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Encomienda y esclavitud

ESTABLECIDA EN LAS ANTILLAS : desde los tiempos de Colón, la encomienda fue


una de las formas de repartimiento de la riqueza. Muy pronto provocó las protestas de
religiosos y juristas, particularmente de fray Bartolomé de las Casas, porque, convertida en
explotación, llegó al grado de originar la despoblación indígena de las islas.

Cortés la implantó en la Nueva España, para que "los dichos señores y naturales sirvan y
den a cada español a quien estuvieren depositados lo que hubieren menester para su
manutención" y para el trabajo personal en la agricultura y la ganadería, exceptuando
(aunque teóricamente) en la minería. Aún con prohibición real, la encomienda quedó
establecida, con modalidades distintas a las de las Antillas. La oposición de la Corona a su
introducción suscitó un serio problema político y una larga discusión legal. El alegato la
definió como un señorío limitado sin derechos jurisdiccionales y con percepción de
tributos, sin menoscabo de la soberanía real. El encomendero tendría obligaciones, como
las de contribuir a la defensa del territorio y procurar la paz espiritual del indio
doctrinándolo; "con inhibición de transferido y sólo si goza del usufructo del trabajo y del
producto indígenas". Mediado el siglo XVII la encomienda había desaparecido casi por
completo.

En el Nuevo Reino de León la encomienda fue introducida por Luis de Carvajal. En su


capitulación con Felipe II de 30 de mayo de 1579, el rey le autorizaba "para llevar cuarenta
piezas de esclavos negros la tercia parte hembras, libres de todos derechos, para el servicio
de vuestra persona y casa".

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