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DOSSIER TEMÁTICO: CONFIGURACIONES DE LA INVESTIGACIÓN

EDUCACIONAL EN BRASIL

TEORÍAS POS-CRÍTICAS, POLITICA Y CURRICULUM

Alice Casimiro Lopes


El texto se centra en las diferencias entre los registros pos-estructurales, pos-coloniales
pos–modernos, pos-fundacionales y pos-marxistas, usualmente englobados bajo el
mismo rótulo de estudios pos–críticos del currículum. A modo de problematizar el
impacto de esas teorías en el campo del currículum, se desarrolla sobre la base de la
teoría del discurso (pos-estructural y pos-fundacional) una contra argumentación de
las frecuentes posiciones que consideran la existencia de una despolitización en la
contemporaneidad postmoderna.

Palabras clave: currículum, política, teoría del discurso, teorías pos-críticas

Introducción

Aún cuando las teorías pos-críticas en el campo curricular ya circularan en lengua


portuguesa desde los años 1990, recién en el 2000, se tornaron claramente dominantes,
formando parte en las referencias inclusive de aquellos que no acuerdan con sus
presupuestos, más son llevados a debatir teóricamente sobre sus efectos. En el caso de
Brasil después de una apropiación inicial de Foucault y de los estudios culturales en los
años 1990, desarrollada principalmente por influencia de las traducciones que Tomaz
Tadeu Da Silva realizó de los estudios foucaultianos (1994–1998) de autores vinculados
a los estudios culturales de corte pos crítico (Silva, 1995, 1999; Hall, 19971) e incluso
los estudios problematizadores de los aportes post-Modernos (Silva, 1993), tenemos una
larga apropiación de estudios post-estructurales y pos-coloniales referenciados directa o
indirectamente en Bhabha, Deleuze, Derrida, Laclau, Mouffe, Stuart Hall, así como
lecturas pos-estructurales de autores marcados por rasgos estructuralistas, tales como


Texto publicado en el dossier de La Revista Educación, sociedad y culturas, N°39, 2013, pp. 7-23

Texto traducido por la Prof. Lucia Tosolini

Programa de Pós-Graduação em Educação, Universidade do Estado do Rio de Janeiro (Rio de
Janeiro/Brasil).
1
Esta tradução foi realizada em parceria com Guacira Lopes Louro

1
Michel de Certeau e Boaventura de Sousa Santos. Hoy en día, en el Grupo de Trabajo
(GT) Currículo da ANPEd (Associação Nacional de Pós-graduação e Pesquisa em
Educação) que reúne a los principales líderes del campo en Brasil, es posible hablar de
una hegemonía de los estudios de corte pos crítico, con preponderancia de trabajos
focalizados en teoría del discurso de Laclau y Mouffe (Carvalho, 2011). Si fueran
investigadas las tesis y disertaciones, o incluso los artículos, tal vez esta conclusión
sería diferente, similar a las identificadas en el período de 1996 a 2006 (Lopes, Macedo,
& Paiva, 2006), con mayor referencia al pensamiento crítico. Se puede suponer, sin
embargo, que cada vez más este pensamiento es interpelado por las reflexiones post-
críticas, negocia su espacio político-académico con tales reflexiones a veces generando
híbridos teóricos (Macedo & Lopes, 2003).
Tal vez esto se deba a la profundización de las características posmodernas en los
tiempos en que vivimos. Un tiempo del fin de las utopías y certezas, de
desmoronamiento de la idea de verdad centrada en la prueba empírica, la objetividad, la
naturaleza o en la evidencia matemática. Un tiempo de explosión de las demandas
particulares y las luchas de las diferencias, de aceleración de los intercambios culturales
y de los flujos globales, de compresión espacio temporal. Estamos aquí y al mismo
tiempo estamos en otro lugar y otros lugares y tiempos están en nosotros. Haciendo que
relativicemos la idea del pasado y del futuro, ya que narramos nuestra vida teniendo en
vista un pasado que inventamos y un futuro que proyectamos, pasado y futuro que no
son los mismos en los diferentes lugares. Antiguos proyectos de una sociedad sin poder,
sin clases, sin conflictos, reconciliada consigo misma, son abandonados y nuevos
proyectos utópicos no parecen ser construidos como sustitutos. Ya sea porque la
concepción de un ser humano centrado, consciente de sus derechos y capaz de
reivindicar y luchar por esos proyectos es deconstruida desde Freud y su Teoría del
Inconsciente o de Lacan profundizando la interpretación de ese inconsciente como un
lenguaje, admitimos más fácilmente que somos limitados. Somos construcciones
fallidas, no controlamos plenamente los sentidos de lo que decimos y mucho menos
sabemos lo que somos, pues lo que somos depende del otro, del contexto. Ni yo, ni el
otro, ni el contexto son identidades a priori. El sujeto -entendido como subjetivación- es
un proyecto inconcluso, un significante circulando dependiente de una significación
siempre postergada. Seres hablantes, escindidos y precarios. Ni la ciencia, ni Dios, ni un
partido, ni la dialéctica, ni las formalidades matemáticas, ni las reglas administrativas,
sirven más – si es que algún día sirvieron- como puerto seguro para constituirnos como

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sujetos, para balizar nuestros proyectos y para la resolución de los conflictos en torno de
las diferentes opciones de lectura del mundo.
A veces, como ya comenté en otro texto (Lopes, 2010), este paisaje nos lleva a una
postura nostálgica. El pasado más reciente o más lejano, tiende a congelarse en un
conjunto de características identitarias según el aspecto a destacar o valorado. Con eso a
menudo es oscurecido su movimiento, sus ambigüedades y contradicciones, e incluso su
inclusión en el presente y en nuestra imaginación del futuro. Cuando prevalece la
postura nostálgica, las características positivas de ese pasado son resaltadas llevando, al
extremo, que se tenga nostalgia de un pasado no vivido, como fuera tan bien retratado
en el film Media noche en París de Woody Allen. Para los que defienden esa posición
nostálgica, ese pasado situado como moderno es, desde el de punto de vista político, el
tiempo de las utopías por las que luchábamos -sociedad justa e igualitaria, perspectivas
emancipadoras vinculadas al conocimiento. Tiempo de luchas que nos unificaban- a
pesar de las diferencias locales y los conflictos particulares- en un proyecto de sociedad
entendida como supuestamente la misma. Sabíamos lo que enseñar, o más
modestamente sabíamos lo que no enseñar, incluso cuando no conseguíamos
condiciones objetivas para que esa enseñanza fuera garantizada a todos y todas.
Creíamos en los contenidos básicos del currículum como saberes que podrían garantizar
el proyecto de sociedad con la cual soñábamos. Esos contenidos eran concebidos como
el centro del currículum -su núcleo- y trabajábamos por la formación de sujetos -los
ciudadanos emancipados y críticos o los intelectuales orgánicos gramscianos- capaces
de actuar por los cambios sociales entendidos como del interés de la mayoría del
pueblo, de un país así como de la humanidad, y como garantes del proyecto social
pretendido.
En ese caso, como ya exploré anteriormente (ibídem) el pasado es tratado tal como si
fuese la producción del “Film Nostalgia” para usar una expresión de Jameson (1997): el
tiempo histórico es congelado y presentado más allá del tiempo histórico real.
Simultáneamente, ese pasado es producido con el fin de proyectar vivencias y
cuestiones del presente, siendo así presentificado. En función de ese pasado
presentificado, el presente es interpretado como una pérdida de lo que uno se imagina,
nostálgicamente, existió en la historia. Después de todo, paso a existir en nuestra
reconstrucción del pasado produciendo efectos en función de esa reconstrucción.

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Ese escenario, usualmente llamado pos-moderno, pero también es denominado
modernidad líquida, fluida, inestable, tardía, conduce a la construcción de otras formas
de comprender lo social. En el campo del currículum, la expresión teorías pos críticas,
es utilizada para referirse a las teorías que cuestionan los presupuestos de las teorías
críticas, marcadas por las influencias del marxismo de la escuela de Frankfurt y en
alguna medida de la fenomenología, discusiones en que se destacan las conexiones entre
currículo, poder e ideología. Desde esta perspectiva, a veces se establece una línea de
tiempo en la historia del pensamiento curricular, como si el currículum hubiese
evolucionado de las teorías tradicionales hacia las teorías críticas de enfoque moderno y
estructuralista y luego seguir adelante hacia las teorías pos críticas. En cursos de grado,
es muy común la construcción de este gradualismo lineal en la historia del currículum,
incluso cuando afirmamos oponernos a él.
No puedo afirmar que siempre consiga liberarme de esa idea, tal es su fuerza en mi
propia formación. Como discute Laclau (2004) cuestionando a Zizek, el gradualismo es
la primera de las utopías, pues implica la creencia en un centro administrativo neutro
capaz de resolver las cuestiones sociales de manera no política. Al apostarnos en el
gradualismo, nos consideramos participando de una etapa social que obligatoriamente
va a evolucionar hacia un momento más avanzado en relación a la etapa que vivimos,
asumimos que estamos en un movimiento progresivo con un núcleo racional capaz de
conferir una certeza tranquilizadora para nuestras metas. Es algo que parece garantizar
un fundamento a nuestras opciones políticas.
Intentando alejarme del gradualismo, de la idea de progreso lineal trato de trabajar con
el hibridismo entre y dentro de las corrientes teóricas. Ese hibridismo me lleva a tratar
de entender los rasgos siempre derridianamente hablando del pasado en el presente. Tal
movimiento también se asocia a la propia deconstrucción de los límites espacio
temporales.
Aún así defiendo la importancia de comprender a qué nos referimos cuando utilizamos
la expresión teorías pos críticas. Se trata de una expresión vaga e imprecisa que intenta
dar cuenta de un conjunto de teorías que problematizan este escenario pos moderno:
escenario de fluidas, irregulares y subjetivos paisajes, sean ellos étnicos, mediáticos,
tecnológicos, financieros o ideológicos (Appadurai, 2001). Ese conjunto de teorías
incluye los estudios pos-estructurales, pos-coloniales, pos-modernos, pos-fundacionales
y pos-marxistas.

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Cuando digo que se trata de una expresión vaga e imprecisa no quiero dar la impresión
de que esta es una expresión errada o equivocada. En la contemporaneidad, ser vago e
impreciso tiene utilidad. Tal vez una de las principales marcas de los propios estudios
pos críticos sea la de admitir la convivencia con la imprecisión y la ambigüedad. La
claridad, tal como la certeza, pueden ser mitificadoras, pueden remitir al esencialismo
en su significado. Me parece importante considerar que un sentido supuesto como literal
depende del contexto en el cual circula, en lo que se interpreta como una articulación
entre lo que se supone como denotación y connotación (Bowman, 2007), produciendo
también de esa manera el propio contexto. Esto deja en claro que se puede asociar a una
idea unívoca y, aún más discutible, al sentido indiscutible de la autoridad, haciendo caso
omiso de los juegos de lenguaje inevitables como el pensamiento de Wittgenstein.
Teniendo en cuenta estas impresiones generales, me centro en dos puntos en este
artículo que considero importante para los estudios curriculares. El primero pretende
defender que los términos post-estructural, pos colonial, postmoderno, post-fundacional
post-marxistas, aunque conectados se refieren a estudios distintos, con preguntas y
problemáticas propias para las ciencias humanas y sociales dentro de ellas la educación
y el currículum. A tal fin, desarrollo algunas de mis impresiones, focalizando
ampliamente el entendimiento del post estructuralismo en la medida en que los demás
registros son pensados a partir de su relación con algo que se conecta intrínsecamente
con la crítica al pensamiento estructural, tanto en sentido estricto como amplio.2
Tales estudios tienden a ser incluidos en el mismo “rótulo” de pos crítico en virtud del
prefijo “pos” -frecuentemente asociado a la idea de etapa posterior- tiene un sentido
ampliado para la idea de reconfiguración. O como Laclau y Mouffe (1985) señalan de
un modo que me parece muy procedente, el prefijo “pos” se refiere al abandono de los
axiomas esencialistas. Ser “pos” algún movimiento o escuela de pensamiento3
(estructuralismo, colonialismo, modernismo, fundacionalismo, marxismo) implica
problematizar ese mismo movimiento o escuela de pensamiento, cuestionar sus bases,
sus condiciones de posibilidad y de imposibilidad. No es un avance linear, no es una
evolución, no es una superación asumir que los trazos del movimiento o de la escuela de

2
Hago referencia al estructuralismo francés de Lévi-Strauss, Althusser y Barthes, cuando me refiero al estructuralismo en sentido
estricto. El término estructuralismo, también es frecuentemente utilizado en sentido amplio, refiriéndose a todos los enfoques que,
incluso si no tuvieran la lingüística como ciencia central de referencia, se tienen la idea de una estructura – cognitiva, económica,
social - como determinante para producción de conocimiento.

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Esa expresión es ciertamente problemática, puesto que cada uno de esos movimientos que defino como escuelas de pensamiento
también son múltiples, marcados por registros teóricos diferentes y, a veces, contradictorios e incluso antagónicos. Pero quizás por
mi propia dificultad en nombrarlos, permanece el término en este texto.

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pensamiento cuestionadas se suprimen. Esa reconfiguración puede ser correlacionada a
la propia deconstrucción de los principios que sustentan determinado movimiento o
escuela de pensamiento. La perspectiva deconstructiva por referencia a Derrida (cit. En
Bowman, 2007) trata de hacer claro la alteridad, la imposibilidad e incluso las lagunas y
las insuficiencias de toda supuesta positividad, todas las tentativas de clausura de su
significado.
Teniendo en cuenta esta comprensión del prefijo “pos”, no tengo la pretensión de
analizar exhaustivamente cada uno de esos movimientos, entender los matices de sus
construcciones, las diferentes demandas que se articulan para construirlos
discursivamente. Otros ya emprendieron esta tarea con mucho más propiedad que la que
yo puedo hacer.4 De forma más modesta, deseo presentar claves de lectura que marcan
las diferencias entre esos movimientos. Ni habría intentado tal tarea si no hubiera sido
movilizada por otros para la misma5, al final fui persuadida de que esta síntesis puede
resultar productiva en los estudios del curriculum.
En ese sentido, también cabe destacar que las opciones aquí realizadas son impregnadas
por las contingencias asociadas a las diferentes maneras en que los estudios pos críticos
se incorporaron en el campo del currículum y, particularmente, a las diferentes formas
en que desarrollé los estudios sobre el tema en mi trayectoria de investigación. Si los
mismos intentos de síntesis fueran hechos desde otros campos de estudio y otras
trayectorias ciertamente otras cuestiones y nociones serían privilegiadas.
Cabe señalar también que mientras exploro diferencias entres esos movimientos, quiero
destacar un punto común entre los movimientos contrarios a las teorías pos críticas en el
Curriculum: el hecho de que se considera que sea capaz de despolitizar los discursos
curriculares. Dada la ausencia de certezas y proyectos, la propia época en que vivimos
tiende a ser considerada despolitizada y la incorporación de discusiones culturales y
filosóficas en el campo del currículum es identificada como un síntoma de ese proceso.
Por lo tanto, en un segundo momento de este artículo, me propongo cuestionar tal
interpretación. Sostengo que, por el contrario, podemos inclusive apostar a una

4
Algunos de ellos ya se encuentran en las referencias de este texto. Otros no son citados, mas componen un cuerpo de referencias
importantes en mi trayectoria de estudio e investigación. Destaco como especialmente relevantes: Hall (2003), Harvey (1993)
Giroux (1999) y Peters (2000).

5
Este texto corresponde a la conferencia: Teorías pos críticas: Cuestiones y problemáticas para el campo educacional y para el
Curriculum, desarrollada en la Universidade do Porto, noviembre 2012, por invitación de la Prof. Doctora Carlinda Leite, a quien
agradezco la invitación y la propuesta temática que me fuera hecha.

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hiperpolitización en las actuales discusiones curriculares. Esta intención mía de hacer un
cierre también tiene la intención de ratificar mi elección por la teoría del discurso, de
registro post- fundacional y post- estructural.

Los diferentes “pos” en las teorías pos críticas.


El pos estructuralismo se constituye a partir de un debate significativo con el
estructuralismo, “nace” de la primacía que el estructuralismo da a la lingüística. Aunque
cuestione las concepciones estructuradas del lenguaje. No es casualidad que autores
inicialmente vinculados al estructuralismo, tales como Foucault y Lacan, van
construyendo teorías que acaban por cuestionar las propias bases del estructuralismo.
Hay también muchas aproximaciones entre el estructuralismo y el pos estructuralismo.
Ambos modos de pensamiento cuestionan el privilegio otorgado a la conciencia humana
y a su posibilidad de autonomía y de autoconocimiento, valorizan al lenguaje como
constituyente de lo social y consideran la cultura en términos simbólicos y lingüísticos.
Los sistemas simbólicos – ciudad, escuela, gobierno, entre otros- son comprendidos
como sistemas de códigos. Comparten una postura anti realista y anti positivista, en la
medida que entienden toda realidad como mediada por el lenguaje. Igualmente expresan
interés por la investigación de las formas de gobierno, de nuestros comportamientos y
de la formación de identidades.
Dada la primacía del lenguaje en esos movimientos, las cuestiones que relacionan
lingüística, identidad y diferencias son centrales. Así como en el estructuralismo,
particularmente la vertiente francesa tiene vínculos con la lingüística saussuriana y la
arbitrariedad de las relaciones entre significante y significado, el post estructuralismo se
organiza en torno de la crítica a Saussure por la defensa de la fluctuación de sentidos del
significante y la desestructuración de la unidad del signo. Lacan lanza un importante
cuestionamiento a Saussure al retirar cualquier relación entre significante y significado:
él quiebra la unidad del signo; invierte la relación saussuriana entre significante y
significado, dando primacía al significante; argumenta que el significante resiste
significación. Más radicalmente aún, la teorización sobre el inconsciente, argumenta
que el significado de lo que hablamos es siempre posterior al acto de habla, ya que
depende de la relación con el otro entendida como lenguaje, preexistente a nosotros
mismos. Somos nombrados antes del nacimiento (Fink, 1998).
La noción de suplemento de Derrida sin duda contribuye a la desestructuración de la
estructura del signo, una vez que la introducción de un suplemento en el significado

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produce alteridad y desafía la norma instituida: produce un nuevo conocimiento, que es
más de lo mismo, diferentemente (Bowman, 2007). Todo conocimiento es entonces
interpretado como un discurso y conectado al poder. Son examinados no sólo las
determinaciones y las creaciones de lo que es considerado conocimiento, más aun cómo
son producidas y cómo son reguladas tales creaciones, lo que producen y lo que regulan,
cuáles son sus efectos (Miller, 2010a).
El pos estructuralismo, todavía, no se constituye como un movimiento o un conjunto de
doctrinas comunes. Autores como Peters y Burbules (2004) defienden que ese rótulo
inicialmente fue utilizado por la comunidad académica norteamericana para referirse a
las discusiones filosóficas que intentaban presentar cuestionamientos a autores como
Althusser, Barthes, Lacan, Lévi-Straus. Autores muy distintos pueden ser asociados a
esos cuestionamientos teniendo apenas en común la crítica al cientificismo de las
ciencias humanas con base en la lingüística, la pretensión del estructuralismo de
construir fundamentos epistemológicos e identificar estructuras universales comunes a
todas las culturas y la mente humana en general. También tienen en común la búsqueda
por recalcar la pluralidad de juegos de lenguaje que tornan provisorio el proceso de
significación, sin cierre final, siempre susceptibles de producir nuevos sentidos
(Torfing, 1999) Con eso, las posibles estructuraciones pasan a ser comprendidas como
descentradas y desestructuradas. La idea de estructura es sustituida por la idea de
discurso: no hay estructuras fijas que cierren de forma definitiva la significación, apenas
estructuración y reestructuración discursiva. Es destacada la contingencia y se
cuestionan las nociones de trascendencia y de universalidad.
Uno de los más significativos cuestionamientos a la estructura viene de Derrida, por
medio de la argumentación que toda estructura reposa sobre un centro fundante que
garantiza su estructuralidad, orienta la estructura pero siempre hace referencia a una
presencia, a un fundamento que no puede ser explicado en el interior de la propia
estructura. La estructura exige una relación con el exterior que la constituye. El
propósito de Derrida es mostrar la estructuralidad de la estructura, su exceso, lo que
perturba la indecidibilidad asociada que se pretende unívoca e identitariamente
armónica. (Wolfreys, 2009)
La crítica de Derrida al estructuralismo es decisivamente asociada a su cuestionamiento
de la estructura saussuriana del lenguaje como un sistema estático de reglas, en defensa
de la contingencia y temporalidad de esas reglas (Miller, 2010a) No hay sentidos
originales, sí representaciones en las cuales los sentidos son complementados. Si

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precisamos complementar, si trabajamos con representaciones, es porque estamos
siempre tratando de llenar un vacío en la significación. Para Derrida (2001), la escritura
es el suplemento del pensamiento, lo representa en su ausencia, la misma ausencia del
sujeto que habla. El pensamiento, por lo tanto necesita de la escritura para ser una
presencia plena. Al mismo tiempo en que sustituye al pensamiento, la escritura es capaz
de introducir otros sentidos, porque los significantes permanecen siendo capaces de
fluctuar y de insertarse en otras formaciones discursivas. La noción derridiana de
différance pretende expresar el efecto adicional de la escritura -añadir algo y sustituir el
habla simultáneamente. Al escribir différance, por intermedio de la letra “a”, añadimos
algo que no se percibe por la misma pronunciación presentada por el habla.
(Nascimento, 2004; Strather, 2002).
Simultáneamente, el sujeto, categoría ya colocada en crisis en el estructuralismo por la
crítica al existencialismo y el humanismo, es cuestionado todavía más centralmente por
el pos estructuralismo. En el estructuralismo, como discuten Peters e Burbules (2004)
basándose en Foucault, hay una primacía de la estructura como forma de cuestionar la
primacía del sujeto. Al «pienso luego soy » cartesiano se contrapone el “pienso donde
no soy, soy donde no pienso» lacaniano. Con el posestructuralismo, se busca cuestionar
tanto la estructura como al sujeto, con base en un cierto anti-humanismo heideggeriano.
Como destaca Duque-Estrada (2005), sin embargo, no se trata de una eliminación del
sujeto – como la expresión muerte del sujeto mencionada por algunos autores pos
estructurales pueden llevar a concluir. La desconstrucción del sujeto (su muerte) es
antes de su descentramiento, el cuestionamiento de su carácter de origen o fundamento,
tal como también se opera al cuestionar la estructura. El sujeto existe como efecto del
significante, como resultado de opciones capaces de cerrar provisoriamente la
significación. Como resultado de un acto de decisión, añade Laclau (1998), habitada
por lo indecible, agrega Derrida (1998).
De forma asociada al pos estructuralismo, se organizan las teorías pos coloniales. El pos
colonialismo cuando se trata de análisis, especialmente de textos literarios, de los
efectos políticos del colonialismo en los países colonizados, bajo fuerte influencia del
pensamiento derridiano, cuestiona las nociones jerarquizadas y verticales entre
colonizador/colonizado en las ciencias humanas y sociales. Cuestiona también la idea de
que la cultura de los países colonizados es apenas un efecto de la opresión colonizadora
y opera con la categoría de hibridismo como la posibilidad de introducir complementos
en los diferentes mecanismos de traducción, que hacen que toda colonización sea

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obligatoriamente una negociación con el Otro. El colonizador al dominar al colonizado
necesita admitir la posibilidad de negociación de sentidos: no puedo colonizar a quien
destruyo completamente. Hay siempre relaciones de alteridad mediadas por el poder que
constituyen las negociaciones catalizadoras de las construcciones identitarias de
colonizador y colonizado. Aunque estas negociaciones no son capaces de instituir, por sí
mismas, la democracia o eliminar el poder, tampoco son pura saturación cultural del
colonizado.
Las ideas de centro y márgenes, de superioridad cultural, disciplinariedad y
nación, el eurocentrismo y los registros orientales en occidente son cuestionados, de
forma asociada a las cuestiones de género, raza, clase, sexualidad y lenguaje. Tales
cuestiones son discutidas en términos de imperio e imperialismo, cultura popular y
diáspora, identidad/identificación, representación y multiculturalismo (Asher, 2010).
Nociones como estereotipo, metáforas y metonimias e imaginarios, orientalismo y
sujetos se construyen. Cameron McCarthy, Edward Said y Homi Bhabha se pueden
enumerar entre los autores poscoloniales más citados en el campo del currículo en
lengua portuguesa.
Dada esta amplitud del post-estructuralismo, con el tiempo considerado como la
incorporación de todos los debates poscoloniales, y dada su crítica tanto al
estructuralismo como al empirismo-positivismo, muchas veces este movimiento es
concebido como sinónimo de la posmodernidad. Sin embargo, aunque sea
temporalmente podemos asociar los dos movimientos, ellos refieren a sentidos
distintos.
La posmodernidad puede ser caracterizada por el fin del optimismo en relación al ser
humano antes de la barbarie en el siglo XX - dos guerras mundiales, el Holocausto, la
bomba atómica, los genocidios de todo tipo. Con eso, toma forma un movimiento que
pasa a sospechar del proyecto de la Ilustración: los mismos principios que se veían
capaces de garantizar la emancipación humana llegan a ser considerados como un
sistema universal de opresión en nombre de la liberación humana. Marguerite Duras
(1986) analiza brillantemente el horror ante la barbarie del Holocausto, tanto por su
violencia cuanto por el dolor de que aconteció en Alemania, Europa, cuna de una
cultura valorada: "pertenecemos a Europa, está sucediendo aquí en Europa, es aquí que
estamos presos juntos, antes que el resto del mundo (p 55).
En los términos de Lyotard (2000), la condición pos moderna designa el estado
de la cultura después de las transformaciones que afectaran a las reglas de juego de la

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ciencia, de la literatura y de las artes de finales del siglo XIX. Temporalmente, el inicio
de la post-modernidad tiende a ser situado en la década de 1950, con una consolidación
entre los años 1968 y 1972, cuando la expresión se cristalizó (el libro de Lyotard en
francés, La condición pos moderna, es de 1979) Entretanto, como Miller (2010)
considera con razón una primera forma de destacar lo que podría llamarse un "giro
posmoderno" no es cronológico, sino una ruptura con la lógica y la conciencia
modernas. Como características generales de la posmodernidad, podemos presentar la
incredulidad hacia los metarrelatos de legitimación de la ciencia y la acción humana,
con sus pretensiones atemporales, ahistórica, totalizantes y universalizantes: dialéctica
de la emancipación del espíritu (Hegel) del sujeto racional o trabajador. También son
colocados en crisis conceptos como razón, y por tanto, verdad y totalidad, así como los
conceptos de sujeto, progreso, el espacio y el tiempo lineal. El único consenso entre los
posmodernos es que no hay posibilidad de consenso, no hay autoridad final, no hay una
narrativa total y capaz de explicar el mundo social. No existe la posibilidad de un lugar
objetivo desde donde se puede hablar y nombrar el mundo fuera de la historia, el
lenguaje, las construcciones discursivas de las identidades y experiencias (ibíd.). Parece
no haber más principios que puedan actuar como criterios de valor universal
trascendentales para cualquier cosa. Las distinciones entre culturas, tiempos y espacios
son desafiadas: las jerarquías del mundo son consideradas como producidas por los
discursos que dan forma a la manera en que interpretamos (ibídem). Por el contrario
lidiamos con una nebulosa dispersa de elementos narrativos heterogéneos, siempre en el
campo de la disidencia. El pos modernismo privilegia la heterogeneidad y la diferencia
como fuerzas liberadoras del discurso cultural. Valoriza la indeterminación, la
fragmentación, lo efímero, lo discontinuo, lo caótico, sin pretender definir en ningún
momento lo que es eterno, universal e inmutable en esa dispersión. En ese sentido el pos
modernismo es una reacción al modernismo, un alejamiento de él, no es una sucesión
lineal a la modernidad.
El pos fundacionalismo, a su vez, puede ser entendido como una reacción a la pura
dispersión de la pos modernidad, a la fragmentación, al puro diferir, en otras palabras, el
carácter anti fundacionalista del pos modernismo. El pos fundacionalismo concuerda
con la imposibilidad de términos de fundamentos fijos, cuestiona el objetivismo,
valoriza la heterogeneidad, el indeterminismo y el anti esencialismo tanto como el pos
estructuralismo. Se constituye como una profunda crítica a los fundamentos, a las
teorías que asumen que la sociedad y la política están basadas en principios inmunes a

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la revisión, localizados fuera de la propia sociedad y de la política. El pos
fundacionalismo, sin embargo no rechaza los fundamentos ni apuesta en la dispersión
de las diferencias y de los contextos aislados. Concibe la necesidad de trabajo con
fundamentos contingentes, pero presupone algún lugar de fijación temporal/provisorio
de los fundamentos inestables. La contingencia, más que referirse a las identidades y a
los eventos que no son imposibles, pero también son necesarios se refiere al acto de que
una identidad o evento sólo es posible si no está lleno, o sea, la contingencia es
obligatoriamente necesaria (Marchart, 2007). El ser de una entidad, afirma Laclau
(2008), depende de condiciones que no son el resultado de ese propio ser. La plenitud
de una identidad es necesariamente imposible. Contrariamente a lo que se pensaba en el
pasado, una identidad -sociedad, estado, sujeto, cualquier entidad- para existir no
precisa tener su plenitud prevista. Todo siempre puede ser de otra manera y lo que
aceptamos como orden natural no es más que una sedimentación de prácticas
hegemónicas marcadas por la exclusión, instituidas por actos de poder, de otros posibles
órdenes (Mouffe, 2011).
En el ámbito del pos fundacionalismo tenemos el desarrollo del pos-marxismo, que
tanto puede asumir un registro más general, en el caso de estudios que afirman la
necesidad de ir más allá de la ortodoxia de las leyes de la historia marxista como
defiende Hall, como se puede observar en la teoría del discurso de Laclau e Mouffe,
también con gran impacto en los estudios culturales, siendo por algunos considerados
paradigmático en ese campo (Bowman, 2007). En la teoría del discurso, los
presupuestos pos estructurales son utilizados para reconfigurar el marxismo,
cuestionando la sumisión de la política a la economía, el establecimiento de la clase
obrera como la identidad del sujeto que confiere dirección a los cambios sociales, la
utopía de una sociedad sin poder y reconciliada consigo misma, cualquier determinismo
sobre lo social. Pero al mismo tiempo el pos marxismo se inscribe en el registro de la
izquierda que busca un camino capaz de mantener abierta la posibilidad de los ideales
anti capitalistas de Marx, de una apuesta en alguna forma de justicia social y
democracia.6 Aunque para eso necesiten reconfigurarse las bases del propio marxismo.
Todos esos movimientos se cruzan, se mezclan y a veces también se confrontan,
perteneciendo a una tradición que se remite a los pensamientos de Nietzsche,
Heidegger e Derrida. Son marcadamente anti esencialistas, anti objetivistas, críticos de

6
Para la discusión sobre la democracia en las políticas de currículo en una perspectiva discursiva, ver Lopes (2012b).

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los determinismos y valorizan el lenguaje como central en la mediación de la
comprensión de lo social, sustituyendo las estructuras por el discurso y ampliando las
discusiones filosóficas de la cultura. En ese sentido, impactan particularmente en el
campo del currículo por la problematización de las teorías críticas de registro
sociológico, así como favorecen la recuperación y reconfiguración de principios
anteriormente discutidos en el ámbito de los enfoques fenomenológicos y
autobiográficos. Pero, sobre todo, en mi opinión, impactan en las formas como
comprendemos nociones centrales del campo, con consecuencias significativas para las
conexiones entre currículo y política.

Impacto de las teorías pos críticas para el currículum: la cuestión de la política


Espero haber mostrado en la sección anterior no sólo que existen diferencias
entre los focos de los diversos estudios post-críticos, sino también que hay registros
teóricos en esas vertientes que se oponen entre sí. Asumir un sesgo post-estructural, por
ejemplo, no significa estar de acuerdo con el nihilismo posmoderno, tampoco significa
asumir las tentativas post-marxistas de mantener todavía viables, aunque precariamente
los horizontes socialistas. Laclau (1993), a partir de los enfoques de la teoría del
discurso, argumenta de forma crítica en relación las negaciones pos-modernas de la
modernidad por considerar que ellas apenas desarrollan una postura de oposición de
signos -de positivo a negativo- en los análisis filosóficos. Con esa posición de signos, la
negación de los contenidos sociales precisos es transformada en imposibilidad completa
de significado, el cuestionamiento de la representación es transformado en el acto de
negar cualquier representación. Hall (cit. in Bowman, 2007), a su vez, cuestiona Laclau
argumentando en defensa de la importancia de mantener un cierto nivel de
determinación, sobretodo, histórica. Foucaltianos defienden la referencia a las prácticas
no-discursivas que a su vez son cuestionadas basándose en registros derridianos. El pos-
modernismo apuesta por el pastiche y la ironía como las posibilidades culturales más
productivas (Miller, 2010b). Los debates entre los distintos abordajes no cesan de
desarrollarse haciendo que la apropiación de estas discusiones teóricas en el campo del
currículo no se traduzcan en una homogeneidad que permita incorporarlas en el mismo
rótulo, aunque puedan identificarse algunos puntos en común.
No considero prioritario, ahora, considerándolo todo, destacar los puntos en
común de estas teorizaciones en lo que concierne a la discusión curricular pos crítica.
Otros trabajos se han dedicado a ese esfuerzo (Silva, 2002). También no me detengo en

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analizar las diferentes problemáticas que las temáticas curriculares van a desarrollar,
como ya he planteado en otra obra, en colaboración (Lopes & Macedo, 2011). Me
interesa discutir la lectura que desarrollo sobre políticas a partir de la incorporación de
diferentes registros de los llamados estudios pos-críticos, destacando las discusiones pos
fundacionales y pos marxistas de la teoría del discurso.
Con la incorporación de esos registros teóricos, la noción de currículum como un
conocimiento seleccionado a partir de una cultura más amplia para ser enseñado a todos,
en nombre de un proyecto de transformación social y de formación de sujetos está
desestabilizado (Lopes, 2012a). En la medida en que es cuestionado el sujeto centrado y
con identidades fijas, son desestabilizados los proyectos curriculares que tienen por
propósito formar una identidad dada en el alumno y operar con una identidad docente
preestablecida. También son desestabilizados los proyectos de formación de un sujeto
emancipado y consciente, capaz de dirigir la transformación social. Si dejamos de tener
proyectos de futuro fijos y certezas en relación al futuro, los proyectos de formación
para una determinada sociedad son impugnados. Sociedad es ella misma una categoría
imposible (Laclau, 2008), pues no hay fundamentos absolutos que la sustenten como
una identidad plena. Tal conclusión nos lleva a pensar cómo construimos políticamente
lo que entendemos por social.
Si son cuestionadas las nociones de verdad y de certeza, la propia noción de
conocimiento a ser enseñado es cuestionada y los embates en torno de qué enseñar en la
escuela asumen otros ribetes. Son cada vez más explicitados los conflictos relacionados
con lo que se entiende por conocimiento, pues este pasa a ser comprendido como
resultado de luchas por la significación, procesos discursivos no estabilizados (Lopes,
2008a, 2008b). Propuestas como las de Michael Young (Young & Muller, 2007), por
ejemplo, de un currículo para el futuro y de una centralidad del conocimiento
(verdadero) curricular son refutadas. Como mínimo, se producen preguntas sobre la
legitimidad del conocimiento, sobre los actos de poder que modifican las significaciones
del conocimiento contextualmente, sobre lo que se pretende por futuro, para qué y para
quién, dónde y por qué. ¿Cómo tener consenso sobre el pasado y el presente que forma
ese futuro? ¿Cómo construimos hoy, sin certezas, el futuro que un día será nuestro
presente?
Si las demandas de las diferencias son más significativas -diferencias de género,
sexualidad, etnia, región, religión y tantas más que son producidas por el constante
diferir- las demandas por un currículum multicultural se multiplican. Estudios pos

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coloniales con impacto en el currículum defienden que el lenguaje y la práctica de una
educación multicultural posibilita que alumnos y profesores repiensen jerarquías y
relaciones opresivas de poder, rompiendo con sistemas eurocéntricos y colonialistas, al
mismo tiempo en que conectan lo self y lo social (Asher, 2010). Propuestas
interculturales, a su vez, problematizan la perspectiva de diversidad cultural que todavía
prevalece en el discurso multicultural.
En virtud de ese contexto, muchos argumentan que vivimos un tiempo de
despolitización, debido a la centralidad de la cultura. Las tesis del currículum político de
la teoría crítica serían abandonadas en nombre de un currículum fragmentado, centrado
apenas en las diferencias contingentes, incapaz de provocar articulaciones de los sujetos
para las luchas utópicas comunes. Estaríamos condenados a la dispersión
desmovilizadora.
Cuestionamientos a esa posición ya fueron desarrollados, teniendo en vista la
defensa de las interconexiones entre cultura y política, capaces de tornar poco
productivo el foco dicotómico entre una instancia u otra (Lopes, 2008b; Macedo,
2006). En este texto me propongo argumentar sobre mi discrepancia respecto del
diagnostico de que vivimos tiempos menos politizados - estaríamos en el tiempo de la
pos-política7, por medio de la ampliación de esa conexión entre cultura y política. En
otras palabras, a partir de una política comprendida como conectada a la cultura y, por
eso, también resignificada, defiendo que el contexto contemporáneo, sea analizado y
teorizado en el ámbito del pos fundacionalismo y del pos estructuralismo, puede ser
considerado como abriendo posibilidades de hiperpolitización.
Basándose en la perspectiva deconstructiva de Derrida (1998), es posible pensar
que la politización no cesa nunca, una vez que la indecidibilidad sigue habitando la
decisión, cualquier consenso y un consenso sobre el caos, sobre lo inestable y la
inestabilidad se hace necesaria, porque no es natural. La política es lo único que opera
para tratar de producir esa estabilidad. La hiperpolitización (Mouffe, 1998) es
posibilitada por una política que no tiene bases racionales o lógicas para desarrollarse.
Presupone antagonismos, disensos y exclusiones, no tiene resolución final ni garantías.

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La expresión pos – política es utilizada por los medios para caracterizar una victoria de la derecha después de la caída del muro de
Berlín y no sustento de una desmovilización de las formas políticas tradicionales, con marcado descrédito de las instituciones
democráticas. Desde el punto de vista teórico, Mouffe (2006) asocia a pos-política a una visión optimista del mundo globalizado
como una etapa de desarrollo social capitalista sin antagonismos y, por consiguiente, potencialmente garante de una democracia sin
conflictos. Parte del trabajo de Mouffe consiste justamente en desafiar esa visión en nombre de la afirmación de la importancia de
los antagonismos. Las posibilidades políticas son, entonces, ampliadas, en la defensa de un orden multipolar y de un pluralismo
agonístico.

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Tal pensamiento se construye en el ámbito de una concepción ampliada de
política (idem,2006). Lo instituido, el conjunto de instituciones y reglas que rigen
actividades de la vida social pasa a ser visto como apenas una de las dimensiones de la
actividad política. A esa dimensión instituida son incorporadas las dimensiones de lo
político: actividades instituyentes, desarrolladas en todas las acciones cotidianas,
referentes a las dimensiones ontológicas de constitución de lo social. Se pensamos en la
política de Curriculum hay una dimensión de la política que se refiere los actos e
instituciones constituidos en la tentativa de regular la actividad curricular de los
profesores y los alumnos. Pero a esta dimensión podemos asociar el currículo político,
dimensión que hace de cada uno de nosotros actores sociales involucrados en la
producción de la política curricular. En ese sentido, la política implica la admisión del
conflicto y del movimiento, en todos los espacios sociales, sin determinaciones a priori.
No hay reglas previas estables que definan la política correcta, racionalmente
estructurada. La política es el ejercicio de la decisión que nos constituye como sujetos, y
esa decisión es siempre contingente, exige el riesgo de la indeterminación: toda la
elección política es siempre una opción en un conjunto imprevisto de posibilidades.
Cada decisión es un acto de poder, y quien detenta la hegemonía en un contexto
determinado es quien ejerce el poder de decisión (Laclau, 1990).
Tal concepción podría hacernos asumir una perspectiva nihilista, si nos
consideramos a nosotros mismos fuera de la articulación hegemónica, colocándonos
aunque sea provisional y contextualmente, en la posición de los sin poder. Pero observo
que es posible extraer de esta teoría otra interpretación: que no hay racionalidad
obligatoria tras un acto de poder, y si no, la lucha de poder permanece. Se torna mayor
el espacio para la lucha política, pues el otro no es quien detenta la razón, pero es quien
provisoriamente y contextualmente ejerce el poder. Si no hay reglas obligatorias de
juego, las reglas pueden ser cambiadas, el juego puede ser otro y el futuro -como
proyecto que decidimos hoy- pasa a estar en agenda. No existen bases fijas que puedan
garantizar la significación de algo que podamos definir como sociedad. Existen
significaciones en disputa al respecto de lo que concebimos como social, como escuela,
como conocimiento, como currículum. La invención de una sociedad – más justa,
menos democrática, más libre - de una nueva posible significación social, del
currículum y de la educación, y un espacio de acción, algo que tenemos el poder de
inventar. No basta afirmar que se trata de un proyecto curricular o un proyecto social en
construcción, asumiendo que la identidad de este proyecto puede ser establecida por una

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clase social, por una historia o una significación dada a priori de lo que viene a ser la
justicia, la libertad o la igualdad. Es el proceso político en el que inventamos lo que es
la justicia, la democracia, la libertad. No se trata de operar en este presente para lograr
en el futuro identificaciones del curriculum y de lo social concebidas previamente. Se
trata de inventar el presente y el futuro de la sociedad, considerando la posibilidad de
decidir hoy por una significación que no está determinada y que producirá efectos
imprevistos en el futuro. La transformación social como un proyecto del currículo es
pensada considerando que la política del currículo es un proceso de invención del
propio currículo y, con ella, una invención de nosotros mismos. Una lucha política
constante y sin fin, pero ejercida, contextualmente, por cada uno de nosotros, por lo
tanto es en sí mismo capaz de llevar una posibilidad de esperanza. La esperanza de un
mundo mejor incorporada al entendimiento de que, si es completamente imposible
significarnos este mundo de una vez por todas, todavía es necesario investirnos en esa
significación. Podemos dedicarnos a ella, sin perder de vista cuan inestable, provisoria y
precaria es, y por eso mismo potente: está abierta a ser constantemente rehecha de
forma imprevisible.

Correspondencia: Universidade do Estado do Rio de Janeiro, Centro de


Educação e Humanidades, Programa de Pós-graduação em Educação, Rua São
Francisco Xavier, 524 sala 12037 F Maracanã, 22550-013, Rio de Janeiro – Brasil.
E-mail: alicecasimirolopes@gmail.com

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