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 ETOLOGÍA HUMANA

La importancia que le concedemos a la pregunta por la cognoscibilidad del hombre, bajo la


perspectiva de la distinción naturaleza y cultura, tiene que ver con el asunto crucial de una
pregunta por el sentido. No se trata de una cuestión que pudiera agotarse en las posibilidades o
barreras actuales en el estudio de la comprensibilidad y en la evaluación de las alternativas de
explicación de las peculiaridades de la especie, de sus diferencias o de los cambios que
experimenta. El asunto de las dificultades en la cognoscibilidad o la posición derivada de declarar
que no es posible tal empresa cognitiva, posición que lleva a muchos a afirmar que del hombre y
sus acciones sólo se puede tener experiencia estética o fenoménica, no son temas meramente
epistemológicos. Son cuestiones que atañen a la forma de plantear muchos problemas tales
como la educación, los modos deseables de interacción social, la posibilidad de la construcción de
una sociedad civil o la alternativa de albergar esperanzas en el proceso de la construcción de las
formas de paz tanto local como mundial.

Como Eibl-Eibesfeldt lo señala en el epígrafe que inicia este escrito, también el asunto de la
cognoscibilidad y las acciones derivadas de ella traen, por otra vía que yo llamaría esencial,
aparejada una cuestión estética de fondo. Lo grotesco y lo monstruoso de la violencia excesiva nos
demandan una respuesta, una exploración que a su vez deberá plantearse frente a lo terrible que
pende sobre nosotros. La violencia extrema y generalizada es la espada. La contradicción entre
nuestros impulsos filiales y la necesidad de la autoafirmación necesaria a la realización vital para
los individuos o las especies, son dos de los múltiples filos de esa espada que pende sobre nuestro
ser. Un ser que como pocos está en proceso de edificación y autorrealización
del proyecto contenido en su herencia.

El problema
Plantearnos el problema de lo innato en la conducta implica la revisión del suelo sobre el cual esta
cuestión ha llegado a ser importante. Los esfuerzos por conocer el hombre en términos de
naturaleza y cultura hunden sus orígenes en los del pensamiento occidental pero se han
desarrollado en la base de comprensión que el empirismo inglés y en particular John Locke ha
legado. En palabras de un antropólogo contemporáneo y a propósito del surgimiento de la noción
de cultura:

Quien realmente puso los fundamentos metafísicos sobre los que más de doscientos años
después habrían de construir los antropólogos la primera definición formal de la cultura fue el
filósofo inglés del siglo XVII John Locke. De hecho, An Essay concerning Human Understanding,
de Locke, fue el precursor de todas las ciencias modernas de la conducta incluidas la psicología,
la sociología y la antropología cultural, que subrayan la relación entre el medio condicionante y los
pensamientos y las acciones humanas. "Su relación con el siglo XVII fue muy similar a al
que Freud y Marx guardan con nosotros. Incluso sus enemigos se veían obligados a usar sus
propios términos". Lo que Locke se esforzó en probar es que en el Instante de su nacimiento la
mente humana es un "gabinete vacío".[1]

Plantear entonces el asunto de lo innato en la conducta y la cultura misma lleva a revisar ese lugar
común. La mayor parte de las ciencias del hombre siguen suponiendo que el individuo llega a este
mundo como una hoja en blanco y que sólo los procesos de aprendizaje lo llevan a asumir formas
de conducta. Se presenta en las ciencias del hombre la predominancia de este punto de vista y se
supone que la cultura y la conducta humanas son básica y predominantemente aprendidas. Se
trata el cuerpo en independencia de su filogenia.

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