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Hijo de un comerciante en cobre que murió cuando Nicolás tenía diez ¡años, Copérnico fue
adoptado por su tío Lucas Waczenrode, quien se aseguró de que el tímido chico y su disoluto
hermano mayor hicieran estudios. Copérnico (su nombre original era Niklas Koppernigk y él lo
latinizo, como estaba de moda) estudió matemáticas y arte en la Universidad de Cracovia,
astronomía en Bolonia, medicina en la Universidad de Padua (unos estudios de tres cursos) y
derecho canónico en Ferrara.
En la época en que acabó los estudios, en 1506, su tío —un hombre con fama de no reírse nunca—
era obispo de Ermeland, una región políticamente volátil de la Prusia oriental.
Copérnico, que ya había sido nombrado canónico de la Iglesia católica, pasó a ser el ayudante
al tiempo que médico personal de su tío. Se dedicó a la reforma de la moneda y se esforzó en
mantener Ermeland independiente de sus poderosos vecinos, Polonia y los caballeros de la
Orden Teutónica, pero tuvo pocos amigos y no se casó. Más tarde se supo que tenía una
relación sentimental con su ama de llaves, Anna; las autoridades eclesiásticas le pidieron que
le pusiera fin y él obedeció. Pero si su vida personal y pública estuvo dedicada a mantener el
orden social, su vida intelectual estuvo orientada a derrumbarlo.
Al inicio de su carrera como canónigo pasó muchas horas pensando en el sistema geocéntrico
de Ptolomeo, que le parecía inadecuado porque precisaba de complicadas explicaciones para
dar cuenta de fenómenos ordinarios como el movimiento retrógrado o la constante proximidad
de Mercurio y Venus al Sol. Se le ocurrió a Copérnico que si la Tierra fuera en realidad el centro
del sistema ningún planeta debería hacer retrocesos. Del mismo modo, si Venus y Mercurio
giraban alrededor de la Tierra, deberían situarse a veces lejos del Sol, lo cual nunca ocurría.
Por otra parte, si se utiliza el sistema cuyo centro es el Sol que propuso Aristarco de
Nacido en Alemania en 1571, tuvo una juventud miserable. Su padre, Heinrich, a quien Johannes describe
en un revelador horóscopo familiar como «vicioso, inflexible, pendenciero y destinado a acabar mal»,
ejerció de mercader y de tabernero, estuvo a punto de ser ahorcado en 1577 (por razones que
desconocemos nosotros) y desertó de su familia para siempre en 1588.
La madre de Kepler, herbolaria, era «murmuradora y pendenciera, y de mal carácter». Durante
los años de su crecimiento, Johannes padeció malas digestiones, forúnculos, miopía, doble
visión, manos deformadas (como consecuencia de unas casi fatales viruelas) y un extravagante
surtido de enfermedades de la piel, entre ellas sarna y «heridas podridas crónicas en los pies .
. .». La Nochevieja de sus veintiún años tuvo relaciones sexuales «con la mayor dificultad
concebible, experimentando un agudísimo dolor en la vejiga».
Probablemente resultará redundante añadir que estaba mal visto entre sus compañeros de
clase. Tampoco era su autoestima exactamente muy alta. En una vivaz narración escrita en
tercera persona, se describió a sí mismo con «una naturaleza en toaos los sentidos muy perruna
. . .». Por suerte, también era brillante.
Como profesor era efusivo y quizás entusiasta en exceso. (Sus largas cartas ponen de relieve
las mismas cualidades.) Sus disertaciones, escribió, eran «cansinas, o por lo menos
desconcertantes y no muy comprensibles». El 9 de julio de 1595, precisamente durante una
disertación, experimento lo que él —y no sólo él— consideraría la mayor intuición de su vida.
Mientras estaba dibujando en la pizarra, sopesaba el hecho de que aunque hubiese cinco
sólidos platónicos (cuerpos que, como el cubo, tienen iguales todas las caras), hay seis
planetas. Era indudable que debía haber el mismo número de planetas que de sólidos
platónicos. Entonces, en un instante exultante, comprendió. Los planetas, se dio cuenta,
orbitaban en los intersticios de los sólidos platónicos, que se alojaban unos dentro de otros como
un gran juguete cósmico. Describió esta revelación como sigue: