OLIVERAS, Elena (ed.). Estéticas de lo extremo. Nuevos paradigmas
enel arte contempordneo y sus manifestaciones latinoamericanas.
Buenos Aires: Emecé, 2013.1.
Carne y metal.
La representacion de
lo monstruoso maquinico
Graciela C. Sarti
Lo monstruoso esta siempre, en primera instancia, relacionado con la vida.
Antes que sus notas de fealdad extrema, desmesura, violencia y trasgresién a al-
guna forma de canon, antes incluso que la amenaza implicita en la denominacién
‘monstruo, la sola enunciacién del término evoca alguna forma de lo vivo y algun
empefio volitivo. Aun cuando se denomine como monstruoso cualquier objeto in-
animado —un edificio, una maquina, una montafia o hasta un abismo-—, una nota
del orden de lo bioldgico se desliza en el término: de una vida acechante y peligra-
sa, de la que cabe protegerse. El Diccionario de la Real Academia rinde cuenta de
esta variedad de acepciones y de este suelo comin de sentido: ya sea entendido
como «produccién contra el orden regular de la naturalezav, como «ser fantastico
que causa espanto», como lo excesivamente grande o extraordinario —inclusive en
su fealdad o en su crueldad y perversién—, y aun cuando en el lenguaje coloquial
lamemos monstruo a quien destaca de modo extraordinario por sus cualidades
0 desempefio, siempre encontraremos ese caracter volitivo unido a un cardcter
formal, en la linea del exceso
Ajios atrés, Omar Calabrese tipificd el modo en que lo monstruoso agrede la
norma, trazando el paralelo entre lo bueno-bello-conforme-euférico y su opuesto
monstruoso: lo malo-feo-disforme-disférico.’ Sefialé también cémo estas catego-
rias, estables en otros periodos, son sometidas a tensién e inversiones de sentido
en la etapa posmoderna, a la que prefirié llamar neobarroca. Etapa propensa a
la puesta en cuestién de las categorias de valor, a las aporias, la posmodernidad
puebla los productos de ficcién fantstica tanto de monstruos tradicionales como
de otros, risuefios y queribles, que tensionan el canon hasta su casi disolucién?
En verdad, tanto en su sentido tradicional como en estas nuevas figuras de
oposicién, estas categorias podrian ser aplicables a innumerable tipos de objetos
y situaciones, materiales e inmateriales. Podriamos extender el sentido y hablar
de una conducta monstruosa o disférica, 0 de una conciencia deforme. Tienen
estas categorias, sin embargo, su centro de sentido en una forma privilegiada y
Came y metal. a representa de a monsinase maquinico 17en un vinculo ineludible con la materia, Deseo subrayar aqui ese doble cardcter,
formal y material, en una peculiar figura de monstruo contempordneo: aquella
que relaciona estrechamente las maquinas con ese canon por antonomasia que
es la forma del cuerpo humano. Y registrar de qué modo la imagen contempo-
ranea violenta esa forma canénica, cuestiona su primacia y finalmente anuncia
su disolucién.
Ya Theodor Adorno habia seftalado la violencia implicita en el producto de la
técnica, violencia directamente remitida al mundo de la naturaleza:
Ain no se ha explicado satisfactoriamente la impresién de fealdad que pro-
ducen la técnica y la industria, y no es imposible que esta impresién pudiera
seguir existiendo en esas formas funcionales puras y estéticamente integradas
de las que habla Adolf Loos. Lo que aqui opera es un principio de violencia,
de destruccién. Los objetivos previstos son irreconciliables con el lenguaje de
la naturaleza, par muchas mediaciones que ésta ofrezea la violencia que la
técnica ejerce sobre la naturaleza no sélo se ve reflejada por la representacién,
sino que ademas salta inmediatamente a los ojos. Esta situacién podria cam-
biar si las fuerzas productivas cambiasen también, no solo de objetivos, sino
también de relacién con la naturaleza, a la que ahora se trata de tecnificar*
La violencia aqui sefialada, relativa al mundo de la produccién, afecta ine
tablemente a los cuerpos sometidos al proceso productivo, cuerpos transformados
en herramientas desvinculadas de ese sustrato natural al que dicho proceso se
pone y vulnera. ¥ no podria producir mas que formas de lo feo a lo monstruoso.
Pero, por el contrario, el exceso de belleza también expresa otra forma de violencia,
aquella de la falsa conciliacién, que oculta la flagrante contradiccién que la fealdad
técnica denunci
Pero el clasicismo formalista tiene también su vergiienza: impurifica esa mis-
ma hermosura que lo transfiguraba a causa de esos factores de violencia, de
arreglo, a causa de ese factor de «composiciéns que tienen sus obras mas
destacadas. Y todo cuanto tiene de afiadido y superpuesto es un mentis de su
decantada armonia dominadora y soberana: la amabilidad impuesta deja de
ser amable.®
En ese sentido, la monstruosidad maquinica, tan cara a la produccién de ima-
genes en las vanguardias histéricas, se nos aparece como mas legitima y verdadera.
{De qué modo la maquina, sobre todo la maquina con capacidad de movimiento
propio, podria ser un monstruo, en el sentido mas tradicional y amenazante del tér-
mino? £Cémo es que esta suprema realizacién del util, esta prolongacidn del brazo
y de la mano, se vuelve enemigo latente? Ante todo, desde la oposicién entre la
carne y la madera, el vidrio o el metal. Remaches, bujias, cables y engranajes versus
piel, nervio, musculo y sangre; 0, dicho de otro modo, lo que es capaz de sentir y,
sobre todo, de sentir dolor, frente a lo frio, duro, cortante, capaz de infligir dafio y
producir ese dolor. Toda maquina es tanto un complemento del cuerpo como una
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