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J. M A R T Í N E Z RUIZ

L.A

DEL A U T O R

Charivari (CRÍTICA DISCORDANTE); Ma-


SOCIOLOGÌA CRIMINAL
drid, 1897. (.Ejemplares raros.)
L a e v o l u c i ó n d e l a c r i t i c a ; Madrid, 1899.

MADRID
. LIBRERÍA DE F E R N A N D O FÉ
Carrera de San Jerónimo, 2

Ricardo Fé, impresor. Olmo, «.—Teléfono 1.114- 1 8 9 9


Sr. D. J. Martínez Ruiz.

M a d r i d , 12 de Junio d e 1899.

E s t i m a d o amigo: D e s e a usted un prólo-


g o para su SOCIOLOGÍA CRIMINAL. H a c e
cuarenta y cinco años escribí, aunque so-
meramente, sobre las cuestiones que us-
ted en su libro trata: v e a usted si pueden
servirle de p r ó l o g o las siguientes páginas,
d e todo punto caídas en oLvido.

Conozco que puede hacérseme una ob-


jeción g r a v e . — L a libertad moral -y la po-
lítica, se me dirá, son, según vos'; idénticas.
Declarando absoluta la una, declaráis, pues,
ambas absolutas. N o h a y , pues, hechos
punibles; el derecho penal se viene abajo.
¿Qué será entonces de la sociedad? L a fuer-
za reemplazará la ley, y volveremos á los gía que le h a dado origen; el de la utili-
tiempos de mayor barbarie. dad, destruido por la simple observación de
L a contestación no es fácil, pero voy á nuestros fenómenos morales; el de la con-
darla. L e y y fuerza son sinónimas; la fuer- ciencia, derribado por la conciencia misma.
za, por lo tanto, reina entre nosotros; ¿á Mal por mal, dicen aun los más aventaja-
qué temer que venga? M a s quiero prescin- dos criminalistas, he aquí la ley de tu na-
dir aun de esa consideración, á pesar de su turaleza; mas he protestado ya y protesto
importancia. F i j o la mirada en vuestro pre- contra tai blasfemia. M i entidad sensible
podrá pedir mal por mal; nunca mi entidad
tendido derecho criminal, y observo: que
inteligente. Mañana, por ejemplo, al revol-
carece de principio; que no tiene bien de-
ver de una encrucijada ó de una esquina
terminada su esfera de acción, ni bien tra-
me veo acometido puñal en mano por uno
zado su camino; que procede arbitraria-
de mis enemigos. Logro desarmarle, y lle-
mente en clasificar los delitos y más arbi-
no tal vez de cólera, le entrego en aquel
trariamente en aplicar las penas; que es
instante al juez, para que descargue sobre
incapaz de manifestar una relación necesa-
él todo el rigor de nuestras leyes. E s t e
ria entre cada falta y su castigo; que no
acto ¿es verdaderamente hijo de la idea de
reúne, por fin, condiciones para imponerse
justicia? A l otro día, en que, amortiguadas
á la conciencia. Todo lo irracional, digo
y a las primeras impresiones, recobra la
para mí, es de suyo insubsistente: si mi razón su imperio, este mismo acto empieza
teoría lo destruye, razón de más para que á pesar sobre mí como una falta. Poco des-
me afirme en mi teoría. pués imploro clemencia para mi pérfido
Sé cuán aventurados han de parecer es- asesino. P o c o después, ¡ay! si le matan, su
tos asertos; mas sé también que son exac- memoria es un tormento para mi alma.
tos. Para legitimar este derecho, se han
imaginado cien sistemas: ni uno solo resis- Esta y no otra, es mi l e y ; esta, y no
te á un riguroso análisis. E l del pacto so- otra, la ley de la especie humana. E n casos
cial, viene desmentido por la historia; el iguales ó análogos la razón nos repite siem-
de la defensa, negado por la misma analo- pre las palabras de Jesucristo á los acusa-
dores de la mujer adúltera. ¿No habéis de- imposibilidad de resolver el problema de la
linquido jamás? nos dice; y sentimos anu- libertad y el orden, se h a pasado, como he
dada en la garganta la voz con que poco dicho, sobre la libertad y se ha erigido en
antes nos atrevíamos á exigir justicia. ley la tiranía. Caerá.cuando caiga el poder,
Salvas algunas ligeras excepciones, el y y a hoy se siente amenazado. D e todas
poder público no consulta la voluntad del partes se levantan voces elocuentes contra
ofendido, cuando p a s a á ejecutar el fallo la pena de muerte; condenar esta pena es
del tribunal sobre el culpable; á buen segu- y a condenar el derecho. Cuando se viola la
ro que si lo consultara, tomarían pocos el libertad del hombre, se viola aun su perso-
camino del presidio y menos aun el del ca- nalidad: ó todas las penas son legítimas ó
dalso. H a y más, h a y hechos reconocidos todas ilegítimas.
umversalmente como delitos, y criminales Por esto retrocede incesantemente ese
sorprendidos en el momentos de consumar pretendido derecho; por esto su esfera de
su crimen; ¡cuán pocos hombres, aun pu- acción, cada día menor, es también cada
diendo, aceptan, sobre sí la responsabilidad día más indeterminada. Observad por de
de haberles castigado! Reúnen cuando me- pronto un hecho ¿Cuál es el objeto de vues-
nos un consejo de guerra, hacen hablar la tras leyes? preguntáis á los criminalistas. —
ley para que no les remuerda la conciencia. L o s delitos, os contestan—¿Qué entendéis
¿Dónde está esa voz de la naturaleza que por d e l i t o ? — L a infracción de nuestras le-
pide mal por mal, ojo por ojo? y e s . — N o saben ni pueden salir de este cír-
culo vicioso. Admirad la solidez y la gran-
¡Ah! E s a legitimación racional del dere-
d e z a de la ciencia. V e r d a d es que algunos
cho de penar se la busca inútilmente. E l
aspiran al nombre de filósofos; «el delito es
derecho de penar, simple atributo del po-
la infracción de la ley moral» han dicho. Si
d e r , es tan místico y tan inconsistente
toda infracción de la ley moral es un delito
como el poder mismo. L a ciencia no lo ex-
no h a y código penal completo, no se ha
plica, el principio de la soberanía indivi-
eliminado de él un hecho punible sin caer
dual lo niega. E x i s t e porque este principio
en el absurdo. L a sucesiva corrupción de
no está aún reconocido, existe porque en la
las costumbres, la influencia de las ideas condene, el delito ha de ser ostensible, las
caballerescas, la ineficacia de la justicia consecuencias inequívocas, el mal hecho ó
humana para apreciar en todo su valor que se intentaba hacer, claro y evidente;
cierto género de crímenes, nada podría jus- para que los condene la ley moral basta
tificar esas eliminaciones tan frecuentes. que esté incoado el acto, por más que no
E l catálogo de delitos habría de ser in- dejen sentirse sus efectos, por más que
menso. éstos puedan atribuirse á hechos de distinta
No: bajo el punto de vista del derecho, índole, por más que el acto en sí aparezca
el delito no es el quebrantamiento de la ley á los ojos de la sociedad como inocente y
moral, sino el de una l e y escrita, que si meritorio. ¡Qué de crímenes no pasan así
unas veces la confiesa, otras la niega. Mi desapercibidos para el derecho! H o y me
ley moral no me acusa nunca cuando obro confían un secreto cuya revelación puede
contra una religión en que no creo, ó á fal- ocasionar la ruina de toda una familia, y
ta de otros medios, me sublevo contra un sólo por satisfacer mi sed de venganza lo
poder que me esclaviza; m e acuso, en cam- descubro; mañana á impulsos de una sór-
bio, cuando, arrastrado por mis apetitos dida codicia sacrifico, no una, sino cien
seduzco ó fuerzo una m u j e r ó caigo en familias, ante las aras de un capital que he
adulterio. ¿Cuándo me acusa el derecho? recogido con el agio y con la usura; al otro
E l derecho que está ya p a r a borrar de sus día mato de intento á mi padre ó á mi
códigos los reos de crímenes sensuales cas- esposa, hiriéndoles en lo más íntimo del
tiga aun con pena de muerte á los rebeldes. alma. L o s representantes del poder no
Habla todavía, y es m á s , de delitos reli- ignoran tal vez ni la existencia ni la grave-
giosos. dad ni lo trascendental de mis acciones;
pero de ellas, dirán, no juzga ni puede
L a ley moral y el ¡derecho, no lo niego,
juzgar el derecho; no está en nosotros ven-
acusan de consuno al ladrón, al homicida
gar las sombras de esas víctimas.
voluntario, á cuantos a t e n t a n contra la v i d a
ó la propiedad del hombre; mas considerad Helo aquí pues vuestro supuesto dere-
bien la diferencia. P a r a que el derecho los cho. ¿Cómo queréis que no sea arbitrario
en la clasificación de los delitos? Ni el Como he negado el poder niego la facultad
mismo interés social le puede servir de de castigar al hombre; como he dicho que
guía, porque tanto ó más interesada está el poder es todavía una necesidad, digo que
la sociedad en reprimir al que mata á mano es una necesidad este terrible derecho. A
armada como en impedir que me asesinen la muerte del poder, he añadido, debe la
moralmente, y el derecho, con todo, no democi'acia encaminar sus actos; á l a muer-
previene ni castiga tan impío asesinato. te de este derecho, añado ahora, h a de
¿Clasificará mejor las penas? ¿Las apli- dirigir sus leyes criminales. E s t e derecho
cará con más justicia? H e indicado que no es una ficción, pero una ficción sangrienta.
conoce una relación necesaria entre los de- Templemos cuando menos sus efectos, re-
litos y las penas; ¿concebís que sin ese duzcamos su esfera de acción á esos delitos
conocimiento pueda proceder con más ló- que violan de un modo directo y alarmante
gica que en la clasificación de los delitos? la personalidad humana. Arranquémosle
E n la de las penas no tiene más norma que sus cadenas y sus verdugos. Dejémosle con
la ley de analogía, ley raras veces aplica- la libertad precisa para enfrenar más bien
ble, ley que, tal como la entienden y la que para castigar al delincuente. Cultive-
aplican, conduce directamente á la pena mos al mismo tiempo la inteligencia de
del talión, condenada unánimemente pol- todos nuestros semejantes, depuremos la
los mismos penalistas. Si el que mata h a ley moral, trabajemos por armonizar los
de morir, ¿por qué el que hiere no ha de intereses que hoy están en lucha.
ser herido, el que roba robado, ultrajado
el que ultraja? C o m o usted v e , no llego á la irrespon-
¡Ah! siempre la estupidez y la barbarie sabilidad absoluta. C r e o al h o m b r e res-
en el fondo de las instituciones. Y ¿he de ponsable de todos sus actos, bien que no
respetarlas? y ¿he de rechazar un sistema
en el mismo grado. L e c r e o más ó m e n o s
porque me lleve á destruirlas? ¡Ojalá pue-
responsable según su temperamento, se-
d a n caer mañana!
Mas no os estremezcáis a ú n , lectores. gún su estado social, según su educación,
s e g ú n la enseñanza q u e le dieron, según L l e v a d o s de nuestro g e n e r o s o sentir,
el p u e b l o en q u e vive, s e g ú n la sociedad querríamos todos q u e la humanidad co-
q u e frecuenta, según el aire moral que rriese. V a d e s g r a c i a d a m e n t e á p a s o lento
respira y según sea más ó m e n o s suscep- trabada por p r e o c u p a c i o n e s seculares.
tible de extrañas sugestiones. L a irres- S i e m p r e de V d . a f m o . s. s., q. s. m. b.,
ponsabilidad absoluta en el mismo, traería
c o n s i g o la irresponsabilidad absoluta en
F. P í y Margall,
t o d o s nuestros actos N o sería responsa-
ble de su tiranía el tirano; el secuestrador
de los derechos que nos constituyen hom-
bres; los invasores y avasalladores de pue-
blos, los q u e sacrifican á su interés y su
codicia las clases trabajadoras, nervio de
la sociedad y del E s t a d o .

C a m i n a m o s todos á la realización de
un ideal r e m o t o : conviene prevenirnos
para que en el camino no muramos. Sin
perder de vista el ideal, t r a b a j e m o s p o r
ir reformando las v i e j a s instituciones. ¿Qué
no ganaríamos si por de p r o n t o pudiése-
m o s suprimir el grillete y el verdugo,
trasformar en casas de corrección los pre-
sidios y levantar al c a í d o , en v e z de
ahondar la sima á que le precipitóel delito?
l e ne c h e r c h e a u x livres q u ' à m ' y donner
d u plaisir p a r u n h o n n e s t e a m u s e m e n t . . . Si
ie m ' y p l a n t o i s , ie m ' y p e r d r o i s , e t le t e m p s ;
c a r i ' a y u n e s p r i t p r i m s a u l t i e r : c e q u e ie n e
veois de la première charge, ie l e veois
moins en m ' y obstinant.

MONTAIGNE

(Essais, liv. n , c h a p . 1 0 . )
E s costumbre ponderar previamente la
importancia de la materia y e x p o n e r el
plan y el método del libro: c o m o si el lec-
tor no lo hubiera de ver l u e g o á luego y
j u z g a r por sí m i s m o del método y del
plan... Y es que no s a b e m o s decir verda-
des sin ponernos espetados; ni acertamos
á tratar de graves doctrinas sin ser bas-
cosos y difusos. P u e s del mismo modo
q u e los antiguos hidalgos se ponían mi-
g a j a s en las b a r b a s por aparentar que
habían comido; estos hidalgos escribido-
res de ahora, ponen en sus discursos pe-
sado aparato de g r a v e y prolija dialéctica
por parecer que son sabios. Q u i z á s , des-
pués de todo, la tal calamidad esté en la
misma Naturaleza en q u e vivimos; pero el
hecho no es m e n o s cierto y lamentable.
« ¿ N o te parece», dice el maestro Gracián
• •

en su Criticón, «no t e p a r e c e m u y seca


(España), y q u e de ahí les viene á l o s es-
p a ñ o l e s a q u e l l a su s e q u e d a d d e c o n d i c i ó n
y melancólica gravedad?» I
E l p r e s e n t e libro, lector, ni es i m p o r -
tante ni tiene m é t o d o . N o son sus p á g i n a s Ij A F I L O S O F I A

d e p l u m a d e e s t e l i c e n c i a d o ó aquel o p o -
sitor á c á t e d r a s ; es la p l u m a l i g e r a y d e s - I. DESCARTES.—II. SPINOZA.-III. LOS FILÓSO-

e n f a d a d a d e un p e r i o d i s t a quien las ha FOS DEL SIGLO xvni.—IV. LA METTRIE.—


V . T R A B A J O S SOBRE LA HERENCIA.
escrito. S i son t o l e r a b l e s y p a s a d e r a s , tú
lo h a s d e e x p e r i m e n t a r m e j o r q u e nadie;
si son d e s a b r i d a s y v u l g a r e s , e x c u s e la I
intención al y e r r o , q u e h a r t o sentirá el
autor no p o d e r h o n r a r c o n sus o b r a s á los ...Como L u t e r o es el creador definitivo,
después de H u s y de W i c l e f f , de la libertad
nobles y d e s i n t e r e s a d o s m a e s t r o s q u e e n
en el orden religioso; R e n a t o Descartes es
estos intentos le h a n g u i a d o .
el propugnador más f e c u n d o de la libertad
en la ciencia. S u Método es el c o m i e n z o de
u n a g r a n d e era. L a aparición de sus doctri-
nas causa una c o n m o c i ó n profunda en toda
E u r o p a . P o r q u e es la razón, es la e x p e -
riencia, es la realidad q u e llega á dar la ba-
talla al retorcido silogismo, á la tenebrosa
dialéctica, á la Escolástica, en una palabra.
E n v a n o c u a n t o se hace por sostener el
alud avasallador; en v a n o que legatarios de
San I g n a c i o y clérigos del Oratorio se opon-
• •

en su Criticón, «no te parece m u y seca


(España), y que de ahí les viene á los es-
pañoles aquella su sequedad de condición
y melancólica gravedad?» I
E l presente libro, lector, ni es impor-
tante ni tiene método. N o son sus páginas Ij A F I L O S O F I A

de pluma de este licenciado ó aquel o p o -


sitor á cátedras; es la pluma ligera y des- I. DESCARTES.—II. SPINOZA.-III. Los FILÓSO-

enfadada de un periodista quien las h a FOS DEL SIGLO XVIII.—IV. LA METTRIE.—


V . T R A B A J O S SOBRE LA HERENCIA.
escrito. Si son tolerables y pasaderas, tú
lo has de experimentar mejor que nadie;
si son desabridas y vulgares, e x c u s e la I
intención al yerro, que harto sentirá el
autor no poder honrar con sus obras á los ...Como L u t e r o es el creador definitivo,
después de Hus y de W i c l e f f , de la libertad
nobles y desinteresados maestros q u e en
en el orden religioso; R e n a t o Descartes es
estos intentos le han g u i a d o .
el propugnador más fecundo de la libertad
en la ciencia. Su Método es el comienzo de
una grande era. L a aparición de sus doctri-
nas causa una conmoción profunda en toda
Europa. Porque es la razón, es la expe-
riencia, es la realidad que llega á dar la ba-
talla al retorcido silogismo, á la tenebrosa
dialéctica, á la Escolástica, en una palabra.
E n vano cuanto se hace por sostener el
alud avasallador; en vano que legatarios de
San Ignacio y clérigos del Oratorio se opon-
gan á las nuevas doctrinas, y á ellas se opon- diarla»; así Carré, el secretario de Male-
gan monarcas, y á ellas se opongan Univer- branche; así el mismo Malebranche, esca-
sidades... Descartes triunfa ruidosamente, y pado del Seminario, lector á los veintiséis
años, por puro azar, de un libro de Des-
sus doctrinas se desparraman por todos los
cartes.
pueblos, y sus discípulos se multiplican, y
la filosofía aristotélica perece. Pero, ¿se quiere más? ¡Si hasta de los mis-
N o hay más que leer los elogios acadé- mos claustros salen distinguidísimos carte-
sianos, y cartesiano es el estético P . A n d r é ,
micos, las biografías, las memorias de esta
y cartesianos son L a m y , Villecroce y Buf-
época. Casi todos los más conspicuos carte-
fier, el doctísimo jesuíta!
sianos son discípulos de la Compañía y del
Oratorio. Son hijos de burgueses ricos, de Delirante, el entusiasmo por la nueva
hacendados, de mercaderes. Sus padres los ciencia. S e dan conferencias, se hacen viajes
ponen en colegios religiosos; aprenden allí de propaganda, se entablan ardorosas polé-
micas, se publican libros, sátiras, libelos en
la vieja metafísica; indigestan su cerebro
favor y en contra... Rohaut profesa en París
con la desabrida y abstrusa dialéctica de las
un curso de cartesianismo; Regis, su fer-
Escuelas; se esfuerzan en entenderla, en
viente discípulo,, realiza de 1665 á 1671 una
tomarle gusto, en asimilársela violentamen-
misión por Tolosa y Montpellier.—Tolosa
te... Hasta que un día, rendidos, fatigados,
es conmovida por el verbo del apóstol; todo
cansados de tan estéril labor, cae en sus
el mundo acude á oirle: mercaderes, cléri-
manos un libro del maestro, leen con ansia
gos, sabios, profesores. «Las señoras mis-
sus páginas claras, precisas, halagadoras...
mas», dice Fontenelle, «formaban parte de
y el nuevo discípulo está hecho. Así Tour-
la muchedumbre», y se apasionaban en la
nefort, el ilustre naturalista «robado mu-
contienda. Regis, .apóstol práctico, convier-
chas veces por los migueletes españoles» en te á una de ellas en «habilísima cartesiana».
los Pirineos, según cuenta Fontenelle en
E l entusiasmo llega á preocupar á las ins-
sus Elogios; así Poupart, á quien las obras
tituciones. A S . M. el R e y le molesta la
de Descartes «dieron una gran idea de la
manía de pensar de sus vasallos. E l decano
Naturaleza y una ardiente pasión por estu-
y el síndico de la Universidad de París son magno! L o s asambleístas, «queriendo dar
llamados por el arzobispo en 1671, y el arzo- una prueba de sumisión al rey», le presen-
bispo se digna comunicarles que el monarca tan un mensaje en que se comprometen á
está disgustado porque en la Universidad no enseñar en los seminarios, colegios y
se enseñan las doctrinas de «un cierto filó- demás casas de la Congregación nada que
sofo nuevo». Y como en la Universidad ha/ trascienda á cartesianismo (1).
maestros amantes del orden y de las tradi- ¡ Y es una lástima! E s una gran lástima
ciones de sus mayores, esos respetuosos ca- q u e ambas coronas forjen en hierro frío, y
tedráticos elevan una solicitud pidiendo que q u e la física, la química, la botánica y la
«sea condenada toda otra filosofía que la de medicina, continúen su marcha imperté-
Aristóteles». rritas sin cuidarse del cetro ni del hisopo...
Y no sólo en París, en provincias también A l contrario, el maestro sigue dominando
hay monárquicos amantísimos. Así, la U n i - e n el siglo X V I I I como antes en el x v n
versidad de Angers, prohibe que sus maes- dominara. A ú n los discípulos de L o c k e y
tros enseñen la filosofía cartesiana. P e r o Condillac se inclinan respetuosos ante sus
como no faltan tampoco extraviados, el sim- manes. Voltaire, fanático de N e w t o n , le re-
pático P . L a m y es desterrado por contumaz conoce su influencia incontrastable en la
en 1675, y condenado para postre á no po- marcha del saber; «geómetra profundo y
der «predicar, confesar y enseñar en toda la matemático sublime», le llama Maupertuis;
extensión del reino»; al P . Villecroce se le «filósofo digno de respeto aún para los que
separa también de su cátedra, y al sucesor no le siguen», escribe Fontenelle; «substan-
de L a m y , el P. Pelaut, se le destierra igual- c i a del arte de los oradores j u n t o á la de los
mente (x). filósofos y geómetras», encuentra D ' A g u e s -
Más aún. E n 1680, los frailes del Oratorio sau en el Método; reconoce D ' A l a m b e r t en
determinan congregarse en París. ¡Golpe su Discurso que «hasta las mismas armas

(1) M o r e r i , Le granel dictionnaire historique; edi- (1) B a y l e , Oeuvres diverses; t . I , p á g . 10. L a


ción D r o u e t , tomo I V . P a r í s , 1759. H a y a , 1738.
con que se le combate, le pertenecen»; se
gloria del artista. ¿Habría escrito Balzac su
afirma Polignac en su física para combatir á
Comedia humana doscientos años hace?
Lucrecio; inspírase en sus libros Montes-
¿Hubiera inventado R o e n t g e n sus rayos?...
quieu para escribir El espíritu de las leyes...
Todos, todos somos los inventores, todos
E l propio Condillac, pretendido árbitro somos los artistas. ¡Cuántos esfuerzos igno-
de la filosofía del siglo X V I I I , á Descartes rados, cuántas noches en blanco, cuántos
debe cuanto vale. sacrificios de salud y de hacienda de infini-
«Si se examina la doctrina de Condillac tas generaciones no representa la máquina
y lo que dice de Descartes ó de los cartesia- que el inventor perfecciona, el poema á que
nos», dice Picavet, «se verá que lo que Con- el artista da gallarda y definitiva forma!
dillac ha conservado del cartesianismo, es Millones de hombres han trabajado en ese
mucho más considerable q u e lo que de él ha poema y en esa máquina. L a idea se forma
suprimido ó modificado» (i). lentamente á través de los siglos; es pri-
Y llegados á este punto, preciso es decir mero presentimiento, después locura, más
dos palabras del abolengo del filósofo.— tarde imprudencia, luego naturalísima y
«Ningún literato ignora lo concerniente á cuerda realidad. Realidad que surge limpia,
la vida y á las obras de Descartes», escribía vigorosa, avasalladora de la mente del artis-
ya en 1759 Moreri. N o hay, pues, q u e des- ta ó del sabio. Y es el drama de Lope, y es
cubrir lo descubierto y vulgarizar lo sabido. la prensa de Gutenberg, y es el mundo de
Pero, ¿cuáles son los antecedentes de la Colón...
doctrina? Descartes no es un pensador ori- O t r o tanto de la filosofía de Descartes.—
ginal; no lo es nadie. T a n absurda como es De Epicuro es la física «corpuscular», de
la propiedad de las cosas, es la propiedad Platón la ideología, de nuestro Gómez P e -
de las ideas. T o d o s somos responsables del reira los «animales-máquinas». P e r o Des-
crimen cometido por un semejante nuestro, cartes, innovador audaz, da nuevos bríos á
como todos tenemos nuestra parte en la la cansada metafísica, infunde otros alientos
á la dialéctica, aplica el álgebra á la geome-
(1) F . Picavet, Les idéologues, pág. 4. P a r í s , 1891. tría... ¡Con qué justicia se le considera, por
su precisión, por su claridad, por su lógica, Pero, ¿es su filosofía un puro remedo,
como una de las «más puras y más bellas «una mezcla del cartesianismo y de la cába-
manifestaciones del genio francés»! ¡Con la», como escribe su cariñoso compañero
qué razón añade Renouvier que propagar Leibniz? ¿Es un cartesianismo modificado,
su amor en el extranjero (y el amor á Mon- ampliado, transformado, mejorado? Esto es
taigne, añadiríamos nosotros), es propagar lo cierto. Spinoza es demasiado indepen-
la vida y la influencia de Francia! diente para imponerse una doctrina. Cam-
N o expresión del genio francés, no; ex- bia y destruye lo que le parece oportuno.
presión del genio todo de nuestra raza lati- Desprecia la tradición, la filosofía hecha, lo
na—luminoso, apasionado, versátil, teme- construido anteriormente... Es un hombre
rario... culto, es un erudito, es un amante delicado
de las bellas letras y de la poesía, de las le-
II tras españolas, sobre todo; en su biblioteca
figuran Aristóteles y S. Agustín, Plauto y
L a humanidad avanza un paso. D e la es- Quevedo, Maquiavelo y Moro, Petrarca y
peculación racionalista, al materialismo. Góngora, H o m e r o y Cervantes, Montalbán
Descartes amplía á Bacon, Spinoza comple- y Virgilio... (1). P e r o los libros no son para
ta á Descartes. E s innegable; es innegable á él la estrecha disciplina á que amoldarse, y
pesar de toda la fiera independencia del pen- á todos los libros del mundo, prefiere el libro
sador holandés. Juan Colerus, su contem- de la Naturaleza, inmenso, inagotable, don-
poráneo y su biógrafo, dice en su libro, que de se bebe á raudales la vida y la expe-
muchas veces le oyó á Spinoza repetir que riencia...
había leído en su niñez ávidamente las obras ¡Qué grande vida, la vida de este hombre!
de Descartes, y que «en ellas había apren- Colerus, su amigo, la cuenta menudamente,
dido cuanto sabía de la ciencia filosófica» (i). y como el relato es fresco, directo, de un

(i) Colerus, La vie de B. de Spinosa. L a H a y a , (1) Nourrisson, La bibliothèque de Spinoza, en la


1706. Revue des Deux-Mondes, tomo 112, pâg. 811.
testigo, se siente vivir, se v e de pie, grande, no, que para analizar el amor como él lo
colosal, poderosa, la figura de aquel desme- hace en su Ética, es preciso haberlo sentido
drado judío, pálido, ojeroso, siempre triste, fuertemente... ¡ A h , sí, es cierto! Parece que
siempre pensando á solas... al escribir aquellas páginas, el filósofo piensa
Niño aún, sepárase de la Sinagoga. Y la en la Clara María de Amsterdam, y parece
ruptura es u n escándalo tremendo. ¡Espe- q u e suspira por la dicha perdida y sale toda
raban tanto de él sus compañeros de reli- el alma por los puntos de la pluma cuando
gión, sus amigos, sus maestros! R o m p e con dice que «quien se acuerda del bien amado,
la Sinagoga y entra á estudiar bajo la féru- quisiera volverlo á poseer, y volverlo á po-
la de V a n d e n E n d e . — V a n d e n E n d e era un seer en las mismas circunstancias en que por
despreocupado. T e n í a un colegio, y á él lle- primera vez lo conociera».
vaban los buenos comerciantes de A m s t e r - P e r o pasa el amor como pasa todo. Nue-
dam sus hijos para que aprendieran el latín. vos cuidados le absorben, nuevas preocupa-
P e r o V a n d e n E n d e , ateo perdurable, en vez ciones embargan su espíritu. A ú n no es
de enseñar latín, «sembraba», dice Colerus, hombre formado y ya. la muchedumbre le
«en el espíritu de estos jóvenes las primeras sigue, }' ya la j u v e n t u d generosa recoge sus
semillas del ateísmo...» ¡Y cuán grabadas y palabras... T o d a v í a no ha dado á la estampa
que honda huella dejan estas enseñanzas en sus doctrinas; todavía no ha cristalizado so-
el espíritu de Spinoza! Bien puede decirse bre el papel sus ideas. S e resiste á sus ami-
que V a n d e n E n d e gobernará su vida toda, gos, á sus admiradores, á sus discípulos... Y
y bien puede decirse también q u e de estos por fin, en 1670, no puede contenerse por
días de adolescencia guardará eterna me- más tiempo, y las graves prensas de L a H a y a
moria, y recordará siempre en sus conti- labran el famoso Tratado teológico-poliiico.
nuos soliloquios los bellos ojos de su pri- ¡Qué inmenso éxito! «Resonó», dice un
mero y único amor — d e la hija del maestro. biógrafo, «como el estampido de un true-
N o se sabe si estos amores son ciertos; se no». Escándalo, aplausos, indignación, en-
duda de este idilio del filósofo, pero es im- tusiasmo... Y Spinoza, tranquilo, grave, tris-
posible no v e r , observa un biógrafo moder- te, recibiendo en su casa de L a H a y a , en su
celdita desmantelada, á todo lo más distin- un día, un domingo, mientras los dueños de
guido de Europa en ciencias y arte. — E l la casa están en la iglesia, se siente enfermo
elector palatino Carlos-Luis, le brinda con y muere, consumido por la tuberculosis, tan
una cátedra en Heidelberg, siempre que no dulcemente, tan santamente como había
toque á la religión. «No quiero», contesta vivido.
Spinoza, «no quiero que mi libertad ten- Tal es la vida de ese hombre á quien
ga otros límites que los de mi razón».— Bayle, Malebranche, Huet, Bossuet, F e n e -
L u i s X I V le ofrece una pensión si le dedica lon, habían de llamar más tarde, como pre-
una obra. «No tengo nada que dedicar á un mio á tanta santidad, «monstruo», «maldi-
monarca», replica sencillamente el filósofo. to», «miserable», «tonto»... ¡Admirable!
«Soy republicano».
Y continúa tan triste y solitario en su st
Í-- a
cuartito. «La habitación en que y o escribo»,
dice Colerus, «es la misma en que él dor- Pero, ¿cuál es la metafísica de Spinoza?
mía, trabajaba y estudiaba. A veces se ha- ¿Cuál su filosofía? La metafísica de Spinoza
cía traer la comida y se pasaba dos ó tres es la «substancia», y la substancia lo es todo,
días sin ver á nadie». Dos ó tres días pen- es Dios. es el hombre, es el espacio infinito
sando á solas, mientras sus manos pulen el y el mar inmenso. N o hay más Dios que la
vidrio, mientras allá á lo lejos resuena el realidad, no h a y más providencia que la
estrépito del populoso puerto, y allí, bajo materia en su evolución incesante. « E l Dios
sus ventanas, se deslizan mansamente las de Spinoza es la Naturaleza», escribe Cole-
verdes aguas del Spuy... rus... E l panteísmo de Spinoza es el pan-
A s í vivía aquel hombre. Días enteros pasó teísmo de todos los grandes pensadores, de
con quince ó veinte céntimos de manteca y todos los grandes artistas: de Hegel, de
cerveza... Cuando se fatigaba del continuo Goethe, de Rousseau, de Zola, cuando pro-
pensar, bajaba un rato, hablaba con sus clama que «hay que abrazarse á la madre
huéspedes, acariciaba á los niños, examina- Tierra», de Castelar, cuando llama á Dios
ba al microscopio los insectos... Hasta que «mar de la vida».
«Mira», dice el poeta á su amada en los de las causas que nos determinan». Pero
famosos versos: «mira ese cadáver; mira determinista convencido, Spinoza no re-
como se descompone, como se cambia en nuncia á la responsabilidad de los actos hu-
polvo, como vuelve á la nada... ¡Así serás manos. N o existe la libertad, pero existe la
tú! Así serás tú; pero cuando lo seas, cuan- i n t e l i g e n c i a . — E l hombre está dominado
do tus líneas harmoniosas, cuando tus ojos por las pasiones; no podemos librarnos de
pensadores, cuando tu sonrisa celeste hayan ellas. Pero podemos sojuzgarlas por el co-
vuelto á la tierra; entonces quedará en mí nocimiento y por la razón, y seremos tanto
lo que es imperecedero, lo que es indestruc- más dueños de nosotros mismos, cuanto
tible, lo q u e no acaba, ¡quedará en mi co- más claras sean en nosotros las ideas. En-
razón la esencia divina de este amor que tonces, y sólo entonces, comprenderemos lo
hace vibrar á un tiempo mismo nuestras q u e es beneficioso y lo que es dañino...
almas!» ¿ N o es esto fundar la responsabilidad en
A s í de la cosmogonía spinozista.—Todo la inteligencia? ¿No había de repetir siglos
es materia, naturaleza, átomos en incesante más tarde esto mismo E n r i q u e Ferri en su
m o v i m i e n t o ; todo cambia, desaparece y se repudiado libro Teórica della imputabilitá?
trasmuda... Y únicamente, si hay algo de ...¿Para qué añadir más á esta ligera nota?
grande, de perenne, de inmortal, somos Spinoza, si como teólogo, como interpre-
nosotros, es nuestro recuerdo, la bondad tador, como exegeta, echa los cimientos á
que guiara nuestros actos, el sentimiento la moderna crítica protestante de A l e m a -
q u e sublimara nuestras obras. nia; como filósofo es el directo antecesor de
Spinoza es, pues, determinista. E l libre los Büchner, Darwin, Carlos V o g t , Moles-
albedrío es «una ilusión infantil, la fantasía chott...
de un hombre ebrio, la quimera de un hom-
bre en delirio». N o s m o v e m o s en la vida
como el bajel en el Océano. ¡Quién podrá
discernir las infinitas causas q u e operan en
nosotros! « E l libre albedrío es la ignorancia
d'étudiantes, mises avec une elegante sim-
III plicité», y donde la atención para con las
alumnas era tan extremada, que, en invier-
Descartes y Spinoza son, pues, los gene- no, «chaque citoyenne avait une chauffe-
radores del «alma moderna». P e r o mientras rette sous ses pieds» (i).
aquél ejerce una influencia avasalladora en L a curiosidad científica es universal; el
el pueblo francés del siglo X V I I I , pasa casi espíritu de negación anima todos los espíri-
inadvertido éste y apenas si Diderot le de- tus. S e es ateo casi por moda; se escarnece
dica una página en los tres gruesos volú- las cosas más sagradas y divinas por do-
m e n e s de sus Opiniones de los filósofos an- naire. j Voltaire confiesa y comulga y se hace
tiguos. nombrar prior de los capuchinos de G e x ,
Después de la honda labor racionalista para desazonar al obispo de su diócesis;
c'e los cartesianos, el escepticismo es lógica S. A g u s t í n y Belarmino, Bossuet y Cristo
c o n s e c u e n c i a . — S e niega todo lo antiguo y Son colocados como negadores de la divini-
se exalta todo lo moderno. « L a negación», dad en el Diccionario de los ateos que pu-
dice P a u l B o u r g e t , «fué el credo al revés del blica Sylvain de Maréchal! Más aún; hasta
siglo XVIII». N o sólo los filósofos, no sólo «se acusa á ciertos prelados de fraternizar»
los enciclopedistas, no sólo el hombre; la con los filósofos, escribe un historiador; y
mujer misma, investigadora y curiosa, se Voltaire mismo es tachado por una de sus
afana en la renovación de la ciencia. Y asis- admiradoras de «beato» y «deísta». C o n ra-
te, como h e m o s visto, á las conferencias de zón dice el citado escritor que la impiedad
R e g i s ; y al laboratorio químico de L e m e r y , está en el aire, y que hasta los mismos apar-
«verdadero antro mágico sólo alumbrado tados claustros de los monasterios parece
por la llama de los hornillos», dice Fonte- q u e se abren á la locura de la época. «Los
nelle; y llena más tarde, durante la Con- santos de piedra de la escultura gótica no
vención, la cátedra de Garat en el Liceo, y
concurre á la clase de física experimental
(i) Decade philosophique, año III de la Repú-
del L o u v r e , á la que asistían «une douzaine b l i c a , 10 n i v o s o . N ú m e r o 25, p á g . 43.
semejan tan venerables c o m o antaño. L a s baila y se prepara la Enciclopedia; en ellos
luces multicolores de las v i d r i e r a s no tienen Donen cátedra los filósofos y allí lanzan,
la misma claridad mística. L a s melodías del «encantadora la sonrisa, los ojos tiernos,
órgano son m e n o s g r a n d i o s a s y m e n o s con- agradable la voz», las más t r e m e n d a s nega-
movedoras» (i). ciones.
E s este el t i e m p o de l o s salones y de los L o s «soupers elegants» son c l á s i c o s . —
cafés, del esprit y de la b l a s f e m i a . Imposi- Bordadas casacas y henchidas faldas, abani-
ble formarse idea de la F r a n c i a prerevolu- cos de coquetas y m o n ó c u l o s de enciclope-
cionaria sin hojear la b a l u m b a a b r u m a - distas, alternan en pintoresco concierto. L a s
dora de memorias, c o r r e s p o n d e n c i a s , confe- frases de i n g e n i o vuelan de un e x t r e m o á
siones, autobiografías c o n q u e abates y du- otro de la mesa. S e habla de política, de
quesas, filósofos y c o r t e s a n a s hicieron g e m i r legislación, de ciencia, de poesía. L a con-
las prensas. L a s c o n o c i d a s Chroniques de versación se anima á medida q u e el agape
L' Oeil-de-Boeuf p u e d e n s e r v i r de m o d e l o . ' avanza; c u a n d o llega el c a f é — o b s e r v a T a i n e
D e 1750 á 1780, los s a l o n e s más n o m b r a - — l a gran cuestión se plantea, la cuestión
dos de París, son tres: el d e la M a r q u e s a d e de «la inmortalidad del alma». Y la filosofía
Du D e f f a n d , el de Mlle. L e p i n a s s e , la pre- aparece triunfadora en labios de enciclope-
tendida de D A l a m b e r t , y el d e M m e . G e o f - distas y d u q u e s a s -
frín, generosa mujer, m u j e r de corazón, á M á s tarde, los salones v e r d a d e r a m e n t e
quien «un monarca de E u r o p a llamaba filosóficos son los de M m e . H e l v e t i u s y los
mamá, y muchos h o m b r e s de g e n i o , ma- del Barón de H o l b a c h , t e a t r o éstos de las
dre-» (2). E n ellos se d i s c u t e d e todo, se hace famosas cenas en q u e el alba sorprendiera á
política, se conspira, se f o r j a n libelos, se los anfitriones haciendo E n c i c l o p e d i a habla-
da... L a v i u d a de H e l v e t i u s tenía su casa en
(1) I m b e r t de S a i n t - A m a n d , Les demieres années A u t e u i l . E n ella se reunían Condillac, T u r -
de Louis XV, pág. X C V I I I . P a r i s , 1891. got, V o l n e y , Garat, Franklin, Condorcet,
(2) G a r a t , Mémoires historiques sur la vie de M.
C h a m f o r t , Chenier... todo l o m á s distin-
Suard, sur ses écrits et sur le XVIII siècle, tomo I, p á -
g u i d o de la ciencia y el a r t e ; en ella f u é
gina n i . P a r í s , 1820.
donde Condillac, golpeando un día la frente
alamedas; unos conversaban entre los árbo-
á Cabanis, m o z o entonces, exclamó: « ¡ A q u í
les; otros tomaban helados en las mesas del
dentro h a y algo!»; en ella donde la encan-
café de F o y ó en el Caveau, hasta la una
tadora viuda dijo al general Bonaparte,
de la madrugada en que se cerraba el jar-
después Napoleón I, una frase maravillo-
dín» (i).
samente profética: «General», decía ense-
«París, con sus teatros, sus paseos, sus
ñándole su jardín; «aprenda usted á ser feliz
jardines públicos, sus restaurants, sus cafés,
con poca tierra».
comienza á ser visitado del mundo entero».
A l lado de éstos, ¡qué de círculos, de ca- Sus más famosos huéspedes en el siglo x v n i ,
fés, de clubs, de librerías rebosando gente son : Pedro el Grande, el emperador José II,
apasionada por la política y por el arte! el futuro emperador de Rusia Pablo I, el
Mientras en España todo el trasiego lite- rey de Suecia Gustavo III, el futuro rey de
rario estaba reducido á la celda de Estala, Polonia Estanislao Poniatowski. París es
á las Covachuelas, á la botillería de Canosa, «la grande hostellerie»; el abate Galiani le
en París abundan los más heterogéneos llama «el café de Europa» (2).
conciliábulos. Célebres son el café Procopio,
y el de F o y , y le Caveau. Solo en el Palais- IV
Royal había ocho. E l Palais-Royal es una
institución de la Francia revolucionaria; de
E n t r e todos los filósofos del siglo x v n r ,
allí partió la Revolución; allí pronunció Ca-
ninguno tan original y tan simpático como
milo Desmoulins sus primeros discursos...
Julián Offray de L a Mettrie. Pocos de tan
« A menudo, durante la noche, artistas de
notables partes de entendimiento y de
la Opera y aficionados daban conciertos por
doctrina, y pocos que hayan pasado por
amor al arte y por el deseo platónico de ser
trances tan azarosos y sensibles. Toda la
aplaudidos. T o c a b a n flautas y guitarras, y
algunos acompañaban cantando. Las vela- (1) S a i n t - M a r c et le M a r q u i s de B o u b o n n e , Les
das en el j a r d í n eran famosas. A la salida Chroniques du Palais-Royal, P a r í s (sin a.)
de la Opera se dispersaba la gente por las (2) A l f r e d R a m b a u d , Histoire de la civilisation
française, t. II, pág. 579. Paris, 1887.
donde Condillac, golpeando un día la frente
alamedas; unos conversaban entre los árbo-
á Cabanis, m o z o entonces, exclamó: « ¡ A q u í
les; otros tomaban helados en las mesas del
dentro h a y algo!»; en ella donde la encan-
café de F o y ó en el Caveau, hasta la una
tadora viuda dijo al general Bonaparte,
de la madrugada en que se cerraba el jar-
después Napoleón I, una frase maravillo-
dín» (i).
samente profética: «General», decía ense-
«París, con sus teatros, sus paseos, sus
ñándole su jardín; «aprenda usted á ser feliz
jardines públicos, sus restaurants, sus cafés,
con poca tierra».
comienza á ser visitado del mundo entero».
A l lado de éstos, ¡qué de círculos, de ca- Sus más famosos huéspedes en el siglo x v n i ,
fés, de clubs, de librerías rebosando gente son : Pedro el Grande, el emperador José II,
apasionada por la política y por el arte! el futuro emperador de Rusia Pablo I, el
Mientras en España todo el trasiego lite- rey de Suecia Gustavo III, el futuro rey de
rario estaba reducido á la celda de Estala, Polonia Estanislao Poniatowski. París es
á las Covachuelas, á la botillería de Canosa, «la grande hostellerie»; el abate Galiani le
en París abundan los más heterogéneos llama «el café de Europa» (2).
conciliábulos. Célebres son el café Procopio,
y el de F o y , y le Caveau. Solo en el Palais- IV
Royal había ocho. E l Palais-Royal es una
institución de la Francia revolucionaria; de
E n t r e todos los filósofos del siglo x v n r ,
allí partió la Revolución; allí pronunció Ca-
ninguno tan original y tan simpático como
milo Desmoulins sus primeros discursos...
Julián Offray de L a Mettrie. Pocos de tan
« A menudo, durante la noche, artistas de
notables partes de entendimiento y de
la Opera y aficionados daban conciertos por
doctrina, y pocos que hayan pasado por
amor al arte y por el deseo platónico de ser
trances tan azarosos y sensibles. Toda la
aplaudidos. T o c a b a n flautas y guitarras, y
algunos acompañaban cantando. Las vela- (1) S a i n t - M a r c et le M a r q u i s de B o u b o n n e , Les
das en el j a r d í n eran famosas. A la salida Chroniques du Palais-Royal, P a r í s (sin a.)
de la Opera se dispersaba la gente por las (2) A l f r e d R a m b a u d , Histoire de la civilisation
française, t. II, pág. 579. Paris, 1887.
mogigatería militante abomina de L a Met-
crítica, adusta, sí, pero sincera (1). T a n t o
trie; toda la «honrada burguesía» le vili-
como sus contemporáneos le denigraron,
pendia. Y truenan contra él los diccionarios
se le elogia en estos días. «No hay más que
«antifilosóficos» y el famoso Journal Chre-
una voz en Francia y en A l e m a n i a para
tien, el manoseado N o n o t e y el inevitable
hablar de L a Mettrie, y es voz de estima-
T r u b l e t , deístas y clericales, católicos y
ción, es voz de interés, es voz de simpatía
renegados... «Ha dejado», escribía Voltaire,
la que domina en los juicios más autoriza-
«un recuerdo execrable á cuantos se ufanan
dos » de sus críticos (2).
de costumbres honestas» (x).
Cierto, no participa P i c a v e t de este en-
Y todo, ¿por qué? P o r q u e era un hombre
tusiasmo. Pero aun accediendo á sus estre-
sincero. U n hombre sincero que tiene el
chas restricciones, siempre quedará de L a
valor de llevar sus doctrinas hasta sus más
Mettrie lo bastante para que su nombre
lejanas conclusiones; q u e precede á todos
figure con gloria en la evolución de la cien-
los enciclopedistas y los inspira á todos;
cia. E l mismo Picavet lo declara: « L o que
que es, e n fin, «casi el sólo materialista
pertenece, á mi juicio, á L a Mettrie, aunque
auténtico de esta época» (2).
tengamos que recordar á Boerhave y á
S u rehabilitación data de poco. S e debe Descartes, es el estudio de las relaciones
á L a n g e , en su conocida Historia del mate- entre lo moral y lo físico...» P u e s con eso
rialismo (1866). Después, Assezat, N e r é e basta.
de Q u e p a t , D u Bois-Reymont... publican
¿Su vida? S u vida es una paradoja: inge-
excelentes trabajos; y más tarde, Jules
nuidad y sátira, procacidad y ternura, la
Soury da á la estampa el hermoso estudio
alegría confesada y el dolor escondido... D e
citado, y P i c a v e t , un opúsculo de rigurosa
L a Mettrie pudiera decirse con frase cer-
vantina, que fué tan extremado por sus
(1) C a r t a al D u q u e d e R i c h e l i e u , B e r l i n , 29
obras cuan desdichado por su suerte.
E n e r o 1752.
(2) J u l e s S o u r y , L'histoire du matérialisme, en la
(1) La Mettrie et la critique allemande, Paris, 1889.
Revue philosophique, tomo I I , 1876.
(2) Soury.
M o z o aún, recién salido de las aulas de
contenerse», le dice Maupertuis, «no escri-
medicina, sus amigos le logran un empleo
ba usted nada original. ¡Traduzca usted!»
en París, el de médico de la Guardia fran-
Y efectivamente, L a Mettrie traduce á
cesa. P e r o desátase en diatribas contra los
Séneca... ¡y pone al frente de la traducción
médicos, publica su Historia natural del
un trabajo « t a n detestable como excelente
alma... y sale escapado de París. Va á Ho-
era la obra traducida»!
landa; y en Leyden vive precariamente
V u e l t a á indignarse Maupertuis, y vuelta
una larga temporada, privado de lo más
á reconvenir al amigo extraviado. Y como
indispensable al sustento y arreo de la per-
L a Mettrie tiene buen corazón, como es
sona por enojo de parientes y desleal-
sincero y boíl enfant, L a Mettrie asiente á
tad de amigos. Y de L e y d e n sale tam-
todo, se arrepiente de todo, promete con
bién perseguido por nuevos libros ateos
toda el alma no escribir una línea más en
y nuevas sátiras contra los galenos protes-
su vida... «et recomenca»!
tantes...
Federico le nombra lector de Cámara.
F e d e r i c o de Prusia encarga á Maupertuis,
L a Mettrie v i v e en palacio como en su
amigo y paisano del libelista, que le haga
propia casa. T r a t a al rey como á un viejo
venir á su corte. L a Mettrie obedece y va
compañero de bohemia.
á Alemania... contrito, arrepentido, dis-
« N o sólo entraba en las habitaciones del
puesto á seguir como sumiso penitente los
rey cuando quería», dice T h i e b a u l t ; «sino
consejos de su amigo. Pero...
que hacía lo que le daba la gana. S e tiraba
P e r o - h a b l a M a u p e r t u i s — « p o c o tiem- y se acostaba en los divanes; se quitaba el
p o después tuve la pena de ver aumen-
cuello si hacía calor; se desabrochaba; tira-
tar de día en día el desenfreno de su plu-
ba al suelo la peluca» (1).
ma» (i).
«Este L a Mettrie», escribe Voltaire, «es
S e le recrimina, se le aconseja, se le re- un hombre sin aprensión que habla fami-
comienda prudencia... «Si no puede usted

(1) Mes souvenirs de vingt ans de séjour â Berlin,


(i) Oeuvres, tomo I I I , pág. 343. Lyon, i768.
tomo V . p â g . 405. P a r i s , 1805.
liarmente con el rey después de la lec-
des de la vida me son indiferentes. Todos
tura» (i). gritan, todos declaman... Y o me río».
S u desdén y su burla por todo lo tempo- A M . Haller, el timorato y espetado
ral y lo eterno, no tiene límites. «Valiente fisiólogo, le dedica, por broma, uno de sus
ateo, gastrónomo famoso, enemigo de los más estupendos libros. Haller había reali-
médicos, j o v e n , vigoroso, brillante, rebo- zado unos importantes descubrimientos so-
sando salud» (2); ni repara en prejuicios bre la irritabilidad de la materia, y L a
sociales ni le arredran las conveniencias... Mettrie se basa en ellos y funda un sistema
S e le veía á veces quitarse de repente la de materialismo que dedica al indicado
peluca y arrojarla á tierra; otras, se desnu- fisiólogo. P e r o el indicado fisiólogo que
daba por completo y se ponía en tal guisa «desde su infancia veneraba la religión»,
delante de un gran concurso. «Me dais considera la cosa como un insulto grave.
lástima», decía hablando de los tiranos, ¡Qué horror! ¡Se le creería en toda Europa
«pero más lástima me daría una nación un fomentador del materialismo! ¡Él, «tan
donde no hubiera un hombre bastante vir- amante de los preceptos del Evangelio»!
tuoso para librarla de vosotros» (3). Y se encara con L a Mettrie, y La Mettrie
« Y o soy un hombre m u y particular», replica en su estilo acostumbrado (1). Y se
escribe el propio L a Mettrie en su prólogo queja á Maupertuis, y Maupertuis contesta
á Séneca; «me he reído tanto de la igno- muy tranquilo: «Da usted pruebas de 110
rancia y de las imbecilidades de mis adver- conocer á L a Mettrie al suponer que en lo
que contra usted ha escrito, ha puesto el en-
sarios, que no extraño que no me puedan
cono que usted cree. A los que no le han
ver. L a pena, el infortunio, las contrarieda-
conocido personalmente parecerá esto una
paradoja... H a muerto; si viviera, él mismo
(1) C a r t a á M m e . Denis, B e r l í n , 2 septiem-
bre 1751.
le daría á usted todo género de explicacio-
(2) Voltaire, c a r t a al C o n d e D ' A r g e n t a l , Pots-
d a m , 13 noviembre 1751.
(3) Dictionnaire anti-philosophique, tomo II, pági- (1) C o n d o r c e t , Oeuvres completes, tomo I, pági-
na 3. Avignon, 1769. na 393. Paris, 1804.
nes con la misma facilidad con que ha publi- tel. A l día siguiente muere de indigestión.
cado su sátira». D e indigestión, dice Voltaire, pero no
... Murió, sí, en la corte prusiana, á los cuenta las causas definitivas de la muerte.
cuarenta y tres años, en 1751. «No salgo E n f e r m o L a Mettrie á consecuencia de la
de mi estupefacción», escribe Voltaire. tremenda ágape, un médico le prescribe el
«Nuestro médico ha muerto en la flor de emético. « N o » , diqe el enfermo; «quiero
su edad, brillante, fresco, vivo, respirando tratar la indigestión con la sangría, y des-
salud y alegría, ufanándose de enterrar á mentir todas las doctrinas de los médicos
todos los enfermos y á todos los médi- de Alemania». Y se sangró ocho veces... y
cos» (1). murió (1).
E l gran satírico cuenta los detalles de la Murió aquel hombre sin par, infamado
desgracia... U n día el Conde Tirconel se en su tiempo, exaltado á la gloria por la
siente enfermo; llaman á L a Mettrie. E l crítica del presente.
médico está charlando con el rey, y al rey «Era el más loco de los hombres, pero
le cuesta trabajo separarse de su sincero era también el más ingenuo», escribe Vol-
amigo... Llega, por fin, L a Mettrie á casa taire desde la corte de Federico. « E s t e
del enfermo; la familia está á punto de hombre tan alegre que de todo se ríe»,
sentarse á la mesa. L a Mettrie se sienta añade, «llora algunas veces como un niño,
también, y come, y bebe, y habla, y ríe á solas conmigo, porque no quiere estar
más que todos los convidados. « C u a n d o aquí.»
tiene comida hasta el galillo, sacan un gran «Ha escrito contra todo el mundo», dice
pastel de águila disfrazada de faisán, que Maupertuis, « y hubiera hecho favores á sus
habían mandado del N o r t e ; repleto de más crueles enemigos.»
pésimo tocino, de trozos de cerdo, de gen- «No se conoce de L a Mettrie ni una sola
gibre». L a Mettrie se come todo el pas- mala acción», escribe L a n g e . «Ni arrojó sus
hijos al hospicio, como Rousseau; ni burló

(1) Carta á Mme, Denis, Potsdam, 14 noviem-


bre 1751. (1) Dict. ant., citado.
dos prometidas, como S w i f t ; ni fué Simo-
aliñado Martín A r r e d o n d o hablando de
niaco, como B a c o n ; ni falsificador de docu-
ellos en sus Obras de albeyteria (pág. 193,
mentos, como V o l t aire»...
Madrid, 1723); «el que se curare las manos,
#
y cortare las uñas, y trajere los dedos llenos
Sf &
de anillos, guantes muy olorosos, la capa
limpia y sin pelillos, y de esto tuviere mu-
Filosofía y sátira... esa es la obra de L a
cho cuidado, bien los puedes señalar por
Mettrie. Filósofo, canta la materia; satírico,
hombres de poco ingenio, y para ninguna
pone en picota á los médicos.
cosa son buenos». « N o h a y ninguno de
L o s médicos son la pesadilla de L a Met-
estos», añade (pág. 354), «que ya que su
trie. Escribe c o n t r a ellos en París, en L e y -
ciencia no alcanza poder suponer en las j u n -
den, en' B e r l í n ; publica libelos, sátiras,
tas, en saliendo de ellas, procuran parecer
gruesos v o l ú m e n e s ; los desacredita en las
doctos, y a con la mujer que asiste, ya el
conversaciones p a r t i c u l a r e s ; muere por
criado que sirve, el amigo que os visita, dán-
querer contradecirles hasta el último mo-
doles á entender que él solo con su acierto
mento...
ha enmendado, si es que pudo haber algún
L a tema c o n t r a los médicos es general en yerro del médico ó cirujano que le asistían;
los siglos x v i r y X V I I I . Hablar mal de ellos quiere señalarse con el mucho hablar en los
es recurso o r d i n a r i o de comedias de figurón estrados, sin reparar... que es segunda enfer-
y novelas picarescas. ¿Quién no recuerda lo medad el artífice parlero en los estrados y
mucho y b u e n o q u e Espinel dice en su Es- plazas...»
cudero Marcos? ¿ Y las graciosas caricaturas
Pues bien; á este sentimiento universal,
de D . A n t o n i o d e Zamora en El hechizado
aguzado en el autor por su temperamento,
por fuerza? ¿ Y l a s sátiras de Torres Villa-
por sus prendas personalísimas, responden
roel? Raro es el libro de entretenimiento, y
las críticas de L a Mettrie.
aun de grave d o c t r i n a , en que no se encuen-
N o estudiéis n a d a — d i c e en su Maquiave-
tre puntada á los galenos.
lo en Medicina;—no estudiéis nada; ni ana-
«El que se c u r a r e las manos», dice el des- tomía, ni física, ni botánica, ni química;
nada. V i v i d como los abogados, «de las ton- servación original, una frase de ingenio, una
terías ajenas». Hablad bien, id gentilmente paradoja.
puestos, razonad metódicamente, por silo- Ese es el satírico. ¿ Y el filósofo?
gismos geométricos (primeramente, en se- L a Mettrie escribía con una facilidad ex-
gundo lugar, etc.); dad vuestra opinión traordinaria. Era libelista. Y si, como ha
sobre el Gobierno, sobre el estreno de ano- dicho un escritor contemporáneo, lo malo
che, sobre el artículo de esta mañana; «re- en los ateos es que son muy simpáticos, lo
petios cien veces antes que enmudecer»... malo en los libelistas es que tienen una
¡Seréis grandes doctores! N o hagáis caso de amenidad y un encanto irresistibles en su
los que piden médicos correctos, dignos, p l u m a . — L a Mettrie fabrica libros como ju-
q u e curen sin hablar. ¡Bobadas! « E n nin- gando. «Hacía los libros», dice Maupertuis,
g ú n país del mundo encontraréis un barbe- «sin fin ninguno, sin preocuparse de nada,
ro q u e quiera afeitaros á ese precio...» sin saber muchas veces lo que hacía. L o s ha
A las mujeres, tratadlas con solicitud y escrito sobre las materias más difíciles sin
condescendencia; si presumen de entender preparación y sin reflexión ninguna».— Es-
de medicina, asentid á lo que digan. «Es cribe de todo; tiene libros sobre las enfer-
verdad que no tendréis sentido común, pero medades venéreas, sobre la viruela, sobre el
habréis ganado su voluntad, que vale más». asma; el Arte de gozar y la Historia natu-
C o n los eclesiásticos, mucho cuidado. Cui- ral del alma, el Sistema de Epicuro y El
dadlos mucho; desvivios por atenderles en Hombre-máquina, La Venus metafísica y
sus males. «Cierto, no os pagarán. P e r o en el Tratado de materia médica...
cambio seréis sus salvadores... después de Su filosofía es sencilla: no hay espíritu. E l
Dios.» pensamiento es un producto como otro cual-
Y la sátira continúa, riente, retozona, quiera del organismo, un humor, una se-
maligna. L a Mettrie examina las recetas, creción. E l alma es una quimera. E l hombre
las consultas, las juntas, los gestos, el modo es una máquina; los resortes: los elementos,
de hablar... todo, todo, y no hay página en todo lo que nos rodea. Somos, no lo que
q u e su pluma sacudida no ponga una ob- queremos, lo que quieren las circunstancias
que s e a m o s . — ¿ Q u é más se puede pedir
nete, determinismo de «cátedra». E l deter-
para que el determinismo esté fundado sis-
minismo práctico, real, tangible, digámoslo
temática, científicamente? ¿No es esto la
así, nace de la gran batalla que sobre la ge-
psicología-fisiológica alboreante? « E n sus
neración libran en los siglos x v n y x v m
escritos», dice S o u r y , «el crimen se excusa
fisiologistas y teólogos.
como producto de una enfermedad.» Para
L a discusión es curiosa; interesante el
el autor de El hombre máquina, no h a y
proceso de este litigio. P o r q u e arranca de
«crímenes», hay errores, errores ocasiona-
él todo el sistema de la herencia psicoló-
dos por una enfermedad, por un desarreglo
gica, base del determinismo.
del organismo... Por eso pide que se p o n g a
L a diversidad de pareceres es grande en
el médico en lugar del j u e z ó del teólogo;
los autores. Maupertuis lo nota en su Ve-
por eso censura duramente el rigor de la
nus física, y nota también que no puede
legislación penal; por eso, en fin, no incita
menos de ser así, dado que todas las teorías
al vicio como falsamente se ha creído, sino
se asientan en hechos poco fáciles de com-
que disculpa el delito y justifica al delin-
probar, en hechos sobre cuya veracidad
cuente...
hay que atenerse á lo que dicen las muje-
Y bien, ¿no es mérito todo esto para q u e res... «toujours peu sinceres sur cet article».
L a Mettrie figure gloriosamente en las pá-
L o s a n t i g u o s — y con ellos Descartes—
ginas de un libro de sociología? ¿No es un
creen que el feto resulta de la mezcla de
gran pensador quien tales cosas ha procla-
los dos licores, el del macho y el de la hem-
mado en contra de una generación de fa-
bra. (Los lectores dispensarán al autor que
riseos?
exponga libremente estas doctrinas... que
no tienen nada de eróticas). A p a r e c e des-
V pués el sistema de las «semillas», en las
cuales según sus partidarios, los partidarios
...Pero el determinismo de L a M e t t r i e , del sistema, está contenido el feto... P e r o
como el de sus ilustres colegas, era lo que' los experimentos se multiplican, la obser-
pudiéramos llamar determinismo de g a b i - vación se ciñe más al hecho... y cambian
las opiniones. Hartsceker examina el pri-
ranas, de los ciervos, de los peces, de las
mero al microscopio el licor del macho y
abejas, respecto de cuya reina—habla Mau-
descubre una infinidad de animalillos; Le-
pertuis—«un ilustre observador se ha con-
wenhoek, «aunque casto y religioso», dice
vencido por sí mismo de sus prostitucio-
Maupertuis, repite las experiencias y sus
nes»... Y después de tantas experiencias, y
observaciones causan sensación en el mun-
después de pasar por un sistema mixto de
do científico. «Los periódicos de Francia,
las semillas y de los consabidos animales
de Inglaterra, de Alemania», dice Bayle,
espermáticos, se viene á parar, ó pára Har-
que también habla de estas cosas, ¿y cómo
v e y , en que la matriz y el cerebro funcio-
no, si sus Noticias son una monumental
nan análogamente, y en que «la una con-
revista, mes por mes, de todo lo humano y
cibe el feto como el otro las ideas»...
lo divino?; «los periódicos de Francia, de
Sea lo que fuere, y dejando aparte las de-
Inglaterra, de Alemania, han hablado (de
batidísimas cuestiones de los demonios ín-
Lewenhcek) tan á menudo, que han hecho
cubos y de la generación sin ayuntamiento,
su nombre célebre en todo el universo».
(que el lector puede ver, si le place, en el
L a nueva teoría esta fundada, la teoría de Nuevo aspecto de teología médico-moral, del
los «animales espermáticos», la teoría que P . Rodríguez); es lo cierto que del litigio
ve en estos minúsculos seres, ¡en uno solo de la generación se pasa al de los mons-
de ellos! el futuro feto, el hombre ó la mu- truos, y que éste es el que más eficazmente
j e r de años andando. ha hecho adelantar la psicología.
Pasan años... E l monarca de Inglaterra «De los casos morbosos, que son los de
cede al famoso Harvey el real parque zoo- más fácil conocimiento», dice G u y a u , en las
lógico para que haga experiencias, y Har- primeras páginas de El arte desde el pun-
vey, animado de ardiente celo científico, to de vista sociológico, hablando de las in-
hace « u n a sabia matanza»... A l mismo vestigaciones hipnóticas; «de los casos mor-
tiempo, otros distinguidos naturalistas es- bosos se pasará poco á poco á los fenómenos
tudian escrupulosamente las cópulas de to- de influencia normal entre los diversos ce-
da clase de bichos; de los insectos, de las rebros, y por consiguiente, entre las diver-
sas conciencias». Y así de esta discusión de
crecen igualmente, si «según el orden res-
los casos anormales de herencia, se ha pa-
pectivo de su naturaleza». Y si alguna no
sado á las relaciones regulares.
crece ó crece fuera de la debida propor-
E n Maupertuis, en las Memorias de la
ción, aparece el monstruo. N o son sólo las
Academia de Ciencias de París (años
causas físicas las determinadoras; las hay
de 1724 á 1739), en la Historia de la vida
físicas y las hay psicológicas («la fantasía»,
del hombre, de nuestro Hervás, puede verse
dice Hervás). E l ilustre abate al señalar las
al detalle este debate. L a polémica funda-
causas psicológicas, no hace sino sustentar
mental la entablan dos ilustraciones de la
la doctrina de tantos y tantos filósofos, Ma-
medicina de aquel tiempo: W i n f s l o w y
lebranche entre ellos, que también creía,
Lemery.
en su Recherche de la verité, que las defor-
¿De que p r o v i e n e n los monstruos? — s e midades provienen de la impresión que los
p r e g u n t a b a . — « D e accidentes acaecidos á objetos exteriores hayan causado á la ma-
las semillas», contesta L e m e r y ; «de semi- dre... Pero también confiesa Hervás, que
llas originariamente monstruosas», contes- «su obrar misterioso» es desconocido. Sí,'
ta Winfslow. « E s impío», dice L e m e r y , desconocido; porque sólo las investigacio-
«creer que Dios p u e d e crear originariamen- nes posteriores, sólo la labor tenaz de fisió-
te seres monstruosos»; «es impío» contesta logos y psicólogos, de L a Mettrie primero,
Winfslow, «limitar la potencia creatriz de de Cabanis, de Darwín, de Ribot, en nues-
Dios á una cierta pauta». A l primero acom- tros días, han podido paulatinamente ir
pañan en sus ideas, el simpático Lewenhcek, discerniendo, á partir de las famosas expe-
Arena, Hervás; al segundo otros no menos riencias de los generadores, lo que hay de
simpáticos y apreciables observadores. cierto é innegable en el intrincado proble-
«Los principios elementales de los cuer- ma de la herencia; al igual que generacio-
pos son indestructibles é incapaces de co- nes posteriores á la nuestra, desenmaraña-
rrupción ó alteración esenciales», escribe rán de las experiencias hipnóticas de hoy,
Hervás. E n la semilla están todas las partes como nota G u y a u , las reglas fijas y cons-
del individuo. P e r o todas esas partes no tantes de los fenómenos ínter conscientes...
II

EL SENTIMIENTO

I. B E C C A R I A — I I . LARDIZÀBAL.
III. HUMANITARISMO.—IV. LAS PRISIONES.

: I

...Con ciento cincuenta páginas, Beccaria


conmueve á la E u r o p a e n t e r a . — E l ilustre
marqués es claro, sencillo, numeroso, delei-
table. Nada de antecedentes históricos, de
exégesis, de etimologías, de citas... Su es-
tilo es limpio, limpio como el agua de un
manantial. No habla el maestro, no habla
el dómine; habla un creyente, un hombre
de buena fe, «un pacífico observatore della
verità»... Cortos los capítulos, dos ó tres
páginas, amena la palabra,—el lector sigue
sin esfuerzo al filósofo, y argumenta con él
MI - y con él, se apasiona.
La influencia de Montesquieu en Becca-
ria es innegable. E l Tratado de las penas
es lógico corolario de El espíritu de las
leyes. E l mismo Beccaria declara senci-
be, no puede privar de la vida á un hom-
llamente lo que al pensador francés debe:
bre. ¿ C ó m o ? ¿Con qué derecho? ¡Hablar
«L'indivisibile verità mi ha forsato a se-
de derecho! Imposible; la pena de muerte
guire le tracce l u m i n o s e di questo grand'
n o es un derecho, «es una guerra de una
uomo». Pero mientras el libro de Montes-
nación contra un ciudadano»... Cuando la
quieu es informe, desordenado, caprichoso,
experiencia de todos los s i g l o s — d i c e — h a
hasta el punto de q u e en su tiempo se de-
demostrado que la pena suprema 110 sirve
cía de él que L'esprit des lois era L'esprit
á enfrenar á los hombres; cuando el ejem-
sur les lois; la obra de Beccaria, por el
plo de los ciudadanos romanos; cuando
contrario, es concisa, metódica y sencilla.
veinte años de reinado de la emperatriz
«Todo acto de autoridad de hombre á Isabel de Moscovia, que abolió la pena de
hombre», escribe el autor, «todo acto de muerte, conquista lograda con la sangre de
autoridad que no d e r i v e de la absoluta ne- los hijos de la patria; cuando todo esto no
cesidad, es tiránico». E l derecho á castigar bastara, ni bastara la voz de la razón,—
se funda en la necesidad, y todo lo que sal- bastaría consultar la naturaleza humana
ga fuera de ella será ilegítimo... Ilegítimo para sentir la evidencia de mis razones...
el tormento, ilegítima la desproporción de
N o hay que extrañar con estas condicio-
las penas y los delitos, ilegítima la pena de
nes de sinceridad y entusiasmo el éxito in-
muerte. Beccaria va examinándolo todo
menso del libro. Rápidamente se propagó
poco á poco; y pone d e relieve la obscuri-
á todas las naciones y se tradujo á todas
dad de las leyes, la relatividad de la moral
las lenguas. Cuando Beccaria fué á París,
«á través de las revoluciones de los siglos»,
dice Garat que «la obra estaba en la chi-
la iniquidad de la acusación secreta. Discu-
menea de todos los salones que frecuentaba
rre con calma sobre todas las cuestiones;
el autor» (1). S e le recibió con entusiasmo,
discurre con calma hasta que llega á là
dice la Década. Voltaire se digna comen-
pena de muerte. E n t o n c e s el tranquilo
tarle; D ' A l a m b e r t y los demás enciclope-
pensador se anima, la frase se acalora, la
indignación estalla. N o . la sociedad no de- -
(1) Memoires... tomo I I , l i b r o V . P a r í s , 1820.
distas lo elogian apasionadamente. L o s j u -
risconsultos no saben escribir sin citar á L a desproporción de las p e n a s — d i c e —
Beccaria, y se inspiran en él, y se alegan sus contribuye á «hacer impunes y más fre-
doctrinas en el foro. L a s Academias propo- cuentes aquellos mismos delitos que con
nen temas sobre el asunto. «Se habló del más cuidado y esfuerzo pretende extirpar
Tratado de los delitos en todos los liceos, la ley». Este efecto ha causado la pena ca-
en todos los círculos» (i). pital impuesta al que hace bancarrota frau-
dulenta y al que comete un hurto domés-
tico. P u e s un hombre á quien un criado
II r o b a , y sabe que si le denuncia le han de
imponer la pena capital, se contenta con
echar de casa al ladrón y oculta el delito...
Lardizábal es otra cosa. El ilustre alcalde
«La exageración de la amenaza era noci-
del crimen es un erudito, es un historiador,
va», escribe Garofalo, en su Criminología,
es un jurisconsulto. Investiga, desciende á
pág. 74. « E n el siglo pasado en Nápoles, el
detalles, compara lo antiguo y lo moderno,
hurto doméstico era penado con la muerte.
descubre nuevas y minúsculas relaciones de
L o cual ocasionaba que el señor no de-
las cosas... £1 influjo de Montesquieu es
nunciara nunca al doméstico q u e le había
también notable; por ejemplo, cuando dice
robado...»
que «hasta la situación y el clima del país
deben tener influencia en las leyes pena- ¿Cuántos asesinatos no habrán causado
les». Falta la fluidez y el encanto de Bec- — p r e g u n t a Lardizábal—las leyes q u e im-
caria, pero es Lardizábal más profundo, más ponen la pena capital al ladrón que asesina
observador del hecho, más realista. A ratos y al que se contenta sólo con robar?
parece estarse leyendo un libro reciente de «Puede suceder», escribe Garofalo, en la
sociología criminal. misma página, «que (la crueldad de la
pena) sea causa de más graves desórdenes,
como en Francia en el siglo pasado cuando
(i) Decaie philosophique, año III, 30 germinal, los ladrones eran castigados con la horca».
núm. 36, pág. 137.
Pues sucedía que el ladrón se convertía en
asesino ya que no tenía ni más ni menos mentes las causas ó estímulos que incitan á
pena... ello, tanto más se deberán agravar las pe-
Y no es esto solo. A l examinar la medida nas, para que el miedo de ellas sirva en
del delito, diríase que nuestro alcalde hace cuanto sea posible de obstáculo ala facilidad
por adelantado la crítica de la moderna en delinquir, y de contrapeso á las causas ú
escuela. ocasiones que puedan incitar á ello».
¿No propugnan Ferri, Garofalo, etc.,
como luego veremos, que la intención debe III
ser el criterio de la penalidad? Pues bien,
oigamos á Lardizábal: «Creen otros que El humanitarismo de Beccaria, de Lardi-
la verdadera medida del delito es la inten- zábal, de tantos otros, señala un inmenso
ción y malicia del que le comete. Pero, progreso en la ciencia penal.
¿quién habrá que sea capaz de sondear la T o d o el formidable aparato de la tortura
profunda é infinitamente variable malicia lo expresa Cervantes en una sola frase: « Á
del corazón humano, para medir por ella los nuestro ánimo no le tuercen cordeles, ni le
delitos y tomarla como norma para castigar- menoscaban garruchas, ni le ahogan tocas,
los?» L a perfidia suele disfrazarse con apa- ni le doman potros»; y todo ese formidable
riencias de virtud. «Además de que con la aparato es definitivamente abolido entre
mejor intención puede y suele hacerse un nosotros por las Cortes de Cádiz. Dulcifícase
gran perjuicio, y por el contrario, el instin- la penalidad; se crean asociaciones benéficas
to más depravado, suele producir un bene- para amparar al libertado de las prisiones.
ficio que no se debía esperar». L a pena de muerte es umversalmente ana-
Pues, ¿y la controspinta de Romagnosi y temizada. «¡Destruid esa máquina enrojeci-
la mtimidazione de Garofalo? ¿No están da por la sangre de tantos inocentes!»,
también en el famoso Discurso? «Es, pues, exclama un redactor de la Década, hablan-
consiguiente á nuestros principios, que do de la guillotina. Y otra revista, Le Ma-
cuanto mayor fuere la facilidad para delin- gazine encyclopedique, publica también una
quir, mayores, en más número ó más vehe- aterradora nota sobre la sensibilidad de los
La sociología

la Sra. Directora de la Asociación, Condesa


guillotinados, que p o n e espanto en todas
las conciencias (i). de .Casasola, y del Director espiritual, el
L a piedad se abre paso á través de las le- R . P . D. Pedro Portillo, del Oratorio de S a n
yes y de las costumbres. S e idean prisiones Salvador, y llevando consigo al catedrático
higiénicas; se mejoran las antiguas. Nacen de Química, D. Pedro Gutiérrez B u e n o ,
los sistemas celulares y las variadas «panóp- fueron á las dos cárceles de Corte y Villa y
ticas» de B e n t h a m y sus discípulos. E n Es- extrajeron el aire de los calabozos, enferme-
paña, la preocupación caritativa para con rías, salas de camas, habitaciones de muje-
los delincuentes, llega hasta analizar quími- res, encierros, cuarteles y salas de corrección.
camente el aire de las cárceles. La cosa tiene Este aire le llevaron al Laboratorio de Q u í -
algo de sainete; pero el hecho es curioso y mica, en donde habiéndose hecho el análi-
merece ser detenidamente referido. sis, y comparado el aire extraído de las cár-
celes con el de la calle de Alcalá, se halló que
«Habiendo observado las señoras de la
había encierros que tenían 6 grados menos
Asociación de Caridad, los malos efectos que
de oxígeno ó aire vital, que el común que
producía en los encarcelados el aire dema-
respiramos, y algún calabozo, 8; de donde
siado craso é impuro de les encierros, en que
era preciso resultase el enfermar los pobres
por necesidad han de estar; deseosas de
que estuviesen encerrados en ellos. H e c h a
contribuir por todos los medios posibles al
esta primera experiencia, pasó la Asociación
alivio de estos pobres, determinaron ex-
á purificar los encierros, calabozos y piezas
traerle de todos los departamentos de las
en donde se notó más infección, poniendo
cárceles, investigar los grados de corrupción
en unos lumbre para rarefacer el aire, sahu-
que tenía y el modo de purificarlo. Para
mando á otros todos los días con espliego, y
esto comisionó la Asociación á las señoras,
á otros con enebro, poniendo en otros á
que fueron la Marquesa de Campo-fuerte y
evaporar vinagre, á otros regándolos con
la de San Andrés, las q u e acompañadas de
vinagre puro, y á otros, en fin, con vinagre
y agua por mitad. A los veinte días de estas
(i) Magazine encyclopedique, tomo I I I , pág. 453. operaciones continuadas sin intermisión, se
París, 1795.
volvió á extraer el aire por el referido cate- Alabemos, pues, el noble afán de estas
drático de Química, acompañado de las se- piadosas damas, y glorifiquemos la magna
ñoras de la Asociación de Caridad y de su empresa del eminente profesor de Química.
Director espiritual, quienes al entrar en los Menos hacía su colega el de Física. « M e
calabozos y encierros, notaron desde luego quedé más solo», decía Cadalso, «de lo que
el beneficio en la diferencia del olor. Lleva- está todo el día el catedrático de Física de
do este nuevo aire á dicho Laboratorio, se San Isidro e l Real».
hizo el análisis de él en presencia de todas Y esto consuela.
las señoras de la Asociación y de otras va-
rias señoras y caballeros de la primera dis- IV
tinción, por los discípulos de Química don
Manuel V e g u e y el P . F r . Pedro Pérez, L a prisión como pena es de reciente crea-
religioso de San Juan de Dios, á vista de su ción legal. A n t a ñ o , las prisiones servían
catedrático; y después de repetidas expe- sólo para detener al delincuente hasta que
riencias hechas con la mayor exactitud y la sentencia dispusiese de él. U n a ley de
puntualidad, se halló por ellas que lo q u e Partida dice q u e «la cárcel debe ser para
más purifica el aire, que era el objeto de este guardar los presos é non para facerles ene-
trabajo, es el vinagre mezclado con agua por miga, nin o t r o mal; nin darles pena en
mitad, y regado por las piezas con una re- ellas». Y más tarde, mucho más tarde, aun
gadera de agujeros pequeños, arrojándolo manda la Constitución de 1812, en su ar-
con mano levantada, de suerte que caiga tículo 297, q u e «se dispondrán las cárceles
como lluvia. E n vista de ello, determinó la de manera q u e sirvan para asegurar, y no
Asociación usar de este antimefítico y ha para molestar á los presos».
hecho en las cárceles á este efecto provisio- Esto en la l e y ; en la realidad, nuestros
nes de vinagre de buena calidad» (i). abuelos y a tuvieron la inefable dicha de go-
zar de este n u e v o paraíso. L a invención se
debe á los b u e n o s clérigos regulares, ó sea,
(i) Gaceta de Madrid, 28 D i c i e m b r e de 1790, p á -
gina 857. monásticos. Hasta se dice que todo un san-
to, San Juan Climaco, fué el primero que
imaginó la cárcel celular á fines del si-
glo x v i . S u establecimiento, como los del
día, era una preciosidad. « L a s celdas eran
sanas y claras. Los reclusos se ocupaban en III
trabajos manuales, y recibían de cuando en
cuando la visita de un superior que los edu- r O S PRECURSORES
caba y dirigía» (i).

Y a antes de esta época se había ocupado I . E r , ESPÍRITU PÚBLICO.


la Iglesia en cuestiones de penalidad. E n I I . L A MEDICINA Y LA ESTADÍSTICA.
los monasterios han existido en todo tiem-
po celdas de castigo para los frates aviesos;
y el Derecho canónico, repugnando aplicar I
la pena de muerte, y para q u e no quedaran
los crímenes impunes, crea la pena de re- ...La Revolución aparece. Paralízase por
clusión perpetua. un momento la vida de un gran pueblo.
L a conciencia nacional, elaborada lenta-
Todas estas cosas las explican muy bien,
mente á través del tiempo, cristaliza en un
aunque en latín, las Decretales de los dis-
punto y nace á nueva vida. L a fuerza, de
tintos pontífices que en el m u n d o han sido.
las manos cansadas de la vieja aristocracia
E l lector puede ver, entre otras, las titula-
pasa á las poderosas de la flamante b u r g u e -
das De Pcenis, de Gregorio I X , y las sapien-
sía. H e ahí el Terror.
tísimas y latas glosas del Sr. Licenciado don
Después, desmontada la «báscula», hecha
Manuel González Téllez...
la trasmutación temida, inaugurada la nue-
A q u í el autor se limita á estos breves
va dirección social, continúa tranquilamen-
apuntes, para que sirvan de luminoso faro
te el buen francés sus trabajos.
en tal materia á los estudiosos.
E s maravilloso el cuadro q u e Francia
(i) M o t e a n C h r i s t o p h e , Du problemt de la misírc presenta pasado el furor cruento de la me-
tomo I I , pág. 4 3 5 . París, 1851.
morable catástrofe... L a regeneración de un
to, San Juan Climaco, fué el primero que
imaginó la cárcel celular á fines del si-
glo x v i . S u establecimiento, como los del
día, era una preciosidad. « L a s celdas eran
sanas y claras. Los reclusos se ocupaban en
III
trabajos manuales, y recibían de cuando en
cuando la visita de un superior que los edu-
LOS PRECURSORES
caba y dirigía» (i).

Y a antes de esta época se había ocupado I . E r , ESPÍRITU PÚBLICO.


la Iglesia en cuestiones de penalidad. E n I I . L A MEDICINA Y LA ESTADÍSTICA.
los monasterios han existido en todo tiem-
po celdas de castigo para los frates aviesos;
y el Derecho canónico, repugnando aplicar I
la pena de muerte, y para q u e no quedaran
los crímenes impunes, crea la pena de re- ...La Revolución aparece. Paralízase por
clusión perpetua. un momento la vida de un gran pueblo.
L a conciencia nacional, elaborada lenta-
Todas estas cosas las explican muy bien,
mente á través del tiempo, cristaliza en un
aunque en latín, las Decretales de los dis-
punto y nace á nueva vida. L a fuerza, de
tintos pontífices que en el m u n d o han sido.
las manos cansadas de la vieja aristocracia
E l lector puede ver, entre otras, las titula-
pasa á las poderosas de la flamante b u r g u e -
das De Pcenis, de Gregorio I X , y l a s sapien-
sía. H e ahí el Terror.
tísimas y latas glosas del Sr. Licenciado don
Después, desmontada la «báscula», hecha
Manuel González Téllez...
la trasmutación temida, inaugurada la nue-
A q u í el autor se limita á estos breves
va dirección social, continúa tranquilamen-
apuntes, para que sirvan de luminoso faro
te el buen francés sus trabajos.
en tal materia á los estudiosos.
E s maravilloso el cuadro q u e Francia
(i) M o t e a n C h r i s t o p h e , Du probleme de la misírc presenta pasado el furor cruento de la me-
tomo I I , pág. 4 3 5 . París, 1851.
morable catástrofe... L a regeneración de un
país está en su cultura, y Francia pone to-
Escuelas centrales. Decrétase una para ca-
do su empeño en difundir por campos y
da trescientos mil habitantes; en París se
ciudades la enseñanza. La Convención crea
fundan cinco; noventa y seis en provincias.
las Escuelas normales. T o d o lo más grana-
Se abren cátedras en ellas de matemáticas,
do de la nación, literatos y filósofos, natu-
historia natural, física y química experi-
ralistas y matemáticos, profesan en sus cá-
mentales, método de las ciencias, análisis
tedras. Y explican V o l n e y , Bertholet, La
de las sensaciones, economía política, le-
Harpe, L a p l a c e , G a r a t , H a ü y , Bernardino
gislación, historia filosófica de los pueblos,
de Saint-Pierre... L a cátedra está en un gran
agricultura y comercio, h i g i e n e , artes y
salón; tras un profesor explica otro; las cla-
oficios, gramática, bellas letras, lenguas vi-
ses son de once á una y cuarto. U n día ha-
vas y muertas, dibujo.
blan sólo los profesores; al siguiente discuten
F u n d a también la Convención el Insti-
profesores y discípulos. «Ya interrogarán
tuto nacional. Ciento cuarenta y cuatro
los discípulos al profesor», dice el Regla-
miembros en París; igual número en pro-
mento, «j-a les interrogará el profesor; ya
vincias; veinticuatro en el extranjero.
se entablarán discusiones entre profesor y
216.000 francos son decretados para die-
discípulo, ya entre profesor y profesor».
tas; 64.000 para gastos ordinarios. T o d o s
Las conferencias se imprimen y se publi-
los años se nombrarán v e i n t e ciudadanos
can; los taquígrafos, «c'est á diré», aclara
encargados de «viajar y hacer observaciones
el Reglamento, «des hommes qui ecrivent
relativas á la agricultura», y seis académi-
aussi vite qu'on parle», asisten á todas las
cos que viajen también y hagan estudios
clases y sacan copia de lo hablado (i).
«sobre todos los ramos de los conocimien-
U n a gran ansia de conocer se apodera de tos humanos». Se publicarán memorias;
todos. A las Escuelas normales suceden las se formarán colecciones; se crearán mu-
seos (1).
(i) R e g l a m e n t o d e las E s c u e l a s normales, en la
Décade philosophique, 10 pluvioso, I I I a ñ o de la R e -
(1) Institut national de la République française. Pa-
pública. N ú m e r o 28, p á g i n a 217.
rís, b r u m a r i o , año 6.
Y no es esto sólo; h a y que añadir innu-
merables centros docentes y sociedades cias del extranjero, Garat en política exte-
particulares: las Escuelas especiales; el Mu- rior, Daunou en política general, Chenier
seo de historia natural, donde enseñan Ju- en filosofía,Cabanis en literatura;los Anua-
ssieu, L a m a r c k , G e o f f r o y Saint-Hilaire, les patrio tiques, con Mercier; el Journal
Cuvier; la Escuela de lenguas orientales de la tangue frangaise) con T u r o t ; la Dé-
vivas, donde se enseña el árabe, el turco, el cade philosophique, con todo lo más florido
tártaro, el persa, el m a l a y o ; las facultades de Europa.
de medicina de París, de Montpellier, de «Jamás un periódico francés», escribe P i -
Strasburgo; la Escuela politécnica; el Ate- cavet, «y esta es una de las causas del éxito
neo, donde dan lecciones de economía, de de la Década en Francia y en el extranjero,
historia natural, de matemáticas, de peda- no ha suministrado á sus lectores indicacio-
g o g í a , L a H a r p e , Rcederer, Garat, Dege- nes más extensas, más variadas, más exactas,
rando, B i o t , L e r o y , M o r e a u de la Sarthe, sobre el movimiento filosófico, científico y
Guiguené, Sicard; y el L i c e o de los extran- literario». Y en efecto, se escribe allí de
jeros; y la Sociedad de los observadores del todo: botánica, derecho, geometría, filoso-
hombre; y tantas y tantas otras asociacio- fía, crítica de teatros, bibliografía, literatura
nes que propagan la ciencia en conferen- extranjera... S e examina á K a n t , se elogia
cias, en discusiones, en memorias, en revis- á Beccaria, se expone á Gall, se traduce á
tas, en periódicos. Goethe, Schiller, Klopstock; y se da cuenta
de cuantos libros aparecen, aun de aquellos
E n periódicos, de los q u e se publica una
que, como cierta Vida de Jesús, «ningún
infinidad de todos los matices y contextu-
periódico se ha atrevido á anunciar».
ras: el Journal de París, con redactores
como Rcederer, L a l a n d e , Garat, Volney, ¿Cómo no ha de ser Francia grande y
Condorcet; Le Moniteur, con Destutt de poderosa, si tan recia y fecundamente ha
T r a c y ; el Journal d'instruction, con Sié- trabajado para serlo? ¿Cómo no ha de ser
yes; el Journal des savants, con Daunou; la iniciadora del mundo entero en la nove-
Le Conservateur, con T a l l e y r a n d en noti- la, en el teatro, en el poema, en la filosofía?
S e les cargaba de cadenas; se les perseguía
II por las calles; se les tomaba como «hombres
d e placer»; se les hacía responsables de sus
E n tal medio crecen y toman vuelo dos crímenes... Pinel los pone en libertad, «li-
ciencias importantísimas; las dos ciencias bertad ilimitada en el interior del hospital»;
creadoras de la sociología criminal. Y son: los trata cariñosamente; los cuida con la so-
la estadística y la medicina cerebral. La licitud de un hermano... y los locos se curan.
una debe grandes descubrimientos á La- Y a en la Nosografía, repetimos, inicia
place; la otra, á Pinel. Pero es imposible sus ideas. R e c o m i e n d a «el dulce trato de los
decir que estos dos meritísimos varones amigos»; quiere distracciones, cariño, bon-
sean los inventores. ¡Cuántos y cuántos les dad. «Se distraerá la imaginación del enfer-
han precedido! Querer hacer historia exac- mo con ejercicios moderados; con paseos
ta en estas cuestiones de ideas, es como por sitios amenos; con conversaciones ale-
buscar la genealogía de un hidalgo punti- gres».
lloso; es dar en lo ridículo y perderse en lo
Después, en su Tratado de la enage-
pequeño.
nación, proclama terminantemente la li-
Sí diremos que esta ciencia deriva estre- bertad.
chamente de los trabajos de L a Mettrie, de «Me ha sido fácil j u z g a r por comparación»,
Cabanis, de tantos otros como se han ocu- dice, «lo útil que es no tener á los locos en
pado en las relaciones de lo moral y lo físi- una reclusión demasiado rigurosa. Mientras
co. Pinel, ¿no toma sus ideas de Cabanis? que los más delirantes y más furiosos del
E l mismo Cabanis, ¿no rectifica á Pinel? Hospicio de Bicetre estaban en sus jaulas
E n 1798, Pinel publica su Nosografía; en atados á una cadena, se hallaban agitados
1800 su Tratado de la enagenación. Ya en continuamente día y n o c h e ; todo era voces,
el primer libro, en el capítulo de las neuro- alboroto y t u m u l t o ; pero después que se
sis, preludia lo que había de ser en el segun- comenzó á usar el camisón, y que estos lo-
do. Pinel es el primero que clama contra cos obtuvieron la libertad de vagar por los
el antiguo bárbaro tratamiento de los locos. patios, su enfermedad se disipa por el día en
esfuerzos continuados, se agitan y se ator- Por lo que toca á la estadística, su origen
mentan sin peligro, y esto mismo los dispo- es antiguo y nobilísimo. Y a L e i b n i z trabajó
ne á que pasen la noche con más tranquili- en estos asuntos, y Pascal y Condorcet, lo
dad y sosiego». mismo. L a aplicación del cálculo á las cien-
cias morales, dice este ú l t i m o , ha nacido
Á Pinel sucede en su cátedra Esquirol.
del estudio de las matemáticas, en pueblos
E l discípulo hace ventajas al maestro. Es-
de prosperidad y tradiciones liberales. « E n
quirol publica en 1838 su conocido Tratado
Holanda, el célebre Juan de W i t t , discí-
de las enagenaciones mentales. «Rectifican-
pulo de Descartes, y en Inglaterra el caba-
do profundos y funestísimos errores de doc-
llero Petti, publicaron los primeros ensayos
tos y profanos en punto á la locura», dice
de esta ciencia en el siglo último, poco
el traductor castellano hablando de sus tra-
más ó menos en la misma época en que
bajos, «dieron un fuerte impulso q u e ha
Fermât y Pascal creaban el cálculo de las
modificado la legislación y más aún, la j u -
probabilidades, que es uno de sus principa-
risprudencia práctica respectivamente á los
les fundamentos, y no osaban aplicarlo sino
locos».
á los j u e g o s de azar, ó no se les ocurrió
Después de Esquirol, sus continuadores
aplicarlo á cosas más graves» (1).
son conocidos: Casper, Lucas, Maudsley,
Morel, Despine, en quien Lombroso se h a P e r o quien da nuevo impulso á esta
inspirado, y otros. ciencia, es Laplace. « T o d o s los aconteci-
mientos», escribe, «aun los que por su pe-
E l lector que quiera conocer más deta-
queñez parecen fuera de las grandes leyes
lles de la materia, puede consultar el libro
de la Naturaleza, son una consecuencia tan
del Sr. Bernaldo de Quirós, Las nuevas teo-
necesaria de ellas, como son necesarias las
rías de la criminalidad, y el concienzudo y
eruditísimo trabajo, h e c h o , si, con criterio
cias morales y políticas, tomo V I I , página 277 Ma-
autoritario y clásico, de D. Fernando V i d a , drid, 1893.
La ciencia penal y la escuela positivista (1) C o n d o r c e t , Tableau general de la sciencie qui a
italiana (i). Pour objet l'application du calcul aux sciences politiques
et morales.-Oeuvres completes, t. 21. P a r i s , 1804.
(1) E n las Memorizs de la Real Academia de cien-
revoluciones del sol». Nada es espontáneo; lo existente y capaz de sacar estadística de
nada.es primero; todo es determinado, ne- las piedras; continúan sus trabajos y pre-
cesario. N o hay hecho que no tenga una paran el camino á Quetelet.
causa. «La más libre voluntad no puede sin D e Quetelet hemos hablado ligeramente
un motivo determinante darle nacimien- en otra p a r t e — L a evolución de la critica
to». Creer lo contrario es un absurdo. « L a — c o m o también de otro ilustre antecesor
opinión contraria es una ilusión del espíri- de la escuela: Hipólito Taine. Las ideas de
tu, que perdiendo de vista las razones fugi- complicidad social, factores naturales, leyes
tivas de la elección de la voluntad en las de la producción criminosa, etc., están en
cosas indiferentes, se persuade á que la vo- g e r m e n en la Física social, en el Sistema,
luntad es determinada de ella misma y sin en las Cartas al Duque de Sajonia. L a
motivo» (i). N o decía otra cosa Spinoza en moderna crítica literaria, al menos en su
la frase tan citada estos años en los libros primitiva forma determinista, debe no poco
de sociología criminal. á Q u e t e l e t ; como la escuela penal italiana,
L o s trabajos de Laplace, entre ellos esta debe á T a i n e lo mejor de su espíritu. T a r d e
Teoría analítica de las probabilidades, am- mismo reconoce que el positivismo penal
pliación de una conferencia dada en las no es sino una «aplicación» de los princi-
Escuelas normales; son un m o n u m e n t o de pios artísticos del ilustre l i t e r a t o -
la ciencia contemporánea. « L o s Ensayos Basta con lo dicho. Indicada queda la
en que Spencer ha relacionado la hipótesis génesis de los Lombroso, los Ferri, los Ga-
de la nebulosa con la doctrina de la evolu- rofalo. Insistir más, sería impropio de libro
ción», dice Picavet, «indican la importancia de vulgarización como este.
que Laplace tiene en la filosofía contempo-
ránea».
Después de él, Poisson, G u e r r y , el bene-
mérito barón D u p i n , catalogador de todo

(i) Oeuvres, t. V I I , Introducción. P a r í s , 1847.


IV

IiA E S C U E L A I T A M A N A

I. L O M B R O S O . — I I . FERRI.—HI. GAROFALO.

« L o s tres evangelistas», los llama un


distinguido crítico. L o s tres evangelistas,
Lombroso, Ferri y Garofalo, q u e claman,
cada cual por su peculiar registro, la buena
nueva.
E l testamento redentor es El hombre
delincuente. D e opúsculo desmedrado, se
crece este libro de edición en edición, hasta
parar en tres respetables cuerpos de doctri-
na. L a i." edición aparece en 1876; la 2.a en
1878'; la 3. a en 1885; la 4.a en 1888; la 5. a en
1896-97...
Lombroso no deja el metro de la mano;
no da paz á la balanza. L o pesa y lo mide
todo: la estatura, los brazos, las orejas, el
cráneo, las manos. L o estudia y lo inspec-
ciona todo: los ojos, el cabello, el argot, el
tatuaje, la marcha del corazón, la tempera- Lombroso corrige:
tura de los sitios más recónditos. « E l criminal es un salvaje y es un loco».
Para Lombroso no existe la sociedad; Y T a r d e al canto:
todo lo es la anatomía. N o existe la lucha «Imposible: ó es un salvaje ó es un loco.
económica; todo lo es la Naturaleza. Las dos cosas juntas, no. L a locura es mal
de la civilización. Ningún salvaje se vuelve
«El delincuente es un salvaje», dice, « E s
loco; ningún loco es nacido entre salvajes».
un salvaje. Miradlo bien: punto por punto,
línea por línea es idéntica en ambos la cons- Lombroso vuelve á su laboratorio y rec-
titución anatómica. Igual la estatura, igual tifica:
el color, iguales la frente, el cabello, el des- «El criminal es un epiléptico».
arrollo de los senos frontales, la prominen- Y Tarde:
cia del temporal... Idéntica también la psi- «Pero, ¿quién no es epiléptico? ¿Ouien
cología: la misma sed cruenta en ambos; la no está tocado de esa universal enfermedad?
misma vanidad; el mismo afán de tatuaje; H a y epilepsia de accesos manifiestos; hay
el mismo empleo de una particularísima epilepsia mansa y callada que obra en los
lengua de ellos sólo comprendida...» ? hombres más tranquilos. E l inventor, el
poeta, el filósofo, el místico, ¿no son acaso
P e r o replica T a r d e :
epilépticos?»
«¿Salvaje el criminal? ¡ A h , no! D e nin-
«No se negará, no», dice el maestro de
gún modo. E l criminal tiene estrecha la
Turin, «que existe un tipo criminal de na-
frente y fornida la mandíbula; infinidad de
cimiento. L o dice la anatomía; lo dice la
nuestros pacíficos labriegos, gentes en quie-
fisiología; lo dice la psicología».
nes la acción se sobrepone al discurso, pre-
senta los mismos caracteres. E l criminal ha- «Está bien»; contesta el magistrado fran-
bla en argot; los abogados, los músicos, los cés. «Pero, ¿por qué no habrá también un
pintores, también tienen su argot. E l cri- virtuoso-nato? Y , ¿por qué el sastre, el som-
minal se tatúa; los marineros, los soldados, brerero, el minero no han de tener también
las rameras se complacen también en pin- sus privativos caracteres anatómicos, fisio-
tarse letras y figuras...» lógicos y psicológicos? L a misma razón q u e
para el hombre criminal, hay para el hom- revalida, la teoría de la defensa social. L a
bre sabio, el hombre religioso, el hombre pena es un movimiento de reacción. L a so-
artista». ciedad recibe un daño en la ofensa; la so-
Y así va Lombroso desde su primer en- ciedad repara el perjuicio con la defensa.
sayo estudiando el crimen por la antropo- Loco, niño, imbécil, el que cometa el agra-
logía; y así va T a r d e gradualmente demo- vio, ¿qué importa? L a sociedad tiene nece-
liendo su obra y estudiando el crimen por sidad de defenderse. T o d o s los que la dañen,
la sociedad que nos rodea. serán castigados. «Todos sufrirán la pena,
A Lombroso corresponde, sin embargo, no como castigo de su maldad, ni como
la gloria de haber iniciado estos estudios. expiación, ni por coacción psíquica», dice
A n t e s se reprimía el efecto; ahora se trata Dorado, «sino como una consecuencia de
de reprimir la causa. E l profesor italiano la defensa social, que ellos, queriéndolo ó
ha visto estas causas principalmente en la no, han provocado».
fábrica del cuerpo h u m a n o ; otros han lle- « ¿ Y para e s t o » , preguntará el lector,
gado después y las han visto en la misera- «para castigar á trancazo de ciego y caiga
ble condición en que vivimos. Esa es la el que caiga, tanto medir cráneos, y descu-
diferencia. brir fosetas occipitales, y tomar tempera-
turas? ¡Valiente servicio nos han hecho las
II alfoijas!»
Pero Ferri no se para aquí. Defendamos
Más equilibrado parece Ferri. Ferri ini- la sociedad; bien está. Pero, ¿qué sociedad?
cia insensiblemente la reacción contra la Más claro, ¿qué orden social? ¿El que ase-
antropología. Lombroso es hombre de la- guran los conservadores ó el que tratan de
boratorio; /Ferri es abogado, profesor de imponer los avanzados? Ferri sale m u y
Derecho, miembro del Parlamento. E l me- sencillamente del compromiso; un clásico
dio social ha de preocuparle más por fuerza. aforrado en reaccionario no hubiera salido
P o r eso atiende preferentemente al reme- más campante. S e ha de defender el «or-
dio del crimen; por eso crea, ó al menos den jurídico existente en un determinado
momento histórico»; ó sea, el derecho posi-
tivo; ó sea, la l e y ; ó sea, las amadas insti-
III
tuciones. L a contestación que á esto da
nuestro Dorado, la verá más adelante el
E l libro del magistrado Garofalo parece
lector; digna es de un gran filósofo y bien
escrito en papel de oficio, calado el birrete,
nos excusa de añadir nada por nuestra
remangados los vuelillos de la toga, entre
parte.
un vistazo á unos autos y la firma de una
¿Qué decir de la clasificación de los de- sentencia. T a l es de antipática y repulsiva
lincuentes? L o m b r o s o la inicia; Ferri la toda la parte dedicada á la represión, toda
completa. P e r o una y otra son igualmen- , aquella minuciosa indagatoria del variado
te falsas. L a s dos ó tres categorías de L o m - catálogo de los delitos. Quizás el autor de
broso; las cinco de Ferri; las dos de Garo- estas líneas sea «affato ignaro della moder-
falo; todas son inadmisibles. Si alguna di- na filosofía positiva»; pero si la Criminóla-
visión pudiera prevalecer, sería la de este gia es el positivismo, desde este momento
último, y luego veremos como es tan artifi- hace cruz de por vida á todo género de es-
cial como las otras. peculación positivista.
Enrique Ferri, ha hecho por la escuela Garofalo proclama la represión radical de
tanto como todos sus compañeros juntos. todo delincuente. ¿Cómo? P o r eliminación.
E s un artista. S u s libros, especialmente la L a eliminación es lo más expeditivo y eco-
Polémica, se leen con el encanto de una nómico. Si se deporta al criminal, puede
novela. A ratos es pasional y enérgico; á volver; si se le encierra, puede escaparse.
ratos, irónico é incisivo, como en su pin- E c h e m o s por el atajo y suprimamos estor-
tura de los críticos; siempre ameno, agra- bos. Proclamemos la eliminación, es decir,
dable y simpático. L e debe mucho la es- la muerte. Cortémosle dulcemente la ca-
cuela; porque tanto como las experiencias beza. « N o hay más medio absoluto y com-
del sabio, trabaja por una idea la pluma del pleto de eliminación, sino la muerte».
artista que le da calor y la divulga...
Dirán las gentes superficiales, dirán los
«ignaros»:
«Si el delincuente es antisocial, sepáresele
tor italiano), un publicista español escribía:
d e la sociedad; no de la vida.»
«.Delito natural.—Es todo acto que per-
Contesta Garofalo: judique á otro. E l delito natural es la in-
«¿Cómo se le va á separar de la sociedad? fracción de la ley natural.»
E s imposible. L o mejor es matarlo.»
Y para aclarar estos conceptos, decía pre-
Insistirán esos sensibles seres: viamente:
«¡La pena de muerte es irrevocable! ¿ Y
«Ley natural.—Es el orden natural y
si fuera inocente el ejecutado?»
constante de los hechos naturales, ó la serie
«¿Irrevocable dijistes?»—contesta tran- de causas y efectos bajo los cuales se rige el
quilamente G a r o f a l o . — « ¿ Y qué? L'irrevo- mundo físico y moral.»
cabilità, spauracchio con cui si combatte «Derecho natural.—Es la facultad q u e
questa pena, é, a mio credere, il suo pregio tiene el individuo de ejercer libremente
maggiore.» todos aquellos actos que no perjudiquen á
Matemos al delincuente. otro ú otros de la colectividad. S e llaman
Pero, ¿quién es delincuente? Es delin- naturales estos derechos, porque emanan de
cuente... el que cornete un delito. Y , ¿qué la ley natural y son anteriores y superiores
es delito? «Delito natural es una lesión de á toda ley convencional» (1).
aquella parte del sentido moral que estriba Aparte de esto, ¿cuál es el principio y
en los sentimientos altruistas fundamenta- cuál el término del sentido moral que pro-
les (piedad y probidad), según la medida clama Garofalo? ¿Se han de castigar todos
media de las razas humanas superiores». los actos que contra él atenten? Entonces
Para llegar aquí, Garofalo llena páginas desaparecerá la manoseada é insoportable
y páginas de sutil y contradictoria filosofía, distinción de la moral y el derecho; enton-
y á la postre nos encaja tan estupenda v u l - ces será crimen, por ejemplo,' el disgusto
garidad. L a teoría se llama de Garofalo. D e con que un hijo ocasione la muerte de su
Garofalo y de tantos otros arbitristas y arre-
gladores sociales c o m o en el mundo han
(1) A . V . Sistema de gobierno republicano... E n e l
sido. E n 1870 (15 años antes que el escri-
Anuario republicano federal, pág. 59. M a d r i d , 1870.
padre; será crimen la explotación del pa-
salvajes. N o se tome tampoco la moral en
trono que obliga á trabajar doce ó catorce
un todo homogéneo. Tómese sólo «algunos
horas á sus obreros. Lógicamente estos son
sentimientos que se han convertido en or-
crímenes, y crímenes que pueden ser per-
gánicos é instintivos en los hombres que
seguidos con arreglo á la definición de Ga-
viven en sociedad civil ó semi-civil»; es
rofalo. Pero el escritor italiano no lo quiere
decir, que el carácter universal de los sen-
así. (Entonces, ¿para qué dar esa defini-
timientos altruistas «no debe entenderse de
ción?). «No», dice, «la sociedad no puede
toda la especie humana, sino de toda la
preocuparse de los dolores morales. El ho-
parte civil ó semi-civil de la misma».
micidio moral será siempre una utopia».
Y bien; ¿por qué no dentro d e e s a parte,
Y á renglón seguido cae en la cuenta de
la parte de la aristocracia, ó sea, de los me-
q u e los crímenes contra la honestidad, no
jores? ¿Por qué hacer la gradación del hom-
ocasionan dolor físico, y sin embargo, se
bre prehistórico al «civilizado», y no hacerla
persiguen; y cae en la cuenta de que la di-
de éste al verdaderamente culto y altruista?
famación y la calumnia, no son atropellos
¿Por qué ha de prevalecer el criterio del
materiales, y no obstante, son reprimidos...
civilizado sobre el del salvaje, y no el del
Pero no importa; Garofalo no se detiene;
altruista sobre el del civilizado? Pues, ¿acaso
continúa impertérrito hacia su famosa de-
no será el del altruista el más perfecto de
finición.
todos?
L a moral evoluciona; los sentimientos ¡Qué de contradicciones y equilibrios por
humanitarios cambian. E s un absurdo la
querer reducir á fuerza de martillo lo irre-
moral intangible y e t e r n a ; es una locura la
ducible! ¡Qué de violencias y dislocaciones
recta ratio, de Cicerón, y el imperativo ca-
por intentar meter en una especie de ley
tegórico, de K a n t . «Ma puré vi ha in queste
de enjuiciamiento lo que es libre como el
parole la veritá.»
aire y claro como el agua!
H a y cierto fondo que parece prevalecer; Con la clasificación de los criminales,
pero no se tome ese criterio moral en las ocurre lo propio. Garofalo parece que sólo
razas prehistóricas; no se tome en las tribus admite dos categorías: instintivos y fortui-
tos. E n ambos casos el crimen dependerá nuestra; el mismo Garofalo lo dice termi-
de condiciones fisiológicas y psíquicas. E l nantemente cuando escribe que, «como
crimen no es producto de las condiciones todos nuestros otros sentimientos, ha sido
sociales; la lucha económica no es la pro- creado en la raza por evolución heredi-
ductora de los actos criminosos. taria, y tiene su asiento en eso que la psico-
Y contesta Dorado: «La condición psíqui- logía contemporánea llama la mente»; el
ca, ¿no es un efecto de la condición econó- mismo Garofalo lo afirma al hacer su'yas
mica? Porque aquí no se trata de aquellos estas palabras de Maudsley: « E n la familia
individuos anormales que el autor llama primitiva y en la tribu, los sentimientos de
delincuentes instintivos, y para los cuales intereses comunes y la reprobación que or-
la pobreza, la codicia, etc., no serán más que dinariamente acompañaba á todo acto da-
un pretexto para dar expansión á sus com- ñoso á la colectividad, debían acabar por
primidas tendencias morbosas (pues á éstos, originar la idea del bien y del mal. Esta
el ambiente social, por muy mejorado que idea trasmitida por la acción de la heren-
se hallara, nunca sería bastante á contener- cia á las generaciones sucesivas, hase ido
los); se trata de aquellos otros llamados de- convirtiendo en instinto más ó menos pro-
lincuentes fortuitos y para quienes el am- nunciado».
biente lo es casi todo, y sus condiciones
. N o hablemos, pues, de criminales q u e
individuales casi nada. P u e s bien; en éstos,
siempre han de existir, que existirán por
¿no es su triste condición económica lo que
fuerza aún en la más perfecta y la más acorde
produce su debilidad psíquica/»
de las sociedades futuras. Daño instintivo y
Y , ¿no son los criminales instintivos pro- daño ocasional son igualmente remediables
ducto igualmente de la sociedad?, pregun- N o lo ve así Garofalo, no lo ven los autori-
tamos nosotros. Pues, ¿qué es el instinto? tarios del presente, porque obsesionados
Admitir el sentido moral innato, admitir el por la ley, no aciertan á comprender sin la
instinto espontáneo; es aceptar algo increa- coacción el acuerdo social. «¿Queréis supri-
do y primero; es volver sencillamente á la mir el crimen suprimiéndola miseria?» pre-
ideología de Platón. E l instinto es creación gunta el escritor italiano á los socialistas.
sin la actividad se desmedra y sucumbe.
«Pues será empeño inútil. E l criminal re-
Decía Maupertuis trazando un plan de
aparecerá en otra forma. L'ozioso ladro di
reformas sociales, q u e él propondría á los
oggi diventarebbe Toperaio disonesto del do-
gobiernos que prohibiesen toda investiga-
matii». «Cualquier ley que el hombre dicte,
ción sobre la piedra filosofal y la cuadratura
será burlada por el hombre».
del círculo. P o r tonto y dispendioso... P u e s
Y ese es el error, ese es el funestísimo
bien; no ha sido necesario promulgar nin-
error de Garofalo y de todos los guberna-
guna ley; ello mismo ha venido á tierra, del
mentales. T a n pobre de ciencia jurídica
mismo modo que van cayendo tantas otras
como de sociología, va Garofalo examinan-
aberraciones; por natural convencimiento
do aún á estas fechas y para demostrar su
y persuasión, sin q u e los ejércitos se pon-
tésis, los viejos tiránicos sistemas de los pri-
gan en campo ni los verdugos se fatiguen.
mitivos socialistas, de los Fourier, los Cabet,
Desaparecerán los hombres dañosos, co-
los O w e n ; va repasando esas utopias en que
mo el bandidismo heroico ha desaparecido.
el hombre es una máquina y la libertad una
Reinará la paz entre los pueblos; aumen-
q u i m e r a . — S u refutación es un triunfo. Ga-
tará de día en día la concordia. Las ciencias
rofalo se baña en agua de rosas.
habrán perfeccionado de tal modo los útiles
«¡Siempre habrá ociosos; siempre habrá
de la industria y de la agricultura, que lo
criminales! Imaginad la sociedad más perfec-
que h o y hacen con pena y todo el día unos
ta; siempre habrá transgresiones de la ley».
pocos hombres, lo haremos entonces todos,
N o , contestamos nosotros. N o habiendo voluntarios y alegres, en contadas horas.
ley, no habrá transgresiones de la ley. N o T o d o el género humano vivirá como una
habiendo instintos sanguinarios, no habrá gran familia en que el placer y el trabajo
homicidios. N o habiendo necesidad de ro- sean comunes; en q u e el amor y el arte
bar, no habrá robos. ¿Qué habrá en todas sean de todos compartidos. Y el paraíso de
circunstancias quien eluda el trabajo? Nada los místicos y la edad de oro de los poetas
más falso. Como el órgano es para la fun- serán entonces insuperable y dichosa rea-
ción, y sin la función se atrofia y perece; la lidad...
naturaleza humana es para la actividad, y
V

DOCTRINA » E T A R D E

CRÍTICA.—I. EL LIBRE AI.BEDRÍO.— II. L A RES-


PONSABILIDAD.—III. EL CRIMINAL.—IV. EL
CRIMEN.

El magistrado Gabriel T a r d e da nuevos


y poderosos bríos al socialismo. Después de
sus trabajos y de los trabajos de Dorado,
hablar de cranometría, braquicefália, tatuaje
y demás antigüedades venerandas; es un
poco ridículo. Medir cráneos y comparar
brazos á estilo de tendero filosófico, es hacer
comedia de figurón. ¿Para qué? Criminales
instintivos y criminales de ocasión son obra
nuestra. La sociedad lo es todo.
Nadie mejor que T a r d e ha puesto de re-
lieve la avasalladora influencia de las causas
sociales. S u crítica es profunda, sutil, pene-
trante. Lombroso mismo ha tenido que
rendirse á su dictamen. Toda la vieja antro-
pología ha caído desbaratada por su pluma.
L a clasificación de los delincuentes, una
Tarde es determinista, pero ni rechaza la
quimera; la ley de los crímenes de sangre y
responsabilidad, ni se acoge á la defensa so-
de propiedad, un absurdo; el criminal-nato,
cial. S u teoría es originalísima, ó al menos
una supina locura. Ni hay tales ó cuales cri-
ha dado á antiguos gérmenes nuevo des-
minales; ni el calor ó el frío hacen robar ó
arrollo y vida. E n germen está en L o c k e su
matar; ni se nace criminal como se nace
teoría de la identidad personal.
grande de España.
T a m b i é n es determinista L o c k e ; « e l
T a r d e lo analiza todo, lo cierne todo, lo hombre no tiene libertad de querer ó no
desmenuza todo. H a y páginas en sus libros querer», dice en su Ensayo sobre el entendi-
que son monumentos de crítica social. Na- miento, que es la obra á que aquí se alude.
die ha hecho tan feroz obra de destrucción. Pero, como Tarde, no por eso rechaza la
S u ingenio es un portento de fineza. A ve- responsabilidad individual. L a funda senci-
ces, la sagacidad toca en los términos de lo llamente, ó parece fundarla, en la identidad
inextricable. E l mismo confiesa en su Filo- personal. L a identidad de un hombre, dice
sofía penal (pág. 128), q u e hace metafísica; en el capítulo X X V I I del libro II, consiste
él mismo confiesa (pág. 411) que quizás tra- en que «goza de la misma vida, continuada
ta la materia con demasiada extensión. P e r o por partículas de materia en un perpetuo
su encanto es ese; un divagar ameno y gus- reflujo, pero que en tal sucesión están vital-
toso; una continua y discreta digresión por mente unidas al mismo cuerpo organizado».
los asuntos más cerrados. Habla de nues-
Pero, ¿basta sólo la identidad orgánica?
tros moriscos; de la crítica de T a i n e ; de la
D e ningún modo. Hace falta la identidad
literatura contemporánea; del bandidismo
psíquica. L a identidad está en la conciencia.
corso. Y en todas partes pone una nota
«La conciencia hace la identidad personal».
original, una observación aguda: cuando es-
«Tan lejos como la conciencia pueda exten-
cribe de la mujer, «el primer animal do-
derse sobre las acciones ó pensamientos y a
méstico del hombre», y cuando, al pasar,
pasados, tan lejos se extenderá la identidad
escribe de nuestras corridas de toros; ya al
personal.» Hablar de la identidad en este ó
hablar de la novela naturalista, y a al diser-
el otro momento, es cuestión aventurada.
tar sobre la maffia siciliana.
«No puede ser resuelta sino por los q u e
cierto punto al menos», afirma en la 410.
saben cuál es la especie de substancia q u e
Pero en fin, nosotros exponemos la doc-
piensa en ellos.» « L a identidad personal
trina tal como la encontramos. E l lector
permanece hasta el límite mismo en que la
perdonará por esta vez si la exposición es
conciencia se conserva en la misma substan-
enojosa. Obligados á resumir lo substancial,
cia ó en otra diferente».
hemos tenido que dar de lado á críticas y
«Sobre esta identidad personal-», continúa digresiones que son el encanto de esas pá-
L o c k e , «está fundado todo el derecho y toda ginas. N o está aquí, pues, todo el ingenio
la justicia de las penas y de las recompen- de Tarde. H a y que leer el libro. Tarde es
sas, de la felicidad y de la miseria.» « D e este incompendiable.
modo, si la conciencia se fuera tras un
miembro amputado, las acciones q u e antes
I
ejecutara ese individuo, no podría conside-
rárselas como pertenecientes á él al pre-
E l libre albedrío es condición esencial de
sente».
la responsabilidad ; todos, clásicos y positi-
Así, en compendio, piensa L o c k e . Y he-
vistas, partidarios de la libertad volitiva y
mos de declarar contritamente, q u e á pesar
partidarios de la necesidad, convienen en
de todo, ni alcanzamos á ver claro en el
ello. T o d o s : K a n t , F o u i l l é e , Renouvier.
maremagnum de cambios de substancias y
¿No es el filósofo de Kcenigsberg determi-
materias pensantes del filósofo inglés, ni
nista convencido y crea, sin embargo, un
nos parece tampoco m u y transparente é in-
mundo aparte, un especialísimo mundo, el
falible la invención del magistrado francés.
de los noúmenos, «donde colocar la libertad
A p a r t e de que él mismo tampoco está m u y
incompatible con los fenómenos»? L a idea
seguro del sistema. «Identidad siempre im-
de la responsabilidad dependiente y solida-
perfecta en la práctica», escribe en la pági-
ria de la libertad, ha nacido en las discusio-
na 34; «que la persona permanezca ó pa-
nes de los teólogos, y la teología ha traba-
rezca permanecer idéntica», dice en la 134;
jado para que una y otra idea sean indivi-
«...de la persona idéntica á ella misma, hasta
sibles. Dios no puede crear un ser libre, se
decía. Porque Dios no puede crear un ser
fuerzas elementales que producen separa-
increado; porque para ser causa espontá-
damente cada una su efecto,^ si es esencial
nea y primera es necesario ser eterno...
á cada una de estas fuerzas elementales no
Pero la cuestión capitalísima no es esta; producir más que un efecto, siempre el mis-
no es saber si el individuo es libre ó no. E s mo,—tendremos la predeterminación uni-
saber si es real ó no. E l problema de la mo- versal, la repetición universal.
ral no se ha fundado nunca en el libre al-
T a l es la conclusión del determinismo.
bedrío. S e ha basado en la realidad de la
Sólo que es un poco aventurado suponer
persona. Si un hereje, por ejemplo, hubiese
que la vida Universal es repeticiones. Im-
alegado á favor de su heregía que no era él
posible no ver que la vida universal puede
libre de creer ó no creer en el d o g m a — l a
ser definida como una repetición variada,
defensa hubiese sido completamente esté-
ó como una variedad que se repite, y que
ril. Pero si Galileo hubiera dicho q u e si ha-
en todo caso «el elemento variación es in-
bía creído lo creído, fué puramente soñan-
herente á la esencia de las cosas». L a reso-
do; quizás los j u e c e s hubiesen absuelto á
lución del mundo en fuerzas y movimientos
Galileo, no porque no fuera libre de pensar
es sólo buena á título de «andamiaje cien-
otra cosa, «sino porque su espíritu dormido
tífico». H a y en el fondo algo más como ori-
y soñando, hubiera sido juzgado no idénti-
gen de todo, «y ese algo, ¿no debe ser causa
co á su persona normal y social». ¿Quién se
de sí mismo, es decir, libre?» L a libertad es
ha creído nunca dispensado de gratitud ha-
la facultad de iniciativa. L a libertad está
cia persona que nos favorece sin querer fa-
implícita en la necesidad, como la variación
vorecernos?
en la repetición, como la invención en la
Aparte de esto, no se juzgue que tene- repetición. ¿De quién es efecto este elemen-
mos el libre albedrío por un error. Es- to nuevo? ¿Cómo explicarlo? Todo, observa
tá muy lejos el determinismo científico de S. Mili, se explica perfectamente por las
«lucir como un dogma de verdad absoluta». leyes, salvo la materia primera de las leyes
Si todo fenómeno es efecto de una evolu- y el punto de partida de su funcionamien-
ción; si toda evolución es concurrencia de to. Así, ó admitimos á Dios, «universal y
siempre: «.¿Dónde está la causa?» Si se
continuo creador», ó aceptamos una liber-
trata de un asesino respondemos: « E n su
tad «diseminada entre los innumerables ele-
cerebro». Hace siglos hubiéramos contesta-
mentos substanciales del universo». « L a
do: « E n ese hombre». M u c h o antes: « E n
necesidad universal supone la espontanei-
esa familia». Y lo esencial es no tomar una
dad divina ó la espontaneidad elemental».
familia por otra, un individuo por otro, un
D e las dos hipótesis, nosotros nos queda-
cerebro por otro. Y añadiremos: un yo por
mos con la segunda.
otro.
S e trata, pues, lector, de la identidad in-
II
dividual. P e r o preguntamos: ¿ basta la
identidad para que nazca la responsabili-
Ya lo hemos dicho: se ha j u z g a d o en todo
dad? N o ; es preciso también la semejanza
tiempo culpable á un hombre, no porque
social. Si juzgamos á un europeo por el ho-
era ó no libre, sino porque era él y no otro
micidio de un salvaje, es indudable que no
el delincuente. Cuando reconocemos el va-
sentiremos la misma indignación que ante
lor de un contrato celebrado por nosotros,
el homicidio de un europeo por un euro-
es porque nos reconocemos el mismo que al
peo. Es necesario que autor y víctima «sean
tiempo de celebrarlo, no porque al cele-
más ó menos compatriotas sociales, que
brarlo nos juzgáramos libres. S e trata de un
presenten un número suficiente de analo-
problema de identidad, no de libertad. Es
gías de origen social». Condición que no se
más; aunque el libre albedrío fuese cierto,
da tampoco cuando el criminal es loco, al-
habría que buscar en otra parte el funda-
cohólico, epiléptico. Porque al obrar así, se
mento de la responsabilidad. ¿Soy y o me-
separa de la sociedad en que vive.
nos real por ser determinado? ¿Soy menos
yo porque así como soy había de ser á tra- Aclaremos. E l agente ha de estar en un
vés de los tiempos, con la cooperación de estado normal. ¿Es normal el estado de un
infinitas causas y concausas? hombre irascible, pendenciero, lujurioso?
Sí. Pero si el estado ordinario de ese hom-
N o ; los hombres no han preguntado nun-
bre no es semejante al estado ordinario de
ca: «¿Cuál es la causa?». H a n preguntado
sus coasociados, h a y irresponsabilidad. A s í , con un pueblo europeo, como para con Ja-
cuando alguien, político, aventurero, poeta, pón ó Corea. «Responsabilidad implica un
místico, está dominado por un estado psi- lazo social, un conjunto de semejanzas de
cológico de q u e no puede hacer partícipes á naturaleza, no sólo orgánica, entre los seres
los d e m á s hombres; cuando, poseído de una grandes ó pequeños, Estados ó individuos,
absoluta confianza en sí, de un orgullo juzgados responsables»; é implica asimismo
enorme, de una ciega inspiración, se deja «lazo psicológico entre el estado anterior,
arrastrar de sus interiores impulsos—deja en que el agente ha obrado ó contratado, y
de pertenecer á la sociedad, se desasimila el estado posterior» en que se le requiere.
al propio tiempo que se enajena. ¿Cómo ha de ser la semejanza de indivi-
D e c i m o s al «propio tiempo», porque las duo á individuo? H e m o s hablado de esto
condiciones de la semejanza son las mis- ligeramente; concretemos más. L a seme-
mas y al mismo paso marchan que las de la janza ha de ser sencillamente en todo: en
identidad. Y de lo que de unas y otras se el estado psicológico en general. Más claro:
dice relativamente á los individuos, puede en creencias, en gustos, en aspiraciones, en
decirse también de las naciones. Ningún ideas, en ese cúmulo de sensaciones «pro-
Estado que se crea el mismo, no tendrá in- fundamente elaboradas por la conversación,
c o n v e n i e n t e en admitir una reclamación por por la educación, por la tradición, y con-
hechos cometidos tiempos atrás. P e r o si vertidas así en un conjunto de ideas preci-
cuando tales actos se cometieron era el Es- sas, de juicios, de prejuicios.»
tado m u y otro de lo que el presente es; si S e dirá: «¿Y las insurrecciones políticas?
revoluciones políticas y cambios de régimen ¿Serán crimen?» N o , contestamos; porque
le'han hecho hoy otro de lo que entonces la desemejanza entre los combatientes, unos
era; seguramente que ese Estado no se por las-nuevas ideas, otros por las viejas, es
creerá responsable de lo que antaño se hizo. completa. S e dirá también: « ¿ Y los hom-
A d v e r t i m o s que ambos Estados han de bres de genio? ¿Son responsables?» Contes-
presentar «una civilización análoga». China taremos también: L a identidad en los gran-
no se creerá nunca tan responsable para des hombres, en los genios, es perfecta. L o
dicen la fe robusta en una idea, la constan- mejanza social entre las dos personas; 2. a ,
cia en un ideal, la tenacidad en la prosecu- que la primera, autora del acto incriminado,
ción de lo que creen bueno, justo, perfecto. permanezca ó parezca permanecer idéntica
Pero la semejanza social no se revela sino á ella misma.»
«de cierta manera». « S u semejanza con los Tal es nuestra teoría de la responsabili-
otros hombres bajo la relación especial que dad. Si negado el libre albedrío, se niega
la gloria señala en ellos, es de una natura- también la identidad, la responsabilidad
leza aparte y les crea una responsabilidad será una quimera. Y «desgraciadamente,
aparte. E s una semejanza unilateral, no re- las escuelas empeñadas en combatir el libre
cíproca. N o imita el g e n i o ; se hace imitar. albedrío, empéñanse también en negar la
N o está sino á medias en relación social con identidad personal».
los demás hombres, convertidos á la larga en •
semejantes suyos». « E n realidad, en cuanto
á lo que le distingue, ha nacido extraso- III
cial». Si es responsable, no podrá serlo sino
«en tanto que gran h o m b r e » , sino con res-
Hablemos del criminal. Para Lombroso
pecto á los que le parecen por el lado de su
existe un tipo criminal claro, preciso, ter-
originalidad. Para los demás es un extran-
minante. Por lo menos, tal pensaba primi-
jero. Con razón se dice que está por cima
tivamente. P e r o poco á poco su teoría ha
de todas las leyes, políticas, industriales,
ido reduciéndose hasta parar en nada. E l
artísticas, literarias. D e b e ser juzgado «por
fracaso de Lombroso ha demostrado una
sus propias leyes, con arreglo á las reformas
cosa: que no 'es el criminal un producto de
mismas que él ha introducido, á las reglas
la naturaleza. Existe el tipo chino, mongol,
que él ha innovado y de las cuales se sale
negro; no existe el tipo criminal. Con un
sin embargo».
tipo físico cualquiera, con ciertas particula-
Resumen de la materia. ridades cerebrales y determinadas condi-
L a responsabilidad e x i g e estas dos condi- ciones sociales, el criminal está formado. N o
ciones: «i. a , que exista cierto grado de se- hay escape: ó el criminal es físicamente,
si no psicológicamente, normal, y en ese carácter dependa de un solo y siempre idén-
caso conservará el tipo de su país; ó es tico accidente anatómico.
anormal, y en ese caso no tiene tipo y está Otra cuestión: el criminal, ¿es un loco?
caracterizado por su atipia. Desde el punto También lo dudamos. H a y locos que ma-
de vista social el crimen puede ser una tan; pero no todos los que matan son locos.
monstruosidad; no desde el punto de vista E s t o sí que no necesita demostración. ¿Es
individual, orgánico; puesto que el crimen en todo caso un salvaje? L o negamos. S e
es el triunfo del egoísmo, de los impulsos tiene un falso concepto de los salvajes, y de
animales, sobre toda contención social. N o ahí esta fantasía del atavismo. L a s primiti-
se hable del criminal deforme, repulsivo, vas tribus ni se han entregado al robo, ni á
monstruosamente imperfecto. « E l verda- la matanza, ni al pillaje. A l contrario; la
dero criminal nato sería en todo caso un bondad y la dulzura han predominado en
bellísimo animal, una soberbia muestra de ellas. Y aun hoy los viajeros señalan nu-
su raza.» ¿Acaso eran deformes los déspotas merosas tribus verdaderamente patriarcales.
apasionados del veneno y los genialísimos P e r o ha ocurrido lo natural: una tribu le-
artistas del Renacimiento italiano? Física- vantisca se ha insubordinado entre otras
mente, no; socialmente, es discutible. tribus pacíficas y las ha obligado á consti-
L a mayoría de los pretendidos criminales tuirse militarmente, á defenderse, á luchar.
natos, hubiera sido gente inofensiva en L o s malos han extendido así «á la masa en-
otras condiciones sociales; puede asegurar- tera de la humanidad su virus criminal».
se. Si haj' signos para reconocer al criminal, P e r o como el bien se abre camino y acaba
¿cómo no los h a y para distinguir al hombre por sobreponerse al mal, ha sucedido aquí
honrado? Si hay un tipo criminal, ¿por qué q u e el triunfo de las tribus crueles y des-
razón no hay un tipo del sabio, del artista, pués de las naciones batalladoras, ha sido
del industrial? L a s mismas razones existen obra de moralización. Porque con tales gue-
para una cosa que para otra. N o negamos la rras los pueblos se agrandan, la humanidad
relación de ciertas particularidades anatómi- camina hacia las crecientes aglomeraciones,
cas con el carácter; pero dudamos que el hacia las gigantescas nivelaciones de eos-
tumbres, «condición indispensable de esa Por que estas carreras ó profesiones son
superior moral que abraza en sus reglas y voluntarias, más ó menos voluntarias. Y la
puras máximas á todo el g é n e r o humano». carrera criminal es casi forzosa, y además
¿Será el criminal un epiléptico, como por la extinción violenta de las familias
Lombroso últimamente ha afirmado? N o viciosas, la transmisión hereditaria de las
dice Lombroso que todo epiléptico es un aptitudes se efectúa más difícilmente. D e
criminal; dice que todo criminal es un epi- modo que allí entran los predispuestos y
léptico más ó menos aparente. aquí... aquí, ¿quién estará seguro de no
Y , efectivamente... Marro, discípulo de entrar?
Lombroso, entre 507 delincuentes, ha en- ¿Quién estará seguro? L a psicología del
contrado sólo 20 casos de epilepsia; y de criminal es la psicología de todo el mundo.
éstos sólo uno había delinquido durante el Si queréis conocer el corazón del delin-
acceso. Según el mismo M a r r o la propor- cuente, sondad el vuestro. Fácil sería escri-
11
ción de epilépticos en las prisiones italianas, bir un tratado del asesino. ¿Quieres cono- m™.,.
es de un 0,66 por 100; y L o m b r o s o lo más cerlo por tí mismo, lector? F r e c u e n t a el KHIl
que se alarga es á afirmar q u e es de .un trato de g e n t e pervertida; haz tu casa de la
5 por 100. C o m o se v é la n u e v a hipótesis taberna, del burdel, del garito... Y poco á HjHl
queda reducida á poca cosa. poco irán apagándose en tu corazón los
Si no existe, pues, entre los malhechores sentimientos delicados, y poco á poco cre-
lazo alguno fisiológico ni patológico, ¿qué cerá en tí el orgullo, la soberbia, la pereza,
relación los unirá? Relación social; la de las la ira. Serás irascible, pendenciero, venga- pH||
gentes de un mismo oficio, profesión, ca- tivo; caminarás de malandanza eñ malan-
rrera. Esta hipótesis explica perfectamente danza. Y si un día en una aventura de éstas ||n|
las distintas particularidades fisiológicas, psi- no acaban con tu vida ó tú no acabas con
cológicas, y aun anatómicas. A s í , si estudia- la de un semejante tuyo, podrás tenerte
mos los sabios, artistas, obreros, formaremos por el más feliz de los mortales... Repasa,
de cada uno un tipo más c i e r t o seguramen- lector, ese admirable libro del novelista
te que el tipo criminal. ¿Por q u é más cierto? ruso Dostoievski; repasa la Casa de los
muertos, y la verdad, viva, palpitante, abru- clasificación es ésta: agrupamos los crimi-
madora, saltará á tus ojos. nales según la «naturaleza de sus ocupacio-
L l e g a m o s á la clasificación de los delin- nes y de su vida acostumbrada antes de su
cuentes. ¿Cuál será la más racional? L a condenación». N o dividimos los delincuen-
social, no la patológica ni la fisiológica. L o s tes en tantas clases como oficios y carreras
penalistas italianos se han apoyado en la existen. E s o sería imposible, y además in-
fisiología, en la patología, en la psicología útil. Hay dos oficios cuya oposición es
para sus clasificaciones. Y a en ese camino, incontrastable y que han desempeñado
no sé c o m o alguien no ha hecho una clasi- especialísimo papel en la civilización. S e
ficación fundada en la dolicocefalia, en la trata de los obreros y de los labriegos; de
braquicefalia, ó en otras particularidades la industria urbana y de la industria agríco-
anatómicas. Era lógico. la. U n o de estos modos de vivir es de libre
elección; otro es hereditario. Las diferen-
L a clasificación más acertada ha sido,
cias no pueden ser más radicales. Saltan á
entre todas, la de criminales de ocasión y
la vista estudiando rápidamente la crimina-
criminales por hábito. Y vea el lector cómo
lidad del campo y la criminalidad de la
ya aquí apunta la idea social. Porque, ¿qué
ciudad. ¡ Q u é inmensa distancia entre «el
criminal no es de ocasión y qué criminal
rey de los campos», Jaime el Barbudo, Can-
de ocasión no se convierte en habitual si
delas ó A n t o n i o L e o n e , y el asesino de las
las circunstancias no se oponen? Y entién-
grandes capitales, Pranzini, Prado ó T r o p -
dase que si por criminales de ocasión se
mann! Grande y generoso el uno, poetizado
' tiene, c o m o se tiene, á los menos peligro-
por el aura popular; artero, misterioso y
sos, entonces la realidad no corresponde á
cruel el otro, reprobado por todos los inge-
la idea. P o r q u e precisamente los autores
nuos corazones...
de los más monstruosos crímenes, condena-
dos y encerrados de por vida (ó muertos) Es más; las mismas instituciones creadas
no tienen ocasión ni pueden volver dos para combatir una y otra criminalidad,
veces sobre el mismo tema. difieren tan radicalmente como los mismos
O t r o es nuestro punto de vista. Nuestra criminales. L l e v a d la gendarmería á las
ciudades y se declarará impotente; poned
son apropiados y adaptados por los agentes.
al más fino policía en el campo y se hallará
Parece lo contrario, y de ahí el error. S e
despistado. Porque los unos triunfan por su
dice de un producto que es resultado de lo
conocimiento de montes y vericuetos, por
siguiente: i.°, el clima y la estación; 2.0, la
el terror que la leyenda Ies presta, por el
raza y la salud; 3.0, la dirección del fabrica-
pavor que el solo -uniforme inspira; y los
dor. P e r o se puede decir igualmente que
otros vencen por la astucia, por la habili-
la página que escribo resulta de estas tres
dad, por la indagación callada y misteriosa.
condiciones: 1. a , la existencia de papel,
Y así como va desapareciendo el bandidis-
tinta y pluma; 2.", el buen estado de mi
m o heroico, nótese cómo también va des-
mano, no paralizada; 3. a , mi conocimiento
apareciendo la gendarmería en sus primiti-
del arte de escribir y mi voluntad de es-
vas funciones, y de policía pesquisidora, va
cribir.
convirtiéndose en instrumento de F o m e n t o
y de Gobernación, propio á guarda de inte- Hagamos aplicación de lo dicho. Lacas-
reses forestales y contención de políticas sagne hace constar en su Calendario cri-
algaradas... minal que el máximun de los crímenes
contra las personas se realiza en j u n i o ; y el
mínimun de los crímenes contra la propie-
IV dad en j u n i o y julio. ¿Será causa de esto la
temperatura? Según Ferri, sí; la prueba es
L a clasificación de los tres factores, de
q u e tal fenómeno se da en los meses más
Ferri, no nos parece mal; la admitimos.
calurosos, en los años más calurosos, en las
P e r o existe una marcada tendencia á exa-
provincias más calurosas, con preferencia
gerar la influencia de los factores naturales.
á los demás meses, años y provincias.
S e desconoce que si la fuerza de los hechos
Y esto es un error. E s un error, porque
sociales proviene de ahí, la dirección de esa
el calor será una explicación, en cierta me-
fuerza procede de otra parte. O lo que es
dida, de una parte del exceso de crímenes,
lo mismo: que en m u c h o s actos, los factores
pero sólo de una parte, y quizás de una
determinantes, lejos de ser determinantes
parte insignificante. L a verdadera causa
ciudades y se declarará impotente; poned
son apropiados y adaptados por los agentes.
al más fino policía en el campo y se hallará
Parece lo contrario, y de ahí el error. S e
despistado. Porque los unos triunfan por su
dice de un producto que es resultado de lo
conocimiento de montes y vericuetos, por
siguiente: i.°, el clima y la estación; 2.0, la
el terror que la leyenda Ies presta, por el
raza y la salud; 3.0, la dirección del fabrica-
pavor que el solo -uniforme inspira; y los
dor. P e r o se puede decir igualmente que
otros vencen por la astucia, por la habili-
la página que escribo resulta de estas tres
dad, por la indagación callada y misteriosa.
condiciones: 1. a , la existencia de papel,
Y así como va desapareciendo el bandidis-
tinta y pluma; 2.", el buen estado de mi
m o heroico, nótese cómo también va des-
mano, no paralizada; 3. a , mi conocimiento
apareciendo la gendarmería en sus primiti-
del arte de escribir y mi voluntad de es-
vas funciones, y de policía pesquisidora, va
cribir.
convirtiéndose en instrumento de F o m e n t o
y de Gobernación, propio á guarda de inte- Hagamos aplicación de lo dicho. Lacas-
reses forestales y contención de políticas sagne hace constar en su Calendario cri-
algaradas... minal que el máximun de los crímenes
contra las personas se realiza en j u n i o ; y el
mínimun de los crímenes contra la propie-
IV dad en j u n i o y julio. ¿Será causa de esto la
temperatura? Según Ferri, sí; la prueba es
L a clasificación de los tres factores, de
q u e tal fenómeno se da en los meses más
Ferri, no nos parece mal; la admitimos.
calurosos, en los años más calurosos, en las
P e r o existe una marcada tendencia á exa-
provincias más calurosas, con preferencia
gerar la influencia de los factores naturales.
á los demás meses, años y provincias.
S e desconoce que si la fuerza de los hechos
Y esto es un error. E s un error, porque
sociales proviene de ahí, la dirección de esa
el calor será una explicación, en cierta me-
fuerza procede de otra parte. O lo que es
dida, de una parte del exceso de crímenes,
lo mismo: que en m u c h o s actos, los factores
pero sólo de una parte, y quizás de una
determinantes, lejos de ser determinantes
parte insignificante. L a verdadera causa
está en la civilización. L a historia lo de- la Naturaleza, más ingrata aquí y más re-
muestra: la dulzura de costumbres en las belde que en aquellas otras meridionales.
regiones del Norte, data de poco, porque Así, la civilización ha ido pasando poco á
es reciente también la emigración hacia poco de unas á otras. Y aquellos hombres
ellas de la civilización. Estudiemos si no los del N o r t e más fuertes y más mostrados á
tiempos de la R o m a decadente ó de las cru- la lucha, hánse encontrado más aptos para
zadas contra los albigenses, y veremos cómo realizar la inmensa balumba de inventos
en las regiones del Norte precisamente que la complejidad de la civilización hace
abundan y predominan los crímenes de surgir cada d í a -
sangre. D e p e n d e tal criminalidad en tan N o sólo no tiene influjo ninguno, ó po-
poca medida del clima y de la raza, q u e en quísimo, la región en la criminalidad; no lo
un mismo país, sin cambio de raza ni de tiene tampoco la estación. Hay más críme-
clima, dulcifícase el trato humano al civili- nes sangrientos en el v e r a n o : conforme.
zarse, y tórnase feroz y sanguinario al tor- Pero es que en el verano las relaciones so
nar á la barbarie. Cuando la civilización ciales son más ceñidas, se vive más al exte-
griega florecía en el Mediodía de Italia, y rior; se v i a j a , se frecuenta más los sitios
la civilización galo-romana en el Mediodía públicos, se v i v e más fuera de casa. Con
de Francia, y la civilización árabe en el esto las pasiones y la actividad nerviosa se
Mediodía de España, ¿dónde, si no en el sobreexcitan más y más, como más se sobre-
Norte, eran sanguinarias las costumbres? excitan en los pueblos q u e en las aldeas, en
S e puede preguntar si en todo caso esta las ciudades que en los pueblos, y en las
emigración de la civilización obedece á cau- grandes capitales q u e en las ciudades; es
sas físicas... Y contestamos que tampoco; decir, á medida que aumenta la densidad
que son históricas, que son sociales. M i e n - social.
tras que una infinidad de invenciones y D e todos los crímenes contra las perso-
descubrimientos permanecían inactivos y nas, los más manifiestamente influidos por
se perdían en las regiones de su cuna, otras la temperatura, al parecer, son los atenta-
regiones utilizábanlos en su dura lucha con dos contra el pudor. Estacionarios en Fe-
brero, ascienden en Marzo y descienden en blos pastores? N o ; ni tampoco en los caza-
A b r i l ; la misma marcha sigue la curva dores. E n los cazadores, la estación de caza
anual de la temperatura. P u e s bien, nada es el invierno, en el invierno se recolecta,
más falso. T o d o estriba en la densidad de y por eso es de presumir que sea en el ve-
la población, en la intensidad de la vida rano la época de los robos y latrocinios.
urbana, en la complejidad de las relaciones Las mismas influencias sociales obran en
sociales. E n las grandes ciudades, tales como materia de matrimonios, mortalidad, etc.
L y o n , ó en sus alrededores, en el N o r t e ó L a ley de la adaptación de que antes ha-
en el Mediodía, no importa, es donde estos blábamos se cumple aquí en todas sus par-
atentados adquieren su m á x i m u n ; en las tes. S e llega á un punto en la civilización,
regiones despobladas, aunque sean meri- en que lejos de violentar la naturaleza, aun-
dionales, su m í n i m u m S e ha notado que que esto sea posible, se tiende á acomodar-
crecen en proporción á la elevación del día se á ella. Sucede esto en la industria, en la
más bien que á la elevación de la tempera- agricultura, en el arte militar: cuanto más
tura. Y , ¿cómo podrá influir en esto la du- progresan, más se ponen de acuerdo con el
ración del día si no es por la prolongación medio. Pero conformarnos así con la natu-
paralela de la actividad social y de la mul- raleza, es, en cierto modo, adaptar la natu-
tiplicación 1 del comercio entre los sexos? raleza á nosotros, y no se sigue de esto que
la naturaleza influya en los trabajos indus-
L o mismo se puede decir de los crímenes
triales ó de otro género. D e este modo á
contra la propiedad. A u m e n t a n en invier-
medida que el matrimonio, por ejemplo, se
no. P e r o , ¿porque el frío hace ladrones?
hace cosa artificial y de transcendencia so-
Sería una temeridad afirmarlo. P o r q u e hay
cial, tanto más son tenidas en cuenta las
más escasez de subsistencias que en otra
condiciones de una unión conveniente, de
alguna estación. Nuestro principal alimento
una herencia sana. Desde hace medio siglo,
consiste en cereales; desde la transición de
se ha comprendido en Europa las ventajas
la fase pastoral á la fase agrícola, recolec-
de un matrimonio más primerizo que an-
tamos y aprovisionamos en el verano para
taño, y desde entonces las estadísticas com-
el invierno. ¿Sucederá lo mismo en los pue-
prueban que efectivamente se ha tomado q u e los molinos están á las orillas de los ríos
en cuenta el beneficio. y los altos hornos en las cuencas mineras.
¿No sucedará lo mismo en la criminali- L a cuestión de los factores no es sólo
dad? A l paso que el delito se convierte en cosa de la criminalogía; es problema que se
industria, y en industria de habilidad, más plantea también en las demás ciencias so-
los criminales, aún los más feroces é impul- ciales: religión, lingüística, estética, econo-
sivos, saben aguardar la hora, elegir el sitio, mía. Y en todos estos ramos está demos-
preparar las circunstancias más favorables. trado, completamente demostrado, (véanse f
Y bien; todo esto, ¿cómo ha de probar que por ejemplo, las más recientes obras de lin-
tales circunstancias son las determinantes? güística), el predominio de los factores so-
E s tanto más verdad lo que decimos, cuan- ciales sobre todos los demás factores. E n
to se comprueba que el crimen habitual ó este respecto, Montesquieu ha sido vencido
profesional crece (las estadísticas de reinci- definitivamente. ¿Por qué si no la teoría
dencia lo proclaman de un modo abruma- de T a i n e de la acción combinada del clima,
dor), mientras que el crimen ocasional des- la raza y el momento, teoría de la cual la
ciende. ¿Qué vagamundo de profesión no teoría de los penalistas italianos no es sino
se las compone de manera á merodear en una aplicación á la criminalidad; por qué
la estación apacible, y tener techo y ali- no ha satisfecho las exigencias de los histo-
mento en la prisión durante el otoño y el riadores? Porque su autor (que en sus últi-
invierno? L a reincidencia á que hemos alu- mos trabajos ya prescindía de ella) no ha
dido, es uno de los fenómenos más graves reservado parte suficiente á la iniciativa in-
y calamitosos de los tiempos modernos. dividual, á los impulsos del genio, y sobre
todo, á las condiciones sociales de su apari-
Mas pruebas: las guerras tienen lugar en
ción, de su desarrollo y de su fecundidad (i).
la primavera, con tanta regularidad como
los homicidios en verano. ¿Es q u e influye
la temperatura? N o ; es porque se v e la
(i) D e los m i s m o s f a c t o r e s que T a i n e se sirvió
conveniencia de que sean en esta estación t a m b i é n A l f r e d M i c h i e l s para explicar el arte fla-
y no en otra; es por la misma razón por- menco, en s u Historia de la pintura flamenca y holán-
E n cuanto á las influencias biológicas, cien muchachos, nueve ó diez son castiga-
baste decir, que á su vez las circunstancias dos por hurtos; de cien muchachas, ni una.
biológicas son en último término resultado D e cien niños, cincuenta y cuatro son cas-
de las circunstancias sociales. Además, las tigados por riñas; de cien niñas, diecisiete.
excitaciones al crimen, excitaciones de ori- Esto prueba tanto más la superioridad de
gen social ó de otro cualquier origen, n o la mujer, cuanto que se manifiesta princi-
arraigan sino en individuos orgánicamente palmente este fenómeno en la infancia y
predispuestos á recibirlos. L o que se llama en medios rurales, es decir, antes de que el
por los positivistas, Ferri, por ejemplo, la contacto con el hombre, á través de la vida,
raza, no es sino la resultante de causas his- la haya pervertido. L a estadística inglesa
tóricas, la herencia acumulada de los hábi- de la criminalidad de los menores conde-
tos sociales. nados de 1861 á 1881, demuestra que la
Pero, ¿cómo explicar la influencia psico- criminalidad de las niñas es la sexta parte
lógica del sexo? L a criminalidad femenina de la de los muchachos; y de los adultos,
es realmente inferior á la masculina. E n las la mitad ó la tercera parte; y según Mayr,
escuelas—observan Roussel y M a r r o — d e la estadística de Baviera, demuestra tam-
bién que la participación de las mujeres en
el delito es mayor en las poblaciones urba-
desa, tan singularmente p a r e c i d a á la Filosofía del
nas, y de éstas, en las más densas.
arte, del ilustre critico.
H e a q u í a l g u n o s c a p í t u l o s del libro d e M i c h i e l s : Estas observaciones mismas demuestran
I. Influencia del clima de Bélgica y de Holanda sobre la que la influencia fisiológica, á pesar de su
pintura.—II. Influencia del suelo de Bélgica y de Holan-
pujanza innegable, es neutralizada y cu-
da sobre la pintura.—III. Influencia de la raza sobre la
pintura en Bélgica y en Holanda —IV. Influencia de
bierta por las influencias sociales. N o t e m o s
las ideas sobre la pintura en Bélgica y en Holanda.— á este respecto una particularidad de la
V. Acción de las circunstancias históricas. — VI. Influen- estadística: el número de mujeres muertas
cia de los grandes hombres.— VII. Influencia de la mul- por el rayo, es dos veces menor q u e el de
titud, etc.
los hombres. ¿Por qué? ¿Por la vida más
Histoire de la peinture flamande et hollandaise. To-
sedentaria y casera de la mujer? Sea lo que
mo I. P a r í s , 1847.
fuere, es indudable que se deberá, no á cir- y se convierte en acusación formidable, y la
cunstancias físicas, á circunstancias cierta- víctima es derribada, arrastrada, asesinada.
m e n t e de la vida social. Y ¡cuántos de esos justicieros populares,
Demostrado así ligeramente el inmenso en tiempos tranquilos y en sus casas no
predominio de los fenómenos sociales, ¿có- hubieran condenado sino después de largas
m o explicaremos estos fenómenos? T o d o meditaciones y largo examen de pruebas!
tiene su explicación en la imitación; todo L a imitación recíproca, cuando se ejerce
se basa en el ejemplo. S e engendra ó no sobre creencias parecidas y en general so-
por imitación (y las estadísticas lo demues- bre estados psicológicos semejantes, es ver-
tran); nos suicidamos por imitación; nos dadera multiplicación de la intensidad de
batimos porque asi se hace. ¿ Cómo no se esas creencias. Cuando al imitarse diversas
ha de matar y robar por imitación? Obser- personas, cambian estados diferentes, y uno
vad las muchedumbres y veréis en toda su comunica á otro el gusto por la música
fuerza esta ley universal. Elementos hete- vagneriana, y éste á aquél el de la novela
rogéneos, las más discordantes clases y per- naturalista; en ese caso estas personas esta-
sonas, mézclanse en las calles en días de blecen entre sí un lazo de mutua asimila
r e v u e l t a ; surge una chispa de pasión, y ción. Pero en el caso primero la asimilación
rápidamente se propaga á todos los espíri- es una complicación del estado i n t e r i o r — y
tus, y todos los espíritus se mueven á una, ahí el efecto de la c i v i l i z a c i ó n , — y en el
y sienten lo mismo y cometen los mismos segundo es una reajirmación de la vida
atropellos. S e olvidan los sentimientos par- interna.
ticulares; se es arrastrado por la ola arrolla- Hagamos aplicación de la t e o r í a . — E l
dora. T a l que vino por curiosidad, es ga- ejemplo de un h o m b r e cualquiera, como la
nado de repente por la fiebre colectiva; tal atracción de un cuerpo, irradia á su alrede-
que acudía para impedir un desmán, comete dor, pero con intensidad que decrece á
las más grandes atrocidades. N o hacen falta medida que aumenta la distancia de los
pruebas; una sospecha basta; y la suspica- hombres tocados por esta irradiación. S e
cia toma cuerpo, y gana á la muchedumbre, entiende aquí la distancia no geométrica,
sino psicológica; las cartas, los periódicos, cortesanos. Y si el cambio de estos ejemplos
los libros, disminuyen la distancia. A s í , es hoy desigual, propende, sin embargo, á
puede ocurrir q u e el ejemplo de toda una una nivelación universal, análoga á la uni-
sociedad, sea neutralizado en un j o v e n per- formidad de temperatura que la irradiación
verso, por el e j e m p l o de sus compañeros; y calórica de los cuerpos tiende á establecer.
así, no lejos de las grandes ciudades, se en- Esa es la obra de la civilización.
cuentran pueblos, poco relacionados con Sucede muy amenudo que el poder polí-
ellas, donde las costumbres antiguas se con- tico ó militar de una nación se encuentra
servan en toda su pureza. en manos de los más pobres en ejemplos
Concretemos más. Obsérvese que por moralizadores; y en ese caso, la nación ó
insignificante y humilde que sea un hom- clase subordinada á ellos, juzgándose supe-
bre, su repetido trato no deja de imprimir rior se limita á soportarlos, pero sin asimi-
en las más altas personas una cierta vaga larse. D e aquí la serie de insurrecciones,
tendencia á copiarle: la prueba está en el motines y trastornos que á tales pueblos
contagio de los dejos. E l señor más sober- perturban. Porque el director político ó el
bio, si v i v e sólo en el campo con sus cria- vencedor, lo que, ante todo, quieren, á sa-
dos, acabará por imitarlos, poco ó mucho, biendas ó indeliberadamente, es ser copia-
. en algo, en el tono de la voz, en las mane- dos, imitados, reproducidos; y no creen en la
ras, en las locuciones. realidad de su gestión política ó de su vic-
toria si tal cosa no se realiza: tan g r a n ver-
E l cuerpo frío envía así calor al más ca-
d a d es que el contagio es la verdadera acción
liente. Y por más que esta influencia sea
social. Por eso se esfuerzan en imprimir al
minúscula comparada con la inversa, no
subordinado no sólo su yugo, sino su tipo;
debe ser descuidada—y menos por el histo-
ejemplo, Felipe I I y los moriscos. L o malo
riador;—110 debe de ningún modo descui-
(es decir, lo bueno) es que á no tratarse de
darse el influjo de los esclavos sobre los se-
un exterminio completo, la imitación es
ñores, de los niños sobre los adultos, de los
poco profunda en estos casos. Y siempre»
pobres sobre los ricos, de lo,s labriegos sobre
siempre el superior social, ó sea el más rico
los ciudadanos, de los provincianos sobre los
en ideas civilizadoras, acaba por vencer y tributo superior también rendido á la locu-
sobreponerse... ra, al crimen, al suicidio, á los nacimientos
¿Queréis ver los efectos de la imitación? ilegítimos, á los vicios, á las enfermedades
Entrad en la casa de un campesino. de todo g é n e r o -
N o hay un objeto, una cosa cualquiera, Las capitales de hoy no son ni menos
quinqué, escopeta, cuadros, traje, que no emprendedoras, ni menos lujosas, ni menos
haya comenzado por ser cosa de lujo de un ruinosas, ni menos geniales y novadoras que
rey ó j e f e guerrero, y después de los seño- la antigua aristocracia. E l mismo egoísmo
res, y después de los propietarios, y después y la misma insolencia las anima; á las pro-
de los vecinos acomodados. P u e s que el la- vincias devuelven en desprecio la apasio-
briego hable: y no tendrá una idea, un sen- nada admiración que éstas les tributan; las
timiento, una noción que no haya venido tratan precisamente como los señores de an-
desde las alturas sociales á las humildes taño á los villanos; y como los villanos, las
chozas. provincias se dan por muy contentas con pa-
gar las deudas y los caprichos de sus ídolos.
H e aquí la utilidad de las jerarquías so-
L a misma menor natalidad aquí que allí; y la
ciales: propagan las prácticas civilizadoras.
misma más acusada mortalidad y contribu-
Si ha progresado la industria, y la difusión
ción á la locura y al suicidio. Y así como la
de idénticos gustos é idénticas ideas ha sido
aristocracia pereció por sus propios é inter-
posible y fácil, ¿á qué se debe sino á las an-
nos males, perecerá esta nueva aristocracia
tiguas desigualdades? E l movimiento no se
de las capitales por los males que las desme-
detiene. Ha desaparecido la nobleza, cierto;
dran: por la tuberculosis, por la sífilis, por
pero su obra es continuada por las grandes
el alcoholismo, por la mendicidad, por la
capitales. L a nobleza, en su apogeo, se des-
prostitución-
taca por el genio, por el lujo, por la ge-
nerosidad, por el valor, por la cortesía; su Deducimos, pues: los vicios y crímenes
espíritu es emprendedor y aventurero; sus que hoy el pueblo tiene y comete, han
empresas audaces. P e r o no se logran todos caído de lo alto. L a embriaguez fué un vicio
estos superiores dones, sino á cambio de un aristocrático: seguramente que los reyes
homéricos libaban más que sus vasallos. L o lloir, y se ha localizado largo tiempo en
mismo del uso del tabaco. Y lo mismo de la París, en Marsella, en Tolosa, y ha conti-
irreligión del p u e b l o actual; y lo propio del nuado después por Nievre, por Loir-et-
envenenamiento, q u e fué un tiempo el cri- Cher, por E u r e - e t - L o i r . — Y lo mismo la
men de los magnates y h o y es el crimen de práctica femenina del vitriolo.
los tontos. T o d o h a sido patrimonio de los El crimen es un hecho social singularísi-
grandes; y si en el pueblo había criminales mo, es cierto. PeVo en último término, un
extraordinarios, la leyenda misma y el te- hecho como cualquiera otro. E s una forma
rror los ennoblecían. D e ahí la raza heroica de la actividad, sujeta, como todas, á las
del «bandido generoso». leyes de la imitación. S e transforma, se
L a nobleza ha propagado al pueblo sus desarrolla, se modifica como las demás ac-
crímenes y se ha atraído los elementos auda- ciones humanas.
ces del pueblo. P u e s la misma propaganda y Toda iniciativa individual, toda manera
atracción ejercen h o y las capitales. Irradian privativa de sentir, de pensar, de hacer,
á los pueblos sus monstruosidades y traen puestas en circulación por un hombre, tien-
á sí la g e n t e aviesa de los pueblos. Parecerá den á propagarse por moda primero, y á
este espurgo un beneficio para las provin- cristalizarse l u e g o en costumbre. N o hay
cias, pero neutralízase con la irradiación an- innovación literaria q u e generalizada, no se
tedicha, y aun sobrepuja en m u c h o sus recubra de aspecto clásico y tome aires de
efectos. P o r q u e las capitales, así c o m o en- tradición. O c u r r e esto con los dogmas filo-
vían á provincias sus modas y gustos, mán- sóficos ó artísticos, con la lengua, con las
danles también sus crímenes y vicios. Las costumbres, con los sentimientos morales ó
variedades de robo ó de homicidio q u e el inmorales. ¡Cuántos pobres salvajes de Afri-
genio del mal inventa, vénse de este modo ca, donde la e m b r i a g u e z es h o y una pública
implantarse p r i m e r o en las capitales y ex- institución, no han recibido hace cien años
tenderse después por toda la nación. Así, el primer sorbo de alcohol con muecas de
la serie de cadáveres cortados en pedazos, repugnancia! ¡ Q u é necedad tan estupenda
se ha iniciado en 1876 con el crimen Bi- el duelo, y cuán profundamente arraigado
en la opinión! Autorizad un vicio ó un de- minan la voluntad; pero su acción, «no
lito con la capa de la tradición y la práctica hiendo más que parcial», no impide la res-
de innumerables generaciones, y tendrá á ponsabilidad del delincuente. « A l contra-
los ojos de todos benévola excusa y en los rio, concurren ellas mismas por su parte á
tribunales, tolerancia. demostrar que es responsable». Si solas,
E l crimen, tanto como la acción honesta, enteramente solas obrasen en el individuo,
confórmase á esta ley de progresión y per- no sería el individuo responsable socialmen-
sistencia que gobierna el mundo social. te, porque se convertiría en un ser profun-
Resumen: damente extraño á la sociedad de los otros
L a criminalidad supone, como cualquier hombres; «pero podría continuar siendo
otro ramo de la actividad social, condicio- responsable individualmente». Faltaría la
nes fisiológicas y aun físicas; pero al igual condición de semejanza, pero permanecería
que la industria, por ejemplo, se explica la de identidad, «requerida ante todo».
por las leyes de la imitación, y por la imi-
tación se explican sus formas locales y sus
formas históricas, y se explica su distribu-
ción geográfica y su proporcionalidad.
E l delito es producto del individuo, sí,
pero del individuo, «tal como la sociedad
lo crea á su imagen y lo fomenta»; del in-
dividuo tanto más idéntico á él mismo,
«hasta cierto punto al menos», cuanto más
asimilado está á otro individuo, y tanto más
voluntario y consciente, cuanto más impre-
sionable á los ejemplos; como el pulmón es
tanto más fuerte cuanto respira mejor.
N o negamos q u e en más á menos medida
las provocaciones físicas ó fisiológicas deter-
vi

DOCTRINA DE D O R A D O

CRÍTICA.—I. LA RESPONSABILIDAD.—II. EL DE-


LITO.—III. LA CLASIFICACIÓN DE LOS DELIN-
CUENTES.—IV. EL REMEDIO.

Pedro Dorado... ¿quién no le conoce?


Trabajadores tan diligentes y fecundos hay
muy pocos. Publica libros originales de
sociología, de derecho, de exposición de
doctrinas extranjeras; traduce gruesos vo-
lúmenes de Garofalo, Sighele, Carnevale,
Gumplowicz; colabora en revistas españo-
las, francesas, italianas... y todavía le queda
tiempo para profesar su curso de D e r e c h o
penal.
E n sus mocedades va á Italia, diputado
por la Universidad de Salamanca para el
estudio de las ciencias jurídicas; y del país
iit I del arte vuelve con un libro — La antropo-
logía criminal en Italia — que es maravilla
de erudición y de doctrina. H a y en sus pá- son medios preventivos, tutelares, higiéni-
ginas críticas al positivismo italiano, que cos, curadores.
hacen punta por su clarividencia y seguri- L a característica de Dorado es la lógica
dad á las más profundas que en Europa se y la claridad. A h í esta su fuer?a. Ni por es-
hayan publicado. L o que de la defensa so- tilo ni por substancia pertenece á la bascosa
cial se dice, y que nosotros más abajo ex- y prolija secta del krausismo degenerado y
ponemos, es prueba elocuente de ello. vergonzante. E s un hombre que se abraza
Desde entonces Dorado no cesa de lanzar á la realidad y piensa. Sus libros interesa-
libros y estudios desde su retiro del Tormes. rán hasta á los más desafectos á estas mate-
E n el extranjero es más conocido q u e en rias. Se leen con la facilidad y el encanto
España; en España los socialistas presentá- de una obra de entretenimiento. Y es que
ronle como candidato en ciertas elecciones en Dorado, como lo demuestra su estudio
— y nadie como él merecería ir al Parla- sobre la novela contemporánea, se juntan
mento, si el Parlamento sirviera para a l g o — por raro maridaje el científico sagaz y re-
y apenas obtuvo un centenar de votos, por flexivo y el literato de ameno y discreto
desidia de «compañeros» ó malas artes del gusto...
Gobierno. A continuación publicamos lo esencial
N o figura en ninguna escuela ó capilla; de su doctrina. D e sus libros y monografías
es un espíritu independiente. Ni correccio- lo hemos tomado, y más que de sus libros,
nalista, ni positivista en la acepción históri- de extensas notas q u e el autor ha tenido la
ca, ni socialista á la manera gubernamental bondad de remitirnos.
y autoritaria. Rechaza la responsabilidad,
niega la imputabilidad; pero no proclama I
la defensa social ni ninguna de las varias
componendas inventadas para salvar la vie- ... Responsabilidad individual no la hay;
ja máquina de las penas. H a y responsabili- no puede haberla. Y sin responsabilidad,
dad, sí; pero es difundida en la sociedad ¿cómo admitir la imputabilidad? Sólo los
toda. Hay penas, cierto; pero no son penas, partidarios del libre albedrío, del libre al-
bedrío absoluto, sin atenuaciones, sin com-
ser exclusivamente suyos; etc., etc.), no el
ponendas, pueden aceptar y preconizar la
autor de una acción, sino una victima, un
responsabilidad. L o s que siendo determi-
desgraciado, un débil. E l problema de las
nistas convencidos (y son muchos) andan
consecuencias cambia asimismo. N o se ha
tras un fundamento en q u e apoyar la im-
de penar á quien lo merezca, no; esta era
putabilidad y la responsabilidad consiguien-
la doctrina de antaño. S e ha de favorecer,
t e — p e c a n contra la lógica. ¿Cómo encon-
proteger, tutelar, curar á quien lo necesite.
trarlo, si no existe? E l determinismo es
Borremos la palabra pena; pongamos en su
negación de las causas primeras, es solida-
lugar tratamiento.
ridad entre todos los fenómenos. ¿ C ó m o
N o cabe establecer diferencias entre los
admitir una causa espontánea y creadora?
locos y los q u e no lo son, como lo hacen
P e r o los penalistas del determinismo son Listz, Tarde, A l i m e n a ; no es posible hacer
ilógicos y andan desorientados porque quie- separaciones entre individuos peligrosos,
ren compaginar lo incompatible, porque pero no imputables, como los delincuentes
quieren acordar las antiguas con las nuevas locos y los hipnotizados, y los francamente
concepciones. H a n abandonado los viejos imputables. ¿Por qué pedir para los prime-
principios q u e gobernaban las disciplinas ros protección y defensa, y para los segun-
sociales, para abrazarse á los modernos de dos pena y castigo? ¿ N o es la misma la
solidaridad, cooperación, determinismo so- condición de los locos y de los cuerdos? T a n
c i a l — y pretenden á pesar del cambio sacar efecto de causas fatales, inespontáneas y
de los nuevos las mismas consecuencias que superiores á la voluntad, es el delito de los
de los antiguos. unos como el delito de los otros; tan mere-
L o s nuevos principios obligan á conside- cedores de compasión éstos como aquéllos.
rar en todo delincuente, no el autor libre Lógicamente, en la doctrina del libre albe-
de una acción (libre albedrío, espontanei- drío no cabe más que la pena castigo; lógi-
dad, ausencia de encadenamiento causal; el camente, en nuestra doctrina, en el puro
sujeto, dueño de sus actos y atenido por determinismo, n o puede darse más que pro-
tanto á las consecuencias de los mismos, por tección para todos: para el criminal y para
tratadistas á la abolición de la vieja penali-
el loco, para el niño y para el enfermo. N o dad (y de esto hablaremos luego), son prue-
concretaremos qué hechos son delictuosos y bas elocuentes de nuestras palabras.
cuáles no; no inquiriremos como al presen- L a misión de la justicia criminal ha de
te cual sea su mayor ó menor punibilidad. ser, pues, para decirlo de una vez, «com-
Atenderemos, sí, á la eficacia que sobre cada pletamente análoga á la que desempeñan
sujeto han ejercido, ejercen ó pueden ejer- los médicos».
cer las causas del crimen, á las circunstan- Rechazamos, por tanto, las teorías que
cias que á él le impulsen, á los remedios con los deterministas salvadores de la penalidad
que tales causas y tales circunstancias pue- han inventado. Rechazamos más que nin-
den anularse. guna, en su actual forma, la teoría de los
Por eso, así como en la pena antigua el utilitarios, de la escuela italiana, de los Ga-
remedio no puede aplicarse sino cuando el rofalo y de los Ferri.
mal es hecho; en la p e n a prevención, la Admitiríamos tan solo la defensa social
pena se aplicará tan l u e g o como las causas cuando no fuera una á manera de reacción
del daño sean sabidas y antes que el daño brutal y vindicativa, como en los penalistas
se logre. italianos lo es, reacción ciega, violenta, en
L a justicia del porvenir es esa: preven- paridad con la que los seres inferiores rea-
ción, no represión; h i g i e n e , no cirugía. N o lizan. Admitiríamos una defensa inteligente,
habrá sentencias, no habrá casuísmo irreal cada vez más inteligente, discernidora de
y estrecho, no habrá criterio preestablecido los males y de los antídotos, despierta á
y uniforme... Habrá providencias circuns- toda rectificación y consejo. P e r o de esto á
tanciales, planes de conducta, normas pasa- abrazar la doctrina de Garofalo, media un
jeras y rectificables, c o m o rectificables son abismo.
las prescripciones del médico. P o r q u e pre- Porque no sólo es brutal: es inconsecuen-
cisamente en la medicina se ha de hallar el te. L a defensa social ha de variar forzosa-
molde de la nueva justicia. Muchos indicios mente de un caso á otro, según el indivi-
hay ya de ello; y los reformatorios como el d u o , la gravedad del delito, la temibilidad
de Elmira, y las tendencias de todos los
del delincuente. ¿Cómo si no se explica que
Ferri y Garofalo tengan tan en cuenta la toda culpabilidad, no han hecho sino tras-
intención del q u e ejecuta el acto, para que mutarla de la libertad á la intención? — Es
el castigo sea más ó menos duro? Admitir sólo de nuestros días el considerar el crimen
tal criterio de punibilidad es caer en la más como un fenómeno morboso. N o podemos
estupenda contradicción. L o rechazamos* y aún desechar el hábito intelectual, tanto
lo rechazamos por los siguientes motivos: tiempo imperante: la consideración del de-
lito como acción inmoral, y del delincuente
1.° L a intención es solo un indicador,
como hombre voluntariamente perverso...
un indicio de lo que puede hacer el delin-
P e r o aparece la defensa social, aparece la
cuente. N u n c a una causa. Dos individuos
teoría de la reacción, y vamos á la reacción
delinquen; uno con intención aviesa, otro
contra todo ofensor, loco ó cuerdo, niño ó
inconscientemente. P u e s bien; el hecho es
adulto. Sin embargo, tal paridad de la des-
el mismo, el daño análogo. A m b o s serán
gracia y la lucidez, ofende á nuestro espí-
igualmente peligrosos.
ritu de humanitarismo y justicia. Y no
2." R e c h a z a r la libertad como base de la
pudiendo desasirse los positivistas de tal
responsabilidad; rechazar, como Ferri re-
sentimiento, tratan de salvar el escollo bus-
chazó, la inteligencia, para después acogerse
cando una causa que diferencie los actos
á la intención, es volver á lo rehusado. Bec-
del d e l i n c u e n t e — y esa causa no puede es-
caria, Carrara, toda la escuela clásica, ¿en
tar sino en el hombre interior de los espi-
qué sino en la intención se apoyan? Nunca
ritualistas, en la intención, en los motivos.
juzgaron punible la acción cometida inin-
«La única diferencia sustancial entre estos
tencionadamente. Hablar de intención y
harmonizadores y los metafísicos», escribe
de motivos, es hablar de libertad moral.
Fioretti, «es la siguiente: que mientras los
3.0 Si según confesión de la Escuela, es unos consideran la voluntad consciente
difícil desprenderse en un momento de los como no antecedida ni producida por cau-
prejuicios que siglos y siglos trajeron á sa alguna; partidarios los otros de las ten-
nuestro espíritu, ¿cómo no creer que los dencias positivistas, han querido considerar
mismos positivistas al pretender borrar esa misma voluntad también como un efec-
ne en un caso carácter de pena el castigo y
to, el penúltimo efecto de una serie causal, no lo tiene en el otro? Y si no es así; si la
cuyos términos primeros se pierden en la pena es defensa y el crimen ofensa, si éste
noche del origen del ser, y cuya última re- es acción y aquélla reacción, ¿por q u é sos-
sultante es precisamente la acción». pesar y medir el motivo, la intención, la
4.0 L o s motivos pueden ser los mismos voluntad, en fin?
en quien los conozca, y conociéndolos obre 7. 0 T a l criterio pugna con el sentido
en consonancia, que en quien ignore que general de la escuela. Y pugna con quien
por tal resorte se mueve. L o s mismos pue- como Ferri en su Homicidio, proclama q u e
den ser en el loco que en el cuerdo, é igual se puede tener perfecta conciencia de im-
fuerza pueden hacer en ambos. pulsos criminales y sin embargo, no poder
5.0 E l fundarse en los motivos para cas- avasallarlos.
tigar, supone una de estas dos cosas: ó que 8.° P o r último... Si admitimos la temi-
el agente puede d o m i n a r l o s — y en ese caso bilidad como medida de la pena, y acepta-
estamos en plena teoría clásica; ó que no mos con los positivistas, la teoría de la es-
puede hacerse superior á ellos—y estamos tratificación del carácter — caeremos en
en pleno determinismo. E n el primer caso enormes injustas contradicciones. H a b r á
tendremos que aceptar todo el aparato pe- casos en que el estrato externo, lo superfi-
nal de la vieja escuela; en el segundo será cial en el individuo, causa de su actual
brutal é injusto castigar de igual forma al modo de ser, se harmonice con la interior
que no sabe lo que ha hecho, que al que substancia—y entonces los motivos que
tiene de ello plena conciencia. impulsen al criminal, serán fiel expresión
6.° Si es injusto usar de dos pesos y dos de su carácter... P e r o habrá casos en q u e la
medidas en la justicia, c o m o los mismos po- discordancia sea patente, — y entonces, el
sitivistas confiesan, ¿por q u é emplearlos en que juzgáramos por sus intenciones crimi-
la pena? ¿Por qué se tiene en cuenta los nal incorregible, será tal vez h o m b r e exce-
motivos para unos delincuentes y para otros lente en su fondo, sólo viciado por el medio;
no? ¿Es que la reacción social es distinta, y el que creyéramos delincuente leve, qui-
según se trate de locos ó de cuerdos? ¿Tie-
zás sea impenitente criminal... D e la efica-
reacción contra la ofensa—como cuando se
cacia de la pena en uno y otro caso, puede
mata por la ley ó por la vida.
juzgar el lector.
P e r o aún hay otros escollos que salvar, y
Están, pues, en contradicción los penalis- no pequeños.
tas de la defensa. E n contradicción porque 1 S i el delito es ofensa á la sociedad
no han acertado á desprenderse del todo de constituida, violación del derecho positivo,
la vieja doctrina, ni del todo han abrazado ataque á las i n s t i t u c i o n e s f i j a d a s ; y si es ley
la nueva. A c a s o sin faltar á la lógica pudie- de la sociedad la modificación y norma el
ra hallarse en otra cosa que la intención la cambio, ¿cometerán delito los q u e para
medida de los hechos. Pongamos un ejem- ayudar á esta evolución violen el orden
plo; el ejemplo que pone Ferri: un hombre existente?
muerto. S u p o n g a m o s también que ha sido
2.0 ¿Cómo garantir los derechos del in-
muerto violentamente. ¿Era cuerdo ó era
dividuo, á tanto precio asegurados, frente á
loco el matador? ¿Cuáles fueron los moti-
los derechos de la sociedad?
vos? ¿Legítimos ó ilegítimos, sociales ó
E n cuanto á la primera cuestión—una
antisociales? Ferri responde: « E n el primer
advertencia. N o se trata aquí de aquellos
caso, en el caso de los motivos legítimos, se
hombres extraordinarios q u e cambian el
trata de una desgracia. E l que mató lo hizo
curso de las ciencias ó de las artes con sus
en legítima defensa ó por ministerio de la
innovaciones audaces; no se trata de genios.
ley. N o h a y hecho antijurídico». Pero,
Si de aquellos hombres q u e sin salir de lo
¿acaso era preciso recurrir á la intención en
normal, intentan dar realidad y hacer vivas
este caso y no en los otros, para lograr tal
aquellas ideas que laten, sin ser nacidas
corolario? N o ; salvemos la lógica; no force-
aún, en el seno de una colectividad. Tráta-
mos la doctrina. E l problema era sencillo
se, en una palabra, de la legitimidad ó ile-
de resolver: bastaba considerar q u e cuando
gitimidad de la revolución.
el motivo es ilegítimo, ha habido ofensa,
ofensa que atrae la reacción; y cuando es L a defensa social es defensa del derecho
legítimo, no se trata de la ofensa, sino de la constituido. Ferri lo dice terminantemente:
la sociedad castiga «para conservar el orden
jurídico existente en determinado momento
rígidos, uniformes, casuistas,—encarnando,
histórico». R e p r i m i d o será todo intento de
no la conciencia latente y viva, sí un estado
alteración; garantía del orden será la fuer-
que tuvo su tiempo y pasó con las ideas y
za—las prisiones, los ejércitos, los jueces,
los sentimientos de la sazón aquella. Y en-
los verdugos.
tonces no cometen delito los que arrecian
Pues bien; á esto contestamos: ¿Hay contra la ley, no cometen delito los rebel-
acaso en la sociedad c a m b i o alguno que no des que viven una idea por encima y á pe-
se realice revolucionariamente? ¿No es la sar de los códigos; cométenlo los q u e se
revolución ley de la historia? ¿No es impe- oponen á la innovación; los tipos-retarda-
recedera la lucha entre lo a n t i g u o y lo mo- dos guardadores del «orden»; los fanáticos
derno, entre la reacción y eli progreso, entre de las instituciones por los novadores vili-
lo que está muriendo y lo q u e intenta na- pendiadas.
cer? ¿Cómo definir y estabEecer, además, lo
Nuestra contestación á la primera pre-
que es ó no revolucionario? ¿Como fijarlo
gunta es, pues, sencilla: «Cometen delito y
en el curso incesante de las ideas y de los
provocan la reacción correspondiente, en
pueblos? T a l doctrina q u e a y e r era revolu-
forma de defensa social, todos aquellos que
cionaria, será h o y inocente, y se cambiará
se oponen ó atacan la constitución interna
mañana en regresiva... I m p o s i b l e conside-
de la sociedad, detienen ó contrarían su
rar como delitos los n e c e s a r i o s y demanda-
natural progreso; no los que c o n t r i b u y e n á
dos cambios de la sociedad á través de los
que éste se realice, aunque para ello hayan
siglos; locura proclamar, c o m o Ferri, que
infringido alguna ley, q u e , por no hallarse
es preciso asegurar lo e s t a t u i d o , «sea ó no
en harmonía con las costumbres, debiera
conforme á los principios científicos...»
estar derogada».
N o son las leyes la e x p r e s i ó n de la con- Y digamos dos palabras de la segunda
ciencia social; no lo son las l e y e s en todo
cuestión.
tiempo. Cambian las c o s t u m b r e s ; cambian
L o s positivistas no aciertan á salir del
los sentimientos de los h o m b r e s ; cambian
compromiso. Ferri, por ejemplo, lo elude;
sus aspiraciones. Y los c ó d i g o s permanecen
•sólo ligerísimas indicaciones hace en sus li-
llévala á ser benévola con él. Y así, el pa-
bros. S u espíritu fluctúa entre dos extre-
decimiento de la pena sólo será aprobado
mos. E n Los nuevos horizontes vota por el
cuando el mal que evite sea mucho mayor
socialismo; en Socialismo y criminalidad,
q u e el que se sufre. Cuando más difundido
ríndese al dictamen de los individualistas.
esté en un pueblo el sentimiento de simpa-
Y así, entre la sociedad y el individuo, en-
tía, menos cruel será ese pueblo. E n la sim-
tre el Estado y la persona, va de un lado
patía está el límite de la gravedad de las
para otro sin saber donde aposentar su
penas; á tal punto, que será imposible im-
fallo...
poner á una sociedad una legislación en
O t r o positivista, Fioretti, arregla de otra
discordancia con sus sentimientos de hu-
manera el problema. A n t e todo, los térmi-
manidad.
nos están mal puestos. N o hay individuo¡
P e r o para que nazca este sentimiento, es
no h a y sociedad., considerados en abstracto.
indispensable la igualdad en la constitución
H a y individuo y sociedad tomados en con-
psíquica y moral del individuo y de la so-
creto: de una parte, todos los individuos que
ciedad. A h o r a bien —concluye F i o r e t t i ; —
componen la sociedad; de otra, un individuo
la antropología demuestra la enorme diver-
cualquiera. Si se peijudican los derechos
sidad q u e existe entre el delincuente y el
de todos los individuos—sociedad—el daño
hombre h o n r a d o — l u e g o entre ellos es im-
será sentido por cada uno de los miembros.
posible la simpatía, imposible la comunidad
Relación análoga es esta á la de dos vasos
de sentimientos, imposible el derecho. N o
que entre sí comunicaran: no podría ascen-
es posible, por lo tanto, la coexistencia de
der en uno el líquido sin que bajara en el
un Estado civilizado y del delincuente; no
otro. Hagamos solidarios los intereses de la
es posible q u e existan entre ellos relaciones
sociedad y el individuo, y la dificultad ha-
jurídicas... «Discutir á propósito del delin-
brá desaparecido. E n un pueblo civilizado,
cuente de los derechos del individuo, es
la pena impuesta á un individuo, no es sólo
hablar fuera de lugar, cambiando entre sí
padecimiento contraído al condenado; está
cosas absolutamente heterogéneas, como el
la sociedad entera interesada en el castigo.
hombre delincuente y el hombre honrado».
L a simpatía q u e por el delincuente siente,
N o es modelo de claridad la explicación
decuados á los fines que perseguimos, y nos-
de Fioretti; pero sí está lo bastante clara
otros somos los que los damos por jurídi-
para que se vea que el referido penalista
cos ó antijurídicos, según con ellos logra-
resuelve m u y sencillamente la cuestión:
mos ó no esos fines—sin que en sí sean
suprimiendo uno de los términos.
tales actos ni lo uno ni lo otro. Y como
«¡Pobres derechos del hombre, cuya ad- nuestros fines son tan varios como discor-
quisición y afirmación contaba el progreso des son nuestros puntos de vista, nuestros
moderno c o m o una de sus más grandes intereses, nuestras aspiraciones —el concep-
conquistas!» to del acto antijurídico, ó llámese delito,
varía (lo mismo que cambia la idea de de-
II recho, de orden, etc.), según el criterio con
que la cuestión se considere.
No hay delito; mal puede haber defini- Son ineficaces las doctrinas de los que
ción del delito. S e dice que delito es la ne- pretenden definir de una vez y para siem-
gación del derecho. Mas sería difícil con- pre el delito; son infecundas y artificiales
cretar; no adelantaríamos tampoco nada las definiciones del delito en sí, del delito
con ello. Y n o es esto solo: no hay tampoco natural, de Garofalo, de tantas otras expre-
derecho, no h a y orden j urídico. Si lo hay, á siones inamovibles de lo que es contingente
nuestro e n t e n d i m i e n t o no se le alcanza. é indeterminado.
Por aquello d e que los designios de Dios
Si desapareciese de la gobernación social
son arcanos é inexcrutables. N o hay por
la autoridad, y nadie impusiera á nadie su
tanto más o r d e n y más derecho que el que
voluntad y conveniencias, y cada cual vi-
cada uno de nosotros formamos en nuestra
viese á su albedrío y se rigiese por sus gus-
mente en vista de los fines que perseguimos.
t o s — t a n lícito sería el orden concebido por
N o hay n a d a de absoluto, de abstracto, unos, por los que h o y llamamos delincuen-
de independiente de los hombres y de las tes, v. gr.; como lícito sería el imaginado
cosas. N o s o t r o s somos los que consideramos por otros; y los actos serían adecuados ó no
los seres y l o s actos como adecuados ó ina- á los fines de este ó el otro individuo, jurí-
dicos ó antijurídicos, según le conviniesen
Quizás (y «quizás», porque imposible
ó no, nunca en si mismos.
asegurarlo), esta imposición, sea una condi-
P e r o dominan los hombres unos á otros;
ción de vida, quizás haya necesidad de apo-
imponen su criterio los que gobiernan á los
derarse del que nosotros llamamos loco,
gobernados; y como la coacción es norma
delincuente, enfermo, niño, débil, y sea
y la fuerza, l e y — s o n actos jurídicos ó anti-
preciso someterles á tratamientos que nos-
jurídicos aquellos actos que se acuerdan ó
otros consideramos convenientes para ha-
no con el criterio de quien manda, y son
cerles, desde nuestro punto de vista, bue-
exigibles por el que manda, como justos é
nos, sanos y cultos... Pero, ¿cómo establecer
indispensables á la salud social y al orden.
aquí un criterio definitivo? ¿Cómo afirmar
Su particular orden jurídico, es el «orden
que este orden subsistirá siempre, y siem-
jurídico inmutable»; los actos que contra él
pre dominará el mismo punto de vista?
sean dirigidos, son los delitos.
L a cuestión en el fondo es la misma que
la cuestión de la enfermedad en la patolo- III
gía; la normalidad en la antropología; la
civilización en la sociología. ¿Quién es el
Nada más artificioso, c o m o todas las cla-
enfermo, el anormal, el salvaje? ¿Quién es
sificaciones, que la clasificación de los delin-
el sano, el civilizado y el normal? ¿Dónde
cuentes. N o h a y dos hombres iguales, como
encontrar el criterio para la distinción? Im-
no h a y en un árbol dos hojas iguales. «Cada
posible hallarlo; no hay criterio objetivo;
hombre es un mundo», dice la filosofía po-
hay sólo criterios subjetivos. Cada uno y
pular. Y es cierto.—Más aún; ni aun cada
todos son sanos, normales, civilizados, á su
hombre es igual á sí mismo en dos m o m e o -
modo y desde su punto de vista. Sólo que
tos distintos de su vida. L o hemos dicho
algunos (pocos ó muchos), imponen su cri-
otra vez, y en ello insistiremos ampliamen-
terio á los demás y les obligan á ser sanos,
te en nuestro Curso de Derecho penal pre-
normales, civilizados, según ellos entienden
ventivo: Cada hecho tiene su ley, su carácter
la salud, la normalidad, la cultura.
propio, su peculiar y distintiva fisonomía.

10
N o forma, así, grupo con los demás; forma Preocupados con que el crimen es falta de
grupo aparte. adaptación, olvidan que tal adaptación pue-
L a individualización del tratamiento, no de lograrse, no sólo modificando el indivi-
sólo con relación á cada delincuente, sino duo, «sino modificando el ambiente social
con relación á cada estado singular de cada en que vive» ese individuo. ¿ A qué, sino á
delincuente, es la meta á q u e debe aspirarse. esto, el prolijo y terrorífico catálogo penal
L a aspiración ha comenzado á realizarse; la de la Criminología? ¿Cómo si no Ferri ha-
patología dejó de considerar la enfermedad bría de incluir entre los modos de defensa
y estudió el e n f e r m o ; el D e r e c h o penal cesó los medios represivos y los medios elimina-
de examinar el delito para examinar el de- tivos? ¿ Sería posible que Garofalo pidiera,
lincuente. como en su libro parece pedir, la elimina-
ción del reo para dar cumplida satisfacción
Las diferentes clasificaciones de los delin-
al «desiderio della vendetta»? ¿ E n qué, sino
cuentes que los criminalistas han hecho,
en la pena mal, mal correlativo del delito,
representan el p r i m e r paso hacia ese ideal.
pueden fundarse los que atacan á los discí-
N o desembarazado y franco, ciertamente;
pulos de Beccaria, á los continuadores de
pero de indudable trascendencia. Con él se
Howard? Si para ellos la pena no es indivisa
realiza el primer acto de diferenciación.
del delito, ¿cómo satisfacer las contradicto-
A n t e s , con la doctrina clásica del libre albe-
rias afirmaciones de la ineficacia de la pena,
drío, todos eran iguales, y á todos los que
y de que las tendencias humanitarias de la
de su libre albedrío disponían en mal, se les
escuela clásica son indefendibles y mal-
trataba del mismo modo. A h o r a la distin-
sanas?
ción se ha iniciado. Y tras este primer paso
vendrán otros. N o ; este rigorismo desentona del sentido
general de la doctrina. N o es justo, no es
IV
humano, no es científico. L a tradición y el
progreso exigían otra cosa; exigían no sólo
L o repetimos: los penalistas italianos
la ratificación de las conquistas de los Bec-
no han sabido sustraerse al viejo prejuicio
caria y de los Howard, reclamaban también
de que la pena es inseparable del delito.
N o forma, así, grupo con los demás; forma Preocupados con que el crimen es falta de
grupo aparte. adaptación, olvidan que tal adaptación pue-
L a individualización del tratamiento, no de lograrse, no sólo modificando el indivi-
sólo con relación á cada delincuente, sino duo, «sino modificando el ambiente social
con relación á cada estado singular de cada en que vive» ese individuo. ¿ A qué, sino á
delincuente, es la meta á q u e debe aspirarse. esto, el prolijo y terrorífico catálogo penal
L a aspiración ha comenzado á realizarse; la de la Criminología? ¿Cómo si no Ferri ha-
patología dejó de considerar la enfermedad bría de incluir entre los modos de defensa
y estudió el e n f e r m o ; el D e r e c h o penal cesó los medios represivos y los medios elimina-
de examinar el delito para examinar el de- tivos? ¿Sería posible que Garofalo pidiera,
lincuente. como en su libro parece pedir, la elimina-
ción del reo para dar cumplida satisfacción
Las diferentes clasificaciones de los delin-
al «desiderio della vendetta»? ¿ E n qué, sino
cuentes que los criminalistas han hecho,
en la pena mal, mal correlativo del delito,
representan el p r i m e r paso hacia ese ideal.
pueden fundarse los que atacan á los discí-
N o desembarazado y franco, ciertamente;
pulos de Beccaria, á los continuadores de
pero de indudable trascendencia. Con él se
Howard? Si para ellos la pena no es indivisa
realiza el primer acto de diferenciación.
del delito, ¿cómo satisfacer las contradicto-
A n t e s , con la doctrina clásica del libre albe-
rias afirmaciones de la ineficacia de la pena,
drío, todos eran iguales, y á todos los que
y de que las tendencias humanitarias de la
de su libre albedrío disponían en mal, se les
escuela clásica son indefendibles y mal-
trataba del mismo modo. A h o r a la distin-
sanas?
ción se ha iniciado. Y tras este primer paso
vendrán otros. N o ; este rigorismo desentona del sentido
general de la doctrina. N o es justo, no es
IV
humano, no es científico. L a tradición y el
progreso exigían otra cosa; exigían no sólo
L o repetimos: los penalistas italianos
la ratificación de las conquistas de los Bec-
no han sabido sustraerse al viejo prejuicio
caria y de los Howard, reclamaban también
de que la pena es inseparable del delito.
la abolición de toda pena en la salud social. el vestido y el sustento, son superiores á
E s o pedían tan gloriosas tradiciones: «que los que el miserable pueda lograr fuera de
la pena como medio represivo debe abolirse ella. N o mejora al recluso; le corrompe.
totalmente, y q u e si en algún caso se con- Casas de corrección se llaman; casas de co-
serva, ha de tener el carácter de medio rrupción debieran titularse. N o sirven á
preventivo». impedir los delitos; fomentan y hacen nacer
otros nuevos y diversos.
Pero la humanidad avanza, y la evolución
Esto es notorio; esto lo repite todo el
se realiza á pesar de todas las momentáneas
mundo. A p e n a s queda penalista de buena
regresiones. Desapareció la bárbara penali-
fe que no repruebe la pena de privación de
dad de otros tiempos; desaparecerá la pena
libertad. N o h a y , singularmente, quien de-
única preconizada en estos días, desapare-
fienda en nuestros días las penas cortas de
cerá la privación de libertad, se acabarán
esta clase. U n á n i m e m e n t e se reconoce que
las prisiones.
son en absoluto nocivas. T é n g a s e en cuenta
Todas las consideraciones de justicia que
después de esto, que las penas cortas de
bastaron á proscribir una á una las crueles
cárcel son donde quiera las más usadas,
penas de antaño, son alegables y pueden
enormemente usadas, infinitamente más
encaminarse á condenar las penas de pri-
que las largas y que los demás medios pe-
sión. Sus más entusiastas defensores lo com-
nales, hasta el punto de que, como escribía
prenden así; van perdiendo poco á poco la
K i r c h e n h e i m en su ponencia al Congreso
confianza que en ellas tuvieran; van mirán-
penitenciario de París de 1895, parece que
dolas con suspicacia; van convirtiéndose en
la mayor parte de las naciones se ha pro-
sus celados enemigos. L a experiencia ha
puesto «enviar á la cárcel el mayor número
demostrado que no producen resultado al-
posible de hombres con la mayor frecuencia
g u n o beneficioso. L a cárcel no intimida;
posible y por el menor tiempo posible»;
alienta y estimula á entrar en ella al des-
téngase en cuenta también que la marcha
amparado. Alienta, sobre, todo, desde que
misma de las cosas en este sentido, ó sea la
el progreso penitenciario ha hecho de ellas
constante dulcificación de la penalidad, va
confortables alojamientos, donde el trato,
haciendo cada vez más grande la cifra de solidarista y determinista, llevan derecha-
tales penas c o r t a s ; — y dígase francamente mente á la idea de una responsabilidad (si
si no hay motivos para creer que una de se quiere conservar la palabra, que bueno
las mayores fuentes del malestar social, es sería suprimir), colectiva y difusa — según
esa institución llamada justicia criminal, la venimos llamando con denominación que
tan respetable, tan beneficiosa, tan sagrada. tenemos por e x a c t a , — y por consiguiente,
á la proscripción completa del presente sis-
A nuestro j u i c i o , las causas que vienen
tema penal represivo, reemplazado por otro
determinando la abolición de toda pena
protector.
(pena mal y castigo; no curación y tutela,
y por eso convendría abandonar el antiguo Pero, se dirá: «suprimida la pena, ¿qué
vocabulario), son múltiples, pero singular- hacer con los delincuentes? ¿Qué hacer con
mente estas dos, consecuencia y condición aquellos individuos que no se adapten á las
indispensable una d e otra: i." la mutua soli- condiciones exigidas en determinado mo-
daridad y correspondencia de los seres y mento histórico; que se rebelen contra esas
fenómenos de la naturaleza; de tal suerte, condiciones; que se aparten del c o m ú n
que cada uno contribuye á causar el obrar pensar y sentir de los hombres reputados
de los otros y q u e su hacer sea un resultado por honestos?»
del hacer de los demás; 2.a el d e t e r n i n i s m o Para K r o p o t k i n e y sus radicales partida-
de todos los fenómenos, de los llamados por rios, la cuestión es sencilla: rechazan toda
antonomasia «naturales», como de los hu- reclusión, toda privación de libertad. Nada
manos y sociales, de las pretendidas libérri- de reformatorios, de casas de salud, de ma-
mas «acciones». nicomios penales. Libertad, absoluta liber-
tad, solicitud, cuidado fraternal, cariño; esa
Por muy extraña é inconsecuente tene-
es la panacea. Y es buena, ciertamente; lo
mos la conducta de aquellos pensadores que
malo es que no dan detalles del programa.
aceptando los anteriores postulados, conti-
¿Se fundarán asociaciones adecuadas? ¿Se
núan, sin embargo, preconizando la pena
dejará que cada cual haga por su semejante
mal y la consiguiente responsabilidad indi-
enfermo lo que desee? ¿Se abandonará á
vidual. Y entendemos q u e las afirmaciones
esos enfermos para que hagan lo que quie- coacción. Todavía no se puede «ahogar el
ran por su cuenta?
mal con la abundancia del bien», como de-
Acaso lleguemos, y llegaremos induda- cía Balmes. Y mientras tanto, nosotros nos
blemente, al ideal del publicista ruso. Pero atenemos al sistema higiénico y tutelar ex-
querer hoy implantar en redondo tal siste- presado repetidamente en estas páginas.
ma, es un poco aventurado. Vigente, por
desgracia, está aún en todas partes el siste-
ma de la pena castigo. N o han podido
hacerse sino mezquinos ensayos de las ins-
tituciones protectoras que defendemos. N o
ha podido verse prácticamente el resultado
de las instituciones para niños y jóvenes
delincuentes, para alcohólicos, para vagos,
para mendigos... ¿Con qué derecho conde-
narlas tan rotundamente? Además, el autor
de Las Prisiones se deja llevar de su gene-
rosidad al creer que todos han de vivir la
propia vida ejemplar que él vive. Sabrá él
vivir en plena libertad y respetar la libertad
ajena; pero, ¿vivirían y la respetarían todos
lo mismo? ¿La respetaría por lo menos la
mayor parte? H o y , no; la gran mayoría de
los habitantes de los países «civilizados»,
v i v e aún, interiormente al menos, en la
edad arqueolítica, y son muy poco de fiar
ciertamente sus buenas cualidades nativas.
E s posible que transcurra mucho tiempo
aún hasta vivir en un ambiente social sin
VII

DOCTRINA DE (iIRARI)IX

CRÍTICA.—I. L A LIBERTAD.—II. E L DERECHO


DE CASTIGAR.

... L a pluma corre rápidamente sobre el


papel. L o s períodos son breves, cortantes,
incisivos; las negaciones, rotundas; las afir-
maciones, terminantes. Cuatro rasgos sobre
la antigua autoritaria R o m a y una ojeada
á la sociedad del porvenir; una amenaza
audaz y una paradoja brillante... todo, radi-
calismos inauditos, quiméricos ideales, todo
escrito tranquilamente, sencillamente, con
la distinción y la calma de un cortesano es-
céptico. «Nada de leyes; nada de códigos;
nada de Estado ni de prisiones...» Y el au-
tor, á través de las líneas, parece q u e ríe
irónicamente del asombro del b u e n bur-
gués timorato...
E m i l i o Girardin lo es todo: novelista, au- mer lugar pondría á Alejandro M a g n o y á
tor dramático, diputado, político, financie- Julio César».
ro, periodista insigne. Escribe un artículo y « ¿ Q u é es la guerra?»—pregunta Girar-
salva una «situación» ¡ escribe otro editorial d i n : — « ¿ N o es la escuela y la glorificación
y pone en ridículo un Ministerio. S u perió- del asesinato? ¿Qué es la conquista? ¿No es
dico n o es un arma: es un ejército. la escuela y la glorificación del robo? »
Crea la prensa popular. Su innovación es T o d a su sociología está compendiada en
combatida por todos los viejos periódicos sus dos libros La liberté (1857), y Du droit
amenazados en la tremenda concurrencia. de punir (1871).
S e alian contra él los de París y provincias. E l ideal es hermoso: libertad ilimitada,
S e arrancan los carteles de las esquinas. S e imperio de la razón, aniquilamiento de la
le dirigen sátiras y libelos; se le provoca en fuerza... Hasta aquí todo va bien; mientras
toda forma. Girardin, incansable, se bate tales doctrinas desarrolla, Girardin es elo-
cuatro v e c e s ; politiquea en el Parlamento; c u e n t e y persuasivo. P e r o pluma tan des-
hace oposición en la tribuna y en el perió- pierta y andariega había de agraviar so-
dico; e m p r e n d e un negocio de minas; trata l e m n e m e n t e á la lógica al tratar de concer-
de reformar los montepíos; da consejos en tar la realidad y el ensueño.
trances azarosos á Luis Felipe; impone con N o más leyes; derrocaremos los cadal-
un artículo la república á la amedrentada sos; aboliremos los códigos y las prisiones...
burguesía... pero cada ciudadano irá provisto de una
E s una maravilla de actividad. inscription de vie, especie de cartilla de mo-
S u obsesión es la guerra. E n la Cámara, ralidad y cédula de buen vivir. ¡Qué pena
en el libro, e n el periódico combate sin ce- tan «admirable»! exclama. Así el vicioso, el
sar la guerra, «fomentadora de la barbarie, ladrón, el asesino, no andarán á vueltas con
del asesinato y del robo». la justicia, pero serán condenados y ejecuta-
«Si y o me pusiese á escribir un catálogo dos por la opinión de sus conciudadanos, y
de los ladrones famosos que hubo en el sufrirán las privaciones que «habrán mere-
m u n d o » — d e c í a nuestro Feijóo—«en pri- cido»—escribe en La liberté (pág. 204).
¡Negar toda responsabilidad, abolir todo ni por delegación autoritaria, ni por elec-
castigo y dejar valedera y poderosa la pena ción periódica;
de infamia! ¿Pues acaso h a y otra más cruel Asambleas legislativas, llámense como se
que ésta? «La cárcel, el presidio, el cadalso llamen, sea el que quiera su origen, tengan
no son nada», dice Tarde. « E l grande, el la forma que tengan sus decisiones;
eterno, el invisible castigo es el anatema de L e y e s positivas, comunistas leyes por
la fama». fuerza, brutalmente uniformes, sojuzgado-
L a contradicción es notable. Nosotros ras á un mismo molde de criterios hetero-
nos limitamos á señalarla ligeramente en génos y naturalezas opuestas;
este sitio: deber del crítico de buena fe, es Penas legales: carceleros, verdugos, pre-
insistir sobre los grandes y nobles intentos sidios, cadalsos;
de un autor; cerrar los ojos sobre aquellos Ejércitos permanentes, creadores y fo-
que desentonan de la doctrina general y la mentadores de la guerra;
deslucen. Cultos que sus fieles no sustenten por su
voluntad y gusto;
I Enseñanzas oficiales, grados universita-
rios, mentidos títulos de suficiencia huera;
Nuestro programa es éste: libertad de Desigualdad legal entre la mujer y el
pensamiento, libertad de palabra, libertad hombre;
de acción. N o señalamos á la libertad hu- Intromisión del Estado en el matrimo-
mana más límites que los propios términos nio, en la inscripción de los nacidos, en los
de la razón natural. N o reconocemos más derechos sucesorios;
juez que la conciencia. Ni leyes positivas, A d u a n a s que se opongan al consumo
ni cárceles, ni verdugos, ni ejércitos. Que- libre, á la reciprocidad de los cambios, á la
remos una sociedad que viva sin norma es- pacificación de las naciones, á la unidad de
crita, sin autoridad, sin coacción. Y en todas las razas y de todos los pueblos.
nuestra sociedad no habrá: E s o queremos. Destrucción de cuanto
Dominación del hombre por el hombre, sea obstáculo al libre desarrollo del senti-
miento y de la idea. Sólo entonces el hom- que del individuo recibe. E l individuo da á
bre será todo lo que humana y socialmente la sociedad lo que ésta le entregara. Tal el
debe ser. L a desigualdad habrá perecido; comercio del labrador con la tierra.
la libertad misma será una palabra sin sen- L o s males sociales, como las bienandan-
tido. L o s que niegan el Derecho tienen zas, son creación de todos. Todos ponemos
razón. Sin desigualdad, no h a y derecho; sin nuestras manos para el agravio; todos he-
esclavitud, no h a y libertad; sin resistencia, mos de ponerlas para la cura. N o delegue-
no hay fuerza; sin obscuridad, no h a y luz... mos nuestro poder para crear un poder que
E l hombre no es libre. S e nace gentil ó nos defienda. N o nos j u n t e m o s para elegir
desmedrado, inteligente ó idiota. N o depen- unos supremos jueces que nos celen. Haga-
de de nosotros el nacer, como no depende mos todos los que unos pocos hombres
de nosotros el morir. T a n imposible es que- queremos que hagan. Principiemos por des-
rer ser apuesto siendo contrahecho, como tituir á esos falsos delegados; principiemos
querer ser ingenuo siendo perverso. T o d o por suprimir tribunales y prisiones.
lo son las circunstancias. T o d o lo es el tiem- ¿Asusta nuestro programa? ¿Gritan in-
po, el lugar, la hacienda, el trato humano. dignados los honestos ciudadanos? Se in-
L a sociedad, la instrucción, la civilización voca el «desbordamiento de las pasiones»?
son al hombre, lo q u e al árbol el suelo, el ¡ A h , las pasiones! ¿Qué sería de la humani-
cultivo y la luz. «Precisa q u e la sociedad, dad sin ellas? ¿Qué sería del arte y de las
la instrucción, la civilización sean todo ciencias? Sólo el hábito de ampararnos de
cuanto puedan ser, para que el individuo las leyes positivas y ver en ellas nuestra sal-
sea todo lo q u e debe ser». vación y guarda, es lo que hace que las con-
L a antinomia entre el individuo y la so- sideremos como inconmovibles y perennes.
ciedad es un absurdo. N o h a y contradic- ¡ Y qué error tan grande! La historia lo de-
ción. H a y correspondencia perfectísima; muestra: la sociedad es una lenta sucesión
puede haberla; debe haberla. «La recipro- de transformaciones continuas. Desapare-
cidad es á la sociedad lo que el péndulo al cen instituciones que parecían inamovibles,
reloj». La sociedad devuelve al individuo lo leyes que creíanse imperecederas, costum-
bres que semejaban eternas. Y la estabili- por el vuelo de los pájaros, ab ave spicen-
dad no se altera, y la concordia entre los dia; no existen las fieras del circo, las bar-
hombres es mayor de siglo en siglo, y el baries de N e r ó n , las crueldades de aquel
caudal de la buena fe se acrece. Derecho inicuo...
Mirad la antigua R o m a ; comparadla con Ni la patria potestad, ni el poder marital,
la sociedad del presente. ¿Quién diría á uno ni la autoridad heril, ni las leyes penales
de aquellos autoritarios y formalistas roma- son las mismas. L a sociedad no se ha de-
nos que la humanidad no había de perecer rrumbado. Cicerón, Tácito, Paulo, Ulpiano
porque se acabasen tantos y tantos monu- creían aquellas instituciones indispensa-
mentos de barbarie, novelas de emperado- bles... L a historia ha demostrado que tan
res y leyes de las X I I Tablas, iniquidad de altos entendimientos se engañaban.
acreedores y despotismo de la patria potes- L a transformación continúa. L a sociedad
tad? T o d o ha perecido, sin embargo; todo no es lo que fué; no es lo que será. T e n g a -
se ha transformado. E l padre no puede mos fe; prosigamos nuestra obra.
matar ni vender al hijo; la mujer no es la
propiedad del m a r i d o ; no puede ser muerta
II
por adulterio, n i por haber bebido vino ó
hurtado unas llaves; el esclavo no existe;
Negamos á la sociedad el derecho de
no existe la tortura; no son condenados á
castigar. N o existe tal derecho. L a pena es
muerte los cuatrocientos esclavos de Peda-
un absurdo. ¿Quién le ha dado á la socie-
nius Secundus p o r q u e no parece el autor dad ese poder?
del asesinato de su señor; César Augusto
Hobbes, L o c k e , Grocio, W a t t e l , Rous-
no mata á un esclavo por haberse comido
seau, Beccaria, dicen que el derecho de
una perdiz de palacio; Minutius Basillus
penar no es sólo una tradición; es un con-
no condena á m u e r t e á sus esclavos por
trato. ¡Un contrato! ¿A quién he autoriza-
negarse á la castración; las graves cuestio-
do y o para que contrate en mi nombre?
nes de la paz y de la guerra no se deciden
A v e r ; enseñadme ese contrato. T e n g o
por el canto de las aves, ab aviam garrí tu.
derecho á verlo...
Blackstone, Richard Philipps, R o m a g - sociedad castigada!» se exclamará. «¡Qué
nosi, Carmignani, aseguran que el derecho absurdo! ¿Cómo aplicar la pena?» ¡Oh, sí,
se funda en la legítima defensa. Está bien; m u y sencillo! L a pena de la sociedad será
lo aprobamos. P e r o esa defensa es un dere- las fechorías mismas de sus ladrones y sus
cho personal. ¿Quién lo ha hecho imperso- asesinos en plena libertad. Y será infalible.
nal? ¿Por qué traspasarlo del individuo al Veréis entonces como aviva el seso para
Estado? «¡Para impedir los abusos del in- que se acabe el daño; veréis como andará
dividuo!», se grita. Pero, ¿y los abusos del diligente en que tales castigadores se rema-
Estado? ¡Los abusos del Estado que son ten. «Cuanto más crezca el desorden, esto
infinitamente mayores en número y en es, cuanto mayor sea la pena, más empeño
daño q u e los del individuo! pondrá la sociedad en remontar del efecto
D e Broglie, Rossi, creen que en la de- á la causa, del asesino al asesinato, del la-
fensa social está el derecho. S í ; pero de- trocinio al ladrón».
muéstrese antes q u e esa defensa es efectiva. Y si esto no fuera cierto, si la sociedad
Demuéstrese que esa defensa es más una desamparada de la tutela jurídica pereciese,
garantía que un peligro. Nosotros lo nega- ¡que sucumba como sucumbió la esclavitud,
mos. E l peligro que se correría sin cárceles y el feudalismo, y la monarquía absoluta!
y sin jueces, no es ni sombra del peligro Pero no haya miedo de que se hundan
que se corre con magistrados, con presidios, las esferas sociales. ¿Habría más robos,
con policía, con ejércitos. más asesinatos? A l contrario, disminuirían
L a pena es un absurdo. L o s responsables rápidamente. E n la lucha estaríamos todos
lo somos todos. «Si en una sociedad civili- empeñados; todos interesados en que las
zada h a y hombres incivilizados, ¿de quién causas del malestar cesasen.
será la culpa? ¿De ellos ó de la sociedad? Si ¡Volver á la barbarie porque no haya jue-
no es la culpa del criminal, sino de la socie- ces ni presidios! L a exclamación hace son-
dad, ¿quién deberá ser castigado? ¿La socie- reír. ¡Son infinitos en número los crímenes
dad ó el criminal?» impunes! Son inmensamente más que los
perseguidos en los códigos, los crímenes le-
L a sociedad deberá ser castigada. «¡La
gales, los robos y latrocinios honrados, los
asesinatos realizados al amparo de la l e y -
N o valen contra ellos las leyes y los presi-
dios, la policía ni la magistratura; y la so-
ciedad no se conmueve. Sigue estrechando
la mano al bandido y al asesino. Y el ban-
VIII
dido y el asesino siguen velando por el «or-
den» y fabricando leyes amparadoras—
DOCTRINA D E KROPOTKINK
¡Más reflexión, más calma, más sinceri-
dad, señores paladines de la Honradez in-
CRÍTICA.—I. L A S PRISIONES.—II. E L NUEVO
maculada! RÉGIMEN.
C u a n d o estalla una caldera, el mecánico
no castiga la caldera; la construye mejor
para q u e n o estalle otra vez. Cuando cae Pedro K r o p o t k i n e — d i c e H a m o n — v i v e
del tejado una teja, no la castigamos; pro- con su esposa Sofía y su hija Sacha en el
curamos afianzarla con más fuerza para q u e pueblecillo de Bromley, á algunas leguas de
otra vez no caiga. P u e s hagamos lo mismo Londres. Gózase allí de gran tranquilidad;
con el crimen. N o suprimamos el crimi- el cielo es más puro, menos brumoso q u e
nal, suprimamos la causa. Trabajemos, tra- el de la capital. Así, K r o p o t k i n e ha esco-
bajemos. Mejoremos la sociedad y mejora- gido este sitio para trabajar en paz, en la
remos el hombre— calma del campo, lo bastante cerca de Lon-
dres, para ir fácilmente á estudiar al Bristish
Muséum.
E l autor de La conquista del pan es alto,
de ojos azules, dulces, bondadosos; rubia la
luenga barba y plateada ligeramente por
las canas. Su voz es segura, fuerte, agrada-
ble; y cuando habla en francés, nótasele un
gales, los robos y latrocinios honrados, los
asesinatos realizados al amparo de la l e y -
N o valen contra ellos las leyes y los presi-
dios, la policía ni la magistratura; y la so-
ciedad no se conmueve. Sigue estrechando
la mano al bandido y al asesino. Y el ban-
VIII
dido y el asesino siguen velando por el «or-
den» y fabricando leyes amparadoras...
DOCTRINA DR KROPOTKINE
¡Más reflexión, más calma, más sinceri-
dad, señores paladines de la Honradez in-
CRÍTICA.—I. L A S PRISIONES.—II. E L NUEVO
maculada! RÉGIMEN.
C u a n d o estalla una caldera, el mecánico
no castiga la caldera; la construye mejor
para q u e n o estalle otra vez. Cuando cae Pedro K r o p o t k i n e — d i c e H a m o n — v i v e
del tejado una teja, no la castigamos; pro- con su esposa Sofía y su hija Sacha en el
curamos afianzarla con más fuerza para q u e pueblecillo de Bromley, á algunas leguas de
otra vez no caiga. P u e s hagamos lo mismo Londres. Gózase allí de gran tranquilidad;
con el crimen. N o suprimamos el crimi- el cielo es más puro, menos brumoso q u e
nal, suprimamos la causa. Trabajemos, tra- el de la capital. Así, K r o p o t k i n e ha esco-
bajemos. Mejoremos la sociedad y mejora- gido este sitio para trabajar en paz, en la
remos el hombre... calma del campo, lo bastante cerca de Lon-
dres, para ir fácilmente á estudiar al Bristish
Muséum.
E l autor de La conquista del pan es alto,
de ojos azules, dulces, bondadosos; rubia la
luenga barba y plateada ligeramente por
las canas. Su voz es segura, fuerte, agrada-
ble; y cuando habla en francés, nótasele un
ligero acento eslavo. T o d o en él respira asesinato. E s t o lo saben todos los q u e han
dulzura, aire patriarcal: la frente amplia, la frecuentado los presidios. P o r azares de
mirada serena, el gesto reposado. nuestras campañas sociales, hemos estado
Kropotkine trabaja en su despacho ro- en ellos—dos veces en Francia; varias otras
deado de libros de todas clases. H a b l a siete en R u s i a — y lo sabemos positivamente. « E s
ú ocho idiomas. Escribe y conversa en in- raro que no haya vuelto Fulano», oíamos
glés con gran pureza, y en inglés da confe- decir con frecuencia. «¿Se habrá trasladado
rencias en Londres y en provincias, haciendo á otro distrito?»
así la propaganda de las ideas queridas, á (El expositor.—«De los cien m u c h a c h o s
las que ha sacrificado su cuantiosa fortuna q u e entran en el Saladero, el 90 por 100
y su alta posición en el imperio ruso. Es- vuelven á él, ya por motivos fundados. U n
cribe en la Nineteenth Century la crónica tabernero que estaba sufriendo un arresto
científica, y de esos trabajos mantiénense y que nos acompañaba en la visita á los
él y su familia. S u vida es modesta, sin lu- micos, preguntaba á u n o : ¿De suerte, tu-
j o s , pero llena de las satisfacciones del nante, que si yo te hubiese colocado en mi
apóstol... casa, como quería, me hubieras robado?—
No señor, decía muy formal el m u c h a c h o ,
I entonces no tenia yo esa inclinación». «Un
chiquillo de nueve años que habían c o g i d o
L a doctrina de K r o p o t k i n e es m u y senci- durmiendo en un portal, no podía contestar
lla: abolición de toda pena —presidios, cár- á nuestras preguntas e n t e r n e c i d o . — D e n t r o
celes, patíbulos. L a s prisiones no mejoran de un par de meses ya no llorará, nos decía
al delincuente; le corrompen. Las estadísti- el celador, mientras los demás m u c h a c h o s
cas de reincidencia demuestran su inefica- miraban silenciosos á su n u e v o a m i g o » . —
cia. «Todo el q u e h a y a estado en la prisión, Madrid, cap. La cárcel del Saladero, pá
volverá á ella». E s más; si la primera vez lo gina 181.—Madrid, 1881).
fué por un hurto, lo será la segunda por un Las prisiones, como los conventos, c o m o
robo; si antes por una herida, ahora por un los cuarteles, atrofian la voluntad. Imposi-
ble hacer en ellas obra educativa. Las de {El expositor.—Kropotkine se olvida de
Francia son detestables. Clairvaux pasa nosotros. Por él hablará Un presidente de
como modelo, y en Clairvaux se explota y Audiencia. Y dirá que nuestro sistema pe-
se tiraniza inicuamente á los reclusos. E s nitenciario es «aglomerado, confuso y co-
una especie de ciudad fabril; hay fábricas rruptor». «Y siendo tan malo el sistema
de camas de hierro, de tejidos, de metros y penitenciario que en España existe, ¿cuál
botones, de calzado, de harina, de gas... Los podrá ser su justicia?»—Revista de las pri-
1.400 presos hacen todas esas cosas. E l Es- siones, t. I V , pág. 34).
tado subasta su trabajo, y los contratistas, S e dirá: «Hay que mejorar las prisiones».
como es natural, exprimen lo q u e pueden á Contestaré: E s inútil; la gravedad está en
aquellos infelices. L e s pagan de 50 cénti- la prisión misma. E l daño está en la priva-
mos á 1 franco por día. E s verdad que 110 ción de libertad. Haced todas las reformas
trabajan más que... doce horas. P e r o en que queráis; poned un Pestalozzi en cada
cambio tienen cuarenta y cinco minutos de presidio. Será en vano; mientras privéis al
paseo, en fila, á las cariñosas voces de un, hombre de su libertad, no le haréis mejor.
dos... E n Clairvaux se practica el régimen ¡La expiación y el remordimiento! Efec-
del silencio: una delicia del moderno co- tivamente... Ninguno de los q u e están en
rreccionalismo. presidio reconoce la justicia de su pena.
Las prisiones alemanas no hemos tenido «Los grandes criminales no somos nos-
el gusto de conocerlas experimentalmente. otros», dicen; «son los que nos tienen aquí
Pero dicen q u e son tan malas como estas; encerrados. Si en vez de robar unos cuan-
y no tenemos interés en hacer caso de tos miles hubiéramos arramblado con unos
honra lo contrario. cuantos millones — seríamos excelentísi-
D e Inglaterra n o hablemos. E l trad-mill mos señores. Si en vez de haber muerto
es una brutalidad medioeval. L o s ingleses á un hombre hubiéramos asesinado á mi-
pueden estar satisfechos. Con esto solo dan les de hombres — seríamos generales vic-
quince y raya á los más estupendos supli- toriosos».
cios que se apliquen en España. Y , ¿qué vamos á contestar á eso? ¿No
tenemos presentes las brutalidades de la chismes, las calumnias, el servilismo, los vi-
guerra? ¿ N o estamos viendo todos los días cios contra natura... ¡Es un encanto!
los latrocinios del comercio, las falsificacio- A p a r t e de esto, está la cuestión de dere-
nes de la industria, las irregularidades, las cho. (Hablemos á lo abogado). N o hay li-
filtraciones, el bandidismo, en fin, de minis- bertad moral; no hay responsabilidad por
terios y empresas financieras? tanto.

H o m b r e q u e entra en presidio es hombre T o d o el mundo sabe ya cuáles son las


perdido. S e le desmoraliza; se le degrada; causas del crimen:
se fomenta en él el odio á una sociedad que físicas,
tan injustamente le trata. L a explotación, individuales,
la rudeza, la crueldad de los carceleros com- sociales.
pleta la obra. Después cuando sale á la calle Todos nuestros actos son determinados
y la sociedad le infama, le persigue, le es- por estos factores.
cupe, ¿qué va á hacer ese hombre sino aso- L o s penalistas italianos los han estudiado
ciarse á sus compañeros de crimen y acep- minuciosamente y han hecho notabilísimos
tar la guerra q u e se le declara? ¿Qué ha de trabajos. Pero se han corrido un poco. N o
hacer sino d e v o l v e r golpe por golpe? ¿Qué nos parece mal que los encerrados en los
ha de hacer sino repetir la frase de Zola: presidios tengan algún defecto de organiza-
/ Qué canallas, las gentes honradas! ción cerebral; aceptamos, sin que haya que
reñir, que tengan los brazos un poco más
E n la prisión, un hombre es una cosa. Se
largos que los demás mortales, como quiere
le numera, se le mide, se le registra, se le
Lombroso. Pero, porque tengan esos defec-
pone un u n i f o r m e odioso, se le obliga á las
tos, y en su consecuencia obren, ¿los ha de
prácticas religiosas, se le vigila la comuni-
encerrar la sociedad en un presidio ó los ha
cación con los parientes y amigos. (En In-
de confiar á los cariños de Monsieur de Pa-
g l a t e r r a — otro rasgo civilizador — n o se le
rís? Y ellos, ¿qué culpa tienen?
permite escribir á la familia sino ¡poniendo
su firma al pie de una circular impresa!)
Y después, las intrigas, las delaciones, los
casa; aquí tienes una mesa; aquí tienes
II trabajo».
Y ese es precisamente el remedio. Eso es
Ni prisiones ni casas de salud. T a n mala lo que se debía hacer antes, y después, y á
es una cosa como otra. Libertad absoluta; todas horas.
cuidados fraternales. Siglos atrás se cometían atrocidades con
U n criminal es un enfermo. Observadlo. los locos. S e les metía en jaulas c o m o fieras;
U n a lesión del cerebro,- una afección del sis- se les doblaba á fuerza de cadenas. V i n o
tema nervioso, del corazón, del hígado, Pinel, les quitó las cadenas, les trató con
perturba su vida y le torna descontentadi- dulzura, y el nuevo tratamiento hizo mila-
zo, irritable, colérico. U n día riñe por una gros. Más tarde, unos labriegos del pueble-
bagatela; otro se pone furioso por una in- cilio de Gheel, recibieron en sus casas á los
significancia. Y el mal va creciendo, y el locos. Los dejaban en completa libertad.
carácter va transformándose. Hasta que, sin Los sentaban á su mesa; los hacían trabajar
pensarlo, el conflicto estalla... E n otras con- en sus faenas y divertirse en sus fiestas. Los
diciones, ese hombre hubiera sido un artis- locos curaban rápidamente, ó se conducían
ta, un propagandista, un inventor. A s í es dulcemente.
un criminal. T o d a la novela contemporánea
L o que Pinel se atrevió á hacer y luego
está llena de estos casos.
han hecho esos sencillos labradores, hemos
Pues bien; el j u e z c o g e á ese criminal y de hacerlo nosotros con los delincuentes.
lo mete en presidio. E n presidio le educan El Dr. Campbell, hablando de los enfermos
con la acreditada p e d a g o g í a que hemos vis- de un presidio, decía: «Tratando á los pre-
to. L u e g o , si tiene la f o r t u n a de v o l v e r á la sos con cariño, conseguíamos q u e reinase
vida social, se encuentra excomulgado por en el hospital el orden más perfecto.»
la honrada burguesía. Ha estado en presi-
Porque es infalible: dad á un hombre
dio. N o hay ninguno de esos distinguidos
cualquiera, el más benévolo, un á t o m o de
fariseos que le perdone, q u e le atienda, que
autoridad, y pervertiréis á ese hombre, y
le proteja, que le diga: « A q u í tienes una
lo tornaréis soberbio, irritable, vanidoso.
injusto. Suprimid en cambio la coacción
legal, la fuerza, la autoridad, y la concordia,
y la buena fe reinarán entre todos. No, no
está la salud en las leyes equitativas, en los
gobernantes justos, en la política recta: lo
está en la supresión de la ley, del gober-
nante y de la política... IX
Libertad, cariño, p i e d a d — h e ahí todos
nuestros c a r c e l e r o s . — N o hagamos del hom- DOCTBISTA D E HAHON
bre una bestia; h a g a m o s del hombre enfer-
mo, un hombre sano. Propagad por todas CRÍTICA.—I. DEFINICIÓN DEL CRIMEN.—II. LA

partes estas santas ideas; sed los apóstoles RESPONSABILIDAD.

de este nuevo evangelio. ¡Que vuestros hi-


jos no sean ni jueces ni verdugos! A . H a m o n es uno de los sociólogos más
eminentes de Europa, una de las más pri-
vilegiadas inteligencias, uno de los enten-
dimientos más abiertos á toda ráfaga de
verdad y de bien. ¡Grande y perseverante
obrero intelectual! Paso á paso hemos se-
guido los progresos de este ilustre amigo,
y le h e m o s visto en seis años crecerse des-
de escritor ignorado, hasta publicista uni-
versal, director de L' Humanité Nouvelle,
director de la Biblioteca internacional de
las ciencias sociológicas, profesor en la Uni-
versidad N u e v a de Bruselas, catedrático en
el Colegio libre de Ciencias sociales de París.
Y o no sé como elogiar á quien tanto vale
12
injusto. Suprimid en cambio la coacción
legal, la fuerza, la autoridad, y la concordia,
y la buena fe reinarán entre todos. No, no
está la salud en las leyes equitativas, en los
gobernantes justos, en la política recta: lo
está en la supresión de la ley, del gober-
nante y de la política... IX
Libertad, cariño, p i e d a d — h e ahí todos
nuestros c a r c e l e r o s . — N o hagamos del hom- DOCTBISTA D E HAHON
bre una bestia; h a g a m o s del hombre enfer-
mo, un hombre sano. Propagad por todas CRÍTICA.—I. DEFINICIÓN DEL CRIMEN.—II. LA

partes estas santas ideas; sed los apóstoles RESPONSABILIDAD.

de este nuevo evangelio. ¡Que vuestros hi-


jos no sean ni jueces ni verdugos! A . H a m o n es uno de los sociólogos más
eminentes de Europa, una de las más pri-
vilegiadas inteligencias, uno de los enten-
dimientos más abiertos á toda ráfaga de
verdad y de bien. ¡Grande y perseverante
obrero intelectual! Paso á paso hemos se-
guido los progresos de este ilustre amigo,
y le h e m o s visto en seis años crecerse des-
de escritor ignorado, hasta publicista uni-
versal, director de L' Humanité Nouvelle,
director de la Biblioteca internacional de
las ciencias sociológicas, profesor en la Uni-
versidad N u e v a de Bruselas, catedrático en
el Colegio libre de Ciencias sociales de París.
Y o no sé como elogiar á quien tanto vale
12
y tan estimado es en todas partes. Hamon tudia un insecto ó una planta. D o r i o s re-
es un pensador vigorosísimo. Nadie más sultados, y sólo los resultados de mis obser-
que él profesa culto tan ferviente á la ver- vaciones. N o me importa si favorecen ó no
dad. « L a verdad», dice, «es patrimonio de á estas ó las otras ideas; no me preocupa
todos, y negarla á todos quien la posee, es que se aprovechen de ellos tal ó cual parti-
un imperdonable crimen». Por la verdad do ó secta. L a realidad es así, y el científico
ha pasado Hamon por formidables escánda- sincero debe presentar la realidad cual es,
los, como el que promovió su Psicología no en mixtificaciones y disfraces.»
del militar, y por ella ha sostenido polémi- Consecuente en su sistema, sistema q u e
cas entusiastas y hecho memorables propa- es el más puro y equilibrado positivismo,
gandas. Hamon es en sus obras de ciencia lo que
Flaubert quería ser en sus novelas, lo que
Así, todos sus libros son de un rigorismo
ai presente intenta ser un distinguido crí-
dialéctico admirable, de una precisión ma-
tico francés (con menguado éxito, por cier-
ravillosa. N o sobra nada, ni nada falta, ni
to, según demuestra cumplidamente R o d
nada es incoherente. T o d o está relacionado,
en Las ideas morales de nuestro tiempo)-.
ajustado, ensamblado como en un mosaico.
lo menos lírico posible, lo menos subjetivo.
L a Psicología del militar citada, la otra
N o ofrece su opinión: presenta los hechos
Psicología del anarquista-socialista, son, los
para deducir de ellos los corolarios, ó para
dos, libros de tan minuciosa y exacta obser-
que el lector los deduzca. Y si estudia el
vación social, q u e compiten con el estudio
militar, su estudio será una formidable in-
que, en su esfera, pueda hacer un botánico
dagatoria de hechos; los bastantes y sobra-
de la flora ó un zoólogo de la fauna. Y esto
dos para que sin peligro se pueda deducir
es precisamente lo q u e Hamon gusta de
el rasgo común á todos ellos, esto es, la l e y ;
hacer constar. S e le acusa, para desvir-
y si examina la psicología del anarquista,
tuar sus escritos, de profesar determinadas
de innumerables y suficientes confesiones
creencias; se llega á decir que es el supre-
originales deducirá también las característi-
mo pontífice del anarquismo europeo; y él
cas generales de los amadores de este ideal.
contesta: «Soy como el naturalista que es-
L a dBncepción. sociológica de H a m o n en taremos confusiones. N o se nombrará con
materia criminal, está en su curso profesado un mismo vocablo dos cosas diferentes.
en Bruselas. N o se ha publicado hasta ahora Lombroso no define el crimen; Ferri cree
sino la introducción, en libro titulado De- que es inútil. «Las definiciones», dice Ferri,
terminismo y responsabilidad; y es tan es- «siempre h a y tiempo de darlas; porque no
crupuloso el autor y tan fiel guardador de deben ser sino la síntesis de los análisis». Y
su consigna, q u e ha excusado cortesmente Ferri se engaña. Confunde las definiciones
á los requerimientos de la amistad adelan- con las «leyes» científicas. L a definición no
tar la más ligera idea del cuerpo general de es una síntesis; es la enunciación de los
doctrina. « N o puedo anticipar nada porque atributos de una cosa. N o podría hacerse
no tengo ideas apriorísticas», decía; «la los análisis, sin conocimiento exacto y pre-
investigación detenida de los hechos habla- vio de los términos del estudio. Si la termi-
rá; por mi parte, sería imprudencia opinar nología fuera posteriormente fijada, como
nada por anticipado». * Ferri quiere, los científicos denominarían
con nombres diferentes las mismas cosas, ó
D e este libro, pues, haremos un ligero
á cosas diferentes darían el mismo nombre.
resumen. L a parte más importante de él
L a síntesis de los análisis que Ferri llama
está dedicada á deshacer la ilusión del libre
definición, no es definición; es lo que se lla-
albedrío y á trazar la crítica de los diversos
ma en las ciencias físicas, químicas, antro-
sistemas de responsabilidad. E s un trabajo
pológicas, una ley. O sea una relación que
preparatorio, y sólo original y creador en
nos parece constante después de haber
los capítulos consagrados á la definición del
reunido y analizado múltiples análisis de
crimen, que es lo q u e aquí expondremos
fenómenos observados. «Que nos parece»,
con preferencia.
porque ignoramos si el descubrimiento de
nuevos fenómenos, vendrá á cambiar tales
I
relaciones y trastornar por tanto esas leyes
naturales.
A n t e todo, entendámonos sobre el valor
H a y que fijar el valor de las palabras. E n
de las palabras. Definamos el crimen. Evi-
las ciencias naturales se fija; aquí debemos yes varían constantemente, y sería una te-
hacerlo también. Imposible sería compren- meridad basarse en ellas para estudiar cien-
der la química, si unos investigadores lla- tíficamente el crimen.
masen sales á las combinaciones de oxígeno Garofalo ha recurrido á los sentimientos
con un metal ó un metaloide; y otros inves- de piedad y probidad. T o d a ofensa á estos
tigadores llamasen también sales á las com- sentimientos, será crimen. Supone, pues, la
binaciones de un ácido y de una base. existencia en toda la especie humana y en
(El expositor.—Del mismo parecer de todos los tiempos de tales sentimientos, y en
H a m o n , es uno de los rarísimos espíritus esta existencia se basa. E n efecto; el infan-
españoles verdaderamente científicos: P í y ticidio y el abuelicidio, ofenden ahora nues-
Margall. «Hablemos de la belleza artística», tros sentimientos de piedad. P e r o no los
dice uno de los interlocutores de sus her- ofendían antes, ni a u n en E u r o p a . N i en
mosísimos Diálogos sobre la belleza. «No», nuestros días los ofenden entre los salvajes.
contesta su amigo; «indaguemos y defina- L a variabilidad de los sentimientos en el
mos antes q u é es la belleza»). tiempo y en el espacio, es un h e c h o innega-
ble. Determinar el crimen según las ofensas
L o m b r o s o trata del criminal sin definir el
á sentimientos tan variables, es dar una de-
crimen. D e j a que cada cual lo entienda á su
finición contingente y hacer imposible todo
manera. Y sucede que mientras él tiene por
estudio formal. L a criminalogía será en tal
criminales á tales ó cuales gentes, hay quien
caso el estudio de variaciones, es decir, el
las reputa por honestos individuos, y al
estudio de la evolución de la moral, ó de
revés.
una parte de la moral. N o s negamos, pues,
Otros tratadistas han comprendido lo
. á fundar el crimen sobre sentimientos cuya
incientífico del procedimiento y han tratado
variación es innegable. L o s mismos actos
de dar una definición. L a s examinaremos
cometidos en tiempos ó en lugares diferen-
rápidamente.
tes, serían ó no serían crímenes. Conse-
A n t e todo, para el jurista se llama crimen
cuencia: sus autores no podrían ser com-
ó delito toda infracción de la ley penal. E s t o
parados. Consecuencia más curiosa aún: si
no merece n i siquiera comentarios. Las le-
se los comparase, los unos serían conside- categórica, pero de lo escrito por él puede
rados como tipos de hombres honestos y los deducirse lo siguiente: i.°, el crimen debe
otros como tipos criminales. ¡Y unos y otros ser un acto voluntario; 2.0, los actos llama-
habrían cometido los mismos actos! dos crímenes sobrepujan en número á los
Morasso dice que el crimen es «la diso- castigados por la ley; 3.0, se trata de actos
lución especial de ese reciente producto so- perjudiciales al prójimo ó á la sociedad;
cial que se llama sentido moral». Apliqúese 4. 0 , el crimen es algo, no fisiológico, sino
á esta definición la crítica que acabamos de sociológico, porque el valor de los actos es
hacer de Garofalo. C o m o el sentido moral cosa sociológica y moral.—Implícitamente
es un producto social reciente, ¡resulta que Manouvrier pone en j u e g o la idea de re-
antes de su aparición no había ni crimen ni probación, porque habla de la moral: «el
criminales, aunque se cometiesen los mis- valor de los actos es cosa moral», dice. Por
mos actos! esta parte cae en los defectos de Garofalo y
T a r d e propone lo siguiente: «La idea de Morasso. Mientras que por otro lado, la
crimen implica esencialmente, natural- condición de voluntad exigida, impide cali-
mente la de un derecho ó un deber viola- ficar de crímenes toda la serie de actos im-
dos». Para precisar esta definición, es pre- pulsivos, cuyos similares voluntarios son
ciso explicar lo que se entiende por «dere- crímenes. Y si se investiga las causas de
cho» y «deber». Tarde lo explica en páginas esta exclusión, se v e que se reúnen en una
de obscura metafísica, q u e es como no ex- sola: la reprobación, la idea de reprobación
plicarlo. Dice que derecho y deber son pre- implícita en el concepto de crimen. Encon-
juicios fijos y del mismo modo determina- tramos, pues, una lesión del sentimiento. Y
dos en todos los tiempos. El lector puede no hay que repetir lo ya dicho.
decir si hay algo más falso que esto. E l in- «Todo acto que en un grado cualquiera»,
fanticidio era un derecho en Grecia; hoy no dice Durckheim, «determine contra su au-1
lo es. Pero, ¿á qué cansarnos? Repetimos lo tor esa reacción característica que se llama
dicho hablando de Garofalo. pena», es crimen. «El crimen lastima senti-
Manouvrier no ha dado una definición mientos, que en un mismo tipo social, se
nancia del estado social en que el h e c h o se
encuentran en todas las conciencias». T a l
ha realizado. Y , ¿cómo fundar una ciencia
definición participa de las flaquezas de la
jurídica y de la de Garofalo. Peor aún; por- sobre base tan insegura?
que no precisa qué sentimientos son los que Para Enrique Mazel, crimen es « t o d o
se lastiman. S e encuentran en todas las con- acto inmoral dañoso á la sociedad».
ciencias sanas... Está bien; pero, ¿cuáles son P e r o lo que decía P a u l A d a m : «Desgra-
esas conciencias? E n el suceso del caballero ciadamente, el autor no dice lo q u e es mo-
L a Barre, ¿son las de los miembros de la ral. Si calificamos de crimen un acto per-
mariscalía de A b b e v i l l e y del Parlamento judicial á la sociedad, no será crimen la su-
de París, ó las de los filósofos con Voltaire á presión de los idiotas y los viejos».
la cabeza? E l Dr Corre define de este modo: « Por
crimen-delito, se entiende el atentado con-
D u r c k h e i m ha querido precisar más y ha
tra el derecho de los demás, resumido en la
escrito: «Es criminal un acto cuando ofende
libertad de ser y de obrar según ciertas
los estados fuertes y definidos de la concien-
modalidades convencionales para los indi-
cia colectiva». Y Durckheim se olvida de
viduos y las colectividades». E l ilustre doc-
decir cuáles son esos «estados». L a concien-
tor por explicaciones subsiguientes, viene
cia colectiva está en perpetua transforma-
en definitiva á llamar crimen á «todo daño
ción; variará el concepto del crimen. L o s
á la colectividad ó al individuo». Más tarde,
hechos de la época del Terror, serán para
no satisfecho con esta definición ha dado
unos crímenes y para otros no. Dependerá
otra: «Crimen es todo acto á la vez antial-
la diferencia de la educación recibida á este
truista y antisolidario ó antisocial».
respecto, de las opiniones de los profesores,
Entonces, los actos cometidos contra no-
de las lecturas...
sotros mismos, ¿qué son? Podremos, además
S e g ú n el Dr. Gouzer, «será crimen ó de-
estar de acuerdo con la significación del
lito, según la intensidad, todo acto disonan-
término «antialtruista»; no sucede lo mis-
te á la sociedad». Con lo cual queda demos-
mo respecto al «antisocial». L a transforma-
trado que el mismo hecho puede ser ó no
ción de las formas sociales, nadie la m e g a .
puede ser disonante. Dependerá esta diso-
U n acto antisocial ayer, es hoy social ó lo E l criminal es el autor de un atentado á las
Será mañana. Las propagandas y protestas condiciones naturales de existencia del in-
de los primitivos cristianos, eran antisocia- dividuo y de la sociedad». Pero, ¿cuáles son
les, antisolidarias, durante los emperadores las condiciones naturales de la sociedad?
romanos. L u e g o , á partir de Constantino, Ferri no lo dice y hace bien, porque se ve-
son sociales. S e argumentará quizás que ría un poco apretado. ¿Son crímenes todos
tales propagandas eran antisociales, pero los ataques á las condiciones naturales de
no antialtruistas, y Corre reclama los dos vida de la sociedad?
caracteres. Fácil es encontrar en la historia,
S i ; pues serán crímenes todas las críticas,
hechos que reúnan á la vez las dos condi-
los ataques, las sátiras contra la sociedad
ciones, que sean antialtruistas y antisocia-
actual; serán criminales todos los grandes
les ó sociales, según la apreciación de cada
revolucionarios y novadores. N o ; pues en-
cual. L a muerte de Julio César, era un he-
tonces la definición, huelga.
c h o antialtruista, antisocial para los parti-
Colajanni dice: « S o n hechos penables
darios de César, social para sus enemigos.
(delitos) los determinados por motivos in-
E l tiranicidio es antisocial para los partida-
dividuales y antisociales que trastornan las
rios del déspota, social para sus adversarios.
condiciones de existencia y ofenden la mo-
Infinidad de teólogos lo han justificado:
ral media de un pueblo en un m o m e n t o
T o m á s de A q u i n o , Luis Molina, Francisco
dado». L o s mismos defectos que los otros...
Tolet, Mariana... Véase, pues, actos que
agravados. Porque no sólo supone la repro-
según Corre, son para unos crímenes y
bación, sino la pena, y por consiguiente, la
para otros, no.
responsabilidad moral, y por lo tanto, el
« L o que constituye el criminal, desde el libre albedrío... muy aceptable hace tres
punto de vista sociológico y antropológico, siglos.
es su antisocialidad», escribe Ferri. «El me- E l Dr. Cabadé da también su correspon-
dio social da forma al crimen, pero el cri-
diente definición, é incurre en los mismos
men tiene su origen en una constitución
yerros de Corre. Pasemos.
biológica antisocial (orgánica y psíquica)...
Casi todos los sociólogos se han basado
en el atentado á la sociedad. Y como la llamados crímenes deben presentar un ca-
s o c i e d a d - f o r m a s sociales, conciencia colec- rácter común; como toda cosa, todo ser
tiva, moral, etc. — está en continua evolu- clasificado en familia, en género, en e s p e d e ,
ción, sus definiciones pecan de incientíficas. presenta un rasgo común á todas las d e m á s
cosas y seres de la familia, de la especie, del
Clemencia R o y e r difiere de esta concep-
género. E l carácter común del crimen es la
ción. N o da la definición del crimen; pero
lesión ó perjuicio. Tenemos, pues, este co-
define la inmoralidad. « E s inmoral todo
mienzo de definición: Todo hecho que daña
acto q u e disminuye la suma de vida humana
posible, y la suma de bienes ó goces que es crimen. .
los seres humanos pueden ó podrán com- ¿Oué ha de dañar? ¿ A quién ha de dañar?
partir». Pero, ¿cómo conocer la suma de L a contestación es fácil si se la busca no en
vida posible? Y una vez conocida, ¿cómo entidades metafísicas, tales como derecho
saber si un hecho la disminuye ó no? U n y deber; no en conceptos humanos tales
mismo hecho puede ser tenido al mismo como sentimientos ó formas sociales, o uti-
t i e m p o por acrecedor ó amenguador de esa lidad, sino en la naturaleza misma; es decir,
suma. L o s atentados políticos están en ese e n lo que es apreciable por los sentidos.

caso. Eliminamos todo lo privado de v i d a ; y


tenemos esta definición: Todo hecho que
Paul Blocq y Onanoff han intentado dar
dañe un cuerpo organizado que viva con
una definición naturalista del crimen. Pero
la explicación es tan clara, tan clara que no propia vida, es crimen.
la entendería el lector. Renunciamos á ex- E n zoología y en botánica se llana indi-
ponerla, y renunciamos desde luego á seguir viduo, «todo cuerpo organizado que v i v e ó
haciendo crítica. Basta con lo dicho. De- ha vivido con propia vida». Podemos, pues,
finamos ahora nosotros. escribir más concisamente: Crimen es todo
E l crimen es algo, una manifestación de acto que daña á un individuo. Por conse-
nuestro ser. E s un hecho; el crimen es un cuencia, los actos nocivos á los vegetales se-
hecho. rían considerados como crímenes; cortar
un árbol sería un acto criminoso. P e r o no
¿ Q u é clase de hecho? Todos los hechos
hemos llegado hasta ahí. L a definición es este modo: Crimen es todo acto que dañe
muy general. Precisemos. la libertad individual.
S e impone una hipótesis: la de que por P e r o falta precisar la naturaleza de los
individuos no se entienda sino los seres que hechos llamados crímenes; y falta precisar
forman parte de la serie animal, de la ani- los individuos que pueden cometerlos. Se-
malidad. S e limita á sí la definición á todo g ú n nuestra definición, un accidente es un
acto nocivo al individuo animal; sencilla- crimen. D e b e m o s corregir: Crimen es todo
mente, al individuo. S e objetará que según acto consciente que dañe la libertad de obrar
esto, matar una hormiga, una abeja, un de un individuo. (Acto consciente es aquel
gusano, es un crimen. Y satisfacemos á la que al tiempo de cometerlo el individuo,
objeción diciendo que, en efecto, tal hecho sabe que lo comete. P o r ejemplo, si cuando
es un crimen; lo cual no quiere decir que roba sabe q u e roba; si cuando hiere sabe
sea condenable, loable ó indiferente. Signi- que hiere. E s necesaria la advertencia).
fica en puridad que tal hecho daña al indi- Para que el daño sea criminoso, debiera
viduo-hormiga ó al individuo-abeja. Nadie ser cometido por un individuo de la misma
lo negará. A p a r t e de que, en la especie, especie que la víctima. T o d o en la tierra es
puede reducirse la animalidad á los seres una perpetua organización y desorganiza-
superiores. ción; todo es integración y desintegración.
N o hay especie que no viva á expensas de
Dicho esto, busquemos el rasgo común
otras especies. L a vida es una incesante lu-
á todos los individuos cuya lesión constitu-
cha. Y si el solo hecho de dañar á un ani-
y e un daño. D e otro modo, la imprecisión
mal bastara para marcar al individuo por
existente en la concepción común del cri-
criminal, todos los animales carnívoros lo
men, subsistiría; y todo acto sería discutido
serían. Por eso nosotros fundamos la hi-
como dañoso ó no dañoso. E s e rasgo es el
pótesis de q u e autor y víctima sean de la
de libertad. Y entiéndase que se trata de la
misma especie, para que las palabras cri-
libertad de hacer, no de la libertad de que-
men y criminal no sean palabras vanas y
rer; de la libertad física, no del libre albe-
sirt sentido. E n esta hipótesis, el hombre
drío. A s í , completaremos la definión de
que mate un animal para su sustento no L o mismo decimos de la destrucción de
cometerá crimen; ni cometerá crimen la las cosas (por incendio, explosión, etc.), del
hormiga que domestica para su servicio á robo, de la estafa, del plagio. Por todos
ciertos pulgones. Pero lo habrá si un hom- estos medios se suprime ó restringe la liber-
bre mata á otro hombre; si una hormiga tad del propietario de las cosas destruidas,
sojuzga á otra hormiga; si una abeja hiere robadas, estafadas ó plagiadas...
á otra abeja. L a criminalidad existirá de S e objetará tal vez que esta definición es
este modo, lo mismo en la especie humana demasiado general, y que caben en ella
que en las demás especies. Y es inútil ad- hechos que todos los días cometemos indi-
vertir que profesores eminentes, como L o m - ferentemente. P u e s bien, ¿ y q u é ? N u e s t r a
broso, Lacassagne, Letourneau, han demos- definición no prejuzga el hecho, se atiene
trado en interesantísimos estudios, la exis- sólo al hecho en sí. Aprobación, desaproba-
tencia de crímenes entre las abejas, las ción, responsabilidad, irresponsabilidad,—
hormigas, etc. son elementos que hacen referencia al he-
Nuestra definición, después de lo dicho, cho por sus causas, por su autor, por su fin,
será la siguiente: Crimen es todo acto cons- por el ambiente social en que se c o m e t e .
ciente que hiera la libertad de obrar de un U n hombre roba: crimen. P e r o roba por
individuo de la misma especie que el autor comer, y el crimen no es reprobado. L a
del acto. guerra con sus incendios, matanzas, viola-
ciones, es un crimen. Sin embargo, muchos
E l homicidio, la violación, las heridas,
la aprueban y glorifican, y otros tantos la
los golpes, las mutilaciones, el rapto, el
maldicen y c o n d e n a n . - í n s u r r e c c i ó n a s e un
aprisionamiento, suprimen ó limitan, de un
hombre contra la colectividad: crimen.
modo momentáneo ó permanente la liber-
P e r o se examina el acto; se ve que la liber-
tad individual: son por lo tanto crímenes.
tad del protestante es menoscabada por la
N o h a y necesidad de añadir si son sociales
colectividad, obrando así á su vez criminal-
ó antisociales estos hechos; si redundan en
mente; y se ve que el autor del acto trataba
bien ó en mal; si son ó no loados por la opi-
de traer un mejoramiento del estado so-
nión; son, y son conscientes, y con eso basta.
cial... Y unos condenarán el acto y otros lo pero, ¿serán los dos igualmente juzgados?
Aparte de esto, los mismos códigos citados
elogiarán.
atenúan tal exigencia. E l italiano, por
S e puede objetar también, que como la
ejemplo, dice que «nadie será castigado por
definición dada se basa en el individuo, no
un hecho que no haya tenido intención de
abarca las ofensas á la colectividad. Y nos-
cometer, á menos que la ley no disponga
o t r o s preguntamos: pero, ¿es que hay ofen-
otra cosa ». Con lo cual se demuestra, que
sas á la colectividad que no sean daño de
la voluntariedad será indispensable... cuan-
tal ó cual individuo? N o dañaréis la socie-
do á la ley le plazca.
dad sin dañar una parte; no atentaréis
Parece que esta condición de la volunta-
contra el conjunto de individuos sin atentar
riedad es independiente del libre albedrío.
contra un individuo... P o r q u e la sociedad
N o h a y voluntad, se dice; pero h a y voli-
no es algo abstracto é independiente de la
ciones. Y bien, ¿qué voliciones libres son
persona; porque la sociedad es la reunión
esas que se han de realizar fatalmente, irre-
de personas con sus particularísimos y pri-
misiblemente? Esto es tonto; es hacer ca-
vativos intereses.
iuismo y metafísica trasnochados.
II
Y en el mismo caso están los señores que
L o s códigos de algunas naciones, de Ita- huyendo de la libertad moral se acogen á
lia, de España, de Hungría, exigen para la inteligencia, á la «integrità della ragio-
que haya imputabilidad la voluntariedad ne umana», que decía Ferri. Después de
del acto. Y F e r r i censura con razón tal exi- los repetidos actos de contrición que este
gencia... U n cazaitor tira contra una enra- simpático escritor ha h e c h o , nos parece
mada, detrás de la cual sabe que hay un perder el tiempo explicar las fantasías de
hombre, y tira con intención de matarlo: Liszt, de Berner y de otros respetables y
he ahí un acto voluntario. P e r o dispara sin sesudos caballeros que aún están en estas
saber que tal hombre se oculta en aquel andanzas de la inteligencia. L a inteligencia,
sitio: he ahí otro acto voluntario. R e ú n e n dicen ellos, esclarece nuestras acciones; la
los dos el mismo carácter de voluntariedad; inteligencia dirige la voluntad. Y se dirá:
cial... Y unos condenarán el acto y otros lo pero, ¿serán los dos igualmente juzgados?
Aparte de esto, los mismos códigos citados
elogiarán.
atenúan tal exigencia. E l italiano, por
S e puede objetar también, que como la
ejemplo, dice que «nadie será castigado por
definición dada se basa en el individuo, no
un hecho que no haya tenido intención de
abarca las ofensas á la colectividad. Y nos-
cometer, á menos que la ley no disponga
otros preguntamos: pero, ¿es que hay ofen-
otra cosa ». Con lo cual se demuestra, que
sas á la colectividad que no sean daño de
la voluntariedad será indispensable... cuan-
tal ó cual individuo? N o dañaréis la socie-
do á la ley le plazca.
dad sin dañar una parte; no atentaréis
Parece que esta condición de la volunta-
contra el conjunto de individuos sin atentar
riedad es independiente del libre albedrío.
contra un individuo... P o r q u e la sociedad
N o h a y voluntad, se dice; pero h a y voli-
no es algo abstracto é independiente de la
ciones. Y bien, ¿qué voliciones libres son
persona; porque la sociedad es la reunión
esas que se han de realizar fatalmente, irre-
de personas con sus particularísimos y pri-
misiblemente? Esto es tonto; es hacer ca-
vativos intereses.
iuismo y metafísica trasnochados.
II
Y en el mismo caso están los señores que
L o s códigos de algunas naciones, de Ita- huyendo de la libertad moral se acogen á
lia, de España, de Hungría, exigen para la inteligencia, á la «integrità della ragio-
que haya imputabilidad la voluntariedad ne umana», que decía Ferri. Después de
del acto. Y F e r r i censura con razón tal exi- los repetidos actos de contrición que este
gencia... U n cazaitor tira contra una enra- simpático escritor ha h e c h o , nos parece
mada, detrás de la cual sabe que hay un perder el tiempo explicar las fantasías de
hombre, y tira con intención de matarlo: Liszt, de Berner y de otros respetables y
he ahí un acto voluntario. P e r o dispara sin sesudos caballeros que aún están en estas
saber que tal hombre se oculta en aquel andanzas de la inteligencia. L a inteligencia,
sitio: he ahí otro acto voluntario. R e ú n e n dicen ellos, esclarece nuestras acciones; la
los dos el mismo carácter de voluntariedad; inteligencia dirige la voluntad. Y se dirá:
es anterior á la penalidad. Cuando el indi-
¿acaso la inteligencia es algo absoluto, in-
viduo es irresponsable, no hay castigo. Es-
dependiente, autónomo de las demás facul-
te Sr. Dubuisson dice: «Antes de obrar el
tades? Sería una locura afirmarlo; la inte-
agente sabía sus desagradables consecuen-
ligencia es una función del cerebro, y como
cias. Debió abstenerse». E s decir, era libre
todas las funciones del cerebro, depen-
de obrar ó de abstenerse. O lo que es lo
diente del funcionamiento de éste, de su
mismo: el hombre es determinado por las
estructura, de su constitución, de mil di-
circunstancias; pero cuando está á punto de
versas y desconocidas circunstancias. S e
cometer el acto, es libre de no c o m e t e r l o -
puede tener una idea clara, clarísima del
L a congruencia es divina. Y de ella re-
hecho que se va á cometer, y no se puede
sulta lo siguiente: si la pena no hace retro-
tener, sin embargo, fuerza para no cometer-
ceder al criminal, es porque los motivos en
lo. L o s locos tienen generalmente idea de
favor son más fuertes que los de contra.
lo q u e hacen; pero los locos (y los cuerdos)^
L a intimidación será inútil; el individuo
no pueden hacer otra cosa q u e l o que hacen.
realizará su acto. E n este caso, según el
Cosa parecida diremos de las imaginacio- doctor, el criminal es irresponsable, puesto
nes del Dr. Dubuisson, distinguido médico q u e es inintimidable. P e r e g r i n a consecuen-
forense. E l h o m b r e — d i c e en resumen este cia- ¡todos los criminales son irresponsa-
galeno —se verá impulsado á cometer tal bles, puesto que no les ha espantado la
crimen, pero como sepa que si lo comete le pena; y sólo son responsables aquellos que
van hacer tales ó cuales cosas, ya andará con no han cometido el delito!
ojo y se conducirá como el loco del c u e n t o
Y no es esto sólo, los locos son perfecta-
cervantino. L o cual en distintos términos
m e n t e intimidables; luego los locos son
es la teoría de la controspinta, de R o m a g -
responsables. L a teoría es admirable.
nosi, y de la intimidazione, de Garofalo. Y
O t r a cosa dice Binet. Para el distinguido
es verdad: la pena es un factor anticrimi-
psicólogo, el fundamento de la responsabi-
noso más ó menos fuerte. Pero, ¿cómo fun-
lidad está en el sentimiento de indignación.
dar en él la responsabilidad? Sería hacer
Si cuando leemos en un periódico el relato
las cosas al revés; porque la responsabilidad
de un «crimen horrible», nos indignamos, imposible fundar toda una ciencia sobre
debe castigarse al delincuente. P e r o si con- concepto tan impreciso y variable.
tinuamos leyendo tranquilamente, debe L o mismo decimos de la identidad: de
perdonársele. N o está mal de ingenio el tal día en día, de hora en hora, de m i n u t o en
sistema; pero nos parece poco serio. Claro minuto cambia la personalidad sin q u e
está que no habla de periódicos M . B i n e t , nosotros mismos nos demos cuenta. E s t o
pero habla de los sentimientos de indigna- es innegable; todo el mundo puede expe-
ción y piedad experimentados al enterarnos rimentarlo. T a r d e mismo para sacar á flote
de un crimen, q u e es lo mismo. su teoría se ve precisado á recurrir á las
más sutiles artes de su ingenio. E s verdad,
Y llegamos á Tarde. Su teoría es la ten-
sí, dice, que la persona cambia; es cierto
tativa «más original» para salvar la res-
que nuestro yo sufre sensibles alteraciones.
ponsabilidad. Y a hemos visto en qué con-
Pero es que en la persona h a y dos elemen-
siste: en la identidad personal y en la
tos, dos importantísimas partes: una fija,
semejanza social. P e r o la primera condición
permanente, inmutable á través de nuestras
nos parece vaga, imprecisa, indeterminada;
evoluciones; otra variable, q u e es como la
y la segunda... nos parece lo mismo. T o d o s
envoltura, como el halo psíquico q u e rodea
los individuos de una nación son semejan-
á este perenne yo. « E l y o es al cerebro lo
tes, cierto; pero son semejantes en aparien-
que el Estado á la nación: el E s t a d o es el
cia. Todos se parecen... por fuera. E x a m i -
personal gobernante, el que manda, el que
némosles d e t e n i d a m e n t e ; estudiemos su
ordena, el que dirige; el depositario de las
modo de vivir, sus inclinaciones, sus gustos,
tradiciones, el tenedor de la fuerza...» P e r o
sus preferencias, sus ideas, sus sentimientos,
esto es un absurdo. ¡Cómo! S e rechaza el
y notaremos entre ellos las más profundas
libre albedrío, se proclama el determinismo
discordancias. ¿Dónde empieza la semejan-
universal, ¿y se admite después una fuerza
za? ¿Dónde empieza la diferencia? ¿Hasta
libre, directora, imperante sobre todas los
dónde son semejantes y hasta qué punto
demás? Admitir en el cerebro la suprema-
son diferentes? Imposible fijar un criterio
cía de un elemento permanente, siempre el
absoluto y constante sobre esta materia;
mismo, es sencillamente volver á las doctri- vas que vienen á dejar bastante desmedra-
nas de los clásicos. da su teoría).
L o contrario dice la experiencia: el y o es E l individuo puede tener conciencia de
distinto á cada momento; cambia con los su propia identidad, dice Tarde... N o ; nada
cambios de las mil circunstancias de nues- más falso. La creencia de la identidad no
tra vida. Y aun admitiendo la identidad implica la identidad. T a m b i é n creemos que
del ilustre filósofo, ¿vamos á hacer respon- somos libres, y no lo somos. Y precisamen-
sable á tal individuo de un acto por él rea- te en e s t a ' c r e e n c i a universal fúndase el
lizado sólo porque es él y no otro el que lo capitalísimo argumento contra el determi-
cometiera? ¿Vamos á hacerle responsable nismo. E l cambio de nuestra personalidad
sin preocuparnos de su estado mental? Y es cosa imperceptible á nuestros ojos; nues-
ocuparnos de su estado mental, ¿no es abrir tras transformaciones á nadie más que á
la puerta á la irresponsabilidad y dirigir á nosotros pueden ser más difícilmente cono-
una de las consecuencias del principio un cidas. Noscete ipsum, decía la famosa letra,
ataque que luego podrá lógicamente ser y por vulgar y repetida no es menos exacta
dirigido al principio mismo entero? A d e - y evidente.
más, ¿cómo apreciar la identidad del indi- ¿Qué diremos de la teoría de la defensa
viduo? ¿ P o r qué medios cerciorarnos de social? Si tal teoría ha de ser terapéutica
ella? ( T a n difícil es esto, diría el expositor social, higiene, tutela, preciso es que aban-
aquí, como cerciorarnos de la certeza del donemos la antigua terminología de pena,
mundo externo, como conocer la existencia crimen, etc., y con la terminología, las cosas
de la materia, como asegurarnos de la rea- mismas de que los vocablos son emblema.
lidad de la realidad; problema desolador, P e r o tanto hay q u e variar en esta teoría,
problema eterno desde q u e el gran Berke- que... casi vendría al suelo toda ella. ¿No es
ley lo planteara. Tarde, como hemos visto, absurdo fundar la responsabilidad en la sola
duda él mismo de su propia creación; y en imputación del hecho? ¡Entonces serán res-
distintos pasajes de su libro, ya citados, ex- ponsables los locos, por ejemplo! (Y serán
pone sus dudas y reservas, dudas y reser- responsables, vuelve á decir el expositor, los
niños, los idiotas, los alcohólicos... ¿Ha de
defenderse la sociedad, y ha de defenderse
eliminando á todo ser peligroso, dañino, in-
útil? Pues no serán sólo los criminales los r v t X
suprimidos, porque no son sólo los crimina-
RESUMEN
les los seres perjudiciales é inútiles. Lógica
consecuencia será la eliminación de los
viejos, de los locos, de los e n f e r m o s incu- Caminamos hacia la abolición de toda
rables, de los idiotas, de esos desdichados pena. Injusta es la pena si se apoya en el
idiotas, monstruos humanos, dice el doctor libre albedrío: arbitraria si se basa en la
Fleury en El alma del criminal, que y o defensa social. L a libertad moral no existe:
he visto en Bicétre, deforme el cráneo, la no puede fundarse en ella la responsabili-
mirada perdida, flácido el c u e r p o , y para dad. L a sociedad es indestructible: no ne-
quienes una muerte dulce y consoladora, cesita defensa. «Podría hablarse, en todo
sería el término de tanta monstruosidad y caso, de defensa del Estado, del orden jurí-
tan inútil vida, si es que eso es vida)... dico constituido», escribe el doctísimo F e r -
P o d e m o s resumir en dos palabras núes-, nando V i d a ; «pero nunca de defensa de la
tras ideas: sociedad, que ni es atacada por el delito, ni
T o d o es determinado en la creación; todo tiene por tanto necesidad de defensa al-
es ocasionado; todo es necesario. E l deter- guna».
n i n i s m o es la imperante ley universal. Positivistas y clásicos trabajan incons-
Realiza el hombre sus actos c o m o el tigre cientemente por un régimen de libertad
q u e desgarra las carnes de su v í c t i m a ; como
absoluta. Destruyen aquéllos el libre albe-
la flor que abre su corola; como la catarata
drío: arrecian éstos contra la defensa so-
q u e se despeña en el abismo. Ni hombre, ni
cial.
tigre, ni flor, ni catarata son responsables
«Basáis la responsabilidad en una qui-
de su manera de obrar... «La irresponsabi-
mera. L a fundáis en la libertad moral, y la
lidad de todos: esa es la verdad científica».
niños, los idiotas, los alcohólicos... ¿Ha de
defenderse la sociedad, y ha de defenderse
eliminando á todo ser peligroso, dañino, in-
útil? Pues no serán sólo los criminales los r v t X
suprimidos, porque no son sólo los crimina-
BESVliEN
les los seres perjudiciales é inútiles. Lógica
consecuencia será la eliminación de los
viejos, de los locos, de los e n f e r m o s incu- Caminamos hacia la abolición de toda
rables, de los idiotas, de esos desdichados pena. Injusta es la pena si se apoya en el
idiotas, monstruos humanos, dice el doctor libre albedrío: arbitraria si se basa en la
Fleury en El alma del criminal, que y o defensa social. L a libertad moral no existe:
he visto en Bicétre, deforme el cráneo, la no puede fundarse en ella la responsabili-
mirada perdida, flácido el c u e r p o , y para dad. L a sociedad es indestructible: no ne-
quienes una muerte dulce y consoladora, cesita defensa. «Podría hablarse, en todo
sería el término de tanta monstruosidad y caso, de defensa del Estado, del orden jurí-
tan inútil vida, si es que eso es vida)... dico constituido», escribe el doctísimo F e r -
P o d e m o s resumir en dos palabras núes-, nando V i d a ; «pero nunca de defensa de la
tras ideas: sociedad, que ni es atacada por el delito, ni
T o d o es determinado en la creación; todo tiene por tanto necesidad de defensa al-
es ocasionado; todo es necesario. E l deter- guna».
minismo es la imperante ley universal. Positivistas y clásicos trabajan incons-
Realiza el hombre sus actos c o m o el tigre cientemente por un régimen de libertad
q u e desgarra las carnes de su v í c t i m a ; como
absoluta. Destruyen aquéllos el libre albe-
la flor que abre su corola; como la catarata
drío: arrecian éstos contra la defensa so-
q u e se despeña en el abismo. Ni hombre, ni
cial.
tigre, ni flor, ni catarata son responsables
«Basáis la responsabilidad en una qui-
de su manera de obrar... «La irresponsabi-
mera. L a fundáis en la libertad moral, y la
lidad de todos: esa es la verdad científica».
libertad moral, no existe», dicen los positi- vas. E l hombre no es una excepción del
vistas. «Nosotros buscamos su razón en la aniquilamiento universal. C o m o se acaba-
salud de la sociedad; en la defensa social». Ton las faunas de otros tiempos, se acabará
«Figura retórica esta de la defensa so- también el hombre, y no quedarán huellas
cial», contestan los clásicos por boca de de su genio, de sus monumentos, de sus ci-
nuestro Vida; «figura retórica que sirve vilizaciones. Apagarase el sol; cesará la tie-
para justificar los abusos y arbitrariedades rra de ser morada propia del hombre, y pe-
que sugieren las pasiones humanas, velados recerá lentamente la raza entera.
con la máscara del bien público». ...Y entonces, desierta la Tierra, rodando
A s í entre unos y otros van preparando desolada y estéril, entre profundas tinieblas,
el camino á la revolución futura. Desapa- por el espacio inmenso, ¿para qué habrán
reció el autoritario mundo romano: des- servido nuestros afanes, nuestras luchas,
aparecerá esta sociedad en que vivimos. L a nuestros entusiasmos, nuestros odios?
justicia será entre los hombres. L a tierra
que habitamos llegará á ser la Arcadia fe-
liz de los poetas,

Que donde quiera todo será hallado


sin reja, sin esteva y podadera,
sin que ande al yugo el toro al cuello atado. FIN

Y la Arcadia feliz pasará como pasaron


las viejas sociedades-
Nada es eterno: todo es mudable. Surgen
á cada momento en el espacio mundos nue-
vos y acábanse los que cumplieron y a su
hora. L a materia sigue sin cesar su evolu-
ción al infinito, cambiando, transformándo-
se, muriendo para renacer en formas nue-

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