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Resulta que los Derechos Humanos no son el santo grial que comúnmente creemos que son. No son
postulados sagrados, absolutos e irrefutables que protegen la dignidad humana, sino que responden
al lenguaje hegemónico de la dignidad humana concebida desde la óptica liberal y occidental, ello
significa que parten de una matriz divisoria que clasifica al mundo en sociedades metropolitanas
(que responden a la perspectiva liberal y occidental) y sociedades coloniales. En mi concepto, la
anterior división se traduce en “sociedades que desarrollan” y “sociedades para el desarrollo”, es
decir: civilizaciones que explotan y civilizaciones que son explotadas.
Pero, ¿son esas concepciones liberales y occidentales de los Derechos Humanos compatibles con la
defensa de la dignidad humana?
Con el tono crítico, analítico y propositivo que lo caracteriza, el sociólogo brasilero Boaventura de
Sousa Santos nos trae “Derechos Humanos, Democracia y Desarrollo” (2014) un texto en el que
expone la tensión existente entre desarrollo, entendido como crecimiento económico y los
Derechos Humanos y la justicia ambiental.
Un tema polémico que logra enfrentar dos visiones del mundo que riñen entre sí, pero que coexisten
en los regímenes democráticos: formas de autoritarismo que Santos las denomina como fascismo
social y en este caso, concretamente, fascismo social desarrollista. El modelo de desarrollo
preponderante en las democracias occidentales actuales involucra principalmente la explotación de
la tierra y de los recursos naturales. Sin embargo, a pesar de vivir en sociedades democráticas que
defienden las libertades y los derechos humanos, aquellos que se opongan al modelo de desarrollo
de la democracia son perseguidos y reprimidos.
El segundo ejemplo ocurre en todo el territorio colombiano y tiene que ver con las consultas
populares y el Derecho al veto de las comunidadesii, es una regresión -y hasta contradicción-
constitucional la actual tesis de la Corte Constitucional que restringe el poder de las comunidades a
oponerse a proyectos mineros, energéticos y de explotación de hidrocarburos dando vía libre a una
explotación insostenible de los ecosistemas ambientales.
Lamentablemente, estas tensiones del sistema son avaladas por el mismo y traen como
consecuencia la desprotección de las minorías, de las comunidades, y del ambiente. Dominados por
las ideas de individualismo, de éxito a costa de todo y de acumulación de bienes como sinónimo de
bienestar propias del capitalismo y del pensamiento neoliberal, olvidamos lo verdaderamente
esencial para vivir bien, que necesitamos de los demás para sobrevivir, que la tierra no nos
pertenece, sino que es de las generaciones futuras y que el bienestar colectivo siempre implicará
bienestar individual.
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http://www.indepaz.org.co/comunidades-indigenas-del-cauca-y-la-lucha-por-la-tierra/
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https://www.elespectador.com/noticias/judicial/consultas-populares-no-pueden-vetar-proyectos-mineros-
ni-energeticos-ponencia-articulo-811014