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Bride

B. B. Hamel
La presente traducción ha sido llevada a cabo sin ánimos de lucro, con
el único fin de propiciar la lectura de aquellas obras cuya lengua madre
es el inglés, y no son traducidos de manera oficial al español.

El staff de Lucky Girls Books apoya a los escritores en su trabajo,


incentivando la compra de libros originales si estos llegan a tu país.

Todos los personajes y situaciones recreados pertenecen al autor.

Queda totalmente prohibida la comercialización del presente documento.

¡Disfruta de la lectura!
Staff:
Moderadora de Moderadora de
Traducción: Corrección:

Florpincha Lelu

Traductoras: Correctoras:

Bella’ Indiehope

ZombieQueen addictedread

Florpincha MagaPali

Myr62 Florpincha

Taywong DaiAlvarado

Antoniettañ Lelu

Dramione Bella’

Lectura final:

Florpincha

Diseño:

ZombieQueen
Capítulo 1
Traducido por Florpincha
Corregido por indiehope

Caralee
La motocicleta arrancó por la carretera, dirigiéndose hacia la
frontera.
Era una noche fresca y confortable en el desierto, mientras
corríamos. Me sostuve en la espalda de Rod mientras su motocicleta
rasgaba el pavimento, volando rápidamente a través del viento. Me
encantaba el ruido del sonido que golpeaba más allá de mis oídos,
incluso a través de mi casco. Miró por encima del hombro y me sonrió,
acelerando el motor más alto, empujándonos más rápido.
Había conocido a Rod durante un tiempo, desde que había dejado
la pequeña ciudad texana de Wimberly para ir a la universidad. Nos
conocimos en mi primera semana; fui a un bar con algunos amigos y
allí estaba él, charlando con ellos con confianza. Él terminó llevándose a
mi compañera de cuarto esa noche, pero nos hicimos amigos cercanos
después de eso.
Fue Rod quien me arrastró a un mundo de violencia, drogas y
excitación. El mundo al que el pedazo de mierda de mi padre, trató una
vez de mantener lejos de mí. Lo único que me hizo sentir viva. Solo me
dio breves vistazos, pero fueron suficientes.
La motocicleta estaba prácticamente gritando mientras volábamos
por la noche. Me encantaba la sensación de velocidad cada vez que
montamos. No lo acompañaba en sus viajes muy a menudo, pero había
dicho que esta noche debía ser una noche muy sencilla, y después
podríamos viajar todo el tiempo que quisiera.
Me encantaba estar en la parte trasera de una motocicleta. No
tenía realmente ningún interés en conducir una, pero amaba la
sensación de la velocidad y de la emoción que acometía a través de mí.
Podría quedarme allí para siempre, paseando por el mundo, dejándolo
pasar.
Sabía que Rod estaba haciendo algo serio. No sabía qué
exactamente, pero el parche que llevaba en el brazo lo decía todo. Dijo
que se llamaban el Rebel MC1, aunque nunca me trajo muy cerca de
ellos. Sabía que tenían una casa club, y yo sabía que había un montón
de otros clubes en la zona, pero se aseguró de que me quedara a una
distancia segura.
Por un tiempo, al menos. Muy pronto, empecé a ir a fiestas con él,
fiestas con hombres que eran totalmente diferentes de los chicos que
conocía en la escuela.
No fuimos a muchas, pero él mojó mis dedos en el agua del
mundo de MC. Estaba aterrorizada pero emocionada, y cada vez Rod
me prometía más
Salimos de la autopista y nos dirigimos hacia un camino de tierra.
No había visto a Rod en algunos meses porque había pasado algún
tiempo en la cárcel, pero me había prometido un buen paseo si venía
con él a un pequeño negocio de clubes. Él no dijo lo que era, pero podía
adivinarlo.
Estábamos en el medio de un desierto por la noche. ¿Qué más
podría estar haciendo?
Siguió conduciendo otros diez minutos antes de finalmente sacar
la motocicleta al camino de tierra. Apagó el motor y se bajó.
—Aquí estamos —dijo.
Me bajé, estirando mis piernas.
—¿Dónde es "aquí", de todos modos?
—Kilómetro doscientos quince, diez minutos por el camino de
tierra.
—Bastante específico.

1 MC: En los EE. UU. la abreviatura MC, o MCC, está habitualmente reservada para
referirse a clubs de motociclistas pertenecientes a las subculturas outlaw (fuera de la
ley en inglés), también llamados one percenter, y para reconocerse entre los miembros
de estos.
Se encogió de hombros.
—Así es como sucede. Obtienes un lugar y apareces.
Crucé los brazos.
—¿Y para qué nos presentamos aquí exactamente?
Él me sonrió.
—Vete a esconder allá, detrás de esos arbustos. Ya verás.
Le fruncí el ceño. Sabía que Rod estaba enamorado de mí, lo
sabía desde que nos conocimos. Nunca sentí lo mismo por él y nunca lo
engañé, pero por alguna razón, simplemente seguía volviendo por más.
No estaba segura de sí éste era su intento de impresionarme, pero
estaba empezando a hacerme sentir incómoda.
—¿Qué tan peligroso es esto? —le pregunté.
—No es peligroso. No te llevaría a algo así.
—Entonces, dime qué estamos haciendo aquí.
Él suspiró.
—Solo ocúltate, ¿de acuerdo? No puedo decírtelo. Negocios del
club y eso. Pero si llegas a ver algo, bueno, eso es otra cosa.
Sacudí la cabeza.
—Esto es extraño, Rod.
De repente, hubo faros en la distancia. Podía oír el rumor distante
de los motores.
Ruidosos motores de motocicleta.
—Ve —indicó—. Ellos vienen.
Le di una última mirada y luego me volví y corrí detrás del
bosquecillo de arbustos. Estaba lo suficientemente lejos como para
esconderme en la oscuridad, pero lo suficientemente cerca como para
poder verlo.
Así funcionaba Rod. Un día se metió en mi vida y me arrastró a
una fiesta improvisada y luego desapareció de nuevo durante meses. No
tenía idea de dónde vivía o de cómo normalmente pasaba su tiempo,
pero me gustaba estar cerca de él.
Era como un hermanito para mí. Fascinante, pero siempre
buscando mi aprobación.
Normalmente no iría con él sin un poco más de información. Pero
acababa de terminar mi último final del último año, y necesitaba un
largo paseo para desestresarme. Prometió que podíamos ir tan lejos
como yo quisiera si primero iba con él a hacer un pequeño recado.
No me di cuenta de que el recado tendría lugar en medio de la
nada, y que tendría que esconderme entre los arbustos.
Pronto, cinco motocicletas se detuvieron, rodeando a Rod. Los
chicos se veían como él, altos, musculosos y cubiertos de tatuajes.
Salieron de sus motocicletas, y Rod comenzó a hablar con el hombre
que se hallaba en el centro.
No podía oír lo que estaban diciendo, pero parecía una
conversación bastante normal. Finalmente, Rod se dirigió hacia la
alforjas de su moto y sacó un paquete. Se lo arrojó al tipo, que
inmediatamente lo abrió con un cuchillo y probó lo que había dentro.
Drogas, me di cuenta al instante. Rod me había traído a un
acuerdo de drogas.
Me quedé mirando horrorizada mientras comenzaban a hablar de
nuevo. Rod parecía un poco más agitado, un poco inseguro. Yo quería
salir de allí, correr lo más lejos posible, pero ¿a dónde podía ir? Estaba
lejos de una carretera principal y a kilómetros de la civilización.
Los disparos sonaron en la noche, explotando a través de mis
oídos.
Sucedió tan rápido. Un segundo Rod estaba discutiendo, y al
siguiente, los hombres tomaron las armas de sus chaquetas y
comenzaron a disparar.
Rod cayó al suelo, inmóvil.
El miedo se sacudió a través de mi espina dorsal, miedo helado.
Podía probar el horror en mi lengua, y quería gritar.
Tuve que sujetar mis manos sobre mi boca para evitar hacer
ruido.
Los hombres se detuvieron un minuto, fumando cigarrillos y
riendo. Un tipo agarró las alforjas de la motocicleta de Rod y la tiró
sobre la suya propia. Para mi horror, me di cuenta de que mi billetera
estaba dentro de las alforjas de Rod, y esos tipos ahora tenían pruebas
de que yo estaba aquí. Pronto, sin embargo, todos subieron a sus
motocicletas y manejaron hacia la noche.
Me quedé en los arbustos durante otros diez minutos, hasta que
estuve segura de que se habían ido.
No sé qué me hizo salir de los arbustos. Trastabillé hacia Rod, el
terror en mi pecho, el horror en mi cerebro.
Estaba acostado allí, cubierto de sangre.
Había tanta sangre, una larga y profunda piscina que se extendía
a su alrededor.
Sus ojos me miraban, vacíos, inmóviles.
Finalmente, empecé a gritar.
Capítulo 2
Traducido por ZombieQueen
Corregido por indiehope

Ford
—Los putos Snakes han estado haciendo movimientos en nuestro
territorio —dijo Clutch.
—Casi como si estuvieran suplicando por una guerra. —Estuvo de
acuerdo Spoil. Era macizo y pesado, casi gordo, pero su tamaño ha
engañado a muchos hombres que subestimaron su velocidad.
Me reí de ambos.
—Snake es la mitad de nuestro puto tamaño —dije—. No son tan
estúpidos.
—Aun así son grandes —expresó Spoil—. Puede que quieran un
pedacito de lo que tenemos.
—Dejemos que lo intenten —gruñó Clutch. Era un hombre
grande, con cicatrices alrededor de su garganta—. He estado muriendo
por un poco de diversión.
Me reí, sacudiendo la cabeza. Spoil y Clutch eran los encargados
de la dependencia local, y prácticamente no pensaban en nada más que
en asesinatos y violencia, lo que de hecho, era su trabajo.
Y eso me iba bien.
—Chicos, saben que no quiero nada más que romper cráneos —
les dije—. Pero es mejor que esperemos.
—Lo que sea, Ford —dijo Spoil.
Le serví otro trago de whisky al grandote y llené mi propio vaso
hasta el borde. Era tarde y la casa club estaba vacía a excepción de
unos cuantos miembros y las putas usuales del club dando vueltas por
ahí esperando convertirse en la mujer de algún bastardo sin suerte.
—Por la maldita violencia, entonces —dije alzando el vaso.
Ambos rieron, chocamos los vasos y bebimos.
—Creo que debería conseguirme algún coño esta noche —dijo
Clutch, mirando alrededor.
—No hay mucho talento esta noche —dije.
—¿Y eso cuándo te detuvo, Ford? —preguntó Spoil.
Le sonreí.
—Sí, es verdad. Nadie dijo que no me gustara el coño.
Nos reímos y bebí de nuevo, suspirando. Clutch se levantó, con
los ojos fijos en esta delgada y rubia cosa que estaba sola en una mesa.
Estaba claramente rogando para que alguien la llevara a casa y jodiera
su puto cerebro que era exactamente lo que Clutch tenía en mente.
—Disculpen, muchachos —dijo.
Se alejó y Spoil rió, sacudiendo la cabeza.
—Maldito sea —apuntó—. Probablemente también se enamore de
ésta.
—¿Qué quieres decir?
—¿No escuchaste? Clutch tuvo una gran pelea con su última
mujer. Supongo que se involucró un poco demasiado, y ella no estaba
sintiendo lo mismo.
Sacudí la cabeza, desconcertado. Clutch era un hombre grande y
aterrador, pero cuando se trataba de mujeres, era absolutamente suave
como el infierno. Una vez lo había visto romper la pierna de un hombre
enorme con sus toscas manos, y sin embargo un coño podía desgarrarlo
tan fácilmente.
No tenía sentido para mí. Nunca tuvo sentido por qué algunos
chicos se envolvían tan malditamente alrededor de un coño. Las únicas
cosas que me importaban eran yo, mi club, y mi dinero. Claro, me
encantaba pelear y follar tanto como a cualquiera, pero no estaba
buscando a una mujer que me atara, y mucho menos alguna puta de
club para traer algo de drama a mi vida.
Ese no era mi estilo.
—¿Has oído hablar del Mezcal? —preguntó Spoil, cortando mis
pensamientos.
—Sí —gruñí—. Los mexicanos están empujando, tratando de
entrar en el tráfico de drogas.
—Puta mierda —dijo Spoil.
Continuó explicando cómo los cárteles y las pandillas del sur
adoraban perfeccionar sus estilos de tortura y ejecución, y
prácticamente me desconecté de lo que decía.
Era solo otra típica noche en la puta casa club del Demons.
Llamábamos a Austin “casa” y a nuestra casa “territorio”.
Durante la mayor parte de mi vida, desde que era un chico en la
escuela secundaria, había prometido mi vida al club. Peleamos nuestro
camino desde ser un pequeño club a convertirnos en el principal de la
zona en todo Austin. Éramos los más grandes, los más malos, los
bastardos más violentos, y yo había derramado mucha sangre, tanto
mía como la de otros para demostrarlo.
Durante mucho tiempo, mi vida y la vida del club fueron una
guerra. Eso es lo que hacíamos, en lo que éramos buenos. Rompimos
los cráneos de nuestros enemigos y reclamamos el área de Austin por
nuestra cuenta.
Y éramos fuertes por eso. Pero una vez que finalmente la guerra
terminó hace unos meses, y la paz llegó, me di cuenta de que la paz no
me convenía.
A algunos chicos les gustaba poder caminar por ahí sin
preguntarse cuándo llegaría el siguiente golpe. Les gustaba saber que
no siempre iban a ser asesinados por algún club rival.
Pero a mí no. Yo crecí en la guerra, viví por la adrenalina, el
terror, la violencia. Extrañaba la sensación del rostro de un hombre
rompiéndose contra mi puño, del fuerte y mortífero crujido de mi
pistola, del rugido de nuestro club en formación para romper el cuello
de algunos bastardos.
En resumen, estaba aburrido. Podía beber y follar tanto como
quisiera, pero todavía faltaba algo.
Y Spoil hablando sobre los rituales de matanza mexicanos no
estaba ayudando ni mierda.
—Bueno, hombre —dije poniéndome de pie repentinamente—.
Necesito otro trago.
—¿Qué pasa contigo, Ford? —preguntó Spoil—. Estaba llegando a
la mejor parte.
—Cuéntaselo a alguien más, hombre.
Caminé hacia el bar y me incliné sobre él. TomTom, uno de los
iniciados, estaba limpiando una jarra de cerveza.
—Spoil parece molesto —me indicó.
—Está bien. Dejémoslo llorisquear. Dame una cerveza.
TomTom se encogió de hombros y me dio una botella, quitándole
la tapa antes de entregármela.
—¿Crees que llevarán algún iniciado al trato de mañana?
Le di una mirada.
—Nah. Y si lo hicieran, ¿por qué crees que te llevaríamos?
—Porque no soy un maricón como los otros.
No pude evitar reírme.
—Tal vez si, tal vez no.
Tomé un largo trago de cerveza e inspeccioné el club. Era solo
otra aburrida noche de viernes. Estaba entusiasmado y podía sentir que
mi sangre empezaba a subir. Necesitaba pelear o follar, pero no había
nadie cerca digno de golpear.
Solo otra noche normal y aburrida.
Hasta que la puerta se cerró de golpe y ella entró.
Sus ojos eran grandes, ojerosos, aterrorizados. Su ropa estaba
polvorienta. Su cabello era un desastre.
Y la reconocí al instante.
Cada cabeza se volvió hacia ella. Se destacaba como un maldito
pez fuera del agua.
Una chica normal, una buena chica de colegio. Jodidamente sexy
a su manera.
Peor aún, sabía exactamente quién era.
En aquel entonces era un poco diferente, más joven, menos
experimentada, pero definitivamente era ella.
Caralee Lawson, la puta chica de al lado.
¿Qué mierda estaba haciendo en la casa club del Demons MC?
—Alguien, por favor —dijo con los ojos desorbitados, todo su
cuerpo tenso—. Ayúdenme. Mi amigo fue asesinado.
Capítulo 3
Traducido por ZombieQueen
Corregido por indiehope

Caralee
—Alguien, por favor —dije apenas pensando, apenas consciente
de lo que estaba haciendo—. Ayúdenme. Mi amigo fue asesinado.
La casa club estaba en completo silencio, y cada persona me
observaba.
No sabía qué estaba haciendo. No sé por qué me presenté en ese
lugar o por qué pensé que podrían ayudarme. Pero allí estaba, la
decisión ya hecha y no podía deshacerla.
—¿Parecemos putos policías? —dijo un tipo con una cicatriz en la
garganta. La rubia sentada en su regazo se burló de mí.
—Fueron motociclistas —dije, las palabras saliendo de mí—. Rod
era un buen tipo. También era un motociclista. Por favor, que alguien
me ayude.
Otro hombre se puso de pie y se me acercó. Era enorme,
fácilmente medía un metro ochenta y era feo como la mierda. Me
aterrorizó.
—Deberías irte a la mierda de aquí —expuso.
—Rod estaba en los Rebels —expresé—. Y a los tipos que lo
mataron nunca antes los vi. Por favor, tengo miedo. Tienen mi billetera.
—¿Y por qué mierda viniste aquí? —preguntó—. Este es el
Demons MC. Nos importa una mierda un Rebel.
Mi corazón se hundió en mi pecho, y las últimas horas salieron
corriendo de mí en una sola carrera.
Después de ver el cadáver de Rod, tropecé hacia la carretera
principal. Caminé por lo que se sintieron como horas, antes de
finalmente encontrar la autopista. Comencé a trastabillar por la
carretera por la que veníamos, caminando durante horas.
Si un coche no hubiera parado y me hubiera llevado, no tenía
idea de cuánto tiempo habría estado allí.
Afortunadamente, el buen hombre me llevó a los límites de la
ciudad de Austin y me dejó allí.
No estaba pensando. Solo tenía una idea: ir al club de
motociclistas y pedirles ayuda. Una vez, hace dos o tres años, Rod me
había traído a un club. Parecía conocer gente allí, muchos chicos, y se
llevaba bien con todo el mundo.
Asumí que era su propio club. Mientras estaba allí mirando a
todos, comencé a darme cuenta de que estaba equivocada.
—He estado aquí antes —dije estúpidamente—. Creí que era su
club.
El gigante resopló.
—No hemos estado aliados con los Rebels en más de un año.
—Su nombre era Rod —indiqué, prácticamente rogando—. Ellos
saben que yo estaba allí. Por favor, no sé qué hacer.
—Vete a la mierda, perra —gritó la rubia.
—Has oído a la dama —dijo el hombre con la cicatriz.
—Vete —dijo el hombre que estaba delante de mí—. Ve a llevar
esta mierda a otro lugar.
Me quedé mirando horrorizada mientras toda la habitación
empezaba a reírse de mí. Se burlaban, gritaban, me decían que me
fuera, que me llevara mi mierda a otro lado.
¿Cómo podía estar sucediéndome esto?
Entumecida y aterrorizada, me di la vuelta. Mi mente estaba
corriendo, tratando de averiguar a dónde podía ir o que podía hacer,
cuando oí su voz.
—Yo la reclamo —gritó.
La habitación se calmó lentamente.
—¿Qué diablos dices? —preguntó el hombre alto detrás de mí.
Me di la vuelta.
Dio unos pasos hacia mí, pero lo reconocí al instante.
—¿Ford? —dije en voz baja.
—Yo reclamo a esta mujer —repitió—. Es mía.
—No puedes estar hablando en serio —dijo el tipo con la cicatriz,
levantándose. La rubia se alejó a tropezones, sentándose en el bar.
—Muy enserio, Clutch.
—Esto es un puto problema, Ford. Traes a esta perra al club y
podríamos tener una guerra en nuestras manos.
Ford sonrió perversamente.
—¿Cuándo te has convertido en un puto cobarde?
—No es un cobarde —dijo el hombre más cercano—. Es
inteligente.
—¿Eres una perra, Spoil? —le preguntó Ford.
—No me llames perra, Ford —rugió Spoil, moviéndose hacia él.
Me quedé mirando, absolutamente aturdida, cómo mi viejo vecino
y un hombre que no conocía se tiraban el uno encima del otro. Estaban
cara a cara, casi gruñendo como perros, el tercer hombre llamado
Clutch gritándoles.
—¿Qué mierda es todo esto? —gritó otra voz desde el fondo de la
habitación.
Ford y Spoil lo miraron. El hombre era mayor que todos los
demás. Su pelo largo era gris y fino, pero había una amenaza en su
mirada que era difícil de no advertir.
—Ford quiere traer a una maldita perra problemática al club —
dijo Spoil—. Quiere traernos más conflictos.
—La reclamé —dijo Ford.
El hombre de pelo gris suspiró y se acercó.
—¿Por qué hiciste eso, Ford?
—Me gusta su aspecto.
El anciano negó con la cabeza.
—¿Cuál es su problema?
—Fue testigo de un golpe de club —indicó Spoil—. Algo sobre los
Rebels. Pensó que éramos su casa club. Probablemente estuvo aquí
cuando éramos cercanos.
El hombre asintió y me miró.
—¿Cuál es tu nombre, chica?
—Caralee —dije suavemente.
Volvió a mirar a Ford.
—¿Realmente la reclamas?
—Si —dijo Ford, mirando al hombre.
El hombre lo miró durante un largo rato antes de sacudir la
cabeza.
—La chica es de Ford.
Entonces hubo un alboroto general, ira y desacuerdo. El hombre
alzó las manos, silenciando la habitación.
—Si tienen un maldito problema, arréglenlo con Ford.
—Gracias, Larkin —expresó Ford. Se volvió hacia mí—. Ven.
Quería decir algo, pero Ford ya me había agarrado por el brazo y
me estaba arrastrando fuera.
La última cosa que vi antes de salir de la habitación fue a Clutch
y Spoil lanzándonos espeluznantes dagas, y a Larkin desapareciendo de
nuevo en la habitación de atrás.
Capítulo 4
Traducido por ZombieQueen
Corregido por indiehope

Ford
—¿En qué mierda te involucraste?
Ella sacudió la cabeza, todavía claramente sorprendida.
—¿Cómo es que estás aquí? —preguntó.
—Me uní después de que te fuiste. Escúchame, Caralee. ¿Qué
mierda pasó? ¿Qué viste?
La historia salió otra vez, en esta oportunidad un poco más clara.
Su amigo Rod era claramente un imbécil de bajo nivel en los Rebels,
probablemente llevando un acuerdo paralelo para intentar ganar puntos
con el liderato. Claramente su acuerdo salió mal.
Y el jodido idiota había involucrado a Caralee. No tenía ni idea de
qué tipo de insano miembro de un club metería a un extraño en algo
así. Probablemente estaba tratando de impresionarla o basura como
esa, o al menos eso fue lo que dijo.
Así que Rod murió. Los chicos que lo hicieron tomaron su basura,
agarraron sus alforjas y se fueron a la mierda. Con su billetera en las
alforjas, por supuesto, lo que significa que saben quién es, y
probablemente tienen algunas buenas razones para creer que ella
estaba allí.
Qué puto desastre. Y para colmo, ella estúpidamente cae en
nuestra casa club y comienza a pedir ayuda como una demente.
Sacudí la cabeza, mirándola fijamente.
Lucía exactamente como la chica que recordaba. De pelo
abundante y castaño, cuerpo con curvas, tetas increíbles, una boca que
suplicaba ser besada, que rogaba tener una polla entre sus labios.
Parecía sexo puro y siempre lo había hecho, excepto que ahora había
crecido.
Y por algún motivo insano, había decidido reclamarla.
Por supuesto, ella no sabía lo que eso significaba. Al menos aún
no, y no estaba a punto de explicárselo mientras todavía estaba en
estado de conmoción.
—¿Cómo me puede estar sucediendo esto, Ford?
Sacudí la cabeza.
—Mala suerte.
—¿Y cómo estás aquí?
—Buena suerte, en realidad. —Hice una pausa—. ¿Sabes lo
peligroso que fue eso?
Ella negó con la cabeza en silencio.
—Podrían haberte matado —dije—. Probablemente deberían
haberlo hecho. Trajiste una gran mierda a nuestra puerta.
—Lo siento —expuso—. No sabía qué más hacer.
—Sí, bueno, funcionó para ti.
—No estaba tratando de causar ningún problema.
Dejamos de caminar, y me incliné contra la pared enfrente de las
motocicletas. Ella se paró delante de mí, con los brazos cruzados.
—¿Por qué me estás ayudando? —preguntó.
La miré.
—Te recuerdo.
Asintió lentamente.
—Yo también te recuerdo.
—No soy del tipo que permite que una damisela en peligro se vaya
sin ayuda.
—Eres tan encantador.
—En realidad no —gruñí—. Simplemente no quiero verte
asesinada.
—¿Y ahora qué? —preguntó—. Esos tipos están ahí afuera. Saben
quién soy.
—Relájate —dije, levantando una mano—. Puedes ir a mi casa
esta noche.
Me miró un momento. No pude evitar mirar sus penetrantes ojos
azules, sus abultados labios, y tuve el súbito deseo de follarla justo en
el callejón. No habría sido la primera vez que lleve a una puta atrás
detrás del club y la folle sin sentido, pero Caralee no era solo una puta.
—Vamos —dije—. Sube.
Subí a mi motocicleta y Caralee vaciló antes de subir. Le pasé el
casco y ella lo empujó sobre su cabeza.
Pateé la moto y rugió. Retrocedí lentamente, aceleré un poco, y
luego salí a la calle. Avanzamos por el camino, dirigiéndonos hacia los
límites de la ciudad.
Mi casa no estaba demasiado lejos de las afueras. Vivía en una
pequeña casucha al final de una sucia calle, el tipo de lugar que me
convenía. Tranquilo, lejos de la civilización, pero no demasiado lejos del
club.
Solo nos tomó quince minutos llegar ya que nadie más estaba en
la carretera a las tres de la mañana. Sentí a Caralee abrazándome por
detrás, agarrando mi cuerpo. Podía sentir mi polla revolviéndose en mi
vaquero al pensar en su cuerpo presionado contra el mío.
Pasamos por el sucio camino hacia mi pequeña casa. El tiempo
pasó rápidamente, siempre lo hacía cuando conducía. Finalmente me
detuve delante de mi porche, ocupando mi puesto y parando el motor.
Se bajó y me puse de pie.
—Hogar dulce hogar —expresé.
—Es lindo.
—Pequeño —gruñí—. No es lindo.
Ella se encogió de hombros y la conduje por los escalones hacia el
porche y por la puerta principal. No era mucho y me gustaba de esa
manera. Una gran sala de estar unida a la cocina, un baño separado y
un dormitorio. Eso era todo. No necesitaba mucha comodidad, sobre
todo porque no estaba mucho en casa. Tenía un arroyo corriendo por
mi patio trasero, un bosque donde podía cazar si quería, y el vecino más
cercano sabía que tenía que dejarme jodidamente tranquilo.
Ella se quedó torpemente junto a la puerta mientras yo arrojaba
mis llaves y mi chaqueta sobre la mesa de la cocina.
—¿Qué estoy haciendo aquí? —dijo suavemente.
—Te estás escondiendo.
Sacudió su cabeza.
—Es una locura. Rod estaba vivo hace solo unas horas. —Me
miró, sus ojos atormentados—. Lo mataron.
—Lo sé, chica —indiqué suavemente—. Estás en estado de
conmoción. Ven aquí.
La llevé de la mano a mi habitación, abriendo la puerta. Encendí
la luz y asentí.
—Puedes quedarte con la cama. Dormiré en el sofá.
—No puedo dejarte fuera.
—No lo haces —respondí—. Duerme aquí. Hablaremos un poco
más por la mañana.
Se sentó en la cama, observando sus manos. Me miró de nuevo.
—Gracias.
—No me agradezcas —dije—. Duerme un poco. Lo necesitas.
Asintió. Apagué la luz, salí de la habitación y cerré la puerta
detrás de mí.
Me acerqué al refrigerador y agarré una cerveza, abriéndola. Me
senté en el sofá y tomé un trago largo y denso, suspirando.
¿Por qué la estaba ayudando? ¿Por qué tenía buenos recuerdos
de ella cuando éramos niños? Toda esa mierda fue hace mucho, mucho
tiempo. Ambos éramos personas diferentes. Solo porque tropezó de
nuevo en mi vida hablando de algún novio motociclista muerto, no
significa que tuviese que arriesgar mi cuello.
Y sin embargo, había algo en ella. Nunca olvidé la última vez que
la vi. Diablos, incluso me masturbé mientras pensaba en lo que me
había perdido. Y viéndola allí, luciendo tan bien como el día que se fue,
bueno, era casi como si no tuviera elección.
Me quité las botas y me recosté en el sofá bebiendo mi cerveza.
Mañana tendría que explicarle exactamente lo que había pasado en la
casa club. La chica todavía no entendía lo que estaba pasando.
Y necesitaría más información sobre este tipo Rod. Necesitaba
saber si debía preocuparme por lo que había sucedido, si los tipos que
hicieron el golpe vendrían por ella o todo pasaría sin problemas.
Cerré los ojos, soñando con la chica de mi dormitorio, con lo que
habría hecho con ese cuerpo.
Con lo que quería hacerle.
Capítulo 5
Traducido por Myr62
Corregido por addictedread

Caralee
Él siempre parecía estar observando.
No era raro, en realidad no. Hace años, era simplemente el chico
al otro lado de la calle.
El tipo rudo, estúpido musculoso. Su madre era una borracha y
su padre nunca estaba cerca, así que Ford hizo lo que quiso. Por lo
general, era montar su moto y coquetear con chicas.
Tenía que admitir que también lo estaba observando desde lejos.
No hablamos mucho. A veces asentía hacia mí, y eso siempre me hacía
sentir que un escalofrío bajaba por mi espalda. Ford era totalmente
diferente de los chicos con los que me juntaba en la escuela. Incluso
andábamos con multitudes totalmente diferentes a pesar de que
teníamos la misma edad.
Era intenso. No era muy hablador que yo pudiera decir, pero
siempre estaba trayendo a una chica rubia nueva, probablemente de
escuelas diferentes. Era encantador y sexy como el infierno, más de seis
pies de alto, y cubierto de músculos en el momento en que ambos
cumplimos dieciocho años.
Este era el verano justo antes de que, supuestamente, fuera a la
universidad. Yo había sido aceptada en la Universidad de Texas en
Austin, y finalmente estaba dejando nuestro pequeño pueblo por la
ciudad. Apenas podía contener mi excitación. Además, papá estaba feliz
por mí, emocionado de que estaba tratando de hacer algo de mí misma.
Mi papá era policía y un bebedor, como la madre de Ford, pero
más violento. Me acostumbré a ello a medida que crecía, y descubrí
formas de sobrevivir. Rara vez me puso las manos encima, incluso
cuando estaba en su peor momento.
Sin embargo, a veces, papá podía realmente perder la paciencia.
Solo ocurrió unas cuantas veces, pero la última vez, y la última vez que
lo vi, fue de lejos la peor.
Era tarde un sábado por la noche. Había salido con algunos
amigos a ver una película, y llegué a casa unos minutos después del
toque de queda. Me arrastré hasta la puerta principal, esperando que
papá ya se hubiera desmayado.
Pero estaba completamente despierto.
―Llegas tarde, muchacha ―dijo.
―Lo siento ―dije―. La película fue más larga de lo que pensaba.
―¿Estás segura de eso? ―preguntó, levantándose.
―Por supuesto. ―Cerré la puerta principal detrás de mí.
Podía decir que algo estaba errado. La mirada en sus ojos era
intensa, aterradora. Algo había ocurrido para activarlo, pero suponía
que no tenía nada que ver conmigo. Aun así, yo era la hija de la mujer
que lo dejó, por eso las pagaría conmigo de todos modos.
―Estoy harto de que rompas mis reglas, Caralee ―expuso,
acercándose a mí.
―Por favor, estás borracho ―le respondí.
―¡No estoy borracho! ―gritó, arrojando su botella hacia mí.
Apenas la esquivé. Se rompió contra la pared detrás de mí.
Él dio tumbos hacia mí, agarrando mis brazos. Luché, y extendió
una mano hacia atrás y me golpeó fuerte a través de la cara.
―¡Detente! ―grité.
―Cierra la boca ―dijo―. Estoy tan cansado de que no me
escuches, pequeña perra.
Se estiró hacia atrás para golpearme de nuevo, pero lo empujé
hacia atrás y aparté mi brazo de él. Me volví y abrí la puerta principal,
corriendo hacia el patio delantero.
―¡Vuelve acá maldita seas! ―aulló, acercándose a mí.
No sé lo que estaba pensando. No debí haber salido de la casa,
sabía que debía haberme quedado callada y aceptado su abuso. Pero
estaba tan cerca de irme, tan malditamente cerca de salir de esta casa y
nunca mirar hacia atrás. Ya no podía soportarlo, ya no podía dejarlo
abusar de mí.
Y por eso salí corriendo a la calle. Él vino tras de mí, gritando
insultos.
―¡Detente ahora mismo, perra! ¡Regresa aquí!
Miré a mi alrededor, aterrada. No había ningún sitio para correr.
Y en ese momento se escuchó el sonido de una moto rugiendo por
el camino.
Él apareció de la nada. Su motocicleta se detuvo entre mi papá y
yo. Me miró.
―Vamos ―dijo.
Lo miré, vacilante. Nunca había estado en una motocicleta antes.
―¿Qué mierda es esto? ―rugió papá.
Ford le dio una patada en el estómago, arrojándolo de regreso. Él
aterrizó su culo en una pila de barro.
―Vamos ―me indicó Ford.
Lancé mis piernas por detrás, me abracé a su cuerpo fuerte y
musculoso, y me aferré. La moto rugió a la vida y nos fuimos volando
por la noche.
Nunca me había reído tan fuerte en toda mi vida. La imagen de
papá borracho fuera de su mente y enojado como el infierno en ese
charco de barro, era demasiado increíble. La sensación de volar
combinada con esa imagen hizo desaparecer la picadura de la bofetada
de papá.
Me aferré al estupendo cuerpo de Ford mientras conducíamos. No
me importaba a dónde íbamos mientras nos moviéramos. Quería que
durara para siempre, montar en esa moto por siempre, llegar lejos, lejos
de papá y de nuestra pequeña ciudad de mierda.
Pronto, sin embargo, Ford salió de la carretera principal por un
camino de grava. Se detuvo cuando llegamos al final y nos bajamos.
Me puse de pie y lo miré. Ford se quitó el casco y asintió.
―¿Estás bien?
―Sí ―dije―. Gracias.
―Vamos. ―Él comenzó a caminar hacia el bosque. Dudé, pero
decidí seguirlo. Ford daba un poco de miedo y tenía una mala
reputación, pero nunca lo había visto hacer nada peligroso. Si bien es
cierto que es arrogante, y a veces me había dicho cosas bastante sucias
a lo largo de los años. Pero francamente, hacía que mi corazón se
acelerara, y yo podía decir que mi coño estaba empapado, un nuevo
sentimiento para mí.
Me hizo sentir algo que ningún otro chico había hecho. Eso era
probablemente porque Ford ya era un hombre alto, ancho y cubierto de
músculos. Él no tenía aquella incertidumbre torpe, tímida, que otros
muchachos tenían. Ford tomaba lo que quería cuando lo quería, y no
parecía importarle lo que otras personas pensaban de él.
Lo seguí mientras se movía a través del oscuro bosque. Tropecé
una vez pero él me atrapó sosteniéndome en posición vertical.
No dijo una palabra, simplemente siguió caminando.
Finalmente salimos a un claro. Nos quedamos en la orilla de un
lago, y un solitario banco estaba justo delante. Se acercó a este y se
sentó.
Me senté a su lado. Miramos el agua juntos.
―Tu viejo es un verdadero imbécil ―dijo.
―Lo sé.
―Si alguna vez pone una mano sobre ti otra vez, te vienes a mi
casa. ¿De acuerdo?
Lo miré, sorprendida.
―¿Sabes que es policía?
―Me importa una mierda eso. Solo porque es policía no significa
que no sea un maldito idiota.
Asentí.
―Está bien. ―Hice una pausa, frunciendo el ceño―. ¿Por qué me
ayudas?
―Porque me pones malditamente duro, Caralee.
Me sorprendió eso.
―¿Qué quieres decir? ―dije estúpidamente.
―Sabes que te miro. Es porque he querido coger ese cuerpo tuyo
durante tanto tiempo como te conozco. Mierda, desde que éramos
niños.
―¿Me ayudaste porque quieres tener sexo conmigo?
Él rió.
―No, no exactamente. Mi madre es como tu papá, sabes. Excepto
que soy más grande que ella. Supongo que noté que necesitabas a
alguien más grande que tu padre para ayudar.
―Oh ―expuse―. ¿Tu mamá bebe?
―Como un puto pez. A tu papá le gustaría.
No pude evitar reírme.
―¿Cómo no lo sabía?
―Mantengo esa mierda en secreto. Desde hace mucho tiempo soy
más grande que ella.
Entonces nos quedamos en silencio, simplemente sentados uno al
lado del otro. Seguí pensando que se ponía duro, que me observaba, y
esa emoción en mi corazón se seguía construyendo. Ford era mucho
más de lo que yo pensaba que era, más que el culo caliente al otro lado
de la calle. Nunca había esperado que me ayudara así, y mucho menos
que se abrieran sobre tener una borracha por madre.
Me miró y sonrió. Lo estaba mirando, con la boca abierta.
Fue entonces cuando me besó.
Apreté mi cuerpo contra el suyo, nuestros labios moviéndose
juntos, su lengua entrando en mi boca. Nunca me habían besado así
antes, tan intensamente, un hambre tan increíble. Ese sentimiento en
mi núcleo prácticamente explotó, mi coño estaba más allá de
empapado, y ondas de placer intenso y emocionante barrieron a través
de mí.
Sus brazos me agarraron y empujaron encima de él. Me senté a
horcajadas y podía sentir su pene duro contra mi corazón. Jadeé un
poco mientras seguía besándome, y empecé a frotarme contra él.
No estaba pensando. En realidad no sabía lo que estaba
haciendo. Todo lo que sabía era que su polla se sentía increíble contra
mi coño empapado a través de mis delgados pantalones cortos, y yo
seguía refregándome contra él.
―Joder, niña ―gruñó él―. Vas a hacer que me venga en mis
pantalones.
Jadeé mientras me besaba el cuello y se movía más rápido. Podía
sentir algo dentro de mí, construyéndose cada vez más rápido. Yo era
tan joven en ese entonces, no tenía ni idea de lo que estaba sucediendo.
Cuando tocó mis senos y besó mi cuello, empezó a crecer.
―Mierda, Caralee ―gruñó―. He estado pensando en follar
profundamente este agradable coño, durante mucho tiempo ―dijo.
―Oh, guau. Joder ―jadeé.
Seguí moviendo mis caderas, y agarró mi culo, empujándome
contra él más duro. Sus labios se sentían increíbles contra los míos,
contra mi cuello, sus manos firmes en mis caderas y mi culo, tocando
mis pechos.
Apenas podía controlarme. Sabía que solo estaba refregando mi
coño empapado contra su dura polla, sabía que no debería haberse
sentido tan bien, pero lo hacía. Nunca había hecho algo así antes, y la
emoción de la noche, además de la abrumadora atracción de Ford, la
hicieron levantar y construir.
Todo mi cuerpo se tensó cuando un placer increíblemente
explosivo se movió a través de mí en una ola.
―Oh joder, Ford ―gemí―. Oh Dios mío.
―Sigue moviéndote, niña ―gruñó en mi oído. ―Sigue moviendo
esas caderas.
Explotó a través de mí, cegando mi mente, llenándome de placer,
placer, Ford y placer.
Fue mi primer orgasmo.
―Oh, Dios mío ―dije después de que finalmente terminara. Me
besó suavemente, sonriendo.
―¿Te gustó eso? ―preguntó.
―Sí ―susurré.
―Te acabas de correr por mí. ¿Lo sabes?
―¿En serio? ―pregunté, sorprendida.
Él rió, su estúpida sonrisa enorme.
―¿Nunca tuviste un orgasmo antes? ¿Los chicos con los que
pasas el rato no te lo hacen?
―No ―dije, sonrojándome―. No es así con ellos.
Se rió de nuevo, besándome el cuello.
―Tienes mucho que aprender, Caralee. ―En ese momento, había
tanta posibilidad. No podía esperar a que me enseñara.
Capítulo 6
Traducido por Myr62
Corregido por Addictedread

Ford
Me desperté temprano, un dolor de cabeza de resaca
hormigueando en mi cráneo por la luz del sol de la mañana entrando
por la ventana de mi salón.
¿Qué carajos hice anoche? Me dije mientras me sentaba.
Y entonces todo volvió apresuradamente: Caralee apareciendo, su
historia, la mirada en su rostro, la forma en que mi cuerpo reaccionó al
verla de nuevo.
La manera en que la reclamé delante de todo el maldito club.
Esa maldita chica era un problema. Me senté, gruñendo, y
caminé dentro de la cocina. Preparé un poco de café y me incliné contra
el mostrador.
Toda la cosa era jodida. No me importaban mucho los tipos que la
perseguían. Me había ocupado de un montón de jodidos motoristas
idiotas en mi época, dejé más que algunas manchas de sangre y
manché la carretera bajo mis ruedas. Podría protegerla sin ningún
problema, y en realidad tenía ganas de hacerlo.
Quería otra puta guerra. Quería una pelea, un poco de emoción
para romper el aburrido negocio del jodido club. No fui hecho para la
paz, nunca lo fui.
Tenía una reputación en el club, y por buenas razones. A nadie le
gustaba pelear y joder tanto como a mí.
No, el auténtico maldito problema era el reclamo. No lo había
pensado en ese momento, y ahora en la sobria luz de la mañana, la
verdad completa me estaba golpeando finalmente.
No había tenido otra opción. Tuve que reclamar a la chica o de lo
contrario existía el riesgo de dejar que Clutch y Spoilt tiraran su culo
fuera. No podía dejar que eso sucediera, no cuando la conocía, no
cuando todavía recordaba a la chica que solía ser.
―Buenos días.
Giré la cabeza y la vi apoyada en la puerta del dormitorio, con los
brazos cruzados, vistiendo una de mis sudaderas.
―Buenos días ―gruñí―. ¿Quién dijo que podías usar eso?
Ella se encogió de hombros.
―No parecía importante.
―El café está listo. ¿Tú cocinas?
―Puedo cocinar, sí.
―Entonces haznos algo de desayuno.
Me serví una taza y me senté en la mesa, observándola. Me miró
un segundo antes de entrar en la cocina, abrir la nevera y ponerse a
trabajar.
Pronto la pequeña casa estaba llena del olor a tocino y huevos. La
observé trabajar, curioso por saber cómo carajo había caído con un
idiota motociclista como su amigo muerto. Por lo que recordaba,
Caralee era una buena chica, una chica universitaria. Había salido de
la ciudad, muy lejos de su estúpido padre borracho. Ella lo había
conseguido.
Y, sin embargo, de alguna forma todavía se juntaba con las
personas equivocadas. Ahora estaba en mi cocina, preparándome el
desayuno, pero probablemente no tenía ni idea del problema en el que
estaba.
Yo era ese problema. Vi cómo su cuerpo se movía y volví a sentir
una agitación, mi polla se endurecía. Quería doblarla sobre la maldita
mesa, joderla ruda y profundamente, hacer que ruegue que no me
detenga, que la haga correrse. Tal vez me debía eso, de alguna manera.
Pero yo no era el tipo de hombre que toma a una chica de esa forma, no
como algunos jodidos cabrones enfermos que conocía.
No, yo quería que ella viniera a mí. Quería que rogara por ello
antes de que finalmente la tomara. Y parecía que tendría mucho tiempo
para hacer que eso sucediera ahora que la había reclamado.
Finalmente puso dos platos de tocino y huevos, y se sentó frente a
mí.
―Gracias ―dijo ella.
―Claro. ―Empecé a comer. La comida era bastante buena.
―Quiero decir, por salvarme. Anoche.
―Todavía no estás a salvo, princesa.
Ella picoteó su comida.
―¿Qué quieres decir?
―Tenemos mierda que hacer. Y tampoco estamos seguros de
quién se cargó a tu amigo.
―Rod ―señaló ella con suavidad.
―Rod. Lo que sea. ―Tomé un gran sorbo de café―. ¿Cómo te has
metido con un desgraciado así?
―Por accidente ―dijo―. Él tenía una motocicleta y me gusta
montar en ellas. También a veces solía llevarme a fiestas de moteros.
Así es como encontré tu lugar.
Asentí.
―Dijiste eso ayer por la noche.
Ella pareció sorprendida.
―¿Lo hice? Supongo que mi memoria está un poco borrosa
―Estabas en estado de shock.
―Sí ―dijo suavemente―. Supongo que sí.
―¿Así que él tan solo te lleva a un acuerdo de drogas o la mierda
que fuera?
―Creo que estaba enamorado de mí ―reflexionó―. Probablemente
estaba tratando de impresionarme.
―¿Cómo funcionó eso? ―pregunté, sonriendo.
―No bien. Ahora está muerto.
Me reí.
―Es difícil amar a un hombre muerto.
Ella me dio una mirada.
―No seas un idiota. Rod era un buen tipo.
―¿Lo era? ¿O solo era otra porquería de motociclista idiota?
―¿Quieres decir como tú? ―se quejó, poniéndose de pie.
―Sí, supongo que sí.
―No sé por qué estás siendo un cretino esta mañana ―expresó
ella, sacudiendo su cabeza―, pero quiero volver a casa ahora.
La miré fijamente por un momento.
―¿Crees que vas a ir a casa?
Ella asintió.
―Por supuesto.
―¿Olvidaste por qué viniste a mí? Esos chicos saben quién eres.
―Iré a la policía.
Me reí.
―¿Y ser cómplice de un asesinato? Adelante.
Ella me miró fijamente.
―¿Y qué se supone que tengo que hacer?
―Lo resolveremos hoy, princesa. ―Terminé mi café y me puse de
pie―. Vamos ―dije.
―¿A dónde vamos?
―A tu casa para conseguir algo de tu mierda.
―¿Para qué?
Le sonreí.
―¿Todavía no lo sabes, cariño? Te quedarás conmigo por un
tiempo.
Ella solo me miró intensamente, y yo disfruté la mirada.
Desafiante, enojada, asustada y tan jodidamente sexy.
Vivía en un pequeño pedazo de mierda de apartamento justo al
lado del campus de la Universidad de Texas. Vivía sola, por lo que yo
sabía, y su lugar era un puto desastre.
―Sé rápida ―le gruñí.
―Está bien. ―Desapareció en la habitación trasera mientras yo
miraba alrededor de su casa. Parecía bastante típico: pinturas y dibujos
en la pared, fotos de amigos en marcos, pero ninguna de su padre.
No había visto a nadie merodeando fuera de su casa, pero eso no
significaba que no estuvieran mirando. Aunque me habría sorprendido
si la hubieran encontrado tan rápido. Los moteros no eran
precisamente conocidos por su maldita inteligencia, y en general, eso
era cierto. Sin embargo, la encontrarían finalmente.
Caminé hacia la ventana delantera y miré afuera. Nada allí, solo
mi motocicleta estacionada contra el bordillo y el lento flujo de jóvenes
estudiantes paseando.
―De todas formas, ¿cuánto dinero necesito? ―preguntó.
Me volví y la miré. Me tiró mi sudadera y yo la agarré.
―No lo sé ―dije–. El valor de una semana, supongo.
Se había puesto una ajustada camiseta con cuello en V y
pantalones cortos de mezclilla, con el cabello recogido sobre su cabeza.
No pude evitar mirar sus pechos, sin molestarme en esconderlo en
realidad y a ella no pareció importarle.
―¿Una semana? ―preguntó―. ¿Así de largo?
―No lo sé ―respondí de nuevo, mirando a otro lado―. No puede
ser menos, puede ser más.
―Está bien. ―Ella desapareció de nuevo en su dormitorio―. Por
cierto ―gritó―, recuerdo algo de anoche.
―¿Sí? ―respondí, mirando el exterior―. ¿Qué?
Ella volvió a salir.
―Dijiste algo sobre mí. ¿Algo sobre “reclamarme”?
La miré de nuevo.
―Sí, es cierto.
―¿Qué significa eso, que me has reclamado?
Suspiré. Era la maldita conversación que había estado evitando
desde que se había despertado, pero sabía que a la larga tendríamos
que tenerla.
―Significa técnicamente que estás prohibida. Eres mía.
―De acuerdo, ¿pero qué quieres decir exactamente con eso?
―Eres mi mujer ―dije, molesto―. Mi mujer. ¿Lo entiendes?
Ella sonrió torpemente.
―¿Como que estamos saliendo?
―No exactamente ―gruñí―. Más que eso.
―Explícalo entonces.
Me volví hacia ella, cruzando los brazos. ¿Cómo diablos le explico
esto a la chica? No sabía nada de nuestro club, de nuestras
costumbres. Ella no sabía lo que eso significaba cuando la había
reclamado y no lo debatió. Era demasiado tarde para retroceder ahora.
―Más serio que estar saliendo ―expliqué―. Cuando no lo
debatiste, significó que lo aceptaste.
―¿Por qué harías eso? ―dijo—. Ni siquiera nos conocemos.
―Los chicos de allí habrían arrojado tu culo a los lobos en un
segundo para mantener su preciosa paz. ―Me volví y miré por la
ventana―. Querías maldita protección, así que malditamente la
conseguiste. Solo que tiene un precio.
―Y el precio vendría siendo, ¿qué?, ¿ser de tu propiedad?
―Algo así ―murmuré.
―¿Qué pasa si digo que no?
―Demasiado tarde ahora ―dije―. Te guste o no, te reclamé, y no
hay vuelta atrás hasta que lo diga.
―Entonces, dilo ―chasqueó ella―. No soy tuya. No soy de nadie.
―¿Quieres eso? ―pregunté―. Puedes tenerlo. Pero eso significa
que no tienes protección. Los otros clubes, si saben que estas
reclamada por mí, podrían estar un poco más dispuestos a no
asesinarte. ―Hice una pausa y la miré de nuevo―. Sin mí, sin embargo,
estás sola.
Ella me fulminó con la mirada por un segundo, y yo solo sonreí,
disfrutando su mirada.
―No me gusta esto ―dijo finalmente.
―¿Crees que a mí me gusta? ―pregunté―. Reclamarte también
significa algo para mí.
―Lo que sea ―dijo, y volvió a su dormitorio para terminar de
hacer las maletas. Dejé que se sintiera molesta y vigilé la ventana.
Ella todavía no lo entendía. Reivindicarla significaba más para mí
que para ella. Yo era responsable de ella ahora, estaba comprometido
con ella. El club no tenía muchas reglas, pero mantenía a sus miembros
bajo unos jodidos estándares. Cuando reclamabas algo o a alguien,
significaba que ella estaba prohibida para cualquier otra follada caliente
en el área, pero también significaba que estabas comprometido con ella
y se esperaba que mantuvieras tu pene fuera de cualquier otro coño.
Lo cual no era algo que me gustara. Pero yo había hecho mi
elección, y no era el tipo de hombre que faltaba a mi palabra, incluso si
no entendía lo que eso significaba.
Volvió a salir de su habitación después de otro minuto, llevando
una bolsa detrás de ella.
Levanté una ceja.
―¿Eso es por una semana?
―Sí. ¿Tienes algún problema?
―Podría no caber en mi lugar.
―Qué lástima ―dijo.
Me reí y me acerqué, agarrando la bolsa de su mano.
―Permíteme. ―Hizo una mueca―. No te esfuerces.
Me reí de nuevo, la seguí fuera del apartamento y bajé los
escalones. Fuimos al frente en busca de mi motocicleta, y tomé unos
minutos para atar la maldita bolsa a la parte de atrás. Estaba parada,
con los brazos cruzados, parecía más molesta que cualquier otra cosa.
Si solo entendiera lo que estaba haciendo por ella, tal vez no sería
tan malhumorada.
Ah bueno. No importaba mucho. La niña aprendería.
Yo era un maestro dispuesto y capaz.
Capítulo 7
Traducido por Myr62
Corregido por Addictedread

Caralee
El viaje de regreso a la casa club de los Demons MC no fue tan
relajante como la mayoría de los otros paseos en la parte trasera de una
motocicleta.
Estaba demasiado ocupada pensando en lo que Ford había dicho
y en todo lo que significaba.
Mi cabeza seguía un poco atontada y lenta, pero estaba
empezando a volver a mí misma. Me di cuenta de que había estado en
un estado de shock bastante malo cuando tropecé con esta casa club, y
no había estado pensando en absoluto. En ese momento, pensé que era
lo único que podía hacer, lo único que podía protegerme.
Ahora, sin embargo, no estaba tan segura de haber tomado la
decisión correcta. ¿A qué me había rendido para obtener la protección
de Ford, y qué significaba para mí?
Mientras avanzábamos por la ciudad, con mis manos aferradas al
musculoso cuerpo de Ford, no podía dejar de imaginar lo que él me
había dicho. Ahora estábamos de alguna manera juntos, aunque
apenas conocía al tipo. Definitivamente estaba en peligro, y él hizo que
el reclamarme pareciera que estaba comprometiéndose a mantenerme a
salvo.
No había visto a Ford en tanto tiempo. Tan pronto como lo había
visto, sin embargo, los recuerdos comenzaron a inundarme desde
cuando éramos niños. Sus sonrisas arrogantes, los comentarios
ocasionales. La noche junto al lago, la forma en que hizo sentir a mi
cuerpo.
Y la forma en que desapareció completamente justo después de
eso.
Ahora estaba de vuelta en mi vida, apareciendo como un
torbellino y, de alguna manera, me pertenecía.
Bueno, eso me cabreó. Él había desaparecido en ese entonces. Él
había tomado esa decisión, no yo. Yo quería volver a verlo, pero él tuvo
planes diferentes. Odiaba sentirme como otra de sus conquistas, pero
probablemente esa era la verdad.
Aun así, no tenía sentido que se me defendiera así. Tal vez quería
más de mí. Tal vez quería averiguar qué podía haber obtenido de mi
cuerpo en aquel entonces si se hubiera quedado.
Bueno, no había manera de que él fuera a conseguir eso. No me
importaba si todavía me hacía sentir como una adolescente, si mi
corazón latía en mi pecho y mi coño se mojaba cuando agarré su cuerpo
montada en la parte posterior de su poderosa motocicleta. No importaba
si él pensaba que era mi dueño.
Me iba a quedar todo el tiempo que necesitara para que todo esto
pasara al olvido y luego habría terminado con Ford Cook.
Sobrepasamos los límites de la ciudad y finalmente nos detuvimos
frente al Demon Nest, el bar que servía de casa club para los Demons
MC. Ford aparcó la motocicleta y se bajó parando el motor. Lo seguí, no
muy segura de en qué estábamos.
―¿No están los demás chicos enojados por mí? ―le pregunté.
―Claro ―dijo―. Pero Larkin aprobó mi reclamo. No pueden joder a
menos que quieran mi bota en el cráneo.
―¿Quién es Larkin?
―El presidente del club ―dijo.
―Oh. Como un líder.
Se encogió de hombros.
―Sí, el líder. Vamos.
Lo seguí cuando abrió la puerta y entró. El lugar estaba lleno. Me
quedé totalmente sorprendida de cuántos hombres estaban allí, cada
uno de ellos llevando el chaleco de los Demons MC. Sus chaquetas de
jean estaban cubiertas de parches y lemas, pero las espaldas estaban
todas dominadas por el símbolo de los Demons MC.
Cada cabeza en el lugar se giró hacia mí tan pronto como entré
por la puerta. Ford sonrió y alzó las manos.
―Buenos días, hermanos ―dijo.
Hubo un murmullo general. Me llamó la atención el tipo llamado
Spoil de la noche anterior, que solo parecía disgustado. Seguí a Ford
hasta una mesa vacía en la parte trasera.
―¿Qué está pasando? ―le pregunté.
—Parece que Larkin llamó a los chicos.
―¿Por qué?
Él me sonrió.
―Gracias a ti.
Miré a mí alrededor. ¿Estos hombres aterradores estaban
reunidos por mi culpa?
―Pero creí que había aprobado la reclamación.
―Lo hizo ―indicó Ford―. Pero eso no significa que nadie quiera
una guerra. Supongo que estamos aquí para averiguar qué demonios se
supone que debemos hacer contigo.
Sentí una gota fría de terror caer a través de mi pecho y en mi
estómago. Los hombres en su mayoría habían desviado la vista y
habían regresado a sus conversaciones, pero podía sentir que sus ojos
seguían volviendo a mí.
Y no parecían felices.
Nunca antes había estado en una habitación llena de
motociclistas cabreados, con solo un hombre a mi lado. Cierto, era
grande e imponente, aterrador a su manera, pero aun así solo un
hombre.
Tal vez realmente había mordido un poco más de lo que podía
masticar.
Ford notó la mirada nerviosa en mi cara.
―No te preocupes ―dijo, sonriendo―. Estás bien. Eres mía ahora.
Eso envió escalofríos de emoción por todo mi cuerpo. No estaba
segura de si me tranquilizaba o simplemente me atraía.
Antes de que pudiera decir algo más, un hombre salió de la
habitación de atrás y se paró frente a todos cerca del bar.
―Larkin ―me susurró Ford.
Asentí. Reconocí al hombre de la noche anterior. Pelo gris, más
largo y delgado, pero musculoso y cubierto de tatuajes. Llevaba unas
gafas de montura delgada que de alguna manera le hacían verse aún
más amenazador. Examinó la habitación impasible, sin sonreír ni
fruncir el ceño, simplemente mirando.
―Cállense ―ladró finalmente, y la habitación se quedó en
silencio―. Todos saben por qué estamos aquí.
―Sí ―dijo el hombre llamado Spoil―, esa perra. ―Todos los ojos
voltearon a mí.
―Sí ―expresó Larkin―. La mujer. Y Ford.
Ford sonrió.
―En eso tienes razón, presi.
―Pero no solo ellos ―continuó Larkin, mirando fijamente lejos―.
Hemos engordado y jodido muy felizmente, ¿verdad?
Murmullos de acuerdo.
―Ha sido lindo estar en paz ―tiró Larkin―. Ha sido malditamente
bueno cosechar las recompensas de nuestra sangre, sudor y jodida
orina.
Más acuerdo de la multitud. Al instante pude ver por qué Larkin
era su líder. Parecía duro, pero seguro como el infierno parecía saber
cómo controlar una habitación.
―Pero aquí está la cosa, muchachos ―dijo―. Hay personas que
quieren lo que tenemos. Los Mezcals han estado empujando desde
México, los Rebels han jodido nuestro territorio occidental desde hace
meses, y he oído susurros del Snake Spit que viene de Dallas.
Más murmullos, pero esta vez enojados, molestos. Miré a Ford y
me dirigió una pequeña sonrisa.
―¿Más de nosotros que solo unos tarados motociclistas, eh?
―expuso suavemente.
Volví a mirar a Larkin.
―Decidí dejar que Ford reclamara a la chica ―explicó Larkin―.
Hice esa elección por una razón. Nos han jodido demasiadas veces.
Necesitamos empezar a proteger a los nuestros para demostrar que no
podemos tener asesinatos en nuestro maldito territorio sin que nosotros
lo digamos... Así que… ―Miró a todos los hombres, especialmente a
Clutch y Spoil―. Y así que aquí está el trato: vamos a cazar a la mierda
que hizo la matanza, y vamos a poner plomo en ellos.
Una alegría general en acuerdo vino de los hombres. No pude
evitar ser arrastrada por ella.
―Ford hizo su elección con la chica, y ese es su maldito culo.
Todos sabemos lo que significa reclamar a una mujer, y lo hizo
libremente. Así que eso depende de ti, Ford, pero también de mí. ―Miró
a los hombres de nuevo―. Nadie cuestiona a la chica, ni a Ford, porque
la verdad es que ya estábamos en guerra mucho antes de que esta chica
viniera a buscar ayuda. ―Otra larga pausa―. Prepárense, muchachos.
La sangre está llegando.
Otro vitoreo, esta vez más fuerte. Los hombres se levantaron y
golpearon las mesas, y vi la primera sonrisa de Larkin. Era aterradora,
llena de amenazas.
Miré a los hombres, sorprendida y un poco aterrorizada. ¿Por qué
estaban vitoreando en verdad? Peor aún, ¿qué había empezado?
―¿No es mala la guerra? ―le pregunté a Ford.
Sacudió la cabeza.
―No necesariamente. La guerra trae más dinero, más territorio.
Además, los chicos siempre serán chicos.
―¿Y los chicos de la noche anterior?
―Bueno ―dijo Ford― algunos no la quieren. No se puede
pretender, que estamos de acuerdo en todas las cosas. ―Me miró
seriamente―. Pero si el club les pide que mueran, morirán. Así es como
es.
Una voz que cortó la conmoción, atrajo mi atención. Miré a través
de la habitación.
―Caralee ―gritó Larkin―. Ven conmigo.
El miedo heló mis tripas.
―Será mejor que vayas ―indicó Ford.
Me puse de pie.
―¿Estás seguro? ―indagué.
―Ve. Estarás bien.
Le di una última mirada a este magnífico idiota, y crucé la
habitación. Todos los chicos estaban todavía vitoreando, y algunos ya
estaban bebiendo. Larkin asintió y me condujo a través de la conmoción
hacia su cuarto trasero.
Capítulo 8
Traducido por Florpincha
Corregido por MagaPali

Ford
Hace cuatro años…
Horas después de haber dejado caer a Caralee en su casa, todavía
podía sentir el maldito hormigueo en mi polla donde se había frotado.
Nos habíamos asegurado de que su padre estuviera desmayado antes
de que entrara, y yo le había hecho prometer que iría a mi casa si las
cosas se ponían mal.
De lo contrario, tenía las peores pelotas azules de mi puta vida.
Después de bajar así, se había derrumbado de nuevo en el banco, y
habíamos pasado la próxima hora o dos hablando de nuestras vidas.
Nunca lo había hecho antes. Normalmente, si ella fuera cualquier
otra puta, yo la habría doblado sobre ese maldito banco y habría hecho
estragos. En cambio, me encontré hablando de mi madre y mi padre, de
su culo borracho, de crecer en una casa jodida.
Y me contó su propia historia, que no estaba demasiado lejos de
la mía. La diferencia era que yo podía defenderme, pero ella nunca
pudo.
Apreté mi mandíbula, enfadado y pensando en cómo era todo el
infierno de que su papá la golpeaba así. El bastardo no sabía lo que
estaba bien o mal, pero se salió con la suya porque era un policía de
mierda.
Me duché y me vestí, mirando el reloj. Tenía que estar en la
tienda de automóviles de mi tío en una hora, si iba a llegar a tiempo
para mi turno. Pensé que también podría dejar de dormir por el
momento. Probablemente me despertaría con una almohada entre las
piernas y el cuerpo de Caralee en mi cerebro.
Hice un poco de café y revisé a mi madre. Pasada de borracha
como siempre, eso estaba bien para mí.
Mejor que conducir borracha o tratando de golpearme, aunque
había dejado de intentarlo hace un tiempo.
Bebí las cosas negras, comí un poco de comida y luego salí. Me
subí a mi moto y empecé el viaje hacia lo de mi tío.
Una vez allí, entré y me puse a trabajar. No era un trabajo bonito,
pero era honesto y pagado bastante bien. Mi mamá no estaba
trabajando mucho, y necesitábamos alimentarnos, así que yo tenía que
poner la comida en la mesa. Mamá gastó su cheque de asistencia social
en puta bebida y píldoras, así que había eso.
Aparecieron a mitad de mi maldito turno.
Los cabrones acaban de pasear. No me leyeron mis derechos, no
dijeron nada. Simplemente destellaron sus insignias, me arrojaron
puños y me arrancaron el culo.
Nunca pensé que los policías fueran malvados. Nunca los había
odiado. Eran hombres que hacían sus malditos trabajos, y tenías que
respetarlos. Pero después de que me arrestaron por un crimen que no
cometí, odiaba a la policía, los odiaba con pasión.
Había cumplido una condena antes. Nada importante, nada más
que un par de meses en detención juvenil, pero de verdad, esta vez
dijeron que había robado una casa a pocas cuadras de donde yo vivía.
El juez ni siquiera me miró. Dijo mi nombre, leyó los cargos y me
sentenció culpable. Nunca había pasado por el sistema tan rápido.
El día después de golpear a un policía en su culo y casi follar a su
hija, terminé en la cárcel durante seis meses.
De alguna manera, eso fue lo peor que me había pasado. Es
humillante ser encerrado por algo que no hiciste, encerrado porque te
enojaste con el poli equivocado. Peor aún, sabía que había perdido a
Caralee, sabía que nunca podría volver a ella, nunca volver a
enfrentarla de nuevo. Por lo que el mundo de mierda sabía, yo era solo
otro chico criminal idiota, y eso era todo lo que alguna vez sería.
Pero en otras maneras, era el mejor.
Sucedió un día en la semana en mi estancia. Me había sentado
con mi comida en el comedor, comiendo como si mi vida dependiera de
ello.
—Chico nuevo —dijo un gordo detrás de mí—. Dame tu jodido
pudin, hijo.
Lo miré de nuevo.
—Vete a la mierda.
Algunos chicos se rieron y él sonrió.
—Voy a preguntar de nuevo. Pudin ahora. —Sacudí la cabeza y
volví a comer.
Me agarró la parte de atrás del pelo y golpeó mi cara en mi
bandeja. Dolió como una jodida perra y envió estrellas nadando a través
de mi visión.
Pero me levanté en un segundo. El tipo gordo era fuerte para su
tamaño, pero yo era más fuerte. Tiré mi bandeja y la estrellé contra su
cráneo. Trató de atacarme, pero me aparté, dejándolo estirarse en el
suelo. Me dieron unas cuantas patadas antes de que llegaran los
guardias y me tiraron en solitario.
The Demons vinieron por mí el día que salí. Estaba en el patio,
ocupado de mi maldito negocio, cuando él se acercó a mí. Jodido Big
con un diente que le faltaba.
—Peleas muy bien, hijo —me dijo.
—No soy hijo de nadie.
—¿Tú montas en motocicletas, niño?
—Sí —dije—. ¿Por qué? ¿Quieres que seamos amigos y hablemos
de ellos? —Se rió.
—Odias el mundo, ¿eh? Eso está bien.
—No odio el mundo. Solo odio este maldito lugar.
—Cierto. No puedo culparte. —Se apoyó contra la pared a mi
lado—. ¿Has oído hablar del Club de Motocicletas The Demons?
No lo había hecho, por supuesto. Tal vez, pero nunca supe mucho
sobre eso. Ese día, ese hombre me reclutó, me hizo una promesa.
Cuando salí, los hermanos me llevaron a la casa club, me hicieron
pasar toda la mierda de promesas de compromiso, y finalmente me
convirtió en un hermano.
Así fue como empezó todo. Esa pelea, ese tipo, esa prisión. Otro
tipo, otra prisión, y tal vez nunca me hubiera unido al Demons MC. Tal
vez hubiera conocido a una buena chica, me habría casado, tendría
hijos.
Probablemente no, sin embargo.
Después de eso, pensaría en Caralee a veces. Pensaría en ella con
cariño.
Pero tan pronto como me gustaba demasiado su memoria,
encontraría a una puta de club para chupar mi polla hasta que no
podía pensar en otra cosa.
Esa fue mi vida. Sangre, acabar, el maldito club.
Nunca pensé que necesitaba algo más.
Capítulo 9
Traducido Dramione
Corregido por Florpincha

Caralee
—Siéntate —dijo Larkin. Estábamos en una oficina de apariencia
normal. Me senté en una silla, y él se sentó detrás del escritorio.
Me observó en silencio por unos minutos, y yo me moví en mi silla
nerviosamente.
—Emm —dije finalmente, rompiendo el silencio—. Gracias. Por
ayudarme.
—No me agradezcas —expresó—. Agradécele a Ford.
—Ya lo hice.
—Bien. —Me miró un poco más.
Había estado tan incómoda, con tanto miedo durante toda mi
vida. De reojo pude ver un hoyo de bala en la pared, y me pregunté
cuántas personas habían sido asesinadas.
—¿Qué sabes del Rebel club? —preguntó finalmente Larkin.
—Nada —dije—. Rod era miembro, pero es todo.
Asintió.
—Confirmamos eso. Tú amigo Rod era un miembro.
—¿Hablaste con ellos?
—Tenemos teléfonos. —Miró hacia su escritorio—. Los policías
encontraron su cuerpo esta mañana. ¿Existe la posibilidad que te
conecten con su muerte?
—No lo sé —expresé.
—¿Tocaste algo? ¿Dejaste algo atrás?
—Toqué su motocicleta.
—¿Usas guantes cuando montas en bicicleta?
Asentí.
—Si. Tenía los guantes puestos.
—Probablemente con eso baste. —Suspiró, mirándome una vez
más—. Eres un verdadero dolor en el trasero, ¿lo sabías?
—Lo siento.
—¿Por qué Ford hablaría por ti?
Negué con la cabeza.
—No lo sé.
—No me mientas, niña. He visto más de lo que podrías
imaginarte, y yo reconozco una mentira cuando la dicen.
—Nos conocíamos. Cuando éramos niños.
—Ah… —respondió—. Se conocían.
—Éramos vecinos.
—¿Vecinos que follaban?
Me sonrojé.
—No. No éramos así.
—Entonces solo amigos —gruñó asintiendo—. Entonces
explícame porque él te reclamaría.
—Dijo que no tenía otra opción.
—Pudo haber venido conmigo —dijo Larkin.
—Entonces no sé por qué.
—Los Rebels están molestos —explicó—. Ellos quieren tu trasero,
piensan que estás involucrada de algún modo. ¿Lo estás?
—No —le dije—. Rob era mi amigo.
—No lo creo. Ahora tenemos a los Rebels y a quien sea que mató a
ese chico detrás de ti. Es mucho problema.
—¿Qué fue tu discurso afuera?
—Vaya que tienes una boca —indicó lentamente, y me sonrió.
Sentí mi sangre volverse fría.
—Lo siento —respondí.
Se recargó en su silla y cruzó los brazos.
—¿Sabes que significa cuando un hombre te reclama y tú no
dices que no?
—Significa que soy suya, supongo.
—Sí, es verdad, pero es más que eso. Para nosotros, es un lazo
serio, algo que importa. Podría decirse que es como casarse.
Me quedé completamente quieta.
—¿Casarse?
—Es cierto —respondió—. ¿Ford no te dijo esa parte?
—No —contesté suavemente, aterrorizada.
—Para nosotros, reclamar a una mujer es decir que vas a casarte
con ella. Es como comprometerse.
—No —repetí, negando con la cabeza—. No puede ser.
—Ya estás muy dentro en todo esto, niña.
—Solo déjame ir —supliqué rápidamente—. Déjame alejarme.
Puedo manejar las cosas por mi cuenta.
—Bueno —suspiró—, eso es interesante.
—Por favor. No los volveré a molestar.
—El problema es, que ya nos molestaste. Escuchaste a los chicos
afuera, ¿verdad? Están todos encendidos.
—Hablaré con ellos, les diré que fue un error.
Se rió, una corta risa sarcástica.
—Lo siento niña. Estás comprometida con Ford, te guste o no.
—No puedes obligarme a casarme.
—¿No puedo? —Me levantó una ceja—. Si yo digo que vas a
casarte, tú vas a casarte.
—Por favor. ¿No podría solo quedar reclamada?
—Pensé en eso. Pero como puedes ver, mi club está realmente
dividido por ese asunto de la guerra. La mitad de los chicos piensan que
deberíamos tirarte sin importar lo que Ford dijo. —Se puso de pie,
presionando sus palmas en el escritorio—. Digo que te cases con él. De
ese modo, estamos dentro en esto, te guste o no.
Sentí la sangre de mi rostro desaparecer. Larkin mirándome, frío
y rudo, una pizca de sonrisa amenazante en sus labios.
Casarme con Ford. Eso era lo que intentó decirme en mi
departamento. Él trató de explicarme, pero no lo quería escuchar.
Reclamar no era simplemente decir que algo era tuyo; era una promesa.
Él había prometido que se casaría conmigo, y no discutí eso.
La noche anterior pensé que necesitaba su protección.
Probablemente todavía lo haga. Pero podía ver que había mucho más
sucediendo a mi alrededor, algo que me sobrepasaba. Larkin tenía sus
propios planes, por alguna razón quería iniciar una guerra, y él
pensaba que, si me casaba con Ford, tendrían que pelear para
mantenerme a salvo.
—No puedo —dije lentamente—. Por favor.
—Vas a casarte con él —respondió—. Si ayuda en algo, dudo que
Ford realmente quiera casarse contigo. El chico ha estado en más club
de mujeres que cualquier otro que conozca. Pero tomó su decisión, y tú
también.
—No puedes obligarme —indiqué.
—Puedo hacerlo. Pero no tendré que hacerlo. —Se puso de pie y
cruzó los brazos—. Ford lo hará. Ahora vete de aquí.
Me puse de pie, mis rodillas temblando, mi estómago hecho nudo.
—Esto es loco —dije.
—Bienvenida al Demons MC —expuso riendo.
Giré y salí de su oficina, completamente en shock.
Anoche había visto a mi amigo ser asesinado a sangre fría frente a
mí. Ahora era, algo así, como miembro de una pandilla en guerra, y no
quería formar parte de esto.
Y encima de todo, tendría que casarme con el idiota de mi pasado.
Ford Cook, deliciosamente atractivo, vulgar, un completo idiota.
Lo miré, y él me miraba desde el otro lado de la habitación. No
podía leer su expresión, pero podía decir que sabía.
Negué con la cabeza una vez. No podía hacerlo. No podía casarme
con él. Tuvo su oportunidad esa noche en el lago, pero decidió
desaparecer y no volverme a hablar. Tuvo su oportunidad y la arruinó.
Sabía lo que significaba para él, y eso era: absolutamente nada.
No sería de su propiedad. No sería una cosa que pudiera reclamar
y mantener como lo deseara.
No sería su maldita esposa.
Salí, caminando rápidamente por la habitación, abriendo la
puerta, y luego, comencé a correr.
A la mierda el peligro. No me casaría con un motociclista idiota.
Aunque fuera el idiota motociclista de Ford.
Capítulo 10
Traducido Dramione
Corregido por Florpincha

Ford
La vi caminar rápidamente por la habitación.
—Mierda —murmuré. Era bastante obvio lo que estaba a punto
de hacer.
La observé mientras abría la puerta y salía de ahí corriendo
rápidamente.
Me puse de pie.
—¡Tenemos a un corredor! —gritó uno de los chicos.
Lo callé con una mirada mientras salía tras ella.
Maldita chica, va a matarme. Pensé mientras corría por ella.
No era realmente rápida. La vi girar por la esquina, mientras
rápidamente me subía a mi moto, encendiéndola. Aceleré por el
callejón, gastando llantas al girar.
Miró sobre su hombro, determinación en su rostro. Aceleré la
moto y la seguí. Ella cortó a la izquierda por otro callejón.
Tendría que llegar por el camino largo. Le di la vuelta a la
manzana, pasándome algunas luces rojas en el camino, y llegué del otro
lado. Caralee ya había salido del callejón y corría lo más rápido que
podía por la calle.
Rápidamente aceleré, subiéndome al borde de la vereda,
asustando a los peatones. Seguí derecho, pasando junto a su izquierda,
y luego puse los frenos y giré mi moto.
Se detuvo a mi derecha.
—Es suficiente —le dije—. Súbete.
—No. —Fue su respuesta—. Ya terminé con esto. No va a suceder.
Gruñí y apagué la moto, bajándome de ella. Algunos peatones
todavía pasando, pero los asusté con una mirada. Tú no deambulabas
por nuestro vecindario sin saber lo que significaba la marca en mi
chamarra.
Significaba que tú hacías tus cosas y no te metías con nosotros.
—¿Tú crees que yo quería esto? —le pregunté.
—No sé qué es lo que tú quieres.
La tomé de los hombros y la apoyé contra la pared. Sentí
adrenalina corriendo por mi cuerpo ante su desafiante, fuerte, mirada.
—No quiero casarme contigo, Caralee —le grité—. No, en lo más
mínimo.
—Muy bien. Entonces déjame ir.
—No —espeté—. Tampoco quiero que alguien te corte la garganta
porque fuiste muy estúpida al hacer lo correcto.
—¿Cómo es que casarme contigo es lo correcto?
—Tú te metiste en esto —dije—. No yo. Tú fuiste con un traficante
de drogas idiota y terminaste metiéndote en la pelea de un club.
—No quiero nada de esto —expresó, empujándome del pecho. No
me moví ni un poco.
—Yo sé que tú no lo quieres. ¿Tú crees que yo quiero casarme
contigo?
—Entonces no lo hagas. Desreclámame. Lo que sea que tengas
que hacer.
—No —le gruñí—. Larkin dice que nos casemos, así que nos
casamos. Hacemos esta cosa del reclamo legítima para que los otros
chicos no se rebelen.
—No me importan si se rebelan —expuso empujándome más
fuerte. Le gruñí y se hizo para atrás—. No sé cómo terminé en esto —
dijo suavemente.
—Estás aquí ahora —contesté, alejándome lo más mínimo.
Estaba hundida en la pared, con la cabeza hacia abajo—. Acéptalo,
Caralee. Esta mierda está sucediendo. Puedes huir, saltarte un pueblo,
quizás llegar a los policías. —Hice una pausa para que esta parte le
llegara—. Pero si haces eso, tú estás muerta. Este no es un jodido
juego. Si existiera otra manera, cree de una maldita vez que no me
casaría contigo.
Me volvió a mirar, esa mirada de desafío una vez más, y sentí mi
polla moverse, excitación corriendo. Estábamos tan cerca, de pie en la
calle. Se veía tan triste, confundida, enojada, pero, sobre todo,
jodidamente hermosa. Todo era tan malditamente incorrecto, pero todo
lo que quería hacer era inclinarla y follarla contra la pared, y hacerla
venirse con mi gruesa polla.
—Está bien —dijo finalmente—. Seguiré esto, por ahora. Pero tan
pronto diga que terminé, entonces terminé.
Volví a gruñir.
—Lo que digas.
—Prométemelo. Si digo que se terminó, se terminó. Nos
divorciamos, lo que sea, y terminé.
—Si es lo que necesitas, está bien. Tú lo dices y me divorciaré de
tú trasero. Serás libre.
Me miró de reojo.
—Bien.
—Vamos —digo, volviendo a subirme a mi moto. Se subió en la
parte de atrás, sosteniéndose de mi cuerpo, y nos llevé de regreso a la
casa club.
Todo esto era loco. No sabía lo que Larkin planeaba, pero parecía
que estaba de mi lado. Me sorprendía que estuviera interesado en
proteger a la chica cuando podía significar una verdadera guerra.
Y no sabía qué demonios estaba haciendo. ¿Realmente pensaba
que casarme con ella era lo mejor? Quizás, quizás no. Haría mi reclamo
verdadero, ponerla bajo mi protección de verdad. Pero no quería una
esposa, no quería una bola y una cadena llevándome hacia abajo.
Necesitaba mi libertad, el camino delante de mí, violencia y coño.
Aun así, había algo en ella. Quizás era nuestro pasado, o quizás
realmente quería follarla. Quizás si entro a ese dulce coño, pueda
superar lo que sea que me hacía querer estar cerca de ella, de
mantenerla a salvo.
Toda la maldita situación estaba jodida. Podía manejar a algunos
motociclistas enojados, narcotraficantes, lo que sea. Podía aplastar
esqueletos y rodar con lo mejor. Pero cuando se trataba de Caralee, era
un maldito idiota.
Regresamos a la casa club y senté su trasero en una mesa vacía.
—Quédate aquí —dije—. No causes ningún maldito problema.
—¿Qué se supone que voy a hacer?
Me encogí de hombros.
—Bebe. Mira tu teléfono. No me importa.
—¿Qué vas a hacer tú?
—Tengo algunos asuntos que atender.
Se encogió de hombros y miró a otro lado.
—Está bien. Haz lo que quieras. Pero deja de tratarme como si
fuera un perro. Yo no vengo cuando se me ordena.
Le sonreí.
—Creo que podría hacerte venir cuando te lo diga, niña.
Se quedó boquiabierta.
—Eso nunca va a pasar.
—Por favor —expresé—. Prácticamente puedo oler lo húmeda que
te pones cuando estoy alrededor.
—Tú no sabes de lo que estás hablando.
—Pretende todo lo que quieras, pero yo sé que quieres que te
vuelva a llevar a mi cabaña y chupe ese apretado coño hasta que grites
mi nombre.
Puso los ojos en blanco.
—Creo que preferiría arriesgarme con los matones.
—Ya lo veremos —dije riéndome mientras volvía a hablar con los
chicos.
La volví a mirar, y la atrapé observándome de esa manera
hambrienta que ya había notado.
Podía decir lo que pensaba. Justo en ese momento, ella se
preguntaba si lo que dije era verdad. Si realmente la haría tener
orgasmo tras orgasmo. Quería saber lo que era ser follada por un
verdadero motociclista, ser follada por un hombre de verdad.
Lo demostraría pronto. Era probablemente una mala idea, pero
no me importaba. Cuando quería algo, lo tomaba.
Y cuando se trataba de Caralee, quería follarla.
Capítulo 11
Traducido por Bella’
Corregido por MagaPali

Caralee
Observé a Ford alejarse, resentimiento e ira corriendo por mis
venas.
Sabía que huir había sido estúpido. Yo sabía que no iba a llegar
muy lejos. Pero después de esa conversación con Larkin, me había
sentido tan impotente, tan patética. Me iba a casar con Ford ya sea si
me gustaba o no, como si fuese solo algún trozo de ganado.
Pero era más que eso. Sabía que Ford estaba tratando de
protegerme, pero no tenía ni idea de por qué. Él había desaparecido de
mi vida todos estos años, a pesar de que había estado lista para tratar
de darme a él. Claro, mi papá era un policía, pero no parecía realmente
importar.
Quería mostrarle que seguía teniendo el control sobre mi propia
vida, que no era solo de su propiedad. Sí, tal vez él me había reclamado,
y tal vez eso significaba algo importante para sus locos amigos
motociclistas, pero no significaba absolutamente nada para mí.
Pero la imagen de Rod recibiendo disparos seguía volviendo a mí.
Cada vez que Ford me presionaba demasiado, me frustraba, recordaba
el cuerpo de Rod muerto mirando hacia el cielo, sus ojos vacíos, viendo
a la nada. Eso había ocurrido, realmente ocurrido, incluso si parecía
tan surrealista y loco.
Realmente yo estaba en peligro. No quería admitirlo, pero sabía
que era cierto.
Miré a Ford abrirse paso a través de la multitud y detenerse en el
bar, hablando con algunos tipos. Él era tan condenadamente arrogante,
tan condenadamente engreído.
Y aun así, había algo sobre él. Ese algo que sentí hace tantos
años que estaba todavía allí, tal vez aún más fuerte que nunca. Sus
tatuajes, su sonrisa engreída, su peligrosa actitud, todo me hacía
retorcerme de la mejor manera. Odiaba que había estado en lo cierto
dijo que yo estaba empapada por él. No pude evitarlo, y odiaba que
apenas podía controlar ese sentimiento.
Mientras veía a Ford, ni siquiera me di cuenta que una persona se
sentó en la banca junto a mí.
—Apuesto, ¿no?
Le eché un vistazo, un poco sorprendida. Era la chica rubia de la
noche anterior, sonriendo hacia mí.
—Ah, ¿quién? —pregunté.
—Ford —dijo—. Es condenadamente caliente. Eres una chica
afortunada.
Fruncí el ceño hacia ella. —No me siento afortunada.
Ella se echó a reír. —Lo sé. Ellos pueden parecer bastante
intensos a veces, ¿cierto?
—Me están haciendo casarme con él. Así que sí, bastante
intensos.
Me sonrió de nuevo.
—Lo sé, cariño. Es raro como el demonio, pero creo que ellos
realmente están cuidando de ti. —Hizo una pausa—. Mi nombre es
Janine.
—Caralee —dije.
—Te acostumbrarás a ello.
—¿Esto es normal? ¿Normalmente ellos solo se casan con chicas
así?
Se echó a reír de nuevo.
—Infiernos, no. Normalmente tenemos que trabajar mucho más
duro para ser una mujer, sabes.
—¿Mujer?
—Sí —dijo—. Es como ellos llaman a su esposa o una novia seria,
supongo.
—Tengo mucho que aprender.
—Lo harás —dijo—. Solo recuerda que ellos siguen siendo
hombres. Ellos piensan con sus pollas la mayor parte del tiempo, y eso
es para tu beneficio.
Alcé una ceja hacia ella.
—¿Qué, debería dormir con Ford para hacerlo feliz?
—No es lo que dije. Pero si eso ayuda a tu situación, ¿por qué no?
—Sonrió y miró hacia él—. No es como si fueras a hacer un gran
sacrificio.
Eché un vistazo hacia él y fruncí el ceño. Yo definitivamente no
iba a tener sexo con él solo porque debía hacer mi vida más fácil. Pero
Janine tenía completamente razón sobre una cosa: Ford era
absolutamente caliente como el infierno. Musculoso, arrogante,
atractivo, sobresalía entre los otros chicos.
—¿Cuál es su trato, de todos modos? —le pregunté.
—Ford es Ford —dijo—. Un tipo lo suficientemente agradable,
supongo. Un poco guarro, sin embargo. Anda por ahí.
Fruncí el ceño ante eso. No me gustaba la idea de él saliendo por
ahí, lo que sea que eso significara realmente.
—¿Él tiene, ya sabes, una mujer?
Ella se echó a reír, sacudiendo su cabeza.
—Chica, yo nunca, jamás, he visto a Frod con alguna por más de
una noche. Él casándose contigo es como el mayor asunto imaginable.
—¿En serio?
—En serio. No sé lo que le hiciste para hacerlo querer protegerte
tan mal, pero Ford casándose contigo es como un tiburón caminando
en tierra firme. —Se encogió de hombros, sonriendo—. Solo no tiene
sentido, ¿sabes?
Asentí, apenas entendiendo. Pero estaba comenzando a darme
cuenta que no sabía nada sobre él, tanto como pensé que hacía.
Seguro, había sido un poco mujeriego en la secundaria, pero eso había
sido hace muchos años. Había pasado por mucho, se convirtió en un
hombre, pero yo seguía pensando en él como el chico cruzando la calle.
Eso era probablemente un error. Yo necesitaba recordar que Ford
era algo más ahora, rudo y aterrador. Pero también, aparentemente,
dispuesto a salir de su camino para protegerme.
¿Qué había hecho yo para merecer eso? Y, ¿por qué sacrificaría
tanto por mí?
—De todos modos —dijo Janine—, estarás bien. Solo mantén los
ojos abiertos por las otras chicas. Algunas de ellas pueden ser muy
celosas.
—¿Son muchas?
Se encogió de hombros.
—Algunas de nosotras andamos por aquí, tratando de conseguir
uno de esos idiotas.
—¿En quién estás interesada tú?
Ella sonrió tímidamente y asintió hacia el gran hombre de
anoche, el único con que había estado sentada.
—Clutch. No lo sé, hay algo sobre los hombres grandes, ¿sabes?
—Claro, lo sé.
La miré y realmente traté de verla. Janine tenía ojos marrones y
pelo rubio, oscureciéndose en las raíces. Llevaba blusa de corte bajo y
pantalones vaqueros negros con botas vaqueras. Era bonita y joven,
probablemente de mi edad, pero parecía más seria de alguna manera,
como si hubiera visto una cosa o dos. Yo totalmente la había ignorado
la noche anterior, pero ella estaba siendo realmente agradable conmigo.
Ni siquiera sabía por qué lo merecía, ya que aparentemente estaba
lanzando al club en caos, pero lo apreciaba más allá del alivio.
Me encontré sintiéndome increíblemente agradecida hacia ella. Si
no se hubiese acercado, me habría quedado aquí sentada sola,
ahogando mi ira.
En cambio, Janine había salido de su camino para tratar de
hacerme sentir cómoda. Me di cuenta que yo probablemente estaba
siendo grosera, pero ella siguió tratando de cualquier modo.
—Gracias —le dije, tratando de sonreír—. Realmente aprecio tu
ayuda.
—Oye, sin problemas —dijo—. Solo trato de echarle una mano a
una chica, ¿sabes? Deseo que alguien me hubiera dicho esta mierda
cuando entré la primera vez.
—¿Qué más debería saber?
Se reclinó en su silla.
—Bueno, Larkin es el jefe, así que has lo que él dice. Y si los
chicos dicen que algo es asunto del club, eso significa que debes parar
de hacer preguntas. —Se encogió de hombros—. En general, si
mantienes tu boca cerrada y sonríes, los chicos te tratarán como si no
existieras.
—Suena bastante malo.
—Es bueno, en realidad. Mejor que ellos tratando de follarte todo
el tiempo.
Me eché a reír.
—Sí, de acuerdo. Puedo verlo.
Antes que ella pudiera hablar, de repente un hombre joven entró
por la puerta del club. Los ojos de todo el mundo fueron de golpe hacia
él mientras caminaba por el suelo hacia la habitación trasera.
Clutch, Spil y Ford, todos aceleraron hacia él antes que pudiera
entrar allí.
—¿Te perdiste, hijo?
Me tomó un segundo darme cuenta que ese joven estaba usando
el mismo parche en su chaqueta como el que Rod tenía.
—Ese es un Rebel —susurró Janine.
—Reconocí el parche —dije.
—Tengo un mensaje para tu jefe —expresó él.
—Puedes dármelo a mí —respondió Ford.
—Tengo que dárselo a él.
Clutch dio un paso al frente, tronando sus nudillos.
—Creo que estás confundido —expuso—. Estás en nuestra casa
club. Haces lo que te decimos aquí.
Él retrocedió un paso. Clutch era fácilmente trece centímetros
más alto.
—Órdenes —dijo él.
—Tú puedes ordenar mi jodido puño dentro de tu boca —
comentó. Los chicos riendo sarcásticamente.
—Suficiente —expresó Larkin desde detrás de ellos—. Déjenlo
entrar.
Pareciendo aliviado, Clutch dio un paso a un lado mientras el
Rebel pasaba. Ellos desaparecieron dentro de la habitación trasera.
—¿Qué está pasando? —le pregunté a Janine.
Ella se encogió de hombros.
—Negocios del Club.
—Mi amigo estaba en ese club, los Rebels.
—Bien entonces. Mi suposición es que esto tiene algo que ver
contigo.
Miré hacia Ford, y él simplemente asintió antes de volver a hablar
con los chicos.
Mis entrañas eran un desastre de preocupación y confusión.
Janine continuó hablando sobre el club, señalando chicos y
nombrándolos, pero apenas podía seguirla. Yo seguía pensando sobre
Rod, su cuerpo llenándose de balas, y la sangre extendiéndose en la
tierra.
El chico estuvo dentro por lo que se sintió como una hora.
Finalmente, la puerta de la habitación trasera se abrió y él salió
rápidamente. Cruzó la habitación y salió por la puerta, yéndose tan
rápido como podía.
Larkin estaba justo detrás de él.
—Tengo una reunión —dijo—. Ford, Spoil, Clutch, van conmigo.
Los cuatro hombres cruzaron la casa club. Ford atrapó mi
mirada.
—Quédate aquí —me indicó—. Regresaré.
—Cuidaré de ella —respondió Janine, sonriendo.
Me puse de pie.
—Espera —dije—. Espera. Yo debería ir.
Los hombres se detuvieron y me miraron.
—Esto es asunto del club —dijo Larkin—. Tú te quedas.
—Puedo ayudar. Yo vi lo que sucedió.
Capítulo 12
Traducido por antoniettañ
Corregido por Florpincha

Ford
Nos desplegamos en formación, dirigiéndonos al oeste de Austin.
Los Rebels tenían su casa club allí, un pequeño pedazo de mierda, un
bar hueco en la pared en el centro de su pequeño territorio.
Habíamos estado en términos decentes con el MC de los Rebels
desde hace unos años. Cuando poco a poco fuimos ampliando nuestro
territorio y nos comimos a los otros clubes locales, los Rebels habían
sido nuestros únicos aliados en la lucha.
Pero desde entonces, la relación se había agriado. Habían
comenzado a competir con nosotros, importando armas baratas de
China y drogas aún más baratas de América del sur. Estábamos
haciendo lo mismo y ganando mucho más dinero, pero estaban
empezando a cortar nuestro balance final.
La única razón por la que no habían sido destruidos todavía, era
porque nos habían ayudado en su momento. Su líder actual era un
antiguo miembro de nuestro propio club. Había desertado durante la
guerra y tomado violentamente el liderazgo de los Rebels. El rumor era
que tuvo apoyo de Larkin y los Demons MC, pero no creía que eso fuera
cierto. Por lo que sabía, Larkin jodidamente odiaba a Jetter, pero tal vez
eso solo era una fachada.
De todas formas, nosotros podíamos haber sido violentos
moteros, pero teníamos un sentido de lealtad. Y así dejamos que los
Rebels tengan su pequeño pedazo de territorio, siempre y cuando no
trataran de empujar más lejos en el nuestro. De verdad, Jetter era un
traidor, pero no era una pequeña perra vándala.
Esa mierda funcionaba, más o menos. Había algunas peleas
fronterizas menores ahora y entonces, pero nada que no pudiera ser
resuelto.
Larkin claramente no confiaba en los motivos del Rebel para esta
reunión. Clutch y Spoil eran nuestros ejecutores más conocidos,
aunque yo había sido conocido por asesinar a un pedazo de mierda, o
dos, en mi tiempo. Estaban viniendo como respaldo, y yo estaba
viniendo para hablar de Caralee. No tenía ni idea de lo que los Rebels
querían, pero asumí que tenía algo que ver con su cadáver.
Incluso si tu chico muerto era un cabrón de bajo nivel como ese
tipo Rod probablemente era, aun así no podías dejar que violencia como
esa ocurra. Tan pronto como los otros clubs pensaran que podían
matar a tus chicos cuando quisieran, estarías metido hasta el cuello en
una puta guerra de territorio. Clubes fuertes permanecían fuertes
demostrando fuerza.
Nos detenemos fuera de los Rebels Lounge, su pequeña casa club.
Nos bajamos de las motos y nos dirigimos hacia la entrada.
Estaba bastante vacío dentro. Sentados en el bar estaban cuatro
hombres: tres que no reconocí y Jetter, su líder. Se puso de pie tan
pronto como entramos.
—Chicos —dijo él, sonriendo—. Bueno verte, Larkin.
—Jetter —gruñó Larkin—. ¿De qué se trata esta reunión?
Él se rió.
—Directo a los negocios como siempre, Larkin.
Estábamos parados frente a ellos, Clutch y Spoil luciendo
amenazantes. Los otros tres chicos con Jetter probablemente eran sus
ejecutores. Dos de ellos eran grandes, tatuados y musculosos,
básicamente la viva imagen viva de Clutch y Spoil. El tercer chico, sin
embargo, era más bajo, tal vez solo medía uno sesenta y tres y era
calvo. Tenía una mirada loca en sus ojos, y sospeché que era de él de
quien estar asustados.
—Tomen una copa primero —expresó Jetter. Miró al camarero—.
Cuatro whiskies para nuestros huéspedes. —El camarero asintió,
vertiendo los tragos.
—No estamos aquí para hacer sociales —respondió Larkin—.
Negocios son negocios.
—¿Por qué tan rígido? —preguntó Jetter—. ¿Tienes algo que
esconder?
Larkin gruñó.
—No tenemos mierda que ocultar de un montón de mosquitos
como ustedes.
Jetter solo sonrió y nos dio nuestras bebidas. Una vez que todos
estábamos sosteniéndolas, sostuvo su propio trago.
—Por nuestra relación especial.
Se bebió su wiski. Nosotros no.
—Suficiente —dijo Larkin—. ¿Qué quieres?
Jetter asintió.
—Está bien, está bien. —Se sentó de nuevo, apoyándose contra el
bar—. Tuvimos a un chico asesinado anoche durante un pequeño
negocio de drogas. Esperaba que supieras algo al respecto.
—No estuvimos involucrados —indicó Larkin.
—Me imaginé que no lo estaban. El acuerdo era con los Snake
Spits. No creía que irían contra ellos.
—¿Por qué le estás vendiendo a ellos? —preguntó Larkin.
—Tratando de poner en marcha una nueva relación de negocios
—respondió Jetter—. Ya sabes cómo es. Pero aun así, me preguntaba si
ustedes chicos no estaban involucrados de alguna manera.
—Tal vez deberías estar mirando a los jodidos Snakes antes de
venir a nosotros —dijo Larkin.
Las cosas estaban empezando a sentirse tensas.
Jetter sostuvo sus manos en alto, un gesto conciliador.
—Te escucho, Larkin. —Él bajó sus manos de nuevo—. El rumor
es que hay una chica envuelta en todo esto.
Entrecerré mis ojos.
—¿Cómo sabes sobre eso? —pregunté.
Larkin me dio una mirada. No debería haber hablado fuera de
turno, pero que se joda.
—Ford —dijo Jetter—. Bueno verte.
—¿Cómo sabes acerca de la chica? —repetí.
—Como tu líder aquí dijo, de hecho, hablamos con los Snakes.
Dijeron que encontraron al muchacho muerto cuando llegaron, y
encontraron la identificación de ella en su bolsa de montar. —Se
encogió de hombros, sonriendo—. Sumamos dos más dos.
—¿Por qué crees que tenemos algo que ver con la chica? —indagó
Larkin.
—Francamente, iba a pedir su ayuda para encontrarla —dijo,
sonriendo—. Pero nuestro jodido mensajero la vio sentada en su
maldita casa club el día de hoy.
Larkin gruñó a eso.
—Está bien. Tenemos a la chica.
—¿Cuál es el jodido trato, Larkin? —dijo Jetter, perdiendo su
genial manera de hablar. Estaba al borde.
Jetter era un hombre divertido y sonriente la mayoría del tiempo.
Era más viejo, en sus cuarentas, y rápido con una bebida y una broma.
Tal vez era más redondo en el medio que la mayoría de los líderes, pero
todavía podía montar, disparar y luchar.
A pesar de su sonrisa, Jetter era un asesino de corazón. Él
utilizaba su personalidad para cegar a las personas de ese hecho, pero
yo nunca lo olvidaba. De nuevo, cuando era un Demon, Jetter era
conocido como un hijo de puta corta-gargantas, y ese era el hombre que
siempre recordaría.
—La muchacha vino a nosotros por protección —dijo Larkin—.
Afirma que los Snakes mataron a tu chico.
Jetter frunció el ceño.
—Suena poco probable.
—Es la verdad —dije—. Conozco a la chica desde hace tiempo.
Ella no es una puta de club, no es parte de esto. No mentiría.
Jetter asintió, mirando al hombre más pequeño. Él solo se
encogió de hombros.
—Dices que están diciendo la verdad —explicó Jetter—. Esto
significaría la guerra, sabes.
—No es nuestra guerra —dijo Larkin.
—Podría ser. Están manteniendo a la chica.
—No es nuestra guerra —repitió.
Jetter suspiró.
—La quiero —indicó.
—La reclamé —dije—. Ella es jodidamente mía ahora.
Jetter lucía sorprendido.
—¿La reclamaste? Me estás malditamente jodiendo.
—Es cierto —expresó Larkin—. La chica es de Ford, te guste o no.
Jetter se echó a reír, sacudiendo su cabeza.
—Se trata de alguna puta mentira, Larkin.
—Aquí está el trato: nos vamos ya; puedes averiguar tus propios
asuntos.
Jetter suspiró.
—No estoy tan seguro de eso.
Sentí a Clutch y a Spoil tensos. Puse mi mano en mi pistola,
bajando la mirada hacia el hombre pequeño que solo me miraba y
sonreía suavemente.
—No hay necesidad de derramamiento de sangre —dijo Larkin—.
Estamos protegiendo a la chica, pero puedes hablar con ella.
—Esta noche —señaló Jetter.
—Nuestro lugar. Trae a tus chicos. Puedes hablar con ella como
quieras.
Jetter bajó la mirada a Larkin durante un minuto y luego asintió.
—Bien. Vamos a averiguar esta mierda entonces.
—Bien. —Larkin asintió hacia nosotros—. Chicos.
Nos volteamos y salimos.
Nunca era fácil darles la espalda a los motociclistas, pero sabía
que nunca dispararían. Los Demons los aplastarían como jodidos
bichos si alguna vez trataran de salir de nosotros, y ellos lo sabían.
Pero me preocupaba que Larkin fuera a dejar hablar a Jetter con
Caralee. No la quería en cualquier lugar cerca de algún jodido asesino
como Jetter. Ella realmente no era parte de nuestro mundo, y no tenía
ni idea de cómo actuar alrededor de un hombre como ese.
—La chica va a estar bien —dijo Larkin mientras subíamos a
nuestras motos, mirándome—. Estarás con ella todo el tiempo.
Asentí hacia él.
—Sí, lo haré.
—Vamos.
Pateamos nuestras motos en marcha y nos dirigimos de regreso
hacia la casa club.
Mi mente estaba girando más rápido que mis llantas. Odiaba que
Caralee iba a estar alrededor de Jetter, pero sabía que podía mantenerla
segura si estaba alrededor para eso.
Sin embargo, lo que me preocupaba más, era la relación entre los
Snakes Spit y los Rebels. Nosotros no habíamos sabido que estaban
haciendo tratos entre ellos, y eso era un problema. Necesitábamos saber
lo que estaba sucediendo con nuestros vecinos en todo momento, y esto
se sentía como un gran y jodido desastre.
Las cosas estaban complicándose, y rápido. Necesitaba estar en
mi juego si iba a mantener a Caralee a salvo.
Afortunadamente, este era el tipo de mierda que verdaderamente
amaba.
Capítulo 13
Traducido Dramione
Corregido por Florpincha

Caralee
Fue una hora tensa mientras los chicos estuvieron fuera. Ninguno
de los otros miembros de Demon actuaban como si se tratara de algo de
mayor importancia, pero podía ver que había un rasgo de preocupación
bajo todo lo que hacían. Había tensión en la habitación que nadie
admitía.
Y hubiera sido realmente horrible, si no hubiera sido por Janine
hablándome sin parar.
—Y como sea —dijo—, así fue cómo terminé desnudándome por
un año.
Negué con la cabeza.
—Guau. Que loca historia. Tu tío suena como un idiota.
Se rió.
—No es tan malo. Echarme fue de las mejores cosas que hizo. —
Inclinó la cabeza hacia mí—. ¿Cómo es que terminaste pasando el rato
con un montón de motociclistas?
Le fruncí el ceño. No estaba segura de cómo explicarlo, o si quería
hacerlo. Lo que había pasado entre Ford y yo era una de esas cosas que
nunca le dices a alguien.
Si no hubiera sido por esa noche con Ford, probablemente no
hubiera amado tanto las motocicletas como lo hago. Y si no amara
montar en la parte de atrás de una, probablemente nunca hubiera
conocido a Rod, o nunca hubiera querido pasar tanto tiempo con él, o
ignorar el hecho que él estaba enamorado de mí.
Es extraño cómo se pueden enredar los hilos que unen a las
personas. Una decisión puede llevar a la otra, y un día te despiertas con
una larga lista de decisiones preguntándote cuál de ellas te hizo la
persona que eres. Aunque la respuesta probablemente era ninguna de
ellas.
—¿Qué pasa? —preguntó después de unos minutos—. Parece que
te pregunté cómo murió tu perro.
—Lo siento —respondo sonriendo—. Es una larga historia.
—Está bien. Entiendo. Dime alguna vez si quieres.
—Está bien.
Entonces la puerta se abrió. Larkin, Clutch, Spoil y Ford,
caminan de regreso.
El alivio casi puede sentirse. Los hombres les asienten, mientras
Clutch y Spoil se dirigen al bar.
Larkin se dirigió a su oficina, y Ford llegó directamente a mí.
—Caralee —dijo—, Janine.
—Hola Ford —respondió Janine sonriendo—. ¿Siguen siendo
malos?
—Como siempre. —Los ojos de Ford nunca se apartaron de mí.
—Bueno —expresó Janine—. Los dejaré solos. —Se puso de pie y
caminó dirigiéndose al bar.
—¿Qué sucedió? —indagué.
Suspiró.
—Nada que valga la pena decirte.
—Dime de todos modos.
—Los Rebels saben que te tenemos.
Me sorprendí.
—¿Eso es malo?
—No puedo decir. —Me miró, su hermosa, mirada intensa—.
Estaban lidiando con este otro club de Dallas llamado Snake Spit. Son
muy grandes, quizás nuestro más grande rival en el estado. De
cualquier modo, parece que los Snakes te culpan del asesinato.
—No lo hice —dije ferozmente.
—Lo sé —respondió—, y también ellos. O al menos eso les dije.
—¿Y ahora qué?
—El líder de los Rebels no nos cree. Quiere encontrarse contigo.
—¿Cuándo?
—Si estás lista, esta noche.
Lo miré, frunciendo el ceño.
—¿Cómo será?
—Estaré contigo todo el tiempo. Estaremos aquí mismo. Te
preguntará cosas, lo que sea. Estarás bien.
—Bueno. Si tú crees que es seguro.
—A diferencia de esa mierda idiota con la que solías estar, no te
pondré en ninguna mala situación si puedo evitarlo.
Le fruncí el ceño.
—¿Por qué sigues diciendo eso de Rod?
—Porque no llevas a un civil contigo cuando vas a traficar drogas.
—No era un chico malo —respondo, sintiendo ira dentro de mí—.
Me amaba. Estaba tratando de impresionarme.
—Lo hace incluso más estúpido —respondió Ford—. El patético
idiota estaba tratando de impresionar a una mujer con sus negocios de
drogas, y él terminó muerto y ella dentro de algo peor. Suena como un
idiota.
Lo miré, la ira fuerte dentro de mí. Odiaba la manera en que
hablaba de Rod, como si no lo hubieran asesinado.
—Detente —dije enojada—. Deja de hablar de él como si lo
conocieras.
—Tienes razón, no lo conocía.
—Sé que estoy atrapada contigo —indiqué, incapaz de parar—,
pero eso no significa que puedas hacer lo que quieras.
—No estoy seguro de eso —dijo, sonriéndome—. La manera en la
que me miras dice otra cosa.
—Deja de hablar mierda sobre Rod. Él era un buen chico.
Me miró en silencio por un segundo, luego me sonrió.
—Sí, está bien —indicó—, tan pronto admitas lo mucho que
deseas que te folle.
—Eres un idiota.
—Quizás, pero es verdad. Puedo ver el escalofrío correr por tu
espalda cada vez que piensas en mi polla deslizándose profundamente
entre tus piernas.
Me hice para atrás, cruzándome de brazos.
—Creo que estás confundiendo asco por deseo.
—Nunca he cometido un error, cariño —expresó, sonriéndome de
esa manera. Quería borrarle esa sonrisa del rostro, solo para tocar esos
labios.
Y odiaba que no podía dejar de pensar en besarlo fuertemente,
mordiendo su labio, jalándolo del cabello, dejando que golpeara mi
trasero y me tomara de la cadera fuertemente.
—Vamos —señaló, poniéndose de pie—. Salgamos de aquí.
—¿A dónde vamos?
—De regreso a mi casa.
—¿Por qué?
—Porque tenemos algunas horas que matar. Y quizás te gustaría
intentar acomodarte.
Suspiré, poniéndome de pie.
—Está bien. —Nos dirigimos a la puerta. Se despidió de algunos
chicos mientras salimos caminando hacia su moto.
—Yo tomo la habitación —dije mientras nos subimos y él me pasa
el casco.
—Pensaba que ambos podíamos tomar la habitación.
—Ni lo sueñes. Tú puedes tener el sillón.
Se rió, mientras encendía la moto, el rugido suprimiendo
cualquier otro ruido.
Me puse el casco, mientras se movía por el tráfico. Me sostuve de
su cuerpo, mi propia mente en guerra, dividida entre querer compartir
la cama y querer alejarme lo más que pudiera de él.
Aunque todavía no estuviéramos casados, ya estaba esperando el
día de nuestro divorcio.
Capítulo 14
Traducido por Taywong
Corregido por MagaPali

Ford
Mientras corrimos por la carretera, con el viento azotando mi
cabello, sentí que de repente empezó a golpear contra mi espalda,
señalando para que me acercara.

¿Qué diablos podría necesitar? Me detuve en la primera parada de


descanso que vi, pensando que necesitaba orinar o algo así.
—¿Qué pasa, princesa? —le pregunté.
Me dio una mirada furiosa.
—Tenemos que volver a mi apartamento.
Levanté una ceja.
—¿Por qué haríamos eso?
—Olvidé mi laptop.
—Puedes vivir sin ella.
—No, no puedo. —Cruzó sus brazos y reconocí la expresión de su
rostro. Era rabia pura y obstinada, y significaba que no importaba lo
que dijera, iba a hacer lo que quisiera.
Podría luchar contra todo lo que quería, pero ¿qué importaba?
Iríamos a su apartamento de un modo u otro.
Decidí hacerlo fácil para mí.
—Bien —dije—, pero tenemos que hacer un viaje rápido.
—Solo necesito tomarla.
—Vamos. —Puse el motor en marcha mientras ella se subía de
nuevo.
La reunión con Jetter seguía repitiéndose en mi mente. En la
superficie, las cosas eran civilizadas entre nuestros dos grupos, pero
todo el mundo sabía más que eso. Jetter y los Rebeldes habían estado
ansiosos por conseguir una parte de nuestra acción durante años,
desde que Jetter había tomado el cargo convirtiéndose en su presidente.
Era un oportunista, y nos daba la espalda en el momento en que lo
beneficiaba.
Más que eso, parecía que él sabía algo que nosotros no. Parecía
casi seguro en nuestra reunión, lo cual probablemente no era
sorprendente, pero acababa de perder a un hombre. Era casi
caballeroso sobre eso, casi como si no importara tanto.
La única persona en el mundo que sabía lo que había sucedido
estaba sentada en mi motocicleta conmigo, probablemente mentalmente
preparándose para casarse conmigo. Lo peor de todo, ni siquiera podía
empezar a entender lo que estaba sucediendo a su alrededor.
Tal vez ella me odiaba, aunque no estaba seguro de por qué. En
todo caso, tenía todo el derecho de despreciarla. Por lo que había
sucedido entre nosotros, su padre me había lanzado a la cárcel y ella no
me había escrito ni una carta. Y aquí estaba dispuesto a sacrificar mi
maldita libertad por ella solo para mantenerla protegida de los malditos
hijos de puta que querían hacerle daño, y ella estaba actuando como si
yo fuera un idiota.
Maldita chica, pensaba que el mundo giraba alrededor de su
preciosa cabecita. La verdad era que quería follar tanto su coño, que
estaba empezando a pensar que era cierto. La forma en que mi polla se
tensaba cada vez que estaba cerca significaba que tal vez era en
realidad el centro del maldito universo.
Volvimos a la ciudad, dirigiéndonos hacia el edificio de su
apartamento. Por último, aparqué en el frente y bajó de mí motocicleta.
—Espera —le dije—. Quédate conmigo.
Ella frunció el ceño.
—Es seguro. Este es mi apartamento.
—No es seguro. Este es tu apartamento. —Agarré su brazo—.
Quédate conmigo.
Iba a protestar, pero yo no estaba jugando. La empujé detrás de
mí, ignorando su enojada queja.
Empujamos a través de la puerta principal y nos dirigimos arriba.
Tan pronto como nos giramos en su descanso, sentí algo. No estaba
seguro de qué.
—Espera —le dije, deteniéndome.
—¿Qué?
—Algo es extraño.
—Luce bien para mí.
Caminamos lentamente por su pasillo. Tan pronto como llegamos
cerca de su puerta, lo vi.
La puerta estaba de pie ligeramente abierta, como si alguien la
hubiera roto y luego la hubiera mantenido cerrada.
Instantáneamente empujé a Caralee hacia atrás y saqué la pistola
de mis pantalones.
—¿Qué? —siseó, sorprendida.
—Alguien estuvo aquí —dije—. No te muevas.
Avancé y empujé la puerta. Se movió con facilidad. Caralee jadeó,
retrocediendo contra la pared.
En el interior, su apartamento era un maldito desastre.
Quienquiera que hubiera estado allí había desgarrado el lugar en busca
de algo. No podía estar seguro de si seguían allí o no, así que avancé
silenciosamente dentro, manteniendo mi arma lista.
Registré la habitación principal, el baño, y el dormitorio, pero
estaba todo despejado. Quienquiera que haya estado allí, obviamente se
había ido hace un tiempo.
—Caralee, entra —dije.
Atravesó la puerta y miró a su alrededor con los ojos muy
abiertos.
—¡Oh, Dios mío! —expresó.
—Parece que llegaron antes —indiqué.
—Lo destruyeron.
Me encogí de hombros.
—Solo hecho un lío, es todo.
Empezó a recoger las cosas, parecía completamente devastada.
—No puedo creer esto.
Me apoyé contra la puerta, cerrándola y crucé mis brazos.
—Encuentra tu laptop. No queremos estar aquí.
—Ford, revisaron mis cosas.
—Sé que lo hicieron. Pero date prisa. Tenemos que irnos.
Se movió a través del espacio en un aturdimiento, como si
estuviera conmocionada o algo así. Entró en su dormitorio y salió un
minuto o dos después con su laptop.
—No tomaron nada —dijo.
—Probablemente no tienen lo que estaban buscando.
—¿Y qué es eso?
—No hay pista, cariño. Pero mejor movámonos.
Asintió en silencio y me siguió. Mantuve mi arma lista hasta que
regresamos a mi motocicleta. La devastación en su apartamento
claramente la había perturbado. Se mantuvo tan apretada como el
infierno mientras aceleramos hacia mi casa.
Francamente, también me estaba molestando. ¿Por qué hurgarían
su apartamento buscando algo? Solo era testigo de un asesinato. No
podía imaginar que necesitaran algo que tuviera más que su propio yo.
¿Así que, por qué no sentarse en su lugar y esperar a que ella vuelva
para agarrarla?
A menos que supieran que la estábamos protegiendo. Eso era
bastante probable ya que Larkin no estaba siendo tímido sobre
transmitir ese hecho a todos los otros clubes en el área. Tal vez era solo
un mensaje de advertencia para ella destinado a hacerla cagarse de
miedo.
Si ese fuera el caso, creo que había funcionado. Había estado
blanca como una sábana mientras habíamos dejado su apartamento. Lo
que había sucedido con su amiga probablemente parecía un sueño
distante, malo, y todo después, como si alguna historia loca le pasara a
otra persona. Pero al ver su apartamento así, bueno, tal vez eso la había
hecho reflexionar sobre las cosas.
Hicimos nuestro camino de regreso a mi apartamento y
estábamos bajando de mi motocicleta quince minutos más tarde. La
relativa reclusión de mi casa siempre había hecho que parezca mucho
más seguro, pero saqué mi arma de todos modos, asegurándome de que
nadie estaba cerca.
Mi puerta estaba intacta. Lo desbloqueé y empujé adentro, y el
lugar parecía bien.
—Seguro —le dije.
—¿Realmente crees que han venido a buscarme aquí?
—No puedo decirlo, honestamente. Al menos deberíamos intentar
estar a salvo.
Asintió.
—¿Ahora qué?
Me encogí de hombros.
—Consigue donde instalarte. Tendremos que regresar a la casa
club en un par de horas para tu pequeña reunión con Jetter.
Asintió y desapareció en mi habitación.
Me acerqué al refrigerador y tomé una cerveza, abriéndola y
tomando un largo trago. No había negociado que ella se hiciera cargo de
todo mi maldito lugar. Me senté en la cama y me quedé mirando la
pared, pensando y bebiendo.
Salió unos minutos más tarde, tomó una cerveza del refrigerador
y se sentó a mi lado en el sofá. Nos sentamos en silencio, bebiendo
juntos. La miré por el rabillo del ojo y noté que miraba
inexpresivamente delante de ella. Me encantó la forma en que sus labios
se separaron ligeramente antes de llevar la lata a su boca.
Quería aplastar mi cuerpo contra el suyo. Quería presionarla
sobre el sofá y quitarle la ropa lentamente, hacerla verme mientras le
lamía el coño hasta que gritara. Quería follarla profundo, lento, y luego
rudo y más rudo. Dios, estaba tan malditamente duro sentado allí
pensando en doblarla sobre el sofá y follar su apretado coño.
Quería hacerla mía. Sí, malditamente la reclamaría, pero no era
mía hasta que consiguiera cada centímetro de ese dulce coño.
No estaba haciendo nada para ocultar mi creciente bulto. Me miró
y le sonreí.
—Ver mi apartamento así —dijo—, eso lo hizo más real.
—¿No era real antes?
—No lo sé. Supongo que lo era. Pero eso demuestra que la gente
está realmente detrás de mí.
—Bien —dije—. Entonces lo estás empezando a entender.
—¿Qué va a pasarme? ¿Cuánto tiempo tengo que seguir
escondiéndome?
—No lo sé —contesté honestamente—. Durante todo el tiempo que
toda esta mierda pase al olvido.
—¿Y si no lo hace?
Reí, tomando un largo trago a mi cerveza.
—Créeme, princesa, siempre se dispersa.
—Pero ¿cómo puedes saberlo?
La miré, sonriendo maliciosamente.
—He estado aquí antes. He estado en una guerra antes. Mierda
como esta surge, nos ocupamos de ella, y pronto algo más viene.
—¿Entonces soy solo un golpe más molesto en el camino para
ustedes chicos?
—No para mí —dije—. Mi moto aplasta los baches en la carretera.
Pero tú, quiero mantenerte cerca.
—¿Por qué haces todo esto?
—Sigues preguntándolo —expresé—, pero debería ser obvio.
—Te sientes culpable por lo que pasó entre nosotros.
Reí, una furiosa y triste risa.
—Nada por lo que me sienta culpable.
Me miró.
—¿En serio?
—Por supuesto que estoy malditamente hablando en serio. De
todos modos, ya no importa.
—Importa.
—Lo único que importa es lo tanto que quiero ese coño tuyo —le
dije—. He estado sentado aquí pensando en cómo te haría tener el más
dulce orgasmo de tu vida aquí en este sofá.
—Estás tan lleno de ti mismo.
—Prefiero que estés llena de mí. —Me acerqué a ella—. Creo que
tú también preferirías eso.
Se levantó rápidamente. Vi su mirada hacia abajo en mi dura
polla empujando contra mis pantalones, y el rubor rojo que saltó sobre
sus mejillas solo me hizo endurecer mucho más.
—No, gracias —expuso—. Si no te importa lo que pasó, entonces
no me importa esto.
—Finge todo lo que quieras, princesa —expuse—, pero sé lo
mucho que quieres que ese húmedo coño se deslice en mi dura polla.
Voy a follar ese coño como si nunca hubieras sido follada antes.
—Lo dudo.
—Yo no. Siempre que quieras esta polla en lo profundo de tu
apretado coño, házmelo saber. —Hizo una mueca, se giró y entró en mi
dormitorio, azotando la puerta. Me reí conmigo mismo y bebí de un
trago la cerveza. Me levanté y tomé otro.
Todavía estaba duro como la mierda, pero iba a tener que estar
bien. Ella se acercará eventualmente.
Y cuando lo hiciera, comprendería lo que se había estado
perdiendo durante todos estos años.
Capítulo 15
Traducido por Bella’
Corregido por Dai Alvarado

Caralee
Me senté en la cama de Ford, mi coño empapado, tratando de
sacar sus palabras de mi cabeza.

Te dejó. No puedes olvidar eso, seguí pensándolo una y otra vez.


No podía darle otra oportunidad. Había aprendido eso del modo
duro en mi vida. Dejas a un hombre joderte una vez y lo continuará
haciendo, una y otra vez. Esa era su naturaleza.
Ford me había jodido en ese entonces. Tuve bastantes ilusiones,
tuve mi cuerpo interesado, mi mente interesada, y luego solo
desapareció. Yo no iba a cometer el mismo estúpido error, no importa
qué estaba haciendo él por mí.
Suspiré, frustrada más allá de la razón. Yo quería sentarme allí y
tomar otra cerveza, pero él parecía incapaz de tener una conversación
normal. Además, ver mi apartamento hecho trizas me había sacudido
hasta la médula.
Sabía que los tipos malos estaban allí afuera buscándome. No me
habría puesto a través de todo esto si realmente no lo creyera. Pero en
verdad, ver mi apartamento en ese estado me hizo entender el hecho de
que yo era buscada por algunas muy, muy malas personas.
Abrí mi portátil y comencé a deslizarme por mi Facebook. Tenía
un par de horas para matar, así que comencé a perderme en medio de
las redes sociales… la mejor cura para el estrés.
Más de una hora me la pasé así, pero pronto me encontré
aburrida hasta las lágrimas. Sonaba como si Ford estuviera mirando
fútbol en la otra habitación.
Se sentía extraño estar sola en su cama. Miré alrededor por
primera vez, realmente mirando. No tenía fotos familiares o algo como
eso, lo cual no me sorprendía. La decoración era simple, rústica. Tenía
cuchillos en su vestidor y lo que parecía una ballesta en la esquina.
Había cuernos de venado en la pared, lo que me asustó, pero al menos
no eran cabezas completas.
Me levanté, curiosa. Su habitación era casi demasiado sencilla,
como si hubiera pasado de la molestia de mantener algo demasiado
personal por ahí. Sabía que no debería husmear, pero no pude evitarlo.
Abrí un cajón. Estaba lleno de calcetines. Cavé un poco alrededor,
y dejé salir un pequeño grito cuando encontré un paquete de condones.
Sacudí mi cabeza, rápidamente cerrando el cajón y mordí mi
labio. ¿Por qué necesitaba tantos condones? ¿Realmente dormía mucho
por ahí como Janine dijo?
Comprendí que era verdad. Era fácil ver por qué las mujeres irían
tras él. Infiernos, yo estaba teniendo un duro momento manteniendo
mis manos fuera de él, y yo tenía más razones para permanecer alejada
que la mayoría de la gente. Su engreída sonrisa, su sucio hablar, todo
era increíblemente difícil de resistir.
No sabía cómo sentirme sobre nada de eso. Debería no sentir
nada, pero seguía regresando a ello por alguna razón. No tenía ningún
derecho real sobre él, y nosotros no íbamos a casarnos realmente. O al
menos no teníamos sentimientos el uno por el otro en realidad.
Y aun así solo pensar en él me ponía húmeda.
Escuché la puerta abrirse y mi cabeza se levantó. —¿Ocupado? —
preguntó.
—¿Qué estás haciendo?
—Entrando a mi maldita habitación.
—Tienes que tocar.
Él sonrió.
—¿Tengo que tocar la puerta de mi propia habitación?
—Mi puerta de la habitación —corregí.
Solamente sacudió su cabeza y entró.
—Voy a cambiarme y luego nos iremos. Tendrás tu reunión
pronto.
—¿Cómo va a ser la reunión, de todos modos?
Me quedé mirando mientras él comenzó a quitarse su camiseta.
La lanzó hacia un lado, revelando su musculoso pecho y sus tatuajes.
—Debería ser fácil —dijo—. Solo di la verdad.
—¿Qué estás haciendo? —dije rápidamente cuando él comenzó a
desabrocharse los pantalones.
—Cambiándome en mi habitación —indicó, echándose a reír—.
Puedes quedarte si quieres a disfrutar el espectáculo.
Lo miré fijamente mientras deslizaba sus pantalones, revelando
sus boxers negros ajustados.
Y no pude evitar notar cuán dura estaba su polla. Él estaba
mirándome con hambre.
—Te veo afuera —expresé rápidamente, y salí de allí.
Su carcajada me persiguió hasta la sala principal. Mordí mi labio
y agarré una cerveza del refrigerador, bebiéndola para calmar mis
nervios.
Ese hombre era tan condenadamente engreído, simplemente se
desnudó frente a mí.
Y yo solo había tenido que correr de allí o iba a hacer algo muy,
muy estúpido.
***
Media hora después, nos detuvimos en la puerta principal de la
casa club. Bajamos de la moto de Ford.
—Solo relájate —me dijo—. Vas a estar bien.
—Estoy tranquila.
—Bien. Jetter solía ser un miembro de nuestro club antes de
desertar y volverse el líder de los Rebels.
—¿En serio? —pregunté, sorprendida.
—En serio. Él y Larkin tienen historia.
—¿Qué tipo de historia?
—Del tipo que tú no preguntas —indicó—. Vamos.
Me llevó adentro y me sentó en una mesa. El lugar estaba
bastante vacío, con solamente el barman joven y dos chicos llamados
Clutch y Spoil.
—Chicos —comentó Ford hacia ellos.
Ellos asintieron pero no se acercaron.
—Amistosos —dije.
—No les hagas caso. Están molestos por esta guerra.
—¿Creí que todo lo que los moteros querían era pelear y matarse
el uno al otro?
—No siempre —dijo, sonriendo—. A veces nos gusta follar.
Abrí mi boca para responder pero fui rápidamente interrumpida
por Larkin saliendo de la habitación trasera.
—Están aquí —expuso hacia mí y Ford.
—Por supuesto —expresó Ford—. No nos lo perderíamos.
—Jetter y sus chicos están en camino. —Me miró, su rostro
impasible—. ¿Estás lista?
—Está lista —respondió Ford.
Larkin me miró fijamente por un segundo más y luego asintió. —
Ford te quedas con ella. Estaremos cerca.
Ford asintió. Larkin hizo una seña a Clutch y Spoil, y los tres
desaparecieron en la habitación.
—TomTom —llamó Ford al barman—. Whisky para mí. Gin tonic
para la chica.
—¿Cómo sabías? —le pregunté, sorprendida de que supiera mi
bebida favorita.
—Suerte, supongo —dijo.
TomTom volvió con las bebidas y me dio una tímida sonrisa. Ford
se la bebió de golpe y yo tomé la mía de una forma un poco más
conservadora, preocupada de lo que venía.
Ford pidió otra y tomó esta un poco más despacio, mirándome.
—Relájate —dijo—. Esto no es nada. Una formalidad.
—Parece nada para ti —dije—, pero todo esto es nuevo para mí.
Asintió lentamente, mirándome con seriedad. Por un segundo,
parecía como si de verdad estaba viéndome.
—Ha pasado rápido —expresó.
—No bromees. De alguna manera estamos comprometidos.
Él sonrió, asintiendo.
—Sí. Nunca creí que eso me pasaría.
—¿Qué? ¿Casarte conmigo?
—Casarme. —Tomó un gran sorbo de su whisky—. Sabes, solía
mirarte, antes cuando éramos chicos.
—Eso suena espeluznante.
—No fue así —dijo, un poco molesto—. Tú no eras como las otras
chicas en la ciudad. Todas ellas querían un poco de mi motocicleta o un
poco de mi polla. Pero tú no parecías interesada en cualquiera de esa
mierda.
—Estaba tratando de no terminar como otra adolescente
embarazada de nuestro pequeño pueblo.
—Exactamente —expuso—. Tú querías más. Tú querías largarte.
Podía ver eso en ti.
—¿Por qué nunca me dijiste eso?
Se encogió de hombros, mirándome profundamente.
—Porque yo solo era el chico pedazo de mierda cruzando la calle.
Podría haberte dado una buena follada, pero ¿qué más tenía para
ofrecer?
—Me salvaste esa noche, sin embargo —dije, mi corazón latiendo
rápido en mi pecho.
—Sí. Lo hice. Tu viejo era realmente un pedazo de mierda.
Me reí suavemente.
—Sí, lo era.
—¿Sigues hablando con él?
Sacudí mi cabeza.
—No. No desde que me fui. Nunca regresé.
—Bien —indicó—. Que se joda ese lugar.
Me eche a reír, y antes que él pudiera decir más, la puerta se
abrió.
Levanté la mirada. Dos hombres entraron. Uno era bajo y calvo, y
el otro era alto y oscuro, con el peinado hacia atrás. Estaba sonriendo
esta gran y ridícula sonrisa.
—Aquí vamos —dijo Ford en voz baja.
Asentí, terminando mi bebida. No me había dado cuenta de cuán
nerviosa estaba.
—Está bien. —Ford se puso de pie y saludó a los hombres con la
mano.
—Hermano Ford —saludó el hombre sonriendo.
—Ya no soy tu hermano —respondió Ford.
—¿Esta es la chica? —Ignoró el comentario de Ford y me miró,
sonriendo su gran y asquerosa sonrisa.
—Esta es ella. Caralee, este es Jetter.
—Gusto en conocerte —dije, aunque sentí como si quisiera
vomitar.
—Encantado de conocerte. —Asintió hacia el calvo, quien me dio
una pequeña sonrisa y luego se acercaron al bar. Jetter se sentó en
nuestra mesa.
—¿Una bebida? —preguntó Ford.
—Gracias —dijo él.
Ford le hizo señas al barman, quien se acercó. Jetter pidió un
whisky, y yo pedí otro gin tonic. Cuando las bebidas vinieron, Jetter
tomó un gran sorbo y luego me miró, sonriendo.
Mi corazón estaba palpitando en mi pecho. Tomé un sorbo para
cubrir mi incomodidad. No sabía qué esperar de él, qué quería.
—Ya sé que vio Rod en ti —dijo.
—¿Qué significa eso? —pregunté.
—Eres bonita. Tienes lindo ojos. Rod era un débil por los ojos
lindos.
—Gracias, supongo —expresé, retorciéndome bajo su mirada.
—Mantenlo profesional, Jetter —advirtió Ford.
—Siempre soy profesional. —Sonrió seductoramente y tomó otro
sorbo—. Dime, Caralee, ¿cómo conociste a nuestro chico?
—Conocí a Rod cuando estaba en la escuela —dije.
—¿A dónde fuiste?
—La Universidad de Texas.
—UT es una buena escuela. —Se recostó en su silla,
contemplándome. Me sentí desnuda por un segundo, como si estuviera
mirando a través de mi ropa. Me hizo sentir sucia—. ¿Así que no eres
solo alguna mierda de puta del club, entonces?
—No —dije, un poco sorprendida.
Miré hacia Ford, y él estaba visiblemente conteniéndose. Jetter lo
ignoró.
—Bien —dijo—. No pareces una, pero nunca sabrás.
—Rod vino a una fiesta. Así fue como nos conocimos. Me gustan
las motocicletas, y él se ofreció a darme una vuelta. Éramos amigos. Es
todo —indiqué.
—Lo creo —dijo Jetter, riéndose—. Rod nunca tuvo mucha suerte
con las señoritas.
—Él era un chico agradable. —No me gustaba la manera en que
las personas seguían hablando de Rod, como si a nadie le importara
que muriera.
—Agradable —dijo Jetter, meditando—. Esa no es exactamente
una buena cualidad en nuestra línea de trabajo, sabes.
—No importa —dije en voz baja—. Lo seguía siendo.
—Probablemente así es cómo el jodido estúpido se mató.
Me estremecí cuando el recuerdo de esa noche regresó a mi
brevemente, pero no dije nada. Claramente él trataba de provocarme
para que me molestara, aunque no estaba segura de por qué.
—¿Algo que le quieras preguntar en particular, Jetter, o solo serás
tu yo habitual? —preguntó Ford.
Jetter sonrió con suficiencia hacia él.
—Cuidado, Ford. Soy el presidente de un club. —Ford apretó su
mandíbula pero no dijo nada.
Jetter volvió su mirada hacia mí.
—¿Mataste a Rod?
—No —respondí.
—¿Viste quién lo hizo?
—Otros motociclistas. Yo estaba demasiado lejos para ver con
exactitud.
—¿Qué sucedió?
Entonces fui a través de mi historia de nuevo, comenzando con el
agradable viaje y terminando con el homicidio. El rostro de Jetter
permaneció impasible todo el tiempo, casi como si ya hubiera
escuchando esta historia. Odiaba contarla de nuevo, odiaba revivir esa
noche, pero sabía que tenía que superarlo. Daba tanto detalles como
podía, a pesar que la noche había sido tan oscura y había estado tan
aterrorizada.
Finalmente, él miró a Ford.
—¿Qué piensas?
—Ella dice la verdad.
—¿Por qué estás tan seguro?
—La conozco —dijo—. No es parte de esta mierda.
Asintió y miró de regreso hacia mí.
—¿qué te dijeron estos tipos sobre mí?
—No mucho —contesté honestamente—. Tú solías ser uno de
ellos. Ahora diriges un club diferente.
—¿Cómo crees qué eso pasó para mí?
—No lo sé.
Se hizo hacia adelante, terminando su bebida.
—Como dije, ser un chico agradable no es la mejor cosa en este
negocio.
—Ya veo —dije, de pronto temerosa.
—Maté a un montón de personas. Así es como llegué a mi
posición. Corté gargantas y no mostré ninguna piedad. —Me sonrió de
forma asquerosa—. Tú amigo aquí, Ford, no es muy diferente, sabes.
—Lo suficiente diferente —dijo Ford.
—Todos somos de este modo, sabes —continuó Jetter—. Asesinos.
Ladrones. Vivimos fuera de la ley debido a que no podemos vivir de otra
manera. Rod, él solamente no estaba hecho para esta vida. Toma a
cierto tipo de hombre para sobrevivir, para prosperar en ella.
—¿Por qué me dices esto? —le pregunté.
—Porque estoy tratando de entender quién eres, Caralee. Puede
que no parezca así, pero estoy muy, muy enojado porque mi chico está
muerto. Quiero encontrar a sus asesinos y quiero cortar sus gargantas
de par en par. —Se detuvo para tomar su bebida—. Ahora mismo, tú
eres mi única conexión.
—Lo siento. Te dije todo lo que sé.
—Rod no fue hecho para esta vida, pero eso no significa que los
hombres más duros como yo no puedan al menos obtener un poco de
venganza para él.
Jetter me miró fijamente por un largo rato, y lo miré de vuelta.
—Quiero que tengas esa venganza —expresé en voz baja.
—Bien. —Su ridícula sonrisa regresó y miró hacia Ford—. Creo
que hemos terminado aquí.
Ford asintió.
—Bien.
Jetter se puso de pie y señaló al hombre calvo sentado en el bar.
—Caralee —dijo—. Si recuerdas algo, déjame saber.
—De acuerdo —dije.
—Dale mis recuerdos a Larkin —expuso Jetter a Ford.
—Lo haré.
Jetter se volteó y se fue, seguido por el calvo, quien simplemente
sonrió maliciosamente hacia mí antes de desaparecer. Me tomé mi
bebida de golpe y suspiré pesadamente. Sentía como si alguien hubiera
estado sentado en mi pecho por una hora.
—¿Estás bien? —preguntó Ford,
—Sí. Estoy bien.
—Bien. —Terminó su bebida—. Vamos, larguémonos de aquí.
—¿Qué con tu jefe?
Se encogió de hombros.
—Está bien. Escuchó todo.
—¿A dónde vamos?
—A casa. Tal vez me desnude enfrente de ti otra vez.
—¿Es todo en lo que piensas?
Se me quedó viendo serio.
—Caralee, cuando estás cerca, jodidamente eres todo en lo que
puedo pensar.
Miré hacia abajo y de pronto olvidé todo sobre Jetter y su
escalofriante compañero. Por un momento, sentí una emoción correr a
través de mí, y quería sentarme en la parte trasera de la moto de Ford,
sentir el poder entre mis piernas, sentir su duro cuerpo mientras
montábamos.
—De acuerdo —dije—. Vamos.
Salimos entonces, subimos a su moto, y montamos.
Me sentí más emocionada de lo que me había sentido en mucho
tiempo.
Capítulo 16

Traducido por Bella’


Corregido por Dai Alvarado

Ford
Me desperté, con resaca y desorientado, la espalda dolorida de
dormir en el sofá toda la maldita noche. Mi celular sonaba, así que lo
agarré.
—¿Qué? —ladré.
—Soy yo —dijo Larkin.
—¿Qué pasa, presi? —pregunté—. Es jodidamente temprano.
—Tengo un trabajo hoy.
Eso me hizo levantar.
—¿Cuál es el trato?
—Reunión con los Mezcals. Comprar un poco de mercancía.
—¿Hora?
—Dos horas. Establecida en nuestra parcela de cactus favorita.
—¿Quién viene?
—Un par de tíos. Nos reunimos aquí en veinte.
—Lo tengo.
Colgué el teléfono y me incorporé, gruñendo. Revisé la hora y
fruncí el ceño. Eran apenas pasadas las seis, y el sol probablemente
había salido no hacía mucho.
Maldito Larkin y sus jodidas reuniones tan de mañana.
Me levanté y puse algo de café a hacer. Mi recuerdo de la noche
anterior está borroso, pero sabía que nada había pasado. Tan pronto
como regresamos a mi casa, Caralee había desaparecido en mi
dormitorio, y yo había bebido whisky hasta que pudiera pasar la noche
en mi incómodo sofá.
La maldita chica iba a ser la muerte para mí.
Me serví una taza de café y crucé la habitación usando solamente
mis boxers ajustados. Abrí silenciosamente la puerta del dormitorio.
Ella estaba enrollada en las sábanas, aun profundamente
dormida. Me escabullí dentro y agarré algo de ropa limpia. Cuando
comenzaba a salir, la escuché despertarse.
—¿Qué estás haciendo? —me preguntó.
—Buscando algo de ropa. Vuelve a dormir.
—¿Te vas?
—Por unas cuantas horas, sí.
Se incorporó, frotando sus ojos.
—Debería ir.
—No —dije—. Asuntos del club. Larkin enviará algunos
muchachos para que te cuiden.
Suspiró.
—De acuerdo.
—Vuelve a dormir.
—Está bien. —Se estiró, y yo tuve una condenada buena vista de
sus grandes senos a través de su pequeña y blanca camiseta de
algodón. Tenía un cuerpo increíble, incluso a primera hora en la
mañana. Sentí mi polla comenzar a endurecerse solo de mirarla.
Cerré la puerta de golpe y sacudí mi cabeza.
La maldita chica iba a ser mi muerte.

***
Subimos por la autopista, montando en formación. Había ocho de
nosotros: Clutch, Spoil, Noble, Dow, Tayson, Locke, Thade y yo. Era
una simple misión de compra, solo un rápido intercambio de dinero por
mercancía del Club Mexicano, los Mezcals.
No había nada mejor que volar por la carretera, usando nuestros
cortes, motos rugiendo, viento soplando, adrenalina bombeando. Me
encantaba la anticipación que sentía cada vez que estaba a punto de
involucrarme en otra misión, incluso una relativamente segura y de
poco valor como comprar drogas de los Mezcals.
Estábamos en buenos términos, nosotros y los mexicanos.
Tratábamos de mantenerlo así, debido a que ellos definitivamente
tenían la habilidad para estrangularnos fuera del juego de las drogas.
Ellos conseguían su droga barata como sucia al otro lado de la frontera,
y mientras que nosotros intentábamos hacer negocio con otros
distribuidores más al sur, encontramos que teníamos que comprar de lo
Mezcals de vez en cuando para mantener nuestro abastecimiento.
Yo estaba dirigiendo, con Clutch y Spoil como mi respaldo
principal. Los otros chicos estaban allí principalmente como apoyo, solo
actuando como una demostración de fuerza, demostrando a los Mezcals
que seguíamos teniendo números y equipo físico.
Todos estaban amarrados a chalecos antibalas y cargando rifles.
Así era cómo rodábamos cuando nos enfrentábamos a otra pandilla,
incluso una relativamente amigable.
El normal terreno de cactus era esta extensión de colinas bajas y
cactus a las afueras del desierto, bien lejos de la civilización. Lo
encontramos tanto útil como un lugar agradable para encontrarnos
para hacer nuestros negocios.
Tomó cerca de media hora en moto llegar allí, montando rápido.
Los policías solían no joder con nosotros, especialmente nuestros
policías locales. Éramos la ley en el desierto, los verdaderos chicos
controlando el espacio. Nadie jodía contigo cuando usabas el corte de
los Demons, y por una buena razón.
Nos detuvimos en el lugar diez minutos antes. Envié a Tyson a
explorar el área, solo en caso de que alguna mierda estuviera bajando.
Era una buena práctica, aunque no creía que la violencia pasara.
Nos apoyamos contra nuestras motos, hablando porquerías por
unos diez minutos. Demasiado pronto, sin embargo, el rugido de las
motos de los Mezcals viniendo por el sucio camino significaba que era
casi hora de ponerse manos a la obra.
—Raro momento para reunirse —dijo Clutch mientras los Mezcals
estacionaban.
—Sí. —Estuve de acuerdo—. Justo después que el chico de los
Rebels es asesinado.
—Ellos no son tan estúpidos —dijo Noble—. No harían un
movimiento en nosotros.
Spoil sonrió.
—Espero que lo hagan. —Movió su rifle, cargando un tiro—. No he
tenido práctica de puntería en un rato.
Los chicos se rieron, y yo sonreí junto con ellos. Pero estaba
completamente de acuerdo con Clutch; era un raro momento para una
entrega. Los asuntos del Club nunca terminaban, incluso con Caralee
en peligro. Sabía que ella estaría a salvo en mi lugar con los tipos
protegiéndola, ya que si ella resultaba herida, tendría sus traseros
debajo de mis malditas botas. Y solo porque Caralee apareció no
significaba que nuestros asuntos regulares terminaban.
Aun así, se sentía raro. La pandilla de los Mezcals estacionó,
arrojándose a sí mismos frente a nosotros. Habían traído ocho también,
aunque no estaban tan bien armados. Su líder, Juan Manuel, se paró
frente a mí, me acerqué para enfrentarlo.
—¿Larkin está ocupado hoy? —preguntó una vez que estaba lo
suficiente cerca.
—Él envía sus saludos.
Juan Manuel se encogió de hombros.
—Lo que sea, hombre. ¿Tienes el dinero?
Hice un gesto hacia Thade, quien se acercó cargando la bolsa.
—Lo tenemos.
Juan Manuel asintió e hizo una seña hacia uno de sus chicos. El
tipo avanzó, cargando una gran bolsa de papel marrón.
Thade se arraigó a ella y luego asintió hacia mí. Miré hacia Juan
Manuel.
—Un placer hacer negocios, como siempre.
Él sonrió.
—Sí, seguro, hombre. Oye, escuché algo sobre los Rebels.
—¿Sí?
—Uno de sus chicos fue liquidado. —Arrastró un pulgar por su
cuello e hizo un sonido de arcadas.
—Durante un trato como este —dije.
Juan Manuel sonrió con suficiencia.
—Supongo que tenemos que ser cuidadosos ahora, ¿eh?
Solo entonces, arriba sobre la colina sur, hubo un fuerte disparo,
y Tyson se desplomó hacia adelante, sangre brotando de su pecho.
—¿Qué mierda? —gritó Juan Manuel, regresando a sus chicos.
Yo corrí hacia adelante.
—¡Muévanse! —grité.
Entonces todo el infierno se desató.
Balas esparcidas por todas partes. Conté cuatro tipos disparando
desde las colinas mientras llegamos detrás de nuestras motos. Los
mexicanos comenzaron a devolver los disparos, y yo traté de hacerle
señas a Juan Manuel que no éramos nosotros atacando.
Si me vio o no, no parecía dar una mierda. Los mexicanos
subieron a sus motocicletas y se marcharon, sin importarles que
nosotros estábamos atrapados.
Maldije.
—Clutch, hombre, tenemos que movernos —grité sobre los
disparos.
—Lo tengo, jefe.
Clutch, Spoil y Thade, todos comenzaron a regresar los disparos.
Asentí a Locke. Era un chico joven, uno de los nuevos miembros. Me
gustaba por su temeridad y su deseo de probarse a sí mismo.
Nos movimos juntos, corriendo hacia las colinas. Las balas se
esparcían alrededor de nosotros, pero los otros hicieron su trabajo. Lo
hicimos, zambulléndonos dentro de la base de la colina.
Rápidamente corrimos arriba por el costado, armas disparando.
Al frente, podía ver a los tipos más claramente. Ellos eran moteros, sin
duda.
—Arrójala, mierda —grité a Locke.
Él sonrió enormemente y sacó una granada de su chaqueta. Quitó
el seguro y la arrojó hacia los tipos disparando sus armas.
La explosión fue enorme, un profundo y creciente grito. Subimos
corriendo la colina siguiendo el estallido, llegando allí justo a tiempo
para atrapar a dos tipos retroceder. Comenzamos a dispararles
mientras los otros se unían a nosotros, pero era demasiado tarde. Ya
estaban sobre sus motos, marchándose.
—¿Qué mierda fue eso? —dijo Clutch—. ¡Los malditos mexicanos
nos jodieron!
—¡No! —dije. Caminé hacia donde la granada había explotado, y
me agaché.
Allí sobre la tierra estaba lo que quedaba de un atacante. Pero
claramente sobre su chaleco estaba el parche de los Snake Spit MC,
una gigante serpiente respirando fuego.
—Malditos bastardos —gruñó Spoil.
Miré alrededor.
—¿Tyson?
—Muerto —gritó Locke.
—Busca su cuerpo. Clutch, Spoil, tomen este maldito cuerpo
también. Necesitaremos pruebas.
—Lo tienes, jefe. —Los dos grandes hombres comenzaron a cargar
el cuerpo quemado del bastardo sobre sus espaldas.
Pasamos los siguientes veinte minutos arrastrando los cuerpos y
poniéndolos sobre las motos. No era una situación ideal, pero el tiempo
no estaba de nuestro lado. No podíamos esperar a que los Snakes
regresaran.
Montamos nuestras motos y nos marchamos.
Tyson estaba muerto. Uno de los Snakes estaba muerto. Los
bastardos nos habían emboscado en una reunión.
Por ninguna buena razón, tampoco. Hasta donde sabía, no
teníamos ningún problema con los malditos Snakes. Pero tal vez ellos
ya estaban finalmente cayéndonos encima.
Los bastardos probablemente habían matado al amigo de Caralee
también.
Mi mente se congeló de golpe, exaltada. Caralee estaba en peligro,
serio maldito peligro si esos bastardos tuvieron las bolas para venir de
esa manera a nosotros con solamente tres tíos a la mitad del día.
Le hice una señal a Clutch y me separé del grupo principal,
acelerando para regresar con Caralee. Ellos podían decirle a Larkin lo
que pasó.
Yo necesitaba revisarla, necesitaba asegurarme de que estaba
bien.
Con el corazón acelerado, rompí el día, a toda velocidad hacia
casa.
Capítulo17
Traducido por Florpincha
Corregido por MagaPali

Caralee
Me recosté en el sofá y miré al techo.
Mi café se había enfriado hace una hora, pero todavía me estaba
obligando a beberlo. El mismo horrible reality show sobre esta rica
familia estaba pasando, y aunque no quería seguir viéndolo, realmente
no tenía nada más que hacer. Me quedé atrapada en la cabina de Ford
mientras algunos tipos se sentaban afuera para protegerme.
Aunque no me sentía muy protegida. La imagen de mi
apartamento desgarrada en pedazos del día anterior seguía volviendo a
mí, sin mencionar la pesadilla de la noche anterior, donde había visto a
Rod caerse una y otra vez.
Pensé que tendría esa pesadilla por un tiempo.
Me puse de pie y me estiré hasta llegar a la puerta principal. La
abrí y miré hacia fuera.
Los dos muchachos estaban sentados en las mecedoras de Ford,
fumando cigarrillos y bebiendo café.
—¿Ustedes necesitan algo? —pregunté.
—Nah —dijo el chico llamado Ryan—. Estoy bien.
—¿Te importa si tomo más café? —preguntó Slip.
Sonreí y tomé su taza.
—Por supuesto. ¿Estás seguro de que no quieres entrar?
—Lo siento —indicó Slip—. Tenemos órdenes de sentarnos afuera.
Por tu seguridad.
—Está bien. Lo que sea.
Volví al interior y serví un café. Los dos chicos eran muy jóvenes,
tal vez un año o dos más jóvenes que yo. Slip era alto, ancho y siempre
sonreía. Ryan, por su parte, era un poco más sombrío, un poco más
serio. Me gustaban, aunque no eran muy habladores.
Tuve la sensación de que estaban bajo órdenes de no interactuar
conmigo demasiado.
—Aquí tienes —le dije a Slip mientras sostenía su taza por la
puerta.
Me la quitó.
—Gracias por tu amabilidad.
—¿Cuánto tiempo van a estar aquí? —pregunté.
—Hasta que Ford regrese o nos diga que nos vayamos —dijo
Ryan.
—Bueno, gracias, supongo.
Ryan se encogió de hombros.
—No nos agradezcas. Solo hacemos lo que nos dicen.
Me reí.
—¿Por qué dos chicos tan simpáticos como ustedes se
involucraron con el Demons MC, por cierto?
—¿Quién dice que somos buenos chicos? —respondió Slip,
sonriendo.
Me encogí de hombros.
—No lo sé. Ustedes no parecen motociclistas.
Ryan me miró fijamente.
—Lo somos.
—Oh. Bueno, está bien —dije.
Slip sonrió, pero no dijo nada más. Asentí torpemente y luego
desaparecí de nuevo dentro, colapsando en el sofá con un ufff.
Eso fue todo lo que había salido de ellos en toda la mañana. Ford
había desaparecido, despertándome al amanecer, y los dos tipos habían
aparecido muy pronto después. No es que me importara tener alguna
protección, pero solo deseaba que fueran un poco más amigables.
Por otra parte, no fue tan malo. Si lo peor que tenía que decir
sobre mi tiempo en el lugar de Ford era que estaba aburrida, bueno, eso
no era horrible. Prefiero estar aburrida y segura que en peligro.
Mientras estaba sentada allí, no pude evitar pensar en Ford. Me
quedaba en su cama después de todo. Seguí volviendo a ese momento
cuando se cambió justo delante de mí, la forma en que solo sonrió
mientras se quitaba los pantalones, completamente sin vergüenza.
No es que tuviera algo de qué avergonzarse. El hombre estaba
absolutamente rasgado. Su cuerpo era increíble, y sus tatuajes solo lo
hacían parecer mucho más duro. No pude evitar mirar hacia su polla.
Sentí la emoción familiar recorrerme mientras pensaba en él. Mi
coño estaba empapado, y me mordí el labio, mirando alrededor.
No pude evitarlo. Me deslicé la mano por mis bragas y comencé a
frotarme suavemente. Los chicos de afuera no entrarían aunque les
rogara.
Y la idea de que Ford me follara en contra del sofá era demasiado.
Por mucho que no quería admitirlo, necesitaba su gruesa polla entre
mis piernas. Quería sentirlo agarrar mis caderas y empujarse
profundamente dentro de mí. Quise jadear mientras su cálido aliento
tocaba mi cuello, sus manos ásperas en mi clítoris.
Mientras tocaba mi coño empapado, seguía pensando en Ford.
Quería que extendiera mis piernas y presionara su boca contra mi coño.
Sabía que me comería como nunca antes me habían tocado, porque el
hombre parecía increíblemente insaciable.
Se detendría justo antes de que me viniera y deslizaría lentamente
su polla gruesa dentro de mí. Yo gemía, la cabeza echada hacia atrás
cuando él me follaba, agarrando mis pechos, besando mi cuello. Él me
llevaba áspero y duro, tirando de mis caderas contra él, haciéndome
rogar por ello.
Y me daba la vuelta, me presionaba y me tomaba por detrás.
Quería que me saqueara, que me salvara, que me llevara sin piedad. Le
dejaría follar mi coño hasta que me venga, tan duro y rápido, en su
polla gruesa.
Dejé escapar un gemido suave y bajo mientras mi orgasmo real
llegaba. Me imaginé que me follaba, me daba una palmada en el culo,
susurrando en mi oído lo sucia que estaba siendo, cuánto amaba mi
coño.
Me mordí el labio, sintiendo el orgasmo sobre mí. Seguí frotando
mi coño, los ojos cerrados, sentada en su sofá.
Mi cuerpo entero se estremeció mientras los pensamientos de
Ford seguían corriendo por mi mente.
De repente oí una moto rugiendo por la entrada. Avergonzada, me
levanté del sofá, con la cabeza zumbando, y corrí al baño. Me enjuagué
los dedos justo a tiempo para oír la puerta abierta.
—Caralee. —Era Ford.
Volví a salir.
—Hola, Ford —dije.
—¿Estás bien?
Le sonreí torpemente. ¿Sabía de alguna manera lo que yo estaba
haciendo?
—Estoy bien. ¿Por qué? No pasa nada.
Inclinó la cabeza.
—Pareces encendida.
—Estoy bien —expresé, mirando a otro lado.
—Bien. —Miró a su alrededor—. Tenemos que ir a la casa club.
—¿Qué pasa?
—Algo pasó. Ve. Vístete.
Lo miré por un segundo y vi la ansiedad y el estrés en su rostro.
Entré en el dormitorio y rápidamente me vestí, mentalmente
pataleando.
¿Qué diablos estaba pensando, masturbándose ahí mismo en su
sofá? ¿Desde cuándo apenas podía controlarme? Era como una
adolescente cachonda y estúpida de nuevo, o algo así.
—Vamos —dijo impacientemente desde la otra habitación.
—Ford, dime qué está pasando. ¿Estás bien? —Llamé de regreso,
vistiéndome.
—Estoy bien. —Pero podía oír el estrés en su voz.
Volví con un par de pantalones cortos de mezclilla y una camiseta
negra.
—Dime, Ford.
—Algo ocurrió en el trabajo —dijo, con la voz tensa—. Vamos.
Oirás más en la casa club.
Asentí y lo seguí afuera. Ryan y Slip ya estaban en sus
motocicletas, los motores comenzaron. Me puse el casco de Ford y luego
me metí en la espalda. Puso la moto en marcha y nos dirigimos hacia la
casa club.
La emoción de montar en la moto de Ford fue severamente
disminuida por el hecho de que claramente algo malo había ocurrido.
Parecía estar bien, pero podía decir que estaba preocupado por mí.
Nos detuvimos fuera de la casa club, y me quedé impactada por el
número de motos aparcadas fuera. Hubo muchas el otro día, pero esas
fueron quizá la mitad de este número.
—Mucha gente —le dije a Ford.
—Las grandes noticias están llegando —gruñó.
—¿Debería estar preocupada?
—Estás bien. Solo quédate conmigo.
Nos metimos en la casa club, mi estómago con un nudo nervioso.
Yo no había pasado mucho tiempo alrededor del Demons MC
todavía. No conocía muy bien a los chicos o realmente cómo funcionaba
todo el grupo. Pero al instante me di cuenta de que algo grave estaba
ocurriendo.
El lugar estaba lleno. Ford caminó a través de la masa, saludando
a los hombres, estrechando las manos, y finalmente terminó en una
mesa con Clutch y Janine. Ella me sonrió y me hizo una mueca
mientras nos sentábamos.
—Loco, ¿verdad? —susurró ella.
—¿Qué está pasando? —le pregunté.
—Demonios si lo sé. Probablemente no debería estar aquí.
Ford y Clutch empezaron a hablar tranquilamente, claramente
tratando de asegurarse de que no podíamos oír. Miré alrededor de la
habitación y vi algunos tipos que reconocí, pero en su mayor parte
estaba lleno de extraños.
—No sabía que tenían tantos miembros —dije.
—Sí. Son enormes. Los otras seccionales de The Demons no son
tan grandes como esta —dijo Janine.
—¿Otras seccionales?
—Por supuesto. Tienen seccionales en un puñado de grandes
ciudades, incluso una en Filadelfia.
Me reí.
—Eso es una locura.
—Gran organización. Sin embargo, nunca he visto a tantos aquí
antes.
La habitación era ruidosa con hombres hablando, y el nivel de
ansiedad era bastante alto. Muchos chicos estaban bebiendo, pero la
mayoría estaban sentados y hablando. Tengo la sensación de que la
mayoría de la gente no sabía lo que estaba pasando.
Después de unos minutos, Larkin entró en la sala principal.
—Hombres —gritó, y la habitación empezó a calmarse. Subió a la
barra y miró por la habitación—. Ha pasado un tiempo desde que llamé
a una reunión de la seccional completa.
—¿Qué coño está pasando? —gritó un hombre mayor en la parte
trasera.
—Eso es lo que te voy a decir, Tom —dijo Larkin—, así que contén
tu jodida boca. —Los muchachos se rieron y Larkin parecía sombrío.
—En una compra de rutina esta mañana, algunos de nuestros
muchachos recibieron una emboscada.
Hubo un murmullo entre la multitud. Ford me miró, su rostro
sombrío.
—Algunos de ustedes han oído, algunos de ustedes no lo han
hecho, pero Tyson está muerto. —Hubo una repentina indignación. La
ira se derramó.
—¿Tyson? —le pregunté a Janine.
—Buen chico —dijo, con expresión triste.
—Sabemos quién lo hizo —gritó Larkin sobre la masa de la gente.
Hizo un gesto a TomTom detrás del bar, y TomTom le tendió un trozo de
tela.
Larkin la sostuvo. Era la parte de atrás de una chaqueta de cuero
con un parche de una serpiente escupiendo fuego.
La habitación explotó. Los hombres gritaban sobre venganza,
guerra, asesinato. Algunos se preguntaban por qué diablos fueron
atacados en primer lugar.
—¿Quién es? —pregunté a Janine.
—Snake Spit. Otro gran club de Dallas.
Fruncí el ceño.
—¿Por qué nos atacarían?
—¿Quién sabe? —dijo—. El negocio del club, probablemente.
—Es guerra, muchachos —gritó Larkin, y luego bajó lentamente
de la barra.
Era un caos total. Los hombres estaban de pie, gritando,
chillando, y cada vez más bebían. Ford me miró.
—Aconteció esta mañana —dijo—. De la nada, una emboscada.
—¿Por qué? —le pregunté.
—No es seguro. Podría ser que solo quieran empujar hacia
nuestro territorio.
—Pero crees que es otra cosa.
Se encogió de hombros. Miré a su derecha y vi a Larkin venir
derecho para nuestra mesa. Hizo un gesto para que Ford y yo lo
siguiéramos. Nos levantamos, mi estómago nervioso, y rápidamente
vadeé entre la multitud, desapareciendo en la habitación de atrás.
Larkin se sentó con un suspiro detrás de su escritorio.
—Tiempos oscuros —dijo.
Ford gruñó. Nos sentamos.
—Escucha —dijo Larkin—. Vamos a adelantar tu boda.
Sentí un pico de pánico.
—¿Qué?
—Mañana ustedes dos se están enganchando.
—Estás bromeando —le dije.
—Lo siento, chica, pero con esta mierda, quiero amarrar tu cabo
suelto rápido.
—De acuerdo, presi —dijo Ford impasible.
Lo miré pero no pude leerlo en absoluto. ¿Realmente quería
casarse conmigo? No podía imaginar que él estuviera bien con esto, y
sin embargo, iba con ello. Volví a mirar a Larkin.
—¿Y puedo decir algo en esto?
Él rio.
—De ningún modo. Hemos hecho bodas de escopeta antes, y
haremos otra si tenemos que hacerlo.
Fruncí el ceño y miré mis pies.
Ford, mi marido, el gilipollas.
—Está bien —dije.
—Bueno. Ahora sal de aquí —dijo Larkin.
Ford se levantó y yo lo seguí fuera de la habitación de atrás.
Tanto había pasado en tan pequeño espacio de tiempo. El
Demons MC estaba en guerra, y ahora me iba a casar al día siguiente.
Apenas pude entenderlo todo.
Capítulo 18

Traducido por Bella’


Corregido por Dai Alvarado

Ford
Toda la maldita sede estaba en absoluto caos.
Los chicos se habían alimentado, callado y puesto felices. La
mayoría de ellos no habían estado en la guerra en aquel entonces que
nos había hecho crecer de un remanso de mala muerte a la fuerza
dominante en que nos habíamos convertido. Ellos no sabían lo que
significaba sangrar por tu club.
Aunque muchos de los veteranos sabían, y lo sabían bien, ellos
no querían guerra porque estaban cansados de luchar.
Pero ellos no habían estado allí. Ellos no habían visto a Tyson
baleado. Ellos no habían visto a los Snakes tratando de venir por
nosotros. Ellos no habían visto la granada que los voló en piezas.
Pasamos la mayor parte del día en la casa club, hablando con la
gente, organizando, tratando de averiguar cuál era nuestro próximo
movimiento. Larkin pasó la mayor parte de la mañana con el consejo,
hablando de estrategia o cualquier otra cosa de la que hablaron.
Y luego estaba Caralee. Seguía pensando en cómo había lucido en
la mañana cuando había ido y la había despertado, ese jodido lindo
bostezo, su sexy como el infierno cuerpo. No estaba seguro de que ella
realmente entendiera lo que me hacía, o lo que pensaría si lo hacía.
Y ahora estaba casándome con ella. Al día siguiente. Había
esperado tener al menos una semana para ser un jodido hombre libre,
pero había tomado mi decisión. Iba más rápido de lo que quería, pero
eso no significaba que me arrepintiera y la dejara en la estocada. Iba a
casarme con ella justo como había dicho que haría.
Las horas pasaron, y eventualmente envíe a Caralee de regreso a
mi cabaña. Yo tenía que quedarme un poco más y hablar con los
chicos, especialmente desde que yo era una parte de la tripulación que
había sido atacada. Caralee no discutió por primera vez y en realidad
parecía un poco aliviada de que la estaba mandando a casa.
Estaba sentado en el bar con Cluth, Spoil, Thade y Rutt. Caralee
se había ido hacía una hora, y yo iba por mi tercer vaso de whisky.
—Me parece —estaba diciendo Rutt—. Que tenemos que devolver
el golpe y golpearlos duro.
—Claro que piensas eso —dijo Clutch—. Nunca has visto la
guerra.
Rutt era relativamente un miembro nuevo. Recordaba cuando era
solamente un prospecto hace un par de meses. Él no sabía una mierda
sobre la guerra.
—¿Y? —preguntó—. No significa que no moriré por mi club.
—Nadie va a morir —dije—. Así que cierra la maldita boca, Rutt.
—¿Cuál es tu problema, Ford? —me preguntó—. ¿De pronto eres
un puto coño?
Lo fulminé con la mirada y luego me puse de pie. Clutch se rio de
Rutt, y Thade sacudió su cabeza. Caminé hacia Rutt y lo miré.
—¿Qué dijiste, hijo de puta?
—Solo pareces estar dudando sobre todo esto, eso es todo lo que
digo.
Estrellé mi cabeza directamente en su cara. Se cayó hacia atrás
de su taburete, apretándose la nariz. Consiguió levantarse y caminar
hacia mí, pero le di un puñetazo en la mandíbula, golpeándolo de nuevo
hacia abajo.
—Cuidado, Rutt —espeté—. Pocos tipos en este club han
derramado más sangre que yo. —Clutch se echó a reír de nuevo, y
regresé a mi lugar en la barra, sintiéndome más enojado de lo normal.
Normalmente golpear la cara de alguien así me pondría de buen
humor, pero por alguna razón eso solo no estaba pasando. Seguía
viendo a Tyson ser disparado sin ninguna buena razón, seguía viendo
las balas volar. Quería venganza y la quería tan mal. No estaba
interesado en embriagarme y hablar mierda en la casa club. Quería ir a
la carretera y cargarme a algunos tipos.
Pero tenía que pensar más sobre eso.
—Cuidado —me dijo Thade—. Larkin no te dará un pase por
siempre.
Me encogí de hombros.
—Lo que sea, hombre. Se lo merecía.
Rutt había ido al baño para tapar su nariz ensangrentada.
—Sí, lo hacía —dijo Clutch—. Pero ahora tal vez no es el momento
para pelearse, ¿no, Ford? —Le di una mirada pero no dije nada.
—¿Escuché que te estás casando? —preguntó Spoil.
—¿Quién mierda te dijo eso?
—Larkin. Nos dijo a todos que aparezcamos mañana temprano
para la ceremonia.
—Joder —respondí—. Sí, es mañana.
—Sabíamos que pasaría, pero hombre, ¿mañana? —Clutch se
echó a reír—. Tu vida terminó, hombre.
—Estás atrapado con un coño por siempre —dijo Thade—. Un
destino peor que la muerte.
—No es como si fuese real —dije—. Es para mantener a salvo a la
chica.
—Aun así, eres un hombre de palabra —expresó Thade—.
Seguirás hasta el final si tienes que hacerlo.
—Sí, Ford. Nunca pensamos que te veríamos atado a una mujer
—añadió Spoil.
—Como expresé, no es mi decisión. Es para proteger a la chica de
los otros clubs.
Clutch asintió.
—Si hay un momento en que tiene que estar protegida,
definitivamente es ahora.
Alcé mi vaso.
—Salud por eso. —Lo bebí todo y TomTom me sirvió otro.
—Lo que no entiendo —dijo Thade—. Es por qué los condenados
mexicanos comenzaron a correr así.
—Porque estaban siendo disparados —dijo Clutch—.
Normalmente la gente jodidamente corre de las balas.
—Sí, no puedo decir que quisiera quedarme —añadió Spoil.
Miré hacia Thade, frunciendo el ceño. También había notado algo
raro sobre los mexicanos, pero en ese momento no había pensado
demasiado en ello. Estaba distraído por Caralee y pensando sobre la
pelea viniendo.
Pero él tenía razón. Fue extraña la manera en que solo se
marcharon. No estaban recibiendo muchos disparos de los Snakes y
apenas dispararon de vuelta. Realmente solo se levantaron y nos
dejaron allí atrapados.
Miré hacia Thade frunciendo el ceño.
—Es extraño —dije finalmente.
—Vamos —dijo Clutch—. ¿Crees que es alguna conspiración?
—Todo es posible en una guerra —expuso Thade.
—No era una guerra entonces.
—Lo era, solo no sabíamos sobre ello —dije—. Miren, ustedes
chicos no pueden negar que fue extraña la manera en que los
mexicanos se levantaron y corrieron.
—Ellos apenas y estaban siendo disparados —dijo Thade.
Asentí hacia él.
—Estoy con Thade en esto. Creo que fue extraño.
Spoil se encogió de hombros.
—Ve a decirle a Larkin, entonces. Él tendría que saber.
—Bien. —Me tomé de golpe mi bebida y me puse de pie—.
Guarden mi asiento. Es mi última noche como un hombre libre.
Los chicos se rieron a carcajadas mientras me dirigí a la oficina
de Larkin. Toqué la puerta y esperé a que me dejara entrar antes de
abrirla y caminar dentro.
El hombre parecía ojeroso. Normalmente estaba imperturbable,
pero había sido un jodido largo día. Él estaba lidiando con la familia de
Tyson, lidiando con la guerra, el club. El hombre tenía un montón de
mierda en su cabeza.
—¿Qué quieres, Ford? —me preguntó—. Te casas mañana. No me
importa si rompiste la cara de Rutt.
Me eché a reír.
—¿Ya escuchaste sobre eso?
—Vi al tipo en el jodido baño. No estaba feliz contigo.
—Estoy aquí por lo que pasó —dije.
—Estoy escuchando.
Tomé una respiración profunda.
—Pienso que los Mezcals pueden estar involucrados.
—¿Por qué? —Me echó un vistazo sobre sus gafas.
—Thade lo vio también. Ellos actuaron raros hoy, solo se pararon
y corrieron cuando el tiroteo comenzó. Era como si los Snakes no
apuntaban a los mexicanos para nada, casi como si los mexicanos
supieran lo que venía, también.
—Esa es una gran acusación —dijo Larkin, reclinándose y
suspirando—. Hace esta guerra más difícil.
—Lo siento. Pensé que deberías saber.
—Sí, bueno, me alegro de que me dijeras. ¿Algo más?
—Nah, es todo.
Asintió.
—Disfruta tu última noche como un jodido hombre libre, Ford.
Me puse de pie.
—Lo tienes, presi.
—Mañana a primera hora. Casaremos tu trasero y
continuaremos.
Le gruñí, giré y regresé a la casa club.
No tenía planes de ir a casa. Dejaré a los jodidos prospectos
cuidar de Caralee por la noche.
Tuve otro whisky en el bar, bebiéndolo de golpe. Iba a pasarla
bien y a emborracharme con los chicos. No podría enfrentar el día de mi
boda sin una maldita resaca, eso era seguro.
Incluso si esa boda era con Caralee, la única mujer con la que
había considerado vivir.
Capítulo 19
Traducido por Myr62
Corregido por indiehope

Caralee
Toda chica sueña con el día de su boda.
Tal vez eso era un cliché, pero no me importaba. Quizás algunas
no se obsesionaban totalmente, pero cada chica piensa en ello de vez en
cuando.
Cuando me imaginaba el día de mi boda, siempre era afuera. Veía
amigos y familiares sentados en lindas sillas blancas mientras
caminaba por el pasillo en un hermoso vestido blanco. Papá me
entregaría, pero estaría sobrio, reformado. Mi marido sería robusto,
guapo, pero amable, y, absolutamente, no un bebedor.
Nunca imaginé que estaría en el baño de un bar de motociclistas
cambiándome a un vestido prestado, con una chica que había conocido
solo dos días antes.
—¿Cómo va ahí, cariño? —preguntó Janine.
—Está apretado —dije, respirando hondo y apretándome en el
vestido—. Muy apretado.
—Se supone que es así, cariño —dijo—. Tienes que mostrar la
mercancía, hacer que Ford sepa lo que está recibiendo.
Suspiré. No quería que Ford supiera nada. Yo no quería estar en
un baño mugriento empujándome en algún vestido negro totalmente
revelador e inapropiado.
Así es, un vestido negro. Porque, según Janine, los motociclistas
no llevaban blanco. Era negro o nada.
Me las arreglé para conseguir ponerme la cosa y cerrar la
cremallera y salí, mirando a Janine con incertidumbre.
—Estoy prácticamente cayendo de él —indiqué.
—Oh, maldita sea —expresó—. Maldita sea, chica, te ves bien.
Me volví y me miré en el espejo. El vestido mostraba demasiado
escote y se aferraba a cada centímetro de mi cuerpo. Pero tenía que
admitir que me veía bien.
Me veía muy bien.
No pude evitar empezar a reír. Janine estaba junto a mí en el
espejo, sonriendo.
—Sé que probablemente no es lo que imaginaste —dijo ella—,
pero por lo que vale, te ves bien.
—Gracias —respondí, y lo decía en serio. Janine no tenía que
ayudarme a vestirme, no tenía que ser mi dama de honor, pero ella
había aparecido y hasta había traído un vestido.
Y pareció entenderlo. Ella comprendió que ésta cosa del
matrimonio no era lo que yo quería, y no estaba actuando como si fuera
el día más feliz de mi vida. Estaba agradecida por ella de nuevo.
—Entonces —expuso—, tengo una última pregunta antes de
empezar con el pelo y el maquillaje.
—¿Cuál?
—El beso. ¿Estás lista para eso?
Me reí.
—Ya he besado a un hombre, Janine.
—Claro que sí, pero nunca a un hombre como Ford, y no el día de
tu boda.
—Creo que estaré bien.
—De acuerdo, dulzura. Lo que sea que digas.
Comenzó a desempacar su kit de maquillaje, sus alisadores, su
laca para el cabello y más, prácticamente todo un arsenal de belleza.
—¿Sabes qué hacer con todo eso?
Ella me sonrió.
—Solo relájate. Fui a la escuela de belleza.
—¿De verdad?
—Por supuesto. Por unas pocas semanas. Abandoné, pero yo
estuve allí.
Fruncí el ceño. Eso no me hizo sentir confiada. Pero ella ya estaba
jalando, pinchando, y tirando de mí. Decidí simplemente dejarme ir.
¿Qué tan malo podría ser?
***
Dos horas más tarde, parecía una prostituta.
De acuerdo, tal vez no sea tan malo. Pero mi cabello era una
broma, mi maquillaje estaba pesado, y me sentía como si estuviera a
solo un par de tacones increíblemente altos de obtener proposiciones en
la calle.
Janine desapareció para conseguirnos un trago y yo me senté en
su pequeña silla plegable, mirándome al espejo. Apenas podía
reconocerme a mí misma, y no tenía idea de cómo había llegado a
donde estaba. El sendero parecía nebuloso, los acontecimientos
pasando demasiado rápido. Y sin embargo, allí estaba, mirándome en el
espejo el día de mi boda.
Llamaron a la puerta.
—Pase —grité—. Justo a tiempo. Podría tomar esa bebida.
—Oí eso.
Miré sorprendida. De pie en la puerta estaba Ford, sonriendo.
Llevaba un traje, sin corbata, la camisa abierta. Alrededor de su cuello
había un pequeño collar con el logo del Demons MC en oro.
—Santa Mierda —dije.
Él se veía bien. Realmente muy bien. Me sorprendió que llevara
un traje, pero allí estaba.
—Me arreglé bien, ¿verdad? —preguntó.
—No puedo creer que lo estés usando.
—Es mi maldita boda —dijo—, y pensé que te gustaría.
—Sí —expresé rápidamente—. Realmente me gusta.
—Bien. Me siento como un maldito idiota.
Me levanté, sonriendo.
—No lo hagas. Te ves guapo.
Sus ojos vagaron por mi cuerpo, su sonrisa se hizo más ancha.
—Tú te ves jodidamente muy caliente.
—¿No es mala suerte verme el día de la boda?
—Probablemente —dijo—. No es como si me importara mucho.
—Supongo que no importa.
Se acercó un paso más.
—Mira, si quieres salir de esto, solo dilo.
—¿Qué? ¿Creía que no tenía otra opción?
—Es lo correcto, sin duda. Los clubes no van tras una mujer
tomada; simplemente no se hace. Estarás a salvo si hacemos esto.
—Pero puedo echarme atrás.
Me miró fijamente.
—Puedes echarte atrás.
Tomé una respiración profunda y lo dejé salir.
—Hagamos esto, ¿de acuerdo?
Asintió una vez.
—Está bien. —Dio otro paso más cerca—. ¿Alguna vez follaste en
el fregadero de un baño? —preguntó.
—Quizás, pero no estoy interesada.
—Podría ayudar a relajarte, chica.
—Estoy bastante relajada.
—Dios, te ves tan jodidamente sexy en ese vestido. Quiero
arrancarlo de tu cuerpo lentamente, hacerte suplicar.
—Sigue soñando —dije, sentándome de nuevo. Odiaba admitirlo,
pero mis bragas estaban empapadas. Tendría que cambiarlas antes de
la maldita ceremonia.
Justo entonces, Janine regresó del bar.
—¡Ford! —gritó—. ¡Lárgate de aquí!
—Solo estoy diciéndole hola a mi novia —dijo, sonriendo.
—No lo hagas. Joder. Es mala suerte.
Él me miró.
—Nos vemos ahí afuera.
—Por supuesto.
Asintió y luego se fue.
Janine me tendió una ginebra con tónica, y tomé un largo sorbo.
—No le hagas caso —expuso—. Los hombres se comportan como
idiotas justo antes de quedar enganchados.
—¿Cómo lo sabes? —le pregunté.
—Puede que estuviera casada, una vez —dijo suavemente.
—Oh. Lo siento.
Ella rió.
—No hay nada que lamentar. Su culo ha desaparecido hace
mucho tiempo. —Se tomó su bebida—. Ahora, ¿estás lista para los
toques finales?
Suspiré, mirando al espejo.
Yo no estaba lista para los toques finales, en absoluto. No podía
imaginar qué más me iba a hacer.
Pero era el día de mi boda. Y ella estaba siendo tan amable
conmigo.
—Hazme ver hermosa —dije.
***
—¿Estás lista para esto? —preguntó Janine.
Mi corazón estaba latiendo. Mis palmas sudaban. Pensé que
podría desmayarme.
—Sí —dije.
—Vamos a hacerlo. —Ella abrió las puertas y entró en la sala
principal.
Yo dudé.
¿Qué diablos estaba haciendo? ¿Realmente entraría allí?
¿Realmente iba a casarme con Ford Cook?
El chico de mi pasado, el chico que me salvó. El que desapareció,
dejándome con el corazón roto y confundido. Ford el rudo, el
musculoso, corrupto, sucio, idiota, arrogante. Ford el motociclista
magnífico.
¿Qué diablos estaba haciendo?
Janine nuevamente me miró.
—Vamos —comentó.
Di un paso. Mi corazón latía violentamente. Tomé otro. Crucé el
umbral.
Más adelante, de pie cerca del bar, estaba Clutch, Spoil, Ford y
Larkin. Ford era el único que llevaba un traje, los otros hubieran
parecido extravagantes en ellos. Había unos cuantos miembros
dispersos alrededor de las mesas, escuchando y observando.
Caminé lentamente hacia el pasillo. Janine tomó mi brazo y me
sonrió. Cada ojo estaba pegado a mí y al pequeño ramo de flores que
tenía.
El rostro de Ford estalló en la sonrisa más arrogante que había
visto, y por un segundo se sintió como si eso me diese fuerzas.
Llegamos al frente. Me paré frente a Ford, a centímetros de
distancia, mientras Larkin nos miraba.
—Bueno —dijo Larkin—, he oficiado varias bodas de
motociclistas, pero esta seguramente es la más extraña que he vivido.
La multitud se burló de él.
—¿Y quién habría pensado que Ford usaría un maldito traje?
—¡Parece bonito! —gritó alguien.
—Sí, lo hace —indicó Larkin, riendo entre dientes—. Así que, aquí
en el Demons MC, no tenemos mucho espacio para la religión. Puedes
creer cualquier maldita cosa que quieras, pero cuando se trata de una
boda, elegimos nuestros propios votos. Así que, Ford, ¿qué quieres
decirle a esta chica?
Se aclaró la garganta.
—Caralee, te conozco desde que eras una niña. Mientras sepa que
estás conmigo, te mantendré a salvo.
Larkin asintió.
—Bien dicho. ¿Caralee?
Mi mente se quedó en blanco.
Todo el mundo me miraba fijamente.
Especialmente Ford.
—Me encanta montar en la parte trasera de las motocicletas por
tu culpa —dije.
La habitación se echó a reír. Mi cara se tornó de un color rojo
oscuro, pero Ford tenía una gran sonrisa.
—Eso es un gran cumplido —expuso Larkin, riendo.
Miré a mis pies, sonriendo y sonrojándome.
—De acuerdo, Ford, pon el maldito anillo en su dedo —dijo
Larkin.
Ford tomó mi mano. Sentí un hormigueo que corría por mi espina
dorsal. Mantuvo los ojos fijos en los míos mientras deslizaba el anillo de
oro a lo largo de mi dedo.
—Bueno. Caralee, es tu turno.
Janine me dio el anillo. Tomé la mano de Ford y le pasé el anillo
por el dedo.
—Bueno, por el poder que me ha conferido el estado de Texas,
gracias al maldito internet, ahora los declaro marido y mujer. Besa a la
chica, Ford.
Ford envolvió sus brazos a mí alrededor, tirando de mí contra su
cuerpo.
Perdí la cabeza por un segundo. No podía pensar, en absoluto,
cuando sus labios se presionaron contra los míos.
Todo mi cuerpo estaba en llamas. Mis venas estaban bombeando
lava mientras me besaba, y le devolví el beso. No fue el tipo de beso que
haces en una iglesia. Era el tipo de beso que había estado deseando,
soñando, necesitando de él.
Me besó fuerte, rápido, su lengua entrando en mi boca, su cuerpo
presionado contra el mío.
Me entregué a su beso, me entregué a él.
En ese momento, me di cuenta de que si él no me había
reclamado antes, definitivamente me estaba reclamando en ese
momento.
Lentamente, el beso se rompió, y me di cuenta de las ovaciones en
la sala.
Levanté la vista, tomando una respiración. Me sentí como si
estuviera despertando de un sueño, mi cabeza mareada, mi cara entera
hormigueando.
—¡Diablos, sí! —gritó Clutch—. ¡Eso fue un maldito beso!
La habitación chilló, e incluso Janine se reía. Ford les sacó el
dedo a todos, riéndose con ellos. Pronto fuimos llevados al bar donde
todos se unieron a nosotros. Las bebidas fluían libremente, y la música
estaba alta. Más y más miembros comenzaron a aparecer lentamente a
medida que pasaban las horas y el día se convertía en noche.
Me sentía borracha, aunque no bebí mucho. Ford se quedó a mi
lado cada segundo del día, haciendo chistes, hablando con otros
miembros, y riendo.
Fue una boda de motociclista hasta el final. Hubo maldiciones,
incluso una pequeña pelea, y un montón de alcohol. Y me divertí
mucho. Por primera vez desde que Rod había sido asesinado, descubrí
que en realidad estaba dejándolo ir y tratando de divertirme.
Finalmente me encontré sola con Ford en un rincón de la
habitación.
—¿Qué piensas, esposa? —me preguntó.
—Fue interesante.
No estaba segura de lo que estaba haciendo con él, lo que estaba
sucediendo, pero yo estaba feliz. Miré mi mano y sentí el anillo, sentí el
extraño peso del raro metal, y me sentí bien.
Aterrorizada, pero bien.
—Boda de motociclistas —dijo, encogiéndose de hombros—. No
somos intensos en las ceremonias, pero somos generosos en la bebida.
Me reí, sacudiendo mi cabeza.
—Sí. Me di cuenta.
—Sabes, te ves muy bien, Caralee.
—Gracias.
—Lo digo en serio. Eres el mejor pedazo de culo en este edificio.
Me reí de nuevo, sacudiendo la cabeza.
—Realmente tienes facilidad con las palabras.
Él sonrió, de pie cerca de mí.
—¿Qué puedo decir? Siento lo que siento.
—¿Qué sientes ahora?
—Estoy malditamente duro por ti. Prácticamente estoy rasgando
estos pantalones pensando en hacer sudar tu cuerpo.
—Ford —dije, no estando segura de lo que estaba diciendo.
—Sabes que lo pensaste en el momento en que me viste esa
noche, Caralee. Pensaste que querías probar cómo sería. —Se acercó
más a mí, sus manos en mis caderas, empujándome contra él.
Jadeé mientras sentía su dura polla contra mi cuerpo.
—Sabes que has estado pensando en ello. Quieres chupar mi
polla. Quieres montar mi cara. Quieres mi lengua en tu clítoris
haciendo que grites.
—No lo sé —respondí, sin aliento.
—Yo lo sé. Estás mojada, has estado mojada todo el día. Ese coño
está pidiendo ser jodido, sentir mi gruesa polla llenándolo.
—¿Qué quieres? —susurré.
—Quiero llevarte a casa y consumar este maldito matrimonio.
Quiero hacerte sentir algo que no estabas segura de que pudieras
sentir.
Parpadeé hacia él, mis labios ligeramente separados, cada fibra de
mí ser en alerta extrema por él, cargadas por él. La emoción, el deseo, la
lujuria, todo fluía a través de mí, necesitándolo, deseándolo.
Tal vez había perdido la cabeza, o tal vez finalmente había
pensado en todo.
Pero me encontré diciendo:
—Está bien. Llévame a casa.
Y entonces me agarró por la cintura, me atrajo contra él, y me
besó duramente.
Una corriente de sangre corrió a través de mi cuerpo, relámpagos,
rayos de deseo. Mi coño estaba inundado, empapado, hormigueando.
Cada dedo de la mano estaba en llamas, mi cara era un entumecido lío
de necesidad y deseo.
El beso se interrumpió, y él me arrastró a través de la fiesta
tirando de mi mano. Unas cuantas personas se rieron y aplaudieron
cuando nos fuimos, pero apenas pude oírlas.
Él me tiró en su motocicleta, poniendo su casco sobre mi cabeza,
y saltó en el frente. Puso la moto en marcha, el motor rugió a la vida, y
nos largamos de allí.
Me aferraba a su cuerpo, con mi pecho palpitando y mi cerebro
zumbando.
No sabía qué diablos estaba pensando.
Pero me sentía bien.
En la parte trasera de su moto, corriendo hacia su cabaña, me
sentía muy bien.
Y yo quería que me hiciera sentir mejor.
Llegamos a su cabaña, mi corazón palpitando en mi pecho. Apagó
el motor y me jaló detrás de él.
—Ford —dije—, espera.
Se detuvo y se volvió hacia mí, de pie en el porche. Él agarró mis
caderas y me atrajo contra él, mirándome fijamente.
—No —dijo—. Estoy harto de esperar. Estoy tomando lo que
quiero, Caralee.
—Ford —dije suavemente—. Esto tiene que ser una mala idea.
—Si se siente mal, puedes detenerlo. —Él besó mi cuello
suavemente, sus labios rozando mi oído—. Pero lo prometo, no se
sentirá mal.
Él aplastó sus labios contra los míos, y sentí que una increíble
oleada de emoción y placer me atravesaba el cráneo. Tomé una
respiración profunda por la nariz cuando él se alejó, prácticamente
pateando la puerta abierta.
Nos movimos dentro, y él cerró de golpe y con cerrojo detrás de
nosotros. Me quedé mirándolo en su cocina, mordiéndome el labio.
—Mierda, ese vestido —dijo—. Te ves tan malditamente sexy.
Quiero ver cómo te lo quitas.
—¿Quieres ver?
—Desnúdate para mí. Quítatelo bien despacio.
Me ruboricé, pero lentamente deslicé mis brazos. Me miró el
cuerpo mientras tiraba del vestido, exponiendo mis pechos, tirando de
él sobre mis caderas. Dio un paso hacia mí, y retrocedí, mordiéndome el
labio, mis pechos expuestos, mis bragas mojadas y frías por el fresco
aire de la cabaña.
—No actúes tímida —indicó—. Ambos sabemos lo que quieres,
Caralee. Quieres que chupe ese clítoris hasta que grites mi nombre.
—No sé lo que quiero —expresé mientras me empujaba contra él,
besándome el cuello, sintiendo mis pechos—. Apenas puedo pensar.
—Bien —dijo—. Déjame tomar el control. Sé cómo hacer que te
sientas bien, chica.
Sentí que sus dedos se deslizaban por mi estómago, por mis
caderas, hacia mi coño empapado.
Yo apenas podía soportarlo. Apreté la boca contra la de él,
besándolo furiosamente, mientras deslizaba sus dedos bajo mis bragas
mojadas e inútiles, encontrando mi clítoris.
El placer explotó a través de mí cuando comenzó a trabajar mi
clítoris, frotando suavemente, sus dedos ásperos se movían en círculos
deliciosos.
Prácticamente temblaba de alegría.
—Sabía que lo querías —me dijo al oído, besándome—. Estás
jodidamente empapada, Caralee. Quieres que deslice mi polla gruesa
entre tus piernas, ¿no?
—Oh mierda, Ford —dije—. No deberíamos estar haciendo esto.
—Ahora eres mi esposa —comentó, y prácticamente podía sentir
su sonrisa malvada contra mi cuello.
—Pero ¿por cuánto tiempo? —pregunté, pero él no respondió. En
cambio, me empujó hacia atrás y me levantó, presionándome contra la
mesa de su cocina.
Se apretó entre mis piernas, y las envolví, besándolo con fuerza.
Alcancé abajo y le quité la camisa del pantalón, rápidamente
desabrochándola. Retrocedió y apartó su chaqueta.
—¿Dónde has comprado el traje? —pregunté riendo mientras le
desabrochaba la camisa.
—Lo tomé prestado de un maldito acuerdo —dijo.
—Se ve bien en ti.
—No te acostumbres.
Se quitó la camisa y la echó a un lado. Apreté mis manos contra
su cuerpo marcado, trazando la tinta negra a lo largo de su pecho hacia
sus abdominales.
Empezó a besar mi cuello y mis pechos, burlándose de mis
pezones con su lengua.
—Nadie viene aquí, ¿verdad?
—Te preocupas demasiado —comentó y me empujó hacia atrás.
Lo sentí sacarme las bragas, y antes de que pudiera decir algo, me
enganchó las piernas con los brazos y presionó su boca contra mi coño.
Agarré los bordes de la mesa mientras él empezaba a lamerme
furiosamente, succionando y lamiendo mi clítoris. No pude evitar
perderme completamente en él, en su boca y en su lengua. Trabajaba
mi clítoris como si fuera un hombre hambriento, y tal vez lo fuera.
—Oh, Dios mío —gemí—. Santa Mierda, Ford.
—Tienes un sabor perfecto —dijo—, mejor de lo que imaginaba.
He estado pensando en comer este coño por un largo tiempo.
Lo sentí deslizar un dedo dentro de mí mientras él seguía
lamiendo y chupando mi clítoris. Yo estaba absolutamente perdida, el
placer rodando en ondas a través de mi cuerpo. Era increíble con sus
dedos, hábil con su boca mientras me comía y succionaba, lamiendo mi
hinchado clítoris.
—Quiero probar tu sabor, chica —dijo—, quiero oír a mi nueva
esposa venirse en mi boca.
—Ford—gemí—. Oh, Dios mío.
Él era tan sucio, absolutamente obsceno, y aunque esto me hacía
ruborizarme, también intensificaba el placer.
—Malditamente te gusta que te coma justo en esta mesa, chica
sucia. Eres mi sucia esposa, mi mujer. Quiero que este coño se venga
duro. Quiero que grites mi nombre. —Él siguió trabajando mi coño,
lamiendo y chupando, deteniéndome solo para hablar sucio conmigo.
Sus dedos mientras tanto se mantenían follando mi coño
mientras lamía y chupaba. No podía pensar más, no podía hacer otra
cosa que perderme en sus palabras, sus dedos y su boca mientras él
seguía trabajando conmigo, más duro y más profundo.
Me agaché y agarré su cabello, presionando mis pechos juntos,
empujando su boca más duramente contra mi coño. Podía sentirlo
construyéndose.
—Eso es —gruñó él—. Jodidamente vente para mí, chica sucia, mi
maldita esposa.
—Oh mierda, Ford —gemí—. Oh Dios mío. Sigue comiendo mi
coño. Sigue lamiéndome. Sigue adelante.
Lamió y trabajó mi clítoris con una pasión renovada, sus dedos
me follaban, trabajándome. Conduje mis caderas contra su rostro,
desesperada por ello, muriéndome de hambre.
—Ford —respiré, gimiendo—. Ford, oh mierda, Ford.
—Vente para mí —ordenó—. Quiero probarlo. Vente para mí,
esposa.
Y lo hice. Lo sentí fluir sobre mí, comenzando en mi clítoris y
rodando en ondas, haciendo que mi cuerpo entero se contraiga,
convulsionando. Cada músculo se tensó y se contrajo mientras mi
mente estaba completamente vacía. Solo estaba el orgasmo fluyendo
sobre mí cuando Ford folló mi coño con los dedos, chupó mi clítoris con
sus labios.
Lentamente, fue pasando, y Ford se alejó de mí, sonriendo de
oreja a oreja. Me quedé allí sobre la mesa, mirándolo, jadeando y
todavía elevada en el orgasmo.
Lentamente comenzó a desabrocharse el cinturón.
—Eso fue solo el comienzo —dijo.
—¿Cómo puede haber más?
Se rió maliciosamente, tirando el cinturón a un lado, y se quitó
los pantalones. Se metió la mano en la cartera y sacó un condón.
—Ven aquí —ordenó.
Bajé de la mesa.
—Arrodíllate —dijo.
Me arrodillé, mirándolo, todo mi cuerpo pulsando.
Alcé la mano y bajé sus calzoncillos. Su polla gruesa y crecida era
tan dura como el infierno, agarré su base y poco a poco comencé a
acariciarlo.
—Quiero verte chupar esta polla —dijo—. Mierda, quiero verla por
tu maldita garganta.
—¿Así? —pregunté, y lentamente le lamí de la base a la punta.
Él gruñó.
—Joder sí, chica. Toma esta gran polla en tu linda boca. Chúpala
como si nunca hubieras chupado nada antes.
Lentamente tomé su punta entre mis labios y comencé a chuparlo
de arriba abajo. Era grande, más grande de la que había tenido antes, y
me encantó el sabor de su líquido preseminal y la forma en que él gimió
su placer.
—Adelante. Chupa esta polla —jadeó—. No seas tímida. Que sea
caótico. Chupa duro.
Comencé a chuparlo duro, trabajando en él, usando mi mano
para trazar a lo largo de su eje.
—Joder sí —dijo—. Mírame a mí.
Lo miré, acariciando su polla.
—Dios. Eres tan sexy con mi polla en la boca.
Comencé a chuparlo de nuevo, mirándolo. Me miró fijamente, sus
ojos hambrientos como el infierno. Me encantó la sensación de su polla
dura entre mis labios, amaba chuparlo, haciéndolo sentir bien. Presionó
mi cara con más fuerza, empujando más de su gruesa polla en mi
garganta, y lo dejé. Lo tomé todo, poniendo mis manos en sus caderas
mientras él lentamente empujaba su polla entre mis labios.
Me encantó lo fuerte que era, cómo tomó el control y me dijo
exactamente lo que quería. Lo chupé más fuerte, empujándolo hacia
atrás, trabajando con mi mano y mis labios.
—Dios mío, se siente bien —gruñó—. He estado deseando que
chuparas mi polla durante mucho tiempo.
Seguí trabajando en él, probándolo, chupando su gruesa polla.
Por alguna razón no me sentía tímida a su alrededor, no me sentía
reservada como lo había hecho en el pasado. Quería perderme, darle lo
que él quería. Me permití chupar su pene, me permití ser sucia y libre
mientras trabajaba mi saliva a lo largo de su eje.
Por último, retrocedió, empujándome a mis pies.
—Joder necesito ese coño —expuso—. Dime que quieres esta
polla dentro de ti.
—Por favor —dije.
Me agarró y me arrastró hasta el sofá, sentándose. Abrió el
condón que tenía en la mano y lo rodó sobre su pene.
—Vamos —dijo.
Yo me senté a horcajadas en sus caderas, mirándolo a los ojos.
Me tomó del culo y lentamente me bajó mientras tiraba hacia arriba,
empujándose dentro de mí.
Dejé escapar un jadeo, echando la cabeza hacia atrás. El
placentero dolor de su gran polla se precipitó a través de mí cuando
comenzó a besar mis pechos y mi cuello.
—Oh, mierda —dijo—. Estás jodidamente apretada como el
infierno.
—Dios mío —dije—. No sé cómo encajas.
Él sonrió.
—Joder, chica, esto es solo el comienzo. Ahora monta esta
maldita polla.
Comencé a mover lentamente mis caderas hacia arriba, montando
arriba y abajo, deslizándome a lo largo de su polla. Me dio una palmada
en el culo, sonriendo.
—No seas tímida —expresó—. Monta esta polla como yo sé que lo
quieres.
Comencé a mover las caderas un poco más rápido, saboreando el
dulce dolor de él, amando el placer que me inundaba mientras me
besaba el cuello. Envolví mis brazos alrededor de su cuello, mis manos
en su pelo, mientras seguía trabajando, moviendo mi culo, mis caderas,
mi espalda. Me agarró y empezó a empujar profundamente dentro de
mí. Tenía esa mirada intensa en su rostro, y no pude evitar besarlo,
mordiéndome el labio. Él se rió y me folló más fuerte.
—Te gusta áspero, un poco sucio —dijo—. ¿Quieres ser follada
por un motociclista como yo, verdad?
—Sí —gemí—. Oh, Dios mío, sí. No seas amable.
Él gruñó y me folló más duro, golpeando duramente mi culo.
Gemí y dije su nombre mientras él me cogía y su polla gruesa me
llenaba. Yo no sabía cómo encajaba, cómo podía incluso tomarlo, pero
seguí trabajando mis caderas mientras se empujaba dentro de mí, seguí
moviéndome. Podía sentir el sudor en mi cuerpo y el de él, y me
encantaba.
Toqué su pecho, sintiendo sus fuertes músculos mientras seguía
trabajando mis caderas, tomando su polla. Me jodió profundamente,
áspero, duro, sus manos agarrando mis caderas, golpeándome el culo.
—Me encanta este puto culo —dijo—. Este maldito culo dulce. —
Golpeó de nuevo y yo gemí—. Te encanta recibir nalgadas, chica sucia.
Mi esposa, la zorra de mierda. Me encanta darte mi maldita polla, y la
necesitas.
Gemí mientras hablaba duro y sucio.
—Me encanta este coño, este coño húmedo. Llenándote,
follándote duro. Quiero que lo tomes como si no pudieras vivir sin mi
gruesa polla.
Él me follaba duro y profundo, susurrando en mi oído. Me mordió
el labio inferior y me besó, empujando con fuerza, más duro, y me
estaba perdiendo.
Luego presionó mis caderas hacia abajo y hacia arriba, tirándome
fuera de él. Jadeé cuando se deslizó libremente. Me agarró las caderas,
me levantó y se puso de pie. Me empujó, poniendo mis rodillas en el
sofá, presionando, mi culo en el aire.
—Mierda, me encanta este dulce coño —dijo, burlándose de mi
coño con los dedos. Gemí, mirándolo de nuevo.
—Mierda, Ford —dije—. Estoy muy cerca de nuevo.
—¿Quieres que vaya a este apretado coño? —preguntó—.
¿Quieres que te haga venir?
—Por favor, fóllame duro. Golpea mi culo.
Me agarró las caderas y se empujó dentro de mí, deslizándose
fácilmente, llenándome. Yo jadeé nuevamente mientras él tiraba de mi
pelo y empezaba a joderme por detrás, empujando sin piedad.
Me encantó, me encantó lo fuerte que era, lo increíble que se
sentía mientras trabajaba dentro de mí. Quería que castigara mi coño,
que me follara ásperamente, que me hiciera venir. Quería que tomara
mi cuerpo y me usara como quisiera, porque en ese momento yo era de
Ford. Yo era su esposa. Yo era suya por completo. Él me reclamaba, me
follaba, me hacía suya.
Me dio una palmada en el culo, empujando profundamente dentro
de mí.
—Me encanta este coño —dijo—. Sigue trabajando así en esta
polla, chica, y te voy a llenar.
Moví mis caderas, apoyándome contra él mientras seguía
follándome salvajemente más duro, más áspero. No podía reducir la
velocidad, no podía ralentizar, nunca, no con mi malvado marido
motociclista follando mi coño.
Se acercó y comenzó a trabajar mi clítoris mientras empujaba
profundo dentro de mi coño. Eso fue todo. Podía sentirlo justo allí. Me
estaba tambaleando en el borde otra vez.
—Vente por mí, Caralee —dijo—. Adelante, chica. Vente para mí
otra vez. Vente en esta maldita polla. Sé que lo quieres. Puedo oírlo,
sentirlo.
Me agarré al sofá, manteniéndome apretada mientras él me
follaba duro, frotando mi clítoris.
El orgasmo me golpeó de nuevo, más duro que antes. Me presioné
hacia abajo como él follando implacablemente mi coño y me vine duro,
el orgasmo rodando a través de mi cuerpo en ola tras ola.
—Ford —dije, una y otra vez—. Oh Dios, Ford.
Quería decir su nombre, gritar su nombre, cuando él follaba mi
coño, mi empapado coño. Llegué duro en su gruesa polla, todo mi
cuerpo agotado, sudando y brillando por él.
Y cuando mi orgasmo llegó a su fin, él continuó empujando duro,
agarrando mis caderas.
—Joder —dijo—. La forma en que dices mi nombre, maldita sea,
chica. Voy a llenar tu coño con mi jodido jugo caliente —gimió.
Trabajé mis caderas, apoyándome contra él. Me agarró los pechos
mientras él empujaba más fuerte, más profundo, trabajándome,
trabajando duro.
Y entonces lo sentí endurecerse, su cuerpo apretándose, y él
gruñó de placer mientras se venía dentro de mí.
—Vente para mí, Ford —gemí—. Vamos, lléname.
—Joder —gruñó, sus empujones cada vez más lentos, más
profundos, hasta que finalmente terminó.
Se retiró, sentándose en el sofá. Me desplomé sobre él,
presionando mi cabeza contra su pecho, y me sostuvo contra él.
—Santa mierda —dije, zumbando desde el orgasmo.
—Sí. Maldita sea —dijo.
No podía creer que había acabado de joder a mi marido
motociclista.
No podía creer que hubiera tenido relaciones sexuales con Ford.
El tipo de mi pasado, el hombre que rompió mi corazón y me dejó.
Era extraño sentarse allí con él, los dos cubiertos de sudor,
resplandeciendo desde lo alto del sexo. Era casi surrealista.
Pero no había ningún otro lugar en que hubiera querido estar en
ese momento.
Miré mi mano, el anillo que había puesto en mi dedo. No sabía lo
que realmente significaba. No sabía si esto era solo para mantenerme a
salvo o si significaba algo más.
Pero de cualquier manera, me sentía bien.
Él estaba en lo correcto. Se sentía tan bien.
Nos sentamos allí juntos, respirando el aire cálido de la cabaña,
sintiendo el corazón de cada uno latiendo, zumbando silenciosamente
de alegría.
Capítulo 20
Traducido por Myr62
Corregido por MagaPali

Ford
El coño de Caralee era como una puta droga.
Conseguí una muestra y estaba absoluta y malditamente
enganchado.
Pasamos del sofá a la cama y volvimos a pasar unas cuantas
veces por la noche, jodiendo hasta que nuestros cuerpos no podían
moverse más. Era apasionado, crudo e intenso. Lo necesitaba desde el
primer momento en que la vi, desde el momento en que supe que yo la
reclamaría como mía.
Finalmente nos desmayamos en mi cama, desnudos como el día
que nacimos.
Así fue como me desperté, probablemente alrededor de las tres de
la mañana. Mi teléfono estaba zumbando débilmente desde la mesita de
noche. Con un gruñido, extendí la mano y lo agarré, abriéndolo.
—¿Qué? —dije suavemente.
—Soy yo —dijo Larkin—. Tenemos un trabajo. Vamos.
—¿Ahora?
—Ahora. —Colgó.
Suspiré, sentándome. Caralee se movió, pero ella no se despertó
mientras tomaba algunas ropas y salía de la habitación.
Me vestí en la sala de estar, todavía medio dormido. ¿Qué coño
podría Larkin necesitar a las tres de la mañana en mi puta noche de
bodas? Debe haber sido importante, o de lo contrario no me habría
molestado.
Vestido, salí de la cabaña y subí a mi motocicleta. La pateé y
empujé hacia la casa club.
Caralee estaba en mi mente todo el camino. No podía dejar de
pensar en su cuerpo, en la forma en que se mordía el labio cuando
presioné mi pene profundamente dentro de ella, la forma en que me
chupó como si estuviera desesperada por un sabor, y la forma en que
dijo mi nombre una y otra vez cuando se vino.
Todo me volvió loco por ella.
Me detuve fuera de la casa club no mucho después. El lugar
parecía bastante vacío, lo cual no era sorprendente.
Por dentro, olía el café. Clutch, Spoil, Thade y Wrench estaban
sentados en el bar.
—Buenos días —dijo Clutch—. ¿Te has divertido anoche?
—Todavía es anoche para mí —murmuró Thade.
—Vamos, coño —dijo Wrench, dándole un puñetazo en el brazo—.
Tenemos que hacer un puto trabajo.
—¿Cuál es ese? —le pregunté mientras me sentaba y me servía
un café.
—Todavía no estoy seguro ―dijo Wrench, era un tipo joven, que se
unió hacia el final de nuestra guerra. Él era inteligente y un poco
malicioso, mi tipo de chico.
—Esperando las órdenes del consejo —expresó Clutch.
—¿Dónde está Larkin?
—Con los otros.
Miré hacia la habitación de atrás. El consejo era un grupo de
altos dirigentes que básicamente tomaban opciones estratégicas y otras
decisiones. Larkin tenía el mayor poder, pero el consejo podía anularlo
si alguna vez lo decidían.
Eso básicamente nunca sucedió, sin embargo. Larkin dirigía con
mano dura y todo el mundo lo apreciaba.
Odiaba sentarme alrededor, especialmente cuando tenía un
pedazo de culo caliente en mi cama. Pero yo sabía que el negocio del
club superaba toda otra mierda, y así que me senté allí con los
muchachos, bebiendo café y tomando el pelo por los próximos veinte
minutos.
Finalmente, sin embargo, el consejo se filtró hacia fuera. Estaban
Jesse, Stonewall, Reggie, Link, Trace y Nash. Eran todos viejos chicos
que habían estado alrededor cuando el Demons MC era solo un
pequeño grupo de tipos que gustaba de romper cráneos y beber cerveza.
Stonewall y Nash fueron los dos últimos miembros fundadores, aunque
los otros también eran prácticamente fundadores.
—Muchachos —dijo Stonewall mientras pasaban.
—¿Cuáles son las órdenes, Stonewall? —preguntó Spoil.
—Maldita sea, espera a Larkin —dijo. Los miembros del consejo
se filtraron de regreso a la noche.
—Mierda —murmuró Spoil—. Debe ser serio.
Larkin salió hacia nosotros un minuto después, frunciendo el
ceño.
—Escuchen. —Todos lo miramos—. Me dijeron antes que iba a
haber un acuerdo entre los Snakes y algún pequeño traficante de armas
justo al norte de la ciudad, justo en nuestra maldita frontera.
Fruncí el ceño.
—¿Dónde oíste esto?
—El asistente del distribuidor está en nuestra nómina —dijo
Larkin—. Sus órdenes son sencillas, muchachos. Vayan a romper su
trato y causar un maldito caos.
—Mierda sí —dijo Thade, sonriendo.
—Captura uno vivo, si puedes —agregó Larkin.
Sentí una emoción subir en mi estómago. Estábamos volviendo a
la batalla, y esta vez íbamos a conseguir una jodida venganza.
—¿Lo tienes? —preguntó Larkin.
—Entendido, presi —dijo Wrench.
—Entonces en marcha. —Larkin volvió a su despacho.
Me levanté y asentí a los demás. Me siguieron por la cocina
trasera. Abrí una pequeña escotilla en el suelo y bajé unos escalones.
Golpeé un interruptor en la pared y la luz parpadeó. Alrededor de las
paredes se alineaban rifles, granadas y chalecos de Kevlar. Era nuestra
jodida armería.
—En marcha —gruñí—. Vamos a matar a algunas serpientes.

Estábamos tumbados sobre nuestros estómagos en lo alto de una


colina. Wrench estaba mirando a través de un par de binoculares en la
pequeña choza en el valle debajo de nosotros, menos de un campo de
fútbol lejos.
Hace cinco minutos, vimos al traficante de armas, Jimmy Jay, y
su ayudante subirse en un camión y llevar algunas cajas. Esperamos y
observamos, la tensión de montaje en el grupo.
—Malditos Snakes —dijo Thade.
—Tarde como siempre. Estarán aquí —dije.
—Ellos necesitan esas armas.
—Sí —gruñó Spoil—, para hacer un maldito movimiento en
nosotros.
Asentí.
—Exactamente.
Casi como si fuera una señal, oímos el rugido lejano de los
motores de las motocicletas. Vimos a cinco Snakes bajar por el camino
de tierra dirigiéndose hacia el camión y la choza.
—¿Listo? —preguntó Clutch.
—Joder, sí —dijo Thade, ansioso por su última probada de
acción.
—Espera —dije—. Esperen hasta que estén dentro.
Vimos a los Snakes detenerse y aparcar. Desmontaron y
golpearon la puerta de la choza. Después de un breve intercambio que
no pudimos oír, los cinco hombres entraron.
—Vamos —dije.
Nos paramos y nos movimos rápidamente y en silencio, bajando
por la ladera. El sol se elevaba lentamente sobre el horizonte, y
esperaba que el resplandor ayudara a ocultar nuestro acercamiento.
Por suerte, lo hicimos sin problemas. Los chicos se repartieron
alrededor de la choza, sosteniendo rifles de asalto de alta potencia y
preparados.
Asentí hacia Clutch.
—Enciéndanlos, muchachos —grité.
Y luego desatamos el jodido infierno.
El sonido de los cañones llenaba el aire, una cacofonía de muerte
y destrucción. Llenamos esa pequeña choza de balas.
La puerta se abrió de golpe, y un Snake tropezó. Trató de sacar
algunos disparos, pero lo llené de balas. Tropezó y cayó al suelo.
Continuamos disparando por un minuto más, y finalmente
levanté una mano y señalé: alto el fuego.
Hubo un silencio mortal, y luego gemidos.
Hice un gesto para que Clutch y Spoil me siguieran. Pateamos el
cuerpo del Snake y entramos en la choza.
En el interior, el lugar estaba destrozado por nuestras balas. El
traficante de armas estaba muerto, al igual que su ayudante. Tres de
los Snakes estaban acostados boca abajo en una mesa, claramente
incapaces de levantarse a tiempo.
El último Snake estaba tendido en medio de la habitación,
obviamente tratando de salir. Tenía una bala en la pierna y el hombro,
pero estaba vivo por un maldito milagro.
—Malditos bastardos —gruñó mientras nos acercábamos.
—Malditos demonios —dije.
Pateando su arma. Puse mi bota en la herida de su pierna y
presioné.
Gimió en voz alta.
—Joder, por favor, para.
Me relajé.
—¿Qué hay en las cajas, Clutch?
Miró dentro.
—Pistolas. Un montón de armas.
—¡Diablos, sí! —dijo Spoil, riendo—. Esto es un buen viaje.
Snakes muertos y armas libres.
—Están empezando una guerra, tontos bastardos —dijo el Snake.
—La guerra ya empezó, idiota —dije—. Spoil, traigan a los
muchachos aquí. Tenemos que limpiar.
Ayudé a arrastrar al Snake herido hacia el camión, empacándolo
en la parte trasera. Lo amarramos bien y fuerte, así que no iría a
ninguna parte.
Mientras tanto, los muchachos llevaron las cajas de nuevo al
camión. Limpiamos lo más rápido posible antes de que alguien viniera a
buscar algo.
—Eso fue bien —me dijo Clutch mientras estábamos terminando.
—Sí, lo fue —dije.
—Tengo a ese ayudante muerto, sin embargo. —Se encogió de
hombros—. Mierda sucede en la guerra.
—Sí —dije—, lo hace.
Nos subimos a nuestras motocicletas y regresamos, Thade y
Wrench conducían el camión. Más tarde alguien los traería de vuelta
por sus motocicletas.
Tuvimos suerte. Los chicos no se dieron cuenta, pero esos Snakes
no estaban listos para nosotros. Esperaban un negocio fácil, no una
emboscada mortal.
De aquí en adelante, las cosas no iban a ser fáciles. No, la mierda
estaba a punto de ponerse mucho, mucho más difícil. Tal vez teníamos
un prisionero, y una pequeña infusión de hardware, pero los Snakes no
nos iban a dejar asesinar a sus chicos.
No, ellos iban a devolver el golpe más duro. Tendríamos que estar
preparados, o lo que sea.
El viento en mi pelo, la carretera debajo de mi motocicleta.
Estábamos en la puta guerra otra vez.
Un estremecimiento recorrió mi pecho con picos de adrenalina.
Capítulo 21
Traducido por antoniettañ
Corregido SOS por Florpincha

Caralee
Me desperté, cansada y dolorida de la noche anterior. Luz se
colaba a través de la ventana del dormitorio. Rodé, pero el lado de Ford
de la cama estaba vacío.
Suspirando, me senté. Recuerdos de la noche anterior vinieron
flotando en mi mente. Sentí todo otra vez contra sus manos fuertes, su
polla empujando profundo dentro de mí, el sudor que goteaba de mi
cuerpo, la manera intensa en que me miraba.
Finalmente me había dado a él, y era mucho más de lo que
hubiera imaginado.
Sonriendo para a mí misma, salí de la cama. No podía esperar
para volver a verlo por alguna razón loca. Bajé la mirada al anillo en mi
dedo y sentí algo revolotear en mi estómago.
Sabía que no estábamos realmente casados. Sabía que no era
real, solo un movimiento político conveniente para ayudar a
mantenerme segura.
Pero no pude evitar sonreír. Después de anoche, tal vez
significaba algo.
Entré en la sala principal.
—¿Ford? —grité.
Silencio me saludó.
—¿Ford?
Miré alrededor de su cabina, pero él no estaba allí. Miré por la
ventana delantera y vi dos motos que no reconocía estacionadas allí en
lugar de la de Ford.
Rápidamente entré en su habitación y me puse algo más de ropa
y abrí la puerta delantera.
Sentados allí estaban Ryan y Slip.
—Buenos días —dijo Ryan.
—¿Dónde está Ford? —le pregunté.
—Negocios del club —dijo.
Fruncí el ceño.
—¿Cuándo se fue?
—Temprano esta mañana.
—¿Cuándo va a regresar?
—No sabemos.
Suspiré.
—Está bien. Gracias. —Volví dentro, cerrando la puerta.
Por supuesto que él se había ido. ¿Qué más podía esperar?
¿Realmente pensé que Ford estaría en la cocina cocinándome el
desayuno con una sonrisa?
Así no era él. Ford era un idiota, un motociclista egoísta. No le
preocupaba cómo me sentiría al despertar y no encontrarlo. ¿Por qué le
importaría?
Tenía negocios del club.
Y en ese momento, me di cuenta de algo.
Me di cuenta de que el club siempre vendría primero. No importa
lo que yo hiciera, sería el club. Aunque él me quisiera de esa forma, de
lo que no estaba muy segura, los negocios de club siempre me
superarían.
No podía vivir con eso. Honestamente, no estaba ni siquiera
segura que quería nada más que ver con Ford. Ayer por la noche siguió
corriendo a través de mi mente, sin embargo, eso me hace repensar
todo.
No estábamos realmente juntos. No estábamos realmente
casados. Pero anoche se sintió como que era real. Cuando su cuerpo se
presionó contra el mío, se sintió más real que cualquier otra cosa que
había experimentado. Incluso entre el sexo, estábamos constantemente
tocándonos, hablándonos, riéndonos. Simplemente se sintió bien.
Y aun así él se iría. Él se fue. Comprendía que tenía que hacer
cosas por su club, pero ni siquiera se molestó en despedirse de mí.
Tal vez yo estaba reaccionando de forma exagerada, pero no podía
evitar pensar en nuestro pasado, sobre él desapareciendo de mí. Fui a
la cocina y preparé algo de desayuno y café. Pensé que los chicos fuera
agradecerían algo de comida, así que hice panqueques extras para ellos.
Cuando terminé, les llevé dos tazas.
—Oh mierda. Muchas gracias —dijo Spill.
—Sí, gracias —añadió Ryan.
Tomaron sus bebidas con gratitud.
—¿Quieren unos panqueques?
—Santa mierda sí —indicó Ryan.
—Por favor —agregó Spill.
Me eché a reír y me fui adentro, volviendo con dos grandes platos
de panqueques.
—Aquí. Disfruten.
Excavaron como si nunca hubieran comido antes. Me senté en los
escalones, bebiendo mi bebida y los observaba comer.
—¿Cómo están? —pregunté.
—Delicioso —dijo Ryan.
—Sí, genial —añadió Spill.
Sonreí.
—Bien. Estoy feliz de que ustedes me estén hablando hoy. —La
cara de Spill cayó y miró a Ryan, quien solo se encogió de hombros.
—¿Estamos hablando con ella? —preguntó Spill.
—No nos dijeron que no lo hiciéramos —dijo Ryan.
—Supongo que estamos hablando. —Spill sonrió hacia mí.
—Así que ¿qué pueden decirme acerca de lo que está sucediendo?
—No mucho —comentó Ryan—. No nos dicen mucho. Solo
hacemos lo que se nos dice.
—¿Sabes dónde está Ford?
Él sacudió su cabeza, masticando un bocado grande de
panqueques.
—¿Y tú? —le pregunté a Spill.
—Sé menos de lo que él sabe —dijo.
—Créeme, solo somos prospectos. No nos dicen ni mierda.
Suspiré, tomando mi café. La idea de pasar otro día encerrada en
esa cabina de repente me volvió loca. No podía permanecer encerrada
más, no con Ford allí fuera haciendo quién sabe qué. Tal vez él estaba
en peligro, o tal vez yo estaba en peligro. Nadie me decía nada, y así
constantemente estaba adivinando y al borde.
Me puse de pie.
—Voy a caminar —anuncié, y me volví para irme.
—Espera —dijo Ryan, levantándose. Sus panqueques cayeron al
suelo, y Spill retuvo una risa—. No te podemos dejar ir.
Lo miró. Ryan era alto y desgarbado, y estaba segura que me
podría detener si quería.
—¿Estoy en la cárcel? —le pregunté.
—No —dijo—, pero no puedo dejarte salir.
—Me voy entonces. —Di la vuelta y comencé a moverme.
—Espera. —Ryan bajó corriendo los escalones y consiguió
ponerse delante de mí—. Lo siento micho, Caralee, pero tienes que
quedarte aquí.
—Muévete —dije y me fui a caminar a su alrededor.
Ryan se puso repentinamente serio. Se transformó del tonto
prospecto en el porche a un hombre intenso en medio segundo. Él
agarró mi muñeca y asintió hacia Spill, que bajó los escalones.
—Déjame ir —le dije, tirando de mi brazo.
Me sostuvo más firmemente.
—Lo siento —murmuró él—. Tenemos órdenes.
Spill agarró mi cintura y me tiró encima de su hombro como si
fuera nada.
—¡Bájame! —grité, golpeando su espalda.
Spill me ignoró y me llevó dentro, bajándome en el sofá.
—Lo siento —expuso, mirando lejos—, pero te tienes que quedar.
Los dos prospectos se fueron, cerrando la puerta detrás de ellos.
Me senté allí mirando fijamente después que se fueron, ira
fluyendo a través de mi cuerpo.
No solo Ford me dejó, sino que me encerró en su maldita cabina
como si fuera una prisionera.
Qué gilipollas. Ese bastardo. Me iba a escuchar.
Tan pronto como averiguara cómo escapar de estos matones.
Capítulo 22
Traducido por Taywong
Corregido por Lelu

Ford
—¿Cuál es tu nombre?
El Snake estaba atado a una silla en el sótano del arsenal. Estaba
sudando y sangrando, pero no lo suficientemente rápido como para
estar en peligro de morir pronto.
—Chris —dijo.
—Está bien, Chris. —Me senté en una silla frente a él—. Dime lo
que quiero saber.
—¿Por qué? Me vas a matar de todos modos.
Negué.
—Tal vez no. Si me dices lo suficiente, podría decidir convencer a
nuestro presidente de que te use como mensajero de tu club.
Bufó.
—No es probable.
—No. —Estuve de acuerdo—. No es probable. Pero hay una
oportunidad.
Me miró un segundo, y pude ver que las semillas de la duda
habían sido sembradas.
Cuando los Demons estaban en una guerra a tiempo completo, en
los días oscuros, los interrogatorios habían sido mi especialidad. Por
alguna razón, era bueno para leer a la gente, para averiguar cuándo o
no estaban mintiendo, y para encontrar puntos de presión para golpear
con mis dedos.
Por lo que podía decir, Chris era un Snake de muy bajo rango,
quizás incluso nuevo en el club. No creía que estuviera listo para morir
por ellos, y tenía que explotarlo.
—¿Por qué nos emboscó tu gente? —le pregunté.
—Vete a la mierda.
—¿Están involucrados los Rebels? ¿Estás trabajando con ellos?
—Vete a la mierda.
Suspiré.
—Trabaja conmigo, Chris.
—Jó-de-te.
Me puse de pie y lo golpeé en el rostro. Gruñó y lo golpeé de
nuevo.
—Haz esto fácil para ti, Chris. Todavía estás sangrando por esa
herida en la pierna. No está mal, pero definitivamente puede matarte si
no te arreglamos pronto.
—Si hablo, estoy muerto —dijo—. Si no lo hago, estoy muerto. Así
que también podría mantener mi puta boca cerrada.
—Depende de lo que nos digas —musité—. Los secretos te
matarán, seguro. Pero el hecho de que nos hayan atacado primero no
está en disputa. Lo único que pregunto es por qué.
Puse mi mano sobre su pierna y apreté su herida de bala. Él grito.
—Vamos, Chris.
—¿No es obvio? —Miró con desagrado a través del dolor—. Tienes
a la chica.
Dejé de presionar, sorprendido.
—¿Por qué se preocupan por ella?
—Ella estaba con ese maldito traidor de Rebel.
¿Traidor? ¿Qué se supone que significa eso?
—Ella no tiene nada que ver con esto —dije.
—No según mi jefe. Está en lo más profundo de esta mierda.
—¿Qué crees que hizo?
—Esa entrega, que se suponía que era un acuerdo de drogas. Pero
esa mierda Rebel trató de dejar pasar algunas malditas drogas en lugar
de la verdadera mierda, así que lo matamos. —Hizo una pausa,
respirando profundo—. La cabeza piensa que la chica tiene nuestras
drogas.
—Mierda —expresé.
—Mierda es correcto, hombre.
Eso lo explicó. Eso fue lo que había comenzado todo. Ese maldito
idiota de Rod había intentado salir de los Snakes, y se había matado en
el proceso. Cuando tomamos a Caralee, hicimos parecer que ella era
una parte de la operación. Probablemente pensaron que robamos las
drogas.
Pensaron que habíamos iniciado toda esta guerra, o al menos que
Caralee era fundamental para iniciarla. Mientras tanto, fueron los
malditos Rebels los que intentaron extirpar a las Snakes. Solo
cometimos el error de intentar proteger a una chica inocente.
Malditos pendejos motociclistas. Pensaban más con sus armas
que con sus cerebros a veces.
—¿Qué quiere tu gente? —le pregunté.
—Tu maldito territorio y sus vidas —dijo—. ¿Crees que los Snakes
van a girarse y dejarlos que nos asesinen?
—Supongo que no —indiqué, sentándome en mi silla—. Última
pregunta: ¿Qué tienen que ver los Mezcals con todo esto?
—Nada —dijo—. Lugar equivocado, momento equivocado.
—No te creo. —Se encogió cuando me levanté—. Pero me has
dado suficiente.
—¿Me dejarás ir?
Me giré y me alejé, asintiendo a Clutch. Entró cargando su
pistola.
—¡Oye, espera! —gritó Chris.
Oí el ruido del disparo cuando salí del sótano y subí las escaleras.
Chris había estado en lo correcto. Al segundo en que lo
enrollamos fue el segundo en que estaba muerto.
Larkin estaba de pie en la cocina, esperándome.
—¿Nuestro chico habló?
—Me dijo algunas cosas interesantes —dije.
—Vamos. Hablemos en privado. —Lo seguí de nuevo a su oficina.
Cerró la puerta y se sentó en su silla con un gruñido—. Entonces… —
dijo.
—¿Conoces cuando algo es una mierda? —le pregunté.
—Ve a ello, Ford.
—Todo esto comenzó con un malentendido.
—¿Cómo es eso?
—Resulta que el amigo de Caralee, Rod, el Rebel, trató de pasar
algunas drogas falsas a los Snakes. Por eso lo mataron.
Larkin gruñó.
—Así que no fue solo un golpe al azar como Jetter estaba
fingiendo.
—No del todo. El problema es que los Snakes creen que las
verdaderas drogas están ahí afuera y esas son sus malditas cosas.
—¿Por qué? Sin daño, sin problema. Rod se metió. Ese es el final.
—¿Quién sabe? Tal vez los Rebels eran solo intermediarios o
alguna mierda. Eso podría explicar su relación con los Mezcals.
—Lo cual no has probado todavía. —Me recordó Larkin.
—Por supuesto. Pero el punto es, cuando tomamos a Caralee,
hicimos parecer que éramos parte de eso. Piensan que ella tiene las
drogas, o nosotros las tenemos.
—Mierda —expuso Larkin, sacudiendo su cabeza—. Un
malentendido.
—Pero ahora tenemos sangre derramada.
—No van a perdonar eso.
—No —dije— no lo harán.
—Así que no importa qué, todavía es una guerra.
—Al menos sabemos que los Snakes y los Rebels no están
trabajando juntos. —Larkin rió tristemente—. Sí, estamos en eso.
Me levanté.
—¿Cuál es el siguiente paso? —pregunté.
—Ten cuidado por ahora —comentó—. Te lo haré saber.
Asentí.
—Entiendo, presi.
Abrí la puerta y salí.
La habitación principal de la casa club estaba casi vacía. Clutch y
Spoil estaban tratando con el Snake muerto en el sótano. Me senté en el
bar y agarré un whisky. Thade estaba en su cuarta o quinta cerveza,
bebiendo lentamente.
—Siempre me siento así después de un trabajo, ¿sabes? —me
dijo.
—Sí —gruñí—. Lo sé.
Era una sensación extraña, una mezcla de excitación y terror,
placer y dolor.
Algo como lo que sentía cuando Caralee estaba cerca.
Maldita chica. No tenía ni idea de lo profundo que estaba en esto,
ni idea alguna. Pensé que los Snakes podrían haber estado detrás de
ella porque había presenciado un asesinato, pero era mucho peor que
eso. Pensaron que les había robado, y eso era algo que ningún club
jamás podría perdonar.
Tenía que demostrar que no había robado las drogas. Cómo podía
hacer eso, bueno, no tenía ni idea.
Pero sabía que tenía que intentarlo. Porque Caralee era mi
maldita esposa ahora. Me había comprometido a protegerla, y pensé
que la promesa sería suficiente.
Estaba empezando a darme cuenta de que había más de lo que yo
había negociado. Era casarme con Caralee y traerla al reino de los
Demons por protección, no con los Snakes presionando para una
verdadera guerra.
Tenía que subir mi juego.
Capítulo 23
Traducido por Bella’
Corregido por MagaPali

Caralee
Unas horas sentada en la cabaña fueron más que suficientes para
hacerme enojar como el infierno.
No era una maldita prisionera, y esos dos idiotas no podrían
mantenerme encerrada.
Lo peor de todo, ¿dónde estaba Ford? Podría llamarme en
cualquier momento, y aun no se molestaba. Y para colmo, era su
esposa ahora, su mujer. Nuestro primer día de casados y él ya había
salido corriendo a algún lugar haciendo lo que sea que el maldito club
quería que hiciera.
Estaba furiosa, tan enojada. Me sentía como un animal encerrado
en una jaula. Una parte de mí entendió que era por mi propia
protección, pero no era una niña pequeña que necesitaba protección.
Y así que sentada allí en el sofá, lentamente comencé a formular
un plan de escape.
Mi mejor oportunidad era de algún modo robar una de esas
motocicletas. Sabía que ellos tendían a dejar sus llaves en el contacto
ya que estaban sentados justo frente a ellas. Cuando solía pasar el rato
con Rod, había tratado de enseñarme cómo montar una vez. Claro, no
fue exactamente exitoso, pero aprendí lo básico. Podía ir en línea recta
sin destruir nada.
Los cambios de velocidades, bueno, eso podría seguir siendo un
problema.
Sin embargo, era mi mejor opción. Esos tipos no iban solo a
dejarme salir allí y tomar una moto, sin embargo. Necesitaba un plan.
Necesitaba una distracción.
Me levanté y me vestí, poniéndome un par de pantalones, un par
de botas pesadas, y una blusa negra. Si iba a hacer algo estúpido, bien
podría interpretar el papel.
Luego, fui al baño. Tenía una ventana que daba a la zona boscosa
justo detrás de la cabaña de Ford.
Y comencé a gritar.
No tomó mucho tiempo para que los dos muchachos vinieran
apresurándose dentro, armas en mano.
—¡Afuera! —grité, señalando hacia la ventana.
—¿Qué pasó? —preguntó Ryan.
—Dos tipos, con chaquetas de cuero. ¡Están ahí atrás!
Ryan asintió.
—Quédate aquí con ella. Yo iré. —Rápidamente despareció por la
puerta principal.
—Vamos —dijo Spill, dirigiéndome a la sala de estar. Mantuvo su
arma en mano y lista—. ¿Cómo lucían? —preguntó.
—Altos —dije, frunciendo el ceño, mi corazón martillando.
¿Realmente iba a hacer esto?
Mirando hacia Spill, a su mirada de preocupación, a su arma, de
pronto tuve dudas. Todo esto era una locura.
Pero no quería estar encerrada. Y además, él estaba unido a una
violenta y peligrosa banda. Entendía los riesgos.
—Lo siento, Spill —expuse.
—¿Por qué? —preguntó, sonriendo.
Pero esa sonrisa rápidamente desapareció y pude ver que sabía lo
que estaba planeando.
Era demasiado tarde. Ya tenía mi pierna hacia atrás y aplasté mi
pie justo en su entrepierna. Lo pateé en las bolas más duro de lo que
había querido, pero quería estar segura que se cayera.
—Oh mierda —gruñó y dejó caer su arma. Ahuecó sus bolas
mientras caía al piso.
—Oh mi Dios. —Me di la vuelta y corrí. No podía creer que lo
había hecho, pero era demasiado tarde para regresar.
Pobre Spill. Realmente esperaba no haberlo lastimado mucho. No
era como si tuviera alguna mala voluntad hacia ninguno de ellos. Solo
estaban haciendo su trabajo después de todo. Pero quería largarme de
allí, y él estaba parado en mi camino.
Llegué a las motocicletas segundos después. Me monté a
horcajadas en la primera, presioné el embrague y encendí el motor.
Rugió a la vida. Tomé el casco de donde estaba en el asiento
trasero y me lo puse en mi cabeza. Olía a sudor, pero no importaba.
Tomando profundas respiraciones, lentamente retrocedí en la
moto.
Escuché gritos de cerca de la cabaña. Ryan estaba viniendo hacia
mí, agitando su arma.
Golpeé el gas, reviviendo el motor. Lentamente, muy lenta y
gentilmente, solté el embrague. La moto fue en primera, se resistió un
poco y se sacudió hacia adelante. Volé por el sucio camino, yendo
demasiado rápido. Rápidamente me controlé, desacelerando un poco.
Me dirigí todo el camino hasta la entrada antes de escuchar el sonido de
otra moto viniendo detrás de mí, una vez que estaba en la carretera
asfaltada, me abrí, conduciendo rápido. Salí disparada mientras la otra
moto golpeaba el camino detrás de mí y trataba de alcanzarme.
Una vez que estaba en el camino pavimentado, conduje rápido.
Volé hacia adelante cuando la otra moto golpeó el camino detrás de mí y
trató de atraparme.
En ese momento, me sentí más libre de lo que me había sentido
en un largo, largo tiempo.
Me encantaba montar en la parte trasera de las motos. Era una
terrible conductora, pero había algo sobre montar que me hacía sentir
bien. Pero en ese momento, en control, me di cuenta que había nacido
para conducir.
Solté una fuerte carcajada, conduciendo más y más rápido. Ryan
se mantuvo detrás de mí pero no se movió para cortarme el paso,
probablemente temiendo golpearme fuera de la moto.
Lo cual fue algo bueno, porque minutos después casi me estrello
en la parte trasera de un Honda que estaba parado en un semáforo.
Agarré los frenos, los neumáticos gritando sobre el asfalto. La
parte trasera de la moto coleando y casi perdí el control, pero me las
arreglé para mantener el equilibrio cuando la moto llegó a una parada.
Respiraba duro cuando puse mi pie abajo sobre la tierra. Ryan se
estacionó junto a mí. —Baja de la moto —gritó.
—No —dije—. Voy a ir a la casa club. Puedes seguirme o no. —
Comenzó a decir algo, pero el tráfico ya se estaba moviendo.
Esta vez, no conduje demasiado rápido. Ryan se mantuvo detrás
de mí, pero no intentó detenerme.
No podía creer que estaba haciendo esto. No podía creer que
había escapado de ellos exitosamente, mucho menos que estaba
montando una motocicleta. Claro, lo estaba tomando con calma,
manteniéndome en el lado derecho y conduciendo lento, pero aun así.
Me reí todo el camino hasta Austin. Conocía el camino a la casa
club afortunadamente, y no tuve problemas para navegar por las
amplias calles de la ciudad. Austin era una ciudad nueva, así que no
tenía que preocuparme sobre el pesado tráfico peatonal o calles
diminutas.
Estacioné a un lado de la casa club y apagué el motor. Ryan
estacionó junto a mí.
Sonreí hacia él.
—No deberías haberme detenido —dije.
—Caralee, por favor. —Se paró junto a mí, luciendo aterrado—.
Podrías meterme en serios problemas. Por favor regresemos a la
cabaña.
—Lo siento, Ryan —indiqué—. No quiero meterte en problemas,
pero no voy a ser tu prisionera. —Él lucía realmente contrariado.
—Escúchame. Ellos podrían matarnos por esto. Ellos no se andan
con rodeos. Por favor, regresemos.
Lo miré por un segundo, y todo el peso de lo que había hecho se
derrumbó.
Sabía con qué clase de hombres estaba lidiando. Ellos eran
hombres serios y violentos, no el tipo de personas que tontean. Ryan y
Spill podrían estar en serios problemas, y quién sabía lo que realmente
significaba con una banda de motociclistas.
Y todo este escape fue infantil. La verdad era que estaba enojada
y molesta porque Ford me había abandonado la mañana después de
que nos habíamos casado y dormido juntos por primera vez. La estaba
tomando contra Spill y Ryan, y realmente no era su culpa.
—De acuerdo —dije—. Está bien. Podemos regresar.
Parecía tan aliviado, como uno prisionero que justo había sido
perdonado.
—Vamos —dijo—. Montas bastante bien.
Cuando él encendió su motor, la puerta de la casa club se abrió.
Eché un vistazo. Ford miraba hacia mí.
—¿Caralee?
—Hola, Ford.
Él miró hacia Ryan.
—¿Qué hace ella aquí?
Ryan apagó su motor.
—Lo siento, Ford. Ella pateó a Spill en las bolas y robó su moto.
—¿Qué estabas haciendo tú?
—Ella dijo que vio a unos tipos por el lugar. Estaba revisándolo.
Él me miró por un momento y luego soltó una carcajada.
—¿Realmente pateaste a Spill en las bolas? —me preguntó.
Sonreí tímidamente.
—Sí, lo hice.
—¿Y condujiste hasta aquí?
—Sí.
—Santa mierda, chica. —Caminó, riendo y sacudiendo su cabeza.
—¿No estás enojado? —pregunté.
—Lo siento, jefe —dijo Ryan.
—Eres un pendejo, pero no es tu culpa. Caralee puede ser difícil.
—Sonrió hacia mí. Le devolví la sonrisa, pero por dentro quería
golpearlo.
—¿Dónde has estado? —pregunté.
—Asuntos del club.
—Entonces, ¿ese es el trato? Simplemente vas a desaparecer
siempre que quieras.
Su expresión se endureció.
—No cuando quiera. Cuando el club me llama, yo respondo.
Vamos —dijo—. Regresemos. —Se movió hacia la moto.
—Yo manejo —dije.
Se detuvo y frunció el ceño.
—¿Estás segura?
—Lo hizo bien llegando hasta aquí —expresó Ryan. Ford lo
silenció con una mirada.
—Estoy segura —expliqué.
—Bien. Quédate conmigo. —Se dirigió a su propia motocicleta y
se subió, encendiéndola.
Salimos en formación, volviendo hacia la cabaña. Mi estómago era
un nudo de preocupación, por Ryan y Spill y por mí misma. No sabía
cómo los castigaría Ford.
Y yo no sabía cómo me sentía sobre Ford. Ya estaba al borde con
él abandonándome una vez. No creo que podría soportarlo otra vez.
El sentimiento de alegría y libertad fue completo mientras nos
dirigíamos de nuevo al lugar de Ford. Cuando llegamos, solamente me
sentía confundida, preocupada y enojada.
Y esperaba que no hubiera roto las pelotas de Spill.
Capítulo 24
Traducido por antoniettañ & Bella’
Corregido por Magapali

Ford
Partimos hacia mi cabina, y no pude evitar reír todo el camino de
regreso.
Caralee se había liberado de esos dos idiotas. No podía culparlos,
aunque deberían haber intentado mejor. Pero la chica era claramente
resistente como clavos, e ingeniosa para patear. Tenía que admitirlo,
quedé muy malditamente impresionado.
Además, ella era terrible montando. Simplemente incómoda y
torpe. Medio temía que iba a caer todo el camino, aunque se las arregló
para permanecer en posición vertical. Nos detuvimos en el camino de
tierra que llevaba a mi cabina y estacionamos nuestras motos.
Spill estaba sentado en el porche delantero, luciendo adolorido.
—¿Estás bien? —le preguntó Ryan a él.
—Bien —dijo—. Las bolas han descendido.
Miré a Caralee.
—¿Qué hiciste? —le pregunté, queriendo escucharlo desde su
perspectiva.
Ella se encogió de hombros.
—Podría haberlo pateado.
Rompí a reír y Spill cojeó, frunciendo el ceño.
—Podría nunca tener hijos, sabes —gruñó.
—Lo siento —dijo Caralee.
—Nadie quiere follar tu culo feo de todas formas, Spill —dije—.
Ahora sal como la mierda de aquí, ustedes dos.
Spill a regañadientes subió a su moto, y ambos se dirigieron hacia
la sede del Club.
—Vamos —le indiqué a Caralee—. Vamos a entrar.
—Dime lo que está pasando en primer lugar —dijo.
—Adentro. —Me muevo a la casa, fui a la nevera y agarré una
cerveza.
Ella se sentó en la mesa de la cocina.
—Me estoy hartando de estos juegos, Ford —expuso.
—Nadie está jugando juegos. Los dos estaban aquí por tu
protección.
—Sí, tal vez, pero no puedes mantenerme encerrada aquí.
Me quedé de pie y la miré.
—¿Por qué no?
—¿Porque soy una persona? —dijo ella, exasperada.
—Ahora eres mi esposa —le dije, sonriendo—. Puedo hacer lo
quiera.
—Cuidado, idiota.
—¿O qué?
—Puedo patearte como pateé a Spill.
Me reí.
—No te atreverías a herir mis bolas. Eres muy aficionada a ellas.
—No en absoluto.
—Parecías muy aficionada a ellas ayer por la noche —dije,
sentándome frente a ella.
—No sé lo que estaba pensando ayer por la noche —comentó—,
pero eso podría haber sido un error.
—No se sintió como un error —expuse, gruñendo. Francamente,
anoche era lo que había guardado para todos los días.
—¿A dónde fuiste?
La miré.
—Te diré esto una vez. Pero si vas a estar alrededor, vas a tener
que entender lo que “negocios del club” significa.
—¿Qué es?
—Significa que no haces preguntas.
—Nunca dije que quería quedarme.
Me encogí de hombros.
—Lo que digas. ¿Lista para escuchar?
—Toda oídos.
—Nos emboscaron algunos de los Snakes al norte de la ciudad.
Capturamos a uno de ellos.
—¿Sabes si están detrás de mí?
Asentí.
—Lo están. Y sé por qué.
—¿Y bien?
Sonreí enormemente hacia ella.
—Ven siéntate en mi regazo y te diré.
Ella me miró.
—No, Ford. Dime.
Regresé a mi silla.
—Vamos. Siéntate en mi regazo aquí y te diré.
Ella se puso de pie.
—Estoy cansada de tus juegos. Esta es mi vida, ¿sabes?
Se fue como una tormenta fuera de la habitación, pero
rápidamente me levanté y le agarré la muñeca.
—Espera —dije.
—¿Qué? —disparó.
—Sé que esto no es un maldito juego.
—Entonces actúa como tal.
—¿Quieres que actúe como un jodido deprimido todo el tiempo?
Bueno, no lo haré.
—Solo quiero que dejes de jugar.
—Haré lo que quiera, porque me gusta burlarme de ti. Me gusta
hacer que ese coño se moje. Me gusta verte morder tu labio cuando
estás imaginando mi gran polla entre tus piernas.
—No hago eso —dijo ella y mordió su labio.
Era casi demasiado. La chica era tan maldita y jodidamente sexy
y ni siquiera se daba cuenta.
Agarré su cintura y la tiré contra mí.
—Me pones jodidamente más duro de lo que nunca he estado.
—Sí, bueno —murmuró—, eso no parece demasiado difícil.
—Podría no serlo para ti —susurré—. Ese coño me vuelve loco.
Sigo pensando acerca de hacerte venir una y otra vez, la forma en que
chupas mi polla, lo apretado que es tu coño. Eres jodidamente sexy y
apenas te das cuenta.
—¿Qué tiene esto que ver con nada? —susurró.
—Simplemente no lo entiendes —dije.
Y entonces la besé duro, presionando mi boca contra la suya,
tirando su cuerpo apretado contra el mío. Al principio pensé que podría
resistirse. Pero rápidamente se fundió en mi abrazo, besándome
apasionadamente de regreso. Nuestras lenguas se tocaron mientras mis
manos comenzaron a vagar por su cuerpo.
Saqué su camisa, presionando su espalda hacia el sofá. Arrojé la
camisa lejos y luego abrí su sujetador. Ella dejó que resbalara y yo lo
arrojé a un lado. Comenzó a trabajar en mi cinturón, pero la empujé
más en el sofá.
Ella aterrizó y se rio mientras me arrodillaba delante de ella,
besando su cuello, sus pechos. Gimió cuando comencé a deslizar sus
pantalones cortos.
Bragas negras. Empapadas, por supuesto. Presioné mis dedos en
el frente de ellas, besando su cuerpo y comenzando a burlarme de su
clítoris. Estaba lista y dispuesta como siempre, su jodido coño
empapado. Ella fingió que no quería, pero su cuerpo no podía mentir.
Vi a través de ella. Vi la verdad. Quería mi polla tanto como yo
quería dársela. Pero en este momento, quería prepararla. Rápidamente
tiré de las bragas hacia abajo por su cuerpo y presioné mi boca contra
su hinchado clítoris.
—Oh mierda, Ford —dijo—. Dios, eres bueno en esto.
—Solamente lo mejor para ti —dije cuando comencé a lamer su
clítoris, en suaves círculos. Ella meneó sus caderas, y presioné un dedo
profundo dentro de su coño, burlándome de ella con eso mientras que
lamía su clítoris.
Presionó sus manos contra mi cabeza mientras yo seguí
trabajándola, chupando, comiendo su coño. Quería volverla loca,
hacerla venir, hacerla gritar mi nombre. Estaba hambriento de su
cuerpo y había estado pensando en él desde el segundo que me había
ido.
Continué chupando y lamiendo su clítoris, mi dedo jodiendo su
coño. Estiré mi mano libre y me burlé de sus pezones mientras seguía
trabajándola.
Ella empezó a mover sus caderas más rápido, y sabía que la tenía
cerca. Bombeé mis dedos más profundo, presionando más dentro de
ella, y seguí lamiendo y chupando y lamiendo su clítoris, trabajando su
coño. Ella presionó mi cabeza más duro, gimiendo fuertemente,
completamente perdida en el momento.
Quería hacerla venir, quería probar su corrida. Continué
trabajándola más duro, más rápido, y pronto pude sentirla comenzar a
construirlo.
La follé más rápido con mis dedos, trabajando su coño sin
misericordia.
—Oh mi dios, Ford —gimió—. Ford, sigue. Estoy cerca.
La trabajé, moviendo mi lengua en círculos, chupando y jodiendo
su coño empapado, mi polla dura como la mierda en mis pantalones.
—Oh Ford, Ford, Ford —jadeó una y otra vez cuando se vino.
Seguí trabajándola a través de su orgasmo, destrozándola y
empujándola a través. Su cuerpo entero se retorció cuando se vino.
No había nada que me gustara más que verla venirse. Era más
allá de sexy y me encantaba probarla. Finalmente, lentamente terminó y
retrocedí, sonriendo hacia ella.
—¿Todavía con quejas? —pregunté.
Ella negó con la cabeza, jadeando.
—Ven aquí —Me puse de pie, retrocediendo—. Arrodíllate.
Ella bajó sobre la alfombra frente a mí y desabrochó mi cinturón.
Empujó mis vaqueros y mi bóxer hacia abajo, sin molestarse con
ningún juego previo, comenzó a chupar mi polla con abandono salvaje,
sus manos en mi trasero. Ella no estaba esperando. Claramente quería
ir directo al grano.
—Así —gruñí—. Chupa esa polla. Quiero que tragues mi semen.
Ella retrocedió, sacudiendo mi polla, sin miedo de hacerlo
agradable y desordenado.
—Quiero que te vengas en mi boca, Ford —dijo.
—Joder chica. —Empujé su cabeza hacia abajo de nuevo,
deslizando mi polla entre sus labios—. Me vuelves jodidamente salvaje.
Me sorbió y chupó, trabajando mi polla con un hambre que me
sorprendió. Incluso después de anoche, era increíble cómo me chupaba,
yendo directo por mi polla, trabajando la punta, dejándola deslizarse
abajo en su garganta.
Se sentía condenadamente increíble observar su bonita boca en
mi polla. Presioné su cabeza hacia abajo, gruñendo cuando mi polla se
deslizó en su garganta. Todo mi cuerpo estaba en llamas con deseo, y
necesitaba venirme en su bonita boca.
—Sigue chupando, Caralee —dije, gruñendo. Ella siguió más
duro, más rápido, mi polla empapada con su saliva, sus manos
subiendo y bajando por mi mástil—. Mierda, quiero bajar en esa
garganta, hacerte tragar cada gota.
Ella continuó chupándome, su lengua rodando sobre mi punta.
Me estiré hacia abajo y sentí sus pechos mientras me chupaba. Todo su
cuerpo rebotando, su cabeza balanceándose, me volvió completamente
salvaje. Apenas podía pensar mientras el placer llenaba mi cuerpo, mi
mente atascada solamente en Caralee y sus perfectos labios.
La empujé y comencé a empujar en su boca, jodiendo su cara.
Ella comenzó a gemir suavemente mientras follaba sus labios, y eso me
empujó sobre el borde.
Podía sentir el orgasmo viniendo. No podía creerlo, pero iba a
venirme en su garganta. Ella se vino a mi salvaje y agresiva y
simplemente me condujo a la locura.
El orgasmo explotó a través de mí y me vine en su boca. Ella
continuó chupándome, sin pausar un momento, tomando cada gota de
mi caliente semen. Lo tragó todo, lamiéndome para limpiarme y
sonriendo.
—Joder, chica —dije—. Maldición. Chupar mi polla así es tu
trabajo.
Ella se encogió de hombros.
—Solo devolviendo el favor.
—Mierda. —Me senté sobre el sofá, mi polla todavía dura, la
cabeza zumbando. Ella se acurrucó junto a mí—. Eres increíble.
—Sí —me dijo—. Lo sé.
Gruñí y la besé.
—Ahora —expresé—, ¿quieres escuchar lo que tengo que decir?
—Claro —respondió.
Suspiré y me eché hacia atrás disfrutando de mí mismo por un
momento.
Tenía a Caralee en mi brazo, mi polla justo había sido chupada, y
el sabor de su coño todavía perduraba en mis labios. La vida no podía
ser mucho mejor que esto.
—Aquí está el asunto —dije—. Rod estafó a los Snakes, trató de
venderles drogas falsas o algo estúpido. Ahora ellos creen que tú tienes
sus drogas.
—No las tengo —señaló.
—Yo sé eso. Pero nosotros tenemos que encontrar esas drogas.
—¿O qué?
—O ellos no te dejarán en paz —dije—. Ellos no han conseguido
acercarse a ti porque no saben dónde estás exactamente. Pero solo es
cuestión de tiempo antes que te encuentren, y tenemos que prevenir
eso.
—¿Qué se supone que hagamos?
—No estoy seguro —admití—. Las drogas podrían estar en
cualquier parte.
Ella estuvo en silencio por un rato.
—Bueno, qué manera de arruinar el orgasmo de una chica —
mencionó, riendo.
—Lo lamento —gruñí—. Tú querías saber.
—Está bien. —Besó mi cuello—. Dime qué hacer.
Sentí mi polla despertar.
—Deberíamos encontrar el lugar de Rod y buscar.
—De acuerdo —dijo—. Sé dónde está.
—Tenemos que ser cuidadosos. Probablemente ellos estén
observando.
—Puedes manejarlo —susurró.
—Sí —dije—. Puedo.
La besé entonces, y ella me devolvió el beso, profundamente,
apasionadamente.
No sabía lo que estaba haciendo. Esta chica era mi esposa, y
nunca había querido casarme. Pero aquí estaba, dejándola chupar mi
polla, imaginando cómo se sentía su coño.
Cómo terminamos aquí, nunca lo entendería.
Capítulo 25
Traducido por Dramione
Corregido por MagaPali

Caralee
Mi cabeza era un desastre mientras me vestía. No sé qué se me
metió, pero tan pronto se colocó cerca de mí, no pude controlarme.
Todavía estaba molesta con él por dejarme así, y sabía que no podía
permitirme el acercarme.
Pero teníamos un trabajo que hacer. Salimos y nos acercamos a
su moto.
—Su casa no esta tan lejos. —dije. —Quizás veinte minutos al
oeste. —Él asintió.
—Solo guíame.
Nos subimos a su moto y nos fuimos, manejando a través del sol
de la tarde.
El viento golpeando mi cabello, mientras yo seguía pensando en
Ford. Él todavía seguía siendo el idiota que conocí, pero había algo más
ahora. Seguro, era más viejo, más peligroso, más serio. Pero también
me miraba de una forma en que hacía a mi corazón latir, como si
necesitara y deseara verme y no pudiera detenerse. Me enviaba
escalofríos por mi cuerpo, como electricidad.
Me hacía sentir bien. Sexy, emocionada, fuerte, todo lo que
siempre había querido sentir. Me hacía sentir eso y más.
Y aun así tenía miedo de él y del club. Estaba constantemente
preocupada de que se volviera a ir, que desaparezca de la nada.
Entendía que estábamos casados, y que reclamarme era algo
importante, pero no estaba segura si importaría a largo plazo. ¿Al club
le importaba?
Solo era una chica, una estúpida chica dejándose llevar por su
violento y peligroso mundo.
Rodamos por un rato, y no podía detenerme y seguir pensando en
todo. Tan pronto nos acercamos, mi mente comenzó a girar al tema que
nos importaba.
Rod vivía en un remolque en el medio de un parque de remolques.
Había estado ahí una vez, cuando él estaba intentando enseñarme a
manejar. Nos habíamos encontrado en su casa y luego me llevó a un
estacionamiento abandonado a medio kilómetro de distancia.
Pobre Rod. No podía imaginarme que había sido su idea destruir
a las Snakes. Él simplemente no parecía del tipo que pensara eso. Era
dulce, quizás un poco estúpido, pero era bueno conmigo y me gustaba
estar cerca de él.
Rodamos por el parque lentamente. No había muchas personas
alrededor, lo que parecía un poco extraño. Pero entonces, no podía
recordar si había muchas personas la última vez que vine.
Le di un empujoncito en la espalda a Ford, y señalé el remolque
de Rod al frente, se veía exactamente como lo recordaba.
Nos acercamos y estacionamos al frente.
—Quédate aquí. —dijo.
—De ningún modo. Necesitarás ayuda buscando.
—Es peligroso.
—Es peligroso aquí afuera también.
Gruñó.
—Está bien. Quédate cerca.
Sacó su arma de sus pantalones y se movió a la puerta. Tocó dos
veces sin obtener respuesta, luego intentó abrir. Estaba cerrada. Dio
medio paso hacia atrás y luego pateó la puerta de la manija. Le tomó
solo unos intentos, pero al final, la puerta se cayó, volando al interior.
—Vamos —dijo mientras caminaba dentro del remolque.
Fruncí el ceño al ver el lugar. Había sido destrozado por completo,
como mi departamento.
—Supongo que ya estuvieron aquí —expuso.
—Supongo.
El lugar era un absoluto desastre. La basura estaba esparcida por
todos lados, las cobijas y los cojines de las sillas hechos pedazos, los
platos y vasos en el suelo, y la habitación hecha trizas. Entré a la
habitación, poco a poco.
—Tú a la habitación —indicó—. Yo estaré aquí afuera.
Asentí y fui a la parte de atrás. Comencé a buscar por los cajones
y lugares de almacenamiento, pero estaba llena de cosas de Rod. Toda
basura, mierda, desperdicios, pero era todo lo que quedaba de mi
amigo.
Sentí un nudo en la garganta y tragué fuertemente. No lloraría
por él, no una vez más. Él sabía en que se estaba metiendo, sabía que
morir era una posibilidad real. Quizás pensó que nunca pasaría, pero
sucedió, y él me arrastró en este desastre.
Fue difícil buscar por sus cosas, pero lo hice de todos modos.
Porque tenía que hacerlo. Porque Ford intentaba protegerme, y
necesitaba ayudarlo lo mejor que pudiera.
Mientras continuaba moviendo las cosas, noté la ventana en la
pared de atrás. Vi una leve sombra y tuve que contener mi sorpresa.
Dos hombres estaban ahí, espiando en la parte trasera. Dos
hombres en chaquetas de cuero con una serpiente en la espalda.
Raídamente regresé a la habitación principal.
—Ford —susurré.
Me miró, sonriendo.
—Tarjetas de juego porno. —Sostuvo unas cartas con mujeres
desnudas en ellas.
—Ford —dije una vez más. —Afuera.
Puso su cabeza de lado, pero rápidamente su rostro se volvió
serio. Asintió una vez, sacando su arma.
Se movió a la ventana y se asomó. Me hizo una señal para que
regresara, y caminé a la habitación, mirando desde la puerta abierta.
Observé mientras miraba por la ventana. Presionó su pesada arma
contra la pared y esperó un segundo.
Luego jaló el gatillo. Hubo un fuerte boom y un tiro desde afuera.
Ford no esperó. Salió por la puerta de adelante. No podía ver qué
sucedía, pero escuché disparos. Miedo se agrupó en mi pecho, me puse
de pie, pero no me podía obligar a moverme. Estaba tan asustada,
terriblemente asustada. ¿Qué pasaba si Ford estaba muerto? ¿Qué si yo
hice que lo mataran?
Un minuto más tarde, Ford regresó por la puerta.
Corrí hacia él, abrazándolo.
—Pensé que te habían lastimado —le dije.
—Nah —respondió—. Los sorprendí.
—Ford —dije presionando mi rostro contra su pecho.
—Está bien —dijo suavemente—. No debí de traerte.
Me abrazó por un silencioso minuto, pero de inmediato me hizo a
un lado.
—Vamos —expuso—. Tenemos que irnos antes de que lleguen los
policías.
Asentí. Salimos del tráiler. No quería mirar, pero tenía que ver.
Dos hombres estaban en el suelo, sin moverse. Había mucha sangre.
—Vamos —dijo una vez más, haciéndome a un lado. Nos subimos
a su moto. La encendió y nos alejamos.
Podía sentir la tensión en su cuerpo mientras conducíamos de
regreso a la casa club. No sabía qué estaba pasando, pero sabía que
acabábamos de sobrevivir a una trampa. Nos habían estado esperando,
listos para una emboscada. Y la única razón por la que sobrevivimos
fue porque tuve suerte de verlos, y porque Ford estaba dispuesto a
hacer lo que tuviera que hacer.
Esta era mi vida, me di cuenta con horror. Esta era mi vida
ahora, escapar asustada, a menos que Ford encontrara la manera de
solucionarlo.
Me abracé a él fuertemente, sintiendo el aire sobre mi cabello.
Capítulo 26
Traducido por Bella’
Corregido por Dai Alvarado

Ford
Era una jodida emboscada.
Sabía que había un peligro en ello, pero no podía creer que
habíamos caminado directo allí. Si no hubiera sido por Caralee, esos
tipos nos habrían tomado por sorpresa. Yo estaría muerto, y quién sabe
qué habrían hecho con Caralee.
Estaba enojado conmigo mismo más allá del alivio. Era un
estúpido jodido imbécil por traer a Caralee conmigo. Ella fácilmente
podría haberme dicho dónde estaba el lugar. No necesitaba arrastrarla.
Pero lo hice, y la empujé directamente dentro de la línea de peligro
cuando todo lo que trataba de hacer era mantenerla lejos del daño.
Aceleré por la carretera, dirigiéndome de regreso hacia mi cabaña.
Ya no sabía más lo que era a salvo, pero imaginé que al menos podría
protegerla allá en la cabaña.
No iba a cometer ese error de nuevo. No iba a arrastrar a Caralee
dentro de situaciones de mierda nunca más.
Ella era mi maldita mujer, ya sea que yo lo quisiera o no.
Estacionamos fuera. Todo parecía normal, pero nunca podrías
estar seguro. Desenfundé mi arma y nos movimos hacía la puerta
principal.
La abrí y entré rápido, revisando los puntos ciegos. Nadie estaba
dentro.
Senté a Caralee en la mesa de la cocina. No dijo una palabra, no
se quejó o discutió, simplemente hizo como se le dijo. Me gustaba su
espíritu luchador, pero claramente entendió que estábamos más allá de
huir de tipos. Los Snakes iban por ella, y nosotros necesitábamos ser
incluso más cuidadosos que antes.
Revisé el dormitorio y el baño, pero no había nada. Salí de nuevo
e hice un rápido barrido del bosque alrededor de mi cabaña pero no
encontré nada.
De regreso dentro de la cabaña, me apoyé contra el refrigerador.
—¿Estás bien? —le pregunté.
Asintió.
—Sí, estoy bien.
—Buen trabajado allá.
—No hice nada.
—Me advertiste. De otro modo, estaríamos muertos.
Se encogió de hombros.
—Solo trataba de ayudar.
—Lo hiciste bien. —Saqué mi teléfono de mi bolsillo—. Tengo que
llamar a Larkin. Espera. —Caminé de regreso a mi dormitorio y marqué.
Larkin respondió al segundo timbre.
—¿Sí?
—Larkin, es Ford.
—¿Qué pasa?
—Caralee y yo fuimos a buscar esas drogas perdidas hoy,
revisamos el tráiler de ese imbécil muerto.
—¿Y? —gruñó.
—Y corrimos hacia unos malditos Snakes.
Hubo una pausa.
—¿Están muertos?
—Sí, están muertos. Era una emboscada.
—Enviaré algunos chicos allá. ¿Estás en tu casa?
—Sí. —Me siento sobre la cama—. ¿Cómo podrían haber sabido
que íbamos a estar allí?
—Probablemente no sabían —dijo—. Si fuera ellos, tendría el
lugar vigilado.
—Sí. Supongo que tiene sentido. Pero fui cuidadoso. Nada parecía
fuera de lugar.
—A veces te atrapan. Pasa.
—Esta mierda está reventando rápido —dije.
Se echó a reír.
—Ya ha reventado. Necesito que regreses aquí cuando los chicos
lleguen a tu casa.
—Mierda. ¿Qué pasó?
—Tengo un mensaje. Hablaremos más tarde.
—Te veo pronto.
Cuelgo el teléfono, sacudiendo mi cabeza.
—¿Todo está bien? —pregunta Caralee.
Asentí hacia ella y entró. Me montó a horcajadas, sentándose en
mi regazo. Agarré sus caderas y la empujé contra mí, respirando su
aroma, besando la piel a lo largo de su cuello. Joder, estaba tan duro
por ella, aun después de todo lo que había pasado.
—Los chicos vienen para cuidarte —dije.
—¿A dónde vas?
—Tengo que ir al club.
—¿Tienes?
—Lo siento. No tengo elección.
Estuvo en silencio por un segundo.
—Siempre tenemos elección, Ford.
Retrocedo y la miro.
—No, no siempre tenemos una jodida elección. Mi vida ha sido
acerca de elecciones tomadas para mí, una y otra vez.
—¿Cómo puede ser verdad?
—No lo entiendes —gruñí—. Yo no quería nada de esto.
Mordió su labio y se bajó de mí, parándose con sus brazos
cruzados apoyada contra la cómoda.
—¿Qué querías entonces?
—Tenía que hacer algo. Los chicos te habrían arrojado a las ratas
de no ser por mí.
—Tal vez. Pero por tu elección, todo tu club está en peligro.
Asentí.
—Sí, así es.
—Todo porque tú tenías que protegerme.
—Sí, porque tenía jodidamente que hacer algo.
—Si quieres salirte, solo dilo.
Me levanté.
—No quiero salirme, Caralee —dije—. Así que para de sentirte tan
jodidamente lamentable por ti misma. —Dio un paso hacia mí, ira
destellando en su cara.
—Yo no siento lástima por nadie más que por ti.
—¿Ah sí? —gruñí—. Mataré por ti, pero no jugaré tus juegos.
—No estoy jugando juegos, Ford.
—¿Segura?
Dio un paso hacia mí, la ira elevándose incluso más, pero
rápidamente la agarré y la tiré contra mí.
—Suéltame —espetó.
—Ambos queremos esto —dije.
—Creí que dijiste que tu no.
—Matrimonio. Eso era algo que jamás soñé querer. Pero tú, eso es
algo más.
—Idiota. ¿Cuál es la diferencia ahora?
La besé duro. Se resistió por un segundo pero rápidamente se
relajó, devolviéndome el beso, arrojando todo su cuerpo contra el mío.
Comencé a sacar su ropa, sin pensar, sin cuidado. Ella hizo lo
mismo por mí, tanteando mi cinturón, lo desabrochó, bajando mis
pantalones. En medio segundo tenía mis dedos en su húmedo clítoris,
acariciándola largo y despacio.
Ella tomó mi polla y comenzó a masturbarme, corriendo sus
manos por mi longitud. Jalé su pelo y ella jadeó, pero podía ver que la
ira todavía estaba en sus ojos.
Besé su cuello y entonces la tiré sobre la cama. Ella cayó allí, su
pelo esparcido a su alrededor, y tomé sus piernas rudamente,
empujándola hacia mí. Presioné mi cara hacia abajo entre sus piernas y
chupé su clítoris duro, lamiéndolo en lentos círculos. Ella gimió y
presionó mi cabeza más duro contra ella, moviendo sus caderas.
Ella estaba siendo tan ruda como yo lo era, y mi polla estaba a
reventar de dura. La chupé y la comí con abandono, agarrando sus
caderas fuertemente, sintiendo sus pechos, jugando con sus pezones.
Presioné un dedo profundamente dentro de ella y comencé a trabajarla
así, perdiendo mi ira en el sexo, perdiéndome a mí mismo en su cuerpo.
Era rápido y era furioso. Ambos estábamos completamente
reprimidos, enojados, confundidos, pero más que nada increíblemente
perdidos en el otro. Me moví hacia arriba, besando todo su cuerpo, y
entonces alcancé mi lado de la cómoda y tomé un condón.
—Quieto follarte hasta que no puedas pensar en nada más —le
dije mientras lo abría.
—Jódete, Ford —dijo, sonriendo.
—Esa es mi esposa —gruñí—. Lista para recibir mi gran polla. —
Rodé el condón hacia abajo por mi eje.
—Deja de hablar y fóllame.
Sonreí, agarré sus caderas y me empujé profundo en su interior.
Ella jadeó.
—Oh mierda —expresó.
—Sí, eso es lo que querías.
—Fóllame, Ford. Fóllame duro.
Comencé a empujar dentro de ella, sosteniendo sus caderas,
estando de rodillas. Ella tomó sus pechos mientras yo me estrellaba
profundamente, follándola sin misericordia, sin pensar. Estaba
empapada, resbaladiza como la mierda y me deslicé en su interior sin
ninguna resistencia. Abrió sus piernas más amplio para mí, tomando
mi gruesa polla, gimiendo fuerte.
Empecé a rodar mi pulgar por su clítoris mientras la follaba,
podía decir que la volvió loca. Estaba gimiendo fuertemente, sin retener
nada. La observé cuando estiró sus manos por encima de su cabeza,
presionándolas planas contra la cabecera, y usándola para presionarse
contra mí.
Yo era salvaje como la mierda, trabajando su clítoris, follando su
coño, empujándome duro y rápido. Era sucio y rudo, de la manera que
me gustaba, mientras todas las emociones contenidas salían de
nuestros cuerpos.
—Fóllame sin cuidado, Ford —gimió—. Lléname. Fóllame duro.
Gruñí y la trabajé sin misericordia, follándola profundamente,
duro, metiendo mi polla, llenando su coño. Sentí sus pechos y me
incliné hacia adelante, besando su cuello, mordiendo su hombro. Ella
gruñó, envolviendo sus piernas alrededor de mí, mientras yo seguí
embistiendo.
Me empujé hacia atrás y salí. Agarré sus caderas y la levanté,
dándole la vuelta.
—Voy a jodidamente llenar este coño —dije—. Te quiero
caminando renga durante una semana.
—Vamos —gimió—. Hazme venir. Fóllame.
Tomé sus caderas y presioné su cara hacia abajo. Me encantaba
ver su trasero al aire, así que presioné mis dedos profundo en su
interior y la follé así. Quería probarla, tenerla en el borde.
Ella gimió cuando tiré de su pelo, follándola con mis dedos.
Entonces tomé mi polla y me presioné profundamente en su interior,
agarrándola por las caderas.
—Oh mi Dios, Ford —dijo cuando empecé a follarla duro—. Oh
mierda. Fóllame, idiota —gimió.
—Sí, toma esa polla. Tómala como la chica mala que eres. Tú
deseas esta dura polla dentro de ti.
—Sigue follándome —gimió—. Azota mi culo. Jala mi pelo.
Tómame.
Hice como instruyó, disfrutándolo. Azoté su culo con fuerza,
empujando duro y rápido. Ella gemía, trabajando sus caderas,
levantándose contra mí. Era furioso e intenso. Jalé su pelo y empecé a
frotar su clítoris con mi otra mano, trabajándola.
—Mueve ese coño, chica —dije—. Toma mi polla. Eres mi sucia
jodida esposa, y este coño es mío.
—Oh Dios, estoy cerca —gimió, lento y de forma animal.
—Vente sobre mi polla, chica. Trabaja ese coño, mi maldito coño y
vente por mí.
Embestí con fuerza, sin preocuparme por nada más que su
húmedo coño, follándola y llenándola. Agarro sus caderas cuando gime
fuerte y más fuerte diciendo mi nombre, rogándome que siga follándola.
Me empujo duro y profundo, azotando su culo y susurrando en su oído.
Podía sentirla llegado. Todo su cuerpo se tensó. Se estiró hacia
adelante, agarrando las sábanas, y presionó su cara en una almohada.
Gimió con fuerza, todo su cuerpo tensándose cuando el orgasmo la
atravesó.
Y eso jodidamente me envió sobre el borde. La follé rudo y
profundo, y mi propio orgasmo explotó dentro de ella.
Me vine rápido, duro y profundo. Llené ese coño cuando nuestros
orgasmos llegaron juntos. Su gemido, su ruego me envió por el maldito
borde.
Lentamente terminando, el orgasmo pasó. Me salí y colapsé en la
cama, respirando duro, sudando. Ella se acurrucó contra mí,
sonriendo.
—Estoy menos enojada ahora —dijo.
Me reí.
—Sí, yo también.
Y luego escuchamos la puerta principal abrirse. Me senté de
golpe, estirándome por mi arma.
—¿Ford?
Me detuve de golpe. Era el puto Spill.
—Lárgate afuera, prospecto —grité.
—Oh, está bien. —Escuché la puerta cerrarse detrás de él.
Caralee soltó una carcajada, sonrojándose.
—¿Crees que nos escucharon?
Sonreía hacia ella.
—¿A quién mierda le importa? Solo son prospectos. Y de
cualquier modo, después de que lo pateaste, dudo que Spill tenga una
erección pronto.
Se rio, sacudiendo su cabeza. Me saqué el condón y me limpié con
una toalla y luego me vestí.
—¿Aun tienes que irte? —preguntó.
—Sabes que sí. Los prospectos te cuidarán.
Asintió.
—Sí. Bien.
—Quédate aquí, Caralee. Por favor. Regresaré pronto.
—Bien.
Terminé de vestirme y la miré. Estaba acostada allí desnuda,
mirando fijamente hacia mí con esta jodida mirada increíblemente sexy.
Lo último que quería hacer era irme, pero cuando el club llamaba tenías
que responder.
—Quédate justo así —gruñí—. Volveré pronto.
—Estaré esperando.
Mi polla ya estaba poniéndose dura de nuevo, pero logré
apartarme de ella. Afuera, encontré a Spill, Ryan y TomTom. Los tres
llevaban chaleco antibalas y estaban fuertemente armados.
—¿Todo bien chicos? —pregunté.
—Todo bien —dijo Ryan.
—Ella no va a patearme nuevamente ¿no? —preguntó Spill.
—Nah —dije, sonriendo. Me subí a mi moto, la encendí y me fui,
dirigiéndome hacia el club. Esa chica era jodidamente demasiado. Era
tan insaciable como lo era yo, tal vez más. Su coño era delicioso,
apretado y perfecto. Sin mencionar la manera en que decía mi nombre.
Y la manera en que me hacía reír. Y su ferocidad y su libertad.
Maldita Caralee. Justo tenía que regresar a mi vida como una
puta tormenta y destrozar todo en pedazos.
Y me encontré amándolo.
De vuelta en el club, tomé yo mismo un vaso de whisky antes de
tocar la puerta de Larkin.
—¿Qué? —gritó.
—Soy Ford.
—Entra.
Empujé la puerta abriéndola y luego la cerré detrás de mí.
—¿Qué pasa, presi?
—Siéntate.
Me senté, sorbiendo mi whisky. Me miró por encima de su
escritorio, reclinándose en su silla.
—Tengo algunas noticias.
—¿Qué pasó?
—Primero, cuéntame sobre la emboscada.
Tomé un gran trago de mi bebida y a continuación inicié la
historia. Le dije todo, empezando con decidir que intentaríamos
encontrar las drogas y terminando con cuando nos atraparon.
—¿Los cuerpos siguen ahí?
—Supongo.
—No puedo hacer nada sobre ello ahora. ¿Por qué no me
llamaste de inmediato?
—No estaba seguro de cuántos habían. Tenía que asegurarme de
que estábamos a salvo primero.
Asintió.
—Hiciste un buen trabajo.
—Casi consigo que nos maten.
—Aun así. —Se encogió de hombros—. Dos Snakes menos de qué
preocuparnos.
Me quejé.
—Entonces, ¿cuál es la noticia?
—Primero, recibimos un mensaje de los Snakes.
—Me sorprende que tomara tanto tiempo.
—No están nada contentos.
Me eché a reír.
—¿En serio? Qué sorpresa.
—Ellos creen que tenemos sus drogas y las quieren de vuelta.
Eso, o a la chica. Cualquiera funciona para ellos. —Larkin se encogió de
hombros—. Ese es solo un intercambio que ellos ponen en la mesa para
nosotros. De otro modo, es todo sobre guerra.
—¿Cuál es tu plan?
—Nosotros no tenemos las drogas y ellos no conseguirán a la
chica, así que mataremos a los bastardos.
Asentí.
—No es un mal plan.
—La verdad es, Ford —dijo Larkin—. Esta es casi una situación
jodida que puedes manejar.
—Cierto.
—Así que voy seguir y a tratar de hace tu vida más fácil.
—¿Cómo es eso?
—Bueno, tienes una reunión con Jetter. —Alcé una ceja.
—¿Crees que él renunciará a las drogas?
—No lo creo. Pero estoy bastante seguro de que él tiene las
malditas cosas, sin embargo.
—¿Cuándo es la visita?
—Mañana. Una condición, sin embargo.
—¿Qué?
—Caralee tiene que venir.
Lo fulmino con la mirada.
—De ninguna manera.
Levantó sus manos.
—Esa fue su única condición. Dijo que podemos establecer la
reunión en cualquier lugar dónde queramos, solo que la chica tiene que
venir.
—¿Por qué?
—No lo dijo.
—Joder. —Sacudí mi cabeza. No había manera en que pudiera
ponerla en peligro otra vez, no después de prometerme a mí mismo que
nunca lo haría de nuevo—. No puedo traerla.
—Escucha, Ford —comentó lentamente—. No quiero a la chica
herida, así que tengo un plan para asegurarnos de que eso no pase.
—No puedo traerla. No después de lo que hice, arrastrándola a
una emboscada.
—Vas a tener que hacerlo, hijo. Esta es una orden del consejo. —
Lo miré fijamente en silencio durante un largo tiempo.
Esto era lo que venía en cada vida de motero. Tu lealtad al club se
levantaría contra tu lealtad contra todo lo demás, y tenías que descubrir
rápidamente qué clase de hombre eras. Nunca traicionaría a mi club,
pero tampoco traicionaría a Caralee.
Creía en Larkin cuando decía que tenían una manera de tratar de
mantenerla a salvo durante la reunión. Pero incluso con eso en su
lugar, no estaba seguro de que fuera un buen movimiento. Entendía
que era necesario encontrarnos con Jetter para tratar de conseguir las
drogas de vuelta. Necesitábamos sentarnos en la mesa de negociación
con los Snakes antes de que nuestros clubs se destruyeran el uno al
otro y no quedara nada.
Jetter sostenía la llave de esa negociación y Caralee era la llave de
Jetter.
Todo estaba jodido. Y más vidas estaban en riesgo además de la
de Caralee y la mía. Toda la maldita sede estaba en peligro debido a
ella. Yo tenía una buena mano en ello, una responsabilidad por ver a
nuestro club por todo este puto desastre.
La lealtad a tu club por encima de todo lo demás.
Excepto que Caralee era una parte de mi club ahora.
Asentí hacia Larkin.
—Cuéntame tu plan.
Empezó a hablar, y yo escuché, tratando de mantener las ideas de
guerra en mi mente a raya.
Capítulo 27
Traducido por Bella’
Corregido por indiehope

Caralee
Ford me miró frunciendo el ceño.
—No tienes que hacer esto, Caralee.
—Sí, tengo que hacerlo.
Miré afuera, hacia el sitio de construcción, mariposas
revolotearon en mi estómago. Ayer, Ford había regresado de la casa
club y me había explicado el plan de Larkin. Al principio no estaba
segura, pero entre más pensaba en ello, entre más pensaba en cómo yo
había metido a todo su club en una guerra en la que no tenían nada
que ver, más sabía que tenía que hacer lo que pudiera para ayudar.
Incluso si era actuando como un señuelo.
Ford por su parte, dijo que era mi decisión. Dijo que nunca me
metería en peligro de nuevo, que nunca me obligaría a hacer algo que
no quisiera hacer. Yo le creía, pero también sabía que su club
necesitaba esto de mí.
Así que dije que lo haría. Incluso cuando él me advirtió contra
ello, pidiéndome que lo reconsiderara, sabía que era lo correcto por
hacer.
Lo cual fue fácil al principio. Pero estando de pie, en este sitio de
construcción al día siguiente, me hizo darme cuenta cuán lejos de mi
alcance estaba.
—Vamos —gruñó Ford.
Nos dirigimos hacia adelante, al lugar donde el trato iba a
realizarse. Clutch, Spoil, Noble, Thade y Larkin caminaron todos con
nosotros, llevando armas pesadas.
Adelante, vimos a Jetter y su gente. Ellos estaban de pie cerca de
sus motos, pero no estaban muy armados. Jetter estaba allí, junto con
su enano calvo, además de algunos otros miembros del club. No
reconocí a ninguno de ellos.
No nos detuvimos muy lejos.
—Es bueno verte, Larkin —gritó Jetter.
—Trajimos a la chica. Ahora hablemos de las drogas —dijo
Larkin.
—¿Nadie para una pequeña charla? —Se rio Jetter. Hizo un gesto
a uno de sus chicos y el hombre trajo un maletín—. Tengo las drogas
justo aquí.
—¿Qué quieres por ellas?
—Dinero.
—¿Cuánto?
—Treinta grandes. —Larkin se echó a reír.
—Todos sabemos que el valor en las calles de toda esa heroína es
casi diez. ¿Quieres tres veces eso?
—Sabes que no se trata más del valor en las calles. Quieres este
cargamento para probar que la chica no lo robó. Lo entiendo.
—Treinta grandes es demasiado. Quince.
Jetter se rio.
—Esto no es una negociación. El precio es de treinta. Si quieres
las drogas, paga el precio. —Todo el tiempo que Jetter habló, estaba
mirando directamente hacia mí. Era escalofriante, totalmente
desconcertante. No tenía idea de lo que estaba haciendo aquí o por qué
él me había requerido, ya que todo lo que estaba haciendo era hablar
sobre vender las drogas. Y aun así no pararba de mirarme. Tuve una
aterradora sensación recorriendo mi columna.
—Hablaremos de ello —expuso Larkin y luego se volvió hacia el
grupo—. ¿Y bien? —preguntó suavemente. Los Rebels estaban lo
suficiente lejos así que no escucharían.
—Se siente raro —dijo Ford—. ¿Por qué quería que Caralee
viniera?
—Sí, parece confuso —dijo Clutch.
—Treinta es demasiado —añadió Spoil.
Larkin asintió.
—Casi como si realmente no quisiera vender.
—¿Entonces qué es esto? —preguntó Ford.
El sonido de un motor rugiendo respondió su pregunta. Todos
levantamos la vista y vimos una enorme camioneta blindada pasando la
esquina del sitio de construcción, disparando directamente hacia
nosotros.
—¿Qué demonios? —gritó Larkin.
Pero los Rebels ya se estaban moviendo. No estaban disparando,
pero estaban subiendo a sus motos. Jetter sonrió hacia mí una última
vez antes que ellos comenzaran a retirarse.
—No disparen —dijo Larkin cuando Cluth y Spoil estaban listos
para disparar.
El auto blindado se mantuvo disparando hacia nosotros. Los
Rebels salieron del camino cuando el auto giró y se detuvo en seco a
casi diez pasos frente a nosotros.
—¡Corran! —ordenó Larkin.
Nos dispersamos, y justo a tiempo las puertas de la camioneta se
abrieron de golpe, un grupo de Rebels saltaron fuera, armados hasta los
dientes.
Mi mundo explotó en disparos.
El sonido se arrastró a través de mí, sacudiendo mis huesos. Ford
me agarró y tiró a un lado, a un gran tubo de desagüe de concreto. Los
otros encontraron su propia cubierta y empezaron a regresar los
disparos hacia el auto.
Observé cuando Larkin quitó el pasador a una granada y la lanzó.
En lugar de explotar, humo rojo se precipitó de ella.
Entonces los verdaderos disparos comenzaron.
El plan de Larkin era simple. Él había asumido que Jetter iba a
entrar a esto un poco demasiado confiado, que haría algún tipo de
película dramática. La noche anterior, Larkin había puesto a un grupo
de los miembros de los Demons alrededor de la propiedad, y el humo
era su señal para atacar.
Los hombres salieron de sus escondites. Los Rebels se volvieron
para usar su auto blindado como cubierta, pero ellos estaban siendo
superados en número. Larkin salió apresuradamente a campo abierto.
—¡Detengan las motos! —gritó.
Ford me agarró e hicimos una carrera mientras los otros Rebels
eran arrinconados. Ford me subió a la parte trasera de su moto y montó
al frente. Clutch y Spoil se nos unieron cuando arrancamos pasando al
auto blindado, montando rápido tras Jetter. Clutch y Spoil fueron al
frente, liderando el camino, mientras que Ford y yo nos plantamos
detrás.
Yo no pensaba, no podía pensar. Solamente era la oportunidad y
lo que pasara. El sonido de disparos se hundieron a lo lejos cuando
atrapamos un vistazo de Jetter y su banda justo adelante.
Corrimos tras ellos, pasando luces rojas, zigzagueando por el
tráfico. Ellos estaban adelante y no estaban ganando, pero ellos
tampoco estaban yéndose. Todo lo que necesitábamos hacer era
seguirlos. Nosotros estábamos claramente mejor armados que ellos,
aunque éramos minoría.
A la cabeza, los Rebels se acercaban a alcanzar el puente. Sabía
que si eso sucedía, los perderíamos.
De repente, desde una calle, cinco motos más se arrastraron a la
persecución, casi embistiendo a los Rebels.
Mi corazón se disparó cuando vi la insignia en sus espaldas:
Demons MC.
Los Rebels se alejaron del puente en un intento de escapar de los
Demons. Nosotros mantuvimos el ritmo, pero el otro grupo estaba justo
en los talones de los Rebels. Los escuché comenzar a intercambiar
disparos de atrás adelante.
De pronto, Jetter miró atrás, hacia mí. Juro que hicimos contacto
visual. Un segundo después, lanzó el maletín a un lado, dejándolo
dispersarse sobre el pavimento.
Los chicos al frente maldijeron y luego se detuvieron, yendo por el
maletín. Los Rebels aceleraron mientras los Demons recogían las
drogas. Estacionamos a un lado del camino. Thade sonrió hacia
nosotros, sosteniendo abierto el maletín.
—Tengo la mierda, como ordenaron —dijo.
—Dejaste escapar a Jetter —indicó Ford enojado.
—Las órdenes fueron conseguir el maletín. Larkin quería que los
dejáramos ir de ser posible.
—¿Por qué?
Thade se encogió de hombros.
—Mierda si lo sé. Solo sigo órdenes.
Ford pateó la barandilla, molesto.
—Joder —chilló—. Que se joda ese bastardo.
—Vamos —le dije—. Deberíamos regresar.
Asintió, gruñendo. Regresamos a su moto y nos fuimos,
dirigiéndonos de regreso hacia el sitio en construcción.
El sonido de los disparos había terminado para el momento que
regresamos allí. Lo que quedó de los Rebels estaba siendo cargado en
su auto blindado, aunque parecía que ninguno de ellos había
sobrevivido. Ford estacionó su moto y encontró a Larkin dirigiendo la
actividad.
—¿Qué mierda, viejo? —rugió hacia él—. Dejaste escapar a Jetter.
—Cuidado, Ford —le advirtió.
—Le ordenaste a los chicos no ir tras él.
—Sí —dijo, poniéndose en la cara de Ford. Ellos estaban a la
misma altura, y yo nunca había visto a Larkin tan enojado antes. Pero
tenía que admitir, era bastante intimidante—. No necesitamos a todos
siendo arrestados.
—A la mierda eso —dijo Ford—. Jetter debería morir por esto.
—¿Conseguimos las drogas?
—Sí, las tenemos.
—Eso será suficiente para que los Snakes vayan por él —expresó
Larkin.
Ford respiró profundo y retrocedió.
—¿Qué pasó? —preguntó.
—Matamos a los hijos de puta. —Larkin se encogió de hombros—.
Supongo que Jetter trataba de atrapar a la chica, fue un poco
demasiado confiado.
—Joder —dijo Ford—. Sabía que ella no debería haber venido.
Larkin puso su mano sobre el hombro de Ford.
—Relájate, hermano. Ganamos hoy.
—No se siente así. Se siente como si hubiésemos dejado a un
jodido pedazo de mierda vivo.
—Regresa a la casa club —le ordenó Larkin—. Te encontraremos
allí, reunión más tarde. —Larkin dio la vuelta y se dirigió a los
miembros de los Demons que estaban ocupados limpiando la escena—.
Apúrense —gritó—. Los policías no permanecerán lejos por siempre.
Ford caminó de regreso hacia a mí y me tomó de la mano. Me
arrastró de vuelta a su moto.
—Ford —dije.
—Está bien —gruñó—. Estamos bien.
Nos subimos a su moto y nos pusimos en marcha, dirigiéndonos
de vuelta a la casa club.
Mientras íbamos, apenas podía creer lo que había visto. Apenas
podía creer que había observado a hombres disparar rifles los unos a
los otros, la violencia, el terror. Sabía que había una posibilidad,
especialmente cuando Ford me había contado que el plan de Larkin
básicamente era emboscar a Jetter si algo pasaba. Pero todo pasó tan
rápido, apenas tuve tiempo para pensar.
Y todo el tiempo, Ford me mantuvo cerca. Realmente nunca creí
que estuviese en cualquier peligro real, a pesar de las balas volando.
Fue una locura, lo más intenso que he visto en mi vida.
Pronto llegamos de nuevo a la casa club. Ford estacionó la moto y
fuimos adentro. Fuimos directo al bar, y Ford nos sirvió dos tragos.
—Por sobrevivir —dijo, chocando mi vaso.
—Eso fue una locura —le dije.
—Eso fue la guerra.
Asentí, insegura de qué más decir. Todo pasaba tan rápido,
apenas podía seguir el paso. Lo único que tenía para aferrarme era
Ford, y aún esperaba a que desapareciera.
Estaba viviendo sobre arena movediza, tratando de aguantar.
Capítulo 28
Traducido por Bella’
Corregido por indiehope

Ford
Tomé mi whisky de golpe y me serví otro.
No podía creer lo enojado que estaba. Larkin dejando ir a Jetter
era pura mierda, el peor tipo de cobardía. No podía decir si Larkin
quería esta guerra o si él quería ser una perra y chupar la polla de
nuestros enemigos.
Caralee estaba en silencio, pero yo estaba demasiado molesto
para hacer algo sobre ello. Ella justo había pasado por algo de lo que no
muchos chicos eran testigos, un verdadero enfrentamiento y una
persecución en motocicleta. Que no fuésemos todos arrestados y
puestos en prisión era un maldito milagro.
En realidad, fue porque habíamos sobornado a la policía.
Pero aun así, toda la condenada cosa era demencial.
Y cuando tragué de golpe mi segundo whisky mi teléfono comenzó
a vibrar.
Lo agarré, asumiendo que era Larkin.
—¿Sí? —dije, alejándome de Caralee.
—Hola ahí, Ford.
Me detuve de golpe.
—¿Jetter?
—El único. ¿Cómo está nuestra chica?
—Tienes suerte de estar vivo, hijo de puta —gruñí.
—Tranquilo, Ford —expuso—. No hay necesidad de eso.
—¿Dónde estás?
—Sano y salvo, no gracias a ustedes bastardos. Tuve que
abandonar las drogas para escapar.
—Lo sé, pendejo. ¿Qué quieres?
—Solo una cosa, y luego habré terminado.
—Habla —le gruñí.
—¿Ella vale todo esto? ¿Esta chica vale que todos tus hermanos
mueran?
—Jódete.
—Dámela, Ford. Medio millón de dólares y mi eterna gratitud.
—¿Por qué la quieres?
—Para dársela a los Snakes, obviamente, para terminar con esto.
Sacudí mi cabeza.
—Eres una mierda despreciable. Si alguna vez te veo de nuevo, te
mataré. —Colgué el teléfono.
Caralee me miraba.
—¿Quién era?
—Jetter.
—¿Qué quería?
Negué con la cabeza.
—Vamos. —Me acerqué y tomé su mano.
—¿A dónde vamos? —preguntó.
—Solo vámonos. —La arrastré justo detrás de mí, sin pensar.
Yo solo necesitaba largarme de aquí. No sabía a dónde iba a ir o
por qué; solo necesitaba montar. Nos subimos a mi moto y me salí al
tráfico, volando a una cómoda velocidad. Entré a la autopista y solo
continué.
Sentía a Caralee sujetarse fuerte. Me encantaba sentirla en la
parte trasera de mi moto, tocando mi cuerpo, respirando cuando el
viento azotaba su cabello.
Pero ella era una maldita carga. Empujando a nuestro club a la
guerra, todo porque yo había insistido en hacerla mi mujer. Todo
porque yo haría cualquier cosa para mantenerla a salvo.
Tras media hora de conducir, estacioné en la carretera y me dirigí
por un sucio camino a un área de bosque. Sabía a dónde iba, aunque
no sabía por qué. Después de otros cuantos minutos de montar por el
lodoso camino, estacioné la moto a un lado y apagué el motor en un
pequeño claro.
—¿Dónde estamos? —me preguntó Caralee.
Bajamos de la moto.
—Un parque estatal justo a un lado de los límites de la ciudad.
—Es bonito.
Caminamos unos cuantos pasos hacia delante. Nos detuvimos, y
yo escuché su respiración profundizarse cuando miramos hacia un
barranco que cortaba el cruce del parque, una vista increíble extendida
frente a nosotros. El parque había levantado un corto mural al que nos
dirigimos y en el que nos apoyamos, mirando sobre éste la cubierta
forestal debajo.
—Es hermoso aquí —dijo Caralee.
—Un buen lugar para venir después de ver algo como lo de más
temprano. —Asintió, mordiendo su labio—. ¿Qué está mal? —le
pregunté.
—Simplemente sigo preguntándome —dijo en voz baja—, cómo
pasó todo esto, cómo traje todo esto sobre ustedes.
—No fuiste tú —dije—. Fue mi decisión.
—Tal vez —susurró—, pero yo vine a ti. No lo tendría que haber
hecho.
Solo gruñí.
—No importa ahora —le dije—. Pero eso no es todo lo que está
molestándote.
Se quedó en silencio por un minuto, mirando hacia el escenario.
Se sentía bien estar solo con ella, finalmente en jodida calma. Nadie
sabía dónde estábamos. Nadie vendría por nosotros. Nadie disparaba.
Solo nosotros dos.
—Sigo esperando a que te vayas de nuevo —expuso finalmente.
Incliné mi cabeza hacia ella.
—¿De nuevo?
—Recuerdas —dijo, sonando enojada—. Hace años. Tú
salvándome en tu moto, besándome y luego desapareciendo.
Me quedé mirándola, sorprendido.
—¿Eso es lo que ha estado molestándote?
—Me dejaste —indicó, incluso más enojada—. Tú desapareciste.
—Caralee —le dije—, me arrestaron al día siguiente.
—¿Qué?
Sonreí suavemente.
—Tu padre me buscó en mi trabajo, arrestándome. Dijo que entré
a una casa y robé, pero no lo hice.
—No.
—Fui a prisión por un tiempo. Ahí es donde me uní a los Demons,
de hecho.
—¿Por qué no me dijiste? ¿Por qué yo no lo sabía?
Me encogí de hombros, mirando hacia el bosque de nuevo.
—No creí que me necesitaras en tu vida. Lo estabas haciendo
bien. Te alejaste del pedazo de mierda de tu padre. Imaginé que no
necesitabas otro imbécil en tu vida.
—Ford —susurró—, fuiste a prisión por mí.
—Supongo.
Se quedó allí mirándome fijamente.
—Y no me lo dijiste en todo este tiempo.
—No creí que importara.
—Ford.
—Olvídalo —dije—. He estado arrastrándote por algo de mierda.
Llamándola incluso.
Se presionó contra mí y me besó duro. Sentí mi polla agitarse,
excitación precipitándose a través de mí.
Le devolví el beso igual de duro, listo para olvidar lo que había
pasado.
Ella era lo único que podría hacerme olvidar. Era el club por
encima de todo lo demás, pero Caralee era parte de mi club ahora. Ella
era mi mujer, y yo iba a protegerla. No sabía cuánto tiempo nuestro
matrimonio falso iba a durar, pero en tanto las palabras todavía
significaran algo, iba a honrarlas.
Lentamente nuestro beso se rompió.
—Tú, hombre estúpido —dijo sonriendo.
—Oye —gruñí—. No era necesario eso.
—Lo lamento. Pero eres tan estúpido.
—Soy conocido por mi polla, no por mi cerebro.
Me besó suavemente otra vez.
—Sí, lo eres.
—Sabes que esto no ha terminado todavía, ¿cierto?
—Lo sé.
—Pero en tanto estemos casados, te mantendré a salvo. Sabes
eso, ¿verdad?
—Lo sé. —Presionó su cabeza contra mi pecho—. Y no vas a
dejarme.
Me eché a reír.
—No puedo creer que eso es lo que te ha tenido tan preocupada.
Maldición, chica, desearía haber preguntado antes.
—Estúpido —susurró.
La abracé así, de pie sobre una perfecta vista.
El bosque se extendía debajo de nosotros, moviéndose en el
infinito, y solo seguí manteniéndola cerca, sintiendo su cuerpo,
sintiendo su respiración.
No había terminado, no aún. Nosotros teníamos las drogas, pero
los Snakes seguían tras ella.
Y quién sabía lo que deparaba el futuro. Quién sabía dónde
estaríamos o qué haríamos.
Aunque no me importaba una mierda.
Yo era un soldado. Tenía mi club y mi coño, eso era todo lo que
necesitaba.
La abracé allí, mirando hacia el bosque, por tanto tiempo como
ella quisiera.
Capítulo 29
Traducido por Bella’
Corregido por Dai

Caralee
Estaba perdiéndome en el abrazo de Ford. Era tan gruñón y
hablaba sucio todo el tiempo, pero realmente se preocupaba por mí,
realmente me quería a salvo.
Y verdaderamente nunca me había dejado.
La revelación de que mi padre lo había arrestado seguía corriendo
por mi mente. Sabía que papá era un borracho y un bastardo, pero no
podía creer que pondría a un hombre inocente en prisión por meses sin
ningún problema.
Sentía como que estaba comenzando a entender a Ford. El
mundo le había dado mierda una y otra vez, y ahora estaba fuera para
tomar su propia venganza. Se había unido a los Demons y era un tipo
bastante duro debido a que no conocía otra manera de vivir.
Y eso fue lo que me atrajo de él. Vivía como sea que quería,
tomaba lo que sea que quería, hacía lo que sea que quería. Parte de mí
deseaba que yo pudiera vivir así, pero era difícil existir en un mundo
que quería que te conformaras todo el tiempo.
Ford no se conformaba. Ford hacía lo que quería.
Me estiré y toqué su rostro y atraje sus labios hacia mí. Sentí su
musculoso pecho, y un estremecimiento corrió a través de mí.
No se había ido. No había huido. Y él no lo haría otra vez.
Lo besé duro, dejando que mi lengua tocara la suya, mientras él
presionaba su cuerpo cerca del mío.
—Me pones tan condenadamente duro, chica —dijo cuando besó
mi cuello.
—Pruébalo.
Gruñó y tomó mi mano, guiándola hacia su dura polla. Agarré su
eje, sorprendida ante cuán duro estaba ya. Aunque no debería estar
sorprendida. El hombre era insaciable para mí, una máquina de follar,
sudor y semen. Podía sentir mi propio coño empapar mis bragas, y supe
que lo deseaba. No me importaba que estábamos en público, no me
importaba si alguien nos veía.
Lo besé duro de nuevo, acariciando su polla a través de sus
vaqueros. Gruñó y se estiró hacia mí, desabotonando mis pantalones
cortos y jalándolos hacia abajo. Jadeé cuando sus ásperos dedos
encontraron mi clítoris y comenzaron a acariciarme suavemente.
Pude sentir la brisa sobre mi piel cuando besó mi cuello y frotó mi
clítoris.
—Voy a follarte justo aquí —dijo—. Quiero que grites mi nombre
por todo el valle.
—Ford —dije sin aliento—, puedes hacer lo que quieras conmigo.
—Maldición, me encanta escuchar eso de ti. —Jaló mi pelo
ligeramente, inclinando mi cabeza hacia atrás y besando mi cuello. Sus
dedos se deslizaron dentro de mi coño, follándome lentamente, saliendo
y acariciando mi clítoris, de adelante hacia atrás.
Mi cabeza era todo un desastre de placer y deseo por él. Gemí
mientras continuaba trabajándome, dedos follándome y acariciando mi
clítoris. Traté de mantenerme erguida, traté de seguir acariciándolo,
pero apenas podía controlarme.
Retrocedí un paso con un jadeo, separándome. Entonces regresé
a él, desabrochando su cinturón y quitándole sus vaqueros. Se echó a
reír.
—¿Estás hambrienta de esta polla? —preguntó—. ¿Quieres
chupar mi polla aquí en la intemperie?
Me puse de rodillas.
—Quiero probarte —dije.
—Bien. Espero que alguien lo vea. Quiero que el mundo te vea
chupar mi gorda polla. Luces tan condenadamente sexy.
Bajé sus boxers y tomé la base de su gran polla, lentamente
acariciándolo.
—¿Te gusta mirarme chupándote? —le pregunté.
—Mi jodida cosa favorita en el mundo es mirar tus bonitos labios
envueltos alrededor de mi polla.
Deslicé su polla en mi boca y comencé a chuparlo, burlándome de
él con mi lengua, mirando hacia él. Me observaba chuparlo lentamente,
y yo mantuve el contacto de ojos. Empecé a masturbarlo con mi mano
libre, moviendo mi cabeza, tomando más y más de él en mi boca.
—Joder, chica —gruñó—. Esa boca es jodidamente increíble.
Estoy tan malditamente duro.
Seguí succionándolo así, tomándolo cada vez más abajo en mi
garganta hasta que toda su polla estaba en mi boca.
—Oh joder —dijo—. Santa mierda. Me encanta sentir mi polla
bajando por tu puta garganta.
Retrocedí y comencé a chuparlo más rápido, más duro. Deseaba
su sabor, su polla, sus gruñidos y gemidos. Quería que se sintiera tan
bien como yo lo hacía, deseaba su polla más de lo que él pensaba
posible.
Presionó mi cabeza hacia abajo, la perfecta cantidad de fuerza, y
comenzó a empujar en mi boca. Podía sentir la brisa y escuchar el
viento en los árboles mientras follaba mi rostro, y eso solamente me
volvió más salvaje.
—Dios, amo esta bonita boca —gruñó, deslizando su polla entre
mis labios—. ¿Cómo está ese coño? ¿Empapado para mí?
Gemí ligeramente en respuesta a su pregunta, y eso solamente lo
hizo presionar más profundo en mi garganta. Retrocedí, respirando
profundamente, masturbándolo con mi saliva, mirando hacia él. Sentí
fuego en mis venas, fuego y deseo corriendo a través de mí.
—Levántate —me ordenó. Me puse de pie, mis manos aun en su
polla.
Me arrastró de vuelta, dejando nuestros pantalones detrás. Me
sentó arriba, y me apoyé contra el manubrio mientras arrancaba mis
bragas, arrojándolas a los arbustos.
—No necesitarás más éstas —dijo—. No quiero que uses más
bragas. Solo tíralas.
—No puedo —dije—. Eso está tan mal.
Presionó sus dedos dentro de mí, jalando mi pelo.
—Puedes y lo harás, porque tu esposo está diciéndotelo.
Jadeé, gimiendo suavemente.
—Bien. Sí, lo prometo.
Se dejó caer de rodillas frente a mí y la moto, y comenzó a chupar
mi vagina. Gemí, asombrada de que seguía manteniendo la moto
derecha mientras me comía. Me encantaba la sensación del cuero
debajo de mí, sus fuertes manos sosteniendo mis caderas en su lugar, y
su lengua y boca chupando mi clítoris. Si no estaba tan empapada
como era posible antes, lo estaba en ese momento.
Apenas podía pensar. Solamente estaba Ford chupando mi coño,
lamiendo mi clítoris como un animal feroz y muerto de hambre. Él era
imparable cuando me trabajaba, y me volvía loca. Me encantaba tener
mi coño lamido mientras estaba sentada sobre una motocicleta; había
algo sobre el poder de las motos y la fuerza de Ford que realmente me
empuja al límite.
El deseo se desbordó a través de mí, llenando mis venas. Sus
manos me sostuvieron en el lugar, su lengua deslizándose dentro de mi
coño.
—Joder, me encanta tu sabor —gruñó—. Podría comer este coño
todo el maldito día.
—Mierda Ford —dije—. No puedo decirte que no.
—Jodidamente cierto que no puedes.
Volvió a comerme, su lengua deslizándose en mi interior y
saliendo, rodando hacia arriba a mi clítoris. Me succionó y lamió,
comiéndome rápido y duro, su sucia mirada extendiéndose sobre mi
cuerpo.
Y entonces retrocedió. Lo observé buscar en la bolsa de su asiento
antes de regresar con un condón.
Me quitó de la moto y me giró, separando mis piernas. Mi corazón
martilleaba en mi pecho cuando sostuvo la moto, mi rostro contra el
asiento.
Escuché la lámina desgarrarse. Rodó el condón a lo largo de su
longitud.
—Dime que quieres mi polla —dijo.
—La quiero —gemí.
—Ruega por ella.
—Por favor, Ford —dije, mi deseo aumentando—. Por favor. Folla
mi coño. Por favor fóllame. —Lo sentí agarrar mis caderas y lentamente
deslizar su polla profundamente dentro de mí.
Me quedé sin aliento cuando me llenó. Me asombraba de nuevo
cuán grande era y que yo fuera siquiera capaz de tomarlo.
—Mierda, chica —gruñó—. Este coño es tan apretado.
Se presionó a sí mismo más profundo dentro de mí, y yo me
agarré de la moto, sosteniéndome en el lugar. Comenzó a empujar
lentamente dentro y fuera, su mano se envolvió alrededor de mi pierna
y frotó mi clítoris.
—Mierda, Ford —jadeé—. Fóllame. Hazme gritar.
Gruñó y me jaló el pelo. Me quedé sin aliento y sentí sus labios
contra mi oreja.
—Cuidado con lo que pides.
Gemí cuando comenzó a follarme más duro, sus embestidas
profundas y fuertes.
—Quiero llenarte con mi semen —susurró en mi oído—. Quiero
hacerte sentir como nunca te has sentido antes. Agárrate de mi moto y
sostente fuerte, porque voy a follar tu coño hasta que no puedas
pensar.
Gemí, mi boca abierta, amando su sucia charla. Me sostuve de su
moto, mi culo arriba en el aire, mi cara contra el asiento cuando
comenzó a follarme más duro y profundo.
—Dios, amo este jodido coño apretado —dijo—. Quiero que todo el
maldito estado te escuche decir mi nombre. —Azotó mi trasero y yo
gemí.
—Ford —dije—, sigue follándome.
Me trabajó, embistiendo duro y fuerte. Él no tuvo misericordia de
mí cuando su polla me golpeaba. Apenas ponía contenerme, gemía con
absoluto y salvaje abandono. No había pensamiento en mi mente
además de él y más, él y más. Había algo sobre ser follada inclinada
sobre su motocicleta que me volvió loca, especialmente ser follada en la
intemperie.
Sus ásperos dedos y dura polla continuaron empujando en mí,
trabajando mi cuerpo, follándome duro. Comencé a empujar hacia
atrás, volviéndome salvaje por la excitación, sintiendo nada sino
absoluto placer corriendo a través de mí. El mundo fue completamente
olvidado. Solamente existía Ford, su polla y su moto.
—Vente para mí —me dijo, golpeando mi trasero—. Quiero que te
vengas para mí, hermoso y duro. Cubre mi maldita moto con tus jugos.
Gruñí, gimiendo fuertemente. Él azotó mi culo una vez más, tiró
mi pelo, susurró palabras sucias en mi oído. Todo mientras que me
follaba fuerte, embistiendo su gruesa polla profundo entre mis piernas,
llenando mi coño a rebosar.
Y supe que estaba cerca. Había estado cerca al segundo que
comenzó a lamer mi clítoris. Apenas podía contenerme con él, apenas
me mantenía a raya. Él tenía la habilidad de empujar mi cuerpo hasta
el límite, de empujarme a pasarlo y hacerme venir más duro que nada
que había sentido.
Y esta vez no fue diferente. Empujé mi rostro en el asiento de piel,
gimiendo su nombre una y otra vez.
—Yo adoro este coño —dijo—. Tu perfecto maldito apretado coño
me vuelve loco.
—Ford, estoy tan cerca. Por favor, estoy tan cerca.
—Vente para mí —indicó—. Vente para mí, esposa.
Me encorvé hacia atrás, rodándome mientras él embestía dentro
de mí, follándome duro, follándome más duro. Él era como una animal:
toda lujuria y sexo duro. Podía sentir el orgasmo construyéndose en mi
centro, sabía que estaba tan cerca, a centímetros.
Y él continuó embistiéndose, follándome duro. Me encantaba el
golpear de su mano contra mi culo desnudo, la picadura del aire
forestal, la sensación de su poderosa moto.
Todo ello me volvió loca. Mi vagina estaba tan húmeda, su polla
se deslizaba dentro y fuera, resbaladiza como el infierno. Me eché hacia
atrás, salvaje de placer, gimiendo fuerte, rogándole que siguiera
follándome.
Y entonces me golpeó como un tren. El orgasmo se arrastró a
través de mí, llevando mi mente lejos.
—Oh mi Dios, Ford —dije—. Oh joder, oh me vengo, oh, Ford,
Ford, fóllame, Ford.
—Así es, vente en mi gorda polla. Vente para tu jodido esposo —
dijo.
Y lo hice. Me vine duro, su polla llenado mi coño al tope mientras
yo trabajaba mis caderas, agarrada del frío acero de su moto, sintiendo
el cuero bajo mi cara.
Estaba jadeando, sudando, vibrando por el orgasmo mientras él
seguía follándome, trabajándose para llegar.
—Continua —rogué—. Quiero que te vengas. Lléname. Vente en
mí, Ford.
—Joder, chica, me encanta escucharte decir eso —gruñó—. Dios,
quiero llenarte, llenar tu apretado y bonito coño.
Me trabajó y yo moví mis caderas hacia atrás, trabajándolas,
rodándolas, ayudándolo. Deseaba que se viniera tan mal, lo necesitaba
casi tanto como necesitaba mi propio orgasmo.
Sus manos agarraron mis caderas mientras me follaba duro
contra su moto, profundo y duro.
—Maldición —gruñó, gimiendo—. Joder, voy a venirme.
Lo sentí moverse, sus embestidas volviéndose más insistentes,
más profundas, más rígidas. Tomé su sólida polla, encorvando mis
caderas hacia él, cuando se vino.
—Mierda —dijo, desacelerando y finalmente deteniéndose—.
Joder eres increíble.
Se alejó de mí y me volví, presionando mi cuerpo contra el suyo,
besándolo duro.
Yo zumbaba como loca, flotando de mi orgasmo, fuera de mi
mente por el placer y la dicha.
Envolvió sus brazos a mi alrededor, abrazándome, devolviéndome
el beso.
—Quiero hacer eso cada maldito día, chica.
—Tal vez no afuera cada vez —dije, riéndome.
—¿Temes que alguien vea? —me preguntó.
—Tal vez.
—Acabo de follar el apretado coño de Caralee —gritó, su voz
haciendo eco a través del bosque. Le golpeé el brazo, riéndome.
—¡Basta!
—¿Qué?, no estoy avergonzado de anunciarlo. Quiero que el
mundo sepa cuán deliciosa eres. —Sonreí y presioné mi rostro contra
su pecho.
Me abrazó así. No quería vestirme, no quería irme, pero sabía que
teníamos que hacerlo.
Eventualmente nos pusimos nuestros vaqueros, subimos a su
motocicleta, y regresamos al camino empolvado.
Me aferré a su pecho mientras acelerábamos por la carretera
juntos.
Capítulo 30
Traducido por ZombieQueen
Corregido por Bella’

Ford
Nada era mejor para mi cabeza que follar a Caralee. No había
nada en el mundo que pudiera quitarme el estrés como el coño de esa
mujer. No tenía idea cómo o por qué, pero era jodidamente increíble,
insaciable, húmeda y fantástica.
Nos dirigíamos de vuelta hacia la casa club. Me imaginé que sería
el lugar más seguro para estar por un tiempo después de los disparos, y
además, necesitaba tocar base con Larkin. Tenía que ver qué estaba
pasando.
Porque puede que hayamos estado cerca de terminar las cosas,
pero todavía teníamos algo de maldito trabajo por hacer.
Seguí pensando en Caralee todo el viaje de regreso. Podía sentirla
aferrada a mi cuerpo en la motocicleta, sus manos en mi pecho
mientras el viento pasaba. Era cada vez más sobre mantenerla a salvo,
más que ayudar a alguien que conocía de mi pasado.
Demonios, lo había sido siempre. Tenía que admitir que era más
que solo porque quería ayudarla.
Sentía algo por ella. Sentía algo que no pensé que alguna vez
sentiría. Tal vez siempre lo había sentido; quizás siempre estuvo allí,
incluso cuando era la chica de enfrente, la chica que no podía evitar
ver, la chica que quería conocer, pero que estaba demasiado ocupado
persiguiendo putas por toda la ciudad como para hacerlo.
La probé una vez y fui atrapado. Eso fue todo lo que tomó,
saborearla una vez y ya no pude sacarla de mi cabeza.
Caralee, mi esposa, mi mujer.
Atravesamos la ciudad y estacionamos afuera de Demon Nest. La
casa club parecía sorprendentemente vacía, especialmente teniendo en
cuenta lo que había sucedido más temprano.
Me bajé de la motocicleta y jalé a Caralee detrás de mí.
—Necesito encontrar a Larkin —le dije.
—De acuerdo —resondió ella—. Veo a Janine por allá.
Asentí y le di una mirada. Ella sonrió y se dirigió a sentarse con
Janine y Clutch en el bar.
Me acerqué a la parte de atrás y llamé a la puerta de Larkin.
—¡Largo! —gritó.
—Es Ford —dije.
Hubo una breve pausa.
—Pasa.
Abrí la puerta. Larkin me miró.
—Ahora mismo estamos hundidos en una mierda —dijo—. ¿Qué
pasa?
—La policía local es una mierda. Quieren algo más para ignorar lo
que ocurrió antes.
—Hijos de puta.
—Este es el tipo de mierda con el que lidias al ser el maldito
presidente —indicó—. ¿Qué puedo hacer por ti, Ford?
—Hablé con Jetter —le dije, sentándome.
Alzó una ceja.
—¿De verdad?
—Me llamó, quería darme medio millón por Caralee.
Larkin se rio.
—No puedo imaginar que Jetter tenga ese dinero.
—Sí, tampoco yo.
—Probablemente iba a robarte y vender a la chica a los Snakes.
—Obviamente dije que no.
Larkin asintió.
—Obviamente.
—Una cosa más, presi —dije—. Algo sobre estas drogas me está
molestando.
—¿Qué es?
—Bueno, ¿por qué los Snakes pasaron por tantos malditos
problemas solo por un maletín lleno? —Larkin se encogió de hombros.
—Tal vez sea una cuestión de honor. A ellos no les gusta ser
timados.
—Tal vez. Pero no empezarían una guerra por ello. —Hice una
pausa, frunciendo el ceño—. Quiero ver las cosas. —Larkin señaló con
la cabeza hacia la esquina de la habitación.
—Se mi maldito huésped de mierda.
Vi el maletín apoyado contra la pared y lo agarré. Lo abrí y miré
las drogas envueltas cuidadosamente en su plástico.
—Simplemente no tiene sentido —dije.
—Drogas. Eso es todo.
Saqué un cuchillo de mi cinturón y lo clavé en las drogas.
—Tal vez —murmuré.
—Cuidado —dijo Larkin—. Podríamos necesitar esa mierda.
Escarbé en la heroína, usando mi cuchillo para cavar en los
ladrillos. Estreché mis ojos mientras sentía algo, algo duro y pequeño,
como guijarros. Usé mis dedos.
—¿Qué estás haciendo? —gruñó Larkin—. Dije que tuvieras
cuidado. —Saqué mi mano y la abrí.
Oculto en el polvo había rocas pequeñas, casi transparentes.
Estaban perfectamente cortadas y reflejaron la luz.
Diamantes.
—Mira —dije, riendo. Levanté mi mano hacia Larkin.
—Bueno, jódeme —dijo—. Diamantes.
—Esto no era sobre las drogas. Se trataba de diamantes. —Me reí,
sacudiendo la cabeza.
—Joder —espetó—. Su proveedor debe haber estado pasando
algunos diamantes escondidos en la mierda, y los Rebels ni siquiera lo
sabían.
—Entonces, cuando trataron de arrancar a los Snakes, iniciaron
alguna mierda seria sin darse cuenta.
—Los Snakes creen que Caralee les robó diamantes, no solo
drogas. —Larkin sacudió la cabeza—. Eso explica mucho.
—Y Jetter no tenía ni idea de que probablemente tenía millones
de dólares de diamantes en su poder.
Larkin y yo nos miramos fijamente mientras la verdad se hundía
lentamente. Probablemente había un montón de diamantes escondidos
en el maletín, lo que significaba que había un montón de dinero sobre
mi regazo.
Dejé caer mi puño lleno de diamantes en el maletín y cerré la
tapa.
—Baja el maletín, hijo —gruñó Larkin.
Lo miré fijamente.
—Tenemos que devolverlo.
—Mierda, no —expresó—. Eso es mucho dinero para devolver a
nuestros rivales.
—No son nuestros rivales —dije—, y no lo necesitamos. Somos la
banda más grande y malvada del estado.
—Exacto. No devolvemos millones.
—Si lo guardamos, vendrán por nosotros. No se detendrán hasta
que todos nosotros estemos muertos o todos ellos estén muertos. Nos
destruiremos unos a otros.
—Eso es para que el consejo lo decida —indicó—. Baja el maletín
y mantén la boca cerrada.
Lo miré fijamente, una guerra lentamente rugiendo dentro de mí.
Si huía ahora, probablemente podría escaparme. Pero estaría huyendo
por el resto de mi vida. Caralee estaría a salvo, pero me habría ido.
Le prometí que no huiría de nuevo.
Pero si huía, podría salvarla, hacer las cosas bien.
Me puse de pie, sosteniendo el maletín. Larkin estaba tenso, listo
para correr, probablemente listo para dispararme.
Pensé en mis posibilidades, lo miré fijamente. Podía salir más
rápido de lo que él podía disparar, estaba seguro de ello.
Pero era mi club sobre todo. Siempre lo había sido, siempre lo
sería. Yo era un Demon por el resto de mi puta vida, y sería leal hasta
que muriera.
No podía salir huyendo de Caralee, y no podía alejarme de mi
club. Aunque eso salvaría a todos.
Puse el maletín en la silla.
Larkin se relajó.
—Voy a expresar tus preocupaciones al consejo —dijo.
—Hazlo.
—Vete.
Asentí, me giré y me fui.
Por un breve instante tuve la llave de todo en mis manos, la llave
de toda esta mierda. Había tenido millones de dólares en drogas y
diamantes, y decidí dejarlos.
No por mí. Si me escogía a mí, habría corrido y habría devuelto la
mierda solo para borrar el nombre de Caralee.
En cambio, elegí la lealtad al club, pero también lealtad a la
promesa que le había hecho.
Yo no huiría, no de ella, y no de mi club.
Capítulo 31
Traducido por Antoniettañ
Corregido por Lelu & Addictedread

Caralee
—¿Cómo es la vida de casada? —me preguntó Janine.
Clutch se rió y bebió su cerveza. Me encogí de hombros.
—Está bien —dije—. No es real, sin embargo.
—Lo suficientemente real apuesto —dijo Clutch—. ¿Han estado
follando como conejos?
Janine golpeó su brazo.
—Córtala, bruto.
—¿Qué? Simplemente estoy preguntando.
Sacudí mi cabeza.
—No, por supuesto que no.
—¿Por supuesto que no? —preguntó Janine—. Claro, lo que
digas.
—No es como Ford —refunfuñó Clutch—. No es como él en
absoluto.
—¿A qué te refieres?
Janine le dio una mirada a Clutch.
—Ya se lo dije.
—¿Le dijiste que Ford es un mujeriego? —Clucht rió—. Traidora.
—Ella necesitaba saber.
—Tal vez. —Clutch me miró—. Ford ha estado con cada coño de
esta mitad de Austin, tal vez la ciudad entera. ¿Quién sabe?
Asentí, sonrojándome. Pensar en él teniendo sexo con otra chica
hacía estallar mis celos con locura, pero no tenía ningún reclamo real
sobre él.
—Está bien —expresé—. No importa.
—Supongo que ahora no —dijo Clutch—. Él nunca se casó con
una de ellas. De hecho, nunca quiso más que una sola noche. —Rugió
con risa de nuevo.
Janine volteó sus ojos.
—Ignóralo, cariño —expresó ella—. ¿Cómo han estado las cosas,
en serio?
—Bien —dije—. Estresantes, obviamente. Muchas cosas están
pasando.
Ella asintió.
—No sé todos los detalles, pero escuché que es una locura.
—Y no necesitas saber —gruñó Clutch.
Janine le dio una mirada sarcástica.
—Asuntos del club, lo sé —espetó.
Me reí, sacudiendo mi cabeza. Nunca antes había notado el cariño
genuino entre Clutch y Janine, pero definitivamente estaba ahí. Ni
siquiera estaba segura de que alguno de ellos lo hubiera notado todavía.
Tal vez lo harían.
Tomé un gin tonic y me senté, todavía flotando en el aire por el
sexo con Ford más temprano. El ataque de la mañana estaba
desvaneciéndose de mi memoria, aunque el miedo todavía persistía en
los bordes de mi mente.
De todas formas, había algo más ahí empujando todo lo demás
lejos. Había un sentimiento que creía que se había ido hace tiempo
atrás, un sentimiento enterrado hace mucho.
Ford me lo dio. Ford me hizo flotar, me hizo sentir adecuada,
segura, bien. Me di cuenta en ese momento que había estado esperando
a que Ford regresara durante tanto tiempo, a que el hombre en la moto
finalmente regresara y me alejara de todo lo de lo que estaba tratando
de alejarme.
Mi tiempo con Rod simplemente era un comodín para Ford.
Odiaba admitir eso, pero Rod nunca me hizo sentir de la forma en que
Ford lo hacía. Rod era un buen chico, un buen amigo, pero no lo
amaba.
No lo amaba como amaba a Ford.
El pensamiento me golpeó como un rayo.
Estaba enamorada de Ford Cook. Estaba enamorada de mi
esposo, mi rudo esposo motociclista.
—Caralee.
Levanté la mirada, sorprendida. Ford estaba sonriéndome.
—Oh. Hola.
—¿Estás bien?
—Seguro. Estoy bien. —Podía decir que me estaba sonrojando, así
que lo cubrí tomando un sorbo de mi bebida.
Esperaba que no pudiera leer mi mente, porque sabía que si él
supiera cómo me sentía, probablemente saldría corriendo gritando.
Ford no parecía del tipo enamorado.
Sin embargo, lo sentía. Y no era solamente el sexo; era todo. Él
era fuerte, decidido, atractivo, depredador, generoso, divertido cuando
quería serlo, y sobre todo, era él mismo.
Ford se sentó a mi lado. TomTom estaba atendiendo el bar de
nuevo, y le dio una cerveza a Ford.
—¿Cómo está todo allá? —le pregunté.
—Sí, ¿qué dijo el viejo? —añadió Clutch.
—Todo está bien —gruñó, pero podía decir que eso no era
exactamente cierto—. Se va a reunir con el consejo pronto para
averiguar nuestros próximos movimientos.
—Típico —dijo Clutch, sacudiendo su cabeza—. El consejo habla
y habla y nosotros nos vamos de aquí, listos para hacer el maldito
trabajo sucio.
—Alguien tiene que hacerlo —dijo Ford simplemente, sorbiendo
su cerveza.
Lo miré y podía decir que algo había pasado. Pero quería ocultarlo
de Clutch, por la razón que fuera.
Sonreí y puse mi mano en la pierna de Ford.
—Ven aquí —dije, y me levanté.
Me miró, una sonrisa malvada cruzando en su rostro.
—¿Tan pronto?
—Vamos.
Janine y Clutch se rieron mientras dirigía a Ford hacia los baños.
—No puedo decir que esté sorprendido de que ya quieras otra
probada —dijo él, agarrando mis caderas.
Lo alejé.
—Detén eso. Quiero saber qué pasó.
—Nada, como dije.
—Ford. Dime.
Suspiró.
—Bien, podría decirte la verdad.
Crucé mis brazos.
—¿Bien?
—Así que, aquí está la cosa. Nosotros creemos que los Rebels
estaban actuando como un mediador para algún cartel sudamericano.
Hace solo unos minutos encontré diamantes escondidos dentro de la
heroína, probablemente para los Snakes.
Asentí lentamente.
—Esa es la razón por la que querían tanto ese envío.
—Correcto. Tienen millones en ese maletín, y ellos pensaron que
tú los habías robado.
—Mierda —dije—. ¿Qué va a pasar?
—El consejo está decidiendo si vamos a regresar la maleta o no.
Lo miré.
—Así que básicamente, si ellos no regresan la maleta, va a haber
una guerra, ¿cierto?
—Una guerra de todo o nada —dijo él, ceñudo—. Quién sabe si
sobreviviremos.
Me presioné contra él.
—Lo superaremos.
—Caralee —empezó.
—Espera —dije—. Espera. Quiero decir algo.
Levanté la mirada y él asintió.
—¿Qué?
—Sé que realmente no soy tu esposa, pero estoy contenta de que
te casaras conmigo.
—Yo también.
—Probablemente no quieres escuchar esto, pero estoy empezando
a sentir cosas. —Me sonrojé y tuve que alejar la mirada. Me sentí tan
estúpida de repente. ¿Por qué no podía simplemente decir cómo me
sentía?—. Ya sabes, cosas que nunca deseé.
—También te amo, Carelee —dijo.
Mi corazón prácticamente se saltó un latido.
—¿Qué?
—Podemos detener los jodidos juegos. De todas formas todos
podríamos estar muertos pronto. —Me sostuvo más fuerte.
—Te amo —susurré.
Nos quedamos así en el lugar de la casa club de los Demons,
sosteniéndonos el uno al otro, con miedo de qué era lo que iba a pasar.
El final estaba llegando. El final de todo.
Y aun así mi corazón estaba lleno. Estaba hinchado con alegría,
amor y orgullo. Era la esposa de Ford. Era su mujer. Nunca lo había
querido ser, pero lo era.
Nada iba a alejar eso de mí.
Capítulo 32
Traducido por ZombieQueen
Corregido por Dai Alvarado

Ford
No había visto todo el poder de los Demons MC en un largo, largo
tiempo.
Teníamos alrededor de la mitad de nuestros miembros, todos en
equipo de batalla, alineados en filas. Larkin y el consejo completo
estaban allí, además de cada refuerzo que teníamos. Los únicos
hombres que quedaron atrás fueron los prospectos, los que estaban
fuera de la ciudad, y un pequeño grupo para proteger la casa club y
nuestras otras posesiones importantes.
El desierto se extendía a nuestro alrededor. Pensé brevemente en
Caralee, aunque sabía que estaba a salvo. La había dejado en la casa
club, y los hombres allí tenían órdenes estrictas de mantener el lugar
seguro, no importa qué. No estábamos descartando algún tipo de truco
o emboscada.
A través del valle, los Snakes cayeron sobre nosotros.
Tenían aproximadamente el mismo número que nosotros, aunque
su equipo no era tan bueno. Probablemente no dejaron tantos hombres
atrás, tampoco, ya que sabía que nuestras filas eran más abundantes
que las suyas.
Pero aun así, si llegábamos a una pelea, iba a ser un baño de
sangre. No había mucho que cubrir en el desierto, solo el ocasional
matorral y cactus para romper el monótono tramo de roca y tierra seca.
Los Snakes se detuvieron a cien metros y se bajaron de sus
motocicletas. Un pequeño grupo continuó avanzando, y Larkin miró a
su alrededor.
—Ford —gritó.
Me adelanté.
—Sí, presi.
—Conmigo.
Hubo algunos murmullos en la multitud. Normalmente, en una
reunión como esta solo hablaban los líderes. Tuve que admitir que me
sorprendió.
—Esta fue su pelea —gritó Larkin—. Ford se lo ganó. Vámonos.
Me encontré con él y otros dos miembros del consejo, Stonewall y
Trace. Larkin sostuvo el maletín; todos los demás tenían rifles
automáticos de alta potencia.
Caminamos hacia el grupo de Snakes que venía hacia nosotros.
Pronto, estábamos cara a cara con el enemigo.
Yo no sabía mucho sobre el líder de los Snakes. El nombre era
Trenton, y él era un bastardo gordo. Tenía una barba espesa y unos
penetrantes ojos azules. Los otros hombres eran más jóvenes y más
musculosos, pero Trenton era de lejos el más grande del grupo.
—Larkin —dijo Trenton—. Ha pasado un buen tiempo.
—Trenton. Perdiste peso.
Trenton se rio.
—Toda la maldita razón. Mi mujer me puso una dieta.
Larkin sonrió con su sonrisa espeluznante.
—Es bueno escucharlo.
—Entonces —comentó Trenton—. ¿Esos son nuestros productos?
—Lo son.
—Arrójalos y terminemos con esto.
—No tan rápido —dijo Larkin.
Trenton entrecerró los ojos.
Mi corazón palpitaba en mi pecho. Sabía lo que se suponía que
era el trato y sin embargo seguía nervioso. Era difícil no estarlo cuando
la única cosa entre tú y un puñado de hijos de puta violentos con
armas era el aire limpio.
—Pensé que ibas a devolver mis mercancías —señaló Trenton.
—Tenemos condiciones.
Él rio largo y fuerte y luego me miró.
—¿Es Ford? —preguntó.
Asentí.
—Ese soy yo.
—Ya veo. ¿Cómo está la chica, Ford?
—Ella no te robó.
Sonrió.
—Me importa un carajo. —Trenton miró a Larkin—. ¿Qué
quieres?
—Primero, la chica queda libre.
—Bien. De todos modos nunca nos preocupamos por la puta. —
Apreté mi mandíbula pero no dije nada.
—En segundo lugar —continuó Larkin—. Queremos terminar con
esta guerra.
Trenton extendió las manos.
—Eso, amigo mío, no va a suceder.
—Sabes que fueron los Rebels los que te jodieron, no nosotros.
—Lo sabemos —dijo Trenton.
—Solo estuvimos involucrados porque la chica vino a nosotros y
Ford aquí la reclamó.
—Lo sabemos.
—Entonces podemos terminar esto aquí y ahora.
—El problema es —explicó Trenton—, que mis muchachos están
locos por toda la sangre derramada.
—También perdimos hombres.
—Nosotros perdimos más —replicó Trenton.
—Tú viniste a nosotros —dijo Larkin, manteniendo la calma.
—Lo hicimos. Un desafortunado malentendido. Pero seguiste
adelante y mataste a más de nosotros y robaste parte de nuestro
equipo. ¿Planeas devolverlo?
Larkin sacudió la cabeza.
—No.
—A cambio de los diamantes —dijo Trenton—. Olvidaremos a la
chica.
—No es suficiente —indicó Larkin.
—También aplastaremos a los malditos Rebels. ¿Qué te parece?
Larkin frunció el ceño.
—¿Por qué me importa eso?
—Porque esa rata de mierda de Jetter va a intentar arruinar tu
grupo desde adentro. Hagamos una tregua temporal mientras
destruimos a los Rebels, y entonces veremos dónde estamos.
Larkin miró a Stonewall, quien asintió una vez.
—Bien. Tienes un trato.
Trenton asintió al hombre a su derecha. Dio un paso adelante.
Larkin le tiró el maletín. El hombre lo abrió y lo miró.
—Luce bien, jefe —dijo el hombre.
—Es bueno hacer negocios contigo —dijo Trenton.
—Buena suerte con los Rebels.
—No necesitaremos suerte. Estamos con ánimos de matar. —
Trenton sonrió maliciosamente, y luego los tres hombres se volvieron y
empezaron a alejarse.
Larkin me miró.
—¿Contento?
Me encogí de hombros.
—En realidad no, pero es mejor que nada.
—Malditos idiotas —gruñó Stonewall—. Los Rebels los debilitarán
y entonces haremos una paz real.
—Eso es probablemente lo que Trenton quiere —comentó Larkin
mientras caminábamos hacia nuestras líneas—. No puede parecer débil
delante de sus hombres, así que destruye a los Rebels, los pone
agradables y cansados, y luego se hace agradable con nosotros.
—Buen plan —gruñí.
—Veremos cómo funciona.
El viento del desierto barrió el valle mientras los Demons MC
subían a sus motocicletas.
Hubo un rugido del mismísimo diablo mientras poníamos
nuestras motocicletas en marcha.
Salimos en formación.
Éramos los Demons MC. Nadie jodía con nosotros, porque éramos
los más grandes y malvados. Tomábamos lo que queríamos.
Pero no éramos estúpidos. Hacemos tratos cuando tienen sentido.
Y ahora mismo, todo el mundo sabía que un acuerdo con los Snakes
tenía sentido antes de terminar matándonos completamente.
Sin embargo, la guerra no había terminado. Los Rebels serían
aplastados, pero de alguna manera sabía que nuestra parte en todo esto
no había terminado todavía.
Cuando volvíamos, mi mente estaba firmemente en mi mujer, en
Caralee. Ahora estaría a salvo. Estaría a salvo y podríamos averiguar
qué coño queríamos.
Aunque sabía lo que quería. Era lo mismo que había querido
desde el principio de todo, desde el mismo momento en que la vi entrar
en la maldita casa club esa primera noche loca.
Quería reclamarla. Quería hacerla mía.
Monté con mi club. Moriría por mi club.
Pero amaba a Caralee, y seguiría amándola mientras respirara.
Capítulo 33
Traducido por Florpincha
Corregido por Dai Alvarado

Caralee

Un año después…

Me senté en el porche, con los pies levantados y una taza de té


caliente en mis manos.
El bosque estaba tranquilo y me gustaba así. Desde que me mudé
a la cabaña, poco a poco había perdido mi gusto por la ciudad y me
encantaba estar en el espacio aislado cada vez más. Es cierto que
pasamos mucho tiempo en la casa club, pero eso era lo que significaba
ser la mujer de un miembro de los Demons MC.
Miré el anillo en mi dedo y sonreí. Apenas podía recordar cuándo
me habría encantado que ese anillo desapareciera. Seguimos diciendo
que vamos a divorciarnos y casarnos correctamente, pero ambos
sabemos que eso no va a suceder.
Porque de muchas maneras, la forma en que terminamos juntos
era perfecta. Era como se suponía que fuera, y no cambiaría mucho si
pudiera.
Tal vez alguna de las peores partes. Todavía pensaba con cariño
en Rod. Después de todo, nos unió a Ford y a mi.
Tomé un sorbo de té y suspiré. Echaba de menos el café, pero era
un pequeño precio a pagar. En realidad, me he perdido muchas cosas,
pero tenía que abstenerme.
El año pasado había sido una locura y maravilloso al mismo
tiempo. Había terminado mi carrera, sobre todo porque Ford había
insistido en ello. La guerra entre los Snakes y los Rebels había
continuado y continuaba, ya que su líder Jetter no había sido
capturado todavía. Aunque los Rebels estaban acabados para todos los
intentos y propósitos.
Lo que significaba que había susurros de problemas renovados
con los Snakes. Yo no sabía demasiado acerca de esto, pero había oído
que tenía que ver con las líneas de distribución de Sudamérica, algo
sobre contrabando de drogas y cosas por el estilo. Ford trató de
mantenerme alejada de la mayor parte, pero escuchaba cosas cuando
estaban en la casa club.
Sabía que la vida de Ford era peligrosa, pero eso era lo que amaba
de él. Viviendo en sus propios términos, se enfrentaba a cualquier reto
que se le presentaba con confianza.
Realmente envidiaba eso, aunque siempre decía que yo tenía mis
propios dones, cosas que él nunca podría hacer, no estaba segura de
eso.
Pero lo mejor de todo, era que, desde que me había mudado a la
cabaña, mi cuerpo había vuelto a funcionar una y otra vez, cada noche
que Ford estaba en casa. El hombre era un animal completamente
insaciable. No podía obtener suficiente de mí y no podía obtener
suficiente de él. Funcionaba de esa manera para nosotros, noche tras
noche de sexo que doblaba el cuerpo.
Mientras estaba sentada allí, el sonido de una motocicleta en la
distancia hizo que mi corazón se acelerara. Siempre me sentía así
cuando Ford regresaba a casa. Habíamos estado juntos por un tiempo,
pero ese sentimiento no se había desvanecido en absoluto.
Estaba completamente, profundamente, locamente enamorada de
él.
Vi como dobló la curva y estacionó su moto justo enfrente.
—Estás en casa temprano —dije.
—No podía estar lejos —dijo, sonriendo. Bajó de la moto—. ¿Cómo
está mi esposa?
—No lo sé. Le preguntaré a ella.
Él rio. Me puse de pie, poniendo mi taza en el suelo, y me arrastró
en un enorme abrazo. Me besó en el cuello, en los labios. Sonreí.
—¿Cómo te sientes hoy? —preguntó.
—Bien. No tienes que seguir preguntando.
Él rio.
—Escucha, mujer, tienes mi bebé creciendo dentro de ti ahora.
Voy a preguntar cuando quiera.
Me reí, sonriendo enormemente. Estaba empezando a mostrar un
pequeño bulto de bebé en mi estómago. Puso su mano sobre él, aunque
no podía sentir nada todavía.
Le besé los labios.
—Eres increíble —dije.
—Maldita sea, lo soy. —Se arrodilló frente a mí y me besó el
estómago—. Y mi bebé también va a ser increíble.
Me reí, sacudiendo la cabeza.
—Vamos, levántate.
Se puso de pie y me siguió adentro, golpeándome el culo. Me reí
cuando le agarré una cerveza. La abrió, riendo.
—Te traje algo.
—¿Oh si?
Sacó una pequeña caja de su chaqueta.
—Ford —dije, entrecerrando mis ojos.
—Espera. —Se dejó caer sobre una rodilla—. Escucha, Caralee.
Estoy enamorado de tu sexy culo embarazado. Te voy a amar duro,
áspero, y como quieras durante el tiempo que quieras. ¿Sé mi esposa?
Me reí.
—Sí. Por supuesto. —Tomé la caja y la abrí, jadeando—. ¡Ford!
Se levantó.
—¿Te gusta?
—¡Por supuesto que me gusta!
El anillo era perfecto. Era un anillo en forma de racimo, hecho de
pequeños diamantes perfectos. No tenía ni idea de cuánto había
costado, pero tenía que haber sido costoso. Me lo puse en el dedo, y
encajó perfectamente.
—¿Para qué es esto? —pregunté.
—Supuse que te gustaría un anillo de compromiso. Nunca
hicimos eso. —Sacudí mi cabeza y lo besé fuertemente.
Ford, mi hombre, mi motociclista agresivo. Mi esposo, el padre de
mi bebé. El hombre era duro como la roca cuando estaba con el club,
pero estaba empezando a suavizarse a lo largo de mi embarazo.
Pronto, sería solo otro padre, arrullando y riendo de todo lo que
su hijo hiciera.
Lo besé con fuerza mientras él envolvió sus brazos alrededor de
mí.
Nos paramos así en la cabaña, nuestra cabaña en el bosque,
nuestro pequeño pedazo de tierra. Ford tendría que construir una
extensión muy pronto, pero por ahora, estaba bien.
Todo estaba bien. El bebé, el hombre, la vida. Era más de lo que
podría haber imaginado todos esos meses atrás, mucho más de lo que
podría haber imaginado.
Era amor. Era una familia.
Yo era la novia del motociclista y siempre lo sería.
Él me besó y lo besé de nuevo, lo besé de nuevo, y otra vez, y otra
vez.

Fin.
Sobre B. B. Hamel.
Mis libros son caliente romances
contemporáneos, con heroínas
universitarias o recién graduadas, y
van desde hermanastros hasta
fantasías de multimillonarios y
luchadores tipo macho alfa. ¡Cada
libro es tomo único y siempre tienen un
final feliz!

¡Soy lectora, escritora y amante del romance desde hace mucho


tiempo! Escribir es mi sueño y mi pasión, y estoy muy emocionada de
compartir mis historias contigo. Como autor independiente, tu apoyo es
todo para mi. ¡Gracias por leer!

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