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A lo largo de la historia, las personas con discapacidad (PCD) han vivido en situación de
desventaja y han sido discriminadas, excluidas socialmente y despreciadas por su condición.
Se les han negado derechos fundamentales y el acceso a oportunidades de desarrollo
(educación, trabajo, seguridad social, entre otros) y a derechos que son esenciales para
garantizar una vida digna. Esto se debe, en buena medida, a los prejuicios que durante mucho
tiempo se han tenido sobre la discapacidad y los estigmas sociales que se les han impuesto a
las personas que están en esta situación.
Al día de hoy, es posible encontrar, en una misma comunidad, situaciones y actitudes que
reflejan la atención y trato hacia las PCD, desde las tres perspectivas que explicaremos a
continuación:
Este modelo médico asistencial sitúa a la discapacidad como un "problema" que radica en la
persona, quien requiere tratamientos médicos para ser rehabilitada; asimismo, entiende a la
persona con discapacidad como objeto de análisis clínico, de seguridad social, de cuidado
médico o de caridad, alejándose de la idea de la persona como un sujeto titular de derechos.
El modelo médico asistencial considera que las causas de la discapacidad son, como su
nombre lo indica, médicas, por lo tanto, deja de asumir las creencias tradicionalistas o de
prescindencia, bajo este paradigma, las personas con discapacidad (PCD) no son
innecesarias, ni el resultado de la ira o el castigo divino. El paradigma médico sostiene que
las PCD se pueden integrar a la sociedad, siempre y cuando estas personas sean rehabilitadas
o “curadas”
Bajo el paradigma asistencialista, se cree que las PCD deben hacer un esfuerzo titánico para
normalizar su situación e integrarse como puedan a la sociedad. Nunca se considera que la
sociedad y el entorno constituyan un obstáculo que limita las capacidades y los planes de
vida independientes de las PCD. Muchos programas encaminados a este sector de la
población siguen el paradigma asistencialista que centra sus esfuerzos en el empoderamiento
y “normalización” de la PCD, pero deja de lado y sin atender a la sociedad que permanece
incapaz de cambiar su entorno y hacerlo más incluyente.
El paradigma asistencialista logra atender a las PCD y las ayuda a lograr una vida
medianamente independiente, esto representa un gran avance; sin embargo, no logra integrar
la perspectiva de Derechos Humanos que se expondrá a continuación y que es la clave para
la inclusión y la igualdad real de oportunidades.
En este sentido, las demandas de atención de las personas con discapacidad se enfocan
principalmente a dotar de servicios de rehabilitación, acercar ventajas tecnológicas y
desarrollar mejores conocimientos clínicos para explicar y dar respuesta de adaptación a
deficiencias biológicas y anatómicas que alteran el funcionamiento normal de la persona. En
consecuencia, el tratamiento de la discapacidad se encuentra encaminado a conseguir la cura
o una mejor adaptación de la persona.
La discapacidad de una persona es vista como una dificultad, que la medicina no ha podido
vencer, una anormalidad que no le permite a la persona integrarse de manera plena a la
sociedad. Por lo tanto la persona debe luchar sola contra la deficiencia para adaptarse a un
mundo que no está hecho para él.
c) Paradigma de Derechos Humanos (inclusión social)
El modelo de Derechos Humanos, se enfoca en la dignidad de la persona humana,
entendiendo a la dignidad humana como: El sentimiento de deferencia con respecto a las
personas. Reconocimiento adecuado de los derechos y responsabilidades de los
individuos como agentes o sujetos morales dotados de dignidad, al ser considerados (al
menos potencialmente) el "origen" racional de exigencias morales y que son personas
sujetas a su cumplimiento y en un segundo plano, en la discapacidad. La discapacidad
es la deficiencia física, mental o sensorial, ya sea de naturaleza permanente o temporal,
progresiva o regresiva, grave o leve, congénita o adquirida, determinante o continua;
que limita la capacidad de ejercer una o más actividades esenciales de la vida diaria,
que puede ser causada o agravada por el entorno económico y social.
EL CONCEPTO DE DISCAPACIDAD
De acuerdo con la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad "la
discapacidad es un concepto que evoluciona y que resulta de la interacción entre las
personas con deficiencias y las barreras debidas a la actitud y al entorno que evitan su
participación plena y efectiva en la sociedad, en igualdad de condiciones con las demás”.
Analicemos por partes la fracción anterior de la Convención:
“La discapacidad es un concepto que evoluciona”, como se ha visto en los tres
paradigmas, la visión y el concepto de discapacidad y de PCD ha cambiado de una
época a otra, de un país a otro, de un gobierno a otro y de una familia a otra. Se ha
visto a la discapacidad como castigo divino, como enfermedad que hay que curar y
como una barrera que pone la sociedad y el entorno.
“…y que resulta de la interacción entre las personas con deficiencias y las barreras
debidas a la actitud y al entorno”, es decir, la discapacidad no está en la sordera, la
ceguera o en la motricidad de las personas sino en las barreras que el entorno y las
actitudes de la sociedad: discriminación, paternalismo, ignorancia, etc.)
“…que evitan su participación plena y efectiva en la sociedad, en igualdad de
condiciones”, las PCD pueden realizar diversos trabajos, asistir a diversos eventos
sociales y culturales, realizar miles de trámites y otras tantas actividades, si no las
hacen es porque el entorno (ausencia de rampas, transporte público inaccesible, etc.)
y las actitudes de discriminación se lo impiden, no así la discapacidad que tengan.
Como se puede observar, la nueva definición de la discapacidad permea el paradigma de los
Derechos Humanos. Esto no significa que los programas asistenciales y el enfoque médico
de la discapacidad deban desaparecer por completo. Varios tipos de discapacidad son el
resultado de enfermedades como la diabetes o la arterioesclerosis múltiple; sin embargo, esta
atención médica de la discapacidad se verá muy favorecida si se plantea desde la perspectiva
de los Derechos Humanos.
1. Es una limitación injusta porque está basada en situaciones (nacionalidad, edad, condición
social, género, etc.) y rasgos (moreno, bello, feo, tener alguna discapacidad, etc.) de los
cuales la persona no es responsable o bien, no justifican la negación de un derecho. La gran
mayoría de las veces, se trata de una característica que la sociedad entiende como desventaja
y que coloca a las personas en una situación de discriminación.
Nadie es responsable de nacer hombre o mujer, en una familia indígena o de clase
media, de tener una discapacidad física o intelectual, de tener 15 o 38 años, de tener
tez morena o blanca, etc.
Es importante señalar que todo acto de discriminación tiene como consecuencia la negación
o restricción de libertades o derechos; si esta condición no se cumple, se puede decir que no
existe una conducta discriminatoria, por ejemplo:
Si no te invitan a una fiesta de cumpleaños porque tienes alguna discapacidad, no te
están discriminando, pues las personas tienen la opción de decidir a quiénes invitar
a sus fiestas y a quiénes no.
Un empleador abre una convocatoria para un puesto de abogado/a; entre los
aspirantes se encuentra una persona ciega que no tiene la licenciatura en derecho;
el empleador decide contratar al aspirante que tienen la licenciatura y no a la
persona ciega. El empleador no está discriminando al candidato ciego porque la
negativa de su contratación no obedeció a su discapacidad, sino a su falta de
conocimiento y de licencia que el puesto requiere.
Así pues, podemos hablar de una forma de desigualdad, con efectos precisos sobre los
derechos y calidad de vida de las personas cuyo origen está en el terreno de las
representaciones subjetivas de la sociedad y que identificamos con los conceptos de prejuicio,
estereotipo y estigma.
a) Estereotipo:
Creencias, valores, juicios, suposiciones tanto positivos como negativos, asignados a
miembros de un grupo basados en información incompleta que generaliza las características
de algunos individuos hacia todos los miembros. Es compartida socialmente. Ejemplo:
“Las personas con discapacidad no pueden hacer nada solas.”
b) Prejuicio:
Creencias aprendidas y juicios previos de valor positivo y negativo, que se formulan sin
ningún sustento real. Pueden ir dirigidas a un solo sujeto o a grupos. No necesariamente
compartidas por la sociedad. Ejemplo:
“Juana es cieguita, seguro ni sabe leer”
c) Estigma:
Desacreditación culturalmente establecida que se considera negativa hacia una persona o
grupo de personas por sus características físicas o simbólicas. Ejemplo:
“Viene en silla de ruedas, no creo que sea bueno para este trabajo”
La exclusión social no se deriva de la condición particular de la persona, sino del orden social
que asume una “normalidad” excluyente de por sí, ya que sólo posibilita el ejercicio de los
derechos y el acceso a las oportunidades para las personas que cumplen con sus estándares y
exige esfuerzos extraordinarios para quienes no los cumplen, a fin de que puedan participar
de alguna forma en la sociedad.
De esta forma, las instituciones, la infraestructura, el transporte, la información, los medios
de comunicación, la educación, el empleo, los eventos culturales, entre otras muchas
actividades de la vida social, no están pensadas para que las PCD gocen de ellas de manera
independiente. El principal problema radica entonces, no en las limitaciones estructurales o
funcionales que pueda tener una persona; el problema radica en que la sociedad, la cultura,
la forma en que concebimos el mundo no da cabida a las personas con discapacidad.
La integración, por otro parte, procura los medios para que las PCD y otros grupos sociales
excluidos del ejercicio de los derechos y las oportunidades, logren participar en la sociedad
tal como es.
En este sentido, sólo las personas que consiguen parecerse más a la población “normal” o
desarrollar habilidades excepcionales de adaptación, son las que consiguen una “integración
exitosa”. En el caso de la población con discapacidad, se han escuchado historias de personas
que logran acceder a aspectos tan fundamentales como la educación, el trabajo o el deporte,
porque han generado recursos personales que les permiten interactuar y posicionarse en el
marco social imperante. Por ejemplo:
Personas en sillas de ruedas que aprenden a subir y bajar escaleras por sí mismas,
para sortear la falta de rampas y transitar libremente por los espacios a los que todo
el mundo debería tener acceso.
La pregunta es: ¿Qué pasa en la sociedad que las PCD tienen que realizar cosas “heroicas”
para conseguir lo que a cualquier persona le corresponde por derecho?
Inclusión
El nuevo paradigma de Derechos Humanos de la discapacidad parte de un enfoque totalmente
diferente: la inclusión. Significa partir del hecho innegable de que las personas podemos tener
condiciones diferentes como el género, la edad, la discapacidad, el origen étnico, la
preferencia sexual, el estado de salud, la situación económica o cualquier otra, sin que ello
tenga que ser un impedimento para que nos sean garantizados el ejercicio de los derechos y
el acceso a las oportunidades en condiciones de igualdad.
Es por ello que la inclusión consiste en transformar el entorno social: la cultura, las
instituciones, los procesos, la infraestructura, los servicios, las formas de comunicarnos, los
mecanismos para acceder a la información, las calles, los señalamientos, el marco legal, las
alternativas de participación política, los criterios para la selección de personal, la educación,
los instrumentos de impartición de justicia, entre otros muchos aspectos, para poder ser
realmente una sociedad incluyente.
Y cuando hablamos de transformación, nos referimos a realizar las modificaciones necesarias
para que todas las personas podamos gozar de igualdad de condiciones para buscar y obtener
un empleo, acceder a la educación, realizar un deporte, votar, recorrer el camino a casa,
decidir por nosotros /as mismos/as, recibir un crédito, disfrutar una obra de teatro, tener una
atención médica con calidad y calidez, conocer información de interés público, etcétera. La
mayoría de las PCD tienen que sortear una infinidad de obstáculos para poder acceder a estas
y otras muchas cosas, si es que lo logran, porque ni siquiera se considera que se tenga derecho
a ello. Por ejemplo:
Cuando una persona o una empresa está planeando su negocio, no piensa que podrá
tener entre sus clientes a PCD que podrán requerir condiciones específicas para usar
las instalaciones, o conocer la información sobre el producto o servicio por medios
alternativos de comunicación.
Cuando una institución pública de cualquier nivel de gobierno desarrolla un programa
dirigido a la “toda la población”, generalmente no considera que potencialmente pueda haber
PCD que quieran acceder a sus beneficios, ocasionando que se encuentren limitadas si se
prevén requisitos que les son imposibles de cumplir, o simplemente porque la forma en que
se difunde no es clara y accesible para ellas. Incluso, se llega a considerar que las PCD sólo
pueden ser sujetas de asistencia social, de caridad, curiosidad, miedo, compasión o lástima.
La inclusión plantea un escenario totalmente distinto en el que todas y todos tienen mucho
que hacer para cambiar sus concepciones, sus actitudes, su forma de ver y tratar a las PCD
desde los diferentes ámbitos en los cuales se desenvuelven (la familia, la escuela, el trabajo,
etc.) con miras a erradicar esa idea de “normalidad” que las lleva a la exclusión y comenzar
a construir una sociedad en la que todas las personas sean sujetas de los mismos derechos.
La sociedad no permanece inmutable ante las exclusiones, sino que modifica los límites
establecidos para poder incorporar a todas las personas. Es por ello que en lugar de hacer que
las personas diversas se metan al rectángulo que representa la sociedad, el rectángulo
modifica sus líneas y, sin importar que cambie su figura, amplía sus límites para darles
cabida.