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Facultat de Psicologia
Departament de Psicologia Clínica i
Psicobiologia
TÉCNICAS DE DISTRACCIÓN
Arturo Bados
16 de April de 2019
ÍNDICE
CONCEPTO ............................................................................................................................................... 1
EL PAPEL DE LA DISTRACCIÓN EN EL TRATAMIENTO DE LOS TRASTORNOS DE ANSIEDAD .................... 2
EMPLEO DE LAS TÉCNICAS DE DISTRACCIÓN .......................................................................................... 3
TIPOS DE TÉCNICAS DE DISTRACCIÓN ..................................................................................................... 4
TABLAS..................................................................................................................................................... 6
REFERENCIAS ........................................................................................................................................... 9
CONCEPTO
Las técnicas de distracción implican retirar la atención de algo negativo (p.ej., sensaciones que
preocupan, estado emocional o físico aversivo, pensamientos de amenaza, impulsos indeseables) y
desviarla hacia algo neutro o positivo. Cuando se emplean, las técnicas de distracción siempre for-
man parte de programas de tratamiento más amplios.
Las técnicas de distracción pueden ser útiles en el tratamiento de diversos trastornos: a) Al inicio
del tratamiento como ayuda temporal con el fin de reducir los pensamientos depresivos. b) Al inicio
del tratamiento como ayuda temporal para reducir la ansiedad y también en otros momentos para
hacer frente a una ansiedad excesiva que no puede controlarse de otra manera. Asimismo, para
combatir los recuerdos invasores o experiencias disociativas en el trastorno por estrés postraumáti-
co. c) Para afrontar el dolor. d) Cuando se experimentan fuertes impulsos que se desea controlar
(p.ej., impulsos de beber, atracarse, fumar, etc.)
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Se piensa que los clientes mejoran más cuando se implican y comprometen en la exposición
atendiendo y procesando emocionalmente las señales de miedo (externas e internas) que cuando
las desatienden consistentemente por medio de evitación cognitiva o conductas defensivas (p.ej.,
llevar objetos tranquilizadores, tomar ansiolíticos o alcohol). No está claro que el empleo de estrate-
gias de distracción interfiera, aunque hay datos de que el empleo de conductas defensivas dirigidas
a prevenir las supuestas amenazas sí que es negativo (Salkovskis et al., 1999). En el tratamiento de la
agorafobia Craske y Barlow (2000) recomiendan atender objetivamente a la situación y a las propias
reacciones ante la misma. Un ejemplo sería: “Estoy en el ascensor, noto cómo se mueve, veo las
puertas y el techo, mi corazón palpita, mi ansiedad es moderada”. En contraste, un foco subjetivo de
atención sería: “Me siento terrible, sufriré un colapso, no puedo hacerlo, tengo que salir de aquí”.
Asimismo, una cosa es centrarse en las características concretas de las sensaciones físicas y
otra es centrarse en las implicaciones amenazantes de las sensaciones. Se trataría, pues, de que el
cliente a) aprendiera que una cosa son las sensaciones y otra el significado que les atribuye, y b)
atendiera a sus sensaciones concretas y fuera consciente de las interpretaciones que hace, pero en
vez de rumiar sobre sus atribuciones o expectativas catastróficas, buscara una interpretación más
realista. Finalmente, habría que estudiar qué es más importante, si el foco de atención o el em-
parejamiento entre la condición de implicación o distracción y el estilo de afrontamiento propio de
cada cliente (evitación o búsqueda de información amenazante); es posible que los clientes busca-
dores de información amenazante pudieran beneficiarse más de la distracción ocasional.
Los resultados de los estudios sobre los efectos de la distracción son contradictorios (véase
Rodriguez y Craske, 1993), aunque el retorno del miedo podría verse favorecido por el empleo de
estrategias distractoras (Kamphuis y Telch, 2000). Por otro lado, Oliver y Page (2003) hallaron con
estudiantes con miedo a la sangre/inyecciones, que en comparación con la exposición focalizada, en
la que se conversaba descriptivamente sobre el estímulo temido, el empleo de la distracción parcial
(conversar sobre temas no relacionados con el estímulo temido mientras se mantiene la atención
visual en este) facilitó la reducción de la ansiedad intra- e intersesiones y aumentó el control percibi-
do sobre la ansiedad al mes de seguimiento. Johnstone y Page (2004) llevaron a cabo un estudio pos-
terior con universitarios fóbicos a las arañas que recibieron una compensación por su participación.
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En comparación con la exposición focalizada, la exposición con distracción parcial dio lugar a una
mayor reducción del miedo subjetivo intra y entre sesiones, una mayor autoeficacia y control perci-
bido y una ejecución de un mayor número de pasos en un test conductual; los resultados se mantu-
vieron en general en el seguimiento al mes. Habría que replicar estos resultados con pacientes fóbi-
cos, con tratamientos más largos y con diversos tipos de estímulos temidos.
Los efectos de la distracción pueden depender de variables como mayor o menor consistencia
en su empleo, fase del tratamiento en que se aplica (al principio puede ser útil con el fin de reducir
una ansiedad muy intensa), foco de la distracción (no atender a los estímulos externos, a las sen-
saciones físicas o a las cogniciones negativas), intensidad de la distracción (una atención moderada a
los síntomas somáticos y pensamientos negativos puede facilitar el afrontamiento y control de estos,
pero una atención excesiva puede perturbar este control), intensidad del miedo (cuanto mayor es
este, más útil es la distracción) y estilo de afrontamiento del cliente (búsqueda o evitación de infor-
mación amenazante).
Con relación a estos estilos de afrontamiento, Muris et al. (1993) hallaron en fóbicos a las ara-
ñas que, en comparación con los evitadores, los buscadores mejoraron menos con la exposición en
vivo y recayeron más. Esto puede ser debido a que estos sujetos alcanzan un nivel extremo de an-
siedad al interactuar su estilo de afrontamiento con la petición de que atiendan a los estímulos fóbi-
cos durante una exposición prolongada; esta ansiedad extrema interferiría con el procesamiento de
la información. Si esto es así, posibles soluciones a investigar son pedir a los sujetos que se distraigan
de vez en cuando durante la exposición, emplear exposiciones mucho más graduales y/o enseñarles
a reestructurar sus interpretaciones amenazantes. Sin embargo, con fóbicos a las arañas, Antony et
al. (2001) no hallaron que los resultados de la EV se vieran afectados por el empleo o no de distrac-
ción, el estilo de afrontamiento de los sujetos o la interacción de ambos factores. Johnstone y Page
(2004) tampoco hallaron interacción entre los estilos de afrontamiento y el tipo de exposición (focal-
izada o con distracción). Sin embargo, en comparación a los sujetos bajos en estilo de evitación, los
muy evitadores redujeron menos su ansiedad, particularmente bajo la condición de exposición focal-
izada.
Las técnicas de distracción están indicadas cuando la atención está centrada en sensaciones
temidas, malestar físico, pensamientos negativos (ansiógenos, depresivos) o impulsos indeseables y
al paciente no le es posible manejar esta situación mediante otros medios tales como respiración
controlada, relajación, autoinstrucciones, reestructuración cognitiva o, según los casos, ayuda de
otras personas (p.ej., para controlar el deseo de hacer un atracón).
El empleo de distracción no requiere de una gran justificación ante los pacientes, ya que casi
todos estos la han utilizado alguna vez en momentos de crisis. De todos modos, como señalan Botella
y Balllester (1997), puede ser útil llevar a cabo una prueba para hacerles ver las consecuencias de
centrar la atención en unos u otros aspectos. Para ello, se le pide que cierre los ojos y se concentre
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en el aspecto negativo en cuestión. Así, y según los casos, se puede pedir a un cliente que se concen-
tre en: a) ciertas sensaciones que teme (p.ej., palpitaciones, inestabilidad) después de favorecerlas
mediante alguna acción (correr sobre el terreno, hiperventilar, mantenerse quieto de pie); b) sus
rumiaciones depresivas; c) la extensión e intensidad del dolor que siente naturalmente o que puede
ser inducido mediante algún medio; por ejemplo, llevando un esfigmomanómetro sobre su brazo
hasta una alta presión de 240 mm de mercurio, seguido esto por una moderada cantidad de ejercicio
(apretar un dinamómetro de mano); d) el impulso que experimenta tras haberle presentado el
estímulo adecuado (p.ej., una copa de alcohol).
Una vez que el paciente informa que ha conseguido centrarse en el aspecto negativo, se le pide
que abra los ojos y que describa en voz alta el contenido de la habitación o algún objeto que tenga
cierta complejidad (p.ej., un cuadro). Si el cliente es muy escueto, se le anima a que dé muchos
detalles sobre distintas propiedades del objeto: tamaño, forma, color, contenido, textura, etc. Cuan-
do parece que el paciente está concentrado en la nueva tarea, se le pregunta en qué mediada es
todavía consciente del aspecto negativo (p.ej., sensación corporal). Lo usual es que esta conciencia
haya desaparecido o disminuido en gran medida. Entonces, se le pregunta si puede extraer alguna
conclusión de la prueba. Las dos ideas fundamentales son: a) que la atención en el aspecto negativo
favorece el mantenimiento o agravamiento del problema (ansiedad, pánico, humor deprimido, dolor)
o la realización del impulso no deseado; y b) que el desvío de la atención hacia estímulos diferentes
contribuye a manejar el problema.
Existen diversos tipos de técnicas distractoras y dentro de cada uno existen diversas formas de
llevarlas a cabo. Qué técnica es más eficaz depende de la persona e incluso de la situación y el mo-
mento, aunque la de dedicarse a actividades absorbentes suele funcionar muy bien. Lo mejor es que
cada paciente sepa que tiene varias disponibles y que puede cambiar de una a otra estrategia tan a
menudo como quiera. Pueden distinguirse los siguientes tipos de técnicas distractoras:
Existe un gran número de posibles actividades de este tipo: quedar con alguien,
hablar por teléfono con un amigo, pasear, hacer ejercicio físico (marcha, bicicleta, correr), ir
al gimnasio (natación, aeróbic), tomar un baño, jugar o salir con un niño, hacer bricolaje, es-
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cuchar música o tocar un instrumento, jugar a las cartas, hacer solitarios, dibujar, hacer cru-
cigramas o puzles, leer una revista o un libro, cantar, navegar por internet, planchar, ver la
TV, escuchar la radio.
El cliente debe elegir aquellas actividades que sean realmente distractoras y que
pueda realizar fácilmente, teniendo en cuenta que, según la situación, puede llevar a cabo
distintas actividades. Además, es posible combinar distintas actividades para incrementar su
poder absorbente. Es útil escribir la lista de actividades alternativas en una pequeña tarjeta
y llevarla consigo para poder consultarla en momentos de dificultad.
Posibles ejemplos son contar hasta 1.000 de 13 en 13, contar desde 1.000 hacia
atrás de 7 en 7, enumerar palabras o cosas que empiecen por una determinada letra, nom-
brar animales por orden alfabético, tararear o cantar una canción por dentro, recordar algo
en detalle. Si la actividad es muy sencilla para el cliente, no funcionará; y si es demasiado
compleja, puede acrecentar su tensión o ansiedad.
El cliente debe fijarse en un objeto que tenga cierta complejidad (edificio, coche,
cuadro, ropa que lleva una persona, etc.) y describir en detalle su tamaño, forma, color, con-
tenido, textura y posibles usos. Es importante que el objeto sea lo suficientemente complejo
como para que capte toda la atención, de modo que esta no pueda dividirse entre el objeto
y el aspecto negativo. Esta es una estrategia que se engloba dentro de la que se comenta a
continuación.
Se trata de fijarse en las cosas que hay alrededor y describir lo que se puede ver,
oír, oler, tocar y probar. Esta estrategia ha sido denominada también conciencia sensorial.
Se puede pedir primero al paciente que describa aquello que ve, tal como se ha comentado
en la estrategia anterior; por ejemplo, un edificio, una revista, lo que está haciendo la gente.
Luego, que preste atención a lo que oye (ruidos, voces, conversaciones, etc.) y diga de
dónde procede y qué características tiene. En cuanto al olfato, el cliente debe describir a
qué huele (colonia, humedad, producto de limpieza, comida) y la intensidad y valencia de
los olores detectados. Por lo que respecta al tacto, puede fijarse en las sensaciones experi-
mentadas al tocar ciertas cosas (ropa, volante del coche, bolígrafo) o partes del propio cuer-
po. Finalmente, el gusto; el paciente puede analizar cómo sabe algo que lleva encima (chic-
le, caramelo) o el sabor que predomina en su boca.
No es necesario considerar los cinco sentidos, sino que puede centrarse la atención
sólo en alguno o algunos de ellos. Esto último es especialmente conveniente cuando al ana-
lizar lo que transmiten ciertos sentidos, un paciente redirige su atención hacia sensaciones
amenazantes.
F) Concentrarse en la respiración.
Ejemplos de estas y otras estrategias de distracción para el afrontamiento del dolor pueden
verse en la tabla 1. Para aprender a aplicar las técnicas, se puede inducir que el paciente se concen-
tre primero en el aspecto negativo en cuestión –tal como se explicó más arriba, pero de modo más
intenso y prolongado– y luego que aplique las estrategias seleccionadas hasta que logre que hagan
efecto.
TABLAS
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B. Una persona puede elegir sobre qué quiere centrar su atención y qué excluye de su
atención.
parte del cuerpo que está recibiendo la estimulación intensa está hecha de caucho, y
por lo tanto es incapaz de sentir dolor, y considerando todas las implicaciones de tener
un cuerpo de caucho.
REFERENCIAS
Antony, M.M., McCabe, R.E., Leeuw, I., Sano, N. y Swinson, R.P. (2001). Effect of distraction and coping style on in vivo
exposure for specific phobia of spiders. Behaviour Research and Therapy, 39, 1137-1150.
Botella, C. y Ballester, R. (1997). Trastorno de pánico: Evaluación y tratamiento. Barcelona: Martínez Roca.
Craske, M.G. y Barlow, D.H. (2000). Mastery of your anxiety and panic – 3rd edition (MAP-3): Client workbook for agorapho-
bia. San Antonio, TX: Graywind Publications/The Psychological Corporation.
Johnstone, K.A. y Page, A.C. (2004). Attention to phobic stimuli during exposure: The effect of distraction on anxiety reduc-
tion, self efficacy and perceived control. Behaviour Research and Therapy, 42, 249-275.
Kamphuis, J.H. y Telch, M.J. (2000). Effects of distraction and guided threat reappraisal on fear reduction during expo-
sure-based treatment for specific fears. Behaviour Research and Therapy, 38, 1163-1181.
Muris, P., de Jong, P.J., Merckelbach, H. y van Zuuren, F. (1993). Is exposure therapy outcome affected by a monitoring
coping style? Advances in Behaviour Research and Therapy, 15, 291-300.
Oliver, N.S. y Page, A.C. (2003). Fear reduction during in vivo exposure to blood-injection stimuli: Distraction vs. attentional
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Rodriguez, B.I. y Craske, M.G. (1993). The effects of distraction during exposure to phobic stimuli. Behaviour Research and
Therapy, 31, 549-558.
Salkovskis, P.M., Clark, D.M., Hackmann, A., Wells, A. y Gelder, M.G. (1999). An experimental investigation of the role of
safety-seeking behaviours in the maintenance of panic disorder with agoraphobia. Behaviour Research and Therapy,
37, 559-574.