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Nos proponemos analizar el caso de Rwanda, centrándonos en los acontecimientos que condujeron al
genocidio ocurrido en 1994 y los grupos étnicos involucrados
Desarrollaremos sus antecedentes:
el proceso colonial, la exaltación de las diferencias étnicas,
la lucha por el poder en torno a la conformación del Estado-nación
la violencia resultante de estos fenómenos.
Intentamos generar un diálogo entre los conceptos teóricos desarrollados en clase que nos parecieron
pertinentes al caso:
Conflicto étnico – situación colonial – modernidad – etnicidad – poder – manipulación hegemónica en los
medios de comunicación. Vamos a intentar como lo expresan de Buffa, D. y Becerra, J. M.:
“(…) Presentar el complejo entramado en que se gestó el genocidio en Ruanda, propiciando una mirada multicausal.
Esto comprende un análisis histórico que nos permita vislumbrar la estructuración de la sociedad ruandesa durante
el período colonial y su reproducción en su fase independiente. Al mismo tiempo, nuestra intención es exponer el
accionar de los actores locales, regionales e internacionales, como tres niveles protagónicos que interactuaron a lo
largo del genocidio, potenciando las masacres, los desplazamientos y la crisis humanitaria en el país (…)” (2010: p.1).
DURANTE EL GENOCIDIO
Durante el genocidio los soldados del gobierno proveían de pistolas a las milicias callejeras y les permitían
acompañar las matanzas
AHORA
Favorecimiento de las minorías tutsi. Asesinato de opositores en el exilio, silencio, censura y represión de libertades,
solo una versión del genocidio, no se reconoce las muertes de hutus en venganza ni en campos de refugiados por
parte del FPR una vez finalizado el genocidio y se prohíbe hablar de otras muertes que no sean tutsis.
Paul Rusesabagina
El discurso oficial habla de reconciliación y perdón. Se borraron del diccionario las palabras tutsis y hutus (y los
twa).Pero la distinción étnica sigue vigente en el día a día de los ruandeses, así como la desconfianza producto de un
genocidio perpetrado entre vecinos.
Aunque siempre existió esa desconfianza construida mediante una larga historia de prejuicios y estereotipos
empeoro después del genocidio, y según testimonios la gente vive junta porque no tiene opción.
La reconciliación es un proceso continuo que no tiene fin.
Posteriormente, el entonces presidente Pasteur Bizimungu discute entre mayo de 1998 y marzo de 1999, sobre la
posibilidad de implantar los gacaca. Sale un documento, que enumera las ventajas y las desventajas de la utilización
de los tribunales tradicionales. Es el embrión de un modelo de justicia que comienza a aplicarse, de forma
experimental, a partir de 2002, con los siguientes cinco objetivos:
1. Revelar la verdad.
2. Acelerar los procesos.
3. Erradicar la impunidad;
4. Reconciliar a los rwandeses y reforzar su unidad;
5. Probar que la sociedad rwandesa tiene la capacidad de resolver sus propios problemas mediante un sistema de
justicia basado en su tradición.
Durante las etapas precolonial y colonial, los gacaca impartían justicia en las zonas rurales en casos de pequeños
delitos (robos, agresiones, etc.), ofensas (adulterios...) y litigios por la posesión de la tierra.
Era una justicia “aceptada por todos” y “barata”, que respondía a las necesidades de gran parte de la población
rwandesa. Una justicia, tradicional, marginada por las elites en el poder, que promovían la expansión de una justicia
de matriz occidental, a la que consideraban un factor de modernización del Estado. Los campesinos veían la justicia
ordinaria como lejana, cara, lenta, compleja y de códigos incomprensibles. En cambio, la justicia tradicional era
cercana, rápida y arraigada en la comunidad, a la que contribuía a mantener cohesionada.
El Gobierno crea un gacaca en cada unidad administrativa del país: en total 9.013. Son los gacaca de célula. Con esta
medida, descentraliza la justicia transicional, la aproxima al ciudadano y da una mayor visibilidad al genocidio.
Algunos estudiosos dudan de que los gacaca contribuyan a la reconciliación. Por ejemplo, Ingelaere (2008) critica que los
tribunales, al no enjuiciar a los miembros del FPR que se ensañaron con los hutus, instauran una especie de baremo, en el
que se da más valor al sufrimiento de la víctima de la violencia de “exterminio” que al de la víctima de la “venganza”.
Burnet (2008) es más contundente puesto que defiende que los juicios han incrementado la fractura entre las dos
comunidades.
Desde Rwanda, las críticas proceden de la propia organización de los supervivientes, Ibuka, que denuncia las
irregularidades en los procesos y la corrupción de los jueces.
Las víctimas y los victimarios han de convivir en el mismo Estado-nación, porque no es posible la división territorial Al
dar visibilidad a los victimarios, en su mayoría hutus, los gacaca contribuyen a mantener bajo sospecha a una
comunidad, culpabilizada de participar en el genocidio. Un pecado original que el Gobierno no parece dispuesto a
perdonar puesto que recuerda que las víctimas pertenecen a la otra comunidad, la tutsi. Así, el genocidio es
oficialmente “el genocidio contra los tutsis”. Una definición que contrasta con la política de rwandidad, que sanciona
la expresión pública de la identidad étnica o comunitaria.