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JESÚS DE NAZARET,
¿INTRUSO
O
ACOMPAÑANTE DE TU VIDA?

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(Adaptación para la Diócesis de Ciudad Real del material elaborado por los Secretariados de
Catequesis de las Diócesis de Pamplona y Tudela, Bilbao, San Sebastián y Vitoria)

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HACIA UNA EXPERIENCIA HUMANA RENOVADA

Partimos de la base de que no se ama lo que no se conoce y de que una


persona conoce de verdad aquello que ha hecho suyo: “he llegado a creer que
los únicos conocimientos que pueden influir en el comportamiento de un
individuo son aquellos que él mismo ha descubierto, y los ha hecho suyos”
(K.Rogers, psico-sociólogo).

A hacer nuestros los conocimientos tiende este período de preparación


catequética que iniciamos. Queremos llegar a renovar nuestra experiencia. Las
experiencias profundas del ser humano: la amistad, el amor, el perdón
(otorgado y recibido), la convivencia, la libertad, el dolor, el
sufrimiento....Todas las que podemos llamar experiencias fundamentales del
ser humano, porque responden a las necesidades vitales. Son las experiencias
más profundas, porque moldean nuestra propia personalidad.

Cuando vivimos en armonía todas nuestras experiencias fundamentales


nos acercamos a eso que llamamos nuestra realización personal, esa especie de
sentimiento de plenitud que nos hace sentirnos bien y seguros en nuestra vida.
Para ello debemos acercarnos a nuestra existencia con una actitud de sabiduría.
Es “sabio” quien sabe aprender, sacando conclusiones de su propia experiencia
reflexionada y orada. ¡Reflexionar y orar sobre la propia vida!

Desde ahí nos vamos a acercar al Evangelio Vivo, que es el mismo Jesús.
Él es Buena Noticia, porque responde a todo ese mundo de nuestras
experiencias fundamentales que pueden ser auténticamente “renovadas”. Y no
sólo es el Evangelio respuesta a esas necesidades profundamente arraigadas en
nosotros mismos, él abre también en nuestro corazón “necesidades nuevas” que
nosotros no hubiéramos descubierto, pero que ensanchan enormemente nuestra
capacidad de ser hombre y mujeres en plenitud.

Por eso, el Evangelio es, ante todo, propuesta de vida nueva. Nuestra fe
no se reduce, por tanto, a una simple acumulación de convicciones en nuestra
cabeza. Es una experiencia gratuita de sentirnos acompañados, comprendidos,
amados, iluminados, liberados, en una palabra, salvados por Dios. Y esa
posibilidad la tenemos en Cristo Jesús, el “hombre nuevo”, que extiende su
novedad a cada uno de nosotros mediante la fe en Él. Confesamos que “no
tenemos otro nombre en el cual podamos salvarnos” (Hch 4,12).

La propuesta que os hacemos para este primer año, introductorio a la


catequesis, supone, por tanto:

 Partir de la propia vida:

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De los grandes temas de cada día, de los problemas más vitales y


comunes a todas las personas. Descubriendo ya ahí cómo muchas de nuestras
experiencias están en línea con el Evangelio. Jesús nos podría decir, en efecto,
con bastante frecuencia: “no estáis lejos del Reino de Dios”.

A esta parte, que la haremos sin prisas, le llamamos en cada tema:


“aproximación a la realidad” y termina con un diálogo entre todos:
“reflexionamos y compartimos”
.
 Abrirnos a la vida y enseñanza de Jesús

El Evangelio no es como una “superposición” sobre lo nuestro; es una


“renovación” de lo nuestro. Por eso, Jesús es una Buena Noticia: nos abre
horizontes de plenitud insospechada en todo aquello que nosotros mismos
intuimos como grande, bueno y hermoso. Y nos descubre otros horizontes que
ni nos hubiéramos atrevido a demandar.

Esta parte la abrimos siempre con el título “Una buena Noticia”, que, en
un primer momento, intenta recoger “buenas noticias” acerca del tema, vividas
o trasmitidas por gente como nosotros. Para pasar, después, a fijarnos en que es
la Buena Noticia: tratamos de iluminar el tema desde Jesús de Nazaret...
Podemos tener la grata experiencia de que, con Jesús, “llueve sobre mojado” en
nuestra propia vida...., o, como solemos decir también para expresar el
cumplimiento de lo que ansiamos en lo más hondo: “se junta el hambre con las
ganas de comer”. Podremos descubrir que Jesús no es “un intruso”, sino “el
acompañante” que siempre hemos buscado para la vida.

 Una llamada a la conversión

Es la última parte de cada tema. Y entra en la lógica del encuentro. Quien


encuentra algo que merece la pena, re-organiza su vida en torno al encuentro
que ha acontecido. El tesoro en el campo o la perla preciosa que lleva a vender
lo que se tiene para comprar aquello que realmente vale.

Presentamos esta parte con una serie de preguntas que pueden ayudar y
estimular nuestra reflexión personal y en grupo. (En el grupo se irá creando, sin
duda, un clima de cercanía, amistad y comprensión, que facilitará la
comunicación de fe. Podrá también suscitarse el deseo de orar juntos. Al final
de cada sesión se puede dejar un tiempo de oración espontánea, centrada en el
tema que se ha tratado).

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1. ¿VIVIR PARA SER O VIVIR PARA


TENER?

I. APROXIMACIÓN A LA REALIDAD

1. Ser y tener

“Ser” y “tener” son dos maneras de entender y vivir la vida. Las dos
están en cada persona. “Tener” hace referencia a poseer cosas, poder, prestigio,
dominio, fama, dinero, tierras..., mientras que “ser” se refiere a la calidad
interior de una persona: saber razonar, saber conocerse, capacidad de fortaleza,
de comunicación, de relación, de amor....

“Ser” y “tener son dos modos de enfocar la vida: hay muchas personas
que son ricas porque poseen cosas, nombre, popularidad..., pero son pobres en
acogida, solidaridad, convivencia, sensibilidad hacia los demás. Por el
contrario, hay gente sencilla, pobre en bienes materiales, pero enorme rica en
cordialidad, acogida, entrega...

No son, sin embargo, dos modos alternativos: uno y otro están presentes
en la misma persona. No somos ni puro “ser” ni puro “tener”. Estamos hechos
para vivir en armonía no sólo con las personas, sino también con las cosas, con
la naturaleza. Las cosas pertenecen también a nuestro mundo. Según como nos
relacionamos con las cosas, así nos “vamos haciendo” personas.

Tampoco podemos clasificar, sin más, el “ser” como bueno y el “tener”


como malo. Fruto de una sociedad basada en el “tener” es la riqueza, los
puestos de trabajo, los avances tecnológicos y científicos. El problema es saber
cuál de las dos dimensiones es la predominante. El predominio de una u otra
crea determinado tipo de persona, de cultura, de forma de pensar y de vivir.

2. Una vida basada en el “tener”

La cultura del “tener” se nos mete por los ojos. No tenemos que
provocarla. Esta situación se explica:

 Por el deseo de sobrevivir: todos necesitamos unos medios mínimos para


alimentarnos, vestirnos, atender a la salud, a la educación, a la vivienda...

 Porque estamos convencidos de que el “tener” nos ofrece seguridad e


independencia y, como consecuencia, felicidad. No hay más que observar las

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enormes cantidades de dinero que mueven las loterías, las quinielas..., o el


gran número de programas televisivos, cuyo móvil es ganar dinero...

 Por el modelo de sociedad en que nos ha tocado vivir, muy propia de


nuestra cultura de occidente: estamos inmersos en la cultura del “tener”, de
acaparar para el futuro, de hacer el juego a los poderosos, de aparentar, de
constante riesgo para tener más y más...
3. Una vida basada en el “ser”

En mayor o menor grado, todos atendemos también la dimensión del


“ser”: todos cuidamos de ser nosotros mismos, de cultivar nuestra interioridad,
nuestros valores. Y ello:

 Porque necesitamos comunicarnos, superando el aislamiento. Y, para


toda comunicación es importante enriquecer el “ser”, esto es, nuestro
interior: la comprensión, la acogida, la reflexión, la capacidad de convivir, la
solidaridad, la disponibilidad hacia los otros...

 Porque, en el fondo, creemos que lo que de verdad enriquece nuestra


vida es el “ser”: el desarrollo de todas nuestras capacidades interiores. La
personalidad basada en el tener es tan fluctuante como el tener mismo; es
mucho más firme la personalidad que se construye desde dentro, desde las
actitudes interiores, aunque haya factores externos que influyan
poderosamente en el robustecimiento de la personalidad.

4. ¿Damos más importancia al “ser” o al “tener”?

Es difícil de responder. Pero vamos a dar algunos indicadores que nos


puedan ayudar a la hora de hacernos una idea sobre nosotros mismos. Lo
hacemos describiendo los rasgos fundamentales de la vida basada en el “tener”
y la vida basada en el “ser”, y esto, con relación a uno mismo, con relación a los
otros, con relación a la vida, y con relación a la misma vivencia de la fe:

a) En relación a uno mismo:

Para el que se basa en el “tener”:


 La felicidad consiste en acaparar cosas, aunque sea utilizando
medios poco éticos y aunque se queden solo en la apariencia.
 Rehuye el conocimiento interior de sí mismo y hasta intenta
ocultarse a sí mismo quién y como es
 Busca la seguridad fuera de sí, normalmente en lo que posee.
 Vive mirando hacia fuera.

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Para el que se basa en el “ser”


 La felicidad depende de ser auténticamente él mismo. Desarrolla el
conocimiento de quién y de cómo es y sus capacidades como persona. Le
interesa descubrir su vocación, su misión, su sitio, e intenta llenarlo lo
más posible. Tiene un proyecto personal que intenta vivir con coherencia.
 La confianza no está tanto en las cosas cuanto en uno mismo, en las
propias capacidades: fortalecimiento de la voluntad, de la capacidad de
entrega, de saber aceptar las propias limitaciones...
 Vive mirando más hacia el interior.

a) En relación a los otros:

El que se basa en el “tener”:


 Busca ser más que los otros, ganándoles en dinero, en cosas, en
prestigio, en poder... Los otros, para él, son “adversarios”, a los que
intenta dominar. El dominio sobre la mujer, sobre el marido, sobre los
hijos, sobre la comunidad...
 Cuida mucho las apariencias, por eso no enseña sus cartas, se
reserva todo lo que puede y va con la corriente de la sociedad
 Todo lo conjuga con el verbo “tener” (como expresión dominante):
“tengo” una mujer, “tengo” un marido”, “tengo derecho a...”

El que se basa en el “ser”:


 Sabe que no puede realizarse por sí solo. Necesita de la
comunicación y la buena relación con los otros
 Desde su conocimiento interior, escucha, recibe, da y se da a los
demás, goza con los otros sin intentar “poseerlos”. Está capacitado para
una verdadera amistad. Por eso, incluso en la relación familiar, no es
posesivo
 No se deja llevar por la corriente. Planta cara cuando es necesario,
mediante la crítica y la aportación de opiniones y planteamientos.

b) En relación a la vida

El que se basa en el “tener”:


 Es profundamente egoísta: yo, yo, y nada más que yo...
 Se “forra” de elementos externos a él mismo: placer, seguridad,
bienestar... Le va el goce, aunque sea transitorio y sea seguido de una
profunda tristeza. Le va el “jolgorio”, aunque se haya quedado sin
alegría.
 El perder lo que tiene le angustia. Por eso ni piensa en la muerte.
Le asusta.

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El que se basa en el “ser”:


 No se siente esclavo de nada ni de nadie. Se desengancha de todo
aquello que pueden hacer de él un ser superficial
 Busca la alegría de la realización interior. Y mantiene un gozo
interno, incluso en medio de las dificultades. Aúna armoniosamente el
bienestar (externo) y la alegría (interna). No los vive enfrentados.
 Su sentido de no-poseedor de las cosas le hace afrontar la muerte
con mucha más paz interior.

d) en relación con la vivencia de la fe

El que se basa en el “tener”


 “tiene” la fe como quien tiene algo heredado, como una posesión
entre tantas. Tiene sus creencias que le dispensan de tener que pensar
por sí mismo y de tomar sus propias decisiones personales
 busca la seguridad en la sumisión a un Ser Superior
 entiende el pecado como simple desobediencia a sus “leyes”,
produciéndole un fuerte sentido de culpabilidad, pero no tanto de
arrepentimiento
 intenta también “poseer” lo religioso: “tiene” funciones, verdades
religiosas, sus santos, sus procesiones, sus devociones... Tiende a una
relación individualista con Dios: “mi relación” con Dios.

El que se basa en el “ser”:


 desde las preguntas e interrogantes más hondos se abre a la fe
como búsqueda
 vive la fe como una relación de amor entre Dios y nosotros: acoge la
oferta de Dios y le responde con confianza y fidelidad amorosa
 el pecado es para él un fracaso personal, una incapacidad de
realización personal. Una infidelidad a una relación amorosa. Por eso
está abierto a acoger el perdón, volviendo a empezar
 La fe no se “posee”, como quien tiene “algo”. Es una relación con
“Alguien”... Y se expresa en la celebración gozosa y en la experiencia
común de quienes la comparten

REFLEXIONAMOS Y COMPARTIMOS:

Hemos visto dos modos de concebir y vivir la vida: aquel en el que


predomina el “tener”, y aquel en el que podemos estar más abiertos al “ser”,
 ¿cuál de los dos estilos vivo preferentemente?
 ¿en cuál de los dos modos de entender y vivir la vida me veo más
reflejado?

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 Destaca aspectos que te hayan dicho algo interesante, que te


hayan ayudado a ver mejor las cosas, que te hayan iluminado....

II. UNA BUENA NOTICIA

 Hace muy pocos años un matrimonio joven decidió que el marido


renunciase a un alto puesto de ejecutivo industrial –con cheque en blanco-
para poder estar más cerca el matrimonio. Y ambos de los hijos... Los dos
últimos años los había tenido que pasar en el extranjero. Esta decisión les
ocasionó incluso trastornos económicos graves. Al cabo de los años, no
dudan en pensar que hicieron una buena opción.

Hombres y mujeres profundamente religiosos como Francisco de Asís,


Teresa de Jesús, Ignacio de Loyola...a imitación de su Maestro y Señor, Jesús
de Nazaret, optaron por desprenderse prácticamente de cuanto poseían,
salvo de lo imprescindible para poder vivir. También en nuestros tiempos
hay gente que opta por “desposeerse” para vivir una vida profundamente
religiosa.

 1. En Jesús de Nazaret esta postura es clara. Él dice: “¿de qué te


vale ganar el mundo entero, si, al final, pierdes tu vida?” Jesús invitó a
desprenderse de sus bienes a quienes querían experimentar y disfrutar el
mundo nuevo, el Reino de Dios que él predicaba. Proclamó “dichosos” a
los que vivían sencillamente, a los que se hacían pobres con los pobres.

En una de sus parábolas llamó insensato y necio a quien pasó toda su


vida acumulando bienes (Lc 12,20). “¿Por qué os preocupáis de qué
comer, de qué vestir...? De eso se preocupan quienes no creen en Dios...
Vosotros, buscad, antes que nada, el Reino de Dios y su justicia” (Mt
6,32-33).

Jesús debió tener alguna razón de peso para mantener tan radicalmente
esta postura. Para él las cosas son buenas, están puestas para nuestro goce
y realización. Hay, sin embargo, unos límites en la relación de las cosas.
Cuando estos límites se traspasan, en lugar de gozar de ellas, somos
poseídos y dominados por ellas, perdiendo nuestra libertad interior. Las
cosas se nos transforman en ídolos. Para Jesús, el poseer más de lo necesario nos
impide vivir los valores profundos de la persona (la justicia, la misericordia, la
solidaridad, el compartir...); nos hace perder sensibilidad religiosa y
confianza en Dios.

Aun no siendo una sociedad tan consumista como la nuestra, la sociedad


del tiempo de Jesús estaba también atacada por el virus del poseer, de la

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fama, del prestigio... Jesús fue tentado por la invitación al vivir fácil, a
pensar sólo en sí mismo, al poder, al dinero... En el desierto fue tentado
por esos tipos de mesianismo, pero, venciendo las tentaciones, él optó por
el mesianismo del “Siervo de Dios” (la escucha obediente de Dios Padre y el
servicio liberador a los hombres, sus hermanos). Después, en su vida
pública desoyó repetidamente el clamor popular que quería hacer de él
un hombre de poder (“querían proclamarlo rey”).

Jesús no vive un estilo de vida sólo para sí. Él es el modelo de hombre


salvado y salvador –el camino- que Dios ofrece a la humanidad. Jesús se
presenta como enviado por Dios Padre para transformar por dentro el ser
humano y todas sus relaciones. Dios nos lanzó a la vida para “ser” y
Jesús quiso realizar en nosotros ese proyecto de Dios.

Algunos testimonios:

a) Los Padres de la Iglesia heredaron el espíritu de Jesús, y sus


palabras resultan sorprendentemente duras cuando hablan de la
acumulación de bienes:

“¿Qué vas a responder tú, que revistes las paredes y dejas desnudo al hombre; tú
que adornas los caballos y dejas a tu hermano vestido de harapos?” (San Basilio).

“Siendo la tierra común, ¿de dónde tienes tú tantas y tantas yugadas de tierra y tu
vecino ni un palmo de terreno?” (San Juan Crisóstomo)

“¿En virtud de qué posee alguien lo que posee? No en virtud del derecho divino...”
(San Agustín)

“Todo rico o es un ladrón o heredero de un ladrón” (San Jerónimo).

b) ..................(incorporar alguna cita del Magisterio..........)

III. LLAMADOS A LA CONVERSIÓN

Al final de esta primera reflexión nos preguntamos:


 ¿En qué aspectos más importantes nos podría ayudar el
seguimiento de Jesús para centrarnos más en el “ser” que en el
“tener”?
 La ayuda de Jesús, ¿nos viene sólo por ser él un modelo que
imitar, o presentimos que puede haber en nosotros una
presencia misteriosa de él?

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 ¿En qué aspectos de mi vida necesito sentirme más libre?


¿Cómo me puede ayudar en ese proceso el seguimiento de
Jesús?

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2. ¡DECIDIDOS Y VALIENTES!
¿QUÉ O QUIÉN NOS AYUDARÁ A SERLO?
I. APROXIMACIÓN A LA REALIDAD

1. La inseguridad y el miedo, una experiencia habitual en todos

La inseguridad y el miedo son sensaciones que nos persiguen a las


personas a lo largo de la vida. Cuando el niño llora no es sólo porque tenga
hambre o porque le duela algo; su llanto es también expresión de alguien que se
siente solo, que necesita sentirse seguro en los brazos de alguien que lo quiere;
quizás sea el reflejo de un deseo de volver al seno materno.

 La inseguridad y el miedo, hoy como ayer

Alguien podría pensar que el hombre moderno ganaría en seguridad y


confianza en sí mismo por el conocimiento y dominio creciente de las fuerzas
de la naturaleza y de los avances espectacular de las ciencias. Sin embargo, no
ha sucedido así. Los que saben nos dicen que, gracias a todas estas cosas, el
hombre moderno ha ganado en independencia y en capacidad de razonar, pero
que se ha encontrado más solo y, en consecuencia, ansioso, impotente e
inseguro. Tenemos la impresión de ir por la vida montados en un tren de alta
velocidad, pero que no sabemos a dónde nos lleva.

Y es que el hombre moderno continúa experimentando lo que las


personas de todo tiempo y lugar han vivido:
 El miedo a la enfermedad
 El miedo a morir, y a la crudeza y angustia de esos momentos finales
 El miedo al porvenir, o a lo incierto del futuro
 El miedo a la carencia afectiva
 El miedo a la soledad, en todas las edades, pero de una manera especial
en las personas mayores.
 El miedo a no ejercer y desarrollar todas las posibilidades creadoras y
realizadoras de uno mismo, no atreverse a proyectos nuevos, bloqueo ante
una relación afectiva...

 Nuevos miedos e inseguridades

A los miedos de siempre, el hombre moderno añade otros nuevos:

 Junto al crecimiento económico, el miedo a crisis periódicas: pérdida de


empleo, falta de suficientes recursos económicos...

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 Los hijos comienzan a “hacer su vida” a edades cada vez más tempranas.
Sin contar con la madurez suficiente, se enfrentan a factores destructores:
alcohol, droga, SIDA, pasotismo, “sexo duro”, culto a la velocidad, el
trasnoche...Los padres se sienten inseguros y miedosos.
 La inseguridad ciudadana: miedo al atraco, al robo...
 La inseguridad que provoca el encontrarnos viviendo sin valores
fundamentales, sin verdades a las que agarrarnos, sin modelos que nos
sirvan de referencia..., con una sensación de que no existe nada que merezca
el compromiso de toda la vida...

2. Hacia la superación del miedo

No vale el querer ocultar o falsear las realidades duras o desagradables.


Están ahí y es preciso afrontarlas. Lo contrario sería engañarnos a nosotros
mismos. Tener miedo por las consecuencias que nos acarrean las realidades
duras de nuestra vida es algo comprensible. Una cierta inseguridad en nuestra
vida es inevitable: somos débiles tanto física como psíquicamente y eso tiene
sus necesarias consecuencias. No hay por qué asustarse.

Es esta situación humana la que acrecienta en nosotros la capacidad de


defendernos a nosotros mismos y de andar siempre buscando. Hemos oído
decir: “hay que contar con una seguridad mínima vital, cuando menos para
poder aprender a caminar en la inseguridad”. Deberíamos evitar dos actitudes:

 Desfigurar la realidad, desconocerla, no asumirla como es...


 Dejar de luchar para transformarla. El miedo, la inseguridad nos
puede paralizar y empequeñecernos. A menudo observamos que,
ante la realidad, muchas personas:
+ Se deprimen....se cierran en sí mismas....evitan toda comunicación
con los otros,
+ pierden interés por salir, por hacer fiesta, por estar con los amigos
+ Muchos padres “tiran la toalla” en su tarea de formar a los hijos...
+ Mucha gente se vuelve nostálgica, añorando los tiempos de “mano
dura”....

3. A pesar de todo, confiados y esperanzados

Pero, afortunadamente, en nuestra vida no hay sólo inseguridad y


miedo. Lo que pasa es que,. a veces, agrandamos los problemas, les damos más
importancia de la que tienen, y nos solemos bloquear ante lo negativo de
nuestras vidas. Pensamos sólo en lo que nos falta, y eso nos impide tomar
conciencia y gozar de lo muchísimo bueno que hay en nuestras vidas concretas.

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Hay muchas realidades esperanzadoras, que son reflejo de la confianza y


seguridad que, no obstante todo, tenemos los hombres y mujeres de hoy:

 Un “acto de fe y de confianza” en el futuro lo ejercen los padres, cuando


continúan trayendo hijos al mundo.
 Se hace más grande la solidaridad ante los problemas del mundo: lo que
afecta a otros pueblos, aunque sean lejanos, nos afecta a nosotros mismos.
 A pesar de todas las dificultades, es, hoy, mayor el acercamiento entre
padres e hijos.
 Somos más conscientes de que “la tierra no es nuestra” y nos mostramos
más respetuosos con ella.
 Nos respetamos más en nuestras diferentes opiniones y no es tan tensa
nuestra convivencia
 Mucha gente que ha pasado por situaciones personales y sociales muy
graves, han rehecho sus vidas.
 Somos más conscientes del reconocimiento y respeto de los derechos
humanos.

En un hecho: a medida que va madurando nuestra personalidad, nuestras


vidas transcurren más serenamente, porque nos fiamos más de nosotros
mismos y de los demás. Con todo, la inseguridad y el miedo están ahí y es
preciso dominarlos, apoyándonos mucho en el reforzamiento de nuestra
personalidad y de nuestro mundo interior. Cuando dependemos sólo de
factores externos, nos encontramos a merced de los vientos que corran.

4. La fe religiosa, ¿nos quita el miedo o nos lo aumenta?

No nos referimos a la fe religiosa en sí misma, sino a nuestro modo de


vivirla. Está claro que la vivencia religiosa en cada uno de nosotros puede ser
un apoyo extraordinario para la realización de nuestra persona, o puede, por en
contrario, meternos miedos y provocarnos evasiones respecto a la problemática
de nuestra vida personal y social.

 Los hombres primitivos “temían” a los dioses. Percibían su presencia en


muchos de los fenómenos naturales como una amenaza. Pero el miedo a
Dios continúa muchas veces en la conciencia de muchos cristianos.
Confunden el “temor de Dios”, que es la actitud reverente y agradecida de
la criatura con relación a su creador, con el “miedo” a alguien que es tan
poderoso como hostil a la criatura. Hay muchos comportamientos que
manifiestan esta actitud: por ejemplo, el miedo al encuentro definitivo con
Dios después de la muerte.
 La fe religiosa les ha servido también a muchos como refugio para no
enfrentarse a las dificultades de la vida. Otros se refugian en las seguridades

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que les ofrecen las prácticas religiosas puramente externas. Estas maneras
equivocadas de vivir la fe religiosa han provocado que algunos pensadores
hayan visto la religión como un invento que el hombre hace para librarse de
sus miedos construyendo un mundo irreal, en el que ya no es él mismo, ni
dueño de sus opciones y decisiones.

REFLEXIONAMOS Y COMPARTIMOS:
 ¿Con cuáles inseguridades y miedos de los que hemos visto te ves
más identificado, porque hagan más mella en ti?
 ¿Cuáles son tus principales experiencias de seguridad y valentía
ante la vida? ¿Qué es lo que te hace sentirte confiado? ¿Te parece que
es contradictorio experimentar a la vez estos dos sentimientos:
seguridad/inseguridad; miedo/confianza?
 La vivencia religiosa que tienes, ¿qué aspecto te apoya más: el
miedo o la confianza?, ¿la evasión o la valentía?

II. UNA BUENA NOTICIA

Hay muchos creyentes hoy que describirían su experiencia religiosa


como una experiencia interior de libertad, de gozo, de amor, una experiencia
que les hace crecer también humanamente y que les hace también
humanamente sentirse mejor, más llenos. Los cimientos de la esperanza están
en uno mismo, pero están también en el apoyo y la cercanía de muchas
personas que nos rodean. Desde la fe, muchos creyentes harían suyas estas
palabras del salmo 26: El Señor es mi fuerza, mi roca y mi salvación, ¿a quién
temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar?... Aunque
mi padre y mi madre me abandonen, tú, oh Dios, no me dejarás.

En esa línea iba la expresión de Santa Teresa: “nada te turbe, nada te


espante... quien a Dios tiene nada le falta, solo Dios basta”.

Y es que la seguridad y confianza en Dios las aprende el creyente-


discípulo en la escuela de Jesús:

 Jesús, acompañado del Padre


Jesús vivió la experiencia de la cercanía de Dios Padre en su vida y, como
consecuencia su confianza filial. Esto es lo que le hizo mantenerse fuerte y
seguro ante las grandes dificultades por las que pasó. No fue la menor
aquella constatación de que “todos le abandonaron” (Jn 6,66).

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También él tuvo miedo. En Getsemaní “empezó a entristecerse y a


angustiarse”. Y pidió al Padre: “si es posible, pase de mí este cáliz” (Mt
26,39). Pero, no dudó del acompañamiento del Padre, y por eso su confianza
no lo evadió frente a la realidad dura que se le avecinaba: “¿a quién
buscáis?... Yo soy”

 Jesús pide a los suyos que confíen en el Padre y en Él


Reprende a sus discípulos, porque buscan su seguridad en los bienes materiales:
“no andéis agobiados por la vida, pensando qué vais a comer o a beber, ni
por el cuerpo, pensando con qué os vais a vestir” (Mt 6,25). La gran
pregunta de Jesús a quien se la cercaba en busca de ayuda era muchas veces
la misma: “¿tú crees?”, es decir: ¿confías en Dios, a pesar de las dificultades?

“¿Por qué dudáis?” les pregunta Jesús a sus discípulos, miedosos por las
olas, a pesar de que el mismo Señor estaba con ellos (las olas= los vientos
contrarios en el mar de la vida) (Mt 8,26). Uno se enfrenta más fácilmente a
la vida cuando se siente acompañado por otro, ya que aumenta su confianza
personal: “cuando un hombre se siente amado, ya no es el mismo, y cuando
se sabe amado divinamente, está salvado” (Eloi Leclerq).

 Cuando la compañía de Dios no se siente


Esta confianza en la cercanía de Dios en nuestras vidas no siempre se siente.
Jesús llegó a gritar en la Cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?” (Mt 27,46). Pero, en medio de la oscuridad confió en Dios
Padre. Ahí se mide la talla de un buen creyente: “ser fieles en la oscuridad a
lo que se vio claro en la luz”. Juan Pablo II gritó al mundo en el inicio de su
pontificado: “No tengáis miedo! abrid de par en par las puertas a Cristo”.

 La fe no suprime las dificultades, ayuda a darles sentido y a mirarlas


con esperanza.
Como todos los humanos, tampoco los creyentes estamos libres de la
inseguridad y del miedo. La fe no nos suprime las dificultades, ni la
angustia, ni el dolor, ni el miedo. Pero la fe nos ayuda a:

+ No buscar una respuesta que nos lleve a situarnos fuera del mundo, fuera de las
angustias, de los dolores y de las esperanzas de los hombres y mujeres de
nuestro tiempo. Con ellos las compartimos.
+ mirar la vida con esperanza, y a descubrir la gran cantidad de signos
esperanzadores en lo más hondo de las experiencias humanas, comenzando
por nuestra propia capacidad de superarnos.
+ asumir la propia sensación de inseguridad en el camino de la búsqueda. A
pesar de la seguridad de la fe, “caminamos aún a tientas”.

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Algunos testimonios:

“Dios no vino a la tierra a quitar el dolor, ni siquiera a explicarlo, sino a llenarlo con su
presencia” (Paul Claudel)

“El miedo llamó a la puerta. Fui a abrirla, y no había nadie” (Lutero King)

“El mundo ha perdido su rumbo, no porque falten ideologías orientadoras, sino porque
no conducen a ninguna parte”... “en la jaula de su planeta, los hombres se mueven en círculo,
porque han olvidado que se puede mirar al cielo... Cuando nosotros queremos vivir solos, se
nos ha hecho imposible vivir” (E. Jonesco).

III. LLAMADOS A LA CONVERSIÓN

 ¿En qué situaciones de dificultad has encontrado luz desde la fe?


Probablemente la dificultad no ha desaparecido, pero, ¿la has vivido
de otra manera? ¿cómo?
 Las dificultades y miedos no son sólo a causa de nosotros
mismos, sino del mundo y de la sociedad en que estamos, ¿cómo nos
podría ayudar Jesús y su Evangelio a conseguir algo NUEVO? ¿Con
qué disposiciones interiores podríamos acoger la oferta que Jesús nos
hace?

3. CONVIVIR: UNA NECESIDAD Y


UN PROBLEMA

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I. APROXIMACIÓN A LA REALIDAD

 La persona no sólo vive; también convine

Tenemos necesidad de convivir con los demás. Convivir (vivir-con) es


una experiencia básica y común de todo ser humano: vivimos con la familia,
con los vecinos, convivimos en el pueblo, en el barrio. Tanto el estudio como el
trabajo crean lazos de convivencia ante intereses comunes.

Es verdad que los noveles de convivencia son distintos: no es lo mismo la


convivencia en el matrimonio y la familia que la convivencia con los vecinos del
barrio; la convivencia permanente que la ocasional; no es lo mismo compartir
todas las situaciones que depara la vida que hacerlo sólo en los ratos libres o de
ocio.

 De la convivencia surge la amistad

Y sin relación de amistad el hombre se condena a vivir en un egoísmo


infantil. Sin relación amistosa nos incapacitamos para una vida equilibrada
psicológicamente, ya que nuestra existencia está hecha para con-vivir. “No unos
contra otros”, sino “unos con otros”, dijo Pablo VI en las Naciones Unidas,
citando a J-F. Kennedy.

Y es que necesitamos de los otros para casi todo: para nacer, para
aprender a vivir, a hablar, a pensar, a gozar, a rezar..., para sentirnos
protegidos, para poder comunicarnos y apoyarnos en nuestras dificultades...

 Dos experiencias en lo de convivir:

a) la convivencia es rica y maravillosa

De hecho, la convivencia influye enormemente en cada uno de nosotros,


con todo lo que nos aporta y en lo que, en menor o mayor grado, vivimos
inmersos. Ya lo dijo el filósofo Ortega y Gasset: “yo soy yo y mis
circunstancias”.

Tanto para lo bueno como para lo malo nos influye la familia, los amigos,
los educadores, los compañeros de trabajo o de estudio..., todo el entorno en el
que vivimos. Todos estos niveles de convivencia nos aportan valores o riquezas
muy diferentes: afecto, intimidad, acogida, apertura, perdón...

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¿Cómo no valorar lo gratificante de la armonía y convivencia


matrimonial y familiar en lo que se refiere a la maduración personal de todos
sus miembros, especialmente de los más pequeños?

+ La amistad

En las relaciones de unos con otros la amistad tiene una


importancia trascendental. Todos necesitamos ese ámbito de intimidad que son
los amigos, en quienes confiamos plenamente. Cuando no los tenemos, solemos
decir: “es que no tiene uno en quien confiarse”.

El regalo de la amistad ha sido valorado y cantado en todo tiempo y lugar


por poetas, filósofos, hombres religiosos...He ahí algunos testimonios:
Aristóteles (s.IV a.C.): “un amigo fiel es un alma en dos cuerpos”. San Agustín:
“nada es grato para el hombre, si no tiene un amigo”. A. Camus: “es imposible
ser feliz a solas”, F. Bacon: “la amistad duplica las alegrías y divide las
angustias por la mitad”. Y de todos es conocida la afirmación del Libro de los
Proverbios: “un amigo es un tesoro”.

La amistad se expresa con mucha frecuencia en la invitación a la mesa.


La comida estrecha los vínculos y une. Cuando a alguien le queremos marcar la
distancia, le solemos decir: “tú y yo, ¿cuándo hemos comido en el mismo
plato?” Y es verdad, la comida es muchas veces origen de una nueva amistad,
lugar para solucionar conflictos, expresión de sincera amistad...

b) la convivencia, compleja y difícil

La convivencia es necesaria, pero no es fácil ni sencilla. Lo sabemos por


nosotros mismos y por los que nos rodean:

 nos cansamos de aquellos con quienes con-vivimos, y buscamos


“evasión” y “descanso”, procurando estar a solas.
 No conseguimos librarnos del todo de un cierto egoísmo, que nos
hace ser el centro de todo y de todos, y nos cierra, haciendo sufrir a
los demás.
 Por otra parte, estamos inmersos en una realidad (el trabajo, la
vida política, la diferente posición ante valores, las herencias...) que,
produciendo conflictos, genera tensiones en la convivencia, y nos
lleva a aislamientos y enfrentamientos, a veces fuertes. El ejercicio
práctico de la política ha enrarecido muchas veces las relaciones en
nuestros pueblos.

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 De hecho, hay indicadores que suponen que la convivencia no


marcha del todo bien:

+ La soledad de muchas personas. No sólo en las grande ciudades,


donde es en ocasiones grave, sino que empieza a darse en nuestros
propios pueblos. A veces, queremos imitar la “soledad de la ciudad”,
donde se dice que hay “soledad en medio de la muchedumbre” o
“muchedumbres solitarias”. Muchas veces estamos distanciados
incluso de quienes materialmente estamos codo con codo.

+ Los brotes racismo, expresado en la hostilidad e indiferencia con que


tratamos y dejamos solos a los inmigrantes y a nuestras propias
minorías étnicas.

+ Las dificultades en la convivencia de las diferentes generaciones. Sin


llegar a un conflicto generacional declarado, es tremenda la soledad que
muchos padres tienen respecto a sus hijos; y muchos hijos respecto a
sus padres

 Dificultades se sienten también en la convivencia más estrecha,


más diaria, más permanente. Por ejemplo, en la convivencia familiar.
Se hace a veces muy difícil, convirtiéndose en uno de los puntos más
calientes de la vida de la familia. Cuando esta dificultad no se afronta
con madurez y sencillez, pueden llegarse a situaciones de separación
definitiva.

 Lo mismo que la convivencia nos envuelve, el conflicto nos persigue.


Allí donde hay personas en relación, suele haber personas en
conflicto.

REFLEXIONAMOS Y COMPARTIMOS:

1. A lo largo de tu vida has tenido muchas experiencias de


convivencia, en muchos niveles, destaca los valores más importantes
que te ha aportado la convivencia a lo largo de tu vida.

2. También habrás tenido dificultades para la convivencia,


dificultades tuyas, dificultades de los demás, dificultades del
ambiente, ¿cuáles de esas dificultades te parecen las más importantes
y a qué se pueden deber principalmente?

II. UNA BUENA NOTICIA

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 Un joven croata, llamado a incorporarse a filas para la guerra de su país,


se niega, afirmando: “Yo no puedo matar a mi vecino, con quien he compartido la
comida y la bebida; ni a mis amigos del grupo musical, porque sean de un origen
distinto al mío”. Con este convencimiento, huyó a otras tierras.

 Un hecho de convivencia, convertido en parábola. Sucede en una casa


parroquial. El cura, antiguo misionero en Perú, hace de ella una casa de
acogida: él, junto a otro sacerdote enfermo, conviven, día a día, con un
grupo de jóvenes en dificultad. La procedencia es variada: un tunecino, un
marroquí, un asiático, un europeo del este, un cordobés... En la casa se
percibe un ambiente de cercanía y convivencia. Algo nuevo ha acercado a
toda aquella gente, por encima de sus orígenes, actitudes y creencias...

Y la parábola, que recuerda a la de Isaías, viene ahora: alguien, que visita al


grupo, y cena con ellos, la relata: en la sobremesa irrumpe un perro de esos
que causan “respeto”, pero no hay que inquietarse, pertenece también a “la
familia”. Se aproxima también un gato, pero, al ser también de “la familia”,
no produce en el perro ningún sentimiento de hostilidad. Alguien explica:
no tiene mucha importancia, cuando estos animales se crían juntos no se
consideran enemigos. Pero la sorpresa de “convivencia ecológica” continúa:
con buen queso para su alimentación, en una redonda pecera de cristal
vacía, juega un pequeño ratón. Había aparecido en un día de limpieza y se
decidió que perteneciera también a “la familia” Sacado de su pecera, para
dar una vuelta por la habitación no produjo ningún sentimiento hostil en el
gato. Terminada aquella escena entrañable, alguien comentó: “está visto:
cambiadas determinadas actitudes subjetivas y con nuevas condiciones
objetivas, la convivencia entre todos puede ser de otra manera”. Allí ya lo
era en el grupo humano. La extraña y simpática convivencia entre animales
considerados irreconciliables, sirvió de parábola.

 El profundo deseo de convivir viene de muy hondo: estamos hechos a


imagen y semejanza de Dios que es amor, comunicación, comunidad entre el
Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

La Alianza del Sinaí, camino de convivencia:

 Dios “educa” a su pueblo en las actitudes fundamentales. La Alianza del


Sinaí es uno de esos momentos. A él tenemos que recurrir para saber qué
tipo de relación quiere de Dios de los hombres con él y de los hombres entre
sí.
 La Alianza se escribe en un contexto de exigencia de amor recíproco:
Dios es el Dios de Israel, e Israel es el pueblo de Dios en reconocimiento y
fidelidad. Pero ha de ser “pueblo”: y para serlo la Alianza exige unas

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relaciones horizontales entre todos, que crean una nueva convivencia. Una
lectura de Ex 20, 1-17 (donde encontramos el decálogo –los diez
mandamientos-) nos da pistas para iluminar una auténtica convivencia.

Jesús de Nazaret, creador de fraternidad

 Jesús “tiende lazos”

Nuclear en el mensaje de Jesús es que Dios es su Padre y nuestro Padre y,


que, en consecuencia, todos somos hermanos. De ahí la importancia que
tiene en la vida de toda persona amar a Dios y al prójimo. Tanto que, desde
Jesús, “los diez mandamientos se encierran en dos: en amar a Dios sobre
todas las cosas y al prójimo como a uno mismo”.

Por ser Hijo, Jesús mismo está agarrado por la pasión de la fidelidad y amor
a su Padre. Y desde ese amor, ama a todos los hombres y mujeres,
especialmente a los más pobres y excluidos, a quienes se abre como
hermano. Con algunos de ellos constituye un grupo de cercanos, “para que
estuvieran con él” (Mc 3,13-14).

Pero con relación a todos, él tiende lazos de amistad, de cercanía, perdón,


acogida y comprensión. Con Zaqueo, con la mujer adúltera, con los pecadores
que sienta a su mesa, con los leprosos a quienes acoge por encima de las
prescripciones legales, disculpa las “meteduras de pata” de Pedro; a Judas,
el traidor, lo llama “amigo”; muere perdonando a los que lo crucifican....

 La mesa compartida

“Compartir la mesa” es para Jesús signo de amistad y cercanía. Y es que


culturalmente, “comer juntos” estrecha lazos de auténtica fraternidad.
Nosotros consideramos el no compartir la mesa como expresión de
distanciamiento. Y se lo decimos a quienes pensamos “que se pasan”: “¿tú y
yo cuando hemos comido en el mismo plato?” “Comer en el mismo plato”
significa mucho.

Jesús lo comió con todas aquellas personas que social, cultural y


religiosamente estaban excluidas. Por eso, sus comidas con los pecadores
causaron escándalo.

“Compartir la mesa” va a ser el signo existencial y sacramental por


excelencia del grupo de sus seguidores. Una comida es el gesto que contiene
y expresa todo su amor y entrega para la salvación de los hombres: la

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eucaristía. Y por eso la eucaristía es también el origen de toda la fraternidad


cristiana.

 Cercanía y ternura de Jesús

Se hacen más manifiestas en el momento de la despedida: “no os dejaré


huérfanos, volveré... Estaré con vosotros hasta el final de los tiempos... Por
ellos te ruego, Padre, para que todos sean uno como nosotros... Como el
Padre me amó, yo también os he amado, permaneced en mi amor” (cfr Jn
13,1ss; Mt 28,20).

Profundamente entrañable es todo el trato de Jesús resucitado con sus


discípulos, para disipar dudas e infundirles confianza. Se puede leer Jn
20,CAPut!’-29; 21, 1-25; Lc 24, 13-35. Son encuentros del amigo vivo,
hermano fiel, que busca infundir la cercanía y la confianza del
reconocimiento.

 Jesús vive y “entrega” el amor fraterno

Se puede decir que una de las cosas que más huella dejó en los discípulos de
Jesús fue el amor mutuo y el amor a todos, especialmente a los más débiles y
necesitados. La imagen de Jesús lavándoles sus pies, en señal de servicio
fraterno, y la recomendación de hacer ellos lo mismo, lleva enseguida a la
vida de las comunidades primitivas la urgencia del amor. Se puede leer Hch
2,42-47 y 4, 32-35.

 La comunidad nace de la comunión

Toda comunidad nace como fruto de una comunión en algo. Nosotros, los
cristianos, nos sentimos unidos por una misma fe en un mismo y único Dios;
en un mismo Salvador, Jesucristo, y en un mismo bautismo (Ef 4,5-6); en unos
mismos sacramentos, especialmente en la Eucaristía, en la que nace y desde
la que crece la comunidad, y en un mismo testimonio de vida.

Muchos cristianos han experimentado y experimentan hoy el apoyo y la


ayuda que supone la comunidad para vivir la fe. En realidad la fe se vive
siempre con los hermanos, en un ambiente de comunión y de familia. La
“gran familia de la fe”. Habiendo participado en la misma eucaristía, ¿a qué
otro cristiano podríamos nunca decirle: “tú y yo, cuándo hemos comido en
el mismo plato?”.

 Un preciso texto sobre la comunión como forma de vida cristiana:

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Es el de Juan Pablo II en la carta para el inicio del nuevo milenio:

“Espiritualidad de comunión significa;

+ ante todo, una mirada del corazón al misterio de la Trinidad que habita
en nosotros, y cuya luz ha de ser reconocida también en el rostro de los
hermanos que están a nuestro lado,
+ capacidad de sentir al hermano de fe en la unidad profunda del cuerpo
místico como “alguien que me pertenece”,
+ saber compartir sus alegrías y sus sufrimientos, para intuir sus deseos
ya tender a sus necesidades, para ofrecerle una verdadera y profunda
amistad,
+ capacidad de ver, ante todo, lo que hay de positivo en el otro, para
acogerlo y valorarlo como regalo de Dios: se trata de “un don para mí”,
además de ser un don para el hermano que lo ha recibido directamente.
+ saber ‘dar espacio’ al hermano, llevando los unos las cargas de los otros
(cfr Gal 6,2) y rechazando las tentaciones egoístas de competitividad, ganas
de hacer carrera, desconfianzas y envidias”

III. LLAMADOS A LA CONVERSIÓN

1. Desde el comportamiento de Jesús hacia los demás y teniendo en


cuenta lo que él quiere para sus seguidores: construir una auténtica
comunidad de amor , ¿te sientes llamado tú también, a pesar de las
dificultades, a intentar esta experiencia? ¿Cómo se puede avanzar
desde aquí en el tipo de comunidad parroquial?

2. ¿Qué puede aportar una comunidad cristiana viva a la necesaria


convivencia ciudadana, en el sentido de comunión, cercanía, diálogo,
respeto...? ¿Lo estamos realmente aportando?

3. Jesús es modelo y estímulo para ahondar en la convivencia,


¿cómo crees que puede ayudarte la acogida de su presencia en tu vida,
para tener las fuerzas necesarias a la hora de convivir, acoger y estar
en comunión con todos?

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4. ¿DÓNDE ENCONTRAR LA FELICIDAD?

I. APROXIMACIÓN A LA REALIDAD

 Felicidad y realización personal

Son dos palabras bonitas, pero que corren el riesgo de estar


“manoseadas”, por exceso de uso y, a veces, de mal uso... Pero, a pesar
de todo, es verdad que el deseo de ser felices es el que nos mueve. En
cada momento buscamos la felicidad. Tan hondamente está arraigada en
nuestro ser.

+ ¿Qué es la felicidad?

De manera general, la felicidad es el sentimiento de bien-estar


(estar a gusto, o en armonía) con uno mismo, de vivir la vida con agrado, de ser
gratificados por ella... Podemos decir que una persona es feliz cuando se realiza
en aquello que descubre como válido y digno de ser vivido. La felicidad
consiste, en última instancia, en la realización personal.

+ ¿Qué es la realización personal?

A pesar de muchas apariencias (de vidas inconscientes, sin preguntas, sin


profundización, un poco “a lo que salga”, incluso con una cierta dosis de
“pasotismo”), la mayoría de las personas nos trazamos unas metas e, incluso,
hasta un cierto proyecto de vida, muchas veces sin formularlo ni escribirlo.

Por realización personal podemos entender, de manera sencilla: vivir la


vida de manera coherente con el proyecto y las metas que nos hemos trazado y
con los valores que hemos asumido como valores dignos para vivir nuestra
existencia.

Pero, estos valores y estos proyectos, ¿los determino yo, o me vienen


impuestos desde fuera: la publicidad, los medios de comunicación, el ambiente?
¿No estarán otros, y no yo, diciéndome en qué consiste mi felicidad? Hoy más
que nunca es preciso un esfuerzo para llegar de manera personal a descubrir
aquello en lo que merece la pena poner empeño, aquello que me reportará felicidad.

 Diversas “medidas” de felicidad

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No todos buscamos la felicidad en las mismas cosas. Unos la buscan en el


sosiego y la calma interiores; otros en la actividad y el ajetreo; algunos la
persiguen en el éxito, el aplauso.... (y así, infinidad de metas). Pensemos en
algunas:

+ la salud nos da felicidad... Y cada vez hay más personas que se


preocupan de mantenerse en forma y cuidar su cuerpo...
+ los que ponen su felicidad en el dinero... Y no se imaginan poder ser
felices sin tener mucho para gastar, consumir...
+ los que piensan que no hay felicidad si no hay goce inmediato... E
intentan disfrutar a tope, divertirse, buenas comilonas, mejores bebidas... y “a
vivir la vida, que son tres días”...
+ los que piensan que para ser felices no hay que pedir demasiado a la
vida. Al fin y al cabo, todo es fugaz...Ya está bien de grandes apetencias y
horizontes... Se trata de vivir lo mejor posible el momento presente. Lo demás son
cuentos...

Una actitud, representada en estas o parecidas afirmaciones: “la vida es


un perrito caliente” (anuncio publicitario). “Sed moderadamente felices”
(recomendación de un presentador televisivo). “no hay más cera que la que
arde; la vida buena es la buena vida”. “Mueran las promesas colosales; lo que
cuenta es el gota a gota; el disfrute de goces perecederos; la conquista de
pequeños oasis”.

Afortunadamente no todo el mundo piensa así. Los hay también que


buscan la felicidad en valores más hondos: la relación con los demás, la familia, la
amistad, la aportación personal a la sociedad, las responsabilidades públicas, el
bien que se hace a los otros... O en la contemplación del campo y de la belleza
de la naturaleza..., en el arte...

Y todos conocemos, sin duda, a personas que son felices entregándose y


sirviendo a los demás, aunque ello les exija renunciar a otras muchas cosas,
llevando una vida sacrificada y austera.

De todos modos, la felicidad plena es difícil de conquistar. Siempre


vivimos un cierto grado de insatisfacción personal y social. Una meta conseguida
reclama otra mayor..., los logros no nos dan el grado de felicidad que
esperábamos... Normalmente conseguimos tan sólo “parcelas de felicidad”. La
situación que nos rodea es, a veces, tan dura que incide negativamente en la
felicidad personal. Fijaos en esta frase de M. Benedetti: “un pesimista es una
persona optimista bien informada”...

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 La religión, ¿una amenaza para la felicidad?

Toda religión ofrece una promesa de felicidad. La cuestión está en saber


En qué, cómo y cuándo la ofrece.

+ Mucha gente tiene la impresión de que la felicidad que nos promete la


religión es solamente una felicidad para el más allá, sin preocuparse por la
felicidad en el aquí y ahora. Para el aquí y ahora tendría sólo estas expresiones:
“un paso fugaz”; “una mala noche en una mala posada”; “un valle de
lágrimas”..., insistiendo en el aguante resignado ante las contrariedades y
malestar de la vida; en la otra vida, todo será diferente. Por eso, muchos
piensan que a Dios no lo necesitan para organizar esta vida.

+ Otros ponen en oposición la felicidad religiosa y la felicidad humana, como


si la primera fuera enemiga de la segunda. Es conocida aquella frase tan
popular: “todo lo que da placer engorda o es pecado”. Parece como si el hombre
religioso fuera el hombre de la renuncia, del “no”, el aguafiestas de los deseos
de libertad, desarrollo, futuro que anidan en el corazón de todo hombre y
mujer. Muchos que se alejaron de la fe habían sufrido en su interior esta
oposición

REFLEXIONAMOS Y COMPARTIMOS

1. Mirando a tu entorno personal, señala tres o cuatro valores que la gente


ve como más importantes para ser felices en la vida.
2. Vamos a calificar con nota de 0 a 2: (0= grado menor de acuerdo; 1= grado
medio de acuerdo; 2: grado superior acuerdo) diez frases que se refieren a la
felicidad. Después sumamos los resultados y dialogamos sobre las que
menos y más puntuación han obtenido:

1. Serás feliz el día de mañana, si ahora eres capaz de ser


Feliz con lo que tienes. .........
2. Cada vez hacemos depender nuestra felicidad de más cosas,
“el que no sabe vivir con poco, siempre será un esclavo”
(Horacio) ..........
3. Frecuentemente ponemos la clave de la felicidad
En aquello que nos falta ..........

4. Nuestra felicidad no consiste tanto en “poseer” cosas,


como en “ser” personas ...........

5. Nuestra felicidad consiste en sacar el jugo a las cosas


Positivas que tenemos, más que fijarnos en aquello que

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Nos falta ..........

6. La felicidad no está tanto “fuera” de uno mismo, cuanto


“dentro” de la misma persona. ..........

7. La sencillez de vida tiene mucho que ver con la felicidad ..........

8. Para ser feliz es preciso renunciar a muchas cosas ...........

9. No hay mejor camino para la felicidad personal que luchar


por la felicidad de los demás ..........

10. El secreto de la felicidad consiste en encontrarse con Dios,


que es fuente de toda felicidad ..........

3. La última afirmación nos hace preguntarnos: ¿cómo puede la vivencia


religiosa ayudar la felicidad humana? ¿qué tipo de experiencia religiosa?
¿Ves que están extendidas en tu ambiente las dos percepciones de la
“felicidad religiosa” que hemos analizado? ¿Qué opinión de merecen?

II. UNA BUENA NOTICIA

 La oscuridad diaria de Felisa, madre de familia: “confío y vivo feliz”

“Me llamo Felisa, tengo 58 años, y soy viuda desde hace casi 4 años. Tengo 2
hijos y una hija de 33, 31 y CAPut!’ años. Con el hijo mayor y con la hija no
te tenido que lamentar nada grave. Pero con el segundo chico he tenido
muchos problemas: desde fracasos en los estudios, amistades no buenas...
hasta con el mundo de la droga. Desde entonces, un calvario.

Intentamos que se rehabilitara. Deambulamos por hospitales, comisarías,...el


Patriarca fue el centro de rehabilitación que encontramos... Cuando volvió
rehabilitado vino acompañado de una chica. Los aceptamos en casa. Mi hijo
tuvo que ir a la “mili” y su compañera se quedó con nosotros.

Al volver del servicio militar se casaron y fueron a vivir a un piso. Tuvieron


dos niños gemelos, uno de los cuales, a los pocos días, sufrió una meningitis
grave y quedó ciego y con parálisis cerebral.

En este tiempo, a mi marido le diagnosticaron un cáncer de pulmón. Tuvo


que armarse de valor para llevar una vida normal. Si mi fe en Dios y en su
bondad no me hubiese acompañado, no hubiera resistido. En febrero de 1990

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murió mi esposo. Y en noviembre del mismo año, la esposa de mi hijo el


menor abandona el hogar, y mi hijo se quedó con los dos niños de 14 meses,
uno de ellos, Víctor, ciego y hemiplégico. ¿Qué hacer? Me hice cardo de la
casa y de sus quehaceres, y así sigo.

A pesar de todo ello, soy feliz. Me siento bien interiormente. Cuando llega la
noche, siento el cansancio, pero al día siguiente comienzo con nueva ilusión.
Creo firmemente que cuento con la ayuda de Alguien superior a mí; sola no podría
hacerlo.

En esto veo que mi fe me ha ido madurando. Mi vida diaria se centra en ofrecer


a Dios cuanto tengo: trabajos, sufrimientos, alegrías, plegarias..., y cuando le
pido ayuda, tengo la plena confianza de que, como Padre, me concederá
cuanto me convenga y que, algún día, llegaré a Él.

El alimento de mi fe lo encuentro en los evangelios, en el grupo de revisión


de vida, en la eucaristía y en la entrega a los demás, pues cuanto pueda
ofrecer a mis hermanos es un don que he recibido de mi Padre de manera
gratuita; debo ponerlo al servicio de quien lo necesita.

Me preguntan cómo puedo sentirme tan bien con todo lo que me ha tocado
vivir. Mi fuerza está en mi fe alimentada, como ya he dicho. Un cristiano nunca
está solo. Y si confía en que el servicio a los demás es lo más agradable a
Dios, ha de sentir la felicidad que yo siento” (Cristianismo y Justicia, n. 57,
pgs. 41-43).

Para esta mujer, Dios, en lugar de ser un “aguafiestas” es un Dios


liberador de angustias, que da ganas de vivir y de servir. La manera de
pensar y actuar de Felisa está en línea con el mensaje de la Biblia y , muy en
concreto, con el mensaje de Jesús.

 El proyecto de Dios para la humanidad

Desde las primeras páginas de la Biblia, vemos que Dios tiene un


proyecto de felicidad para el hombre. Los primeros capítulos del Génesis nos
muestran al hombre, creado para vivir en un paraíso.

Ya sabemos que esta imagen del paraíso no hay que entenderla al pie de
la letra, pero el mensaje que nos transmite es claro: Dios crea al hombre y a la
mujer y los coloca en el centro de la creación, para que vivan en armonía con Él,
con ellos mismos, con los demás hombres y con toda la creación. Se trata de un
gran ideal de felicidad. “Vio Dios todo lo que había hecho, y era muy bueno”
(Gn 1,31).

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Ante el fracaso del hombre respecto a este ideal de felicidad, Dios


interviene restaurando y salvando, según la promesa hecha en el mismo
Génesis. Y siempre con imágenes de júbilo y palabras de gozo. Así describen los
profetas el retorno del desierto, después del destierro del pueblo en Babilonia
(cf. Is 35). Y es que Dios no quiere la muerte del hombre que se ha apartado de
su camino, sino que lo que quiere es que recapacite y se convierta, para que viva
(cf. Ez 18,23). El sentido de vida no lo agota la vida biológica, sino que se
extiende a todo lo que en la vida da plenitud.

 Las enseñanzas y acciones de Jesús

Jesús habla frecuentemente del Reino de Dios con imágenes de felicidad: el


banquete, la fiesta. La reconciliación es gozo y fiesta (parábolas de la oveja
perdida, del hijo pródigo). La actuación de Jesús es sanadora: cura, perdona,
devuelve esperanza, alegría y ganas de vivir.

El centro del “sermón de la montaña” son las bienaventuranzas (las


“dichas”) que son gritos de felicidad para los que eligen el camino de Jesús.
Sólo que para Jesús los criterios de felicidad son muy distintos de los que se
ofrecen en el “mercado de la felicidad”. Jesús llama felices a los pobres, que no
cuentan para los demás; a los que “eligen ser pobres”, los desprendidos y
solidarios con los pobres; a los misericordiosos, que se acercan al dolor y a la
alegría de los demás y los comparten; a los constructores de la paz; a los que
aman y practican la justicia... Criterios nuevos, pero criterios de felicidad. El
mensaje es enormemente positivo.

 El seguimiento de Jesús, anuncio de felicidad

Para experimentar la alegría por el camino de felicidad que propone Jesús,


necesitamos una profunda conversión a Él. Un cambio de valores que nos
muestra el ejemplo de tantos hombres y mujeres que son felices en el
seguimiento de Jesús y en el servicio a los hermanos. Todos conocemos a gente
de este talante. Y ellos nos dicen que esa felicidad es real.

En mucha gente que conocemos, de carne y hueso como nosotros, que


viven el evangelio con sencillez y hondura, se cumplen las palabras de Jesús en
el evangelio de San Juan: “os he dicho todas estas cosas para que participéis de
mi alegría, y vosotros seáis plenamente felices” (Jn 15,11). La finalidad del gozo
y la alegría del evangelio de Jesús se hace vida de gozo y alegría en la existencia
concreta de mucha gente, a pesar de las dificultades.

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De alguna manera, se anticipa la representación de la vida futura, la vida


en plenitud, que describe el Apocalipsis como una vida “sin muerte ni llanto ni
luto ni dolor” (2,14). Ser felices aquí es ir adelantando en lo posible ese gozo que
nos espera, porque vivimos al estilo de Jesús.

III. LLAMADOS A LA CONVERSIÓN

1. ¿Nos creemos de verdad o nos parece una exageración el estilo de


felicidad que proponen las Bienaventuranzas? ¿Conocemos a gente
que es feliz de esa manera? ¿Hemos experimentado personalmente
momentos de felicidad viviendo con ese estilo?

2. ¿Intentamos sinceramente descubrir el mensaje de felicidad que


llevan las palabras de Jesús cuando es preciso aplicarlas a la vida?
¿nos quedamos más bien en lo que suponen de “renuncia”?

3. ¿Qué valores tengo que cambiar en mi vida para ser realmente


feliz? ¿O prefiero quedarme con un sentido “recortado” de felicidad?

5. LLAMADOS A SER SOLIDARIOS Y


JUSTOS.

I. APROXIMACIÓN A LA REALIDAD

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 En muchas ocasiones, ya lo somos

Cuando abrimos un periódico o encendemos el televisor o la radio y


leemos o escuchamos noticias, parece que todo es negativo en la vida:
accidentes, asesinatos, violaciones, malos tratos, políticos corruptos,
matrimonios famosos que se separan... (Es verdad que las noticias buscan
siempre lo que se sale de lo normal –por eso, suelen decir un poco en broma
que no es noticia que un perro le muerda a un hombre, sino que un hombre le
muerda a un perro-). Pero es verdad que eso hace que nos hagamos una visión
muy negativa del mundo y de la realidad en que vivimos. Es verdad que la
realidad tiene muchas sombras, pero también tiene sus luces...

Si miramos a nuestro alrededor, somos capaces de descubrir también


hechos, situaciones y personas que estimulan y levantan el ánimo: hay mucha
gente solidaria, que intenta vivir la justicia por encima de sus propios intereses
personales o de grupo. Hay quien se ha planteado si es justo tener dos buenos
sueldos en la casa, habiendo tantas familias que no tienen ni uno..., y han
dejado, de común acuerdo, el trabajo de uno de los dos. O quien ha renunciado
a las horas extras para que pueda crearse otro puesto de trabajo. O quien el día
de su boda entrega todo lo que ha recogido para alguna institución de niños sin
hogar. O quien el día de su primera comunión entrega todo el “dinerillo”
recogido para los niños de la calle. O quien se pasa horas junto a un enfermo, o
presta de sus ahorros para que alguna familia salga de un momento de crisis
económica. O quien activamente colabora en programas de acción social sin
ningún ánimo de lucro o ganancia personal... Muchos de esos casos los hay y
los conocemos. Incluso de algunos de ellos podemos nosotros mismos ser
protagonistas. Maneras de ser que te dan ganas de vivir y de luchar. Hay gente
buena en el mundo.

 Pero no todo es así

Por mucho que nos cueste reconocerlo, no todo es así; tampoco en


nuestra propia vida. No todo es así, porque hay muchas familias entre nosotros
que lo pasan mal, y, al final, no tienen más remedio que aguantarse. Porque
entre nosotros existe el paro, que afecta a familias enteras y las priva no sólo de
la necesaria economía, sino de la dignidad del trabajo. Porque entre nosotros
hay ancianos que llegan a duras penas al final de mes con las pensiones no
contributivas. Porque, además de las carencias económicas, sufren carencias
afectivas de parte de los propios hijos o familiares. Porque entre nosotros
tampoco acogemos a los inmigrantes con grandeza de ánimo. Porque excluimos
a los gitanos.... (Siempre encontramos motivos para justificarnos).
No todo es así tampoco en nuestra vida personal: a veces, somos
voluntarios en acciones sociales y caritativas y, al mismo tiempo, somos injustos

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con quienes tenemos obligaciones. Andamos siempre buscando justificaciones


para nuestras insolidaridades..., y cuando ya no encontramos ninguna, solemos
decir: “la caridad bien entendida empieza por uno mismo”...

Lo mismo nos pasa con el Tercer Mundo. Vivimos también una especie
de contradicción entre nuestra solidaridad con él, especialmente manifestada
cuando hay alguna catástrofe (terremotos, inundaciones, sequías...), pero que se
queda mucho más a la sombra cuando se trata de compartir habitualmente,
buscando la solidaridad y la justicia con los pueblos del Sur. La situación en los
países en vías de desarrollo es alarmante. Sólo para que tengamos una idea: si
los más de 5.000 millones de habitantes del mundo, fueran un pueblecito de
1.000 habitantes, nos encontraríamos con estas sospresas:

 800 serían de color: amarillos, negros, cobrizos... 200 serían


blancos
 750 pasarían hambre; 700 morirían antes de cumplir 50 años. 600
vivirían en chabolas o casas de barro y paja. 250 no sabrían leer ni
escribir. 8 morirían antes de cumplir los 5 años.
 Sólo 60 serían los dueños de todas las tierras, empresas, bienes...

La actitud frente a estos problemas no puede quedarse en la real


solidaridad que mostramos en los momentos de urgencia.

 ¿Qué nos “pide el cuerpo”: la solidaridad o la injusticia?

Una primera mirada sobre nosotros mismos y sobre lo que nos rodea nos
podría indicar que “lo que nos pide el cuerpo” es el egoísmo desenfrenado.
Percibimos, a veces, tantas situaciones de insolidaridad e injusticia,
comenzando por nosotros mismos, que tenemos una sensación de impotencia.
Desde ella soltamos frases como éstas: “este mundo es un asco”; “esto no tiene
remedio”; “el hombre será siempre egoísta y, por lo tanto, injusto”.

Que estemos en esa situación no deja de extrañar cuando nos damos


cuenta de que, como seres humanos, somos radicalmente abiertos y
dependientes unos de otros; de tal modo que si no fuera por esa apertura y
complementariedad si siquiera existiríamos. Lo que nos hace personas es el haz
de relaciones que nos dan origen y que nosotros mismos desarrollamos a través
de nuestra vida. En la época infantil de manera muy egocéntrica; en la
adolescencia, de manera “exclusivista”; en la juventud, con miras más
generosas; y en la adultez, con mayor índice de gratuidad. Y así es: el
crecimiento de las personas se mide por su capacidad de comunicarse con otras
y de descubrir en ellas el complemento necesario de sus propias carencias.

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Así estamos hechos y ésta es nuestra vocación: la comunión de unos con


otros. Lo que pasa es que andamos por la vida con una “comunión muy
reducida”: a nuestra familia, a nuestro grupo de amigos, a nuestros
conocidos...Eso del "bien común": el bien de todos, estén donde estén, los
conozca o no los conozca... se nos queda muy lejos.

 Algunos sí lo entienden: ....cuando el amor es gratuito

La nobleza del corazón humano sale a flote muchas veces. No se


entendería de otro modo a quienes dedican toda su vida a los demás, y no
precisamente a su familia –a la cual incluso renuncian-, sin esperar nada a
cambio. Todos conocemos a gente concreta que ha hecho esta opción de vida.
La mayoría de ellos son gente (hombres y mujeres) profundamente creyentes
que han embarcado su vida en el seguimiento radical de Jesús.

Pero, en el día a día, hay también mucha gente que “orienta la globalidad
de su existencia del lado de la solidaridad”: hay quien presta dinero sin
intereses; quien adopta a un niño abandonado por sus padres; quien acompaña
a un drogadicto en su período de recuperación; quién se pasa todas sus horas
libres junto a un enfermo, anciano o persona sola; quien hace suya la causa de
los más desfavorecidos; quien orienta el ejercicio de su profesión, teniendo en
cuenta a los más débiles y necesitados como principales destinatarios; quien
escoge su lugar de residencia entre las clases más populares....

Todas estas manifestaciones de la nobleza del corazón humano producen


en la persona una enorme alegría y una honda satisfacción. Es el “pago” del
amor gratuito. .. Y cuando esto nos cuesta, y es preciso introducir en la vida
correctivos fuertes al egoísmo...., a la larga, se nos produce la misma alegría
interior.

REFLEXIONAMOS Y COMPARTIMOS

1. Sin duda, conoces comportamientos solidarios cercanos a tu


propio entorno. Comunica con los demás esas acciones que te han
convencido de la nobleza del corazón y los sentimientos que has
tenido ante esas mismas acciones.

2. Sin embargo, aún descubres muchas cosas que no funcionan bien


por el egoísmo humano o por la injusticia con la que organizamos
nuestra propia vida, ¿podrías expresar las que te parecen más
notorias?

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3. ¿Qué tipo de valores deberíamos transmitir y vivir en la familia,


en la educación, en las organizaciones sociales..., para “dar espacio”
a la solidaridad y a la justicia?

II. UNA BUENA NOTICIA

 La fe cristiana ha impulsado y continúa impulsando no sólo gestos


puntuales de solidaridad y justicia, sino estilos de vida desde el valor del
“amor gratuito”. En el grupo podéis hacer un pequeño repaso de algunas
acciones más significativas de Cáritas de vuestro propio pueblo o zona.

 A ver qué os parece esta noticia (si es noticia significa que no es


frecuente), que apareció en el ABC: Antonio y Rosi es una pareja de Granada
que, meses antes de su boda, tomaron la decisión de entregar todo lo que
recogieran con motivo de la celebración de su matrimonio, a una Casa de
Acogida de Transeúntes. En la propia invitación a su boda, ya decían cuál
era su intención. Decían así a sus invitados: “tras tomar conciencia de las
necesidades de todas esas personas que viven cerca de nosotros, en nuestra
ciudad, en nuestros pueblos y que, por cualquier razón, no tienen hogar,
todo lo que recibamos, tanto en objetos como en dinero, lo destinaremos a
las Casas de Acogida que funcionan en nuestra diócesis”. A ellas entregaron
casi un millón de pesetas.

La misma pareja comenta que, durante los días que el dinero estuvo en
casa, “estuvimos tentados a echarnos atrás de nuestra decisión”. Pero, al
final, no fue así y entregaron lo recaudado. ¿Su razón fundamental?:
“compartir sencillamente con aquellos que no tienen”.

 Jesús desarrolla todas las posibilidades del corazón humano

 ante todo con su propia manera de ser hombre: él fue totalmente


un “hombre para los demás”. La conciencia de su misión lo lanza
radicalmente a los otros, especialmente a los más pobres y
necesitados, haciendo suyo un texto de Isaías, del que dice: “hoy, se
cumple en mí”: el Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha
ungido para que dé la buena noticia a los pobres. Me ha enviado para
anunciar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, para poner en
libertad a los oprimidos, para proclamar el año de gracia del Señor”
(Lc 4,18-19).
 En una ocasión tiene que responder a Juan el Bautista si él (Jesús)
es el que había de venir, o todavía había que esperar a otro... Y éstas
son las señales que le da: “Id a contarle a Juan lo que habéis visto y
oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y

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los sordos oyen, y los muertos resucitan, a los pobres se les anuncia la
buena noticia... Y dichoso el que no se escandalice de mí! (Lc 7,20-23).
 Y es que con Jesús, que elige él mismo para sí la pobreza como
estilo de vida para el cumplimiento de la misión (baste recordar las
tentaciones de mesianismo que tiene que rechazar: el materialismo/el
poder/el espectáculo) todo el mundo de los pobres y marginados con
quienes convive, sienten profundamente la posibilidad de su
reintegración y recuperación. No otra cosa significaba el hecho de que
con frecuencia Jesús comió con marginados sociales y religiosos. La
comunidad de mesa significa integración de lo excluido. Lo mismo
habría que decir de los milagros que, en su mayoría, son signos de
oferta salvadora a los más necesitados. Jesús “justifica” su
comportamiento solidario, porque “así es su Padre”. Y que así es lo
demuestra una lectura sencilla del amor privilegiado de Dios por los
pobres que recoge todo el Antiguo Testamento.

 “Haced vosotros lo mismo”

Estas palabras las utiliza Jesús en dos momentos importantes de su


última cena: después de instituir la eucaristía, y después de lavar los pies
a sus discípulos, en signo de servicio. Él que había resumido así su vida:
“he venido a servir, no a que me sirvan”.

Porque así quiere Jesús que sean sus seguidores. Lc 10, 25-37 nos ofrece
una parábola de fraternidad: el buen samaritano. Se trata de la
solidaridad con toda persona necesitada.... En la enseñanza, también
Jesús repite: “haz tú lo mismo”. Como identificándose él con el buen
samaritano.

 La presencia de Jesús en los pobres

Tan fuerte es la exigencia del amor a los necesitados, que Jesús mismo se
identifica con ellos, para que nadie dude dónde quiere él ser amado y servido
por quienes le siguen. En el cp. 25 del evangelio de Mateo es donde esa
identificación se expresa con más claridad: “cuándo te vimos con hambre y te
dimos de comer o con sed y te dimos de beber?, ¿cuándo llegaste como
extranjero y te acogimos o desnudo y te vestimos?, ¿cuándo estuviste enfermo o
en la cárcel y fuimos a verte?...Os lo aseguro: cada vez que lo hicisteis con un
hermano mío de esas más humildes, lo hicisteis conmigo” (vv.38-40).

En la carta “para el inicio del nuevo milenio”, comenta Juan Pablo II este
capítulo de Mateo: “si verdaderamente hemos partido de la contemplación del
rostro de Cristo, tenemos que saberlo descubrir, ante todo, en el rostro de todos

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aquellos con quienes él mismo ha querido identificarse... Esta página no es una


simple invitación a la caridad: es una página de cristología, que ilumina el
misterio de Cristo. Desde esta página la Iglesia comprueba su fidelidad como
Esposa de Cristo no menos que desde el ámbito de la ortodoxia... En la persona
de los pobres hay una presencia especial de Jesús, que impone a la Iglesia una
opción preferencial por ellos” (n.49).

Por algo, San Pablo, en los Hechos de los Apóstoles, recuerda


literalmente unas palabras de Jesús: “hay más alegría en dar que en recibir”. De
ahí la extrañeza de otro apóstol, S. Juan: “si uno posee bienes de este mundo, y
viendo a su hermano que pasa necesidad, le cierra sus entrañas, ¿cómo va a
estar en él el amor de Dios? Hijos, no amemos con palabras y de boquilla, sino
con obras y de verdad” (1Jn 3, 17-18).

III. LLAMADOS A LA CONVERSIÓN

1. ¿Tienes alguna experiencia de cómo Dios te ha hecho sentirte por


dentro cuando has dado pasos –solo o con otros- para ser solidario?

2. ¿En qué medida una mayor confianza en Dios por tu parte podría
darte más decisión y energía para ser solidario con los demás?

3. El ejemplo de Jesús – “un hombre para los demás”- ¿te puede


servir de estímulo para superarte? ¿Alguna vez has experimentado en tu
interior hacia dónde te puede conducir en el terreno de la solidaridad y
la justicia el seguirle?

6. BUSCANDO EL ROSTRO DE DIOS

I. APROXIMACIÓN A LA REALIDAD

Se puede afirmar que no hay realidad que haya suscitado tantas


preguntas y tanta búsqueda como la realidad de Dios. Tan es así que de la

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persona humana, aparte de decir que es, por naturaleza social o laboriosa
(homo faber), se dice también que es religiosa. Pero no nos vamos a acercar a la
realidad de esta manera global, analizando eso que se ha llamado el “fenómeno
religioso”, sino que vamos a bajar a lo concreto, al ser humano que somos tú y
yo...., y a la relación que nosotros estamos viviendo con ese otro ser, a quien
llamamos Dios.

 Búsqueda permanente de Dios

Desde el hombre primitivo hasta nuestros días, la búsqueda de Dios no


ha cesado. Muchos Salmos del Antiguo Testamento (escritos hace unos 2.500)
años) recogen esa búsqueda, dándole una forma poética de extraordinaria
belleza. Así dice el Salmo 63: Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo/ mi garganta
tiene sed de ti/ mi carne tiene ansia de ti/ como tierra reseca, agostada, sin agua.

También en los pensadores modernos hay continuas referencias a la


búsqueda de Dios. Uno, fallecido no hace mucho, Ionesco, decía: “siempre he
vivido entre la ausencia de Dios y la esperanza de su presencia”.

 ...Y yo, ¿busco a Dios?

Los caminos de búsqueda son muy diferentes. Se pueden multiplicar los


relatos de experiencias de otros, sus testimonios, sus escritos... Nos pueden
ayudar mucho (alguien del grupo podría recoger más testimonios de esta
búsqueda). Pero lo que verdaderamente cuenta es la propia búsqueda personal.

Con toda sinceridad nos podemos preguntar si realmente, con


sinceridad, aunque tantas veces cargados de dudas y miedos, hemos buscado a
Dios. Con qué seriedad lo hemos hecho, en qué momentos de nuestra vida. (Si
no tenemos inconveniente, podemos comentar con el grupo nuestras búsquedas
de Dios).

 Una evolución en la búsqueda y en el encuentro con Dios

No cabe duda de que ha habido en la historia una evolución en la


manera de ver y de vivir la relación con Dios, la “re-ligación” (=religión) con Él.
En esta evolución ha tenido influencia el conocimiento y dominio que la
persona humana va teniendo de sí misma, de la naturaleza, del mundo. Y
depende también de la posición que la persona tiene ante la vida, ante el futuro,

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ante los otros... En los últimos tiempos todos estos cambios han sido acelerados,
y por eso ha ido evolucionando también la forma de relacionarnos con Dios.

+ Del miedo a Dios a la búsqueda serena de Dios

Los antiguos, desconocedores de muchas realidades del mundo y


asustados por el posible acoso de ciertas fuerza ocultas de la naturaleza y del
poder “caprichoso” de Dios, intentaban ganárselo y ganarse su protección. Lo
confundían muchas veces con lo “misterioso de la naturaleza” y tenían una
religiosidad muy ligada a los ciclos naturales.

El hombre moderno tiene un mayor conocimiento y dominio de la


naturaleza y de todo el universo. Su búsqueda de Dios no está determinada
tanto por factores externos como por la llamada que siente en su interior. Y, en
todo caso, es una búsqueda que no procede del miedo.

+ Del Dios “extraño” al Dios “cercano”

Los antiguos trataban de situar a Dios en lugares de “fuera”, ligando su


presencia a determinados montes, ríos, fuentes, nubes... Después se pasó a la
construcción de lugares (templos) en los que “confinar” a Dios...

La persona religiosa actual no puede evitar el deseo de localizar a Dios,


pero crece, de muy diversas formas, el deseo de encontrarlo presente en el interior.
Algunos lo piensan como una energía misteriosa.... Para los cristianos esta
presencia interior tiene que ver con la presencia del Espíritu en los corazones.

+ De un culto esotérico-extraño a una relación familiar con Dios

Los antiguos rendían a Dios un culto esotérico, cargado de elementos


extraños, muchos de ellos supersticiosos, que proporcionaban a la relación con
Dios una dimensión mágica y oculta.

La persona religiosa actual, sin perder la dimensión de misterio, se sitúa


ante Dios de una manera más familiar y cercana y le rinde un culto más sencillo
y cordial.

+ A pesar de la evolución, las preguntas siguen

Podríamos seguir describiendo esta evolución. Hay que decir que no se


ha dado en todas las personas religiosas de la misma manera y que algunos
todavía continuamos con concepciones de Dios propias de los hombres
primitivos. Pero, aunque se haya dado esa evolución las preguntas de fondo

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siguen, y son muy similares en todos. Es como si cada uno de nosotros


preguntara: Dios, ¿existes?, ¿cómo eres?, ¿dónde estás?, ¿qué tenemos que ver
contigo?, ¿tienes algo que decirnos?, ¿tienes algún proyecto para nosotros?,
¿podremos algún día entrar en comunión contigo?

 Para buscar a Dios como es debido

Aunque en el fondo de la experiencia religiosa se llega a comprender que es


Dios quien busca y que somos encontrados por Él, es preciso que conozcamos
las actitudes personales que pueden dificultar y las que pueden favorecer este
encuentro al que llamamos búsqueda de Dios.

+ Actitudes falsas en la búsqueda de Dios:

. La tentación de ser como Dios

“Seréis como dioses”. Es la tentación primera que se repite en Babel. La


tentación de la suplantación: “ya soy mayor de edad, y no necesito de Dios”.
Tentación relativamente frecuente en los hombres y mujeres de nuestro tiempo.
Creen ver en Dios a un competidor de su libertad y autonomía en el mundo.
Como si este poder de Dios, que viene de fuera, lo que intentara fuera la
destrucción de lo humano.

Claro que no todos somos capaces de expresarlo como lo hacen algunos


pensadores modernos. Pero, incluso en nuestra sencillez, se nos puede meter
esta actitud. Se nos mete siempre que creemos no necesitar a Dios en la vida de
todos los días... Y esta no es una buena actitud para buscarlo.

. El uso y la manipulación de Dios

Muchas vivencias de Dios no responden a una búsqueda sincera de Él,


sino a un deseo de acomodar a Dios a nuestra manera de ver las cosas, de
pensar y de vivir. Nos fabricamos una imagen de Dios con la que poder
convivir fácilmente. En vez de vivir nosotros re-ligados a Dios, es él quien
supuestamente es utilizado para nuestra causa.

Hay muchas maneras de decir que delatan esta manera de pensar:


“creeré en Dios, si me concede...”; “no puedo creer en Dios después que....” En
esas expresiones se esconde un abuso de Dios. Tampoco esta actitud favorece la
búsqueda de Dios.

. Hacer de Dios un “tapa-agujeros”

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Muchas veces recurrimos a Dios sólo cuando ya no tenemos otro recurso


humano para solucionar ciertas dificultades, o cuando no acertamos a
entendernos y explicarnos a nosotros mismos: nuestras sensaciones internas,
nuestro origen, nuestro futuro...Claro, cuando los “agujeros” son más
pequeños, porque los va llenando la ciencia, parece como si no quedara sitio
para Dios.

La situaciones-límite (el sufrimiento humano, la muerte...) pueden ser


lugar idóneo para buscar a Dios, pero tenemos que aprender a buscarlo también
el discurrir normal de la vida, en las situaciones ordinarias de cada día.

. Convertir a Dios en un “pelele”

“El ‘Dios-pelele’ es ese Dios al que hemos querido borrar del rostro el
gesto autoritario y exigente, a nuestro parecer impropio de Él; pero por eso
mismo, quizás, lo hemos transformado en un Dios ‘pelele’, dispuesto a pasar de
todo, con tal de que no se le expulse de casa” (Carta Pastoral de Cuaresma-
Pascua 1986). Detrás de la afirmación: “a mí me parece que Dios....” decimos, a
veces tonterías que no hay por dónde cogerlas; o utilizamos descaradamente su
nombre cuando algo nos sale mal.... ¿Qué Dios tenemos en la mente? ¿No es,
quizás un “Dios-pelele”?

+ Actitudes que pueden favorecer la búsqueda de Dios

. Buscarlo no con fines interesados o materialistas, sino porque uno siente


en su interior el anhelo de encontrarse con Aquél que ofrece plenitud a la propia
vida. El hombre verdaderamente religioso sólo busca encontrarse con Él: “mi
corazón está inquieto hasta que descanse en Ti” (San Agustín).

. Ser conscientes de que Dios está siempre más allá...y seguir, por tanto,
buscando y buscando, no quedándonos en la complacencia de las vivencias
religiosas que vayamos teniendo. Son siempre vivencias abiertas a una mayor
profundización, a ser contrastadas con otros, especialmente con quien nos
pueda guiar en la búsqueda de Dios, dispuestos siempre a purificarlas,
preguntando, preguntándonos....

. Buscar a Dios no sólo fuera, sino también dentro de uno mismo. “¿Qué
haces buscando a Dios en tantos lugares cuando lo has perdido en tu corazón?”.
Este tipo de búsqueda nos pide hacer silencio interior, buscando la paz en una
apertura acogedora del misterio.

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. Tener claro que más que buscar nosotros a Dios, somos buscados por Él.
Cuando nosotros llegamos, es porque ya Él había salido a nuestro encuentro. La
búsqueda se realiza, por tanto, en un ambiente de gratitud acogedora.

REFLEXIONAMOS Y COMPARTIMOS

1. ¿Tienes experiencias personales de haber buscado sinceramente a Dios en


algunos momentos de tu vida? Si no te importa, podrías contar brevemente
cuál fue tu experiencia concreta.

2. ¿Conforme han pasado los años, has observado algún tipo de desarrollo
en la imagen y experiencia que tienes de Dios, o te encuentras aún con la que
recibiste cuando tu primera comunión?

3. Los encuentros que ya llevamos, ¿te han ido diciendo algo nuevo de
Dios? ¿Tienes ganas de seguir buscando y conociéndolo más en
profundidad?

4. ¿En qué actitudes desfavorables para la búsqueda de Dios, y en qué


actitudes favorables te has visto más identificado?

II. UNA BUENA NOTICIA

 Jacques Loew, convertido a la fe cristiana, y luego sacerdote obrero,


escribió estas bellas palabras: “la verdadera búsqueda de Dios se parece a la
actitud de un hombre que se sienta y escucha. Y es lógico que sea así,
porque, en definitiva, Dios no es algo que hay que construir o hacer, sino
que es alguien a quien hay que recibir. Y cuando se recibe a alguien, hay que
empezar por sentarse y escuchar”.

Nosotros quisiéramos escuchar a Dios. ¿Quién puede acercarnos a Él?


¿Quién puede darnos a conocer al verdadero Dios, su verdadero rostro?
Sería una “buena noticia” dar con ese mediador, con ese camino.

 Ese mediador es JESUS DE NAZARET, el Cristo, el Señor. Él dijo de sí


mismo: “Yo soy el camino..., quien me ve a mí ha visto al Padre... Nadie
conoce al Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”

 Hemos tenido el regalo de conocer a Dios a través de Jesús. Con una


lectura sencilla del evangelio nos damos cuenta de que Jesús nos quiere
decir cómo es Dios de dos maneras:

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+ Con su modo de actuar: sus hechos, sus actuaciones, sus


predilecciones...Viendo cómo Jesús actúa (perdonando, acogiendo, orando,
entregándose..., la cruz, la resurrección) aprendemos ya mucho de Dios.

+ con las palabras de su predicación... En ellas quiso transmitirnos a todos el


verdadero rostro de Dios, purificando, desmontando y desterrando falsas
concepciones de Dios. Jesús es el gran revelador de Dios, la presencia misma de
Dios en la tierra, el punto culminante de todas las “señales” que Dios nos
había ido dando acerca de él mismo a través de la historia.

 De Jesús hemos aprendido que Dios es:

+ Alguien que nos acompaña en la vida, nos busca, se hace el encontradizo en


nuestro camino...

+ Un Dios que quiere que vivamos, que nos quiere libres, gozosos, felices,
viviendo un nuevo estilo de vida, basado en el amor (Reino de Dios).

+ un Dios, Padre de todos, que ama a todos y cuida de todos, con una
especial predilección por los más débiles. Y que lo hace con tal cercanía y
ternura que adquiere también los rasgos de la Madre.

+ Un Dios presente en el mundo y en la historia, llevándola hacia delante,


pero de manera silenciosa y respetuosa de nuestra libertad..., asegurándonos
la victoria final sobre la muerte.

 De Jesús hemos aprendido:

+ a situarnos ante Dios como es debido: sin pretender quitarle el sitio, con la
confianza de quien es hijo/a, en actitud acogedora, poniéndonos a la
escucha... sintiéndolo en nuestras vidas, “más íntimo a nosotros que
nosotros mismos” (San Agustín).

+ a vivir desde Dios, mirando y amando la vida y a los otros, como lo hace Él,
descubriendo en Dios la fuerza de nuestra existencia, nuestra mejor y más
segura referencia para ser, pensar y actuar en la vida. “Nuestra vida está
escondida con Cristo en Dios”.

III. LLAMADOS A LA CONVERSIÓN

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1. ¿En qué momentos de tu vida personal has sentido más cercana la


presencia de Dios? ¿Cómo los has vivido?

2. ¿Qué aspectos de Dios te sorprenden más en la revelación que Jesús nos


hace de Él?

3. ¿Qué aspectos de tu propia vida pueden ser para los demás una
revelación de cómo es Dios? (¿No te extrañe que tengas esos aspectos,
porque somos “imagen y semejanza de Dios” y, en Cristo, también podemos
revelar algo de Dios nuestro Padre?)

4. ¿Qué otros aspecto de tu vida oscurecen más el rostro de Dios?

7. EL TRABAJO,
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¿CASTIGO O REALIZACIÓN?

I. APROXIMACIÓN A LA REALIDAD

Todos conocemos la importancia del trabajo en la vida personal, familiar


y social. A veces, nos damos cuenta de ella, precisamente cuando el trabajo nos
falta o nos acecha el fantasma del paro.

La historia de cada persona es, en parte, la historia del trabajo realizado.


Ella nos habla de las dificultades o el aburrimiento en el colegio, de disgustos y
desengaños, de cansancio y monotonía, de dureza e injusticias...Pero también
nos habla de la alegría del trabajo bien hecho, del gozo por el sueldo digno, de
la satisfacción por hacer algo útil para los demás... Por eso, el paro no es sólo
cuestión económica, que se puede arreglar con subsidios. En el fondo, se da una
falta de realización de la persona.

Porque el trabajo contribuye a la realización personal, es fuente de


bienestar y creador de bienes materiales, culturales y espirituales, para vivir con
dignidad; es vehículo de relaciones entre las personas y medio para poner la
naturaleza a nuestro servicio, dentro del respeto que la naturaleza se merece.

Vamos a reflexionar sobre este gran bien, cuya importancia, a veces


descubrimos, sólo cuando nos falta.

 Sobre el trabajo, no todos pensamos lo mismo

+ Tras de estas afirmaciones hay una concepción del trabajo (aunque, a


veces, se digan un poco de broma): “trabajar es de tontos”, “trabajar es un
castigo”, “yo procuro trabajar lo menos posible, y porque no hay más remedio”
“si me toca la lotería, adiós, trabajo, adiós”. “mi gran ideal: vivir sin trabajar”....

+ Otras expresiones dan razón de las dimensiones negativas del trabajo.


Solemos oír: “hay trabajos que embrutecen”, “en muchos trabajos te explotan y
te ves obligado a realizarlos en condiciones infrahumanas”, “en mi trabajo soy
un número más, una máquina”, “es humillante que yo tenga que depender del
trabajo de otros” (puede decir el joven en paro) o: “no es de recibo que no
pueda independizarme de mi familia y crear la mía por no tener trabajo”, “y
yo, ¿cuándo me jubilo?”, dice el ama de casa, “el trabajo del campo es el menos
reconocido”....

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+ La dimensión positiva del trabajo la solemos escuchar en expresiones


como éstas: “disfruto en mi trabajo, porque me dedico a lo que me gusta y para
lo que me he preparado”, “trabajando es como mejor me lo paso”, “soy
jubilado, pero estoy más ocupado que antes. Ahora mi trabajo no es
remunerado, pero soy feliz con lo que hago”, “poder trabajar y tener un puesto
de trabajo es la mejor lotería”.

Y alguien ha dicho: “hace tiempo que me ayudaron a descubrir algo en lo


que nunca había caído en la cuenta y que, sin embargo, ahora me satisface y me
motiva a trabajar con ilusión: que el trabajo que realizo es uno de los
principales medios que tengo a mi disposición para ayudar a vivir a los demás,
para servir a mis semejantes y para mejorar la vida de los demás. Lo que yo
hago, a otros les sirve”.

 Algunas preguntas

No son para que las respondamos en el grupo, pero sí para que las
retengamos. Las experiencias tan dispares sobre el trabajo nos plantean esas
preguntas. Presentando algunas, nos damos cuenta de que estamos ante un
tema complejo:

¿Es realmente el trabajo un valor para el hombre? Al ver a personas


esclavizadas por el trabajo o sujetas a un ritmo explotador de producción,
habría que pensar precisamente en lo contrario.

¿Quién no tiene experiencia de la agresividad que genera el excesivo trabajo y la


falta de descanso?

La falta de trabajo, ¿a cuanta gente les ha alterado el carácter?

¿Qué condiciones ha de haber para que se pueda hablar de “trabajo


humanizador”, o del trabajo como “fuente de solidaridad” entre las personas y los
pueblos?

¿Cómo organizar el mundo laboral, los sistemas de producción, las relaciones


laborales y las condiciones de trabajo, de modo que se respete la dignidad de las
personas?

¿Y qué pasa cuando el trabajo destruye la naturaleza?

Ya decíamos que no son preguntas para responderlas en el grupo. Cada


una de ellas nos llevaría una reunión. Sólo las ponemos para que nos demos
cuentas de que estamos ante un tema muy complejo.

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 Reflexiones en torno al trabajo:

+ El trabajo, respuesta a las limitaciones humanas

A pesar de todas sus apariencias, el hombre es un ser sorprendentemente


limitado y profundamente inadaptado al medio. Pero con si trabajo toma de la
naturaleza lo que necesita, y crea así las condiciones que hacen posible la vida.
De este modo podemos atender a nuestras necesidades de alimentación,
vestido, cobijo, nos proporcionamos una temperatura adecuada, protegemos
nuestra fragilidad...
El trabajo es, pues, uno de los elementos que configuran la
transformación de la naturaleza humana.

+ El trabajo, cauce de realización personal

Salimos al paso de nuestras necesidades con el trabajo. Pero disponemos


también de una serie de aptitudes y cualidades que cuando las logramos poner
en juego, nos realizamos como personas: somos seres inteligentes, libres,
creativos, capaces de amar...

Cuando el trabajo que hacemos responde a nuestras aptitudes y


cualidades nos sentimos responsables y solidarios, disfrutamos de lo que
hacemos, nos sentimos útiles; en definitiva, nos sentimos satisfechos y
realizados de verdad.

Pero no siempre llegamos a estas metas: unas veces, porque buscamos el


lucro como objetivo principal y único de nuestro trabajo; otras, porque nos
vemos obligados a trabajar en aquello para lo que no tenemos vocación; otras,
porque vamos al paro sin remedio; otras, por las condiciones inhumanas en que
se desarrolla, Otras veces, cuando trabajamos en el campo, porque el tiempo no
ayuda a nuestras cosechas, o porque el ganado no tiene lo suficiente para
alimentarse y, ¡cómo cuestan los piensos!

+ La dimensión social del trabajo

Somos individuos, pero vivimos en sociedad. Estamos hechos para vivir


con otros, para con-vivir. Sin la colaboración de los demás, nos sería imposible
vivir.

El trabajo es uno de los medios fundamentales para relacionarnos con los


otros y, todos juntos, contribuir a que todos dispongamos de lo necesario para
vivir. Cuando en el trabajo se prescinde de esta dimensión social, surgen los

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intereses egoístas o de grupo, y se produce entonces una feroz competitividad,


la explotación y la marginación, que va muy unida al fenómeno del paro.
Cuando el trabajo se realiza de esta manera egoísta deja de ser una colaboración
al bien común y, aunque parezca lo contrario, entorpece la realización personal.

Es malo cuando nos acostumbramos a este estado de cosas. Hay que


luchar responsablemente por un trabajo que dé dignidad a todos, realizado en
unas condiciones en que el hombre y la mujer no sólo no sufran atentados
contra su dignidad, sino que puedan realizarse como personas. ¡Y no digamos,
desde aquí, cual debe de ser nuestro compromiso personal y social contra el
paro! Porque, a veces, el paro, se debe también a que no tenemos escrúpulos en
acaparar puestos de trabajo.

+ El trabajo, medio para hacer que el mundo sea mejor

A través de nuestra actividad (en el campo, en la fábrica, en el hogar, en


el colegio...) sacamos a la luz algo que de otro modo no existiría. Cooperamos al
sostenimiento de nuestra vida. Acrecentamos el bienestar y prevenimos los
peligros... En definitiva, con nuestro hacemos que el mundo sea un poco mejor.

REFLEXIONAMOS Y COMPARTIMOS

1. Con todo lo que hemos reflexionado, intenta hacer una frase (tu frase) en
la que quede reflejado qué es lo que piensas del trabajo. Hemos visto
diferentes posturas ante el trabajo, con esa frase nos dices a todos cuál es la
postura tuya.

2. ¿Qué aspectos del trabajo de los que hemos descrito te parece que sería
el que más nos estimulara a la hora de trabajar bien?

3. Siendo el trabajo una dimensión tan importante de la vida, describe


algunas de las consecuencias humanas del desempleo.

II. UNA BUENA NOTICIA

 Rafael Serrano, militante de la HOAC, se expresa de este modo al hablar


del testimonio que le dio un compañero de trabajo:

“Siendo militante sindicalista en la clandestinidad, me encontré con un antiguo


conocido que, a pesar de tener su familia medios económicos suficientes para vivir,
trabajaba de peón y estaba comprometido como el que más en la lucha obrera. Esta
persona me interpeló fuertemente por su estilo de vida, de entrega, de solidaridad y
servicio a los demás. Además, me decía que actuaba así por era cristiano, y lo hacía por

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exigencia de su fe. A través de esta persona entré en contacto con la HOAC, que me fue
mostrando otra manera de vivir el cristianismo”.

 El mensaje cristiano del trabajo

+ Dios creó el mundo y lo llenó de su bondad (“y vio Dios que era bueno”).
Pero no terminó su obra, sino que sigue creando sin cesar y lo crea también con
nuestra colaboración. De tal manera que no es verdad que los grandes océanos, la
selva amazónica o el firmamento sean más obra de Dios que la autovía, el
cohete espacial o el ordenador. Nosotros, en efecto, colaboramos creadoramente
con Dios.

+ El trabajo une a los hombres y fomenta la comunión y la solidaridad entre las


personas. Se crea entre todos un tejido de relaciones y ayuda mutua, que hace
posible una vida realmente humana.

+ El trabajo y el amor al prójimo van unidos. Se nos pide compartir el fruto


de nuestro trabajo, sobre todo, con los necesitados: “el ladrón que no robe más;
mejor será que se fatigue trabajando honradamente con sus propias manos para
poder repartir con el que lo necesita! (Ef 4,28).

+ Nuestra vida transcurre no sólo en comunión con los demás hombres y


mujeres, sino también con la naturaleza.. Llenamos nuestra existencia
modificando y transformando el mundo, aunque sea con acciones muy
pequeñas e insignificantes. Y es así como vamos cumpliendo con el mandato de
Dios: “dominad la tierra... y vio Dios que era bueno” (Gn 1,26.31).

+ La descripción bíblica habla del trabajo (el cultivo del paraíso) antes de
hablar del pecado. El trabajo no es castigo del pecado. Lo es la infecundidad y
vacío de una tierra que se vuelve dura e ingrata para el hombre que la trabaja.
Por eso, fruto del pecado es el sufrimiento. Pero en el proyecto original y
primero de Dios, en trabajo no tiene este ingrediente de “maldición”. El trabajo
es un mandato divino para hacer posible la vida humana.

 Jesús de Nazaret pasó la mayor parte de su vida dedicado a trabajar en el


seno de su familia: “¿no es éste el carpintero, el hijo de María?” (Mc 16,13).
Una manera práctica de poner de relieve el valor y la función del trabajo en
la vida humana.. Parece extraño, pero a esta vida e familia y, en sentido más
amplio, a la convivencia con otros, con las fatigas y los gozos que el trabajo
lleva consigo, con la sencillez de una vida aparentemente sin relieve social...,
dedica Jesús la mayor parte de su existencia. Nazaret, en efecto, ha inspirado
una espiritualidad del trabajo en toda la historia del discipulado.

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Todo el ministerio de su vida pública, Jesús lo considera también como “un


trabajo”. A ese ministerio se refiere, poniéndolo el relación con el Padre,
cuando dice: “mi padre trabaja siempre, y yo también trabajo” (Jn 5,17).

 El Concilio Vaticano II, en la Constitución sobre la Iglesia en el mundo actual,


n.67, nos recuerda aspectos importantes del sentido cristiano del trabajo, así
como la dignidad que al trabajo humano da el trabajo mismo de Jesús:
“sabemos que con la oblación de su trabajo a Dios, los hombres se asocian a
la obra redentora de Jesús, quien dio al trabajo una extraordinaria dignidad
con sus propias manos en Nazaret”.

Juan Pablo II, en la encíclica sobre el trabajo humano (n.6), califica así el trabajo
de Jesús: “esta circunstancia (el trabajo de Jesús en Nazaret) constituye por sí
sola el más elocuente evangelio del trabajo”.

En esta misma encíclica afirma el papa: “el trabajo, a pesar de la fatiga, es un


bien del hombre. Y no sólo es un bien ‘útil’, sino ‘digno’. El hombre,
mediante su trabajo, no sólo transforma la naturaleza, sino que se realiza a sí
mismo como hombre, se hace más hombre”.

III. LLAMADOS A LA CONVERSIÓN

1. ¿En qué aspectos te resulta estimulante la visión cristiana del


trabajo? ¿crees que si incluyeras en tu trabajo personal algunos de
estos aspectos te sentirías más realizado desde el trabajo?

2. Un buen trabajo necesita ser hecho con “ética”, ¿en qué aspectos
crees que te podría ayudar la comunidad cristiana para poder vivir
una moral más coherente en tu trabajo?

3. Desde la mirada de Jesús, dirige tus ojos a tantas personas que no


pueden trabajar, porque no hay trabajo para ellos. ¿Qué dimensiones
de solidaridad y justicia crees que pide la visión cristiana del
trabajo?

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8. LLAMADOS A SER LIBRES

I. APROXIMACIÓN A LA REALIDAD

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 Libres, pero limitados

La llamada a ser personas libres arraiga en lo más hondo de nosotros


mismos. Y arraiga en todos. La llamada a la libertad es una experiencia
universal.

En nuestro interior todos estamos convencidos de que somos libres. Pero,


al mismo tiempo nos sentimos limitados. Es una experiencia simultánea que nos
produce una desazón interior y hasta sufrimiento. Yo no me determino para mí
mismo los años de mi vida; no soy dueño de tener o no ciertas pulsiones
interiores, aunque las supere; para muchas hazañas físicas, me faltan las fuerzas
(por ejemplo, no puedo correr a 100 km a la hora); para otras cuestiones las
limitaciones me vienen impuestas desde fuera: códigos, normativas....

Es decir, que somos libres, pero también somos limitados

 Libres, pero no tanto

Es impresionante el deseo interior de que nadie nos maneje. Ya desde


niños nos acostumbramos a decir “no”. En la adolescencia, cuando despega la
personalidad, nos rebelamos contra todo el que nos manda (padres,
educadores, leyes, instituciones...). Y ya de adultos, todos sabemos la historia de
nuestras cerrazones y cabezonerías frente a los demás, frente a Dios mismo y
frente a determinados valores.

A veces, en nombre de nuestra libertad personal, llegamos a pensar y a


decir: “prohibido prohibir”, “tengo derecho a probar”, “tengo derecho a
equivocarme”... Pero, a poco que vivamos, ahí estamos, unos junto a otros,
“obligados” a aceptar normas de convivencia, a tener en cuenta, aunque lo
hagamos de mala gana, los derechos de los otros.... Y es que nuestro mundo
exterior, los otros, las circunstancias que vivimos necesariamente nos limitan.
Somos libres, pero no tanto.

 Profundizando un poco:

+ Libres, ¿para qué?

Algunos dicen, o por lo menos lo piensan: “para hacer lo que me dé la


gana”. Pero a nadie se le escapa que todo lo que está a nuestro alcance, cosas y
personas, tiene una finalidad propia, son para lo que son (por ejemplo, un
cuchillo es para cortar, no para matar a otra persona). Conocer y respetar la
finalidad propia de las cosas y de las personas es un signo de sabiduría. Si

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respetamos esto, quiere decirse que no podemos hacer lo que nos dé la gana.
Entonces...., ¿para qué somos libres?.

Quizás todos estemos de acuerdo en responder: para crecer en


humanidad. O, dicho de otro modo, para ser personas cada vez más humanas. La
capacidad de ser libres, de elegir, no puede entenderse como capacidad para
aprovecharnos de los demás, para imponer nuestros criterios por la fuerza, para
vivir a nuestro antojo de forma insolidaria, para conculcar los derechos de otras
personas...

+ Mi libertad y la libertad de los otros

La libertad personal pasa también por la libertad de los otros: “mis


derechos terminan donde comienzan los derechos de los demás”. Nuestra
libertad no es, en efecto “ilimitada” (es decir, tiene “limites”). Y como ésta es
una situación recíproca: mis derechos son también respetados, sólo así se hace
posible que yo pueda ejercer también mi libertad. Esta es la única forma de
construir una convivencia madura. En este clima de libertad se da la acogida y
práctica de aquellos valores que son referentes para que la libertad de todos
pueda efectivamente realizarse. Nuestras libertades no son brújulas sin norte.

+ Nuevas esclavitudes

La cultura en la que vivimos inmersos tiene muchos condicionantes


sociales que, aunque no nos demos cuenta, nos hacen caer en nuevas
esclavitudes. Pueden serlo el consumismo, el culto al placer (el hedonismo), la
banalización del sexo, el individualismo exagerado... Cuando todo esto, en la
sociedad moderna, se convierte en ídolo, se ve seriamente mermada nuestra
libertad, como capacidad de elegir. Parece como si estuviéramos
“programados”. “Hay que responder a determinados patrones”. Y desde esos
patrones vivimos, creyendo que somos un dechado de libertad. Alguien se ha
encargado de pensar antes que nosotros y de pensar por nosotros.

Hace falta una gran lucidez, perspicacia y, sobre todo, una gran fuerza de
voluntad para no terminar siendo arrastrados por estos “tiranos” de nuestros
tiempos.

+ La fe, ¿freno o estímulo de la libertad?

Pues, como en todo, depende de cómo se viva. Quienes, después de


abandonar la fe y toda práctica religiosa, dicen que se sienten “liberados”,
puede ser que practicasen una religión y tuvieran unas vivencias cristianas muy

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poco maduras. El “freno de la libertad” puede ser cuestión de “mi” vivencia


religiosa, no de la vivencia religiosa.

Porque, existen otros cristianos que confiesan sentirse liberados cada vez
que “se dejan seducir” por la fuerza del Espíritu de Jesús resucitado, y hacen de
su vida una entrega libre a Dios y su Reino, desde las circunstancias concretas
de su propia vida. Hay cristianos que han hecho un “para” (para Dios, para los
demás, para la vida, para el Reino) del “de” (de alguien, de algo, del sino, del
destino, del absurdo, de Dios...) que es el gran “limitador” de la propia libertad.
Han entendido que “siendo para”, la libertad llega a su máxima realización.

Claro, eso supone no vivir la fe como una simple “obligación” heredada.


Si se vive así, es lógico que se perciba como freno para la libertad. Pero es que la
fe, por su propia naturaleza, es el acto más libre que tiene que realizar la
persona en su vida. En la fe es donde la libertad se pone más en juego.

REFLEXIONAMOS Y COMPARTIMOS

1. ¿Cómo percibo y expreso mi deseo de libertad y la conciencia de


las limitaciones? ¿me enfado conmigo mismo y con las realidades y
personas y acontecimientos que “me limitan”?

2. ¿Caigo en la cuenta de las “esclavitudes” a las que me puede estar


sometiendo la sociedad moderna? ¿Cómo reacciono: acomodándome
–“como cada hijo de vecino”-, o defendiendo mi libertad?

3. ¿Podemos construir una verdadera libertad sin “referentes”, que


sean como “señales” para el camino?

4. Por tu propia vivencia religiosa, o por la que percibes en los


demás, ¿qué dirías de la fe como “freno” o “estímulo” para la
libertad?

II. UNA BUENA NOTICIA

Es relativamente frecuente el caso de jóvenes matrimonios cristianos que


deciden un servicio misionero. OCASHA –Cristianos con el Sur- guarda
hermosos testimonios de estas opciones de vida. Quienes deciden marchar lo
hacen con el deseo de “llevar la Buena Noticia de Jesús, que incluye también la
promoción de la liberación”. Y, al marchar, se sienten “enviados y respaldados
por su propia comunidad”.

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En ellos hay esta convicción: lo que hemos recibido como cristianos, tenemos
que compartirlo. Alguno de estos matrimonios jóvenes, recordando su lugar de
origen en el que vivían “cristianamente acomodados”, manifiesta: “nos
sentíamos rácanos en nuestro compromiso”. Queríamos poner toda la carne en
el asador”. Y la pusieron, convencidos de “dar el paso que tenemos que dar”, de
“responder a una necesidad que surge de dentro”. Y así marcharon, libres y
convencidos. Con la creencia en la posibilidad de un mundo distinto (“eso es lo
que te abre a los demás, y te hace responsable de los otros”), aunque con un
gran realismo: “no aspiramos a hacer grandes cosas, simplemente a hacernos
uno con ellos”. Una responsabilidad que no abruma, sino que aligera, por
sentirse seducidos y liberados por el Espíritu del Señor resucitado.

Entre nosotros hay gente de esta “catadura”.

 Nuestro Dios es un “Dios que libera”

La imagen bíblica de Dios no es la de un tirano caprichoso que juega con


el hombre, oprimiéndolo y aplastándolo. Es, por el contrario, el Dios que
dignifica al hombre, haciéndolo “socio” de un pacto, “compañero” de una
Alianza, a la que invita desde el amor. La imagen del “esposo” y la imagen del
“padre” se abran camino en la literatura bíblica para expresar la relación de
Dios con el hombre. En el amor no hay esclavitud, sino respuesta.

Por otra parte, la opresión y la esclavitud, la pérdida de la libertad “bajo


los duros trabajos impuestos por los egipcios” determinan la más importante
intervención histórica de Dios en el Antiguo Testamento. A través de Moisés,
Dios “ve” la aflicción de su pueblo, “se fija” en la opresión a la que los someten
los egipcios; “oye” su clamor; y “baja” a liberarlos (cfr Ex 3). Esta experiencia de
“libertad para el servicio” quedará de tal modo impresa en la conciencia de
Israel, que colorea toda la experiencia bíblica de Dios.

 Jesús, hombre libre

El ejemplo de Jesús es un estímulo permanente para el cristiano. Jesús


vivió con hondura su propia libertad: libertad frente a su familia, frente al
templo., el templo, el sábado, la ley, que eran valores supremos en la vida de los
judías de su tiempo. Libertad para su entrega, para asumir su propia muerte
(“la doy yo mismo, nadie me la quita”), libertad para el cumplimiento de la
voluntad del Padre (“mi alimento es hacer la voluntad de quien me ha
enviado”). En esta hondura de vivencia de la libertad en Jesús, él conjuga
perfectamente el “ser libre de...” con el “ser libre para”.

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Cuando Jesús llama al seguimiento, lo hace siempre invitando: “si


quieres...” Una invitación dirigida a la libertad de sus oyentes. Aunque tenga
que sufrir la tristeza de la respuesta negativa, como con el joven rico. Porque
Jesús es libre, con la libertad que nos hace semejantes a Dios-Padre. Opta por el
amor y no por el odio, por el perdón y no por la revancha, por devolver bien
por mal, por morir antes que matar, por servir y no ser servido...

En Jesús se comprende el alcance de la libertad cristiana, tal como lo refiere


San Pablo: “a vosotros, hermanos, os han llamado a la libertad; solamente que
esa libertad no dé pie a los malos instintos. Al contrario, que el amor os tenga al
servicio de los demás” (Gal 5,13-14). El secreto de la libertad cristiana: libertad para
amar....Pero, ¿es que hay otro modo más humano de ejercer la libertad? Al
“amor”, San Juan añadirá también “la verdad”: “vosotros, para ser de verdad
discípulos míos, tenéis que ateneros a este mensaje mío; conoceréis la verdad y
la verdad os hará libres” (Jn 8,31). Amor y Verdad son los dos polos de la libertad
cristiana.

 Libres, por el Espíritu de Jesús

La meta de la libertad cristiana es hermosa, pero hay que conquistarla.


Pero es un esfuerzo que tiene sentido y nos estimula. El agente principal de esta
conquista es el Espíritu de Jesús (“no habéis recibido un Espíritu de siervos, para
recaer en el temor. Habéis recibido un Espíritu de hijos, que nos hace clamar:
Abba! –Padre-“). Ese Espíritu lucha contra “nuestra carne”: nuestras
debilidades y esclavitudes que tantas veces nos deshumanizan. Con la fuerza
del Espíritu, estamos seguros de poder poner nuestras cualidades al servicio de
una sociedad más humana; podemos estar seguros de poder hacer hombres y
mujeres libres desde el amor, el perdón y la reconciliación. El Espíritu, que es él
mismo expresión de libertad (“sopla donde quiere”) nos hace hombres y mujeres
para la libertad. No es una libertad rendida, sino lograda, la que puede dirigirse
a Dios con Jeremías: “me sedujiste, Señor y me dejé seducir, me forzaste y me
pudiste” (20,7).

III. LLAMADOS A LA CONVERSIÓN

1. ¿Piensas de verdad que Dios pueda ser enemigo de tu libertad,


porque tenga celos de tu realización personal como hombre o mujer?
¿Percibes a Dios en competencia contigo? En este contexto de
libertad, ¿cómo entroncas y vives los “mandamientos”?

2. ¿Qué es lo que más te seduce en el modo que tiene Jesús de vivir su


libertad?

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3. “Amor” y “verdad”, ¿cómo relacionas estas dos dimensiones tan


importantes en el mensaje de Jesús con el modo de vivir la libertad
cristiana?

9. LA FAMILIA, ¿GOZO O AGUANTE?


I. APROXIMACIÓN A LA REALIDAD

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 La familia es el primer lugar de experiencia humana: es donde nace y se


desarrolla la relación. La relación conyugal y la relación familiar: la que se
establece ya desde los primeros momentos con el niño recién nacido y con
todo el núcleo familiar. Es así como nace y crece la casa, el hogar, como
lugar donde el afecto y la convivencia se dan por descontados.

Es interesante constatar que en las encuestas acerca de los valores más


apreciados por los jóvenes, la familia ocupa uno de los primeros lugares. A
pesar de todas las dificultades, la familia sigue siendo, hoy, espacio de
afectividad, lugar donde la persona se encuentra apreciada, valorada y
querida tal como es. Es cierto que para muchas familias supone una
verdadera gozada la convivencia, y saben hacer de la casa un hogar. Las
dificultades reales que muchas familias experimentan, hoy, no nos puede
hacer olvidar el hecho de tantas familias que han encontrado el gozo de
vivir juntos. Muchas veces, en nuestros pueblos, con una gran sencillez,
pero, al tiempo, con una gran hondura. En muchas ocasiones –y nosotros las
conocemos- la vida de familia es una experiencia gozosa.

 Un gozo que va madurando

 Muchos de los problemas familiares son problemas de madurez.


Madurez humana y, específicamente, madurez afectiva. Pero la
madurez es un proceso: se va consiguiendo. Y, por eso, el gozo va
también madurando. No es lo mismo el gozo de los recién casados
que el gozo de la pareja anciana. La vida va forjando el gozo familiar.
Desde él se puede percibir el gran contraste entre la convivencia en la
sociedad, en la que prima con mucho el egoísmo, el afán de dinero, el
aparentar..., y la convivencia familiar, donde el amor es más gratuito
y la ayuda mutua más corriente y desinteresada, porque no se pone
precio a ninguna relación.

 El ámbito familiar es un buen caldo de cultivo para el desarrollo


de otros valores muy importantes en el crecimiento integral de la
persona: la seguridad, la identidad, la autoestima, el sentirse
alguien...En este sentido, la vida familiar irradia valores en la vida
social: el trato con los vecinos, las relaciones en el trabajo, la
convivencia en los momentos de ocio, encuentros entre familias
amigas, fiestas comunes... pueden resultar como una “continuación
de la convivencia familiar”. Es la experiencia de muchas familias:
están como “ensanchadas”. Impregnar de familiaridad todas esas
dimensiones de la vida es un buen resultado del gozo de la vida de
familia. Un gozo maduro es un gozo compartido. No es bueno que la

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familia se aísle, ensimismada en los primeros años, egoísta y


calculadora en los siguientes, y angustiada y casi desesperada en el
período del ocaso.

 En la maduración del gozo familiar influye poderosamente la


superación del egoísmo. Hay familias en las que cada cual piensa
sólo en sí mismo. El resultado es un desastre total. O se piensa sólo en
el dinero (¡cuántas familias rotas por cuestiones de herencia!), que
llega a influir totalmente en la orientación de la misma vida familiar:
“tener más dinero, aunque haya menos calidad de vida, y no se
pueda estar con los hijos, y no se pueda dialogar un poco, porque
todo el mundo llega cansado y harto de trabajar”. O se confunde la
casa con una pensión: en ella se atiende a las cosas, pero no a las
personas. De las personas “se pasa”. La familia abre en la medida en
que no se convierte en una “defensa de egoísmos conjuntados” (de
los padres, de los hijos, de padres e hijos, de los hermanos...).

 Hay muchas familias entre nosotros que han entendido las cosas
con ilusión y realismo, y son ejemplo de gozo al compartir, al
entregarse, al abrirse. En medio de dificultades. Atentos a los cambios
que ha sufrido la familia y de sus avatares en el corazón mismo de
nuestra sociedad. Sin ingenuidades infantiles, pero sin caer en el
derrotismo. Una aproximación a la realidad de nuestras familias debe
dejar constancia de este tipo de vivencia familiar. No se trata ya de
aquel modelo de “familia patriarcal o matriarcal”, tan frecuente en
otros tiempos en nuestros pueblos, sino de una familia renovada, con
un talante mucho más abierto y cercano, semillero de crecimiento y
de futuro, pero con mucha y positiva carga de familia.

 Pero, “no es oro todo lo que reluce”

 También a nuestros pueblos está llegando la crisis familiar. Por


causas personales y por causas sociales, la familia se está debilitando
en muchas ocasiones peligrosamente. Los casos más extremos de
separaciones y divorcios van existiendo ya también en nuestra cultura
rural. Y se van dando también los hijos del “des-amor” y del “des-
encuentro”. Y, sin llegar a esos casos extremos, con bastante
frecuencia la vida familiar llega a situaciones, donde prevalece el
mutuo aguante sobre la experiencia gozosa. Cuando la familia
simplemente se aguanta, ha comenzado a morir.
 La poca estima de compromisos estables (compromisos de por
vida), la falta de fortaleza para afrontar las primeras dificultades, una
especie de “resignación” frente a lo inevitable (“siempre te ‘topas’ con

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la familia”), el inevitable conflicto entre generaciones (distintos


modos de pensar, de actuar, de afrontar situaciones...), la actitud
frecuente en nuestros pueblos de ser distintos fuera de casa que
dentro (fuera: abiertos y simpáticos; dentro: cerrados y antipáticos;
fuera: creativos y dinámicos; dentro: aburridos y perezosos; fuera:
unos héroes, dentro: unos miserables; fuera: grandes amigos, dentro:
simples conocidos; fuera: la conversación; dentro: el televisor)... todo
esto va minando la convivencia familiar, haciéndola en ocasiones
inaguantable. Y no digamos cuando, de una manera u otra, entra el
fantasma de la infidelidad.... Cuando se quiere recordar, es muchas
veces tarde... Situaciones de tensión familiar no llegan de golpe, las
vamos preparando poco a poco, a veces sin darnos cuenta, cuando se
invierte la dirección: del encuentro al desencuentro; del diálogo al
monólogo; de la acogida a la cerrazón; del sacrificio a la comodidad;
de la generosidad al egoísmo; del proyecto común al “sálvese quien
pueda”; del acompañamiento a la soledad.... Del “gozo de vivir
juntos” se pasa a “la condena de vivir juntos”. Pero, ahí no se llega de
repente. Lo que pudo ser una “fiesta” se convierte en un “duelo”.

REFLEXIONAMOS Y COMPARTIMOS

1. ¿Cómo estamos viviendo la vida familiar? ¿Qué conclusiones


podríamos sacar no sólo de nuestra vivencia personal, sino de lo que
vemos a nuestro alrededor?

2. ¿Qué dimensiones de gozo experimentamos desde la familia? No


sólo son posibles, sino reales. En este sentido todos tenemos nuestros
momentos de plenitud y de sentido familiar, ¿qué pusimos en juego
todos para que esos momentos familiares fueran realmente plenos?
¿Es imposible retomarlos en cualquier momento?

3. Desde tu propia experiencia, ¿a qué se deben los principales


fracasos familiares? ¿Cuáles son los más frecuentes entre nosotros?
Los fracasos familiares, ¿nos dejan indiferentes o hacen mella? ¿Qué
podemos aprender de los fracasos familiares?

II. UNA BUENA NOTICIA

..................... (Recoger dos o tres experiencias contadas por matrimonios acerca


de su propia familia: gozo, superación, crisis y salidas......)

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 Jesús restablece el “proyecto originario”

La fidelidad y la estabilidad en el amor es la raíz de toda la realidad


familiar. Jesús apela directamente a estas actitudes, retomando el proyecto
originario de Dios sobre la pareja: “los hizo hombre y mujer. Por eso
abandonaré el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los
dos una sola carne. De modo, que ya no son dos, sino una sola carne” Y añade:
“pues lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre” (Mc 10, 6-9). La
alteración de este proyecto originario de Dios se debe a “la dureza del corazón”
del hombre.

Jesús ilumina la realidad familiar desde la voluntad de Dios sobre el ser y


el desarrollo del hombre. Vista con los ojos de Jesús, la familia no es
simplemente un “contrato humano”, sino un “cumplimiento del proyecto de
Dios sobre la vida del hombre”. Es éste un punto de partida es imprescindible
para el acercamiento creyente a la vida familiar. El amor, la transmisión de la
vida, la comunión de corazones, el proyecto familiar, la ayuda mutua, el
fortalecimiento del ser personal en apertura a los otros....forman parte del
proyecto originario de Dios. No son simples acontecimientos culturales al
capricho de cada generación o época. Más allá de los aspectos de la estructura
familiar que pueden cambiar con el tiempo, existe un núcleo originario, al que
Jesús se remite, que forma parte del “evangelio de la familia”.

10. ESPERANZA, A PESAR DE TODO


I. APROXIMACIÓN A LA REALIDAD

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Con el “a pesar de todo” del título de esta reflexión, nos referimos


concretamente al sufrimiento y al mal. Todos los hombres y mujeres, de
cualquier tipo y condición, en algún momento de nuestra vida, nos enfrentamos
al problema del fracaso y del mal. Nuestros proyectos quedan truncados ante la
realidad del mal (enfermedad, envejecimiento, desgracias, desvalimiento,
depresión, dolor, muerte...). Entendemos por “mal” todo aquello que nos
produce dolor y nos hace sufrir.

 El mal está ahí.

Y lo percibimos muchas veces:

+ como inevitable. Ahí están los muertos en la carretera, en las guerras,


en las catástrofes naturales, a causa del hambre, de las enfermedades, de la
malnutrición. Gente que sufre a nuestro lado. Gente cuyo sufrimiento nos entra
por los ojos a través de los medios de comunicación.

+ sintiéndonos impotentes ante él. ¿Qué podemos hacer contra el mal?


Incluso cuando algo se hace y algo se logra, hay niveles de sufrimiento que
nunca podemos superar. El nivel último del mal es la muerte.

+ como algo que, tarde o temprano, se nos viene encima. Cuando aún no
nos ha llegado, solemos decir que “estamos de suerte”, pero es una situación
tan precaria que siempre estamos temiendo su llegada.

+ como sufrimiento que es malo. Nuestra rebelión interior contra el mal


es signo de que nuestro destino es la felicidad. Por eso el mal es siempre un
“enemigo”, cuya presencia no es deseada. Alguien ha dicho: “el dolor sólo es
bueno, si lleva adelante el proceso de su supresión”.

 ¿Somos responsables del mal?

No todos los males son iguales desde el punto de vista de nuestra


responsabilidad:

+ Hay males que tienen su origen en la limitación y fragilidad de nuestro ser


humano: nuestro organismo se deteriora (enfermedad) y se extingue (muerte).

+ Otros son producidos por catástrofes naturales, que nos sobrepasan y


que no podemos dominar. Todos recordamos los recientes terremotos,
inundaciones..., y las escenas de dolor y de muerte. Aun así, mucho nos
corresponde en la tarea de prevención (¿por qué un terremoto, de igual

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intensidad y características similares, no deja víctimas en Japón y, sin embargo,


siembra de muertos a América Central?).

+ Y hay males en cuyo origen sí tenemos responsabilidad. Proceden, en


efecto, de nuestro egoísmo, injusticias, manipulaciones, opresiones, desprecio
de los derechos humanos, violencias, guerras, hostilidades, indiferencias, faltas
de acogida, incomprensiones, faltas de perdón.... De ahí proceden muchos
sufrimientos que unos a otros nos provocamos. ¿Será que haya quien “disfrute”
haciendo el mal? Cuando estamos implicados en este tipo de males, individual
o colectivamente, cargamos con la responsabilidad de su solución De nosotros
depende, en el grado y responsabilidad que tengamos, la solución.

 A vueltas con las preguntas

Cuando se trata de sufrimientos ante los que no podemos hacer nada,


nos vienen a la cabeza preguntas y más preguntas. Porque la desgracia, el dolor, el
sufrimiento tocan lo más profundo de nuestro ser. Por eso, son preguntas muy
serias: “¿por qué a unos sí y a otros no? ¿Por qué a unos más y a otros menos?
¿Por qué el mal parece ensañarse especialmente con algunos?”. “¿Merece la
pena venir a este mundo, si la vida está hecha en gran medida de dolor y, al
final, te toca morar?”. “¿Estaba ya determinado que todo esto iba a ocurrir así?”.
“¿Tiene algún sentido el dolor?”. “¿Alguien nos puede librar del mal?....

El “sufrimiento de los inocentes” ha torturado y sigue torturando la


conciencia de muchos. Pensando en los campos de concentración nazis, se
preguntaba un pensador, Adorno: “¿se puede creer en lo positivo de la
existencia después de Auschwitz? Afirmarlo sería una charlatanería”. Y nos
podríamos seguir preguntando: “¿se puede seguir creyendo en la humanidad
después de lo de Ruanda, de lo de Bosnia...?”

 Diversas maneras de afrontar el mal

+ Hay quien opta por evadirse, intentando una especie de huida. Y se


refugia en el alcohol, en la droga, en la diversión frenética... Para algunos, el
máximo grado de huida es el suicidio.

+ Los hay que se rebelan: “esto es injusto”, “no hay derecho”, “esto no hay
quien lo aguante”...

+ Otros se resignan recurriendo a la fatalidad: “no hay más remedio que


asumirlo. Así estaba determinado...”

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+ Hay quienes buscan culpables: los otros, uno mismo, los malos espíritus,
Dios.....

+ Algunos lo asumen con dignidad, cuando se trata de males inevitables.

+ Los hay que se enfrentan al sufrimiento y le plantan cara, tratando de


suprimirlo, cuando se puede evitar. Y, cuando es inevitable, intentan vivirlo
desde una hondura que le haga perder el carácter deshumanizador que tantas
veces tiene. Esta “fuerza interior” para encarar el sufrimiento viene con mucha
frecuencia de la experiencia religiosa, es fruto de la fe.

 ¿Echar la culpa a Dios?

+ El problema del mal ha llevado a mucha gente a negar la existencia de


Dios. Su argumento es éste: si Dios existe, no puede permitir el mal; pero, si el
mal existe, es absurdo pensar en la existencia de Dios. Y el mal está ahí, ante
nuestros ojos. Es evidente, entonces, que Dios no puede existir.

+ Otros intentan hacer compatibles las dos realidades: la existencia de


Dios y la existencia del mal. Y lo quieren hacer recurriendo a explicaciones
racionales... Al final, se encuentran en un callejón sin salida: ¿es el mal un
castigo de Dios por nuestros pecados?, ¿ocurre por la fuerza del destino? Sin
muchas razones para salir del embrollo, se quedan en un mar de dudas y
frecuentemente terminan por prescindir de Dios.

+ ¿Pertenece al mal a la imperfección natural de lo creado? Se preguntas


otros. ¿Se trata de los “vacíos” de una naturaleza inacabada, de una especie de
“agujeros negros”? ¿Ha tenido parte en esa imperfección la “desviación” del
proyecto originario de Dios causada por la libertad humana, ya en el origen
mismo? Bien puede decirse que el mal entra en el misterio de Dios y en el
misterio del hombre.

REFLEXIONAMOS Y COMPARTIMOS

1. ¿Cómo sueles reaccionar ante momentos de especial dificultad y


sufrimiento personal? ¿Y cuál es tu reacción cuando ese sufrimiento
lo están padeciendo otros?

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2. Mucho sufrimiento de nuestra vida es causado por nosotros


mismos, ¿te planteas seriamente si haces sufrir a la gente? Las
actitudes que pides a los demás para que puedan cesar los grandes
problemas: las guerras, las violencias domésticas, los conflictos...,
¿las llevas tú a las pequeñas vivencias de tu vida diaria?

3. ¿Has pensado alguna vez cómo compaginar la existencia de Dios


con la existencia del mal? ¿Qué respuesta te das? Si no te das
ninguna respuesta, ¿no sería bueno que profundizaras en este tema?

II. UNA BUENA NOTICIA

 No es infrecuente escuchar a gente que tenemos cercana estos


mismos sentimientos de un marido de 42 años ante el cadáver de su
propia mujer, muerta inesperadamente tras una enfermedad fulgurante:
“estoy roto, pero no hundido; estoy triste, pero lleno de paz y
esperanza”.

 A veces, quedamos admirados ante el estilo de afrontar el dolor y


el sufrimiento por parte de gente a quien conocemos. Eso le pasó a un
sacerdote que, impresionado por la muerte serena y esperanzada de una
joven, fallecida víctima de una durísima enfermedad, se preguntaba en
voz alta: “¿cómo es posible que no haya habido un solo lamento en sus
labios?”. Alguien le respondió: “padre, eso no se improvisa”.

Son reacciones de gente que no sólo no acusa a Dios ante la enfermedad,


sino que encuentra en Él el más fuerte apoyo para enfrentarse al mal. Su fe les
ha hecho entrar en el misterio del dolor de la mano de Jesús.

 Jesús y el “sufrimiento” de Dios

Dios “conoce” el sufrimiento humano no sólo como espectador,


mediante su conocimiento de la vida y de la historia humana. Lo “conoce”,
porque, encarnado en el hombre-Jesús, lo ha sufrido en la persecución, la
incomprensión, la traición, la pasión y la cruz.... “Nunca acabaremos de conocer
la profundidad de este misterio. Es toda la dureza de esta paradoja la que
emerge en el grito de dolor, aparentemente desesperado, que Jesús da en la
cruz: ‘Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mc 15,34). ¿Es
posible imaginar un sufrimiento mayor, una oscuridad más densa?” (Juan
Pablo II, Novo Millennio Ineunte, 25).

En la encarnación, Dios asume toda nuestra realidad humana. “Para


devolver al hombre el rostro del Padre, Jesús debió asumir no sólo el rostro del

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hombre, sino cargarse, incluso, del “rostro” del pecado” (Juan Pablo II, ibid). Y
el sufrimiento es una realidad que no falta en ninguna de nuestras vidas. Un
teólogo protestante alemán, víctima de las atrocidades nazis, confesaba: “sólo
un Dios que sufre puede salvarnos”.

 Jesús no buscó el sufrimiento

Leyendo sencillamente el evangelio, descubrimos a Jesús luchando


contra el mal con todas sus fuerzas; señal de que no quería el sufrimiento ni
para sí ni para los demás. Ahí están los milagros sobre los enfermos, los
endemoniados, los muertos, los elementos adversos de la naturaleza... Son
signos del enfrentamiento de Jesús contra el mal y su dominio sobre el hombre.

Tampoco Jesús buscó la pasión y la cruz. El la asume como consecuencia


de su amor a los hombres, sus hermanos, en cumplimiento de la voluntad del
Padre. “Pasa ante nuestra mirada la intensidad de la escena de la agonía en el
huerto de los Olivos. Jesús, abrumado por la previsión de la prueba que le
espera, solo ante Dios, lo invoca con su habitual y tierna expresión e confianza:
“¡Abba, Padre!; y le pide que aleje de él, si es posible, el cáliz del sufrimiento (cf
Mc 14,36).

En la escena del huerto de los Olivos, pone Marcos en labios de Jesús:


“me muero de tristeza”. Y Lucas comenta: “al entrarle la angustia, se puso a
orar con más insistencia. Le chorreaba hasta el suelo un sudor parecido a
goterones de sangre” (22,43-44). Y Mateo: “empezó a entristecerse y
angustiarse. Y les dijo: me muero de tristeza” (26,37-38).

Jesús no ha venido a “explicar” el mal, sino a llenarlo con su presencia.


Sufriendo y muriendo, nos señala cuál es el camino del hombre en el
sufrimiento, y cómo hemos de asumir el sufrimiento y la muerte. El misterio del
sufrimiento y de la muerte de Jesús queda, además, incompleto, si no incluye la
resurrección. El mismo Jesús había interpretado así el proyecto global del Padre
sobre su vida: “si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo,
pero si muere, da mucho fruto”. La fructificación de la vida es siempre un
misterio. Y los caminos de la madurez de las personas son, a veces, misteriosos.
¡De la muerte surge tantas veces la vida! Incluso en los momentos de más
deterioro, podemos agarrarnos a la mirada esperanzada de Isaías: “algo nuevo
está brotando, ¿no lo notáis?”.

III. LLAMADOS A LA CONVERSIÓN

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Parece que, ante el misterio del mal, no se trata tanto de explicaciones


filosóficas o religiosas, sino de cómo saber afrontarlo con actitudes
interiores que nos ayuden a ser más personas y más cristianos,

1. ¿tienes alguna experiencia de sufrimiento personal o de


acompañamiento del sufrimiento de los otros, que te haya llevado a
crecer en humanidad y en fraternidad? Si quieres, puedes explicarlo.

2. ¿qué te llama más la atención en el comportamiento de Jesús ante


el sufrimiento?

3. La fe en Jesús, ¿cómo puede darnos un sentido nuevo en la forma


de afrontar el sufrimiento, el personal y el de los otros?

11. EN MI DEBILIDAD,
¿QUIÉN ME COMPRENDERÁ?

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I. APROXIMACIÓN A LA REALIDAD

 La experiencia del fracaso

+ No todo nos sale bien

¿Habrá alguien que tenga conciencia de haber realizado totalmente y


bien todos sus proyectos humanos? La experiencia más frecuente no es esa, sino
la de insatisfacción.

Acertar en todo: en la educación de los hijos, en el ejercicio de la


profesión, en el desarrollo armónico de la afectividad y la libertad interior, en la
relación con los demás, en las responsabilidades públicas, en el modo y talante
de trabajo... Acertar en todo esto es muy difícil.

Lo más frecuente es que tengamos un sentimiento de insatisfacción


debido a fracasos concretos en nuestra vida.

+ Nos cuesta descubrir y reconocer nuestros defectos

Contrasta la situación anterior, que es muy general, con lo que se oye


decir a algunas personas: que no se arrepienten de nada de lo que han hecho.

Aparentemente se muestran totalmente satisfechos, y, más aún,


incapaces de reconocer los fallos que tienen. No tienen conciencia de haber
actuado mal en ningún momento de su vida. A primera de cambio, pensamos
que estas personas se engañan a sí mismas, y que algo importante les falla en su
personalidad.

+ ¿Y por qué hay cosas que nos salen mal?

Hay veces que podemos identificar perfectamente las causas de nuestros


fracasos. Echamos un vistazo a los más importantes de nuestra vida y decimos:
“si en lugar de...., hubiera hecho o reaccionado de esta otra manera....” Y el
resultado es que “nos sentimos repisos”. Eso va cargando nuestra insatisfacción.

Como causa general no podemos olvidar nuestra condición de seres


frágiles, tanto física como psicológicamente: voluntades débiles, temperamentos
violentos o apáticos, salud quebradiza, afectividad no suficientemente
desarrollada, manías...

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Nos influyen también nuestras circunstancias, la trayectoria personal, el


entorno en que hemos crecido y nos hemos desenvuelto: clima familiar,
ambiente social, tipo de trabajo, estructuras sociales injustas...

Y está también nuestra propia infidelidad e incoherencia con el proyecto de


vida, nuestro pecado personal....

 Cómo solemos reaccionar

Frente a nuestros fracasos y a la insatisfacción que nos producen (por


nuestras actitudes egoístas, por no haber logrado nuestros objetivos...)
tendemos a echarnos la culpa. Y sentimos una necesidad muy grande de que
alguien nos comprenda, nos disculpe y nos perdone. Intuimos que ese perdón
nos puede producir una liberación interior. Aunque a veces nos cueste
muchísimo no tanto encontrar a ese alguien (persona o grupo), sino presentar
con sinceridad las dimensiones de nuestra vida que demandan ser perdonadas.
Y es que, ante los fracasos y la insatisfacción que producen...

+ no todos reaccionamos de la misma manera:

. Los hay que se evaden: ...todo, menos entrar en su propio interior, para
no hurgar en la herida de la propia insatisfacción. Hay un miedo a enfrentarse
con uno mismo, y se tiende más bien a “ignorar” lo que va sucediendo en
nuestra vida: “ojos que no ven, corazón que no siente”. Detrás de esta actitud
hay una persona de escasa madurez.

. Hay quien ve, pero no quiere afrontar la situación. O por resignación:


“¡qué le vamos a hacer! ¡Estoy hecho así; así seré hasta que me muera!”, o por
“cerrazón”: por no comunicar, hay quien prefiere encerrarse en sí mismo, crear
una especie de caparazón, y encontrarse ahí siempre solo con el dolor que la
insatisfacción produce. No tienen el valor de pedir ayudar a quien podría
echarles una mano....Hay cerrazones de este tipo que pueden llegar a ser
patológicas: es la situación de algunas personas que sabemos terminan en el
suicidio.

. Hay quienes ven su propia situación, la afrontan, y la resuelven con


lucidez:

* Con un deseo general de superación, como tono de vida, toman


conciencia de sus limitaciones y de su responsabilidad, y, con
madurez, asumen su propia realidad. .. La responsabilidad lleva a la

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corrección de las causas de los fracasos que dependen de uno


mismo

* Luchan por cambiar las propias situaciones. No se dan por


vencidos a la primera de cambio. Entienden la vida como una
“carrera de obstáculos”, pero con meta. Decía Séneca (filósofo de
hace 2.000 años): “nunca están cerradas todas las salidas hasta el
punto de que no haya lugar para una acción buena”.

* Saben compartir en la amistad y la cercanía con quien les puede


echar una mano en momentos especialmente difíciles,
ayudándoles a encontrar no la salida que ya lleva uno pensada,
sino aquella que puede ser más constructiva. Sería necesario crear
las condiciones favorables para esta comunicación sincera,
sabiendo que es tan necesaria y provechosa. En nuestros
ambientes hay mucho miedo a pedir ayuda en ciertos niveles de
hondura, porque no hay confianza mutua, estamos muy
pendientes unos de otros más para la crítica que para el apoyo.... Y
todo eso nos inhibe a la hora de afrontar los problemas propios y
los de los demás con la envergadura de humanidad y cercanía que
precisan. Faltan en nuestra vida verdaderos acompañantes del
camino. El verdadero acompañante sintoniza rápido y acompaña
exigiendo, no sólo “dorando la píldora”.

*Insertan ahí su apertura a Dios en la oración confiada al Padre. No


van a la oración en busca de “recetas” para la felicidad, sino en
busca del apoyo de quien “saca bienes de los males, incluso del
pecado” (S. Agustín). La experiencia de una auténtica oración es
también experiencia de una verdadera aceptación de lo que somos y
de lo que hacemos y hemos hecho en nuestra vida. En la oración
aprendemos a acogernos a nosotros mismos con humildad y compasión,
con alegría y reconocimiento. En la oración, la vida entera queda en
las manos del Padre: “como niño en brazos de su madre”. ¡Y
cuántas cosas se rehacen!........

REFLEXIONAMOS Y COMPARTIMOS:

1. ¿Cómo encajas tus fallos y fracasos? ¿Te hundes? ¿Te deprimen?


¿Te meten en una especie de “tristeza vital” de la que no sabes cómo
levanta cabeza?

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2. ¿En qué actitudes de las descritas metes tu propia reacción:


evasión, disgusto, lucha, “aceptación irresponsable”, “aceptación
responsable”?

3. ¿Tienes experiencias de ayudas concretas para la superación de


tus fracasos y fallos? ¿Has sabido confiarte y has tenido respuesta?
¿Cómo te ha liberado interiormente el hecho de sentirte
acompañado/a?

4. ¿Has experimentado el acompañamiento de Alguien, con


mayúscula? ¿Cultivas la “apertura” a Dios, en la oración, desde esta
sencilla conciencia de tu propia debilidad?

II. UNA BUENA NOTICIA

 A una de esas personas que se distinguen por su acogida y


comprensión, alguien le preguntó: “tú, ¿por qué eres tan comprensivo
con la gente?”. Su respuesta fue: “porque tengo una fuerte
experiencia de ser comprendido por Dios, y también porque me he
sentido comprendido por los demás en muchas ocasiones”.

 Los que escriben la vida de San Francisco de Asís suelen hablar de


su comprensión con muchas personas que encontró en su vida. Por
ejemplo, hablando con el hermano Tancredo, que era muy duro en
sus juicios sobre la gente, le advierte Francisco:

“Nos es preciso aprender a ver el mal y el pecado como Dios los ve. Eso es
precisamente lo difícil, porque donde nosotros con toda naturalidad
vemos una falta que condenar y que castigar, Dios ve primeramente una
miseria que socorrer. El Todopoderoso es también el más dulce de los
seres, el más paciente”.

Y comenta uno de los biógrafos (Eloi Leclerc):

“Dios se parece al padre cuando sus hijos quieren lograr la


independencia: ...¿queréis marcharos? Bien, pero yo quiero deciros esto
antes de que os marchéis: ‘si algún día tenéis un disgusto, si estáis en la
miseria, sabed que yo siempre estoy aquí. Mi puerta queda
completamente abierta’ “. Y recoge de Francisco: Dios está hecho así,
hermano Tancredo... Nadie ama como Él, pero nosotros debemos intentar
imitarle... Empecemos, pues, a hacer algo”

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Buena observación: si no existe esa imitación por nuestra parte, mucha


gente ni llegará a enterarse de que Dios es así.

 Algunos textos bíblicos

Innumerables son los cantos a la compasión y misericordia de Dios.


Algunos como “botón de muestra” del Antiguo Testamento:

El Señor es mi pastor, nada me falta...Tu bondad y tu misericordia me


acompañan todos los días de mi vida (Sal 23). Si mi padre y mi madre me
abandonan, el Señor me recogerá (Sal 27).

El Señor me ha dado una lengua de discípulo, para saber decir al abatido una
palabra de aliento (Is 50,4).

El Señor es compasivo y clemente, paciente y misericordioso; no está siempre


acusando ni guarda rencor perpetuo. No nos trata como merecen nuestros
pecados, no nos paga según nuestras culpas... Como un padre siente ternura por
sus hijos, siente el Señor ternura por sus fieles; porque Él conoce nuestra masa,
se acuerda de que somos barro” (Sal 103). El Señor es benigno y justo, nuestro
Dios es compasivo (Sal 116).

+ Pero es, sobre todo, en las acciones y palabras de Jesús de Nazaret donde
podemos descubrir plenamente al Dios de la misericordia, de la acogida y del
perdón.

. En la actuación de Jesús con relación a los demás aparecen


constantemente dos elementos, que son capaces de rehacer y renovar la vida de
las personas a quienes encuentra:

 la acogida y comprensión (el perdón)

“No temas...., tus pecados te son perdonados”. “He venido a salvar, no a


condenar”. “Hoy ha entrado la salvación a esta casa”. “Venid a mí todos los que
estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré”.....

 la invitación al cambio (conversión)

“No peques más.... Convertíos” (Convertirse quiere decir “cambiar


de dirección”, “darse la vuelta”, lo mismo que se hace cuando uno ha
equivocado el camino para llegar al sitio a donde iba. De hecho se
emplea el mismo verbo en ambos casos. Se trata, por tanto, de cambio

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de forma de pensar y de actuar; de una vida que pasa de los “valores”


de uno mismo a los valores y criterios de Jesús). “Levántate y anda”.

. Jesús manifiesta una entrañable ternura con los pecadores (la adúltera,
Zaqueo, la mujer pecadora) y con los enfermos, mucho más necesitados que los
demás de sentir la cercanía y el amor de los otros. Jesús los encuentra, los
anima, los cura... La presencia de Jesús es sanadora por dentro y por fuera para
el hombre. Jesús confía en que el hombre se puede rehacer, a pesar de su
deterioro.

. Cuando Jesús tiene que justificar ante los fariseos su modo de obrar.
Cuando se tiene que defender de quienes le acusan por esa misericordia
entrañable hacia quienes ellos consideraban excluidos social y religiosamente,
Jesús les presenta la gran justificación: no puede obrar de otro modo, porque
Dios, su Padre “es así” (misericordia y perdón). Lo dirá luego S. Juan: “Dios es
amor”. Bástenos mirar el cp. 15 de Lucas. En los vv. 1-2 la “acusación”. Las
parábolas de la oveja perdida, de la moneda perdida y del hijo pródigo (o,
mejor: del padre misericordioso): la justificación de esa manera de ser: de
“acoger a los pecadores y comer con ellos”. Y no hay otra justificación para que
Jesús que ésta: “ese es el estilo de Dios”, “así es como actúa Dios”.

. Desde la parábola del “hijo pródigo” (la parábola del “padre


misericordioso”) todavía nos adentramos más en otros dos aspectos
importantes de la acogida de Dios al hombre fracasado, pecador e insatisfecho:

 Dios nos está buscando. No espera pasivamente. Está saliendo al


encuentro constantemente.
 Suscita en el interior del hombre el anhelo de la vuelta y la
esperanza de encontrar de nuevo la casa paterna. La seguridad de ser
acogidos para poder comenzar de nuevo, escribiendo la propia
historia con una nueva luz. Sentirse acogidos, perdonados y amados
como hijos es una experiencia interior capaz de desatar interiormente
todas las posibilidades de renovación y de cambio.

 Una constante de la fe viva es, por tanto, la del “encuentro personal” con
Dios. No es un encuentro alternativo con el que realizamos con otras
personas. Es un encuentro realizado en “otro nivel”. En el nivel más íntimo
y personal. Un nivel enormemente real, que supone la posibilidad de un
diálogo interior, para “depositar en Él todos nuestros afanes”: los
sentimientos y experiencias, las vivencias y pruebas, los dolores y alegrías
de la vida. Dios Padre, Amigo y Acompañante de mi existencia concreta es
la “mejor noticia” para poder experimentar la liberación y salvación.

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Un gran teólogo, K. Rhaner, abría así su corazón a Dios: “¿cómo podría


soportarme a mí mismo, si no supiera que Tú me soportas, si no tuviera la
experiencia de que Tú eres bueno conmigo?”

III. LLAMADOS A LA CONVERSIÓN

1. Detrás de tu experiencia humana de ser acogido y perdonado por


los demás, ¿has percibido alguna vez la necesidad de la acogida y del
perdón de Dios mismo? ¿Has llegado en tu interior a sentir la
presencia de quien te conoce, te busca y te espera?

2. ¿Crees que tú mismo serías más acogedor, comprensivo y


perdonador contigo mismo y con los demás, si tuvieras siempre viva
la experiencia de la acogida y el perdón que Dios te hace?

3. ¿Cómo sientes en este momento la invitación de Jesús: “venid a


mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré”?
Alivio: ¿de qué cansancios y agobios?

12. EL SER HUMANO, UN GRAN


MISTERIO

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I. APROXIMACIÓN A LA REALIDAD

Los avances de la tecnología moderna (tecnología, medios de


comunicación, investigación científica, salud, transportes, instrumentos para el
cultivo de nuestros campos, para la vida doméstica...) han sido formidables.
Poco a poco, el ser humano va conociendo mejor cuándo y cómo apareció en le
atierra, cómo funciona su organismo, cómo funcionan las cosas que lo rodean...
Sin embargo, le quedan por conocer preguntas importantes: qué es el ser
humano, para qué estamos en el mundo, quién ha decidido nuestra
existencia... Son todas ellas preguntas de sentido... La persona humana sigue
siendo un misterio para sí misma.

 Manifestación de ese misterio son las contradicciones y ambigüedades


en que se ve rodeado el hombre de hoy y la sociedad en la que vive.

 Contradicciones y ambigüedades personales

+ Por una parte, la persona humana se siente soñadora, sedienta de


felicidad, buscadora de su libertad, hambrienta de fiesta, de gozo, de
convivencia..., pero, por otra parte, se siente a sí misma como insatisfecha, en
conflicto con todos, o con muchos de los que le rodean (quizás con los más
cercanos), presa de nuevas esclavitudes, envuelta tantas veces en el sufrimiento
interior y exterior (estados de ánimo, enfermedades, conflictos familiares,
fracasos...).

+ Por una parte, nos damos cuenta de que el secreto de nuestra


realización personal lo tenemos en nosotros mismos, en la calidad de nuestra
vida interior..., pero, de hecho, para realizarnos como personas, en lugar de
“entrar en nosotros mismos”, vamos buscando por fuera, a veces, con ansia,
cosas y más cosas que puedan llenar nuestros vacíos.

+ Hoy como nunca, el hombre domina con las nuevas técnicas


dimensiones de la vida que en otros tiempos le eran adversas (en la salud, el
trabajo, el transporte, los bienes disponibles), pero no puede, sin embargo,
evitar una cierta inseguridad por el armamento destructor, la manipulación
genética que él mismo ha puesto en marcha, la falta de trabajo causada por las
nuevas tecnologías, el horizonte de educación para sus hijos que es
imprevisible.... Conscientes de nuestros logros, pero amenazados.

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+ Tenemos más posibilidades que nunca para evitar el aislamiento,


gracias a los medios de comunicación, a la facilidad de los encuentros, a la
multiplicación de las reuniones, a veces, incluso, estamos en medio de
aglomeraciones...., pero posiblemente nos sentimos más solitarios que en etapas
anteriores. .. Más juntos, pero más solos.

+ Sentimos que somos más emprendedores, más dinámicos, que


valoramos más la eficacia..., pero quizás somos menos humanos, más distantes,
más “estirados”, menos respetuosos, y valoramos menos a quienes ya no son
eficaces (los ancianos, las personas con minusvalías, los enfermos...: es un
desgraciado fruto de esa enfermedad que podríamos llamas la “eficacitis”).

+ En el fondo sentimos la “atracción misteriosa de Dios”, deseos de mirar


un poco más allá de nuestros propios límites, sentimos la necesidad de Dios,
sobre todo en determinados momentos de nuestras vida...., pero no nos
decidimos por una búsqueda seria y sincera de él; nos quedamos en un confuso
deseo (“algo tiene que haber...”), pero no nos decidimos a encontrarlo.

+ Queremos e intentamos ser felices, con una felicidad que vaya unida a
nuestras enormes ganas de vivir..., pero nos damos cuenta de que no atinamos
con los medios para conseguirlo, porque no podemos ser felices de cualquier
manera, sobre todo, cuando nuestras ganas de vivir han de contar, aunque nos
pese, con el hecho de nuestra propia muerte.

 Contradicciones y ambigüedades sociales

+ Por una parte, reivindicamos los derechos de toda persona, también y


especialmente de los más débiles....pero, por otra parte, nosotros mismos, a
veces sin darnos cuenta, estamos creando nuevos marginados: parados,
inmigrantes... Nos “libramos” de nuestros mayores con el fácil recurso a la
residencia de ancianos..., nos oponemos y nos disgusta que se abra en nuestro
barrio un centro para drogadictos, o transeúntes, o enfermos del Sida...

+ Estamos contra toda dictadura o totalitarismo..., pero, a veces, nosotros


mismos somos unos dictadores en los ámbitos en que nos movemos (familia,
grupo, barrio...), o no nos damos cuenta de que también estamos colaborando
muchas veces a la creación de los problemas de pobreza y marginación que
luego intentamos remediar (a nuestro alrededor, o con relación al Tercer
Mundo).

+ En una sociedad de la abundancia, no hemos sido capaces de superar el


problema número uno de nuestro mundo: el hambre de millones de gente.
Cada vez es mayor el abismo que se abre entre los países que se han subido al

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tren del desarrollo y los que aún no han podido subirse..., y, si las cosas siguen
así, no podrán subirse nunca.

+ Ha mejorado nuestra convivencia desde el respeto a las distintas


maneras de pensar y actuar (aunque aún nos falta mucho. En ciertas ocasiones
estamos muy divididos por motivos de pertenencia política)..., pero este mutuo
respeto y tolerancia está dando lugar a una gran crisis moral, nos parece que
pluralismo quiere decir que “todo vale”..., lo que da lugar a un serio “vacío
ético”. La prueba la tenemos en que, tantas veces, no permitimos que nadie nos
diga cómo deberían ser las cosas, sobre todo si estamos nosotros de por medio.

Realmente somos un misterio, que ni nosotros mismos acabamos de


comprender. Muchas veces nos consideramos como la realidad más
maravillosa del mundo, pero, otras, nos vemos como seres ruines y pobres.
Mucho depende de nuestra propia trayectoria personal, del ambiente en el que
nos movamos, de nuestra edad, de la situación que estemos viviendo en el
momento... Pero sí que es verdad que, muchas veces, “no hay quien nos
entienda”.

 ¿Hay respuesta para este misterio que somos?

Por aquí van algunas:

 Los que apuestan por “la nada”

Piensan algunos que el ser humano es un desastre tal que su vida no


tiene sentido, porque su destino es “la nada”. Dicen que el ser humano es
inadaptado, intratable, desequilibrado, poro dotado para subsistir, un animal
anormal... Con este panorama, se preguntan si merece la pena vivir. Hubo un
tiempo en que todos estos pensadores “sufrían” porque el hombre fuera de esta
manera; les dolía que el hombre fuera un tamaño desastre. Hoy, los que siguen
esta corriente de pensamiento no sufren ni siquiera por eso. Aceptan que las
cosas son así, que no pueden ser de otra manera, y deciden sacarle a la vida lo
poco o lo mucho que vaya dando de sí en cada momento. Como el único
sentido de la vida sería “que la vida no tiene sentido”, pues no hay por qué
romperse los cascos.

 Los pesimistas desalentados

También los hay. No piensan que el hombre sea tan desastroso como los
anteriores; ven a la persona con mejores ojos, pero se sienten desanimados por
los resultados. Tienen la sensación de que la persona humana está encarcelada
en sí misma: “la persona humana es maravillosa –dicen-, pero es pequeñita: yo

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siempre tropiezo con las mismas barreras, cometo los mismos errores; sólo soy
esto y, sin embargo, querría ser mucho más. Siempre ando buscando algo, pero
generalmente, antes de encontrarlo ya habré muerto...” Se trata de una posición
pesimista ante la vida.

 Los que “pasan” del problema

Hoy abundan. Aparcan todas estas cuestiones, que les parecen


perfectamente inútiles. Lo que importa –dicen- es gozar de la vida lo más
posible, por tanto hay que “pasar” de problemas. A lo sumo, buscar “pequeños
sentidos” a lo inmediato, sin hacerse grandes ilusiones.

Los hay también que no es que “pasen” por principio, sino que “no
tienen tiempo”: excesivamente metidos en los problemas de cada día
(económicos, familiares, de negocios...). Les faltan motivaciones, clima y tiempo
suficiente para acometer también las preguntas más serias, aquellas que,
incluso, dan su verdadero sentido a los afanes de cada día.

 Los que sí quieren buscar

También los hay. Entre ellos, muchos buscan a través de la fe cristiana, o


a través de otras religiones la respuesta a los grandes interrogantes del hombre:
quién soy, cuál es el sentido de mi vida, cuál mi destino, cuál es el sentido de lo
que hago, por qué estoy aquí.... Hay también hombres y mujeres que buscan
estas respuestas a través de corrientes de pensamiento que tienen muy en
cuanta al hombre e intentan explicarlo. A través de este pensamiento
“humanista” intentan también una respuesta suficientemente satisfactoria para
vivir y morir con dignidad y esperanza. Afortunadamente en nuestro mundo
existen todavía muchos buscadores de la verdad.

REFLEXIONAMOS Y COMPARTIMOS

1. ¿Cuáles son las principales contradicciones y ambigüedades que


descubro en mi vida personal? ¿Aquellas cosas que las veo
perfectamente, pero que luego no las hago?

2. ¿Hasta dónde me identifico con esta experiencia que relata san


Pablo: “no hago el bien que quiero; el mal que no quiero, eso es lo que
ejecuto”?

3. ¿Qué contradicciones y ambigüedades sociales son las más


frecuentes en el ambiente en que vivo?

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4. ¿Cómo me encuentro en mi deseo de dar respuesta a las preguntas


sobre el misterio del hombre? ¿Me preocupan? ¿Las aparco?

II. UNA BUENA NOTICIA

 (................. introducir dos o tres testimonios expresivos de


pensadores o conversos acerca del misterio del hombre como
apertura al misterio de Dios........................)

 En Jesús de Nazaret se desvela el misterio del hombre

Jesús sufrió también en propia carne las contradicciones y ambigüedades


del ser humano: aplaudido y rechazado por los mismos; en medio de un pueblo
que buscaba liberarse de los romanos y, al mismo tiempo, profundamente
esclavo hasta de su misma idea de Dios; su mensaje era, a la vez, admirado,
pero no seguido de manera comprometida....Jesús mismo, “probado en todo
igual que nosotros, excepto en el pecado”, “aprendió sufriendo lo que significa
obedecer” (carta a los Hebreos). Pero, en Jesús se nos aclara el misterio del
hombre:
 Nos sitúa de cara a Dios, en la cercanía

La mejor noticia que podemos recibir los hombres es la de la cercanía de


Dios y su interés por nosotros. En Jesús de Nazaret, el Verbo de Dios encarnado,
esa cercanía se ha hecho presencia: “y el Verbo se hizo carne y habitó entre
nosotros” (Jn 1,14).

En Jesús, Dios se nos ofrece, dándonos luz en nuestras contradicciones,


orientación para nuestros esfuerzos y confianza en nuestros fracasos. Su
presencia es “para hacernos ser” como hombres y como mujeres, no para
mermarnos nuestras posibilidades, como si Él estuviera “celoso” de nuestra
realización personal. El Dios que nos revela Jesús no crece a costa del
empequeñecimiento del hombre; es el hombre el que crece a costa del
“empequeñecimiento” de Dios (esa es la entraña misma del misterio de la
Encarnación).

 Jesús es “el Hombre nuevo”

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Y nos da a nosotros la posibilidad de ser también “hombres nuevos” en


él. Jesús no sólo ilumina el misterio de la persona mediante lo que dice de ella,
sino que plasma en su vida el modelo de una persona realizada:

+ ser y vivir como hijos de Dios

Ni lo hubiéramos soñado! Pero, en Jesús descubrimos que nuestra


llamada es a ser y vivir como hijos de Dios. Lo decía, admirado, San Juan:
“mirad qué amor nos ha manifestado el Padre para llamarnos hijos de Dios,
pues lo somos”. “No habéis recibido un espíritu de siervos para recaer en el
temor; habéis recibido un espíritu de hijos por el que clamáis: Abba, Padre” (S.
Pablo). Comprendemos así que nuestra filiación en lugar de mermar nuestra
libertad, la realiza en la plenitud del amor. Nos dan ganas de decirle a Dios con
el salmista: “Te doy gracias, Señor, porque me has dado anchuras”....La
apertura a la trascendencia es la mejor experiencia de la superación de los
límites y las angosturas.

+ ser y vivir como hermanos de todos

Dándonos la posibilidad de ser hijos del Padre, Jesús nos dio también la
posibilidad de vivir entre nosotros como hermanos. Una fraternidad que no es
huérfana. Una fraternidad con Padre. Y, por eso, una fraternidad que entra en la
realización de la propia persona humana: vivimos entre nosotros la misma
relación que Jesús con el Padre, en el Espíritu. Nuestra llamada, por tanto, es a
hacer de nuestra sociedad una comunión de hermanos, desde la justicia y la
fraternidad.

Viviendo radicalmente para los demás, como Jesús, expresamos nuestra


más absoluta y gozosa dependencia de Dios (“como el barro en manos del
alfarero”). Quienes entienden la propia vida, desde Jesús, como un genitivo de
identidad: “somos ‘de’....” (no somos nominativos que nos construyamos a
nosotros mismos), responden a la “de-pendencia” con la entrega: se hacen
“para...” en reconocimiento agradecido. El primer movimiento es “para...Dios”.
Pero, en Jesús, el mismo Dios nos indica el camino: “y para.....los demás”.

Como Jesús, encontramos en la experiencia de la paternidad universal de


Dios, la fuerza que nos impulsa a sentirnos y vivirnos como hermanos de todos,
incluso de los enemigos: “amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os
maldicen... Sólo así seréis hijos de mi Padre que hace salir el sol sobre buenos y
malos...” (Mt 5,44).

Con Jesús, aprendemos la forma de ser hermanos ante el sufrimientos


de los otros. El sufrimiento no se cura sólo con analgésicos. Es importante

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sentirse acompañado por los otros. Y en ese acompañamiento poder percibir la


compañía silenciosa, solidaria y amorosa del Padre, que conduce nuestra
historia hacia la vida definitiva, Aquella donde “ya no habrá luto, dolor ni
llanto”. Ese “tirón” hacia el cumplimiento definitivo de nuestro ser humano en
Dios es parte importante del desvelamiento que hace Jesús de nuestra propia
identidad humana. Somos “hombres y mujeres en tensión hacia el futuro”. “No
tenemos aquí ciudad permanente”.

+ La apuesta por la vida en plenitud

“Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia”... Así


describía Jesús el cometido de su misión. Tener la experiencia de la vida es el
cumplimiento mayor del ser humano; por eso la muerte trunca tantos anhelos y
esperanzas, y es temida como la mayor desgracia que acontece al hombre. La
experiencia cristiana lleva a Pablo a encararse con la misma muerte: “¿dónde
está, muerte, tu victoria?”, ¿dónde está, muerte, tu aguijón?”. Porque el núcleo
central del mensaje de Jesús es la resurrección y la vida en plenitud, acaecidas
ya en él, y prometidas para todos aquellos que, en su seguimiento, ya
comienzan a resucitar a valores nuevos y dimensiones insospechadas.

Con Jesús podemos vivir ya como “hombres nuevos”. En Él estamos


llamados a realizar el proyecto del Padre. Él nos llama para que podamos
repetir la experiencia de los primeros discípulos: “no se nos ha dado en la tierra
otro Nombre en el que podamos salvarnos” (Hch 4,12). Porque de salvar la
propia vida se trata. Sólo que únicamente la salva quien ha aprendido a
perderla. Ese es la “nueva contradicción”. La que desencadena la entrega de
Jesús, y la que devuelve resucitada la carne ofrecida para la salvación de
muchos. La cruz y la resurrección (el misterio pascual del Señor) proyectan una
luz nueva sobre nuestro propio misterio, y nos hacen un poco más fácil vivir
como seres humanos.

III. LLAMADOS A LA CONVERSIÓN

1. ¿A qué preguntas más inquietantes sobre el misterio del ser


humano nos pueden responder Jesús y su mensaje? ¿Son preguntas
que nos preocupan y que preocupan a la gente?

2. Si estas preguntas no nos preocupan, ¿por dónde deberíamos


comenzar? ¿Qué nos puede estar fallando? ¿Qué puede estar fallando
si la gente no considera todo esto como importante y vital para sus
vidas?

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3. Esta especie de “flash” que nuestra mirada a Jesús ha proyectado


sobre temas tan importantes de nuestra existencia diaria puede
convertirse en una “luz permanente” en la medida en que
continuemos abriendo nuestro corazón a su Buena Noticia, y la
vayamos acogiendo como nuestra, ¿estarías dispuesto a continuar
este camino de búsqueda y encuentro con Jesús? (Con tu decisión
terminaríamos este período de pre-catequesis, e iniciaríamos el
período de catequesis propiamente dicha)

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