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I- Introducción

Conclusiones y directrices resultantes del ordenamiento de las actividades


productivas en las Zonas A y B de las Zonas de Reserva Forestal

Luego de constatar que es permitido llevar a cabo actividades productivas en las zonas
A y B, de las ZRF, resulta crítico para la implementación de la política de restitución de
tierras, especialmente en lo que se refiere a los apoyos que van dirigidos a favorecer a
las víctimas para que pueda recuperar su capacidad productiva y logre su estabilidad
socioeconómica (Ley 1448/11, art 73), que se establezcan criterios y pautas que
permitan poner en práctica las directrices emanadas de la zonificación de las ZRF.

El ordenamiento específico de las zonas A y B de las ZRF y también el ordenamiento


General, en lo que se refiere a las actividades productiva aceptadas en esas zonas,
establecen un conjunto de criterios que deben cumplir esas actividades, los cuales se
pueden resumir así: a) sostenibilidad y buenas prácticas ambientales; b) compatibilidad
con las características biofísicas y la aptitud del suelo; c) promoción de la conectividad
con y el mantenimiento de las áreas boscosas presentes, en las áreas donde se
ejecutarán los proyectos.

Tanto en el Ordenamiento específico de las zonas A y B, como en el ordenamiento


general de las ZRF, se reitera el requisito de que los sistemas de producción agrícolas,
pecuarios y forestales, integren criterios de sostenibilidad y buenas prácticas
ambientales, los cuales están normalmente asociados entre sí, ya que se trata de que
la búsqueda de aumento en los rendimientos y en los ingresos, esté acompañada del
mantenimiento de los recursos naturales y de la reducción de riesgos de deterioro de
los ecosistemas intervenidos.

Igualmente, se solicita que las actividades productivas sean compatibles con la aptitud
del suelo, y en general con las características biofísicas de cada zona. De esta manera
se asume que al reducir la discrepancia entre el uso por un sistema productivo, y la
aptitud natural de una zona o ecosistema, se reduce la posibilidad de deterioro de los
ecosistemas, y se ponen las bases de un uso sostenible.

Finalmente, otro importante requisito es el de que los sistemas de producción faciliten


la conectividad de las áreas boscosas presentes, y que se evite la reducción de las
áreas de bosque natural. Dado que se trata de evaluar la posibilidad de llevar a cabo
proyectos productivos en Zonas de Reserva Forestal –ZRF- las cuales cuentan, como
ya se analizó previamente, con una importante cobertura de bosques, este aspecto es
muy importante.

En este punto la dificultad y el reto al mismo tiempo, son como definir esos criterios y
luego como establecer condiciones para su aplicación práctica en el caso de la
formulación y evaluación de proyectos. En las resoluciones correspondientes a la
zonificación y en otras piezas reglamentarias relacionadas con el tema es poco lo que
se encuentra en este sentido.

Para comenzar el mismo concepto de sostenibilidad, a pesar de ser aceptado


universalmente ha sido desde su aparición objeto de muchas controversias teóricas y
prácticas. Una aproximación practica como la que para el propósito de este trabajo se
requiere, puede apoyarse en desarrollos recientes en los cuales de manera pragmática
se proponen sistemas de producción que permitan incrementos en la producción
evitando los riesgos de pérdida irreparable de los recursos naturales.
De la misma manera, existen varias maneras de aproximarse a la aptitud o vocación de
uso del suelo, integrando las diferentes condiciones biofísicas que determinan la
posibilidad de que sistemas de producción puedan prosperar de manera armónica en
un entorno específico, lo cual en teoría permitiría usos que no deterioran el medio
ambiente. Entonces caracterizar la aptitud y las características de una zona se convierte
en un primer elemento para determinar la posible sostenibilidad de un sistema
productivo respecto de una zona en particular.

Finalmente, pero muy importante para el tema que nos ocupa, es aclarar cómo se puede
implementar la denominada conectividad de las áreas boscosas en donde está ubicado
el sistema productivo.

Con el fin de seguir con el desarrollo y aplicación de los criterios de sostenibilidad que,
de acuerdo con el ordenamiento de las ZRF, deben cumplir las actividades productivas
en las zonas A y B, se hará una aproximación secuencial, para lo cual se comenzará
con el análisis de la aptitud del suelo y las condiciones biofísicas; se continuará con la
identificación de esquemas de producción sostenible y buenas prácticas ambientales, y
se finalizará con algunas consideraciones sobre las condiciones económicas y sociales
que se asocian a los usos o proyectos productivos deseados.

De aquí se puede desprender una metodología de trabajo para la formulación y


evaluación de proyectos, según la cual la aproximación secuencial puede operativizarse
a través de etapas, a ser agotadas siendo cada una requisito de la siguiente. Si un predio
o una zona no cuentan con la aptitud o las condiciones biofísicas favorables, no se debe
continuar con el uso de un cierto sistema de producción y luego si un cierto uso de
sistema no se adapta a las condiciones biofísicas no se debe avanzar a la formulación
económica y financiera.

II- Las condiciones biofísicas, la aptitud y la


vocación productiva de las tierras en las zonas A
y B de las ZRF.

1. Condiciones biofísicas y el potencial de uso agropecuario como base


para la sostenibilidad de los esquemas de producción en las zonas A y B.

El conocimiento de la aptitud de los suelos y en general de las condiciones


biofísicas de una zona, permite seleccionar con mayor pertinencia los sistemas
de producción y las prácticas ambientales que mejor se adaptan a una zona,
reduciendo las discrepancias que pueden conducir al deterioro de los
ecosistemas intervenidos.

En el análisis de las compatibilidades y/o posibles discrepancias entre la aptitud


de uso y los sistemas productivos, es necesario considerar la posibilidad de que
un sistema o una práctica que puede ser considerada sostenible en un
ecosistema particular, no necesariamente lo es en cualquiera otro.

El objetivo de la evaluación de la aptitud de uso del suelo y de las condiciones


biofísicas, es identificar sistemas de producción que sean apropiados, y que no
ocasionen impactos negativos en el medio ambiente, es decir que sean
sostenibles a largo plazo, para una unidad productiva específica.
Como se ha mencionado anteriormente, este análisis adquiere mayor relevancia
ahora, dado que se han reconocido limitaciones técnicas en la delimitación de
los polígonos que son la base la zonificación de las zonas al interior de las ZRF.
Las zonas delimitadas, a través de los polígonos correspondientes, son muy
amplias, y diversas ambientalmente a su interior, por lo que determinar la
viabilidad de un proyecto o actividad específicos, requiere información de más
detalle sobre las condiciones biofísicas y ambientales del área de localización
del predio.

Una condición estrechamente relacionada al análisis de la aptitud de uso,


siguiendo los criterios de ordenamiento de las zonas al interior de las ZRF, es el
de la relación de los sistemas de producción con la cobertura boscosa presente,
para lo cual se indica que se debe facilitar la conectividad entre estos sistemas
y los recursos forestales, y que se debe evitar la pérdida de bosques naturales.

Con este propósito se menciona la posibilidad de incorporar el componente


forestal a los sistemas productivos, a través de arreglos agroforestales,
silvopastoriles y herramientas de manejo del paisaje y evitar la pérdida de
bosques naturales. Finalmente y complementando estas directrices el
ordenamiento general dispone que es posible realizar actividades del
aprovechamiento y comercialización de productos maderables y no maderables
del bosque.

Por esta razón, y sobre todo en el contexto de los posibles usos productivos de
las ZRF, en conveniente integrar en el análisis de la aptitud de los suelos y las
condiciones biofísicas información sobre el estado de la cobertura boscosa ya
que su manejo en el contexto del sistema productivo se puede convertir en un
factor de sostenibilidad.

2. Conceptos de Aptitud y Vocación del uso del suelo.

La vocación de uso del suelo es una forma de clasificar los suelos según un
ordenamiento sistemático de carácter práctico e interpretativo, fundamentado en
la aptitud natural que presenta el suelo para mantener unos sistemas de
producción en forma continua bajo unas condiciones de uso y manejo
específicas. Este ordenamiento proporciona una información básica que muestra
la problemática de los suelos, su potencialidad productiva, sus limitaciones de
uso, las prácticas de manejo que requieren, y también suministra elementos de
juicio necesarios para la formulación y programación de planes
integrales de desarrollo agrícola.

La aptitud se refiere a la capacidad de un lugar específico para producir un cultivo


determinado en base a los condiciones agroclimáticas y de los suelos y se
relaciona con la vocación puesto que ésta determina el uso principal que resulta
óptimo para una unidad de tierra determinada, sin sobrepasar los límites de su
capacidad productiva, es decir, que la vocación persigue fijar una orientación de
uso general de las tierras, bajo unos parámetros de ordenamiento que
correspondan con la aptitud, con el mejor beneficio económico, social y
ambiental.
La aptitud de uso agropecuario de la tierra, se determina en función de dos
factores; la oferta y la demanda.

La oferta está definida por la base natural, es decir, por las características
biofísicas de las tierras que favorecen o limitan el desarrollo de sistemas de
producción primaria, y generalmente comprende atributos de las tierras de difícil
modificación por parte del hombre, que determinan su capacidad de uso (ej.
Clima, pendiente, condiciones de drenaje, la textura,…)

La demanda se define por los usos de la tierra, y comprende todas las formas de
aprovechamiento y uso que el hombre hace de un territorio, y este comprende
las técnicas, conocimientos y cultura para instalar maneras de uso y manejo de
las tierras, para obtener beneficios, ojalá de manera eficiente, sin sobrepasar los
límites de la capacidad natural o intrínseca de las tierras.

El grado de discrepancia o congruencia entre la oferta y la demanda de las


tierras, determina la aptitud de uso agropecuario de las mismas bajo unas
condiciones de sostenibilidad, es decir, usar y aprovechar los recursos sin
comprometer la posibilidad de reproducir la capacidad productiva de los
ecosistemas intervenidos o usados.

3. Variables biofísicas y ambientales útiles para determinar la aptitud de


uso agropecuario de las tierras

La información que se ha utilizado en este trabajo, para establecer la aptitud de


uso agropecuario de las tierras en las ZRF, es básicamente la reportada en los
Levantamientos de suelos del IGAC a nivel general, que está publicada por
Departamentos a escala 1:100.000 para todo el país.

Estos estudios aportan una información significativa de las características


físicas, químicas, mineralógicas, ambientales de los suelos del país, además del
mapa de suelos a la escala mencionada.

En estos informes, de carácter técnico y científico, al final existe un capítulo a


manera de síntesis, denominado “zonificación de tierras”, que no es otra cosa
que la interpretación técnica del levantamiento agrológico en términos de su
aplicación práctica para la planificación agropecuaria, con un resultado
denominado vocación de las tierras, donde a manera de zonificación se definen
la oferta de las tierras entendida en usos mayores (agrícola, ganadera,
agroforestal, forestal y conservación) y dentro de ellas cada uno de los usos
principales en cada categoría.

Para información relativa a las variables a considerar en estudios de aptitud para


usos específicos de las tierras puede consultarse las guías o directivas
propuestas por la FAO, para usos forestales (FAO, 1984), agricultura bajo
riego (FAO, 1985), ganadería extensiva (FAO, 1991), agricultura de secano
(FAO, 1983).
En consecuencia, la información de las unidades de tierra a nivel de sitio o finca,
así como de los requerimientos específicos del cultivo, requiere de labores
exhaustivas de levantamiento de información en campo, que no pueden ser
responsabilidad de la URT, y esto demanda la conformación de equipos técnicos
especializados para elaborar encuestas para suplir la información al nivel de
detalle que se requiere alcanzar, así como de establecer valores críticos de esas
cualidades o características de las tierras deseables respecto de la necesidad o
del requerimiento de un uso en particular.

Las unidades de tierra, generalmente son las unidades cartográficas de suelos,


al mayor nivel de detalle posible (nivel de serie de suelos), para garantizar la
fiabilidad de los resultados. En términos generales se debe disponer de mapas
y datos confiables de la topografía, los suelos, el clima, etc. Sin embargo, es casi
seguro que será necesario llevar a cabo estudios adicionales tanto para
interpretar los mapas existentes como para recopilar datos adicionales sobre el
terreno, en particular para evaluar las cualidades y características de la tierra, a
niveles de detalle superiores a la escala 1:100.000 disponible.

3.1. Cualidades de las tierras deseables de evaluar, en un sistema de


producción

Las unidades de tierra se definen de tal manera que correspondan al máximo


con los usos previstos (o sistema de producción) a evaluar. Teóricamente,
deberían coincidir aproximadamente con unidades de manejo de tierras con
habilidades uniformes a patrones específicos de uso, reacciones similares a las
prácticas de mejoramiento de la tierra y las mismas necesidades de manejo. En
la práctica, sin embargo, estos principios deben estar sujetos a las limitaciones
impuestas por el mapeo, especialmente en estudios con poco o moderado
detalle. Al definir y mapear las unidades de tierra para fines de evaluación de un
sistema productivo, deben seguirse las siguientes directrices:

i. las unidades terrestres deben ser lo más homogéneas posible;

ii. la agrupación debe tener un interés práctico, desde el punto de vista del uso
previsto;

iii. debemos ser capaces de mapear las unidades de manera coherente;

iv. la definición de unidades debe ser lo más simple posible y debe basarse en
propiedades fácilmente observables en el campo mediante técnicas de
teledetección. Las operaciones que siguen no deben ser frenadas por un trabajo
cartográfico demasiado sofisticado;

v. las unidades deben ser definidas sobre la base de propiedades de suelo y


tierra relativamente estables que no están sujetas a cambios rápidos como
resultado de las prácticas de manejo.

Las cualidades de la tierra que juegan un papel relevante en los sistemas de


producción, con miras a determinar su potencial agropecuario, pueden
clasificarse en tres tipos:
Necesidades de los cultivos:

 Régimen térmico (basado en una única característica, p.ej. temperatura


media durante la temporada de crecimiento)
 Disponibilidad de agua (modelando el balance hídrico del suelo)
 Disponibilidad de nutrientes (disponibilidad del nutriente más restrictivo)
 Disponibilidad de oxígeno para las raíces (estimación basada en la
combinación de características como condición de drenaje, textura y
estructura)
 Capacidad de retención de nutrientes
 Exceso de sales
 Toxicidad del suelo (aluminio, calcio, yeso, sulfato ácido, otros)
 Plagas y enfermedades

Necesidades de manejo:

 Posibilidades de mecanización (pedregosidad, profundidad efectiva,


pendiente)
 Condiciones que afectan la germinación o el establecimiento
 Facilidades de laboreo o labranza (drenaje, textura)
 Condiciones de enraizamiento (profundidad útil del suelo, textura)
 Tamaño de las unidades productivas
 Accesibilidad actual

Necesidades de conservación:

 Riesgo de degradación del suelo


 Riesgo a la erosión
 Peligros climáticos (heladas, granizadas, vientos, etc)
 Riesgo a la inundación

Estas cualidades son descritas a través de características de las tierras, que son
propiedades de la tierra que pueden ser medidas o estimadas. Ejemplos de
características de la tierra son; la precipitación media anual, el grado de
pendiente, la clase de drenaje del suelo, la profundidad efectiva, la textura del
suelo superficial, la capacidad de agua en el suelo, el pH, el porcentaje de
nitrógeno del suelo, la materia orgánica, etc.

Las cualidades de la tierra son propiedades de la tierra, pero lo que las hace
esenciales es que afectan el uso de la tierra de una manera particular.

En el siguiente numeral, a manera de orientación y con la información disponible


a escala 1:100.000 es oportuno analizar la aptitud y la vocación de las tierras en
las áreas de reserva forestal y sus tipos de zonas A y B.
4. Análisis de la aptitud y la vocación de las tierras en las zonas A y B de
las ZRF.

A continuación, con base en la información secundaria disponible en entidades


especializadas, se realizará una aproximación a la identificación de la vocación
del uso del suelo en las zonas A y B de las ZRF. Con este cruce de información,
se busca confirmar y evidenciar el potencial de uso productivo de algunas áreas
dentro de las zonas A y B, en relación con cierto tipo de sistemas productivos, y
de esta manera determinar con mayores elementos las posibilidades de
sistemas de producción en áreas más localizadas y establecer condiciones
básicas de sostenibilidad.

Luego, complementando este análisis, sobre la vocación de uso en las zonas A


y B, se cruzara esta información con datos sobre cobertura boscosa, con lo cual
se busca identificar otro factor a tener en cuenta en el diseño y la ejecución de
los proyectos productivos. En las zonas A y B.

4.1. Vocación actual de uso de las tierras de las ZRF

Como base se toman los datos de los mapas de vocación de uso de las tierras,
a escala 1:100.000, por cada uno de los cinco grupos establecidos por el IGAC
en el estudio de vocación y se combina con la zonificación de las ZRF.

En Colombia, el IGAC ha establecido 5 grupos o categorías, así: 1) agrícola, 2)


ganadera, 3) agroforestal, 4) forestal y 5) conservación de suelos, y en cada uno
de estos grupos se estipula un uso principal recomendado, como se muestra en
el siguiente cuadro:

Tabla 1. Grupos de vocación de uso y subdivisión por uso principal recomendado


VOCACIÓN ACTUAL USO PRINCIPAL RECOMENDADO
AGRÍCOLA Cultivos transitorios intensivos
Cultivos transitorios semi-intensivos
Cultivos semipermanentes y permanentes intensivos
Cultivos semipermanentes y permanentes semi-
intensivos
AGROFORESTAL Silvoagrícola
Agrosilvopastoril
Silvopastoril
GANADERA Pastoreo intensivo y semi-intensivo
Pastoreo extensivo
FORESTAL Producción
Protección-Producción
CONSERVACIÓN Forestal de Protección
Recursos hídricos e hidrobiológicos
Recuperación
FUENTE: IGAC (2012) Mapa de vocación de uso de las tierras

Cada uno de estos usos se separa por piso térmico, generando un apelativo más
al uso principal recomendado, como p.e. cultivos transitorios intensivos en clima
cálido o en clima medio o en clima frío.
Cabe recordar, que la delimitación o zonificación de las unidades de vocación de
las tierras está basada en la interpretación del estudio general de suelos, así
como en los planteamientos sobre la capacidad de uso (o de aptitud) de las
tierras; su delimitación en el mapa es esencialmente física y tiene como finalidad
agrupar unidades de tierra con limitaciones y aptitudes similares, de tal manera
que su uso óptimo de acuerdo con las características intrínsecas de los suelos y
con el desarrollo socioeconómico del entorno permiten definir una vocación.

En general, el IGAC emplea para este proceso los siguientes factores: el clima
(precipitación, temperatura, altitud), la pendiente, la erosión, el drenaje natural,
la inundabilidad o el encharcamiento, la presencia de pedregosidad o rocosidad,
la profundidad efectiva, la fertilidad, salinidad o alcalinidad y la acidez de los
suelos.

Después de definir el medio biofísico con todas sus variables, se aplican criterios
de evaluación relacionados con la geología, geomorfología, clima ambiental y
suelos; los cuales obedecen a un sistema de jerarquización y clasificación que
se conoce como Manual de Métodos y procedimientos para levantamientos de
suelos (IGAC, 1998), con lo cual se definen las unidades de tierra en los mapas
a diferentes niveles de homogeneidad.

Con base en lo anteriormente indicado, se obtienen las delineaciones de tierras


moderadamente homogéneas cuyas cualidades se confrontan con los
requerimientos de cada uno de los usos de los tipos principales de uso anotados
el cuadro inicial (ver Tabla 1).

Inicialmente, la vocación de las tierras para cada una de las zonas de reserva
forestal se resume en la Tabla 2. Según estos datos, de un total de 14.028.977
hectáreas que suman las ZRF, casi la tercera parte de éstas (29%) puede
dedicarse a actividades productivas (agricultura, ganadería y agroforestería),
mientras que el 71% restante, tiene una vocación forestal y de conservación.

En términos absolutos esa área de vocación productiva es bastante alta:


4.086.384 has., y podría incrementarse aún más, si se tiene en cuenta que al
menos una parte de la tierra de vocación forestal, también puede considerarse
como apta para sistemas de producción forestal comercial. El área con vocación
forestal corresponde a 9.638.918 has., la cual representa la clase de mayor
participación en toda el área de las zonas de las ZRF, con un 68,7%.

Tomando en conjunto las ZRF existen 660.365 hectáreas de vocación agrícola,


258.679 hectáreas de vocación ganadera, 3.167.337 hectáreas de vocación
agroforestal, en las cuales se pueden adelantar sistemas de producción con
prácticas ambientales, compatibles con la zonificación.

Estrictamente las cifras muestran que las áreas con vocación de conservación
representan una proporción muy baja del 2,2 % que corresponde a un poco más
de 303 mil hectáreas. Sin embargo, haciendo la misma consideración que se
hizo para las clases productivas anteriormente, es posible que una buena parte
del área con vocación forestal se pueda también considerar como de
conservación y/o manejo especial (forestal protector).

Tabla 2. Participación absoluta de la vocación de uso de las tierras en las zonas de reserva
forestal de Ley 2ª de 1959
RESERVA Agrícola Ganadera Agroforestal Forestal Conserva TOTAL RF % ZRF
FORESTAL (ha) (ha) (ha) (ha) (ha) (ha) Total
Amazonia 127.567 35.684 2.535.775 5.610.695 5.923 8.315.645 59,3
Magdalena 330.566 161.797 337.816 1.126.854 1.206 1.958.239 14,0
Pacifico 122.161 14.471 158.189 1.401.619 91.335 1.787.775 12,7
Central 51.691 5.181 97.608 746.401 139.82 1.040.706 7,4
Motilones 6.588 8.368 4.849 442.312 1.426 463.544 3,3
Cocuy 15.844 27.749 32.409 159.073 55.843 290.919 2,1
Sierra 1,2
5.949 5.428 691 151.963 8.119 172.149
Nevada
Total 660.365 258.679 3.167.337 9.638.918 303.678 14.028.977 100,0
general 4,7 1,8 22,6 68,7 2,2 100,00%
FUENTE: Elaboró Autores con base en (IGAC, 2012) mapa de vocación de uso de las tierras y
(MADS, 2014) zonificación de las ZRF

Si se analiza la distribución de las clases de vocación, dentro de cada ZRF, se


observa, primero, que en todas estas, las clases forestal y agroforestal son las
de más alta participación. En todas, la vocación forestal se encuentra en un
rango que va del 55 al 96%.

Segundo, que consideradas conjuntamente las clases productivas (agrícola,


ganadera, y agroforestal) logran una participación significativa; particularmente
en las zonas Amazonia, Magdalena y Cocuy con áreas de. 2.699.026; 830.179,
y 76.002, que significan 32%, 42% y 25% respectivamente de sus territorios. (Ver
Tabla 3)

Si se observan individualmente las clases productivas, estas tienen una


participación relativamente baja, excepto en los casos de la vocación
agroforestal de la Amazonia, la cual cubre 2.535.775 has., y representa más de
un 30% de su territorio; la vocación agrícola de Magdalena, la cual cubre 330.566
has., y representa casi el 17% de su territorio; y también la vocación agroforestal
de esta misma zona la cual cubre 337.816 has., representando algo más del
17%.

Tabla 3. Participación absoluta de la vocación de uso de las tierras en las zonas de reserva
forestal de Ley 2ª de 1959
ZRF Agrícola Ganadera Agroforestal Total Forestal Conserv. TOTAL RF
(ha) (ha) (ha) Produc. (ha) (ha) (ha)
127.567 35.684 2.535.775 2.699.026 5.610.695 5.923 8.315.645
Amazonia
1,5% 0,4% 30,5% 32,4% 67,5% 0,1% 100%
330.566 161.797 337.816 830.179 1.126.854 1.206 1.958.239
Magdalena
16,9% 8,2% 17,2% 42,3% 57,5% 0,1% 100%
122.161 14.471 158.189 294.821 1.401.619 91.335 1.787.775
Pacifico
6,8% 0,8% 8,8% 16,4 78,4% 5,1% 100%
51.691 5.181 97.608 154.480 746.401 139.82 1.040.706
Central
4,9% 0,5% 9,3% 14,7 71,7% 13,4% 100%
ZRF Agrícola Ganadera Agroforestal Total Forestal Conserv. TOTAL RF
(ha) (ha) (ha) Produc. (ha) (ha) (ha)
6.588 8.368 4.849 19.805 442.312 1.426 463.544
Motilones
1,3% 1,7% 0,9% 3,9 95,5% 0,2% 100%
15.844 27.749 32.409 76.002 159.073 55.843 290.919
Cocuy
5,2% 9,3% 11,0% 25,5 54,8% 19,0% 100%
Sierra 5.949 5.428 691 12.068 151.963 8.119 172.149
Nevada 2,9% 2,9% 0,5% 6,3 87,8% 4,7% 100%
Total 660.365 258.679 3.167.337 4.086.381 9.638.918 303.678 14.028.977
general 4,7% 1,8% 22,6% 29,1% 68,7% 2,2% 100%
FUENTE: Elaboró Autores con base en (IGAC, 2012) mapa de vocación de uso de las tierras y
(MADS, 2014) zonificación de las ZRF

Para ilustrar el análisis anterior pueden verse las Figura 1 y Figura 2, en donde
se observa la alta participación de la vocación forestal (en verde), lo que hace
que se deba tener en cuenta el manejo del bosque en sus diferentes formas al
hacer o al desarrollar las estrategias productivas. Esto es particularmente
significativo en el caso de Motilones, Sierra Nevada y Pacífico.

Figura 1. Vocación de uso de las tierras en la RF de los Motilones, Amazonia, Sierra Nevada y Pacífico

FUENTE: Elaboró Autores con base en (IGAC, 2012) mapa de vocación de uso de las tierras y
(MADS, 2014) zonificación de las ZRF.

En las gráficas también se evidencia las que aun cuando existen clases de tierra
de vocación productiva en todas las ZRF, estas son más amplias en las zonas
Amazonía, Magdalena, Central y Cocuy.

Dado que la clase de vocación forestal es la más alta en todos los casos, la
intervención en estas zonas debe ser muy cuidadosa, y siempre deben
mantenerse las coberturas naturales existentes, y preservar las áreas de
bosque, y las zonas intervenidas deben articularse e interconectarse con las
zonas forestales actuales, ya que los suelos presentan serias restricciones y
deben estar protegidos por coberturas de diversos estratos, y dado que las
condiciones topográficas y de fuertes pendientes son muy importantes, lo que se
evidencia en la participación de la vocación de conservación en tonos de azul en
los gráficos (Figura 1 y Figura 2).

Figura 2. Vocación de uso de las tierras en la RF del Río Magdalena, Central y Del Cocuy

FUENTE: Elaboró Autores con base en (IGAC, 2012) mapa de vocación de uso de las tierras y
(MADS, 2014) zonificación de las ZRF

4.2. Vocación de uso del suelo en las Zonas A y B

Enseguida se enfocará el análisis en la composición de las zonas A y B por las


distintas clases de vocación de uso de la tierra. Como ya se anotó anteriormente,
las zonas A y B, no son homogéneas, sino altamente diversas, debido a la
amplitud de los polígonos que las delimitan, a su diferente situación geográfica,
y a la manera como están definidos los mismos (Resoluciones zonificación,
Artículo 9; Cap. Concept. Tabla 2). Así pues, que es posible encontrar una
diferenciación interior de estas zonas en función de sus características biofísicas
y la aptitud de uso, con lo cual es posible obtener pistas acerca de los posibles
sistemas o estrategias de uso, más pertinentes.

En la Tabla 4, se indica la participación de las clases de vocación de uso en cada


tipo de Zona (A, B y C). Para comenzar el análisis hay que recordar que las
zonas A representan la gran mayoría del área de las ZRF casi el 73%, mientras
las zonas las zonas B son casi el 19% y las zonas C solo casi el 9%.
Tabla 4. Participación de las Categorías de Vocación de uso de las tierras en las zonas A, B y
C de las reservas forestales de Ley 2ª de 1959
% % % %
ZONA B ZONA C TOTAL RF
VOCACIÓN ZONA A (ha) VOC VOC VOC VOC
(ha) (ha) (ha)
/A /B /C ZRF
Agrícola 252.693 2,5 251.558 9,7 156.114 13,0 660.365 4,7
Ganadera 98.576 1,0 105.949 4,1 54.154 4,5 258.679 1,8
Agroforestal 2.350.384 23,0 710.815 27,3 106.138 8,8 3.167.337 22,6
Subtotal
2.701.653 26,5 1.068.322 40,1 316.406 26,3 4.086.381 29,1
Productivas
Forestal 7.246.898 70,8 1.515.568 58,3 876.453 72,9 9.638.919 68,7
Conservación 280.352 2,7 13.858 0,5 9.468 0,8 303.678 2,2
Total 10.228.903 100,0 2.597.748 100,0 1.202.326 100,0 14.028.977 100,0
General 72,9 18,5 8,6 100,0
FUENTE: Elaboró Autores con base en (IGAC, 2012) mapa de vocación de uso de las tierras y
(MADS, 2014) zonificación de las ZRF

Al revisar la distribución de las clases de vocación del uso del suelo en el total
de las zonas A, se encuentra, primero, que las clases con vocación productiva
(agrícola, ganadera, agroforestal) suman algo más 2,7 millones de hectáreas, las
cuales corresponden al 26%, lo cual es un área muy importante; segundo, que
consideradas individualmente las clases de vocación productiva, la vocación
agroforestal es la de mayor participación superando los 2.3 millones de
hectáreas, que corresponde al 23%, y tercero, que la vocación forestal es de 7,2
millones de hectáreas que corresponde aproximadamente al 71%, la cual en
alguna medida puede usarse también para actividades productivas.

En el caso de las zonas B, se encuentra primero que las clases con convocación
productiva suman algo más del 42%, lo que corresponde a más de un millón de
hectáreas; segundo, que consideradas individualmente, las clase de vocación
productiva , la vocación agroforestal es también aquí la de mayor participación
superando los 710 mil hectáreas, o sea el 27,3%; y tercero, que la vocación
forestal es del 58% aproximadamente que corresponde a 1.515 mil hectáreas, la
cual en alguna medida puede usarse también para actividades productivas. A
diferencia de la zona A, aquí la participación de la vocación agrícola es
significativa, acercándose al 10%.

En la
Tabla 5, se muestra la participación de las zonas A y B en cada clase vocación
de uso, en donde se destaca que: primero, tomadas las clases de vocación
productiva (agrícola, ganadera, agroforestal), las zonas A son las que cuentan
con mayor participación o disponibilidad de estas tierras, con más de 2,7 millones
de hectáreas, o sea el 66,1%, de este tipo de clases; segundo, que tomadas
individualmente estas clases productivas, son las zonas A también las que
cuentan con las mayores áreas de vocación agroforestal, que son a su vez las
más amplias entre esas clases, con más de 2.350.384 es decir el 74%; tercero,
que las clases agrícola y ganadera, se distribuyen casi por igual entre las zonas
A y B con algo más del 38% en cada caso.
Tabla 5. Distribución de las Zonas A, B y C en las Categorías de Vocación
ZONA A %A ZONA B %B ZONA C %C TOTAL
VOCACIÓN
(ha) /VOC (ha) /VOC (ha) /VOC VOC (ha)
Agrícola 252.693 38.3 251.558 38,1 156.114 23,6 660.365
Ganadera 98.576 37,9 105.949 40,7 54.154 20,9 258.679
Agroforestal 2.350.384 74,2 710.815 22,4 106.138 3,4 3.167.337
Total Produc. 2.701.653 66,1 1.068.322 26,1 316.406 7,7 4.086.381
Forestal 7.246.898 75,2 1.515.568 15,7 876.453 9,0 9.638.919
Conservación 280.352 92,3 13.858 4,6 9.468 3,1 303.678
Total ZRF 10.228.903 72,9 2.597.748 18,5 1.202.326 8,6 14.028.977
FUENTE: Elaboró Autores con base en (IGAC, 2012) mapa de vocación de uso de las tierras y
(MADS, 2014) zonificación de las ZRF

Finalmente, se destaca que en la clase forestal el mayor aporte lo hace la zona


A la cual dispone de más de 7,2 millones de hectáreas, las cuales representan
el 75%, la zona B aporta algo más del 15% el cual en términos absolutos es muy
significativo, más de un 1 millón de has., teniendo en cuenta que esta clase es
la más amplia de todas.

4.3. Vocación de uso del suelo por cada ZRF en las Zonas A y B
respectivamente.

Para completar el análisis sobre la vocación de usos del suelo para el total de
las ZRF se observará ahora la distribución de las clases de vocación de uso para
para las Zonas A y B, en cada una de las ZRF.

En el caso de las zonas A se observa (Tabla 6) que la vocación predominante


para el total general de todas las ZRF, es la Forestal, con aproximadamente el
71% del área, que corresponde a 7.246.898 hectáreas. Sin embargo, es
destacable el hecho de que tomadas en conjunto las tres clases de vocación
productiva (agrícola, ganadera y agroforestal) tienen una participación de más
del 26%, que corresponde a un área muy significativa de 2.701.653. Además es
importante tener en cuenta que la vocación forestal también admite en alguna
proporción actividades productivas, y que igualmente en esta clase puede haber
áreas de conservación y/o manejo especial adicionales a las consideradas
estrictamente de conservación.

El análisis hecho anteriormente para el total general, no puede ser extrapolado


cuando se analizan las zonas A de cada una de las ZRF, ya que el tamaño en
términos absolutos es muy diferente en cada caso. El tamaño de Sierra Nevada
es mucho menor que el de Amazonia por ejemplo. En Sierra Nevada la
participación de la vocación forestal es de más del 88%, mientras que en
Amazonia es de algo más de 69%; pero en la primera ese porcentaje
corresponde a 88.808 hectáreas, mientras que en la Amazonia corresponde a
4.660.205.

En el caso del subtotal de las clases productivas, la situación es la misma. En


Magdalena representan más del 36%, cubriendo 239.436hectáreas, mientras
que en Amazonia su participación es de un poco más del 31%, pero este
corresponde a 2.098.394 has. En términos absolutos la posibilidad de que se
encuentren áreas en donde pueden llevarse a cabo actividades productivas es
mucho mayor en Amazonia, a pesar de la gran extensión de tierras de vocación
forestal que hacen parte de la zona A de esta ZRF.

Tabla 6. Participación absoluta y relativa de la Vocación de uso de las tierras en la Zona A en


cada una de las ZRF
VOCACIÓN ZONA A
RESERVA TOTAL
AGRÍCO GANADE AGROFOR FOREST CONSERV Total Zona A
FORESTAL PROD.
33.510 25.522 2.039.363 2.098.394 4.660.205 3.297 6.761.895,61
Amazonia
0,50% 0,38% 30,16% 31,03% 68,92% 0,05% 100
107.902 14.169 125.879 247.950 1.364.514 90.204 1.702.667,46
Pacifico
6,34% 0,83% 7,39% 14,56% 80,14% 5,30% 100
80.988 51.240 107.208 239.436 427.523 0 666.958,87
Magdalena
12,14% 7,68% 16,07% 35,90% 64,10% 0,00% 100
17.995 459 61.925 80.380 350.826 128.451 559.656,81
Central
3,22% 0,08% 11,06% 14,36% 62,69% 22,95% 100
1.840 1.089 1.439 4.368 242.278 986 247.632,64
Motilones
0,74% 0,44% 0,58% 1,76% 97,84% 0,40% 100
7.814 3.494 13.885 25.193 112.744 51.592 189.528,95
Cocuy
4,12% 1,84% 7,33% 13,29% 59,49% 27,22% 100
2.644 2.603 686 5.932 88.808 5.822 100.562,31
Sierra Nevada
2,63% 2,59% 0,68% 5,90 88,31% 5,79% 100
252.693 98.576 2.350.384 2.701.653 7.246.898 280.352 10.228.903
Total general
2,47% 0,96% 22,98% 26,41% 70,85% 2,74% 100%
FUENTE: Elaboró Autores con base en (IGAC, 2012) mapa de vocación de uso de las tierras,
(MADS, 2014) y zonificación de las ZRF e (IDEAM, 2012)

Figura 3. Participación de la Vocación de uso de las tierras en la Zona A de cada una de las ZRF
En el caso de las zonas B se observa también (Tabla X2) que la vocación
predominante para el total general de todas las ZRF, es la Forestal, con más del
58% del área, que corresponde a 1.515.568 hectáreas. Aquí tomadas en
conjunto las tres clases de vocación productiva (agrícola, ganadera y
agroforestal) tienen una participación relativa mucho más alta que en las zonas
A llegando a pasar del 41% que corresponde a un área muy significativa de
1.068.322.

Sumadas las áreas de las clases productivas en zonas A y B se llega un área de


3.769.975 hectáreas.

El análisis hecho anteriormente para el total general B, no puede ser extrapolado


cuando se analizan las zonas B de cada una de las ZRF, ya que como se anotó
el tamaño en términos absolutos es muy diferente en cada una. El tamaño de
Sierra Nevada es mucho menor que el de Amazonia por ejemplo. En Sierra
Nevada la participación de la vocación forestal es de más del 88%, mientras que
en Amazonia es de algo más de 59%; pero en la primera ese porcentaje
corresponde a 63.156 hectáreas, mientras que en la Amazonia corresponde a
741.963.

Así mismo sucede en el caso del subtotal de las clases productivas. En


Magdalena representan más del 60%, cubriendo 445.350 hectáreas, mientras
que en Amazonia su participación es de un poco más del 40%, pero este
corresponde a 508.364 has.
Tabla XX Participación absoluta y relativa de la Vocación de uso de las tierras en la Zona B en
cada una de las ZRF
VOCACIÓN (ZONA B)
Etiquetas de Agrícola Ganadera Agroforestal Subtotal Forestal Conserva Total
fila Produc general
Amazonia 32.173 2.197 468.784 503.154 711.135 0,00 1.214.288
2,65% 0,18% 38,61% 41,43% 58,56% 0,00% 100,00%
Central 29.322 1.326 35.317 65.965 398.519 11.258 475.742
6,16 0,28 7,42% 13,86% 83,77% 2,37% 100,00%
Cocuy 5.096 2.486 2.347 9.929 10.978 69 20.977
24,29% 11,85% 11,19% 47,33% 52,34% 0,33% 100,00%
Magdalena 171.339 95.900 173.546 440.785 242.489 0,00 683.274
25,08% 14,04% 25,40% 64,51% 35,49% 0,00% 100,00%
Pacifico 7.779 158 23.530 31.467 17.832 116 49.415
15,74% 0,32% 47,62% 63,68% 36,09% 0,23% 100,00%
Sierra Nevada 3.271 2.796 5 6.072 63.022 2.273 71.367
4,58% 3,92% 0,01% 8,5% 88,31% 3,18% 100,00%
Total general 248.980 104.863 703.529 1.057.372 1.443.974 13.716 2.515.062
9,90% 4,17% 27,97% 42,04% 57,41% 0,55% 100,00%

Figura 4. Participación de la Vocación de uso de las tierras en la Zona B de las ZRF

FUENTE: Elaboró Autores con base en (IGAC, 2012) mapa de vocación de uso de las tierras,
(MADS, 2014) y zonificación de las ZRF e (IDEAM, 2012)
5. Conectividad de los sistemas de producción y las áreas boscosas.

El objetivo de promover la conectividad de las áreas boscosas se puede realizar


mediante el manejo sostenible de la cobertura del bosque como tal, y también
mediante la incorporación de los recursos forestales a los sistemas de
producción y requiere información sobre la disponibilidad y condición de la
cobertura boscosa presente en las áreas donde se pretende llevar a cabo
proyectos productivos.

Resulta entonces importante comparar la vocación de uso frente a las áreas con
coberturas en bosques, con el fin de conocer el tipo de coincidencia o de conflicto
entre la vocación y el uso forestal, y sobre todo de identificar el tipo de manejo o
incorporación que debe darse a los recursos forestales en los sistemas
productivos en cualquiera de las clases de vocación de uso.

Al hacer la confrontación con la información sobre existencia de bosques en el


total de las zonas A de las ZRF (Tabla XXX; Figura 2), se encuentra en primer
lugar que, más del 70% corresponde a áreas con Bosque, Esta participación
porcentual es muy similar a la participación de la vocación forestal en el mismo
total que es de aproximadamente del 71%..

Igualmente, la participación de la clase No Bosque es casi del 18% cerca del 26


% de la participación de las clases de vocación productiva en las mismas zonas
A.

ÁREA TOTAL
RESERVA No Bosque Zona A Sin Datos Zona A Bosque Zona A
ZONA A
FORESTAL
(ha) (%) (ha) (%) (ha) (%) (ha) (%)
Amazonia 489.669,46 7,24 206.841,17 3,06 6.065.384,98 89,70 6.761.895,61 100
Pacifico 547.666,07 32,17 187.385,79 11,01 967.615,59 56,83 1.702.667,46 100
Magdalena 219.747,15 32,95 29.224,49 4,38 417.987,24 62,67 666.958,87 100
Central 265.383,50 47,42 61.594,73 11,01 232.678,58 41,58 559.656,81 100
Los Motilones 127.177,40 51,36 7.596,55 3,07 112.858,69 45,58 247.632,64 100
Del Cocuy 90.585,42 47,80 8.655,65 4,57 90.287,88 47,64 189.528,95 100
Sierra Nevada 73.306,56 72,90 137,88 0,14 27.117,87 26,97 100.562,31 100
Total general 1.813.535,55 17,73 501.436,27 4,90 7.913.930,82 77,37 10.228.902,65 100
En una visión muy global esta situación daría cuenta de una especie de equilibrio
entre las dos categorías: la vocación forestal y la cobertura de bosque. Pero en
realidad se requiere un análisis más cuidadoso, debido a que lo más probable
es que físicamente estas áreas no coincidan en toda su extensión entre sí, y que
por ejemplo, alguna parte del área No Bosque esté sobrepuesta con el área de
vocación forestal, y que alguna parte del área en Bosque esté sobrepuesta con
áreas de vocación productiva distintas de la forestal. Este análisis es igualmente
válido para cada una de las ZRF.

Al hacer la confrontación con la información sobre existencia de bosques en el


total de las zonas B de las ZRF (Tabla XXX; Figura 2), se encuentra en primer
lugar que, más del 41% corresponde a áreas con Bosque, Esta participación
porcentual es muy similar a la participación de la vocación forestal en el mismo
total que es cerca del 58%.

De la misma manera, la participación de la clase No Bosque es casi del 53%


cerca del 41 % de la participación de las clases de vocación productiva en las
mismas zonas B.

Por esta razón, la localización de un predio en particular o una microzona, en


una zona A, no permite desechar o aceptar automáticamente un uso productivo
en particular, antes de que se conozca la manera como se encuentran asociadas
o sobrepuestas la vocación del suelo, las condiciones biofísicas, y la de la
cobertura de bosque presente.

No Bosque Sin Datos Bosque ÁREA TOTAL


RESERVA
Zona B Zona B Zona B ZONA B
FORESTAL
(ha) (%) (ha) (%) (ha) (%) (ha) (%)
Amazonia 635.555,28 50,83 38.246,54 3,06 576.525,11 46,11 1.250.326,93 100
Magdalena 348.449,09 47,65 32.040,63 4,38 350.738,90 47,97 731.228,62 100
11,0
Central 313.169,39 66,16 52.092,33 108.055,13 22,83 473.316,85 100
1
Sierra Nevada 62.800,21 87,73 98,15 0,14 8.688,64 12,14 71.587,00 100
11,0
Pacifico 23.163,61 46,42 5.491,28 21.241,27 42,57 49.896,16 100
1
Del Cocuy 17.047,30 79,69 976,97 4,57 3.367,97 15,74 21.392,24 100
Los Motilones 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00% 0,00 100
Total general 1.400.184,87 53,90 128.945,90 4,96 1.068.617,03 41,14 2.597.747,80 100
III. Estrategias de uso sostenible y buenas prácticas ambientales.

Durante décadas el crecimiento económico se ha basado en el consumo


intensivo de combustibles fósiles y sus derivados, y en el consumo ineficiente de
los recursos naturales, lo que ha generado la degradación del medio ambiente,
y la pérdida de recursos naturales. Se han empleado sistemas de producción
intensivos en insumos artificiales que afectan el funcionamiento y la resiliencia
de los ecosistemas y en consecuencia la provisión de bienes y servicios que se
requieren para sustentar la producción agropecuaria, forestal y de bienes
públicos requeridos por la sociedad.

Por ejemplo, los sistemas de producción predominantes en la agricultura


industrializada han alcanzado niveles de productividad muy altos pero a
expensas de la adición excesiva de insumos artificiales como fertilizantes
químicos, herbicidas y pesticidas (algunos de los cuales se basan en el
aprovechamiento de reservas naturales limitadas); a una intensa mecanización
agrícola que libera gases de efecto invernadero y deteriora el suelo; a un alto
consumo de combustibles fósiles para el transporte; a un ineficiente consumo de
agua; y al uso de recursos genéticos que necesitan de esos paquetes
tecnológicos intensivos para generar dichos rendimientos.

De la misma manera, no debe pasar desapercibido que una gran proporción de


los sistemas de producción empleados por la agricultura tradicional (de
subsistencia), la cual es practicada principalmente por campesinos pobres,
aplica prácticas que en muchos casos derivan en la extracción excesiva de
nutrientes del suelo y en la conversión de bosques en terrenos de cultivo.

Esta situación ha generado un movimiento que propende por un desarrollo


sostenible. El origen de este concepto está en el Informe de la Comisión
Bruntdland, de las Naciones Unidas, de 1987, según el cual “El desarrollo
sostenible es el desarrollo que satisface las necesidades de la generación
presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para
satisfacer sus propias necesidades”.

Aunque este concepto es hoy universalmente aceptado, la noción es compleja


de entender en toda su amplitud en la medida que implica la interacción de tres
grandes dimensiones: el crecimiento económico y el bienestar; la equidad y la
inclusión social; y el mantenimiento del capital natural que es la base de toda
actividad. Por otro lado, al momento de desarrollar estrategias prácticas para su
implementación, surgen dificultades para determinar lo que la sociedad presente
debe ahorrar o preservar para garantizar el bienestar de las generaciones
futuras, y para evaluar los impactos negativos de las intervenciones antrópicas
sobre la resiliencia de los ecosistemas intervenidos para asegurar que se
mantiene la capacidad de estos para regenerar su capacidad productiva.

Más recientemente el concepto de desarrollo sostenible ha evolucionado hacia


modelos más prácticos como el paradigma de Economía Verde, la cual ha sido
definida como aquella que “mejora el bienestar del ser humano y la equidad
social, a la vez que reduce significativamente los riesgos ambientales y la
escasez ecológica” (PNUMA, 2011). Se trata entonces de promover la inversión
en sectores o sistemas de producción, que al tiempo que logran mejoras en los
rendimientos, en la rentabilidad y en la reducción de la pobreza, aplican
estrategias específicas para reducir los riesgos ambientales y así mantener, e
incluso recuperar en alguna medida, la capacidad productiva de la sociedad y de
los ecosistemas en el futuro.

Así, una economía verde debe permitir mayores rendimientos, la generación de


ingresos y la creación de empleos mediante inversiones en esquemas
productivos que propicien la eficiencia en el uso de todo tipo de recursos
naturales e insumos artificiales, la reducción de las emisiones de gases de efecto
invernadero y de la contaminación en general, y la prevención de la pérdida o el
deterioro irreversible de los ecosistemas. Entonces, los sistemas sostenibles
deben incrementar los rendimientos, los ingresos y la rentabilidad, para ser
viables y sostenibles económicamente y socialmente en el tiempo, pues “ningún
negocio es sostenible a menos que sea también rentable” (PNUMA, 2011). Esto
es necesario como una manera de cumplir con el objetivo de mejorar el bienestar
pero también de desincentivar intervenciones más extensas y dañinas sobre el
medio ambiente.

En el caso particular de la agricultura y otros sectores de producción primaria


existen ya un conjunto de esquemas y buenas prácticas ambientales que han
sido documentadas y evaluadas en el país y en otras partes del mundo, los
cuales pueden servir de base para para construir un Catálogo Indicativo para la
formulación de proyectos económica y ambientalmente sostenibles.

Es importante tener en cuenta que el uso de estos esquemas no implica


descartar tecnologías o prácticas sobre bases ideológicas, pues el
“enverdecimiento” se logra con el uso tecnologías que logren mejorar la
productividad de los agricultores sin causar daños a la población ni al medio
ambiente, por lo cual cada caso debe ser evaluado sin dar juicios apresurados
(PNUMA, 2011). Por esta razón, aunque los métodos naturales/biológicos, y los
insumos artificiales parecen estar en extremos distintos del espectro, el uso de
todos estos recursos en forma precisa y eficiente, puede ser incluido en el
catálogo de las prácticas sostenibles.

A continuación se describen las estrategias de uso sostenible y buenas prácticas


ambientales en las actividades de agricultura, manejo de bosques, turismo y
construcción, así como algunas directrices y recomendaciones para aplicarlas.

1. Agricultura Sostenible y buenas prácticas ambientales (cultivos y


ganadería)

La agricultura, que incluye el manejo de la tierra para cultivos de fibra, alimentos


y materiales de construcción, y la tenencia de animales para producción de
carnes, lácteos y derivados, está íntimamente relacionada con el uso de bienes
y servicios ecosistémicos como el agua, el suelo y la biodiversidad. Sin embargo
esta relación no ha tenido en cuenta criterios de sostenibilidad que minimicen los
impactos ambientales irreversibles, por lo que el avance de la frontera agrícola
se ha convertido en uno de los principales motores de degradación ambiental y
pérdida de la biodiversidad en países como Colombia (Min Ambiente, 2014).

La agricultura sostenible busca remediar esta problemática, y es entendida


aquella que aplica sistemas de producción que buscan conservar los recursos
naturales asociados, ser económicamente viable y socialmente aceptable
(Brown et al, 1987). Este tipo de agricultura se orienta por varios principios entre
los que se encuentran:

i. Generar mayores rendimientos físicos y ser rentables económicamente;


ii. Proteger y mejorar los medios de subsistencia, la equidad y el bienestar
social de las zonas rurales;
iii. Hacer un uso más eficiente de todos los recursos naturales y/o insumos
artificiales aplicados; y evitar los desperdicios;
iv. Desarrollar acciones concretas para conservar, proteger y mejorar los
recursos naturales asociados y evitar los riesgos ambientales;
v. Reducir las emisiones de gas y la contaminación en general; y
vi. Aumentar la resiliencia tanto de las comunidades humanas como de
los ecosistemas (FAO, 2017b y Autores).

El conjunto de técnicas que siguen estos principios generalmente se pueden


agrupar de la siguiente manera y serán descritas a continuación:

a) Manejo de la Fertilización y en general de la nutrición de las especies usadas


en los sistemas de producción, mediante el uso más eficiente del suelo, de los
fertilizantes y del agua.

b) Manejo Integrado las plagas y enfermedades, mediante el cual se reduzca el


uso de pesticidas artificiales para aprovechar el potencial del antagonismo
natural organismos y sustancias naturales frente a los agentes de las plagas y
enfermedades.

c) Diversificación o rotación de cultivos, que asocien sistemas agrícolas,


ganaderos y forestales, los cuales contribuyen al logro de todos los demás
objetivos de las buenas prácticas.

d) Sistemas de manejo postcosecha, limpieza, selección, empacado, transporte,


transformación primaria, que logra evitar pérdidas y mejora el aporte de valor
agregado y la posibilidad de incorporarse a cadenas agroindustriales.

e) Medidas de adaptación al cambio climático

A pesar de que en un sistema agrícola todos los insumos y procesos están


interconectados entre sí y algunas prácticas son transversales, se identifican
separadamente con el fin de entender para cada recurso, práctica y
comportamiento cuáles son las “buenas prácticas” y técnicas para considerar
sustentable la actividad agrícola.

a) Manejo de la fertilización y en general de la nutrición de las especies


Un suelo con suficiente disponibilidad de los nutrientes necesarios para el
crecimiento de las plantas es esencial para una buena cosecha. Esta
disponibilidad de nutrientes depende tanto de la cantidad en la que se
encuentran presentes en el suelo, como del agua que permite que éstos sean
absorbidos. Sin embargo, prácticas como la remoción, volteo y sustracción de
material del suelo y el excesivo uso y malgasto de sustancias químicas, generan
deterioro, erosión, contaminación y pérdida de las cualidades biológicas,
químicas y físicas del suelo y de las fuentes de agua subterráneas, lo que termina
afectando el rendimiento de los distintos cultivos.
Prácticas de este tipo están relacionadas con el laboreo y labranza con máquinas
o con animales (el uso de grandes tractores y vehículos de carga y de arado) y
el pastoreo intensivo, que compactan la tierra y dejan al descubierto el suelo
exponiéndolo a la erosión por agua y viento. El excesivo uso de fertilizantes y
sustancias controladoras de plagas también son dañinos para la misma nutrición
de las plantas pues contaminan el suelo y el agua, aumentan el riesgo de adquirir
plagas y enfermedades, y afectan indiscriminadamente poblaciones de
organismos benéficos.
Una agricultura sostenible promueve la evaluación de las características
biológicas, geológicas, físicas y químicas de los suelos, pues esto permite
identificar sus necesidades nutricionales y ayuda a gestionar adecuadamente los
recursos según el tipo de cultivo a implementar, lo cual evita el consumo excesivo
de fertilizantes minerales u orgánicos, la contaminación del suelo y de las fuentes
de agua subterráneas, la erosión y la desertificación.
Se recomienda emplear ciertas prácticas tales como métodos que permitan al
suelo descansar y recuperarse después de un periodo de cultivo y cosecha,
utilizando cultivos rotativos y parcelas de descanso.
Con respecto a la fase de preparación de la tierra, labranza y siembra, las
prácticas aconsejables son la labranza cero y la labranza de conservación a
través de la siembra directa1, que evite actividades como el uso de herbicidas u
otras sustancias químicas, así como el uso de cercas vivas que funcionen como
barreras cortavientos, el uso de cubiertas vegetales permanentes, y en terrenos
con pendientes la siembra en bandas o fajas transversales en líneas de nivel
para evitar la erosión por escorrentía (FAO, 2017c).
Con respecto al enriquecimiento y protección de la materia orgánica se
recomienda el uso de plantas forrajeras en vez de pastos, que contribuyan a la
fijación de nitrógeno o sirvan como abono verde a través de la liberación de
hojarasca (PNUMA, 2011), así como la aplicación de humus, mantillos, desechos
y abonos ricos en carbono como las heces animales y el compost. Este manejo
integrado del ciclo de nutrientes a través del reciclaje de desechos orgánicos y
compostaje aporta en gran medida al enriquecimiento de los suelos y la
reducción de la liberación de CO2 (FAO, 2017c).
De otra parte se debe promover el uso eficiente y sostenible de las fuentes de
agua que permita tanto asegurar a lo largo del año este recurso escaso (el cual

1Las prácticas de labranza cero y labranza de conservación consisten en hacer la siembra directa
dejando algunos residuos de cultivo sobre la superficie, y con ayuda de maquinaria pequeña o a
mano, se colocan las semillas sobre la cama de residuos de la superficie (Altieri y Nicholls, 2000).
como se dijo anteriormente es fundamental para la nutrición de las plantas y los
demás organismos), como ahorrar su gasto, garantizar la conservación de las
fuentes naturales de agua, y evitar prácticas que puedan contaminar los
acuíferos (PNUMA, 2011).
Se promueven entonces métodos como el riego por goteo controlado, riego
presurizado, riego por gravedad, riego en horas de la noche o de la madrugada;
la captación y almacenamiento de agua lluvia a través de la construcción de
alcorques alrededor de árboles y plantas del cultivo, de estanques, de balsas y
de cisternas; la recolección de agua de escorrentía a través de pequeños diques
para dirigirla al cultivo; el uso de métodos para evitar la evaporación y perdida
de agua en los cultivos, como el uso de coberturas con residuos vegetales con
el fin de retener la humedad cerca a las raíces de las plantas; y el desarrollo y
adecuación de métodos para la reducción de la contaminación del agua residual
proveniente del lavado y del quehacer doméstico y el no vertimiento en las
fuentes naturales sustancias contaminantes, tóxicas o nocivas (FAO, 2017 a y b
e IICA, 2015).
Calcular la huella hídrica de cada una de las etapas de producción agrícola, es
un buen indicador que permite evaluar los requerimientos hídricos de dicha
actividad y evitar aquellas que tengan altos requerimientos de agua como por
ejemplo la cría vacuna o los cultivos por inundación (IICA, 2015).
b) Manejo Integrado del plagas y enfermedades
Las plagas y enfermedades en plantas y animales reducen su producción,
deterioran su eficiencia, afectan los precios y el acceso a los mercados y
amenazan la seguridad alimentaria. Estas plagas y enfermedades constituyen
una amenaza para el medio ambiente tanto por si mismas como por las medidas
que se utilizan para combatirlas. En la actualidad los plaguicidas y los depósitos
de plaguicidas no utilizados tienen serios impactos ambientales. Se sabe que
cerca de 98% de los fungicidas, herbicidas e insecticidas, afectan especies
diferentes a la especie objetivo, además contaminan el suelo, el aire y las fuentes
de agua (RAS, 2017).
El Manejo Integrado de Plagas y Enfermedades (MIP) es una alternativa viable
frente al uso de plaguicidas de la agricultura tradicional. Esta es una estrategia
ecológica que usa una gran variedad de métodos complementarios para
controlar plagas y enfermedades reduciendo al máximo o incluso eliminando el
uso de plaguicidas o sustancias químicas.
El MIP se desarrolla en tres fases que van desde la prevención de la enfermedad
y de su propagación, pasando por el uso de métodos de monitoreo, hasta la
erradicación de la infestación en caso de ocurrencia, esto último preferentemente
a través de agentes biológicos o sustancias de baja toxicidad y poca
permanencia en el ambiente (RAS, 2017).
La fase de la prevención busca la selección de variedades y razas resistentes.
la diversificación en vez de la homogenización del cultivo, ya que esta ultima crea
mayores condiciones para la rápida y extensa difusión de las plagas y
enfermedades, (FAO, 2015a).
En la segunda fase del MIP se utilizan prácticas de monitoreo, lo que incluye
conocer las plagas a las que son susceptibles los cultivos, así como aquellos que
se encuentran en la zona, esto con el fin de estar preparados ante los signos de
aparición de dichas plagas y enfermedades. También se aconseja el uso de
trampas que dan indicios de presencia de plagas móviles (FAO, 2015a).
La tercera fase de MIP propende por el control y eliminación de los factores
dañinos aprovechando los agentes biológicos benéficos. El uso de agentes
biológicos de control, consiste en el manejo de especies de insectos
depredadores de otros insectos plaga. También se puede recurrir al uso de
biopesticidas los cuales consisten en extractos de plantas, hongos, virus y
bacterias que actúan como controladores de las poblaciones de insectos plaga.
La aplicación de estos pesticidas naturales tiene varias ventajas tales como que
su nivel de toxicidad es bajo, son biodegradables y su duración en el ambiente
es corta. Otros métodos de erradicación son el empleo de trampas y el
cubrimiento de frutos para evitar la postura de huevos de los insectos plaga
(FAO, 2015a).
c) Diversificación o rotación de cultivos y asociación de sistemas
agroforestales y silvopastoriles
El monocultivo agota rápidamente la Materia Orgánica del Suelo al no permitir
que los suelos se recuperen luego de cada cosecha, lo cual termina
disminuyendo los rendimientos de la producción, y aumentando los costos de
producción y los efectos ambientales vía una compra excesiva de fertilizantes.
Además, cuando un mismo cultivo se repite muchas veces en el mismo campo,
acumula plagas y enfermedades a través del tiempo, lo que obliga a aumentar el
uso de plaguicidas dañinos para el ambiente. Por otro lado, los monocultivos
hacen más vulnerables a los productores ante choques exógenos, pues si su
cultivo se ve afectado, no tienen fuentes alternativas de ingresos que les permita
sobreponerse del impacto negativo.
Por esta razón la diversificación de la producción agrícola a través de la
diversificación de cultivos, rotación de cultivos y sistemas agroforestales y
agrosilvopastoriles constituyen estrategias fundamentales para conservar los
suelos y el agua, reducir la vulnerabilidad de los productores, y aumentar la
rentabilidad y los rendimientos de los sistemas agrícolas ya existentes.
La diversificación de cultivos es aquel tipo de agricultura que usa cosechas
múltiples en el mismo espacio para mitigar los riesgos de perder totalmente la
cosecha ante choques externos, y para promover distintas interacciones
ecológicas entre plantas complementarias. Las ventajas de la asociación de
cultivos pueden resumirse en hacer un mejor uso del suelo, agua y del espacio
que en los monocultivos; mejorar la reposición de nutrientes del suelo mediante
fijación biológica de nitrógeno y el reciclaje de residuos de cultivo, lo que reduce
el estrés termal y los índices de evaporación del agua; reducir los problemas de
plagas y enfermedades y aumentar la polinización al atraer la presencia de
insectos y animales benéficos y alejar la presencia de agentes perjudiciales;
regular mejor las malezas; propiciar beneficios mutuos; generar un mayor
rendimiento en la siembra de una determinada área; distribuir los costos de
manejo en las distintas especies cultivadas en el mismo sitio, y minimizar la
competencia por los recursos entre las especies asociadas (ACTAF, 1999).
La rotación de cultivos, práctica ampliamente aconsejada por la Agricultura de
Conservación, planifica la alternancia de cultivos para proporcionar una
producción diversificada y hacer un uso sinérgico entre diferentes cultivos para
controlar enfermedades, aumentar la disponibilidad de nutrientes y mejorar el
ambiente para el enraizamiento. Se controlan enfermedades y plagas porque en
estos sistemas los residuos de los cultivos que pueden estar infectados no son
ni quemados ni enterrados, sino que se rompe la cadena de infección al dejar
pasar suficiente tiempo entre cultivos similares.
Por otro lado se aumenta la disponibilidad de nutrientes y se favorece el
enraizamiento pues se aprovecha que distintos cultivos se desarrollan en
distintos perfiles de suelo y tienen distintos requisitos de nutrientes, dejando
descansar el suelo en diferentes niveles y mejorando el reciclaje de nutrientes
del suelo. Una opción específica de rotación es la alternancia de cultivos de
cobertura y cultivos comerciales a lo largo del año. Los cultivos de cobertura o
abonos verdes pueden ser aprovechadas como alimento o forraje para que sea
rentable económicamente, y son aquellos que utilizan plantas capaces de
devolver nutrientes a la tierra, por ejemplo a través de la fijación de nitrógeno
como en el caso de las leguminosas, de esta manera el suelo nunca esta
descubierto lo que evita y reduce el riesgo a la erosión, la insolación y la pérdida
de nutrientes por lixiviación y escorrentía (Hernández et al., 2008; FAO, 2017d;
FAO, 2015b).
Los sistemas agroforestales son formas de uso y manejo en las que árboles y
arbustos son utilizados en asociación con cultivos agrícolas y con animales. En
éstos se incluyen los sistemas Silvoagrícola (árboles asociados a cultivos), los
sistemas silvopastoriles (árboles asociados a la ganadería), y los sistemas
Agrosilvopastoril (árboles asociados a la cultivos y a la ganadería).
Con respecto a las buenas prácticas en la producción animal de estos
agrosilvopastoriles éstas dependen de varios aspectos tales como la finalidad de
la producción animal, los espacios usados para la producción animal, la densidad
de las unidades de pastoreo y la intensidad (FAO, 2002a).
Algunas recomendaciones generales de buenos métodos pecuarios son la
utilización de especies arbóreas o arbustivas para el forraje de los animales en
vez de coberturas exclusivas de pastos; evitar el sobrepastoreo a través de la
reducción del tiempo que pasan los animales en potreros y la adecuación de
espacios como establos para las horas de alimentación y sueño; utilización de
técnicas de ensilado con el fin de aumentar y controlar la alimentación de los
animales y así vigilar la cantidad de biomasa y proteína que se aporta, así como
las características de los desechos que los animales generan; la regulación y
reciclaje del abono animal para enriquecimiento de las unidades de agricultura a
través de técnicas como el lombricultivo; vigilar la salud del ganado y trabajar por
la prevención de enfermedades con establos y espacios adecuados, buena
gestión de forrajes, alimentos y estrictas prácticas de higiene; garantizar el
bienestar animal con espacios confortables y sanos, la eliminación de prácticas
quirúrgicas innecesarias, el respeto las densidades máximas de pastoreo y otros
métodos que reduzcan la incomodidad, dolor, hambre, sed, insolación o estrés
de los animales; y utilizar los desechos que provienen de la cosecha como cama
en los establos de los animales para cortar los ciclos de vida de las plagas
asociadas a los cultivos y favorecer su descomposición y reintegración al suelo
(CIPAV, 2011; FAO, 2002a).
De esta manera un sistema agroforestal sostenible entiende la importancia de
los bosques y los árboles en el sistema agrícola debido a los servicios que estos
prestan de protección, regulación, flujo de nutrientes, refugio de biodiversidad
entre otros, por lo que se incluyen actividades silvopastoriles a pequeña escala,
cultivos mixtos de árboles maderables siempre y cuando no reemplacen la
vegetación original, huertas, y otros tipos de cultivo de pequeña y mediana
escala. (PNUMA, 2011).
d) Manejo de los Recursos Forestales
Los bosques juegan un papel fundamental por los servicios ecosistémicos
asociados, sus múltiples valores sociales y culturales, por su asociación y
optimización de las actividades agrícolas y ganaderas sostenibles y la existencia
de productos aprovechables que provienen de allí.
De esta manera una práctica sostenible debe velar por dichos servicios
ecosistémicos lo que incluye la protección de los bosques riparios y la vegetación
protectora de quebradas y nacimientos. Esta vegetación está biológicamente
adaptada a las condiciones de clima y suelo de la región, y entre otras funciones
tiene servicios asociados a la regulación climática y la biodiversidad, es refugio
de miles de especies silvestres, protege de la erosión, la desertificación y regula
gases de efecto invernadero, mantiene la estructura del suelo para que no se
pierda agua por infiltración, controla plagas y enfermedades, y asegura la
polinización. Por esto la eliminación y reemplazo de la flora nativa es una práctica
inadecuada, ya que hace que cambien las tasas de requerimiento de agua y
evapotranspiración, lo que puede generar un déficit hídrico en el sistema (IICA,
2015).
Dentro de los sistemas boscosos las zonas de reserva forestal (ZRF) son una
estrategia para aprovechar los diferentes papeles que juegan los bosques, pues
refuerzan la exigencia del uso sostenible de los productos forestales, limitan el
avance de la deforestación, e incentivan arreglos productivos compatibles con el
uso sostenible de los bosques, tales como los sistemas agroforestales que sirven
de conexión entre sistemas productivos agrícolas y ecosistemas boscosos
intervenidos o no (Ver sección 1.d), y las plantaciones forestales ya sea para
fines comerciales o para fines de restauración.
Las plantaciones forestales tienen un gran potencial ya que disminuyen la
presión sobre los bosques naturales, en especial si dichas plantaciones se
ubican en zonas de menor valor biológico, ya que proporcionan oportunidades
de brindar nuevos servicios ambientales (PNUMA, 2011).
Para esto se han establecido acciones y estrategias encaminadas al uso y
conservación sostenible de los bosques con el fin de mantener y mejorar sus
múltiples valores, las cuales son denominadas Manejo Forestal Sostenible y
Gestión Forestal Sostenible (MFS y GFS respectivamente). Entre ellas se fija la
importancia de conocer cuáles son los productos maderables y no maderables
que se pueden aprovechar, ya que si estos son adecuadamente administrados
no deben poner en riesgo los servicios ambientales del bosque (PNUMA, 2011).
Otras prácticas de buen manejo incluyen los programas de reforestación a través
de plantaciones forestales mixtas con especies que puedan ser usadas para
madera y leña, la tala selectiva de bajo impacto (RIL), zonas de amortiguación
para protección de cursos de agua, preservación de las poblaciones de especies
usadas para tala, construcción de corredores para ayudar a la conectividad del
paisaje. Todo esto puede ser una opción ambiental y económicamente
beneficiosa, asegurando el suministro de madera con el fin de evitar talas
ilegales (PNUMA, 2011). Es importante resaltar que estas plantaciones
forestales son viables siempre y cuando no compitan o sustituyan los bosques
naturales, ni los terrenos destinados a producción de bienes para la
supervivencia de las comunidades (PNUMA, 2011).
e) Sistemas de manejo postcosecha y otras actividades de generación
de valor agregado
Dos grandes retos que enfrenta la agricultura son, de un lado, los altos niveles
de pérdida y desperdicio de alimentos después de la cosecha, y de otro lado, el
incumplimiento de medidas sanitarias y reglamentos técnicos que son requisito
para acceder a los mercados, tanto nacionales como internacionales.
Estos retos se derivan principalmente de la falta de instalaciones de
almacenamiento, deficiente manejo de residuos que propagan infecciones, falta
de instalaciones de procesamiento para evitar la descomposición, e inadecuadas
infraestructuras de transporte.
Disminuir la generación de residuos, restos y la ineficiencia en la gestión de los
alimentos, hacen parte del paradigma de la agricultura sostenible. Con respecto
a la generación de residuos y restos el proceso del compostaje es una técnica
de aprovechamiento de los residuos vegetales o animales que permite recuperar
los nutrientes y volver a utilizarlos. Esto reduce los costos de compra de insumos
como fertilizantes y abonos de materia orgánica, al mismo tiempo que reduce el
impacto de la descomposición sin control de los desechos generados (Román et
al., 2013). Existen otras formas de reciclaje como el uso de biodigestores para la
producción de biogás, que puede ser utilizado para la cocina, calefacción y
generación de electricidad (Ramírez, 1983).
Con respecto a las ineficiencias en la gestión, la FAO resalta que hacer frente a
algunas de éstas requiere sólo de pequeñas inversiones en tecnologías simples
de manejo postcosecha, lo que incluye todas las prácticas y técnicas
encaminadas a conservar las características originales de los productos,
teniendo en cuenta las condiciones químicas y biológicas que las puedan alterar.
Se trata entonces del acopio después de la cosecha, la limpieza el lavado que
eliminan residuos de tierra y otras sustancias químicas como el compost líquido,
selección, clasificación, empaque o procesamiento y envasado (cuando se
hace), transporte y almacenamiento (Díaz, 2003).
Igualmente, se trata de los sistemas de procesamiento primario local, a nivel de
finca o a nivel comunitario, para adecuar materias primas para industria
alimentaria y otras industrias consumidoras de bienes agropecuarios y
forestales.
Las buenas practicas postcosecha y de procesamiento primario, son condición
para el ingreso de los productos al mercado y por ende para la recuperación de
la inversión y la estabilidad económica y social de los productores.
En el caso del envasado y procesamiento de alimentos, estas actividades de
valor agregado generan empleos no agrícolas en las zonas rurales y pueden
mejorar el acceso de los productos a los mercados2. Cuando se realizan estas
actividades los residuos del procesamiento rural de alimentos tienen que
convertirse en compost o ser transformados en fertilizantes orgánicos para evitar
la generación de residuos y devolver los nutrientes orgánicos a los terrenos de
cultivo más cercanos, y se aconseja la inversión en energías renovables.
Otros casos de generación de valor agregado de manera sostenible son la
implementación de viveros y el uso y manejo sostenible de los recursos naturales
asociados con la producción artesanal. Los viveros son una práctica valiosa que
puede tener fines comerciales, pero también fines de restauración. En general
muchas de las especies que se necesitan para restaurar un ecosistema
específico no están disponibles en viveros. No se conoce sus formas de
reproducción, de germinación de semilla, ni requerimientos nutricional etc. La
presencia de viveros en ZRF puede actuar como laboratorios de
experimentación para reproducir especies nativas de interés, principalmente
para la restauración lo cual aporta información fundamental sobre el
funcionamiento de las especies ante los ambientes a los que están adaptados y
como esta información puede ser utilizada y aplicada en los sistemas productivos
sostenibles (FAO, 2016b). La producción artesanas sostenible está relacionada
con el aprovechamiento de recursos renovables maderables y no maderables
cuando éstos crecen a ritmos superiores al de su regeneración, lo que fomenta
la preservación de las especies vegetales utilizadas.

f) Medidas de adaptación al cambio climático


La agricultura es una de las actividades humanas más susceptibles a las
variaciones y perjuicios causados por el cambio climático global. Las
migraciones involuntarias y el abandono de los territorios son causados muchas
veces por eventos climáticos extremos que conllevan a pérdidas económicas,
ambientales y humanas. Por esto la agricultura debe tener medidas que
favorezcan la adaptación a esos eventos y que ayuden a mitigar el avance de
los motores del cambio climático. Estas medidas incluyen no solo algunas de las
prácticas ya mencionadas respecto al manejo del agua, o de protección del suelo
contra la desertificación, sino también estrategias que promuevan estructuras

2Los beneficios del procesamiento de alimentos en las unidades productivas dependen de la


existencia de infraestructura de transporte que permita el acceso a centros urbanos, puertos y
aeropuertos, y de la disponibilidad de mano de obra cualificada para operar las instalaciones.
sociales resilientes, oportunidades de empleo digno y seguro, y planes de
gestión del riesgo y amenazas (FAO, 2017e).
Según la FAO (2017f) el primer paso para la adaptación es la evaluación y la
valoración, identificando los efectos de la variabilidad climática tanto en los
sistemas naturales y agrícolas como sobre las estructuras sociales, con el fin de
plantear métodos de adaptación específicos para cada caso.
Por otro lado la protección de la biodiversidad, en especial la diversidad genética
y de los ecosistemas clave, permite conservar los servicios ecosistémicos que
ellos nos brindan en la mitigación del cambio climático, como la supresión de
plagas, la fijación de carbono y gases de efecto invernadero, la regulación de los
ciclos de nutrientes, la polinización y dispersión de semillas nativas, etc (FAO,
2017f).
En conclusión se debe aspirar a una agricultura climáticamente inteligente, que
conozca las condiciones de suelo y de microclima de la zona, reconozca que es
necesario adaptarse (a nivel social, económico y ambiental) y generar resiliencia
ante la variabilidad climática, y que tenga estrategias para mitigar los efectos
negativos de la actividad tales como las descritas en las anteriores secciones.

Turismo

El turismo ecológico y el turismo sostenible tienen un gran potencial como


actividad económica en zonas de reserva forestal, en conjunto con actividades
agrícolas, pecuarias y forestales de pequeño impacto. Sin embargo, representa
un reto, ya que un turista es un agente externo que consume, genera residuos y
contaminación (PNUMA, 2011).

El turismo sostenible está encaminado a mantener actividades de disfrute y


recreación, mientras sostienen indefinidamente los contextos sociales,
económicos, culturales y ambientales del lugar donde se desarrolla. Por esto
esta forma de turismo aspira al consumo consciente, y a un uso más eficiente de
la energía, el agua, la conservación de la biodiversidad y el medio ambiente, el
patrimonio cultural y las tradiciones, y a reducir la producción de residuos,
mientras genera ingresos para la comunidad local (PNUMA, 2011).

Algunos criterios de sostenibilidad para el turismo implican la implantación de


acciones como: la reducción de los residuos producidos en todas las actividades,
conservación y gestión de la energía, gestión del agua, control y eliminación de
sustancias peligrosas, transporte sostenible, planeación y gestión del suelo,
políticas comprometidas con la protección del medio ambiente y los ciudadanos,
entre otras (Vilches et al., 2017).
Producción de insumos

De acuerdo a los retos que tiene el turismo para cumplir con los criterios de
sostenibilidad, las actividades turísticas deben poder tener acceso a insumos
agrícolas, de origen natural que sean locales con el fin de apoyar e impulsar a
las comunidades que viven de estas actividades (PNUMA, 2011). Un ejemplo de
esto es la producción de compost para reciclar los residuos orgánicos.
Estas actividades de producción deben preferentemente usar fuentes de
energías alternativas, reducir las emisiones de gases de efecto invernadero
(GEI), gestionar los residuos de tal manera que no tengan un impacto negativo
en el medio ambiente, apoyar programas que combatan la pérdida de
biodiversidad y respetar y gestionar el patrimonio cultural (PNUMA, 2011).
Además deben trabajar por generar patrones de consumo en los turistas que
apoyen las metas de sostenibilidad.

Construcciones

Las condiciones y requerimientos para la construcción de vivienda en zonas de


reserva forestal (ZRF) son muy diferentes a las de las construcciones urbanas.
La construcción sostenible debe hacer un uso eficiente de los recursos como el
agua y los materiales, además de ser armónica con el paisaje que la rodea (Ávila,
2009).

Algunos criterios para considerar una construcción sostenible son: El uso eficaz
del agua y de la energía, tener un diseño respetuoso y adecuado para el clima,
involucrar áreas verdes (huertas, jardines, viveros) y tener un adecuado
tratamiento de los residuos y los vertimientos (Ávila, 2009).

IV. Criterios económicos para garantizar la sostenibilidad a las


víctimas

Los proyectos productivos incentivados por la URT en el marco de las acciones


de apoyo pos-restitución deben cumplir con los principios dictados por la Ley
1448 de 2011. Entre estos principios se encuentra el principio de estabilización,
que indica que “las víctimas del desplazamiento forzado y del abandono forzado
tienen derecho a un retorno o reubicación voluntaria en condiciones de
sostenibilidad, seguridad y dignidad” (Ley 1448/11, art 73).
Igualmente en la medida en que la restitución hace parte de la reparación integral
a las víctimas, la ley dispone que esta reparación debe también ser
transformadora (Ley 1448/11, art 25) como una manera de garantizar que la
reparación mejore las condiciones de vida de las víctimas para evitar que se
perpetúen situaciones de desigualdad e inequidad que prevalecían al momento
del despojo. (Ocampo, Cap. V, pág. 239).
Bajo estas directrices es muy importante entonces que los proyectos productivos
que sean apoyados, para ser llevados a cabo en las ZRF, no sólo sean
sostenibles ambientalmente, sino que también sean sostenibles económica y
socialmente, para así poder asegurar la estabilización de las víctimas, el
restablecimiento de su proyecto de vida y su total autonomía.
La condición de que se contribuya a la estabilidad socioeconómica implica que
el proyecto debe generar una capacidad de ahorro y de capitalización, que facilite
la reinversión en la producción y su ampliación en el futuro hacia nuevos ciclos
productivos.

Conceptualmente, el proyecto productivo debe entenderse como una manera de


ayudar a construir una empresa básica de producción agrícola, pecuaria,
acuícola o forestal que, conforme a las condiciones agroecológicas de la zona y
con los sistemas, esquemas o tecnologías sostenibles seleccionados, permite a
la familia remunerar su trabajo y disponer de un excedente capitalizable como
base para la reinversión en un nuevo ciclo productivo. Se trata de proyectos que
no solo buscan garantizar el mínimo vital de la familia sino generar capacidad
para que puedan volverse a involucrar en los siguientes ciclos de inversión y
producción.

En la formulación y presupuestación de los proyectos se requiere que los costos


de las prácticas ambientales y de todos los posibles beneficios derivados de su
aplicación, sean correcta y completamente valorados.

En este sentido la Guía Operativa para la Implementación del Programa


Proyectos Productivos para la Población Beneficiaria de la Restitución de Tierras
(URT, 2016) fija claramente como objetivo del programa la sostenibilidad
socioeconómica de las familias beneficiarias. Para garantizar la factibilidad y la
viabilidad de los proyectos el programa busca que la formulación de los
proyectos tenga en cuenta las características productivas del beneficiario, la
oferta productiva más eficiente, el medio natural y sus características
edafológicas y agroecológicas, la vocación del suelo, el medio social, los
mercados y otras dinámicas productivas de la región, el ordenamiento del
territorio y la oferta de inclusión social y productiva del Estado.
Complementado, la información de la vocación del suelo y de las condiciones
biofísicas, del área en donde se llevará a cabo el proyecto, la selección del o de
los productos que serán objeto del proyecto, requiere además el mejor
conocimiento del contexto económico y social en el cual se inserta el proyecto,
pues de este contexto depende en buena medida la viabilidad de este.
En este sentido, es necesario levantar información sobre los tipos de sistemas
de producción predominantes en las zonas, los mercados, tanto de insumos
como de bienes finales a los cuales se encuentran vinculados los productores,
las maneras como se organizan las cadenas de valor agregado, y la
disponibilidad de servicios de apoyo a nivel local.
Se deben caracterizar las cadenas de valor de la región, identificando los actores
y procesos que intervienen en las distintas fases, siendo éstas la fase inicial
(producción primaria y otros actores y procesos directamente relacionados con
ella), la fase final (actores y procesos cercanos al consumidor, incluyendo los
patrones de consumo y la distribución al detal), y la fase intermedia (que incluye
la venta al por mayor, el almacenamiento en frío, el transporte, la logística y el
procesamiento), para así determinar el papel que puede jugar el proyecto
productivo y su inclusión exitosa en la cadena para así asegurar resultados
positivos que no dependan de apoyos externos.
Para caracterizar la fase inicial de las cadenas de valor agrícolas, se puede
apelar a la información local disponible en las zonas microfocalizadas, y a otras
fuentes secundarias. La principal fuente secundaria de información hoy es el
Censo Nacional Agropecuario 2014, el cual recolectó información estructural y
de algunas variables coyunturales como la producción agropecuaria de cada uno
de los predios rurales existentes en la superficie continental e insular de
Colombia.
A manera de ilustración, a continuación se presenta una tabla con la información
de los tres principales cultivos por área cosechada en las ZRF, tomando en
cuenta la totalidad de los municipios donde se han presentado solicitudes de
restitución. Se presenta también el rendimiento promedio del cultivo (Ton/Ha), el
número total de unidades productoras de dicho cultivo, y el porcentaje de
unidades de agricultura familiar dentro del total de unidades productoras.
Tabla 7. Caracterización de los principales cultivos en los municipios de las
Zonas de Reserva Forestal con solicitudes de restitución

Cultivo o
plantación Área Rendimiento Número de Número de Porcentaje de
ZRF
forestal cosechada promedio unidades Unidades Unidades

Amazonia Plátano 103525,4 4,5 26566 33775 79%


Amazonia Otro permanente 68067,8 0,3 12297 16302 75%
Amazonia Yuca 59165,9 8,9 20456 24672 83%
Central Caña de azúcar 88640,0 9,6 1341 2565 52%
Central Plátano 79045,2 5,9 20315 27167 75%
Central Café Castilla 44467,6 1,4 21028 28001 75%
Cocuy Plátano 4990,9 6,3 1441 2039 71%
Cocuy Cacao grano 4855,9 0,6 793 1128 70%
Cocuy Papas 2907,0 14,6 336 515 65%
Magdalena Palma africana 38521,5 2,8 935 1427 66%
Magdalena Cacao grano 33169,2 0,5 8090 11124 73%
Magdalena Otro permanente 33056,4 0,3 3034 4160 73%
Motilones Plátano 14633,6 4,8 2147 3231 66%
Motilones Palma africana 14372,0 2,6 246 479 51%
Motilones Maíz Blanco 8840,7 3,5 566 892 63%
Pacífico Plátano 162553,4 5,1 53875 68985 78%
Pacífico Otro permanente 134218,0 0,3 14821 19580 76%
Pacífico Yuca 75496,4 9,7 25742 32093 80%

Sierra Nevada Plátano 21704,5 4,3 6200 8858 70%

Sierra Nevada Palma africana 16146,5 2,5 401 644 62%

Sierra Nevada Yuca 10113,9 11,4 3873 5295 73%


Fuente: Elaboración propia basada en CNA 2014
Como se puede observar, a excepción de la caña de azúcar y la palma africana,
los principales cultivos en los municipios que se encuentran en las Zonas de
Reserva Forestal son producidos principalmente por Agricultura Familiar, que es
definida como explotaciones agropecuarias donde la suma de todos los
trabajadores contratados no familiares, a tiempo parcial o completo, es igual o
inferior a 1 trabajador-equivalente (Berdegué y Pizarro, 2014). Por otro lado se
observa que los principales cultivos son cultivos tradicionales, destacando el
plátano, el cual es uno de los cultivos principales en 6 de las 7 ZRF (no siendo
un cultivo principal sólo en la ZRF del Magdalena).
En segundo lugar, en el caso de la caracterización productiva del beneficiario y
del predio, además de incluir las capacidades del participante restituido, la
asistencia técnica que ha recibido, los procesos de asociatividad en los que está
inmerso, la actividad existente en el predio y las condiciones biofísicas del
mismo, debe hacerse especial énfasis en caracterizar las prácticas productivas
que ha empleado el beneficiario y que se han empleado en el predio en los
términos descritos en el capítulo III.
Es decir, en el caso de actividades agrícolas (cultivos y ganadería), se debe
caracterizar las prácticas de fertilización y manejo de agua, manejo de plagas y
enfermedades, material genético empleado en plantas y animales, tipos de
cultivos, y prácticas en la postcosecha; en el caso de la cobertura boscosa se
debe caracterizar el nivel actual de éste en el predio, los servicios ecosistémicos
que ofrece, y el manejo que se le ha dado (deforestación, arreglos
agroforestales, o plantaciones forestales), así como la experiencia del
participante en manejo forestal sostenible.
En el caso de actividades de generación de valor agregado de materias primas
se deben caracterizar las prácticas que el participante ha desarrollado y las
prácticas que se han desarrollado en el predio en términos de envasado y
procesamiento de alimentos, viveros, y elaboración de artesanías; en el caso de
otras actividades como las turísticas se debe caracterizar de qué manera se
venían implementando en términos del uso de energía y agua, obtención de
alimentos, conservación de la biodiversidad y el patrimonio cultural, y manejo de
residuos; finalmente en el caso de las construcciones debe identificarse qué
materiales fueron utilizados en las construcciones presentes en el predio, y cómo
se tratan los residuos y vertimientos que genera.
En tercer lugar, los resultados tanto de la caracterización del territorio, como de
la caracterización del beneficiario y del predio, deben analizarse para determinar
el nivel de conflictividad de estas características y de las prácticas usadas, con
la vocación del suelo y los usos permitidos en la Zona de Reserva Forestal en la
que se encuentre descritos en el Capítulo II. Esto permitirá definir cuáles son las
estrategias y buenas prácticas productivas que se deben adoptar y qué tantos
cambios se deben implementar sobre el predio y sobre las prácticas tradicionales
que desarrollaba el beneficiario.
………………………………

REFERENCIAS

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UARIV-DANE (2013-2014). Encuesta de GOCE efectivo de derechos -EGED-.

Anexo

Tabla 8. Vocación de uso Agrícola de las tierras en la zona de reserva forestal del Río
Magdalena
Uso Principal recomendado ZONA A ZONA B ZONA C Total general
Cultivos permanentes intensivos de clima cálido 1,13% 0,24% 0,22% 1,59%
Cultivos permanentes intensivos de clima medio 0,25% 0,00% 0,26% 0,51%
Cultivos permanentes semi Intensivos de clima cálido 1,97% 13,29% 5,68% 20,95%
Cultivos permanentes semi intensivos de clima frío 0,00% 0,00% 1,50% 1,50%
Cultivos permanentes semi intensivos de clima medio 0,04% 0,00% 0,54% 0,58%
Cultivos transitorios intensivos de clima cálido 1,44% 1,76% 0,32% 3,52%
Cultivos transitorios semi intensivos de clima cálido 7,23% 10,93% 2,61% 20,77%
Cultivos transitorios semi intensivos de clima frío 0,05% 0,00% 0,24% 0,29%
Cultivos transitorios semi intensivos de clima medio 0,15% 0,00% 0,20% 0,35%
TOTAL GENERAL 12,26% 26,21% 11,58% 50,06%
FUENTE: Elaboró Autores con base en (IGAC, 2012) mapa de vocación de uso de las tierras y
(MADS, 2014) zonificación de las ZRF

Tabla 9. Vocación de uso Agrícola de las tierras en la zona de reserva forestal de la Amazonia
Uso Principal recomendado ZONA A ZONA B ZONA C Total general
Cultivos permanentes intensivos de clima medio 0,00% 0,00% 0,17% 0,17%
Cultivos permanentes semi intensivos de clima cálido 3,42% 4,40% 0,95% 8,76%
Cultivos permanentes semi intensivos de clima medio 0,18% 0,52% 1,68% 2,38%
Cultivos transitorios intensivos de clima cálido 0,00% 0,00% 0,67% 0,67%
Cultivos transitorios semi intensivos de clima cálido 0,91% 0,00% 1,82% 2,73%
Cultivos transitorios semi intensivos de clima frío 0,53% 0,00% 0,00% 0,53%
Cultivos transitorios semi intensivos de clima medio 0,04% 0,00% 4,03% 4,07%
TOTAL GENERAL 5,07% 4,92% 9,32% 19,32%
FUENTE: Elaboró Autores con base en (IGAC, 2012) mapa de vocación de uso de las tierras y
(MADS, 2014) zonificación de las ZRF

Tabla 10. Vocación de uso Agrícola de las tierras en la zona de reserva forestal del Pacífico
Uso Principal recomendado ZONA A ZONA B ZONA C Total general
Cultivos permanentes intensivos de clima cálido 0,27% 0,02% 0,04% 0,32%
Cultivos permanentes intensivos de clima frío 0,13% 0,00% 0,00% 0,13%
Cultivos permanentes intensivos de clima medio 3,25% 0,00% 0,00% 3,25%
Cultivos permanentes semi intensivos de clima cálido 6,37% 0,82% 0,58% 7,77%
Cultivos permanentes semi intensivos de clima medio 1,39% 0,00% 0,00% 1,39%
Cultivos transitorios intensivos de clima cálido 0,07% 0,00% 0,00% 0,07%
Cultivos transitorios intensivos de clima frío 1,18% 0,00% 0,00% 1,18%
Cultivos transitorios intensivos de clima medio 0,62% 0,00% 0,00% 0,62%
Cultivos transitorios semi intensivos de clima cálido 1,04% 0,33% 0,35% 1,73%
Uso Principal recomendado ZONA A ZONA B ZONA C Total general
Cultivos transitorios semi intensivos de clima frío 0,59% 0,00% 0,00% 0,59%
Cultivos transitorios semi intensivos de clima medio 1,43% 0,02% 0,00% 1,45%
TOTAL GENERAL 16,34% 1,19% 0,97% 18,50%
FUENTE: Elaboró Autores con base en (IGAC, 2012) mapa de vocación de uso de las tierras y
(MADS, 2014) zonificación de las ZRF

La vocación de uso ganadero (ver Tabla 11), indica que el porcentaje más alto
lo ostenta la ZRF del Río Magdalena (62,55%), seguido por Amazonia (13,79%)
y Cocuy (10,73%), con proporciones 5 veces menor a la primera. En las demás
ZRF la contribución es muy baja, con proporciones inferiores a 5,59%.

En general, el potencial ganadero de todas las áreas de reserva forestal en


Colombia, se distribuye en Zona A un 38,11%; en Zona B el 40,96% y en Zona
C el 20,93% (ver Tabla 11).

Tabla 11. Vocación de uso Ganadero de las tierras en las zonas de reserva forestal
RESERVA FORESTAL ZONA A ZONA B ZONA C Total general
Magdalena 19,81% 37,46% 5,28% 62,55%
Amazonia 9,87% 0,86% 3,07% 13,79%
Cocuy 1,35% 0,97% 8,41% 10,73%
Pacifico 5,48% 0,06% 0,06% 5,59%
Motilones 0,42% 0,00% 2,81% 3,24%
Sierra Nevada de Santa Marta 1,01% 1,09% 0,00% 2,10%
Central 0,18% 0,52% 1,31% 2,00%
Total general 38,11% 40,96% 20,93% 100,00%
FUENTE: Elaboró Autores con base en (IGAC, 2012) mapa de vocación de uso de las tierras y
(MADS, 2014) zonificación de las ZRF

Tabla 12. Vocación de uso Ganadero de las tierras en la zona de reserva forestal del Río
Magdalena
Uso Principal recomendado ZONA A ZONA B ZONA C Total general
Pastoreo extensivo de clima cálido 19,19% 29,61% 5,27% 54,08%
Pastoreo semi intensivo de clima cálido 0,62% 7,84% 0,01% 8,47%
TOTAL GENERAL 19,81% 37,46% 5,28% 62,55%
FUENTE: Elaboró Autores con base en (IGAC, 2012) mapa de vocación de uso de las tierras y
(MADS, 2014) zonificación de las ZRF

Tabla 13. Vocación de uso Ganadero de las tierras en la zona de reserva forestal de la
Amazonia
Uso Principal recomendado ZONA A ZONA B ZONA C Total general
Pastoreo extensivo de clima cálido 9,15% 0,86% 1,58% 11,59%
Pastoreo extensivo de clima frío 0,71% 0,00% 0,00% 0,71%
Pastoreo semi intensivo de clima medio 0,00% 0,00% 1,49% 1,49%
TOTAL GENERAL 9,87% 0,86% 3,07% 13,79%
FUENTE: Elaboró Autores con base en (IGAC, 2012) mapa de vocación de uso de las tierras y
(MADS, 2014) zonificación de las ZRF
Tabla 14. Vocación de uso Ganadero de las tierras en la zona de reserva forestal del Cocuy
ZONA ZONA Total
Uso Principal recomendado ZONA A
B C general
Pastoreo extensivo de clima cálido 1,19% 0,88% 7,43% 9,51%
Pastoreo extensivo de clima medio 0,03% 0,00% 0,10% 0,13%
Pastoreo semi intensivo de clima cálido 0,13% 0,09% 0,88% 1,09%
TOTAL GENERAL 1,35% 0,97% 8,41% 10,73%
FUENTE: Elaboró Autores con base en (IGAC, 2012) mapa de vocación de uso de las tierras y
(MADS, 2014) zonificación de las ZRF

Más del 90% de las tierras con vocación agroforestal de las reservas forestales
de Ley 2ª de 1959, se encuentran en dos reservas la de Amazonia (80,06%) y la
del Río Magdalena (10,67%) Ver Tabla 15.

Tabla 15. Vocación de uso Agroforestal de las tierras en las zonas de reserva forestal
Total
RESERVA FORESTAL ZONA A ZONA B ZONA C
general
Amazonia 64,39% 14,95% 0,72% 80,06%
Magdalena 3,38% 5,54% 1,74% 10,67%
Pacifico 3,97% 0,75% 0,27% 4,99%
Central 1,96% 1,13% 0,00% 3,08%
Cocuy 0,44% 0,07% 0,51% 1,02%
Motilones 0,05% 0,00% 0,11% 0,15%
Sierra Nevada de Santa
0,02% 0,00% 0,00% 0,02%
Marta
Total general 74,21% 22,44% 3,35% 100,00%
FUENTE: Elaboró Autores con base en (IGAC, 2012) mapa de vocación de uso de las tierras y
(MADS, 2014) zonificación de las ZRF

Tabla 16. Vocación de uso Agroforestal de las tierras en la zona de reserva forestal de la
Amazonia
Total
ZONA ZONA
Uso Principal recomendado ZONA B genera
A C
l
Agro silvícola con cultivos permanentes 31,36% 4,85% 0,00% 36,21%
Agro silvícola con cultivos transitorios 8,41% 3,29% 0,00% 11,70%
Agro silvopastoril con cultivos permanentes 0,40% 1,56% 0,72% 2,67%
Silvopastoril 24,23% 5,25% 0,00% 29,48%
TOTAL GENERAL 64,39% 14,95% 0,72% 80,06%
FUENTE: Elaboró Autores con base en (IGAC, 2012) mapa de vocación de uso de las tierras y
(MADS, 2014) zonificación de las ZRF

Tabla 17. Vocación de uso Agroforestal de las tierras en la zona de reserva forestal del Río
Magdalena
Total
ZONA ZONA ZONA
Uso Principal recomendado genera
A B C
l
Agro silvícola con cultivos permanentes 0,00% 0,11% 0,32% 0,44%
Agro silvícola con cultivos transitorios 0,03% 0,20% 0,21% 0,43%
Agro silvopastoril con cultivos permanentes 3,30% 5,13% 1,21% 9,64%
Total
ZONA ZONA ZONA
Uso Principal recomendado genera
A B C
l
Agro silvopastoril con cultivos transitorios 0,00% 0,01% 0,00% 0,01%
Silvopastoril 0,06% 0,08% 0,00% 0,14%
TOTAL GENERAL 3,38% 5,54% 1,74% 10,67%
FUENTE: Elaboró Autores con base en (IGAC, 2012) mapa de vocación de uso de las tierras y
(MADS, 2014) zonificación de las ZRF

Tabla 18. Vocación de uso Forestal de las tierras en las zonas de reserva forestal
Total
RESERVA FORESTAL ZONA A ZONA B ZONA C
general
Amazonia 48,72% 7,45% 2,18% 58,35%
Pacifico 14,02% 0,19% 0,14% 14,34%
Magdalena 4,44% 2,54% 4,32% 11,30%
Central 4,01% 4,18% 0,00% 8,19%
Motilones 2,51% 0,00% 2,09% 4,60%
Cocuy 1,15% 0,12% 0,36% 1,63%
Sierra Nevada de Santa
0,93% 0,66% 0,00% 1,59%
Marta
Total general 75,78% 15,14% 9,08% 100,00%
FUENTE: Elaboró Autores con base en (IGAC, 2012) mapa de vocación de uso de las tierras y
(MADS, 2014) zonificación de las ZRF

Tabla 19. Vocación de uso Forestal de las tierras en la zona de reserva forestal de la Amazonia
Total
ZONA ZONA ZONA
Uso Principal recomendado genera
A B C
l
Forestal de producción de clima cálido 0,00% 0,00% 0,01% 0,01%
Forestal de protección 6,03% 1,90% 1,17% 9,11%
Protección - producción 42,69% 5,55% 1,00% 49,24%
TOTAL GENERAL 48,72% 7,45% 2,18% 58,35%
FUENTE: Elaboró Autores con base en (IGAC, 2012) mapa de vocación de uso de las tierras y
(MADS, 2014) zonificación de las ZRF

Tabla 20. Vocación de uso Forestal de las tierras en la zona de reserva forestal del Pacífico
Total
ZONA ZONA ZONA
Uso Principal recomendado genera
A B C
l
Forestal de producción de clima cálido 0,00% 0,01% 0,01% 0,02%
Forestal de producción de clima medio 0,01% 0,00% 0,00% 0,01%
Forestal de protección 2,29% 0,00% 0,00% 2,29%
Protección - producción 11,71% 0,18% 0,13% 12,02%
TOTAL GENERAL 14,02% 0,19% 0,14% 14,34%
FUENTE: Elaboró Autores con base en (IGAC, 2012) mapa de vocación de uso de las tierras y
(MADS, 2014) zonificación de las ZRF
Tabla 21. Vocación de uso Forestal de las tierras en la zona de reserva forestal del Río
Magdalena
Total
ZONA ZONA ZONA
Uso Principal recomendado genera
A B C
l
Forestal de producción de clima cálido 0,04% 0,57% 0,31% 0,92%
Forestal de protección 0,51% 0,07% 1,45% 2,03%
Protección - producción 3,88% 1,91% 2,56% 8,34%
TOTAL GENERAL 4,44% 2,54% 4,32% 11,30%
FUENTE: Elaboró Autores con base en (IGAC, 2012) mapa de vocación de uso de las tierras y
(MADS, 2014) zonificación de las ZRF

Existen en las ZRF de ley 2ª de 1959, áreas de estricta conservación, y su


distribución por zonas es la que se muestra en la Tabla 22, en donde la mayoría
(más del 90%) están en la Zona A, el 4,56% en Zona B y el 3,12% en Zona C.
Tabla 22. Vocación de uso Conservación de las tierras en las zonas de reserva forestal
Total
RESERVA FORESTAL ZONA A ZONA B ZONA C
general
Central 42,30% 3,75% 0,00% 46,04%
Pacifico 29,70% 0,04% 0,33% 30,08%
Cocuy 16,99% 0,02% 1,38% 18,39%
Sierra Nevada de Santa
1,92% 0,76% 0,00% 2,67%
Marta
Amazonia 1,09% 0,00% 0,86% 1,95%
Motilones 0,32% 0,00% 0,14% 0,47%
Magdalena 0,00% 0,00% 0,40% 0,40%
Total general 92,32% 4,56% 3,12% 100,00%
FUENTE: Elaboró Autores con base en (IGAC, 2012) mapa de vocación de uso de las tierras y
(MADS, 2014) zonificación de las ZRF

Tabla 23. Vocación de uso Conservación de las tierras en la zona de reserva forestal Central
ZONA ZONA Total
Uso Principal recomendado ZONA A
B C general
Conservación de Recursos
42,29% 3,50% 0,00% 45,79%
Hidrobiológicos

Conservación y Recuperación Erosión 0,01% 0,24% 0,00% 0,25%

TOTAL GENERAL 42,30% 3,75% 0,00% 46,04%


FUENTE: Elaboró Autores con base en (IGAC, 2012) mapa de vocación de uso de las tierras y
(MADS, 2014) zonificación de las ZRF

Tabla 24. Vocación de uso Conservación de las tierras en la zona de reserva forestal del
Pacífico
ZONA ZONA Total
Uso Principal recomendado ZONA A
B C general
Conservación de Recursos Hídricos 16,45% 0,04% 0,33% 16,82%

Conservación de Recursos
10,09% 0,00% 0,00% 10,09%
Hidrobiológicos
ZONA ZONA Total
Uso Principal recomendado ZONA A
B C general
Conservación y Recuperación Erosión 3,17% 0,00% 0,00% 3,17%

TOTAL GENERAL 29,70% 0,04% 0,33% 30,08%


FUENTE: Elaboró Autores con base en (IGAC, 2012) mapa de vocación de uso de las tierras y
(MADS, 2014) zonificación de las ZRF

Tabla 25. Vocación de uso Conservación de las tierras en la zona de reserva forestal del Cocuy
ZONA ZONA Total
Uso Principal recomendado ZONA A
B C general
Conservación de Recursos Hídricos 0,76% 0,02% 1,02% 1,81%

Conservación de Recursos
16,23% 0,00% 0,35% 16,58%
Hidrobiológicos

TOTAL GENERAL 16,99% 0,02% 1,38% 18,39%


FUENTE: Elaboró Autores con base en (IGAC, 2012) mapa de vocación de uso de las tierras y
(MADS, 2014) zonificación de las ZRF

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