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Resumen
Las prácticas de consumo revelan las manifestaciones de tendencias de ordenamiento social que se
concretan sobre áreas de la experiencia cotidiana que tienden a colonizar la subjetividad bajo patrones
de mercantilización, y por ende, de racionalización instrumental; estos patrones de homogenización se
materializan dentro de entornos de creciente fragmentación de las experiencias sociales y de los
consumos culturales; ciertos segmentos sociales de los consumidores utilizan los dispositivos
tecnológicos para estar en permanente conexión con la información que les interesa, esta experiencia
de conexión constante es aprovechada por el marketing para desarrollar estrategias intrusivas de
customización del consumidor con la marca, a partir de dispositivos digitales se posibilita la emergencia
de procesos de registro, procesamientos en red y análisis de datos en tiempo real de las acciones
productivas, las cuales pasan a ser controladas digitalmente, acentuándose los procesos de
impersonalidad y de abstracción de los rendimientos productivos al someter su control a matrices
binarias de evaluación dentro de un entramado informacional disponible corporativamente.
Abstract
Consumer practices reveal the manifestations of social order tendencies that materialize on areas of
daily experience that tend to colonize subjectivity under patterns of commodification, and therefore,
instrumental rationalization; these patterns of homogenization materialize within environments of
increasing fragmentation of social experiences and cultural consumption; certain social segments of
consumers use technological devices to be in permanent connection with the information they are
interested in, this constant connection experience is exploited by marketing to develop intrusive
strategies of consumer customization with the brand, from digital devices enables the emergence of
registration processes, network processing and real-time data analysis of productive actions, which are
then digitally controlled, accentuating the processes of impersonality and abstraction of productive
yields by submitting their control to binary matrices of evaluation within an informational framework
available corporately.
Racionalización Rationalization
Customización Customization
Segmentación Segmentation
Introducción
“…el deseo humano de estabilidad deja de ser una ventaja sistémica fundamental para convertirse en
una falta potencialmente fatal para el propio sistema, causa de disrupción y mal funcionamiento (…) las
necesidades nuevas desean productos nuevos. Los productos nuevos necesitan nuevos deseos y
necesidades. El advenimiento del consumismo anuncia una era de productos que vienen de fábrica
con obsolescencia incorporada…”
Zygmunt Bauman
Los requerimientos de una demanda heterogénea de parte de una multiplicidad de consumidores que
pretenden bienes o servicios con los cuales se puedan sentirse identificados interiormente, diseñados
de manera ajustada a sus expectativas y a sus fantasías personales se constituye como uno de los
factores centrales asociados a los cambios organizacionales en el capitalismo contemporáneo; para
satisfacer tales anhelos de los consumidores las empresas justifican los cambios en su propia dinámica
interna, ellas así justifican el rediseño del funcionamiento organizacional post burocrático,
caracterizado por la flexibilización tanto en lo contractual como en las ejecuciones de las tareas, la
estimulación de la competitividad interna entre los distintos equipos de trabajo y, en el interior de éstos,
entre sus miembros integrantes, esta edificación respondería a las necesidades productivas sobre
aquellas acciones consideradas vitales para motorizar un aparato publicitario omnipresente y una
logística de funcionamiento acorde a las demandas que provienen del mercado. El régimen productivo
fordista choca contra mercados saturados de bienes que solo puede dinamizarse con el pasaje de una
estructura organizacional organizada y rígida hacia una flexible y descentralizada, estas nuevas
exigencias a la esfera productiva se articulan con aquellas iniciativas destinadas a construir un nuevo
consumidor, más inconformista, más emocional y más inestable en sus ansias y sus deseos de
consumo. El uso que el aparato publicitario hace de la emocionalidad como insumo para racionalizar y,
por ende, para direccionar la maximización del rendimiento productivo y de nuevas modalidades de
motivación laboral se articulan con formas de gestión y de evaluación productiva, que a ojos del
trabajador parecen invisibles, ya que, resultan de procesos de análisis de datos en tiempo real
generados por el registro y el procesamiento en red de las acciones productivas, las cuales pasan a
ser controladas digitalmente, de esta forma se acentúan los procesos de impersonalidad y de
abstracción de los rendimientos al someter su control a matrices binarias de evaluación.
(Alonso, 2005: 298). Desde las instancias empresariales se promueve una lectura en la que las
gerencias responden y ciñen sus acciones a partir de las interpelaciones de los consumidores; se
verifica en el discurso gerencial el énfasis puesto en la presión procedente del mercado de brindar los
mejores servicios o los bienes más ajustados a esta demanda volátil como justificativo de generar una
conciencia en los trabajadores que los nuevos requerimientos y la flexibilización en las tareas se
producen porque las empresas están al servicio de la demanda de estos consumidores. Las prácticas
de consumo revelan las manifestaciones de tendencias de ordenamiento social que se concretan sobre
áreas de la experiencia cotidiana que tienden a colonizar la subjetividad bajo patrones de
mercantilización, y por ende, de racionalización instrumental; estos patrones de homogenización se
materializan dentro de entornos de creciente fragmentación de las experiencias sociales y de los
consumos culturales; ciertos segmentos sociales de los consumidores utilizan los dispositivos
tecnológicos para estar conectados permanentemente con la información que les interesa, como por
ejemplo el estado del tiempo o las fechas de vencimiento del pago de un servicio, esta experiencia de
conexión constante es aprovechada por el marketing para desarrollar estrategias intrusivas de
customización del consumidor con la marca, por ello, una condición vital de toda empresa es poseer un
soporte online; el entramado informacional disponible corporativamente a través de medios de
comunicación y de las redes sociales facilita el desarrollo potencial de las acciones de consumo
particularizadas, centradas en un individuo, quien puede, aunque sea en estado potencial, estar
dispuesto a consumir las veinticuatro horas del día de lunes a lunes (Crary, 2015).
La socióloga Eva Illouz (2007) caracteriza como Capitalismo Emocional al desarrollo de una ingeniería
emocional en las grandes tramas organizacionales, caracterizadas por tendencias en las que la
afectividad es utilizada para producir a más bajo costo, para asimilar al trabajador con las metas
organizacionales, para vender más y para fidelizar a los consumidores con una marca y sus valores
construidos publicitariamente; con la aceleración del proceso reproductivo industrial, se hizo prioritaria
la mejora permanente de la tecnología a fin de bajar los costos y aumentar la competitividad frente a
los otros oferentes, lo que implicó crear nuevos consumidores y ganar posiciones entre ellos a la vez
que apoderarse de mayor cantidad de aquellos que ya estaban consumiendo; la producción a gran
escala, alimentada por los incesantes cambios tecnológicos y de inyección (reinversión) de capital, se
diversificó desde la forma-producto hasta la forma-marca. La dinámica mercantil necesita, en el plano
político, de la legitimación de los valores de la autosuperación y la competencia individual y, en el plano
económico, de la conquista y la apertura de nuevos mercados, esto genera la necesidad de un tipo de
publicidad que no sólo comunique que el producto está, en dónde adquirirlo y a qué precio, sino
también que se establezca un vínculo comunicacional y emocional con las personas, a partir de
promesas funcionales y simbólicas asociadas a las expectativas y el imaginario de los diferentes
segmentos sociales; desde las iniciativas empresariales se forja una incesante propensión que
predispone al consumo y a la generación de nuevas necesidades destinadas a absorber los volúmenes
de producción crecientes de productos “secundarios” (aquellos que no son de primera necesidad) y
para consolidar su posición en el mercado. Desde lo comunicacional el aparato productivo reorientará
su objetivo de la consigna de informar a la promesa de proveer felicidad y satisfacer anhelos y
angustias personales; lentamente, el aspecto funcional del producto se sumerge en un proceso de
espectacularización comunicacional de la marca, “se borra” el valor de uso de la mercancía y se
visibilizan las promesas de status y de pertenencia dentro de una lógica estética y valorativa. Los
nuevos dispositivos estéticos e informacionales puestos en juego por las grandes corporaciones son
racionalizados con el objetivo garantizar el éxito de una determinada marca en el mercado,
minimizando el riesgo supuestamente inherente a la actividad empresarial; el objetivo estratégico de la
comunicación publicitaria es acceder a estructuras de pensamiento y sentimientos de los
consumidores, registrar sus deseos, miedos, anhelos y puntos de interés, huecos no cubiertos a los
que interpelar.
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Roberta Sassatelli (2012) explica que los sujetos del consumo se enraízan en un ciclo productivo y
comunicacional donde son, a la vez, pasivos y activos en la producción y reproducción de los órdenes
sociales, subvirtiendo o reproduciendo las formas de consumir dentro un orden social determinado, el
acto de compra se utiliza para satisfacer necesidades básicas pero también para resolver necesidades
emocionales que le permiten al consumidor posicionarse, como puede, frente a los criterios
clasificatorios culturales implicados en las góndolas o los escaparates (hoy también virtuales), las
prácticas de consumo colaboran a materializar sistemas de clasificación socio-culturales y entramados
aspiracionales que funcionan como fuerzas orientadoras de sentido y de aquellos comportamientos de
reordenamiento de sí mismo y del entorno. La polaridad racionalidad-irracionalidad puede manifestarse
de forma disímil de un momento a otro en la acción de consumo de un sujeto, por ejemplo, en períodos
de crisis económica el consumo de indeterminado se racionaliza al inducir a los consumidores a
comparar precios y calidad del mismo antes de adquirirlo, en cambio, en momentos de mejora
económica ésta actitud se relaja y prevalece la tendencia a comprar explícitamente por la “calidad de
las primeras marcas” o, implícitamente, por el estatus de las marcas. Las lógicas de compra pueden
variar con respecto al consumo de un determinado bien o de una determinada categoría de un
producto o, bien, de una marca en especial; puede darse una compra racional orientada por estrictas
reglas y procedimientos de validación de la información con respecto al uso en ciertos productos, como
el detergente para lavar los platos o el jabón para lavar la ropa y en otros como en la compra de
automóvil puede darse una acción emocional o puramente estética, es interesante el ejemplo que
enseña para graficar como en el supuesto tiempo libre las personas se dirigen hacia espacios de fuerte
racionalización y disciplinamiento de los comportamientos, los gimnasios orientan su servicio
segmentando prácticas orientadas a las necesidades o deseos de los consumidores a nivel de la salud
o en lo estético, a partir de demandas del cliente o socio se desarrolla, en base a dispositivos
organizacionales, una actividad que “…implica concentración, disciplina, capacidad para observar
reglas, incluso my rigurosas (…) el fitness pone de resalto la dimensión estratégica personal y se
orienta a (…) a reglas compartidas y prácticas rígidamente codificadas. La informalidad que caracteriza
a la interacción durante la actividad física, por ejemplo, es prescripta y controlada por los instructores, y
es manejada como un recurso para permitirles a los clientes continuar ejercitándose (…) el fitness
muestra muy bien que, sobre todo para las mujeres, aún hoy el tiempo libre tiene que ver con el trabajo
de volverse físicamente deseables” (Sassatelli, 2012: 223).
El consumo puede entenderse no solo como un proceso económico sino como un campo de batalla, un
fenómeno político que remite a intereses cruzados y a la presión de gigantescas corporaciones, las
prácticas de consumo evidencian no sólo una dinámica que racionaliza heterogéneamente la vida
social en sus diferentes esferas de acción a partir de la presencia de actores, instituciones y bienes
que expresan y materializan un proceso de inclusión y exclusión económica, política e identitaria dentro
de determinada organización social a partir de la adquisición de ciertos objetos o servicios sino también
las demandas de la población a resolver sus necesidades y además a expresarse a través de las
mismas. A nivel global, el planteo de George Ritzer (1996) sobre la producción y el consumo
mcdonalizado describe acertadamente rasgos centrales de la fuerza operada desde el manejo de las
empresas sobre los consumidores, pero, su desarrollo dominante no debe ocultar la existencia de
procesos de resistencia al mismo, que pueden expresarse a través del consumo organizado opuesto al
fast food, por el cual los consumidores se resisten a la estandarización en la producción en muchos
rubros vinculados a las necesidades vitales. Gilles Lipovetsky (2003: 101) afirma que la población
participa heterogéneamente de una dinámica impuesta por una “…maquina estandarizadora que
promueve una felicidad conformista apuntalada por el materialismo y el mercantilismo. Igualmente, los
periódicos y la radio, la prensa y la televisión han adquirido un inmenso poder de uniformización de los
gustos y las actitudes”, imponiendo modelos y patrones dirigidos no solo hacia la configuración de los
comportamientos externalizables como de la intimidad y la emocionalidad, que prometen lo inverso a lo
que producen, la estandarización de la vida social. Customización y producción masiva no son
términos necesariamente opuestos ya que ambos están enraizados en la estructura industrial en el
capitalismo posfordista, que elabora estrategias de personalización productiva y comunicacional, desde
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la maquinaria del marketing se interpela no solo a aquellos sectores pudientes sino también a aquellos
consumidores atomizados en contextos de inestabilidad, a todos ellos se les ofrecen vías para la
expresión de la individualidad a partir del acceso a bienes y servicios; esta estrategia de segmentación
comunicacional y productiva gestiona las diferencias objetivas y subjetivas de los consumidores para
localizar patrones de comportamientos y esquemas afectivos implicados en el consumo, son cada vez
más comunes los productos dirigidos a poblaciones con problemas como los alérgicos, celíacos, con
sobrepeso o personas dentro de colectivos de edad como los ancianos o niños (por ejemplo, hay
leches especificas para cada año de los primeros de vida) y aquellos orientados al género masculino y
femenino, como los aparatos para afeitar. La producción diferenciada exige cambios en el esquema
productivo y la gestión administrativa de la empresa, a fin de flexibilizar y reorganizar los recursos en
vistas a un mercado de segmentación creciente, esta nueva forma de racionalización de la producción
que supone la customización y la microsegmentación del mercado se diferencia de la masificación
productiva, permitiendo una estrategia industrial orientada a la reducción en los costos, la optimización
en las devoluciones, ajustando las vivencias y las necesidades del consumidor con las promesas de
las marcas, erigiendo una percepción de creación de un producto hecho a la medida de uno mismo,
único y exclusivo, con lo que se instituye un refuerzo de la imagen de marca y la diferenciación de las
demás; la personalización no podría ser posible sin las nuevas tecnologías, las que permiten acceder a
los pedidos individualizados en determinadas categorías de productos, como en el sector de los
automóviles, donde el interesado puede elegir el color y los accesorios desde la web del automóvil que
quieren comprar o en la ropa de marcas como Levi´s.
Las empresas a través de técnicas científicas de investigación social radiografían la subjetividad del
consumidor a fin de cartografiar sus comportamientos reales y potenciales de compra; los volúmenes
de producción, que posibilita la incesante y necesaria incorporación de tecnología obligada por la
competencia, entre empresas (con sus respectivas marcas), corporaciones y países, sumadas a la
concentración de la riqueza y la merma que esto representa en la “capacidad adquisitiva” de las
poblaciones, son los factores que fuerzan a implementar estrategias cada vez más afinadas y
estudiadas de generar “mercados”, y luchar para apoderarse del favor y fidelidad de los consumidores.
Para asegurarse este propósito ya no alcanza con las técnicas cuantitativas de investigación, por ello,
paulatinamente, se irán incorporando otras disciplinas antes desechadas por “poco científicas” como la
psicología, el psicoanálisis, la semiología, la psicología social y la sociología comprensiva; estos
saberes son incorporados para que permitan conocer y comprender con profundidad a los sujetos
consumidores en su motivación y en su acción real y potencial de consumo. La batalla por la venta de
una marca, que se efectiviza, en gran medida, en la mente del consumidor, requiere de datos sobre los
procesos subjetivos de valorización que subyacen en el comportamiento de selección y compra; el
hecho de registrar opiniones en una encuesta solo permite expresar algo acerca de cómo los sujetos
conscientemente ven la realidad. Las empresas construyen marcas que instituyen su identidad a partir
de una red comunicacional, las marcas no se presentan como elementos coercitivos sino como
colaboradores en la formación de la identidad personal y un vehículo de inversión y de satisfacción de
los deseos y apartamiento de los miedos; la racionalización implicada en la comunicación publicitaria
configura y motoriza a las actividades involucradas en el consumo pero también a las organizadas en
la instancia de la producción, las empresas hacen uso simbólico de las emociones y de la
personalización en los procesos de mercantilización, para intentar construir un vínculo íntimo y afectivo
con los consumidores se apelan a signos y referencias distantes de lo que podría llamar “lo industrial”;
estas estrategias de comercialización y de comunicación revisten de cálidos ideales emocionales, de
anclajes identitarios diferenciadores y de promesas a los productos y a los servicios buscando
despertar en los consumidores la fantasía de tener un vínculo personal con los productos/marcas,
encubriendo las operaciones de manufactura industrial que permiten su fabricación. Nuevas
estrategias de publicidad personalizada y ajustada a los múltiples segmentos del mercado motorizan
una racionalización comunicativa que se despliega cargando de desmérito a lo industrial como
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sinónimo de artificial y perjudicial, ocultando la dimensión fabril de la vida humana presenta un relato
que invita a conectarse con un mundo natural y bucólico donde las cosas se hacían ineficientemente a
mano y de forma particular e íntima; la apreciación de las acciones artesanales y de las relaciones
personales en el marketing puede evidenciarse en el discurso publicitario de diferentes productos y
servicios, como es el caso de los diez mandamientos de la cadena de comidas rápidas California Pizza
Kitchen, que están presentes en sus cajas, se comprueba específicamente en sus mandamientos 1, 6,
7 y 10, en los que se apela a la negación de todo lo que significa “lo industrial” como sinónimo de lo
falso y lo artificial, valorizando en contrapartida los sentimientos, la no serialidad, la autenticidad, la
negación de la impersonalidad en la preparación del producto.
3. La corteza será ligera y crujiente para hacer brillar todos los sabores
8. Sólo los más frescos ingredientes se agregarán a la pizza una vez que esté horneada
10. Cumpliremos el gusto individual de cada persona, sin embargo compartir es algo agradable”.
1 http://www.prnewswire.com/news-releases/nueva-campana-de-heineken-centrada-en-la-tradicion-la-calidad-y-
las-historias-detras-de-la-estrella-570488421.html.
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determinar de antemano a partir del envase la fragancia que contiene, aquí la estrategia
comunicacional que se utiliza como recurso de venta implica una orientación hacia la espontaneidad, a
la improvisación y el riesgo en el acto de compra, ofreciendo al consumidor promesas envasadas en
packagings industriales serializados pero con fragancias ocultas y no previstas en la información de los
mismos, se vende la inseguridad y la sorpresa como atracción, proponiendo una aventura de no saber
cuál es la fragancia del desodorante que se está comprando en lugar de responder a las expectativas
preexistentes, el producto invita al comprador a lanzarse de lleno a la incertidumbre olfativa y el peligro,
que rompe los marcos de previsibilidad de quien va en busca de un aroma específico que sea útil para
la conquista erótica, su argumento de marca afirma que el “Axe Random fue diseñado para ‘los
hombres que disfrutan del Random Lifestyle, un estilo de vida dinámico, en constante movimiento, en
el que el disfrute y la capacidad de improvisar están a la orden del día”, el desodorante Axe
Random propone un packaging que no le permite saber al consumidor de antemano la fragancia que
contiene en su interior y, por ello, “Axe sigue apuntando a sorprender al consumidor y reforzando el
concepto de que la variedad y la espontaneidad son una clave fundamental a la hora de la conquista”.
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