NEO-MATERIALISMO
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Ahora que los dioses antropomórficos se han ido, sólo sus espectros cada-
véricos han quedado. La teodicea devino en política y justificación del dominio
humano. A la hora del desencanto mítico de la naturaleza por el develamiento
científico y el dominio de la tecnociencia, le ha seguido la hora del pánico por la
energía descontrolada de la naturaleza sojuzgada y el terror por los estrépitos
insubordinados de la materia y vida gimientes. Es la hora del cambio climático
que desborda nuestra capacidad de representación y de imaginación. A la atónita
experiencia de la gravedad de los nichos vacíos de las deidades protectoras y del
cetro humano quebrado, ¿le seguirá un intermezzo de reencantamiento del cos-
mos? ¿Un panteísmo material e inmanente? ¿O sólo una humilde conciencia de
nuestra frágil pequeñez e irremediable entropía en medio de los astros incon-
mensurables y del tiempo inmemorial del universo sin vida?
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De aquí en adelante: NM.
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presentan dan respuestas a todo lo real y, en este caso, lo hacen sobre la base
de un principio o arché material. Algunos han denominado “giro material”
a esta reversión por el énfasis en la materialidad y en el proceso de materia-
lización de la realidad natural y social (Latour, 2007; Coole y Frost, 2010;
Alaimo, 2010; Iovino y Oppermann, 2014; Frost, 2016).
Se ha operado así en el campo filosófico contemporáneo un doble giro: un
retorno a la metafísica, puesto que puede afirmarse que el NM es una metafí-
sica inmanentista y monista (Dolphijn y Van der Tuin, 2012); y, a su vez, un
regreso a la physis entendida como materia-energía y flujo autopoiético.
Lo curioso de esta vuelta a la metafísica es que, en esta ocasión, el regreso
se halla motorizado por los nuevos planteos científicos y las potencialida-
des inusitadas desplegadas por la tecnología (Coole y Frost, 2010; Maturana,
2003). Ni las humanidades ni las ciencias sociales han sido las impulsoras de
este giro metafísico; más bien, podría decirse que han sido y/o son renuen-
tes a admitirlo o a concederle importancia. Tras varias décadas de agudas y
matricidas críticas a la metafísica, iniciadas por las filosofías de Nietzsche y
Heidegger y continuadas por diversos planteos filosóficos del siglo XX, la me-
tafísica ha resurgido desde el terreno menos pensado. Es llamativo que este
giro metafísico material acontezca en una época de exaltación generalizada de
sociologismo, culturalismo e hiper-constructivismo lingüístico, tendencias
en que las ciencias humanas y sociales parecen haber quedado empantanadas
desde hace varios años, lo que explicaría su miopía respecto a la importancia
de la materia (Coole y Frost, 2010).2
Las impresiones metafísicas, que afloran en la lectura de los textos del NM,
nos asaltan también, particularmente, en los textos de los antiguos griegos
−desde los fragmentos de los presocráticos a las obras de Aristóteles−, en las
obras teológicas medievales, en algunos textos marginales y menores de la
modernidad, como los del Romanticismo, y en las obras de los grandes siste-
mas filosóficos modernos: Idealismo y Materialismo Histórico.
En un audaz gesto que reintroduce la perspectiva metafísica en el conjun-
to de la filosofía, propulsado por las ciencias físico-naturales, la nueva versión
de la metafísica opera una interesante vuelta hacia el nacimiento griego del
logos: el NM concibe a la materia como la unidad de lo real en su amplia
diversidad. Este nuevo paradigma holístico postula a la materia como hori-
zonte común de todo lo real: de los entes materiales, orgánicos e inorgánicos,
artificiales y naturales, simbólicos y culturales. Ya no es el ser humano el
pivote central sobre el que se sostiene el edificio metafísico que articula la
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Es probable que esta preponderancia del giro lingüístico en nuestros ámbitos académicos
explique la razón de los escasos trabajos de este enfoque en lengua castellana, como de las
pocas traducciones de las obras más conspicuas del NM.
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Neologismo en castellano surgido de la traducción del término compuesto “living matter” con
que algunos textos del NM designan a la materia (Coole y Frost, 2010: 5).
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Este distopismo se apoya en la posibilidad de que seamos incapaces de comprender y
reflexionar sobre los objetos y los procesos que podemos generar, por lo cual nos volvemos
criaturas a merced del artefacto técnico engendrado. La excesiva especialización y simbolización
del lenguaje científico-técnico ha provocado un insuperable distanciamiento crítico debido a
la situación de “lenguaje intraducible” al lenguaje cotidiano mediante el que comprendemos el
significado de los acontecimientos que nos afectan.
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obra, aborda desde una perspectiva ecocrítica los dilemas éticos que emergen
sobre la clonación y la inteligencia artificial en la afamada serie televisiva.
En suma, el NM se presenta como teoría distintiva de la implosión y el
derribamiento de las paredes internas de los conceptos “materia” y “vida”,
que emergen ahora entrelazados e interconectados ontológica y epistemoló-
gicamente. Sus textos ofrecen un nuevo marco onto-epistemológico para definir
y comprender los entes, en particular la vida humana y su lugar en el cosmos.
¿Significa esto un triunfo de la ciencia actual sobre la filosofía? ¿Nos hallaría-
mos en pleno cumplimiento del dictum heideggeriano (de la consumación de
la metafísica en la técnica o tecnociencia), o, por el contrario, en su resurrec-
ción ahora a partir de las ciencias?
Referencias
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