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EDITORES INDEPENDIENTES
ERA, MÉXICO ¡ LOM. CHILE ' TRILCE. URUGUAY
['.XALA PARTA, PAÍS VASCO-ESPAKA

Ilustración de tapa:
Fragm ento de la carta N“ 29 (UND)
Fotografías de solapa de contratapa:
Ju lio E. Payró (c. 1940) por Anatole Saderm an, gentileza de Alejandro Saderm an
J u a n Carlos Onetti, 1939 foto de pasaporte

Las cartas identificadas con la sigla UND son propiedad de University of Notre Dame,
Indiana.
Las cartas identificadas con la sigla GRI son propiedad de R esearch Library, The Getty
R esearch Institute, Los Angeles, California (Item #1-48, 990020)

© 2009, Herederos de J u a n Carlos Onetti

© 2009, Ediciones Trilce, U ruguay


ISBN 978-9974-32-512-8
© 2009, Ediciones Era, México
© 2009, LOM Ediciones, Chile
© 2009, Beatriz Viterbo Editora, Argentina

© LOM Ediciones
Prim era edición en Chile, 2009
I.S.B.N: 978-956-00-0078-1

Editorial LOM. Concha y Toro 23, Santiago


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Im preso en Santiago de Chile


Juan Carlos Onetti

Cartas de un joven escritor


correspondencia con Julio E. Payró

Edición crítica, estudio preliminary notas


Huso J. Verani

' BEATRI Z VI TERBO E DI TOR A


N O TA PREVIA

La correspondencia reunida en este libro —se se n ta y siete textos descono­


cidos e inéditos— fue enviada por J u a n Carlos Onetti (1909-1994) a Julio
E. Payró (1899-1971). distinguido historiador y crítico del arte m oderno.
Pintor y profesor universitario, a u to r de u n o s c u a re n ta libros, Payró fue
uno de los fundadores del Fondo Nacional de las Artes de Argentina, de
la carre ra de H istoria del Arte de la Facultad de Filosofía y Letras de la
U niversidad de B uenos Aires (UBA) y m iem bro de la Academia Nacional
de Bellas Artes. A p artir de 1972 el Instituto de Teoría e H istoria del Arte
de la UBA lleva s u nom bre. Educado en E uropa y egresado de la Acadé-
mie Royale des Beaux-Arts de Bélgica en 1920, regresa definitivam ente
a su país en 1927, al cabo de u n a ausencia de veinte años. Su prim er
m aestro fue Jo a q u ín Torres García, con quien estudió dibujo y p intura
en Barcelona a los nueve años, estableciendo con él u n a estrech a am is­
ta d después del regreso de am bos al Río de la Plata; m antuvo, asim ism o,
hondos lazos cu ltu rales con el ám bito artístico m ontevideano, al dar
regularm ente conferencias y dictar cursos universitarios e n el Uruguay.
Por su labor docente, la Universidad de la República lo nom bró Doctor
Honoris C au sa en 1949.
Las cartas de O netti a Payró, escritas a lo largo de veinte años (1937-
1957), se conservan en dos instituciones norteam ericanas: en la Research
Library del Getty Research Institute, Los Ángeles, California, y en la He-
sburgh Library de la University of Notre Dame, S outh Bend, Indiana. El
epistolario se reproduce aquí con la autorización de am bas instituciones.
En esta últim a institución, agradezco la continua colaboración de Ben­
jam in Panciera y, m uy especialm ente, de Scott Van Jacob. Corresponde
reconocer, asim ism o, a M aría Ana, Roberto y Jorge Payró, hijos de Julio,
cuyo testim onio me fue invalorable. Varias de m is d u d as fueron resueltas

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por Enrique Fierro, el memorioso. Deseo hacer público mi reconocim ien­
to a Rosario Peyrou por su aguda labor editorial. U na vez m ás, el lúcido
criterio y la colaboración de Kristine Ibsen h a n sido im prescindibles.
D orotea («Dolly») Muhr, viuda de Onetti, m erece u n reconocim iento
p articular por autorizarm e a d ar a conocer este valioso m aterial inédito de
uno de los m aestros de la narrativa en lengua española del siglo XX. A ella
va dedicada e sta edición, con mi m ás sincero agradecim iento y afecto.

H ugo J . V erani

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CARTAS DE UN JO V E N ESCRITOR

Yo escribo, n a d a m á s
O n etti

Una pasión compartida: arte, cine, literatura


Con frecuencia, las dedicatorias de libros revelan u n a complicidad poco
explícita y a m enudo privada. J u a n Carlos Onetti dedica su segunda novela,
Tierra de nadie (1941), «a Julio E. Payró»; y a partir de la segunda edición
(1965), a veinticuatro años de distancia, m antiene el homenaje, am plián­
dolo: «A Julio E. Payró, con reiterado ensañamiento». Sin embargo, poco o
n ad a se sabe acerca de u n a am istad entrañable;1 que sepamos, aparte de
la dedicatoria, Onetti m enciona sólo u n a vez a Payró, «muy querido por mí»,
en u n articulo sobre Horacio Quiroga, de 1987.2
Payró fue u n reconocido intelectual, académico, profesor, critico de
arte y viajero, de sólida formación hum anística, situado en las antípodas
de Onetti, el sedentario escritor, autodidacta y antiintelectual, que n u n c a
term inó secundaria. Es difícil im aginarse dos personas ta n radicalm ente
opuestas, tanto en su personalidad como en su obra cultural.
Roberto Pablo Payró, hijo de Julio, conoció a Onetti en 1942, en casa
de su padre. E ran años de firme am istad entre am bos b a sa d a en intereses
com unes, literatura, arte y cine. El joven Payró tenía ap en as diecisiete
años. Dos años después escribe u n a extraordinaria sem blanza: «Yo me
sentía m uy a gusto con Onetti» —recuerda— cuando p a sab a algunos m o­
m entos a solas con él o jugando al ajedrez, si su padre tard a b a en llegar.
El retrato que hace de am bos amigos m antiene u n a in u su a l frescura y
verosim ilitud testim onial:
Me interesaba el encuentro sutil entre dos personalidades bien marca­
das: el agente de Reuters, aparentemente frío, reservado, algo cínico y
provocador, insinuante, realista, despojado ya de ilusiones, excelente

1 Tom ás Alva Negri, Julio E. Payró, Buenos Aires: Ministerio de C u ltu ra y Educación,
1979, p. 45, reconoce brevem ente esta am istad: según el autor, Payró pintó u n retrato
«caricaturesco» de Onetti, que no h a sido localizado.
2 Onetti, «Hijo y padre de la selva», El País (Madrid), 20 febrero 1987, disponible en línea:
<http://w w w .elpais.eom /articulo/cultura/gU IR O G A /_ HORACIO/.

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y alerta observador del más mínimo gesto, en constante y prudente
Indagación de cada escena de la que fuera espectador, y el otro hom­
bre, algo mayor, presuntamente más extrovertido, más idealista, más
romántico, mejor informado, más didáctico, más expresivo, pero, por
todas esas causas, no menos burlón, vulnerable e indefinible.3
Onetti estuvo radicado en B uenos Aires d u ran te dos largos períodos
de su vida (1930-1934 y 1943-1955).4 Bien puede ser que gran p arte de
su biografía se m antenga e n terrad a en epistolarios o en crónicas d isp e r­
sas en am bas orillas del Río de la Plata. La larga etap a bonaerense, en
particular, h a quedado en la penum bra, b orrada por el terco silencio de
u n hom bre poco amigo de contar porm enores de su pasado, por su n a ­
tu raleza retraíd a y la obstinada defensa de su privacidad. Por ejemplo,
cuando Ornar Prego le p reg u n ta por su vida en B uenos Aires, le responde:
«Hacé como yo. Inventá. [...] Yo no te voy a desmentir».5
La correspondencia de Onetti dirigida a Payró deja la sensación de u n a
am istad fu n d ad a no sólo en u n afecto fraternal sino en u n a adm iración y
u n respeto m utuos. El intercam bio epistolar comienza hacia 1937, cuando
O netti tenía 28 años y vivía en Montevideo, au nque las prim eras cartas
se h a n extraviado.6 Es evidente que la am istad se inicia por lo m enos u n
año antes, en 1936, segón se indica en las dos c artas siguientes. Por esos
años, am bos visitaban a Jo a q u ín Torres García, que ha b ía retornado a su
ciudad n a ta l en 1934, a los se se n ta años —el m ism o año del retorno de
Onetti de su prim era estadía en B uenos Aires— y tal vez tra b a ra n am istad
en la casa o en el taller del m aestro constructivista. Onetti no solía fechar
s u s cartas, «porque no me da la gana», contesta al ser recrim inado por
Payró: las m isivas fueron d a ta d a s por éste, a veces aproxim adam ente, por
lo com ún con suficiente precisión. Prácticam ente, la correspondencia se
interrum pe en 1943, cuando Onetti vivía en Buenos Aires, excepto tres car-

3 Roberto Pablo Payró, «Para e sta noche y la breve am istad de Onetti con u n m uchacho
argentino», ensayo inédito escrito en 1944, que form ará parte de su s memorias. Roberto
Payró es hoy historiador.
4 Onetti empieza a trabajar en Reuter. Uruguay, el 23 de marzo de 1941 (carta 38). Suele
afirm arse que poco después, en 1941, se traslad a a Buenos Aires a trabajar en Reuter,
Argentina. Según la correspondencia, Onetti escribe desde Montevideo h a sta el 30 de
enero de 1943. La siguiente carta está fechada el 23 de noviembre de 1946. Es m uy
factible, entonces, que el año de su retorno a Buenos Aires sea 1943.
5 Ornar Prego, J u a n Carlos Onetti (Perfil d e un solitario). Montevideo: Ediciones Trilce,
1986, p. 10.
6 Lamentablemente, las cartas de Payró no existen; Onetti no guardaba la correspondencia
e incluso solia destruir su s propios manuscritos h asta que Dorotea Muhr, su cu arta y
definitiva esposa, comenzó a guardarlos en la década de los cincuenta.

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ta s tardías, fechadas en 1946, 1947 y 1955, las últim as conservadas. Sin
duda, fue u n a de las am istades m ás perdurables que h ay a tenido Onetti,
u n contacto epistolar y personal que se m antuvo a p esar de la distancia,
las ocupaciones diarias y el paso del tiempo, casi dos décadas.
Los vínculos afectivos y culturales que ligan a O netti con su correspon­
sal son realm ente sorprendentes; se establece u n a afinidad tem peram ental
ta n fuerte que supone p a ra el uruguayo u n lazo m uy poco com ún. Reite­
radam ente declara su aprecio personal y la adm iración que tiene por la
labor artística y cultural de Payró, infrecuente gesto en u n hom bre que
no era pródigo en elogios y le fastidiaban los intelectuales; m anifiesta
u n a espontánea y sincera alegría al recibir u n a carta y al enterarse de
que las su y as le g u stan a su amigo; reclam a m ás cartas, visitas, paseos,
vacaciones ju n to s, sen tarse a conversar o quedarse en silencio, a solas,
tom ando u n poco de café o whisky (con soda y sin hielo). «Me siento bien»,
dice Onetti, «pensando que u ste d me escu ch a y comprende». Las cartas
dejan la sensación de u n a complicidad secreta, de form as de se r similares,
a p esar de las diferencias entre ellos; «Vd. m e conoce», «Vd. comprende»,
«Vd. m e entiende», «¿Se entiende?», «Vd. y a lo sabe» son com odines h a ­
bituales en m isivas en las que a b u n d a n los sobreentendidos y, por lo
general, la falta de explicaciones. Por su capacidad de escuchar y anim ar
al joven corresponsal, de hacerlo e sta r bien consigo mismo, Payró parece
ser u n interlocutor ideal. La diferencia de edad (diez años) y de m adurez
cultural perm iten deducir que el joven escritor se acerca al catedrático
consagrado p a ra plantearle su s criterios y proyectos, su s ideas literarias y
artísticas, no en b u sc a de orientación, sino, m ás bien, de autoafirm ación,
de valorización como escritor.
En el período en que escribe la gran m ayoría de las cartas (1937-1943),
Onetti carece de oportunidades laborales dignas y de u n am biente propicio
p a ra desarrollarse como escritor. Fueron años precarios, de ap lastan te
pobreza y de ilusiones defraudadas. El «desamparo» económico en que
vive (carta 15) lo desanim a, por ser «incapaz de b a sta rse a sí mismo» (car­
ta 16), pero n u n c a pierde su sentido del hum or; cuando m ejora u n poco
su situación económica, con su trabajo en R euter en 1941, dice haber
«decidido aburguesarm e», y agrega, «compraré sombrero» (carta 39). La
falta de tiem po p a ra escribir y el desengaño que a carrea ser u n escritor
desconocido, define su vida tan to en Montevideo como en B uenos Aires.
Se ve obligado a escribir de modo apresurado —«a las patadas», dice, de
«manera casi desesperada» (carta 31)— p a ra concursar en certám enes
literarios por urgencias económicas. En algunas ocasiones, su estado de

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ánim o parece rem edar situaciones desarrolladas en su s obras, sentir m o­
m entos de desánim o «cuando est[á] en el pozo» (carta 36). Algunas frases
e stá n textualm ente enlazadas con s u s novelas: «pienso que acaso todo en
la vida sea u n colosal m alentendido, u n fabuloso conjunto de pequeños
y personales m alentendidos», dice en la ca rta 48. La frase m antiene la
fuerza evocativa de o tra s sim ilares —por ejemplo de La vida breve— que
revelan u n modo de ver el m undo som brío y sin ilusiones. La desventura
desafía la imaginación de Onetti, a tal punto que su narrativa se to rn a
u n gran conjuro contra las m iserias cotidianas, u n a m anera vicaria de
vivir inm erso en la ficción.
La correspondencia de O netti a Payró revela u n a pasión com partida
po r la c u ltu ra m oderna: no se recoge por u n mero afán arqueológico, sino
porque revela u n a doble vertiente poco conocida de Onetti. En prim er
lugar, las c a rta s m u estran a un joven escritor anhelante de am istad y
afecto, sorprendentem ente en tu siasta, confiado y expansivo, un gran lec­
tor y no sólo de novelas policiales, como solía decir. Son ca rtas pobladas
de referencias culturales, de juicios valorativos sobre m uchos libros y
películas, recom endaciones de lecturas (que hacía en francés y en inglés)
e incluso de reproches irónicos a su corresponsal, como si se sintiera
obligado a dem ostrar su s conocim ientos. A unque Onetti n u n c a buscó la
adm iración de otros, y m enos intercam biar elogios y alabanzas, las cartas
revelan que frecuentaba reuniones con escritores, exposiciones de arte y
actos públicos. E n la foto rescatad a del olvido se le ve ju n to a Jorge Luis
Borges, Rafael Alberti, Guillermo de Torre. Norali Lange, el pintor Emilio
Pettoruti, Payró y otros.
Sobresalen, ante todo, las reflexiones sobre litera tu ra y arte, de gran
utilidad p ara com prender m ejor la poética narrativ a de Onetti. En su
m ayoría, las c a rtas corresponden a s u s años formativos, cuando b u sc a
abrirse cam ino en am bas orillas del Río de la Plata, con u n a tenaz vo­
lu n tad de escribir, pero im paciente por la falta de resonancia de su obra;
a n te s de 1937, como es sabido, había publicado tre s cuentos en la p ren ­
s a argentina, que no m enciona ni parece recordar.7 En la prim era c a rta

7 Aunque en la actualidad es un lugar común referirse a esos tres cuentos (-Avenida


de Mayo-Diagonal-Aventda de Mayo-, -El obstáculo- y «El posible Baldl-), no hay que
olvidarse que el propio Onetti los mantiene en secreto y excluye de la primera reco­
pilación de su s relatos, ni se Informa de su existencia en Un sueño realizado y otros
cuentos (1951), de su s primeras colecciones de Cuentos completos (1967 y 1968) y
de su s presuntas Obras completas (1970). Fueron rescatados del olvido por Hugo J.
Verán!, -Los comienzos: tres cuentos de Onetti anteriores a El P o zo H lsp a m érica ,

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conservada expresa su desesperanza en su vida de escritor, «los períodos
de desánim o, en que fatiga p en sar y hacer sin eco en los demás». Onetti
fue poco conocido en círculos literarios tanto m ontevideanos como bonae­
renses, a causa, tal vez, de su falta de ambición, de su desinterés en el
m undillo cultural. Reiteradam ente depende de Payró como interm ediario
—frente a Eduardo Mallea en La Nación y a los colaboradores de Sur—,
p ara asegurarse de que s u s trabajos fueran recibidos en los m edios en
que aspiraba publicar; es decir, am bicionaba form ar parte de la élite de
la m odernidad argentina, paradójicam ente portavoz de la prosa bien re ­
dactada, «bien escrita», que tanto despreciaba. Es m ás: Payró es quien
entrega el m anuscrito de Tierra de nadie p a ra participar en el concurso
de Losada; y es m ás que factible que p usiera en contacto a O netti con la
editorial Poseidón, que publica Para e sta noche en 1943, donde el argentino
había editado el año anterior tre s libros sobre arte m oderno.
Las c artas constituyen u n testim onio de las dificultades de publicar
en Argentina, de la b ú sq u ed a constante de editores p a ra su obra, de
concursos literarios cuya rem uneración le perm itiera sobrevivir m ás
decorosam ente, de proyectos que no llegan a realizarse, de la incerti­
dum bre acerca de la publicación de u n libro suyo, posiblem ente Tiempo
de abrazar, y u n sinfin de frustrados intentos por darse a conocer, por
que se lea lo que escribe. A p esar de la falta de oportunidades p ara p u ­
blicar, no deja de escribir «todos los días, de Onetti a Onetti» (carta 51),
consciente del valor de su obra, posición asum ida sin jac tan c ia ni falsa
m odestia, au nque a veces el duendecillo de la vanidad asom a y desliza
frases, a m enudo como chiste o brom a, o como u n a su erte de reto tácito
y deliberado al corresponsal.
La vida de Onetti estuvo signada por la pasión de escribir, sin tem or
«a la pasajera incomprensión» (carta 21). Por u n a cualidad peculiar de su
tem peram ento, vivir y escribir equivalían a lo mismo. Parecía im pulsado
por u n deseo irrefrenable que se le im ponía de m anera instintiva, sin
dejarle o tra opción que escribir casi obsesivam ente, por u n a necesidad
vital, a la cual se entregaba «con total abandono» (carta 21). Se ab u rre
cuando deja de escribir. U na frase define su obsesión: «Las enorm es, ra ­
biosas ganas de escribir que tengo» (carta 36). Las palab ras em anan de

n" 2, diciembre 1972, pp. 27-34; y recopilados por prim era vez por Jorge Ruffinelli en
Tiempo de abrazar y los cuentos de 1933 a 1950, Montevideo; Arca, 1974. Consúltese,
al respecto, Ángel Rama, «Juan Carlos Onetti», Primeros cuentos de diez maestros lati­
noamericanos, Barcelona; Planeta, 1975, pp. 119-127.

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él con regularidad; en u n a c a rta declara que escribe mil p alabras por día;
en otra, son dos mil las p a la b ras que red acta diariam ente; en num erosas
ocasiones, insiste en que nació p a ra ser escritor. Las expresiones: «Yo
escribo», «Y escribo», «Escribo y escribo», «Yo escribo, n a d a más», por lo
com ún proclam adas como frases com pletas, se reiteran en u n a s veinte
cartas, especialm ente en las prim eras. Incluso parece disfrutar de su cali­
grafía, como si dibujara las letras p ausadam ente y sintiera u n indisoluble
vínculo con la escritura. Es evidente que desde su ju v en tu d p resentía
que su vocación literaria era u n a actividad excluyente, u n modo de vivir
sin sentido explicable, que aceptaba sin alternativa posible. E sta e n tre ­
ga total a la litera tu ra lo obliga a escribir bajo cualquier circunstancia,
por necesidad de hacerlo, único modo, p a ra Onetti, de ser u n verdadero
artista. Como pocos, vivió inm erso en la literatura, asu m id a como u n
destino o u n a fatalidad oscura. C uando se detiene en lo literario, las
ca rtas revelan el placer que siente en contar historias, de vivir anclado a
la escritu ra como ú n ica form a en darle sentido a su vida.8

«Yo soy un tipo sin relación con el mundo»


La vida cotidiana de Onetti no es m ás que u n a serie de fracasos, ru tin as
y desengaños. Su correspondencia revela el afán de com unicación de un
hom bre solitario y, a la vez, su incapacidad de establecer u n a relación
íntim a estable. D urante los años en que Onetti escribe estas ca rtas se
desintegra su segundo m atrim onio con M aría Ju lia , h e rm a n a de su pri­
m era esposa, M aría Amalia, y prim as h erm an as suyas. S us com entarios
a su s desacuerdos m atrim oniales son m uy reticentes, como lo fueron
siem pre cada vez que h ablaba de su vida íntim a; rechazaba de plano
contar intim idades que sólo d a b a a entender, por valorar su privacidad.
Apenas alude a su torm entoso itinerario matrim onial, m encionado a veces
de modo burlón, con sobreentendidos que el amigo entiende, otras veces
sólo de paso, al vuelo de plum a, con u n cierto distanciam iento desapasio­
nado. Sólo en u n a carta, del 11 de noviem bre de 1941, al referirse al fin
de su m atrim onio, transm ite su decisión con u n a im pasible natu ralid ad

8 Es evidente que hay algunos p u ntos de contacto entre las cartas a Payró y las colum nas
sem anales que Onetti escribió en las páginas de Marcha, de 1939 a 1941, en particular
«La piedra en el charco», escrita con el seudónim o de Periquito el Aguador, a la cual
me refiero m ás adelante. Recuérdese, como m uestra, su m uy citada definición de un
escritor: «escribirá porque sí, [...] porque es su vicio, su pasión y su desgracia», Marcha,
27 octubre 1939, p. 2.

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e indiferencia, dando la im presión de e sta r dispuesto a aceptarlo todo:
«Quiero decirle que no sufro. [...] Estoy invadido por u n a paz y lleno de
u n a fuerza como n u n c a me habían sido dadas» (carta 46); y llega a afirmar:
«estoy enam orado de M. J ., pero no tengo ni la m ás pequeña necesidad
de verla ni de decirle so long» (carta 52).
Poco después de la separación definitiva de M aría Julia, Onetti redacta
el conmovedor autorretrato de u n hom bre obsesivam ente encerrado en sí
mismo, desconectado del m undo en que vive y aparentem ente incapacitado
p a ra e n carar adversidades, que se refugia en lo acostum brado, escribir:
Yo soy un tipo sin relación con el mundo. El cerebro no me da para
entender de verdad lo que estoy viviendo, las gentes ni las cosas ni un
corno. Todo me resulta como entre sueños y no hay forma de despertar.
Toda mi comunicación con el mundo la establecía a través de ella y
perdida ella no hay caso, no hay ersatz. Esto me tiene mal; en conse­
cuencia, tengo que escribir y escribir y escribir. (Carta 52).
Estos ap u n tes íntim os tienen u n gran valor de verdad, de a u ste ra a u ­
tobiografía: «Vivo sin vivir en mí», dice en la c a rta 59, citando u n verso de
S an ta T eresa de Ávila, angustiado por situaciones que no sabe controlar,
por p a sa r períodos «de la m ás negra y asfixiante neurastenia» (carta 44).
En esos años, parece hab itar lugares de paso, direcciones transitorias que
va anotando en su s cartas. El radical aislam iento y el progresivo encie­
rro en sí mism o testim onian el profundo conflicto interior de u n hom bre
poco apto p a ra expresar su s sentim ientos. Según su s propias palabras,
sólo era feliz en medio del silencio de u n a playa soleada, leyendo, o por
la noche, escribiendo.
El escepticismo de Onetti m inaba toda posibilidad de acción social. En
el fondo, todo parecía serle indiferente y profesaba tener u n a «falta absoluta
de fe» en cualquier actividad hum ana. En u n a de las prim eras cartas, de­
clara: «... me está m adurando u n a cínica indiferencia nacida tiempo atrás»
(carta 7), arraigada incredulidad que va agudizándose con los años. Es que
su vida interior no arm onizaba con lo que lo rodeaba, u n a vida burguesa,
ru tinaria y mezquina, de hom bres «sin fe ni interés por su destino», como
escribe en el prefacio autocrítico de Tierra de nadie, concluyendo: «que no
se reproche al novelista haber encarado la p in tu ra de ese tipo hum ano con
igual espíritu de indiferencia». El pozo había sido el punto de partida de
u n a indiferencia moral que contam ina, en bu en a medida, gran parte de
su obra. Poco después, en u n a nota explicativa de Para esta noche, con­
fiesa que la finalidad de esta novela es «participar en dolores, angustias y
sufrim ientos ajenos», y que su escritura representa «un cínico intento de
liberación» de su desvinculación de causas nobles, por su actitud pasiva

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ante la vida. Por consiguiente, refugiarse en la creación literaria es, p ara
Onetti, la única form a de com partir los sufrim ientos hum anos, la única
redención posible.
La estética de Onetti es inseparable de su vida. Su incredulidad casi
ab so lu ta y la soledad afectiva y física que describe en s u s c artas cristali­
zan en u n relato m em orable. El pozo, que n a rra u n a serie de fracasos en
el amor, la am istad y la com unicación hum ana. La definición que hace
Onetti del relato, de esas «humildes cien paginitas», posee u n fuerte acento
personal: «es la historia de u n hom bre que vive solo y sueña» (carta 29)
com enta, p a ra recordarle el texto a Payró, que lo h ab ía leído en m a n u s­
crito. Cuando el libro se publica. Onetti escribe u n párrafo memorable.
Cito u n fragmento:
técnicamente, estilo y adornos, esto es un mamarracho. Creo que usted
sospecha que puedo hacerlo mejor. Pero siento aquí algo de aquello que
lAnatolel France llamaba belleza invisible: una cosa de comunicación,
brutal, sucia, espesa, lo que quiera, pero que me parece mil veces más
verdadera, más mía. más caliente, que todas las bellas cosas que pu­
diera escribir y que he escrito. Absuélvame. (Carta 30).
Onetti intuye la singularidad de El pozo, su radical renovación de la
narrativa hispanoam ericana de su tiempo. La idea de «escribir sin hacer
literatura», el rechazo del «escribir bien», o sea. el desprecio de la escritu ­
ra estetizante y discursiva, de la prosa carente de autenticidad interior,
tom an cuerpo con u n a intensidad no alcanzada por los narradores de
ese entonces. En u n a carta anterior había hecho este perspicaz com en­
tario: «No sé si es am ericanism o, pero me e stá dando n á u sea s el “escribir
bien”. Pienso en alguna m anera, otra, m ás despreocupada, m ás directa,
semi lunfarda, si me apuran» (carta 13). No hace otra cosa en El pozo,
u n relato (aparentem ente) sin fines estéticos ni literarios. La apasionada
búsqueda de u n a intim a verdad hace posible recobrar la intensidad de
la experiencia vivida. Y algo m ás: escribe El Pozo como u n a sucesión de
breves episodios, fragmentarios, en apariencia discontinuos, en u n a suerte
de «islas episódicas».9
E sta referencia a «islas» no es n a d a gratuita, sino u n a alusión a u n a
particularidad clave del pensam iento creativo de Onetti. En la prim era
ca rta m enciona u n a «islita», incluida en u n a obra que está escribiendo: en
la segunda le dice a Payró, «váyase a la isla y pinte»; en la tercera m enciona

9 Leo Pollmann, La nueua novela en Francia y en Hispanoamérica, Madrid: Gredos, 1971.


pp. 83-84.

18
nuevam ente las islas, e sta vez asociadas a la vida de Paul Gauguin. Por
u n lado, Onetti alude al intento frustrado de A ránzuru en Tierra de nadie,
que fan tasea con hu ir a Faruru, u n a isla en la Polinesia, paraíso p a ra su s
sueños. El nom bre de la isla proviene de u n a serie de grabados en m adera
de G auguin, Te Faruru, que en lengua m aorí significa «aquí se hace el
amor».10 Para Onetti, su deseo de vivir en u n a choza en el fin del m undo,
abandonado al arte en tierras rem otas, como hace G auguin en las islas
M arquesas, donde va en b u sc a de pureza y de paz, es tanto u n refugio
contra la m aterialidad de la sociedad b u rg u esa como u n a form a de vida
artística. Y parecía ser su ú n ica ambición: ten er u n a «casa en la arena»
en u n a playa ap a rtad a de la civilización, sin gente y sin tiem po.11
Onetti fue u n hom bre notorio por rehuir el contacto con la gente, incó­
modo en público, por timidez, cautela, apatía o por desinterés en conversar.
Sim plem ente le m olestaba tener que soportar a la gente. No era, como se
h a dicho, u n a im agen cultivada por él mismo, por no im portarle agradar,
salvo a u n pequeño grupo de amigos, sino u n sincero anhelo de proteger
su vida privada y perm anecer a salvo de introm isiones. No cabe d u d a de
que con el tiempo va aislándose m ás y m ás, elevando su idiosincrasia
a la condición de m anera de ser, perfeccionando ese autorretrato p a ra
librarse de los «latosos cam aradas intelectuales» (carta 34) y de visitas
inesperadas que interrum pían su soledad. Sólo pretendía que lo dejaran
en paz, echado en la cam a, leyendo o escribiendo.12*

Una poética d e la ficción


Pocos escritores h a n sido ta n reacios como Onetti a reflexionar sobre
tem as literarios. Entre su s trabajos de crítica literaria, las notas periodísti-

10 Mario de Micheli, Las vanguardias artísticas del siglo XX, Madrid: Alianza, 1979,
p. 54.
11 Por otra parte, F aru ru es u n embrión literario que eventualm ente desem boca en la
fundación de S an ta María, la ciudad ju n to al rio que habitan los soñadores onettianos,
u n espacio imaginario fundado por la escritura.
12 Onetti m antuvo siempre u n a autenticidad invariable. Mi prim er encuentro con él ocu­
rrió en julio de 1970, en su departam ento en el Barrio S u r montevideano; me recibió
incómodo por la presencia de u n intruso que presagiaba u n interrogatorio sobre su s
libros y. fiel a su modo de ser, me dijo, como defendiéndose, cuando mencioné que
hacia seis m eses que pretendia conocerlo: «Es que la gente no se da cu en ta que uno es
un solitario». Tenia fam a de ser u n hombre de trato difícil, intim idante. Sin embargo,
penetrada la m áscara h u ra ñ a y despectiva con que creaba u n distanciam lento, u n aire
de im penetrabilidad, había en él u n a entrañable conjunción de tern u ra, sencillez e
inteligencia.

19
pertenece al orden de lo n atu ral, de lo reconocible e inm ediato, adhesión
a la realidad, ajena, sin embargo, al concepto convencional de realismo.
La p in tu ra que Onetti aprecia revalida u n a noción no m im ética del
arte, un ideal constructivista, de realización artística. En La gitana dor­
m ida (1897) de Henri R ousseau, óleo reproducido en la carátu la del libro
de Roh (en la edición alem ana) y frente a la página titu lar (en s u versión
española), prevalece u n a inm ensidad intem poral. En el cuadro, hay u n a
m ujer dorm ida, con u n vestido blanco, con rayas de cuatro colores, te n ­
dida de frente sobre u n diván rojo en u n desierto nocturno, bajo la a te n ta
m irada de u n león rojizo: ju n to a ella hay u n cántaro y u n a m andolina: y
al fondo la luna, ilum inando u n a composición enigm ática e inquietante,
posiblemente onírica, ciertam ente im probable.14 La composición del cuadro
desconcierta por su falta de lógica. La extrañeza de La gitana dormida
em ana de u n a reorganización pictórica que incluye u n a m ujer, u n león,
la lu n a y objetos desplazados de s u s lugares habituales, sa tu ra d o s de
energía expresiva.
En la pintura posimpresionista, la combinación de elementos de u n modo
que no se ajusta a la realidad cotidiana responde a incitaciones subjetivas.
Se restablece u n a unidad imprevista entre opuestos, reconciliándose tiempo
y espacio, disposición visual esencial en la ru p tu ra definitiva con la tradición
pictórica.15 Esta dimensión arquitectónica del arte abre nuevas perspectivas
artísticas que atraen a escritores, como Onetti, en busca de formas creativas
m enos realistas y m ás alusivas, poéticas.
«A propósito de mi querido Gauguin» (carta 3). escribe Onetti con un
insospechado aprecio por u n a rtista que pertenecía a u n a tradición m uy
ap artad a. ¿Cómo com prender que G auguin sea el pintor preferido de
O netti? La fascinación del uruguayo por la vida av enturera del francés,
ya com entada, es poco o n a d a sorprendente. La predilección de G auguin
por el exotismo tem ático, por el intenso colorido de los paisajes ardientes
del trópico debería descartarlo sin m ayores consideraciones. Es posible
que la enigm ática expresividad de las m ujeres de Tahiti, que singulariza
a G auguin, le sugiera a Onetti u n a libertad espiritual en u n m undo sin
tensiones. Por otra parte, el uso del claroscuro en su p in tu ra crea u n cli­
m a espiritual, lleno de tristeza y de m isterio.16 Con respecto a u n cuadro

14 La gitana dorm ida se encuentra en el Museo de Arte Moderno de Nueva York y disponible
en línea: <http://w w w .m om a.org.>.
15 Elie Faure, Historia del arte. El arte moderno, II. Madrid: Alianza, 1976, pp. 233-234.
16 B ernard Dorival, Paul Gauguin; carnet d e Tahiti, citado por Giuseppe Marchiori, Gauguin,

22
de Gauguin, Mujer con fruto, que Payró tenía en su casa, dice Onetti: «Y
aventaja a las obras m aestras de Cézanne porque, dentro de u n orden
severo, hay allí toda la poesía que h a sta la lecha es posible poner en un
cuadro» (carta 3). Ton es García concuerda acerca de Gauguin: «su p intura
es m úsica y poesftr a la ve/ic'^Tal vez la genial sencillez del pintor francés
p a ra objetivar dram as interiores, p ara intensificar el poder evocador de las
figuras que pinta, resta u re los privilegios de la imaginación, esa poesía a
la que aluden O netti y Torres García, que im pacta a quienes saben ver,
a otros grandes creadores.
Al igual que Roh, Payró considera a Cézanne, ju n to a R ousseau, un
fundador de la p in tu ra m oderna.1718 Cézanne no hace u n a transcripción
fiel de u n a realidad dada, sino u n a transposición en form as y en colores
de los m ateriales aportados por ella, creando u n a pin tu ra que deslum ­
b ra por su fuerza expresiva: «El arte posim presionista es el prim ero en
ren u n ciar por principio a toda ilusión de realidad y en expresar su visión
de la vida m ediante la deliberada deform ación de los objetos naturales»,
pbserva Arnold H auser.1920A prim era vista no existe relación alguna entre
Cézanne y Onetti, como su p u estam en te no la había entre éste y G auguin.
No obstante, las afinidades del novelista con Cézanne p a re c e rrse r m uy
penetrantes. Onetti intuye las posibilidades creativas de u n a p in tu ra li­
berada de adornos y de artificios decorativos, de todo sentim entalism o, e
indiferente a fines m orales.90 Cézanne procede con independencia de un
criterio verista, incluso en s u s cuadros m ás cotidianos, retratos, paisajes
o n atu ralezas m uertas, aparentem ente realistas, pero investidos del po­
der de evocar sueños y revivir emociones. Desdeñoso de la verosim ilitud
imitativa, transform a lo que ve a su alrededor en u n a im agen m ental,
como observa Payró/21 Tal vez por eso, «el aspecto inacabado de los lienzos
de Cézanne»,22 que acostum braba om itir colores en s u s cuadros, repre­
sente u n a im prevista inserción de la poesía en la pintura. C uenta Roger
S h attu ck que Henri R ousseau, en u n a visita al taller de Cézanne, al ver

H auguin, Londres: Tham es and Hudson, 1968, p. 20.


17 Marcha. 22 septiem bre 1939, p. 2. Incluido en Testamento artístico. Montevideo: Biblio­
teca M archa. 1974, p. 60.
18 Julio E. Payró, El Aduanero Rousseau. Buenos Aires: Poseidón, 1944.
19 Arnold Hauser, Historia social de la literatura y el arte, vol. Ill, Madrid: G uadarram a,
1968, p. 277.
20 Elie Faure, ob. cit., p. 168..
21 Julio E. Payró, Cézanne, Gauguin, Van Gogh y Seurat, los héroes del color y su tiempo,
[1951] Buenos Aires: Editorial Nova, 1963, pp. 174-177.
22 Elle Faure, ob. cit., p. 157.

23
cuadros term inados y firmados, pero con u n a parte de la tela en blanco,
su p u estam en te dijo: «Me g u sta rla term inarlos».2324
La narrativa de Onetti —y la novela m oderna en general— suele omi­
tir detalles, dejar huecos en episodios cruciales, el equivalente de lo que
Cézanne hace en s u s lienzos, escam oteo de pinceladas y ocultam iento
de datos que aseguran la complicidad del observador y del lector. En
s u s n atu ralezas m uertas, Cézanne pinta objetos desde distintos pun to s
de vista, acentuando tanto la energía vital de las cosas como u n a visión
distorsionada de los contornos reales, cuya im portancia p a ra las genera­
ciones venideras, afirm a Faure, tal vez no sospechó jam á s.2-1
El lem a de Onetti parece ser. como dice en u n a ca rta con im par luci­
dez: «SIEM PRE HAY ALGO que no se dice» (carta 48), asi. con m ayúsculas,
como si gritara su revelación: es que. para Onetti. lo que verdaderam ente
im porta, el significado profundo de las acciones h u m anas, no se puede
decir, com unicar.
Onetti insiste en declarar su incapacidad p ara com prender el arte:
«y si no entiendo siento» (carta 62). Recuérdese que en la ca rta 3 Onetti
dice no ver claro la repercusión del arte en su narrativa. Ya en 1919,
Torres G arcía había observado: «Allí donde todos los hom bres ven cosas
concretas: u n libro, u n a flor, el a rtista ve cosas desconocidas, que no
podría nom brar».2526Mucho después, Onetti vuelve a tocar el a su n to en un
articulo, precisam ente, sobre el pintor constructivista. De paso, se refiere
a u n au to rretrato de Cézanne. que tenía colgado en su departam ento:
Nunca podré olvidar el autorretrato de Cézanne. L'homme à chapeau
melon, porque es una de esas cosas que nos enloquecen verdaderamente,
en la medida que trastornan todas las ideas preconcebidas que pudié­
ramos tener sobre el acto de pintar y de escribir. Por eso comprendo la
ligazón que. en Cézanne, Hemingway ve entre la pintura y la literatura.
Senti que el hombre que había pintado aquel autorretrato me estaba
enseñando algo indefinible, que yo podría aplicar a mi literatura.2®
La sensibilidad artística de O netti triunfa sobre su incapacidad de
exponer, con palabras, las virtudes estéticas de la p in tu ra que lo atrae.

23 Roger S hattuck, The Banquet Years, Nueva York: Random House, 1968, pp. 105 y
340,
24 Faure, ob. clt.. pp. 164 y 166; y Marisa Vescovo, Cézanne. Barcelona: Planeta-DeAgostini,
1998. pp. 38-39.
25 Joaquín Torres García. Escritos, ed. de Juan Fió. Montevideo: Arca, 1974, p. 30.
26 Onetti, •Infidencias sobre Torres García-, Mundo Hispánico, n" 326, mayo 1975. p. 13.
Subrayado suyo. Ernest Hemingway, en A moveable fe a s t (Nueva York: Scribner's, 1964,
p. 13). dice prácticamente lo mismo.
Por cierto, la figura de Torres García resulta emblemática; su magisterio
contribuye a que Onetti refine su entendim iento de la pintura. Y algo m ás
im portante: su concepto del arte, de p in tu ra sin tem a, sin anécdota, la
p in tu ra «sin literatura», que el pintor defiende en s u s ensayos, enriquece
el pensam iento literario onettiano.27 El asiduo trato entre ellos im pone en
Onetti m odos de ver y de sen tir las artes, a tal punto que es posible dis­
tinguir u n a relación n atu ral entre su s obras, especialm ente acerca de la
construcción del espacio urbano, trazado como u n a imagen no referencial,
rasgo fundam ental tanto de la narrativa de uno como de la pintura del otro.
Por otra parte, la invención de ciudades im aginarias, como, por ejemplo,
La ciudad sin nombre (1941), novela de Torres García, y, naturalm ente,
la ciudad de S an ta María, que nace en La vida breve (1950), tienen un
fundam ento com ún, u n vinculo no m eram ente literario.28 ,
En efecto, la pintura posim presionista estim ula la sensibilidad de O net­
ti. La m ultiplicidad de los planos narrativos (común tam bién al cine), la!
yuxtaposición y la sim ultaneidad de tram as paralelas, la interpenetración
del presente con el pasado y la espacialización del tiempo son m odalidades
creativas que Onetti aprecia en la p in tu ra e introduce en su narrativa,
adaptándolas a s u s propios fines artísticos.
El m undo novelesco de Onetti nace de u n sueño personal, del deseo de
trasplantar el entorno inm ediato a un espacio imaginario; así, por ejemplo,
la descripción de la ciudad de S anta María no es tom ada pasivam ente de la
vida cotidiana, del m undo real, sino que conform a u n lugar con su propia
historia, sin contornos precisos, fiel a u n a visión personal, antirrealista;
en otras palabras, e sas escenas s an m arian as pacientem ente construidas
adquieren u n poder evocador afín a u n a p in tu ra posim presionista. A su
vez. la serie de historias que Onetti cuenta, y u x tap u estas y entrelazadas
u n a s con otras, in sta u ra n u n a visión total, u n a arm onía som bría y arqui-
tecturada. sem ejante a u n a pin tu ra de Cézanne.29 Por o tra parte, el cruce
abrupto de incidentes, sin com entario alguno, deja traslu cir el placer de
«pintar» porm enores que no corresponden a móviles novelísticos sino a
u n efecto artístico. De la apreciación de la p in tu ra procede, asim ism o,
la m orosa descripción de gestos, (por ejemplo, las m anos de u n hom bre

27 Joaquin Torres García, «La p in tu ra contemporánea», Marcha. n° 43, 19 abril 1940.


Citado en Testamento artístico, p. 104.
28 Véase, Daniel B alderston, «Ciudades im aginarias: Torres G arcía y Onetti», Brecha,
Montevideo, 11 junio 2004, pp. 4-5.
29 Elie Faure, ob. cit., p, 163.

25
en el comienzo de Los adioses), o las po stu ras, adem anes y poses de su s
personajes, adecuadas a las circunstancias (pienso en Larsen en El asti­
llero), dándoseles relieve sobre u n fondo de som bras a la precisión de u n
prim er plano con la falta de contornos precisos con que O netti delinea el
a n d a r errante de u n individuo aislado, incapaz de controlar su destino.
De e sta cualidad em ana, como en u n cuadro posim presionista, el poder
de evocación de su arte narrativo.
El interés de O netti en crear atm ósferas y am bientes es u n a doble
lección del arte y del cine. En Tierra de nadie asistim os al deam bular de
u n grupo de desarraigados que se entrecruzan en la gran ciudad; la s u ­
cesión de tram as paralelas y sim ultáneas, sin transición alguna, es u n a
m anifestación de u n a conciencia artística y, a u n tiempo, filmica, u n a
form a de acentuar, a mi modo de ver, la espacialidad del tiem po.30 En La
vida breve, la descripción del cuarto en que vive B rausen, u n a escena
inm utable, fue «robada», le cu enta Onetti a Luis H arss, de u n a naturaleza
m u erta de Ivan Albright; y agrega: «Brausen h a b ita ese cuadro inaltera­
ble».31 O tra escena vincula a B rausen a la tradición pictórica; al en trar en
u n departam ento vacío de u n a vecina se m ueve como si estuviera dentro
del espacio de u n cuadro. Recorre con su m irada la habitación, capta
objetos de u n modo im personal, procurando aprehender u n a arm onía,
u n orden fuera del tiempo. O netti observa la luz con la concentración de
u n pintor: «La luz caía verticalm ente del techo y luego de tocar los objetos
colocados sobre la m esa los iba penetrando sin violencia»; allí e stá n las
m an zan as (de Cézanne), que am enazan rodar y caer al suelo, dos lim ones
en u n a frutera, u n a botella tum bada, u n encaje de hilo «con algunas vagas
e interrum pidas m anchas, con algunas roturas que alteraban bruscam ente
la intención del dibujo».32 El capítulo se titula, naturalm ente, «Naturaleza
m uerta». La p ro sa de O netti descubre la íntim a poesía de las cosas, su
carga afectiva. Por otra parte, la creación de atm ósferas [El astillero, Jun-
tacadáveres) proviene tan to de la p in tu ra como del cine, prim ordialm ente
norteam ericano, cuya fuerza simbólica sugiere dram as solitarios y oscuros
que no pueden ser expresados de modo directo. Para Onetti la novela es,
entonces, u n a composición artística, u n a su erte de av en tu ra espiritual y
estética en u n m undo propio.

30 Por otra parte, ejemplifica la noción de musical Ización de la novela, el entrecruzamlento de


situaciones contrapuntlstlcas. que Onetti aprende en Aldous Huxley.
31 Luis Harss. Los nuestros, Buenos Aires: Sudamericana. I960, p. 230.
32 Onetti. La vida breve, Buenos Aires: Sudamericana, 1950, pp.71-73. Como se sabe,
la novela Incluye el autorretrato de un personaje llamado Onetti, un hombre «de cara
aburrida».

26
La autoafirm ación por el arte, la presencia de creadores —escritores
y pintores— dentro de u n a novela, es u n a im agen asid u a en la narrativa
de Onetti. El tem peram ento artístico que se deduce de las acciones de
s u s personajes, que m odelan su imagen, s u s pasiones y emociones, sea
cual sea su actividad práctica, del m ism o modo que u n a rtista trabaja
en s u s creaciones, rem ite a u n a desnaturalización de su función dentro
de la tram a. Onetti escribe, com pone y pinta escenas con un fin en si
mismo, independientes de la acción narrativa, que a tra en por la extrem a
condensación de im ágenes que. bien puede afirm arse, radicalizan u n a idea
artística. No obstante, la perversa imaginación de Onetti es implacable;
convierte a s u s personajes en artista s fracasados: recuérdese, principal­
mente. a Larsen y su prostíbulo modelo.33 Una vez m ás. lo verdaderam ente
significativo queda fuera de la narración, se oculta.
La nueva sensibilidad m oderna requiere m odos de sentir y de expre­
sarse propios de n u e stra época: «No me dedico a la literatura descriptiva»
(carta 48), dice Onetti en u n a oportunidad; y en otra, rechaza el «arte imi-
ta-figura-representativo» (carta 26). D eliberadam ente destruye la ilusión
de realidad, poniendo de m anifiesto u n a voluntad creadora que privilegia
la invención de u n espacio verbal irreal, inspirado, en b u en a m edida, en
las artes plásticas.34
El descubrim iento de la p in tu ra francesa posi/rípresionista es paralelo
a la lectura que hace Onetti de la narrativa de Prou^t y Joyce, novelistas -<f
que llevan al extremo el ideal de la fusión de las artes, llegando a u n a
síntesis acaso insuperable. A p artir de ellos, la novela ya no es m ás u n a
historia bien contada, u n a confesión íntim a ni u n a recreación social o
psicológica. La experiencia vivida se interioriza, predom inando el m undo
de los sueños y de la imaginación, los viajes por la conciencia, experien­
cias elusivas y am biguas contadas por voces que se superponen, que
dan form a a exploraciones polivalentes de la relación del hom bre con el
m undo. Desde entonces, este nuevo tipo de creación novelística inspira
a escritores, como Onetti, que pretenden que u n a novela sea u n a obra de
arte, no u n a reconstrucción de la realidad.

33 He tratado detenidam ente este aspecto en mi libro, Onetti: el ritual de la impostura.


Caracas: Monte Ávila. 1981, pp. 218-231.
34 Es muy sugerente la observación que hace Miguel Garcia-Posada: Onetti «manejaba
su s materiales como el pintor que lanza manchas sobre el lienzo hasta que la su ­
perficie comienza a cobrar forma. Quiero decir que componía su s textos guiado por
una sapientisima intuición que lo llevaba a una especie de acumulación armónica-
Véase, «Los libros de Santa María*. El País, Madrid, 4 Julio 1994. p. 3.

27
Onetti se plantea deslindar el concepto de novela como entretenim iento
o como arte. En la ca rta 3. m enciona el «arte de inform ación y el arte poé­
tico», cuya diferencia va haciendo m ás precisa en otras tres m isivas (20,
23 y 26), originando u n a polémica con Payró, quien su b ordina la novela
—pero no la p in tu ra— a la pretensión de reconstruir cuidadosam ente
la realidad. O netti niega el carácter de entretenim iento de la novela, de
m era lectu ra am ena. D em anda las exigencias del arte p a ra la narrativa:
el tratam iento poético que vislum bra en la p in tu ra que m ás lo im pacta y,
naturalm ente, en las obras de Proust y Joyce. Afirma que la obra literaria
sucede en u n a zona interior, en el inconsciente, el espíritu:
Yo creo que Vd. cree que hay una zona, en el espíritu, pongamos, que
se llama arte y que no es la realidad: una zona donde el hombre alcanza
a tocar el misterio, el infinito, Dios, el Cosmos, la esencia; el alma de
la creación, allá en los cielos y en la cosa más humilde y doméstica.
(Carta 20).
Es evidente que p a ra O netti el arte sucede fuera de la realidad con­
creta, sin ren u n ciar a ella por ser el sostén de toda creación artística. Es
decir, pone la m irada en u n plano im aginario donde se funden su visión
interior y el m undo exterior.
A lo largo de la década de los treinta, la len ta gestación de la obra de
Onetti, esa cualidad esquiva de la creación artística lograda, laboriosa­
m ente conseguida, va alcanzando u n a incipiente m adurez. Sin embargo,
Onetti tenia plena conciencia de que faltaba algo; y no sólo tiem po p ara
escribir. D ictam ina que Tierra de nadie es u n a novela suficientem ente
buena, y que otra novela, n u n c a publicada, tam bién lo es, agregando u n
com entario cifrado: Tierra d e nadie «me parece bien hecha, interesante,
aunque no es eso, todavía. Term iné u n a “novela” corta, que se llam a
“D isparate” y con razón.35 Elogios, tam bién, au nque tam poco esto es eso».
(Carta 26, subrayados de Onetti).
H acia el final de la correspondencia, com prende qué «es eso» que
le falta: «Hay o tra cosa, juro; hay u n a m anera. (...] HAY UNA MANERA»
ca rta 62), escribe Onetti, nuevam ente con m ayúsculas, dejando traslu cir
su deslum bram iento al descubrir algo totalm ente nuevo, u n a m anera
de narrar, u n ejemplo a seguir. Dos libros de William Faulkner le abren
u n nuevo y definitivo camino: lee Santuario en 1938, en francés; y Las
palm eras salvajes, en 1940, en español, en la traducción de Borges. De

35 Otro título inexistente en su bibliografia. Según su propia declaración, Onetti destruyó


dos novelas y media.

28
súbito, aprende varias lecciones. Por ejemplo, la violación de Temple, el
suceso esencial de Santuario, se m antiene oculta, se excluye deliberada­
m ente del relato; y no sólo eso, sino que la novela está n a rra d a por u n
testigo, u n interm ediario que no tom a partido en lo que n a rra ni entiende
lo que cuenta, h a sta que eventualm ente queda implicado en la acción,
procedim iento u su a l en Faulkner. En Las palm eras salvajes se cu entan
dos historias, la de u n presidiario y la de u n doctor, sutilm ente insertadas
u n a en otra, u n a espacialización tem poral que cautiva la imaginación de
Onetti. Llega a tal punto la inm ediata fascinación que ejerce Faulkner,
que Onetti lo proclam a «su enemigo» (carta 36)) por darse cuenta de que el
norteam ericano ha escrito lo que él quiere hacer. En otras palabras, Onetti
se descubre a sí mism o en u n a obra ajena donde se n arra, ju stam en te,
de la m anera que requiere su propio tem peram ento artístico.
La profunda afinidad con Faulkner, a p esar de su s grandes diferencias,
se convierte p ara Onetti en u n a experiencia creativa ineludible, ante todo,
por la riqueza de s u s procedim ientos narrativos. La construcción de u n
territorio propio que hace F aulkner a tra p a de inm ediato a Onetti, que
venía fraguando desde 1937, sin m ayor éxito, posibilidades de inventar
u n espacio p a ra su ficción, u n F aruru que no tra e n los m apas. De m ayor
im portancia es, a mi parecer, la repercusión que tienen en Onetti los pro­
cesos de creación faulknerianos, la «manera» de co n stru ir s u s novelas, de j
contar u n a historia a partir de u n a multiplicidad de perspectivas, h isto ria s'
fragm entadas, parcialm ente reveladas, que cautivan por la enigm ática
am bigüedad de lo narrado. A p artir de la lectura de Faulkner, Onetti
com ienza a elaborar de inm ediato, en Para e sta noche, u n a poética de la
ficción; sin embargo, el parentesco con el aporte del norteam ericano es
todavía dem asiado reconocible. Progresivamente, va depurando las huellas
faulknerianas e introduciendo nociones propias, fraguando y solidificando
u n a voz memorable, m uy diferente a la de su s antecesores. Con el tiempo,
d em uestra en qué m edida su propósito h a sido realizado, a tal punto que
u n gran escritor de hoy en día, Ricardo Piglia, faulkneriano y onettiano
confeso, afirm a que Onetti «es único, m ás literario y m ás virtuoso que el
propio Faulkner».36 Sólo el tiempo sabe el veredicto.
En sum a, este epistolario es u n a a u tén tica sorpresa. No deja de ser
fascinante tener la oportunidad de leer las ca rtas reu n id as a co n tinua­
ción, la crónica de u n a am istad, fragm entos de u n a vida y de la c u ltu ra

36 Ricardo Piglia, «Faulkner», Crítica y ficción, Barcelona: Anagrama, 1986, p. 133.

29
de u n a época, textos que apo rtan u n conocimiento m ás preciso de cómo
llega Onetti a se r u n clásico de la litera tu ra latinoam ericana. Confiamos
en que e sta s ca rtas m odifiquen sustancialm ente la im agen que se tenía
de su narrativa, en p articu lar del prim er Onetti.

Cena en honor de Joan Merit fundador de Editorial Poseidón, en 1949. Son reconocibles
Onetti (abajo a la Izquierda) frente a Payró: a la derecha de este último. Norah Lange, Ati­
llo Pettorutl y otros; en la cabecera de la mesa a la derecha Rafael Alberti: a la derecha de
Onetti. Anita Payró. hermana de Julio. Jorge Luis Borges (de espaldas) y Guillermo de Torre.
Fotografia Incluida Julio B. Payró de Tomás Alva Negrl. Ediciones Culturales Argentinas.
1979. Buenos Aires.

30
ESTA EDICIÓN

Las cartas de O netti a Payró h an sido escrupulosam ente editadas;


solam ente se enm iendan obvias e rratas o descuidos; no se omite n in g u n a
carta, ni siquiera u n a palabra; la acentuación y los títulos de las publi­
caciones citadas h a n sido regularizados según las norm as actuales; las
p alabras en otro idiom a se h a n puesto en cursiva; el subrayado de p a la ­
b ras y de frases en español es de Onetti; su s neologismos y coloquialismos
quedan como aparecen en las cartas; salvo indicación contraria, la firm a
del escritor es de su propia m ano.
Todos los com entarios entre corchetes y las anotaciones al pie de las
cartas son míos. Incluyen detalles de carácter editorial.
El lugar donde se resg u ard a el original de cada ca rta se indica con
siglas: UND = University of Notre Dame; y GRI = Getty R esearch Institute,
a fin de que el lector interesado pu ed a consultar el original de la carta
en cuestión.

H. J. V.

31
Cartas de un joven escritor

33

I
[1]

19371

Q u e rid o P a y ró :

Como no se resuelven a prestarm e la m aquinlta y p a sa n los días a su


velocidad de costum bre, es necesario que me disponga a dibujar estos
signos y u sted a leerlos. ¿Qué decirle de su ca rta sobre mi islita, ín su la
o islote?2 Sigo creyendo que es exagerada. Pero esto no dism inuyó mi
gran alegría por haberle gustado tanto. En realidad, y descontado la débil
esperanza de que fuera estrenada, uno de los motivos m ás fuertes p ara
darle form a golpeando las teclas, era ése; que u sted la leyera y la encon­
tra ra bien.3 Pero no tanto. Dejemos a u n lado el trío famoso al que quiere
aproxim arm e. ¡Todo esol La tendresse esp an to sa tendresse de Je a n d e la
lurte,4 m elancólica y desesperada tendresse de todo S arm ent (¿se acuerda
de Madelon y As-tu d u coeuf? y Le plancher d e s vaches y todo el resto?).5
Y después, Lenorm and.6 Como p a ra mí, es el m ás grande de todos, com ­
pararm e a él es ya la hipotenusa, como decía el andaluz. Pero gracias, me
quedé m uy alegre y con ganas de e sta r ahí. Y yo recuerdo su adm iración
por Le tem ps e st un songe. Claro que deseo equivocarme, con toda el alma,
y que su opinión por el islote sea, de las dos, la m ás acertada. Usted me
conoce y sa b rá que esto no es m odestia ni pose. Si me hubiera dicho que
el Sr. Onetti es el mejor novelista en el tiem po new toniano y el sistem a
solar, yo contestaría: Sí. Es posible. En cierto sentido... Y si después de

1 C arta fechada a mano, probablem ente por Payró. Por su contenido, es evidente que
la am istad y el Intercam bio epistolar entre Onetti y Payró se habia Iniciado antes, con
visitas, paseos callejeros y cartas extraviadas. Se conocen desde 1936, según la carta
2, y «desde los relices tiempos de Buenos Aires* (cai ta 3). pero no es posible precisar la
fecha.
2 Alude a su Idea sobre la isla paradisíaca, el espacio literario en el cual se refugia Arán-
z u ru en Tierra d e nadie de 1941.
3 La carta sugiere que O netti le habia enviado a Payró u n texto dram ático que estaba
escribiendo. En su bibliografía, no queda referencia alguna a u n proyecto literario que
n u n ca se llevó a cabo, como tantos otros que a n u n cia en su correspondencia.
4 Jean de la lune, d ram a o piece en tres actos de Marcel Achard de 1929.
5 J e a n Sarm ent, dram aturgo francés m uy leído en esos años; las obras que Onetti m en­
ciona y lee en francés son: Madelon (1925), As-tu du coeur? (1926) y Le plancher de
vaches (1932).
6 H.-R. Lenormand, dram aturgo francés, a u to r de Le temps est un songe (1929).

35
eso quedara m udo no seria tam poco por modestia. Sería porque ese «cierto
sentido» se desliza en el sentido de lo que en arte es im ponderable y se
zafa de la dem ostración. En fin. como los boxeadores aclam ados, sonrío
y digo: gracias, m u ch as gracias, otra vez gracias. A Vd. por haberm e e s­
crito eso o al Señor por hab er hecho que lo sintiera. A unque uno crea en
la propia fuerza y en su capacidad p a ra vivir en sí, ten er el universo en
uno, hay períodos de desánim o, en que fatiga p e n sar y hacer sin eco en
los dem ás. El trabajo parece, entonces, u n a ru ed a que volteara en el aire.
Es que, y después de todo, debe ser cierto que el hom bre es u n anim al
social. Con su carta, la ru ed a engranó en otra. Y por eso, y por ser u sted
la otra rueda, es que estoy contento y escribo sim páticas tonterías. Claro
que siem pre e stá la o tra ruedita, ninfa Eco, ninfa Egeria, Mile. Vibert.7
Pero sucede que, en el mejor de los casos, cuando esto es dichosam ente
perfecto, Vibert y uno son uno e indivisible, Pas de resonancia y el diálogo
es m onótono con dos bocas.
Y ah o ra p erm ita que purifique m is m anos, deje el polvoriento calzado
a la p u e rta del tem plo, doble la cabeza, golpee el pecho, me derrum be
en éxtasis y relea ese milagroso cóctel «con agua pura» del señor H. R.
K iernan.8 Le ju ro que de prim era intención creí en u n a brom a suya. Pero
ah o ra com prendo que no es posible h acer eso en brom a. Y esto si que
es la hipotenusa. Los «fracs sobre torsos de boyeros» constituyen algo
genial. C om prueban cómo, con u n a sencillez que siem pre envidiará el
pensam iento filosófico, la divina inspiración poética alcanza y vierte luz
sobre las m ás ocultas verdades. Y todo, en sostenido nivel estético, como
dicen su s colegas periodistas. El crespón de las abuelas y las tonancias
an d in as y las canteras indem nes, todo es genial. Y e sa «alcurnia que se
esfum a en el barrio norte» pertenece tam bién a la zona m ilagrera donde
la inocencia del poeta ilum ina ab stru so s problem as.

7 Indescifrable alusión a su segunda esposa. Mana Julia, a quien en otras cartas Onelti
llama Mile. Vibert. En la mitologia, la voz de la ninfa Eco. enamorada de Narciso, remite
eternamente al fenómeno del eco. a un eco lejano, y revierte, asimismo, a un amor no
correspondido, a un amor que languidece. En la tradición, la ninfa Egeria. soñadora
diosa romana, Inspira las arles. Ida Vítale me recuerda que Mile. Vibert era una plástica
francesa de los años veinte, que se firmaba Mile. Max Vibert. No hay que olvidarse que
María Julia era pintora.
8 Posiblemente aluda a R. H. Kiernan. autor de Lawrence qf Arabia (1935) y otros libros
sobre la exploración de Arabia, aunque el contexto parece sugerir otra cosa. Más que
nada, la fiase de OnettI parece ser una Juguetona paráfrasis de algún texto bíblico, por
ejemplo. Hebreos. 10:22 (La Biblia de las Américas): -acerquémonos con corazón sincero,
en plena certidumbre de fe, teniendo nuestro corazón purificado de mala conciencia y
nuestro cuerpo lavado con agua pura».

36
Regresemos a la tierra, S. V. P. Su «aduanero» me gustó m ucho.9 Yo
no conocía de él m ás que alguna reproducción que usted me m ostrara y
aquella «gitana dormida» que está en Realismo mágico.101Y, mal psicólogo,
no imaginaba que pudiera tener u n alm a tan p u ra y tan cerca de Dios.
De su articulo me m olestaría hablar en e sta carta por miedo a u n aspecto
de retribución. Pero, aunque lejos, usted sabe que no soy capaz de eso.
Siempre he pensado que la critica debía ser asi. Tom ar los elementos, las
sensaciones de belleza de u n a obra de arte y hacer con ellas u n a nueva
belleza; pero exclusivam ente con ellas, no haciendo literatu ra." En crítica
literaria hay (Anatolel France y m uchos otros ejemplos. En crítica de pin­
tu ra no he leído sino s u s cosas y Elie F au re.12 Y digame si pinta. Siempre
quiero preguntárselo y me detengo por temor de que la falta de tiempo se
lo siga impidiendo y mi pregunta se lo recuerde y lo m oleste.13 Como me
sucedió m ás de u n a vez en LavaHe.14
No me olvide y cuando quiera y pueda escríbam e. Sólo la noticia de
que me ha llegado carta suya alcanza p ara dejarm e m ás contento.

Su amigo
Onetti

(C a rta m a n u s c r ita , fe c h a d a a m a n o , GRlJ.

9 Se refiere al artículo de Payró, «Henri Rousseau, el Aduanero-, La Nación. 18 Julio


1937, 2a sección, 29 agosto 1937. p. 3. En 1944. Payró publica un libro, El Aduanero
Rousseau, llamado «Le douanier- en francés, el aduanero. Me ha sido de gran utilidad
la Contribución a la bibliografía de Julio E. Payró. de Catalina E. Lago. Buenos Aires:
Fondo Nacional de las Letras, 1973.
10 Esta mención del realismo mágico antecede a todas las referencias conocidas en His­
panoamérica. Como es sabido, proviene del libro de Franz Roh sobre pintura europea
posexpreslonisla. Realismo mágico de 1927 (en alemán, 1925).
11 Temprana referencia a un aspecto clave de la poética naiTatlva de Onetti: su rechazo
de la -Uieratosls-, del «escribir bien-, de la -literatura entre comillas-, es decir, de la
escritura estetizante, al cual vuelve a aludir en otras cartas.
12 Elie Faure escribió num erosos libros sobre arte. Su libro m ás difundido. History o f Art,
en cinco volúmenes, fue publicado entre 1921 y 1930. En otra carta Onetti com enta
su lectura del últim o volumen.
13 De regreso de Europa, Payró ab andona progresivam ente su propia p in tu ra p a ra dedi­
carse a la critica y a la enseñanza.
14 Calle céntrica de Buenos Aires, donde Payró vivió por u n tiempo.

37
[2]

10 julio 1937

Q u e rid o P a y ró :

Confieso haber estado casi m ás de lo decente sin escribirle; pero trabajé


m ucho en estos tiem pos y, por ello, mi conciencia puede sonreír, blanca
y tranquila. Y, lo que es jurídicam ente de m ayor im portancia, ahí van las
pruebas. Son tres actos de teatro que acaso lleguen a llam arse «La isla
del señor Napoleón».1516Le m ando u n a copia porque el original fue a u n a
persona amiga, sedicente conocedora de la C orrientes tea tralera y su s
aledaños.18 La vaca no habla. Y, p a ra vengarm e de su alevoso «sed magis»
etc. traduzco: Res non verba.17
Ahora u n poco de paciencia, S. V. P. Hace tiempo había escrito los apuntes
de este trabajo, y ahora acabo de escribirlo, casi de u n tirón. No sé cuánto
puede valer teatralm ente (técnica, lenguaje, tiempo, situaciones, etc.). Pero
como obra de arte (déjeme u sa r la palabra, así nos entendem os mejor),
como obra de arte no la quiero, me es casi indiferente y no me m olestaría
en defenderla. Está escrita con u n visible espíritu de broma, por no u sa r
otra palabreja m ás exacta y porteña, y escrita pensando en el público y en
los derechos de autor. Pero creo que hay en ella algunos pedazos en que he
olvidado am bos altos fines y he escrito para mí. Es por esos pedazos que
le hago e sta casi imposición de lectura. Y, adem ás, porque su nacim iento
m antiene cierta relación con usted. El personaje me fue sugerido por u n
libro de Careo que usted me prestara y que se titula algo así como «La fin
du mileu».18 Y en el tercer acto se encuentran cosas de las que hem os con­
versado juntos; entre ellas, el teléfono de Jea n de la lune.19 Cuando tenga
tiempo léala; y después me escribe.
Y va de adjuntos. E ntre las páginas del incluido m am otreto —ad ­
m ire este delicioso ayuntam iento de participio y nom bre, jtan a la J.

15 Como se Indica en la carta anterior, no quedan rastros de esta obra de teatro de Onettl.
16 La Avenida Com entes era y es el centro de la actividad teatral bonaerense.
17 «La vaca no habla- es un Juego de palabras de Onettl; vaca y res son sinónimos en e s­
pañol; res non verba significa -hechos, no palabras-. Sed magis es parte de la locución
latina: •Amlcus Pialo, sed magis amica ventas- (Amigo es Platón, pero más amiga es la
verdad); se empleaba cuando se decía algo que podía resultar molesto.
18 Tal vez se refiera a Contes du mileu (1933) de Francis Careo.
19 Jean d e la time, véase la carta anterior.

38
L. Borges!— e n c o n tra rá u n a dam a graciosa y dorm ida. Se im agina­
rá fácilm ente cu án to me indigné al d e scu b rirla en u n a aristocrática
Atlántida.20 H asta la recorté con el propósito de tenerla siem pre ante
los ojos, p ara m antener así mi furor contra la burguesía, alentado por
ese prodigio de inconsciencia y cinism o que viste con ta n ta elegancia la
dicha dam a.21 Pero ahora, m ás tranquilo y cristiano y pensándolo mejor,
resuelvo m andársela p a ra que le sirva como aliciente en los m om entos de
desmayo. Váyase a la isla y pinte; envuélvase con trapos y pinte; m uérase
de ham bre y siga pintando; quédese leproso y pinte otra vez. Ya, dentro
de unos tre in ta años —si es que el Señor quiere diferirnos h a s ta entonces
Su nuevo diluvio— los herederos de Worth o Schiaparelli vestirán a u n a
linda modelo con sedas de color azul nocturno Payró.22 Es la gloria y es
el cielo prom etido a los hom bres de b u e n a voluntad.
Como he agotado mi ingenio en la obra teatral, me es imposible prolon­
gar m ucho esta carta. Novedades no hay —salvo que me h a n prom etido
em plearm e como vendedor de entradas en el Estadio o cancha de Nacional
de Fútbol; creo que el domingo ya entraré en funciones.23 ¿Concibe usted
u n a tarea m ás autóctonam ente uruguaya? Frente a mí, el pueblo; encim a
mío, el orgulloso m ástil donde flam eara la insignia patria en aquellas jo r ­
n ad as que pertenecen ya al bronce de la historia, las gloriosas tarde de 4 a
0, 4 a 2 y 3 a 1, la gloria entre aullidos, som breros, botellas y n a ra n ja s.24
Envidie a quien m arch a en la vanguardia de la civilización sudam ericana,
sin doctóreos ni huellas de la E uropa decadente, hom breándose con las
m asas genuinas del Nuevo Mundo; envidie, usted, m aculado por los dóla-

20 Revista argentina de actualidad, fundada por Constancio C. Vigil.


21 El recorte se conserva y dice: «una hoja ilu strad a con u n a m ujer que luce u n tapado
p ara la noche de satén color “rose-Gauguin". Acompaña a u n vestido de satén azul
pálido. (Modelo Molyneux)>,
22 Charles F. Worth, inglés, y Elsa Schiaparelli, Italiana, célebres diseñadores de modas.
23 Uno de los empleos marginales de Onetti fue vender entradas de fútbol en el Estadio
Centenario de Montevideo. Según su cuenta, para sobrevivir trabajó en unos 19 oficios,
aunque no los detalla (Ramón Chao. Un posible Onetti. Barcelona: Ronsel, 1994. p. 150).
Se sabe que fue portero de un edificio a los doce años, aprendiz de pintor de paredes,
peón de albañil, obrero en el Servicio Oficial de Semillas cargando bolsas, vendedor de
máquinas de sumar, empleado de una firma de Importación de neumáticos, vendedor
de automóviles, mozo en una cantina. Según rememora su hermana Raquel, en su
adolescencia Onetti hizo a caballo el censo de Colón, un pueblo cerca de Montevideo,
donde vivia, hoy un barrio de la ciudad.
24 Con obvia ironía, alude al prim er Campeonato M undial de Fútbol, celebrado en 1930
en el Estadio Centenario de Montevideo. En la final U ruguay le ganó a Argentina por 4
a 2,

39
res del m ercantilism o yanqui. Y como este último párrafo me d em uestra
que lo del agotam iento de mi ingenio era algo m ás que u n a frase ingeniosa,
term ino. Saludos p a ra todos los de su casa. Y, e sta vez. no olvide d ar u n
abrazo a mi querido tatarab u elo antropoide.

Un apretón de m anos de su amigo


Onetti

Esa su afirm ación de que don Jorge Federico* tiene ahora u n aspecto
hum ano, noticia tan sorprendente, por ir en contra de toda deducción
lógica que pueda hacer quien como yo dejó de verlo desde 1936, la acep­
taré m om entáneam ente y bajo su palabra. Pero reclam o el beneficio de
inventario, p ara mi regreso. Y no entere a M adame de esta postdata.**

[El resto de la carta fue escrito a mano por Onetti).

Y por escribir postdata, ahí va la data con efecto retroactivo:

10-7-1937.

*Ahora creo que es Felipe; perdón, no tengo su ca rta a m ano y, en


cambio, tengo razones p a ra confundirm e.25
** Y acaso fuera conveniente que tam poco del modelo de Molyneux.

E stas no son P.D. sino P.S.

En este m om ento me voy p a ra el Stadium a fin de crearm e u n a sensi­


bilidad de m asas, m u ltitudinaria y unanim ista.

Comienzo: Chau que rajo paljurgo, rajo.26


Onetti

[Carta mecanografiada, salvo indicaciones, fechada a mano por Payró. UND],

25 Se refiere a Jorge Felipe, el hijo m enor de Payró.


26 Remedo del habla m arginal por «me voy p ara el fútbol»; subrayado de Onetti.

40
[3 ]

1937

Querido Payró:
Deseo que solam ente la pereza le im pida escribirm e. Y tam bién que
haya recibido mi últim a, larga, en la que contestaba s u s dos cartas.
Leí su com entario al Coup d efo u d rey quise escribirle enseguida;27 pero
cosas idiotas e ineludibles no me dejaron hacerlo. Y ahora —oh, demonio
de la autocrítica— me parece supérfluo contarle que Lhote dice lo que yo
pienso y /o siento de arte y a rtista s.28
Claro que la critica sobre el Aduanero me gustó m ás.29 (Es exactam ente
lo que dice en su últim o articulo, no sé por cuál de u sted es y no recuerdo
las palabras: la diferencia entre el arte de inform ación y el arte poético).
Pero su trabajo me interesó m ucho, como espero que h a de interesarm e el
libro com entado que leeré en estos días. Siempre he sacado poca o ninguna
utilidad de m is lecturas sobre técnica y problem as literarios: casi todo lo
que he aprendido de la divina habilidad de com binar frases y p alabras ha
sido en criticas de pintura. Y u n poco en las de m úsica. El por qué de esto
no lo veo muy claro. Acaso porque la pin tu ra es m ucho m ás oficio que su
otra herm ana: al tra ta r de ella la gente se refiere, trab aja con elem entos
concretos y dem ostrables (en u n aspecto, al menos). El color en p in tu ra
es color; en literatu ra es imagen, m anera de decir, de aproxim arse a la
sensación que —a Dios gracias— term ina siem pre de escapar.
Luego de ta n alegre y escéptica afirm ación, sigo con la c h arla a
soggetto. Anoche estuve m irando La Nación. Tengo un recuerdo confuso,
porque sucedió frente al su e ñ o que llegaba. (Estoy en u n a c a sa de
com ercio haciendo im becilidades ocho h o ras por dia. Los dom ingos
voy al estadio. ¡Y escribo! D atos estos que tal vez no sean inútiles p a ra
cu a n d o los su c eso re s de [Emil] Ludwig y [André] M aurois q u iera n
biografiarm e.

27 Se refiere al artículo de Payró «La estética del "coup de foudre”, u n libro de André Lhote»,
La Nación, 29 agosto 1937, 2a sección, pp. 1 y 3.
28 André Lhote. teórico de la p in tu ra m oderna y m aestro de varios pintores latinoam eri­
canos en los años veinte y treinia.
29 Véase la ca rta anterior.

41
Vuelvo a La Nación. Vi la periódica rem esa de M. Camilo M auclair.30
Creo que dice en alguna parte: tal vez no se dem ore en dirigir a Van Gogh
y G auguin los elogios que hoy se acum ulan sobre Cézanne. Y enseguida
esto, u n a crítica de la obra del últim o hecha con ecuanim idad y argum en­
tos válidos. ¿Puede decirm e qué le pasa a M. M auclair? Yo sospecho —no
leí todavía el resto del articulo, conste— que la luz se ha hecho bajo su
cráneo. Un resplandor vivo y postrero. Luego de ese esfuerzo agotador, el
m anicomio o la parálisis general.
A propósito de mi querido Gauguin. He leído el último tomo de la Histo­
ria del arte de Elie Faure. No puedo copiar porque lo presté. Pero recuerdo
que de G auguin no dice nada, n a d a bueno. Lo cita al pasar, hablando de
C ézanne y opina que G auguin es débil y el otro fuerte: porque no es nece­
sario irse a las islas para encontrar pureza y el orden. Argum ento de valor
dudoso. Agrega que la endeblez de s u s cuadros, de u n a sensualidad mal
disim ulada, se convierte en polvo al llegar a los um brales de la perfección
algebraica de las telas de Cézanne. Dice eso o algo parecido. Y bueno: yo
no sé nada. He leído el libro y estoy seguro de que Faure es cosa grande y
seria: no sólo como crítico de arte, sino como am plitud y fuerza de espíritu.
Pero u n alm a bondadosa me prestó el álbum ese. im preso en Moscú, que
u sted tenia en los felices tiem pos de Buenos Aires. Y he pasado m uchos
rato s m irando la Mujer con fruto, que estaba ju n to a su ventana, sobre
el m ueble archivo, entre flores, en la pared norte de s u c asa.31 Yo, miope
de mí, siento que ese cuadro es perfecto. M atem áticam ente perfecto, si
se exige el térm ino, en dibujo y color. Y aventaja a las obras m aestras de
Cézanne porque, dentro de u n orden severo, hay allí toda la poesía que
h a s ta la fecha es posible poner en u n cuadro.
H asta aquí Faure y yo. Le escribo esto p ara que opine y me aclare;
nosotros dos aceptarem os jubilosos su arbitraje.
Estuve en el Salón de A rtistas Independientes y estuve con Torres G ar­
cía.32 Le confesé mi error: él ten ía razón. Algo h a hecho y sigue haciendo:
tiene copiadores fieles y. tam bién, gente que sigue pintando como Dios le
m u estra y dentro de las leyes de e stru c tu ra torresgarcianas. Alguna vez
le hablaré largo de esto, que es interesante. Le di s u s saludos y los de su
familia, a 300 días vista. Me invitó a su casa, p a ra hab lar de todo y de
usted. Pero, claro, todavía no he podido ir.

30 Camille Mauclair. historiador de arte y de m úsica.


31 Mujer con fru to es un cuadro de G auguin.
32 Jo aq u in Torres García. Ilustre pintor uruguayo, creador del constructivism o, fue muy
amigo de O netll y de Payró. Por lo general. Onettl escribe sólo -Torres».

42
Agregue a su archivo de tropicalism os. E n la inaguración del Salón
Oficial de pintura, dijo un m inistro: «Queremos que las a rte s plásticas
sean la D ulcinea del Toboso del Uruguay». Va sin decir que el M inistro lo
era de Instrucción Pública.
Term ino mi informe y mi charla. No se extrañe de la disposición de lo
escrito: fue hecho de contrabando. Este portentoso empleo comercial no
h a llegado a ú n a m olestarm e. Es ta n ridículo en taj ea y en sueldo que
me alcanza p ara reírm e solo. Tam bién pai a sacar u n crédito de 72 libros
en la Editorial Ercilla y p ara Thalen’s W indsor y etc. ¿Qué m ás? Escribo
y Mile. Vibert sigue pintando.

Su amigo,
Onetti

Rectifico alborozado: M. M auclair no quedará loco ni paralítico. He


leído todo el artículo y com pruebo que m is ojos se h ab ían detenido en los
únicos centím etros de colum na que podían leerse y perm itían el asombro.
Me alegro por él y Dios le dé salud y larga vida.

[Agregado a mano]: Libertad 2557

[C a rta m e c a n o g ra fia d a , fe c h a d a p o r P ay ró . GR1],

43
[4]

[Sin fecha]

Querido Payró:
Ahí van, aprovechando el viaje de u n amigo, los Napoleones que me
p re sta ra el año anterior. Olvidando u n Paul M orand que debe veranear
en S an Miguel y u n Mickey que adeudo a los chicos, queda cancelada mi
deuda bíblica.
Me sigue extrañando su no contestación a mi anterior. No porque h u ­
biera precisam ente algo que contestar a la m encionada elegía, sino por
el placer, descontado, de recibir u n a s lineas su y as y com probar que no
he sido olvidado aún.
No tengo n ad a novedoso que decirle; sigo escribiendo y tengo siem pre
g an as de refugiarm e u n a s h oras en su casa. Pedir varias veces agua y
charlar m irando su cara y la ventana.
C uando tenga tiem po hágam e llegar u n a s frases. Saludos p a ra todos
de su amigo
Onetti

Libertad 2543 - Montevideo.


[En la carta anterior su dirección era Libertad 2557],

[Carta manuscrita. GRI].

44
[5]

septiem bre (?) de 1937

Querido Payró:
Demoré en contestarte porque esperaba recibir y hacerte llegar u n a
noticia, buena, que habría de unirnos, en cierto sentido, en e sta indeci­
sa prim avera. Pero como a ú n no la tengo, seguiré esperando —tengo la
costum bre— y escribo.
Por otra parte, y principalm ente, estab a la resolución de tuteo que me
alegró m ucho pero produjo sim ultáneam ente u n a pasajera paralización
en mi m áquina.33 Aclaro: aparte de las gentes con las que me he criado y
aquellas con quienes vivo, no h a b rá m ás de tre s o cuatro personas a las
cuales esté realm ente unido por am istad y form as de ser. Una de ellas
es, va sin decir, don Julio Payró. Y sucede que, precisam ente, es a esas
personas a quienes trato de Vd. Porque siendo el rioplatense u n sujeto
tu tead o r sin esfuerzo ni intención el tuteo se desprestigia h a s ta el punto
de que hay que recurrir y m antenerse en el Vd. p a ra separar y distinguir
a aquellas personas a las que se quiere de verdad. ¿Bien entendido? Pero
puedo ah o ra dom inar u n tú de veras, consciente y afectuoso, p a ra mi
com unicación contigo. Y prosigo, contento. Y prosigo en u n m onstruo
de ciento ochenta espacios y edad indefinible. Me alegró m ucho lo de las
conferencias y el libro.34 Aparte de la utilidad que esos ensayos h a n de
tener p a ra J . C. Onetti and Co. y las am plias m asas de S an ta M aría de
Vedia y Mitre, la noticia me g u sta por lo que significa de estím ulo para
ti.35 Espero que eso a c tu a rá como elem ento eufórico contra u n a cierta
desconfianza, u n m ontón de vacilaciones y d u d as sin causa, sobre todo lo
cual hem os hablado y discutido. Y tam bién me alegro por Sur. Deseo que
me digas en qué núm eros de Cursos y Conferencias aparecerán las tuyas
p a ra conseguirlos por acá e ir leyendo m ientras me llega el libro.

33 Curiosam ente, en cartas posteriores Onetti vuelve a tra ta r de usted a Payró salvo en
dos oportunidades.
34 Se refiere a las conferencias «La p in tu ra del 900 a nuestros dias», Cursos y Conferencias,
vol. 11, n° 2-5, 1937, en cuatro entregas; y al prim er libro de Payró, Las ruinas de San
Ignacio (1937).
35 Alusión a Buenos Aires, fusionando parte del nom bre original de la ciudad, S an ta Maria
del B uen Ayre, y el de por entonces Intendente de la ciudad, (1932-1936) M ariano de
Vedia y Mitre.

45
Respecto al de Mallea Historia d e una pasión argentina, tomo nota y
desconfío. (Leí el comentario en La Nación. Quiera el Señor que me equi­
voque. pero todo eso. esa clase de problem as y de inquietudes, esa pasión
por la Argentina, me parece tan sin raíces. Y en cuanto a la verdadera
R. A., la invisible y recién descubierta, sospecho que es exactam ente igual
a cualquiera de los grupos Ino agrupados) de gente sincera y leal que vive
y trabaja y su eñ a en cualquier lugar de la tierra. Blancos, amarillos, rojos
y negros. Y, acaso tam bién, arios puros. Y aquí se me presenta u n a du d a
que puede ser interesante: el hecho de que la Argentina y gran parte de
South America term ine siem pre por escapar de todo examen, discordando
con ta n ta reiterada definición, ¿no significará, pecador de mi, que tiene de
veras u n a personalidad, un rostro suyo, acaso todavía informe, como la
carita de idolillo indio del feto dormido en la placenta? Abandono la cuestión
p ara quien sepa pensar).
No tengo novedades, hechos reales para com unicarte. Nada m ás que
aquella probable bu en a noticia de que te hablé al principio y en relación
con la cual escribí a Mallea u n a ca rta cuya copia te envío por haberte
nom brado en ella sin perm iso. Casi no voy a ninguna parte, pero se es­
cribe y se trab aja en varios sentidos. ¡Oh. período de la crisálida, paciente
y recom pesado patito feo que trocóse en cisne!
Y. m ientras tanto, term ino la bicolor. Saludos p a ra todos y u n apretón
de m anos de tu amigo.
Onetti

[Carta mecanografiada, fechada a mano; la duda en la fecha es de Payró. GRI].

46
[6]
1938?36
Sr. Eduardo Mallea37

De mi consideración:
Habiéndom e pasado tan to s m eses sin m olestarlo por la novela que
entregara a Sur, creo tener ganado el derecho de m andarle e sta carta
p a ra pedirle u n favor no m uy trabajoso pero que yo necesito de veras
haga en mi obsequio.38
Se tra ta de que aquella novela y aquel relato vuelvan a mí. Si Vd. me
hiciera llegar u n a s líneas con las instrucciones pertinentes, yo h a ría de
inm ediato que alguna persona fuera a recogerlos en el sitio que quisiera
indicarm e. Pero, si Vd. lo prefiere, puede hacer entrega de esos trabajos
a Julio Payró.39 Creo que é sta sería la m an era m ás rápida y cóm oda p ara
Vd.
Yo com prendo perfectam ente las dificultades que se h a b rá n opuesto
a su s buenos deseos de publicar esas cosas: le agradeceré com prenda,
por su parte, que este pedido no responde a ningún m al sentim iento
frente a Vd. ni a Sur, sino, solam ente, a que se me acaba de ofrecer u n a
oportunidad de edición.
Agradeciéndole desde ya su atención a este pedido, como las otras
reiteradas atenciones que h a tenido p a ra mí, saludo a Vd. m uy a te n ta ­
m ente y me repito
S. S. S.
J . C. Onetti
Libertad 2557
Montevideo

[Carta mecanografiada, fechada a mano, sin la firma de Onetti. GRI].

36 Payró duda respecto a la fecha de la carta, que d ata como de 1938, con u n signo de
interrogación. Sin embargo, O netti la ad ju n ta a la carta anterior, fechada por Payró en
septiem bre de 1937, aunque agrega otro interrogante.
37 Por esta carta nos enteram os de que Onetti le h ab ía enviado a Mallea u n a novela y u n
relato p a ra ser publicados en Sur, la editorial de la revista del mismo nombre, posible­
m ente Tiempo de abrazar y la segunda versión de El pozo (véase la carta 29). Mallea
fue director del suplem ento literario de LaNación, de 1930 a 1955. Entre 1936 y 1949
le publicó a Onetti ocho cuentos.
38 El lenguaje deja traslucir u n a corrosiva ironía por parte de Onetti.
39 Payró tam bién colaboraba en La Nación con artículos de su especialidad.

47
[7]

[Sin fecha)

Mi querido Payró:
Confío en que ya e sta rá en é sa mi carta. Debe haberse cruzado con su
tercer post-retorno y en ella tra ta b a de explicarle mi indecoroso silencio
y le explicaba otras cosas. Si le hablo de ella y en ese tono elegiaco es
porque dudo de su destino a c a u sa de haberla echado en u n buzón. ¡Hay
que ver cómo an d a el correo en Baires!
Me alegro por su perspectiva de trabajo en 1938. Hojeo a Kempis y
convengo en que todo es vanidad.40412Pero la m ás terrible es la de no hacer
nada; posiblem ente porque paralelam ente con ella e stá la conciencia de
la tontería de todo. (Como ejemplo de tontería, las consonantes en m ente
y el paralela etc. en lugar del sim ultánea etc.).
Más o m enos en serio; me gustó ese descubrim iento de Buenos Aires.
Im agínese Proust y u n a ciudad a la que hubiera visto d u ran te diez años,
así, distraídam ente, como quien oye llover. (Claro que cuando se «llora en
el corazón»), Y de golpe, sepa Dios por qué, las calles, las gentes «y todo»
se ponen a vivir, a m ostrar u n a personalidad. Eso p a s a a m enudo con
otras cosas; lo malo es que hay un escam oteo de la m em oria y ap en as
es posible percibir relám pagos de la fisonomía anterior. Recién a esta
a ltu ra me a s u sta la idea de aburrirlo con joycismos.'" Pero tengo u n a
pobreza de hechos realm ente escandalosa. No hago m ás que tra b a ja r por
el m ejoram iento de la raza autom ovilística:'12 de noche escribo. A veces
contento y abstraído; otras con g an as de rem atar la novela y los p ersona­
je s con algún chiste fenomenal, tipo [Mark) Twain. Pero tam bién en estas
oportunidades, contento. Anda por a c á u n com pañero de B uenos Aires
que h a venido con la com pañía de Cam iña. Creo que me h a puesto m ás
o m enos al día en cu an to a los chism es literarios artísticos de por ahí.
Tiempo y la AIAPE, Liborio J u s to y los tro tskistas.43 Los prem ios nacionales

40 Tom ás de Kempis. a u to r de Imitación d e Cristo.


41 Primera mención a los dos escritores —Proust y Joyce— que O netti m ás adm ira, según
las cartas, en su periodo formativo.
42 D urante u n tiempo, O netti trabajó en una em presa automovilística.
43 C ésar Tiempo, poeta y escritor de origen ucraniano, de gran arraigo popular. La -AIAPE:
Agrupación de Intelectuales, artistas, periodistas y escritores», fundada por intelectuales
antifascistas argentinos en defensa de la cultura. Liborio Ju sto , principal líder trotskista
argentino.

48
y m unicipales a ú n no discernidos. Nada de interés por esos lados. Y en
cuanto a las E uropas, A ustria, E spaña y Rusia, poco ganaría en ningún
sentido e sta ca rta con los respectivos tem as. Lo malo es que todo eso
(ese todo eso es m uy amplio y lleno de cosas) me e stá m adurando u n a
cínica indiferencia n acida tiem po atrás. Pero yo creo que el desarrollo del
hum ano espíritu, como la historia, no se realiza en u n a inflexible línea
recta; esto me consuela.
Espero que la a u m en tad a familia haya vuelto a reu n irse p ara estas
fechas y que la encuentre así p a ra mi licencia. Los libros en los e s ta n ­
tes, el pez en la pecera, la n iñ a en el regazo y el cuadro —¿cuál?— en el
caballete. De Torres no tengo noticias; hace tiem po que no lo visito. Hoy
veo que La Nación trae u n escrito suyo.
Deme noticias de s u s tare as y de las posibilidades de realizar los
proyectos de que me habla. Y charle u n poco acerca de su repentino no-
am ericanism o que no sé si desearle definitivo o transitorio.
Term ino porque esto e stá como yo: con sueño. Y m a ñ a n a lunes...
Saludos de Mile. Vibert y doña R aquela.44 Un abrazo de su amigo que
desea poder estar nuevam ente ju n to a usted, esperando tranvías en la
m adrugada.

Onetti

[Carta mecanografiada. Sin fecha; por el contenido parece ser de 1937. GRI[.

44 Alude a su esposa María Julia, y a la h erm a n a de Onetti, Raquel.

49
[8]

193745

Mi querido Payró:
No escribí en tiem po decente por cau sa de varios sucesos, sin mayor
im portancia en realidad, pero que me tenían distraído. Por otra parte, como
no p asa casi u n día sin que se m e ocurra algún tem a que sería lindo tra ta r
con usted, y se me ocurre tam bién su punto de vista y cómo contestaría
yo... No hay necesidad de decir que siendo yo joyciano convicto y confeso,
me b a sta im aginar fugazm ente u n a charla de ésas para que mi su b co n s­
ciente quede convencido de que hem os estado en contacto, y libre, por lo
tanto, de rem ordim ientos por esta crónica pereza epistolar.
Pero u sted habla de venir y entonces charlarem os a la m anera de
M édan,46 si lo prefiere —siem pre en oposición al divagar joyciano— pue­
de poner cualquiera de los epígonos. Y tam bién poner el acento, que no
recuerdo sobre cuál de las vocales cae ni en qué sentido.
N aturalm ente que no tengo la m ala fe de su stitu ir u n a carta con esto.
La ca rta irá luego de mi visita a su niña. Será esta tarde. Y conste que
me he afeitado, cepillado el traje y em betunado los zapatos. ¡Si después
de todo eso ella no me e n cu en tra cambiado...!
Espero su llegada. Si u sted viene en domingo, como considero pro­
bable, no tiene m ás que llam arm e al 41 33 21. Es el teléfono de c a sa de
m is padres. Si yo no estoy allí, estoy m uy cerca y en pocos m inutos me
reuniré con usted, en cualquier extremo de la enorm e ciudad. Si no es
domingo, llámem e allí desp u és de las 19 o en el interm ezzo de 12 a 14, o.
en horario de oficina, al 4 31 71. Todo esto va por si su tiempo es chico.
Va sin decir que me d a rá u n gran placer yendo a Libertad 2557 o a mi
particu lar domicilio en Prudencio Vázquez y Vega 1080, Dto. 5. Am bas
direcciones son en Pocitos, como C huearro. Y la últim a de ellas la ofrezco
en la inteligencia de que no ha de ofenderlo u n corto viaje por la bohem ia

45 Payró fecha esta carta como de 1938. Sin embargo, parece ser la carta anterior a la
siguiente, de fines de 1937, cuan d o O ncttl visita a María Ana Payró, «su niña», hija de
Julio, que veraneaba en Montevideo.
46 En 1878. Émile Zola adquirió u n a casa en Médan. cerca de Paris, que se convirtió en
lugar de reunión de los n a tu ralistas franceses. Su secretarlo. Paul Alexis, describió
esas reuniones en Les Soirees d e Médan (Las veladas d e Médan1. N aturalm ente, su s
discusiones eran lo opuesto al «divagar Joyciano» de Onettl.

50
y u n a cierta y sutil am oralidad de la que casi no me acuerdo. Yo tam bién,
u n anim al de costum bres.
Saludos a todos y mi welcome al próximo visitante. Que —como pal­
pito— será visitanta.

Lo abraza su amigo invariable

Onetti

[A continuación, agrega Onetti, a mano]:

Pero si viene en domingo, b a sta rá n u n a s líneas p a ra que lo espere en


el puerto. Siempre que viaje en el nocturno. El óm nibus de Colonia lleva
a domicilio.

[Carta mecanografiada, fechada a mano. GR1],

51
[9 ]

diciem bre 193747

Querido Payró:
Ahora sé que el pescadito fue a enredarse en las b a rb a s verdosas de
algún espíritu m arino (o acaso se haya hundido en el aire, donde lo e s­
perarían sirenas, herm osas pescaditas p latin ad as con colas de mujer) y
que luego fue sustituido con otro bicho sem ejante, un poco m ás grande,
al que resu lta imposible nom brar con la m ism a te rn u ra que al anterior.
Tam bién sé ahora que hay u n gatito gris, pero gris gris, que no tiene
n a d a de tonto y es juguetón, pero quién sabe m ás adelante, cuando «será»
grande, porque los gatos de Angora se p a sa n durm iendo.
Conozco ah o ra el plan de seis años de la C ultural Anglo-Argentina.
con su literatu ra espantosam ente difícil y que sólo es posible su p e ra r a
fuerza de am or propio y a fuerza de sentir la grave responsabilidad de la
fe que h a n depositado en nosotros.
Y. por últim o, tam bién sé ahora que ¡al fin! don Ju lio Payró h a form a­
do con don Jorge Payró un cuadro de obreros pintores m uralistas p ara
a ta c a r la realización de grandes frescos.
Todo lo que antecede es creíble y fácil de ver, no se necesita sobornar
ningún sentido para im pregnarse de su realidad, como no es necesario
contem plar u n rostro de M adonna p ara sa b er de la Virgen. Pero esto
último, hom bres de poca fe... Espero detalles y si es posible, fotos. Ya sé
que la concepción pertenece a don Jorge, cuéntem e cómo se desem peñó
u sted con esa improvisación con pie forzado.48 Y si allí triunfó la m an era
gauguinesca, o la proletaria, o la neoclásica o, como es probable por su s
orígenes, u n inocente estilo dadá-surrealista.

Informo que la n iñ a e stá bien: confiesa conservar sueño y apetito y le


es imposible ocultar que el sol la miró. N aturalm ente que extraña, pero
no dem asiado. Montevideo es como e sta r en el campo. Hay paseos pro­
yectados. U stedes le deben cartas. La familia de aquí es m uy buena, pero

47 Fechada a m ano, con u n com entarlo de Payró, al margen: «Con noticias de lo que le
contó M ana Ana en su visita a Montevideo".
48 La mención de Jorge Payró es un enigma, ya que Jorge, el tercer hijo de Julio Payró, sólo
tenia u n año y medio en esa fecha. María Ana no halla modo de esclarecer el pasaje;
sugiere que tal vez Jorge, gateando, le haya estropeado algún trabajo al padre.

52
claro que no es como estar en casa. (Parece que son varios herm anos y ta n
audaces que h ab lan entre ellos sobre cosas y gentes que ella no conoce.
Yo espero que no h ab larán de negocios).
Y p ara term inar este rápido si que veraz informe, me es grato com uni­
carle que su niña es la m uchacha m ás inteligente del m undo y tam bién
de Montevideo: me atendió en u n a p u ertita de ja rd ín y no hizo ni el m ás
pequeño intento p a ra introducirm e en el m undo de los Lipchitz. Mi ro-
binsonism o a salvo, Dios sea loado.49
Espero s u s 24 horas de Uruguay. Avíseme de eso y del otro aguardado
suceso.

Su amigo que lo quiere

Onetti

[Carta mecanografiada, fechada a mano. GRI].

49 Por robinsonismo, probablem ente Onetti alu d a a su idea de irse a vivir en u n a rem ota
isla desconocida, que reitera en varias cartas.

53
[ 10]

[Sin fecha]

Querido Payró:
Ciertos líos —agradables— m e h a n tenido ocupado. Escribo é sta u r ­
gente p a ra decirle que lo espero. U.T. 400604.

Saludos
Onetti

[Carta manuscrita. Sin fecha; por el matasellos en el sobre parece ser de 1938.
GRI],

54
[ 11]

[S in fecha)

Querido Julio:
Recién hoy me devolvieron el pulm ón. El asu n to se llam a neum otorax
espontáneo; no tengo microbios pero tengo p a ra u n rato de vida con­
tem plativa. Vd. disp en sará la poca brillantez expuesta en n / a s últim as
entrevistas, ya que el ingenio se me estab a escapando por el agujero de la
pleura. Estoy en la cam a, leo Proust, recibo alguna visita furtiva en la alta
noche y no me aburro tanto como tem ia. Si Moloney soporta la inevitable
prolongación de las vacances, volveré a Baires con m uchas ganas de tr a ­
bajar y de cam biar este neurotizante estilo de vida. O encuentro o fabrico
un poderoso leitmotiv o me tiro al rio. En cuanto a lo otro, m antengo y
acrezco la im presión prim era, la del gallego y el hipopótam o; «Este anim al
no existe». Ya explicaré si no entiende el cuento de «Shanghai Lily».50 No
sirve. Hay algo a rra stra n te recién vislum brado. A Vd. no le gustará. Qué
hacerle. Uno puede hacer lindas cosas deliberadas. Tam bién puede hacer
cosas no ta n lindas, pero espontáneas como mi neum otorax y parecidas
a uno; esto es lo único que im porta. Nombre de u n perro.51 En amor, en
trabajo, en elegancia, en tabaco, en bebida, en política, sólo es im portante
ser sinceram ente uno mismo y sólo haciendo así se puede ser feliz. ¿Habría
de ser distinto en arte, que le dicen, au nque J.E.P. dé consejos?

Garibaldi 2584

Saludos
Onetti

[Carta manuscrita, sin fecha. Parece pertenecer a la primera etapa del episto­
lario. GRI[.

50 Shanghai Express (1932), película de Jo se f von Sternberg, con Marlene Dietrich como
la espía Shanghai Lily.
51 Onetti traduce literalm ente u n a maldición francesa —me recuerda Rosario Peyrou— que
repite varias veces y completa en la carta 48, «Sagrado nom bre de u n perro» («Sacré
nom d'un chien»).

55
[ 12]

[Sin fecha]

[Sin el nombre del destinatario)

Víctima de u n espantoso ataque de ganas de tra b a ja r —y con esta


m áq u in a que u s te d ju z g a rá — he quedado casi m udo y m anco p a ra
toda p ro sa vil. Térm ino que com prende a todo m ontón de p alab ras no
nacido p a ra la etern a vida que gozarán las páginas de la actual the best
o f the world.5253Que m ás bestia será la próxima y el Señor me validó u n
fabuloso aum ento de sueldo. (Mile. Vibert e stá aprendiendo contabilidad
p a ra ponerse a la altu ra y rango de la nueva época). Y sobre todo, u n a
poderosa inhibición p a ra escribir cartas a usted. E ntre otras cosas, p ara
ser breve —y dejando aparte lo que de m utilado siento en e sta clase de
com unicación después de haberlo tenido un o s días de cuerpo presente,
porque oralm ente es posible que yo hable seriam ente de cosas serias,
hablo mal, vacilo, sustituyo las exactas p alabras que no se me ocurren
con palab retas m ás o m enos sonoras. Y esto me perm ite abandonarm e,
se r n atu ral, libre de sospecha, de pedantería y trascendencia. Pero al e s­
cribirlas la cosa cam bia. Todos sabem os que u n a carta puede releerse y
corregirse a n te s de enviarla. Y h a sta por cortesía se quiere se r claro (por
lo m enos en esto). Y como aquí ya no es posible ayudarse con los gestos y
las m iradas y las previstas asociaciones de ideas que el otro sigue y etc.,
hay que recu rrir a la sintaxis e ir aprobando los térm inos h a sta poner el
que tiene que ir. ¿Entonces?
Entonces no hablem os dem asiado en serio, por ahora. Aunque el tem a
lo sea, como esa feúcha señorita Ana Lía por cuya llegada lo felicito y de
quien exijo m inuciosa descripción. A la m adre acabo de verla, por Kastor,
en u n núm ero posiblemente atrasado de no sé cuál revista uruguaya, si
es que hay. Tam bién un dibujo de Gagsón con cara de Almirante Brown,93
sobre u n fondo de aguas e islotes, apto para batallas navales, y rindiendo
hom enaje de acatam iento a la poderosa flota oriéntala [sic], cuyo poderío
ha de recordar por calam itosa experiencia. Trato de ordenarm e pero no
con m ucho éxito. Me acostum bré a la charla y continúo. E n ese suicidio
de Lugones, ¿no hubo algo de harakiri?54 Anoche pasé en limpio (un lim-

52 Se refiere a la novela que estab a escribiendo, m encionada en el tercer párrafo.


53 El alm irante William Brown, Irlandés, héroe nacional argentino por su participación en
la guerra de independencia.
54 El dia del suicidio de Leopoldo Lugones, el 18 febrero 1938, es u n a fecha aproxim ada
a la redacción de esta carta.

56
pio sem ejante al de esta carta), u n capítulo de the best etc. Todo el tiempo
pensando en usted por varias cosas y acaso sobre todo porque uno de los
capitulados era u n pintor con u n a cierta rebelión ante las circunstancias,
ante la obligación de optar. En fin, ya lo leeremos y hablarem os. Hay u n a
frase del citado señor que puede servir de pista. No es enfática porque la
dice m ás o m enos en chiste: u n a vida artística es la de Gauguin y no la de
Oscar Wilde; así como el am ante es Romeo y no Casanova.55
Pero tranquilícese, no se tra ta de u n a novela de frases, h a b rá de todo
y se sigue llam ando «Folletin».56 Cuéntem e si el im pulso pictórico le d u ra
y qué resultó. Dígame algo, si es que hay. de las lecciones epistolares de
Torres. He ido algunas veces por allí y. lina vez desalojados los epígonos,
hemos charlado. Da rabia que u n hom bre así sea fanático ortodoxo dogmá­
tico. Por otra parte, u n poquito de envidia. Imagínese, tener e sa fe loca.57
(Y p e n sar que uno —corroído por infernal e innato escepticism o— llega
h a s ta sonreír de lo que uno mism o escribe). Y tener fe, fe en el arte y en
qué clase de arte, a esa edad. Y envidia, decía, porque en el im probable
caso de que uno alcance la vejez, es presum ible que uno llegue a p en sar
que el arte es cosa b u en a p a ra jóvenes y uno se dedique a h o n rar la se­
nectud ofreciendo entu siastam en te chocolatines y m arrones a colegialas
de m edias tres cuartos.
Mucho le agradezco las postales que h an pasado a enriquecer la pina­
coteca de Mile. (¿Por qué este capricho, la subconsciente negativa al Mme.?
No hay aquí u n a prim era luz del ocaso apuntado en el anterior párrafo).
El San Jorge es de veras u n a cosa muy herm osa y llena de fuerza, de la
fuerza íntim a que no se proyecta, que está hecha carne con quien o que
la posea.
Querido Payró: He guardado esta carta algunos días esperando u n
tranquilo m om ento p a ra proseguirla. Pero ya es sábado, m ediodía y es
necesario que sepa u sted indubitablem ente que a ú n estoy vivo. Abrazos
Onetti

[C a rta m e c a n o g ra fia d a , s in fe c h a . P o r el c o n te n id o e s d e l a ñ o 1 9 3 8 . GRI).

55 E stas dos referencias culturales aparecen en Tierra d e nadie.


56 «Folletín» parece h aber sido el titulo original de Tierra d e nadie.
57 Torres García tenía u n a «fe loca» en el arte, como sugiere la frase siguiente: tal vez Onetti
sienta «un poquito de envidia» por la personalidad del pintor, tan distante de la suya. Se
sabe que Torres G arda era un «fanático ortodoxo dogmático*, pero sobrem anera en cuanto
a su s ideas y su s prácticas estéticas. Era religioso, pero de ninguna confesión determinada.
Lo que más importa es destacar la enorme distancia entre el pintor y el escéptico escritor,
a pesar de lo cual mantuvieron tm a estrecha amistad, como revelan estas cartas.

57
[ 13]

21 abril 1938

Querido Payró:
Mal principio, mon cher. Com prendo que el indo, latino o hispano
am ericanism o produzca en la conciencia de s u s cultores u n cierto olvido
de las clases de geografia de la infancia en que aprendim os y repetim os
y dibujam os los lím ites políticos de los no me acuerdo cuántos libres e
independientes países que form an nu estro continente. Me parece sim ­
pático ese desprecio por las fronteras, ese am or ardiente que funde en
arm onioso conjunto a las jóvenes hijas de la Revolución de Mayo. Pero
no, nunca, h a sta u n punto en que se olvida la idea de Patria que, quien
m ás quien m enos, todos hem os m am ado desde la cu n a (¿se fijó que los
niños n u n c a m am an en la c u n a y m ucho m enos, claro está, desde ella?).
Todo esto para decirle, a u n q u e le duela, que no puedo adm itir como cosa
saludable e sa fraternización sudam ericana si ella llega h a sta el p unto de
que los hijos de u n a nueva y gloriosa Nación abandonen y h a sta regalen
displicentes lo que aquella g u ard a de m ás genuino y valioso en su acervo
cultural. Q uerido amigo: la n u n c a igualada frase, alta, sonora y signifi­
cativa que dice «las efectividades conducentes», se en cu en tra en el tomo
segundo, capitulo cuarto, página 956. línea catorce, de las Memorias de
Santa Elena y Martin García de vuestro héroe epónim o el dotor [sic] Hi­
pólito Yrigoyen.5859Al C ésar lo que es del C ésar."
Y en cu an to a la otra cita, que no es de Yrigoyen ni de Cristo, que
habla de J ú p ite r y la ceguera, debo decirle que en mi opinión ni C ham ­
berlain ni Blum o Daladier —o el que está pidiendo votos de confianza,
dinero al Banco y patriotism o a los huelguistas de París en el m om ento
en que u ste d reciba é sta— está ciego.60 No es eso. J ú p ite r se h a limitado,
vaya a sa b er si p a ra perderlos o no. con dejarlos tuertos. El ojo enfermo
de los citados personajes m ira, sin ver, naturalm ente, para au-delá d es

58 La cita es u n a broma borgeana de Onettl. Une los nomines de dos célebres exiliados en Islas;
Napoleón en S anta Elena e Hipólito Yrigoyen. dos veces presidente de Argentina (1916-1922
y 1928-1930), en Martin García. Ambos escribieron memorias desde el exilio.
59 En los Evangelios, «Dad al César lo que es del César», alude al pago de tributos. Impuestos.
60 Neville C ham berlain, prim er m inistro del Reino Unido (1937-1940); Léon Blum, escritor
y prim er ministro francés (1936-1938); Édrnond Daladier. prim er ministro francés 1938-
1940). Probablem ente Onettl se refiere de nuevo al ascenso del fascismo en Europa y
a la fracasada política de apaciguam iento de ios m inistros nom brados.
58
Pirinées. El ojo sano regardea el Banco de Inglaterra y el Crédit Lyonnais.
Los caballeros sospechan que la guerra próxim a p arirá el fascism o o la
o tra cosa innom brable p ara u n a b u en a p arte del m undo. Y en el fondo
de s u s corazones ardientes prefieren, varios miles de veces, el fascismo,
im puestos, econom ía dirigida y todo lo que se quiera; pero h a b rá capital,
ricos y pobres, explotadores y explotados. Con algunas quitas, es seguro
que Léon Blum salvará su fam osa colección de platerías. Y eso es todo.
De ah í a d a r como cosa hecha el fin de E uropa, su barbarización por las
bestias con botas, hay u n paso largo. Sólo Dios sabe lo que va a resu ltar
de ahí. Yo espero y no lo m ism o que usted. Y otra cosa: p a ra el caso de
que su s m acabros pronósticos se cum plieran, tam poco veo claro ni fácil
el rol de Sudam érica como m antenedora de la llam a sacra de la cu ltu ra
occidental, o como vientre de prim eriza que pu ed a darnos u n a nueva.
Yo creo que así como hem os im portado el liberalism o y la democracia,
los modelos de J e a n Patou,61 los chorizos frankfurter, el psicoanálisis y
Carlos Gardel y etc., im portarem os tam bién el nazism o u otra form a de
la bestia. Ya hem os empezado.
Pero entretanto... Me alegro de s u s actividades. Casi casi, h a s ta por
las no del todo gratas, como las traducciones del portugués y las confe­
rencias platónicas. Yo escribo, n a d a m ás. Muy a m enudo voy a verlo a
Torres. Me quedo después de la conferencia y de la fuga de los epígonos,
y entonces charlam os. Hay m ucho de Don Quijote en Torres; no en u n
sentido m ayúsculo, heroico (aunque tam bién lo tenga), sino h u m an am en ­
te, como form a sim pática y ta n honrosa de esta r loco. La confusión entre
castillos y ventas y —sobre todo— entre castellanos y venteros. Ahora
e stá m uy cambiado, por todo lo de E uropa y E sp añ a y por tener la hija
acorralada allí.62 En el hall o atrio del Templo A bstracto h a puesto u n a
com binación de fotos que m u estra las viejas obras de arte arquitectónico
de E spaña, principalm ente de C ataluña. Encim a de ellas, grande, planea
u n estupendo trim otor que debe ser Caproni según sospechas.63 Ya ve
u sted cómo la abstracción no lo es tanto. Y en cuanto a él mismo: ya no
cree en las dem ocracias, ni en la m ism ísim a señora con m ayúscula. Sus
esperanzas están en Rusia, su adm iración en el grande y fuerte y sabio
cam arada Stalin.64 Sobre todo por el fusilamiento de [Mikhail] Tukachevsky

61 J e a n Patou, diseñador de m odas francés.


62 Olimpia, la hija mayor de Torres García, había desaparecido durante la guerra civil espa­
ñola: después, fue localizada y sobrevivió a toda la familia. Murió en 2007.
63 Glanni Caproni, construyó el prim er avión Italiano en 1911; en entreguerras, construyó
bom barderos.
64 D espués de la guerra civil, y h a sta el pacto germano-soviético, no sería sorprendente

59
y otros m ariscales. «Si hubiera hecho lo mismo la República Española
con S an ju rjo y los otros...!».155Le estoy tom ando m ucho cariño al viejo don
Torres García. Ella es tam bién inteligente y encantadora, con su m anera
de e scu ch ar entornando los ojos y u n a sonrisa de m uchacha. Del hijo he
visto dos p in tu ras últim as, dos naturalezas m uertas sem ipicassianas, con
botella, mesa, vasos, pipa y periódico, que me gustaron m ucho. Y asi. como
estos escritos hace dias. un o s cuantos m ontones de cosas p a ra charlar
con usted. Pero es mejor que me conform e con m an d ar é sta s enseguida.
Ayer me llamó Torres p ara que escu ch ara u n a conferencia suya sobre la
necesidad de no seguir im itando a E uropa y hacernos n u e stra cu ltu rita
con total independencia. Tout va bien Mine. Valentine. Ahora: la ineludible
dependencia m aterial que nos a ta a Londres y Wall Street, que como es
sabido forma insensiblem ente nuestro espíritu (maquinísmo, rascacielos,
u n forzoso criterio de dinero p ara juzgar la vida) y etc. Tout va bien. Mine.
Valentine. Pero bueno. No acepto ser un Achard platino. O Willy o u n
corno.'56 O. si no hay m ás remedio, u n tal Onetti. de Uruguay. S. A. No
sé si es am ericanism o; pero me e stá dando n á u se a s el «escribir bien».65667
Pienso en alguna m anera, otra, m ás despreocupada, m ás directa, semi
lunfarda, si me ap u ran . Y usted, hijo del Sol y el gran Patagón,68 quem ará
su archivo y s u s libracos, toda la polilla ya inútil de la vieja E uropa que
fuera u n día. Luego, con taparrabo de plum as y m an ta listad a se situ a rá
no lejos del om bú que la Pam pa tiene, o en algún picacho de los Andes,
o pastoreando llam as en el altiplano. Y allí esperará que el gran silencio
le borre las costras de la d ifunta c u ltu ra y el Padre Sol le traiga alguna
m añ a n a el m ensaje de América p a ra su alm a y u n a ingenua y etern a
geom etría p a ra s u s pinceles.

Onetti
[Carta mecanografiada. Fechada a mano. GRI[.

la adhesión al marxism o de u n Intelectual. Sin embargo, en la tercera entrevista que


Onetti le hace a Torres García, en 1939. dice el pintor: «ni entiendo ni Jam ás me ha
Interesado lo político, ni n unca he pertenecido a partido alguno». «Conversando de
pintura». Marcha. n° 17, 13 octubre 1939. Entrevista recogida en Testamento artístico.
Montevideo: Biblioteca M archa. 1974, p. 63.
65 Jo sé Sanjurjo era uno de los generales españoles cuya conspiración y sublevación de
Julio de 1936 condujo a la guerra civil española.
66 Marcel Achard. dram aturgo francés, mencionado en la prim era carta; Willy, alude a
William Shakespeare, a quien asi llam a en u n articulo periodístico; a William F aulkner
lo llama Billy.
67 Sobre este aspecto de la poética de O netti véanse la c a rta 1 y mi estudio preliminar.
68 En las crónicas de Antonio Plgafetta de 1524, Patagón fue el nombre dado a u n a raza
mítica de gigantes que habitaban la hoy llam ada Patagonia, en el su r de Argentina.

60
[14]

29 abril 1938

Querido Payró:
Por m uerte de uno de los socios la autom ovilería se liquida. Yo creo
que no será difícil acom odarm e por acá en algo sem ejante. Pero ya que se
presen ta la posibilidad de cambiar, me permito recordarle (éstas son las
palabras que empleo cuando redacto avisos de vencimientos) que usted
me habló de u n a s ciertas, vagas, débiles posibilidades de conseguir tra ­
bajo en Pregón.63 Si puede tan te ar algo en ese sentido, hágalo. Pero quiero
recalcarle que no se trata de un caso desesperante y urgente. Si puede
hacerse algo sin m ayor violencia ni preocupación d e parte suya, en buena
hora. Y si no, no. Se me ocurre, en últim o caso: si es u sted amigo personal
de Cordone, podría tal vez proponérsele el que yo me hiciera cargo de la
corresponsalía en ésta, sin sueldo. Si Pregón m arch ara después bien y yo
ídem, sería cuestión de pedir traslado a Baires y sueldo. Esto es u n a idea
fantástica que se me ocurrió días a trá s leyendo el pregón de Pregón en La
Nación. Claro que me parece disparatada. Pero uno n u n c a sabe.
Saludos cordiales y h a sta la vista. Espero que h ab rá recibido mi últim a
y larga carta. C ontéstela y charle.

Onetti

U na p o std a ta que debe te n e r m ucho, por inevitable contagio, de


argum entación de vendedor de coches: después de todo, ya que no es
«asi», incurablem ente, en ningún lado el trabajo im puesto será m enos
antipático que oliendo tin ta fresca. Ya no hay oro p ara b u sc a r ni —¡oh.
costum bres!— tierras vírgenes p ara violar. Me h an prom etido p a ra pronto
la publicación de la novela N° l . 6970*Esto me ayudaría m ucho a conseguir
por acá el perfum e del antim onio. Pero B uenos Aires, mi amigo... Sin
contar, adem ás, las posibilidades de y en u n diario que recién empieza.

69 Periódico argentino.
70 Por la fecha de la carta, debe tratarse de Tiempo d e abrazar, novela extraviada y n u n ­
ca publicada en su totalidad. A fines de 1940 la presenta a un ju ra d o uruguayo para
com petir en el concurso Internacional de F arrar y R inehart en Nueva York, pero no
es seleccionada como representante del pats. Poco después se extravian el original de
Tiempo de abrazar y las tres coplas. Sólo se conoce la versión Incompleta que Jorge
Ruffinelll rescató y publicó: Tiempo d e abrazar. Montevideo: Arca. 1974.

61
1

Sigo yendo a lo de Torres. Está entusiasm ado con el am ericanism o, pero,


claro está, siem pre que éste sea como debe ser: abstracto, constructivista y
cósmico. Me decido a term inar esta carta perdida a m itad de cam ino entre
la brom a y la seriedad. Es que u n a liquidación, después de u n a sem ana
s a n ta de tr abajo continuo, diurno y nocturno, tiene siem pre algo de triste
adiós. Y aquí, solo en la oficina que las ra ta s perspicaces com ienzan a
abandonar, oyendo la lluvia que d u ra desde la m añana, veo telarañ as en
el cielo raso y. colgando de ellas, obscuros y ateridos nevermores que me
despiden aleteando.71 Y habay. como dice Mae West.

[Carta mecanografiada, fechada a mano. Subrayados de Onetti. GRI],*lo

71 Alusión al poem a "The raven» |EI cuervo] de Edgar Allan Poe. ‘Nevermore” es el estribi­
llo que cierra cada u n a de las estrofas del poema. A su vez. G auguin pintó un cuadro
titulado -Nevermore*, donde aparece u n a joven tahltlana echada en un sofá, inmóvil y
desnuda, con u n cuervo en u n fondo Impreciso.

62
[15]

5 mayo 1938

Mi querido Payró:
Esa dulce historia m endocina... Me acordé de Pierre Benoit y L'Atlantide
y el otro folletín: Kóenisberg o algo parecido.72 Yo creo que u sted no se
ha dado cu enta del todo. (Su ca rta estaba escrita de puño y letra y, sin
embargo, ninguno de los dos tem blaron). Piense u n poco: u n a ocupación
que, en el peor de los casos, tiene que resu ltarm e divertida (interesante,
es la palabra), u n sueldo como p ara a h o rrar en preparación de fu tu ras
cosas. Y, por si no es poco, irse a u n lugar distinto, de fisonom ía ta n
diferente. Com prenda que no puede ser. Por el pero de la nacionalidad o
por cualquier otro. (Un personaje de mi libraco le hace la apología de u n a
isla fantástica a u n a m ujer triste. Ella lo escucha y luego le dice: «¿Pero
todo eso es m entira, verdad?». Él, desolado, asiente. La m uch ach a sonríe:
«Pero no im porta. De todos m odos esa isla es u n lugar encantador. ¿No
le parece?» Yo digo lo mism o del lugar, el trabajo y la m esada). Y perdón
por la autocita. Por lo m enos es inédita.73
Ahora debo darle las gracias por su interés. (No por haberse interesado:
me dejó contento, emocionado, el recibir su carta ta n enseguida). Lo de
Cordone me asu stó u n poco. ¡La responsabilidad de pertenecer a u n otro
pueblo perseguido, que ya h a tenido su éxodo y algunos falsos Mesías!
Claro que yo, personalm ente, no corro m ucho peligro ni lo correré p ara
cuando se inicie el pogrom contra el Cerro y el Estadio.74 Porque dicen
que no se m e conoce la nacionalidad.
Le decia que mi desam paro no es ta n inquietante porque aquí tengo,
oficialmente, h a sta fin de mes. Pero como se tra ta de u n a liquidación y el
liquidador tiene interés en ello, no es difícil que se prolongue algo m ás,
m ientras se vende y se cobra. Ya veremos. En últim a instancia, pienso que
para junio, cuando cambie el gobierno, habrá posibilidades de conseguir
otra cosa. Sólo que —ya había que buscarla— pensé intentar algo por ese

72 L'Atlantide, novela de Pierre Benoit de 1919; Koeningsmark (1918), del mismo autor.
73 Este diálogo, supuestam ente de Tierra de nadie, no se incluye en la versión publicada
en 1941.
74 El Cerro es un barrio popular de Montevideo.

63
lado. Volví a molestarlo —u sted ya h ab rá aprendido, conmigo y a su costa,
los gajes de la am istad— y a los dos o tres días se aparece su carta con el
«Sueño de u n a tard e de otoño cabe la Cordillera».
Debo suspender porque escribo de contrabando y uno se ap u ra en po­
n er lo m ás urgente. Y como lo m ás urgente es u n m ontón de vulgaridades
de economia dom éstica, así sale la carta. Debo cuidar mi estilo. Lo que le
decía del americanismo: mi tono era de brom a pesada y todo ello no iba al
fondo verdadero del asunto. Que tal vez sea éste: u n a voluntad de se r a u ­
tóctonos, ciega, sin plan. Que resulte cualquier cosa, b u en a o mala, débil o
fuerte en relación a la m edida de valores de Europa. Pero seam os nosotros.
Claro que a veces se me ocurre que el G ran Tipo rioplatense, el símbolo, el
sú p e r-porteño (aquí tam bién hay un lindo puerto) hacia el cual m archam os
m ás o m enos rápidam ente (la lentitud en esta m archa debe radicar en las
reservas de resistencia de cada uno), es, por fin. el Viejo Vizcacha.75 Com­
pare su filosofia con la de la gente de Corrientes y cercanías.
Bueno. Esto m ás que u n a c a rta de contrabando, parece la orga­
nización de g a n g ste rs de Al Capone. Term ino. Ya h ab larem o s largo
de aquel tem a y tan to s otros. Respecto a los afectuosos saludos para
Mile. Vibert no sé qué hacer. No puedo m ostrarle su ca rta h asta que llegue
el d esp ertar en Montevideo. Porque el hacerse ilusiones no es cosa que
me haga daño. Las disfruto en lo posible y cuando llega la voz helada de
la realidad a indicarm e que son las ocho de la m añ an a y hay que levan­
tarse, aplico u n poco de alegre m anfichism o76 y eso es todo. Pero cuando
se tra ta de los dem ás la cosa cam bia de especie. Ahora, que sospecho
que Mile, tiene por u sted m ucho afecto y se alegrará. Lo mism o digo de
doña Raquel. Salude a su gente con el cariño de siem pre. Déle gracias a
Gerchunoff.77 Le prom ete desde ya que en la prim era visita que le haga
(a Ger.) hablaré, hablaré y hablaré.

Un abrazo de su amigo

Onetti

[Carta mecanografiada. Fechada a mano por Payró. GR1],

75 El Viejo Vizcacha, uno de los g randes personajes de Martín Fierro de Jo sé H ernández, •


célebre por su s refranes y consejos que com pendian u n a visión cínica de la vida.
76 Adaptación castellanizada de la expresión francesa <Je m 'en fous* (en español seria algo
asi como "me Im porta u n pepino*).
77 Alberto Gerchunoff. a u to r de Los gaucliosjudios.

64
[16]

25 mayo 1938

Mi querido Payró:
Ya e sta b a por escribirle, dispuesto a convencerlo de que el señor
G obernador de Mendoza no es el único tem a tratable en n u e stra corres­
pondencia. Acaba de llegar la suya. Me tranquiliza en cierto sentido: me
dijo Torres que hacía m ucho tiem po no le llegaba ca rta suya y tem ía que
algo de im portancia lo silenciara. Pero en su po std ata me dice que todo
va bien. Y con la salú [sic] b asta. Es necesario que m e pase el nom bre de
la revistucha en que colabora. Y pronto, porque maliceo que ese nuevo e
ignorado intento de publicación artistico-literaria, m ensual, interm itente,
sospechoso, no h a de d u ra r m uchas lunas.
Y en seguida del dribbling el tiro al arco: yo soy u n desagradecido y
usted es mi amigo. Dos motivos por los cuales no le doy las gracias por
su propuesta últim a y en el tono en que ella lo merece. No puedo aceptar
y usted me entenderá: mi últim a perm anencia en Baires fue sombreada,
hecha m olesta en gran parte, a cau sa de no haber podido alcanzar el desi­
deratum de la economía m undial m oderna: bastarm e a mí mismo. Algo me
conozco y puedo pronosticar: el prim er tiempo estaría m uy contento, allí y
con usted. Pero enseguida no. Lo im portante —lo único que importa, a final
de cuentas y en todas las cosas— es que usted me haya hecho ese amistoso
ofrecimento. Claro que no necesito «hechos» p a ra conocer su afecto. Pero
me alegró y ahí va u n apretón de m anos.
Puedo defenderme todavía u n tiempo en Montevideo. Y es m uy probable
que las cosas se me arreglen de m anera aceptable. Lo que sucede —lo que
motivó mi carta pedido— es que, como estuvo usted tan to s años en Baires,
yo me siento aquí como de paso. Un refugio m ás o m enos tranquilo que
aprovecho para escribir. (Estoy releyendo a Dostoiewsky y cosas sobre él.
De aquí surge u n a «comparanza*, tan to n ta y ta n lejos de tocar la verdad
como u n a R am onada,78 pero que repite en otra zona, casi correctam ente,
u n a sensación mía. Va: parece que la gente de Montevideo —ésa con la
que uno se tropieza, se enlaza y hace líos— hubiera leído, tam bién, a don

78 Alude a Ramón Gómez de la Serna, a u to r de greguerías, que por ese entonces vivía en
Buenos Aires.
Fedor. De aqui u n a gran com prensión, tolerancia, falta de sorpresa [jara lo
inesperado. Pero, entre todos, h an preferido al Príncipe idiota. En cambio,
la gente de Baires —aquella con la que uno tropieza y etc.— prefiere a los
personajes «activos» del ruso, los «endemoniados». De aquí, u n a riqueza
de líos y u n terreno m ás generoso p ara nos. los epatadores am ateurs).
No me h a dicho si pinta ni qué. Yo escribo. Mile, pinta. Charlam os
m ucho de u sted (¡usted! que aceleró en ella el crecim iento del desdén
hacia las alm as prerrafae y su p er-rea listas. ¡Y si fuera sólo cuestión
de almas!) ¡Oh. carta de los paréntesis! Para variar inicio la gam a excla­
m ativa. Alguna vez tengo que charlarle largo de u n escritor yanqui que
u sted conoce. Es aquel de «Hombres y lauchas», que están filmando.7980
Una historia persona] que creo hallará interesante (la historia personal
es la que tengo que contarle). He visto y le aconsejo ver Un carnet de
baile.30 Indudablem ente, u n a m uy b u en a película. Y después —defecto o
virtud— extraordinariam ente «literatura». Me im presionó m ucho. Direc­
ción, como sabrá: Duvivier. Y un o s cuantos viejos amigos en el reparto.
Véala y escríbam e al respecto.
¿Y qué m ás? Hay u n dia de otoño casi como para sentirse feliz. Tengo
tiem po de harag an ear y escribirle desde la oficina. En cuanto a mi no­
velón, cada dia m ás sim pático. Tanto, que estoy esperando term inarlo
—falta poco— para hacerlo de nuevo. No se burle: está dem asiado «bien
escrito». Nunca académ ico, claro. Pero u n a cosa excesivam ente de «pa­
labras». de historia bien llevada.81 Algo —p ara orientarlo— huxleyano.82
De éste h a n dicho que su gran defecto es ser dem asiado inteligente. Y
bien m irado, es cierto. Se trata, pues, de em brutecerse un poquito. De
m anera que parezca que los problem as de los pobres hom bres que hacen
de personajes son u n poco los del Dios que los crea. (Conste que estoy
sonriendo y no con la dactilógrafa). Quiero decir: la Vida de las abejas
es u n gran libro porque [Maurice] M aeterlinck llega a entenderlas por
vías de tern u ra, sufre y se alegra con los bichitos. Lo de Huxley es algo
asi como u n a Vida d e las abejas escrita por u n sabio, m uy sabio, que no
olvida n u n c a —ta n seguro está— que los bichos son bichos y que él tiene
u n alm a inm ortal y divina.

79 Of Mice and Men. de J o h n Steinbeck, traducida como De ratones y hombres. Tal vez
Onetti tradujo el título a su m anera.
80 Un carnet de bal (1937), película francesa dirigida por Ju llen Duvivier.
81 Tal vez aluda a Tierra de nadie, según com enta en la carta 12,
82 Se refiere a Aldous Huxley, a u to r de Brave new world (1932).

66
Le confieso, tan cínicam ente, que seguiría lateando páginas y pági­
nas. Pero me apiado de u sted y abandono, dedicándom e a archivar los
duplicados de las cartas cuyo destinatario tiene u n apellido com enzando
con A, en la letra A del bibliorato. Los que con B en la B, con C en la C, y
así sucesivam ente h a s ta que se acaba el m ontoneito de duplicados. Por
si no lo sa b ía ...

Su amigo que lo quiere

Onetti

iC a rta m e c a n o g ra fia d a , e s c r ita e n u n p a p e l c o n m e m b re te d e B o rra t F a b in i,


H e rre ra y CIA. F e c h a a g re g a d a a m a n o . GRI].

67
[17]

junio 1938

Mi querido Payró:
Recién ah o ra consigo tiempo y m áquina p a ra escribirle. Espero que
h a b rá recibido ya la carta indescifrable de doña Ju lia , habiéndose en tera­
do, por lo m enos, que las conferencias estab an en nuestro poder. Las leí
en cuanto obtuve perm iso y volveré a leerlas. En realidad, el arte que de
veras m e entusiasm a, el que es capaz de interesar todas las p artes de la
personalidad del suscrito, comienza allá por fines del siglo. Se im aginará
( entonces, que no he perdido oportunidad de leer cuanto anduvo cerca
de m is m anos con referencia a ese tiem po artístico; y, sobre todo, lo que
tra ta b a de p in tu ra en tal época por ser é sta la ram a que anduvo m ás
ráp id a y vivam ente en lo que va del siglo. N unca leí n a d a ta n claro, ta n
asom brosam ente sencillo y explicativo como e sas conferencias suyas. Y
aquí sencillez es el m ayor elogio. Porque u sted transm ite, sencillam ente,
no sólo aquella clase de conocim iento intelectual de la cosa, sino adem ás
el m ucho m ás im portante conocimiento intuitivo o sensorial o de corazón.
E stas palabras no sirven pero u sted me entiende. Es absolutam ente nece­
sario que esas páginas se alarguen y hagan u n libro. No digo esto por toda
la riqueza que hay en ellas susceptible de explotación. Estoy pensando en
su artículo sobre M aruja Mallo: hay allí pedazos de u n verdadero escritor.83
No lo tengo a la vista, pero recuerdo la im presión de u n a s líneas donde
habla u sted de las ferias populares y —sobre todo— otro de u n a fuerza
de com unicación y u n estilo exacto (ni palabra m ás ni menos), que e stá
al final de u n párrafo y nos habla de alim añas y osam entas. Pienso que
el libro le d a rá la libertad necesaria p ara escribir todo así; en las confe­
rencias debe h ab er sido forzoso descender de vez en cuando a la realidad
de u n público asistente.
Posiblem ente no le interese en n a d a la parte «literaria» del asunto. Pero
mi vicio es incurable y u sted sa b rá perdonarm e.
Por aquí sin novedades. Se p in ta y se escribe. Se tra b a ja tam bién y
tam bién hoy sábado y m añ an a domingo. A aquello que se llam aba balance

83 Se refiere al artícu lo de Payró, «Otra M aruja Mallo», La Nación, 29 mayo 1938,


2a sección, p. 2.

68
sucede u n a cosa que se llam a liquidación. Y hay que trab ajar a toda hora.
He visto fugazm ente a Torres; com prendí que no tenía noticias de su s
sacrilegios en Cursos y Conferencias y como es n a tu ra l no m encioné el
asunto, Tengo m uchas, m uchísim as ganas de charlar con usted. Y tam bién
tem as p ara esas charlas. Lo malo es que las c a rta s me desanim an desde
el principio y n u n c a se dice nada; y la tierra sigue rodando con nosotros
y el tiempo. Vaya a sab er dónde e sta rá n las sensaciones charlables de
hoy cuando podam os ju n ta rn o s. Tengo unos discos de jazz (prestados por
Augusto Torres): los estoy escuchando en todos los m om entos posibles
y con m ucha atención. Eso es el instinto suelto, digan lo que quieran
los intelectuales jazzistas. Lo que lo salva —y ¡cómo!— es que se trata
del instinto de u n a raza infeliz y religiosa. Pero, ciertam ente, es posible
sentir, oyéndolo, la an g u stia m an sa y sin salida (sin salida en el m u n ­
do tangible) del hom bre, negro, amarillo, judio y ario. Yo quisiera sab er
cómo concilia Torres padre su sim patía por el jazz con la abstracción y la
m edida. Pero como no quiero m olestar —y a él m enos que a nadie— me
quedaré curioso.
Escríbam e pronto y largo. Saludos n u estro s p a ra todos ustedes.

Onetti

[Carta mecanografiada, fechada a mano. GR1],

69
[ 18]

10 agosto 1938

E stas pocas líneas desde u n a casa feliz donde la gente sí lee pero no
escribe. Lo que justifica el papel de Exercise book. Cumplí su s instrucciones
frente a Torres. Lo oi reírse halagado por el tiempo de m editación que Vd.
pide p a ra contestar (era por teléfono, lo tengo u n poco abandonado); vere­
mos cómo sale Vd. del paso. Espero que su s copiosos honorarios rosarinos
le perm itirán hacerse u n a nueva escapada y pronto; entonces hablarem os.
El nuevo teléfono de U.T. de la oficina es 46090; para m ediodía y noche
puede u s a r 413321. Las traducciones se aceptan de antem ano: pero va
sin decir que me anim o con cualquier Ruy Barbosa.84 reservándom e el
beneficio de inventario p a ra cosas dem asiado buenas. En todo caso —y
en el hipotético ídem de que hubiera caso— cuento con u n a lectura final
hecha por Vd. Si le gusta, lo entrega, y si no a n u n cia mi defunción a Sur.
Tengo noticias de que «La Peña», en ésa, abrió u n concurso de novelas. Si
le es posible, le agradeceré averigüe si nos, los autores cisplatinos (esta
p alab ra me gusta) podem os participar. Se tra ta de obras inéditas. Si se
puede, yo le m andaría las dos copias de la n° 1 p ara que Vd. las presente.85
No tengo aquí su c a rta y ahora me vienen d u d as sobre la inm inencia de
su viaje. Me haría m ucho bien e sta r con Vd. El trabajo diario ta n estúpido
y el tiem po que se pierde y el esfuerzo que es necesario hacer p a ra «casi
ningún día sin escribir», producen crisis de desaliento. Pero se escribe y se
e stá b a sta n te contento. Me alegró m ucho la cifra de público en Rosario y
que la Revista perd u re.86 ¿Se pinta? He soñado con B. Aires y con charlas
con Vd. y otros herm éticos sím bolos onírico-freudianos. ¿Su gente bien?
Van saludos de s u s encendedores. Debo com unicarle que solam ente el
ex se m antiene en funciones. Extraño enigma.

Un abrazo de su amigo
Onetti

[Carta escrita a mano, fechada a mano por Payró. GRI].

84 Escritor, Ju rista y político brasileño.


85 E n este caso, debe tra ta rse de Tiempo de abrazar, novela que O netti escribe en 1933 y
reescrlbe a lo largo de los treinta, sin satisfacerle a él y a los editores.
86 Posible alusión a La Sem ana en Buenos Aires; desde 1938, Payró escribe en esa revista
las páginas de critica artística.

70
[ 19]

25 agosto 1938

[Carta sin el nombre del destinatario)

Me veo obligado a u s a r el «cerrado por duelo» p ara poder asi cumplir, y a


m áquina, mi anterior prom esa de u n a larga carta. La persona cuyo nom bre
preside este papel acaba de morir en USA. Era un lindo tipo: ex-pobre, aven­
turero, contrabandista y millonario. Lo siento m ucho, con independencia
de la nueva situación azarosa que esto me crea. Con respecto a eso. me
siento raram ente despreocupado y ya verem os lo que pasa, si Dios nos da
ojos. Por una nota de La Nación supe que tiene otra conferencia en Rosario
p ara el 27: espero noticias y buen éxito. E stá de m ás decirle que si esas
conferencias se han publicado, deseo un ejemplar. Por aquí se escribe,
se trab aja h a sta hoy. Torres está enferm o (gripe, n ad a más) y esperaba
carta suya cuando lo vi. Tengo Santuario, en francés, de Faulkner.87 Recién
empecé a leerlo, muy interesante y difícil. Y gran noticia, regalé a Mile,
en el día de su s dias. un álbum de reproducciones de Cézanne. Ninguna
otra novedad digna de ser escrita. Hábleme de su viaje a Montevideo y si
se puede hacer algo en el concurso de La Peña, hágam elo saber. Me han
dicho por acá que el plazo vence el 30. Piense en las letras argentinas y
en lo que ellas se perderían. Últimamente, estuve leyendo Servidumbre
hum ana de W. Som erset M augham .88 ¿Lo conoce? Es u n libro terrible y
si el a u to r fuera m ás «artista» —Vd. me com prende— sería un libro de
prim era fila. Nombre de u n perro: le iba a escribir, hoy precisam ente, u n a
carta con júbilo y desdeñosa vanidad de propietario: había conseguido que
me fiaran u n a m aquinita portátil. Pero el telegram a de la W estern [Union]
im puso la anulación de la compra. Tengo que escribir algo relacionado
con esos telegram as donde hay arriba un m apam undi con ciudades de
p u ntos blancos, las noticias vienen en largas tiritas adheridas al papel,
fraccionadas con exceso, y uno piensa —greguería— que el viejo Western
World o Mr. All America hubieran podido cam biar por completo el suceso
originario con sólo elegir otras tiritas que contuvieran otras palabras.

87 Sanctuary se publica en Inglés en 1931: la traducción al francés es de 1933; la tra d u c ­


ción al español de U no Novas Calvo, en Espasa-Calpe, es de 1934.
88 O f human bondage (1915). de W. Som erset M augham, en español (1938).

71
Y en el dorso del papel hay u n a interm inable lista de condiciones, que
uno acepta ciega e inevitablem ente al d ar curso al telegram a, escrita en
u n idioma fantástico, enigmático, despiadado, con alm a de cuáquero o
alguna inconmovible cosa por ese estilo. Y estuvieron, tam bién, anoche,
las conversaciones telefónicas con el hospital de Rochester, M innesotta
(¿hay letras dem ás?)89 que era necesario ver aislado y blanco, lleno de
sol en aquel momento. Allí se e n cu en tran las oficinas ju n to a grandes
v en tan as sobre jard in es de verano, tim bres eléctricos, pasos con fieltro,
las bolsas de oxígeno (balones, quedaría mejor) y el pulso que se va del
hom bre cuyas costillas fueron aserrad as y el corazón cortado, y que se
va porque sí y n i u sted ni yo sabem os adonde.
Vd. ve: gracias a su gentileza —leer esto— y a no tengo necesidad de
escribir e sta ú ltim a experiencia. T area a que p e n sab a dedicar la noche.
Pero todo puede ser; si encuentro a quién m atar, y de esa m anera, entre
los personajes de la novela actual, volveré a p e n sar en telegram as, dis­
tan c ias y clínicas.
OK. Si esta carta tiene algo de fúnebre, le ruego que me perdone. Porque
no hay derecho, ya que no estoy fúnebre y miro u n nublado, cálido y to r­
m entoso (cielo) por la puertita que dejaron abierta en la cortina de fierro.
En últim o caso, no me negará que el tem a Justifica que me haya dejado
llevar h a sta infligirle el reciente m ontón de palabras. Van los saludos de
siem pre p a ra todos los suyos. Me resu lta tonto hablarle de cómo lo re ­
cordam os, cuánto, y de qué m an era cariñosa. Usted lo sabe bien. Espero
c a rta y que venga con las b u en as noticias a que me h a n acostum brado
las últim as. Me voy a leer F aulkner y tom ar m ate.

Onetti

[C a rta m e c a n o g ra fia d a , f e c h a d a a m a n o . E s c r ita e n u n a h o ja c o n el m e m b re te


d e V ic e n te G a b rie l, s u c e s o r d e B o rra t F a b in i, H e rre ra y CIA. GRI).

89 Sobra u n a «t». En Rochester, M innesota, se en cuentra la Clínica Mayo.

72
73
H^í \

j 'j A i^wVo A W A j- ^ o tr to < ^


I 0<\. O T i t ^ O t VvaM T-°'M ( ^ Ü V>j>(V\Vu, j)orç_
^avv\ oí >r <^ov \\W t trA t \j <tv*v n o u At y u _ -
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-\^ ty \v \U v ) A A n U - ^ t- V t ^ t d c v o V ; aUÍ*-AÍ\ W £ i . t \ o i
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CírLL 0 6 i iroVa A t \ . _ sS oV sc- J ááà 1 ^ C t p . V o busVi-^
t u £*ÁÁvv . . À U . M t V i v A . Ifc... vm W m v ô : « _ Afc M ) a'w -
± i Á d t- t c . K u j . \ i \ ) ú t í V U c u i t i a i u .\) \a A i m A £ u m d „
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U t Aafc 5 t K o r4 - - ^ . ? i i r í L : voi.hU A uA A U
¡ y À diai J . ¿ n U. . V r i A i l t i - - » . - i i h i V \ \ A < m i líi U bV A i
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1- U h oKW a ^ p ih A p c^ i. c.«m \_ U. àin \4 —
-r à t ; á l c d n i l V " . tl á W t . ! r u \ - A l . im b á V j . H . N dií
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- Á v b A .r .i. coa - A í_ \ =>ír\ -V\A o ..f \j o b y _
p 0.W <j b ; • N Vâjr iv ~ W
' _ á ■t y U?b ., \;x, i i<- V.vPM-J. t d t> \ o ^ ;

v * c í\iç iW y A n » A oí>. , V b ¿ b y l U n W . V| d c . d c
-U ---ttfl-tv d v d ín l i t t_ d tm A /P tro ¿
líl/ K, fci\lv .% L lt àU ^tA t K n i h WUi 0 Wvthoi U b jo K O '
A i Á . poK AcA c t K ¿ W o . „ <u)t-.-Vo aut- c-o^^ opo^ i!
t .s>u A o r » v \a \; ¿> t \ X iA ad o iniUvniAo o
A ^ t t d _ ^ íA i4 i t i p i h . ô v u ^ tb v v v d â - ).\íâ. \j ^ i* \ú - j
[20 ]

30 agosto 1938

J . E. P.
Acuso recibo a su breve carta, en purísim o estilo T.S.H.90 Espero que
é sta le llegará después de Rosario y que ten d rá tiempo p ara leerla. Es
domingo y no voy a escribir h a sta la noche. Me dedicaré pues a pelearlo,
epistolarm ente por ahora, sin perjuicio de llevar el asunto a m ás efectivos
y arriesgados terrenos, allá p ara cuando Vd. venga o yo vaya. Este tono
heroico me recuerda cierta com padrada gaucha que en las escuelas de
por aquí atribuyen a [José] Artigas y que cuando niño encontraba de m ás
concentrado «heroísmo» que «la guardia m uere pero no se rinde» y otras
frases de tal jaez. C uentan que cuando no sé cuál de los aristrocratizantes
jefes porteños ofreció u n a paz hum illante al «Protector de los pueblos libres»
[Artigas], éste contestó: «¡Id y decid a vuestro amo que cuando no me quede
u n soldado les pelearé con perros cimarrones!» ¿Qué tal? Bueno; ahora que
vuelvo a verla, la frase me resu lta otra vez de m ás concentrado heroísmo
que «la garde etc.». Y llevando el asunto al fin, bref. Yo creo que Vd. cree que
hay u n a zona, en el espíritu, pongamos, que se llam a arte y que no es la
realidad; u n a zona donde el hom bre alcanza a tocar el misterio, el infinito,
Dios, el Cosmos, la esencia; el alm a de la creación, allá en los cielos y en la
cosa m ás hum ilde y doméstica. Vd. cree que u n a foto del Jo h n Haig (acepto
sustitución de m arca)91 en u n herm oso aviso de Atlántida, con la botella
cuad rad a y la dam a fum adora, no es u n a obra de arte. Acaso porque allí
se tra ta de la realidad botella y la realidad señora. Pero M. M atisse pinta
botella y dam a. En la realidad —sin m eterm e en la vida privada de nadie—
M. M atisse em puña y alza la botella, pernocta con la dam a. Si se tra ta de
alcanzar el alm a real de am bas, M. Matisse beberá el whisky, con soda y sin
hielo, yo supongo, y observará los deseos, reacciones, gestos, vacilaciones,
olvidos, risas y llantos y etc. de la nonchalántica92 dam a que fuma. Pero
a n /M . M atisse le sucede tener m ás o m enos fósforo allá por la corteza
del cerebro que lo que corresponde a u n hom bre norm al, o el hígado in ­
flamado o alguna pálida espiroqueta vagabunda. Y va y pinta. Como u n a

90 Alude al estilo telegráfico, a la telegrafía sin hilos (TSH).


91 Se refiere a u n a m arca de whisky escocés.
92 Como en otras ocasiones, Onetti, ju eg a castellanizando u n a expresión francesa; en este
caso «non chalanee», indolencia, abandono.

75
m adre con su niño, la realidad pare la esencia artística; pero es necesario
que perdure aún, p a ra darle sostén y alimento. No hay que olvidar que
el niño salió de la m adre como tam poco que aquí se tra ta exclusivamene
del niño. Y si vienen a decirle, con m u ch a razón, que el cuello de la dam a
es absurdam ente largo y que no puede la desdichada fum ar ni respirar
a gusto ya que su naricilla carece de agujeros, y que la botella am enaza
perder su equilibrio, es posible que Vd. se enoje —si no prefiere reírse— y
diga alguna palabra cara a Mr. William Faulkner y su s m azorqueros. Puede
descansar aquí u n momento; yo hago lo mismo antes de tirarm e a fondo.
Supongam os ahora que hay alguno, feliz poseedor tam bién de u n a espi­
roqueta errática y clorótica, pero que no am a especialm ente las form as y
los colores. E stá en el m undo, lo sufre y ése es su tem a. Escribe. ¿Por qué
no exige Vd. en este caso u n arte poético? ¿Por qué no exige que el tem a
sea la esencia artística del tem a real, como antes, y que la obra literaria
suceda en la zona del arte, afuera y arriba de la realidad?
Me imagino que no fue u n propósito deliberado de M. Matisse; el hombre
vio colores y form as y se estuvo pintando. Pero, sea como sea, el resultado
es el alm a artística de la m ujer y la botella. Eso atrapó M. M atisse p a ra
regocijo n u e stro y de los marchands, y se fue a lavar las m anos y a beber
y a pernoctar. Creo que, h a s ta aquí, seguim os de acuerdo. Vd. u n poco
aburrido, yo con el puño cansado, pero de acuerdo. Se tra tab a , pues, de
pintar, d escubrir o crear (nunca se aclarará esto y por suerte) la esencia
artística de u n tem a cualquiera. Y como el personaje era M. Matisse, esta
esencia artística conseguida fue la esen-art-«plástica» del tem a. ¿Se le
ocurre a Vd. pedirle al pintor su experiencia personal de aquella dam a y
aquella botella cuadrada? No, y con escándalo. No se tra ta de u n a mujer,
no es u n a botella, mi amigo. Vea Vd. u n poco: son colores y form as. Mujer
y botella, desde luego; lo indispensable p a ra que el tem a sea reconocido,
p ues no va el a rtista a com eter la torpeza de «renunciar» a la realidad, ya
que é sta es el sostén, el alim ento de aquella sensación artística que se
quiere transm itir.
Luego de este inocente recuerdo, que Vd. podrá interpretar como guste,
adelante y Santiago y cierra E spaña.

El M arqués - (irguiéndose) ¡Vizconde! ¿Es u n desafio?


El Visconde - (con fría displicencia) ¡Tomadlo como queráis!
(Juro haberlo leído. Onetti)

La pelea viene aquí; no tiene Vd. derecho, ante Dios y las 9 m usas, a
tener u n criterio, u n a posición frente a la pintura, austera, irreductible y

76
etcs. que luego explicaré, y otra m uy distinta, m ás floja, tolerante (con u n a
m ala tolerancia de filtro laxo y San Pedro volteriano)93 p ara considerar la
literatura y, sobre todo, la novela. Ah, si fuera posible enjuiciarlo como
a Gide en alguna vieja abadía y me tocara hacer el Yagoda, ¡abogado del
diablo!94 Vd. recordará el «Hablemos de arte» (¿de Lhote?) y su comentario
en La Nación. Recordará la división —por nos suscrita— entre «arte infor­
mativo» y «arte poético». No hay necesidad de extenderse sobre esto; hay
pruebas de que el acusado com parte la división m encionada. «Proceder con
la realidad como con u n a herm osa mujer, a la que se am a y no se respeta».
El sentido era ése, m ás o menos.
É sas son las grandes p reguntas que deseo plantearle. Venga o escriba
y charlarem os. El Cézanne a s u s órdenes. Lo que no me g u sta del asu n to
traducciones es la sospecha de que se las d an a Vd. y Vd. las pierde por
mí. Aclarad. Lo de su b rrealista es casi ofensivo, pero considero que no
hubo anim us injuriandi, o algún latinazgo m uy parecido que u s a n los
abogados en las c a u sa s por calum nia.

Saludos
O netti

¿Por qué dice que F aulkner a b u sa del choclo?


¿Por qué el libro se llam a Santuario?95

[Las f r a s e s s ig u ie n te s fu e r o n a g re g a d a s a m á q u in a ].

Por mi erudición; la pareja de Cautivo del deseo se form aba con Leslie
Howard. Ella...96
En estos días estre n an L'Orage en ésa.97 No la pierda, a p esar de u n
cierto folletinismo. Él mejor que siem pre. Ella...

(C a rta m a n u s c r ita , s u b r a y a d o s d e O n e tti, fe c h a d a a m a n o . GRI].

93 El adjetivo volteriano (de Voltaire, naturalmente) sugiere una incredulidad cínica y burlo­
na.
94 Yagoda, policía secreto de Stalln, recomendó la persecución policial de los homosexuales
p ara controlar a la población.
95 El interrogante de Onetti es m uy apropiado; el título de la novela continúa siendo u n
enigma. Se tra ta de u n a historia sórdida y es difícil adm itir que sea considerada u n a
obra de índole religiosa.
96 Cautivo del deseo (1934), película dirigida por Jo h n Cromwell, b asad a en la novela
0 / human bondage, de W. Somerset Maugham. «Ella» alude a Bette Davis.
97 L’Orage (1938), con Charles Boyer y Michéle Morgan.

77
[21 ]

[Sin fecha]

Querido Julio:
Su carta me llega en m itad de las vacaciones. Playa, árboles y lago. Me
alegra que le haya gustado el chiste de la reiteración. En cuanto a lo que
me dice sobre Cortázar and Co., estam os de acuerdo y es u n problem a que
me preocupa. Tengo miedo a u n a literatura o a cualquier arte que requiere
u n a clave para su comprensión, clave que am enaza ser secreta y la em presa
se reserva el derecho de adm isión.98 Recuerdo anécdotas y letreros que vi
en ¡7.S.A.;99 así llegaríamos aparentem ente a u n a segregación intelectual.
Y digo aparentem ente porque en m uchos casos innom inables no se tra ta
de diferencias m entales entre el escritor y su s lectores sino en la tan vieja
tontería de b u scar con deliberación y empeño aquello a que estam os con­
denados y los disim ulos no bastan: la originalidad. Es u n a paradoja, pero
no la hago yo. A mi provecta edad es creíble que jóvenes y no tanto me
pregunten, por cam inos que suponen desviados y astutos, «cómo hay que
escribir». (En general, mienten, ya traen la intocable obra m aestra bajo100
el sobaco). Como soy paciente y —u sted recordará— m uy bien educado,
digo no joder con pavadas, aconsejo escribir como y que salga del forro
del estómago. Pero es difícil: difícil el estado de pureza y desnudez, el total
abandono. Y sin embargo uno lo hace sin esfuerzo cada vez que se enam ora
p a ra siempre.
Bueno, p ara vacaciones charlé bastante. Pero no me despido sin decirle
que sería u n a b u en a receta el retorno al alfa y al abe. Mas el suscrito
descree de la validez de todo propósito en m ateria literaria. Adoquinan
plausiblem ente los cam inos diversos que llevan al limbo. Estoy seguro
que sentiría de inm ediato u n suave olor a farsa y a podrido en la obra de
cualquiera que se levantara u n m ediodía (seamos tolerantes) con la im ­
placable resolución de h acer u n a literatura ta n sim ple como la simpleza.
No, no hay recetas y se me acaba la hoja. Lo único que se puede hacer es

98 En 1938, Cortázar publica Presencia, con el pseudónimo Julio Denis.


99 En la trilogía U.S.A. (1937), Jo h n Dos Passos combina fragmentos de diálogos y acciones
con letreros, noticiarios, recortes de periódicos y anuncios comerciales p a ra recrear las
experiencias eclécticas de la vida urbana.
100 Corrige: ta c h a «bajo» y escribe «contra».

78
entregarse; sin miedo a u s a r figurines pasados de moda, sin miedo a la
cursilería, al m elodram a, a la pasajera incom prensión.
Un abrazo y exijo carta. Tengo que ir a Baires. no sé cuándo y entonces
nos hartarem os de m editaciones o tom arem os alguna botella en silencio.
Porque u sted e stá m uy unido a mi pasado y éste es el motivo de mi pereza
epistolar. ¿Se entiende?

Onetti

[C a rta m e c a n o g ra fia d a , s in fe c h a . P o s ib le m e n te d e 1 9 3 8 . GRi).

79
[22 ]
FECHA MARTES 13
septiem bre 1938

Suspendo la polémica novelística y tam bién la elaboración de estados


de cuenta, p a ra hablarle del siguiente asunto.
Estoy planeando u n a Editorial.101 El a su n to e stá ya adelantado y —de­
bido a mi recién nacido genio financiero— no puede d ar pérdidas. Es un
poquito largo de explicar. Consiste en que la propaganda y la presentación
del libro, de cada libro, se hace an tes de imprimirlo. Y tam bién se vende
antes, por u n sistem a de bonos. De m anera que h a s ta no esta r salvados
los gastos no se hace la impresión.
No le digo cuál será el prim er libro porque me da vergüenza; pero sí le
anticipo que me p use a revisarlo y usé la tijera con u n entusiasm o que
a u sted lo en tu siasm ará. Solicito por la presente u n préstam o de diez
pesos oro uruguayo. Va sin decir que lo devolveré religiosam ente, bajo mi
palabra. Porque haré uso de ese dinero sólo en el caso —repito— de que
queden cubiertos los gastos de edición. Agrego que ese préstam o no me es
indispensable', lo hago p ara evitarme jorobar a personas m enos sim páticas
y sólo p a ra el caso de que a Vd. le so b rara el oro y estuviera actualm ente
indeciso entre las Transvaal, las General Motors (que bajaron diez p u ntos
en lo que va del mes) o las Schneider-D upont (que subieron 50).
Aparte de esto, me perm ito contar desde ya que con s u s buenos servi­
cios en cuanto a propaganda periodística bonaerense p a ra cuando salga
el prim er libro.
Y no se ría: estoy convencido de que este negocio es m uy bueno. Tengo
resuelto, m ás o m enos p ara dentro de dos meses, dejar los resúm enes de
cuentas de Vicente Gabriel y dedicarm e a Editor por completo.
Espere mi próxim a carta: quedé cerca del K.O. con el argum ento del
retratism o, pero ya lo oirá.
Onetti

[C a rta m e c a n o g ra fia d a . F e c h a d a p o r O n e tti, a m a n o y c o n e n o rm e s le tra s ; s u b ­


ra y a d o s s u y o s . S e p tie m b r e 1 9 3 8 , a g re g a d o p o r P ay ró . E s c r ita e n u n « R e su m e n
d e c u e n ta » d e lo s T a lle re s «San C ristó b al» d e V icen te G a b rie l; a l d o rs o d ib u jo s y
g a r a b a to s . GRi],

101 Otro proyecto fracasado. El prim er libro de la editorial h ab ría sido u n a novela suya,
según sugiere en el párrafo siguiente.

80
[23]

6 octubre 1938

Querido Payró:
Reanudo aquí la interrum pida charla. Checoslovaquia y Cía. tuvieron
casi toda la culpa de mi silencio.102 El resto debe caer sobre las altas
finanzas, linotipos, papeles y la puerca vida. D’apres M. [Édmond] Da-
ladier, sólo es posible conservar, de entre los dulces sueños lejanos, la
b ah ia de Papeete.103 Adiós bal m usette y Louvre y 14 de julio y el muelle
M alaquais y todo lo que uno aprendió y quiso (excepción h echa de su
ortografía).104 Pero suspendo los sentim entalism os; lo que hay es que no
hay hom bres de Estado. Porque u n hom bre de E stado debe situ a r su
vida personal sobre u n eje que e stá fuera suyo (éste debe ser, sospecho,
el eje del «carro del Estado», del que h a b rá oído hablar).105 Quiero decir
que u n verdadero hom bre de Estado deja de ser u n poco él mismo, p a ra
ser u n poco el Estado. ¿R ecuerda El dictador, de R om ains?106 Pero estos
cerdos, Daladier y Cham. [Chamberlain], term in an entre ellos m ism os.107
Y m ientras se aseguran b u en as ren ta s y tranquilidad p ara disfrutarlas
h a s ta el térm ino de su s cochinos días, que a las generaciones de «des­
pués» las p a rta u n rayo. Porque toda E uropa será nazi-fascista an tes de
cinco años. Y R usia retrocederá h a s ta Asia. Y Francia y G ran B retaña
e sta rán aisladas y h a sta es posible que Dios les niegue la m uerte que co­
rresponde a la gente honrada y leal, la m uerte a la española. La prim era
será tragada por u n Portugal cualcunque, poco a poco, a pedazos. Y la
otra se d ará vuelta sólita y de allá vendrá alguna form a sedicente nueva
de fasci-imperialísmo. Y ten d rá otro Rudyard Kipling.108 Y... se acabó el
Apocalipsis, que peor es meneallo.

102 El Pacto de Munich, del 30 de septiem bre de 1938, le permitió a la Alemania nazi anexar
parte de Checoslovaquia.
103 U na bah ía en la isla de Papeete, en la Polinesia francesa, donde vivió Gauguin.
104 Bal musette, m úsica popular francesa; 14 de Julio, Día de la Bastilla; el muelle Mala­
quais, sobre el río Sena, frecuentado por artistas.
105 Metáfora que insinúa los peligros que am enazaban a la Argentina en ese entonces: «el
carro del Estado, que navega sobre u n volcán».
106 El Dictador (1926), obra dram ática de Ju le s Romains, en la que se denuncian las Im­
posturas de la m odernidad y el poder de jefes de Estado sobre su s pueblos.
107 Daladier y Chamberlain, firmaron con Mussolini y Hitler el Pacto de M unich mencionado
arriba.
108 Kipling, escritor de lengua inglesa, nacido en la India, llamado el «profeta del im peria­
lismo británico» por George Orwell.

81

>1
Me apresuro a tranquilizarlo respecto a los capitales invertidos en la
Editorial. El a su n to e stá u n poco quieto por culpa de Espínola, que se me
fue a m onte sin hacerm e u n trabajo im prescindible p ara el triunfo.109 Pero
ya volvió. Espero hacerle llegar im portantísim as n uevas com erciales p a ra
la próxim a sem ana. Supe de su s conferencias en el Colegio Libre; m ande
datos. Diga si pinta; Mile, lo hace, esperando su visita y s u s fallos. Por si
me olvido: escríbam e a Vázquez y Vega 1080, Dto. 5, porque la familia se
m e h a aburguesado en form a alarm an te y se tra sla d a a C arrasco.110 Si la
peste económica m e continúa, es fácil que en diciembre siga ese rum bo y
veranee, tam bién burguesam ente. No sé si em pezar aquí la contrarréplica
sobre el arte poético y la novela retrato. Bueno, decididam ente no lo hago
hoy p a ra que e sta ca rta salga enseguida. Pero irá, tiem ble y espere.

Saludos p a ra todos de su amigo

Onetti

Ejemplo de hom bre de Estado: B enes.111 El 15 se acaba el taller a u to ­


movilístico. Deseo aclarar u n a cosa: Yo le p reguntaba por qué decía Vd.
que Faulkner abusaba de la m azorca. E ra p a ra sab er si debía tom ar esa
frase como u n a definición suya del libro. Si quería significar que Faulkner,
deliberadam ente, hacía u n a atm ósfera frankensteiniana.112 Nada m ás. Me
h a ofendido terriblem ente su consejo de releer el libro. No debe d u d a r
h a s ta ese p u n to de m is conocim ientos idiomáticos; y espero que no será
ésta la cau sa de su falta de noticias sobre aquellas probables traducciones.
Tome n o ta de la dirección, au nque creo no h a de d u ra r m ucho. E scriba
pronto y largo. Su amigo

Onetti

109 Francisco Espínola, n arrad o r uruguayo, a u to r de Raza ciega (1926) y Sombras sobre la
tierra (1933).
110 Barrio residencial de Montevideo, ju n to al Rio de la Plata.
111 E duard Benes fue líder del movimiento independentista de Checoslovaquia y presidente
de su país en el exilio en 1938, año en que Onetti escribe esta carta.
112 Santuario cu an ta la historia de u n extravagante y violento paralelo en tre u n p ar de
reveses sexuales. Por u n lado, fracasa el m atrimonio de Horace Benbow, por atraerle
dem asiado la hija de su esposa, Little Belle; y fracasa la violación de Temple Drake,
u n a virgen su reñ a de diecisiete años, porque su violador, Popeye, h a de acudir a u n a
m azorca de maíz p a ra violarla. De allí el rechazo de Payró al abuso de la mazorca, el
choclo.

82
[E n el m a r g e n Iz q u ie rd o d e la c a rta , a g re g a O n e ttI, a m a n o : « ¿ Q u é p a s ó e n t r e
S e r , T i e m p o y l a s a d e ? » ].113

[C a rta m e c a n o g ra fia d a . L a fe c h a y el s u b r a y a d o s o n d e O n e tti. GRI],

113 La SADE es la sigla de la Sociedad Argentina de Escritores, fundada en 1928 por Leopol­
do Lugones (Presidente), Horacio Quiroga (Vicepresidente), Jorge Luis Borges, Ezequiel
M artínez E strada (Vocales) y m uchos más.

83
[24]

Montevideo, 30 diciembre 1938

Querido Payró:
M añana sábado 31, ju sto el 31, se acab ará por fin y al cabo este Taller
y s u s anejos.114 Pienso pasarm e u n tiempo en la playa. Dios m ediante y
el sueldo de indem nización. No me apuré a contestar la suya porque el
viaje proyectado no era p a ra diciembre. No le ofrezco la casa de Onetti
padre por falta de com odidades, sobre todo y precisam ente en verano.
Le averiguaré precios por los alrededores. Podremos e sta r todo el tiempo
ju n to s y charlar largo. Lo malo es que tem o que se cruce con Mile., la
que va a principios de enero a Baires, no sé por cuánto tiempo. ¡Y en
verano! Hace u n calor terrible y p a s posible seguir escribiendo. No hay
novedades, Torres bien, au nque con variantes de las que hablarem os.
Parece que el constructivism o es a ú n m ás flexible que la fam osa línea
general moscovita. Y en el grupo de abstraccionistas, m etafísicos y d es­
carnados, qué estu p en d as corrientes su b te rrá n e a s de sucesos y deseos
ta n alegrem ente ierre á ierre. C harlarem os. Vi u n a s p in tu ra s de Augusto
[Torres], totalm ente «realistas», que encuentro m uy buenas. Espero que
u sted las vea y opine.
Saludos a todos. Pasé nochebuena con etiqueta roja, ya que después
del Caporetto de días pasados no era posible ni prudente pedir Jo h n n y
Walker con black label. Arriba, donde dice imposible seguir escribiendo,
debe decir seguir escribiendo e sta carta. Para lo otro hay siem pre un
poco de tiempo.

El carino de su amigo

Onetti

[C a rta m e c a n o g ra fia d a ; la fe c h a fu e p u e s t a a m a n o p o r O n e tti. E s c r ita e n u n a


h o ja d e l T a lle r M e c á n ic o «San C ristó b al» d e V ic e n te G a b rie l. GR1).

114 «Justo el 31» (de diciembre) es u n sintagm a recurrente en la narrativa de Onetti. En 1964.
publica u n cuento con ese nombre, que incluye como capítulo de Dejemos hablar al viento
de 1979.

84
[25]

9 mayo 1939

Querido Payró:
Mi silencio alcanza ya la etap a de la grosería. Siempre pensando en
hacerle u n a larga carta, pero no encuentro el tiempo. (Se tra ta de u n
tiempo-tipo, u n tiempo-clim a, únicam ente en el cual es posible escribirle
a gusto a usted). E ntretanto, prefiero m andarle estas pocas líneas p ara
que sepa que lo sigo extrañando y que mi afecto no decrece. Por otra p a r ­
te, María Ju lia (née Mile. Vibert...) h a estado hablando continuam ente de
ustedes desde que llegó. De m anera que estoy à la page y con la m entirosa
sensación de haber estado, yo tam bién, u n poco con ustedes. El asunto
de la revista marcha.115 Adjunto u n prospecto de propaganda p ara que
pueda com probar cómo se m antiene de b u e n a y eficaz mi literatura. Hay
u n m undo de cosas p a ra conversar con Vd. Pero no tienen urgencia y
prefiero no estropearlas con resúm enes, reservándom e para la ca rta ex­
ten sa de que le hablo y vuelvo a prometer. H asta entonces porque tengo
que trabajar. Saludos a todos. Un abrazo de su amigo

Onetti

[C a rta m e c a n o g ra fia d a , fe c h a d a a m a n o p o r P ay ró , e s c r ita e n u n a h o ja d e la


E d ito ria l «Acción», q u e p u b lic a b a M archa. GRI],

115 Onetti alude al sem anario Marcha, fundado el 23 junio 1939 por Carlos Quijano; las
cursivas son suyas. Onetti fue el prim er secretario de redacción y director de la página
de literatura.

85
[26]

16 mayo 1939

[S in el n o m b re d e l d e s tin a ta rio ]

Vamos a ver si es posible escribir u n a carta que diga alguna cosa. Como
verá, h a b rá visto, la carta con que rom pía mi largo y fecundo silencio, se
cruzó con la suya. Esto me ha pasado m uchas veces: voy a escribir hoy, me
digo: no, es m ejor esperar a m añ a n a porque si hoy llegara carta, la mía, al
cruzarse con la otra, perdería todo sentido, ya que mi corresponsal, por el
hecho de haberm e escrito, queda de inm ediato a la espera de u n a carta-
respuesta; y al recibir, contrariam ente, u n a carta-pregunta, el impasse, en
realidad, se habría m antenido sin variantes. Y así, repitiéndose la reflexión
todos los días, p asan sem anas y meses, h asta que valerosam ente se acepta
correr el riesgo del cruce epistolar. El que se realiza, fatalm ente, nueve
veces en cada diez. Perdónem e e sta proustiada sin gracia, cuyas cau sas
espero explicarle. Para prep arar el am biente, perm ítam e contarle u n buen
chiste que se relaciona con lo del silencio largo y fecundo. Cuando Mallea
comenzó a publicar, luego de m uchos años (lo último suyo que se conocía
eran los Cuentos para una inglesa desesperada) aparecieron paralelam ente
juicios críticos, raram en te unánim es en su elogio. El asu n to culm inó
—p a ra e sta historia— en u n artículo publicado (este exceso de publicado
y publicar debe obedecer a la inm inente publicación de Marcha), culm inó
en u n artículo aparecido en u n diario uruguayo, que Armaba u n señor
B rughetti, y donde insistía en el tem a del silencio m alleaiano, hablándose
de «terrible y gran solitario», «dramática soledad» y el agradecim iento que
América debe a Mallea por esos años en que se encerrara, silencioso, a
m editar en su s destinos. E staba en u n café con u n amigo —Espínola— que
leía el juicio del señor B rughetti.116 Yo, que acababa de leerlo, m editaba.
Espinóla dejó el diario diciendo: «Tá, ¡qué hom bre m ás pavo!» — «Quién,
B rughetti?»----«No, hom bre. Este Mallea. Pensá que si el tipo no escribe
m ás capaz que le hacen u n a estatua».
Recibí su artículo de Sur. Muy bueno, en u n todo de acuerdo.117 Si
estuviéram os ju n to s, con tiempo y cigarrillos, le p reg u n taría por qué
adm ite que la p in tu ra puede y debe evolucionar, quizá h a s ta su stitu ir

116 Romualdo B rughetti, poeta y critico de arte argentino, residente en Uruguay.


117 Se refiere a «Arte extemporáneo y arte viviente», Sur, n° 54, marzo 1939, pp. 81-88.

86
los Newton&Winsor por luces de colores (muy herm oso, eso. au n q u e no
creo;118 pienso que el arte que se aleje del artesan o se em pobrece y decae
en proporción geom étrica directa de la distancia. Tem a para reflexión:
teatro y cine); y en cambio sostiene que la novela debe perm anecer siendo
u n a colección de retratos. Pero por carta prefiero no preguntarle nada, ya
que volveríamos a discutir de m anera poco clara y sin resultado práctico
p a ra el futuro de las letras.
En cuanto a mi, term iné la novela larga de la que creo haberle hablado
y que se llam a «Folletín». Me parece bien hecha, interesante, aunque no es
eso, todavía. Term iné u n a «novela» corta, que se llam a «Disparate» y con
razón.119 Elogios, tam bién, au n q u e tam poco esto es eso. (Las comillas de
novela son un hom enaje a su opinión). Ahora quisiera escribir u n a novela
bien novela, sin posibilidades de comillas. Algo con los sagrados principio,
medio y fin. Pero será cuando aparezca el tem a. M andé algún cuento al
concurso de La Prensa y con los ochocientos pesos que me d a rá n iré a
hacerle u n a visita, con la m edalla de oro en la solapa. Averigüe, pues,
cuándo reparten los prem ios y espérem e p ara e sa fecha.120 En relación a
la literatura, hay todavía otra cosa. Se tra taría de u n a anotación directa
de todo lo interesante que uno vive, hechos, pensam ientos, sueños, todo.
Sin preferencias ni fines estéticos, ni m orales ni literarios. Ix> que podría
se r aprovechado dentro de m uchos años, todavía no se sabe cómo. Por
ahora no me resuelvo.
Y b a sta del Sr. Onetti, novelista. La revista va bien. Espero que sal­
ga para fin de mes. Sea como sea, tendré u n a tare a que me g u sta y el
placer de «realizar» alguna cosa. Respecto a lo que me escribe de El Sol,
bien sabe cu án to me agradaría tra b a ja r en u n diario grande y en B uenos
Aires. Espero que haga lo posible en ese sentido, agradezco desde ya y
no me ilusiono.*21 Me dicen por acá que están organizando el personal
desde ahora y que el encargado de eso es un señor Di Telia que, según
creo, dirige Critica sex ta.122
Los Torres bien —tanto como pueden estarlo con Olimpia desaparecida

118 Winsor&Newton, fundada en 1830, era la principal m arca de m ateriales p ara el arte.
119 Otro titulo Inexistente en su bibliografia.
120 En 1939, Onetti no obtiene ningún premio de La Prensa.
121 Que se sepa. Onetti n u n c a llego a trab ajar en El Sol. periódico bonaerense.
122 Torcuato di Telia, iilántropo y m ecenas de artistas, n unca fue directo r—que sepam os—
del mítico diario Crítica (1913-1962). En este diario O netti escribió crónicas sobre cine
d u ran te su prim era estadía en Buenos Aires. 1930-1934. bajo el patrocinio de Conrado
Nalé Roxlo.

87
1

en Madrid— siguen las conferencias y las reuniones. El m artes inauguran


u n a exposición —obras de Augusto, Horacio y u n a discípula— en Amigos
del Arte (por acá tam bién le salieron amigos), que pertenecen al nefando arte
imita-figura-representativo. Todo bueno, en general. Un dato: llevan cuatro
cuadros vendidos. Espero que esto le dé ánim os p a ra venirse a exponer
aquí. La página artística de Marcha queda desde ahora a su s órdenes.
Paso a com unicarle que he descubierto recientem ente u n a nueva forma
de cafará.123 Mejor dicho, u n nuevo elemento provocador del cafará', las
canciones populares francesas con u n a buena parte de acordeón. ¿Recuerda
«Bajo los techos de París»?124 Puede Vd. hacer el uso que considere conve­
niente y, en agradecimiento, aconsejarm e alguna cosa —bien apache— pues
deseo com prar discos cuando esté en fondos.125
Le ruego me hable de lo que pinta. La resucitada Mile. Vibert —que no
p in ta n a d a — me h a conversado de su s últim os cuadros, que, a través de
s u s torpes y plásticas palabras, aparecen como casi totalm ente distintos
de los que yo conozco. Pido explicaciones. Agregue si concurren m uchas
n iñ as a su s clases. Es u n dato.
Y term ino. Me parece que en realidad no dije nada, pero es forzoso
que sea así.

[A gregado a m á q u in a , p o r O n etti]:

O tras cosas servirán p ara c artas futuras. Conteste, pinte, escriba y


enseñe.
Con el cariño que Vd. sabe, u n abrazo de su amigo

Onetti
[A gregado a m a n o , p o r O n etti]:

Mayo 16, 1939

[C a rta m a n u s c r ita , f e c h a d a p o r P a y ró , a rr ib a , y p o r O n e tti, al fin a l. Los s u b ­


ra y a d o s s o n d e O n e tti. UND],

123 Expresión idiom ática francesa (the blues en Inglés) que sugiere melancolía o depre­
sión.
124 Alude a la canción, can ta d a en la película del mismo nombre, Sous les toits de París
(1930), de René Clalr.
125 «Apache» rem ite a u n repertorio m usical de la cu ltu ra de rufianes y m alandras del
bajofondo parisiense, que fue com parado al origen del tango.

88
[27]

26 junio 1939

Querido Payró:
Le escribo desde un boliche que, como es de rigor, se llama «El Garrón».126
Van días que duerm o apurado y como127 en el riel, como dice v /o tango. La
revista, que aparece pasado m añana, dará u n divertido final a su amigo.
El plomo me ha dejado atónico. Qué m ás remedio que aprovechar esta
p a u sa y escribir en no pudiendo hablar. Como h a b rá visto, el mal educado
de D. Ezequiel X. Paz no me dio n ad a el premio, no me dio.128 Patience. Y
ahora a lo nuestro. É sta es la carta núm ero tres que le escribo después
de nuestro silencio de seis meses. ¿Y Vd.? Se im aginará que poco puedo
decirle, en este ta n onettiano torbellino en que adelgazo a mis anchas.
(Anchas, proporcionalm ente, las ropas. Ça ua sa n s dire). Un torbellino en
que su amigo, hoja m archita, revolotea de traducciones a corrección de
galeras y diagram as, notas de relleno, arm ados de página, latas literarias,
sueltos políticos y etc. Secretario de redacción, hom bre para todo servicio.
Pero estoy contento. Vd. sabe lo que es esto. En fin —apartando arte y
ciencia— esto de hacer u n periódico es u n a de las pocas tareas en que un
tipo se siente, puede sentirse, no separado de lo que hace. E stá todo ta n
«indirecto». H asta la procreación. Y después, siem pre se puede olvidar en
u n cajón algún latoso si que político com entario p a ra sustituirlo por u n a s
líneas de u n o .129
Además, todo bien. Escriba pronto, por favor. Hay u n a persona que
Vd. conoce y a la que podría saludar, siem pre, en mi nom bre. M étase a
psicólogo y m eta la pata. El dueño de «El Garrón» se niega a renovar el
papel de uso epistolar.
Onetti

(C a rta m a n u s c r ita , fe c h a d a p o r P a y ró , s u b r a y a d o d e O n e tti. UND].

126 En lunfardo, garrón significa gratis. Véase la últim a frase de la carta.


127 Arriba de «como» escribe «morfo», que en lunfardo expresa lo mismo. Al hacerlo, p a ra ­
frasea el tango Al mundo le fa lta un tornillo (1932), de Enrique Cadícamo y Jo sé María
Aguilar: «Nadie invita a m orfar / todo el m undo en el riel».
128 Alude al premio de La Prensa, m encionado en la carta anterior, rem edando la sintaxis
popular, repetitiva.
129 En Marcha, p ara com pletar u n a colum na o u n a página, Onetti solía incluir no tas y
relatos suyos, anónim os o con seudónim os.

89
[28]

1939?

Querido Julio:
Hoy de tarde recibí su carta. G racias por todo.
Adjunto u n cuento que destino a Mallea si a usted le gusta. Génesis:
tengo u n cuento largo term inado que no le envié por pereza de pasarlo
a m áquina. Vino el secretario de u n diario vecino a pedirm e «un cuento
de u n a columna» p a ra u n a página literaria que piensa iniciar. No me
comprom etí a nada, ofreciendo algún fragm ento de cosa vieja. El hom bre
aceptó. Luego, a solas con mi conciencia, me pregunté si era que yo podría
escribir u n cuento de u n a colum na. Me puse a hacerlo, lo hice anoche de
u n tirón y salió esto. Luego me gustó, no por bueno, sino porque había
quedado m uy parecido a mí, m uy onettiano, había sido dado de m anera
extraordinariam ente —p a ra mí— directa y me opongo a la idea de rega­
larlo y, sobre todo, a u n diario de Montevideo. Por eso va. Usted h a rá lo
que quiera y opinará.
Más que n a d a porque es m uy tarde y estoy cansado. Una cosa sí: usted
me habla de venir a visitarm e; no hay p a ra qué decirle cuánto me g u sta
e sta r con usted. Pero si en su resolución hay algo de h acer u n sacrificio
—tiem po o dinero o cualquier cosa— por ayudarm e con su presencia
(más de u n a vez pensé en hacer lo mism o por usted), le ju ro sobre la guía
telefónica y el W ebster’s que no hay necesidad de ello.130
Saludos. De todas m aneras, tengo la seguridad de que nos verem os
pronto, aquí o ahí.

Onetti

[C a rta m e c a n o g ra fia d a , fe c h a d a a m a n o p o r P ay ró . La d u d a e n la fe c h a e s s u y a .
GRI].

130 Webster's es el principal diccionario de la lengua inglesa en los Estados Unidos.

90
[29 ]

I o diciembre 1939

Mi querido Payró:
Ante todo, no hablem os de fechas. Ahora el tiempo pasa sin que yo me
dé cuenta, sin nada para medirlo. Un núm ero de la revista y otro número.
Y, no teniendo fe, esto es igual al trabajo de trenzar y destrenzar cuerdas
inmortalizado por Mr. Oscar Wilde en la cárcel de Reading.131 Me da u n a
rabia fría —no alcanza a la desesperación— pensar en esta primavera y este
verano que van a irse sin que yo pueda hacerlos míos con nada.
Hay para reírse. Esto me hace recordar la historia del gitano borracho
que no podía m ontar a caballo e invocaba la ayuda de santos y santas. For­
talecido, dio un salto, quedó m ontado y siguió viaje h a sta el suelo. «¡Hombre!
¡No hay necesidaz de que empujen todos a la vé...!» El señor Onetti quería
periodismo y le dieron con cierta exageración. Todas las traducciones, todas
las correcciones, toda la arm ada. Y el relleno, maldito sea. Y las notas que
se hacen pero no se cobran. Bueno, no me haga m ucho caso porque estoy
particularm ente m alhumorado. A m itad de sem ana me entusiasm o, vuelvo
a entusiasm arm e como u n imbécil y no me quejo por nada. Lo malo es que a
mitad de sem ana no tengo tiempo para escribirle. A todo esto, presiento que
debe estar intrigado por ese pozo de ahí arriba.132 Esta es la explicación: tengo
u n amigo que, a su vez, tiene u n a im prenta.133 Quiere hacer u n a editorial y
me ha pedido un libro, chico, lo m ás posible, para iniciarla. Como yo estaba
hundido en u n a novela —de extensión prohibitiva, claro está— recordé cierto
relato que m andé u n a vez a Sur. Usted lo leyó. Es la historia de u n pobre
hombre que vive solo y sueña. La rehice por tercera vez y creo que quedó peor
que nu n ca.134 Es u n a cosa escrita a las patadas, usted comprende, y que no
servirá para conseguirme ningún premio académico. Dentro de u n a sem ana
o diez días tendré el prim er ejemplar que, como es natural, será suyo.

131 Se refiere al poema «The Ballad of Reading Gaol», escrito por Wilde m ientras estaba
preso en la cárcel de Reading.
132 En la hoja en que escribe, aparece im preso «el pozo», con el mismo tipo de im prenta de
la edición de la novela, pero con m inúscula.
133 Casto Canel, músico, y J u a n C unha, poeta, fundan las Ediciones Signo en 1939, donde
se publica El pozo.
134 Onetti siem pre dijo que El pozo había sido escrito alrededor de 1932 y lo había extravia­
do. No se sabia, sin embargo, que Sur había rechazado u n a segunda versión. La obra
publicada, entonces, es la tercera versión del relato.

91
Torres García e stá b astan te bien. Por lo m enos de salud. Indescriptible­
m ente loco, desdiciéndose cada tres frases. Ahora condena la abstracción
y proclam a u n arte realista. Su últim a divisa: «debemos pintar la calle del
siglo XX». No aseguro, en realidad, que sea la últim a. Hace ya u n a sem ana
que se la oí. Lo que lam ento es no tener tiempo para seguirlo de cerca.
Todo esto, va sin decir, dejando a u n lado la adm iración y el cariño que
le tengo. Pero sucede que el am or y el cam arada Stalin son im perialistas
y uno quisiera que las personas queridas fueran u n poco a imagen y se­
m ejanza de la idea que uno se hace de ellas. Y, fuera de esto, n a d a para
contarle. Estoy leyendo u n libro m uy bueno de J e a n Giono.135 Leí Adiós
a las arm as.136 Esto del arte me parece u n cuento chino. Fíjese: tengo un
núm ero de París Soir. Hay, entre cien, u n aviso que dice: Urgent. Dame 25
ans, cherche place vendeuse, nourríe midi si possible. El hom bre que vie­
ne a lim piar los escritorios me acaba de contar que u n curandero lo curó
de no sé qué peste con palabras. En El Heraldo de Colón —C aracatam bo
S.A.— leo en u n a página este título entre gruesas rayas de luto enfureci­
do: OBITUARIO. D espués dice: Onom ástico del dilecto y conspicuo amigo.
De Nueva York acaba de llegar u n trabajo del cam arada [Georgil Dimitrov
sobre la guerra. Usted lo lee y se queda sin entender n a d a de nada: quién
tiene razón, quién defiende el derecho, qué es el derecho. Dentro de trein ­
ta días hab rá u n a noche de fin de año: yo me em borracharé —¿cómo si
no?— p asarán m ás o m enos fines de años y esto se acabó. ¿Alcanzan los
ejemplos? Bueno: ¿cómo se expresa todo esto? El m undo en la gota de
agua, no me convence. Mi cerebro no es microscópico (hablo de dim en­
siones físicas). Y sé que, adem ás, el m undo contiene millones de gotas de
agua, que, a su vez...

[A gregado a m a n o , p o r O n e tti, c o n le tr a s e n o rm e s]:

H oy ten go m e jo r hum or pero no t iem po .


S aludos cordiales

O netti

[C a rta m e c a n o g ra fia d a , s in fe c h a , s u b r a y a d o s d e O n e tti. E n el te x to d e la c a r ta


se in d ic a la fe c h a e x a c ta : I o d ic ie m b re d e 1 9 3 9 . UND],

135 Novelista y ensayista francés. En 1939, publica su s investigaciones sobre la pureza,


Recherche de la pureté, que deben h ab er Interesado a Onetti.
136 A farew ell to arm s (1929), de E rn est Hemingway; versión en español de Héctor Pedro
Blomberg. 1940.

92
[30]

[diciembre 1939]

Mi querido Payró:
Aquí tiene el prim er libro de su amigo que sale al m u n d o .137 Usted lo
conoce y no tiene, pues, obligación de releerlo. Sobre todo cuando me h an
dicho tan to s horrores de e stas hum ildes cien paginitas. Amoral y degene­
rado fueron los adjetivos m ás reproducibles cosechados h a sta a h o ra .138
Sin embargo, a Torres creo que le gustó m ucho y de verdad. Entiéndalo
como pueda. En cuanto a mí, yo frente al libro, u n a desilusión. Ni frío ni
caliente; me es com pletam ente lo mismo que se haya publicado o no, que
guste o no, que sea u n capo lavoro, u n libro despreciable o u n a cualquier
cosa de ésas que me llegan con corteses dedicatorias a la redacción de
Marcha (aún vive, 35 núm eros). Lo peor es esto que paso a confesar y
que espero u sted sab rá lam entar como se merece: técnicam ente, estilo ¡
y adornos, esto es u n m am arracho. Creo que u sted sospecha que puedo
hacerlo mejor. Pero siento aquí algo de aquello que France llam aba b e ­
lleza invisible; u n a cosa de com unicación, brutal, sucia, espesa, lo que
se quiera, pero que m e parece mil veces m ás verdadera, m ás mía, m ás
caliente, que todas las bellas cosas que pudiera escribir y que he escrito.;'w'-
Absuélvame.
Como siem pre, con m u ch as ganas de verlo. Es necesario que en el
próximo invierno uno de los dos cruce el río. Pienso que ahora el tu rn o
es mío. Y perdón por la consonancia.
Escribo siem pre, hago Marcha, traduzco a [Jack] London, espero u n -v
empleo fabuloso que me h an prometido para dentro de u n mes. Mile. Vibert
bien. Me gu staría m ucho que viera usted las cosas que h a pintado últim a­
m ente. No alcanza u n a dedicatoria ni tam poco u n a carta p a ra hablar de
aquella a n u n ciad a actividad literaria en que piensa em barcarse. ¿Puede

137 E sta extraordinaria carta, escrita a m áquina y firm ada por Onetti, fue in sertad a en la
anteportada de El pozo, con el mismo papel de estraza y del mismo tam año del libro,
cuidadosam ente pegada, de tal m anera que parece ser parte de la encuadernación del
libro. El ejem plar que Onetti le envió a Payró se conserva en «Special Collections» de la
Biblioteca Hesburgh, Universidad de Notre Dame.
138 Carlos Quijano, director de Marcha, le pidió que lo retirara de circulación. No obstante,
algunos amigos m ás jóvenes intentaron vender El pozo a $0.50, sin éxito. Véase, Homero
Alsina Thevenet, «Del prim er Onetti», «El País Cultural», supl. de El País. Montevideo,
n" 177, 26 marzo 1993, p. 5.

93
ser m ás preciso? Hace u n tiem po leí E sa s hojas estériles de Huxley.139
Hay allí u n señor Chelifer que escribe a diario y este diario parece escrito
por usted. No es cuestión de circunstancias; es u n aire de familia m uy
pronunciado. Es curioso que siendo usted u n tipo de form ación francesa
—pasam e la frase— haya siem pre de reencontrarlo en libros ingleses,
Huxley y M augham . Como ve u sted, esto de hacerse u n libro con las pro ­
pias m anos tiene inconvenientes pero existe la com pensación de escribir
a m áquina las dedicatorias. No me reproche dem asiado el Picasso de la
c a rá tu la .140 Me h a servido p ara divertirme en silencio con m ucha gente.
Cariños a todos los suyos. Un abrazo de su amigo invariable.

Onetti

[C a rta m e c a n o g ra fia d a , s in fe c h a , d e fin e s d e d ic ie m b re d e 1 9 3 9 , fe c h a d e p u b li­


c a c ió n d e E l p o zo . UND).

139 E sas hojas estériles (1939), en inglés, Those barren leaves. 1925. de Aldous Huxley,
novela sobre la superficialidad de la élite cultural.
140 No resuelve el m isterio del falso Picasso en la carátu la de El pozo, presum iblem ente
dibujado por Casto Canel. Al respecto, véase la carta 59.

94
[31]

16 abril 1940

Mi querido Payró:
Acabo de recibir u n a ca rta de Mile. Vibert en la que se me sugiere, de
ese modo elegante e indirecto que es habitual en su autora, que usted,
im presionado por mi silencio h a dicho: «Amigos: no hay amigos», deci­
diendo borrar mi naciente nom bre de la lista de su s afectos. Todo esto
m e h a dado u n gran disgusto. No porque crea que, usted, de veras, daría
por no existente a su amigo; lo que me revienta —retom o el lenguaje de
El pozo— es com probar el fracaso de viejas y queridas teorías sobre la
intuición, el poder del silencio y la facultad de com unicarse sin p alab ras
ni cartas. Pero insisto en esto: en los buenos y en los m alos m om entos,
cuando estoy seguro de que tengo el m undo entre las m anos —el m undo
que me interesa, que no puede ser tocado y que acaso no exista— y c u a n ­
do me convenzo de que no soy m ás que u n a pobre ra ta de redacción de
p asquín de pueblo, en todo momento, ya sea para consolarm e o para esta r
ju n to a mí en la alegría lo tengo presente a usted. Y converso, discuto y
bebo y fumo delante suyo. Punto y aparte. Como me hab ía olvidado
de decirle que hace u n a p u n ta de m eses no vivo ya en Carrasco, sino
en Rincón 593, tuve que ir a recoger su prim era carta a la oficina donde
trab aja mi h e rm a n a .141 Me fui h a s ta u n boliche del puerto p a ra leerla. Le
confieso que ten ía miedo de que el libro no le hubiera gustado, a cau sa
de ciertas opiniones agresivas. No puede im aginarse h a sta qué punto
me emocionó lo que u sted decía. Reflexionando bien, es absurdo: pero la
verdad es que, luego de leer su carta, sentía que la p ru eb a de afecto en
los dem ás ya estab a p a sad a y que el libro era bueno y que yo h ab ía sido
comprendido. M andando al diablo al resto de la gente. Y tam poco sabe
usted h a s ta qué punto su ca rta era ju sta , b u e n a y comprensiva.
E nseguida tuve su otra carta. En realidad, u sted no me hab ía dado
tiempo p a ra contestar la otra. Pero tra te de recordar ésta, la prim era, y
dígame cómo podría haberla contestado. Se me ocurría escribir: «Payró: lo
quiero m ucho. B ye bye». Pero esto me parecía de u n efecto dudoso; algo
que, diciéndolo todo, pudiera no decir nada. En fin, quería, p a ra contes-

141 Rincón 593 era la dirección de las oficinas de Marcha. Onetti vivió u n tiempo en u n a
pieza en la redacción del sem anario.

95
ta r a la segunda carta, releer E sas hojas estériles, porque estab a y estoy
seguro de poder «demostrarle» su afinidad con Chelifer. Pero el libro está
prestado. Me pedía u sted que le dijera si el libro estab a en venta o si lo
u sa b a como m ueble en mi cuarto. Esto me causó m ucha gracia porque,
naturalm ente, uso la edición como repisa. No pensé en ningún m omento
que u sted tuviera necesidad o deseo de conseguir otros ejem plares.142 Se
los enviaré en cuanto sea posible. Agregue a esto que esta b a escribiendo
u n a novela p a ra m an d ar al concurso de Losada y que tuve que escribirla
de u n a m an era casi desesperada, porque se me iba el tiempo, aprove­
chando cada m om ento libre, encerrándom e toda la sem ana s a n ta p a ra
poder llegar a tiempo. Consecuencia: que la novela quedó estropeada, con
lagunas ab su rd as, c o n trah ech a.143 Y agregue que estoy escribiendo otra
novela porque no sé a qué idiota de editor norteam ericano se le ocurrió
llam ar a concurso p a ra obras de toda América. Y el trabajo, que aum enta
cada día porque cada día hay m enos dinero y todas las econom ías caen
sobre mi lomo.
Por otra parte, hay u n exceso de elogio en su ca rta que me pone en
m ala situación. Porque callarm e la boca es casi lo m ism o que darlos por
ju sto s y p ro testar es casi lo mism o que posar de violeta hum ilde o que
reclam ar m ás altos elogios. Lo que u sted me dice de Horacio Quiroga me
chocó en el prim er momento; porque, en realidad, yo no había pensado en
él ni lo h ab ía imitado. Pero hoy creo encontrar u n a sim ilitud. Me parece
posible que Quiroga escribiera en u n estado de espíritu parecido al que
yo disfruté cuando hice el librito. Claro que esto, de estado de espíritu, no
puede ser tom ado en u n sentido corriente; se tra ta de zonas donde uno
se coloca y zonas de donde uno huye en el m om ento de escribir.
¿Y qué m ás? En este m om ento me telefoneó Torres por unos a su n to s
de la revista. Y aprovechó p ara quejarse de que u sted no le había con­
testado ni a la ca rta ni a su envío de no sé qué cuadro. Lo que ayuda a
tranquilizar mi conciencia. ¿Q uiere decirm e si p in ta y explicarm e cuáles
eran las a n u n ciad as actividades literarias?
Le voy a contar u n a cosa que espero le cause gracia. El sábado leí el
aviso del concurso ése de novelas am ericanas. El domingo me fui a Ca­
rrasco p a ra inventar el argum ento. Ya lo tengo; es u n m am arracho, claro,
pero es bueno, estoy seguro, porque lo hice de u n tirón y «sintiendo» la

142 Se refiere a El pozo, como indica en la carta siguiente.


143 Onetti p resen ta Tierra de nadie al concurso de novelas Ricardo Güiraldes de Losada.
Recibe el segundo premio.

96
gente y los sucesos. Ahora bien: el mínimo de palabras es de 50.000 y
tengo 105 días de plazo p a ra escribirlas.
Tuve, pues, que trazarm e u n plan de trabajo. Método de Hollywood. 15
días p a ra escribir el argum ento de cada u n a de las escenas, m om entos
o capítulos o lo que sea. Q uedan 90. Escribir luego a razón de dos mil
p alabras por día, con u n a tolerancia de diez días. Q uedan 30 días p ara
corregir y p a sar en limpio. ¿Qué le parece? Es posible que el día núm ero
45 ó 50 me encuentre enchalecado y gritando: «Soldados: desde lo alto
de estas pirám ides 50.000 palabras os contemplan». Y quiera la m enos
virtuosa de las m u sa s —que será, posiblem ente, la de corazón m ás dul­
ce— que pu ed a fabricar las dos mil palabras diarias.
Y como tengo que ir a la im prenta a a rm a r y tengo que trad u cir dos
páginas de la Ilustración sobre Holanda y Bélgica, pongo punto final a
este ensayo de reconquista de su am istad. Saludos a su gente. AUN QU E
NO VUELVA A ESC R IB IR M E LE E SC R IB IR É .

Su amigo
Onetti

|A c o n tin u a c ió n , a g re g a O n e tti, a m a n o ]:

Y, p a ra adularlo, fecho:
Abril 16 de 1940

[C a rta m e c a n o g ra fia d a , fe c h a d a a m a n o p o r P a y ró , e n el c o m ien zo , y p o r O n e tti,


a l fin al. UND],

97
[32]

24 abril 1940

Querido Payró:
Acabo de ver u n a película, m uy buena, extraordinaria p a ra m is gustos,
que se llam a Interm ezzo.144 ¿La conoce? He lam entado m ucho no haberlo
tenido a u ste d de vecino de asiento, p a ra salir luego a tom ar algo y con­
v ersar sobre todo eso o no decirnos nada. Se m e ocurre p e n sar que lo
que le p a s a al protagonista es u n a m aldición que debería caer en la vida
de todo hom bre, a condición de que sepa tocar el violín o posea virtudes
sucedáneas. Uno siente, con todas su s fuerzas, que se lo merece. Y todavía,
no es perfecto. La perfección estaría en que el virtuoso co n tin u ara m ás o
m enos tiempo con la incalificable Ingrid Bergman y que estando con ella,
cuando el am or se solidifica h a sta tener la forma, m edida y firmeza de
la casa que lo encierra, apareciera otra m uchachita con ojos espantados
y cara de Murmullo de prim avera.145 Y etcétera, en sucesiva y arm ónica
teoría de non bis in id e m 146
Pero hay que hacer periodism o y fabricar ap resu rad am en te novelas
que p u e d a n conmover la c u en ta bancaria de algún editor yanqui.
Póngam e a los pies de su familia, salude a Mile. Vibert cuando la vea
reclam ándole, de paso, c a rtas en mi nom bre —y reciba u n abrazo de su
amigo. (Perdóneme este aborto de carta. Pero, si u sted vio Intermezzo, ¿se
im agina lo que quiere decir no tener con quién h a b la r de eso?)

Suyo
Onetti

D entro de pocos días le enviaré «pozos».

[C a rta m e c a n o g ra fia d a , f e c h a d a a m a n o p o r P ay ró . GRI].

144 lnlern\ezzo (1939), película dirigida por Gregory Raloff y protagonizada por Leslie Howard,
Jo h n Halllday e Ingrid Bergman. M elodrama en torno del adulterio.
145 Obra m usical del com positor nontego C hristian Slndlng.
146 Non bis In idem es u n a ley civil que prohíbe ser Juzgado dos veces por la m ism a cau ­
sa.

98
[33]

27 julio 1940

Querido Payró:
Teniendo en cuenta que Vd. debe estar en m ás o m enos indirectas rela­
ciones con el médico que atiende a Mile. Vibert, le agradeceré m e informe
acerca de los m ales que la aquejan con la exactitud que sea posible.
Con este nuevo lío se posterga el envío de u n a ca rta que empecé a mi
regreso. Algún día irá. Salude a su gente.

Con el cariño de siem pre


Onetti

Rincón 593.

No hay por qué decir que me gustó m ucho la opinión de Mallea. No la


esperaba ta n parecida a la mía. So long.

[C a rta m a n u s c r ita . F e c h a d a a m a n o p o r P ay ró . GR]].

99
[34 ]

5 diciembre 1940

Q uerido Julio:
Tengo que darle las gracias a L arra147 porque si no se le ocurre pedir
perm iso p a ra transcribirm e, otra sem ana se pasaría sin noticias suyas,
a p esar del serio comprom iso contraído de lu ch ar contra el o scu ran tis­
mo de mi novela. Dígale desde ya a Larra que haga lo que quiera. Única
advertencia, m ás p ara u sted que p a ra él: no olvidar que el concurso de
Losada era p a ra escritores radicados en la Argentina.
A lo nuestro. La sem ana de Buenos Aires me costó otra de convalecen­
cia y de gastos de la voluntad p ara poder hundirm e de nuevo en mi vida
montevideana. Pero ya está hecho y sigo trabajando como siempre, u n poco
m ás que siempre, con grande indignación de Mile. Maria Ju lia T atá Vibert.
Ahora, h a sta escribo en la revista y le m andaré hoy o m añ an a u n ejem plar
porque hay alguna cosa sim pática perdida en los centím etros de colum na
que no se acaban nunca. A veces pienso en la fam osa sem ana y revivo la
sensación de pesadilla, o ensueño, simplemente, toda la serie de cosas so r­
prendentes que me vinieron a visitar en aquellos días y que usted se encargó
de rem atar. Sí. usted tiene razón: la su erte no nos asiste. Imagínese que a
todas las viejas y natu rales inhibiciones que se oponen al desarrollo fácil y
fresco de u n a ca rta de aquí para allá, se agrega ahora u n a preocupación de
X-27 o Erich von S troheim .148 Y, en fin, otro im pedim ento m ás: T atá está
ahí enfrente, haciendo greguerías... Válame [sic] Dios. «Se veía que aquel
divo era poseedor de m uchos de esos ceniceros que nos m andan de recuer­
do». ¿Se hace cargo? Le ruego que me tenga al tanto de s u s actividades
literarias y de s u s vacaciones. Yo no podré hablarle por ahora ni de u n a
cosa ni de la otra: tengo que escribir enseguida u n a página de charla
literaria y o tra de charla sobre política internacional. Yo sé que Dios me
lo perdonará. No se queje por la brevedad y falta de interés de e sta carta:
todo está en empezar. Dígame si leyó el libraco y qué cree que se puede
h acer en su beneficio. En el últim o domingo de La Nación leí u n articulo

147 Raúl Larra, escritor argentino, a u to r de [Roberto] Payró: el hombre y la obra (1938); m ás
adelante escribe u n a muy conocida biografía: Roberto Arlt, el torturado (1950).
148 En Dishonored (1931), Marlene Dietrich fue la Agente X-27, u n a espía durante la prim era
guerra m undial. Erich von Stroheim , director y actor de cine austríaco.

100
de Roger Caillois sobre la novela.149 Se dice por el final que la novela —y
por lo tan to el novelista— e stá fuera del arte. Qué soulagement. Yo ya
había inventado la teoría esa p ara librarm e de a rtista s y charlas de arte
y latosos cam aradas intelectuales y conciertos de los que sólo u n a parte
me interesa y conferencias que me m atan. «Yo no soy u n artista; soy u n
tipo que a veces escribe.» Y con esas sencillas p alabras uno queda solo y
libre, en disposición de tom ar vino con analfabetos en cualquier boliche.
Y se elim inan m uchos odiosos equívocos en las relaciones con dam as y
dam iselas. Sin contar conque no se lo creen, no se lo creen del todo; y
al desconcierto sigue la sensación de que uno es u n a rtista b á rb a ro 150 y
vaya a saber por qué m isteriosa razón... Ahora apoyaré mi u s a d a frase
en M. Roger Caillois, ayuda inapreciable.
Saludo a todo el m undo y contesto pronto. Lo invito a em peñar por
duplicado n u e stra s p alabras de honor, com prom etiéndonos a m antener
u n mínimo de u n a carta sem anal por barba. ¿Se anim a?

Onetti

[C a rta m e c a n o g ra fia d a , fe c h a d a a m a n o p o r P ay ró . GRI],

149 Roger Caillois, intelectual francés, vivió en la Argentina desde 1939 h a sta el fin de la
segunda guerra mundial. Entre m uchas actividades, fundó la colección «La Croix du Sud»
en Gallimard p ara difundir en Francia la literatura latinoam ericana en traducción.
150 Estupendo, en rioplatense.
[35 ]

1942? no! 1941?

Amigo Payró:
E stando y a convencido, gracias a repetidos intentos m entales y gráfi­
cos, de que no puedo escribirle u n a carta, que no sé escribir cartas que
lo sean de veras, le envío esto.
Nado, me tuesto, escribo, m e aburro, me siento en destierro, vuelvo
a encontrarm e, m e pierdo, insulto a Indoam érica. Etcéteras. Ya ve que
contarle lo que me p a sa requeriría u n a lata autoanalítica, m ás o m enos
joyciana; y u ste d no me leería.
Su Bs. Aires era u n a ciudad sin destino ni sentido, estábam os de
acuerdo. Pero u sted no sabe cómo es [Montevideo) —vista desde la playa
o el Cerro, o el m ástil del estadio— cómo es de rica en so rp resas y posi­
bilidades, qué alm a cálida y aventurera tiene. Pero no se enorgullezca ni
se apiade: por el puerto de Montevideo han entrado en los últim os años
no sé cuántos miles de gentes rubias. Polacos, rusos, arm enios, checos,
cro atas y eslovenos. Llegan, declaran con u n a m ano en alto su odio por el
com unism o, su adm iración de T erra y se ponen a tra b a ja r.151 Yo espero:
dentro de 10 ó 15 años, acaso m enos, h a b rá en Montevideo gente joven
con la tara m endeliana de p en sar y tener a u d a cia .152 Entonces colgaré el
pijam a y la m alla, m e vestiré y saldré a la calle.
Entre tanto nada; escribo y escribo: con tan ta s ganas, ta n alegre y ra ­
biosam ente. que proclamo mi renacida fe en Sigmund Freud, renuncio a
u n alm a divina e inmortal, abjuro de mis heréticas desviaciones hacia [Cari]
J u n g y [Alfred] Adler, y vuelvo a esperar el paso de esos diez años, el adve­
nim iento de la Kyra, Rebeca o M aiysia que venga a detenerm e la pluma. Y
no hablem os del tabaco negro, del Cam peonato Sudam ericano, ni de este
m useo de bellas artes. Pienso en el soldado aquel de la puerta de Hercula-
no;153 cierro el capítulo de mis nacionales desdichas y permanezco.

151 En 1931, Gabriel T erra fue electo presidente del Uruguay: en 1933, dio u n golpe de
Estado y m antuvo el poder —u n a dictadura derechista— h a sta 1938.
152 La genética m endeliana acen tu ab a la herencia sobre los factores am bientales; fue u sad a
por los nazis como justificación de su política racista.
153 C uenta la leyenda que u n soldado se refugió bajo u n arco de la p u erta de Herculano
en la ciudad de Pompeya, con u n a lanza en la mano, para protegerse de las cenizas del
volcán Vesubio que destruyó la ciudad en el año 79 de la era cristiana, siendo fiel h a sta
la m uerte.

102
O tra hoja, pero n a d a m ás. Perdónem e e sta letra sofisticada, ya que
es la ú n ica que tengo p ara hacerm e entender. Dé saludos cariñosos a su
gente, no me olvide y cum pla su prom esa de venir por aquí.

Su amigo
Onetti
Libertad 2543, dto. 4.

[A grega P a y ró , a m a n o y e n in g lé s: «Moved o u t in M a rc h 1941»;


d e allí q u e c o rrija la fecha],

[C a rta e s c r ita a m a n o . F e c h a d a p o r P ay ró ; la d u d a e s s u y a . GRll.

103
[36]

15 enero 1941

Querido Payró:
Parece que usted tenía razón y que la idea de u n a carta sem anal no tenía
m ás posibilidades de ir en serio que esos nobles, valerosos y saludables
propósitos de nueva vida que algunos acostum bran a hacerse en ocasión
de las recientem ente pasadas fiestas de año nuevo. En cuanto a mí, no me
fabriqué ningún plan de nueva vida. Recién hoy, y a las tres de la m añana,
me ataca la necesidad de cambiai- las cosas y me permito despertarlo p ara
decírselo. He llegado a u n notable punto de saturación respecto al trabajo
y no por culpa del trabajo mismo, sino por haberm e puesto a corregir la
novela p a ra Losada. Este trabajito me hizo aflorar las enorm es, rabiosas
ganas de escribir que tengo. Siempre experimenté u n poco de desconfianza
ante las gentes que me decían que la falta de tiempo les impedía escribir.
«Cuando hay algo p a ra decir siem pre se encuentra u n a hora para robarla
al sueño, al am or o al patrón.»154 Mi desconfianza podía justificarse en parte
porque los Jerem ías trabajaban su s dem ocráticas ocho horas o menos.
Pero ahora Dios ha querido castigar mi vanidad y me ha llegado el tu rno
de decir que el trabajo me impide legar a las generaciones fu tu ras algunos
Quijotes y dos o tres Hamlets. Porque —se ruega no insultar— a mi trabajo
en la revista, a mis correcciones n o ctu rn as de idioteces, he agregado otra
tarea, Se tra ta tam bién de correcciones y tam bién de idioteces; pero ya no
nocturnas, porque h a s ta la fecha no he podido averiguar a qué horas las
hago. Son pruebas de libros de Discursos parlamentarios...
A hora ya no hay vueltas que dar: he com probado que u n día se com ­
pone de veinticuatro horas. Y los sábados no existen y los domingos
cayeron del alm anaque. ¿Com prende? Ahora diviértase com prendiendo
tam bién h a s ta qué grado soy idiota: acepté el últim o trabajo porque tenía
ese prem io de mil pesos. Recién ah o ra veo que los mil se habían m ul­
tiplicado en mi subconsciente y con ellos ten ía m i vida resuelta. Podía
aceptar cualquier cosa, h a s ta u n trabajo en o tra clase de galeras, ya que
se tra ta b a de un o s m eses, al cabo de los cuales podría hacer lo que me
viniera en gana, respaldado por los mil pesos del Banco Central. Este

154 La cita no es exacta, sino aproximada; proviene de un texto de Periquito el Aguador


[Onetti], «La piedra en el charco», Marcha, n° 19, 27 octubre 1939. p. 2.

104
m aldito nuevo año me h a traído u n a intem pestiva lucidez como regalo
de Reyes. Ya empiezo a vislum brai' que los m encionados pesos se irán
como se me h a ido siem pre el dinero: sin que yo me diera cuenta y sin
dejarm e rastros. Las cosas seguirán como antes. Y lo malo o lo bueno es
que en el otro zapato los Reyes me dejaron la resolución de fabricarm e
tiempo p ara escribir a cualquier precio, pase lo que pase. Me pongo bajo
la som bra andrajosa de Strickland, de La luna y seis peniques.'55 Bueno,
estaba m uy mal y ya no lo estoy tanto pensando que u sted me escucha
y com prende. Su carta sobre la novela, insisto en que es novela, me creó
la necesidad de vengar la falta de respeto con que u sted la h a d e stra ­
tado. Le aviso que ya encontré la form a ju s ta de la venganza y que ella
caerá sobre usted de sorpresa, como el relám pago en u n cielo límpido.
Y entonces será el lloro y el crujir de dientes. No se esfuerce en adivinar
y tenga paciencia adem ás de resignación. Nombre de u n perro: en vez
de tom arlo p ara m uro de lam entaciones, bien podría haber escrito u n
poem a o u n ensayo sobre el milagro. Pero como ya es tarde p a ra hacer
otra carta, me voy a lim itar a resum irle en pocas palabras la esencia del
milagro. Parece m entira, pero no es lo milagroso lo que hace el milagro,
sino su corta existencia. Si continuara lloviendo m an á se habría alterado
la técnica de confección de p araguas e im perm eables; pero ya no habría
milagro «lluvia de m aná».15156 De m an era que si en la brevedad reside el
interés, tam bién reside el milagro. Y no quiero extenderm e p a ra que este
trascendental pensam iento sea, adem ás, milagroso. Y como h a llegado el
m om ento de trabajar, o h a regresado, quedo a la espera de s u s noticias.
Con el cariño de siem pre

Onetti

[A grega O n e tti, a m an o ):
(vuelta)
Acabo de leer en Rosalinda que el que escribe cartas no alegres es u n
mal educado. Y recuerdo adem ás que la cortesía japonesa veda participar al
prójimo nuestros disgustos. No me resuelvo a llegar hasta el harakiri, pero
le pido perdón con humildad. Ya seria hora de haber llegado al conócete a
ti mismo y ahorrarm e toda manifestación en los días o noches en que estoy

155 Strickland es el protagonista de La luna y seis peniques (en inglés, The moon and six­
pence. 1919) de W. Som erset M augham, novela sobre la vida de Gauguin.
156 «Maná» es el m anjar milagroso enviado por Dios desde el cielo, a modo de escarcha,
p ara alim entar al pueblo de Israel en el desierto.

105
en el pozo. Es raro que el desánimo me dure m ás de 24 horas y que regrese
antes de las 240; pero en los malos momentos uno cree que la desdicha es
eterna. Y, en compensación, siempre hay algo despierto y agorero dentro de
r'cada tio cuando goza u n ataquecito de euforia. WelL En este momento, sábado
l i a las 16:30 estoy de buen hum or aunque acalorado. M añana pasaré el
día en Carrasco y por la noche leeré Las palmeras salvajes.157 Envidíeme;
por lo m enos la playa; no olvido que Faulkner no es santo de su devoción,
aunque yo vea en él a mi enemigo.158 Claro que hay 465784935 tipos que
, escriben mejor que yo; pero en la clase de cosa que yo quiero hacer m is ri­
vales están en U.S.A. ¡Siempre el imperialismo! Pero en el caso particular de
William Faulkner abrigo serias esperanzas; u n a biografía me enteró de las
debilidades alcohólicas del sujeto y es justo confiar en el efecto del whisky
de caucho o ñandubay que tom an por aquellos pagos.159 Espero que tendrá
la suerte de leer pronto el Por quién doblan las campanas,160 o algo así, el
último libro de Hemingway. Hay quien escribió que esa novela es la obra
m aestra de Hemingway, superior al A farew ell to arms, lo que ya es decir.
Tendré que esperar que Losada o cualquier otra le ofrezca la traducción y
que usted acepte. Por este mismo correo escribo a Guillermo de Torre y le
m ando la copia de la novela sin m alas palabras y aclarada en lo posible. Para
evitar complicaciones —¡oh, los torm entos de u n a m ala conciencia!— digo
a de Torre que estoy veraneando en Carrasco. Para obtener u n a saludable
sugestión, he resuelto instalarm e en la im prenta u n a carpa de playa y tra ­
bajar en malla de baño. Usted ve que sigo sin novedades. Con el calor y el
trabajo, no escribo. Distráigame usted con algunos relatos milagreros de la
Leyenda do rada161

Suyo y contento
Onetti

[C a rta m e c a n o g ra fia d a , f e c h a d a a m a n o p o r P ay ró . E s c r ita e n u n a h o ja d e lo s


T a lle re s G rá fic o s SUR, d e a m b o s la d o s . UND].

157 Wild palm s (1939), novela de Faulkner; la traducción al español, de Borges, es de 1940.
158 C uriosa declaración, siendo O netti u n gran adm irador de Faulkner. En 1941, tal vez
sentía adm iración y a u n tiempo envidia por la obra del norteam ericano. Recuérdese que
en 1943 Onetti escribe Para esta noche, la única novela suya donde puede detectarse
la influencia directa de Faulkner.
159 Pago: lugar, región, pueblo.
160 For whom the hells toll (1940); la traducción al español no se hace h a sta 1952.
161 Leyenda dorada es u n a compilación del siglo XIII de relatos sobre la vida de santos y
m ártires.

106
[37]

2 m arzo 1941

Querido Julio:
Reinicio la correspondencia p a ra hablarle de negocios. La su cu rsal
de la R euter en é sta se e stá organizando y tengo entendido que necesita
personal capaz. Como yo soy capaz casi de cualquier cosa, le ruego vea
si le es posible conseguirm e u n a recom endación con alguno de los capos
de la C entral en B uenos Aires. El gerente de R euter aquí se llam a Obes
Polleri y a n d a por Baires, no sé h a sta cuándo.
Saludos. Ya le escribiré en serio.

Onetti

[C a rta m a n u s c r ita , fe c h a d a p o r P ay ró . E s c r ita e n u n a h o ja d e M archa, E d ito ria l


«Acción». GRI).

M K M H V « ' ’
' •i ».1vw‘a V'o h -X - •
“iknoaiA i «cctoH-
►O v o í * n 4 N O N I * » £ m . w v*/
•mes* H*. }»» •». i

107
[38]

23 m arzo 1941

Querido Julio:
Ya puedo anunciarle el suceso: estoy empleado en Reuter’s .162 No sé aún
en qué condiciones ($). pero mi im presión es m uy buena. Es asom broso
com probar h a s ta qué p unto es cómico el térm ino medio de la hum anidad:
la cosa es que al ser com parado uno resu lta u n fenómeno. En ñn, h a b la n ­
do de otra cosa, parece que tendré que decirle salute y fa re w e ll—yo «leo»
Esquire— a Baires, tal como u sted a Europa. Lamento ahora, en vista de
su poder omnímodo, no haberle pedido u n m inisterio, u n acorazado o la
A nita S h erid an .163 O tra vez será. Agregue la am abilidad de resignarse a
no ten e r hoy carta larga. Espero que me desem barace de mil trabajos que
estoy liquidando. Busco u n departam ento que decorará Losada y que es
de ya suyo p a ra cuando venga a visitar.

H asta pronto.
Onetti

[Al margen, agrega Onetti: «Es innecesario decirle que estoy contento y,
sobre todo, contento de deberle la contenteza a Vd. Onetti»].

[C a rta e s c r ita a m a n o , fe c h a d a p o r P ay ró . E s c r ita e n u n a h o ja c o n el


m e m b re te d e M archa. GRI],

162 Onetti comienza a trab ajar como redactor en la Agencia Noticiosa Reuter en Montevideo
en marzo de 1941; en 1943 es trasladado a Buenos Aires por la m ism a agencia como
secretarlo de la redacción, donde reside h a sta 1955.
163 Ann Sheridan, actriz de Hollywood, fam osa por su actuación en Dodge City (1939).

108
[39]164

mayo 1941

payro baires sin noticias interes fuera trabajo reuter stop por ahora
todo bien creo encontre por fin trabajo apropiado en clase tareas sueldo y
perspectivas stop y consecuencia decidido aburguesarm e stop com prare
som brero stop alegróme rectificación parcial juicio sobre faulkner stop
retribuyo indicándole lectura novelas policiales Stanley g ardner164165 como
algo distinto en el genero stop insisto necesidad escriba u sted libro pro­
metido edward robertson por creer cada dia m as que ese tipo de novela
que puede verdaderam ente interesar todo publico y onetti166 stop conse­
cuencia segunda trabajo reu ter acepto decir adiós baires y vivir empleo
y lo que hay en casa incluso libros y papel en blanco stop no abandono
empero esperanza viaje negocios esa y largas charlas con u sted stop no
obstante renuncia baires estoy contento por lo arriba dicho y trab ajar
con gentlem an obes polleri stop sin noticias losada ni fecha publicación
libro ni cobro dineros stop si usted puede averiguarlo al p a sar no form a
directa agradeceré noticias respecto stop me gustarla poder esta r ahora
con usted y explicarle con whisky-soda que vida no existe y oírselo explicar
stop empero rehuyo abandonarm e sueños no realizables rectifico sueños
absolutam ente imposibles ser realizados stop persevero en los que tienen
alguna partícula posibilidad stop si ha leído trigo bueno hágamelo saber
stop estoy entregado ag atha Christie Wallace van dine167 Stanley gardner
stop ahora pienso que en verdad nadie sabe que cosa desea au nque este
seguro de saberlo stop m axim a posibilidad hom bre inteligente es saber
que desea conservar pero no con certeza que agregar a su vida stop len­
guaje telegráfico responsabilidad suya stop lo malo es que acabam os por
convencernos que el otro lenguaje

164 Se reproduce el telegrama, escrito a m áquina, sin acentos y sin m ayúsculas, como fue
remitido por Onetti.
165 Erie Stanley G ardner. famoso por su s novelas con el célebre abogado. Perry Mason.
166 Edward Robertson, escritor inglés y amigo de Payró, no quedan rastro s de su obra.
167 Agatha Christie es, por supuesto, m uy conocida por su s novelas policiales; Edgar Wa­
llace. au to r de novelas detectivescas y famoso por ser el co-creador de King Kong; S. S.
van Dine, a u to r de novelas policiales, con el detective Philo Vance.

109
es conjunto fastidioso insincero inútil ripios stop escriba lo m as largo
posible stop decididam ente p e n sar baires melancolizam e stop

fin del telegram a 13-3-1941 hora 1.42 Onetti

Onetti [firmado]

[A grega, a m a n o ]:

Nueva dirección: Piedras 630 - Dpto. 18


[T e le g ra m a fe c h a d o a m a n o p o r P ay ró . Al fin a l se in d ic a la fe c h a d e re d a c c ió n .
E s c r ita e n u n u n a h o ja d e R e u te rs . E n M o n tev id eo , la e m p r e s a se lla m a R e u te r,
s e g ú n el m e m b re te . E n la c a s a c e n tr a l, e n L o n d re s, R e u te rs . UND).

110
[40 ]

6 mayo 1941
Querido Ju lio Payró:
Ante todo perdón por m andarle esta carta a La Nación. Pero sucede que
Augusto no llegó a explicarme si usted se había m udado, o estaba por h a ­
cerlo, ni si de casa o traje. Por otra parte, esta referida m udanza me sirve
para justificar su no respuesta a mi último telegrama, causa m ás agradable
que el hielo de la indiferencia o la hiel del rencor. En el despacho citado le
com unicaba mi dirección actual. Piedras 630 —D epartam ento 18— 4 opiso,
ascensor, portero y otras nimiedades. Mas no lo puso Maple y hay vecinos
y es prudente tam bién eliminar los cócteles. Ahora que la m edia luz es de
exactitud histórica por culpa de Tomás Alva que inventó la lam parita con
rosca, lo que provoca u n continuado juego de quita y pon con el consiguiente
ahorro de cristal sin aire.168 Okay.
Hace unos dias tuve la agradable visita de don Honorio E ., el que co­
nectó su sonrisa autom ática, me dio la m ano, me felicitó y me aum entó
veinte pesos el sueldo. Pero como no quise provocar la ira (de usted), no le
com uniqué a su tiempo cuánto gané a mi en trad a en Reuter; y como sigo
tem iendo las m ism as iracundias tam poco lo diré ahora, lim itándome a
com unicarle que en la actualidad, gracias a que Honorio E. juzgó excesivo
el pedido de Obes para S.S., estoy ganando noventa. Después Honorio E.
volvió a enchufar la sonrisa, reestiró la diestra y h a sta la vista. E sta sonrisa
de don Honorio E. me compensó de la rebaja im puesta a m is aspiraciones.
No solam ente por lo que ella significaba de emocionante y como motivo
p ara seguir viviendo, sino porque la podré extender en u n a descripción de
m edia página en la novela «No hay rosas té sin espinas» que escribiré a fines
del otoño próxim o.169 Hay m ucho que decir sobre ella. Ellas, mejor dicho.
Porque p ara el profano se tra ta de la m ism a sonrisa, con igual núm ero
de dientes, idéntica contracción m uscular y brillo sem ejante. Pero son en
realidad dos sonrisas. Una p ara el welcome y otra p ara el «siento se p a ra r­
me de ti pero volveremos a vernos en Kentucky o Alabama». La prim era
es u n envés (embudo que dice la chusm a) con el buraco grande hacia el

168 Al darle su nueva dirección a Payró, Onetti se divierte rem edando versos del tango A media
luz (1924), de Edgardo Donato y Carlos Lenzi, que dice asi: «Corrientes tres cuatro ocho,
/ segundo piso, ascen so r/ no hay porteros ni vecinos / adentro, cocktail y am or / Pisito
que puso Maple / [...] Y todo a media luz, [...]
169 Otro título inexistente en la bibliografía de Onetti. «No hay rosas sin espinas» es un
refrán com ún que indica que no hay cam inos fáciles ni placer sin dolor.

111
agraciado, quien se siente impelido a verter allí el licor de su cordialidad;
la otra está al revés y entonces es don Honorio E. el que sopla y tú ya no
soplas y hay que irse. Okay.
Ahora no sea tan m alcriado y cuéntem e algo de Edward Robertson.
Claro que todavía no hizo nada, pero cuéntem e igual y si le sobra por ahí
algún tem a p ara cuento m ándem elo en carácter de préstam o porque lo
necesito. Tam bién es bueno que me diga si tiene alguna noticia acerca de
la existencia de u n a editorial que según datos se llam a Losada y trab aja
en esa plaza y de cuando en vez hace concursos entre la flor y n a ta de
la intelectualidad rioplatense. C uando tenga algún informe al respecto
agregúelo a u n a confesión íntim a acerca del color que prefiere p ara deco­
ra r u n cuartito de soltero ya que tengo que p rep arar su residencia p ara
el próximo veraneo m ontevideano y no deseo descuidar el m enor detalle.
Respecto a los gruesos detalles los dejo confiados a su bu en sentido,
rem arcando únicam ente la conveniencia de que se traiga u n osram de
50 en el bolsillo o u n a linterna de esas de las películas de Boris Karloff.
Sobre todo: ¿qué puede recom endarm e de cine? Veré en estos días La
carta. El ladrón d e Bagdad y El puente d e Waterloo.170 Una tarde de lluvia
M aría J u lia se m etió en u n cine y vio C atita y ahora tengo C atita a toda
hora del d ía .170171 M ardita [sic| sea mi alm a. Si esto sigue iré a ver Sandrini
y verem os quién m ata a q u ién .172 Okay.
Me parece indecente la escasa cantidad de despachos Reuter que publica
«La Tribuna de Doctrina».173 Ya me estaba olvidando de mis preocupaciones
profesionales. Y agrego que la larga historia de la cam paña griega apareció
ahí con 24 horas de retraso. Todo lo cual será subsanado cuando m e tra s ­
lade a ésa para darle u n a m ano a don Loti Catán. En fin, sé vagamente que
tenía u n tem a serio para conversarlo con usted y que el otro día en la calle
me detuve para pensar sobre él y díjeme se lo voy a escribir a Payró. Pero
ahora no me acuerdo de nada y lo siento por ambos. Leí Viejo muere el cisne y
discrepo con usted sobre su s m éritos.174 Pienso que los discursos de Propter

170 The letter (1940), filme noir basado en u n d ram a de W. Som erset Maugham, con Bette
Davis; The th ief o f Bagdad (1940), de Conrad Veldt; Waterloo bridge (1940), con Vivien
Leigh y Robert Taylor.
171 Catita, personaje de Níni M arshall, de gran éxito en la radio argentina y en películas de
hum or; M arshall Im itaba tipos característicos de barrios porteños, particularm ente el
decir popular. Mujeres que trabajan (1938) fue su prim er gran éxito masivo.
172 Luis Sandrini, otro humorista de la radio, cine y televisión argentinas, de gran arraigo popular.
173 «Tribuna de Doctrina» es el lem a de La Nación: la frase fue atribuida a Bartolomé Mitre
en 1870.
174 Viejo muere el cisne (en español, 1941), de Huxley; en Inglés, After m any a sum m er dies
the sw a n (1939).

112
son m uy buenos; pero demasiado buenos en relación con el resto del libro.
Como sátira, es grueso y fácil e indigno de Huxley; como «lección» —esa per­
secución de la juventud y la vida m ás o m enos eternas que acaba con u n a
pareja de monos— me resulta, en el fondo, bastante Smiles.175 Y teatro. Por
lo dem ás no hay nad a verdaderam ente sentido en el libro. Pese al incurable
intelectualismo de A. H. aquellas E sas hojas estériles tenían sus buenas
partes atrapadoras y tam bién Contrapunto y m uchas de las o tras.176 Aquí
iodo me resulta palabras. Y hasta los mismos pensamientos del señor Propter
—con herm osos antecedentes indios, chinos y etc.— no servirán para hacer
mejor a nadie ya que no lograron todavia a rrastrar el corazón del personaje
parlante. Es forzoso que alguna vez hayamos visto la cara de algún viejo que
seguía viviendo con aquello que sirve a Mr. Propter para filosofar. Todos los
argum entos del señor Propter, su fuerte, quiero decir, que es lo que interesa,
está en la expresión del viejo a que me refiero, que, se me ocurre ahora, es
posible que fuera u n ñiño o u n perro. Y aunque el viejo, naturalm ente, no
sabía que él vivia ejecutando lo que Mr. Propter preconiza, todo estaba en él
mejor escrito que en el teórico del desligamiento. Y es posible que si al viejo
le hubiera dado algún día por pensar sobre el arte de ser bueno y feliz sería
esto u n síntom a claro de que ya no se sentía totalm ente ninguna de las dos
cosas. Y se sacaría el cachimbo de la boca para explicar al prójimo qué es
necesario hacer para lograr la conquista de la bondad y la dicha.
Termino mi jugada, anuncio jaque, oprimo el resorte del reloj de torneo
y quedo a la espera de su jugada.
Con el cariño de siem pre

Onetti

Pensándolo mejor, no voy a m an d ar eso al diario. No sea que Honorio


E. se ponga a hacer psicom etría y me dé con el em budo sonriente en la
cabeza. Recuerdo que el correo de Buenos Aires efectúa alcance a los
nuevos domicilios. Pero entonces, ¿por qué no contestó u sted mi despa­
cho anterior?

[C a rta m e c a n o g ra fia d a , fe c h a d a a m a n o p o r P ay ró . E s c r ita e n u n a h o ja d e


R e u te r. GRI],

175 Posiblemente aluda a Samuel Smiles, u n Inglés que promovía las virtudes de la au-
toayuda en el siglo XIX.
176 Contrapunto (1940), en inglés, Point counter point (1928), la novela m ás fam osa de
Huxley.

113
P

[41]

20 junio 1941

Mi querido Payró:
Imagino que rezongará por mi silencio, sin p ensar que se tra ta de «nues­
tro» silencio, ya que su últim a se cruzó con u n a mía. Mucho lam entaré
que se haya extraviado, ya que contenía u n a s trascendentales reflexiones
filosóficas y literarias sobre Viejo muere el cisne. É sta h a de ser m uy breve
ya que tengo sueño y estoy cansado de esperar al lado de la teletipo que
Stalin y Hitler se decidan a rom perse los cuernos o rom pérselos a algún
tercero lam piño y desforzado. Otrosí digo respecto al silencio epistolar:
hay culpa suya, por haberm e dado erróneos datos financieros de Losada,
según los cuales yo estaría a fin de mayo charlando con usted: motivo
que m e hizo su b estim ar las cartas. Ahora parece que la cosa se h a puesto
seria: corregí ya todas las p ru eb as y las m andé a Losada, am én de datos
biográfico-literaríos (no había ninguno) y u n a síntesis sobre la novela,
que no hice yo, con destino a la propaganda. Será, espero, a fin de junio.
E n tretanto le m ando este cuento que tuve que hacer porque se me fue
form ando por indisciplina celular. (Del arte como actividad cancerosa
del espíritu). Lo escribí con intenciones de publicarlo en Ixi Nación y se
lo m ando p a ra que u sted le dé traslado a Mallea; salvo, va sin decirlo,
que exista cualquier razón para que esa m isión le resulte poco grata, en
«cuyo» caso me lo hace sab er y le enviaré directam ente otra copia a E.
M. Ay, ya sé que este sueño realizado no le va a g u sta r.177 Es ab su rd o y
¿p ara qué em plear u n personaje anorm al? Bueno, pero se hizo asi y qué
le voy a hacer. Ahora que hay a mi favor u n a cosa indiscutible, que no le
toleraré que discuta: es UN CUENTO. Leí el libro de Verbitsky.178 ¿Ya se lo
dije? Respetable y tam bién conmovedor el tono de sinceridad con que fue
escrito. Me gustó la falta de «literatura». Lo que se destinaría al Debe me
lo reservo, por mi carácter de segundo premio. Lo que me dio b a sta n te
rabia a m edida que lo iba leyendo era la seguridad de que a u sted tendría
que gustarle m ás que Tierra de nadie. Reconozco que es vanidad, pero
m antenida por propio im pulso en la zona am istosa. En fin, ya hablare-

177 Se tra ta de «Un sueño realizado», publicado en La Nación, el 6 de Julio de 1941.


178 B ernardo Verbitsky, au to r de Es difícil em pezar a uiuir, novela ganadora del prim er
premio en el concurso de Losada.

114
mos de todo esto y de mil cosas m ás. Por aquí no hay milagros, o por lo
m enos no los hay nuevos. Sigo m uy contento en Reuter. Imagine lo que
es trab ajar con alguien dotado de las necesarias virtudes y defectos para
ser amigo de uno.
Será h a sta pronto, con whisky

Onetti

Olvidaba decirle que la extensión del adjunto cuento es excesiva en


relación a las publicaciones norm ales de La Nación. Es u n defecto. Pero
tiene la ventaja de perm itir a Mallea responder con alguna desolación que
es u n a lástim a que sea ta n largo. Y todos quedam os OK.

[C a rta m e c a n o g ra fia d a , fe c h a d a a m a n o p o r P ay ró . UND|.

115
[42]

13 julio 1941

Querido Julio:
G racias por todo. A presuro aclarar que lo que profetizaba de Mallea
e ra únicam ente la posibilidad de que el cuento no le gustara. No había
n a d a de ataque en lo que dije; en realidad me emocionó u n poco la p u ­
blicación inm ediata del cuento, no por el hecho de publicar ya que no
tengo —desgraciadam ente— espejos que p u edan reflejarm e la gloria o
popularidad o distinción inherente. Aquí me tiene, el hom bre sin espejos:
encontrarse conque no vale ya la p en a posar de Bradom ín ni Stavroguin
ni de n a d a ;179 y tam poco m ostrarm e de veras, sin poses. Well, well. Me
emocionó porque me dio por deducir de eso que a Mallea le parecía bueno
el relato y digno de no esperar en el cajón. En tre n de emociones, confie­
so otra: con el núm ero de junio de Nosotros hay u n a «Carta al herm ano
menor» del referido, que —créalo— lo hace a uno mejor o da ganas de
serlo, por lo m en o s.180
En fin, tam bién estoy desanim ado. Acaso el m ucho trabajo, ayudado
por este viaje a B uenos Aires que h a sido ya diferido u n a s c u a n ta s veces
y que, por lo mismo, es posible que me desencante cuando se realice.
Sospecho ahora que será en la próxim a sem ana. C harlarem os entonces.
H asta pronto. Un abrazo de su amigo que lo quiere y ex trañ a y quisiera
poder esta r con u sted sin límite de tiempo y a solas.

Onetti

[C a rta m e c a n o g ra fia d a , f e c h a d a a m a n o p o r P a y ró . E s c r ita e n u n a h o ja c o n el


m e m b re te d e R e u te r. GRI].

179 El M arqués de Bradomín, protagonista de las cuatro sonatas m odernistas de Ramón


M aría del Valle Inclán; Stavroguin, protagonista de Los demonios, novela de Dostoiews-
kl.
180 El artícu lo al que alu d e O netti no es de E d u ard o M allea sino de E n riq ue M a­
llea Abarca, «Dos novelistas jóvenes», Nosotros, n ueva época, n" 66 (junio 1941),
pp. 313-317. Sobre Verbitsky y Onetti.

116
[43]

28 julio 1941

Querido Julio:
Recibí su anuncio de la publicación del cuento. D espués de eso, llevo
escritas y enviadas dos cartas y tres libros. ¿No recibió n a d a o tam bién
u sted sufre de gripe? Le ruego me haga sab er las c a u sa s de su silencio.
Ahora tengo, por lo m enos, u n a fecha p a ra ir a Baires. El lunes 4, 4 de
agosto, oh m anes de M artin du G ard.181 La ca rta aviso y felicitación de
M adame era pesim ista y desesperanzada. Decía que le era imposible leer
los diarios. Esto no lo entiendo. Puede ser que la estén engañando y la
em bajada alem ana im prim a diarios falsos ad usum Madame. Porque si
alguna vez las cosas estuvieron como p a ra em pollar esperanzas en los
últim os años, es ahora. Coincidentem ente con los referidos sucesos, hoy
tenem os aquí u n día de prim avera y la circunstancia de que Obes Polleri
ande por Baires me h a obligado a instalarm e en la Gerencia. Ya estoy
aburrido de jorobar por teléfono a todos los conocidos y tengo u n dedo
gastado a fuerza de oprim ir innecesariam ente los tim bres.182 Espero tener
la oportunidad de echar a alguien antes de la devolución del m andato. E sta
tarde in au g u ra Torres u n a exposición de 200 cuadros. E t chau. Mándeme
dos líneas p ara saber si está enfermo o n a d a m ás que neurasténico. Espero
que podrá hacer llegar a destino sin m olestias los dos libros enviados. En
caso contrario espere h a s ta que vaya.

Onetti

[C a rta m e c a n o g ra fia d a , fe c h a d a a m a n o p o r P ay ró . E s c rita e n u n a h o ja d e R e­


u te r. GRI],

181 Roger Martin du Gard, escritor francés y premio Nobel de 1937, conocido por su escru ­
puloso detallismo.
182 Exactam ente veinte años después, Larsen rem eda a su au to r en la Gerencia de El a s­
tillero (1961).

117
R E U T E R
'¿at. v/

.¿ u e ritlo J u l i o :
Lo q ue a d j u n t o es u n a r t í c u l o qua me d i e r o n a l s a l i r
d e M o n te v id e o , o o n d e s t i n o a M a l l o s , Lo mando p a r a n a e a rm e e s e m an ch a
de l a c o n c i e n c i a . Y n a d a m á s.

Le pid o perdón p o r h a b e r d eau p u ro cld o de a q u e lla m a n o rs. Y iv í no sé


c u a n tu 3 h o ra e en e l o t r o mundo, s i n c o a l comer, o in o a a i d o rm ir, te n ie n d o
como a lim e n to Old l a r r y P h i l i p s M orria y a lg o quo no os d e c i b l e . U sted
com prenderá lo que q u ie r a d o c l r e s t a r b o q u ia b ie r to , oon lo a o jo s p e rd id o s
en un m L ate rlo d o lo ro s o quo a u J e tó n n u e s tr a s manos, o s t a r a s i , quemándose
lo a dedos en una. en l u , f a l l a id u d , a c u rru c ad o a l ratono tie m p o en e l
fondo do un mar de l a nao n e g ra y a s f i x i a n t e n e u r a s t e n i a . Y te n e r un r e ­
c u erd o de t o t a l p u re z a p a ra o o n s u e lo y pura d e sd ic h a en lo s d ía s comunes
que so r o in i o ln n , la s e g u rid a d monos de s a b e r que uno es capa», s i n
e s f u e r z o , eapontuncum ento y d e s e á n d o lo , do a d o ra r oon l a s monos en lo s
b o l s i l l o s y raotros do d i s t a n c i a , Oood b r e . Acebo de l l e g a r y e s to y i d i o t a .
Viimos a v e r qué p a sa d e sp u é s . P e ro más ta rd e o más tem prano - me co n o zco -
to d o q u e d ará u J u sta d o on mi como un re o u e rd o m e la n c ó lic o y w k o r g u ll o s o .
Todo i r á b ie n y s o t a r á c o n ta n to p o r-u u o prom etí e s t a r l o . Yo e x p lo to : e l
ro y David s e uoootó oon una n in a p a ra v o lv e r « s e r Joven y fr a c a s ó p o rq u e
e l p ro c e d im ie n to p a ra ro c o n q u la ta * lo ú n ic o n a o n v ld ia b le de l e a d o lo so e n
o la - l a lim p íe se da alm o, l a v |M Íai< U d de lo e ao n aa o lo n e a y o l d e s ln t o -
r e s - s o n s la te en no a o o s to r a e ooa usa ñ ifla.
O ra e la e p o r l a o o n v e rsa o ió n f u e tuvim os en e l c a f é .
Tu am ig o quo t e q u i e r e m utòo

d o d » obM*to* • í a r t ® «*<* <t. pw * W * i N— M«M)

118
[44 ]

11 agosto 1941

Querido Julio:
Lo que adjunto es u n artículo que me dieron al salir de Montevideo, con
destino a Mallea. Lo m ando p ara sacarm e esa m ancha de la conciencia.
Y n a d a más.
Le pido perdón por haber desaparecido de aquella m anera. Viví no sé
c u á n ta s horas en el otro m undo, sin casi comer, sin casi dormir, teniendo
como alim ento Old Parr y Philip Morris y algo que no es decible. Usted
com prenderá lo que quiere decir esta r boquiabierto, con los ojos perdidos
en u n m isterio doloroso que su jetan n u e stra s m anos, e sta r así, quem án­
dose los dedos en u na, en la felicidad, acurrucado al m ism o tiem po en
el fondo de u n m ar de la m ás negra y asfixiante neurastenia. Y tener u n
recuerdo de total pureza p a ra consuelo y p a ra desdicha en los días com u­
nes que se reinician, la seguridad al m enos de saber que uno es capaz,
sin esfuerzo, espontáneam ente y deseándolo, de adorar con las m anos
en los bolsillos y m etros de distancia. Good bye. Acabo de llegar y estoy
idiota. Vamos a ver qué p a sa después. Pero m ás tarde o m ás tem prano
—me conozco— todo quedará ajustado en mí como u n recuerdo m elan­
cólico y orgulloso. Todo irá bien y estaré contento porque prom etí estarlo.
Ya empiezo: el rey David se acostó con u n a n iñ a p ara volver a ser joven y
fracasó porque el procedim iento p ara reconquistar lo único envidiable de
la adolescencia —la limpieza del alma, la virginidad de las sensaciones y
el desinterés— consiste en no acostarse con u n a niña.
G racias por la conversación que tuvim os en el café.
Tu amigo que te quiere m ucho

Onetti

IC a rta m e c a n o g ra fia d a , fe c h a d a a m a n o . E s c rita e n u n a h o ja d e R e u te r. GR1].

119
[45]

31 agosto 1941

Querido Julio:
N inguna novedad, n ad a que sirva p a ra escribirlo. Ya volveremos a estar
ju n to s y hablarem os o no hablarem os: no tiene importancia. Recibí su c a r­
ta y agradezco de veras la am nistía. Bien por su amigo el escritor inglés.183184
Tiene fuerza, furia —fría por ah o ra— aliento largo y paso despreocupado
y seguro. Ese mozo llegará. Ojalá conserve las m ism as cualidades cuando
la em prenda con los dem ás. Algo digo, por si lo ve y quiere transm itir:
que no olvide a cierto loco que descubría el alm a a través de la in te rp re ta ­
ción personal de las gentes de dibujos sin sentido. ¿Recuerda? Magnífico
«pretexto». Ah, u n a cosa divertida. El otro día, cuando íbam os en taxi,
tuve u n poco de miedo, teniendo la im presión que lo de su brujería no era
brom a y que u sted adivinaba y sabía. Pero silencio, es peligroso ju g a r con
e sas potencias. En cuanto a mí estoy m etido en el océano y nado y nado
y nada, ríen. Esto es curioso. Saprísti,1M uno m anotea buscando tierra
firme pero lealm ente no puede desm entir u n gozo en esto de b racear y
trag ar agua. Analizando, es u n problem a de resistencia, simplemente, con
la am enaza de que la m aquinaria sufra panne y uno vaya a contar leyen­
d as terrenales, no, terrestres, a las sirenas. Repito que estoy contento.
Estoy casi resuelto, esta noche —hace m uchas h oras que no duerm o por
c a u sa de R euter— a iniciar mi fe en el milagro. Explíqueme si sólo sirve
que la necesidad de milagro se le forme a uno desesperada e inconscien­
tem ente o si puede ayudar el aceptar con el cerebro y el resto que uno
tiene necesidad de milagro. Mi ca rta de regreso: tengo ahora la sospecha
de que era sentim ental en tono agudo y u sted se im aginará que tolero
n a d a m ás que lo sentim ental en tono grave. En fin, queridísimo, ya ve
que no puedo escribir. Por ah o ra ni c a rtas ni nada. Grave. Si u sted puede
contéstem e. Ah, fíjese: cuando uno es u n a p ersona decente experim enta
u n a d esinteresada alegría al ver u n a situación p lan tead a perfectam ente,
completa, con todos s u s detalles bien ajustados, a u n cuando todo eso
sirva p a ra reventarlo. Igual que con u n a b u e n a novela policial. Todo está
perfecto, todo es hermoso, armónico. Entonces, soy u n hom bre feliz. Usted

183 «Se refiere a Robertson», agrega Payró al margen.


184 Interjección francesa con el significado de «caramba» o «Válgame Dios».

120
no se im agina cómo doy gracias a Dios porque en mi vida no hay ningún
elem ento que me disguste, n ad a que quiera suprim ir. El dram a surge
aquí del absu rd o deseo de ap re tar las m anos sobre todos los supradichos
elem entos. Ahora que, u sted sabe, hay tam bién u n poco de impaciencia,
ya que todo el m undo está enterado de que u n jo u r uiendra. Oigame, J u ­
nto: que se vaya a la p u ta la m ás grande felicidad si ella no sirviera p ara
sentirm e locam ente m ás bueno. H asta pronto.

Onetti

(C a rta m e c a n o g ra fia d a , f e c h a d a a m a n o p o r P ay ró . E s c r ita e n u n a h o ja d e R e­


u te r . GRIl.

121
[46]

11 noviembre 1941

Querido Julio:
U nas pocas líneas, ju sta m e n te ahora, después de tanto silencio, p ara
cum plir con el deber de am istad de com unicarle que Mile. Vibert, Mile.
Miracle, h a decidido cam biar su escritor de cuentos por un hom érico n a ­
rrador de viva voz.185 Vino, estuvo u n a sem ana conmigo, ofreció quedarse
por encom iable espíritu de sacrificio y acabó por irse p a ra siem pre jam á s
en el óm nibus de las 8:30 de la m añ a n a de hoy, lunes 10 de noviembre
del enigm ático año de 1941. No puedo decirle qué fue p a ra mí esta se ­
m ana. Tenerla a mi lado y verla ardiendo y en silencio, como u n a bestia
enferm a, de su am or por otro, ver su «cara de tierra y su s desesperados
ojos» vueltos hacia el recuerdo y la esperanza de otro hom bre. Todo esto
desp u és de ocho años de milagro cotidiano, luego de haberm e decidido
yo a cim entar en piedra mi vida con ella, cortar el resto y hacerle u n hijo.
He pensado m ucho en el «Niño Eyolf».186 Creo que e stá loca, enferm a,
em brujada: pero el am or es así. Para rem atar esto quiero decirle que no
sufro. E sta m añ an a acabó con eso; si no me m até enseguida es posible
que m e haya salvado de w erthear si no me tiende u n a em boscada algún
m om ento aislado de soledad y desesperanza.187 Pero por lo que puedo
sen tir lo peor pasó; estoy invadido por u n a paz y lleno de u n a fuerza
como n u n c a me habían sido dadas. No tengo, por ah o ra ningún plan de
futuro. Si pudiera sab er que ella no va a sufrir dorm iría en paz y estaría
contento. Es posible que mi vanidad sea excesiva, pero no tengo abso­
lutam ente n in guna clase de celos, Por desgracia, mi tem or de que sea
desdichada tiene base intuitiva y cínica base lógica. Aparte de esto me
siento tranquilo y seguro —se lo confieso a u sted — confortado por u n a
m ezquina satisfacción de p asto r protestante de no haber sido yo quien
rompió el pacto tácito. Cuando quiera escriba. Tengo u n cuento absurdo

185 E sta conmovedora ca rta es la única en que habla con cierto detalle de su vida íntima;
consigna la separación definitiva de su segunda esposa, María Julia.
186 En Lille E yolf (1894), dram a de Henrik Ibsen, el niño Eyolf quiere ser feliz pero term ina
ahogado en el mar.
187 En Las desventuras d eljo ven Werther, la célebre novela epistolar de Goethe, de 1774,
Werther, u n Joven a rtista sensible, apasionado y deprimido, se suicida al no ser corres­
pondido su amor.

122
a medio hacer p ara Mallea. No olvide su prom esa de hacerse u n a esca­
pada a Montevideo. En alguna parte dice Goethe algo así como que «uno
es lo que hace». Ergo, cuando uno hace otra cosa ya no es uno. La carne
y el cerebro pueden tra ta r de m antener la ilusión. Pero hay alguna parte
definitiva que de m anera inexorable anota el cambio y registra con todo
el luto necesario la correspondiente defunción.

Saludos
Onetti

[C a rta m e c a n o g ra fia d a , fe c h a d a p o r P ay ró , e s c r ita e n u n a h o ja d e R e u te r. D e n ­


tr o d el te x to a p a re c e la fe c h a e x a c ta . UND].

123
[47]

[10 diciembre 1941]

Querido Julito:
¿Q ué le pasa? Hace aproxim adam ente u n m es le m andé un cuento y
h a s ta la fecha no sé si le gustó o no. ni si poco o m ucho. Tam poco ni u n a
línea sobre cualquier otra cosa. No creo que el hecho de no querer m oles­
tarlo en traslado h a sta aqui y tranquilizarlo respecto a mi estado de ánim o
pueda haber apagado, por interpretación errónea, su ardor amistoso.
A parte de esto y diciéndolo en dos palabras he vivido en hechos y en
cam bios de espíritu alrededor de u n p ar de años de los agitados, en este
mes, precisam ente en el m es que fue desde el 10 de noviembre h a sta hoy
diciem bre 10. Me dediqué a la angustia, al alcohol, a la gim nasia, a la
literatura, al donjuanism o, al trabajo y al amor. D ecepcionante y a la vez
motivo p ara esperanza y alegria es com probar que nadie sabe n a d a de si
mismo y que lo definitivo, el concepto de lo definitivo no p asa de s e r u n a
bella ilusión y que el saberlo no alcanza p ara debilitar la sensación de lo
definitivo en el futuro. Confuso y toda la carta tartam uda: pero hace en
este m om ento 34 horas que no me acuesto. Excúseme.
Escriba pronto p ara tranquilizarm e sobre su s reacciones. Saludos.

Onetti

[C a rta m e c a n o g ra fia d a , s in fe c h a ; s e g ú n el te x to , fu e r e d a c t a d a el 10 d e d ic ie m ­
b r e d e 1 9 4 1 ; e s c r ita e n u n a h o ja c o n el m e m b re te d e R e u te r. GRI[.

124
[48 ]

22 diciem bre 1941

Querido Julio:
Encontré hoy su carta y la leí disparando, m ientras me afeitaba en
espera de u n a visita, prim era de la serie tres. Tengo, por lo tanto, que
volver a leerla, no por comprom iso sino porque me gustó m ucho. Anoche
esta b a en u n re sta u ra n t y vi u n a pareja adolescente con todo el feliz
aire de la prim era cita y la noche alegre: les m andé, anónim am ente, u n a
botella de sidra inglesa de nom bre complejo. Esto, p ara que vea que me
encuentro en pleno tren de la prim avera de los dem ás. Por eso me gustó
m ucho su ca rta y la parte m ala de mi reacción no pasó los lím ites de u n a
discreta y m elancólica envidia. Ya que se puede escribir ahí le voy a h a ­
cer u n cuento, m ás flojo, naturalm ente, que los dos anteriores. D espués
de la catastrophe, como le contaba, acabé dedicándom e al donjuanism o
o mejor casanovism o, ya que yo no daba ni prom etía m ás que lo indis­
pensable, lo que me g u stab a dar. Me parecía u n buen plan de vida en
aquellas circunstancias y declaro que me ayudó m ucho. Luego apareció
u n a tercera en discordia. Pero como esto era distinto, como la deseaba
realm ente y estab a cómodo en su com pañía, cómoda mi alm a y mi ce­
rebro, decidí postergar el trascendental m om ento del lecho, planeando
la edificación de u n a asociación am orosa durable. Resuelto a casarm e
a p esar de que no era absolutam ente necesario, tener u n a casa y u n a
m ujer con la que fuera posible dorm ir y conversar. Y escribir. R etardaba
el momento, adem ás y sobre todo, por el tem or de com plicar la vida de
la dam a. Es extraordinariam ente inteligente y h a sufrido de verdad. Pero
todo eso imponderable, todo eso que presiento como lo único im portante
y que se me escapará siem pre de entre los dedos, eso que los aburridos
de boliche llam am os las cosas de la vida, determ inó de m anera implícita
que e sta noche debía producirse la conjunción. Por eso, hace u n a s cinco
horas, estaba leyendo su carta apresuradam ente m ientras me afeitaba.
Q uem aré las etapas porque todavía no —o en este m om ento no— no me
dedico a la literatu ra descriptiva. Im presiones mías: u n a m ujer terrible­
m ente sensual, capaz de dirigir las operaciones cuerpo a cuerpo, escasos
senos, escasas nalgas y u n a cara de seguridad e inteligencia entre la som ­
b ra que me enloquecía. (Las im presiones de ella m oriré sin saberlas). Y en
el m om ento culm inante sentí que estab a m uerta abajo mío —pardon, no

125
desesperan, hay u n a m ultitud de recuerdos felices detrás de s u s hom bros
que me sa ca n las ganas de seguir lavándom e por las m añanas, atándom e
los zapatos, afeitándom e, despertando y vigilando telegram as. Y.
Y b u en as noches otra vez.

[A gregado e n el m a r g e n izq u ierd o ]:

LA SEÑORA DE VIANA:192 Le m andé u n artículo de ella sobre U rruchúa.192193*


D eseaba in te n ta r que Vd. in te n ta ra publicarlo en Argentina Libre o cu al­
quier sitio. Adjunto copia. Certifico la carta. Me enteré del viaje y, ahora,
de su desconfiada actitud. Lástim a porque a u sted le hu b iera gustado
conocerla. Cuéntem e lo de Mallea.
Sagrado nom bre de u n perro. Cuando m ande hacer papel de cartas
le voy a poner este lema: SIEMPRE HAY ALGO que no se dice. Pero en este
caso p articular no lo digo porque no sé bien lo que es.

Onetti

[A gregado a m a n o , e n el c o m ie n z o d e la c a rta l:

Innecesario decir que el departam ento e stá a s u s órdenes. S uprim a


las co n su ltas y venga.

[A gregado a m a n o , al d o rs o d e la ho ja]:

Querido Julio: 24 horas después e sta c a rta dejó de tener sentido. Va


igual.

Onetti

[C a rta m e c a n o g ra fia d a , f e c h a d a p o r P a y ró . GR1],

192 Amalia Polleri de Vlana, a rtista plástica y critica de arte uruguaya.


193 Alude a Demetrio U rruchúa, a rtista plástico argentino. Payró tam bién escribió sobre
su obra: «Demetrio Urruchúa», Sur, n° 48 (sept. 1938), 72-74.

127
Tiene razón. Pero hay circ u n sta n c ia s que prom eten perm itirm e realizar
eso sin sacrificio m ayor y desgaste de paciencia y voluntad. Tam bién
puedo anticiparle que si logro eso sobrevendrá alg u n a catástrofe que lo
ech ará todo al diablo. No porque sea yo u n tipo perseguido por la m ala
suerte, al contrario, he tenido siem pre u n a endem oniada y favorable
estrella. Pero la experiencia, objetivam ente estudiada, dem u estra que no
debo p lan ear nada, que debo vivir al día en toda clase de cosas. Todas
las veces que he querido co n stru ir deliberadam ente, pocas veces fueron,
fra c a sé .197 N unca, por esto, oyó el destino o el corno que sea u n a m ala
p alab ra de mi boca. Es decir, puede ser que lo h ay a puteado, pero siem ­
pre am istosam ente, con sim patía, como a u n amigo que se entrom ete en
n u e s tra vida con el loable fin de favorecernos. N aturalm ente que queda
el amor; pero en este terreno sólo puede a rra stra rm e la p asión ardiente
y sólo puede, ahora, hacerm e arder de p asión alguna desconocida m u-
chachita. virgen en cuerpo y alm a y de pies a cabeza y re su e lta a p erder
to d as las virginidades exclusivam ente conmigo. De modo que m ientras
ella term ine de lac tar puedo irm e a la playa y escribir.
Vamos ahora a algo práctico. Obes Polleri tiene u n a casa en la playa,
en u n sitio m uy lindo y desierto. Me la ofreció p ara que pase allí mis vaca­
ciones sugiriéndom e que lo invitara a usted. ¿Agarra? Podemos pasarn o s
u n a sem ana al sol o a la som bra, con el m ar y la arena p a ra el día, adem ás
de caballos y excursiones —o durm iendo— y whisky, tabaco y ch allas
por la noche, adem ás de la últim a novela de Agatha Christie. Gastos: su
pasaje y esos m alísim os cigarros de Sanjurjo que fum a y que gracias a
dios no se venden en estos pagos. Como el program a es h acer vida semi
salvaje los gastos de alim entación se rá n ta n escasos que me encargo de
ellos desde ahora. Contéstem e con la m ayor anticipación posible a su
viaje a fin de ir organizando m is tare as en R euter y resolver en definitiva
la fecha de la ida a F a ru ru .198 ¿Le gusta?
Dígame cómo siguen s u s relaciones con Mallea. Si le viene mal darle
el cuento, m ándem elo, así se lo hago llegar con otro que term iné recien­
tem ente, a fin de ab an d o n ar por largo tiem po la persecución a Mallea y
dedicarm e al novelón.

197 El fracaso es u n leitmotiv de toda la obra narrativ a de Onetti. En El pozo. Lázaro califica
de «¡Fracasado!» a Eladio Llnacero, el protagonista y su com pañero de pieza en u na
pensión.
198 Véase la prim era carta de Onetti.

129
15 marzo 1942

Querido Julio:
Recién hoy regreso a la civilización. Tengo entendido que hay seis m eses
para cobrar el prem io.200 Salud y pesetas.

Onetti

ICarta mecanografiada, lechada por Payró. Escrita en una hoja de Reuter. GR1¡.

200 Debe referirse al segundo premio que recibió por Tierra d e nadie.
[51]

23 abril 1942

Querido Julio:
Reconozco ml gran culpa por no haber escrito antes. Tengo sólo u n a
excusa, pero muy buena. Escribo m ucho, todos los días, de Onetti para
Onetti. Desde la segunda infancia no estab a tan idiotizado, ta n m etido
adentro de la obra en m archa. Usted perdone. Por otra parte, no tengo
n ad a que contar, soy feliz y carezco de historia. Necesito saber qué pasó
con el cuento y Mallea. Tengo otra cosa para m andarle pero no lo puedo
hacer sin sab er la política a adoptar. L iteratura y negocios, n ad a m ás por
ahora. Descubrí otra cosa merveilleuse'. la gurisa201 del barrio, m uy linda,
claro, que cuando se en tera (oh, yo no lo dije) que uno escribe: Qué me
dice, joven, ... ¿Así que es escritor? Diga: ¿u sté leyó «el autóm ata» en la
Maribet?202 Y yo siento que me fundo, que reviento por tener que quedarm e
serio y no poder rom per vasos ni aullar. So long, saludos a todo el m undo
y cuente cosas, u sted que las tiene.

Onetti

En este m om ento me vienen a pedir u n cuento p ara Alfar.203 No pagan


pero se vende en toda Sudam érica. De m anera que si ése está a ú n en su
poder le agradeceré me lo m ande p a ra salir del paso. Sé que todo esto lo
m olesta pero no tengo otro rem edio que hacerlo. Bye.

[C a rta m e c a n o g ra fia d a , fe c h a d a a m a n o p o r P ay ró . E s c r ita e n u n a h o ja d e R e­


u te r. GR]).

201 Niña, m uchacha.


202 Maribel era u n a revista sem anal argentina de difusión popular, de gran circulación.
203 Onetti publica «La larga historia», en Alfar, n" 84, 1944.

132
[52]

26 abril 1942

Mi querido Julio:
No tengo esperanzas acerca de la extensión de esta carta. Pero supongo
que si puedo hacerla d u rar nos vamos a divertir. Como hoy era mi día libre
dorm í h a s ta aburrirm e, me desperté y volví a dorm ir y a despertarm e y
dorm ir h a sta que el portero estuvo llam ando sin que yo le abriera y al fin
se resolvió a tirar su carta por abajo de la puerta. La leí y volví a do rm ir­
me. m ás contento. D espués me levanté, fui a comer, eran las cinco de la
tarde, y seguí h a sta Reuter, mi inconfesado vicio. Tomé café, di órdenes,
recogí un o s papeles, hablé por teléfono y me vine. Tam bién recogí u n a
cinta de m áquina p ara cam biársela a esta decadente portátil a la que no
puedo encontrar la m arca por ningún sitio, que se me antoja m uy p a­
recida y contem poránea a la suya, y que me prestó u n a mujer. D espués
llegó otra m ujer que tenía u n a cita de am or conmigo. Tomó u n trago de
whisky, hizo té, metió debajo de la últim a sá b a n a u n sifón, u n a caja de
tabaco, u n cinturón y u n cepillo y la entrevista de am or se fue al diablo
porque m ientras yo le decía que no me m olestara descubrió su carta, se
puso a leerla y se rió tan to tiempo de las b u rra d a s de los traductores que
se acabó el tiem po que podía concederme. Así que me dijo: sos u n burro
pelón, me mordió el labio y se fue. Entonces, como eran las ocho de la
noche y mi día libre, me puse a escribir en la portátil la novela m ás nove­
la y m ás mejor de la época, de la que van c u a re n ta carillas a m áquina y
prom ete necesitar doscientas. Escribí desde la trein ta h a sta la cu aren ta
porque soy fecundo y la cosa (novela en cuestión) me gusta. Pero había
u n a botella m ediada de whisky y ahora sólo queda u n octavo. In octavo,
querido Ju lio y no tengo ya n a d a p a ra fum ar y u n ham bre terrible. Frente
a mí estuvo todo el tiempo y sigue estando u n retrato del abajo firmado
que au nque m ejo rab a u n poco porque es «Bellas Artes» desde la esquina
de enfrente, tiene u n apreciable parecido con el autor de la presente. Es
u n retrato u n a vez y m edia el tam año del original. Claro que tam bién
tengo (suprimí los acentos porque están a contram ano en e sta m áquina),
u n au torretrato de Cézanne en otra pared y u n retrato fantasm a de Ma­
ría J u lia hecho por Payró en u n a noche en que se sintiera chapaleando
sangre. Pero lo que im porta es el retrato, uno y medio del Sr. Onetti.
Procedimiento de prim era, poner el retrato enfrente y decirle «Ahora vos

133
trabajás, dulce corazón. Te haces m uy el pifurito204 m irando de cotelete,205
sabiendo que te hicieron u n traje planchado que n u n c a tuviste. Pero se
acabó el chim ento206 y hay que laburar».207 Ahí van las comillas. Entonces
uno tra b a ja y cuando se ca n sa lo m ira al Rudy Valentino del retrato y
le dice «Agachá el lomo, corazón». Y el retrato empieza a can sarse y uno
se queda ta n fresco y se escribe diez páginas sin fatiga. Recomiendo el
Procedy.208 En cuanto a M aría Ju lia, lo que me h a partido por el eje como
consecuencia de la ininteligente actitud de la criatu ra es lo que trataré
de explicar si puedo. Yo soy u n tipo sin relación con el m undo. El cerebro
no me da p a ra entender de verdad lo que estoy viviendo, las gentes ni las
cosas ni u n corno. Todo me resu lta como entre sueños y no hay form a
de despertar. Toda mi com unicación con el m undo la establecía a través
de ella y perdida ella no hay caso, no hay ersatz.209
Esto me tiene mal; en consecuencia, tengo que escribir y escribir y
escribir. Por otra parte, estoy enam orado de M. J . pero no tengo ni la m ás
pequeña necesidad de verla ni de decirle so long. No tengo, en realidad, ne­
cesidad de ninguna persona y esto no me envanece; m ás bien me preocupa
u n poco porque imagino arm onioso al universo y debe haber u n inflexible
tom a y daca al que le estoy haciendo la aguja, y no im punem ente. Querido
Julio: le prom eto echar esta ca rta al correo, sin revisarla, m añana. Así
u sted tam bién se divierte, porque yo estoy contento al escribirla. En fin,
la novela que estoy escribiendo es u n a de e sas cosas pertenecientes a esa
clase de cosas que cuando uno las hace no tiene necesidad de consultar
al vecino p a ra sab er si están bien. No hay voz ni voto p a ra la oposición.
Alguna vez la leerá usted y si no le parece ta n definitiva como el Eclesiastés
es que se h a vuelto u n asno gris.210 Y n a d a m ás. En cuanto a la adorable
copia de Michele Morgan con boina café e im perm eable translúcido, s a ­
ludos y los dioses te sonrían.211 En cuanto a mí —tenía que llegarm e el
tu rn o — me he lim itado a reírm e a carcajadas, solo y medio dormido, pero
sin burla, con m u ch a te rn u ra y sim patía. «Mientras esto dure..,», como

204 Pretencioso, «pituco».


205 De perfil.
206 Chisme.
207 Trabajar.
208 Inventa u n a palabra en u n seudo Inglés: procedimiento.
209 En alem án, ersatz significa su stitu to o reemplazo. En inglés, implica, adem ás, que la
sustitución es insatisfactoria. Onetti leía inglés pero no alemán.
210 Onetti recurre al Eclesiastés p ara justificar su visión pesim ista de la vida.
211 En la película Joan o f París (1942), J u a n a de París, Michéle Morgan u sa u n a boina
café.

134
decía M aría Letizia Ramolino, m adre de Napoleón. O.K. El otro en cuanto
es p ara Napoleón. Este fraternal furbo y farsante dice en el Memonal: «As,
y todo... ¡Qué novela la de mi vida!».212 El pobre tipo no pudo escnbirla y
no tuvo otra solución que rom perse todo para vivirla. Unica com pensación
p ara mi envidia, pero que no sirve para nada. H asta pronto, sa uc os y
n a d a m ás. Podría seguir con u n tem a de interés y actualidad. Aquel que
tratam o s en la m esa de Obes, bélico y frente al cual u sté ecia que no
y nosotros que sí. Pero u sted com prende por qué no sigo con ese ema.
Deben ser las tres de la m añana. Voy a comer y acaso después m e vaya
h a sta el Pigalle, donde hay u n a m ujer con cara de inteligente que me m ira
au nque esté barbudo y sin dinero. Bye.

Onetti

[C a rta m e c a n o g ra fia d a , f e c h a d a a m a n o p o r P a y ró . UND],

212 «Quel rom án que m a vie», frase supuestam ente dicha por Napoleón en S anta Elena en
1816.

135
[53]

17 ju n io 1942

Querido Julito:
Sos bueno vos tam bién como dice Sofía. En contestación a u n a larguí­
sim a ca rta que ah o ra no recuerdo pero que debía ser m uy divertida, en la
que h ab ía echado el resto y el resto del whisky en el altar de la am istad,
me llegan dos líneas con u n a foto de u n a cabeza de J. J .213 Y m inga p lus.214
Iba a enviar dos líneas yo tam bién:
«Como estoy desanim ado no escribo pero adjunto la prom etida foto de
M alena cantando el tango con voz quebrada».215
No lo hice porque perdí el retrato. Vaya ésta, gratis, sin ser anotada
en mi haber. Ya escribiré m ás o m enos largo y c a rta de verdad. Anuncio
que mi dirección es Plaza Libertad 1174 y n in g u n a otra. En cuanto a mi
corazón, todos sabem os que h a m uerto y no tiene dirección. Ya ve usted
cu án estúpido estoy. Pero me divierto como nadie se lo im agina. No es que
haga cosas am enas; m e divierto sim plem ente, gozando de mi estupidez.
Tam bién escribo y esto e stá b a sta n te relacionado con mi exploración de
la propia imbecilidad. O.K. Tengo u n cuento hecho hace tiem po y como
Mallea no m e publica el otro —debía ser m alo— se lo voy a m an d ar con
p alab ras inocentes. Todo va bien.

Saludos y cuente cosas

Onetti

[C a rta m e c a n o g ra fia d a , f e c h a d a p o r P ay ró . E s c r ita e n u n a h o ja d e R e u te r. UNDj.

213 Al margen, escribe Payró: «James Joyce».


214 Y n a d a m ás.
215 En la cita, O netti p arafrasea el tango M alena (1941) de Lucio de Mare y Homero
Manzi.

136
[54 P16

No es a ti a quien hablo,
nuevam ente en la noche,
al borde de su ancho azul de am ortiguados ruidos,
la cabeza volcada sobre el filoso ruido de las venas,
hacia el distante gallinero de la orilla opuesta,
la lejana perrera,
u n a d istante vía de tren es en el campo.
No es a ti;
no sólo a ti avanza mi voz,
nuevam ente en la com pacta gota de la noche
y qué d istante zona del destino de mi voz es tu nom bre.
Pero todo aquello tiene en e sta hora ajena
tu rostro como m áscara;
su ceniza rellena con b lan d u ra
la gruta de póm ulos en tu m áscara;
su hueso frío brilla en tu dentadura;
su tenaz e n tra ñ a ap retad a y m ira en la cuenca de tu s ojos.
Todo se apoya tra s tu c a ra sin sentido
como u n cansado hom bre en u n a tapia
bajo e sta noche con fecha de la tierra.
No a ti; pero sólo en tu oreja
izquierda y lim pia
halla mi palabra la cerra d u ra ju s ta que cede,
la trab ajad a form a de concha
donde caber y entrar.
No es a ti; no sólo a ti
ni tu nom bre que m asco sin sabor;
no al perfum e rem oto de tu espalda,
no al sonido m ás joven de tu s tacos
entre hierros y voces de u n piso ciudadano
ni en la calle vacía del barrio de los bancos
que n u n c a paseam os abrazados. 216

216 En el Archivo Onetti de la Universidad de Notre Dame se conservan dos copias de este
poema, sin m ás datos. Fue escrito por Onetti, sin duda, que solía enviarle textos inéditos
a Payró.

137
No a la form a resuelta y dolorosa de tu labio,
no a tu s ciegas rodillas que hablo.
D etrás de tu cabeza atisb an en sosiego
mi pregunta inútil
y tocan la playa las cosas secretas.
Es a ellas que hablo.
Sin poder darles m ás que u n nom bre y u n orden,
designar las arenas, las luces y el ganado,
aludir al m om ento en que el sol dorm ía en la cortina,
la h u m o sa lám para o la esquina decidida de la mesa,
el pañuelo con lágrim a y pintura,
o la caja alzada en silencio
o u n a m uchedum bre que m archaba
y s itu a r la m uchedum bre en por ejemplo e sta ciudad
o en u n cam ino con polvo entre dos nom bres.
Sólo atravesar los rotos de tu m áscara
p a ra clavar p alab ras del diccionario m ás allá
y m u rm u ra r encim a de la a n c h u ra n o ctu rn a
que m ás allá de ti esta b a la vida
y an tes que tú, contigo, d etrás tuyo
lo que h a quedado m uerto por su edad,
lo que hacía la dureza de tu s hom bros,
el diám etro de tu pelo,
el tiem po de tu paso.
Siete palabras y u n segundo de paz p ara que recuerde
la ola que bullía en tu sonrisa.

IP o em a m e c a n o g ra fia d o , s in firm a y s in fe c h a . UND],

138
[55]

4 julio 1942

Querido Julito:
Se h a portado u sted tres. S u últim a carta m erece como resp u e sta los
42 tom os de Rocambole;217 pero es de m adrugada, he escrito, PARA Mí,
todo el día y la noche y m añ an a es día de pago en Reuter. Yo no tengo
n ad a p a ra cobrar pero es necesario que vaya a m ediodía a lidiar con reci­
bos y descuentos jubilatorios. Todas esas excusas previendo la brevedad
de ésta. Usted es u n hom bre feliz, tiene tem as de vida y epistolarios. Yo
trabajo b a sta n te m ás de las u su ales ocho horas diarias en Reuter, u n
poco porque es necesario y otro porque tengo el vicio; hago el am or de
m anera distraída y exclusivam ente por interm edio de la bestia, m ientras
el ángel se h a rem ontado a regiones estratosféricas de donde pienso ya
no h a de bajar; sin m om entos agudos, soy feliz o, por lo m enos, tanto
me da. El resto, del tiempo y de lo dem ás lo dedico a escribir. La novela
tiene que estar lista p a ra el prim ero de septiem bre. M archa bien. Creía
que era a b su rd a y artificiosa por tra ta r de tipos en u n a ciudad sitiada
por el fascism o.218 Pero me enteré de que Ju a n cito Steinbeck publicó algo
llam ado «Puesta de luna» que tiene algo de eso y está tam bién situ ad a en
u n lugar no determ inado.219 Me asusté, adem ás, al saberlo; pero, por lo
leído, la novela de Ju an cito es m ala. La m ía es buena, todo lo que escribo
es bueno au nque no puesto a punto por falta de tiem po p ara dedicarle.
Tierra de nadie la hice a las p a ta d a s p ara llegar a tiempo al concurso de
Losada. El pozo de u n tirón p ara epatar al amigo editor y agregándole
adem ás páginas p ara que diera las galeras necesarias. É sta que todavía
no tiene nom bre, p ara llegar a tiempo a otro concurso. De m anera que
no existo. Me tiene m etido en e sta vida donde yo actúo y escribo pero no
existo. P ensaba irm e a Buenos Aires este invierno pero no es posible que
me m ueva h a s ta term inar el libro. De vez en cuando, hay veladas con
whisky y amor. T an falsificados el uno como el otro. Pero llenan su objeto
y n ad a tiene im portancia h a s ta que term ine la novela. D espués veremos.

217 Rocambole era u n a revista argentina de historietas y de aventuras, por entregas.


218 Alude a Para esta noche.
219 The moon is dow n (1942) de Jo h n Steinbeck; la traducción al español es posterior a la
carta: La luna se ha puesto (1943).

139
E ntretanto, recom iendo si ya no lo hice: Sexo y carácter de Weininger
(es nazi y a u n q u e tiene razón e stá equivocado porque el mozo no sabe
u n corno de arte y tom a la realidad al pie de la letra e ignora la enorm e
im portancia del pretexto).220 Una película que se llam a El halcón maltés
y otra que se llam a El hombre que vino a cenar.22' Desilusión con Pépé le
Moko.222 Protesto estentóream ente de su afirm ación sobre la superioridad
de Por quién doblan las cam panas sobre El adiós a las armas. Tengo u n a
oferta al firme de u n empleo en Nueva York p a ra principio del año próxi­
m o.223 Veremos si Hirohito da el visto bueno y si Dios quiere.224 ¿Qué m ás?
Sepa que lo quiero de corazón, que me voy a dorm ir porque creía que era
m edianoche y son las dos treinta y me estuve ayudando p ara escribir el
novelón con [vino] blanco de la Villette. Me olvidaba. No sé si le interesará:
Estuvo Roigt y m ientras com íam os u n a infame suprem a de pollo dijo que
si Luis Mitre no tuviera un cerebro de alm acenero ya lo hubiera sacado
de u n a p a ta d a a Pagano, «cuando se tiene a u n hom bre como Payró que
es u n a rtista y u n sabio»,225 Yo m e adherí con el calor posible a la opinión
y seguim os comiendo. A veces pienso que la división en castas de la India
no es totalm ente absurda. Tam bién pienso que en día no lejano tendré
u n a c a sa en la playa y la re n ta indispensable p ara vivir todo el año allí
sin tra b a ja r en lo que no me interesa totalm ente.

H asta pronto
Onetti

[Carta mecanografiada, fechada por Payró. UNDJ.

220 Sexo y carácter (1903), de Otto Weininger. austríaco de origen judío y convertido al pro­
testantism o, es considerado u n libro antisem ita, usado por los nazis en su propaganda.
A los 23 años, Weininger se suicida.
221 The m altesefalcon (1941), de Jo h n H uston, b asad a en la novela de Dashiell Hammett,
con Hum phrey Bogart como el detective Sam Spade. The m an who came to dinner (1942),
una comedla de William Keighley, con Bette Davis y Ann Sheridan.
222 Alude a la película Pépé le Moko (1937), con J e a n Cabin.
223 Onetti nunca trabajó en Nueva York.
224 Hirohito. emperador Japonés durante la segunda guerra m undial.
225 Luis Mitre era el director de La Nación.

140
[56]

6 agosto 1942

Querido Julio:
No hay excusas. La guasa226 tiene razón: escribo mil palabras por día,
a p esar de ella y a p esar de todo y au n q u e las mil no sean totalm ente
b u en as —no sé, no releo— ya me b a s ta con eso, escribir mil palabras por
día y m antener el tren h a sta septiem bre primero. Hace un o s días estaba
leyendo al lado de u n a radio y oí el vals del destino, lo que me produjo u n
ligero cafará y trajo a prim er plano mi rem ordim iento por no escribirle.
En realidad, aho ra que me acuerdo, hay excusa. E stab a planeando u n a
sociedad por acciones. La sociedad se alim enta de abonados. La m ateria
prim a es usted y creo que en hom enaje a la am istad no se cotizará de
m anera prohibitiva. La sociedad se llam ará «PAYROEPISTO S. A.» y se de­
dicará a explotar las cartas que u sted escriba —u n a sem anal— tom ando
suscriptores a 0,20 m oneda uruguaya por sem ana, los que, por esa módica
sum a, ten d rán derecho a leer su s c artas 24 h oras después de escritas.
Usted no se im agina el éxito obtenido por su penúltim a —la de hoy e stá
fuera de comercio, es exclusivam ente m ía—. Ya estoy harto de los «Tenés
ahí la carta de Payró, ¿Me la dejás leer o tra vez?» Claro que lo de Payró
m e lo decían los íntimos: los dem ás sólo piden la carta «de su amigo de
Buenos Aires». No olvide que si bien es cierto que mi pifuritism o227 me
hace no fechar las cartas (ésta tampoco, porque no se me da la gana) el
suyo le impide firm arlas. De m anera que vaya pensando en el negocio;
u sted lo tiene todo y puede llegar lejos; tiene talento, m áquina de escribir,
ironía, veneno, c u ltu ra y m u sa inspiratriz.
Adem ás la m uerte de Arlt es u n buen motivo p a ra escribir 100.000
p alabras por día; o, tam bién p ara dorm itar escuchando la lluvia. Bueno,
estoy leyendo La bahía de silencio; me parece lo mejor de Mallea y me re ­
vienta la sensación de que cuando se sorprende embalado, cuando se da
c u en ta de haber escrito tres o cuatro páginas en novelista, frene y escriba
veinte m ortalm ente m uertas. QSJ.228 Nada tentador de mi vida privada
p ara contarle, salvo algo regodeante en prólogo que no sé si sigue, si acaba

226 Grosera, pavota, «guaranga».


227 Presuntuosidad.
228 Onettl u sa las iniciales de la expresión de lenguaje callejero «Que se Joda».

141
bien o mal. U na n iñita leyó libros de Onetti y jorobó à los com pañeros de
estudios p a ra que le p resen taran a Onetti, h a s ta conseguir alguno m ás
bondadoso o que la quiere m al en secreto y que se h a puesto en cam paña
p a ra unirnos. H asta ahora, n a d a m ás que teléfono (yo tengo que escribir
mil palab ras por día). Muy inteligente, absurda: YTIENE DIEZ Y SEIS AÑOS
Y USA BOINA Y LEE NOVELAS ANDANDO POR LA CALLE. Bueno, confieso que
las m ayúsculas son retóricas, p a ra darle a u sted u n a adecuada sensación
de deslum bram iento que yo no tengo. Digame: ¿Puede u sted h acer llegar
u n libro y u n a ca rta a Waldo F rank?229 Sí o no. El cuadro sim bolista es
m uy bueno; el no figurativo no me gusta. Pero corno y recorno: casi no
le decía que he robado el Ulises de J . J . y que voy a em pezar a ju g u etear
con él el prim ero de septiem bre a las dos de la m adrugada. ¿Conoce u n
soneto de Quevedo que term ina diciendo:

serán ceniza, m as ten d rá sentido:


polvo serán, m as polvo enam orado?230

Si no lo conoce no conoce nada. Y chau, porque ya van u n a s 600


palab ras y u sted no da prem io y no estoy p a ra gastarm e el cerebro en
lirismo, a m is años.
Onetti

[Carta mecanografiada, fechada a mano por Payró. Escrita en una hoja con el
membrete de Reuter. GRI[.

229 Novelista y crítico cultural norteam ericano, vivió en Buenos Aires; tuvo mayor im pacto
intelectual en la América h isp an a que en su país.
230 Estos versos vienen del célebre soneto «Amor constante m ás allá de la muerte», de
Quevedo. El cierre de interrogación es de Onetti.

142
[57]

20 septiem bre 1942

Querido Julito:
De acuerdo. Pero u sted no puede calcular, es decir, u sted sí puede
calcular, lo que significa no h aber term inado la novela el día primero, sino
recién el día 15 en tu rb ad o ras horas de la m adrugada, sobre el cierre del
plazo, como era norm al que la term in ara yo y se term in ara esa novela.
Tal vez tam bién imagine lo absurdam ente bien que me encuentro ahora,
libre de todo eso, dedicado a R euter y el pequeño harén. Protesto con
indignación sobre la edad atribuida a la últim a adquisición: no son 16
sino 19, pero como rep resen ta 15, como se viste p ara 12, como cam ina
p a ra 10, disfruto la ventaja de poder acariciarla castam ente en público,
p arques y jardines, ya que es lícito p a ra u n bu en y am ante padre hacerlo.
Qué le voy a decir de la criatura. Me insulta, me ju r a am or eterno, suplica
y m aldice, m iente, otra vez vuelve a m entir. Tiene la cara tan putrefacta
y m aloliente como la de Bette Davis, a la que por otra parte se parece de­
m asiado. No tiene cuerpo; huesos, algún seno, m anos y n a d a m ás. Tiene
novio, desde hace rato, pero declara que esto «es otra cosa». Lam ento no
poderla am ar: no es profunda (no se adm iten chistes). Aquí puede haber
u n entrevero terrible por el lado sexual con todas las penas de Sw ann y
estrangulam ientos ratés.231 Lamento que n ad a m ás. Por otro lado tengo
libros p ara com entar, noches confortables, m ucho whisky, m ucha cam a y
sagrado nom bre del perro que ten d rá su día, todo lo que puede significar
el últim o m ucho. Nada m ás, señor de Payró. Pensaba esta r ahí el sábado
p ara el baile de la prim avera pero u n a aterradora sorpresa económica
me lo impedirá. En resum en, si le interesa mi vida: ya inicio o reinicio
lentam ente otra novela que tenía m ediada. Espero agarrarm e u n día de
éstos, u n año de éstos el m ás desaforado m etejón232 que hayan llorado
n u n c a en tangos porteños. Nada m ás que eso. Como de costum bre, estoy
en m anos de Dios, seguro de que él sabe lo que hace, seguro de que hace
siem pre lo mejor p ara mí. Con este hum ilde y reconfortante final me doy

231 C harles Swann es el personaje central de En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust.
Es m uy probable que Onetti encuentre m ucho de sí mismo en Un amor de Swann; el
fracaso amoroso de Swann tonifica el espíritu de u n solitario enamoradizo. En francés,
raté significa frustrado, malogrado.
232 Enam oram iento obsesivo, por lo general efímero.

143
por satisfecho. Falta agregar que la novela es u n disparate de principio
al fin, es tru c a d a del principio al fin, es u n innoble folletín del id al id, es
u n a sucesión de defunciones del id al id, es u n conjunto de m om entos
perversos, es fatigosam ente apasionada, es asquerosam ente feroz. Pero
es m uy buena. Seguro de eso: y la escribí prácticam ente de u n tirón, sin
releer n u n c a lo ya escrito, sin d ar u n vistazo final al asunto. Pero es m uy
b u en a según certeza de mi diafragm a. Claro que no p a sa por el ju rad o
oriéntalo [sic]: pero es u n detalle. Y ahora voy a tom ar u n poco de sol y
café en la p u e rta de R euter y m irar la gente cruzar la plaza y los óm nibus
que llegan de Colonia con gentes de Baires. Lo quiero, le m ando saludos
p a ra repartir, escriba y m anténgase contento. Tengo algo m uy sim pático
p ara contarle con relación a s u s cartas, pero será otro día. Chau.
Onetti

ICarta mecanografiada, fechada a mano por Payró. Escrita en una hoja de Re­
uter. UND|.

144
r

[58]

22 octubre 1942

Dear Julio:
A unque tengo razones p a ra p en sar que u sted no tiene u n ardiente
interés en este epistolario, escribo. Espero que le h a b rá n enviado unos
núm eros del pasquín, nuevo invento p a ra quedarm e loco de trabajo.233
Ahora paso a explicarle la factura. A excepción de la página política todo
el resto es levante y levante de u n diario que sale unos m inutos an tes que
el pasquín. De m anera que no hay caso de proyectar páginas ni tiempo
p a ra pensarlas. En cuanto m atrizan u n a página del diario de veras tengo
que lanzarm e como rápido y certero azor sobre el plomo, a rra n c ar lo que
me conviene o creo en el rapto de locura que me conviene, inventarle un
título y zam parlo en la página del pasquín. Imagine lo que es elegir y titular
cables de esa m anera, m arcar u n copete a lo que me gustó, equivocarm e
en el núm ero de letras y en el tipo. Nombre de u n perro. Se necesita ser
loco p ara que el destino le obsequie a uno locuras sem ejantes. Claro que
se tra ta de u n p asquín de ocasión y que d u ra rá apenas m es y medio. De
lo contrario, entre la tarde que me paso en Reuter, la noche de 9 a 4 que
me paso sin u n m inuto de descanso en el taller y algún par de m ad ru g a­
das en la sem ana en que de cuatro a no se sabe con exactitud trabajo en
whisky y en amor, el Sr. Onetti no alcanzaría a ver el nacim iento de 1943.
En cambio, estoy agarrando u n a experiencia de diariero que, si no me
sirve n u n c a p ara nada, me servirá p a ra tenerla y divertirme. Adem ás es
posible que el nuevo rey de la p ren sa yanqui me pase u n par de millones
p ara hacer u n diario a mi gusto. Tam bién B otana era uruguayo.234
No necesito agregar que no hay n a d a m ás que esto p a ra contarle. Me
entristezco cuando veo niñitas de uno a cuatro años porque me gustaría
m ucho tener una. No hay amor, ni con m ayúsculas, bastón ni con h a ­
che. Term iné hace tiempo u n a novela que se llam a «El perro ten d rá su
día».235 No me acuerdo bien pero es casi seguro que es buena. Escriba
si no es que dejó de am arm e por alguna desconocida causa. Me divierto

233 Al margen escribe Payró, a mano: «Se refiere al diario El Demócrata-\


234 Debe referirse a Natalio Botana, u n rico editor y periodista uruguayo dueño y director
del diario Crítica de B uenos Aires.
235 Titulo original de Para esta noche (1943), a la cual alude varias veces en cartas a n te ­
riores. jugando con el sentido de la maldición francesa ya comentada.

145
m irándom e vivir: soy, m ás que nunca, el tipo ju sto p a ra dorm itar en la
costa de Papeete y, tam bién, m ás que nunca, ando m etido en el género
de vida antípoda.

Dios sabe lo que hace.

Onetti

[Carta mecanografiada, fechada a mano por Payró. GR]].

146
[59]

16 noviem bre 1942

Querido Julio:
Sí que recibí su extensa carta, su libro, su breve pro testa.236 Lo de las
cartas, el día de Payró, es esto: u n chico amigo m uy inteligente, m uy jo ­
ven, que leyó hace tiempo u n a hum orística y no confidencial m isiva suya,
me dijo u n a noche, u n a m adrugada en que yo tenía que ir a pie h a s ta mi
casa por falta de óm nibus: «Te acom paño si m e dejás leer algunas cartas
de Payró». Nada m ás que eso. Para cuando nos encontrem os recuérdem e
que tengo que transm itirle: HISTORIA DEL POETA PARRILLA «DENTRO DE
EL POZO».237 ----- CABRERA Y PICASSO238----- e HISTORIA DE LAS IDÉNTICAS
MELLIZAS TROTINERAS.239 ------Valen la pena. De mí no hay n a d a de im por­
tancia: h a s ta el prim ero de diciembre, día de la m uerte de El Demócrata
vivo sin vivir en m í.240 Well De su libro n a d a puedo decir, salvo que está
perfectam ente escrito como todo lo suyo.
SIGO: en cuanto al viejito Maillol, lo que m ás me g u sta es la foto.241
Nada tengo que ver con el gran arte clásico y tam poco con la arm onía, la
claridad y el bon sense. Okokok. Estoy leyendo algo m uy bueno. Se llama:
Luto en 24 horas (una porquería el título). Autor: Vladimir Pozner.242 Tema:
caída de Francia. Muy bueno. De cine, nada, no voy. De amor, nada, no
viene. De escribir no escribo. Estoy idiota, ya ve. Prometo larga, emotiva,

236 En 1942, Payró publica tres libros: Pintura moderna: 1800-1940, Maillol y Tintoretto.
237 Se refiere a Jo sé Parrilla, poeta uruguayo. Ahora bien, en El pozo, Onetti hace u n a p a­
rodia de u n tal Cordes, u n poeta preciosista y artificioso. Cuando Onetti dice «el poeta
Parrilla dentro de El pozo», ¿sugiere que éste fue el modelo de Cordes?
238 Raúl Javiel Cabrera, montevideano, pintor de retratos y acuarelas. Nuevamente, otra
incógnita sin respuesta. Al ju n ta r a C abrera y Picasso, ¿in sin ú a Onetti que el falso
Picasso de la portada de El pozo, atribuido a Canel y al propio Onetti, acaso sea de
C abrera? Canel afirm a que el dibujo es suyo; y que fue firmado por Maria J u lia Onetti;
véase, Ana Inés Larre Borges, «Habla el editor» [entrevista con Casto Canel], Brecha n"
187, 30 junio 1989, p. 18; y Wilfredo Penco, «El pozo es u n tango profundo», «El Pais
Cultural» de El Pais, Montevideo, n" 177, 26 marzo 1993, p. 9.
239 El recuerdo de las «mellizas trotineras», dos p ro stitu tas m enores de edad, p e rtu rb a a
O netti desde 1939. La anécdota, que cu en ta m uchas veces, se convierte en el cuento
«Las mellizas», publicado por prim era vez en la revista Crisis, n° 2, junio de 1973.
240 Onetti cita u n verso m uy conocido de S an ta Teresa de Ávila: «Vivo sin vivir en mi».
241 Aristide Maillol, escultor y pintor franco-catalán.
242 Luto en 24 horas (en español, 1942) de Pozner; en francés, Deuil en 24 heures, del mismo
año.

147
graciosa, interesante ca rta p a ra después de dos sem anas. Entre tanto,
escriba u sted que tiene de qué. Si conoce alguna receta p a ra enam orarse,
copíela y envíela.

CABALLERO 33 años, correcto, bien conservado, b u e n a salud,


1,80 altura, 75 kilos, inclinaciones artísticas, sueldo $120.00 oro
uruguayo, desea form ar hogar con m uchacha perfecta. Dirigirse
a Plaza Libertad 1174. Montevideo.
E stricta reserva.

Vea si Luisito Mitre concede tarifa especial p ara publicar ese aviso en
La Nación.

Onetti

[Carta mecanografiada, fechada a mano por Payró, escrita en una hoja de Re­
uter. GRI],

148
[60]

14 enero 1943

Querido Payró:
Ya ve u sted cómo la carta quedó interrum pida. Com prenderá que es
im posible continuarla. Me vino otro nuevo empleo y como no sé decir que
no, aquí me tiene —o m ejor dicho me tendrá, según explicaré— tra b a ­
jan d o en R euter noche y tard e y tres horas por la m añ a n a en u n diario.
Puede ser que así ap ren d a a escribir claro, según s u s consejos. Lo que
iba a explicarle es que no estoy actualm ente trabajando en n in g u n a p a r­
te. H abía u n sueño de mi niñez que puede titu larse «El CORRESPONSAL
EXTRANJERO». Claro que ab u n d a b an las aventuras; pero lo m ás fuerte,
lo que caracterizaba al sueño, era e sta r sem i desnudo en u n a habitación
de hotel, loco de calor, tom ando whisky con grandes pedazos de hielo
—u sted perdone— y escribiendo en u n a portátil. El prim er m es de 1943
me h a traído la realización de este sueño. Aquí me tiene, ah o ra sí, en
la frontera, destacado por am bos m an d an tes p a ra inform ar sobre la no
n a ta entrevista Vargas-Baldomir.243 Harto de frontera en u n a sem ana, del
calor, de la cañ a brasileña, de negros y negras, de baile, de brasileritas
m illonarias del hotel, h arto y de olor a Caracatam bo. M añana m e voy, deo
gradas. Nada p a ra agregar. Acaso dentro de otra sem ana pu ed a agregar
u n a interesante blenorragia.

Onetti

[Carta mecanografiada, fechada por Payró. UND].

243 E ntrevista realizada en Rivera, Uruguay, el 14 de enero de 1943 entre Getulio Vargas,
presidente de Brasil y Alfredo Baldomlr, presidente de Uruguay. Onetti fue enviado como
corresponsal de Reuter.

149
[61]

15 enero 1943

Querido JEP:
Tengo aquí al costado a u n incordio form al y oficial, que en s u s 20
años ja m á s ha pisado Buenos Aires. Ahora bien, este bu en señor, que se
llam a Alsina (H.A.T. firma, el m uy pretendido periodista)244 dice, afirm a y
a veces com prueba que sabe escribir, docum entación que no vale de m u ­
cho. porque hay m u ch a gente que dice lo m ism o y sin embargo no sabe.
Pues bien, este incordio se va a Buenos Aires, a p a sarse quince días de
vacaciones y a ver qué p asa. Tiene la gran ventaja de que e stá ahíto (!) de
Montevideo, lo cual es u n a razón p a ra irse. Con eso y todo, no sabe qué
va a h a c er a B uenos Aires. Lo m ás probable es que descubra que Baires
es u n a enorm e olla de im posibles grillos y que se venga de vuelta a su
querido Montevideo natal. Pero si e n cu en tra algo en Baires, se queda. É sa
es la dificultad. Quiere en co n trar algo en B uenos Aires, es decir, quiere
solucionar el siem pre aprem iante problema económico. El periodismo suele
no servir de m ucho para eso: aquí en Montevideo evidentem ente no le sirve
(no porque no sepa ser periodista, sino porque no sabe y porque aqui es
imposible vivir del periodismo: eso lo sabem os todos). Se va a Buenos Aires
y dice que le h a n ofertado catorce mil cartas de recom endación. Yo no creo
que se las h ay an ofertado. Si se las ofrecieron, se rá n p a ra gentes que no
le van a servir de nada. Lo m ás probable es que él (ingenuo y agnóstico de
B uenos Aires como es), las haya pedido, cayendo en la ingenuidad de creer
que sirven p ara algo. No sirven p a ra nada: ojalá é sta sirva. El m uchacho
(el incordio que tiene veinte años) es algo inteligente (garantizado) pero
n a d a m ás. Si Je p cree que eso sirve p ara algo, servirá: puede escribir de
toda la su cia porquería que es el periodismo. Es lo suficientem ente inútil
p a ra eso y es u n poco m enos inútil p ara escribir de cine, porque algo se
acuerda de lo que es el cine (creo que algo dom ina de eso). Si Vd. cree que
le en cu en tra algo adecuado (aunque sea m om entáneo), déselo. No lo deje
h a b la r m ucho y adem ás no le haga dem asiado caso a s u s im pertinencias.

244 Homero Alsina Thevenet. periodista y critico de cine uruguayo, que vivió unos tres meses
con Onettl en una pensión p orteña («compartiendo la pobreza», me cu e n ta Alsina en
u n a carta personal del 9 de noviembre de 1970). A él. H.A.T.. le dedica Onettl su cuento
■Bienvenido, Bob», de 1944.

150
Es m uy im pertinente: lo b a sta n te como p ara h ab er escrito e sta c a rta por
mí, porque yo tenía m ucho trabajo y lo dejé solo, m asturbándose en la
m áquina en lugar mío. Suyo, por interpósita persona,

Onetti [a máquina)

P.D.: Recién ah o ra leo la carta. ¿Ve qué im pertinente es? Ahora firmo
de veras

Onetti [a máquina)

Onetti [firmado]

[Al margen, escribe Payró, a mano: «"Pastiche” de Alsina»].

[Carta mecanografiada, fechada a mano por Payró. Escrita en una hoja de Re­
uter. GRI).

151
[62]

18 enero 1943

Querido Julio:
Vamos por partes. Acabo de pasarm e cuatro días tirado en la playa
leyendo despacito su libro. Me parece insustituible para guía de tipos que
quieran entender de p in tu ra contem poránea, la única que me interesa y
que si no entiendo siento. Lam ento decirle qne lo estoy haciendo circular,
lo que a te n ta contra la venta y los bienes de Poseidón Ltda. Antes que me
olvide: ¿Conoce u sted algún b u en estudio a fondo sobre R ouault? Este
tipo se tiene que parecer a lo que yo escribo. Reciba todas las felicitaciones
que no pude darle por el sensato, claro, equilibrado, m aduro Maillol. Esto
sí me in teresa y m e h a dado u n a s ganas verdaderas de ver pintura. Con
lo que proyecto todas las noches u n a visita a Torres que n u n c a sale. Ojo,
no quiero decir que este su libro no sea claro, sensato y lo dem ás. Lo que
no lo es a m enudo es el tem a. Anoto: me dio u n a im presión de G auguin
m uy distin ta a la anterior y distin ta tam bién a lo que me h ab ían dado
otras cosas suyas sobre el tem a. Demonio: ¿Por qué Tintoretto? ¿Por qué
no algo extenso sobre cualquiera de esta gente, de los im presionistas en
adelante? Debe p e n sar en todo el bien y en toda la utilidad que puede
sacarse de u n completo estudio sobre Cézanne o cualquiera de esas bes­
tias. ¿Qué corno quiere que saque yo del Tintoretto? Pero, en fin, bien
puede ser que u sted no escriba para mi. Vamos u n poco a su m agnifica
carta, núm ero uno del ranking (ah, no es así pero es u n a bella palabra) en
la colección epistolar Payró. Tuvo todo el b u e n éxito por u sted deseado;
salvo en lo que se refiere a su am able sugestión de em plearla como tónico
ad usum de videanas245 ojerosas suplicantes de séptim as sinfonías. Ay y
hélas, conmigo —aguante la confesión y róm pam e el alm a por teléfono o
carta— no hay séptim a sinfonía. Y no la hay porque mi m anera de acariciar
a la m ujer am ada (?)... ¿se lo digo, Himalaya de vanidad? Digamos que el
ritmo im preso a mis ejecuciones m usicales impide por razones de tiempo
—no estam os en el teatro w agneriano— llegar a la séptim a, ya que la pri­
m era exige s u s buenos ciento veinte m inutos. Usted se lo buscó. Respecto
a las observaciones sobre el trabajito literario que som etí a su bondadoso

245 Como parece sugerir la carta siguiente, Payró u sa la palabra videanas, haciendo u n
juego entre «montevideanas» y «Monte de Venus».

152
juicio —después de agradecerle los elogios, ultrasatisfactorios— debo h a ­
cerle u n a confesión, otra vez, no sé si m ás o m enos difícil que la anterior:
todo lo que he escrito, todo lo que he m ostrado a usted y el resto de la
hum anidad como obra m ía es robado. Tengo u n ángel, querido Julio; se
llam a Apolinario, aparece cuando quiere, esponja su célebre som bra a mis
espaldas y m e dicta. En consecuencia, le envié copia de su ca rta para que
inform ara. Adjunto ahora copia fiel de la resp u e sta de Apolinario. Oiga:
no conocía a Laird Cregar, ni de nom bre.246 Pregunté enseguida por él a
persona com petente y que había leído algo de El Perro. Me dijo que no,
que no era M orasán, que era dem asiado refinado p ara ser M orasán. El
error de la persona com petente estribaba en haberlo visto solam ente en
Ju a n a de París. Debe ser cierto lo de Darwin, lo de Lhote, lo de Reynolds.
C uando me devuelvan los ejem plares presentados al concurso —y sin
premio, claro— veré u n poco eso, si puedo, porque cuando escribo algo
tengo que h acer después u n esfuerzo m uy cansador p ara su p e ra r el asco
que me produce la lectura. Veremos, Julito. Pero hay otra cosa, juro; hay
u n a m anera. Es mejor que quede aquí. HAY UNA MANERA.247 Tenía razón:
no me dieron premio. One.

Onetti

[Carta mecanografiada, fechada a mano por Payró. En una hoja de Reuter, con
una enorme mancha roja. UND],

246 Laird Cregar, norteam ericano, a c tú a de m aleante ju n to a Michéle Morgan en Joan o j


Paris, película ya mencionada.
247 En forma críptica sugiere que hay u n a m anera de escribir, aspecto clave de su poética.
Véase mi estudio preliminar.

153
[63]

[Sin fecha]

Querido One:248
Acuso recibo a su carta en la que me transm ite las objeciones de JEP
a «El perro tendrá su día».248249 Recién hoy puedo contestarle; de acuerdo
a lo convenido estoy veraneando en Nova y no pienso bajar h a sta d en ­
tro de u n m es o algo así. Hay cosas que no entiendo bien; por ejemplo
esos juegos de palabras sobre videanas y Monte de Venus. Conozco bien
Venus y no hay allí n a d a notable en m ontes. Tampoco sé la ubicación
espacial de T upinam bá.250 Hablarem os, pues, de lo inteligible, directa­
m ente relacionado con m is servicios. Primero: aconseja JEP practicar el
darw inism o, que yo le dicte toda la novela y que después ¡usted! tache lo
que no es lo m ás fuerte. O.K. Tenem os u n a novela hecha exclusivam ente
de lo m ás fuerte. Pero, por otro lado, u sted tiene que leer a Reynolds y
aprender que «en u n cuadro debe haber ta n ta s partes de claro y ta n ta s
de obscuro».251 Contradicción de su amigo JEP, robustecida por el señor
Lhote que quiere enseñarm e que no hay color sin gris. Tomo nota que
p a ra describir u n a determ inada sensación debo dictar tres carillas en
lugar de 2324547892314518262541; pero sería conveniente tom ar nota
an tes de que yo quiero tra b a ja r en síntesis y escribir tres carillas en lugar
de 2325546373811 H353631 y otrosí me g u staría saber qué dice JEP de
quien dictaba a M. Proust. Y llegamos al fin de los reparos. La sacro­
s a n ta espontaneidad. No, no se tra ta de esto. Pero tam poco se tra ta de
u n a sabiduría con torpe form a de sacro san ta espontaneidad. Nada sé de
eso de acariciar a la am ada. ¿Puede contestarlo u sted por mí? Y ú ltim a­
m ente, atorrante con piojos, se necesita caradurism o p a ra transm itirm e
reproches y exigir que los conteste cuando la piedra dé escándalo es u n a
in m u n d a novela que tuve que dictar con las alas plegadas de sueño, gra­
vitando alternativam ente sobre los callos de las p lan tas de uno y otro de

248 E sta carta, dirigida a One (Onetti) fue escrita por «Apolinarlo», u n alter ego del escri­
tor.
249 Escribe Payró, al m argen y a mano: «Le aconsejé la “selección de las m ás aptas" en
literatura».
250 En este caso, debe referirse a u n a región del Brasil, cerca de la desem bocadura del rio
Amazonas, y no al legendario café montevideano, Tupi Nambá.
251 La cita viene de Discourses on art, de Jo s h u a Reynolds, que Onetti leyó en español.

154
m is rosados pies, sin respiro, torturado por sucias am enazas y groseras
palabrotas, sostenido por la p rostituida esperanza de dólares, prem ios y
fama. La otra te la escribís vos y aguántate el chaparrón, bestia ingrata,
mal vestido, con pulgas.

Apolinario

Me olvidaba. Me puse a pen sar en esto y me duele la barriga de reírme.


Son bichos divertidos, ustedes, vos, JEP y toda la raza terrestre. Me dice
pifurito por obstinarm e en que todo está mal, mal, m al y mal. Y fíjate:
u n hom bre m etido en u n a ciudad de la que quiere escapar p a ra alcanzar
u n a esperanza que no llega a tom ar forma; que no consigue ayuda p ara
salvar aquella parte de pureza que an d a con él (en el libro es la hija de
Barcala);252 que an d a a tum bos entre la fe y la resolución de sacrificio, por
u n lado y la indiferencia y la gana de sestear en despreocupada soledad
por el otro lado; que cuando quiere ser ju sto en nom bre de u n a cosa es
cruel y adem ás injusto en nom bre de otra; que reconoce y sufre (porque
no puede tocarla, porque no le sirve m ás que p a ra nostalgia y absurdo
arrepentim iento) la pureza, la juv en tu d y la gracia, en todo lo cual cree
ya que a ello se abandona tácitam ente y casi feliz en el m om ento del no
va m ás; que tiene u n paisaje exageradam ente soleado en su recuerdo,
u n recuerdo dichoso y agrio hacia el cual vuelve en los altos de su viaje
(Luisa la Caporala);253 y que finalm ente, term in a como term in arán todos
ustedes, el Sr. One y el Sr. JEP y lo que el Sr. One am a o am ará o amó y
lo que el Sr. JEP etcétera ibidem. Esto, que e stá mal, mal, mal, mal, mal,
como yo m e obstino en verlo, me resulta, oh pobre ser con respiración
pulm onar y cédula de identidad, ta n curiosam ente parecido a la vida de
ustedes. En fin, que el Padre conserve frescas y tenaces las ilusiones de
JEP, las tuyas y las del resto. Son m is deseos de año nuevo.
Y m ás últim am ente, idiota cargoso, chúpate ésta: cada vez que te dicto
tengo u n invisible ángel a mis espaldas susu rrán d o m e al oído.
Chau
Apol.-

[Carta mecanografiada, sin fecha, subrayado de Onetti. Por el contenido parece


ser de comienzos de 1943. Escrita en una hoja de Reuter, de ambos lados. UND).

252 Victoria, personaje adolescente de Para esta noche.


253 Luisa la Caporala, otro personaje de Para esta noche.

155
[64]

30 enero 1943

Ju lio Payró
Hotel C astelar
Avenida de Mayo 1152
B uenos Aires

Inaudita frase felicitación dirésela personalm ente próximo sábado stop


prepare etiqueta negra soda no hielo sillón y paciencia.254

Onetti

[Telegrama mecanografiado, enviado por TT, Compañía Telegráfico-Telefónica


del Plata. Fechado por Onetti y TT. GRI].

Julio Payro
H o te l C a s t a l a r
A v en id a de tíayo 1152
Sueno 5 M r s a
I n a u d i t a f r a s e f e l i c i t a c i ó n d i r é s e l a p e r e ó n a la e n te próxim o sábado
s t o p p r e p a r e e t i q u e t a s n e g r a s o d a no h i e l o s i l l ó n y p a c i e n c i a . -
O n e tti

254 En 1943, La Nación hom enajea a Payró por el éxito obtenido por su s libros Pintura
moderna, Maillol y Tintoretto.

156
[65]

Circa 23 noviem bre 1946

Querido Julio:
N aturalm ente, u sted tiene razón. Volvía m uy tarde a casa, después de
aburrirm e acom pañado y —lo que es terriblem ente peor— tom ar copas
aburriéndom e, cuando encontré su carta y desde que miré la letra en
el sobre h a s ta que me dorm í estuve recordando tiem pos en que recibía
ca rtas suyas cada m es o poco m enos. De m anera que, adem ás de todo,
fue u n a b u e n a idea escribirm e.
Usted tiene razón: ese anim al no existe. La m uía quinielera nació así:
el cuento fue escrito en prim era persona, la m uía contaba la historia y
aunque yo iba sintiendo que a veces se me escapaban cosas que la m uía
no podía pensar —pero que sí podría llegar a u n resultado literariam ente
equivalente pensándolas al revés, sintiéndolas desde el reverso—; no hice
caso, proyectando corregir el asunto cuando term inara el cuento.255 (Fue un
cuento feliz, fue u n cuento escrito en cuanto me fui de Reuter, u n domingo
de tarde, de u n tirón y me di cu enta que podía seguir escribiendo y alabado
sea el Señor). Pero avanzado el cuento la tentación iba aum entando y cedí
como habría cedido cualquier m ujer en mi lugar; todos los com entarios
que se le ocurrían a Onetti iban al papel. Mis escrúpulos m orales se tra n ­
quilizaron con la firme prom esa bisbiseada in m ente de rehacer el cuento
en esta form a (contado por mí), o rehacerlo contado al revés por la muía.
Después, cuando llegó el m omento de copiarlo a m áquina dejé hablar a la
m uía, perm ití que la m uía se tragara a Onetti y dejara llegar desde su p a n ­
za, mezclada con algún relincho-rebuzno la grave voz del autor del cuento
y esta carta. You win, como decía William Powell en los tiempos en que el
cine era cine y las de pistoleros las hacía Von Sternberg y Evelyn Brent
se llam aba Plum itas.256 Así que gracias por haberm e escrito y gracias por
hablar bien del cuento y m uchas gracias por decirme lo que está m al en él.
Esto último tiene u n valor extraordinario porque no olvido su juram ento
de alacranear la work in progress antes de que me la ponga abajo del brazo
para b u scar u n editor.

255 En 1946, Onetti publica dos cuentos en La Nación: «Regreso al sur» y «Esbjerg, en la
costa»; ninguno de ellos tiene de n arrad o r «una m uía quinielera». ¿Q ueda otro cuento
de Onetti por recopilar?
256 Evelyn Brent rep resen ta a «Feathers McCoy» en Underworld (1927) de Jo sef von S tern ­
berg; «Feathers» fue traducida como «Plumitas».

157
Tam bién le agradezco la gestión de Larra; las dos traducciones m a r­
ch an bien, au nque me h a sucedido algo terrible con Emecé que tendré
que confesarle algún día. Estoy trabajando m ucho en el novelón257 y u n
día de éstos iré a pedirle café. Saludos a Madame.

Onetti

[Carta mecanografiada, fechada por Payró. UND).

257 A fines de 1946, Onetti estaria y a escribiendo La vida breve (1950). su novela mayor,
clave p a ra el desarrollo de la n arrativa rioplatense.

158
[66]

12 abril 1947

Querido Julio:
Hete aquí mismo que yo no am enazo en vano.258 Luch-ando (así están
cortadas las palabras en las fichas; y oh gerundioso señor Onetti y oh
placer del gerundio ignorado por los clasicóm anos agentes de tránsito y
clasificadores de las bellas artes),259260luchando, venía diciendo, a m uerte
con el tipo que se escribió la Intellectual America,200 a pata partida, a
veintitantas y perfectas por día p ara que cuando llegue la hora 0 del día
D pueda desem barcar en Brasil liberado de la antiaérea de tu s reproches
burgueses, dubitativos m eneares de testa y otras sutiles expresiones de
desaprobación que motivan hipotéticos daños inferidos a la placidez diges­
tiva de futuros, peuseres. kraftes,261 anacondas262 y etcéteras, anacondas
todos ellos que nos m orían263 sangre y exudaciones a tanto con veinte la
carilla interespaciada. Vos dirás que m ás mejor de cum plir am enazas y
pergeñar epistolarios bien podría darle y darle al Intelectual N.A.2®4 a ver si
por fin, u n a vez. llegamos a tiempo. Pero es que el m ate265ya no me da m ás
esta noche p ara el m entado laburo266 y A m sterdam tra ta de dorm ir bajo el
granizo de la typewriter, que ellos le dicen, y hay en la cocina ravioles con
tuco de hígado de pollo joven y hay que recalentarlos; tarea que agobia por
simple enunciación. Y adem ás que se me ocurrió que me iba a sen tir feliz
si te escribía ñ propos de cualquier m acana267 o ninguna; y en efecto feliz
me siento. Y p a ra gran sorpresa tuya no tengo M artins ni adorm ideras ni

258 E sta insólita carta, u n a intem pestiva reprim enda a Payró, deja traslu cir el enfado de
Onetti por los reproches burgueses de Payró. El epistolario se había prácticam ente
interrum pido. El ab u n d an te uso del lunfardo, de italianism os y del voseo, m uy poco
com ún en veinte años de correspondencia, sugiere de por sí u n rechazo al clasicismo
cultural y elitista de su amigo.
259 Mordaz acusación indirecta a Payró, historiador del arte clásico y de las bellas artes.
260 Intellectual America: Ideas on the march (1941), de O scar Cargill.
261 Peuser y Kraft, editoriales argentinas tradicionales.
262 Anaconda, serpiente que pertenece a las especies estranguladoras. Por extensión, «edi­
tores estranguladores».
263 Comen.
264 Norteamericano.
265 La cabeza.
266 Trabajo, «chamba».
267 Tontería.

159
Strindberg y d® ° ^ eiU y Sherwood Anderson y H uysm ans? ¿Qué derecho
fiene este hipoHto (pet reo m ancarrón279) a traducirm e a Walt W hitman a
ÜLc de natalidad? Et cetera porque se me hace tarde y un vecino golpea
his persianas y comienzo a sentirm e culpable. Otro tem a conversable era
el número de Sur, que un amigo m ás distraído me dejó vichar275276 u n mo­
mento hasta que salió con la clásica, previsible: Pero che, ¿venís a leer?
De esta segunda ojeada y hojeada resulta: este J.-P. Sartre (los cuentos
son buenos, el teatro creo que es bueno, de las novelas desconfío), metido
en la filosofía m ilitante resulta u n a nueva edición del animal. Como era
de presumir, el tipo tiene que apoyarse en Dostoiewski: «Si Dios no existe,
todo está permitido». Después em bala y dice que hay que llevar esto h a s ­
ta su etapa exhaustiva, proclam a casi jubiloso la libertad del hom bre y
decide con cierta preocupada gravedad que el hom bre puede elegir rojo o
negro, p asa o manque, par o impar. Pero —aquí llega el m om ento en que
el muy burro que se liquidó n ad a m enos que a Dios se siente sólito y con
frío y necesita hacer ocupar el sillón ante la estufa por el Hombre; pero
no es el hom bre sino la sociedad— pero entonces se presenta el dilema
de la responsabilidad del hombre: el que elige p ara él elige p a ra toda la
hum anidad. Ma, dígame u n poco ¿responsable ante quién? ¿C uándo le
saca la alfombra de abajo de las p atas al hom bre, no se la e stá sacando a
la entera hum anidad? Y, sin Dios, ¿Qué es J u a n Pérez y el vecino D urand?
Existencialismo por existencialismo me quedo con el otro enorm e camelo de
don Miguel de U nam uno que nos hace u n a edición chilena de divulgación
de Kierkegaard (perdonó las letras) y llega a la conclusión honrada de que
la única solución que tenem os es desesperarnos u n poquito m ás cada día
y vivir en angustia. Lo dem ás es política. Pero sí, me confieso im presionado
—por encima de los Malraux, los Gide, los Aragon y algún m asturbador
de fecha nueva que no recuerdo— con las líneas reproducidas del viejo
Cézanne. «A lo mejor todo lo que he hecho se debe a u n defecto de visión».
Después de lo cual m ás vale irse a dorm ir y h a s ta la próxima, con saludos
a la Pintura Italiana.

[En una nota al margen escribe Payró, a mano: «De Onetti, sin firma»].

[C a rta m e c a n o g ra fia d a , fe c h a d a a m a n o . GR]].

275 Caballo viejo, en lenguaje campesino.


276 Mirar.

161
[67]
diciem bre? 1955

Querido Julio:
Novoa, que llegó ayer —no sé si en la delegación de agradecidos de Curuzú
C uatiá o en la de Balvanera277— me dice que lo han nom brado Director de
Cultura.278 No puedo situar exactamente el cargo; pienso que sea el mismo
que desempeñó con ta n ta brillantez o brillo el señor Pirovano. (El mismo que
se encontró con Bioy [Casares) en Florida y le gritó de vereda a vereda: ¡Te
felicito. Adolfo. Por fin lo echam os a Perón!) De todos modos, le ruego tra n s­
mitir mis felicitaciones a quien lo nombró. Puedo decirle sin exageraciones
que la noticia m e alegró como cosa mía. Espero que usted esté contento de
veras, que pueda hacer m uchas cosas interesantes y buenas, que m ande
a la gran p u ta a los editores que no pagan traducciones, que invite a los
visitantes con whisky y no vinacho, sobre todo, que se fabrique tiempo para
pintar con regularidad. Porque, como decía el enorme Pedemera, los hombres
p asan y los cuadros quedan.279
Aquí ando, con m ucho trab ajo literario sobre cocina, M odess280 y
construcciones ru rales.281 Pienso ir pronto por allí a recorrer editoriales
como en los buenos tiem pos pasados, con tres inm ortales m anuscritos
bajo el brazo. No puedo dedicarle ninguno, porque sem ejante insistencia
me h aría sospechoso.
Un abrazo y saludos a la familia. ¿Será m uy difícil conseguir audiencia?
Agrego que la noticia me alegró m ucho tam bién por su madre. Chau.

Onetti

Saludos a Robertson, si es que sigue viéndolo.

[C a rta m e c a n o g ra fia d a , f e c h a d a a m a n o p o r P a y ró , la d u d a e s s u y a . E s c r ita e n


u n p a p e l c o n e l m e m b re te d e B a s ta r r ic a P ro p a g a n d a . GRI].

277 C uruzú C uatiá es u n a ciudad en la provincia de Corrientes. Argentina; B alvanera es


u n barrio de B uenos Aires.
278 E n 1955, Payró fue nom brado Interventor en la Dirección de E nseñanza A rtística del
Ministerio de Educación y Ju sticia.
279 Ju eg a aquí con el doble sentido de la palabra cuadro, en p intura y en fútbol. El «enorme»
Adolfo Pedernera fue el gran jugador de fútbol argentino de los treinta.
280 Modess es u n a m arca de toallas san itarias fem eninas, utilizada aquí como nom bre
genérico p ara nom brar esos productos.
281 Onetti trab ajab a entonces en u n a agencia de propaganda.

162
Hu W'S- oVxíiàt. i ^ ü vj p ü v á ' j
bim*. Ss \ o \q vM^icií d t aot ym. Vvi \Wi|$¿o
c3k\í i i lc a ^ M yp i r4 miv con^M b.
S w l vv\ v o
v

I
Contenido

Nota p r e v ia ................................................................................9
Cartas de un Joven escritor por Hugo J. Vercmt......... 11
Esta e d ic ió n ...... ............. ...... 31
I D ............................................................................................... 35
121............................................................................................... 38
13)............................................................................................... 41
|4 ] ............................................................................................... 44
151............................................................................................... 45
161............................................................................................... 47
171............................................................................................... 48
|8 ] ................................................................................................50
19)............................................................................................... 52
[101............................................................................................. 54
[111............................................................................................. 55
[ 1 2 |............................................................................................. 56
[131............................................................................................. 58
[ 1 4 |............................................................................................. 61
[151.............................................................................................63
[161.............................................................................................65
[1 7 ]............................................................................................. 68
[ 1 8 |............................................................................................. 70
[191............................................................................................. 71
[2 0 [............................................................................................. 75
[211............................................................................................. 78
[22 | ............................................................................................. 80
[ 2 3 |............................................................................................. 81
[ 2 4 |............................................................................................. 84
. 85 1561 141
. 86 1571 143
. 89 1581 145
.9 0 1591 147
.9 1 1601 149
.9 3 [61| 150
.9 5 [621 152
.9 8 163) 154
.9 9 1641 156
100 1651 157
102 166) 159
104 I67| 162
107
108
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111
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