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Todo el que investiga sobre la línea divisoria de la filosofía y la religión entre los
griegos, se percata en seguida de una característica típica general de su
pensamiento: se trata de una destacable capacidad para conservar, como base de
sus especulaciones, una gran cantidad de ideas arcaicas y tradicionales, a fin de
construir sobre ellas algunas de las investigaciones más profundas y de mayor
influjo sobre la vida y el destino humano.
HERÀCLITO
Predicó su mensaje como una verdad eterna “No fue discípulo de nadie, escribe
Diógenes, sino que dijo que se había investigado a sí mismo y que todo lo había
aprendido por sí mismo.
El Logos:
El logos determina el curso de todo lo que acontece. El logos es a) algo que uno
oye, b) lo que regula todos los acontecimientos, una especie de ley universal del
devenir, c) algo con una existencia independiente de él y dotado de expresión
verbal.
“Hay que seguir lo que es común, pero, aunque el Logos es común, la mayoría de
los hombres viven como si tuviesen una inteligencia propia particular”. Puesto que
el Logos es común, es una virtud captar lo común y una equivocación exigir una
sabiduría peculiar para uno mismo. Heráclito proclama que es el único, o
prácticamente el único, que ha comprendido este Logos común, pero que el
defecto reside en los demás, porque la verdad está a la vista de todos.
En resumen, el Logos es, ante todo, la verdad eterna a la que él está dando
expresión verbal, pero que es independiente de sus palabras. El tema de esta
verdad, el Uno que lo es todo. Y este Uno es el principio divino e inteligente que
nos rodea y causa la ordenación del cosmos y, a la vez, aquello ínsito en nosotros
a lo que debemos cualquier clase de inteligencia que poseemos. Al mismo tiempo,
es el fuego, lo caliente y lo seco; en nosotros lo que corrompe es su contacto con
la humedad y lo frío.
Todo es producto de los contrarios y, por ello, está sujeto a una tensión interna, los
contrarios son idénticos, la guerra es la fuerza dominante y creadora y el estado
adecuado y propio de los acontecimientos.
b) Todo está en continuo movimiento y cambio: “Nadie puede meterse dos veces
en los mismo ríos”. La doctrina del cambio continuo de los objetos físicos está
estrechamente relacionada con la de la identidad de los contrarios. Esto es debido
a que el cambio es cíclico, de a hacia b, de b hacia a, y que, para la mente de
Heráclito lo que cambia aparentemente en otra cosa distinta y luego vuelve a lo
que era antes tiene que haber sido en cierto modo lo mismo todo el tiempo.
c) El mundo es un fuego vivo y eterno: la archè de los milesios fue siempre algo
intermedio entre dos contrarios, debido a su suposición de que contenía y
encerraba a los dos miembros de cada pareja de contrarios, que, posteriormente,
podían surgir, por ello, de él, y desarrollarse en direcciones opuestas. Tales fueron
el agua y el aire, y el àpeiron de Anaximandro lo describieron escritores tardíos
como algo más ligero que el agua pero más denso que el aire. Si él pensó o no en
el àpeiron en este sentido tiene que ser cierto que Anaximandro consideró el
estado inicial de las cosas como algo neutro, y, por ello, mediato: parece que él
vio, incluso, con más claridad que otros en realidad no se le podría calificar por
ninguno de los contrarios.