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ES MOMENTO DE DETENERSE: no habrá dignidad si no hay vida.

por Adriana Martínez Polanco

Resulta que los Derechos Humanos no son el santo grial que comúnmente creemos que son. No son
postulados sagrados, absolutos e irrefutables que protegen la dignidad humana, sino que responden
al lenguaje hegemónico de la dignidad humana concebida desde la óptica liberal y occidental, ello
significa que parten de una matriz divisoria que clasifica al mundo en sociedades metropolitanas
(que responden a la perspectiva liberal y occidental) y sociedades coloniales. En mi concepto, la
anterior división se traduce en “sociedades que desarrollan” y “sociedades para el desarrollo”, es
decir: civilizaciones que explotan y civilizaciones que son explotadas.

Pero, ¿son esas concepciones liberales y occidentales de los Derechos Humanos compatibles con la
defensa de la dignidad humana?

Con el tono crítico, analítico y propositivo que lo caracteriza, el sociólogo brasilero Boaventura de
Sousa Santos nos trae “Derechos Humanos, Democracia y Desarrollo” (2014) un texto en el que
expone la tensión existente entre desarrollo, entendido como crecimiento económico y los
Derechos Humanos y la justicia ambiental.

Un tema polémico que logra enfrentar dos visiones del mundo que riñen entre sí, pero que coexisten
en los regímenes democráticos: formas de autoritarismo que Santos las denomina como fascismo
social y en este caso, concretamente, fascismo social desarrollista. El modelo de desarrollo
preponderante en las democracias occidentales actuales involucra principalmente la explotación de
la tierra y de los recursos naturales. Sin embargo, a pesar de vivir en sociedades democráticas que
defienden las libertades y los derechos humanos, aquellos que se opongan al modelo de desarrollo
de la democracia son perseguidos y reprimidos.

De la resistencia al fascismo desarrollista se pueden identificar características como: el nacimiento


de nuevas generaciones de derechos humanos, éstos ya no se limitan al catálogo que nació con las
revoluciones occidentales, sino que muta ante las condiciones de vida actuales, por ejemplo, el
Derecho a la tierra abarca un núcleo más amplio que los derechos al agua, a la soberanía alimentaria
etc. Porque los incluye y fusiona como partes de un todo que requiere de esas piezas para
materializar el Derecho; otra característica de la resistencia y de la lucha por la tierra es la
estigmatización que sufre por su representación: Latinoamérica antes de la colonización europea
estaba habitada completamente por comunidades indígenas y afrodescendientes, comunidades
que hoy, luego de la colonización, pasaron a ser minoría. Sus luchas y objeciones son ignoradas en
planes de desarrollo (y en algunos casos los líderes de las comunidades y colectivos son perseguidos)
por los sectores del poder que representan los intereses de las “mayorías”, para el caso colombiano,
la situación se complica aún más por la lucha histórica por el territorio que desembocó en un
conflicto armado interno que por supuesto tiene facciones políticas, pero que se resume en: lucha
por apropiación de la tierra, que en su mayoría pertenece a terratenientes. Dos ejemplos concretos
de esta característica pueden identificarse en nuestro país: el primero, en el Caucai, donde los
indígenas reclaman (entre otras cosas) el territorio que históricamente les ha pertenecido y que se
encuentra en manos de terratenientes-colonizadores, su lucha es presentada como la de un
pequeño grupo que pretende apropiarse de algo que no le pertenece sólo por el hecho de ser
minoría.
Boaventura de Sousa Santos propone en estos casos que aquellos que ahora son minoría y antes no
lo eran en su territorio, prime la justicia histórica y se reivindiquen los derechos de aquellos que
dejaron de poseer la tierra por el exterminio y esclavitud que sufrieron en manos de colonizadores
y esclavistas. Al reivindicar estos derechos no solo se está protegiendo el futuro de las comunidades,
a su vez se está luchando por el futuro y los intereses de las mayorías aun cuando éstas no los
defiendan.

El segundo ejemplo ocurre en todo el territorio colombiano y tiene que ver con las consultas
populares y el Derecho al veto de las comunidadesii, es una regresión -y hasta contradicción-
constitucional la actual tesis de la Corte Constitucional que restringe el poder de las comunidades a
oponerse a proyectos mineros, energéticos y de explotación de hidrocarburos dando vía libre a una
explotación insostenible de los ecosistemas ambientales.

Lamentablemente, estas tensiones del sistema son avaladas por el mismo y traen como
consecuencia la desprotección de las minorías, de las comunidades, y del ambiente. Dominados por
las ideas de individualismo, de éxito a costa de todo y de acumulación de bienes como sinónimo de
bienestar propias del capitalismo y del pensamiento neoliberal, olvidamos lo verdaderamente
esencial para vivir bien, que necesitamos de los demás para sobrevivir, que la tierra no nos
pertenece, sino que es de las generaciones futuras y que el bienestar colectivo siempre implicará
bienestar individual.

i
http://www.indepaz.org.co/comunidades-indigenas-del-cauca-y-la-lucha-por-la-tierra/
ii
https://www.elespectador.com/noticias/judicial/consultas-populares-no-pueden-vetar-proyectos-mineros-
ni-energeticos-ponencia-articulo-811014

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