Está en la página 1de 10

Y si esto fuera un libro, no faltaría la dedicatoria.

Para él, dondequiera que esté… Para mí, que me fui con él.
La vida está llena de oportunidades, unos las aprovechan y otros simplemente las dejan pasar, y eso es lo
que rige el “destino”, yo estoy segura de eso, en mi vida nada sucede antes o después, todo ocurre en el
momento oportuno si aprovecho las oportunidades.

Fría para muchos, tosca, frágil y desconfiada.

Tú eres un hombre como cualquier otro, pero para mí, lo serás todo; no moriré sin ti, pero sin ti no
habría sido lo que ahora soy. Yo existía, mas no era. Respiraba, mi corazón latía, vivía; sin embargo, no
suspiraba, mi corazón no sabía acelerar el ritmo sin esfuerzos físicos y eso me era motivo suficiente para
no ser. Ya lo entenderás.

En un instante nos sucedió, tropezamos (porque fue un tropiezo, fue caer y levantarse), y sin importar la
predisposición causada por los prejuicios, quise conocerte mejor; no sabía que desde entonces aquel
hombre seductor tendría el poder de cambiar mi concepción de la vida y el amor a otra persona.

¿Cómo eres tú físicamente? Si pudieras ver a través de mis ojos lo sabrías, nunca he hablado de eso
porque para mí cada quien ve de un modo distinto y la forma en que te veo, amor, es única, me
pertenece y no quiero compartirlo con otra persona. Eres un hombre inteligente, eres intrigante y dócil
ante un cariño. Me gustas, completo, un día noté que me había enamorado de cada parte de tu cuerpo,
de tus pensamientos y mejor aún de tus imperfecciones.

Ahora, mientras lees, quiero que pienses en mí, en el amor que te he tenido. Es esta tal vez la carta más
larga que recibas pero es corta para cada sentimiento que he guardado desde el día en que pude
cruzarme contigo.

Recuerdo cómo sucedió todo, había dejado pasar unos meses de inseguridades, y no quería a ningún
hombre en mi vida, no estaba en mis planes eso de “conocer a alguien”, pero contigo después de risas,
besos y abrazos, me entregué con temor a la aventura de compartir mi vida con un hombre imperfecto.

Hoy puedo decir e incluso asegurar que amo cada lunar de tu cuerpo, la satisfacción tan extraña de
besarte y sentir que no encontraría otros labios que pudiera disfrutar más que los tuyos. Me fascina la
tranquilidad que me da estar a tu lado, acostarme en tu pecho, tocarte, y saber que por unos segundos
me pertenece tu presencia.

Me gusta sentirme segura cuando me abrazas. Creo, amor, que si puedo gozar aún más de tu cercanía, es
porque no tengo la certeza de cuándo podré tenerte de nuevo conmigo. Te quiero y tal vez no sea
mucho como pueda hacerlo alguien más, pero es lo mucho que puedo querer yo, es un poco más de lo
que conocía. Ser consciente de que en poco tiempo me has hecho convencer de que lo vales todo, es
algo que me inquieta. No pude sentirme así antes, ni siquiera compartiendo más tiempo y más espacios
con otras personas, y ha sido suficiente darme la oportunidad de conocerte para empezar a sentir tanto
cariño por ti.

Mi locura está a flor de piel, hago lo que para mí fue impensable, puedo reír y estallar de felicidad. En
poco tiempo también hemos experimentado disgustos pero no quiero pensar en qué tanto estaremos
dispuestos a soportar, ya el futuro nos dirá, por ahora disfruto mi relación, y me place compartir esta
dicha contigo.

Amor, dudo mucho olvidar lo que hemos sido, además no me permitiría (aún enojada) arrepentirme de
todo lo que llegue a sentir. Cómo podré decirte que me arrepiento de tan bonita oportunidad de
conocer un poco más mis sentimientos y descubrirme diferente por cariño y deseo.
Hemos fallado, mil veces, y tus errores me han causado momentos amargos pero una vez te lo escribí
“Me siento ufana de las tristezas que me ocasiona cada error que cometes, pues son la prueba de que
realmente te quiero aún más de lo que yo misma puedo explicarme”. Es propio de las mujeres la
sensibilidad y el carácter débil frente a las decepciones, no puedo esperar menos de mi estado de ánimo,
porque te quiero, y solo puedo pagar el precio de darle mi cariño a una persona imperfecta. Tengo mil
sentimientos, raros, incomprensibles para muchos, pero los empiezo a disfrutar.

Si tú supieras lo que siento, no con palabras; que pudiera prestar cada nervio y cada milímetro de mi
cuerpo; comprendieras tal vez la delicia de tus besos. Me basta abrazarte, cerrar mis ojos, y quedo en
blanco, pero no se paraliza el tiempo, no es como todos dicen, o bueno, he contado con tan mala suerte
que el tiempo se me pasa volando y no me da ni siquiera segundos de ventaja, y como si fuera poco, se
da descansos cuando estamos lejos, solo entonces lo siento casi detenerse.

Un día me desperté, pensé en ti, y sonreí; sonreí porque pude abrir mis ojos y recordar que no estoy
enamorada como le he escuchado a todo el mundo. El aire no me falta cuando estoy lejos de ti, en
realidad me falta cuando estoy contigo. Te abrazo, te doy un beso, siento tus manos en mi cuerpo, y
todo en mí se paraliza, no respiro, no pienso en nada, es casi agonizar, no sé si muero o vivo; tiemblo,
sí, ¡TIEMBLO! y yo muerdo mis labios, te miro y te deseo. Mis sentimientos aumentan. Quererte todos
los días y disgustarme en ocasiones, se ha convertido en mi nueva rutina. Jugar a ser quien nunca había
sido sin miedo a querer permanecer así.

¿Cómo es que no me detuve antes a intentarlo? Aún confiada en mi continuo kairòs, es difícil no
pensar en cuánto habría disfrutado combinar la locura de los dieciséis a tu lado. Seguramente me habría
enloquecido mucho más, estaría enamorada de ti así como todos lo dicen, como lo leo en los libros o lo
veo en las películas. Supongo que mi cambio no me lo permite, pero ¿qué se puede hacer? Las cicatrices
son heridas superadas pero permanentes, inolvidables, insufribles pero presentes, se avanza con ellas.
Aunque, pensándolo bien, a los dieciséis con certeza no me iba a fijar en ti, tenía la cabeza llena de mil y
un estupideces. Tuve a alguien a mi lado que no fue más que la víctima de mis idealizaciones, lo hice
perfecto, lo convencí de un amor sin defectos, falso, utópico al fin y al cabo; y cuando me cansé de ser
lo que los demás querían, comprendí que no vale el cariño de alguien más si no estoy a gusto con quién
soy. "Cambié", olvidé los gestos de dulzura hipócrita, los amigos superficiales, las amigas cómplices, los
arrepentimientos, y otras cosas más. Hoy me place quererte, a mi manera, sin saber demostrarlo pero
segura de lo que siento. Tú también podrás sentirlo, todos entregamos cariño de una forma diferente,
pero lo hacemos.

Mi amor alegre, a veces siento que has olvidado que así como llega la calma, también puede llegar de
imprevisto la tormenta. Tú, que ríes en todo momento, haciendo creer a los demás que en ti todo es
alegría, no olvides que te conozco y sé de algunos sufrimientos que tras carcajadas escondes; yo también
los he tenido y tú has causado unos cuantos, pues el hombre a quien me he entregado con temor, me
ha fallado.

Has cometido más de un error, y mis rabias contigo poco demoran, qué fácil te resulta cambiar mi
genio, pero a fin de cuentas yo no quiero a alguien más, te quiero a ti, así humano, fallándome a veces.

“Ya empiezo a cansarme, me aburre discutir y perder el tiempo (porque es una completa pérdida y sin
poder compensarlo). Quiero dejar todo tirado, olvidarlo todo.” - te escribí eso, y más te amé. No sabía lo
que era, no comprendía mis sentimientos, estaba descontrolada, yo que siempre quise manejar cada
latir sonso de mi cuerpo. En mis días de enojo, tú me miras y pierdo el control sobre mis emociones,
(supongo que por eso me pides que te mire cuando tengo rabia), no sé por cuánto tiempo será así,
porque desconozco el futuro, desconozco el amargo momento que nos llevará a separarnos, desconozco
cuánto nos dure esta realidad quimera.

Tú que estás alegre, mantén presente mis palabras, los momentos de dolor no se encuentran lejos de tu
vida y menos de una relación amorosa. El cariño incluye sufrimientos, así lo he visto yo, y no odies las
lágrimas que me has causado, comparte conmigo poder secar el llanto y volver a sonreír.

“En tus besos se va la razón,

en tus brazos se va la intranquilidad,

en tu sonrisa se va la agobiante tristeza,

en tus enojos se van las ilusiones,

en tus problemas se va la grandeza,

en tus calmas se va la desesperanza,

y existo, soy,

sin la razón,

la intranquilidad,

la agobiante tristeza,

las ilusiones,

la grandeza,

y la desesperanza.”

Sí mi amor, existo, yo pensé que nunca había existido, hasta el día que me ahogué en tus besos, no
pude respirar, sentí morir y solo por eso comprendí que tenía vida. Y ahora que vivo, no quiero dejar de
vivir.

Han pasado tantos meses y no dejo de quererte, adoro tu presencia, te amo por encima del deseo que
despiertas en mí, ese deseo inagotable de besar cada centímetro de tu cuerpo.

Amor, algunos días siento que se acabaron las sorpresas, los mensajes de amor, los buenos días, los
besos en la frente, la cortesía, el cosquilleo cuando se acerca la hora de vernos. Aún se eriza mi piel
cuando me tocas, muerdo mis labios al besarte, me perteneces cuando me abrazas y cierro los ojos, pero
al abrirlos se me escapa esa magia y solo estamos los dos, frente a frente, acostumbrados a un rostro que
nos ha causado bellas emociones. Al hablar puedo predecir tus palabras; caminamos con afán, sin
percibir los paisajes, sin saber que nuestras manos están entrelazadas porque ya es parte de una
costumbre; discutimos los mismos errores, sé cuánto tiempo va a pasar para que el orgullo nos permita
reconciliarnos, incluso, a veces adivino la hora exacta en la que va a llegar un mensaje.

Esos días me entristecen, me imagino sentada un día escribiendo algo así como: “Despierto, espero su
visita a las 10 (Algunos días no llega), abro la puerta, me da un beso, entra a casa, pasamos al jardín,
hablamos, llegan los mismos besos y caricias, y solo si por algún poco de hechizo pasajero se remueve el
sentimiento apasionado con que empezó este gran amor, terminamos en cualquier parte de la casa
hurgando en nuestras entrañas intentando encontrar ese amor que ya no está. Y lo buscamos, una y
otra vez, en cada rincón de la casa, en caricias improvisadas y gestos mal fingidos. Que tontos, como si
hacernos uno impidiera que seamos nuevamente dos; y al final del día, sin que nos duela, nos mantiene
unidos la gratitud, los memorables instantes de felicidad compartida, la triste monotonía.”

Pero no es la relación que quiero contigo, me pregunto si debo tener esperanzas. Dime amor mío, si
esta amistad es como ese amor acostumbrado que algún día debo dejar ir. ¿Puede en esos momentos
volver con los mensajes que te he escrito el cariño que me tienes? Dilo, y seré una incansable escritora
para ti. ¿Puede mi llanto causar tristeza y despertar un poco de cariño? Dilo, y lloraré para despertar el
amor que siento dormirse. Di que aún podemos vencer el círculo de la costumbre, no quiero figuras
amorosas que lleguen al mismo punto donde empiezan (Círculos, triángulos, cuadrados, etc), quiero
una línea recta y un hombre con un lápiz dispuesto a trazar cada día al menos un centímetro más de
distancia por vivir, pero sobre todo, quiero que ese hombre no se deje vencer, que todos los días tenga
motivos para alargar la línea; y no quiero excusas, si pierde el lápiz ya encontrará un lapicero, una tiza,
algo que sirva, y solo entonces, habré encontrado un hombre para compartir por indefinido tiempo mi
felicidad.

Amor mío, tú que me conoces, dime qué hacer. Cuando falta razón para que la tristeza no sobrepase los
sentimientos de afecto, lo inmarcesible se hace fugazmente volátil. La gratitud alcanza el cariño y nos
pesa todo, nos acostumbramos, se va el deseo, el amor, y llega la obligación.

¿Cómo pedirte que no nos llegue el tiempo de la costumbre? ¿Cómo tenerte a mi lado sin que tú
también lo quieras? Los días pasan, las discusiones en algún tiempo serán más frecuentes, estarás
perdiendo la magia de hacerme olvidar el porqué de mis disgustos y voy a llorar; pensaré en los
momentos de abundante dicha, veré llegar el cansancio, la rutina, la costumbre que tanto temo.

Yo te quiero, ojalá lo tengas presente, no siempre (sé que no te alcanza el tiempo para eso) pero al
menos un segundo, cuando piensas en mí. Mi deseo ha sido siempre que mis faltas no te hagan peso,
que tus enojos no se conviertan en recuerdos duraderos y que la tristeza no sobrepase nuestro cariño.

Hoy mi deseo es que en donde estés, llegue mi suspiro y lo comprendas, comprendas que te he amado y
aunque no puedas sentirlo como yo, sí que es mucho, y no me arrepiento de eso.

Tú eres mi tatuaje, estás en mí, y no podré borrarte, existirás mientras te recuerde y te recordaré
mientras viva.

Cuando discutimos, en la distancia, me encierro a llorar, es un llanto incesante, la profunda agonía del
miedo al desamor. Le temo a eso, a que un día de golpe dejes de quererme y que todo lo que haga sea
inútil; cambiar mi forma de vestir, mis charlas estúpidas, madurar, dejar las fobias; y lo que se me ocurra
cambiar.

Le temo a que nada te haga regresar a mi lado, ningún tipo de cambio en mí, porque no te habrás ido
tú, se habrá ido el cariño que me tienes, y contra eso no hay lucha.

Yo no he podido creer en las reconquistas, no creo en la posibilidad de recuperar un amor; los


sentimientos se van. Aunque tú estuvieras un día por otra maravillosa coincidencia en mi camino,
aunque tus besos lleguen otra vez a mis labios y tus manos se duerman delicadamente en mi cuerpo, no
sería el mismo amor. Eso me desgarra, no solo te quiero a ti, quiero el amor que me has brindado y me
duele que un día no puedas sentirlo.
Para mí no existe el borrón y cuenta nueva. Nadie empieza dos veces a recorrer un mismo camino,
cuando lo haces por segunda vez ya tienes la experiencia y eso evita tropiezos, los necesarios tropiezos...
Sin tropezar, ¿cómo querernos de nuevo? ... Yo tropecé, porque conocerte fue un caer y levantarme…

Estoy segura de haber aprovechado la oportunidad de conocer mis sentimientos, mi capacidad de


entregar cariño a un ser imperfecto pero sobre todo, la generosidad de perdonar los errores de un
hombre que ha sabido lidiar con mi mágico pensamiento de libertad y desamor. Ahora quiero que
juntos miremos atrás sin resentimiento y continuemos la vida fugaz que tenemos.

Hay algo que te escribí hace muchos meses que quiero lo lleves en ti: Tú lo has valido todo, incluso mis
disgustos, y no puedo pretender merecer tus mejores atenciones cuando ni siquiera yo las he tenido
para ti. Estar molesta por las situaciones que en momentos me causan total desagrado es algo que
experimentaré con cualquier persona, y es apenas lógico dejar que me afecte un poco tus actitudes, yo te
he querido, eso tiene unas consecuencias.

Me cuestionaba frecuentemente “¿Qué puedo hacer más que enamorarme de sus imperfecciones?” Sé
que eso es lo que distingue a cada persona. Nunca pude decirte “Te quiero a pesar de todo” porque no
me pesan tus faltas, no me pesaron los disgustos que me ocasionabas, ni siquiera me pesaron tus
mentiras; es que te quería, aún lo hago, sin pesar nada.

Es tan corto el tiempo que nos dejan para estar juntos, para tenerte a mi lado, que no puedo perder los
minutos discutiendo con quien se ha adueñado del triste poder de hacerme cambiar de ánimo con solo
un gesto. Para qué amargarme pensando en lo poco o mucho que significa mi presencia en tu vida,
cuando tengo la gran oportunidad de disfrutar un ser completamente encantador. Es egoísta pensar
solamente en mis sentimientos, y no debo obligarte a compartir la dicha de estar a tu lado.

Mi amor, cuando descubrí que sumadas a las mentiras de antes estaban un sinnúmero de engaños más,
con dolor recordé cada instante en que me habías ofrecido sinceridad, y ya sabes como soy, detesto las
mentiras. Pedí que hicieras un último intento y por fin hablaste con la verdad. Te escuché, sin pausas
lanzaste cada palabra que me fue desgarrando; al encontrarnos frente a frente, te miré, no sé si con
ternura, con dolor o con desprecio, pero en un instante te amé y pasados pocos minutos comprendí que
estaba frente a un hombre por quién no sentía nada más. De golpe se me escapó el amor. No pude
llorar, no sentía rencor, no me dio lástima, no me produjo nada el verte parado en mis narices. En la
mente me decía: “Si tan solo hubiese pensado en mí, en mi fobia a los seres que muestran al mundo
algo que no son, en cuán repugnante me resultan los secretos”.

Esa vez no había abrazos de reconciliación, besos de perdón o esperanzas de continuar un camino con
falsa luz, y es que a cualquiera se le dificulta caminar a ciegas y sin ayuda en un espacio desconocido.
Desvié mi mirada y luego empecé a reír, era de nuevo yo, la de antes, me acerqué a tu brazo, y
comprendí que por momentos dejo que la rabia opaque el amor que te tengo, no se va, solo se oculta.

Amor, desde ese día me enamoré de alguien más.

Hoy estoy enamorada nuevamente de un ser único, una persona que avanza con cicatrices, que sonríe y
lanza carcajadas estruendosas; una persona que gatea, camina o corre pero intenta no detenerse, una
persona que necesita algo que la empuje cuando no sabe qué decisión tomar ... Hoy estoy enamorada de
mí, otra vez soy sólo yo y estoy contenta de no haber dejado nunca el amor a mí misma, dispuesta a
tropezar, a repetir la locura de compartir este amor con alguien más. Estoy enamorada de mí y del
hombre que hoy eres.

Lo que más me gusta es poder decir que sé de quién estoy enamorada, porque no me has ocultado lo
que eres. Sé que adoro a un hombre que miente, aparenta, es orgulloso, terco, no le da importancia a
muchas cosas, que le gusta salir a beber, estar con otras mujeres, puede ser grosero y muy hiriente; pero
amor, ese mismo hombre, es un ser sincero, risueño, bromista, cariñoso, preocupado por mí, hermoso,
inteligente, capaz de sacar adelante cualquier cosa que se propone porque no traza metas para dejarlas a
mitad de camino, ese hombre eres tú, y te amo así.

Ya te he dicho varias veces que me gustas y que te quiero mucho (de manera inaudita y exagerada),
aunque no puedo saber cuánto confíes realmente en mis sentimientos (Ya sé que no soy nada buena en
eso de demostrar los mejores afectos).

Me encuentro totalmente agradecida por dejarme disfrutar aún de tu presencia en mi vida, y mucho
más por darme la oportunidad de conocerme y de sentirme extasiada de tantísimos sentimientos hacia
una persona. Me gusta pensarte todo el tiempo; tenerte presente desde que despierto; sentir chiquitico
el mundo cuando estás mal o cuando no sé de ti; hacer planes con tal de compartir el poco tiempo que
tenemos juntos; desearte de manera tan incontrolable y extraña para mí.

Yo soy consciente de que mi relación contigo al fin y al cabo es totalmente pasajera y que ni siquiera
debería estar a tu lado sabiendo que tienes tu familia y tu vida establecida, pero tú no dejas de gustarme,
y mi cariño no se desaparece por esa razón. En ese caso, soy un poco egoísta al no pensar en el daño y el
problema que soy para ti.

Recuerdo que una vez te mandé algo que decía que a ti debo mis mejores y quizás mis peores horas, y
eso es un vínculo que no puede romperse... Pues eso lo dice todo, yo no vivo de recuerdos pero
indudablemente hemos pasado por tantas cosas que me unen más a ti; hasta mis discusiones contigo,
que para mí, no son más que la muestra de la importancia que te he dado.

No me arrepiento de nada, aunque esté todo mal, aunque mañana decidas desaparecer de mi vida,
aunque para ti solo sea una relación placentera y no me des importancia. Y no creo arrepentirme
sabiendo que TE DEBO EL PLACER DE DESCUBRIRME PRENDADA A LA EXISTENCIA DE
UNA PERSONA EN MI VIDA.

No me aferro a tu presencia porque ya sabes como soy, me lo impide el saber que los sentimientos son
algo tan volátil, sin embargo, eso no me limita a dejar que todos los días me pueda embelesar con solo
mirarte.

Me gusta verte, guardar tus fotos, es que me gustas amor, me gusta tu piel, el color de tus ojos, tu cara,
tus gestos, tus abrazos, tus manos sobre mi cuerpo, tus besos que tanto me enloquecen, tu voz, tu risa,
tus imperfecciones, tus lunares, tu cuello, tu inteligencia, tus afanes (Algunas veces tontos para mi), tus
vacíos y todo lo que haces por hacerme sentir a gusto.

Me gusta el deseo que despiertas en mí, las ganas de besar todito tu cuerpo, lo que has hecho de mí. Me
gusta acercarme a ti con malicia, jugar con cuerpo, tocarte, chuparte; me gusta comerte literalmente por
amor o por deseo, o ambas; es que definitivamente nadie hace el amor, el amor ya está, solo intentamos
poseer físicamente el cuerpo de alguien que por un instante nos pertenece cuando nos hacemos uno y
mientras se vuelve a ser dos. Que locura, y quiero seguir.
A algún escritor le vi una frase que decía “En la tumba debería estar escrita la fecha en que naces hasta
el día que te enamoras, porque ese día empiezas a morir”, y yo, de hacer tal cosa, no podría escribir otro
epitafio sino la fecha en que nací junto a la fecha en que naciste, porque desde entonces existió la
posibilidad de enamorarme.

Ay amor, tú me diste un día la dicha de conocerme. Aún eres mi amor, aún puedo despertar un día y
saber que estás conmigo; me he marchado contigo cada vez que te alejas de mí, y ya no sé si te has ido o
he sido yo quién se ha marchado.

Con el amor y el cariño de siempre,

tu amiga que te adora y recuerda.


Epitafio:

Mi principio y mi fin, un 3.

TE QUIERO
Hoy sigo siendo parte de tu vida, incluso cuando estamos separados, te llevas algo de mí, y permanezco
por esa razón, a tu lado.

Esta carta es solo porque jugando me propuse resumir aún de manera poco coherente cada sentimiento
que has despertado en mí y lo hago pensando en ti, en el amor que te tuve y que sin duda alguna te
tengo, porque fue, es y seguirá siendo.

Mi deseo para esto: que te sea eterno, que te acompañe todos los días como me acompaña el recuerdo;
que un día te sientes, lo leas, suspires y exista nuevamente el amor que hemos vivimos.

Si por error alguien más lo puede leer, le deseo lo mejor del mundo: que se enamore.

También podría gustarte