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CUADERNO DE FORMACIÓN nº 4

ANTIGUO TESTAMENTO:
ESCRITOS HISTÓRICOS
ANTIGUO TESTAMENTO: ESCRITOS HISTÓRICOS
INTRODUCCIÓN

La historia bíblica no es una crónica o narración aséptica de los


hechos. La historia bíblica es una lectura confesional de los
acontecimientos, hecha desde la fe en Dios por autores que
quieren compartir con sus lectores esa misma fe. Es una historia
sagrada. Los historiadores bíblicos son teólogos que descubren
en la vida una cuarta dimensión: la referencia de las cosas y de
los acontecimientos a Dios. Todo viene de Dios, todo está guiado
por él, todo camina hacia él. Así que a la hora de leer los libros
históricos no hay que preguntarse tanto por la veracidad histórica
y exactitud espacio-temporal de los hechos, como por la
intencionalidad de los autores.

Los que nosotros llamamos libros históricos, en el canon hebreo


reciben el nombre de “Profetas anteriores”. Sin duda es un
término más apropiado, porque realmente, los libros históricos
son la lectura profética de la historia, es decir, la lectura del
designio y proyecto divino dentro de la historia.
Los libros históricos son los más numerosos del AT. Los podemos
agrupar en los cuatro bloques siguientes:

 Historia deuterononomista: Josué, Jueces, 1 y 2 Samuel,


1 y 2 Reyes.
 Historia cronística: 1 y 2 Crónicas, Esdras y Nehemías.
 Historia de los Macabeos: 1 y 2 Macabeos (dc).
 Historias ejemplares: Tobías (dc), Judit (dc), Ester y Rut.

Además de estos cuatro bloques historiográficos, el género


histórico tiene amplia cabida en el Pentateuco, en los libros
proféticos, en los libros sapienciales y en los poéticos.

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1. HISTORIA DEUTORONOMISTA
(Josué, Jueces, 1 y 2 Samuel, 1 y 2 Reyes)

Los seis libros que van de Josué al segundo de los Reyes, forman
una sola obra, escrita por uno o varios autores pertenecientes a
la escuela teológica llamada deuteronomista porque en ella nació
el Deuteronomio. Posiblemente en un principio el propio
Deuteronomio formó parte de esta historia, en el que
desempañaba el papel de introducción. De hecho, tanto el
contenido como la forma literaria de la Historia deuteronomista se
hallan fuertemente influenciados por la teología y el estilo del
Deuteronomio.
Un canto a la justicia divina
Escrita durante el destierro, por lo menos en su última edición
(hacia el 550 a.C.), la historia deuteronomista ha sido compuesta
para explicar los trágicos acontecimientos que estaba viviendo el
pueblo (destrucción de Jerusalén y del templo, deportación del
rey y del pueblo). Todos estos hechos herían profundamente la
conciencia de Israel y planteaban problemas de orden político,
social y religioso. Los actuales acontecimientos parecían
desmentir las promesas del pasado. El desencanto y la
desesperanza se estaban apoderando de los israelitas. En el
pueblo empezaban a oírse voces que acusaban a Dios de
incumplir su palabra.
La historia deuteronomista ha sido escrita para responder a todos
estos interrogantes. El resultado final del examen será el
siguiente: Dios otorgó la tierra a Israel, no en términos
incondicionales y absolutos, sino bajo la condición de cumplir las
cláusulas de la alianza. Según el examen histórico llevado a cabo
por los autores deuteronomistas, la conducta de Israel desde la
entrada en la tierra hasta el destierro ha sido una secuencia

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ascendente de infidelidades y pecados. Según esta lógica, Dios ha
hecho justicia con su pueblo. Pero también hay lugar para la
conversión y la esperanza: Dios quiere que su pueblo se vuelva a
él y sea liberado y rehabilitado.
Tres grandes etapas

A la hora de analizar el pasado, los autores lo han dividido en tres


grandes etapas, que viene señaladas por discursos y reflexiones
teológicas, elaboradas y redactadas por los propios autores con el
fin de articular y estructurar la obra dentro de un todo bien
ordenado.
Primera etapa: La conquista (libro de Josué). Está encuadrada por
dos discursos que se leen, el primero de Jos 1,1-9 y el segundo
en Jos 23,6-16. Colocados al principio y al final del libro de Josué,
estos dos discursos delimitan el tiempo de la conquista, y viene
a ser como el comentario teológico de la misma.

Segunda etapa: Los Jueces (libro de los Jueces y 1 Sm 1-12). Lo


mismo que ocurría con la conquista, también la etapa de los
Jueces está delimitada por dos textos redaccionales propios del
deuteronomista: el primero de carácter narrativo (Jue 2,6-3,6)
sirve de introducción; el segundo en forma de discurso (1 Sm 12),
hace de bisagra entre el periodo de los jueces y la monarquía.

Tercera etapa: la monarquía (libros de Samuel y Reyes). 1 Sm 12


señala la transición entre los jueces y la monarquía y constituye,
a su vez, una evaluación de la institución monárquica. La
monarquía se desdobla en dos tiempos. El primero corresponde a
la monarquía unida (David-Salomón). El segundo es la historia
sincrónica de los reinos divididos hasta la caída del reino del
Norte, y después la historia del reino del Sur.

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2. HISTORIA CRONÍSTICA
(1 y 2 Crónicas, Esdras y Nehemías)

Hacia finales del periodo persa o comienzos de la dominación


griega (s. IV a.C.) se lleva a cabo en Jerusalén la composición de
una voluminosa síntesis histórica, que va desde Adán hasta la
restauración postexílica por obra de Esdras y Nehemías, si bien
solamente la etapa monárquica y la restauración que siguió al
destierro son tratadas con amplitud y detenimiento.
Los temas teológicos que se destacan con un relieve especial en
la Historia Cronista comparada con la deuteronomista, son los
siguientes:

 David como tema central.


 La unidad del pueblo de Dios.
 La dimensión teológica de Jerusalén y del templo.
 La sacralización de la historia.
 El tema de la retribución y la proyección mesiánica.
3. HISTORIA DE LOS MACABEOS
(1 y 2 Macabeos [dc])
La invasión y la presencia griega en Palestina por obra de
Alejandro Magno y sus sucesores a finales del s. IV a.C.,
significaba no sólo dominación militar y política sino también
confrontación cultural y religiosa. Israel había conocido sucesivas
dominaciones (Egipto, Asiria, Babilonia y Persia) y había sufrido
su influencia, pero ninguna de ellas había sacudido con tanta
violencia las convicciones profundas del pueblo hebreo.
La influencia griega y el proceso de helenización alcanzaron su
máxima virulencia y agresividad con la llegada al poder de Antíoco
IV Epífanes, que se consideraba a sí mismo como la manifestación
y encarnación de Dios. Desencadenó un ataque frontal contra la
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ley y sus instituciones, llegando a entronizar en el mismo templo
de Jerusalén a Zeus olímpico, e introduciendo una nueva liturgia,
en la que figuraban fiestas en honor del rey y de los dioses
paganos. Sintiendo amenazados sus sentimientos y convicciones
religiosas y culturales, y también por razones sociales, políticas y
económicas, los judíos se alzaron en armas contra Antíoco y sus
sucesores. La lucha estuvo protagonizada por la familia de los
Macabeos. Los hechos de guerra y demás acontecimientos de esta
sublevación vienen recogidos en los libros de los Macabeos. Son
dos libros que versan sobre el mismo argumento, pero al mismo
tiempo son independientes y autónomos, conformando dos
versiones de la misma insurrección.
4. HISTORIAS EJEMPLARES
(Tobías (dc), Judit (dc), Ester y Rut)
Los libros de Tobías, Judit y Ester forman una trilogía con
muchos rasgos comunes. Tobías y Judit fueron escritos
originalmente en hebreo, pero pronto se perdieron los originales
y se conservaron sólo a través de traducciones griegas (LXX),
siríacas y latinas, entre las que existen pocas diferencias. Del
libro de Ester existen dos textos: uno más corto en hebreo y otro
más extenso en griego. Los tres libros, por tanto, presentan un
texto inestable y cambiante (primer rasgo común). Ello se debe,
posiblemente, a que Tobías, Judit y el texto griego de Ester
tardaron en ser reconocidos como libros sagrados y canónicos
(segundo rasgo común).

Una tercera faceta común a los libros de Tobías, Judit y Ester, y


también al de Rut, es el género literario. Los cuatro son ficciones
literarias compuestas con fines didácticos y pedagógicos. Es
cierto que los cuatro se inspiran en fuentes bíblicas y
extrabíblicas, sobre todo, en los relatos patriarcales y en obras
apócrifas que han llegado hasta nosotros. Los cuatro introducen
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en el desarrollo del argumento personajes, escenarios y
situaciones históricas. Pero historia, geografía y cronología son
tratadas y combinadas con tal libertad que la obra resultante es
tan artificial y convencional que puede ser calificada de obra de
ficción (historia o novela ejemplar), cuya finalidad es enseñar,
exhortar y animar a los destinatarios.

Finalmente, las cuatro historias ejemplares tienen como tema,


no espacios de tiempo más o menos largo, sino un episodio
concreto protagonizado por cada uno de los personajes que dan
nombre a los libros, los cuales reciben también por eso mismo el
título de historias episódicas.

LIBROS HISTÓRICOS
HISTORIA DEUTERONOMISTA
JOSUÉ

El verdadero protagonista de este libro no es tanto Josué cuanto


la tierra, cuya conquista y reparto entre las tribus, llena todas sus
páginas. La entrada en la tierra es el cumplimiento de la promesa
hecha a los patriarcas y repetida a Moisés. Es la culminación de
una gesta que empezó con la salida de Egipto. Son muchos los
autores que piensan que el Pentateuco sin el libro de Josué
quedaría incompleto y por eso prefieren hablar de Hexateuco (seis
libros). La tierra es a la vez don de Dios y conquista del pueblo.
La posesión de la tierra es prueba de la fidelidad de Dios y
garantía de su alianza con Israel (Jos 21,43-45). Pero la tierra es,
a su vez, el espacio en el que Israel debe realizarse como pueblo
elegido y cumplir la misión que le ha sido confiada.

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Intención del autor
El autor tardío que compuso este libro utilizó materiales
existentes y quiso simplificar. Lo que, seguramente, fue un
proceso lento y diversificado en la tierra prometida, es presentado
como un esfuerzo colectivo bajo una dirección única: todo el
pueblo bajo el mando de Josué.
Como sucesor de Moisés, tendrá que cumplir sus órdenes, llevar
a término la empresa, imitar a su jefe. La tarea de Josué es doble:
conquistar la tierra y repartirla entre las tribus. En otros
términos: el paso de la vida seminómada a la vida sedentaria, de
una cultura pastoril y trashumante a una cultura agrícola y
urbana. Un proceso lento, secular, se reduce épicamente a un
impulso bélico y un reparto único. Una penetración militar, una
campaña al sur y otra al norte, y la conquista está concluida en
pocos capítulos y en una carrera triunfal.
Historia y arqueología

La simplificación del libro no da garantías de historicidad. El


autor no es un historiador sino un teólogo. A la fidelidad de la
Alianza, Dios responde con su mano poderosa a favor del pueblo,
de ahí que todo resulta fácil y prodigioso: el río Jordán se abre
para dar paso a Israel y todos los obstáculos van cayendo, hasta
las mismas murallas de Jericó se desploman al estallido de las
trompetas.
Según esta visión simplificada de la historia, habría sido todo el
pueblo, con las doce tribus formando un bloque perfectamente
unido, el que la habría llevado a cabo por la fuerza de las armas
y bajo el caudillaje de Josué. La realidad fue sin duda mucho más
compleja. La conquista de la tierra no pudo ser obra de todo Israel
unido, acaudillado por un mando único, porque tal unidad no
existió hasta los días de David, dos siglos más tarde. Es más

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verosímil la visión según la cual cada una de las tribus por
separado o en pequeños grupos, fueron penetrando en la tierra
de manera lenta y más bien pacífica, sin excluir el recurso a la
fuerza en casos concretos.
La historia y la arqueología, sin embargo, nos dan el marco en el
que podrían haber sucedido los hechos y relatos narrados. La
época en la que mejor encaja el movimiento de los israelitas es el
s. XIII a.C. Un cambio histórico sacudió los imperios que
mantenían un equilibrio de fuerzas en el Medio Oriente, los sume
en la decadencia y abre las puertas a nuevos oleajes migratorios
(hicsos en Egipto, los pueblos del mar en Canaán, etc.). Es
también el tiempo en que fermenta una nueva cultura. La edad
de Hierro va sucediendo a la del Bronce; la lengua aramea se va
extendiendo y ganando prestigio.
La figura de Josué
El libro lo presenta como continuador e imitador de Moisés. Con
todo, la distancia entre ambos es inconmensurable. Josué no
promulga leyes en nombre de Dios, apenas tiene que cumplir
órdenes y encargos de Moisés o contenidos en la Ley. Pero, sobre
todo, no goza de la misma intimidad con Dios. Al contrario, la
figura de Josué es tan apagada como esquemática. Los autores
se han preocupado de introducirlo en el relato, como colaborador
de Moisés en el Sinaí, en momentos críticos del desierto, para
finalmente ser nombrado su sucesor. Fuera del libro llama la
atención su ausencia en otros pasajes donde se hace referencia a
la ocupación de la tierra.
Mensaje religioso
El libro de Josué presenta un grave problema ético para el lector
de hoy. ¿Cómo se justifica la invasión de territorios ajenos, la
conquista por la fuerza, la matanza de reyes, gente inocente y

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poblaciones enteras, que el narrador parece conmemorar son
gran gozo?
Es probable que no haya existido tal conquista violenta ni tales
matanzas colectivas, sino que los israelitas se hayan infiltrado
pacíficamente y se hayan defendido, quizá en exceso, al verse
atacados. Si los hechos fueron más pacíficos que violentos, ¿por
qué contarlos de esta manera? ¿Por qué aureolar a Josué con un
cerco de sangre inocente? Por si fuera poco, todo es atribuido a
Dios, que da las órdenes y asiste a la ejecución.
La lectura de este libro y de otros episodios similares del AT deja
en el aire estas preguntas. Pero ni este relato de la conquista ni
la historia deuteronómica son la última palabra. Por encima del
Yehoshúa (Josué) de este libro, está el Yehoshúa (Jesús) de
Nazaret, palabra que Dios pronuncia y es la primera y última de
la historia.
El pueblo de Israel es escogido por Dios en el estadio de barbarie
cultural en que se encuentra y conducido a un proceso de
maduración, dejando actuar la dialéctica de la historia. Acepta,
aunque no justifica, la torpe ejecución humana de un designio
superior. Y este es el mensaje del libro: por encima de Moisés y
de Josué, garantizando la continuidad de mando y empresa, se
alza el protagonismo de Dios. La tierra es promesa de Dios, es
decir, ya era palabra antes de ser hecho, y será hecho en virtud
de aquella palabra. Jesús de Nazaret ha dado toda su dimensión
a esta palabra-promesa de Dios con respecto a la tierra: es de
todos, para ser compartida por todos en la paz y solidaridad que
produce un amor sin fronteras.

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JUECES
La secuencia teológica en cuatro tiempos: “pecado-castigo-
conversión-salvación” constituye la base de la teología
deuteronomista, la cual encuentra su mejor expresión en el libro
de los Jueces. Las historias de los doce jueces que forman la
trama del libro no entran en la obra tanto por el interés que tienen
en sí mismas, cuanto por ejemplos de dicha teología, que encarna
su reflexión en las historias de los jueces, especialmente en las
de los seis mayores: en ellas busca motivaciones, luz y sentido
para sus tesis.
Contexto histórico
Ya sabemos por lo antes visto que la conquista de la tierra
prometida no fue rápida y fulgurante, sino lenta y laboriosa. La
posesión total y completa de la tierra no será una realidad hasta
los días de Saúl y David, es decir, hasta los comienzos de la
monarquía. Los casi doscientos años que van desde la muerte de
Josué (ca. 1200 a.C.) hasta el establecimiento de la monarquía
(ca. 1030 a. C.) son los años que corresponden al periodo de los
jueces, durante el que las tribus continúan la conquista,
consolidan la posesión de sus respectivos territorios y adquieren
su identidad definitiva, a la vez que tienden a unirse y federarse.
Este proceso de consolidación y unificación está presidido por
unos singulares personajes a quienes se ha dado
tradicionalmente el nombre de jueces, pero a quienes cuadraría
mejor, sobre todo a los llamados “jueces mayores”, el apelativo de
libertadores o salvadores. Se trata de hombres y mujeres a
quienes la tradición hebrea recuerda con admiración, porque en
determinados momentos de crisis se pusieron al frente de una o
más tribus y salvaron al pueblo de caer en manos de enemigos
externos (cananeos, madianitas, moabitas, amonitas, filisteos,
etc.). Personajes con frecuencia no muy relevantes en su origen,
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pero sobre los que venía el espíritu del Señor y los convertía en
guías o jefes carismáticos.
Al lado de los seis jueces mayores (Otoniel, Eud, Débora y Barac,
Gedeón, Jefté, Sansón) aparecen en el libro de los Jueces otros
seis llamados “menores”, de los cuales se dan el nombre y pocas
noticias más. Con todo, parece que el título de “juez” les
correspondía por derecho propio sólo a estos jueces menores. Su
función principal debía ser la judicatura profesional, aunque sin
excluir otros poderes más amplios de mando y de gobierno.
Mensaje religioso
Editado durante el exilio, el libro de los Jueces, como el resto de
la historia deuteronomista, ha sido escrito con la intención de
explicar a sus contemporáneos en términos teológicos el sentido
de los trágicos acontecimientos que han tenido lugar, primero en
Samaria y luego en Jerusalén, con motivo de la caída de los reinos
de Israel y Judá. A través de las tradiciones antiguas,
debidamente interpretadas, podía Israel entender el exilio como
el justo juicio de Dios. También en el tiempo de los jueces, cuando
el pueblo pecaba, Dios lo castigaba entregándolo en manos de sus
enemigos. Ahora el castigo ha sido más definitivo, o porque el
pueblo no supo clamar arrepentido al Señor, o porque ya los
pecados habían colmado el vaso de la paciencia divina. Israel está
padeciendo las consecuencias de un proceso que había
comenzado hacía siglos.

Pero el libro contiene también un mensaje de esperanza. Lo


mismo que en el pasado, el Señor está dispuesto a responder con
el perdón y la salvación al clamor sincero del pueblo arrepentido.
Es un llamamiento a la conversión y a la confianza en el perdón.

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SAMUEL (1 y 2)
El libro de Samuel se llama así por uno de sus personajes
decisivos, no porque él sea él el autor. Como ya sabemos forma
parte de la historia deuteronomista. El libro está artificialmente
dividido en dos partes, que se suelen llamar, primer y segundo
libro, aunque en realidad constituyen la primera y segunda parte
de una misma historia.
Los libros de Samuel se refieren a uno de los momentos más
importantes de la historia del AT. Es el momento en que Israel se
constituye como verdadero pueblo. Por primera vez en la historia
las tribus israelitas se reúnen en torno a la ciudad de David (Sión)
como única capital y ciudad santa; por primera vez forman una
unidad política y religiosa, es decir, un pueblo. Con el nacimiento
de Israel como pueblo coincide, a su vez, el nacimiento de la
monarquía, del profetismo y del sacerdocio sadoquita (sacerdotes
de primer rango que oficiaban en el templo de Jerusalén frente a
los levitas de segundo rango), juntamente con la elección de
Jerusalén como capital, y como origen de la dinastía davídica.
Contexto histórico
ca. 1070 a.C.: Nacimiento de Samuel
ca. 1030 a.C.: Saúl rey
ca. 1010 a.C.: David rey
ca. 970 a.C.: Muerte de David
Con razonable probabilidad podemos situar los relatos en los
siglos XI y X a.C. Hacia el año 1030 a.C. Saúl es ungido rey, David
comenzará su reinado en Hebrón hacia el 1010 a.C. y Salomón
en el 971. Los grandes imperios atraviesan momentos de cambios
y crisis internas y durante este largo compás de silencio pueden

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actuar como solistas sobre el suelo de Palestina dos pueblos
relativamente recientes en dicho lugar: filisteos e israelitas.
Mensaje religioso
Juntamente con su valor teológico, los libros de Samuel
presentan una gran riqueza desde el punto de vista institucional,
puesto que tienen como tema principal la fundación de la
monarquía y todas las demás instituciones que la acompañan.

 Profetismo: monarquía y profetismo son dos instituciones


estrechamente relacionadas entre sí. Nacen juntas,
presididas ambas por la figura de Samuel, y mueren
prácticamente juntas con el destierro. Para contrarrestar
las tendencias secularizantes y absolutistas de la
monarquía nació el profetismo, que representaba el
elemento carismático dentro de la monarquía. Aquí radica
la importancia del profeta Samuel y también de Natán y
Gad: ellos recuerdan a los reyes que toda la vida del pueblo
elegido y todas sus instituciones, incluida la monarquía,
se hallan regidas y presididas por la palabra y la mano de
Dios.
 Jerusalén: en la historia y la teología del AT, Jerusalén se
halla estrechamente relacionada con David y la dinastía
davídica. La elección de Jerusalén (Sión) como capital del
reino y sede del arca de la Alianza, y la elección de David y
su descendencia como dinastía eterna, son dos verdades
fundamentales del credo hebreo.

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REYES (1 y 2)
Los dos libros de los Reyes reflejan una amplia e importante etapa
de la historia política, religiosa y literaria de Israel. Es una etapa
que se prolonga durante unos 400 años, los que van desde la
entronización de Salomón (ca. 971 a.C.) hasta el indulto
concedido a Jeconías en su exilio a Babilonia (561 a.C.).
Los libros de los Reyes se refieren, en efecto, al asentamiento y
esplendor de la monarquía unida bajo Salomón; a la pronta
división de los reinos del Norte y del Sur y sus historias
separadas, hasta los trágicos finales de Samaria (722 a.C.) y
Jerusalén (587 a.C.). Es también la época de oro del profetismo,
con especial referencia a Elías, Eliseo e Isaías. Y finalmente, es la
época de la consolidación de ciertas instituciones, como el templo
y el sacerdocio, que se convertirán en pilares fundamentales de
la comunidad postexílica.
Contexto histórico

Los dos libros de los Reyes formaban un solo libro en la Biblia


hebrea. La división en dos libros, como en el caso de Samuel, cuya
historia continúan, es artificial y se remonta al medievo tardío,
cuando se completó el proceso de separación y división de los
libros bíblicos en capítulos y versículos. Como el resto de la
historia deuteronomista, se terminó de redactar en torno a los
años del exilio. Tendría como finalidad primordial el dar una
respuesta teológica a la caída de Jerusalén en el 587 a.C., y de
las funestas consecuencias de este acontecimiento para el pueblo
de la alianza.
Mensaje religioso
La historia del pueblo y de la monarquía se desarrolla bajo el
signo de la alianza, que constituye a Israel como pueblo de Dios
y le exige fidelidad exclusiva y cumplimiento de los mandatos;
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cumplimiento e incumplimiento son sancionados con bendiciones
o maldiciones. Es un código de retribución basado en la relación
personal del pueblo con su Dios. La fidelidad exclusiva toma al
principio la forma de veneración y culto exclusivos a Yahvé,
eliminando todo politeísmo, idolatría o sincretismo; los lugares de
culto están diseminados por el país, aunque existe un santuario
central para la corte y las grandes ocasiones.
Muy pronto la fidelidad exclusiva se ve amenazada por los
santuarios locales: dioses y cultos de fertilidad, introducción de
dioses extranjeros, imágenes prohibidas. Entonces surge la idea
de atacar el mal desde la raíz, purificando constantemente los
cultos locales, hasta extirparlos con una fuerte centralización del
culto. En ese momento, la fidelidad exclusiva a Yahvé toma la
forma de culto en un solo templo.

Así pues, el mensaje religioso se puede resumir en dos palabras:


conversión y esperanza. El tema de la conversión del pueblo y el
perdón de Dios está presente a lo largo de toda esta historia. La
fidelidad del pueblo no es lo último, pues la fidelidad de Dios la
abarca y la desborda. La destrucción no es lo último, la historia
continúa, no sólo la historia universal, que continúa cuando
desparece Siria, sino la historia de Israel como pueblo de Dios.
Los autores no quieren contar la historia de un pueblo
desaparecido, sino que habla a los hijos y a los nietos, llamados
a continuar la historia dramática. No por méritos del pueblo, sino
por la fidelidad de Dios, quedan más capítulos por vivir en la
esperanza.

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HISTORIA CRONÍSTICA
Según muchos indicios, hacia el año 400 a.C., se compuso la obra
histórica que abarca los libros de las Crónicas, Esdras y
Nehemías, que abarcan de desigual manera la historia desde
Adán hasta Esdras. ¿Hacía falta volver a escribir la historia? ¿No
bastaba añadir a lo ya escrito unos capítulos sobre la vuelta del
destierro y la comunidad hebrea del s. V a.C.? El autor juzgó que
debía hacerlo.

Para componer su obra recoge gran parte de su material de los


libros históricos precedentes, ya sea compilando largas listas
genealógicas, ya sea copiando con retoques largos capítulos
enteros. Tan importante como lo que toma de los libros de Samuel
y Reyes, es lo que excluye: 1. La historia de Saúl y el reino del
Norte. 2. Los episodios menos edificantes de sus héroes, David y
Salomón. 3. Mucha de la actividad civil, política y militar de
ambos. ¿Qué finalidad tenía al escribir su obra?
CRÓNICAS (1 y 2)
Novedad de Crónicas

El autor, sencilla y llanamente, quiso ofrecer una nueva lectura


de la historia, como si la función primaria de ésta fuera
congregarse en el Templo para encontrar al Señor y alabarlo; se
trata de una visión litúrgica de la historia. La alabanza se
complementa con la súplica confiada: en las dificultades, en las
batallas, el pueblo tiene que orar, confiar y esperar; el resto lo
hace milagrosamente Dios. Hacia ese centro histórico, el Templo
como lugar de encuentro y de alabanza, tienden todas las
generaciones desde Adán hasta la época del autor.
No es de extrañar que los levitas ocupen una parte privilegiada
en el conjunto narrativo; son mencionados unas cien veces en
Crónicas y unas sesenta en Esdras y Nehemías, frente a las tres
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de Samuel y Reyes. A la clase levítica pertenecía el reformador
Esdras, y algunos profetas citados en la obra ostentan un cierto
aire levítico. David, de la tribu de Judá, es el fundador y patrono
de la institución levítica, pero el rey no debe usurpar funciones
sacerdotales.
La práctica del culto ocupa gran espacio en el libro, es criterio
para enjuiciar a muchos reyes; es puesto donde se coloca la
historia pretérita, en forma de recuerdo, como tema de alabanza.
Autor y finalidad
¿Quién escribe esta extraña historia, haciendo pobre competencia
a las ya escritas? Probablemente un autor con una tarea difícil y
urgente, que necesita un documento simple y eficaz para su tarea.
La situación grave sería la de la comunidad judía de la segunda
mitad del s. V a.C. Se trata de una comunidad dependiente del
imperio persa, como grupo tolerado y ligeramente sospechoso,
con problemas internos de decadencia religiosa e incluso de
disolución entre los habitantes de la zona, amenazada por los
vecinos samaritanos, que también se consideraban pueblo
escogido y apelaban a Moisés y su Torá. La personalidad robusta
sería la de un hombre con clara conciencia de la situación,
conocimiento de la historia y energía para enfrentarse a los
problemas.

Su acción se desarrollaría en dos planos paralelos: reformas


concretas y enérgicas y un documento que las justificase.
ESDRAS/NEHEMÍAS

En su origen estos dos libros constituyeron una sola obra y


probablemente formaban parte de un conjunto histórico más
amplio que hoy conocemos como historia cronística. Los libros de
Esdras/Nehemías narran los acontecimientos vividos por el
pueblo judío a raíz del edicto de Ciro en el año 538 a.C., y sus
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protagonistas (el sacerdote Esdras y el gobernador Nehemías) no
son mencionados en ningún otro lugar del AT. Sin embargo estos
dos libros ocupan un espacio de tiempo de más de cien años de
historia israelita y son imprescindibles para conocer, aunque solo
sea parcialmente, los sucesos que configuraron la restauración
de la nación de Israel y el nacimiento del judaísmo a la vuelta del
destierro babilónico.
Marco histórico

Los hechos narrados por los libros de Esdras/Nehemías tienen


lugar en el contexto del nuevo talante político implantado por los
dominadores persas después de conquistar Babilonia. Se
muestran comprensivos y tolerantes con los pueblos sometidos.
Políticamente no tienen inconveniente en concederles una cierta
autonomía de gobierno, y religiosamente no ponen trabas a que
rindan culto a sus dioses nacionales y se rijan por sus leyes y
costumbres religiosas. Se revocan las órdenes de destierro y una
parte importante de los israelitas deportados regresan a Palestina
en sucesivas caravanas.
La resistencia hostil que los samaritanos y otros habitantes de la
zona opusieron tanto a la reconstrucción del templo como sobre
todo, de la ciudad de Jerusalén, hizo que durante bastantes años
la obra de restauración estuviese casi completamente paralizada
y que la situación de los judíos retornados se volviese realmente
precaria. Hasta que durante el reinado de Artajerjes I (464-424
a.C.) las circunstancias permiten reanudar la obra de
restauración. Ahora los protagonistas de la empresa son el
gobernador Nehemías y el sacerdote Esdras. Estos dos personajes
son, a su vez, los principales protagonistas de los libros bíblicos
que llevan su nombre.
Lo que ya resulta más difícil y problemático es reconstruir el
verdadero orden cronológico de los acontecimientos. El texto
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bíblico actual, obra del redactor cronista, presenta numerosas
anomalías históricas que invitan a pensar en un orden histórico
de los acontecimientos distinto del que a primera vista nos ofrece
el relato de Esdras/Nehemías. En cualquier caso, el valor
histórico fundamental de estos libros está más allá de toda duda.
Todo el trasfondo histórico que revelan: tolerancia religiosa y
política de los reyes persas, descripción de la administración
imperial, oposición de los samaritanos, formación del cuerpo
legislativo israelita, todo ello encaja perfectamente con lo que
sabemos de esta época por otras fuentes.
Mensaje religioso
El destierro babilónico ha significado el cumplimiento exacto de
las amenazas proféticas, pero no todo está perdido. Al pueblo que
regresa del exilio se le recuerda con signos humildes pero
eficaces, que sigue siendo el elegido de Dios, el depositario de las
promesas divinas. La nación ha perdido la independencia política
y no es previsible que pueda recuperarla, al menos a corto plazo.
Ahora el interés se centra en la dimensión religiosa de la
comunidad israelita: el templo, la ciudad santa, la asamblea
cultual, la ley.

El templo es el símbolo material de la presencia permanente de


Dios en medio de su pueblo; por eso, reconstruir el templo y el
altar de los holocaustos es tarea prioritaria de los repatriados.
Jerusalén al ser reedificada recupera su condición de ciudad de
David, y por tanto su estatuto de ciudad santa y mesiánica. La
asamblea cultual, la comunidad del pueblo de Dios, perdida la
independencia política, no tiene otra razón de ser si no es su
dimensión religiosa manifestada sobre todo en el culto y en el
cumplimiento estricto de la ley. Ley que durante el destierro se
ha convertido en la patria espiritual de los israelitas, que ha
alcanzado ya su formulación definitiva (posiblemente por obra del
propio Esdras) y que es ahora solemnemente proclamada.
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HISTORIA DE LOS MACABEOS
1 y 2 MACABEOS (dc)

Los libros de los Macabeos son una buena muestra de lo que


podríamos denominar “historia monográfica”. Se refieren a un
solo acontecimiento: la insurrección macabea ante la dominación
seléucida de Antíoco IV Epífanes y las luchas sucesivas de Judas
Macabeo y sus hermanos por la libertad religiosa, cultural y
política de los judíos.
Marco histórico

La caída de Jerusalén ante las tropas babilónicas de


Nabucodonosor (587 a.C.) había supuesto el fin de la monarquía
davídica y la pérdida de la independencia política para Israel, que
durante más de 400 años se vio dominado por las grandes
potencias de turno: Babilonia, Persia y Macedonia. Tras la muerte
de Alejandro Magno (323 a.C.) su imperio se divide entre sus
generales, los Diadocos, y a consecuencia del reparto los
Seléucidas reinarán en Mesopotamia y Siria y los Lágidas o
Tolomeos en Egipto. Situada entre Siria y Egipto, Palestina
dependerá primero de Egipto, y después de Siria a partir de
Antíoco III (199 a.C.) Durante todo este periodo los judíos
mantienen cierta autonomía religiosa, a pesar del avance del
helenismo y obtienen un edicto de tolerancia que les garantiza la
libertad religiosa y un cierto reconocimiento cultural. La situación
cambia radicalmente con Antíoco IV, partidario a ultranza de la
imposición del helenismo, que con el saqueo del templo y el
decreto de prohibición del judaísmo (167 a.C.) enciende la mecha
de la rebelión Macabea.
Los libros de los Macabeos han contado con fuentes fidedignas;
por ello su cronología es bastante fiable.

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Autor y finalidad
Aunque los libros de los Macabeos se refieren, en parte, a los
mismos acontecimientos, no son sucesivos ni complementarios,
sino que tratan independiente y paralelamente la gesta macabea
con desigual extensión y desde distintos intereses y perspectivas.

1 Macabeos: abarca un periodo de 40 años, desde la entronización


de Antíoco IV (175 a.C.) hasta la muerte de Simón Macabeo (134
a.C.) y narra la resistencia y las guerras de liberación macabeas
desde su origen hasta la consumación de la independencia final
con Simón. Aunque solo conservamos la traducción griega, el
libro fue escrito en hebreo, en torno al año 100 a.C., para
justificar la dinastía asmonea, heredera directa de la familia
macabea y para resaltar el recuerdo de los héroes que la hicieron
posible.
2 Macabeos: abarca un periodo más corto, los quince años que
van desde los inicios de la persecución de Antíoco IV (175 a.C.)
hasta la victoria de Judas Macabeo sobre Nicanor (160 a.C.),
gobernador de Judea. Este segundo libro es anterior al primer
libro de Macabeos (ca. 124 a.C.) y su autor nos es desconocido
(posiblemente pertenecía a los círculos fariseos y era, en todo
caso, antiasmoneo).
Mensaje religioso
Tampoco aquí encontramos uniformidad o continuidad. Las
diferencias entre el primero y el segundo libro de los Macabeos
son aún más notables cuando indagamos en sus intenciones
teológicas.
1 Macabeos: respondiendo a sus intereses propagandísticos y de
justificación de la dinastía asmonea, concede más valor a los
elementos políticos y patrióticos que a los religiosos. Es verdad
que sus héroes combaten por la ley y el templo, pero más por su
22
valor simbólico y aglutinante que por su contenido. Dios queda
en un segundo plano, lo mismo que la independencia religiosa
queda supeditada a la política. Por eso, al autor no le escandaliza
que sus héroes reciban el sumo sacerdocio de manos de los reyes
extranjeros o que la monarquía llegue a recaer en una dinastía no
davídica. La absolutización de los valores nacionalistas y
patrióticos le hace combatir a los judíos helenizantes con más
saña que a los enemigos extranjeros, convirtiendo las guerras de
liberación en una permanente guerra civil. El éxito militar
legitimó de tal manera la posición de los macabeos, que su autor
no dudó en ver en ellos y en su obra el cumplimiento de las
promesas y expectativas mesiánicas.
2 Macabeos: por el contrario tiene una mayor densidad religiosa
y mucho menos interés político y militar; el templo es el eje central
de todo el relato. El templo y todo lo que alberga y significa: la
santidad de Dios, expresada en sus santas leyes, el culto, los
sacrificios y el sumo sacerdocio que ejerce una mediación
determinante, para bien o mal, sobre el pueblo. Hace que Dios
intervenga en el curso de la historia y de los acontecimientos,
también a través de personajes sobrenaturales. Además destaca
el valor de la oración y del sacrificio, el poder expiatorio y ejemplar
del martirio de los justos y la retribución tras la muerte. La
aportación más novedosa es la fe en la resurrección de los justos
y el poder de la intercesión de los santos. Se trata de una
religiosidad que, al margen de miras políticas, busca trascender
los valores terrenales.

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HISTORIAS EJEMPLARES
RUT

Dentro de las tendencias nacionalistas y exclusivistas que respira


buena parte de la literatura bíblica postexílica, el libro de Rut es
una verdadera corriente de brisa universalista. Esta breve y
hermosa historia popular pone ante nuestros ojos a unos
personajes profundamente humanos, sencillos y entrañables, y
resalta un universo de valores, como la fidelidad y la solidaridad,
la piedad y la generosidad, que se imponen por sí mismos.
Ambientación histórica
El autor de Rut se ha perdido en el anonimato y apenas nos ha
dejado indicios que permitan fechar concretamente su
composición. Aunque se han invocado diversas razones para una
datación preexílica (legislación anterior al Deuteronomio, estilo
próximo a la prosa clásica del AT, uso de los nombres propios,
etc.), sin embargo, parece más coherente una datación
postexílica, basada también en razones de peso: la época de los
jueces se presenta como un pasado lejano, por lo que se hace
necesario explicar antiguas costumbres e instituciones caídas en
desuso (leyes del levirato y del rescate). Además, determinadas
peculiaridades lingüísticas y algunos problemas teológicos
aludidos (idea de la retribución, sentido del sufrimiento,
universalismo) sugieren que fue escrito en una época más o
menos contemporánea a la rigurosa legislación sobre el
matrimonio con extranjeros (cf. Esd 9; Neh 13).
Mensaje religioso
El libro de Rut admite varias lecturas, según la perspectiva del
enfoque. Para algunos autores, Rut sería un canto a la
providencia divina que, de forma inadvertida, interviene en las
vidas de las protagonistas, Rut y Noemí. Dios sale al paso del
24
abandono e indefensión de Noemí a través de la lealtad y amor
filial de Rut, y recompensa la fidelidad y abnegación de ésta a
través de la generosidad de Booz. Tendríamos así una aplicación
práctica del principio de retribución, una de las preocupaciones
dominantes del judaísmo postexílico.
Otros ven en el libro una historia de consolación, escrita hacia
finales del destierro y dirigida a los desterrados, que podrían
encontrar en la situación de Rut y Noemí un reflejo de su propia
situación, y podrían, en consecuencia, confiar en su “rescate”
inminente por obra de Dios, redentor de su pueblo.

Una tercera corriente, ve en el libro un mensaje de apertura y


universalismo, similar al libro de Jonás, escrito para
contrarrestar la corriente exclusivista y rigorista de la reforma de
Esdras (Esd 9), que prohíbe los matrimonios mixtos, y manda
expulsar de la comunidad judía las esposas extranjeras.
Finalmente según la lectura denominada “davídica”, el libro sería
una respuesta al presunto origen moabita de David, insinuado en
1 Sm 22,3-4. Este hipotético origen extranjero y pagano de David
pudo provocar cierto escándalo en la conciencia de Israel. La
historia de Rut ofrecería una justificación de este hecho recogido
por la tradición: aunque David tuviera una cierta ascendencia
moabita, la tenía a través de una admirable mujer, convertida al
judaísmo e integrada religiosa, social y políticamente dentro de
una familia de la tribu de Judá.
TOBÍAS (dc)
El libro de Tobías es una historia familiar que trata de
salvaguardar e inculcar los valores más genuinos y
representativos del judaísmo postexílico en continuidad con las
tradiciones históricas, proféticas y sapienciales de Israel. Todo

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dentro del marco de la institución familiar, mecanismo principal
de vivencia y transmisión de las principales enseñanzas judías.
Ambientación histórica
El libro de Tobías fue escrito probablemente a finales del s. III
a.C., en hebreo o arameo por un autor anónimo, aunque pronto
se tradujo al griego. El original semítico se perdió y la obra no
entró en el canon judío de la Biblia hebrea, pero sí se incluyó en
la Biblia griega (LXX). El ambiente que se refleja en el libro parece
corresponder a la diáspora judía de la época helenística. Muchos
judíos vivían entonces fuera de Palestina, a menudo en
condiciones difíciles que ponían en peligro la propia identidad
nacional, cultural y religiosa. Se hacía necesario, por tanto,
afirmar dicha identidad y fortalecer los lazos de unión entre todos
los judíos, especialmente con respecto a los que vivían fuera de
Palestina.
Un judío piadoso salió al paso de esta necesidad escribiendo el
libro de Tobías. Quiso crear modelos de identificación que
mostraran con ejemplos palpables el amor a la Ley y al Dios que
protege a los que siguen sus caminos; modelos que estimularan
la solidaridad entre los compatriotas dispersos; que inculcaran la
necesidad de una familia fuertemente unida y protegida de
influencias extrañas mediante una severa repulsa de los
matrimonios con extranjeros, y que orientase todos los corazones
hacia Jerusalén como centro de unidad de todos los judíos.
Mensaje religioso
A pesar de su apariencia de relato histórico, el libro de Tobías es
una “historia familiar” y popular que pretende transmitir una
enseñanza, cuyo contenido, es un fiel reflejo del universo teológico
del judaísmo postexílico de los siglos III-II a.C. Las claves o ejes
temáticos de dicho universo teológico son:

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-Importancia de la familia y el matrimonio: tras la crisis de las
instituciones nacionales producida en el exilio, la familia se
convierte en el ámbito privilegiado donde se vive y transmite la
herencia espiritual del judaísmo.
-Providencia de Dios y angeología: todo el libro es un canto a la
providencia de Dios que vela incesantemente por su pueblo y sus
fieles. El libro insiste en la forma en que dicha providencia se
realiza, presentando a los ángeles como los mediadores
privilegiados de la actuación de Dios y los ejecutores de sus
designios. En esta perspectiva, el libro de Tobías representa un
avance importante en el desarrollo de la angeología.
-La ética de las “buenas obras”: uno de los aspectos más
resaltados en el libro es el comportamiento de sus protagonistas,
especialmente del anciano Tobit, cuya vida ha estado marcada
por el cumplimiento riguroso de la Ley y por su piedad
manifestada por sus buenas obras, entre las que destacan la
oración y limosna. La imposibilidad de acceder al templo y a su
culto lleva a poner el acento en los deberes personales y privados
hacia Dios y el prójimo. Entre estos deberes destacan, además de
la limosna, la asistencia, la hospitalidad, la justa retribución y la
sepultura.
Así pues, en resumen, aunque el justo se vea sometido a pruebas
y dificultades, siempre que se mantenga fiel, obtendrá la
bendición de Dios.
JUDIT (dc)
El libro de Judit es la historia de una resistencia heroica y de una
gesta protagonizada por una pequeña ciudad y una mujer audaz.
Israel se concentra en Betulia, la insignificante ciudad que resiste
a los dominadores del mundo. El pueblo se personaliza en Judit
(la Judía), joven y hermosa viuda, que con las armas de la

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oración, el ayuno y la fidelidad a la Ley se enfrenta al opresor, el
general Holofernes, jefe de un inmenso ejército, que, a su vez, es
compendio de todos los enemigos históricos de Israel. Judit se
introduce en la tienda de Holofernes que está ebrio de poder y de
soberbia, le corta la cabeza y retorna a Betulia victoriosa e intacta.
Todo acaba en alegría y alabanzas a Dios y a Judit.
Ambientación histórica
El libro de Judit no llegó a formar parte de la Biblia hebrea,
aunque sí de la Biblia griega (LXX). Aunque solo nos ha llegado la
versión griega, parece evidente que hubo un original hebreo o
arameo que se perdió. No conocemos el nombre del autor ni la
fecha de su composición, aunque varios indicios apuntan hacia
el s. II a.C., momento en que Israel se enfrenta a la crisis
provocada por el helenismo y las rebeliones macabeas. El autor
quiso consolar y estimular la esperanza de sus compatriotas,
recordándoles que Dios había salvado muchas veces a su pueblo
y que también lo haría en el presente, si se mantenían fieles a la
alianza y cumplían sus preceptos.
Mensaje religioso

Es la destacada personalidad de Judit, “la Judía”, personalidad


arquetípica, lo que encarna el mensaje religioso del libro. Judit es
encarnación del pueblo, como novia (por la belleza) y como madre,
según la tradición profética. Encarna la piedad y fidelidad a Dios,
el valor con la sagacidad. Es una figura ideal que podrá inspirar
a cualquier hijo de Israel. Como viuda puede representar el
sufrimiento del pueblo, aparentemente abandonado por su Señor;
puede concentrar toda su fidelidad en el único Señor del pueblo.
Sin hijos físicos, puede asumir la maternidad de todo el pueblo y
convertirse en “bienhechora de Israel”.

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ESTER
El argumento del libro es todo un entramado de intrigas
cortesanas que ponen en peligro de muerte y exterminio a la
comunidad judía dispersa, que al final se salva gracias a la
decidida intervención de Ester, joven judía promovida a la
dignidad de reina de Persia, y de su tío Mardoqueo, perfecta
encarnación del judío discreto, sabio y fiel, que desenmascara el
plan criminal del primer ministro Amán, haciéndole caer en su
misma trampa. Al final, los exterminadores son exterminados y
la comunidad judía celebra su inesperada liberación con la fiesta
de los “Purim” o suertes.
El libro de Ester a pesar de su apariencia histórica, no es un libro
de historia, sino una ficción literaria dentro del género de las
historias ejemplares, donde unos hechos con presumible
entronque histórico se ponen al servicio de una enseñanza
fundamental: la especial providencia divina que asiste al pueblo
judío, liberándolo de las mayores amenazas.
El libro ha sido transmitido en dos formas distintas: por un lado
está la versión hebrea de la Biblia judía y por otro la versión griega
de la LXX, que tiene añadidos que hacen referencia explícita a
Dios, puesto que en la versión hebrea no se le menciona, aunque
se presupone implícitamente su intervención en la historia, y
añade también los contenidos de las cartas y oraciones que se
mencionan en la versión hebrea.
Ambientación histórica
La historia del libro de Ester está ambientada en pleno periodo
persa, en el escenario de la corte del rey Asuero (Jerjes I, 468-465
a.C.) en Susa. Pero este marco histórico no deja de ser una ficción
literaria que, a su vez, deja entrever una situación de diáspora y
persecución religiosa. En Est 3,8 parece aludirse más a la

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intransigencia perseguidora de Antíoco IV Epífanes que la
tolerancia generalizada del imperio persa, suficientemente
documentada en los libros de Esdras y Nehemías. Estos datos,
unidos a las concepciones religiosas que laten en el libro, apuntan
a una fecha de composición dentro de la primera mitad del siglo
II a.C., sin embargo, es posible que el autor del libro hebreo se
haya servido de una tradición popular, ambientada en época
persa.

El autor es desconocido y por su familiaridad con la geografía de


Mesopotamia y su silencio sobre Palestina, podemos deducir que
se trata de un judío de la diáspora, residente en Susa o territorios
cercanos. Más tarde con el añadido de Est 9,20-32, se asoció el
libro a la fiesta judía de los “Purim” o suertes, de origen pagano,
tratando de justificarla como recuerdo de la liberación relatada
en el libro de Ester.
Mensaje religioso

La clave teológica fundamental del libro es la inviolabilidad del


pueblo judío, cuya supervivencia y triunfo están garantizados por
Dios. Es su providencia la que conduce la acción y guía los
acontecimientos a su último desenlace. Cuando todo parece estar
perdido para el pueblo judío, se revela el juicio histórico de Dios
contra sus malvados enemigos, a través de la intervención
decisiva de una mujer, Ester, en el camino de la salvación.
Sin embargo, hay algo en el libro que nos turba, y es la
complacencia en la venganza. Los judíos se vengan con creces de
sus enemigos, cuentan las víctimas, alargan el plazo de venganza,
ponen gran empeño en recordar ese día. Esta dificultad nos invita
a leer el libro como muestra de la crueldad humana. Aún está
lejos el mensaje de amor y perdón de Jesús.

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