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La educación en torno a sí misma.

1
La pregunta por el hombre esta mediada por estructuras culturales que constituyen
un conjunto arbitrario de normas con las que se regula la conducta. En este sentido,
el quehacer pedagógico es ante la cultura vigente un contra argumento, un saber
que consiste en mantener vivo el deseo por aprehender el mundo en su incesante
manera de hablar. Ante la norma unidireccional que pretende establecer patrones
y estandarizar la vida misma, la perspectiva pedagógica del conocer desde el otro
y con el otro, expulsa toda idea del adentro, es decir, del ego como centro y
autoridad del saber: orden, civismo, acatamiento, adoctrinamiento. Educar supone
más bien una persuasión de los sentidos, una escucha atenta del cuerpo, un afuera
construido por la palabra: gestos, andadas, miradas; geografías infinitas en la idea
de reconocer la plena expresión de ser-humanos en la experiencia del mundo.
2
Para los estudiantes los espacios por fuera del salón constituyen un genuino
currículo oculto, un saber espontaneo, un lugar por fuera del tiempo en el que se
disuelven las representaciones arbitrarias, que (nosotros), “los agentes de la cultura”
promovemos para conservar el dominio. Se teme ser cuestionado, se oculta la
enciclopedia por pavor a ser hallados débiles, pobres de conocimiento cuando de
fondo se trata de conocer

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