Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Introducción
Esta obra, escrita hacia finales del año 391 o inicios de 3921, res-
ponde a un deseo personal de san Agustín de Hipona: ofrecer sus pa-
labras y su ayuda a Honorato, un amigo de juventud que sigue adheri-
do a las ideas de los maniqueos desde que fue conducido hacia tal sec-
ta por el mismo Agustín. De modo explícito, al final del libro encon-
tramos expresados los objetivos que Agustín albergaba en su corazón:
––––––––––
1
Cf. A. PIERETTI, Introduzione a SANT'AGOSTINO, Utilità del credere, Opere di
sant'Agostino, volume VI/1, Città Nuova, Roma 1995, 162.
2
Para el texto castellano, De la utilidad de creer, sigo la traducción de un anónimo
«padre agustino» recogida en el siguiente volumen: Obras de San Agustín, tomo IV,
Obras apologéticas, BAC, Madrid 19562, 828-889 (en edición bilingüe). También he
tenido presente la edición bilingüe (latín-italiano) de las obras de san Agustín citada an-
––––––––––
teriormente (Opere di sant'Agostino, volume VI/1, 170-241). Para evitar la proliferación
de notas a pie de página, las referencias al escrito agustiniano (con dos dígitos, el prime-
ro para el capítulo y el segundo para el numeral) irán normalmente en el texto, entre pa-
réntesis.
3
He analizado en otros artículos algunos textos de san Agustín que sirven para
comprender su teoría dialógica y su modo de presentar la comunicación y la enseñanza
entre los hombres: «Experiencia y autoridad en el Contra académicos de san Agustín»,
Alpha Omega 5 (2002), 159-185; «Comunicación y lenguaje en el De magistro de san
Agustín», Alpha Omega 6 (2003), 37-57; «Una retórica para la eternidad: el libro IV del
De doctrina christiana de san Agustín», Alpha Omega 8 (2005), 307-322; «“Empirismo
retórico” en La catequesis de los principiantes de san Agustín», Alpha Omega 12 (2009),
57-80.
4
Cf. A. PIERETTI, Introduzione, 163-164. Pieretti hace suya la segunda división, en
base tanto a los contenidos como a diversas fórmulas usadas por el mismo Agustín que
muestran el tránsito de una parte a otra. En este trabajo seguiré la división tripartita,
uniendo el capítulo 1 (introductorio) a la primera parte, y los dos últimos capítulos a la
tercera. Personalmente, creo que sólo el capítulo 18 sería conclusivo, mientras que el ca-
pítulo 17 pertenecería a la tercera parte, si se admite la división de Pieretti.
El De utilitate credendi y la teoría dialógica de san Agustín 5
––––––––––
5
Veremos más adelante que tal suposición es vista como «opinar», que será con-
trapuesto al entender y al creer (cf. 11,23). Suponer que uno conoce la verdad sin cono-
cerla es uno de los mayores males del alma, como subraya Platón en algunos de sus es-
critos. Podemos evocar, por ejemplo, la experiencia socrática narrada en diversos lugares
de la Apología, así como un famoso pasaje de Sofista 229c, donde se alude a la peor for-
ma de ignorancia: la de aquel que cree saber cuando no sabe nada.
6 Fernando Pascual, L.C.
––––––––––
8
Cf. PLATÓN, Fedro 274b-278e, un diálogo que no sólo expone los límites de la
escritura, sino también de otras formas de comunicación humana.
El De utilitate credendi y la teoría dialógica de san Agustín 9
rable. Más aún, el mismo juez de todo (es decir, Dios), seguramente
elogiaría el pensamiento y la voluntad de Agustín por amar la inocen-
cia y por haber pensado «bien de otro hombre en un caso dudoso»
(4,10).
En otras palabras, las reflexiones ofrecidas sobre los diferentes
«errores» que pueden darse a la hora de comprender un escrito (y la
relación de sus contenidos con lo que realmente piensa el autor del
mismo) valen para otras formas de comunicación, por ejemplo para la
comunicación oral ante varias personas y, podríamos añadir yendo
más allá de las ideas agustinianas, también para formas de comunica-
ción personalizada (un diálogo entre dos individuos)10, pues el llegar a
exponer claramente y de modo asequible el propio pensamiento no es
fácil ni siempre se consigue de modo satisfactorio.
A raíz de lo que acaba de exponer, Agustín puede ahora explicar
que existirían tres tipos diferentes de escritos, aunque en realidad lo
que ofrece nuestro autor es una nueva tipología de relaciones diferen-
tes entre escritor, escrito y lector. El primer caso sería el de un buen
libro (se entiende, por estar bien escrito y por exponer ideas verdade-
ras) ante el cual un lector no llega a captar lo bueno contenido en ese
libro. El segundo caso se daría cuando el libro es bueno y el lector lo
capta11. El tercer caso se daría cuando el lector llega a entender cosas
mejores que las expresadas por el autor, «incluso en contra de lo que
pretendía el autor» (5,11)12.
––––––––––
10
Como en parte ya ha sido dicho, la famosa crítica a la escritura ofrecida hacia el
final del Fedro platónico no se limita a mostrar las dificultades del texto escrito, sino
también la problemática inherente a otras formas de comunicación oral, especialmente en
el caso de los discursos públicos, y no habría que excluir dificultades cuando es posible
una relación personalizada (entre dos personas que dialogan entre sí).
11
Si he entendido bien a san Agustín, estaríamos ante el mismo tipo de escrito an-
terior, simplemente que el resultado de la lectura es positivo: el lector ha logrado acoger
las buenas ideas transmitidas por el escritor. A ello alude el texto un poco más adelante,
al decir que hay un tipo de escritos «excelentes y libres completamente de todo mal, a
saber: aquellos que son buenos en sí y los lectores los toman siempre en ese mismo sen-
tido» (5,11). En realidad, es muy difícil que todos los lectores, y siempre, capten de mo-
do adecuado el contenido de un buen libro, y en parte Agustín es consciente de ello un
poco más adelante, al hablar de las diferentes disposiciones de los lectores, como vere-
mos en seguida.
12
Este tercer caso, de nuevo, puede generar diversas interpretaciones. La primera
aludiría a un buen escrito que genera mejores interpretaciones, pero me parece que Agus-
tín no quiere dar a entender esto. La segunda se referiría a un mal escrito (un escrito que
ofrece ideas erróneas) que genera en el alma del lector buenas ideas (de ahí el inciso
agustiniano que acabamos de transcribir).
El De utilitate credendi y la teoría dialógica de san Agustín 11
el autor, aunque ayuda tener por bueno «al autor que sintió preocupa-
ción por servir al género humano y a la posteridad» (5,11)13.
Con estas reflexiones es posible dirigirse a los maniqueos para
preguntarles qué tipo de errores atribuyen a la Iglesia. Sea cual sea la
respuesta que ofrezcan, Agustín se siente en grado de rebatirles y de
mostrar que son ellos quienes se equivocan a la hora de criticar a los
católicos sobre su modo de interpretar el Antiguo Testamento (5,12).
Es interesante ver cómo para el recién ordenado Agustín no sería
difícil demostrar que los escritores de los libros sagrados eran hom-
bres «grandes» y poseídos por Dios, y que actuaron por mandato divi-
no. Pero para abordar tal tarea, a pesar de los pocos conocimientos que
admite tener el mismo Agustín, hay que esperar la ocasión de encon-
trar «oídos y ánimos bien preparados» (5,12). Es decir, quien desea
exponer un argumento determinado debe estar atento a las disposicio-
nes de los interlocutores, pues de lo contrario un esfuerzo comunicati-
vo concreto puede terminar en el más completo fracaso.
Las reflexiones conclusivas de esta parte tocan un punto de gran
importancia comunicativa: para entender los escritos de un autor no
tiene sentido recurrir a los enemigos de éste, sino a quienes han sido
sus discípulos y han estudiado tales escritos. Dos ejemplos ilustran es-
ta idea: el acceso a Aristóteles es adecuado desde quienes lo conocen
bien, pero inadecuado desde sus enemigos; igualmente, la compren-
sión de los tratados geométricos de Arquímedes resulta posible si nos
ayudamos de quienes los conocen bien, pero imposible si recurrimos a
Epicuro, que tanto atacó las doctrinas matemáticas (6,13). Lo anterior
se aplica a los escritos del Antiguo Testamento conservados por la
Iglesia: sólo son comprensibles desde quienes dicen conocerlos bien y
se declaran aptos para transmitirlos a sus discípulos (6,13). La actitud
maniquea de despreciarlos y dejarlos de lado resulta, por lo tanto, ina-
decuada, y dificulta la comprensión necesaria para llegar a una deci-
sión ponderada a la hora de aceptarlos o rechazarlos.
Agustín vuelve a repetir que es fácil probar cómo los libros del
Antiguo Testamento contienen verdades saludables para el alma. Pero
antes hay que extirpar (de Honorato) «los movimientos de aversión
––––––––––
13
Agustín aborda aquí ideas que también encontramos en Platón, por ejemplo
cuando muestra la debilidad del escrito que no puede responder a nuestras preguntas
porque su autor está ausente (cf., por ejemplo, Fedro 275de). Otra idea que también
había estudiado Platón se refiere a la dificultad de ciertos temas, ante los cuales es mu-
cho más difícil alcanzar un acuerdo, como por ejemplo cuando hablamos de la justicia o
de la bondad (cf. Fedro 263a, 272d, 277de, 278a).
El De utilitate credendi y la teoría dialógica de san Agustín 13
que tienes para esos autores; después que llegues a amarlos, siguiendo
un camino que no sea la exposición de sus opiniones y escritos»
(6,13). Un nuevo ejemplo ilustra esta idea: el estudio de Virgilio se
hace mucho más fácil a través de quienes lo ensalzan por sus cualida-
des y lo explican con mayor entusiasmo. Si la benevolencia se con-
vierte en una llave de acceso al saber de un gran escritor romano, de-
beríamos mostrar mayor benevolencia hacia los libros del Antiguo
Testamento, en los que «una tradición tan antigua como constante nos
asegura que habla en ellos el Espíritu Santo» (6,13).
A pesar de la acreditación que está detrás de estos libros, ha habi-
do (y se supone que siguen habiendo) inteligencias bien dotadas de
jóvenes, deseosas de la verdad, que han rechazado tales escritos, sin
considerar quiénes los compusieron y quiénes los han conservado y
explicado por tanto tiempo, y que se han adherido a las ideas de quie-
nes los atacan como enemigos, dejándose arrastrar por promesas falsas
hasta el punto de creer luego fábulas inauditas... (6,13).
encuentra a alguien así, vale la pena entonces viajar, incluso fuera del
propio país, al otro lado del mar (7,17)14.
Sería, por lo tanto, un grave error leer los libros sagrados sin una
buena ayuda. Agustín, Honorato, y otros, no supieron en el pasado
leer y analizar las Escrituras de modo correcto, y se dejaron escandali-
zar ante pasajes más difíciles, sin abrir los ojos a un dato incontesta-
ble: estaban juzgando los escritos de la religión más santa, la cual ya
estaba difundida en todo el mundo (al menos, en el conocido en aquel
tiempo histórico). Ante pasajes difíciles, lo correcto es indagar sobre
su sentido «secreto» con la ayuda de los doctos, para así avanzar hacia
una comprensión adecuada de los mismos (7,17).
Si se supera el error anterior, y si no existen obstáculos que impi-
dan realmente ponerse en búsqueda de la verdad (7,18), hay que ini-
ciar el camino de investigación. Lo primero que debe ser inquirido se
refiere a cuál religión sea apta para purificar y renovar nuestras almas.
Puesto que la Iglesia católica es la que cuenta con más miembros,
conviene empezar con ella15. Existen, sin embargo, muchos grupos
cristianos que se consideran a sí mismos como católicos y que llaman
a los demás herejes. Todos coinciden, a pesar de estas diferencias, en
afirmar que hay sólo una Iglesia. Los que se adhieren a la Iglesia cató-
lica son más numerosos, mientras que entre los grupos heréticos exis-
ten nombres diferentes. Agustín decide con rapidez este punto, no para
prejuzgar, sino para establecer un punto de partida válido, sin el cual
la sucesiva investigación no podría proceder adecuadamente. El ideal
es siempre el mismo: la verdad. Si no se encontrase en la Iglesia cató-
lica, habría que buscarla en otra parte (7,19).
Por las expresiones usadas al inicio del capítulo 8, san Agustín da
a entender que considera terminado un filón de pensamientos, que se-
rían suficientes para «ganar» en la disputa, y se dispone a exponer su
––––––––––
14
La búsqueda del «sabio», del conocedor, era también uno de los puntos focales
del pensamiento platónico. Tal búsqueda requiere, desde luego, una capacidad para dis-
tinguir entre el verdadero conocedor y los que no poseen un saber específico, lo cual no
es nada fácil, según explica Sócrates en el Cármides. Pero vale la pena cualquier esfuer-
zo en ese sentido, dentro o fuera de la propia patria, como indica Sócrates cuando se des-
pide de sus amigos en el Fedón (78a). Esta temática se hará muy viva más adelante en
De utilitate credendi (cf. 13,28), como veremos en su momento.
15
El motivo aducido por Agustín parece débil y puede ser criticado fácilmente. En
el fondo del mismo, sin embargo, se supone que una religión consigue mayor aceptación
por ofrecer elementos de verdad y porque existe un deseo generalizado de alcanzar tal
verdad.
16 Fernando Pascual, L.C.
––––––––––
17
La alternativa que uno hubiera esperado es entre dar o no dar los misterios a
quien es indigno. En el ejemplo aducido por Agustín, el segundo término de compara-
ción se coloca en un ámbito diferente del primero, por lo que se trata de situaciones hete-
rogéneas. En realidad, Agustín quiere dar a entender que un «profesor» (o cualquier per-
sona que presenta un argumento) puede escoger a quién expone ciertas ideas, mientras
que el dar asentimiento a quien enseña (a quien habla) es un acto que depende del oyente
y según motivos (la veracidad del hablante, etc.) que veremos más adelante.
El De utilitate credendi y la teoría dialógica de san Agustín 19
––––––––––
18
Tocamos de nuevo un tema que reviste una especial importancia en el pensa-
miento platónico, según aparece por ejemplo en el ya citado Cármides: uno de los sabe-
res más importantes es aquel que permite reconocer y distinguir entre lo que uno sabe y
lo que uno no sabe. Sólo que el texto agustiniano nos pone ante un nuevo matiz: no basta
con distinguir entre saberes e ignorancias, sino que hay que llegar a calibrar bien cuáles
son las propias habilidades y los propios límites.
20 Fernando Pascual, L.C.
––––––––––
22
La imagen del ojo debilitado ya había sido usada por nuestro autor en 2,4, como
vimos en su momento.
24 Fernando Pascual, L.C.
––––––––––
23
La huida del error ha ido apareciendo en diversos momentos, por ejemplo en 1,2
y en 2,4. Sólo si superamos los graves daños de quien vive equivocado podremos acce-
der a la felicidad. Recordemos, como en cierto modo tiene presente san Agustín, y como
ya había indicado Platón, que uno de los mayores errores es creer saber cuando no se sa-
be, es decir, considerarse poseedores de un conocimiento que realmente no se posee (cf.,
entre los muchos textos platónicos que podrían ser citados, Leyes 732ab, donde se invita
a superar ese error y a confiar en quienes puedan guiarnos hacia la verdad).
24
El tema de la imitación de Dios, en la medida en que es posible para los seres
humanos, aparece en un famoso pasaje de Platón (en Teeteto 176ab) que fue recogido en
parte por autores de lo que hoy conocemos como neoplatonismo (por ejemplo, por Ploti-
no, como puede verse en Enéadas I 2,2).
26 Fernando Pascual, L.C.
Summary: This article analyses St. Agustine’s De utilitate credendi. It considers ideas and
affirmations that are important aspects of the bishop of Hippo’s dialogic theory. After
reflecting on the different contributions of the present text, we can see the importance of faith
and authority on the path which leads human beings to the true religion, where it’s possible
to encounter God and reach happiness, for which the human heart yearns.