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Con el tiempo soy un flacido recuerdo de los tiempos calientes, por eso hago de los

prostibulos mi altar y mi rutina, despilfarrando lo que no tengo y no me gano,


quizas porque las limosnas son mi sueldo y el anhelo de la herencia que no merezco
mi loteria. La flacidez de mi cuerpo es el desastre de mi lujuria venida a menos,
de mis excusas de masturbador y de mis suenos de tener el amor de una mujeres con
la vagina ansiosa de billetes y la confianza blindada, lejos del colchon.

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