE GEFFROY Blanqui ha sucumbido, Baudelaire h a alcanzado el éxito, y en el
vaivén comparativo B enjamin encumbra al autor de La eternidad
a través de los astros por sobre otros personajes de la época.

L'ENFERMÉ Condenado por sus insurrecciones contra la monarqwa, temi-


do por sus violentas acusaciones contra el clero, contra la bur-
ED/7101\" REI'V/J E7' AUGMENTJU> PMI I.'AU1"/JCII guesía, contra la francmasonería, perseguido como denodado
1
organizador d e sociedades secretas, víctima de las calumnias de
P' ORTRA I T D 1\UGU S TE BLANQUI
pnr Euul::t• C.unuku quienes fueron sus compañeros, Blanqui fue encarcelado más
de veinte veces, deportado y tres veces sentenciado a muerte. Pa-
TOME 1 só más de treinta años de su vida encerrado en las prisiones más
severas: en el Monte Saint-Michel, en la isla Belle-Íle-en-Mer, en
el Fuerte de Taureau, donde fue sometido, a raíz de los aconte-
cimientos de la Comuna de París, a las condiciones carcelarias
más terribles sólo porque se sospechaba de que hubiera partici-
pado en las encarnizadas luchas de entonces.
Durante circunstancias de continua disensión política y cons-
tante desasosiego social, concibe y escribe este libro extraño a su
fervor político, a sus maniobras revolucionarias, donde asombra
que no se insinúen ni los excesos de su ánimo combativo ni la
RIBLIOTlli!:QUB
adversidad de la condena ni las penurias de la prisión. Desde el
lll! L'AC,\O~M lB GON«.;OUCI'I'

LES ~DITIONS G. CRES ET C''


interior más reducido de la celda, su escritura le habilita la en-
:!1 1 RUR JI.\UTt:fl't:Ul L LF. - r .\PIS trada a otros mundos a los que accede por una imaginación en
fuga hacia espacios insonm-os y tiempos repetidos. Contemporá-
neo del flé/.neur que demora su ocio en las calles de París, Blan-
qui se complace en d eambular por el espacio infini to más allá de
Portada del tomo 1de L'enfermé de Gustave Geffroy, editado por Les ~di tions G. Crés las incertidumbres, de las conLinge ncias que prevé a dis tancia,
et Cie., París, 1926. comprometido con su tiempo pero escribiendo al margen de la
historia y d e sus estrépitos, de las acciones en sordecedoras que
nua de sus partidruios: "Baudelaire se encuentra tan aislado en él mismo provocaba desde la p enumbra de calabozos cada vez
el mundo literario de s u época como Blanqui en el mundo de los más sólidos y sórdidos.
conspiradores" .4 Interpret a, además, que la den-ota d e Blanqui La notable biografía que le dedica Gus tave Geffroy lo presen-
significó la victoria de Baudelaire y de la pequeña burguesía. "El ta como "el encerrado" (L'enfenné),S un título que podría haber
abismo" (Le gouffre), entre otros poemas de Baudelaire, replica sido la inscrip ción emblemálica d e su divisa. Los desvelos del
su visión vertiginosa del infinito y d el s ilencio, el silencio de la biógrafo abarcan en dos volúmenes las vicisitudes de su lucha,
prisión y del espacio insondable pero también el deseo y los sue- las tribulaciones d e una época en la que no escasearon las aflic-
ciones d e su sacrificio brulal, el rescale doctrinario y visionario,
4
Waltcr Benjamín, París, capitule du x1xe siec/e. Le livre des passages, edi-
ción original e intmducción d e Rolf Tiedemann, París, Les Éditions du Cerf, 5 Gustave Geffroy, L'enfermé (2 vols .), Paris, Les Éditions G. Crés et Cie., 21,
1989, p. 384. , , , H<111trfl'11iiJP 1<) 7.1).
-
xvi NOTA PREUMINAR
NOTA PRI-:LI M I NAR xvii
razonado y poético, de un tiempo por venir, intentando adelan-
tarlo en un siglo que trasciende 'el viejo orden social' con las fan-
tasmagorías de su de lusión. 6
A pesar de la clausura y el aislamiento, sin claudicar de sus
ideas ni desistir de sus propósitos, Blanqui siguió resistiendo:
desde el interio r de s u celda, declaró la guerra callejera, orga-
nizó ba rricadas, ordenó y publicó las Instrucciones para una
toma de armas (Jnslructions pour une prise d'armes), un texto
que circuló discretamente entre 1868 y 1869. Aun en prisión,
no dejaba de actuar ni renegaba de sus convicciones, en el cen-
tro d e las mayores agitaciones; desde allí, en 1861, fue condu-
cido ante los tribunales de donde se documenta el siguiente
diálogo:

_ A pesar de sus veinticinco años de prisión, ¿ha conservado usted sus


mismas ideas?
- Exactamente.
- Y no sólo sus ideas, sino ¿también el deseo de hacerlas triunfar?
- Sí, hasta la muerte.

Pasarían muchos años más y sucesos cada vez más desgracia-


dos; en la misma medida medraba su obstinación. Si bien Blan-
qui no es el protagonista de L'insurgé7 -la conocida novela de Ju-
les Valles, de alguna manera "el encerrado" se identifica con "el
insurrecto". En el curso de la narración, su nombre aparece
mencionado varias veces; el narrador reitera y extiende la auste-
ridad de su figura escueta en descripciones fieles; estampa sus
advertencias contra riesgos que conocía, recu erda las instruccio-
nes, los gestos tranquilos:
"[Blanqui] les daba un curso de estrategia política y militar" Fotografla de Jules Valles, miembro de la Comuna, 1871 .
dice el narrador. La novela de Valles trata de la Comuna; en ese
marco trágico no elude las precisiones de un realismo revolucio- tórica en la lkción, un personaje de verdad que, por real, no es
nario donde una y otra vez presenta el protagonismo de Blanqui menos épico en una insurrección que, por histórica, tampoco es
y, corno si necesitara corroborar su identidad, afirma: "Es Blan- menos legendaria.
qui". Dando testimonio de su presencia, la mención deviene una
de esas referencias recurrentes que señalan la verosimilitud his- Muy cerca, un viejito corretea, solo, completamente solo, pero veo que
lo sigue la mirada de una banda en medio de la que reconozco a los
6R. Ticdcmann, "Introduction", op. cit. , p. 22. am igos de Bla nqui.
7Jules Va lles, L'insurgé, publicación póstuma de 1896, París, Ed. Garniel~ Es él, el hombre que recorre a lo largo toda la muralla, después de
Flammarion, 1970, pp. 160, 184, 185. haber a ndado el dfa entero sobre los flancos del volcán, mirando si no
xviii NOTA PRELIMINAR NOTA PRELIMI NAR xix

s urgía, por encima de la muchedumbre, una llama que sería el primer ciones y presunciones sobre una ciencia a la orden del día, mul-
resplandor de la bandera roja. tiplican esas dualidades valiéndose de una estrategia científica
¡Ese solitario, ese viejito, es Blanqui! 8 apta para fundamentar la fantasmagoría de sus visiones cósmi-
cas. Para compensar la reducción de la celda, no le alcanza con
Más recientemente, indagando sobre la actualidad de Blanqui, imaginar episodios de libertad civil a escala ciudadana, y se in-
Alain Decaux extiende, en un voluminoso libro, a lo largo de más venta un universo sin límites, un infinito para sí. Cercado por
de seiscientas páginas, su imagen de revolucionario consagrado a muros más altos y espesos que las miles de barricadas que había
la insurrección: Blanqui, l'insurgé, 9 un título que restituye en par- contribuido a construir, alejado de los hombres por el rigor de la
te las contradicciones a las que quedará definitivamente asociado: condena, él mismo elige apartarse todavía más, dejar de lado su
el encerrado, aún prisionero, seguirá siendo el insurrecto. Sin tiempo y la tierra, por otros tiempos y tierras y "sentir el placer
apartarse de esa condición a la que no termina de someterse, que de viajar con la imaginación sobre el ala de los cometas que via-
constituye, a su pesa1~ su segunda naturaleza, persevera en una jan de sistema en sistema" .11
acción combativa que la prisión no logra interrumpir ni detener. A partir de ese doble alejamiento, las paradojas, o las contra-
Pretende haber superado las contrariedades de la reclusión por dicciones, parecerían inevitables: en la prisión, un hombre que
medio de una salida casi retórica, otro argumento de una huida h ace de la acción su horizonte se ve reducido a la pasividad por
que no siempre se verifica, una especie de salvoconducto que di- la fuerza; su entrega a la colectividad se convierte en el más
rime las injusticias del mundo por la fantástica f1.mdación de otros cruel de los aislamientos; entrañablemente comprometido con
mundos, remontando "las presuntivas aguas del Tiempo" en pro- los acontecimientos políticos, no le pesa optar por una eternidad
cura de una eternidad inabarcable o inasible. que los anula; luchando por la justicia en el presente y un futu-
Si toda ficción implica el apartamiento voluntario de una s i- ro auspicioso, cifra su confianza en el eterno retorno; rebelándo-
tuación real particular y la creencia en la s~presión del mundo se contra el mundo en el mundo al revés, reveló a su m anera,
de los avatares cotidianos para ingresar a otro, la aventura lite- con la naturalidad que elude el asombro, la existencia plural de
raria que estremece la detención de Blanqui es tan desaforada otros mundos que avalan una eternidad, por repetición, durante
como su gesta política ya que no se conforma con atravesar los tiempos incontables:
muros de una fortaleza para pasar al otro lado de la prisión si-
no que entreabre una grieta hacia la inmensidad del espacio in- Todo ser humano es pues eterno en cada uno de los segundos de su exis-
finito. Los trámites de la ficción requieren una zona de ambiva- tencia. Est o que escribo en este mom en to en una celda del fuerte de Tau-
lencias y el claroscuro de la celda la favorece; desde allí atisba el reau, lo h e esc1ito y lo escribi ré durante la eternidad, sobre una mesa, con
espacio, lo prodiga. Ni afuera ni adentro, entre la clausura y el una pluma, con vestimentas, en circunstancias semejantes. Así cada uno.
vacío, entre la inercia y el vuelo, a m edias, ni falso ni verdadero,
un pasaje entre la tierra y el cielo, similar a esas galerías metro- Entre dos extremos, que el discurso de la ciencia y el discur-
politanas desd e donde se vislumbran, difusos, a través de los so literario oponen, este libro de Blanqui pasa p or alto la histo-
cristales, los intersticios de la gran ciudad, los pasajes que la de- ria. Su r escate poético intenta reparar, por la precisión d e la es-
finen como la capital del siglo XIX, esa fábrica de sofisticación critura y los desplazamientos de la ficción, los males temporales
que es París en la crítica de Blanqui. 1o que inflige la autoridad contra la que él se debate a muerte, una
Las cavilaciones astrales de Blanqui, su s minuciosas informa- redención contra las indiferencias y desigualdades de una socie-
dad que d eplora y denuesta.
8 Jbidem, p. 160.
9 París , Librairie Académiquc Pcrrin, 1976.
1°Carla a Lacambrc, 7 de octubre de J862, en Maurice Domma nget, La vie de 11 Camille Flammarion, crítica aparecida en L'Opinion Nationale, París, 25 d e

Blar1qui sous le Second Empire. marzo de 1872.


XX NOTA PRELIMINAR NOTA PRELIMINAR xxi

Las celebraciones patrióticas y partidarias, los homenajes de Muy diferente de la violenta crítica de sus escritos políticos o
bulevares y monumentos provincianos y fúnebres que lo recuer- de la obstinación de su acción y de sus convicciones, La etenú-
dan, no s uelen evocar que la rnisma vehemencia con que defen- dad a través de los astros es un pequeño libro que llega a las se-
día principios revolucionarios, era prodigada a una incontenible tenta páginas en su edición original de J 872. 14 De circulación es-
pasión por escribir y por lecturas que la persistente adversidad casa, permanece aún desconocido entre los estudiosos de
no llegaba a interrumpir. Al mis mo tiempo que proclamó que "la literatura y ha sido mencionado sólo lateralmente por quienes
idea no es nada sin la acción", reclamaba que se le enviara li- defendían las diferentes corrientes socialistas de un siglo pasado
bros: "sólo un servicio[ ... ] un solo ges to de afecto" 12 que le ase- que llegaron a agitar las ideas del siglo que pasó. Fue reeditado
gurara la provisión de las lecturas que tanto ansiaba. Interroga- por Miguel Abensour y Valentin Pelosse al cumplirse el centena-
do en el proceso a la "Sociedad de amigos del pueblo", el diálogo rio de su aparición 15 junto con otros textos suyos de diferente
con el presidente del tribunal se da en los siguientes términos: carácter. De la misma manera que anunciando el lanzamiento
de su publicación inmediata, su editor decía: "nos parecía curio-
-¿Cuál es su profesión? so mostrar a nuestros lectores cómo el célebre agitador socialis-
- Proletario. ta trataba una cuestión científica"; una publicación muy recien-
~ Ésa no es una profesión, Blanqui. te, realizada a partir de la primera edición, se interesaba por
- ¡Cómo que no es una profesión! Es la profesión de treinta millones de revisar la profundidad filosófica de esa meditación literaria sin
Eranceses que viven de su trabajo y a qui enes se les pdva de derechos renunciar a formular una teoría general del universo. 16
políticos. . Aun quienes siguen atentos a la repercusión de la militancia
- ¡Y bien, sea! Actuario, escdba que el prisionero es proletario. 13 revolucionaria de Blanqui y suelen aproximarse a este texto de
adhesión difícil, quedan desconcertados ante la imposibilidad
Cuando debió comparecer ante el consejo de guerra en la sa- de incluirlo en las clasificaciones genéricas tradicionales. ¿Aca-
la de audiencias del Palacio de Justicia de Versalles, otro diálo- so constituye un tratado científico configurado por una imagi-
go que mantuvo con el magistrado cambia de tema aunque no nación que impugna los principios rígidos de un positivismo de-
de tono. Interrogado esta vez frente a un público numeroso y he- masiado doctrinario? ¿Es una meditación filosófica que vuelve a
terogéneo, tampoco duda en definirse: radicar en los astros las alegorías de la eternidad? ¿Es un discur-
so que encuentra, en las fracturas de la visión poética, las aper-
- Acusado, levántese. ¿Cómo se ll a ma usted ? turas que la fatalidad de la historia le n egaba? A p esar de que el
- Louis-Auguste Blanqui . tema recurrente atiende la observación de los sistemas estelares,
- ¿Qué edad tiene? a pesar d e la precisión química con que describe los análisis es-
-Sesenta y siete años. pectrales de las su stancias que componen los astros y enumera
-¿Cuál es su domicilio?
14 Louis-Augus te Blanqui, L'éternité par les astres. Hypothese astronomique,
- La prisión.
- ¿Su profesión? París, Libra irie Germer Bailliere, Rue de I'École de Médecine, 1872.
15 Una anticipación de algunos capít ulos fue publicada por la Revue Scienti-
-Escritor. flque y en Le Radical en febrero de 1872, durante la misma sema na del proceso
a Blanqui. Luego, el mism o año, aparece en versión completa, en la editorial
Germer Ba i!Here. Una publicación más reciente fue realizada por la Éditions de
12
Gustave Geffroy insiste en su avidez por la lectura y en sus reclamaciones la Téte de FeuiUes. CoU. Futur Antérieur, lnstructions pour w1e prise d'armes, L'é-
para que le fueran alcanzados libros, folletos, diarios, revistas, atlas; vol. 1, op. temité par les astres. Hypothese astro11omique el autres textes, presentados por Mi-
cit., p. 231 . guel Abensour y Valentin Pelosse, París , 1972.
13 "Défense du citoyen Louis-Auguste Blanqui devant la Cour d'Assises" , Pa- 16 La última edición de L'étemité par les astres fue publicada por la editorial

rís, 1832, p. 4. Slatkine en su colección "Fleuron", con prólogo a mi cargo, París-Ginebra, 1996.
xx ii NOTA PRELIMI NAR NOTA PRELJMINAR xxiii

la cantidad limitada de elementos para concebir un espacio s in


límites, la formulación científica desartkula su rigurosa funda-
mentación por el ej ercicio dé una confianza irónica y la filosofía
poética de com entarios y conclusiones. Sería dem asiado arduo
ajustarlo a taxonomías que distribuyeran las piezas del discurso
científico p or un lado, el filosófico por otro, dis tantes del poéti-
co, o lo compartimentaran en las contrapartidas paródicas que
pudieran controvertir esos discursos.
Las inicia tivas por publicar las obras completas de Blanqui,
incluso las más recientes, no la incluyen. Un voluminoso primer
tomo de CEuvres (Obras. De los orígenes a la Revolución de 1848.
Textos reunidos y presentados por Dominique Le Nuz), 17 por
ah ora el único de la serie anunciada, replica y extiende la inicia-
tiva que tuvo a su cargo años atrás Arno Münster, 18 de la que
tampoco se m aterializó más que el primer volumen. Samuel
Bernstein le h a bía dedicado un libro a Blanqui y el blanquism.o 19
donde, sin desatender las referencias ideológicas de su socialis-
mo, al que Blanqui denominaba "práctico", el autor anota las
m inucias de sus desventuras en la prisión "devorado por el abu-
rrimiento, la ansiedad, la monotonía, el desaliento, los días eter-
namente parecidos, la inmovilida d, el vacío, la nada". 20 Por eso, Defensa del Palacio del Eliseo por los insurrectos durante La Comuna (1871).
Grabado
todo requería ser anotado, incluso contrastando los deta lles mi-
nuciosos de una rutina anodina de la que solía evadirse p or la
observación de las estrellas y las delusiones del tiempo que cons- bros qu e dedica a Blanqui, Alexandre Zévaes,22 en los suyos, aten-
tituían sus distracciones preferidas. diendo la doctrina social del blanquismo, la organización de los
Son numerosos los libros que tratan de Blanqui y de sus fervo- comités, las relaciones con la .I nternacional, manifestaron la por-
rosos acólitos. Por su parte, Maurice Dommanget,2 1 en varios li- fiada exasper ación revolucionaria y el inconformismo ardien te de
17 quien se yergue en héroe intrépido decidido a cambia r el mundo
Louis !l uguste 8/anquL CEuvres 1 . Des origines á la Révolution de 1848. Tex-
tos reunidos y presentados por Dominique Le Nuz. Prefacio de Philippe Vigier, sin desanimarse por los fracasos, las tra iciones, los castigos. En la
Nancy, Presses Universitaires de Nancy, 1993. Histoire des Partis Socialistes en France, publicada bajo la direc-
18 Louis-Auguste 8/anqui. Écrits sur la Révolution. CEuvres completes. l . Tex-
ción de Zévaes, es Charles Da Costa, quien participaba en sus reu-
/es politiques et /el/res de prison. Presentado y anotado por Arno Münster, Patis, niones, el autor del volumen dedicado a los blanquis tas. 23
Éd. Galilée, 1977.
19
Samuel Bernstein, edición original en francés, París, Fran~oi s Maspem,
J 970. Existe lraducción en español editada por Siglo XXI, Blanqui y el b/anquis- 22 Alexand re Zévaes, Le socia/isme en France depuis 1871, B ibliothcquc Char-

mo, Madrid, Biblioteca del Pensamiento Socialista, J 975, 390 pp. Dedica dos pá- pentier, París, Eugene Fasquelle Éditeur, 1908. La chute de Louis-Philippe (24 fév-
ginas y media a L'éternité par les as/res. rier 1848), Librairie Hachette. Notes et souvenirs d'un militan/, París, Maree) Ri-
20
fbidem, p. 25 1. viere & Co., 19 J 3. Auguste Blanqui, Patrio/ el socialiste [ran~ais, París, Librairie
21
M. Dommanget, Bla nqui, París, Librairie de I'Humanité, 1924. Blanqui iL de Sciences Politiques et Sociales, Maree] Riviere et Co., 31, rue Jacob, y 1, r ue
Bel/e- fle, Éd. de la Libraüie du 'fravail, ele. Blanqui. La guerre de 1870-1871 el la St. Benoit, 1920.
Cmnmune, París, Ed. Domat. 194 7. Blanqui. Études et documenta/ion internatio- 2 3 Charles Da Costa, Les blanquistes. Histoire des Partis Socialistes en France,
m!les, París, 29, rue Descartes, J 970. París, Librairie des Sciences Poli tiques e l Sociales, Maree] Rivicre et Cie., 19 12.
xxiv NOTA PRElJMINAR NOTA PRELIMINAR XXV

Años después, conocida la tenaz recuperación que acomete mula s u h ipótesis; una voluntad de ficción, como si se tratara de
Walter Benjamin, algunos pocos ensayos m ás aludieron a este li- una voluntad de verdad, se consolida a medida que la multipli-
bro imprevisible. 24 En una carta a Max Horkheimer; Benjamin cación tecnológica de copias y la proliferación de satélites con-
le contaba: "Durante estas últimas sema nas, tuve la suerte de h a- firman la imaginación premonitoria de su visión poética. Simi-
cer un en cuentro raro cuya influencia será determinante para lar a esas anticipaciones fulgurantes, las abducciones de las que
mi trabajo; di por casualidad con uno de los últimos textos de hablaba Cha rles Sanders Peirce, su rapto es un "act of irzsight",
Blanqui escrito en su última prisión, el Fuerte de Taureau. Se un acto de penetración intelectual y de interioridad inspirada, la
trata de una especulación cosmológica. Se denomina La eterni- visión interior "que nos sacude como un relámpago", por reto-
dad a través de los astros y que yo sepa, h asta ahora no se le ha mar ]as palabras del filósofo norteamericano.
prestado ninguna atención."25 Probablemente, durante su estadía en París, el propio Peirce
Esas aisladas iniciativas editoriales posteriores se propusie- hubiera oído h ablar de Blanqui, de su gesta revolucionaria, de
ron revisar los escritos de Blanqui rescatándolos de un silencio las activida des de las sociedades secretas, de la peculiaridad de
que parecía prolongar las prohibiciones de la prisión, confirmar su hipótesis astronómica, de esa iluminación que f·ue su cmza-
la interdicción de quien se debatió, aun desde el encierro, por la da poética.
emancipación de la clase obrera, por la defensa de una patria Enviado por la institución "Coast and Geodetic Survey", don-
que considerab a en p eligro, por una comuna en luch a, por aso- de trabajab a además de investigar en el Observatorio de Har-
ciar los rigores de la ciencia y el conocimiento en una misma vard, Peirce ha bía viajado a París en los primeros años del dece-
concepción del universo, donde los cometas, las nebulosas, las nio del setenta a fin de actualizar su s estudios cosmográficos,
estrellas y las teorías que los describen y analizan responderían avan zar en el con ocimiento de los sistemas planetarios, de las
a las m ism as pasiones, a los mism os dramas qu e los h ombres y teorías sobre los cuerpos celestes, sobre la constitución y estruc-
a la suerte de su s destinos, duros com o las leyes que rigen la gra- tura del Universo, investigar durante un año en materias teóri-
vedad. cas y prácticas relativas a la geodesia, gravimétrica, fotométrica
Es dificil supon er que, al mismo tiempo que "esta naturaleza y ob servar las oscilaciones del péndulo. Entre los objetivos de la
de acero" denunciaba y se r ebelaba contra el despotismo instm- misión encomendada, era importante para Estados Unidos una
yendo sobre la toma de armas y las formas posibles de una pro- puesta al día de los logros europ eos en esos campos. Colega y
paganda subterránea, elaborara, a partir del estudio de la natu- amigo de William James, fue éste quien aconsejó a Peirce visitar
raleza y comportamiento de los astros, una hipótesis inesperada, a s u hermano, Henry James. A pesar de las asperezas de carác-
una verdadera abducción 26 -en todos sus sentidos- una "suposi- ter.del semioticista ilustre, el novelista se esfo rzó por in troducir-
ción genial" y también un "secuestro". Adoptando el discurso lo en los clubes literarios donde podría haber frecuentado a
científico de la época, con el rigor y vigor del sab er; Bla nqui for- otros escritores, artistas, alternando en los círculos politices y
poéticos de aquellos años que se concentraban en clubes revolu-
24
cionarios y sociedades secretas, cabarets y bohemia: "I did what
M. Abensour, "W. Bcnjamin ent•·e mélancolie el révolution. Passages Bla n-
quf'; A. Münste1· "Le paradigme révolutionnaire fran,.ais dans les 'Passages pari-
1 could to give him society",27 le escribía James a su hermano Wi-
siens' de Waller Benjamin et dans la penséc d'Ernsl Bloch", en Heinz Wismann, lliam, refiriéndose a su peculiar compatriota.
Walter Benjamin et Pmis. Études réunies et présentées, París, Les Éd itions du Cerf, Deslumbrante y deslumbrado, Peirce se permitió en París la
1986. vida de un dandy arrogante, a qu ien su biógrafo 28 insiste en asi-
25 Walter Benjamin. Correspondance. 1929-1940 (vol. 2), edición establecida y

a notada por Gershom Scholem y Theodor Wiesengrund Adorno, París, Aubiet-- 27 "Hice lo que pude para u bicarlo en sociedad", Joseph Brent, Charles S. Peir-
Monlagne, Carta núm. 293, 1979, p . 231. ce. A Life, Bloomington, Indiana University Press, 1993, p. 103. Transc!"ibe una
26
Uso el término en el sen tido que le at.-i buye Charles Sanders Peirce, funda- carta de Hen.ry a William James (1 4 de marzo de1 876).
dor de una doctrina ele Jos signos . 28
Op. cit.
xxvi NOTA PRELIMINAR NOTA PRELIMI NAR xxvii

milar a Baudelaire. Asiduo a la Sociedad Republicana Central de manencia, la fatalidad de un retorno mítico, las reapariciones o
Blanqui, Baudelaire fundó allí un diario, La Salvación Pública "reediciones" que regresan una y otra vez replicando la monoto-
(Le Salut Publique), en un período en el que la proliferación de nía de billones de tierras parecidas, la inútil ilusión de cualquier
diarios sólo era superada por la multiplicación de clubes. 29 novedad, los accidentes efímeros que se abisman en el infinito y
Unido a una misteriosa Juliette Pourtales, cuyas señas de los empeños por una conservación que adelantan el pensamien-
identidad se pierden en los acontecimientos de la Comuna, en to de los siglos xx o XXl y el afán por solucionarlos tecnológica-
las sociedades secretas, entre otras Juliette o Julienne, como Ma- mente.
dame Frémeaux, el nombre con que se conocía a Julienne Sé- Es extraña esta opción por una eternidad actualizada en quien
bert30 - la cómplice más próxima de Blanqui-, Peirce no podía quiso cambiar la historia, en quien estampó su grito "Ni Dios ni
ignorar la fama del mayor conspirador de ese entonces. Sobre Amo" (Ni Dieu ni Maftre) 31 como el negativo título de un diario y
todo quien, en los mismos tiempos de su estadía en París, más una consigna que marcó una época entre varias negaciones más.
allá de la lógica y sus métodos, hizo de la hipótesis una de las fi- Se ha dicho que ese título devino una hermosa divisa del porvenir
guras básicas de su doctrina de los signos, un procedimiento y que no hubo ninguna otra que haya tenido tanta repercusión.
mayor al que Peirce teorizaba como más próximo de la creación También su estampa dio lugar a descripciones entusiastas aun por
que de la razón. Sería inverosímil que ignorara la hipótesis as- parte de quienes no compartían su perspectiva:
tronómica de Blanqui o sus repercusiones, los juicios y las sen-
tencias, los artículos en los diarios del propio Blanqui y de quie- Su aspecto era distinguido, su vestimenta irreprochable, la fisonomía de-
nes informaban sobre el gran patriota que p ertenecía -según se licada, fina y calma, con un aire hosco y siniestro que algunas veces atra-
estimaba- a la mayor escuela francesa, "la de Enrique IV, de Ri- vesaba sus ojos estrechos, p equeños, agudos y, en su mirada habitual, más
chelieu, de la Convención". Por otra parte, los severos ataques de bien bondadosos que duros; la palabra moderada, familiar y precisa, la
Peirce a la "fantasía de un universo mecánico, completamente palabra menos declamatmia que he oído junto a la de Thiers. En cuanto
determinado" que proponía el marqués Pierre-Simon de Lapla- a.l fondo de l discurso, casi todo era justo. Yo tenía como vecino, en el Club
ce, su tendencia a adherirse a formas de conocimiento no racio- des Halles, a un joven redactor dei.Journal des Débats, muy conservador
nales, su hipótesis sobre la eficacia de una hipótesis semejante a como tengo el honor de serlo yo mismo, que entonces debutaba y que se
la "adivinación", asimila aspectos de su doctrina al pensamien- destacaba por la pn1dencia y la madurez de su espíritu. Cuántas veces le
to esotérico de Blanqui quien, de vuelta de las certezas positivis- oí suspirar en ocasión de la exposición cotidiana que hacía Blanqui acer-
tas que en algún momento había compartido, establece en este ca de los acontecimientos del sitio, los etTores del gobierno, las necesida-
libro una especie de alegoría mística. Como Blanqui, Peirce ob- des de la situación : "¡Pero todo eso es verdad! ¡Pero tiene razón! ¡Pero qué
jeta severamente la célebre Exposición del sistema del mundo lástima que sea Blanqui!" Yo pensaba como él, lo decía como él, pero no
(Exposition du systeme du monde) de Laplace. Contra la rigidez suspiraba. La verdad es buena venga del lado que venga. 32
de esa teoría, las fulguraciones cosmogónicas de la fantasía de
Blanqui concederían al estudioso norteamericano, como al céle- Probablemente, fue durante los enfrentamientos de la Comu-
bre prisionero, una especie de acceso a la eternidad: la suspen- na cuando Blanqui escribió La etemidad a través de los astros,
sión del tiempo, la semejanza entre cu erpos en rotación, su per- aunque ya había manifestado su p asión por la astronomía du-
rante su detención en Belle-Íle donde llegó a esbozar una hipó-
29
Claude Pichois y Jean-Paul Avice, Baudelaire - París. Prefacio de Yves Bon- tesis del universo. No pudo haber transcurrido demasiado tiem-
nefoy, Écl. Paris-Musées, Quai Vollaire, Exposición de la "Bibliotheque histori-
que de la Ville de Palis", 16/11/93-15/2/94. 31 L.-A. Blanqui, Ni Dieu ni Maitre! Les plus pensées athéistes el anticlericales
30
Según S. Bernstein, Julienne Sébert es el seudónimo de Mmc. Frémeaux en d'Auguste Blanqui. 1880-1881, recopilación de M. Dommanget, Herblay (Seine-
cuya casa se realizaban las reuniones de la sociedad que, en tiempos de Luis Na- et-Oise), Édition de l'Idée Libre.
poleón, se conocía como la "Sociedad de los Cocodrilos". 32 Jean-Jacques Weiss, Paris-Journal, Parí~. 18 ele febrero de 1872.
xxix
xxviii NOTA PRELIMINAR NOTA PRELIMINAR

po entre la composición de este texto enigmático y los escritos


que acumulaba "día a día", sin reprimir su a larma, frente a La
patria en peligro (La patrie en. dan.ger)3 3 y que fueron publicados
póstumame nte en un libro34 presentado por Casimir Bouis,
BLANQUI
quien también escribió el epílogo, en pleno fragor de las luch as.
Nuevamente sorprende que en el prefacio que escribiera, se re-
fiera a Blanqui en los siguientes términos:

Blanquj es un sabio. Matemático, lingüista, geógrafo, economista, histo- LA PATRIE


riador, en su cerebro hay toda una enciclopedia, ta nto más seria cuanto
tuvo la ocutTencia de omitir todas sus futilidades, todos esos or opeles
pasad os de moda con que los eruditos de ocasión deslumbran al audito-
rio, y que no sirven sino para cargar y abr umar la memoria. [ ...]
EN DANGER
Sus enemigos saben mejor que nadie que es el estadista más completo
que posee la Revolución, y Proudhon, que Jo conocía, acostumbraba a
decir que era el único.

Eso en cuanto al político.


El hombre privado es tal vez más extraordinario.
PARlS

Más allá de los elogios que abundan en las páginas del prefa- :\ . l:HEYALIEH, LlDIIAiltE- ~ OI'H;t:;ll
Gl, Rl't: u~: nt:.SNES, Ul
cio, interesa subrayar la observación acerca de la devoción pres-
tada por Blanqui a los "principios eternos" y la importancia que 18i 1

le asigna a la variedad y vastedad de sus conocimientos, sin pa-


sar por alto la aguda capacidad que le atribuye de anticipar los
acontecimientos. En esa introducción de La patria en peligro, Ca-
simir Bouis impugna las simplificaciones del estereotipo que r e-
dujo a Blanqui a la estampa fija de un rebelde indomable: "¡Es
un error... ! Antes que n ada se trata de un hombre de estudio, un Portada de La patrie en danger, edición de A. Chevallier, Parfs, 1871.
pensador... , sólo que el pensador se desdobla en un héroe." Des-
de los artículos de ese diario, que Blanqui suele culminar con
una frase sentenciosa y poética, similar a las tajantes salidas de en los diarios ' la crítica literaria dispensará
. 11smo
"
a este combatiente
" .35
Lautréamont o de Laforgue, Blanqui acusa a "la prensa podri- que no fue el único "irregular del socia .
En realidad, no se conocía el manuscrito de La eternzdad a t!·a-
da", inventa el neologismo "literatontos" para designar a tan tos
vés de Los astros sino a partir de las lecturas de Geffr~y, qme~
periodistas ine ptos, como si previera la indiferente atención que,
empieza lapidariamente un capítulo_ so?re s~ reclusión e~ e
Fuerte de Taureau en los siguientes termmos: Lo que ocurrió a
33 L.-A. Blanqui, La patrie en danger, A. Chevaliet~ prefacio de Casimir Bouis,
París, 1871 .
34 Ibidem. 35 Es A. Zéva~s quien le asigna e~te calificativo a Jules Vall~s.
XXX xxxi
NOTA PRELIM I NAR NOTA PRI!:LI MJNAH.

continuación dejará estupefacto al porvenir."36 Ansioso, con la Que el nom bre de Blanqui pe rmanezca glorifi cado en tre las genera-
esperan za de que la publicación de su manuscrito pudiera in- ciones por su coraje indomable, su amor por el p ue blo y sus virtudes cí-
fluir favorable me nte en la revi~ión del proceso al que nuevam en - vicas.
te se le some terla o del pronu nc ia miento de la sentencia, Blan-
qui urge a Mme. Antaine, una de las más a bnegadas de sus Pero, en ningún momento, Lach a tre mencionó La eternidad
hermanas, para que no demorara en llevar sus escritos al editor a través de los astros que él mism o, como ed ito r, bien pudo ha-
Germcr Bailliere: "Puede ser que diga que no es su especializa- ber publicado. Según ob servaba Walter Benjamín del libro, "al
ción. Dile que sí, ¡por el aspecto metafísico de la astronomía ! leer las primeras p áginas[ ... ] par ece insípido y banal"; s in em-
¡Perten ece totalm ente a su especialización . Será necesario a d- bargo, no dej a d e comentarlo, de citarlo, de tran scribir lar gos
vertirle que es completa me nte ajeno a lo político y muy modera - p asajes, de cuya s ocurren tes ficcion es ya n o pudo apartarse y
do en todo!"37 a p arti r de las cuales se precipitan s us r eflexiones sobre la im-
Pero, como no era seguro qu e el editor aceptara la publica- posibilida d d el progreso, la inevitab ilid ad de las copias, los so-
ción de s u Hipótesis astronómica, Blanqui ya ha bría su gerido sias, las rep eticiones, las citas, el eterno reto rno. Benja min re-
confiarla a Maurice Lachatre, antigu o miembro de la Comuna, par a que es en esa ficción donde m ás ins iste Blanqui sobre la
editor de las obras de Karl Marx y también de las interminables multiplicación d e los dobles, sobre las m onotonías de una his-
nan·aciones que E ugen e Sue extendía en voluminosos lib ros. toria q ue, irrepetible - debido a la fu gacida d del tiempo- se re -
Cua ndo se produjo la m uerte de Blanqui, precisam ente fu e La - p ite, sin embargo, d ebido a la perman encia del esp acio, en tie-
chatre quien no evitó cruzar el espacio literario con el espacio rras sosias, pla netas iguales y p lan os dis tintos. Bla n qui
histórico-político en su homenaje, testimonio del que dej ó cons- a nticip a la profusió n de copias disp ersas en el esp acio, el desa-
tanci a al final de una novela genealógica de E . Sue, publicada en liento de un h astío que, sin desesperación, se prolonga h acia
diez volúmenes, 38 m enos a maner a de epílogo que de manifesta- otros medios, las a lte rnativa s excluyentes an te bifurcaciones
ción inquietan te me nte acongojada. Agrega allí, además, una ineludibles: "¿Qué h ombre no se encuen tr a a veces en presen-
breve crónica de su entierro: cia d e d os posibilida des?" se pregunta, convencido, s in a mar -
gura, de que "Se tom e al azar o se elija, no im porta, n adie es-
¡Qué p en a! a hora, cua ndo acab amos d e p ublicar la historia de dos fa- capa a la fa talidad".
milias d e transportados - 5 de enero de 188 1- le re nd imos los ú ltimos La a nticipació n poética de Blanqui no opone los conflictos de
deber es a uno de los má rti res de la de mocracia, el íntegro y valiente A. la m ateria y del cosm os a los acontecimien tos del siglo XIX ni a
Bla nq ui, que pasó cerca de cuarenta a ños e n los cala bozos de la monar- las desventuras en un planeta que no se difer encia de las varia-
quía, bajo Luis Felipe 1 y bajo Napoleón Ill. ciones m ás o men os desdichadas que repiten los millares de pla-
Cien m il per sonas, hombres y m ujeres, acompa ña ron los d espojos n etas semejan tes. Ese mismo estatuto rar o de La etemidad a tra-
mortales del gran p a trio ta a su última mor ad a. [ ... ] vés de los astros , que concilia formas de escritura heterogéneas,
Todos estos ci udada nos ve nían d e rend ir su h ome naje a quie n mere- científicas, filosófi cas, m íticas, poéticas, ha bilita la vigencia ac-
ció que se le no mbra ra el Cristo del siglo XIX. tua l d e una im aginación reflexiva que conforma el carácter de la
estética en un siglo xx que ya se prolonga en otro.
36
G. Geffroy (voL 1), op. cit. , "Notations s u r ces cahier"s datées le 25 juin Bla nq ui imagina la multiplicación al infini to de m undos pa-
1857", p. 232. ralelos, los emplazamientos en el espacio de una e ternidad pues-
Se trata de una carta citada por M. Abe11sour y V. Pelos~e en el prólogo de
37
ta a pr ueba po r la his tor ia y, quizá, gracias a la repetición me-
lnstructions pour une prise d'armes que p reced e a su rccdic ión de L'éternilé par
les as/res, op. cit. lancólica de los acontecimientos, cierta espera nza en un retom o
38
Eug(me Sue, Les mysteres du peuple ou l'histoire d'tme {ami/le de pro/élaires fantasm al: "El universo se repite sin fi n y pia fa e n el mismo lu-
a travers les tiges, París, 1879. gar. La e te rnidad interpreta imperturbablemente , en el infinito ,
,...

xxxii xxxiii
NOTA PREL!J'vi!NAR NOTA PRELIMINAR

las mismas representaciones." De ahí que un instante se confun- Como Borges, como Laforgue, como tantos otros poetas,
?a con la eternidad; ambas instancias derogan el tiempo 0 Jo de- "Blanqui que nunca fue sino Blanqui", un hombre de acción y de
Jan en suspenso, suspendido, ah ora, se mantiene n1aintenant cm·aje, cita, sin emba rgo, el Fragmento número 72 de Pascal al
apenas un ~stante, inventando, paradójicamente, 'la actualidad comen zar La eternidad: "El universo es un círcu lo cuyo centro
de una etermdad presente siempre en fuga. está en todas partes y la circunferencia e n ninguna." Se podría
Mucho más paradójica, la coincidencia de que, en esos mis- suponer que, en este caso, como ocurre con las _citas, se co~­
mos. añ~s, a mediados de la década del treinta, cuando Walter prueba la tendencia a volverlas a citar una vez mas. Borges Cita
~e_nJam~n, fa~cinado por las audacias de una escritura que con- esa afirmación de Pascal más de una vez, remitiéndola a los an-
Cilia resignación y rebeldía, dedica su mayor tiempo y atención tecedentes remotos donde su concepción esférica se identifica
~ la ~bra de Blanqui, otr?s escritores, Jorge Luis Borges y Adol- con la perfección divina.
f~ B10~ ~asares, más alla del océano, en tierras distantes y me- Tal vez h a bría que hacer el inventario de los cuentos y n ove-
~IOS d1stmtos, e? el otro extremo del espectro social y político, las en los que este excéntrico libro de Bla nqui, la fascinación de
frec~ent~n la m1~ma lectura experimentando la luc idez de una sus fantasmagorías espectaculares, el tono escéptico de una iro-
fascmac1ón semeJante. nía más difusa que brillante, modula las ocurrencias fantásticas
. Blanqui~ Borges, Bioy: Las divergencias biográficas e ideoló- de Borges y Bioy Casares o de los autores heterónimos con que
gicas podnan par~cer, en una primera impi-esión, aproximacio- ambos, como un solo hombre, cruzan a sus antepasados. Por
nes for~a~as, cas1 desaforadas. ¿Cabe reunir a los tres? "Bello ejemplo, el libro Seis problemas para do11 Isidro Parodi 39 de H.
como ... diría ~autréamo~t, seducido por la inesperada dispari- Bustos Domecq n arra la historia de un detective que resuelve los
dad d.e un conJu nto de objetos de coexistencia inusual. No pue- enigmas policiales desde la prisión, quien tuvo "el honor de ser
de d~Jar de. sorprender esta alianza imprevisible en tre escritores el primer detective encarcelado", "algunos afirmaban que ~ra
de siglos.~Jferentes, oriundos de diversas civilizaciones, escasa- ácrata, queriendo decir que era espiritista". Textos muy posteno-
ment~ rn_il1tan~~s u~.os en políticas revolucionatias, responsables res de ambos autores continúan esa misma especie irónica de la
-como .si se diJera . culp~bles"- de una imaginación lúdica que escritura de Blanqui, donde las trampas de la inserción mediáti-
se deleita en los refinamientos de su juego intelectual y sus ges- ca, su intermediación e intercepción, los pliegues y duplicados
t~s de creación ~n libertad, con uno de los conspiradores más de mundos paralelos, más o menos pequeños, ocultan y revelan
vwlentos de un siglo que supo prodigarlos. . -velan dos veces- en lugar de descubrir.
. Borges YBioy definen su escritura intelectual, poética, narra- Interesaría apreciar sólo algunas huellas del "efecto Bla nqui"
ttva, el tono y tra ma de sus parodias, las ficciones y especulacio- en cuentos de Borges, sus poemas y sus ensayos, esas obras de
nes donde. se en trecru~an ~v~n turas en un vertiginoso espacio la imaginación razon a da que Borges considera rarísimas en es-
que..se repite en cspa~10s s1milares, en tiempos circulares y re- pañol. E n "Tlon, Uqbar, Orbis Tertius" (Salto Orient~l, Ur:uguay,
gresivos, las especulaciOnes ante la duplicación o desdoblamien- 1940),40 hace de esa pluralidad de mundos, del desh zamtento Y
to de los acontecimientos y sus imágenes, la bifurcación de uni- penetración de uno en otro, de las copias ubicuas, de u~a ~on­
versos paralelos que s.e ~eproducen en los senderos de jardines 0 tradictoria combinación original, su suspenso y sustanc1a: Las
~n los anaq.ue.les de b1bhotecas, en tre originales y copias que Jos cosas se duplican en Tlon". En una de las magistrales narracio-
l~bros no d1stmguen, dentro de esa misma estética fantasmagó- n es del propio Bioy, La invención de Morel, esa novela que Bor-
nca don~e merma la escasa realidad de una realidad disminui- ges no duda en calificar de perfecta, coi~cid~ el nalTador en ~a­
da esp~cJOsamente por sus simulacros. Los cuentos, poemas y cer de la pluralidad de mundos, del deshzam1ento y penetración
ensayos más conoc1dos de Borges, los extraordinarios cuentos
lar~os de Bioy Casares, sus nouvelles, hacen de la obra de Blan- 39 Honorio Buslos Domccq, Seis problemas para don Isidro Parodi, Buenos Ai-

qUJ una asiduidad fecunda y feli z. res, S ur, 1942. .


40 Jorge Luis Borgcs, "Tion, Uqbar, Orbis Tertius", Ficci011es, Buenos Awes, 1940.
xxxiv NOTA PRELIMINAR NOTA PRELIMINAR XXXV

de uno en otro, de las copias ubicuas, de las contradicciones de El narrador replica, en sus propios térm inos, las reflexiones
esa com binación original, también su suspenso y sustancia: "No que elabora Blanqui en La eternidad a través de los astros:
eran dos ejemplares del m\smo libro, sino dos veces el mismo
ejemplar", dice el narrador de La invención, como solfa decir, en Tales como los ejemplares de mundos pasados, tales los de los mundos
términos aproxi mados, el narrador de La eternidad con respecto f·uturos. Sólo el capítulo de las bifurcaciones queda abierto a la espe•·an-
a los planetas, a los astros, a los hombres y sus peripecias. Bor- za. No nos o lvidemos que todo lo que se habría podido ser aquf abajo, se
ges cita a Blanqui en el muy conocido prólogo de la novela: es en alguna otra parte. 43
"Básteme declarar que Bioy renueva literariamente un concepto
que San Agu stín y Orígenes refutaron, que Louis-Auguste Blan- El imaginario de Blanqui es constante también en la obra de
qui razonó y que dijo con música memorable Dante Gabriel Ros- Bioy Casares: La invención de More[ (1940), "El perjurio de la
setti."41 nieve" (1945), Plan de evasión (1945), "La tram a celeste" (]948),
Abunda n o tras m arcas más o menos nítidas, desde la explíci- "El lado de la sombra" (1962). La presencia de Blanqui, de La.
ta invocación del nombre de Blanqui y su pensamiento, hasta el eternidad a través de los astros, es más que explícita, sospechosa-
desconcierto que s uscita en los lectores de Borges el diálogo fi- men te precisa y hasta obsesivamente redundante en "La trama
nal de "La muerte y la brújula": "-Para la otra vez que lo mate celeste" de Bioy Casares donde es '1a razón de ser del cuento":
- replica Scharlach-le prometo ese laberinto que consta de un a
sola línea recta y que es invisible, incesante." Dadas las ambigüe- El "misterio" de la carta me incitó a leer las obras de Bla nqui. Por de
dades propias de la literatura, el misterio de la promesa de otra pronto comprobé que figuraba en la enciclopedia y que había escrito
muerte anunciada debería permanecer sin explicación. Sin em- sobre temas po!fticos . Esto me complació, en mi plan, inmediatas a las
bargo, a un obsenrando ese misterio, no puede desecharse, a la ciencias ocultas, vi enen la política y la sociología.
luz de los mundos a lternativos que habilita Blanqui, una opción Una madrugada, en la calle Con·ientes, en una librería a te ndida por
que h ace de la libertad un destino. En "El milagro secreto", en un viejo borroso, e ncontré un polvoriento a tado de libros encuaderna-
"La Biblioteca de Babel", "La otra muerte", "Los teólogos", "Tres dos en cuero pardo, con títulos y filetes dorados; las obras completas de
versiones de Judas", en tantos otros textos, se proyectan sobre la Blanqui. Las com pré por quince pesos.
obra de Borges la sombra de Blanqui y de sus mundos paralelos. En la p ágina 28 1 de m i edición no hay ninguna poesía. Aunque no
En o tro de sus cuentos, en "El jardín de senderos que se bihJr- he leído íntegrame nte la obra, creo que el escrito indicado es L'éternité
can", dice el narrador: par les astres, un poema en prosa. En mi edición comienza en la página
307, del segundo tomo. En ese poema o e nsayo, encontré la explicación
Creía en infinitas seJ;es de tie mpos, en una red creciente y vertiginosa de la aventura de Monis.
de ti empos divergentes, convergen tes y paralelos. Esa trama de tiempos
que se aproximan, se bifurcan, se cor tan o que solamente se ignoran, Y sigue mencionando, comentando su texto, transcribiéndo-
abarca todas las posibilidades. No existimos e n la mayoda de esos tiem- lo, como procurando asir si no comprender, por repetición, un
pos; en algu nos existe usted y no yo; en otros, yo, no usted; en otros, los más allá que identifica con la muerte, el prodigio, la disposición
dos. En éste, que un favorable azar me depara, usted ha llegado a mi ca- o aproximación a lo fantástico: "Me pregunto si yo compré las
sa; en otro, usted, al atravesar el jardín, me ha encontrado muerto; en obras de Blanqui porque estaban citadas en la carta que mostró
otro, yo digo estas mismas palabras, pero soy un err01~ un fa ntasma.42 Morris o porque las historias de estos dos mundos son parale-
las"; más adela nte dice "le reco mendó la lectura de L'eternité par
41 J.L. Borges, Prólogo, en Adolfo Bioy Casares, La inve11ci611 de More/, Bue- les astres"; prosigue: "Alegar a Blanqui, para encarecer la teoría
nos Aires, 1940.
42
J .L. Borges, "El jardín de senderos que se bifurcan", Buenos Ai1·cs, 194 1. 43 L.-A. B lanqui, La eternidad a través ... , op. cit .
xxxvi NOTA PRELIMINAR NOTA PRELIMINAR
x.xxvii

de la p luralidad de los mundos, fue un mérito de [... ]" donde el isterio del espacio infinito con la misma naturalidad con que re-
narrador transcribe, con algunas variaciones, el mismo texto al :rrería a diario la calle Posadas, como si le diera igual el cosmos
que alude Borges y que también transcribe Walter Benjamín: sus secretos que las distracciones domésticas y mundanas. El
~an-ador se desespera o se consuela ante la certe~a de la fuga~i­
Tomé el libro de Blanqui, me lo puse debajo del brazo y salí a la calle. dad de tiempos que terminan por volver o no termmar. E n s~s fic-
Me senté en un banco del parque Pereyra. Una vez m ás lef este pán·afo: ciones, en "La trama celeste" sobre todo, Bioy cita ext~nsa, hter~l­
"Habrá infinitos mundos idénticos, infinitos mundos ligeramente varia- mente, a Blanqui; uno de sus personajes se denomma Morns,
dos, infinitos mundos diferentes. Lo que ahora escribo en este fuerte como en otras narraciones suyas se denominan Moreau o Morel,
del Toro, lo he escrito y lo escribiré durante La eternidad, en una m esa, more and more. Borges invoca a Blanqui con frecuencia y enco-
en un papel, en un calabozo eternamente parecidos. En in finitos mun- mio. Entre otras numerosas menciones:
dos mi situación será la misma, pero tal vez haya variaciones en la cau-
sa de mi encierro o en la elocuencia o el tono de m is páginas." Un principio algebra ico lo justifica: la observación de que un núme.ro n
de objetos -átomos en la h ipótesis de Le Bon, fuerzas en la de Nietz-
C~ntra la singul~ridad perdida de la obra original, derogada por sche, cuerpos simples en la del comunista Blanqw- es incapaz de un
los ejemplares en trradas, la pluralidad de copias y su disemina- número infinito de variaciones. De las tres doctrinas que he enumera-
ción, la estratificación de lecturas comunes, las ambivalencias de do, la mejor razonada y Ja más compleja, es la de Blanqui. Éste, como
la palabra, la mecánica de la multiplicación habilita los encuentros Demócrito (Cicerón, Cuestiones académicas, libro segundo, p. 40), aba-
y las numerosas interpretaciones. Esas coincidencias enfrentan rrota de mundos facsimilares y de mundos disímiles no sólo el tiempo
u_niversos ~ue presume? de su estatuto de realidad o de imagina- sino el interminable espacio también. Su libro hermosamente se titula
ción, rearu.ma~ el ~onfucto de la verdad y la versión, de la fugaci- L'éternité par les astres ; es de 1872.46
dad conocida, .meVJtable, expuesta a la eternidad desconocida de-
seada, dicha: "La Poesía es lo más real que existe, es aquello,que A propósito de lo que Borges denomina "cierta fantasía d~ La-
sólo es completamente verdadero en otro mundo",44 desplazando place", vuelve a mencionarlo, aunque tratándose de BlanqUI, las
la historia hacia '1a verdadera vida, [... ] la única vida realmente vi- repeticiones no deberían sorprender:
vida, [es] la literatura; esa vida que, en un sentido, habita cada ins-
tante en todos los hombres tanto como en el artista".45 En aquel capítulo de su Lógica que trata de la ley de causalidad, Jolm
Apostando a otros mundos, Blanqui juega en éste menos lúdi- Stu art Mill razona que el estado del u niverso en cualquier instante es
co, más refTactario, donde observa que las endebleces del partido una consecuencia de su estado en el instante previo y que a una inteli-
revolucionario sólo s uscitan "el desaliento, la indiferencia la ab- gencia infinita le bastaría el conocimiento perfecto de un solo instante
dicación". En La eternidad a través de los astros no da lre~a a su para saber la historia del universo, pasada y ven idera. (También razon~
impaciencia y decreta: "O la resurrección de las estrellas 0 la -¡oh Louis-Auguste Blanqui, oh Nietzsche, oh Pitágorasl- q ue la repen-
muerte universaL . Es la tercera vez que lo repito." Impresiona ese ció n de cualquier estado comportaria la repetición de todos los otros Y
tono de informalidad trascendente, de irónica trivialidad "a la La- haría de la historia universal una serie cíclica.)47
forgue", de fatalidad burlona, el tono que marcó definitivamente
la escritw·a de Bioy Casares. Como Blanqui, Bioy se aproxima al Convencidos del acierto de búsquedas tan enigmáticas como
metódicas, Blanqui aparece una y otra vez, entre libros y estre-
44
Charles Baudelaire, CEuvres Completes, vol. 2. Texto establecido, presenta- llas, alternando con la multitud ingrávida de sus sosias, esos se-
do y anotado por Claude Pic ho is, Paris, La Pléiade, 1976. "Puisque réalisme iJ y
a", en Critique lilléraire, p. 59. 46 J.L. Borges, "El tiempo circular", Historia de la eternidad, Buenos Aires, 1:n6.
45
Maree! Proust, A la recherche du temps perdu, París, Gallimard, Bibliothe- 47 J.L. Borges, "La creación y P.H.Gossc", 01ras inquisiciones, Buenos Aires,
que de la Pléiade, vol. 3, 1980, p. 895. 1952.
xxxviii NOTA PRELIMI NAR NOTA PRELIMINAR xxxix

mejantes que exis ten en infinito n úmero de ejemplares, con y sin


cambios, optimistas m elancólicos, creen en sus astros que se
multiplican bifurcándose en p erpetuidad . A Bioy, a Bla nqui , a
Benjamín, a Borges o a su s pers onajes, los seduce la hipótesis de
una salida plural por la proliferación de tiempos q ue c ifran en el
esp acio su espera nza. Del a rtículo que Borges h abía dedicado en
Sur a Blanqui, transcribo unas líneas que guardan coin cidencias
con las citas mencionadas anteriormente y con otras referencias
a Bla nqui que figura n en la misma revista:

Blan qui abarrota de infinitas r epe ticion es, n o sólo el tiempo, sino ta m-
bié n el espacio infin ito. Imagina que hay en el uni verso un número in-
finito de facsímiles del pla neta y de todas sus variantes posibles. Cada
individuo existe igualmente en infinito núm ero de ejemplares, con y sin
variaciones. 48

H abría que recordar uno de los primeros libros de Borges, so-


metido por él mism o a la más sever a censura hasta el fin de sus
días, pero reeditado póstumamente, El tamaíio de mi esperan-
za, 49 un li bro que replica desde el título El tamai1.o del espacio
Retrato de Blanqui dibujado
(1921), el pequeño volumen que Leopoldo Lu gon es había escri- por Charles Baudelaire (foto-
to un os añ os antes sobre cuestiones m atem áticas y que pocas ve- copiado de Philippe Soupault,
ces se considera. Borges encuentra en los escritos de Bla nqui el Baudelaire, París, Éd. Rieder,
1938.
con trafuerte de una visión estética que va m ás a llá de las disqui-
sicion es m atem áticas o de las injus ticias políticas o policiales,
comprometiendo, literariamente, una especi e de eternidad sub certeza absoluta de la infirutud del mundo, junto a su incomprensibili-
specie de esp acio: "el univer so bruscamente u surpó las dimen - dad, constituye u n a de las más crispantes irri tacion es q ue a tormentan
siones ilim itadas de la esperanza", dice Borges al fi nalizar "La el espiritu hu mano. Existen, sin duda, en alguna parte, en los globos
biblioteca de Babel". errantes, cerebros suficientemente vigorosos como para comprender el
Tal vez desde el principio, Blanqui haya previsto estos desbor - enigma, impenetrable al n uestro. Es n ecesario qu e nuestros celos ha-
des extraterritoriales y extratempor ales: gan su duelo.50

El infinito sólo se n os p uede presenta r bajo el aspecto d e lo indefinido. A través de las épocas y sus utopías periódicas, los espectros de
Uno conduce al otro p or la ma nifiesta imposibilidad de encontrar, o Blanqui, como sus famosos sosias, fantasm as de eterno retorno,
aun de concebir, una limitación para el espacio . Es cierto, el un iverso acosan el imaginario de estos autores y de esta época. Como si
infin ito es incom pren sible, pero el universo limitado es absurdo. Esta tam bién ellos hubieran participado en las agitadas sesiones de la
Sociedad Republicana Central, más conocida como "club Blan-
48
qui", la sociedad a la que Ch arles Baude la ire asistía con frecuen-
J.L. Borges, Sur, Buenos Aires, añ o x, núm. 65, febrero de 1942, en Borges
en Sur. 193 1- 1980, Buenos Aires, Emecé, 1999.
49 Proa, B uenos Aires, 1926. 50 L.-A. Blanqui, "L:Univers- I:l nfi ni", p dme¡· capítul o de L'étemilé... , op. cit.
xl NOTA PREUMI NAR NOTA PRELIM INAR xli

cia y en cuyo recuerdo y de memoria, traza su retrato. Además de "oscuras invitaciones de la casualidad". Una página en blanco se
las afinidades políticas, fueron estrechas las conexiones entre el pliega sobre sí misma reflejando las inscripciones del ciclo estre-
poeta y el instigador de las \:>arricadas: comparten la obsesión de llado. "Pero -dice Blanqui- como dice mi carcelero: A usted le
la ciudad, la aflicción ante las demoliciones, los alborotos en sus está prohibido mirar el mar." No es ésa la única prohibición: no
calles transitadas, la curiosidad indolente del flaneur y sus hastíos, mirar hacia las murallas, no mirar hacia el patio, no mirar por
la impotente desesperación ante las tempestades que llaman pro- la ventana, no mirar el mar, no mirar; sin embargo, esas prohi-
greso, la angustia del infinito, la fragmentación del individuo que biciones demasiado severas no le impiden a Blanqui avizorar
se pierde en la muchedumbre, la necesidad de huir hacia otros es- otros mundos, ver más lejos, más allá. Cuando Jules Michelet se
pacios, lejos de la Tierra: "¡No importa dónde! ¡No importa dón- en cuentra con Blanqui y lo felicita al verlo en libertad, su alegría
de! ¡Con tal de que sea fuera de este mundo!" se convierte en perplejidad: este luchador infatigable le confiesa
Formulada como una "hipót esis astronómica" en un siglo que que nunca se sentía más dueño de sí qu e en la soledad de su cel-
no las escatimó, Blanqui se debate en este libro e n contra de la da y nunca más d esamparado que al estar fuera. 53
historia pero apoyado contra la eternidad, una asp iración cós- De manera que no debe atribuirse sólo a las tribu laciones
mica que acecha a otros poetas de su tiempo: la desalentadora de una b iografía d esgraciada, a los acontecimien tos d olorosos
"eternulidad" (éternullité) que reinventa Jules Laforgue, la vasta de la Comuna, a las traiciones de quienes debieron haberlo
claridad y la pérdida de aureola de Baudelaire; los encuentros de apoyado, a la desesperanza de sus sucesivos cautiverios, el ori-
Arthur Rimbaud en una eternidad fortuita: gen de su interés poético por las estrellas. Recluido en la es-
trechez de su celda, ni el encierro ni las prohibiciones dismi-
Fue reencontrada. nuyen su pasión por la astronomía, su observación minuciosa
¿Qué? - La Eternidad. 5 1 y sistemática de las constelaciones, la avidez con que explora-
ba los enigmas de un universo al que, paradójicamente, se
Para tiempos tan la rgos, s us versos son breves. Rimbaud re- aproximaba más cuanto menos se movía. Desde la doble inte-
cupera la eternidad como más tarde Maree] Proust recupera el r ioridad de su reclusión, a partir de una hipótesis poética, un a
tiempo y los principios de su estética que tampoco prescinden pura conjetura, Blanqui revela una revolución distinta, una
de especu laciones cosmogónicas similares: revuelta que imprime un retorno diferente. Volviendo d e otros
espacios, descubre y d escribe el movimien to que define la tra-
Sólo por el arte podemos salir de nosotros, saber qué ve otro de este yectoria de los astros legitiman do réplicas - otra repetición-
u ni verso que no es el mis mo q ue el nuestro y cuyos paisajes nos perma- de acontecimientos que remiten al principio, innumerables
necerfan tan desconocidos como los de la luna. Gracias al arte, e n lugar fantasmas s uperpueblan de copias otras estrellas y planetas,
de ver sólo un mundo, el nuestro, lo vemos m ultiplicado, y en ta nto haya calcos que se desconocen entre sí, dando luga r a una ¡·egresión
artesanos origi na les, tantos mundos tendremos a nuestra disposición, infinita, una monotonía de repeticiones que alteran la eterni-
más diferentes entre sí que aquellos que ruedan en el infinito. 52 dad en historia.
Leyendo a estos autores, la situación o la reflexión se vuelve
Mundos semejantes a las constelaciones vertiginosas de Ma- doblemente paradójica: en lugar del flaneur que vaga sin rum-
Uarmé en las que el sentido del verso, de todo el poema, se do- bo en las calles de París, es Blanqui quien, como uno de sus so-
bla al retomar el azar al principio, al darse vuelta el destino co- sias, vuelve una y o tra vez a l encuentro de escritores y poetas;
mo un vaso en un la nce de dados, obedeciendo a una de las la figura obsesiva de un preso, un detenido, discurre en medio

51
Arthm Rimbaud, "Éte rnité", mayo de 1872. 53 M. Dommanget, "La vi e de Blanqui sous le Second Empire", en L'Actualité
52
M. Pro ust, op. cit., pp. 895-896. de l'Histoire, núm. 30, París, enero-marzo de J 960.
xlii NOT,\ PRELIMINAR NOTA PRELIMINAR xliii

deJas conmociones, semejante al paseante que no deja rastros casas las numerosas galerías que han alterado la fisonomfa de la
en la muchedumbre. Fascinado por los pasajes y la visión de un ciudad: "[... ]de una manera perturbadora, se las designa pasajes,
espacio en movimiento, de una arqu itectura que los multipli- como si en estos corredores arrancados al día, no le fuera permi-
ca, Blanqui los recorre con su pensamiento sin salir del recin- tido a nadie detenerse más que un instante" Y En esas zonas de
to, sin abandonar la intimidad de la celda o la in terioridad de ambivalencia que atraviesan cuadras y casas, prolongando el um-
su cerebro, dilucidándolo con las luces del firmamento qu e no bral h asta un fondo que termina en otra entrada, las fronteras
ve pero conoce. quedan sin definir: ni calle ni casa, ni exterior ni interior, ni luz ni
Baudela ire [Tecuentaba el club Blanqui, ya se dijo . También, sombra, un resplandor crepusculento (crepusculiitre),58 de juris-
según afirma Philippe Soupault, Baudelaire lo conocía y admi- cücción y justificación dudosas, "santuarios de un culto de lo efi-
raba tanto q ue encontró entre los dibujos donde solía fijar mero, se han vuelto el pasaje fantornático de los placeres y profe-
estampas de s u entorno, el retrato de Bla nqui que dice -escribe- siones malditas, ayer incomprensibles y que el mañana no
haber trazado de m emoria. Según Benjamín, Baudelaire alude a conocerá". 59
Blanqui en varios poemas; no duda en entrever su figura en el Después de leer a Louis Aragon , Benjamín creería que el su-
último poema del ciclo titulado "Revuelta": rrealismo nac ió en u n pasaje: "El padre del s urrealismo fue Da-
da. Su madre fue una galería llamada 'pasaje"', 60 una comadro-
Oh prfncipe del exilio, a quien se le hizo d año, na consagró el "pequeño mundo"- "en el grande, en e l cosmos,
Y que, ven cido, te yergues siempre más fuerte. todo se presenta de la misma manera". 61 Para Benjamín, es el
París de los surrealistas, el marco literario y político donde Los
Tú que del proscrito tienes ese mirar alto y calmo cantos de Maldoror, el libro de Lautréamont, se inscribe en la
Que condena a todo un pueblo alrededor del cadalso. 54 tradición de la insurrección literaria. Al recordar el fervor revo-
lucionario de Lautréamont, Benjamín hace referencia a algunos
Tampoco es cüfícil presumir que la modernidad habría empe- de los grandes anarquistas que actuaron sin llegar a comuni-
zado con Blanqui, aunque haya sido Baudelaire quien la aborda y carse entre sf, entre 1865 y 1875, intentando penetrar el orden
nombra. 55 Son suyos el desaliento a causa de la inutilidad absur- cotidian o de la ciudad, derrocar lo establecido con s us máquinas
da de! progreso, el vértigo de la gran ciudad, la mitologfa de la infernales. Ha bla de las energfas revolucionarias, del crecimien-
muchedumbre en marcha, los fantasmas de lo moderno y lo de- to de las sociedades secretas y de la amarga revuelta contra el ca-
moniaco que acosaban a Baudelaire y a Edgar Allan Poe. La gran tolicismo, contra la trad ición. Si bien no menciona a Blanqui, su
ciudad avanza: el objetivo que no logró Bla nqui con las balTica- nombre se lee en filigrana. Más todavía, a pesar de que sabe que
das lo logró Haussmann con las demoliciones que llevó a cabo pa- se trata de una confusión, Walter Benjamín reconoce como inte-
ra evitarlas. Uno ha trastornado (bouleversé) el universo, el otro ha ligente y perspicaz la estratagema de Philippe Soupault, quien
bulevardizado la ciudad. De la misma manera, "los parisienses en su edición de las Obras completas de Lautréamonl (París,
que transforman la calle en interior", 56 empiezan a abrir en tre las 1927), presenta como mil itancia la insurrección del poeta, la vi-
54 Ch. Baudcla ire, "Les lita nies de Satan": O prince de /'exil, a qui l'on a (ait da de Ducasse como una vita politica.
tort, 1 Et qui, vaincu, toujours te redresses plus {011. 1/ Toi qui fa is a u proscrit ce re- En cambio, André Breton, Louis Aragon, PauJ Éluard se in-
gard calme et haur 1 Qui damne tout un peuple autour d'tm écha(aud.
55
"Modernité"- Dictionnaire historique de la langue (ran~aise: el término se r·e- 57 Louis Aragon, Le paysa1t de Paris, París, 1926.
gist ra por pl"i mera vez e n Balzac (1823) para designar aquello que es moderno ss El neologismo es de Jules Laforgue.
en literatur·a y en ar-te, anunciando el culto estético de esta noción. La fortuna 59 L. Aragon, ibidem .
del término existe a partir de Baudelaire: "La m odernidad" en "Pintor de la vida 60 W. Benja min, Paris, capitale du xtxe siecle, op. cit.
moderna", Cdtica de arte y las resonancias que interpreta W. Benjamín. 61 W. Benjamín, "Le surréalismc", en Mythe el violen ce, París, Denocl, 197 1,
56 W. Benja mín, Paris, capitale du xtxe siecle. Le livre de passap,es, op. cit., p. 440.
p. 304.
xliv NOTA PREUMI NAR NOTA PRI::LIMINAR xlv

dignan contra la "m istificación" de Philippe Soupault. En "Lau- tribuye a complicar la perplejidad. Como en el teatro, el
tréamont hacia y contra todo"62 le reprochan la impostura de equívoco no pasa de eso: un nombre por otro o un personaje
h aber hecho pasar por aut~ntica la pura fantasía de Félix Vallo- por otro; la equivocidad no a ltera la tra ma e, incluso, puede
ton, autor del controvertido retrato de Lautréamont63 aparecido contribuir a animar la acción.
en El libro de máscaras (Le livre des masques) de Remy de Gour- S in embargo, a esta altura, se podría temer que una esp ecie
mont, por empecinarse en el género "Obras completas" y, sobre de m aldición haya caído sobre los nombres ya qu e, la tenden-
todo, por validar abusivamente el error de Robert Desnos quien cia o la tentación a la equivocidad aparece como una h erencia
identificaba a Isidore Ducasse con el revolucionario que exhibe natura l de tantos sosias y su cedáneos de Blanqui, a quien con
su elocuencia en el Libro El insurrecto 64 de J. Valles. Son varias frecuencia se confunde con su hermano Adolphe, autor de va-
las intenciones y las confusiones de nombre. Según Soupault, rios libros de economía que, por otra parte, nada tien en en co-
Lautréamont había sido un agitador revolucionario de tendencia mún con las posiciones de Louis-Auguste.
blanquista pero, en realidad, sólo había confundido a Ducasse, Tratándose del conde de Lautréamont, tampoco era impre-
Isidore, el poeta, con un homónimo, Félix Ducasse,65 identifica- visible un Ducasse más, o dos: Isidore, Lucien, Félix, Frédéric,
do por el mismo Charles Da Costa, el autor de Les blanquistes 66 Frant;ois. Una hipótesis etimológica L'autreaMon.t(evideo) su -
ya mencionado. pone que Ducasse se convierte en otro ("autr e") en París, ¿por
Suele ocurrir que una vez que se admite una confusió n, mu- qué n o si cuestiona la identidad que funda la alteridad de un
chas más se precipitan y, a esta a ltura, ya no p arece tan fácil poeta que la defiende más que a sí mismo? Por su parte, varios
internunpirlas. "Que Lautréamont haya sido o no un militante fueron los seudónimos que designaban a Blanqui : Colomb, De-
revolucionario, q ue se haya dirigido o no a las muchedumbres, nonville, Su zamel, entre otros. Los seudónimos, los heteróni-
nos importa poco" dice André Breton. En cambio, sí le moles- mos, los homónimos atraen una onomástica abusi va: los Du-
ta la confusión, la s uperchería de hacer pasar un Ducasse por casse confundidos, los hermanos Blanqui identificados,
otro, sobre todo porque la incon sistencia no queda ahí. E n su todavía se perfila un caso más, tal vez se trate de entrever el
Isidore Ducasse, com.te de Lautréamont, Franr;ois Caradec, con boceto de un modelo en perspectiva.
la buena intención de "descartar toda confusión entre Isidore Se llama Louis Ménard, conoció personalmente a Félix Du-
Ducasse y s u homónimo Frédéric Ducasse", aunque anote que casse. Dado el problema de la coincidencia de nombres, m ás de
"Hoy en día la cuestión esté zanjada", 67 introduce un nombre un crítico podría haberlo confundido con P ierre Menard, el
más que, en lugar de aclarar las identidades en juego, con- nombre del famoso p ersonaje de Borges, tal vez uno d e los a u-
tores más citados de los últimos tiempos quien, sin existir, s upo
62
André Breton, CEuvres completes. Edición con introducción d e Marg uerite citar de una manera tal que su provocación impugna, más que
Bonnet, Parfs, Gallimard, Bibliotheque d e la Pléiade, vol. 2, 1992, p. 942. la trillada "muerte del autor" diagnosticada por Roland Bartlws
63 "Le 2 aVTil 1921, Félix Vallo ton [ ... ] nous écrivail: Ce po•·trait est une inven- o por Michel Foucault, el surgimiento de una estética de la de-
tion pm·e, fai te sans aucun document, personne, y compris de Goun nont, n'a- saparición que no sólo el arte, la literatura, sino la historia, las
yanl sur le personnage la moindre lueur. Cependant je sais qu'on chercha. C'est
ideologías y sus respectivas certezas, padecen en esta época
done une image de pure fanla isie, mais les circonstances ont fini par lui donne1·
corps el elle passe généralem ent pour vraisemblable." lbul. cua ndo los cambios pasan por desapariciones y la aniquilación
64
JuJes VaJles ( 1832-1885). Periodista, revolucionario, socialista, célebre por por fundamento.
su serie de novelas autobiográficas: L'enfanl ( 1881), Le bachelier ( 1882), L'insur- En Borges. Una biografía literaria, 68 Emir Rodriguez Monegal se
gé (1 886). detiene a subrayar la importancia, para Borges, de la lectura de
65 A. Breton, op. cit., p. 1724.
6 6 Charles Da Costa, op. cit.
67 Fran~ois Caradec, Jsidore Ducasse, comte de LautréamonL, Parfs, Galli- 68 Emir R odríguez Monegal, Borges. A Literary Biography, Nueva York, Ou t-
mard, Idées, 1973, p. 140. ton , 1978.
x lvi xlvii
NOTA PRELI MINAR NOTA PRELIM INAR

las Promenades littéraires 69 de Remy de Gow·mont70 y examinar 1 Por otra parte, se sabe que la hermana menor de Blanqui,
res~nan~ia de este libro en la visión estética de Borges. E l artfcu~ nie se casó con un dueño de astilleros argentinos, con quien
Ur a '
lo, Lou ts Ménard, un pagano místico", que se radica en los már- artió desde F rancia rumb o al Río de la Plata; tam b',
1en se anota
genes li terarios emplazando al autor de "Revenes d'un pa1en mys- ~ue uno de sus barcos, bautizado "Auguste Bl~nqu i", destacaba
tique"/1 p resiente desde el título, el título del sobrecitado cuento en un lugar visible del salón un cuadro con su 1magen. Por aho-
de Borges: "Pierre Menard, a utor del Quijote".72 Seguramente ra, no es mucho m ás lo que se ha averiguado. Como los nombres
esos paseos literarios de Gourrnont llamaron la a tención de Bar~ de lucha bajo los cuales se ocultaba, o corno las letras del acrós-
ges sobre un ~enard, el inventor que descubrió el colodio, un pro- tico que cifraba la dirección ~e su ~scondi,~e, esto~, datos frag~
duc~o especfhcamente útil en fotografía, que fue p intor de la co- mentarías sólo esbozan u na p1s ta mas de la llegada de Blanqu1
noctda escuela de Barbizon, el escritor conocido como un al imaginario de estas latitudes.
s.ocialista revolucionario, de tendencia blanquista, detenido, exi-
l~ado. También poeta, se le reconoce sobre todo por los ejercicios Bonheur
filológ1cos en los q:te "reescribe" obras perdidas de trágicos grie- Loi
gos. La más conoc1da se denomina "Una versión del Prometeo Li- Amour
berado" (V¡~e version du Promethée délivré) de 1844, la obra perdi- N'onl
da de Esqu ilo que publicó bajo el seudón imo de L. de SenneviJJe. Qu'un
Decfa -según afirma Re m y de Gourmont- que las escribía en fra n- Instant73
cés "para comodidad de sus lectores". La parodia, la tendencia a
l~~r ~acrónicame~t,e l~s.clás!c.os, la identidad travestida y la jus- En pocas oportunidades habla Breton de Blanqui. En 1934,
o?cacJó~ de la opc1on tdwmat1ca, lo asimilan a su medio homó- cuando se pregunta "Qu'est-ce que le s urréa lisme?", B~·eton
~m~; P1en·e Menard, sin acento en la e, el notable poeta simbo- destaca las relaciones entre los Cantos de Maldoror de ls1dore
bsta contemporáneo de William James" que, después de haberlo Ducasse co n el surrealismo y subraya la importancia decisiva
consagrado Borges autor del Quijote, no cesa de favorecer las teo- en su obra de los acontecimientos derivados de la declarac ión
rías de la ~~critura y sus. refutaciones, de la lectura y las suyas, de de la gu erra de 1870 y del apla stamiento atroz .d e la Comuna
la traducc10n y la parodta, de la literatura, de la h istoria de la lite- de París. Al referirse a la liberación del proletanado por la ex-
ratura, o de la literatura y la historia, tout court. periencia poética a lude al "militan tismo revolu cionario [ ... ]
nuestra turbu lencia , [ ... ] eso que se ha creíd o a veces poder lla-
¿Pm· qué precisamente el Quijote? dirá nuestro lector. Esa preferencia, mar n uestro 'blanquismo' ".
en un español, no hubiera sido inexplicable; pero s in duda lo es en un De la m isma manera que Walter Benjamín qu iso reconocer en
sim bolista de Ni'mes, devoto esencialmente de Poe, que engendró a Ma- Lautréam on t, en las tran sgresiones del poeta, una vtla pol Ltlca,
'
o o74

llarn:_é, que engendró, a Valéry, .que engendró a Edmond Teste. ( ... ] ¡Qué yo quisiera hacer de este agitador rcvolucio~ari o que fue ~lan­
espanoladas no habna aconseJado esa elección a Maurice Barres 0 al qui, una vita literaria. Tal vez sea otra modali dad ~e bl~nqu!s.mo
doctor Rodríguez Larreta! a ultranza hacer de su insurrección una resu1Tecc1ón h tpotettca,
de su destierro astral, un eterno retorno.
69
Remy de Gourmont, Promenades littéraires, Pa.-rs Mercw·e de F1·ance ·Cuántos conocen -se preguntaba Geffroy y la pregunta vale
1904- 19 13. ' •
aú~ en la actu alidad- al poeta que escrib ió est e bello libro que
7
° Conocf.a igualmente el Livre des masques de Remy de Gourmont, con los es La eternidad a través ele los astros? La escul tura de Jules Da-
retratos real•zados por Fél ix Va lloton, París, Société du "Mercw-e de F .. . "
1896. tance ,
71
Publicado en J 909 con un p1·efacio de Maurice Barres. 73 Felicidad, Ley, Am o•~ No tienen más Que un Instante.
72
J .L. Borges, Ficcio11es, Buenos Aires, 1941. 74 w. Be njamin, "Le sw·réalisme", op. cit.
xlviií NOTA PRE LIMINAR NOTA PRELI MINAR xlix
lou en el Cementerio del Pere Lachaise, donde una flor roja fres- reiteración de copias justi fica la hipótesis que él había aventura-
ca contrasta la oscuridad del bronce, el retrato de Eugene Ca- do tiempo a trás. Como en un cuento, no faltan las coincidencias;
rriere, la estrofa de Eugene Pottier, autor de La Internacional, lo apenas los nombres difieren y algunas circuns tancias que, igual-
recuerdan: mente misteriosas, no atenúan el posible asombro.

Contra una clase s in entrañas LISA BLOCK DE BEHAR


Luc hando por el Pue blo sin pan Montevideo, Uruguay
Tuvo c uatro murallas, vivo,
Muerto , cuatro tablas de pino.75

Más que el blanquis mo, Blanqui, o su influencia - si se en -


tiende como el flujo astral que actúa sobre los hombres y las
cosas- sigu e siendo un fenó men o insólito, diseminado en dis-
tintos libros, ejempla res y numerosos, reproduc idos como los
sosias que h a bía previs to. A pesar de los fervorosos enfrenta-
mientos ya históricos que protagonizó, más que sus combates
de p olítico revolucionar.io, es la tenacidad de sus meditaciones
sobre la eternidad a legórica de la revolución de los astros ·
- también en el sentido astronómico de revolución- la que re-
torna sub specie aeternitatis , a manera de escritura. En este
sentido, se diría que s u hipótesis no ha fracasado, ni la r evolu -
ción permanente que supone y defiende. Tal vez esa conjetura
h aya incidido en la vigencia de su pensamiento, de su práctica
fogosa no d esvan ecida en sistemas y utopías que las iniquida-
des d e otras doctrinas prolongaron hasta avan zado el s iglo XX.
Es curioso, de sus vastos escritos perdura un pequeño libro, de
ese libro el resumen de algunos capítulos finales, del resumen, un
párrafo. Esas pocas líneas dieron lugat a que los mayores pensa-
dores y autores, algunos de los más influyentes en la segunda mi-
tad del s iglo XX, recogieran sus reflexiones que se sustraen a los lí-
mites de la cárcel, de la lengua, de la distancia y el tiempo.
Cruzando fronteras y océanos, entre miles de copias que no sólo
reproducen originales sino que los desplazan, anticipan o deter-
m inan las confusiones de una época que cifra en la tecnología y el
espacio su esperan za, a unque el propio espacio no tenga lugar.
Imprevisiblemente, en tierras distantes, dos, tres o m ás escritores
escribían, casi al mismo tiempo, las mismas líneas de Blanqui, esa

75 Contre une classe sans en trailles, 1 Luttant ¡JOur le Peuple sans pai11, 1 JI eut,

vivam, quatre murailles, 1 Mort, quatre planches de sapin.


LA ETERNIDAD A TRAVÉS DE LOS ASTROS
I

EL UNIVERSO - EL INFINITO

El universo es infinito en el tiempo y en el espacio, eterno, indi-


visible y sin límites. Todos los cuerpos, a nimados e inanimados,
sólidos, líquidos y gaseosos, se relacionan entre sí por medio de
)as mism as cosas qu e los separan. Todo concuerda. Si se supri-
mieran los astros, quedaría el espacio completamente vacío, sin
duda, pero mantendría las tres dimensiones, largo, ancho y pro-
fundidad. Un espacio indivisible e ilimitado.
Dijo Pascal, con su m agnificen cia de lenguaje: "El universo es
un círculo cuyo centro se encuentra en todas partes y la circun-
ferencia en ninguna." ¿Qué imagen del infinito m ás sobrecoge-
dora que ésa? Digamos, según él, y con mayor precisión: El uni-
verso es una esfera cuyo centro está en todas partes y su
superficie en ninguna.
Está ah í, delante de nosotros, ofreciéndose a la observación y
al r azonamiento. Los astros innumerables b rillan en su s profun-
didades. Supongámonos en uno de esos "centros de esfera" , que
están en todas partes y cuya superfi cie no se encu entra en nin-
guna, y admitamos por un instante la existencia de esta super-
ficie que, en consecuencia, se constituye en límite de l mundo.
¿Será sólido , líquido o gaseoso, este límite? Cualquiera sea su
naturaleza, enseguida se producirá la prolongación de aquello
que limita o pretende limitar. Supongamos que no existe, en es-
te sentido, ni sólido, ni líquido, ni gas, n i siquiera el éter. Nada
más que el espacio, negro y vacío. Este espacio posee las mism as
tres dimensiones, y tendrá necesariam ente como límite, es decir,
como continuación , una nueva porción de espacio de la misma
naturaleza, y luego, otra, luego otra más, y así en ad elante, inde-
(il7.idamente.
El infinito sólo se nos puede presentar bajo el aspecto de lo
Movimiento de la Tierra alrededor del Sol, según Copérnico. indefinido. Uno conduce al otro por la manifiesta imposibilidad
Andrea Cellarius, Harmonia macrocosmica, seu A tlas universalis et novus, de encontrar, o aun de concebir, una limitación para el espacio.
Amst erdam, 1661. Es cierto, el universo infinito es incomprensible, pero el univer-
[3]
4 LA ETERNIDAD A TRAves DE WS ASTROS

so limitado es absurdo. Esta certeza absoluta de la infinitud del JI


mundo, junto a su incomprensibilidad, constituye una de las
más crispantes irrilaciones que atormentan el espíritu humano. LO INDEFINIDO
Existen, sin duda, en alguna parte, en los globos errantes, cere-
bros suficientem ente vigorosos como para comprender el e nig-
ma, impenetrable al nuestro. Es necesario que nuestros celos h a-
gan su duelo.
Este enigma se plantea tanto con respecto a l infinito en e]
tiempo como respecto al infinito en el espacio. Aún más viva- Por más débil que sea, ha bría que hacerse una idea del infini to
mente que su inmensida d, la eternidad del mundo cautiva la in- sólo por lo indefinido y, sin embargo, esa idea tan débil ya revis-
teligencia. Si no se le puede consentir límites al universo, ¿cómo te apariencias formidables. Sesenta y dos cifras, que ocupan un
soportar el pensamiento de su no existencia? La ma teria no sa- largo de a lrededor de JS centímetros, dan 20 octo-decillones de
lió de la nada. Tampoco entrará ahí. Es eterna, impereceder a. Si leguas, o en términos más habituales, miles de millon es de miles
bien se encuentra en perpetua transformación, no puede dismi- de millones de miles de millones de miles de millones de mi -
nuir ni crecer en un solo á tomo. les de millones de veces el camino del Sol a la Tien·a.
Infinita en el tiempo, ¿por qué no lo será también en la exten- Si se imaginara una línea de números, que van desde aquí al
sión? Los dos infinitos son inseparables. Uno implica el otro bajo Sol, es decir, no de 15 centímetros de largo sino de 37 millones
pena de contradicción y de a bsurdo. La ciencia no ha constatado de leguas. ¿No es aterradora la extensión que a barca esa enume-
todavía una ley de solidaridad entre el espacio y los globos que lo ración? Tome a hora esta misma extensión por unidad en un
surcan. El calor, el movimiento, la luz, la electricidad, son una ne- nuevo número y veremos: la línea de cifras que lo componen
cesidad en toda la extensión. Los hombres competentes p iensan parte de la Tierra y llega allá, a esa estrella, a cuya luz, h aciendo
que ninguna de sus partes quedaría viuda de esos grandes fuegos 75 000 leguas por segundo, le lleva más de mil afias llegar hasta
luminosos, por medio de los cuales viven los mundos. Nuestro nosotros. Si la lengu a encontrara las palabras y el tiempo para
opúsculo reposa por completo en esta opinión, que puebla con in- enunciarlo, ¡qué distancia saldría de un cálculo semejante!
finidad de globos el infinito del espacio y no deja un rincón de ti- Así se puede prolongar lo indefinido a discreción, sin traspa-
nieblas, de soledad y de inmovilidad en ninguna parte. sar los límites de la inteligencia, pero ni siquiera se empezaría
con el infinito. Aun cuando cada palabra indicara los alejamien-
tos más aterradores, se hablaría de miles de millones de miles de
millones d e siglos, a una palabra por segundo, para expresar, en
suma, tratándose del infinito, sólo una insignificancia.

[S]
III
,¡ J o J U JWll

PRODIGIOSAS DISTANCIAS DE LAS ESTRELLAS

El universo parece desenrollarse, inmenso, bajo nuestras mira-


das. Sin embargo nos muestra sólo un rinconcito bien peque-
ño. El Sol es una de las estrellas d e la vía láctea, ese gran agru-
pamiento estelar que invade la mitad del cielo y del que las
constelaciones sólo son miembros desprendidos, dispersos en
la bóveda de la noch e. Más allá, algunos puntos impercepti-
bles, aplicados al firmamento, señalan los astros semi-extin-
guidos por la distancia, y a llá abajo, en las profundidades que
ya se ocultan, el telescopio entrevé nebulosas, pequeños mon-
tones de polvo blanquecino, vías lácteas de los planos más dis-
t\lt)fllt'*l
111nH Jutrrur(.¡¡¡rmJtt rttt\JJ:c1'lun
tantes.
f\ltn mwullial~•~ntt hhP.itt
i'rvpf.utd'llrUUlUIIIItt•a;rrat\»o
Es prodigioso el alejamiento de estos cuerpos. Escapa a todos
I~IIIC'flt• tUl\ IURIVf~ll lldn \ t los cálculos de los astrónomos que han ensayado, en vano, en-
uU ~~~~ ti' qnf(d fltUUHill rt U.,.
1'\lfkr• tU(l ¡n... rq tlthult ,, lnUJH contrar una paralaje a algunos de los más brillantes: Sirio, Al-
.-.u "f.HIItrlll\:lllt111r n,,;.,lu hgm
1' lt t"f'f'lthll n .upwJ!If:tlt Nn•m· tair, Vega (de la Lira). Sus resultados no obtuvieron ningún cré-
m \11 •Hli•#H~ (tl tllllalW'fU
.tuut fl!llm 1'·"' n ''' , q ttV't l
dito y permanecen muy problemáticos. Son aproximaciones, o
más bien un mínimo, que desplaza las estrellas más cercanas
más allá de 7 000 miles d e millones de leguas. La mejor observa-
da, la 61a. deJ Cisne, ha dado 23 000 miles de millones de leguas,
658 700 veces la distancia de la Tierra a l Sol.
La luz, andando a razón de 75 000 leguas por segundo, sólo
franquea este espacio en diez años y tres meses. El viaje en fe-
rrocarril, a diez leguas por hora, sin un minuto de detenimiento
ni de a traso, duraría 250 millones de años. A ese paso, se llega-
ría al Sol en 400 años.
La Tierra, que hace 233 millones de leguas cada año, sólo lle-
garía a la 61 a. deJ Cisne en más de cien mil años.
Las estrellas son soles semejantes al nuestro. Se dice que Si-
rio es ciento cincuenta veces más grande. Es posible, atmque no
muy verificable. Sin contradecirlo, esos fuegos luminosos deben
los planetas personalizados. ofrecer grandes desigualdades de volumen. La comparación no
Barthélemy I'Anglais, Livre des propriétés des choses, Poitiers, c. 1480. viene a l caso, y las diferencias de tamañ.o y de brillo no pueden
[7]
8

ser para nosotros sino cuestiones de alejamiento, o más bien IV


cuestiones dudosas. Sin datos suficientes, toda apreciación es
una temeridad. CONSTITUCIÓN FÍSICA DE LOS ASTROS

Sin apartarse nunca del plan general que domina todas s us


obras, la naturaleza es ma ravillosa en el arte de adaptar los or-
ganismos a los medios. Con simples mod ificaciones, multiplica
sus tipos hasta lo imposible. En los cuerpos celestes, se s upuso,
erradamente, situaciones y seres igualmente fantásticos, sin nin-
guna analogía con los huéspedes de nuestro planeta. Nadie du-
da de que existan miríadas de formas y de mecanismos. Pero el
plan y los materiales permanecen invariables. S in duda se pue-
de afirmar que, en los extremos más opuestos d el universo, los
centros nerviosos son la base, y la electricidad el principio-agen-
te, de toda existencia a nimal. Los demás aparatos se le subordi-
nan, según miles de formas dóciles a los ambientes. Es cierta-
mente así en nuestro grupo planetar io, que debe presentar
innumerables seri es de organizaciones diversas. No es necesario
alejarse de la Tierra para ver tal diversidad casi sin límites.
Siempre hemos considerado nuestro globo como el planeta-
rey, una vanidad que ha sido humillada con frecuencia. Somos
casi intmsos en e l grupo que nuestra pequeña glori a pretende
hacer arrodi llar alrededor de su supre macía. La densidad es la
que decide la constitución física de un astro. Ahora bien, nues-
tra densidad no es la del sistema solar, en absoluto. Sólo forma
una ínfima excepción que casi nos excluye de la fam ilia verda-
dera, compuesta por el Sol y los grandes planetas. En el conj un-
to del cortejo Mercur io, Venus, la Tierra, Ma rte, como volumen,
cuentan por dos sobre 2 41 7, y asociando el Sol, por dos en
1 281 684. ¡Daría lo mismo que fuera igual a cero!
Hace algunos años, apenas, frente a semejante contraste, la
fantasía imaginaba la estructura de los cuerpos celestes. Que no
debían parecerse en nada al nuestro era lo único que no parecía
dudoso. Era un error. E l análisis espectral perm itió disipar este
error, y demostrar la identidad de composición del universo, a
pesar de tantas apariencias contrarias. Las formas son innume-
[9]
10 Li\ I~TERNIDAD A TMVf:S DE LOS ASTROS LA ETERNIDAD A TRAVÉS DE LOS ASTROS 11
rabies, los elementos son los mismos. Aquí llegamos a la cues- 47. Telurio 56. Terbio
tión capital, la que domina desde la altura y a nula casi todas las 48. Tungsteno 57. Talio
demás; es necesario ento1¡1ces abordada en detalle y proceder de 49. Uranio 58. Torio
lo conocido a lo desconocido. 50. Tantalio 59. Vanadio
Hasta nueva orden, en nuestro globo, la naturaleza tiene a s u 51. Litio 60. Itdo
disposición como eleme ntos únicos los 64 cuerpos simples, cu- 52. Niobio 61. Cesio
yos nombres mencionamos a continuación. Decimos "hasta 53. Radio 62. Rutenio
nueva orden", porque el número de estos cuerpos era sólo 53 54. Didimio 63. Erbio
hasta hace pocos a ños. De vez en cuando, s u nomenclatura se 55. Indio 64. Cerio
enriquece con el d escubri miento de a lgún metal, separado por la
química, con gran dificultad, de los lazos tenaces de sus combi- Los cuatro primeros: hidrógeno, oxígeno, ázoe, carbono, son
n aciones con el oxígeno. Los 64 alcan zarán la centena, es proba- los grandes agentes de la naturaleza. A tal punto su acción es
b le. Pero los actores serios no pasan de 25. El resto sólo figura a universal que no se sabe a cuál de ellos con-esponde la prioridad.
título de comparsas. Se les denomi na cuerpos s imples porque, El hidrógeno va a la cabeza, ya que es la lu z de todos los soles.
hasta ahora, se les considera irreductibles. Los ordenamos, más Estos cuatro gases constituyen casi, por sí mismos, la materia
o menos, en el orden de su importancia: orgánica, flora y fauna, asociándoles el calcio, el fósforo, el azu-
fre, el sodio, e l potasio, etcétera.
l. Hidrógeno 24. Bismuto El hidrógeno y el oxígeno forman el agua, con el agregado de
2. Oxfgeno 25. Cind Zinc cloro, de sodio, de yodo para los mares. El silicio, el calcio, el
3. Ázoe 26. Arsénico aluminio, el magnesio, combinados con el oxígeno, el carbono,
4. Carbono 27. Pla tino etc., componen las grandes masas de terrenos geológicos, las ca-
5. Fósforo 28. Estaño pas superpuestas de la corteza terrestre. Los metales preciosos
6. Azufre 29. Oro tienen más importancia para los hombres que en la naturaleza.
7. Calcio 30. Níquel Hasta hace poco todavía, estos elementos eran considerados
8. Silicio 31. Glucinio especialidades de nuestro globo. ¡Cuántas polémicas, por ejem-
9. Potasio 32. FI(JOr plo, sobre el Sol, s u composición, el ori gen y la na turaleza de la
10. Sodi o 33. Ma nganeso luz! Apenas ha terminado la gra n querella de la emisión y de las
1 l. Alu mini o 34. Circonio ondulaciones. Resuenan todavía las últimas escaramuzas de re-
12. Clom 35. Cobalto taguardia. Sobre su éxito, las ondulaciones victoriosas habían
13. Yodo 36. lddio construido una teoría fantástica: "El Sol, simple cuerpo opaco
14. H ieJTO 37. Boro como el primer venido de los plan etas, está envuelto por dos at-
15. Magnesio 38. Estroncio mósferas, una parecida a la nuestra, que sirve de sombrilla a los
16. Cobre 39. Molibdeno indígenas contra la segunda, llamada fotosfera, fuente eterna e
17. Plata 40. Paladio inagotable de luz y calor." ,
18. Plomo 4 1. Titanio Esta doctrina, aceptada universalmente, reinó mucho tiempo
l 9. Mercurio 42. Cadmio en la ciencia, en desmedro de todas las analogías. El fuego cen-
20. Antimonio 43. Selenio tral que ruge bajo nuestros pies es suficiente testimonio de que
21. Bario 44. Osmio la Tierra fue en otras épocas lo que hoy es el Sol, pero a la Tie-
22 . Cromo 45. Rubidio rra nunca se le endosó una fotosfera eléctrica, gratificada p or el
23. Bromo 46. Lantano don de perennida d.
12 LA ETERNIDAD A TRAVÉS DE LOS ASTROS 13
LA ETERNJDAD A TRAVÉS D E LOS ASTROS

El a ná lisis esp ectral ha disipado estos errores. Ya no se tr ata volviendo en sus masas espesas el astro caído, nuestro mundo
de electricidad inusable y perpetua sino, muy prosaicamente de planetario caerá en la noche eterna. . , .
hidrógeno ardien te, a hí, c<;m10 en otras partes, con el conc~rso Antes de ese término fatal, la humarndad tendra tie mpo de
del oxígeno. Las pro tuberancias rosadas son choLTos prodigio- aprender much as cosas. Ya sabe, p or la espectrom etría , que la
sos de este gas inflamado que desbordan el disco de la Luna mitad d e los 64 cuerpos simples que compone n nuestro planeta
mientras ocurren los eclipses tota les de Sol. En cuanto a las también forma parte del Sol, de las estrellas y de sus cortejos.
m anchas solares, con razón se las había representado com o vas- Sabe que el universo entero recibe la luz, el calor y la vida orgá-
tos embudos abier tos en las masas gaseosas. E s la llama del hi- nica , del hidrógeno y del oxígeno a sociados, lla mas o agua.
~ógeno, barrida p or las tempestades sobre inmensas superfi- Todos los cuerpos simples no se muestran en el esp ectro solar
Cies, la que p ermi te percibir, no como una opacidad negra sino y, recíprocamen te, los espectros del Sol y de las e~trellas acusan
como u_na oscuridad r ela tiva, el núcleo del astro, ya sea en esta- )a existencia de elem entos que n os son descon ocidos. Pero esta
do lfqULdo, ya sea en estado gaseoso fuertem ente comprimido . cien cia es todavía nueva e inexperimentada. Apen as si dice su
E ntonces, basta de quimeras. Existen dos elementos terres- primer p alabra y es decisiva. Los elementos ~e l~s cuerpos celes-
tres que iluminan el universo, como se iluminan las calles de Pa- tes son idénticos en todas partes . El p or vemr solo desarrollará,
rís Y de Londres. Su com binación es la que expande la lu z y el cada día, las prueb as de esta identidad . Las desviacione: de d~n­
calor.. El producto de esta combinación, el agua, es el que crea y sida d, que parecían desde u n p rimer mom ento un obstacul~ m-
manti ene la vida orgánica. Sin agua, no h ay atmósfera, ni flora super able a toda sem ejanza entre Jos planetas de nuestro siste-
ni fauna. Sólo el cad áver de la Luna. ma, pierden m u cho de su sign ificación aisla nte, cuando se ve el
Océano de lla mas en las estrellas para yjvificar, océan o de Sol, cuya dens idad es la cuarta de la nuestra, encerrando meta-
agua sobre los pla netas para organizar, la asociación del hidró- les com o el hierro (den sidad 7.80), el níquel (8.67), el cobre
gen o Y del oxígeno gobierna la m ateria y el sodio es s u compa- (9.95), el zinc (7. 19), el cobalto (7.81), el cadmio (8.69), el crom o
ñ ero inseparable en sus dos formas opuestas: el fuego y el agua. (5.90). . .
E:n el espectro solar brilla en primera línea; es el ele mento prin- Nada m ás natural que los cue1pos simples ex1stan en los dis-
Cipal de la sal d e los mares. tintos globos en proporcion es desiguales, de donde .r esultan las
Estos ma res, h oy tan apacib les, a p esar de sus suaves a rru- divergencias de densidad. Eviden temen te, los m aten ales de una
gas, han con ocido otras te mpestades, cua ndo se arrem o lina- nebulosa deb en clasificarse en los plan etas según las leyes de la
ban en lla mas d evorantes sobre las lavas de nuestro globo. Sin gravedad, p ero esta clasificación no impide que los cue1pos s~m­
en:bargo, es p recisam en te esa misma m asa de hidrógeno y de ples coexistan en el conjunto de la nebulosa, salvo a l repart~rse
oxigeno. ¡Per o qué metam orfosis! La evolución se ha c umpli- enseguida según cierto orden , en virtud de e~tas leyes. ~reci.sa­
d o. Se c umplirá también en el Sol. Desd e ya s us m an ch as reve- mente ése es el caso de nuestro sistema y, segun las apan en cws,
l~ n, en la combustión del hid rógeno, lagunas pasajeras, que el el de los otros grup os estelares. Más adelante verem os qué con-
t~empo no cesará de am pliar y de volver perm an entes. Ese diciones resultan de este h echo.
tl.em po se contará en s iglos, sin duda, pero la p endiente des-
Ciende.
E l Sol es u na estrella e n declinación. Llegará un día cuando el
produc to de la com binación del hidrógeno con el oxígeno, de-
Jando de descomponerse de nuevo para reconstituir aparte los
dos elementos, quedar á en lo que debe ser: agua. Ese día verá
termi narse el reino de las llamas y com enzar el de los vapores
acuosos, c uya última palabra es el mar. Con estos vapores, en-
V

OBSERVACIONES SOBRE LA COSMOGONÍA DE LAPLACE.


LOS COMETAS

Laplace ha obtenido su hipótesis de Herschell, quien la había ex-


traído de su telescopio. Dedicado a las matemáticas, el ilu str e
geómetra se ocupa mucho del movimiento de los astros y casi
nada de su naturaleza. Sólo aborda la cuestión física con indo-
lencia, por medio de simples afirm aciones, y se apura en volver
a los cálculos de la gravedad, su objetivo permanente. Es eviden-
te que su teoría se enfrenta a dos dificultades capitales: tanto el
origen como la alta temp eratura de las n ebulosas y los cometas.
Poster guemos por un insta nte las nebulosas y veamos los come-
tas. Sin poder alojarlos en su sistema bajo ningún título, el au-
tor, para deshacerse de ellos, los manda a paseo de estrella en es-
trella. Sigámoslos, a fin de desembarazarnos de ellos nosotros
mismos.
En la actualidad, todo el mundo siente un profundo desprecio
por los cometas, esos miserables juguetes de los planetas supe-
riores que los empujan, los tironean de mil modos, los inflan con
los fuegos solares y terminan por tirarlos hacia afuera h echos
pedazos . ¡Completo fracaso! ¡Qué respeto humilde, hace tiempo,
cuando se les saludaba como mensajeros de la muerte! ¡Cuántos
abucheos y silbidos desde que se les sabe inofensivos ! Bien que
se reconoce en eso a los hombres.
En todo caso, la impertinencia no se da sin un suave matiz de
inquietud. Los oráculos no se privan de contradiccion es. Así
Arago, después de haber proclamado veinte veces la nulidad ab-
soluta de los com etas, después de h ab er asegurado que el vacío
más perfecto de una máquina n eumática es mucho más denso
que la sustancia cometaria, en un capítulo de sus obras, declara,
nada menos, que la "transformación de la Tierra en satélite de
Trayectoria de algunos cometas. cometa es un acontecimiento que no sale del círculo de las pro-
Stanislas de Lubienetski, Theatrum cometicum, babiHdades".
Amsterdam, Frans Cuijper, 1666-1668. Laplace, un sabio tan grave, tan serio, profesa igualmente el
[15]
16 LA ETERNIDAD A TRAVÉS DE WS A5"TROS LA ETERNIDAD A TRAVÉS DE LOS ASTROS 17

pro y el contra sobre esta cuestión. En a lguna parte, dice: "El en- misteriosas de la región zodiacal en un anillo de meteoritos que
cuentro de un cometa no puede producir en la Tierra ningún circulan alrededor del Sol. Los meteoritos, por su n aturaleza, no
efecto sensible. Es muy probable que los cometas La hayan en- son demasiado permeables a la claridad de las estrellas.
vuelto varias veces sin haber sido advertidos ..." Y en otro pasaje: Elevándose a lgo más, tal vez se podría encontrar el camino de
"Es fácil representarse los efectos de este choque (de un come- la verdad. Arago dijo no sé dónde: "La materia cometaria ha po-
ta) contra la Tierra: cambiados el eje y el movimiento de rota- dido entrar con bastante frecuencia en nuestra atmósfera. No es
ción; los mares, abandonando sus antiguas posiciones, para pre- un acontecimiento peligroso. Sin advertirlo, podemos atravesar
cipitarse hacia un nuevo ecuador; una gran parte de los hombres la cola de un cometa ..." Laplace no es menos explícito: "Es muy
y animales ahogados en ese diluvio universal o destruidos por el probable, dice, que los cometas hayan envuelto varias veces la
violento sacudimiento del globo, especies enteras aniquila- Tierra sin haber sido advertidos."
das ... ", etcétera. Todo el mundo opinará así. Pero se les podría preguntar a am-
Los s{ y los no tan categóricos son raros en la pluma de un bos astrónomos en qué se han convertido esos cometas. ¿Conti-
matemático. La atracción, ese dogma fundamental de la astro- nuaron su viaje? ¿Les fue posible sustraerse a los abrazos de la
nomía, aparece también maltratada a veces. Lo vamos a ver di- Tierra y pasar más allá? Entonces, ¿fue confiscada la atracción?
ciendo una palabra de la luz zodiacal. ¡Y qué! ¡Este vago eiluvio cometario, que fatiga la lengua en de-
Este fenómeno ya ha recibido numerosas explicaciones dife- finir su nada, derrotaría la fuerza que domina al universo!
rentes. Primero se le atribuyó a la atmósfera del Sol, opinión Se concibe que dos globos macizos, lan zados a todo galope,
combatida por Laplace. Según él, "la atmósfera solar no llega ni se crucen por la tangente y continúen huyendo, luego de un do-
a mitad de camino de la órbita de Mercurio. Las luces zodiaca- ble sacudimiento. Pero que inanidades errantes vengan a pegar-
les proceden de moléculas demasiado volátiles para unirse a los se contra nuestra a tmósfera, para continuar después su ruta
planetas en la época de la gran formación primitiva, que circu- apacible mente, sería un descaro difícilmente aceptable. ¿Por
lan hoy alrededor del astro central. Su extrema tenuidad no opo- qué no se quedan pegados, esos vapores difusos, a nuestro pla-
ne ninguna resistencia a la marcha de los cuerpos celestes y nos neta por la gravedad?
da esta claridad permeable a las estrellas." "¡Justamente!" Porque no pesan, se dirá. "Su propia inconsis-
Semejante hipótesis es poco verosímil. Las moléculas plane- tencia los aparta. Nada de masa, nada de atracción." Razona-
tarias, volatilizadas por una temperatura alta, no conservan miento equivocado. Si se separan de nosotros para sumarse a su
eternamente su calor ni, en consecuencia, la forma gaseosa en escuadrón, ocurre que su servicio militar los atrae y se los lleva.
los helados desiertos de la extensión. Además, diga lo que diga ¿A título de qué? La Tierra es bastante superior en potencia. Los
Laplace, esta materia, tan tenue como se la supone, sería un obs- cometas, se sabe, no molestan a nadie y todo el mundo los mo-
táculo serio para los movimientos de los cuerpos celestes y, con lesta porque son los humildes esclavos de la atracción. ¿Cómo
el tiempo, llevaría a graves desórdenes. dejar de obedecerla, precisamente, cuando nuestro globo los
La misma objeción refuta una idea reciente, que le hace el ho- aprieta y no debería dejarlos? El Sol se encuentra demasiado le-
nor de la luz zodiacal a los destrozos de cometas naufragados en jos para disputárselos a quien los tiene tan cerca y, aunque pu-
las tempestades del perihelio. Estos restos formarían un vasto diera atrapar la cabeza de esas muchedumbres, la retaguardia,
océano que engloba y supera hasta a las órbitas de Mercurio, Ve- rota y dislocada, quedaría en poder de la Tierra.
nus y la Tierra. Confundir su nulidad con la del éter, más aún, Sin embargo se habla, como de una cosa muy simple, de co-
hasta con la del vacío, sería desdeñar demasiado los cometas. metas que rodean, luego abandonan nuestro globo. Nadie ha he-
No, los planetas no harían un buen camino a través de esas ne- cho la mínima observación en este sentido. ¿Alcanza la marcha
bulosidades y la gravitación no tardaría en sentirse mal. rápida de estos astros para sustraerlos a la acción terrestre y
Parecería aún menos racional buscar el origen de las luces continuar su curso por la impulsión adquirida?
18 LA ETERNIDAD A TRAVÉS m: LOS ASTROS LA ETERNIDAD A TRAVtS DE LOS ASTROS 19

Sería imposible semejante ataqu e a la gravitación y debe- frío, el lugar de sus soledades d esconocidas.
mos estar en la vía de sus luces zodiacales. Los destacam entos Sólo escapan los que no han caído en las emboscadas de lazo-
cometarios, hechos prisioQ.eros en s us encuentros siderales y n a planetaria. Asf, evitando funestos desfiles y, dejando a lo le-
rechazados hacia el ecuador por la rotación, van a formar sus jos, en· las llanuras zodiacales, las grandes arañas paseándose al
hinchazones lenticulares, que se iluminan con los rayos del Sol borde de su s telas, el cometa de 18 11 funda las alturas polares
antes de la aurora y, sobre todo, después del crepúsculo de la sobre la eclíptica, se desborda y da vuelta rápidamente a l Sol,
tarde. El calor del dia los ha dilatado y su luminos idad, des- luego reúne y reforma sus inmensas columnas dispersas por el
pués del enfriamiento de la noche, se vuelve más sensible que fuego del enem igo. Sólo entonces, luego del éxito de la manio-
durante la mañan a. bra, despliega ante las miradas estupefactas los esplendores de
Estas masas diáfanas, de apariencia completamente cometa- su ejército y continúa majestuosamente su retirada victoriosa
ría, permeables a las estrellas más pequeñas, ocupan una exten - hacia las profundidades del espacio.
sión inmen sa, desde el ecuador, su centro y su punto culminante Esos triunfos son raros. De a miles vienen los pobres cometas
como altitud y como resplandor, mucho más allá de los trópicos a quemarse a la luz de la vela. Como las mariposas, acuden lige-
y probablemente hasta los dos polos, donde descienden, se con- ros a precipitar su vuelta alrededor de la llama que los atrae,
traen y se apagan. desde el fondo de la noche, y no se su straen sin tapizar los cam-
Hasta ahora siempre se h abía alojado la luz zodiacal fuera de pos de la eclíptica con sus desechos. Si hubiera que dar crédito
la Tierra y era difícil asignarle tanto un lugar como una natura- a algunos cronistas de los cielos, desde el Sol h asta más allá del
leza conciliable a la vez con su permanencia y su s variaciones. orbe terrestre se extendería un vasto cementerio de cometas, con
Pero es la Tierra misma la que origina la causa, enrollada alre- luces mis teriosas que aparecen en las tardes y las mañanas de
dedor de su atmósfera, sin que el peso de la columna atmosféri- los días puros. Los muertos se r econocen en estas claridades-
ca reciba un solo átomo de aumento. Esta pobre sustancia no fantasmas, que se dejan a travesar por la luz viva de las estrellas.
podría dar una prueba más decisiva de su inanidad . ¿No serían esos, más bien, los cautivos suplicantes, encadena-
Los cometas, en sus visitas, renuevan los contingentes prisio- dos desde hace siglos a las barreras de nuestra atmósfera y, re-
neros tal vez con más frecuencia de lo que se piensa. Estos con- quiriendo, en vano, ya sea libertad ya sea h ospitalidad? Por me-
tingentes no podrían superar cierta altura sin ser espumados por dio d el primer rayo como del último, el Sol intertropical nos
la fuerza centrífuga, que se va con su botín al espacio. Así, la at- muestra estos pálidos bohemios, que expían tan duramente su
mósfera terrestre se encuentra forrada por una envoltura come- visita indiscreta a la gente establecida.
taria, casi imponderable, sitio y fuente de la luz zodiacal. Esta Los cometas son seres verdaderamente fantásticos. Desde la
versión coincide con la diafanidad de los cometas y, además, tie- instalación del sistema solar, son millones los que han p asado al
n e en cuenta las leyes de la gravedad que no autorizan la evasión perihelio. Abundan en nuestro mundo particular y, sin e mbargo,
de los desprendimientos capturados por los planetas. más de la mita d escapan a la vista y aun al telescopio. ¿Cuántos
Volvamos a la historia de estas nulidades cabelludas. Si evi- de estos nómadas han elegido domicilio entre nosotros? ...
tan Saturno es para caer bajo la copa de Júpiter, el policía del Tres ... , y hasta se podría decir que viven bajo una carpa. Un dia
sistema. En guardia en la sombra, los husm ea, antes aún de de éstos, se levantarán y se irán a reunir con sus tribus innume-
que un rayo de Sollos torne visibles, acorralándolos despavo- rables en los espacios imaginarios. En verdad no importa que
ridos h acia desfiladeros peligrosos. Ahí, atrapados por el calor sea a través de elipses, de parábolas o hipérboles.
y dilatados hasta la monstruosidad, pierden s u forma, se alar- Al fin de cuentas, se trata de criaturas inofensivas y graciosas,
gan, se dispersan y franquean el paso terrible, a la desbanda- que a menudo ocupan Jos primeros lugares en las más bellas no-
da, abandonando por todos lados a los rezagados y, no recu- ches estrelladas. Si quedan atrapadas en la ratonera como locas
perando s ino con el mayor esfuerzo, bajo la protección del y la astronomía también, tanto peor p ara ella . Son verdaderas
20 LA ETERNIDAD A TRAVÉS DE LOS ASTROS LA ETERNIDAD A TRAVÉS DE LOS ASTROS 21

pesadillas científicas. ¡Qué contraste con los cuerpos celestes! copio de Herschell, toma nebulosas irreductibles y hace con
Los dos extremos del antagonismo, masas aplastantes e impon- ellas, indiferentemente, sistemas planetarios o cometas. Sólo se
derabilidades, el exceso de lo gigantesco y el exceso de la nada. trata de una cuestión de órbitas y de fijación o de irregularidad
Y sin embargo, a propósito de esta nada, Laplace habla de en la gravitación. En cuanto al resto, tienen el mismo origen:
condensación, de vaporización, como si se tratara del primer gas "las nebulosidades dispersas en el universo" presentan una cons-
venido. Él asegura que, por los calores del perihelio, los come- titución similar.
tas, a la larga, se disipan enteramente en el espacio. ¿En qué se ¿Cómo un físico tan importante ha podido asimilar resplan-
convierten después de esta volatilización? El autor no lo dice y, dores ajenos, glaciales y vacíos, a inmensas coronas de vapores
probablemente, tampoco se inquieta demasiado. Desde que ya ardientes que un día serán soles? Si los cometas fueran de hidró-
no se trata de geometría, procede sumariamente, sin mayores geno, vaya y pase. Se podría suponer que grandes masas de este
escrúpulos. Ahora bien, por más etérea que pueda y deba ser la gas, que quedan fuera de las nebulosas-estrellas, erran en liber-
sublimación de los astros cabelludos, sin embargo, permanecen tad a través de la extensión, donde interpretan la obrita de la
como materia. ¿Cuál será su destino? Sin duda, el de retomar gravedad. En tal caso sería un gas frío y oscuro, mientras que las
más tarde, por el frío, su forma primitiva. Sea. Es la esencia de cunas esteloplanetarias son incandescencias, de tal modo que la
cometa que reproduce las diafanidades ambulatorias. Pero estas asimilación entre estos dos tipos de nebulosa sería todavía im-
diafanidades, siguiendo a Laplace y a otros autores, son idénti- posible. Pero aun este remedio falla. Comparado con los come-
cas a las nebulosas fijas. tas, el hidrógeno es granito. No puede haber nada en común en-
¡Oh! por ejemplo, ¡alto ahí!, es necesario detener, al pasar, las tre la materia nebulosa de los sistemas estelares y la de los
palabras para verificar su contenido. Nebulosa es sospechosa. Es cometas. Una es fuerza, luz, peso y calor; la otra, nulidad, hielo,
un nombre bien merecido ya que tiene tres sentidos diferentes. vacío y tinieblas.
Se designa así: 1] una luz blanquecina que se descompone, por Es tan perfecta la similitud de la que habla Laplace entre los
fuertes telescopios, en innumerables estrellitas bien apretadas; dos géneros de nebulosas que cuesta mucho distinguirlos. ¡Y
2] una claridad pálida, de aspecto apreciable, picada por uno o qué! ¡Las nebulosas volatiHzadas están a distancias inconmensu -
varios puntitos brillantes, que no se deja resolver en estrellas; 3] rables, los cometas, casi al alcance de la mano, y de una vana se-
los cometas. mejanza entre dos cuerpos separados por tales abismos se llega
La confrontación minuciosa de estas tres individualidades es a la conclusión sobre la identidad de su composición! Pero el co-
indispensable. Para la primera, esos cúmulos de estrellitas, nin- meta es infinitamente pequeño y la nebulosa es casi un univer-
guna dificultad. De acuerdo. La impugnación se dirige, por en- so. Dados semejantes datos, cualquier comparación es una abe-
tero, a las otras dos. Siguiendo a Laplace, repartidas profusa- rración.
mente en el universo, las nebulosidades forman, en un primer Repitamos una vez más que si durante el estado volátil de las
grado de condensación, sea cometas sea nebulosas con puntos nebulosas, una parte del hidrógeno se sustrae, al mismo tiempo,
brillantes, irreductibles a estrellas y que se transforman en siste- a la atracción y a la combustión, para escaparse libremente ha-
mas solares. Explica y describe detalladamente esta transforma- cia el espacio y volverse cometa, estos astros entrarían en la
ción. constitución general del universo, donde podrían interpretar,
En cuanto a los cometas, se limita a representarlos como pe- además, un papel terrible. En un encuentro planetario, impoten-
queñas nebulosas errantes que no define y que no busca diferen- tes como masa pero inflamados por el choque con el aire y en
ciar, de ningún modo, de las nebulosas en vía de procreación es- contacto con su oxígeno, harían perecer, por el fuego, a todos los
telar. Al contrario, insiste en el parecido íntimo, que no permite cuerpos organizados, plantas y animales. Pero es opinión unáni-
distinguirlas sino por el desplazamiento de los cometas que se me que el hidrógeno es a la sustancia cometaria lo que sería un
ha vuelto visible a los rayos del Sol. En una palabra, en el teles- bloque de mármol al hidrógeno.
22 LA ETERNIDAD A TRAVÉS DE LOS ASTROS LA ETERNIDAD A TRAVÉS DE LOS ASTROS 23
Supóngase, ahora, jirones de nebulosidades estelares, erran- oculta influencia de los grandes nombres. Parece que la espec-
do de sistema en sistema, al compás de los com etas. Al máximo trometría. en efecto, se inclina un poco hacia hallar resultados
de temperatura, estas acum,ulaciones volátiles pasaría n a lrede- conformes con la teoría de Laplace.
dor nuestro, no como una bruma sutil, apagada y aterida sino La complacencia ante los errores posibles del ilus tre matem á-
como una horrible tromba de luz y calor, que pronto ha bría in- tico es bastante m enos útil que esos sondeos de su teoría en el
terrumpido nues tras polémicas sobre este te ma. En cuanto a los conocimiento actual del s istema solar, una fuerza capaz de resis-
cometas, la incertidumbre se eterni za. Ni las discusiones ni las tir incluso al telescopio y al análisis espectral, Jo que no es poco
conjeturas llegan a concluir nada. Sin embargo, algunos puntos decir. Es la única explicac ión racional y razonable de la mecáni-
parecen aclarados. De manera que la unidad de la s ustancia co- ca planetaria y, seguramente, no sucumbiría sino ante argumen-
metaria no plantea ninguna duda. Constituye un cu erpo s imple, tos irresistibles ...
que nunca ha presentado variantes en sus apariciones, ya tan
numerosas. Constantemente, se encuentra esa misma tenuidad
elástica y dilatable hasta el vacío, esa traslucidez absoluta que en
nada molesta el pasaje de las luces mínimas.
Los cometas no son ni éter, ni gas, ni líquido, ni sólido, ni na-
da parecido a aquello que constituye los cuerpos celestes s ino
una sustancia indefinible; no parecen tener ninguna de las pro-
piedades de la materia conocida y tampoco existen fuera del ra-
yo solar que Jos saca durante un minuto de la nada, para dejar-
los caer a ll í de nuevo. Separación radical entre este enigma
sideral y los sistemas estelares que son el univer so. Son dos mo-
dos de existencia aislados, dos categorías de la materia total-
mente distintas y sin otro vínculo que una gravitación desorde-
nada, casi loca. No cuentan para nada en la descripción del
mundo. No son nada, no hacen nada, tienen un solo papel, el de
enigma.
Con estas exager adas dilataciones del perihelio y las contrac-
ciones heladas del a felio, ese astro fatuo representa un gigante
de las mil y una noches, envasado por Salomón y, dada la oca-
sión, esparciéndose poco a poco fuera de su prisión, e n una in-
me nsa nube, adquiriendo una figura humana para luego, reva-
porizarse y retomar el camino del cuello hasta desaparecer en el
fondo de la botella. Un cometa es una onza de niebla que ocupa
un mil millones de leguas cúbicas primero, luego una vasija.
Terminados, estos pequeños juegos dejan abierto el debate so-
bre la s iguiente cuestión: "¿Todas las nebulosas son montones de
estrellas adultas o haría falta concebir, entre algunas de ellas, fe-
tos de estrellas, ya sea simples ya sea múltiples?" Esta cues lión
admite sólo dos jueces, el telescopio y el análisis espectral. Pidá -
mos les una imparcialidad estricta, sobre todo cuidado con la
LA ETERNIDAD A TRAVÉS DE LOS ASTROS 25

VI mero difusas al punto de ser apenas visibles y que llegan, por


una serie de condensaciones, al estado de estrellas. Ahora bien,
ORIGEN DE LOS MUNDOS esas estrellas son globos gigantescos en plena incandescencia
como el Sol, lo que acusa un calor ya muy respetable. ¡Cuál no
sería su temperatura cuando, completamente reducidas a vapo-
res, estas masas enormes se dilataban a ta l grado de volatiliza-
ción que sólo ofrecían a la vista una nebulosidad apenas percep-
tible!
Sin embargo, esta teoría presenta un aspecto débil... siempre el Precisamente, son estas nebulosidades las que representa La-
mismo, la cuestión del origen, que esta vez se esquiva por medio place como distribuidas profusamente en el universo, dando na-
de una reticencia. Desgraciadamente, omitir no es resolver. La- cimiento tanto a los cometas como a los sistemas estelares. Aser-
place trató la dificultad con destreza, legándosela a otros. En ción inadmisible, como lo hemos demostrado a propósito de la
cuanto a él, había apartado su hipótesis de este obstáculo para sustancia cometaria, que no puede tener nada en común con la
que siguiera su propio camino. de las nebulosas-estrellas. Si estas sustancias fueran semejantes,
Sólo a medias la gravitación explica el universo. En sus movi- los cometas se habrían mezclado con las materias estelares, en
mientos, los cuerpos celestes obedecen a dos fuerzas, la fuerza todas partes y para siempre, a fin de compartir su existencia y
centrípeta o gravedad, que los hace caer o los atrae entre sí, y la no harían bando aparte, ajenos constantemente a todos los otros
fuerza centrífuga que, en línea recta, los impulsa hacia adelan- astros, por su inconsistencia, por sus costumbres vagabundas,
te. De la combinación de estas dos fuerzas resulta la circulación por la unidad absoluta de sustancia que los caracteriza.
más o menos elíptica de todos los astros. Por la supresión de la Laplace tiene toda la razón al decir: "Se desciende así, por el
fuerza centrífuga, la Tierra caería en el Sol. Por la supresión de progreso de la condensación de la materia nebulosa, a la consi-
la fuerza centrípeta, se escaparía de su órbita siguiendo la tan- deración del Sol, rodeado en otros tiempos por una vasta atmós-
gente y huiría justo delante de ella. fera, consideración a la que se remonta, como ya lo habíamos
Se conoce que la atracción o gravitación es la fuente de la visto, por el examen de los fenómenos del sistema solar. Un en-
fuerza centrípeta. Sigue siendo un misterio el origen de la fuer- cuentro tan notable da a la existencia de este estado anterior del
za centrífuga. Laplace dejó de lado este escollo. En su teoría, el Sol, una probabilidad muy próxima a la certeza."
movimiento de traslación, en otras palabras, la fuerza centrífu- Por el contrario, nada más falso que la asimilación de los co-
ga, tiene como origen la rotación de la nebulosa. Sin duda algu- metas, inanidades imponderables y heladas, a las nebulosas es-
na, esta hipótesis es la verdad, ya que es imposible dar una ex- telares que representan las partes masivas de la naturaleza, lle-
plicación más satisfactoria de los fenómenos que presenta vadas por la volatilización al máximo de temperatura y de luz.
nuestro grupo planetario. Sólo podría preguntársele al ilustre Seguramente, los cometas son un enigma desesperante porque,
geómetra: "¿De dónde venía la rotación de la nebulosa? ¿De dón- permaneciendo inexplicables cuando todo el resto se explica, se
de venía el calor que había volatilizado esta masa gigantesca, vuelven un obstáculo casi insuperable para el conocimiento del
condensada posteriormente en un Sol rodeado de planetas?" universo. Pero no se triunfa sobre un obstáculo por medio de un
¡El calor!, se diría que sólo sería necesario bajarse y tomarlo absurdo. Más vale sacrificar una parte y asignarles a estas im-
del espacio. Sí, una temperatura de 270 grados bajo cero. ¿Es palpabilidades una existencia especial, además de la materia
ese calor que quiere Laplace cuando dice que en virtud de un ca- propiamente dicha, que bien puede actuar sobre ellas por gravi-
lor excesivo, la atmósfera del sol se extendía primitivamente más tación, pero sin mezclarse ni sufrir su influencia. Por más que
allá de los orbes de todos los planetas? Constata, de acuecdo con sean fugaces, inestables, siempre sin mañana, se los conoce por
Herschell, la existencia de nebulosidades, en gran número, pri- una sustancia simple, una, invariable, inaccesible a toda modifi-
[24]
2G LA ETERNIDAD A TRAVÉS DE LOS ASTROS LA ETERNIDAD A TRAVÉS DE LOS ASTROS 27
cación , pudiendo separarse, reunirse, formar masas o desgarrar- El calor, la luz, no se acumulan en el espacio, es ahí donde se
se en jir-ones, sin cambiar jamás. No intervienen, en consecuen- disipan. Tienen una fuente que se agota. Todos los cuerpos celes-
cia, en el perpetuo devenir <'}e la naturaleza. Consolémonos de tes se enfTían por la radiación. Las estrellas, incandescencias
este logogrifo por la nulidad de su fun ción. formidables a l principio, terminan por ser una congelación ne-
La cu estión de los orígenes es mucho más seria. Laplace no le gra. N uestros mares eran antes un océano de llamas. No son
dio impor tancia o, más bien, no la tomó en cuenta y no se dig- más que agua. Apagado el Sol, serán un bloque de hielo. Las cos-
nó o no se animó siquiera a mencionada. Herschell, por medio mogonías que pretenden explicar el mundo de ayer habrían creí-
de su telescopio, ha constatado en el espacio numerosos monto- do que los astros se pueden quemar en el primer aceite. ¿Des-
nes de materia nebulosa, en diferentes grados de difusión, mon- pués? Sólo tienen una existencia limitada, estos millones de
tones que, por enfriamientos progresivos, culminan en estrellas. estrellas, iluminación de nuestras noches. Empezaron e n el in-
El ilus tre geómetra cuenta y explica muy bien las transformacio- cendio, terminarán en el frío y en las ti nieblas.
nes. Pero del origen de estas nebulosidades, ni una palabra. Uno ¿Basta con decir: "Siempre durará esto más que nosotros? To-
se pregunta, naturalmente: "Estas n ebulosas, que un frío relati- memos lo que sea. Carpe diem. ¡Qué importa lo que ha precedi-
vo dirige al estado de soles y de pla netas, ¿de dónde vienen ?" do! ¿Qué importa lo qu e vendrá? ¡Antes y después de nosotros el
Según ciertas teorías, existiría en la extensión una materia diluvio!" No, el enigma del universo está, en permanencia, fren-
caótica que, gracias al concurso del calor y de la atracción, se te a cada pensamiento. El espíritu humano quiere d escifrarlo a
aglomeraría para formar las nebulosas planetarias. ¿Por qué y cualquier precio. Al escribir estas palabras, Laplace estaba enca-
desde cuándo esta materia caótica? ¿De dónde sale este calor ex- minado: "Vista desde el Sol, la Luna parece describir una serie
traordinario que viene a contribuir a la tarea? Al no formularlas, de epicicloides, cuyos centros están sobre la circunferencia del
son tantas las preguntas que dispensan ser contestadas. orbe terrestre. Del mismo modo, la Tierra describe una sede de
No es necesario decir que la materia caótica, constituyendo epicicloides, cuyos centros están sobre la curva que el Sol des-
las estrellas modernas, constituyó también las antiguas, de ahí cribe alrededor del centro de gravedad del grupo de es trellas del
que el universo no se remonte más allá de las viejas estrellas en que forma parle. En fin, el Sol mismo describe una serie de epi-
pie. Se atribuye voluntariamente duraciones inme nsas a estos cicloides cuyos centros se en cuentran sobre la curva desclita por
astros; pero sobre su comienzo, ninguna otra novedad que la el centro de gravedad de este grupo a lrededor de aquel del uni-
aglomeración de la materia caótica y sobre su fin, silencio. La verso."
broma com(m a estas teorías es el establecimiento de una fábri- "¡Del universo!" es mucho decir. Este pretendido centro del
ca d~ calor a discreción en los espacios imaginarios, para pro- universo, con el inmenso cortejo que gravita alrededor suyo, no
porciOnar la volatilización indefinida a todas las nebulosas y a es más que un punto imperceptible en la extensión. Sin embar-
todas las materias caóticas posibles. go, Laplace iba bien encaminado hacia la verdad y casi tocaba la
Laplace, escrupuloso geómetra como es, es un físico poco ri- clave del enigma. Sólo que esta palabra: "¡Del universo!" prueba
guroso. Vaporiza sin miramientos, en virtud de un calor excesivo. que la tocaba sin verla, o al menos sin mirarla. Era un ultrama-
Una vez dada la nebulosa que se condensa, puede ser seguida temático. Has ta la m édula de los huesos tenía la convicción de
con admiración en el cu adro del nacimiento s ucesivo de los pla- una arm onía y de una solidez inalterables de la m ecánica celes-
netas y de sus satélites por los progresos del enfriamiento. Pero te. Sólido, muy-sólido, sea. Sin embargo, es n ecesario distinguir
sin origen, atraída desde todas partes, no se sabe ni cómo ni por- entre el universo y un reloj.
qué, esta materia n ebulosa es también un singular enfria dor del Cuando un reloj se desarregla, se repara. Cuando se deterio-
entusiasmo. Verdaderamente, no conviene dejar sentado a su ra, se arregla. Cuando se gasta, se lo remplaza. Pero los cuerpos
lector sobre una hipótesis apoyada en el vacío y dejarlo ahí plan- celestes, ¿quién los repara o los renueva? Esos globos de llamas,
tado.
tan espléndidos representantes de la materia, ¿gozan del privile-
28 LA ETERNIDAD A TRAVÉS DE LOS ASTROS LA ETERNIDAD A TRAVÉS DE LOS ASTROS 29
gio de la perennidad? No, la materia es sólo eterna en sus ele- Primero, cada uno de estos recién nacidos vivirá su infancia
mentos y en su conjunto. Todas sus formas, humildes o subli- solitaria, nube abrazada y tumultuosa. Con el tiempo, más cal-
mes, son transitorias o peresf ibles. Los astros nacen, brillan, se mo, el joven astro desprenderá poco a poco de su seno una fa-
apagan y, sobreviviendo millares de siglos, quizá cuando su es- milia numerosa, que se enfriará enseguida por el aislamiento, vi-
plendor se haya desvanecido, no dejan libradas a las leyes de la viendo sólo del calor paternal. Será el único representante en el
gravedad sino tumbas flotantes. ¡Cuántos miles de millones de mundo que sólo se conocerá a sí mismo y jamás advertirá a sus
estos cadáveres congelados trepan así en la noche del espacio es- hijos. Es ése nuestro sistema planetario y habitamos una de sus
perando la hora de la destrucción, que será, al mismo tiempo, la hijitas, a la que sólo sigue una hermana, Venus, y un hermanito,
de la resurrección! Mercurio, el último en salir del nido.
Porque los muertos de la materia, sea cual sea su condición, ¿Será así, exactamente, que renacen los mundos? No sé. Pue-
todos vuelven a la vida. Si para los astros terminados es larga la de ser que las legiones muertas que se chocan para recuperar la
noche en la tumba, llega un momento cuando su llama se r ea- vida, sean menos numerosas, el campo de la resurrección menos
lumbra como un rayo. En la superficie de los planetas, bajo los vasto. Pero, es cierto, se trata sólo de una cuestión de cifra y de
rayos solares, la forma que muere se desagrega pronto, para res- extensión, no de medio. Que el encuentro tenga lugar ya sea en-
tituir sus elementos en una forma nueva. Las metamorfosis se tre dos grupos estelares simplemente, sea entre dos sistemas
suceden sin interrupción. Pero, cuando un Sol se apaga helado, donde cada estrella, con su cortejo, sólo juega el papel de plane-
¿quién le devolverá el calor y la luz? Sólo puede renacer como ta, sea todavía entre dos centros donde no es más que un modes-
Sol. Da la vida a miríadas de seres diversos. Sólo la puede trans- to satélite, sea entre dos fuegos que representan un rincón del
mitir a sus hijos por matrimonio. ¿Cuáles pueden ser las bodas universo, a nadie le estará permitido decidir con conocimiento
y los alumbramientos de estos gigantes de la luz? de causa. La única afirmación legítima es la siguiente:
Cuando luego de millones de siglos, uno de esos inmensos re- La materia no llegaría a disminuir ni a crecer ni en un átomo.
molinos de estrellas que nacen, gravitan y mueren juntas, acaba Las estrellas sólo son antorchas efímeras. Entonces, una vez
de recorrer las regiones del espacio abierto delante de sí, se cho- apagadas, si no se vuelven a alumbrar, la noche y la muerte, en
ca sobre sus fronteras contra otros remolinos apagados, que vie- un tiempo dado, se hacen cargo del universo. Por lo tanto, ¿có-
nen a su encuentro. Durando años innumerables, se inicia un mo podrían volver a alumbrarse sino por el movimiento trans-
enfrentamiento furioso, sobre un campo de batalla de miles de formado en calor en proporciones gigantescas, es decir, por un
millones de miles de millones de leguas de extensión. Esta parte entrechocarse que las volatiliza y las reclama a una nueva exis-
del universo es sólo una vasta atmósfera de llamas surcadas sin tencia? Que no se llegue a objetar que, por su transformación en
descanso por el rayo de conflagraciones que volatilizan instantá- calor, el movimiento se aniquilará y desde entonces los globos
neamente estrellas y planetas. quedarán inmóviles. El movimiento es sólo resultado de la atrac-
Este pandemónium no suspende ni un instante su obediencia ción y la atracción es imperecedera, como propiedad permarwn~
a las leyes de la naturaleza. Los choques sucesivos reducen las te de todos los cuerpos. Súbitamente, el movimiento rena<2@ g~'
masas sólidas al estado de vapores, r ecuperados enseguida por choque mismo, quizá en nuevas direcciones, pero será ef@pto
la gravedad que los agrupa en nebulosas que dan vuelta sobre sí siempre de la misma causa, la gravedad.
mismas por impulso del choque, y las lanza en una circulación ¿Diría usted que atentan contra las leyes de la gravitación es-
regular alrededor de centros nuevos. Entonces, los observadores tos trastornos? Usted no sabe nada, ni yo tampoco. Nuestro úni-
lejanos pueden, a través de sus telescopios, contemplar el teatro co recurso sería consultar la analogía que nos responde: 1 ~I}~spe
de sus grandes revoluciones, bajo el aspecto de una luz pálida, hace siglos, los meteoritos caen por millones sobre nuestro glo-
mezclada con puntos más luminosos. La luz es sólo una man- bo y, sin ninguna duda, sobre los planetas de todos los sistemas
cha, pero esta mancha es un pueblo de globos que resucitan. estelares. Tal como usted entiende, se trata de una falta grave
30 LA ETERNIDAD A TRAVÉS DE LOS ASTROS LA ETERNIDAD A TRAVío: S DE LOS ASTROS 31

con respecto a la atracción. De hecho, se trata de una forma de son masas enormes de materia: ¿De dónde salen?, ¿del vacío?
atracción que us ted desconoce, o, más bien, que usted desdeña, Estas improvisaciones de nebulosidades no son aceptables.
porque se aplica a los asteroides y no a los astros. Después de ha- En cuanto a la materia caótica, no debería reaparecer en el si-
ber gravitado durante millares de años según todas las reglas, un glo XIX. No existió jamás, ni existirá jamás la sombra de un caos
buen día, violando la r egla, han penetrado en la atmósfera y han en ninguna parte. La organización del universo existe por toda la
transformado el movimiento en calor, por s u fusión o su volati- eternidad. Nunca varió ni un pelo, ni descansó un segundo. No
lización, por el frotamiento del aire. Lo que ocurre a los peque- hay ningún caos, ni siquiera sobre esos campos de batalla donde
ños puede y debe pasar con los grandes. Conduzca usted la gra- miles de millones de estrellas se chocan y se enardecen durante
vitación al tribunal del Observatorio, por haber precipitado o una serie de s iglos, para volver a hacer vivos con los muertos. La
dejado caer sobre la Tierra, maliciosa e ilegítimamente, Jos aero- ley de atracción preside estas refundiciones centelleantes, con
litos que se les había confiado para mantenerlos de paseo e n el tanto rigor como las apacibles evoluciones de la Luna.
vacío." Son raros estos cataclismos en todos los cantones del univer-
Sí, la gravitación los ha dejado, los deja y los dejará caer, co- so ya que los nacimientos no suelen exceder a los fallecimientos
mo golpea, ha golpeado y golpeará, unos contra otros, viejos pla- en el estado civil del infinito y sus habitantes gozan de una muy
netas, viejas estrellas, viejas difuntas en fin, caminando lúgubre- buena longevidad. La extens ión, libre en su ruta, es m ás que su-
mente en un viejo cementerio. Ahí Jos difuntos estallan como un ficiente para su existencia y la h ora de la muerte llega bastante
fuego de artificio y las llamaradas resplandecen para iluminar el antes que el fin del recorrido. El infinito no es pobre ni en tiem-
mundo. Si a u s ted no le conviene el medio, encuentre usted otro po ni en espacio. Los distribuye en justa y larga proporción a sus
mejor. Pero tenga cuidado. Las estrellas sólo tienen un tiempo y, pueblos. Ignoramos el tiempo asignado, pero es posible hacerse
reuniéndose con sus planetas, son toda la materia. Si usted no una idea del espacio por la distancia de las estrellas, nuestras ve-
las resucita, el universo se termina. Por lo demás, continuare- cinas.
mos nuestra demostración de todos modos, mayor y menor, sin El intervalo mínimo que nos separa es de diez mil miles de
temor a las repeticiones. El tema vale la pena. Saber o ignorar millones de leguas, un abismo. ¿No es esa una vfa magnífica y
cómo subsiste el universo no es indife rente. bastante espaciosa para transitar con toda seguridad? Nuestro
De manera que, hasta que se pruebe lo contrario, los astros se Sol tiene sus flancos asegurados. Sin duda, su esfera de activi-
apagan de vejez y se vuelven a alumbrar por un choque. Éste es dad debe tocar la de las atracciones más próximas. No h ay cam-
el modo de transformación de la materia en las individualidades pos neutros para la gravitación. Aquí, nos faltan datos. Conoce-
siderales. ¿Por cuál otro procedimiento podrían obedecer a la mos nues tro entorno. Sería interesante determinar los de estos
ley común del cambio y su straerse a la inmovilización eterna? fuegos luminosos cuyas esferas de atracción son limítrofes a la
Laplace dice: "existen en el espacio cuerpos oscuros, tan consi- nuestra y de ordenarlas alrededor de ella, como se encierra una
derables y, tal vez, también tan numerosos como las estrellas". bala entre otras balas. De tal manera, nuestro dominio en el uni-
Estos cuerpos son simplemente las estrellas apagadas. ¿Están verso se encontraría en catastro. La cosa es imposible, s i no ya
condenadas a la perpetuidad cadavérica? Y todas las vivas, sin se habría hecho. Desgraciadamente, no se van a medir las para-
excepción, ¿irán a reunírseles para siempre? ¿Cómo proveer es- lajes a bordo de Júpite1· o de Saturno.
tas vacantes? Es indiscutible, nuestro Sol anda según su movimiento de ro-
Es poco verosímil el origen que Laplace les da, vagamente, a tación. Circula junto con millares y, tal vez, millones de estrellas
las nebulosas estelares. Sería una agregación de nebulosidades, que nos envuelven y son de nuestro ejército. Viaja desde hace si-
de nubes cósmicas volatilizadas, agregación formada incesante- glos, e ignoramos su itinerario pasado, presente y futuro. El pe-
mente en el espacio. ¿Pero cómo? El espacio es en todas partes ríodo his tórico de la humanidad data ya de seis mil años. Ya se
tal como lo vemos, frialdad y tinieblas. Los sistemas estelares observaba, en Egipto, desde esos tiempos remotos. Salvo un des-
32 LA ETERNIDAD A TRAVtS DE LOS ASTROS LA ETERNIDAD A T RAVÉS DE LOS ASTROS 33
plazamiento de las constelaciones zodiacales, debido a la prece- ¡Una perturbación ! Pero ¿qué ocurriría si los viejos soles muer-
sión de los equinoccios, no se ha constatado ningún cambio en tos, con sus rosarios de planetas difuntos, continuaran indefini-
el aspecto del cielo. En seis mil a ños, nuestro sistema podría ha- damente su procesión fúnebre, prolongada cada noche por n ue-
berse encaminado en cualquier dirección. vos funerales? Se apagarían un a tras otra, como faroles de una
Para un camina nte mediocre como nuestro globo, seis mil iluminación, todas estas fuentes de luz y de vida que brillan en
años es la quinta parte de la ruta hasta Sirio. Ni un indicio, na- el firmamento. La noche eterna caería sobre el universo.
da. Sigue siendo una hipótesis el acercamiento a la constelación Las altas temperaturas iniciales de la materia no pueden te-
de Hér cules. Esta mos fijos en este lugar, las estrellas también. Y, ner otra fuente que el movimiento, fuerza permanen te de la que
sin embargo, marchamos juntos hacia un mismo fin. Son nues- provienen todas las demás. Esta obra sublime, la eclosión de un
tras contemporáneas, nuestras compañeras de viaje y de ah í, tal Sol, sólo pertenece a la fuerza reina. Todo otro origen es impo-
vez provenga su apar ente inmovilidad: avan zamos juntos. El ca- sible. Sólo la gravitación renueva los mundos, de la misma ma-
mino será largo, el tiempo también, hasta la hora de las vejeces, nera que los dirige y los m antiene: por el movimiento. Es casi
luego de las muertes y, por fin, de las r esurrecciones. Pero este una verdad por instinto, tanto como por razon amiento o por ex-
tiempo y este camino delante del infinito, es un puntito, ni una periencia.
milésima de segundo . La eternidad no distingue entre la estrella Todos los días tenemos la experiencia ante nuestros ojos, es a
y lo efímero. ¿Qué son estos miles de millones de soles sucedién- nosotros a quienes corresponde mirarla y sacar con clusiones.
dose a través de los siglos y del espacio? Una lluvia de chispas. ¿Si no es la imagen en miniatura de la creación de un Sol por el
Esta lluvia fecunda el universo. movimiento transformad o e n calor, qué es u n aerolito que se in-
Por eso, la renovación de mundos por el choque y la vola tiliza- flama y se volatiliza surcando el aire? ¿Acaso no es también un
ción de las estrellas difuntas se realiza a cada minuto en los cam- desorden, este corpúsculo desviado de su curso para invadi r la
pos del infinito. Según se considere el universo o una sola de esas a tmósfera? ¿Qué tenía qu e hacer de norma l ahí? Y entre estas
region es son innumerables y raras, a la vez, estas conflagraciones nubes de asteroides, huyendo a una velocidad planetaria sobre
gigantescas. ¿Qué otro medio podría suplirlas para el ma nteni- la vía de su órbita, ¿por qu é la desviación de uno solo en lugar
miento de la vida en general? Las nebulosas-cometas son fantas- de la de todos?¿Dónde está el buen gobierno en todo esto?
mas, las nebulosida des estelares, coligadas no se sabe cómo, son Ni un punto donde n o estalle incesantemente la perturbación
quimeras. En la extensión no hay más que astros, pequeños y de esta pretendida a rmonía, que sería el marasmo y pronto la
grandes, niños, adultos o muertos y toda su existencia está al día. descomposición . Las leyes de la gravedad tien en, por millones,
Niños, son las nebulosas volatilizadas; adultos, son las estrellas y estos corolarios inesperados, de donde surgen, aqu í una estrella
sus planetas; muertos, son sus cadáveres tenebrosos. fugaz, allá u na estrella sol. ¿Por qué excluirlas de la armonía ge-
El calor, la luz, el movimiento, son fuerzas de la materia y no neral? ¡Estos accid entes disgustan y así hemos nacid o! Son los
la materia en sí misma. La atracción, que precipita en una carre- antagonistas de la m uerte, las fuentes siempre abiertas de la vi-
ra incesante tantos millares de globos, no podría agregar un áto- da universal. La gravitación reconstruye y repuebla los globos
mo. Pero es la gran fuerza fecundadora, la fuerza inagotable que por un fracaso permanente a su buen ord en. Los dejaría desapa-
n o disminuye ninguna p rodigalidad , ya que es propiedad com ún recer en la nada ese proclamado buen orden.
y permanente de los cuerpos. Pone en movimiento toda la mecá- El universo es eterno, los astros son perecederos y, como for-
n ica celeste y lan za los mundos a sus peregrin aciones sin fin. Es man toda la materia, cada uno de ellos h a pasado por miles de
suficientemente rica como para dar, a la revivificación de los as- millones de existencias. Por estos choques resucitadores, la gra-
tr os, el movimien to que el choque transforma en calor. vitación los divid e, los mezcla, los amasa incesantemen te, a un-
Estos encuentros de cadáveres siderales que se chocan, hasta que no haya ni uno solo que no sea un compuesto del p olvo de
la resurrección, bien parecerían una pertu rbación del orden. todos los demás. Cada pulgada del terreno que p isamos formó
T
34 LA ETERNIDAD A TRAVÉS DE LOS ASTROS LA ETERNIDAD A TRAVÉS DE LOS ASTROS 35
parte del universo entero. Pero es sólo un testigo mudo, que no ra, surgen teorías que pretenden erigirla en instrumento de ca-
cuenta lo que ha visto en la Eternidad . taclis mos. La experiencia de los siglos y el testimonio universal
Revelando la presencia dr varios cuerpos simples en las estre- rechazan con energía semejantes alucinaciones.
llas, el análisis espectral h a dicho sólo una parte de la verda d. "Hasta ahora los cambios observados en las estrellas son sólo
Con los progresos de la experimentación, dice el resto poco a po- irregularidades, casi todas periódicas, por eso excluyentes de la
co. Dos observaciones importantes. Las densidades de nuestros idea de catástrofe. La estrella de la constelación de Casiopea en
pla netas difieren. Per o la d el Sol es el resumen proporcional 1572, la de Kepler en 1604, brillaron sólo con un resplandor
muy preciso, de ahí que permanezca como representante fiel de temporario, circunstancia inconciliable con la hipótesis de una
la nebulosa primitiva. Sin duda, el mismo fenómeno en todas las volatilización. El universo parece muy tranquilo y sigue su cami-
estrellas. Cuando los astros se vola tilizan por un encu entro side- no sin hacer ruido. Desde hace cinco a seis m il años, la humani-
r al, todas las su stancias se confunden en una m asa gaseosa que dad observa el espectáculo del cielo. No se h a comprob ado nin-
surge del golpe. Luego se clasifican lentamente, según la ley de guna perturbación seria. Los cometas sólo han provocado miedo
la gravedad, por el trabajo de organización de la nebulosa. sin da ño. ¡Seis mil años, es algo! Es algo también, tanto como el
En cada sistema estelar, las d ensidades deben escalonarse se- campo d el telescopio. Ni el tiempo, n i la exten sión mostraron
gún el mismo orden, de manera que los planetas se asemejen, no nada. Estas perturbaciones gigantescas son sueños."
porque pertenezcan al mismo Sol, sino si su ran go se correspon- No se ha visto nada, es cierto, pero porque no es posible ver
de en cada uno de todos los grupos. En efecto, poseen entonces nada. Aunque frecuentes e n la extens ión, estas escenas n o tienen
condiciones idénticas de calor, de luz y de densidad. En cuanto público en ninguna parte. Las observaciones realizadas sobre
a las estrellas, su con stitución es seguramente sem ejante, por- los astros luminosos sólo conciernen a las estrellas de nuestra
que reproducen las m ezclas producidas, miles de millones de ve- provincia celeste, contemporán eas y compañeras del Sol, asocia-
ces, por el choque y la volatilización. Los planetas, al contrario, das en consecu encia a su destino. No es posible deducir, de la
representan la distribución realizada por la diferencia y la clasi- calma de nuestros parajes, la monótona tranquilidad d el univer-
ficación de las densidades. Es cierto, la mezcla de los elem entos so. Jamás tienen testigos las conflagraciones renovadoras. Si se
estelo-planetarios, preparada por el infinito, es mucho más com- las advierte, es en la punta de un catalejo que las muestra bajo
ple ta e íntima que la de las drogas que fueran sometidas, dura n- el aspecto de una luz casi imperceptible. Son miles las que el te-
te cien años, al pilón continuo de tres generaciones de farmacéu- lescopio revela de esta manera. Cuando nuestra provincia se
ticos. convierta, a su vez, en el teatro d e esos dramas, desde tiempo
Pero escuch o las voces que protestan: "¿De dónde sale ese de- atrás las p oblaciones ya se h abrán mudado.
recho a suponer que en los cielos se produ ce esta tormen ta per- Sólo son fenómenos secundarios los incidentes de Casiopea
petua que devora los astros, bajo pretexto de refundición y que en 1572, de la estrella de Kepler en 1604. Uno es libre de atri-
inflige un desmentido tan extraño a la regularidad de la gravita- buirlos a una erupción de hidrógen o o a la caída de un cometa ,
ción?" "¿Dónde están las prueb as de estos choques, de estas con- que se habrá precipitado sobre una estrella como un vaso de
flagraciones resurreccionistas?" Los hombres siempre han ad- aceite o de alcohol en un brasero, provocando una explosión de
mirado la majestad imponente de los movimientos celestes y ¡se llamas efímeras. En este último caso, los cometas serían un gas
querría remplazar un orden ta n h ermoso por el desorden en per- combustible. ¿Quién lo sabe y a quién le importa? Newton creía
manencia! ¿Quién ha advertido nunca en parte alguna el m enor que alimentaban el Sol. ¿Se quiere gen eralizar la hipótesis Y
síntoma de semejante caos? considerar que estas pelucas vagabundas serían la alimentación
Los astrónomos se muestran unánimes en proclamar la inva- r eglam entaria de las estrellas? ¡Escaso menú!, incapaz de encen-
riabilidad de Jos fenómenos de atracción. Es una prenda absolu- der o de volver a encender estas antorchas del mundo.
ta de estabilidad, de seguridad, en la confesión de todos y, aho- De modo que el problema del n acimiento y de la muerte de
36 LA ETERNIDAD A TRAVÉS DE WS ASTROS

los astros luminosos permanece siempre. ¿Quién ha podido in- VII


flamarlos y, cuando cesan de brillar, quién los remplaza? No se
puede crear ni un átomo d~ materia y, si las estrellas muertas no ANÁLISIS Y SÍNTESIS DEL UNIVERSO
vuelven a alumbrar, el universo se apaga. Desafío a que alguien
pueda resolver este dilema: "O la resurrección de las estrellas, o
la muerte universal..." Es la tercera vez que lo repito. Además, el
mundo sideral está vivo, bien vivo, y como cada estrella sólo tie-
ne en la vida general la duración de un relámpago, todos los as-
tros terminaron y recomenzaron miles de millones de veces. Ya Aquí entramos directamente en la oscuridad del lenguaje, véase
dije cómo. Y bien, la idea de colisiones entre los globos, que re- aquí plantearse la cuestión oscura. No se manosea el infinito con
corren el espacio con la violencia del rayo, se considera extraor- la palabra. Será permitido, por lo tanto, reiterar este pensamien-
dinaria. Más extraordinario es ese asombro. Porque en realidad, to varias veces. La necesidad es la excusa de las repeticiones.
estos globos corren por encima y sólo evitan el choque sesgán- El primer desacuerdo se produce por encontrarse codo con co-
dose. No siempre es posible sesgarse. El que busca encuentra. do con una aritmética rica, muy rica en nombres de número, una
Por todo lo que precede, uno tiene el derecho de llegar a la riqueza bastante ridícula en sus formas, desafortunadamente.
conclusión de la unidad de composición del universo, lo que no Los trillones, cuatrillones, sextillones, etc., son grotescos y, ade-
quiere decir "de la unidad de la sustancia". Los 64 ... , digamos más, dicen menos a la mayoría de los lectores que una palabra
los cien cuerpos simples, que forman nuestra Tierra, constituyen vulgar a la que uno está acostumbrado y que es la expresión por
igualmente, sin distinción, todos los globos menos los cometas excelencia de las grandes cantidades: Mil millones. Sin embargo,
que continúan siendo un mito indescifrable e indiferente y que en astronomía, esta palabra es poca cosa y, tratándose del infini-
además no son globos. Por lo tanto, la naturaleza tiene poca va- to, es casi cero. Por desgracia, precisamente, cuando se trata de
riedad de materiales. Es verdad que les sabe sacar partido y infinito aparece con toda autoridad; miente entonces más allá de
cuando uno la ve, de dos cuerpos simples, el hidrógeno y el oxí- lo posible, miente todavía cuando se trata simplemente de inde-
geno, hacer el fuego, el agua, el vapor, el hielo, según, uno se finido. En las páginas siguientes, a todas las cifras, único lengua-
queda bastante estupefacto. La química sabe mucho sobre este je disponible, les falta justeza o están vacías de sentido. No es su
tema aunque se encuentre lejos de saberlo todo. Sin embargo, a falta ni la mía, es la falta del tema. La aritmética no le va.
pesar de tanta potencia, cien elementos son un margen muy es- La naturaleza tiene a mano cien cuerpos simples para forjar
trecho cuando la obra es un infinito. Vayamos a los h echos. todas sus obras y ponerlas en un molde uniforme: "el sistema es-
Todos los cuerpos celestes, sin excepción, tienen un mismo telo-planetario". Solo hay que construir sistemas solares y cien
origen, el enardecimiento al entrechocarse. Cada estrella es un cuerpos simples para todos los materiales, mucha tarea y pocos
sistema solar, que sale de una nebulosa volatilizada por el en- útiles. Es cierto, con un plan tan monótono y elementos tan po-
cu entro. Constituye el centro de un grupo de planetas ya forma- co variados, no es fácil crear combinaciones diferentes, que al-
dos o en vía de formación. El papel de la estrella es simple: fue- cancen a poblar el infinito. Se hace indispensable recurrir a las
go de luz y de calor que se alumbra , brilla y se apaga. repeticiones.
Consolidados por el enfriamiento, los planetas poseen solos el Se pretende que la naturaleza no se repite jamás y que no
privilegio de la vida orgánica que nutre su fuente en el calor y la existen dos hombres, ni dos hojas semejantes. En rigor, eso es
luz del fuego y se apaga con él. Son idénticos la composición y posible entre los hombres de nuestra Tierra, cuya cifra total,
el mecanismo de todos los astros. Solamente varían el volumen, bastante restringida, se reparte entre varias razas. Pero existen
la forma y la densidad. El universo entero se instala, anda y vi- miles de hojas de roble exactamente semejantes y granos de are-
ve según este plan. Nada más uniforme. na por miles de millones.
[37]
38 LA HERN!DAD A TRAVÉS DE LOS ASTROS LA ETERNIDAD A TRAV~S DE LOS ASTROS 39
Seguramente, los cien cuerpos simples pueden proporcionar sivamente enfriados, circulan alrededor del f·uego central, que la
un número alarmante de combinaciones estelo-planetarias dife- enormidad de su volumen mantiene en combustión. Deben mo-
rentes. Las X y las Y se apart:;trían con pena de este cálculo. En verse entonces en el límite de atracción de su sol y no podrían
suma, su número no es ni siquiera indefinido, tiene fin. Hay un superar la circunferencia de la nebulosa primitiva que los ha en-
límite fijo. Una vez alcanzado, está prohibido ir más lejos. Este gendrado. De manera que se encuentran muy restringidos en
limite se vuelve el del universo, de ahí que no sea infinito. Los número. Éste depende de la medida original de la nebulosa. En
cuerp os celestes, a pesar de su inenarrable multitud, no ocupa- la nuestra, es posible contar nueve: Mercurio, Venus, la Tien-a
rían más que un punto en el espacio. ¿Es admisible? La materia (Marte, el planeta a bortado), representado por sus migajas, Jú-
es eterna. No se puede concebir un solo ins ta nte que no se haya piter, Saturno, Urano, Neptuno. Por la admisión de tres desco-
constituido en globos regulares, sometidos a las leyes de la gra- nocidos, contemos hasta una docena. Su separación crece en tal
vitación ¡y este privilegio sería el atributo de a lgunos esbozos progresión que se vuelve dificil extender más lejos los límites de
perdidos en medio del vacío! ¡Una choza en el infinito! Es absur- nuestro grupo.
do. Al principio planteamos la infinitud del universo, con secuen- Sin duda, los otros siste mas estelares varían de tamaño pero
c ia de la infinitud del espacio. en proporciones estrictamente circunscritas por las leyes del
Ahora bien, la naturaleza no puede hacer lo imposible. Visible equilibrio. Se s upone que Sirio sea ciento cincuenta veces más
en todas partes, la uniformidad de su método desmiente la hipó- grande que nuestro Sol. Pero, ¿qué se sabe? Hasta aquí sólo hay
tesis de creaciones infinitas, exclusivamente originales . La cifra paralajes problemáticas, sin valor. Además, dado que el telesco-
está limitada de derecho por el número muy limitado de los pio no agranda las estrellas, el ojo sólo puede apreciarlas y sólo
cuerpos simples. En cie1·to sentido son combinaciones-tipos, cu- puede estimar apariencias que dependen de causas diversas. En-
yas repeticiones sin fin colman la exten sión. Diferentes, diferen- tonces no se sabe a título de qué sería permitido asignarles va-
ciadas, distintas, primordiales, originales, especiales, todas estas rias medidas o c ualquier medida. Son soles, eso es todo. Si el
palabras expresan la misma idea y son sinónimos de combina- nuestro gobierna doce astros como m áxi mo, ¿por qué sus cofra-
ciones-tipos para nosotros. La fijación de su número le corres- des tendrían reinos mucho mayores? -"¿Por qué no?", se podría
pondería a l á lgebra, si el problema no quedara indeterminado responder. Y, de hecho, la respuesta vale la pregunta.
en la especie, dicho de otro modo, insoluble, por falta de datos. De acuerdo, sea. Las causas de diversidad resultan todavía de-
Además, esta inde terminación no sería equivalente ni concluiría masiado débiles. ¿En qué consisten? La principal radica en las
en el infinito. Cada uno de los cuerpos simples cons tituye, sin du- desigualdades de volumen de las nebulosas, que implican desi-
da, una cantidad infi nita ya que forma n por sí solos toda la ma- gualdades correspondientes en la medida y número de planetas
teria. Pero no es infinita la variedad de estos elementos, que no de su fabricación. Enseguida vienen las desigualdades de cho-
superan los c ien. Si fueran mil, y no lo son, el número de com- que, que modifican las velocidades de rotación y de traslación,
binaciones-tipos aumentaría hasta lo fabuloso pero, desde que el aplastamiento de los polos, las inclinaciones del eje sobre la
no al infinito, se volvería insignificante en su presencia. Queda- eclíptica, etc., etcétera.
ría demostrada de esta manera su impotencia para poblar la ex- Digamos también las causas de semejanza. Identidad de for-
tensión con tipos originales. mación y de mecanismo: una estrella, condensación de una ne-
Por lo menos asegura un punto: el universo tiene por unidad bulosa y centro de varias órbitas planetarias, escalonadas según
orgánica el grupo estelo-planetario o simplem ente estelar, o pla- diversos intervalos, tal es el fondo común. Además, e l análisis es-
netario, o bien solar, cuatro nombres igua lmente convenientes y pectral revela la unidad de composición de los cu erpos celestes.
de una misma significación. Está formado por una serie infimta En todas partes los mismos elementos íntimos; el universo es so-
de estos sistemas, procedentes todos de una nebulosa volatiliza- lo un conjunto de familias unidas de cierta manera por la carne
da, condensada en Sol y planetas. Estos últimos cuerpos, suce- y la sangre. La misma materia, clasificada y organizada por el
1
40 LA ETERNIDAD A TRAVÉS DE LOS ASTROS LA ETERNIDAD A TRAVÉS DE LOS ASTROS 41

mismo método, según el mismo orden. Fondo y gobierno idén- cia, su insuficiencia para sembrar de cuerpos celestes los cam-
ticos. Eso parece limitar bastante las diferencias y abrir de par pos de la extensión. A pesar de su multitud, estas combinaciones
en par la puerta a los meneamos.* Es necesario repetir, sin em- tienen un término y, desde entonces, deben repetirse para alcan-
bargo, que de estos datos pueden salir, en números inimagina- zar el infinito. De cada una de sus obras, la naturaleza saca una
bles, combinaciones diferentes de sistemas planetarios. ¿Llegan tirada de miles de millones de ejemplares. En la textura de los
estos números a infinito? No, porque están formados por cien astros, la semejanza y la repetición forman la regla, la deseme-
cuerpos simples, una cifra imperceptible. janza y la variedad, la excepción.
El infinito procede de la geometría y no tiene nada que ver Debatiéndose con estas ideas de número, ¿cómo formularlas
con el álgebra. A veces, el álgebra es un juego, la geometría nun- sino por medio de cifras, sus únicos intérpretes? Ahora bien, es-
ca. El álgebra busca a ciegas, como el topo. Sólo encuentra, a tos intérpretes obligados son aquí infieles o impotentes; infieles,
tientas, al final de su carrera, un resultado que es a menudo una cuando se trata de combinaciones-tipos de la materia cuyo nú-
bella fórmula, a veces una mistificación. La geometría nunca en- mero es limitado; impotentes y vacíos, desde que se habla de re-
tra en la sombra, mantiene nuestros ojos fijos sobre las tres di- peticiones infinitas de estas combinaciones. E? el primer cas?, el
mensiones, que no admiten los sofismas ni los trucos de presti- de las combinaciones originales o tipos, las c1fras serán arbitra-
digitación. Nos dice: Mirad esos miles de globos, ese débil rias, vagas, tomadas al azar, sin siquiera valor aproximativo. Mil,
rincón del universo y recordad su historia. Una conflagración cien mil, un millón, un trillón, etc., etc., un error siempre pero
los ha sacado del seno de la muerte y los ha lanzado al espacio, error en más o en menos, simplemente. En el segundo caso, al
nebulosas inmensas, origen de una nueva vía láctea. Por una, sa- contrario, el de las repeticiones infinitas, toda cifra deviene un
bremos el destino de todas. sinsentido absoluto, ya que quiere expresar lo inexpresable.
El choque resurrector ha confundido todos los cuerpos sim- A decir verdad, no se trata de una cuestión de cifras reales: pa-
ples de la nebulosa, volatilizándolos. La condensación los ha se- ra nosotros sólo se trata de una locución. Sólo dos elementos se
parado de nuevo, luego los ha clasificado, en cada planeta y en encuentran en presencia, lo finito y lo infinito. Nuestra tesis sos-
el conjunto del grupo, según la ley de la gravedad. Las partes li- tiene que los cien cuerpos simples no se prestarían a la forma-
vianas predominan en los planetas excéntricos, las partes densas ción de combinaciones originales infinitas. Entonces, en el fon-
en los centrales. De ahí, con respecto a la proporción de los cuer- do, no estarían en lucha sino lo finito, representado por cifras
pos simples y también respecto al volumen total de los globos, indeterminadas, con lo infinito, por una cifra convencional.
una tendencia necesaria a la semejanza entre los planetas de la Los cuerpos celestes se clasifican así en originales y copias.
misma categoría en todos los sistemas estelares; medida y lige- Los originales son el ~onjunto de globos que forman cada uno un
reza progresivas, desde la capital a las fronteras; pequeñez y tipo especial. Las copias son las repeticiones, ejemplares o pruebas
densidad más y más pronunciadas, desde las fronteras a la capi- de este tipo. Es limitado el número de tipos originales; el de las
t&l. Se entrevé la conclusión. La úniformidad del modo de crea- copias o repeticiones, infinito. Es así como se constituye el infi-
ción de los astros y la comunidad de sus elementos, ya implican, nito. Cada tipo tiene detrás de sí un ejército de sosias cuyo nú-
entre ellos, semejanzas más que fraternales. Estas paridades cre- mero no tiene límites.
~j(}nt~s de constitución deben terminar, evidentemente, por la En cuanto a la primera clase o categoría, la de los tipos, las di-
frecuencia de la identidad. Los meneemos se vuelven sosias. versas cifras, tomadas a voluntad, no pueden tener y no tendrán
Tal es nuestro punto de partida para afirmar la Hmitación de ninguna exactitud; simplemente, significan mucho. En cuanto a
las combinaciones diferenciadas de la materia y, en consecuen- la segunda clase, a saber, las copias, repeticiones, ejemplares,
pruebas (todas estas palabras son sinónimos), se usará el térmi-
* Nombre de los personajes gemelos de la comedia Menaechmi de Plauto, que
sirvieron de modelo a numerosas obras de teatro, donde se juega con los equívo- no mil millones; querrá decir infinito.
cos producidos por la confusión de identidades. [T.] Se concibe que los astros alcanzarían un número infinito Y to-
42 43
LA ETERNIDAD A TRAVÉS DE LOS ASTROS LA ETERN IDAD A T RAVÉS DE LOS ASTROS

dos reproducirían un solo y mismo tipo. Admitamos un instante Cien cuerpos simples, m ateriales únicos y comunes de un con-
que todos los sistemas estelares, en lo material y personal, fue- junto profundamente solidario, ¿serán capaces de proporcionar
ran un calco a bsoluto del nuesfro, plane ta por planeta, sin dife- una combinación di{e1'ente y especial para cada globo, es decir,
re~ci~r~e ni j ota . .r:sta colecció n de copias bastaría para formar un número infinito d e originales distintos? No, porque las diver-
el mfimto por sí misma. H a bría sólo un tipo para todo el univer- s idades, de cualquier tipo, que hacen variar las combinaciones,
so. Por supuesto que no es así. El número de combi17.aciones-ti- dependen, en e fecto, de un número muy r estringido: cien. Por
po es incalculable pero finito. eso, los as tros diferenciados o tipos se reducen a una cifra limi-
Basada en los hechos y razonamientos precedentes nuestra tada y la infinidad d e los globos no puede surgir m ás que de la
t~sis a_firrna que la materia no llegaría a alcanzar el infil~ito en la infinida d de las repeticiones.
dzverszdad d e las combinaciones siderales. ¡Oh! si los elementos De manera que las combinaciones originales se agotan sin h a-
de los que dispone fueran de una variedad infinita en sí mismos ber podido alcanzar el infinito. Miríadas d e sistemas estelo-plane-
si se hubiera podido convencer de que los astros lejanos no tie~ tarios diferentes circulan en una provincia de la extensión ya que
nen nada en común con nuestra Tierra en su composició n, que no llegarían a poblar más qu e una provincia. ¿Se quedará allí la
por todos lados la naturaleza trabaja con lo desconocido se le materia para figurar como un punto en el cielo o se contentará
habría podido conceder el infinito a discreción. H ace t~einta con mil, diez mil, cien mil puntos que ampliarían en forma insig-
años ya pensábamos que, dada la infinidad de los cu erpos celes- nificante su escaso reino? No, su vocación, su ley, es el infinito. No
tes, nuestro planeta debería existir en miles de ejemplares. Solo se dejará desbordar por el vacío. El espacio no se convertirá en su
que se trataba d e una opinión, que er a asunto d e instinto y no se prisión. Sabrá invadido para viviCicarlo. ¿Por qué, además, el in-
apoy~~a más que en el dato d el infinito. El análisis espectral finito no será p atrimonio universal? ¿La propied ad de una brizna
~ambw comple tamente la situación y abrió las puertas a la rea- o de un gorgojo, tanto como la del gran Todo?
IJdad que allí se precipita. Tal es, en efecto, la verdad que surge d e estos vastos proble-
Desapareció la ilusión sobre las estructuras fantásticas. No mas. Descartem os ahora la hipótes is que h a hecho irrumpir la
existen, en ninguna parte, otros materiales que el centen ar de demostración. Por supuesto, los sistemas planetarios n o llevan a
cuerpos simples, de los que tenemos dos tercios a la vis ta. Con es- cabo una carrera contemporánea. Lejos de eso: sus ed ades se in-
le escaso s urtido debemos h acer y rehacer sin tregu a el univer- tercalan y entrecruzan en todos los sentidos y e n todos los ins-
so. El señor Haussmann disp onía de otro tanto para reconstruir tantes, desde el inflamado nacimiento de la nebulosa hasta la
París. ~~s:ponía de los mis mos . No es la varied ad la que brilla en muerte de una estrella, hasta que un choque la resucita.
sus. edificw s. La naturaleza, que también demuele para recons- Dejem os d e la do, por un ins tante, los sistem as estela res origi-
trurr, logra al go bastante m ej or en sus arquitecturas. Sabe sacar nales para ocuparnos especialmente de la Tierra. La relacionare-
de su indigencia un partido tan rico que uno duda a ntes de limi- mos, en seguida, con uno d e ellos, con nuestro sistem a solar, del
tar la originalidad de sus obras. que forma parte y que regulariza su destino. Se comprenderá
Acerquém onos al problem a. Suponiendo que todos los s is te- que, no m ás que los animales y las cosas, en nuestra tesis el
mas estelares sean de igual duración, por ejemplo, miles d e mi- hombre no posee títulos pe rsonales a l infinito. En sí mi smo, tan
les de millones de años, imaginemos, tam bién como hipótesis , sólo es un efím ero. E l globo, d el que es hijo, lo hace participar
qu e empiezan y terminan juntos, en el mis mo minuto. Se sabe con su diploma de infinidad en el tiempo y en el espacio. Cada
que tod?s estos grupos, de a lguna manera de la mism a sangre, uno de nuestros sosias es el hijo de una Tien·a , sosias, ell a mis-
de la misma carne, de la misma osamenta, se d esarrolla n tam- ma, de la Tierra actual. Formamos parte del calco. La Tierra-so-
bié n según el mismo m étodo. Los planetas se ordenan simétri- sias r eproduce exactamente todo lo que se en cue ntra sobre la
camente en los diversos s istemas, según la intimida d d e su se- nuestra, en con secuencia, cada individuo, con s u familia , con su
mejanza y las similitudes los reúnen en una misma identidad. casa cuando la tien e, y t odos los acontecimientos de s u vida. Es
44 LA ETERNIDAD A TRAVÉS DE LOS ASTROS LA ETERNIDAD A TRAVÉS DE LOS ASTROS 45

una duplicación de nuestro globo, continente y contenido. No mientos y los hombres proseguirán su marcha. Desde ahora, es-
falta nada. tamos frente a lo desconocido. Como su pasado, el porvenir de
Los sistemas estelares escalonan sus planetas alrededor del nuestra Tierra cambiará de ruta millones de veces. El pasado es
Sol, en un orden regularizado Jor las leyes de la gravedad, que un hecho consumado; es el nuestro. El porvenir concluirá sola-
mente a la muerte del globo. Desde ahora hasta entonces, cada
asignan así, en cada grupo, un lugar simétrico para las creacio-
nes análogas. La Tierra es el tercer planeta a partir del Sol y este segundo comportará su bifurcación, el camino que se tomará, el
rango se debe, sin duda, a las condiciones particulares de tama- que se podría haber tomado. Sea el que sea, miles d e veces ha si-
ño, de densidad, de atmósfera, etc. Millones de sistemas estelares do recorrido el que debería completar la propia existencia del
se aproximan seguramente al nuestro, por la cifra y la disposi- planeta hasta su último día. No será más que una copia impre-
ción de sus astros. Porque el cortejo está estrictamente dispuesto sa por adelantado por los siglos.
según las leyes de la gravitación. En todos los grupos de ocho a Los acontecimientos no crean solos las variantes humanas.
doce planetas, el tercero tiene grandes posibilidades de no diferir ¿Qué hombre no se encuentra a veces en presencia de dos sen-
demasiado de la Tierra; en primer lugar, la distancia del Sol, con- deros? Ése, del que se aparta, le daría lugar a una vida muy di-
dición esencial que da identidad de calor y de luz. Pueden variar ferente, aun dejándole la misma individualidad. Uno lo conduce
el volumen y la masa, la inclinación del eje sobre la eclíptica. Más a la miseria, a la vergüenza, a la servidumbre. El otro lo llevaría
aún, si la nebulosa equivaliera casi a la nuestra, habría razones a la gloria, a la libertad. Aquí una mujer encantadora y la felici-
para que el desarrollo siguiera paso a paso la misma marcha. dad; allá una arpía y la desolación. Me refiero a los dos sexos. Se
Supongamos, sin embargo, las diversidades que limitan la decida por azar o por elección, no importa, nadie escapa a la fa-
aproximación a una simple analogía. Antes de encontrar una se- talidad. Pero la fatalidad no hace pie en el infinito, que tampo-
mejanza completa, se contarán por miles de millones las tierras co conoce alternativa y tiene lugar para todo. Una Tierra existe
de esta especie. Como nosotros, todos estos globos tendrán te- donde el hombre sigue la ruta desdeñada en la otra por el sosias.
rrenos escalonados, una flora, una fauna, mares, una atmósfera, Su existencia se desdobla, un globo para cada una, luego se bi-
hombres. Pero la duración de los períodos geológicos, la repar- furca una segunda, una tercera vez, miles de veces. Posee así so-
tición de las aguas, los continentes, las islas, las razas animales sias completos y variantes innumerables de sosias, que multipli-
y humanas, ofrecerá variedades innumerables. Dejémoslo así. can y representan siempre a su persona, pero que sólo obtienen
En fin, una Tierra nace con nuestra humanidad, que desarro- jirones de su destino. Todo lo que uno podría haber sido aquí
lla sus razas, sus migraciones, sus luchas, sus imperios, sus ca- abajo, también se es en alguna otra parte. Más allá de la existen-
tástrofes. Todas esas peripecias van a cambiar sus destinos, a cia entera que se vive en una muchedumbre de tierras, desde el
lanzarla sobre vías que no son las de nuestro globo. Miles de di- nacimiento hasta la muerte, se viven otras, en diez mil ediciones
recciones diferentes se ofrecen a este género humano, a cada mi- diferentes.
nuto, a cada segundo. Elige una, abandona para siempre las de- Sobre todo cuando la fatalidad le ha jugado una mala pasada,
más. ¡Cuántos desvíos, a derecha y a izquierda, modifican a los los grandes acontecimientos de nuestro globo tienen su contra-
individuos, la historia! Nuestro pasado todavía no ha llegado a partida. Tal vez los ingleses han perdido muchas veces la batalla
ese punto. Dejemos de lado esas pruebas confusas. No dejarán de Waterloo en los globos donde sus adversarios no hayan come-
de hacer su camino y serán mundos. tido la equivocación de Grouchy. Fue por poco. Por el contrario,
Sin embargo, llegamos. Se trata de un ejemplar completo, co- Bonaparte no logra siempre la victoria de Marengo que fue pu-
sas y personas. Ni una piedra, ni un árbol, ni un arroyo, ni un ra casualidad
animal, ni un hombre, ni un incidente que no haya encontrado Oigo los clamores "¡Eh! ¡Qué locura nos viene directamente
su lugar y su minuto en el duplicado. Es una verdadera Tierra- de Bedlam! ¡Cuántos miles de millones de ejemplares de tierras
sosias, ... por lo menos, hasta hoy. Porque mañana, los aconteci- análogas! ¡Otros miles de millones para comienzos semejantes!
....,
46 LA ETERNIDAD A TRAVÉS DE WS ASTROS LA ETERNIDAD A TRAVÉS DE LOS ASTROS 47

¡Centenas de millones para las tonterías y crímenes de la huma- En cuanto a las profusiones impresas en cada tirada, no h a-
nidad! Luego, miles de millones para las fantasías individuales. bría que preocuparse por el infinito, es rico. Por más insaciable
Cada uno de nuestros b uenos o malos humores tendrá una que uno sea, posee más que todas las aspiraciones, más que to-
muestra especial de globo a sus órdenes. ¡Todas las encrucijadas dos los sueños. Además, esta lluvia de pruebas no cae en chapa-
del cielo están colmadas por n uestros dobles!" rrones sobre ninguna localidad. Se desparrama a través de cam-
No, no, estos dobles no constituyen una muchedumbre en pos inconmensurables. No nos importa mucho que nuestros
ninguna parte. Más aún, son m uy raros aunque, a l contarse por sosias sean nuestros vecinos. Así estén en la Luna, la conversa-
miles de millones, tampoco cuentan. Nuestros telescopios, que ción no sería más cómoda, ni el conocimiento más fácil. Más
tienen un hermoso campo que r ecorrer, no descubrirían, aunque bien es h alagador saberse uno allá abajo, bien lejos, donde .el
fuera visible, una sola edición de nuestro p laneta. Quizás dw-e diablo pe rdió el poncho, leyendo su diario en pantuflas o ast~­
mil o cien mil veces el intervalo que ha brá que fra nquear a ntes liendo a la batalla de Valmy, que se libra en este momento en rol-
de que se dé la s uerte de tener uno de estos encuentros. E ntre les de Repúblicas Francesas. .
mil millones de sistemas estelar es, ¿quié n podría decir si se en- ·Pensáis que en la otra punta del infinito, en alguna T1erra
contraría una sola reproducción de nuestro grupo o de uno de co~pasiva, el príncipe real, llegando demasiado tarde a Sadowa,
sus miembros? Y sin embargo, el número es infinito. Decíamos permita que gane su batalla al desafortunado B~nedeck? ... Pero
al pdncipio: "Cada palabra, así sea el enunciado de las distan- he aquí que Pompeyo viene a perder la de Farsaha. ¡Pobre h on:-
cias más aterradoras, hablaría de miles de millones de mi les de b re! Va a procurar consuelo en Alejandría, cerca de su buen amt-
millones de siglos, a una palabra por segundo, para expresar en go el rey Ptolomeo ... Cómo se reirá César... ¡ah! j ustamente, está
suma sólo una insignificancia, desde el momento en que se tra- por recibir sus veintidós puñaladas en pleno sen ado ... ¡Bah! Es
ta del infinito." su ración cotidia na desde el no comienzo del mundo y las alma-
Este pensamiento podría aplicarse así. Como tipos especiales, cena con una fi losofía impertw-bable. Es verdad que sus sosias
cada uno de un solo ejemplar, las miríadas de tierras, sea cual sea no le dan la alarma. ¡Eso es lo terrible! No h ay forma de preve-
su diferencia, no serían más que un punto en el espacio. Cada una nirse. Si a los dobles que se posee en el espacio, se les permi ~ie­
debe repetirse hasta el infinito, antes de contar para lo que sea. ra asistir a la historia de su vida, con algunos buenos conseJOS,
Sosias exacto de la nuestra, desde el día de su nacimie nto hasta el uno les ahorraría bastantes penas y tonterías ...
de su muerte, luego de su resmTección, la Tierra existe por miles A pesar de la broma, es algo muy serio en el fondo. No se tra-
de millones de copias, dw-ante cada uno de los segundos de su du- ta de antileones, ni de antitigres, ni de ojos en la punta d e la co-
ración. Es su destino como repetición de u na combinación origi- la; se trata de matemá ticas y de hechos positivos. Desaflo a que
nal y todas las repeticiones de los otros tipos la comparten. la n aturaleza no fabrique por día, desde que el mundo es mun-
Puede parecer un atrevimiento ligera mente fantástico, sobre do, miles de millones de sistemas solares, calcos serviles del
todo cuando se trata de duplicados en liradas de miles de millo- nuestro, material y personal. Le permito que agote el cálculo de
nes, el anunc io de una duplicación de nuestra residencia terres- probabilidades, sin que falte ni uno. Cuando ya no sepa más ~ué
tre, con todos sus huéspedes, sin distinción, desde el grano de hacer, la devu elvo al infinito y la obligo a ejecutarse, es dec1r, a
arena hasta e l emperador de Alemania. Naturalmente, el autor ejecutar sin fin los duplicados. No me cuido de alegar como mo-
encuentra excelentes s us razones, puesto que ya las ha reedita- tivo la b elleza de las muestras que sería una gran pena no mul-
do cinco o seis veces, sin prejuicio del porvenir. Le parece dificil tiplicar hasta la saciedad. Por el contrario, me parec,e ma~s~no Y
que la naturaleza, ejecutando la misma tarea con los m ismos bárbaro envenenar el espacio con un montón de patses fetidos.
materiales y con el mismo molde, no se vea, a menudo, obliga- Observaciones inútiles, además. La naturaleza no conoce ni
da a moldearse con la misma forma. Más bien habría que sor- practica la moral en acción. Lo que hace, no lo hace~ propósi-
prenderse de lo contrario. to. Trabaja a ciegas, destruye, crea, transforma. No le tmpor ta el
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LA ETERNIDAD A TRAVÉS DE LOS ASTROS LA ETERNIDAD A TRAVÉS DE LOS ASTROS 49
resto. Con los ojos cerrados, aplica el cálculo de probabilidades sus sosias. En consecuencia, todos los hechos realizados o a rea-
m~jor que lo explican todos los matemáticos, con los ojos bien lizarse en nuestro globo, antes de su muerte, exactamente los
abiertos. No esquiva ni una variante, n i una posibilidad queda mismos se realizan en miles de millones de s us pares. Y como es
en el fondo de la urna. Saca todos los números. Cuando no le así para todos los sistemas estelares, el universo entero es la re-
~u~da más nad~ en el fondo de la bolsa, abre la caja de las repe- producción pe rmanente, sin fin, de un material y de un personal
tiCIOnes, tonel sm fondo éste también, que no se vacía nunca, a siempre renovado y siempre el mismo.
la inversa del tone] de las Danaides que no Uegaba a llenarse. ¿La iden tidad de dos planetas exige la identidad de sus siste-
Es así como procede la materia, desde que es materia, y no se mas solares? Por cierto, la de los dos soles es absoluta mente ne-
trata de ocho días. Trabajando sobre un plan uniforme, con cien cesaria, bajo pena de tm cambio en las condiciones de existen-
cuerpos simples, que no disminuyen ni aumentan en un solo áto- cia, que implicaría dos astros hacia destinos diferentes, a pesar
mo, no puede sino repetir sin fin cierta cantidad de combinacio- de su identidad original, p oco probable, además. Pero en los dos
n~s diferentes que, a justo título, se denominan primordiales, ori- grupos estelares, la similitud completa ¿también es de r igor en-
gtnales, etc., etc.; de sus canteras sólo saJen sistemas estelares. tre todos los globos correspondientes a su número de orden?
Sólo por el hecho de existir, todo astro ha existido siempre, ¿Hace falta un doble Mercurio, doble Marte, doble Neptuno,
siempre existirá, no con su personalidad actual, temporaria y etc., etc.? Cuestión insoluble por insuficiencia de datos.
perecedera, sino en una se1ie infinita de personalidades seme- Sin duda, esos cuerpos sufren su influencia recíproca y la au-
jantes, que se reproducen a través de siglos. Pertenece a una de sencia de Júpiter, por ejemplo, o su reducción a nueve décimos,
las com_binaciones originales, permitidas por diversos arreglos sería para sus vecinos una sensible causa de modificación. Sin
de los cien cuerpos simples. Idéntico a sus encarnaciones prece- embargo, el alejamiento atenúa esas causas y puede incluso anu-
dentes, ubicado en las mismas condiciones, vive y vivirá exacta- larlas. Además, el Sol reina solo, como luz y como calor, y cuan-
mente la misma vida de conjunto y en detalle que d urante sus do se piensa que su masa es a la de su cortejo planetario como
avatares anteriores. 741 a 1, parece que esta potencia enorme de atracción debería
!odas los astros son repeticiones de una combinación original aniquilar toda rivalidad. No obstante, no es así. Los planetas
o ttpo. No se habrán de formar nuevos tipos. Necesariamente el ejercen sobre la Tierra una acción bien comprobada.
número se h a agotado desde el origen de las cosas -aunque Ías Por otra parte, la cuestión es bastante indiferente y no com-
cosas no tengan ningún origen. Esto significa que un número fi- promete nuestra tesis. Si es posible que exista la identidad entre
jo de combinaciones originales existe para toda la eternidad y no dos tierras, sin que se reproduzca también entre los otros plane-
será susceptible de aumentar ni de dism inuir más que la mate- tas correlativos, es algo ya hecho de entrada, puesto que la natu-
ria. Es y será el mismo hasta el fin de las cosas, que no pueden raleza no falla ni en una sola combinación. En el caso contrario,
ni terminar ni comenzar. Eternidad de tipos actuales en el pasa- importa poco. Que las tierras-sosias exijan, por condición sine
do como en el futuro y ni un astro que no sea un tipo repetido qua non, sistemas solares-sosias, sea. Resulta, simplemente, por
hasta el infinito, en el tiempo y en el espacio. Así es la realidad. consecuencia, millones de grupos estelares, donde nuestro glo-
Semejante a los otros cuerpos celestes, nuestra Tierra es la re- b o, en lugar de sosias, posee meneemos en diverso grado, com-
petición de una combinacion primordial, que se reproduce siem- binaciones originales, repetidas hasta el infinito, así como todos
pre la misma y que existe simultáneamente en miles de millones los demás.
de ejemplares idénticos. Cada ejemplar nace, vive y muere a su Los sistemas solares, perfectamente idénticos y en número in-
vez. Nace, muere, por miles de millones, en cada segundo que finito, además, cumplen sin pena el programa obligado. Consti-
pasa. Sobre cada uno de ellos suceden todas Jas cosas materia- tuyen un tipo original. Ahí, todos los planetas correspondientes
les, todos Jos seres organizados, en el mismo orden, en el m ismo a su escalafón ofrecen la identidad más irreprochable. Mercurio
lugar, en el mismo minuto en que suceden sobre las otras tierras, es e l sosias de Mercurio, Venus de Venus, la Tierra de la Tierra,
50 LA ETERNIDAD A TRAVÉS DE LOS ASTROS
LA ETERNIDAD A TRAVÉS DE LOS ASTROS 51
etc. Estos sistemas se expanden en el espacio por miles de millo-
nes, como repeticiones de un tipo. la marc ha de humanidades que sin embargo han comenzado su
Entre las combinaciones diferenciadas, ¿existen aquellas cu- carrera con el mismo personal, debido a la identidad de las con-
yas diferencias sobrevienen primero en globos idénticos a la ho- diciones materiales de sus planetas! Si se considera la movilidad
ra de su nacimiento? Habría que hacer alguna distinción. Estas de los individuos, las mil perturbaciones que vienen sin cesar a
mutaciones no se admiten como obras espontáneas de la misma desviar su existencia, se llegará fácilmente a sextHlones de sexti-
materia. El minuto inicial de un astro determina toda la serie de llones de variantes en el género humano. Pero una sola combi-
~us tr~nsfo~maciones materiales. La naturaleza sólo tiene leyes nación 01'iginal d e la materia, la de nuestro sistema plan etario,
mflex1bles, m~utables. En tanto que gobiernan solas, todo sigue produce, por repeticiones , miles de millones de tierras que ase-
una marcha fiJa y fatal. Pero las variaciones comienzan con los guran sosias a los sextillones de humanidades diversas, surgidas
seres animados que tienen voluntades, dicho de otra forma ca- de las efervescencias del hombre. El primer año de ruta sólo da-
prichos. Desde que los hombres intervienen, la fantasfa, s~bre rá diez variantes, el segundo diez mil, el tercero millones, y asf
todo, interviene con ellos. No se trata de que puedan modWcar en más, con un crescendo proporcional al progreso que se mani-
mucho el planeta. Sus esfuerzos más gigantescos no mueven ni fiesta, como se sabe, por procedimientos extraordinarios.
una madriguera, lo qu e no les impide posar como conquistado- Estas diferentes colectividades humanas sólo tienen una cosa
res Y sucumbir en éxtasis delante de su genio y potencia. Desde en común, la duración, ya que nacidas de copias del mismo tipo
que cesen de defenderse contra la naturaleza, la materia habrá original, cada una escribe su ejemplar a su gusto. El número de
barrido sus trabajos de pigmeos. Buscad esas ciudades famosas estas historias particulares, por más grande que sea, se dará
Nínive, B~bilonia, Teba~, Menfis, Persépolis, Palmira, donde pu~ sie mpre en un número finito y sabemos que la combinación pri-
luJaban m1llones de habitantes con su actividad febril. ·Qué que- mordial es infinita por repeticiones. Cada una de las historias
da de ellas? Ni siquiera los escombros. La hierba o la ~rena cu- particulares, al representar una misma colectividad, se reprodu-
bren sus túmulos. Basta con que las obras humanas sean ce por miles de millones de pruebas semejantes y cada individuo,
descuidadas por un instante, la naturaleza comienza apacible- parte integrante de esta colectividad, posee en consecuencia so-
m~nte a demolerlas y por poco que se tarde, se la encuentra sias por miles de millones. Se sab e que todo hombre puede figu-
remstalada fl oreciente encima de las ruinas. rar en diversas variantes a la vez, como efecto d e cambios en la
Si los hombres alteran poco la materia, por el contrario, es ruta que siguen sus sosias sobre sus tierras respectivas, cambios
mucho lo que se alteran a sí mismos . Su turbulencia nunca tras- que desdoblan la vida, sin tocar la personalidad.
torna seriamente la marcha natural de los fenómenos fisicos si- Condensemos: Obligada a construir sólo nebulosas, transfor-
no ~ue pert~rba a la humanidad. Por eso es necesario prever es- madas más tarde en grupos estelo-planetarios, la materia no
ta mfluenc1a subversiva que cambia el curso de los destinos puede, a pesar de su fecundidad, sobrepasar un cierto número
individ~ales, destruye o modifica las razas animales, desgarra de combinaciones especiales. Cada uno de estos tipos es un sis-
las naciOnes y voltea los imperios. Es cierto que estas brutalida- tema estelar que se repite sin fin, único medio de poblar la ex-
des se llevan a cabo sin siquiera llegar a rasguñar la epidermis tensión. Nuestro Sol, con su cortejo de planetas, constituye una
terrestre. La desaparición de los perturbadores no dejaría huella de las combinaciones originales y ésta, como todas las demás, es
de su presencia, que se dice soberana, y alcanzaría para devol- reproducida por miles de millones de pruebas. De cada una de
ver a la na turaleza s u virginidad apenas desflorada. estas pruebas forma parte naturalmente una Tierra idéntica a la
Los hombres producen víctimas e introducen inmensos cam- nuestra, una Tierra sosias en cuanto a su constitución material
bios entre ellos mismos. Al soplo de las pasiones y de los intere- y que engendra, en consecuencia, las mismas especies vegetales
ses en. lucha, su especie se agita con más violencia que el océa- y animales que nacen en la superficie terrestre.
no baJO el esfuerzo de la tempestad. ¡Cuántas diferencias entre Las humanidades todas, idénticas a la hora de la explosión, si-
guen, cada una en su p laneta, la ruta trazada por las pasiones y
52 LA ETERNIDAD A TRAVÉS m; I,.OS ASTROS LA ETERNIDAD A TRAVÉS DE LOS ASTROS 53

los individuos contribuyen a la modificación de esta mta por su de la pluma. No se debe decir: ¿Dónde encontrar lugar para ta n-
influencia particular. A pesar de la identidad constante de su ta gente? Sino ¿dónde encontrar mundos para tanto lugar? Se
principio, resulta que la Humanidad n o tiene el mismo personal puede, sin escrúpulo, negociar con el infinito en miles de millo-
en todos los globos semejantes y cada uno de estos globos, de al- nes, siempre pedirá el resto.
guna manera, tiene su Humanidad especial, salida del mismo Las doctrinas, que a veces hacen reír tanto como llorar, se
origen y pa1·tida del mismo punto que las otras, pero derivada en burlarán tal vez de nuestros infinitos parciales, felicitándonos de
su camino por mil senderos para llegar a l fin de cuentas a una hacer tanto dinero con una moneda falsa. En efecto, cuando se
vida y a una historia diferentes. niega un único infinito a la extensión, al adjudicarle millones,
Pero la restringida cifra de habitantes en cada Tierra no per- parece que el procedimiento sería impertinente. Sin e mbargo,
mite a estas variantes de la Humanidad sobrepasar un número nada m ás simple. Como el espacio no tiene lfmites, se le puede
determinado. De manera que, por más prodigioso que pueda ser, atribuir todas las figuras, precisamente porque no tiene ningu-
ese número de colectividades humanas particulares es finito. De na . Hace un momento, esfera, ahora cilindro.
ahí que no sea nada, comparada con la cantidad infinita de tie- Que nueve cortes de sierra partan en diez planchas, perpendi-
rras idénticas, reino de la combinación solar tipo y que poseían cularmente a su eje, un bloque de madera cilíndrico. Que se ex-
todas, en su origen, humanidades nacientes semejantes, aunque tienda al infinito, por el pensamiento, el perímetro circula r de
a continuación modificadas sin descanso. Por eso, cada Tierra, cada una de esas plan chas. Que se las separe, también por me-
que contiene una de esas colectividades huma nas particulares, dio d el pensamiento, unas de otras en algunos cuatrillones de
resultado de modificaciones incesantes, debe repetirse miles de cuatrillones de leguas. Habrá diez infinitos parciales, irrepro-
millones de veces, para hacer frente a las necesidades del infini- chables aunque un poco escasos. Todos los astros, salidos de
to. De ahí que miles de millones de tierras, absolutamente so- nuestros cálculos, se sentirán a gusto, con sus reinos respecti-
sias, personal y material, no varian ni un ápice, sea en tiempo, vos, en cada uno de estos compartimientos. Además, nada impi-
sea en lugar, ni una milésima de segundo, ni un hilo de telaraña. de yuxtaponerles otros, y agregarles así el infinito a discreción.
Existen esas variantes terrestres o colectividades huma nas así Se e ntiende que estos astros no quedan encerrados en catego-
como exis ten los sistemas estelares originales. Su cifra es limita- rías según identidades. Las conflagraciones renovadoras los fu-
da, porque tiene por elementos cantidades finitas. Los hombres sionan y los mezclan sin cesar. Un sistema solar no renace, co-
de una Tierra, así como los sistemas estelares originales, tienen mo el fénix, de su propia combustión, que contribuye, al
por e lementos una cantidad finita, los cien cuerpos simples. Pe- contrario, a formar combinaciones diferentes. Recreado por
ro cada variante hace una tirada de sus pruebas por miles de mi- otras volatilizaciones, toma revancha en otra parte. Encontrán-
llones. dose en todas partes los mismos materiales, cien cuerpos simples
Tal es el destino común de nuestros planetas, Mercurio, Ve- y, dado el infinito, las probabilidades se igualan. El resultado es
nus, la Tierra, e tc ... , y de los planetas de todos los sistemas este- la permanencia invariable del conjunto por la transformación
lares primordiales o tipos. Agreguemos que entre estos sistemas, perpetua de las partes.
millones se parecen al nuestro, sin ser sus duplicados y cuentan Si tratara de h acer trampas, a caballo sobre lo indefinido, bus-
con tierras innumerables, no más idénticas que aquella donde cando querella para obligarnos a comprender y a explicarle el
vivimos, pero que tiene todos los grados posibles de semejanza infinito, lo remitiremos a los jupiterianos, provistos sin duda de
o analogía. un cerebro más poderoso. No, no podemos superar lo indefini-
Todos estos sistemas, todas estas variantes y sus repeticiones do. Ya se sabe y sólo se trata de concebir lo infinito bajo esta for-
forman innumerables series de infinitos parciales, que van a ma. Se agrega espacio al espacio y el pensamiento accede muy
hundirse en el gran infinito, como los ríos en el océano. Que na- bien a esta conclusión de que no tiene límites. Es cierto que se
die proteste contra estos globos que caen por miles de millones podría adicionar durante miríadas de siglos: el total sería siem-
54 LA ETERN IDAD A TRAVÉS DE LOS ASTROS LA ETERNIDAD A TRAVÉS DE LOS ASTROS 55

pre un número finito. ¿Qué prueba eso? Primero, lo infinito, por noche eterna o, más bien, jamás habríamos entrado a la luz.
la imposibilidad de llegar, luego, la debilidad de nuestro cerebro. Tendrían que quejarse sólo las estrellas, pero no se quejan.
Sí, después de haber sembraflo cifras como para mover a ri- ¡Pobres estrellas ! Su papel de esplendor es sólo un papel de sa-
sas y a los hombros, tras los primeros pasos en la ruta de lo in- crificio. Creadoras y sirvientas de la potencia productora de los
finito, uno ya se queda sin aliento. Sin embargo es tan cla ro co- planetas, ellas mismas no la poseen y deben resignarse a su ca-
mo impenetrable y se demuestra maravillosamente en dos rrera ingrata y monótona de antorchas. Tienen el esplendor sin
palabras: el espacio, lleno de cuerpos celestes, siempre, sin fin. el goce; de trás de ellas se ocultan, invisibles, las realidades vivas .
Es bien simple, aunque incomprensible. Sin em bargo, estas reinas-esclavas son de la misma pasta que
Nuestro análisis del universo sobre todo h a puesto en escena sus felices súbditos. Los cien cuerpos simples se hacen cargo de
los planetas, único teatro de Ja vida orgánica. Las estrellas per- todos los gastos. Pero n o reencontrarán la fecundidad sino des-
manecieron en último p lano. Ocurre que allí no h ay formas pojándose de la grandeza. Llamas deslumbrantes, ahora, un día
cambiantes, ni metamorfosis. Nada más que el tumulto del in- serán tinieblas y hielos y no podrán renacer a la vida sino como
cendio colosal, fuente de calor y de luz, luego su decrecimiento planetas, luego de l golpe que volatilizará en nebulosa el cortejo
progresivo y por fin las tin ieblas h eladas. La estrella no es me- y a su reina.
n os el núcleo vital de los grupos constituidos por la condensa- Esperando la felicidad de esta caída, las soberanas , sin saber-
ción de las n ebulosas. Es ella la que clasifica y ordena el sistema lo, gobiernan sus reinos por medio de buenas obras. Maduran
en el que se forma el centro. En cada combinación-tipo, es dife- los (Tu tos, jamás los cosechan. Soportan todas las cargas, sin be-
rente de tamaño y de movimiento. Permanece inmutable duran- neficio. Únicas dueñ as de la fuerza, sólo la usan en provecho de
te todas las repeticiones de este tipo, incluso las variantes plane- la debilidad. ¡Queridas estrellas ! Vosotras encontrá is escasos
tarias que son el hecho de la humanidad. imitadores.
No es n ecesario imaginarse, en efecto, que estas reproduccio- Concluya mos en fin con la inmanencia de las mínimas parce-
nes de globos se puedan hacer para los hermosos ojos de los so- las de la materia. Si su duración no es mayor que un segundo,
sias que los habitan. El prejuicio de egoísmo y de educación que s u renacimiento no tiene límites. El infinito en el tiempo y en el
remHe todo hacia nosotros es una tontería. La naturaleza no se espacio no es patrimonio exclusivo del universo entero. Pertene-
ocupa de nosotros. Fabrica grupos estelares en la medida de ce a todas las formas de la materia, incluso al infusorio y al gra-
aquellos materiales que tiene a su disposición. Unos son los ori- no d e arena.
ginales, otros los duplicados, editados por miles de millones. Así, por gracia de su planeta, cada hombre posee, en la exten -
Propiamente, no hay ni siquiera originales, es decir primeros en sión, un n úmero sin fin de dobles que viven su vida, absoluta-
fecha, sino tipos diversos, detrás de los cuales se ordenan los sis- mente tal como él mismo la vive. Él es infinito y eterno en la per-
temas estelares. sona de otros él-mismo, no sólo en su edad actual sino en todas
Que los planetas de estos grupos produzcan hombres o no, no sus edades. Existen , simultá neamente, p or miles de millones, a
es preocupación de la n a turaleza, que no tiene ninguna especie cada segundo, sosias que nacen, otros que mueren, otros cuya
de preocupación, que hace s u tarea, sin inquietarse por las con- edad se escalona de segundo en segundo, desde su n acimiento
secuencias. Aplica 998 milésimas de la materia a las estrellas, hasta su muerte.
donde n o crece ni una minúscula brizna de hierba, ni un insec- Si alguien interroga las regiones celestes para preguntarles
to, y el resto, "¡dos milésimas!", a los plane tas, cuya mitad, si no por su secreto, miles de millones de sus sosias levantan sus ojos
más, se dispensa también de albergar y de a limentar bípedos de al mismo tiempo, con la misma pregunta en s u pensamiento y
nuestro módulo. Sin embargo y en suma, h ace las cosas bastan- tod as sus miradas se cruzan invisibles. Y no es sólo una vez que
te bien. No habría que murmurar. Más modesta, la lámpara q ue esas interrogaciones mudas atraviesan el espacio, sino siemp re.
nos alumbra y nos da ca lor, nos abandonaría muy pronto en la Cada segundo de la eternidad ha visto y verá la situación de hoy,
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LA ETERNIDAD A TRAVÉS DE LOS ASTROS LA ETERNIDAD A TRAVÉS DE LOS ASTROS

es decir, los miles de millones de tierras sosias de la nuestra con una época en la que todos los astros ya no hay~n sido ~estruidos
nuestros sosias personales. y remplazados y, por lo tanto, nosotros tam.b1én, hab~tantes d.e
Así, cada uno de nosotros h~ vivido, vive y vivirá sin fin, bajo esos astros. y jamás, en el futuro, pasará un m stante sm que ml-
la forma de miles de millones de alter ego. Tal cual, uno es en ca- les de millones de otros nosotros-mismos n o estén a punto de
da segundo de su vida, tal cual, uno está estereotipado por miles nacer, de vivir y de morir. A la par del universo, el hombre es el
de millones de pruebas en la eternidad. Compartirnos el destino enigma del infinito y de la eternidad, y el grano de arena tanto
de los planetas, nuestras madres nodrizas, en cuyo seno se lleva como el hombre.
a cabo esta existencia inagotable. Los sistemas estelares nos
conducen a su perennidad. Única organización de la materia,
tienen fijación y movilidad a l mismo tiempo. Cada uno es sólo
un relámpago, pero esos relámpagos iluminan eternamente el
espacio.
El universo es infinito en su conjunto y en cada una de sus frac-
ciones, estrella o molécula de polvo. Así es en cada minuto, así
fue, así será siempre, sin un átomo ni un segundo de variación. No
hay nada nuevo bajo los soles. Todo lo que se hace, se ha h echo y
se hará. Y, sin embargo, aún así, el universo de hace un momento
ya no es el de ahora y el de ahora no será más el de entonces ya
que no permanece inmutable e inmóvil. Por el contrario, se modi-
fica sin cesar. Todas sus partes se encuentran en un movimiento
continuo. Destrozadas aquí, como individualidades nuevas, se re-
producen simultáneamente en otra parte.
Los sistemas estelares terminan, luego recomienzan con ele-
mentos semejantes asociados por medio de otras alianzas, una
reproducción infatigable de ejemplares similares salidos de de-
sechos diferentes. Es una alternancia, un cambio perpetuo de re-
nacimientos y transformaciones. El universo es la vida y la
muerte a la vez, la destrucción y la creación, el cambio y la esta-
bilidad, el tumulto y el reposo. Se ata y se desata sin fin, siem-
pre el mismo, con seres siempre renovados. A pesar de su perpe-
tuo devenir; está grabado en bronce e imprime incesantemente
la misma página. Conjunto y detalles, es eternamente transfor-
mación e inmanencia.
El hombre es uno de estos detalles. Comparte la movilidad y
la permanencia del gran Todo. No hay un ser humano que no ha-
ya figurado en miles de millones de globos y no haya entrado en
el crisol de refundiciones desde hace mucho tiempo. En vano se
remontaría el torrente de los siglos para encontrar un momento
en el que no se haya vivido. Como el universo no ha comenzado,
en consecuencia, el hombre tampoco. Sería imposible regresar a
LA ETERNIDAD A TRAVÉS DE LOS ASTROS 59

A pesar de eso se produce un gran defecto: no hay progreso.


VIII ¡Una pena!, ¿no? Son •·eediciones vulgares, repeticiones. Tales
como los ejemplares de mundos pasados, tales los de los mun-
RESUMEN dos futuros. Sólo el capítulo de las bifurcaciones queda abierto
a la esperanza. No nos olvidemos que todo lo que se habr{a podi-
do ser aquf abajo, se es en alguna otra parte.
Aquí abajo, el progreso es solo para nuestros nietos. Tienen
más suerte que nosotros. Todas las cosas hermosas que verá
nuestro globo, nuestros futuros descendientes ya las han visto,
El universo entero se compone de sistemas estelares. Para crear- las ven en este momento y las verán siempre, claro que bajo la
los, la naturaleza sólo tiene cien cuerpos simples a su disposición. forma de sosias que los han precedido y que los sucederán. Hi-
A pesar del provecho prodigioso que la naturaleza sabe obten er de jos de una humanidad mejor, ya se han burlado bien de nosotros
estos recursos y de la cifra incalculable de combinaciones que le y nos han escarnecido en tierras muertas, pasando por ellas des-
permiten a su fecundidad, el resultado es necesariamente un nú- pués que nosotros. Continúan fustigándonos en las tierras vivas
mero finito, como el de los elementos en sí mismos y, para llenar de las que hemos desaparecido y siempre nos seguirán persi-
la extensión, la naturaleza debe repetir hasta el infinito cada una guiendo con su desprecio por las tierras que nacerán.
de sus combinaciones originales o tipos. Ellos y nosotros, y todos los huéspedes de nuestro planeta, re-
Sea cual sea, entonces, cada astro existe en número infinito nacemos prisioneros del momento y del lugar que los destinos
en el tiempo y en el espacio, no sólo bajo uno de sus aspectos, sino nos asignan en la serie de sus avatares. Nuestra perennidad es
tal como se encuentra en cada uno de los segundos de su dura- un apéndice de la suya. Sólo somos fenómenos parciales de sus
ción, desde el nacimiento hasta la muerte. Todos los seres repar- resurrecciones. Hombres del siglo XIX, la hora de nuestras apa-
tidos sobre su superficie, grandes o pequeños, vivos o inanima- r iciones ya fue fijada para siempre y nos encamina, siempre los
dos, comparten el privilegio de esta perennidad. mismos, apenas con la pespectiva de variantes felices. No hay
La Tierra es uno de estos astros. Todo ser humano es pues nada en esto que satisfaga la sed de lo mejor. ¿Qué hacer? No he
eterno en cada uno de los segundos de su existencia. Esto qu·e es- procurado mi placer, procuré la verdad. No hay ni revelación ni
cribo en este momento en una celda del fuerte de Taureau, lo he profeta sino una simple deducción del análisis espectral y de la
escrito y lo escribiré durante la eternidad, sobre una mesa, con cosmogonía de Laplace. Estos dos descubrimientos nos harán
una pluma, con vestimentas, en circunstancias semejantes. Así eternos. ¿Se trata de una ventaja? Aprovechémosla. ¿Es una mis-
cada uno. tificación? Resignémonos.
Todas estas tierras se abisman, una tras otra, en las llamas re- Pero ¿acaso no es un consu elo saberse constantemente, en
novadoras, para renacer y recaer una y otra vez, una clepsidra miles de millones de tierras, en compañía de personas queridas
que se vuelca monótona, dándose vuelta sobre sí misma y va- que hoy sólo son para nosotros un recuerdo? Por el contrario,
ciándose eternamente. Es lo nuevo siempre viejo, y lo viejo siem- ¿no es otro pensar que uno gusta y gustará eternamente de esta
pre nuevo. felicidad, bajo la figura de un sosias, de miles de millones de so-
Sin embargo, los curiosos de la vida ultraterrestre ¿podrán sias? Sin embargo, eso es lo que somos. Para muchos espíritus
sonreír ante una conclusión matemática que les otorga, no sólo mezquinos, a estas felicidades por sustitución les falta un poco
la inmortalidad sino la eternidad? El número de nuestros sosias de ebriedad. Preferirían a todos los duplicados del infinito, tres
es infinito en el tiempo y en el espacio. A conciencia, no se po- o cuatro años de suplemento en la edición corriente. En nuestro
dría exigir más. Estos sosias son de carne y hueso, aun en pan- siglo, de desilusiones y escepticismo, se es ávido por quedarse
talón y chaqueta, en crinolina y con moño. No son fantasmas, aferrado.
son la actualidad eternizada.
[58]
60 LA ETERNIDAD A TRAVÉS DE LOS ASTROS

En el fondo, es melancólica esta eternidad del hombre a tra-


vés de los astros y más triste todavía este secuestro de los mun-
dos-hermanos por la inexorable barrera del espacio. ¡Tantas po-
blaciones idénticas que pasan sin siquiera haber sospechado de
su mutua existencia! Sí, ¿y qué? Al fin se la descubre en el siglo
XIX. Pero, ¿quién querrá creerlo?
Y luego, hasta aquí, ¡el pasado representaba para nosotros la
barbarie y e l porvenir significaba progreso, ciencia, felicidad,
ilusión! Este pasado ha visto desaparecer en todos nuestros glo-
bos-sosias las civilizaciones más brillantes, sin dejar una huella
y desaparecerán más todavía sin dejar nada. ¡El porvenir revisa-
rá en miles de millones de tierras las ignorancias, las tonterías,
las crueldades de nuestros viejos tiempos!
A esta hora, la vida entera de nuestro planeta, desde el naci-
miento hasta la muerte, se detalla, día por día, en las miríadas
de astros-h ermanos, con todos sus crímenes y desgracias. Lo
que denominamos progreso está encerrado en cada Tierra entre
cuatro paredes y se desvanece con ella. Siempre y en todas par-
tes, en el campo terrestre, el mismo drama, el mismo decorado,
en la misma estrecha escena, una humanidad ruidosa, infatua-
da de su grandeza, creyéndose el universo y viviendo e n su pri-
sión como en una inmensidad, para hundirse muy pronto con el
globo que ha cargado, con el desdén más profundo, el fardo de
su orgullo. La misma monotonía, la misma inmovi lidad en los
astros extraños. El universo se repite sin fin y piafa en el mismo
lugar. La eternidad interpreta imperturbablemente en el infinito
las mismas representaciones.

Fin

tipografía: delegraf, s.a.


impreso en publimex, s.a.
calz. san Iorenzo 279-32
del. iztapalapa
dos mil ejemplares y sobrantes
l S de junio de 2000

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