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',l 'l " ~ 111 I /\ l1ora voy a proseguir cantando el celestial don de la aérea
1 1 1111 l l111111 1111•·1 /\tiende también, ¡oh Mecenas!, a esta parte de mi obra,
id ,1', 1 1111·1"I' , 11 q11L' diré asombrosos espectáculos de cosas pequeñas, magná-
I' 11 ,11 111 111 11l 1111i~ caudillos, y referiré por su orden las costumbres, los afa-
,1,l ,1 q111 11 111 •, de todo un linaje de seres, sus especies, sus batallas. De
,1',, ¡111111111 ¡,111 o momento es la empresa, mas no la gloria que me resultará
nas crías, las brinde a guarecerse del calor la cercana orll l,1 li 1l,1·, .ig11as. Con esto, regocijadas por no sé cuál dulcedum-
frontero el árbol les prevenga frondoso hospedaje. Ya esté l'~l1111 ' tl.1 11 a cuidar amorosamente su prole y sus celdillas; con
cada, ya sea corriente el agua, echa sobre ella ramas de ~.11 11 1il11.11 1 it rl ificiosamente la blanda cera y forman la consis-
atravesadas y grandes piedras, a fin de que puedan posa rM· i 11 11111 ·1. <:uando en verano vieres un enjambre recién salido
aquellos continuos puentes y abrir sus alas al estivo sol, 1,11 11 11, ,i111 11·11a, que surcando el sereno éter se levanta al firma-
cuando rezagadas las dispersa el Euro, bien cuando las pt'l'ri ¡111 , íl11 , lv maravilles de cómo se mece en los auras formando
en las aguas. Florezcan en contorno las verdes alhucemas, l' l 1.J,, 1d, 11•.,1 11ube, obsérvale bien; siempre las abejas van a buscar
roso sérpol y gran copia de muy fragante ajedrea; abunden l,111 1 1111, il11h 1·s y frondosas moradas; entonces lo que debes hacer
bién allí las violetas con el mucho riego. En cuanto a las col111 t 11 , 11,111, 1111 ,n por el sitio a que se dirigen las yerbas cuyo sabor
nas, ya las formes de cortezas labradas, ya de flexibles ml111111 i 111 1•11, I¡¡ melisa majada y la grama común de cerinto, y a
entretejidos, dispónles angostas piqueras, porque el in vl1 •111 , l11 .il rededor ruido de metales y bate los címbalos de la
con sus fríos endurece la miel, y el gran calor la derrite. A11 il 11, 11 11 1· 1 ll11· lcs. 1 Ellas de por sí acudirán al sitio que de esta suer-
extremos son igualmente temibles para las abejas; no c11 111 11 , Í(1~ l1.11·o1s itderezado; ellas por su propio instinto irán a alber-
tapan ellas en sus moradas con cera todas las rendijas, rcll1'11i111 1hl , 11 111 i11 Lerior de las colmenas.
do cualquier abertura con zumo de liquen y flores, para lo 111 11 ~ l 1, .,¡ ~11 salida fuere para darse batalla (pues muchas veces
también recogen y guardan una liga más tenaz que la go111 ,1, 1,, 111 li , 1• s11scitarse discordia con grande ímpetu entre dos reyes
pez del frigio Ida. 1 Muchas veces, si no miente la fama, <.·s l,ilil1 , i111111¡, 11 11 bre), al punto te lo harán conocer la efervescencia de
cen su vivienda en hoyos bajo de tierra, y aun algunas s1· li,111 111111 lll'li 111 nbre y sus guerreros ademanes; el estrépito marcial
hallado en las hondas grietas de las peñas y en las cavidad,•, 1li 1111111",Jll'<:ie de ronco bronce aguija a las morosas, y se oye una
los carcomidos troncos. Tú, empero, baña por fuera de IJl,11111, , 11111 • l111il a los quebrantados sonidos de las trompetas. Enton-
barro las porosas colmenas y extiende por encima algunas ¡11 11 1 ' .i¡•,111 pa n en tumulto, despliegan sus brillantes alas, afilan
ramas; no consientas que cerca de ellas haya ningún tejo, 111 q11, 1n111!1111cs y aprestan los brazos a la lid, y apiñándose en de-
allí cuezan a la lumbre rojos cangrejos; 2 guárdalas tambi én 111 l 1 ,1111 !11· s11 rey junto a sus mismos reales, provocan al enemigo
hondas lagunas y de los sitios en que trasciende el cieno, \' 1I 11 1:1, 11 u il's clamores. Así, no bien nacen para gozar de la serena
aquellos en que resuenan las cóncavas peñas batidas del vlt •111 , ,1¡11,111 ·1.i y de los dilatados campos, salen en tropel de sus col-
y expiden una adulterada semejanza de la voz. 111111 1•,, l1,il >ase la lid, zumba el alto éter, revuélvense unas con
Réstame añadir que tan luego como el dorado sol im¡wl1 JI 11 l111111ando un gran pelotón, de que muchas ruedan precipi-
invierno a la opuesta parte de la tierra y abre los cielos crn 1 11 1 i l 11 N1 > rnc más denso el granizo por el aire ni llueven en ma-
luz estiva, empiezan las abejas a discurrir por el monte y lt1 1 1, •, , 1 1111 1111·ro las bellotas de la vareada encina. Por en medio de sus
vas, donde chupan las purpúreas flores y liban ligeras la s11p1111 lt 1 11 ", illscu rren los dos reyes con sus brillantes alas, abrigando
11 l " IJ"l' II O pecho ánimo grande, empeñados en no ceder hasta
l. Substancias muy renombradas en la ant igüedad.
2. El humo y la ceniza procedentes de la cocción de estos crustáceos se usabu t 11 11 11
medio en diversas en fermedades, pero a causa de su olor fuerte y acre per jud ll 11 11,t , 1 1 1 11 11111 ..,, . hacía durante las ceremonias del culto o rgiástico de esta diosa, ceremonias
abe jas. 1, ,1 !l l tl 'I ¡i11 r Lu crecio, De la naturaleza, II, 600-660.
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tendrás en determinada época del año dulce miel, y más qut• 11 11111•, FI era el primero que cogía rosas en primavera y frutas en
dulce, limpia y a propósito para corregir la aspereza del vino. , ,1111111, y cuando el triste invierno con sus fríos quebrantaba hasta
Cuando tus enjambres anden revoloteando sin concierto y L1 ¡11 •11as y atajaba con sus carámbanos la corriente de las aguas,
como indecisos por el aire, y, descuidados de los panales, des- 1 1·111pl'1.aba él a podar las ramas del blanco jacinto, motejando
amparen las frías colmenas, impídeles que se distraigan en esos ti 11·1,11lO de tardío, y de p~rezosos a los Céfiros. Sus colmenares
vanos solaces. No te costará mucho trabajo impedírselo; arranca , 1,111 IDs primeros que daban fecundos enjambres; él era el prime-
las alas a los reyes; retenidos éstos en la colmena, nadie será osado 111 q11v sacaba de los exprimidos panales espumosa miel, porque
a remontar el vuelo ni a arrancar las enseñas de los reales. Cuida , 1t.11la para sus abejas tilos y jugosos pinos: cuantas eran las flores
de que tus fragantes huertos atraigan a las abejas con sus purpúre- d, • q11c se vestían sus árboles en primavera, tantos eran los sazo-
as flores, y de que vigilante Priapo, 1 dios del Helesponto, las guar- 11.idos fr utos que cogía en otoño. Él sabía trasplantar en hileras
de de los ladrones y de los pájaros con su hoz de sauce. Y quien li l', olrnos ya crecidos, los perales ya duros, los espinos ya carga-
verdaderamente ponga empeño en criar enjambres, es preciso que ' h)\ de la ciruela injerta, y los plátanos, ya bastante hojosos para
por sí mismo plante todo en derredor de las colmenas tomillos y 1l.1r sombra a los bebedores. Pero conozco que me salgo de los ri-
pinos traídos de los altos montes; es preciso que en esta dura fae-
na se cuarteen sus manos, y que él mismo por sí hinque en tierra
1.. Ciudad de Lucania,
deriva no
dellejos del Si laro.
las feraces plantas y las fecunde con abundantes riegos. Este nombre de Ebalo, antiguo rey de Esparta. Los habitantes de esta re-
µión, fundadores de Tarento, son llamados Ebalios por los poetas algunas veces.
:4.
{. Riachuelo
Ciudad de próximo a Tarento.
Cilicia, célebre por sus jardines. Este pasaje fu e im itado por Claudiano en
el Jl de sus Epigramas (El anciano de Verana).
l. Dios de los jardines, h ijo según la leyenda de Venus y de Baco. Su culto era origina-
rio de Lampsaco, ciudad situada a ori llas del Helesponto.
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tos, ni la Media, que riega el Hidaspes, 1 veneran tanto co1111_1 l111 li , l.1 1 era inútil? Pues muchas veces acontece que, escon-
eIIas a sus reyes. Mientras les vive el rey están en perfecta w11 ' 1 l,1~:.1 rto, devora los panales, y que las celdillas se llenan
cordia; una vez perdido, todo pacto queda roto, y eIIas mis111,1 111 11.1t Itas enemigas de la luz, o bien el inútil zángano les
arrebatan su miel y destruyen los panales. Él vigila los traba/o 1 1 ,,11 sabor el sustento, o el fiero tábano las acomete con
las abejas le admiran, le rodean zumbando y como agasajándol1 1 11,il1•, armas, o las daña de otra suerte la raza destructora de
a porfía; a veces le levantan en hombros, le cubren con sus Clll'1 ¡1111111.1,, o la araña, aborrecida de Minerva, 1 suspende sus flo-
pos en la guerra, y tienen a gloria arrostrar la muerte por l'i 11 d, ·, delante de las piqueras. Cuanto más limpias se vean de
Por estas señales y estos ejemplos han creído algunos qui• lt 1•1H·111igos, más se afanarán por restaurar las ruinas de su
hay en las abejas como un reflejo de la divina mente y un esp1 ir, 11ilo linaje, y más llenarán sus celdillas, y con flores labrarán
ritu celestial, por cuanto, estando difundido Dios por todas par
1i 111 ,il, ·,.
tes, en la tierra, en los espacios del mar y en el inmenso cielo, t·~ r 1.1, si llegaren a enfermar (pues la vida de las abejas está suje-
fuerza que de Él hayan tomado, al nacer, algún aliento vital to 11 1 lm mismos accidentes que la nuestra), por no dudosas seña-
dos los animales mayores y menores, y los hombres y todo el 11 ¡. , ¡111d rás conocerlo. Las enfermas al momento mudan de color,
naje de las fieras; a Él han de volver, dicen, todos los seres ani - 11,111 llile delgadez desfigura su aspecto; entonces sacan de las col-
mados, después de disueltos, mas no para morir, sino para volar 1111 '11.is los cuerpos de las que ya no verán más la luz del día, y les
en vida a las estrellas y perpetuarse en el alto cielo.
11 ,111•11 tristes exequias. A veces se las ve suspendidas por los pies y
Cuando te pareciere destapar la colmena, ya estrecha para su 11 ,il >adas entre sí junto a las piqueras, o bien se apiñan todas en lo
tesoro de guardada miel, rocíala primero con una bocanada de 11 111 ·rior de su cerrada vivienda, desfallecidas de hambre y entu-
agua, e introduce en ella con tu mano humo que ahuyente a las 1111 Tidas por el rigor del frío. Óyese a la sazón un rumor más sor-
abejas. Dos veces al año se forman los panales, dos épocas hay en 1 I< > de lo acostumbrado y un continuado zumbar, semejante al del
el año para hacer la cosecha: la una, cuando Taigete2 descubre a l110 Austro en las selvas, o al bramido de la mar revuelta con el
la tierra su hermosa faz y rechaza con desdeñoso pie las aguas del 1lt I jo y reflujo de sus olas, o al violento crujir del fuego en los ce-
Océano; la otra, cuando esa misma estrella, huyendo del lluvioso 1rados hornos. En tales casos te aconsejo que sahúmes tus colme-
Piscis, baja ya más triste del cielo, en el invierno, a las ondas del nas con oloroso gálbano, e introduzcas miel en ellas con canutos
mar. Son las abejas en extremo iracundas; cuando se las ofende, de caña, haciendo además todo lo posible con voces y ademanes
sus picaduras son venenosas, y dejando hincado en las venas el por atraer a tus abejas enfermas hacia aquel usado alimento.
oculto aguijón, con la herida que hacen, pierden la vida. También aprovecha mezclar con la miel zumo de agallas maj adas,
Si temes que el invierno ha de ser rigoroso, no les quites rosas secas, espeso arrope muy recocido, pasas psitias,2 tomillo
toda la miel; déjales provisión para en adelante, y compadécete ateniense y la fragante yerba centáurea.3 Hay también en los pra-
de sus quebrantados ánimos y de su miserable suerte. ¿Quién, dos una flor, a que los labradores han puesto el nombre de amelo,
en tal caso, titubeará en sahumar las colmenas con tomillo y
l. Véase Ovid io, Metamorfos is, VI, 1-145 .
2. Ya nos hemos referido en otro lugar a la uva psitia, de la que se obtenía un vino
l. Aflu en te del l n do. dulce llamado passwn.
2. Una de las Pléyades. 3. Con la ayuda de esta planta curó el centauro Quirón una herida que Hércules se ha-
bía hecho en el pie con una de sus flechas.
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planta muy fácil de hallar, pues echa de un solo tallo multitud dv l111111, dvspunten ya dos corvas astas; a pesar de sus esfuerzos, se
ramas; la flor es de color de oro, pero debajo de las hojas, que cr1 1, i¡1111.1 vi resuello tapándole la nariz y la boca, y matándole de
gran profusión se extienden en contorno, brilla el purpúreo ma 11 .111·r lc a golpes, se le difunden por el cuerpo las entrañas ma-
tiz de la negra violeta. Muchas veces los altares de los dioses s1· 1,1il.1·,, quedándole la piel entera; así le dejan en la estancia ce-
decoran con guirnaldas de estas flores. Su sabor es desabrido; có ,, 11 l.1, después de haber extendido debajo de su cuerpo pedazos
genla los pastores en los valles adonde llevan a pastar sus gana 1, r,11 11 ,1s, tomillo y alhucemas recién cortadas. Hácese esto en la
dos, y junto a las tortuosas corrientes del Mela. 1 Haz cocer e, 1 1.11 1011 en que empiezan los Céfiros a agitar las olas, antes de
vino generoso las raíces de esta planta, y en llenos canastillo~ ¡111 w 111aticen las florestas con nuevos colores y suspenda su
ponlas para alimento delante de las colmenas. ,¡1t111 dt· las vigas la gárrula golondrina. Fermenta entre tanto en
Mas, por si aconteciere que alguno perdiese de pronto todos 111· 11t-111 os huesos del novillo la tibia sangre, y de ella se ven bro-
sus enjambres sin quedarle casta de donde sacar nuevas crías, 1,11 , 11 111aravillosa manera multitud de añimalillos, primero faltos
tiempo es ya de descubrirte el memorable invento del gran macs 1li ¡,h ·\; 1uego se revuelven unos contra otros, haciendo ruido con
tro de Arcadia 2 y de qué manera muchas veces ha producido abe l 1, ,il,1\ y probando cada vez más a levantarse por el aire sutil,
jas la sangre corrompida de los terneros muertos; voy a contar 111 ·, l.1 que al cabo arrancan a volar impetuosamentt como agua-
esta famosa historia, tomándola desde su primer origen. En aqut· 11 ·1,, 1 il' verano o como las saetas disparadas del arco cuando los
lla región donde los afortunados pueblos de Cánope3 Peleo4 culll l1¡:,•111s Partos acometen de improviso al enemigo.
van los campos que riegan las aguas del Nilo, estancadas en ello~ < :uál dios, ¡oh, Musas!, nos descubrió este gran secreto? ¿De
por frecuentes inundaciones, y dan la vuelta a sus heredades en il111 1dv vino a los hombres este nuevo experimento?
pintadas falúas; hacia aquella parte por donde lindan con los Pcr 1,:1 pastor Aristeo, 1 huyendo de los vergeles 2 que riega el Pe-
sas, 5 siempre ceñidos de la aljaba; allí donde fecunda al vercll' 111 •11, perdidas, según es fama, todas sus abejas por enfermedades
Egipto con sus negras arenas el río que baja desde el país de los , 111 ,r hambre, sentóse desolado junto a la fuente del sacro río, y
atezados Indios, y se precipita en el mar por siete bocas, cífrase en 1 rr l rL· muchos lamentos dirigió a su madre estas palabras: «Ma-
esta invención el medio seguro de obtener abejas. Eligen primero il r, · rnía Cirene, que moras en el fondo de esta corriente, ¿por
un sitio estrecho y destinado a este solo uso; lo cubren con un te- 1pl(', odioso a los Hados, me formaste de la preclara estirpe de
jado ligero y lo rodean de apretados tabiques, en los que abren 111,, dioses, si es cierto, como dices, que el timbreo 3 Apolo es mi
cuatro ventanas a los cuatro vientos, por donde entre la luz obli - ¡1,11ln.'? ¿Adónde es ido el amor que me tenías? ¿Por qué me
cuamente. Búscase entonces un novillo de dos años, en cuya 111,111dabas esperar un asiento en el cielo? 4 He aquí que, siendo
111 rn i madre, tengo que abandonar hasta este mismo glorioso
,, ¡vrcicio de mi vida mortal, al que a costa de tantos afanes me
1. Río d e la Galia Cisalpina, no lejos del territor io mantuano.
2 . Aristeo, según algu nas tradicio nes, fu e adorado en Arcad ia como d ios protector <k
los rebaiios. Acerca de este ep isod io, b reve epopeya a la ma n era a le jand ri na, véase Ov l
dio, Metamorfosis, X, 1-77; XI, 1-66, y Fastos, 11, 363 y s.
3. Ci udad egipcia, n o lejos de Ale jandría. 1 Hijo de Apolo y de la ninfa Cirene.
4. De Pella, capita l de Macedon ia . Desde la época en q ue una d inastía macedónic:, 2 . Tempe, usado en el original, se toma aqu í por va lle pintoresco, en general. El q ue de
ocupó el t rono de Egipto, el ad jetivo Peleo fue usado m uchas veces pa ra designa r lo, 111odo particu lar ll evaba este nombre estaba en Tesalia, entre el Ol impo y el Osa , surca-
hombres y las cosas egipcias. do por el Peneo (hoy Salambria) .
5. Con este nombre designa Virgi li o los países poco conocidos de Oriente, a la sazón .l . Adorado en Timbra (Tróacta).
en pod er de los Partos, celebrados por su d es t reza como arque ros. 4. Como h ijo de un d ios.
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Clío y su hermana Beroe, hijas del Océano, ambas vestidas de 0111 ,11d1 1,m1an los raudales del Anio 4 y del Hípanis, 5 que corre
y matizadas pieles; y Efira y Opis y Deyopea, hijas del lago Asia¡ , 11, .111,cndo entre peñascales, y el Caico6 de Misia y el Erída-
4
la veloz Aretusa, depuestas al fin sus saetas. En medio de ellas <·., 11,, ,I' ll' ostenta en su cabeza taurina 8 dos cuernos de oro, y que
taba Climene recitando los inútiles celos de Vulcano, 5 los ardiclv, , 1 110 que con más violencia se precipita en el purpúreo mar
de Marte y sus dulces hurtos, y contando los innumerables amo ¡1111 rn l re fértiles campiñas. Luego que llegó bajo los pendientes
res de los dioses desde los tiempos del caos. Mientras, embeles;1 1111 '\<II IL'S de esponjosa piedra, con que estaba labrado el palacio
das con aquellos cantos, tuercen con los husos blandos copos, d, < 'Ire ne, y que ésta se hubo enterado de la vana aflicción de
por segunda vez los lamentos de Aristeo llegaron a oídos de su 11 lI ij o, empezaron las Ninfas, sus hermanas, a presentarle por
madre y todas las Ninfas se quedaron suspensas en sus cristalinos ,11 orden aguamanos y a traerle toallas de fino vellón, m ientras
asientos; pero, más diligente que sus compañeras, sacó Aretusa , 11 , .is cubren de manjares las mesas y llenan una y otra vez las
por cima de las aguas su rubia cabeza, y, mirando en tomo, dijo , 11 pas; en tanto arden en los altares los inciensos panqueos.9
de lejos: «No en vano, ¡oh, Cirene, hermana mía!, te sobrecogiste fo rn a estas copas de vino meonio, 10 dijo entonces Cirenea su
al oír aquellos tan grandes lamentos; tu propio hijo Aristeo, lo liljo; libémoslas en honor del Océano.» Y al mismo tiempo diri-
que más amas en el mundo, está llorando desconsolado junto a p,(' sus preces al Océano, padre de todas las cosas, y a las Ninfas
la corriente de nuestro padre Peneo, motejándote de cruel». Agi- \ 11s hermanas, que guardan cien florestas, que guardan cien
tada de nuevos temores, la madre, al oír estas palabras: «Tráele, 110s. Tres veces roció con el líquido néctar la ardiente llama; tres
tráele pronto aquí con nosotras, exclamó; derecho tiene a pisar veces la llama, un momento sofocada, rebotó hasta la alta te-
l. En Cólq ui da.
l. Mileto,
calidad cuyos
de su lan anavegantes
. riva liza ban con los Fenicios, era reputada por la excelente
2. Río del Pon to .
3. Afl uen te del Peneo.
2. Las pala bras entre corchetes, correspon d ientes a un verso del ori gi n al, fa ltan en los
4. Íd. del Tíber, en las inmediaciones de Ro ma.
m an uscritos p ri ncipales y figura n al m argen en a lgunos de o rden inferio r. Trátase de
una inte rpolación procedente de Eneida, V, 826. 5. Río sá rma ta (El Boug).
3 . Diosa de los alum bram ientos. 6. Tribu tari o del m ar Egeo.
4. Ninfa cazadora. 7. El Po.
5. Este dios in tentó en vano impedi r los amores furtivos de Ma rte y Venus . 8. La rep resentación de los ríos mediante una cabeza de toro era trad icional.
9. Epíteto derivado del n o mb re de un a isla fab ul osa, iden tificada con la Arabia fe liz.
10 . De Meonia, an ti guo n ombre de Lidia.
Virgilio Geórgicas
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chumbre. Confortado su espíritu con aquel presagio, dio p1 l11, , 111 il1 • l.1 bi en peinada cabellera, suaves aromas, siente cir-
pio en estos términos: í1111 t 11111 ,s sus m iembros desusado vigor.
«En el fondo del mar Carpacio 1 habita el cerúleo adivi11 !1 111 11 1 111 l.1 vertiente de un socavado monte una espaciosa ca-
teo, 2 que recorre el inmenso piélago en un carro tirado po r ¡ ,1 ),,, 1 d111 1d1·, impelidas del viento, penetran de golpe abundan-
llos marinos. Ahora está visitando los puertos de Ematia 3 y l',11 l.1 \' •,1' dividen formando estrechos remansos; puerto segurí-
4
ne, su patria; nosotras las Ninfas, y el mismo anciano Nert'!I, 11 1 1, 1·1v\ para los marineros acosados de la tempestad, y en el
tenemos en gran veneración, porque sabe todas las cosas, l 1 111 11• í' 11Ccrrarse Proteo, resguardado detrás de un gran peñas-
que son, las que han sido y las que h an de s~r. Así lo di sp11 ,,1, ill1 L1 Ninfa colocó al mancebo en el sitio más obscuro de la
Neptuno, cuyos disformes rebaños y horribles focas apa ci\ 111 11 1 1111 1, 1k in odo que n o le diera la luz, retirándose lejos ella, rode-
en los abismos del mar. Lo primero que has de hacer, hij o 11111 1 l I tl1' dí' nsas nieblas. Ya ardía el férvido Sirio 1 tostando a los se-
es apresarle con lazos para que te explique todo el origen dt• L1 li. 111 11·, 111<.lios, y el ígneo sol había devorado la mitad del espacio
enfermedades que padecen tus ganados y dé remedio para cll ,1 ,, li ,11 · ' Yacían las plantas marchitas; secos los cauces de los ríos,
porque, si no es por la fuerza, nada te enseñará, ni esperes 11111 t, 1 1i1 vos del sol h acían h ervir el barro de su hueco fondo reque-
verle a compasión con ruegos . Una vez cogido, sujétale bien; d \l 111 ,11 lo, cuando Proteo se encaminaba desde las olas al acostum-
se quebrantarán al fin sus vanas artes. Yo misma, a la hora l' 11 111,11 111 retiro de su cueva; retozando en torno suyo los húmedos
que el sol inflama los ardores del mediodía, cuando las plan!¡¡ , l1,1l ,ll :1ntes del vasto mar, esparcen a lo lejos un amargo rocío.
desfallecen sedientas y es más grata la sombra al ganado, te co11 ~ 11 it ti t ud de focas se tienden a dormir en la playa. Él, como suele
duciré al lugar repuesto donde acostumbra guarecerse el viejo, ,•I ¡iasLor en las montañas, a la hora en que el Véspero llama a los
cansado de bregar con las ondas; así te será fácil acometerle dor- ¡ ,.i 11ados a recogerse de las dehesas a los rediles, y en que los bali-
1
mido. Mas apenas hayas logrado asirle y amarrarle, se te mudar{J 1)1is de los corderos aguzan el hambre de los lobos que los oyen,
en varias especies y figuras de alimañas: ya de pronto se trocar[1 ', 1· 11lóse en una peña en medio de su rebaño y empezó a contarle.
en horrible jabalí o en fiero tigre, ya en escamoso dragón o en 1:.11lonces Aristeo, aprovechando la ocasión, sin dar tiempo al vie-
leona de roja cerviz, o producirá el áspero chirrido de la llama, y 1º para entregar al sueño sus cansados miembros, arrójase sobre
bajo esta forma se saldrá de sus ligaduras, o se te escurrirá de l'i con gran clamor, y ya tendido en el suelo, le sujeta las manos
ellas convertido en sutiles aguas; pero cuantas más sean las figu- con esposas. No olvidado Proteo, en tal trance, de sus antiguas ar-
ras en que se te vaya mudando, tú, hijo mío, aprieta más y más tes, se transforma en todo linaje de prodigios, ya en fuego, ya en
sus prisiones, hasta que se tome tal cual le viste cuando empeza- espantosa alimaña, ya en corriente río; mas viendo que con nin-
ba a cerrar sus ojos el sueño». Dice, y difunde un líquido olor de guno de sus engaños halla la fuga, toma, vencido, su primitiva
ambrosía, en que baña todo el cuerpo de su hi jo, el cual exhala, forma, y habla finalmente así en figura de hombre: «¿Quién te ha
mandado, temerario mancebo, venir a mi morada? ¿Qué buscas
1. Entre Roda s y Creta.
2. G uardián lle los rebai'los de N eptuno.
aquí?» «Tú lo sabes, Proteo, respondió el mancebo; bien lo sabes
3. La antigua M acedonia .
4 . Hoy Kasandra, golfo de la cos ta de Grecia en el mar Egeo, formado por la península
Calcídica, entre sus dos ra m ificaciones de Longos al N orte y la llamada Kasa ndra al
Sur.
S. Hijo de Te tis y de l Océano , padre d e las Nereidas. l. La Canícula.
2 . Era, por tanto, la hora del m ediodía .
Virgilio
98 Geórgicas
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sancto a los tigres y arrastrando tras sí las selvas con sus ci1111 ! i1il1 ,111 •,11 , iras; mas antes quiero decirte en qué manera has
No de otra suerte la doliente Filomena 3 lamenta entre las 1.1 11 1 11 11 ·.11 .1uxilio. Elige cuatro excelentes toros, los más her-
de un álamo sus perdidos hijuelos, que, puesto en acc<'l11 1 111 l11 · 11>dos los tuyos, que ahora están pastando en las
robó del nido, implumes todavía, el despiadado labrador; 11111 , !111 , 11'1 w rde Liceo,2 y otras tantas novillas, cuya cerviz no
ella toda la noche, y desde la rama en que se posa repite su,, L1 ¡ ,1 1111 1111 ;ido la coyunda; levanta en los altos templos de las
1< 111,1lm altares, degüella en ellos las víctimas, y ofréceles su
timeros trinos, llenando los vecinos bosques con sus desol,111.1
11 1·11 ilolocausto, dejando los cuerpos abandonados en la
quejas. Así el mísero Orfeo: no hay ya amor, no hay ya himt•11 11
que cautive su corazón; solo con su dolor, recorría las hel;i1 l,1 1111111•.. 1 floresta. Luego, cuando, pasados nueve días, empiece a
regiones hiperbóreas, el nevado Tanais 4 y los campos del Rl/1 •1 1 , 11 l.i ,11,rora, ofrece en sacrificio a Orfeo adormideras Leteas, da
siempre cubiertos de escarchas, lamentando su arrebatada 1':1111 1111 11.1 l·. 11rídice, inmolando para aplacar sus manes una becerra;
dice y los vanos dones de Dite. Menospreciadas de él, por efe:<11 1 11111111!.1 1;1mbién una oveja negra, y vuelve luego a la selva.»
t 1111,p lió al punto el mancebo los mandatos de su madre.
de aquel tan grande amor, las mujeres de los Cicones 5 despcd,1
zaron al mancebo en medio de los sacrificios de los dioses y d1 • l 111 .1 los templos de las Ninfas, levantó los altares que le había
las nocturnas orgías de Baco, y esparcieron sus miembros P< 11 ¡111 ·1·1·11ido, y llevó a ellos cuatro hermosísimos toros y otras tan-
los campos; y aun cuando ya el Hebro eagrio 6 arrastraba entr1• 1>1 ', 11ovi llas, cuya cerviz no había aún tocado la coyunda; luego,
sus ondas su cabeza arrancada del alabastrino cuello, todavía s11 111 ,111do al noveno día empezaba a rayar la aurora, ofreció el sa-
voz, todavía su helada lengua iba clamando con desfallecido 1111icio a Orfeo, y volvió á la selva. Entonces de pronto contem-
aliento: ¡oh, Eurídice, oh, mísera Eurídice!, y ¡Eurídice, Eurídíce! re- ¡i l. 1ron sus ojos una indecible maravilla: en todas aquellas entra-
petían en toda su extensión las márgenes del río.» Esto dijo Pro- 11.1 s corrompidas, en lo interior de todas aquellas reses muertas,
teo, y de un salto se precipitó en el profundo mar, arremolinan - 11,mban innumerables abejas, hierven en las rotas costillas y se
ll' montan por el aire, formando inmensas nubes; luego van a
l. Caronte.
2. Río de Tracfa, hoy Estruma .
posarse en la copa de un árbol y se suspenden como racimos de
3. El
4. Don
Hija de. Pa nd ión , rey ele Ál'ica, transfo rmada en ruise,ior seg (m la leyenda griega.
las flexibles ramas.
5. Pu eblo
Ovidio, tracio, a l oeste
Metmno,fosis, Xl, del Hebro. La m uerte ele O rfeo es narrada de tallada m ente por
1-66.
6. De Eagro, rey de Tracia y padre de O rfeo.
l. Ninfas de los val les c ubiertos de bosq ues .
2 . Mon taña de Arcad ia.
Virgilio
102
l. Octavi o.
2. Antiguo nom bre de Nápo les.
3. Las Bucólicas.