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EL MALESTAR EN LA CULTURA

Freud comienza hablándonos del poder, la riqueza y el éxito que el hombre desea
obtener y que estos valores son admirados en algunas personas, considerándoseles como
hombres eminentes; para luego introducirnos en lo que una de esas personas eminentes
llama un “sentimiento oceánico”, frase que designa para referirse a aquel sentimiento
existente en cada hombre, que se podría definir como algo eterno, infinito y de unión con el
universo, y es por ese simple hecho que el hombre se convierte en un ser religioso, sin
importar la creencia o no de la fe o de algún credo. Dicho sentimiento es la base genuina
de toda religión. Freud se encontró en la dificultad de reconocer o distinguir dicho
sentimiento en si mismo por lo cual trato de darle una explicación psicoanalítica y genética.

Dicha explicación la da por medio de que concebimos nuestro yo como algo


definido y concreto, especialmente en el exterior, ya que su límite interno se extiende con
lo que se ha denominado el ello. Dicha demarcación existe en el adulto y no en el infante
puesto que en esta etapa el yo incluye todo. Cuando el yo se empieza a limitar del exterior
lo hace como un yo-placiente, distinguiéndose del objeto displacentero que quedará fuera
de él, pero cuando este se separa del mundo. Es claro que el yo se ve obligado a realizar
esta división puesto que la cultura de forma constante te envía energías y mensajes sobre lo
que es adecuado o no, y el yo al permitirse ser 100% placer corre el riesgo de ser castigado
por la cultura y de ser eliminado en su totalidad.

Ahora bien al referirnos a la felicidad podríamos hablar del sentido de la vida,


sentido que la religión busca responder, mientras que el hombre solo está interesado en la
búsqueda del placer y a la evitación total del displacer, cosas que son irrealizables en su
plenitud, es por ello que el hombre rebaja sus pretensiones de felicidad, aunque busca otras
formas de satisfacción, como el hedonismo, el estoicismo, etc. También se puede hablar de
otra opción a la que la persona puede recurrir para evitar los sufrimientos y es reorientar los
fines pulsionales, de tal forma que se puedan evadir las frustraciones del mundo exterior.
Este proceso se conoce como sublimación, es decir poder conducir las pulsiones hacia
satisfacciones artísticas o científicas que alejan al sujeto cada vez más del mundo exterior.
Son muchos los procedimientos a los que la persona recurre para conquistar la
felicidad o alejarse del sufrimiento, pero ninguno es 100% efectivo, puesto que las
pulsiones y la búsqueda del placer absoluto, en su máxima expresión es lo que la cultura, la
sociedad y la religión, catalogan como malo, es por ello que dicha búsqueda siempre queda
a medias, o se da un placer parcial, en donde mediante sueños puedes obtener un pequeño
desahogo y una pequeña sensación placentera. Es por ello que las personas se vuelven
neuróticas, lo que quiere decir que se camuflan en la sociedad, y cuando necesitan una
descarga pulsional, planean y ejecutan su máxima expresión, es por ello que se podría
explicar por qué del origen de los asesinos seriales, puesto que son esas cargas pulsionales
que se desbordan de la persona y esta obtiene un placer absoluto, después de un tiempo
salen a relucir, esto porque llega un punto en que necesitan ser descubiertos y ser
castigados.

“La religión perjudica este juego de elección y adaptación imponiendo a todos por
igual su camino para conseguir dicha y protegerse del sufrimiento. Su técnica consiste en
deprimir el valor de la vida y en desfigurar de manera delirante la imagen del mundo real.”
(Sigmund, 1930 [1929]). Esto lo hace mediante la intimidación de la inteligencia, donde se
crean delirios colectivos y también infantiliza al sujeto. Más sin embargo, no puede alejar
en su totalidad el sufrimiento de la vida. En este caso la religión logra la satisfacción en el
hombre mediante la realización de actos de bondad, actos correctos, en donde las buenas
acciones siempre traerán consigo grandes recompensas, pero cuando esto no se da es
cuando el hombre se encuentra en la encrucijada, “si estoy haciendo lo correcto porque
sufro”, y esto se da porque la religión aunque intenta dar satisfacción, no logra dar solución
total al sufrimiento.

Podemos concluir que el yo toma como protección para sí, la separación de sí


mismo, en un Yo exterior y un Yo interior, en donde el Yo interior es netamente placentero,
donde se encuentras los “más oscuros deseos”, y que se denominó como el Ello y el yo
exterior, es que convive con la cultura, el que acepta sus reglas, sus normas, y que busca el
placer de formas que logren calmarlo y que sean acorde a las necesidades del mundo
exterior, puesto que las pulsiones desean salir y completar su máxima expresión, pero el yo
no se puede permitir una descarga máxima porque supondría su muerte, su aniquilación.

Para finalizar se podría decir que la religión es un delirio que una u otra manera
entorpece la búsqueda de la felicidad, es decir la búsqueda del placer y el rechazo del
displacer.

Bibliografía
Sigmund, F. (1930 [1929]). El malestar de la cultura. Obtenido de con-versiones:
http://www.con-versiones.com.ar/nota0747.htm

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