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Boletin del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. E. Ravignani”™ Tercera Serie, niim. 5, 1° semestre de 1992 CONSTRUIR LA NACIONALIDAD: HEROES, ESTATUAS Y FIESTAS PATRIAS, 1887-1891* Lia ANA BERTONI** EL 25 DE MAYO DE 1887, La Prensa dedicé una nota al joven y distinguido director de la escuela del primer distrito, Pablo Pizzumo, quien: cumplié e} dia 24 con ese deber civico de patriotismo, Reunié a los nifios de la es- cucla y les explicé el acontecimiento glorioso que ta patria celebra {...]. [En] segui- da Jos condujo al patio, en donde habia cnarbolado una bandera nacional ante la cual los nifios declamaron versos patridticos. {Luego] todos cantaron el himno nacional. [La] fiesta fue verdadcramente hermosa. {Por qué el sefior Pizzurno cra “digno de un elogio especial” por un acto al parecer corriente y rutinario? Sucedia que la conmemoracién —una iniciativa tan acertada que merccfa el clogio de los superiores y el reconocimiento de la sociedad— habia nacido simplemente de la “feliz inspiracién” de un director. La nota del diario resulta reveladora en mas de un aspecto. Indica, en primer lugar, que en 1887 la celebracién de las fechas patrias no constitufa una actividad re- gular, instalada en la rutina escolar, sino excepcional; tampoco Io era enarbolar la bandera, que luego seria ritual en esas fechas. Las escuelas no eran ain un 4mbito fuertemente asociado con la simbologia patria, donde las ceremonias conmemorati- vas de las grandes fechas, reitcradas anualmente, operaran como los eslabones de una memoria oficial de la nacién; de vez en cuando, y segin las inicialivas de maes- tos 0 directores, en ellas se recordaban los grandes dias de la patria. Ademis, la nota revela la preocupacién por lo que se percibia como falta de animacién y entusiasmo popular en las fiestas patrias. Ese festejo escolar descrito re- * Este texto es pane de una investigacién en curso, sobre La ‘educacién moral’, imagen y accién desde el Consejo Nacional de Educacién, 1880-1916, que cuenta con apoyo del Consejo Nacional de In- vestigaciones Cientificas y Técnicas (CoNicEt) y de la Secretaria de Ciencia y Técnica de la Universidad de Buenos Aires. Marcela Ginestet y Viviana Mesaros colaboraron en el relevamiento de material. ** Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani", Universidad de Buenos Aires y Centro de Estudios Sociohist6ricos, Universidad Nacional de La Plata. oe sultaba significativo porque el redactor del diario descubria en él un instrumento para revitalizar las fiestas piblicas oficiales. La participacién de los escolares no solo po- dfa despertar en ellos el amor patriético, sino lograr que “el pueblo entero” participa- ta de la misma emoci6n, precisamente en un momento en que esta se echaba de me- nos y la indiferencia del publico comenzaba a preocupar. Segiin el cronista de La Prensa: Hace falta la restauracién de las fiestas de otros tiempos en que los millares de nifios de las escuelas saludaban la salida del Sol de Mayo desde las plazas piiblicas ento- nando la cancién patria... Estas ceremonias ensefiaban a los argentinos desde la mera edad a sentir los estremecimientos del fervoroso amor a la patria: el pueblo en- tero participaba de la misma emocién. Es un culio sagrado que nunca debiera abandonarse. Desde 1887, precisamente, los esfuerzos para revitalizar las fiestas, desembocaron en la organizacién de grandes celebraciones conmemorativas, la construccién de un conjunto de referentes materiales, como monumentos y museos, y la elaboracién de una legitimacién de la identidad nacional basada en la apelacién al pasado patrio. Las escuclas fueron, en un primer momento, un instrumento de la reactivacién de las fiestas piblicas oficiales, para convertirse luego, a uravés de Ja ritualizacion de las ce- Iebraciones escolares y de la enefianza de la historia, en uno de los principales émbi- tos de la conservaci6n selectiva de la uadicidn patria. En torno a las fiestas patrias se producfan cambios que sugerian modificaciones mas inquietantes; y en distintos sec- tores y Ambitos de la sociedad era advertible en los dltimos afios de la década de 1881-1890 una gran preocupacién por la nacionalidad. La sociedad se transformaba profundamente y quizd, como Io percibjan algu- nos observadores, demasiado rapido: “cuando se ven llegar millares de hombres al dia —decia Sarmiento en 1887— todos sicntcn [...] como una amenaza de sofoca- ci6n, como si hubiera de faltar el aire y el espacio para tanta muchedumbre”. Los in- gresos anuales de inmigrantes, que se mantenian por debajo de los 50.000 en la déca- da de 1871-1880, crecieron mucho desde 1881 y en particular desde 1886, por la politica de pasajes subsidiados, hasta alcanzar la impresionante cifra de 289.014 en 1889. Los grupos de extranjeros residentes crecian aun més en la imaginacién de quienes realizaban cAlculos prospectivos: “podria Ilegarse a medio millon al afio y a un milldn, pues nada tienen estas cifras de imaginarias”. En su mayoria, eran “otros” inmigrantes, mas modestos, de zonas més atrasadas; y en algunos casos, decidida- mente extrafios, como los grupos de judfos provenientes de Rusia y de érabes del Im- perio Turco, cuyo exotismo contribuia a acentuar la creciente sensacién de cosmopo- litismo. En un clima de sentimientos més complejo, se manifestaron por entonces duras criticas sobre la calidad de los inmigrantes, y la tradicional imagen positiva se matiz6 con agresiones y reticencias. Expresaban una desconfianza creciente sobre su integraci6n, a la vez que muchas dudas sobre los rasgos con que se configuraria la sociedad argentina en la que la extranjeridad aparecfa como un brote fuerte y pujante. 8 Por owra parte, la expansién multiplicaba las posibilidades de ascenso. Répidas fortunas y aun stbilos encumbramientos socavaban las tradicionales posiciones de quienes vefan estos ascensos como ilegitimos, Mientras nuevas élites politicas aso- ciadas con el roquismo desplazaban a los viejos grupos dirigentes, el viejo orden so- cial parecia perturbado. Las tensiones que creaba el reordenamiento social se tradu- cian en prevenciones ante el éxito, en acusaciones de materialismo y de falta de ideales. Mientras las paulas referenciales de la vieja sociedad patricia se desarmaban, el fuerte componente extranjero de este proceso parecia conducir inevitablemente ha- cia una disgregacién social vivida —a los ojos de quicnes se sentian los legitimos pa- dres de la patria— en términos de identidad cultural y nacionalidad.! Estas tensiones crecieron desde mediados de la década del ochenta. Alcanzaron puntos criticos cuando la presion de las élites extranjeras pareci6 cuestionar la hege- monia de la local también cn lo politico, como se manifesté en 1890. Se agravaron cuando la propuesta de nacionalizacién de los extranjeros fue transformada por estos en un reclamo de simple otorgamiento de los derechos politicos —manteniendo ex- clusivamente su nacionalidad de origen— que, al coincidir con osados proyectos expansionistas italianos, hizo prever graves consecuencias para la nacién. La procla- maci6n de los derechos de una Gran Italia sobre tierras mds alld de sus fronteras, ba- sados cn la existencia de grupos que por su origen, lengua y tradiciones comunes cran portadores de la nacionalidad italiana, planted una situacién que la élite dirigen- te percibié como potencialmente peligrosa para la integridad de la nacién. Especial- mente porque estos proyectos parecicron encontrar —en un momento de fuerte ex- pansiGn imperialista— asidero cn la Argentina, en la prédica de algunos grupos italianos simpatizantes de esta oricntacién expansionista. Aun cuando fuera muy du- doso el grado de ahesién que lograban entre sus connacionales, en la nueva situacién, las actividades culturales de las asociaciones extranjeras en los diarios y en Jas escue- las perdicron su antigua inocencia y se empezaron a mirar con nuevos ojos. La respuesta a esta preocupacién, que surgié en distintos grupos de la élite diri- gente y movilizé luego a sectores mds amplios de la sociedad, madur6 a medida que se desarrollaban los conflictos, y se fue elaborando como reacciones y actitudes que generaban los propios acontecimientos y no como el resultado de una reflexién tedri- ca, Por eso precisamente hubo una permanente tensidn entre las actitudes que se adoplaban, impuestas por las circunstancias, y algunas ideas o posiciones que tenfan consenso y prestigio asentado en el discurso politico. La respuesta se encontré en la nacionalidad, que se consideré no solo un aglutinante social para contrarrestar la dis- gregacién interna, sino un pilar en el cual afirmar la plena soberania de la nacién frente a una situaci6n externa amenazante. Desde la segunda mitad de la década del ochenta se advierte Ia puesta en marcha de un emprendimiento —a través de un con- junto de mecanismos de accién, comunicacién y control— para la “encarnacién” de 1 J.1.. Romero, Latinoamérica: las ciudades y las ideas, México, Siglo xx1 Editores, 1976. 19

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