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LAS NOSOLOGÍAS FREUDIANAS Y COMPLEJO DE EDIPO EN LA

CONSTRUCCIÓN Y COMPRENSIÓN DE LAS ESTRUCTURAS CLÍNCAS

JOSÉ ALEJANDRO VARONA RIASCOS

Trabajo de grado presentado como requisito parcial para optar al título de psicólogo

PAULA ANDREA MÉNDEZ


Psicóloga, Docente
Directora

UNIVERSIDAD SAN BUENAVENTURA, CALI


FACULTAD DE PSICOLOGÍA
PROGRAMA DE PSICOLOGÍA
SANTIAGO DE CALI
2018
TABLA DE CONTENIDO

1. INTRODUCCIÓN ............................................................................................................... 1
2. CONSTRUCCIÓN NOSOLÓGICA EN EL PSICOANÁLISIS ......................................... 4
2.1. Antecedentes a la Primera Nosología .......................................................................... 5
2.2 Primera Nosología freudiana ....................................................................................... 8
2.3 Segunda nosología freudiana...................................................................................... 11
2.4 Tercera nosología freudiana ....................................................................................... 19
3. EL COMPLEJO EDIPO COMO ESTRUCTURADOR DEL PSIQUISMO .................... 25
3.1 El Complejo de Edipo estructura ................................................................................ 25
3.2 Los Tres Tiempos del Edipo y los aportes lacanianos ................................................ 29
4. CONCLUSIONES ............................................................................................................. 34
5. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS ............................................................................... 35

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LAS NOSOLOGÍAS FREUDIANAS Y COMPLEJO DE EDIPO EN LA
CONSTRUCCIÓN Y COMPRENSIÓN DE LAS ESTRUCTURAS CLÍNCAS
José Alejandro Varona Riascos

1. INTRODUCCIÓN

Al pensar la clasificación taxonómica y nosográfica de la psiquiatría, susceptible a


diversos cambios y mudas en torno a un grupo de psiquiatras que debaten sobre el lugar del
síntoma en la clasificación de las enfermedades nerviosas, síndromes y/o trastornos. Esto puede
observarse desde el génesis de los manuales diagnósticos y estadísticos para las enfermedades
mentales, desde el Tratado de Psiquiatría de Emile Kraepelin, hasta las versiones más modernas
de los manuales recomendados por la APA y la OMS: El DSM y el CIE respectivamente.

Así, es importante admitir que el psicoanálisis realizó su propia organización nosológica,


con un génesis y algunas mudas durante la obra freudiana, hasta llegar a lo que comúnmente se
conoce en la clínica psicoanalítica como las estructuras clínicas.

Para ello, en palabras de uno de los autores del libro Escuchar a las psicosis, Emiliano
Galante, argumenta que “Freud trabaja a partir de la época en la que le tocó vivir, cómo se
apropia de sus antecedentes para forjar la teoría y a partir de ahí cómo entender nosotros las
psicosis en el psicoanálisis". (Galante, 2009, pp. 73). Lo que quiere decir, en suma, que el padre
del psicoanálisis tuvo una serie de referentes, entre médicos, neurólogos y psiquiatras, desde los
cuales formulará inicialmente su propia nosología.

Sin embargo, es menester aclarar que algunos términos de las tres nosologías de Freud
"...cambian sustancialmente en algunos textos, por eso es necesario tener muy presente de qué
textos se trata para ver de qué está hablando cada vez". (Galante, 2009, pp. 73). Esto, con el
fin de evitar confusiones al momento de leer al padre del psicoanálisis en los diferentes
momentos de su vida, y de la formulación de la emergente disciplina conocida como
psicoanálisis.

A esto se le suma una dificultad particular, dado que suele decirse que en un primer
momento, el padre del psicoanálisis parece contradecir conceptos y tipologías clínicas, lo cual
es entendible según Galante (2009), por la emergencia de una nueva clínica, la cual se

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sobrepondría desde ese momento y hasta la actualidad, a la noción de sujeto, de normalidad y
de locura que venían siendo elaborados desde la psiquiatría. Esto dará paso posteriormente a las
puntualizaciones lacanianas en torno la psicosis, las neurosis y la perversión, completando el
recorrido estructural de la clínica psicoanalítica.

Freud, por su parte, interesado principalmente en delimitar un objeto de estudio, adopta


a las neurosis bajo este interés, y no es sino hasta que la Escuela de Zúrich le interroga en torno
a las psicosis, que el padre del psicoanálisis se interesará finalmente por la locura, la cual hasta
la fecha solo era posible ser vista, estudiada y llevada al estudio clínico al interior de hospitales
psiquiátricos o instituciones mentales especializadas, a las cuales no estaba adscrito Freud.

Ahora bien, continuando con las dificultades propias del esclarecimiento de una
nosología freudiana, debe decirse que "una cuestión que hay que tener muy presente es que la
nosología que vamos a trabajar no aparece de forma explícita en los desarrollos freudianos".
(Galante, 2009, pp. 76). Y es en efecto de esta manera, pues Freud no hace explícita su
emergencia nosográfica, sino que es su bagaje teórico permite realizar dicho análisis.

Pero, superando estas trabas que parecen resultar del trabajo en torno a las nosologías de
Freud, es importante resaltar una diferenciación en torno a la psiquiatría, pues ya no se trataba
de clasificar sujetos en base a cuadros sintomáticos en función de trastornos, para hallar una
medicación específica o la posibilidad de acceder a la libertad o al asilo, sino que el interés de
Freud consistía en esclarecer, para cada cuadro clínico, un método terapéutico correspondiente,
el cual estaría fuertemente anclado a la posibilidad de acceder a la clínica psicoanalítica. Ahora
bien, puede resultar importante ubicar en Freud a cuatro grandes maestros en la emergencia de
su nueva teoría:

 Philippe Pinel.
 Richard Krafft-Ebing.
 Jean Charcot.
 Josef Breuer.

Del lado de Pinel, Galante argumenta lo siguiente: “...les recuerdo, es el inventor del
tratamiento moral, el primero que acentúa la importancia de lo psíquico en el abordaje de las

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enfermedades mentales. Hasta ese momento el loco era considerado un delincuente y por eso
se le encerraba". (Galante, 2009, pp. 77).

Frente a Krafft-Ebing, los títulos de las topologías generales en la primera nosología son
evidentes, pues éste “es quien describe las neurosis, las psicosis, las psiconeurosis y las
neuropsicosis. Las neurosis para él, pertenecen al grupo de las enfermedades del sistema
nervioso y se refieren a entidades cuyos síntomas son somáticos (...). Dice que si aparecen
síntomas en lo mental hay que llamarla neuropsicosis. La psicosis está referida a síntomas
mentales y en la psiconeurosis el acento está puesto en lo predisponente: Sujetos sanos, que en
un determinado momento enferman". (Galante, 2009, pp. 75).

Charcot por su parte, es una de las influencias directas sobre el padre del psicoanálisis,
principalmente en la consolidación de la que sería su primera neurosis: La Histeria. Este
neurólogo francés, realiza diversas aportaciones, de manera directa o indirecta, al psicoanálisis
como hoy se le conoce. En primer lugar, desmiente la correlación orgánica en la aparición de
los síntomas histéricos, sin que esto signifique que el sujeto sea un “gran simulador” (Galante,
2009, pp. 78). En segundo lugar, establece que, pese a que el nombre de histeria involucre
consideraciones etimológicas en torno al útero, no es una enfermedad que afecte única y
exclusivamente al sexo femenino, sino que puede darse también en los hombres. Y, quizás la
más importante de sus aportaciones, muestra a Freud la utilidad de la hipnosis, la cual también
se verá reforzada por su último maestro.

Breuer, siendo quizás el único maestro con quien publicó un trabajo en conjunto, escrito
en ambas palabras de estos autores, permite a Freud un descubrimiento crucial en el temprano
emerger del psicoanálisis y su clínica respectiva, la utilidad de la hipnosis ya no con fines
sugestivos, sino con fines interpretativos ante situaciones vivenciadas por el paciente,
estableciendo ya desde un inicio la importancia de la palabra dentro del proceso de cura.

Y, por otro lado, Breuer introduce un factor dinámico (la diferencia entre los distintos
estados hay que entenderlo como el factor dinámico), además, piensa en un factor económico,
porque considera que el síntoma es el resultado de la transcripción de un volumen de energía no
empleado de otro modo (conversión histérica). Llama a esto ‘procedimiento catártico’”.
(Galante, 2009, pp. 78).

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Pues bien, teniendo en cuenta que el padre del psicoanálisis se aventura a la formulación
implícita de su propia nosología, ante la constante reedición del recorrido nosográfico de la
psiquiatría, es posible proceder al esclarecimiento de cada una de las nosologías freudianas, sin
incurrir en una tarea imposible. Esto se hará pasando por cada uno de los textos involucrados en
esta mudanza nosológica, la cual solo se ve mudada en tres momentos, hasta llegar a manos del
psiquiatra y psicoanalista francés Jacques Lacan, el cual puntualizará la utilidad de esta
nosología y el empleo de la misma en la clínica.

Es importante resaltar, sin embargo, que no se realizará una profundización en las


estructuras clínicas por separado, sino que se buscará realizar un artículo de revisión que permita
arrojar luz sobre la lectura de Freud y los aportes de Lacan a las llamadas estructuras clínicas,
las cuales comprenden la manera de organización psíquica presente en cada sujeto y, sobretodo,
una de las herramientas más utilizadas en la clínica psicoanalítica para el establecimiento de una
transferencia y la comprensión de los fenómenos psíquicos del analizado.

De esta forma, la pregunta desde la que se partirá será: ¿Cuál es la importancia de


reconocer la construcción de las nosologías y el Complejo de Edipo en el entendimiento de la
estructuración psíquica de los sujetos?

2. CONSTRUCCIÓN NOSOLÓGICA EN EL PSICOANÁLISIS

Como se mencionó con anterioridad, la psiquiatría se re-estructura constantemente y los


síntomas, síndromes y trastornos del sistema nervioso, están en constantes mudas. A su vez,
dichas mudas se encuentran en constante movimiento y reclasificación, es aquí donde el lugar
de las nosologías freudianas adquieren una importancia crucial en la realización de este artículo,
pues además de que no significa un replanteamiento constante en torno a la sintomatología de
un cuadro clínico, para su clasificación en trastornos o síndromes, también refiere una
revolución al quehacer clínico predominante hasta la época. Como se verá, Freud se nutre del
saber psiquiátrico mientras le es útil, para después marcar su propio punto de ruptura, que
culminará en el nacimiento del psicoanálisis tal y como actualmente se conoce.

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2.1. Antecedentes a la Primera Nosología

Ahora bien, Calle Archila (2016) recuerda que Freud estudia medicina entre 1873 y
1882, recibiendo una beca de estudios para trasladarse de Alemania a Francia, bajo la
supervisión y acompañamiento teórico del doctor Jean-Martin Charcot, para abordar un estudio
en torno a la anatomía del sistema nervioso, el cual, sin embargo, tendrá un importante cambio
de perspectiva.

Pues bien, con la llegada de Freud al Hospital de la Pitié-Salpêtrière en París, se


encuentra con Charcot, quien pondrá a su disposición una gran cantidad de pacientes nerviosas
y/o histéricas, las cuales se convierten de inmediato en el principal interés del padre del
psicoanálisis. Así, tal y como lo describe en su artículo Informe sobre mis estudios en París y
Berlín, del año 1886, describe que tras sus descubrimientos en torno a la Histeria y la hipnosis
como método validado y predominante en Francia, se encontró con que dichos hallazgos no
gozaron de una gran acogida tras su regreso a Alemania.

A partir de este punto, entonces, Freud abandona su interés por el sistema nervioso en
su sentido más anatómico y, a su vez, encuentra un lugar de crítica ante los métodos
convencionales hasta el momento vigentes, realizando estudios en las histéricas a partir de
técnicas como la electroterapia, masajes o la hidroterapia, manifestando su desinterés por estos
métodos.

Entonces, continúa Calle Archila (2016), tras estudiar a profundidad la que resultaría su
primer acercamiento a las neurosis, publica dos años después su artículo Histeria en 1888, donde
expone un panorama completo sobre sus hallazgos en torno a este padecimiento, el cual hasta
la fecha, se consideraba como una simulación sintomatológica presente en algunos pacientes,
similar a la hipocondría, y que no encontraría una correlación entre la ‘patología’ y una posible
lesión en el sistema nervioso central o periférico.

Este artículo, por dicha razón, establece una crítica al saber médico de ese tiempo, y para
ello, establece una diferencia entre uno de los síntomas más comunes en la histeria, el de la
parálisis, realizando una comparación entre las parálisis de tipo orgánico y las de tipo histérico,
encontrando las siguientes diferencias:

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 De tipo orgánico: Éstas, como su nombre lo indican, precedían de una correlación
anatómica, lo que quiere decir que el miembro paralizado tiene lugar por una lesión en
una zona determinada del cerebro.
 De tipo histérico: Éstas por su parte, además de mostrar ausencia de una lesión específica
en el sistema nervioso central, se erigen a partir de las representaciones propias del
paciente para el órgano o extremidad en cuestión.

Encuentra además, dejando por un momento de lado el lugar de las parálisis, que las
histéricas muestran en gran medida una serie de perturbaciones en las representaciones,
sofocación de sentimientos e inhibición de la actividad voluntaria ante ciertas acciones y frente
a ciertas situaciones, datos obtenidos desde la clínica con estos pacientes.

Continuando Calle Archila (2016), argumenta que Freud, quien se había servido de la
enseñanza con el doctor Charcot, encuentra junto a Breuer que el uso de la hipnosis tiene una
posibilidad enriquecedora en la clínica, pero no desde la sugestión que parecía ser la mayor
utilidad de este método, sino que le permitía rastrear el génesis del síntoma, lo que haría posible
ubicar una causa en las representaciones inconscientes del sujeto.

Gracias a esto, y sirviéndose de lo aprendido hasta el momento, publica en 1890 su


artículo Tratamiento de alma, del cual empiezan a emerger las críticas y el punto de ruptura con
la psiquiatría y el empleo terapéutico vigente hasta la fecha, pues determina que la clínica de la
neurosis se ve estancada por el temor que muestra la medicina en dejar de poseer la cualidad de
ciencia, pues considera que ha dejado clara la ineficacia de la búsqueda en la correlación
orgánica ante el síntoma.

Continuando con lo anterior, Freud se sirve del significado más literal de la palabra
‘psique’, el cual, viniendo de la raíz griega psi, hace referencia al alma, esto con el fin de dar
sus primeros esbozos a la utilidad clínica que adquiere la palabra. Ésta, en este orden de ideas,
tendría la cualidad de enfermar o permitir un lugar en el proceso de cura, basándose en dos
conceptos tales como la expectativa angustiante, la cual se argumentaría hasta este punto como
el génesis de algunas enfermedades, y la expectativa esperanzada, como una orientación o
camino inocuo a la salud.

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Y, para finalizar, cuestiona el lugar de la hipnosis, que hasta el momento le había
resultado útil para hallar las representaciones que tienen lugar en el génesis sintomatológico de
la histeria, pues algunos pacientes parecen mostrar resistencias a dicha técnica, otros, parecían
depender de la misma para acceder al material importante en el discurso y, por último, parecía
encontrarse que algunos sujetos regresaban del trance con un agotamiento peligroso para su
condición de salud, esta crítica, a su vez, culminaría con el lugar del discurso como un hallazgo
importante en el proceso de cura.

Pues bien, continuando con lo dicho hasta el momento, llega en 1983 la publicación
Bosquejos de la comunicación, tres años después, en los que Freud se adentra en su estudio de
la histeria. Éste junto a Breuer, y tras recopilar información clínica en el estudio de este
padecimiento, argumenta que existe una vivencia psíquica traumática, y un horror penoso y
angustiante ante dicha representación.

Ahora, nuevamente desde el artículo de Calle Archila (2016): De la psicopatología


freudiana a las estructuras clínicas lacanianas, lo más importante recaía en ubicar la relación
entre el síntoma y la vivencia traumática, por lo cual, dictaminan que el recordar lo que ancle a
estos dos, en síntesis, el recordar la vivencia haría emerger el síntoma. El paciente histérico
mostraría una imposibilidad de lidiar con dicha representación vivenciada, juzgándola como
inconciliable y desplegando todo un arsenal defensivo que terminaría por sofocar parcialmente
la misma, pues, de lo contario, el monto de afecto presente en dicha representación resultaría
paralizante para el sujeto, en un sentido psíquico y no fisiológico.

Continuando con el artículo anterior, Freud y Breuer indican que las representaciones
alcanzarían al sujeto en forma de síntomas patológicos, debido a que éste se muestra ineficaz
para realizar la respectiva abreacción o descarga de los afectos asociados a dicha representación
por la vía de la palabra. Y a su vez, argumentan ambos autores que existe en cada histeria una
disociación en la consciencia, lo cual es más bien el camino que llevará al distanciamiento
teórico de ambos autores, pues Breuer mostraría especial interés en profundizar sobre dicha
cualidad disociativa, mientras que Freud empezaba a mostrar interés por la defensa que tiene
lugar en el recordar de la experiencia traumática.

La autora continúa su recorrido, pues dos años después de la llegada de estos hallazgos,
publican su último texto en conjunto, Estudios sobre la histeria, que ve la luz en 1895. En la

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introducción del presente artículo, se advierte, en primer lugar, que no se presentarán nombres
ni demasiada información que pueda perjudicar a los pacientes objeto de estudio de dicha
publicación, principalmente a que los hallazgos en la clínica los habían llevado a encontrar en
la representación traumática un carácter sexual y, en segundo lugar, previenen al lector de que
si se observan contradicciones o puntos de vista diferentes, se tenga en cuenta que hay dos voces
dentro del mismo material teórico.

Establecen así, que la sexualidad ocupa un lugar central dentro de las representaciones
angustiantes o traumáticas de la histeria, ante lo cual se erige una defensa que Freud llamará
tempranamente represión, y que tiene por objeto retirar de la consciencia el carácter
inconciliable de algo vivenciado con anterioridad. Este último hallazgo, argumenta Calle
Archila (2016), sumado a todo el bagaje conceptual realizado por Freud hasta el momento,
marca la separación con Josef Breuer, pues el padre del psicoanálisis entraría a formular de
manera implícita su primera nosología, basándose principalmente en el lugar de esta defensa o
represión, y la manera en que ésta repercute en uno u otro síntoma para la neurosis.

2.2 Primera Nosología freudiana

Ahora bien, la autora Calle Archila llegará finalmente a la primera nosología, y para
entenderla es necesario regresar un instante sobre dos artículos de Freud, previos a la luz de
Estudios sobre la histeria, el primero de estos, contenido en el texto Fragmentos de la
correspondencia con Fliess, puntualmente en la carta número 18 a éste, quizás uno de los
amigos más cercanos de Freud, aclara la autora.

En dicho artículo, conjetura de manera temprana que las representaciones a las que
huyen aterrados los neuróticos, poseen una particularidad sexual, puntualmente, los sujetos
experimentarían una vivencia sexual traumática, ante la cual se erigirán las defensas psíquicas
de dichos pacientes. Y, adicionalmente, el recordar de esta experiencia tendría como resultado
un sentimiento de displacer, lo cual imposibilitaría al sujeto para realizar una descarga de los
afectos intolerables provenientes de tal vivencia.

Sin embargo, argumenta la autora, existirían dos caminos que recorrerían dichos afectos
al ser sofocados fuera de la consciencia y su posterior retorno; para el caso de la histeria éstos

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encontrarían una descarga parcial sobre el cuerpo, pero adicionalmente, para algunos casos
dichos afectos mudarían a representaciones obsesivas.

Y entorno a estas ideas, surgirá en 1894 Las neuropsicosis de defensa, para intentar dar
luz a estas conjeturas. En este artículo, Freud mostrará otro punto de ruptura frente a la
clasificación psiquiátrica, la cual hasta la fecha incluía a la histeria del lado de las neurosis, las
cuales denominará bajo el nombre de neurosis actuales, pues ubicarían su génesis en vivencias
presentes en la vida del sujeto. Mientras que éste situará a los pacientes histéricos del lado de
las neuropsicosis de defensa, de las cuales explicará su nombre y a su vez encontrarán su génesis
en una vivencia psíquica infantil.

Por otro lado, continuando con lo anterior, para las neuropsicosis de defensa establecerá
que éstas tienen una particularidad que hace alusión a su apellido, y es el de la defensa que
muestran los pacientes ante un conflicto intrapsíquico proveniente de dicha experiencia infantil.
Esta experiencia tiene un carácter sexual intolerable que llevará a que el sujeto muestre el deseo
consciente de intentar olvidarlas, pero dicho intento defensivo se mostrará siempre infructuoso
debido a la huella mnémica y a los afectos asociados a la representación, y ante dicho fallo, la
misma retornará en forma de síntoma para el sujeto.

Así, para el caso de la obsesión, la representación sexual prematura e intolerable


retornará sobre otras representaciones de carácter normal, mientras que en la histeria, tendría
lugar la conversión, que ubicará una descarga de los afectos sobre el cuerpo. Advierte ya de
manera temprana que en el caso de las psicosis, este afecto proveniente de la experiencia sexual
inconciliable se desestimará hasta el punto en que el sujeto la rechace y la elimine
completamente de sí, a través de lo que llamaría una “confusión alucinatoria”.

Dos años después de Estudios sobre la histeria, de su carta 18 a Fliess y de Las


neuropsicosis de defensa, Freud publicará su Manuscrito K: Las neurosis de defensa, de 1896,
en el cual establece que hay un mecanismo de formación de síntoma específico para cada
neurosis, expuesto de la siguiente manera.

AMENTIA
HISTERIA OBSESIÓN PARANOIA
ALUCINATORIA
Conflicto Reproche Mortificación Duelo

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Pues bien, para Freud, los afectos relacionados con la experiencia sexual prematura y
traumática no podrán ser tramitados y encontrarán una fuga sintomática a la represión por estas
vías para cada caso. Por otro lado, éstos deberán cumplir con dos cualidades, en primera
instancia deberán tener un carácter sexual en dicha experiencia, y en segundo lugar deberán
aparecer antes de la madurez sexual. Y además, estas representaciones movilizarán al sujeto a
una posición defensiva ante las mismas, la cual consiste en una mudanza de energía psíquica
por la emergencia del displacer, mantenido por el recuerdo de dicha experiencia.

Freud advierte además que las cuestiones morales y las cualidades vergonzosas de dicha
experiencia, tendrán un papel crucial en el acontecer de la represión de la misma y, finalmente,
argumentará la manera en que la represión tiene lugar sobre el sujeto en cuatro pasos hasta el
advenimiento o retorno de lo reprimido en forma de síntoma.

 En primera instancia, tiene lugar en la historia del sujeto una vivencia sexual de orden
traumático e inconciliable.
 En segundo lugar, el recordar de dicha experiencia hará emerger las defensas del sujeto,
teniendo lugar la represión de dicho acontecimiento.
 Para el tercer estadio, se ubica una defensa lograda, vista como una ilusión de salud que
es frustrada únicamente por el síntoma primordial.
 Y, finalmente, en cuarto lugar, la represión ha de fallar, generando un retorno de los
afectos que hasta el momento habían sido reprimidos, vistos en los síntomas propios
para cada neurosis.

Hasta este punto, finalizando la primera nosología y abriendo lugar a la segunda, es


importante resaltar la importancia de una delimitación de la tipología clínica en función de la
defensa del yo, y la manera en que esta defensa falla, retornando en un síntoma diferenciado
para cada tipo, lo cual resultará de crucial importancia dentro de la teorización de las neurosis.
De esta manera, la primera nosología de Freud, se observaría de la siguiente manera:

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Primera nosología freudiana

Neurosis Neuropsicosis de defensa

Histeria
Neurastenia

Representaciones obsesivas
Neurosis de
Fobias
Angustia
Psicosis alucinatoria

2.3 Segunda nosología freudiana

Para esta segunda nosología, Freud muestra un especial interés en abordar las psicosis,
razón por la cual no se profundizará demasiado, pues hará parte del apartado que refiere a la
paranoia en la clínica del padre del psicoanálisis, sin embargo, y por la importancia que
empiezan a adquirir los fundamentos de esta nosología en la teoría psicoanalítica, se hará un
recorrido de igual manera por los textos más importantes en su formulación.

Pues bien, para esta tarea, se hace necesario dilucidar que hasta esa fecha, puntualmente
entre 1910 y 1911, existirían dos grandes escuelas que empezarían a mostrar interés por el
psicoanálisis y la integración de los conceptos hasta el momento abordados por Freud: Las
escuelas psicoanalíticas de Viena y de Zúrich, estas últimas lideradas por Carl Gustav Jung y
Eugen Bleuler.

De esta manera, Jung y Bleuler mostrarían interés por lo que a la fecha se le llamaba
como dementia praecox, conjunto que tomaría el nombre de esquizofrenia, y realizarían sus
publicaciones Sobre la psicología de la demencia precoz de 1907, y Demencia precoz o el grupo
de las esquizofrenias de 1911, respectivamente. Sin embargo, se toparán con los desafíos
propios del abordaje clínico de las psicosis, razón por la cual, acudirán al padre del psicoanálisis
por respuestas a sus encrucijadas frente al extrañamiento del mundo exterior en ejercicio de la
clínica psicoanalítica.

Freud, a este respecto, publicará en 1911 su estudio de caso sobre las memorias del
presidente del tribunal de Dresde; Paul Daniel Schreber, pero antes de abordar dicho análisis
que comprendería, en palabras de Lacan, en una de las mayores genialidades interpretativas

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jamás realizadas por el padre del psicoanálisis, es necesario decir que esta publicación se ve
acompañada de constantes alusiones a dos artículos publicados por el mismo Freud.

Entonces se hará mención del primer texto en el abordaje de dicho análisis: Tres ensayos
sobre una teoría sexual que verá la luz en 1905. Para esta publicación, Freud advierte que
desconocer la posibilidad de una sexualidad infantil repercutirá en un error crucial en el
entendimiento del aparato psíquico y sus vicisitudes, argumento que servirá para que sus
detractores realicen diversas acusaciones sobre su persona, pero que, lejos de significar algo
entorno a su personalidad, más bien daban cuenta de la profundización de su teoría.

Expone entonces en dicho artículo una conjetura en torno a la infancia, la cual define
que el niño tiene un primer estadio en el cual su cuerpo, su carácter erógeno y su interés
principal, se centrará en el lugar del propio sujeto, de predominancia genital, dotando a éste de
un carácter autoerótico, estadio más primitivo de la evolución psicosexual y en el salto al amor
de objeto.

Entonces, una evolución en dicho desarrollo psicosexual, le llevará a dar un paso hacia
la entrega objetal, visto como un estadio narcisista de carácter homosexual, esbozo primero en
la consolidación y entrega hacia los objetos. Pero, ¿Por qué se dice que significa un esbozo
primero? Pues bien, porque su primer objeto de entrega será sí mismo, su propio ser y su propio
sexo, paso crucial para el paso a la heterosexualidad, donde marcará la inclinación hacia el otro
sexo.

Una vez superado el lugar del narcisismo, visto tras el advenimiento del estadio
entendido en el psicoanálisis como el complejo de edipo, el infante hará del otro su objeto,
entregándose a él y llegando al tercer estadio, al amor de objeto.

Sin embargo, una vez esclarecido lo anterior, Freud hace hincapié sobre dos
posibilidades siempre presentes en el aparato psíquico de todos los sujetos, la regresión y la
fijación, entendidos, en el primer caso, como un retorno a uno de los estadios del desarrollo
psicosexual y, en el segundo, al mantenimiento en dicho estadio.

Ahora bien, una vez aclarado lo anterior, seis años han de pasar para que Freud acepte
la petición de la escuela de Zúrich y emprenda su camino hacia entender y teorizar las psicosis.
Pero debe decirse, por él mismo y por quienes estudian su lugar en dicha estructura clínica, que

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no le era posible ni viable acceder a los pacientes psicóticos, principalmente porque no se
encontraba adscrito a una institución pública, las cuales debe decirse, colocaban al psicótico en
un lugar de delicuente y tornillo suelto de la sociedad.

Esto, sumado a que consideraba imposible la clínica con estos pacientes, por razones que
se abordarán posteriormente, lo llevaron a realizar el análisis de las memorias escritas
autobiográficamente por Schreber, texto que tiene por nombre Memorias de un enfermo de
nervios. Y a publicar en 1911 su análisis sobre las mismas, titulado Puntualizaciones
psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (Dementia paranoides) descrito
autobiográficamente, al que le precedió Un caso de paranoia que contradice la teoría
psicoanalítica, publicado cuatro años después en 1915.

Se suele decir, tal y como afirma Galante (2009), que Freud no fue un incondicional de las
psicosis, que su interés por las mismas pasa por el filo inagotable de la curiosidad y posee una
utilidad de otro tipo: Establecer su propia nosología, en particular oposición a la nosología de
constante cambio que se apreciaba, y aún se observa de manera bastante explícita, en la
psiquiatría.

Galante (2009), el cual realiza un recorrido en torno a los tres momentos claves en la
formulación de la nosología freudiana, argumenta que Freud recurría a las psicosis para obtener
cada vez más material conceptual referente a la neurosis, dice, por otro lado, que éste recurría a
las primeras en cuanto encontraba un contratiempo en sus afirmaciones sobre las segundas.

Asegura, por otro lado, que cuando Freud realizaba un avance teórico en la
conceptualización de su clínica de la neurosis, no dejaba de preguntarse por los fenómenos que
intervenían, de manera similar o completamente diferente, en las psicosis.

Sin embargo, tanto Galante (2009) como Szpilka (1983), no dejan de resaltar la
importancia que tiene Freud en la génesis de la cuestión de la psicosis, pues a pesar de que sus
afirmaciones y aportes estén estrechamente relacionados con el creciente saber psiquiátrico de
la época, la lectura de estos textos en que Freud se aproxima a la psicosis, no dejan de poseer
una característica creativa y novedosa, que servirá de punto de partida para los demás
psicoanalistas que abordarán la elaboración teórica y conceptual de las psicosis.

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Ahora bien, las aproximaciones freudianas al concepto de psicosis, recorren
inevitablemente lo que los psiquiatras más nostálgicos refieren como “psiquiatría clásica”. Su
crecimiento teórico en torno a las psicosis atraviesa los manifiestos de algunos psiquiatras de su
época, excluyéndose a sí mismo de la clínica de estos pacientes.

Freud muestra un interés temprano en el tiempo, en la teorización de las psicosis, tal y


como señala Tabares & Vera (2010), ya en su Manuscrito H se encontraba frente a la paranoia
y daba pequeños pasos en la comprensión de la misma, recordando que este texto es del año
1985, Freud se aproximaba entonces a elaborar un conflicto intrapsíquico presente en las
psicosis y, a su vez, su primer esbozo traería consigo, años después, una formulación más formal
en torno a la paranoia.

Freud (1911), publica “Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia


(Dementia paranoides) descrito autobiográficamente”, escrito en el cual realiza un comentario
introductorio a propósito de su trabajo terapéutico y teórico con la paranoia. Describe que la
teorización psicoanalítica de tal concepto ha sido de particular dificultad, en especial para él,
quien no trabaja en un lugar público, sino que debe estar sometido a la premisa del “éxito
terapéutico”, interpretado como la resolución de casos en pocas sesiones.

Aclara Freud (1911), además, que sería imposible la indagación desde el psicoanálisis
del concepto paranoia, si “los enfermos no poseyeran la peculiaridad de traslucir, aunque de
forma desfigurada, justamente aquello que los otros neuróticos esconden como secreto”.
(p.145). Esto supone una importancia crucial, pues es lo que le permite llevar a cabo su análisis
a propósito del Caso del doctor en jurisprudencia Daniel Paul Schreber, ya que éste realiza un
relato autobiográfico y guiado por sus percepciones, a propósito de su propio padecimiento;
Dementia paranoides.

Tras esta introducción, Freud (1911) procede al análisis de la narración autobiográfica


de Schreber, deteniéndose en la palabra de su médico y psiquiatra el doctor Paul Emil Flechsig,
y del director del asilo privado Sonnestein en Pirna, el doctor Weber. Éstos se encargaron del
padecimiento de Schreber, quien se sabe, tuvo lugar en tres tiempos, además de los sueños que
tenía en los intervalos entre ellos, los cuales poseen gran importancia para la elaboración teórica
de Freud en este concepto.

14
Continúa Freud (1911), argumentando que Flechsig, en 1885, año de la primera
enfermedad de Schreber, realiza un dictamen en el que determina que el paciente padece de
hipocondría grave. Y una vez mejorada su situación, fue dado de alta, con el profundo
agradecimiento de la esposa del juris, quien le honraba por haberle devuelto a su esposo. Sin
embargo, esto no sería permanente, pues en Junio de 1893, Schreber descubriría su inminente
ascenso y posicionamiento como presidente del Superior Tribunal de Dresde, el cual no se llevó
a cabo hasta el primero de octubre del mismo año.

Sin embargo en este lapso existente entre la espera de su posicionamiento, Schreber,


arguye Freud (1911), empezó a tener sueños particulares, los cuales empezaron como un retorno
de su primer padecimiento, para luego, un día en que se encontraba entre la vigilia y el sueño,
pensar en “lo hermosísimo que es sin duda ser una mujer sometida al acoplamiento” (pp. 14),
pensamiento que hubiese descartado, determina Freud, de haber sido atravesado por la
consciencia.

Los padecimientos de la segunda enfermedad de Schreber tuvieron lugar a finales de


octubre de 1893, tras haber asumido la presidencia del Superior Tribunal. Fue internado bajo la
condición de sufrir de un “martirizador insomnio” (pp. 14), sin embargo, sus padecimientos
empeorarían y se trasformarían en otros nuevos. El surgimiento de nuevas ideas hipocondríacas,
sus quejas a propósito de un supuesto reblandecimiento cerebral y, después, la aparición de ideas
de persecución basadas en espejismos sensoriales, nuevamente el alto grado de hipocondría y la
gran sensibilidad a la luz y al ruido aquejarían al paciente, el cual determinaría posteriormente
que su cuerpo sufría horribles manipulaciones y que se encontraba muerto, deseaba la muerte.

El padre del psicoanálisis, entonces, determina una regresión libidinal a una etapa
intermedia del desarrollo psicosexual, vista desde un acercamiento a la homosexualidad. Esto,
a partir de la particular erotomanía presente en el paciente y que, a su parecer, guarda relación
con otros historiales clínicos a propósito de la paranoia, donde al parecer existe en dichos cosos
una predisposición defensiva ante una homosexualidad.

Así, al respecto de los tres momentos de crisis en la enfermedad de Schreber, Freud


realiza una lectura detenida y minuciosa de lo descrito por el paciente, estableciendo tres puntos
claves en el análisis de dicho caso:

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 La transformación en mujer como delirio primordial, visto a partir de su reflexión
semiconsciente en la que se cuestiona el lugar de la mujer en el acto sexual y de su
posterior crisis donde, en su papel de redentor que será abordado en el segundo punto,
se piensa como una muda o transfiguración en la que su propia persona, reencarnaría de
alguna manera en el sexo femenino.
 La cualidad que emergió en el sujeto como segunda instancia, lo que se explicaría como
una persecución de carácter sexual que mudaría en un delirio de grandeza de orden
religioso, pues éste, consideraba que estaba destinado a ser el único sobre la tierra que
pudiese llevar a cabo la función de redentor, donde los demás seres humanos, son solo
una imitación irrisoria y no tienen valor alguno en su exclusión del otro, cualidad propia
de la paranoia.
 El gran valor que otorga el paciente a la voluptuosidad de la mujer en el cumplimiento
de una imposición divina, visto como una defensa contra una supuesta homosexualidad,
la persecución de un Dios que, siguiendo su ideal persecutorio en torno a Flechsig, le
otorgaría su lugar de redentor al tiempo en que lo seguía de manera mordaz, demostrando
una probable referencia al padre y a la angustia de castración.

Freud, a este respecto, encuentra en la fórmula "yo lo amo", a un varón, tres variaciones,
las cuales tendrían tres formaciones diferentes: La celopatía, el delirio de persecución y la
erotomanía al objeto, y éstas a su vez, llevarían a una cuarta formación, que sería la más
importante en el desarrollo de la teoría en torno a la paranoia, entendida como "yo no amo en
absoluto y no amo a nadie (...) Yo me amo solo a mí", entendida finalmente como el emerger
del delirio de grandeza.

Aclara por otra parte que en la formación de síntoma en la paranoia tiene lugar bajo el
mecanismo de la proyección, de manera que adviene un contenido desfigurado de la percepción
exterior, argumentando sin embargo que la proyección no estaría presente en todas las paranoias
y que no haría referencia a otro tipo de proyección, presente también en los neuróticos, sino que
se prestaría como la base en la exclusión del material libidinal presente en los objetos.

Y, a su vez, argumenta también que el mecanismo de la represión podría prestarse para


explicar las paranoia, sin lograr establecer de manera efectiva un vínculo entre ambas, que sea
diferente al lugar de la represión en las neurosis de transferencia, dejando abierto un debate en

16
torno al mecanismo diferencial de las psicosis, quedándose en el simple impulso defensivo ante
una representación inconciliable y una resistencia a ideas de tipo homosexual.

Schreber, como ya se mencionó, adquiere ideas frente a la inminente destrucción del


mundo, acontecimiento que le ubicaría como único sobreviviente y futuro redentor del nuevo
mundo. Esto parece generar importantes ideas en el padre del psicoanálisis, pues éste ve en el
doctor jurista una manera desmantelar la realidad. Freud ubica en este hecho la manera en que
el presidente del tribunal retira la investidura libidinal de los objetos del mundo exterior, como
proyección de la catástrofe que tiene lugar en el interior.

Como ya se dijo con anterioridad, su análisis de este caso se haría en un segundo


momento de su nosología, donde la energía libidinal y la evidente fijación en un estadio u otro
de la elección de objeto, repercutiría no sólo en la posibilidad de acceder a la terapia
psicoanalítica, sino también en la ubicación de las neurosis de transferencia o las neurosis
narcisistas, poseyendo estas últimas la particularidad de fijación en el narcisismo secundario o
la erotomanía, lo que significa, en suma, la retirada del flujo libidinal que antes pertenecía a
personas u cosas.

El paranoico hasta este punto, entonces, reconstruye el mundo y la realidad a partir del
delirio, como un parche allí donde queda un agujero o vacío, donde antes se ubicaba la realidad,
resultando un restablecimiento de lo cancelado desde adentro, que genera angustia por la
necesaria relación que existía en torno a la realidad, que debe retornar en alguna medida, y
encuentra su regreso de manera desfigurada desde afuera.

Concluye pues Freud que el desasimiento de la libido, entendido como la retirada de la


investidura libidinal de los objetos que antes la poseían, existe de manera esencial en toda
represión, y que por tanto, ha de ubicarse un mecanismo diferencial para la paranoia y, en
general, para las neurosis narcisistas y/o la psicosis.

Pues bien, ambos textos tienen por finalidad realizar una descripción del cuadro clínico
expuesto por el mismo Schreber en sus memorias, a la vez que se van realizando
puntualizaciones y análisis sobre lo descrito por éste en los tres momentos de su enfermedad.

Ahora, puede decirse llegados a este punto, que Freud establece gracias a este caso sus
precisiones frente a la paranoia, en conjunto con Tres ensayos sobre una teoría sexual y el texto

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que se verá posteriormente, estableciendo que para esta patología, existiría una defensa similar
a la represión, de mismo nombre pero que difiere de la que tiene lugar en las neurosis, y que se
erige ante una supuesta homosexualidad.

Esto sumado a un desasimiento de las cargas libidinales presentes en los objetos, a un


delirio de grandeza y a una fijación en el estadio del desarrollo psicosexual de carácter narcisista
que, al no poderse fijar sobre el narcisismo primario, encuentra lugar en una segunda
manifestación de éste, entendido como narcisismo secundario. Establece además que para todas
las psicosis existiría una regresión y fijación de este tipo, pero para el caso de la esquizofrenia,
ocurriría una regresión y fijación sobre el estadio más primitivo, el autoerótico, y dichas
fijaciones representarían la razón principal que imposibilita la clínica con estos pacientes.

Entonces, además de los paranoicos y los esquizofrénicos, se suma a una nueva categoría
que mostraría por igual un desasimiento de las cargas libidinales y un extrañamiento del mundo
exterior, emergerían las parafrenias. Estas tipologías clínicas, se inscribirán dentro de su nueva
nosología dentro de las neurosis narcisistas, y se entenderían como aquellos pacientes que han
realizado un desagarro en la realidad al retirar las cargas libidinales de los objetos, retornando
las mismas sobre el yo.

Pero ¿qué significa esto para la clínica? Pues bien, no sería posible llevarse a cabo una
clínica psicoanalítica propiamente dicha, pues las cargas libidinales que antes pertenecían a los
objetos, migran hacia el yo, imposibilitando el tránsito libidinal presente en la transferencia, y
como se sabe, no hay transferencia posible sin dicho tránsito.

Ahora bien, finalizando la segunda nosología de Freud, emerge en 1914 su publicación


Introducción al narcisismo, artículo final que pretenderá dar luz hasta lo que hasta ahora parecía
aún inocuo. En este punto, y para dar inicio al artículo, remarca la importancia del estadio
narcisista en el desarrollo psíquico de todo ser humano, pues comprenderá el momento en que
el individuo dota a su propio cuerpo de una cualidad sexual, una complacencia y satisfacción
para él mismo, que de no mudar a la elección de objeto, entraría a constituir lo que más adelante
se entendería como estructura perversa.

Tras esto, realiza una diferenciación entre las neurosis de transferencia, categoría que
englobaría a la histeria, la obsesión y las fobias, por su cualidad de poder acceder a la clínica

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psicoanalítica a través de la transferencia entre el analizado y el analista, pues éstos tendrán la
cualidad de mantener un vínculo erótico sobre los objetos que, si bien puede mostrar en algunas
ocasiones un deseo por ignorar o desligarse de una porción de la realidad objetiva, mantendrá
dicha relación aún contra su voluntad.

Y, por otro lado, continuando con lo anterior, emergen las neurosis narcisistas, que
contendrán a lo que más adelante se situará como las psicosis, que ya han sido mencionadas con
anterioridad y que comprenderán a todos aquellos pacientes a los que, por el arrancar de la libido
objetal, centran su energía libidinal sobre el propio yo, imposibilitando la transferencia.

Así que, en síntesis, puede decirse que hay dos libidos que serían cruciales para
pertenecer a una u otra categoría, la libido objeta y la libido yoica, en las cuales, para el primer
caso, comprenderían un mantenimiento absoluto de la energía libidinal sobre los objetos a través
de la fantasía, mientras que, del lado de las yoicas, la energía retirada de los objetos retorna al
yo desde una fijación en el estadio narcisista denominado secundario o, como segunda
posibilidad, una fijación en el estadio más primitivo, el autoerotismo. Así, la segunda nosología
estaría concluida de la siguiente manera:

Segunda nosología freudiana

Neurosis narcisistas
Neurosis actuales Neurosis de transferencia
Neurastenia Histeria Paranoia
Hipocondría Obsesión Parafrenia

Neurosis de Fobias Psicosis maniaco depresiva


angustia

2.4 Tercera nosología freudiana

Hasta este momento, el padre del psicoanálisis había realizado importantes aportaciones
a la formulación del saber clínico en torno a las estructuras. Pero, como cabría de esperarse, se
encontró ante dificultades propias de la clínica con los pacientes que debían de haber superado
sus síntomas y encontrado la cura analítica que, a su parecer, poseía una importancia crucial en
la construcción de su teoría.

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Se encontró entonces que éstos mostraron un posterior apego a las respectivas
formaciones de síntoma, un sentido compulsivo de repetición de situaciones que ya habían sido
determinadas como displacenteras, el mantenimiento de los reproches propios de los obsesivos
y los melancólicos, la reacción negativa ante la terapia psicoanalítica. Y, en especial, observó
una tendencia al mantenimiento de la culpa, el emergente odio irracional y una tendencia al
masoquismo o la destrucción de los otros.

Lo anterior era prueba de que la emergencia del psicoanálisis debía tomar un rumbo que,
si bien no era diferente al planteado hasta el momento, sí que debía considerar una nueva teoría
para la construcción de su tercera y última nosología, para ello, emergerán las pulsiones de
muerte frente a las pulsiones de vida, teoría pulsional que reordenará los pensamientos de Freud,
afectando así a la tipología clínica propuesta hasta la fecha.

Es así como, tan temprano como en 1920, emergerá su publicación Más allá del
principio del placer, para abordar sus nuevas elaboraciones conceptuales en torno a las
pulsiones. Dará inicio con una advertencia, como se ha visto en otros artículos, argumentando
que lo primero que se debe tener en cuenta ante este giro conceptual que toma el psicoanálisis,
es que la existencia del principio del placer antecede a gran parte de los textos aquí trabajados,
desde la postulación del psiquismo para el psicoanálisis, se viene hablando de una tendencia al
mantenimiento del placer y alejamiento del displacer en las neurosis, además de un principio
propio de la economía psíquica que llevará al sujeto a optar por una solución u otra ante ciertas
circunstancias y representaciones de la vida anímica de todo ser humano.

Explica a su vez, que los conceptos de placer y displacer estarán fuertemente ligados a
la excitación psíquica que, en el caso del displacer, supone un aumento de excesivo de ésta,
mientras que en el caso del placer, hará referencia a una disminución de dicha excitación,
entendida nuevamente desde una teoría de la economía psíquica, donde mayor excitación
supondrá siempre un carácter aversivo para el sujeto.

Sin embargo, a pesar de este mantenimiento de la economía en niveles de excitación


bajos, tendría lugar un conflicto intrapsíquico que hasta el momento había sido poco elaborado,
el cual constaría de una tendencia opuesta a dicho principio económico, como se observaría por
ejemplo en las pulsiones de autoconservación del yo, éstas entrarían en conflicto con el principio
del placer, y exigirían una consideración inmediata del displacer como necesario para la vida

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del sujeto, soportándolo y aceptándolo como consecuencia obligatoria, sería entonces el emerger
del principio de realidad.

Adicional a esto, Freud argumenta que tras el estudio de los sueños, concluirá que existe
en todo sujeto neurótico, existe una tendencia compulsiva a la repetición, propia de un
mantenimiento constante de situaciones displacenteras, lo que llevará a éste a considerar que
hay algo más allá del principio del placer.

Según el padre del psicoanálisis, esto obedece a una tendencia adicional, prevalente en
todo organismo vivo; el retornar a un estado más simple, hasta llegar a lo inanimado. Esto quiere
decir que todo ser vivo que nace, mostrará una tendencia a volver a lo inanimado, a un estadio
previo a la vida misma, en suma, una tendencia inconsciente que se dirige inevitablemente hacia
la muerte, así, nacerá la pulsión de muerte.

A manera de síntesis, y a partir de lo anterior, es posible hablar de que todo ser humano
posee una tendencia a complejizarse, lo cual dará cabida a su vez a la tendencia opuesta, a un
sentido de destrucción de la complejidad y preferencia por la simplificación hasta lo inanimado,
resumido en el conflicto psíquico que tiene lugar al contrastarse las pulsiones de vida frente a
las pulsiones de muerte.

De este artículo, cabe resaltar que realiza un abrebocas a las posteriores publicaciones
freudianas, dando cabida a los conflictos intrapsíquicos como importantes revelaciones para la
concepción de las neurosis y las psicosis, a partir de la emergente teoría que modificaría la
concepción del aparato psíquico, se hablará entonces del nacimiento de las conocidas instancias
psíquicas.

Para ello El yo y el Ello, verá la luz en el año 1923, presentando el nuevo esquema del
funcionamiento psíquico, regido por la tríada Yo, Ello y Superyó. Sin embargo el conflicto,
como se mencionó con anterioridad, tendría una importancia crucial en el mantenimiento de
este planteamiento de la división en instancias, pues como resultará evidente en las dos
publicaciones posteriores, estas instancias no conviven de manera heterogénea en el sujeto, sino
que por el contrario, la confrontación entre las mismas, definirá en buena medida la pertenencia
a una tipología clínica u otra.

21
En este orden de ideas, el Yo, pertenecerá en gran medida a la consciencia, poseyendo
cualidades del preconsciente e inconsciente, mientras que las otras dos instancias serán
puramente inconscientes. Esto supondrá el conflicto constante entre una u otra de manera
pujante contra el Yo, en una base de inarmonía que se muestra como inherente al ser humano.

Entonces, el Ello, por su parte, será la sede de la descarga pulsional en el sujeto,


articulando a su vez el conflicto en el que la pulsión de muerte se opondrá a la pulsión de vida,
al tiempo en que es acallado por el Superyó, quien intentará constantemente avasallar a las
pulsiones con fines morales e ideales procedentes de la inscripción definitiva en la cultura.

Y, por su parte, se dirá que el Superyó será el heredero inmediato del pasar por el
complejo de edipo, la asunción del padre como norma fundamental y la prevalencia de las
pulsiones de vida y de autoconservación del yo, intentando constantemente avasallar al Yo para
que éste someta al Ello y no devenga en sus posturas más primitivas o pulsionales. Ésta sería
entonces, la instancia más crítica y prohibitoria, cuya tarea es prevalecer las normas impuestas
inicialmente por los padres en la crianza de la primera infancia.

Este revolucionario cambio de perspectiva para el aparato psíquico, hará cuestionar a


Freud el lugar de los conflictos entre el Yo y sus dos instancias inconscientes, pues a su parecer,
el choque entre una u otra, tendrá importantes repercusiones en el génesis de las neurosis y/o las
psicosis. Razón por la cual, publicará un año después su artículo Neurosis y psicosis, en 1924.

Este nuevo artículo pretenderá entonces dilucidar las consecuencias de dichos conflictos
psíquicos entre instancias. A este respecto, esclarecerá inicialmente que posee una gran serie de
dudas frente al génesis del Superyó y a su conflicto con el Yo, cuestión que concluirá sin
embargo que tiene lugar en la Melancolía, para dar paso a la génesis de la neurosis y la psicosis.

Así, describe que hay un conflicto diferenciado para la neurosis y la psicosis,


argumentando que las instancias tendrán un protagonismo crucial en esta diferenciación. Este
revolucionario descubrimiento del saber freudiano, condicionará en buena medida a su
concepción en torno a las psicosis, teoría de vital importancia para este trabajo de grado.

Entonces, del lado de las neurosis, las instancias en conflicto serían el Yo y el Ello, y se
entenderá esto por las exigencias pulsionales provenientes del segundo, que caerán sobre el Yo
y tendrán la forma de simplificación y prevalencia de sensaciones de placer en contraste con el

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displacer. A este supuesto, el Yo será influenciado por el Superyó en el acallamiento de estas
pulsiones y en función del mundo exterior, instaurado ya en el sujeto como segundo heredero
del complejo de edipo.

Así, en el caso de las llamadas neurosis de transferencia, tal y como se viene observando
desde la segunda nosología, éstas tienen lugar porque el yo no desea dar trámite ni acogida a
una moción pulsional pujante, proveniente del Ello. Así, el Yo se defiende de la misma a través
del ya conocido mecanismo de la represión y, como se repetirá con insistencia, lo reprimido ha
de retornar de manera sustitutiva por la vía del compromiso sintomática. En síntesis, el Yo se
conflictúa con el Ello sirviendo fielmente al Super Yo y a la realidad misma.

A esto, sin embargo, se opone la psicosis, la cual tendrá un conflicto intrapsíquico entre
instancias de un orden diferente. Éstas, por su parte, obedecen a un choque entre el Yo y el
mundo exterior, entendido como la realidad objetiva, lo cual llevará a una pérdida en la relación
del sujeto con el mundo real, dejando como resultado un agujero simbólico que estará
inevitablemente dotado de una angustia pujante para el sujeto, razón por la cual, un parche
deberá ser colocado ahí donde la realidad queda desgarrada, tal y como se mencionó en el
abordaje del caso de Schreber, pues dicho parche constituirá la alucinación y/o el delirio.

Este artículo, pese a significar una importante revelación a la teoría hasta el momento
existente en el psicoanálisis, sigue sin convencer por completo a un Freud siempre crítico,
incluso ante su propia teoría, pues cuestionará la pérdida de realidad existente en la psicosis,
como criterio diferenciado del proceso de evitación de una porción de la realidad en el caso de
las neurosis, razón por la cual, en ese mismo año, publicará Pérdida de la realidad en la neurosis
y la psicosis, artículo que trabajará sobre esta confusión que el padre del psicoanálisis pretendía
sopesar.

Así, supone en este artículo que el neurótico concibe como inconciliable y desfallecedora
a una porción de la realidad, la cual es suplida por vía de la fantasía, alejando al sujeto de dicha
porción, acto similar al alejamiento de la realidad presente en la psicosis, lo cual supone una
confusión para su teoría hasta el momento establecida.

Entonces, para realizar una diferenciación entre dicha pérdida de la realidad, Freud
trabajará sobre dos de sus conceptos más antiguos, los cuales tienen un lugar importante en la

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teoría sobre la neurosis y terminarán por demostrar cómo esta pérdida o evitación de la realidad,
es diferente para las neurosis y las psicosis.

Así pues, para establecer los lazos entre el neurótico y la realidad objetiva o material,
argumenta que la represión sería una separación o alejamiento de una porción de la realidad al
considerarla intolerable, mientras que el retornar de lo reprimido en síntoma, significaría un
intento de restablecimiento del sujeto con la realidad misma. Esto significaría entonces, que el
yo se encuentra al servicio de la realidad, pero puede realizar ciertos desalojos de una porción
de la misma, pero no sin que ésta retorne a él.

Ahora, para diferenciar a la neurosis de la psicosis, ha de decir que la segunda pasa por
un proceso similar de desentendimiento con el mundo exterior, pero en este caso no corresponde
únicamente a un alejamiento con el mismo, sino a un resquebrajamiento de la realidad misma,
pero que, en la función de recuperar los nexos con ésta, tiene lugar la creación de una nueva
realidad, entendida como el delirio que parchará el agujero restante por dicho desalojo.

A manera de conclusión ante lo anteriormente elaborado, Freud deduce que tanto en la


neurosis como en la psicosis, el Ello se revelará contra la realidad objetiva por la incapacidad
de adaptación a las exigencias del medio y una representación inconciliable, pero, mientras en
el neurótico no se desea saber de cierta porción de la realidad, sin llegar a desmentirla y
valiéndose de la fantasía para dicha reconstrucción, lo contrario tendrá lugar en las psicosis,
donde la reconstrucción de la realidad se da mediante el delirio, llegando a desmentirla en su
totalidad.

Así, la nosología freudiana se ve completada y el panorama expuesto a la luz de la teoría


pulsional y los conflictos entre las instancias psíquicas y el Yo, llevará al siguiente cuadro:

Tercera nosología freudiana

Neurosis de Melancolía Psicosis


Neurosis actuales transferencia
Neurastenia
Histeria (Neurosis Paranoia
Hipocondría narcisista)
Obsesión Esquizofrenia

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Neurosis de
angustia

Este recorrido por las nosologías freudianas cobrará importancia por la manera en que
Freud establece siempre un mecanismo diferencial para la concepción de las neurosis de
transferencia y las psicosis, sin dejar de lado el entendimiento constante del padecer del sujeto
y del establecimiento de un objeto de estudio y de cabida dentro de la clínica psicoanalítica, la
cual se presume ausente en el desarrollo nosográfico de la psiquiatría ante el diagnóstico de la
paranoia como ejemplo de las mudas clasificatorias, como ya se ha mencionado con
anterioridad.

3. EL COMPLEJO EDIPO COMO ESTRUCTURADOR DEL PSIQUISMO

Hasta el momento se ha hecho un recorrido conceptual y textual en torno a la


construcción nosológica freudiana, hasta llegar a la última forma contemplada por los hallazgos
freudianos, donde la diferenciación clínica y la terminología dejan de ser cuestiones ambiguas
o confusas. Sin embargo, ¿qué precedió a esta última diferenciación emitida por Freud?
El psicoanálisis como disciplina logró complejizarse, diversos psicoanalistas empezaron
a formarse en el esquema del funcionamiento psíquico propuesto por Freud, hasta llegar al
segundo autor más importante en la diferenciación clínica de las estructuras; Jacques Lacan.
Lacan pretendió re-inventar el psicoanálisis, a partir de una lectura objetiva de los textos
freudianos, valiéndose de sus propios saberes como psiquiatra inmerso en la escuela francesa
de psiquiatría, con maestros como Griesinger, llega finalmente a conocer la teoría que emergía
de Freud. El psicoanalista francés llegó efectivamente a reinventar diversos conceptos del
psicoanálisis, entre ellos, uno de vital importancia: El Complejo de Edipo.

3.1 El Complejo de Edipo estructura

Vega (2015), rescata la importancia de dicho concepto para la teoría psicoanalítica,


resaltando a éste como un hallazgo que Freud trabajó desde los inicios de su pensamiento, hasta

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llegar a complejizarse y convertirse en uno de los referentes conceptuales más importantes para
el psicoanálisis en la actualidad.
"Si bien el análisis de las fantasías de seducción de sus pacientes le habían brindado a
Freud la plataforma para conocer los deseos incestuosos y hostiles del niño hacia sus
padres; es a través del autoanálisis que él descubre la universalidad de los mismos".
(Vega, 2015, pp.2).
Continuando con lo anterior, el Complejo de Edipo incorpora uno de los señalamientos
más confrontadores emitidos por el psicoanálisis: El deseo inconsciente hacia uno de los padres.
Más tarde, Lacan establecerá que los padres son sinónimos de la “Función Paterna” y “Función
Materna”, conceptos que aluden a significantes como la “norma” y el “amor incondicional”
respectivamente. Sin embargo aún es apreciable el reproche a dicha afirmación.
A pesar de esto, dicho rechazo parecía orientar a Freud a pensar que recorría el camino
indicado, pues dicho rechazo podía expresar un acontecer que tiene lugar en cada individuo
humano: "El propio Freud tenía claro que el mito griego explota una compulsión de cuya
existencia todo el mundo reconoce haber sentido en sí mismos los indicios, es decir, los mitos
para el fundador del psicoanálisis muestran los principios esenciales de la condición humana,
por lo tanto todos ellos son universales". (Campbell, 2004, pp.222)
Vega (2015), continuando, advierte que el paso por el Complejo de Edipo tiene lugar
simultáneamente con la etapa fálica en el desarrollo psicosexual planteado por Freud. En ésta,
la genitalidad, y específicamente la posesión o ausencia del falo, cobran crucial importancia al
entrar en contacto con la temida castración, pues ésta marcará el inicio del tránsito por el Edipo
en el caso de la niña, y el sepultamiento del mismo en el caso del niño.
Suele decirse que el niño teme una posible pérdida del falo y que la niña llora
simbólicamente la falta del mismo, y es por esto que la castración personifica dicho miedo, la
amenaza o pérdida de algo tan lógicamente preciado durante la etapa fálica: El Falo.
En el caso del varón, continúa Vega (2015), existe una atracción deseante y una
percepción de pertenencia frente la madre, aquella que le cuida y le socorre desde que vio el
mundo por primera vez, ésta a su vez experimenta la creación de un vínculo con él, que genera
una sensación que parece incluso opacar la falta presente en todos los seres humanos. Esta
relación deberá ser frustrada posteriormente por el padre.

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Así, el padre se pinta ante el niño como un obstáculo a su idea de cercanía con la madre,
razón por la cual se genera cierta rivalidad notable. Posteriormente logrará frustrar dicha
relación edípica entre el hijo y la madre, razón por la cual el niño y la madre, con dolor por su
pérdida, afrontarán las relaciones de pareja como se espera por la cultura.
Por el lado de la niña, Nasio (2013) afirma dos posibles resultados adyacentes del paso
por el Edipo. La mujer por su parte, sentirá el respectivo acercamiento hacia la figura del padre,
aquel que posee el falo, su fuente de protección y un sinfín de fantasías puestas sobre la figura
paterna. El padre por su parte, realizará dos rechazos, pues él también ha sido castrado y se
encuentra inscrito en la cultura bajo la prohibición del incesto, ambos causan un impacto
considerable sobre la psique de la menor, provocando estos dos posibles caminos a seguir.
La niña adopta entonces una posición de rechazo hacia el mundo, tornándose irritable u
hostil en ocasiones, recurriendo también a posturas y comportamientos culturalmente atribuidos
a lo masculino. Así, tiene lugar una identificación con el padre, fantasea con que no es de su
interés aquello tan anhelado. Tras esto, un nuevo rechazo le es propiciado por el padre, el cual
marcará las distancias propias del amor filial. Sin embargo, el autor lo coloca como un paso
necesario, pues llevará a que la identificación sea con la madre, aquella que puede acceder al
padre, identificándose por consecuencia con lo femenino.
Sin embargo estos esquemas no son una regla general que obedezca a fenómenos
homogéneos que se dan de la misma manera para todos los casos. Y de estas particularidades,
nuevamente desde la palabra de Nasio (2013) serán las que tendrán lugar en la estructuración y
organización del psiquismo, entendido como la pertenencia a una u otra estructura clínica dentro
de las neurosis.
Es importante aclarar sin embargo, que es para las neurosis por una razón fundamental:
La presencia de un padre que finalmente posibilita la castración. Sin embargo será útil empezar
en primer lugar por las neurosis, aquellas personas que se inscriben en la cultura y su orden
normativo y simbólico, por tener un lugar tan privilegiado en la obra freudiana y porque tienen
lugar primero en el surgimiento del psicoanálisis como disciplina.
Así pues, Nasio (2013) se dispone en su libro El Edipo, a desentrañar las vicisitudes
detrás del paso por el complejo de Edipo, las cuales tienen lugar en las tres neurosis: La Histeria,
la Neurosis Obsesiva y la Fobia. Valiéndose de la “metapsicología” y, principalmente, de su
experiencia clínica, sumada a su lectura de Freud y enseñanza propiamente dicha de Lacan.

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En ese orden de ideas, puede ser útil pensarse en primer lugar a la histeria, a los sujetos
histéricos pues como se leyó con anterioridad, no hay una exclusividad para las mujeres en esta
estructura. Nasio reconoce dos tipos de histeria a este respecto, la histeria conversiva y la
histeria de rebelión.
Para el primer caso, el autor la define de la siguiente manera: "(…) la histeria de
conversión, que resulta de la concentración de toda la carga de angustia inconsciente en el
cuerpo y que provoca así una disfunción somática (migraña, vértigos, dolores, etcétera)."
(Nasio, 2013, pp.125). Es decir, que el primer caso es el que ha sido elaborado ampliamente al
interior de la teoría psicoanalítica, dando por referencia a la somatización de situaciones
inconscientes reprimidas, que encuentran una fuga sintomática a través del cuerpo.
Para el segundo caso, el autor lo define con más desarrollo, por ser una conceptualización
propia de él:
"(...) reconozco otra forma de histeria mucho más insidiosa y muy frecuente que califico
como histeria de rebelión. Esta neurosis está ocasionada por el resurgimiento en la edad
adulta de la angustia infantil de ser seducido por uno delos padres, en particular el del
mismo sexo. (...) Si tal fantasía queda activa en el inconsciente del histérico, se
exteriorizará a través de una conducta reactiva de permanente sublevación". (Nasio,
2013, pp.126).

Esta segunda modalidad en la histeria haría referencia a un miedo inconsciente que se


vuelve transforma en un rechazo constante por sentirse cohibido, por una autoridad que se ubica
como un falo al cual rebelarse constantemente, lo cual se verá en su relacionamiento con el otro
y, sobretodo, en el establecimiento de relaciones sentimentales. Finalmente, ambas tipologías
hacen referencia a una misma estructura histérica, las cuales se estructuran de dicha forma en
función del paso por el complejo de Edipo. Esta estructura ha sido ampliamente desarrollada
por Freud desde los inicios de sus trabajos meta-psicoanalíticos.

Frente a la neurosis obsesiva, el autor resaltará el lugar del pensamiento en el síntoma


de esta estructura, la forma en la que un pensamiento obsesivo, se adueña del sujeto e impone
una culpabilidad de la que, en muchas ocasiones, el sujeto goza:

"La obsesión resulta del desplazamiento de la angustia de castración que pasa del
inconsciente a la conciencia y se cristaliza en un sentimiento de culpabilidad. La angustia

28
inconsciente de ser vencido por el padre rival se transforma en angustia consciente de
ser castigado por el propio superyó. Esta angustia de sentirse en falta y de creer que
puede recibir un castigo se llama sentimiento de culpabilidad. Es frecuente que el
obsesivo se complazca en su papel de culpable, tenga necesidad de ser castigado y que
se agote en un goce estéril, que podríamos llamar masoquismo moral". (Nasio, 2013,
pp.127-128).

Aquella rivalidad con el padre permanece presente aún en su relacionamiento con el otro,
nuevamente, el paso por el Edipo estructura el psiquismo de esta neurosis, ampliamente
abarcada en la teoría freudiana, principalmente en el caso del Hombre de los Lobos de Freud.

Y, finalmente, para completar el esquema de las neurosis, tiene lugar la fobia, donde el
miedo a la castración de un padre amenazante que lejos de realizar una castración, se muestra
como un mutilador, el cual será visto constantemente como una amenaza, hasta proyectar dicho
miedo a un objeto específico del mundo exterior:

"Diremos entonces que la fobia es el resultado de la proyección de la angustia de


castración al mundo exterior. La angustia inconsciente se transforma en miedo
consciente; el peligro interior representante del padre que prohíbe, se proyecta afuera
para convertirse en un peligro exterior encarnado, por ejemplo, por los animales".
(Nasio, 2013, pp.124).

3.2 Los Tres Tiempos del Edipo y los aportes lacanianos

Entonces, una vez hecho este paso por las neurosis, el psicoanálisis freudiano terminará
por mostrarse insuficiente para explicar las psicosis, sostiene Galende (2003). Lacan realiza su
modificación a la última nosología de Freud, en base a la formación de síntoma. Esto se aleja
de la clasificación y descripción detallada y minuciosa de correlaciones clínicas que deban
sostener la pertenencia a una categoría u otra. Por el contrario, Freud propone a las neurosis
narcisistas en oposición a sus preferidas, las neurosis de transferencia, como una posibilidad de
acceder a la terapia psicoanalítica en base al concepto de transferencia.

Lacan, además de reinventar o repensarse las elaboraciones hechas por el padre del
psicoanálisis, revive la cuestión sobre la psicosis, olvidada por Freud tras una diferenciación

29
clínica pobre, donde no era apreciable el mecanismo de generación de síntoma propio de la
psicosis, pues si en la neurosis tenía lugar la represión, que operaba a su vez como mecanismo
de generación de síntoma para cada una de las neurosis, el de la psicosis debía poder
diferenciarse de éste.

Es así como Lacan volverá sobre la represión en la psicosis, diferenciada por Freud de
la que tiene lugar en la neurosis, cuestión abierta en el pensamiento freudiano para la génesis de
la formación de síntoma en la psicosis. El concepto de verwerfung tendrá una gran modificación
en dicho seminario, pues no hace referencia ni a una desmentida ni a una represión diferenciada
de la de las neurosis, sino a uno de sus conceptos clave, la forclusión. Sin duda alguna, lo
forcluido en el orden simbólico, será lo que retorne desde lo real.

Galende (2003) hace una magistral explicación de esto, no sin antes ser necesario
explicitar que Lacan refería al Complejo de Edipo como momento estructurante del sujeto para
la neurosis, la psicosis o la perversión. Su división del Edipo freudiano en tres etapas, resultará
clave para el entendimiento de su emergente teoría sobre las psicosis, la cual resultará
revolucionaria incluso para la psiquiatría francesa sobre la cual parecía haberse nutrido hasta la
fecha.

Entonces, decirse que la metáfora paterna hará referencia a la manera la que el


significante primordial, el nombre del padre, vendrá a descifrar el tan inocuo y confuso deseo
de la madre, en el segundo tiempo del Edipo. Esto a su vez, tendrá repercusiones directas entre
las neurosis y las psicosis, recordar que esta distinción parecía confundir al padre del
psicoanálisis en dicha diferenciación.

Lacan dispondrá que el niño se regirá por significantes hasta la adultez y la vejez, y es
así como en su primer acercamiento al Edipo, en el primer tiempo del mismo, su deseo está en
estrecha relación con el deseo de la madre. La madre está inscrita en la falta, hecho que tiene
lugar por una huella mnémica, presente en todo ser humano al nacer. Ésta desea poseer un falo
que se presume imaginario. Como ya se mencionó con anterioridad, la angustia de castración
da lugar al génesis en el paso por el complejo de Edipo, la niña se encuentra en falta, su etapa
fálica le reclama un miembro que no posee, posteriormente buscará tenerlo de diferentes
maneras.

30
Este deseo de la madre, visto como un significante, es confuso e inexecrable para el
menor, el tránsito por su propio complejo de Edipo requiere que se convierta en un sujeto
deseante, abandonando la posición de falo imaginario de la madre, y es por esta razón que será
necesario que el padre castre a la madre y al hijo en esta relación simbiótica y codependiente.

Ahora bien, por otro lado, el tránsito al segundo tiempo deberá involucrar al padre (o la
persona que refiera a la función paterna). Al igual que en el primer tiempo, éste también posee
un significante particular; el nombre del padre. Este significante, Lacan lo reconoce como el
significante primordial, traduce el inexorable e incomprensible significante del deseo de la
madre a partir del suyo propio, la temida Castración.

De esta manera queda frustrada la posición fálica adoptada por el hijo, por deseo de la
madre, proporcionando el falo simbólico al niño, con el cual ahora será libre para desear por
fuera del amor filial y realizar su elección de pareja respectiva, inscribiéndolo a su vez en el
orden simbólico, al comprender la prohibición del incesto como norma principal e implícita en
la sociedad, y permitiendo finalmente el tránsito hacia el amor de objeto.

El tercer tiempo, entonces, resultará de vital importancia para dar el último paso a la
inscripción en la cultura, en el orden simbólico y en la comprensión de la norma. Éste hace
referencia al momento lógico en que el significante del nombre del padre, pasada su función
primordial, debe dejar de percibirse como una ley universal en la vida del niño. Esto ocurre en
el momento en que dicho significante y la función paterna en general, demuestra estar inscrita
en un orden social y cultural, regido por una norma propia de la cultura.

En este tiempo, para una estructura en particular dicha caída de lo paterno y la norma,
aquello que se desprende del lugar del padre, se desprende de igual manera en la cultura; La
perversión.

El terror a la castración, entonces, debería quedar ahora como un miedo presente a la


misma, excluyendo la rivalidad con el padre y siendo aún perceptible en la vida del sujeto, pues
de ocurrir todo el esquema antes mencionado, el resultado sería posiblemente una neurosis. Si
durante el segundo tiempo del Edipo el nombre del padre es forcluido de la metáfora paterna,
entonces el sujeto se estructurará desde la psicosis, si por lo contrario, la norma es desmentida

31
durante la llegada de la castración, la organización psíquica del sujeto puede resolverse por vías
de la perversión.

Pues bien, una vez expuesto esto, proceder con la manera en la que Galende (2003)
expondrá sus ideas en torno a la forclusión, de manera asertiva y concisa:

“Pero lo nuevo y esencial es que al caracterizar la psicosis por la forclusión del


significante del nombre del padre en el lugar del otro, y el fracaso de la metáfora paterna,
junto a la desestructuración imaginaria, sienta la base de un concepto estructural de la
psicosis, claramente diferenciado de la neurosis, y que permite una articulación clínica.
La metáfora delirante suple en el psicótico a la metáfora paterna y posibilitaría un
equilibrio entre significante y significado. De este modo se superan, en su enseñanza,
todas las referencias a las pérdidas de realidad, las pobrezas del yo, las relaciones del
delirio con la personalidad, los grados de gravedad, etc., con los que clásicamente se ha
caracterizado las psicosis”. (Galende, 2003, pp.32).

Una vez clarificada la importancia del nombre del padre, significante en juego en la
metáfora paterna, Lacan pisará un terreno novedoso para el psicoanálisis, diferenciando al fin
a la psicosis de la neurosis, la segunda mediada por un mecanismo de defensa específico que
responde a los conflictos del yo; la represión. Mientras que en la primera se llevará a cabo el
mecanismo de la forclusión, que niega el acceso a los significantes, teniendo como consecuencia
la negación del significante nombre del padre, como ya se ha mencionado con anterioridad.

Sin embargo, es necesario reestablecer los lazos con la realidad, a propósito de esta
cuestión con las psicosis, y para esto, Joël Dor ha de sostener que Lacan realiza un aporte
fundamental y angular a la teoría psicoanalítica de una posible clínica de la psicosis, más allá
de la metáfora paterna, pero es necesario inscribir los límites de la misma para no recaer en
fanatismos.

Para ello, el autor sostiene que “el avance lacaniano en el tema de las psicosis es
indisociable de dos series de referentes teórico-clínicos, que podemos agrupar sintéticamente
en torno de las siguientes líneas de elaboración: por un lado las tres categorías, Real, Simbólico
e Imaginario; por otro el significante y su lógica”. (Dor, 1996, pp.461).

32
A este respecto quedaría claro que Lacan define que el psicótico no logra acceder al
orden simbólico por la forclusión del ya mencionado significante primordial, razón por la cual
lo real retorna de manera desfigurada. Pero entonces, ¿por qué ha de considerarse la teoría
lacaniana sobre la psicosis como otra de tantas?

El autor sostiene que la enseñanza de Lacan, desde el seminario 1 hasta el seminario 4


se ha de ligar al orden imaginario y simbólico, el primero de ellos ve su génesis en la conocida
teoría del estadio del espejo, la cual establece que el sujeto, regido por su propio narcisismo, se
ve forzosamente limitado a las imago, de sí mismo y de los objetos, hasta que logra contemplar
su imagen del espejo en conjunción con la del gran Otro, que suele hacer alusión a la madre, y
éste permitirá unificar la imagen a través de la integración del otro a su vida y a su propia
imagen. Mientras que, continuando con lo anterior, los seminarios posteriores han de hacer
referencia al surgimiento definitivo del orden de lo real y del significante y su lógica.

Así, el nuevamente el autor aventurará a decir que el psicoanálisis que propone Lacan
para una posible clínica con el sujeto psicótico, se verá mediada por “la división del sujeto y la
forclusión, el acento es definitivamente puesto en la función principal que juegan las estructuras
simbólicas y lo Real por vía del Imaginario, en la comprensión de los procesos psicóticos”.
(Dor, 1996, pp.464).

Para lo anterior, es posible realizar desde el seminario dedicado a las psicosis una
diferenciación entre la esquizofrenia, que pretende imaginarizar lo simbólico a partir de una
escisión del yo, entendida como una interpretación y otorgación de lugar del otro al propio yo,
y la psicosis que compete a dicho trabajo de grado, la paranoia:

En la paranoia, el delirante es invadido por lo Imaginario en la misma medida en que se


encuentra “cortado” de lo Simbólico. Está constantemente tentado de simbolizar lo
Imaginario. Al no conseguirlo, construye un sentido con todo: todo se convierte en signo
para él. (Dor, 1996, pp.465).

Entonces, si bien Lacan estipula un lugar para la paranoia y la esquizofrenia, sus psicosis
mayores, una génesis y una elaboración a partir de los registros RSI, la advertencia que genera
este autor para que los seguidores de la teoría de Lacan no caigan en la arrogancia que deviene
del saber psiquiátrico, se hace importante entender que su conceptualización de las psicosis no

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responde por completo a las demandas de una clínica de la psicosis, pues no son pacientes con
los cuales resulte sencillo establecer una clínica psicoanalítica propiamente dicha, por tanto, el
autor pronunciará que:

“Es indiscutible que el aporte lacaniano al tema de las psicosis es capital. Aun así es
necesario circunscribir sus límites, aunque más no sea para desarraigar la famosa
“psicosis lacaniana” de las rutinas dogmáticas en las que algunos alumnos de Lacan la
han instalado. (Dor, 1996, pp.462).

4. CONCLUSIONES

Pues bien, llegando finalmente a la conclusión del presente artículo de revisión, existen
diferentes puntos a tener en cuenta en el esclarecimiento de las estructuras clínicas ubicándose
desde el génesis del psicoanálisis, sin embargo la lectura en torno a las nosologías y a la manera
en la que se construyó una diferenciación clínica, permitirá desde una mayor comprensión en
torno a los más antiguos textos freudianos, aún referenciados por muchos post-freudianos, hasta
una comprensión de la episteme alrededor de las organizaciones psíquicas desde el psicoanálisis.

De esta forma, Freud trazó un largo recorrido a través de su vida, dejando una gran
cantidad de textos publicados y unas Obras Completas cualitativamente numerosas.
Posteriormente Lacan retomó sus enseñanzas, reforzó la teoría de Freud en algunos de sus
conceptos básicos, como la estructuración del sujeto a partir de Los Tres Tiempos del Edipo, y
el esclarecimiento de ciertos aspectos inconclusos frente a las psicosis.

Esto quiere decir que la comprensión de las estructuras clínicas atraviesa la teoría
freudiana y la teoría lacaniana, pues esta segunda hará múltiples alusiones a la primera en cada
uno de las reestructuraciones que propone, razón por la cual, se hace nuevamente pertinente
realizar una producción escrita que sirva de guía en la lectura de un Freud que se encontraba
emprendiendo un camino no recorrido.

Por otro lado, reconocer que Freud se valió de los conocimientos impartidos por sus
maestros y colegas, psiquiatras alemanes y franceses, puede abrir un diálogo entre la psiquiatría
y el psicoanálisis, entendido como el surgimiento de la psicodinámica; la unión de estas
disciplinas, que lejos de estar tan alejadas por las pretensiones de la medicina, logran un trabajo
interdisciplinario valioso en el tratamiento de la psicosis, por mencionar un ejemplo común.
34
Finalmente, es importante recordar la aclaración inicial, la cual indicaba que no se
pretendía hacer una descripción exhaustiva de las estructuras clínicas existentes, principalmente
por limitaciones en torno a la extensión del artículo, pues un análisis a profundidad resultaría un
posible trabajo de grado para cada estructura. Se pretendía, por otro lado, que el presente artículo
sirva para aquellos que se adentren a la lectura de Freud, que no comprendan los límites de la
teoría freudiana frente a las psicosis y el tránsito hacia el pensamiento lacaniano para el
entendimiento de los fenómenos psicóticos y, por supuesto, generar inquietudes alrededor de la
perversión, tema en ocasiones olvidado por la creencia de que dichos pacientes no se someten
al dispositivo analítico.

Y, sobre cualquier otra pretensión, hacer un llamado a la lectura de los textos clásicos de
Freud, con las consideraciones respectivas en torno a las nominaciones y antiguas nosologías,
evitando posibles confusiones que son normales, pues el autor emprendía la creación de una
teoría propiamente dicha, la teoría psicoanalítica.

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