contra el suelo por los conjuros. Luego, la sangre, la pélvora, la harina de trigo y el polvo
del café se habian amasado hasta constituir la Levadura capaz de hacer volver la cabeza a
Jos antepasados, mientras latian los tambores consagrados y se entrechocaban sobre una
hoguera los hierros de los iniciados. En el colmo de Ia exaltacién, un inspirado se habi
montado sobre las espaldas de dos hombres que relinchaban, trabados en piafante perfil
de centauro, descendiendo, como a galope de caballo, hacia el mar que, més alld de la
noche, ms alla de muchas noches, lamia las fronteras del mundo de los Altos Poderes.
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SANS-SOUCI
Al cabo de varios dias de marcha, Ti Noel comenz6 a reconocer ciertos lugares.
Por el sabor del agua, supo que se habia baiiado muchas veces, pero mas abajo, cn aquel
arroyo que serpeaba hacia la costa. Pasé cerca de la caverna en que Mackandal otrora,
hiciera macerar sus plantas venenosas. Cada vez. mas impaciente, descendié por angosto
valle de Dondén, hasta desembocar en la Llanura del Norte. Entonces, siguiendo la orilla
del mar, se encaminé hacia la antigua hacienda de Lenormand de Mezy
Por las tres ceibas situadas en vértices de tridngulo comprendié que habia llegado.
Pero ahi no quedaba nada: ni afiletia, ni secaderos, ni establos, ni bucanes. De la casa,
una chimenea de ladrillos que habian cubierto las yedras de antaito, ya degeneradas por
tanto sol sin sombra; de los almacenes, unas losas encajadas en el barro; de la capilla, el
gallo de hicrro de la, veleta. Aqui y alla se erguian pedazos de pared, que parecian
gruesas letras rotas. Los pinos, las parras, los arboles de Europa, habian desaparecido, asi
como Ia huerta donde, en otros tiempos, habia comenzado a blanquear el esparrago, a
espesarse el corazdn de la aleachofa, entre un respiro de menta y otro de mejorana. La
hacienda toda estaba hecha un erial atravesado por un camino. Ti Noel se senté sobre una
de las piedras esquineras de la antigua vivienda, ahora piedra como otra cualquiera para
quien no recordase tanto. Estaba hablando con las hormigas cuando un ruido inesperado
Ie hizo volver la cabeza. Hacia él venian, a todo trote, varios jinetes de uniformes
resplandecientes, con dormanes azules cubiertos de agujetas y paramentos, cuello de
pasananeria, entorchadus de mucho flecu, pantalones de gamuza yalunada, chacos con
penacho de plumas celeste y botas a lo huisar. Habituado a los sencillos uniformes
coloniales espaifioles, Ti Noel descubria de pronto, con asombro, las pompas de un estilo
napolednico, que los hombres de su raza habjan Hevado a un grado de boato ignorado por
los mismos generales del Corso. Los oficiales pasaron por su lado, como metidos en una
nube de polvo de oro, alejéndose hacia Millot. El viejo, fascinado, siguié el rastro de sus
caballos en la tierra del camino.
Al salir de una arboleda tuvo la impresién de penetrar en un suntuoso vergel.
‘Todas las tierras que rodeaban el pueblo de Millot estaban cuidadas como huerta de
alquerfa, con sus acequias a escuadra, con sus camellones
‘verdecidos de posturas tiernas, Mucha gente trabajaba en esos campos, bajo la vigilancia
de soldados armados de litigos que, de cuando en cuando, lanzaban un guijarro a un
perezoso. "Presos", pens6 Ti Noel, al ver que los guardianes eran negros, pero que los
trabajadores también cran negros, lo cual contrariaba cicrtas nociones que habia
adquirido en Santiago de Cuba, las noches en que habia podido coneurrir a alguna fiesta
de tumbas y catis en el Cabildo de Negros Franceses. Pero ahora el viejo se habia
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