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Reflexión obra “Clase”.

Matías González

Guillermo Calderón propone en su obra una realidad oscura y compleja, como es


la educación chilena actual, analizada desde el contexto de la revolución pingüina
del año 2006. En ella se abordan diversos puntos que fueron olvidados en esta
revolución, pero cada vez más abordados en las posteriores, por ejemplo: la
sobreexplotación al trabajo docente, la educación como medio de adaptación al
sistema imperante, la diferencia al acceso y a la calidad según estrato económico,
etc… Pero me detendré en un punto mencionado fugazmente en la obra, y es la
falta de ideologización del movimiento en el año 2006, y en cómo esto ha
evolucionado con el paso del tiempo.
Tal como se explica en la obra, y como en el foro comenta Calderón, la revolución
pingüina fue una revolución fracasada, tanto como por las pocas ganadas en el
terreno de la reforma, como en la base filosófico-política que esta tenía. La clara
tendencia gremialista del movimiento dejaba en evidencia el deseo de los
estudiantes por tener un mejor y libre acceso al capitalismo, a subir de estrato
social, entonces mi pregunta es si este norte puede ser llamado realmente
revolucionario ¿No fue, acaso una revolución fallida desde su inicio, desde su
norte o su justificación?
El profesor representa la figura del fracaso, de la vida alienada y marginada de los
profesores en la actualidad, siente un fuerte dolor al darse cuenta de que su labor
en la sociedad es la de adoctrinar en vez de educar, comprende el daño que hace,
comprende su situación precaria, e intenta permear estas reflexiones y dolores a
su estudiante, quién lo escucha como a un guía espiritual. Pero entre todos sus
delirios se pueden encontrar críticas con total lucidez, de hecho, es él quién
analiza fríamente a esa “revolución” tan alabada por los medios. Es él quien
comprende la falta de ideologización de las generaciones contemporáneas, y las
tilda de reformistas, de ilusos.
La crítica a la educación de los pingüinos en tal periodo era, todavía, prematura.
Solo se intentaba una apertura en la materia económica, un acceso igualitario a
ella, pero aún no se criticaba el trasfondo, los valores, los vicios ni la moral
educacional. Esto se contrapone en cierto modo al movimiento del 2011, el cual
comienza a estudiar un poco más allá la estructura educacional, estableciendo la
democratización de espacios, la horizontalidad, y la igualdad como los nuevos
puntos de lucha.
Esto no quiere decir que la obra esté descontextualizada, ya que también hace
referencia a la sensación de fracaso político, que ahora más que nunca se
evidencia en los jóvenes, quienes luego de dos grandes movimientos, aun no
logran avances concretos en la lucha. Lo contradictorio es que la crítica no se ha
estancado, sino todo lo contrario, se ha profundiza cada vez más en las
necesidades de un cambio en la educación, no tan solo para formar ciudadanos
íntegros, sino también como tácticas revolucionarias de diversas ideologías, desde
grupos comunistas hasta anarquistas plataformistas- o reformistas-. Esta
contradicción también sirve para mantener la obra vigente, ya que si bien los
jóvenes están más ideologizados e instruidos, a la vez sienten fracaso ante sus
pasadas “revoluciones”.
La obra es como un golpe en la cara al optimismo político de los grupos menos
“extremistas”, sirve como un remezón para dejar de pensar la educación como
algo que hay que mejorar, y comenzar a reestructurar, a cambiar.

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