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MATRIMONIO DE. LOS FECES ROJOS euroawte nerret. [Aver row LA TARDE MURIO OnLomo, nuesto timo pez rojo, Lo infui hace varios dias en Tos que apenas fo vi mo- ‘verse dentro de su pecera redoncla. Tampoco saltaba como “antes para recibir la comida o para perseguir los rayos del Sol que aleerahan sw habitat, Parecia vietima de una de- resin o el equivalente en su vida de pez en cautiveri. LLlegué a saber muy pocas cosas acerea de este animal Muy pocas veces me asomé al cristal de su pecera y 10 imiré alos ojos y, evand eso sucedié, no me quedé mucho tiempo. Me dab pena verlo ahi, solo, en su recipiente de fdr, Dudo nacho que haya sido feliz. Eso fue Ho que mas tristeza me dio al verlo ayer por la tarde, flotando como un pétalo de amapola en la superficie de un estanque. E, en ‘cambio, tuvo mas tiempo, més serenidad para observar- nos a Vincent y a mi. ¥ estoy segura de que, «su manera, también sintié pena por nosotros. En general, se aprende ‘mucho de los animales con los que convivimos, incluidos ELMATRIENO DE LOS FECES RO}OS los peces. Son como un espejo que refleja emociones o ‘comportamientos subterrineos que no nos atrevemos aver, ‘Oblomov no fue el primer pez que tuvimos en casa, sino el tercera, Antes de él, hubo otros dos del mismo color a los que si observe y sobre los cuales legue a informarme ‘con gran interés. Aparecieron un sibado por la mafana, dos meses antes de que naciera Lila. Nos los trjo Pauline, ‘una amiga comin, en el mismo recipiente donde murié su sueesor. Vincent y yo recibimos el obsequio con mucha alegria, Un gato oun perrito habria sido un tercero en dis- cordie yun estorbo en nuestro apartamento. En cambio, hos gustaba la idea de compartir la casa con otra pareja demas, habiamos oid decir que los peces rojos dan bue- na suerte y en esa épaca busedbamos todo tipo de amuletos, ya fueran cosas o animales, para paliar Ia incertidumbre ‘que nos causaba el embarazo, ‘Alpprincipio, colocamos los peces en una mesitaesquin radel stlén en donde pegaba el sol de la tarde. Nos parecia «que alegraban esa pieza, orientada hacia el patio trasero de nuestro edifico, con los movimientos veloces de sus clas y sus aetas, No sé cunts horas habré pasado observindolos (Un mes antes habia pedido la licencia de maternidad en el despacho de abogados donde trabajaba, para preparar el racimiento de mi hija. Nada definitive mi fuera de lo habi tual pero que, para mi, resultaba desconcertante. No sabia ‘qué hacer en casa, Elexceso de tiempo libre me lenaba de preguntas sobre mi fururo. Estibamos en la peor parte del inviero y s6lo pensar en vestirme para salir a enfrentar el viento gélido, me disuadia de cualquier paseo. Preferia {quedarme en casa, leyendo el periddico o acomodando las cosas para recibir a Lila, en esa habitacién diminuta que antes habia sido el estudio y ahora seria su cuatto. Vincent «en cambio pasabs muchas més horas ue antes en laoficin, Queria uprovechar ests iltimos meses para avanzar en los proyectos que el nacimiento de la nia iba a etrasar. Me parecia rizonable pero lo echaba de menos, incluso cuan ‘estabamos juntos. Lo sentia distante, perdido en su agents y en sus preacupaciones laborales en las que yo no tenis ‘aida, Muchas tardes, mientras esperaba a que volves el trabajo, me senté a observar el ir y venir, a veces lento acompasado, a veces frenético 0 persecutorio, de los peves ‘Aprendi a distinguirlos claramente, no s6lo por los colores tan parecides de sus escamas, sino por sus acttudes y su forma de moverse, de buscar el alimento, No habia nad ‘ms en la pecera. Ningun piedra, ninguna cavidad donc cesconderse, Las peces se veian todo el tiempo y cada uno de sus actos, como subir a la superficie del agua o witar alrededor del vidio, afectaba inevitablemente a otro. De ahi a impresion de didlogo que me producian al verlos. ‘A diferencia de Oblomoy, estos peces nunca tuviero tun nombre. Nos referiamos a ellos como el macho y i hembra, A pesar de su gran parecido, era posible recone cetlos por la complexién robusta del primero y porque Sus cescamas billaban més que las de su compafera. Vincent Jos observaba mucho menos pero tambien le inspiraban cu riosidad. Yo le contaba las cosas que creia haber descubiet toacerea de ellos y él las eseuchaba complacido, com los aconteceres de la familia extendida que ahora teniarose casa, Recuerdo que una mafana, mientras preparaba cate en Ia barra de la cocina, me hizo notar que uno de ellos posiblemente el macho, habia abierto sus aletas, que ators Jucian mis grandes, como duplicadas,y llenas de colores ~2Y la hembra? -pregunté yo, con la cafeters en la ‘mano. {También esta més bonita? No. Ella sigue igual pero casi no se mueve ~dijo Vin- cent. con la cara pegada al vidrio de la pecera-. Quizas la esté-cortejand Ese dia salimos al mercado callejero que se pone en el hulevar Richard-Lenoir. Una actividad de fin de semana ‘que disfrutibamos mucho. La nieve habia desaparccido ‘en ver de la lhuvia sempiterna, el ciclo dejaba intuir la presencia dt sol, Lo pasamos bien haciendo Ia compra pero Ie mafiana no termin6 de la misma manera. Cuando ‘va volvamos a eas cargados con bolsas de comida, se me aeurrié pedir que compréramos naranjas y Vincent senegs ‘an rotundamente que me senti ofendida. ‘Son carisimas en esta época del ao ~argument6 falaz- mente, No podemos permitimoslo, Parece que no supic- ras la catidad de gastos que tendremos cuando nazea fa nifia, Ya no puedes despifarrar el dinero como has hecho seme 'No sé si fueron las hormonas. Las mujeres embarazadas, suelen ponerse mal por nimiedades. Lo cierto es que, en nrenos de cinco minutos, sent eémo mi vida se cubria de snes oseuras y amenszadoras, Todos los hombres cumplen jos antojos de sus esposas cuando estin encintas, me dije j misma, Hay quienes piensan que estos caprichos inex plicablesreflejan en realidad las necesidades alimenticins sil bebé, ;Qué le pasaba a Vincent? {Cémo era posible {que se negara asia comprar unas simples naranjas? Intenté

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