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',l 'l " ~ 111 I /\ l1ora voy a proseguir cantando el celestial don de la aérea
1 1 1111 l l111111 1111•·1 /\tiende también, ¡oh Mecenas!, a esta parte de mi obra,
id ,1', 1 1111·1"I' , 11 q11L' diré asombrosos espectáculos de cosas pequeñas, magná-
I' 11 ,11 111 111 11l 1111i~ caudillos, y referiré por su orden las costumbres, los afa-
,1,l ,1 q111 11 111 •, de todo un linaje de seres, sus especies, sus batallas. De
,1',, ¡111111111 ¡,111 o momento es la empresa, mas no la gloria que me resultará

d1 · d1 ·•,l1 ill tl 1· l'lla , si a alguno se la consienten los númenes adversos y me


1 1,1 ••, tl11i 1li
11v1· el invocado Apolo.
d1111tl111 •, 111 \.u primero es buscar un lugar acomodado para las abejas, en
¡\t\l
',\ ,tlp,111111 q111· ni penetren los vientos (porque los vientos les impiden lle-
1 1•,, 'ti pi 11111' 1• ,1 1 el sustento a la colmena), ni vayan las ovejas y los retozones
-.11il l ll 111 .11 1,1l1ritillos a pisotear las flores, ni la becerra errante por los pra-
,1 •,11 ', 111'1 ",l ·1 1111~ sacuda el rocío de las lozanas yerbas y las tronche y marchi-
\1 •. l .ejos estén también de las abundosas colmenas los 1jaspeados
\.1ga rtos, los abejarucos y los otros pájaros, y Progne, señalada
1• 11 el pecho por sus propias ensangrentadas manos, pues talan
111anto los rodea, y a las mismas abejas cuando van volando se
Lis llevan en el pico para servir de sabroso pasto a sus crueles ni-
d¡¡das. Mas haya allí cristalinas fuentes y estanques cubiertos de
11\usgo, y un arroyuelo que se deslice entre la yerba, y haga som-
11ra al colmenar una palma o un corpulento acebuche, para que
1uando a la primavera de su nacimiento los nuevos reyes saquen
!ll1evos enjambres y salgan de los panales revoloteando las tier-
lh !IH I I II H 1hí 1
111<1 1! 1 I 1. La golondri na. Las manchas ro jas del pecho de esta ave eran, según la t radición,
11 • i1 1 ¡11 1~1 11 1,q1.1 lt •i
huellas de la sangre de ltis.
Virgilio Geórgicas
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nas crías, las brinde a guarecerse del calor la cercana orll l,1 li 1l,1·, .ig11as. Con esto, regocijadas por no sé cuál dulcedum-
frontero el árbol les prevenga frondoso hospedaje. Ya esté l'~l1111 ' tl.1 11 a cuidar amorosamente su prole y sus celdillas; con
cada, ya sea corriente el agua, echa sobre ella ramas de ~.11 11 1il11.11 1 it rl ificiosamente la blanda cera y forman la consis-
atravesadas y grandes piedras, a fin de que puedan posa rM· i 11 11111 ·1. <:uando en verano vieres un enjambre recién salido
aquellos continuos puentes y abrir sus alas al estivo sol, 1,11 11 11, ,i111 11·11a, que surcando el sereno éter se levanta al firma-
cuando rezagadas las dispersa el Euro, bien cuando las pt'l'ri ¡111 , íl11 , lv maravilles de cómo se mece en los auras formando
en las aguas. Florezcan en contorno las verdes alhucemas, l' l 1.J,, 1d, 11•.,1 11ube, obsérvale bien; siempre las abejas van a buscar
roso sérpol y gran copia de muy fragante ajedrea; abunden l,111 1 1111, il11h 1·s y frondosas moradas; entonces lo que debes hacer
bién allí las violetas con el mucho riego. En cuanto a las col111 t 11 , 11,111, 1111 ,n por el sitio a que se dirigen las yerbas cuyo sabor
nas, ya las formes de cortezas labradas, ya de flexibles ml111111 i 111 1•11, I¡¡ melisa majada y la grama común de cerinto, y a
entretejidos, dispónles angostas piqueras, porque el in vl1 •111 , l11 .il rededor ruido de metales y bate los címbalos de la
con sus fríos endurece la miel, y el gran calor la derrite. A11 il 11, 11 11 1· 1 ll11· lcs. 1 Ellas de por sí acudirán al sitio que de esta suer-
extremos son igualmente temibles para las abejas; no c11 111 11 , Í(1~ l1.11·o1s itderezado; ellas por su propio instinto irán a alber-
tapan ellas en sus moradas con cera todas las rendijas, rcll1'11i111 1hl , 11 111 i11 Lerior de las colmenas.
do cualquier abertura con zumo de liquen y flores, para lo 111 11 ~ l 1, .,¡ ~11 salida fuere para darse batalla (pues muchas veces
también recogen y guardan una liga más tenaz que la go111 ,1, 1,, 111 li , 1• s11scitarse discordia con grande ímpetu entre dos reyes
pez del frigio Ida. 1 Muchas veces, si no miente la fama, <.·s l,ilil1 , i111111¡, 11 11 bre), al punto te lo harán conocer la efervescencia de
cen su vivienda en hoyos bajo de tierra, y aun algunas s1· li,111 111111 lll'li 111 nbre y sus guerreros ademanes; el estrépito marcial
hallado en las hondas grietas de las peñas y en las cavidad,•, 1li 1111111",Jll'<:ie de ronco bronce aguija a las morosas, y se oye una
los carcomidos troncos. Tú, empero, baña por fuera de IJl,11111, , 11111 • l111il a los quebrantados sonidos de las trompetas. Enton-
barro las porosas colmenas y extiende por encima algunas ¡11 11 1 ' .i¡•,111 pa n en tumulto, despliegan sus brillantes alas, afilan
ramas; no consientas que cerca de ellas haya ningún tejo, 111 q11, 1n111!1111cs y aprestan los brazos a la lid, y apiñándose en de-
allí cuezan a la lumbre rojos cangrejos; 2 guárdalas tambi én 111 l 1 ,1111 !11· s11 rey junto a sus mismos reales, provocan al enemigo
hondas lagunas y de los sitios en que trasciende el cieno, \' 1I 11 1:1, 11 u il's clamores. Así, no bien nacen para gozar de la serena

aquellos en que resuenan las cóncavas peñas batidas del vlt •111 , ,1¡11,111 ·1.i y de los dilatados campos, salen en tropel de sus col-
y expiden una adulterada semejanza de la voz. 111111 1•,, l1,il >ase la lid, zumba el alto éter, revuélvense unas con
Réstame añadir que tan luego como el dorado sol im¡wl1 JI 11 l111111ando un gran pelotón, de que muchas ruedan precipi-
invierno a la opuesta parte de la tierra y abre los cielos crn 1 11 1 i l 11 N1 > rnc más denso el granizo por el aire ni llueven en ma-
luz estiva, empiezan las abejas a discurrir por el monte y lt1 1 1, •, , 1 1111 1111·ro las bellotas de la vareada encina. Por en medio de sus
vas, donde chupan las purpúreas flores y liban ligeras la s11p1111 lt 1 11 ", illscu rren los dos reyes con sus brillantes alas, abrigando
11 l " IJ"l' II O pecho ánimo grande, empeñados en no ceder hasta
l. Substancias muy renombradas en la ant igüedad.
2. El humo y la ceniza procedentes de la cocción de estos crustáceos se usabu t 11 11 11
medio en diversas en fermedades, pero a causa de su olor fuerte y acre per jud ll 11 11,t , 1 1 1 11 11111 ..,, . hacía durante las ceremonias del culto o rgiástico de esta diosa, ceremonias
abe jas. 1, ,1 !l l tl 'I ¡i11 r Lu crecio, De la naturaleza, II, 600-660.
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, 1d,11 I que si ya no fuese recogiendo velas, casi al fin de


que el fiero vencedor obliga a éstos o a aquéllos a volver la cs p11I 1111,,1\1 " · y no me apremiase el afán de enderezar la proa a
da en la fuga. Todas estas iras y estas grandes batallas se sosil'~,111 , ,, 1,111 .111 laría el arte con que se cultivan y hermosean los
y acaban en un punto con sólo tirar al aire un puñado de tiCl'l'il lli 111111111\ y diría los rosales de Pesto,1 que florecen dos ve-
Mas tan luego como hayas sacado de la lid a los dos caudl 1 11111, 11H ll O verdean las márgenes cubiertas de apio, y cómo
llos, mata al que te hubiera parecido peor, a fin de que no dn11, 1, 111111 )\O entre la yerba el panzudo cohombro, ni callaría el
al enjambre aquella boca inútil, y deja que el mejor reine sol11 , t,11d10 en florecer, ni los tallos del flexible acanto, ni las
en la recién desocupada colmena. Es éste de un color encendl 111 lt 11 •d I as, ni los mirtos amigos de las riberas. Acuérdome de
2
do, salpicado de manchas de oro (pues los hay de dos especit•~), 1 . 1•, \1) al pie de las altas torres de Ebalia, cuyas rubias cam-
1 4
es también más hermoso y está cubierto de rutilantes escam11\ H 1\1')',,1 l'l negro Galeso, 3 un anciano de Coricia, que poseía
el otro es feo y flojo, y arrastra sin gloria un enorme vientre. A,1 ti 1 ¡1111 " ' yugadas de un campo abandonado: campo que ni era
como hay dos especies de reyes, así las hay también de abeja,; 1iil ¡1,11,1 pastos de vacadas o de ganado menor ni propicio para
unas son feas, del color de la tierra, que escupe la reseca bot'il 1111 ,111 ,\lit, sin embargo, cultivando entre los matorrales algunas
del sediento caminante cubierto de polvo; las otras son muy li11i\ 1tll ,\\, rodeadas de blancos lirios, de verbenas y de sabrosa
hermosas y relucen como el oro; todo su cuerpo está salpicado 111 1111\lil'ra, considerábase igual en riquezas a los reyes; y altor-
de pintas iguales. Esta casta es la que más aprovecha, de ésta oll 11 ,11 1 ·,11 rasa por la noche, cubría su mesa de manjares no com-

tendrás en determinada época del año dulce miel, y más qut• 11 11111•, FI era el primero que cogía rosas en primavera y frutas en
dulce, limpia y a propósito para corregir la aspereza del vino. , ,1111111, y cuando el triste invierno con sus fríos quebrantaba hasta
Cuando tus enjambres anden revoloteando sin concierto y L1 ¡11 •11as y atajaba con sus carámbanos la corriente de las aguas,
como indecisos por el aire, y, descuidados de los panales, des- 1 1·111pl'1.aba él a podar las ramas del blanco jacinto, motejando
amparen las frías colmenas, impídeles que se distraigan en esos ti 11·1,11lO de tardío, y de p~rezosos a los Céfiros. Sus colmenares
vanos solaces. No te costará mucho trabajo impedírselo; arranca , 1,111 IDs primeros que daban fecundos enjambres; él era el prime-
las alas a los reyes; retenidos éstos en la colmena, nadie será osado 111 q11v sacaba de los exprimidos panales espumosa miel, porque
a remontar el vuelo ni a arrancar las enseñas de los reales. Cuida , 1t.11la para sus abejas tilos y jugosos pinos: cuantas eran las flores
de que tus fragantes huertos atraigan a las abejas con sus purpúre- d, • q11c se vestían sus árboles en primavera, tantos eran los sazo-
as flores, y de que vigilante Priapo, 1 dios del Helesponto, las guar- 11.idos fr utos que cogía en otoño. Él sabía trasplantar en hileras
de de los ladrones y de los pájaros con su hoz de sauce. Y quien li l', olrnos ya crecidos, los perales ya duros, los espinos ya carga-
verdaderamente ponga empeño en criar enjambres, es preciso que ' h)\ de la ciruela injerta, y los plátanos, ya bastante hojosos para
por sí mismo plante todo en derredor de las colmenas tomillos y 1l.1r sombra a los bebedores. Pero conozco que me salgo de los ri-
pinos traídos de los altos montes; es preciso que en esta dura fae-
na se cuarteen sus manos, y que él mismo por sí hinque en tierra
1.. Ciudad de Lucania,
deriva no
dellejos del Si laro.
las feraces plantas y las fecunde con abundantes riegos. Este nombre de Ebalo, antiguo rey de Esparta. Los habitantes de esta re-
µión, fundadores de Tarento, son llamados Ebalios por los poetas algunas veces.
:4.
{. Riachuelo
Ciudad de próximo a Tarento.
Cilicia, célebre por sus jardines. Este pasaje fu e im itado por Claudiano en
el Jl de sus Epigramas (El anciano de Verana).
l. Dios de los jardines, h ijo según la leyenda de Venus y de Baco. Su culto era origina-
rio de Lampsaco, ciudad situada a ori llas del Helesponto.
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lr 111 ,1•, 1·11.n l corresponde el cuidado de la colmena, forta-


gorosos límites de mi argumento; quédense estas cosas par¡1 q11,
111· p,111,tlv~ y fabricar las celdillas con artificio digno de
otros las celebren después de mí.
IH, 1 l I H 11.111 cansadas las más jóvenes, ya muy entrada la
Ahora voy a hablar de las propiedades de las abejas, qul' li
11 1, , ,1q ,,1d()S de tomillo los pies; las plantas de que indis-
1
infundió el mismo Júpiter en premio de haber sustentad11 1
111111 1111· \L' apacientan son las flores del madroño y las de
aquel rey del cielo en la cueva Dictea, atraídas por los ca rH 111
, 1il1 ", ,;iuces, la casia, el amarillo azafrán, la untuosa tila
sones y los batidos címbalos de los Curetes. 1 Las abejas son l,1
1 111, ,1 ,11\o jacinto. Uno es para todas el descanso, uno para to-
únicas que tienen hijos comunes, que viven en sociedad y Sl' 1I
11 l1 ,1ll,1 jo. /\ la mañana salen en tropel por la piquera y no
gen por admirables leyes; las únicas que tienen patria y penal1•
¡1, 111111 111 1111 punto, y cuando a la tarde el véspero las inclina a
fijos; las únicas que, previsoras del venidero invierno, trabaj1111
1111 l.1 ·, 1torcstas y sus pastos, vuelven a su colmena y atienden
en verano y previenen repuesto en el centro de sus colmena \
l 11·11o1111 de sus cuerpos. Primero zumban y revolotean alrededor
Unas proveen al preciso sustento, y en virtud de esta obligaciú11 ,
\1 l,1 ,,1quera; luego, recogidas en sus celdillas, están calladas
salen a trabajar al campo; otras, en lo interior de las colmena \
1,11 \ 1 l.1 11oche y el necesario sueño se apodera de sus cansados
asientan los primeros cimientos de los panales con el zumo (t(•I 1
ti1\1 111l 1ros. Nunca se apartan mucho de la colmena cuando llue-
narciso y el viscoso gluten de las cortezas, de donde suspenden
111 1,a 11 en la serenidad del cielo cuando soplan los Euros; an-
la consistente cera; otras sacan las crías, esperanza de la especit•;
1, ,, ¡ ,11,1 1-ccidaspor las paredes de su reducida ciudad, van a beber
otras labran la pura miel y bañan con aquel líquido néctar las 1

111 11 ,tití cerca, y sólo se aventuran a breves correrías; a veces co-


celdillas. Hay algunas a quienes toca en suerte guardar la pique-
l', ' 11 1 ltinitas, y a la manera que se lastran las barcas batidas por
ra, en cuyo cuidado alternan con el de observar las lluvias y los
li1 ·, 1,tas, se sostienen con ellas en equilibrio sobre las vanas nie-
nublados, o recibir la carga de las que llegan, o rechazar en orde-
1,1.1,. Es cosa que maravilla en las abejas, que ni son dadas al
nada hueste a la holgazana turba de los zánganos. Hierve la fae-
,111H1roso ayuntamiento, ni con él debilitan sus cuerpos, ni paren
na; la fragante miel exhala vivos aromas de tomillo. Como los
11,11 esfuerzo; antes con la boca ellas mismas sacan de las hojas y
Cíclopes, cuando forjan rayos con derretido hierro, unos soplan
d1· \as suaves yerbas sus hijuelos, y de esta suerte, sin ajeno auxi-
las fraguas con fuelles de piel de toro, otros templan en las aguas
\1(), se proveen de su rey y de sus diminutos ciudadanos, y re-
de un lago el rechinante metal, gime el Etna 2 con el estruendo
1unstruyen sus celdillas y su imperio de cera. Muchas veces les
de los martillados yunques. Ellos alternadamente y a compás le-
.1contece en sus excursiones romperse las alas contra las duras
vantan los brazos con poderoso empuje, y con la recia tenaza
peñas, y sucumbir de grado bajo el peso de su carga: ¡a tanto las
voltean el amasado hierro; no de otra suerte, si es lícito compa-
mueve el cariño a las flores y la gloria de producir miel!
rar las cosas pequeñas con las grandes, una ingénita afición a po- Así, aunque es breve el término de su vida (pues no pasa de
seer compele a las cecropias 3 abejas a ejercer cada cual su oficio.
siete años), su especie es inmortal, y la fortuna de la colmena
persevera muchos años, contándose en ella abuelos de abuelos.
l. Según la tradición m itológica estos sacerdotes de Cibeles, guard ianes del n ifio Júpi- Además, ni el Egipto, ni la gran Libia, ni los pueblos de los Par-
ter en el monte Dicteo (Creta), hacían gran estrépito con sus címba los y entrechocan-
do sus armas, a fin de que los gritos del pequei'í uelo no llegasen a oídos de su pad re Sa-
turno, ansioso de darle muerte.
2. En cuyas p rofund idades estaban las forjas de los Cíclopes, según la fábula. 1. Constructor del laberinto de Creta .
3. Át icas. El nombre de cecropias procede de Cecrops, rey fabul oso de Atenas.
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tos, ni la Media, que riega el Hidaspes, 1 veneran tanto co1111_1 l111 li , l.1 1 era inútil? Pues muchas veces acontece que, escon-
eIIas a sus reyes. Mientras les vive el rey están en perfecta w11 ' 1 l,1~:.1 rto, devora los panales, y que las celdillas se llenan
cordia; una vez perdido, todo pacto queda roto, y eIIas mis111,1 111 11.1t Itas enemigas de la luz, o bien el inútil zángano les
arrebatan su miel y destruyen los panales. Él vigila los traba/o 1 1 ,,11 sabor el sustento, o el fiero tábano las acomete con
las abejas le admiran, le rodean zumbando y como agasajándol1 1 11,il1•, armas, o las daña de otra suerte la raza destructora de
a porfía; a veces le levantan en hombros, le cubren con sus Clll'1 ¡1111111.1,, o la araña, aborrecida de Minerva, 1 suspende sus flo-
pos en la guerra, y tienen a gloria arrostrar la muerte por l'i 11 d, ·, delante de las piqueras. Cuanto más limpias se vean de
Por estas señales y estos ejemplos han creído algunos qui• lt 1•1H·111igos, más se afanarán por restaurar las ruinas de su
hay en las abejas como un reflejo de la divina mente y un esp1 ir, 11ilo linaje, y más llenarán sus celdillas, y con flores labrarán
ritu celestial, por cuanto, estando difundido Dios por todas par
1i 111 ,il, ·,.
tes, en la tierra, en los espacios del mar y en el inmenso cielo, t·~ r 1.1, si llegaren a enfermar (pues la vida de las abejas está suje-
fuerza que de Él hayan tomado, al nacer, algún aliento vital to 11 1 lm mismos accidentes que la nuestra), por no dudosas seña-
dos los animales mayores y menores, y los hombres y todo el 11 ¡. , ¡111d rás conocerlo. Las enfermas al momento mudan de color,
naje de las fieras; a Él han de volver, dicen, todos los seres ani - 11,111 llile delgadez desfigura su aspecto; entonces sacan de las col-
mados, después de disueltos, mas no para morir, sino para volar 1111 '11.is los cuerpos de las que ya no verán más la luz del día, y les
en vida a las estrellas y perpetuarse en el alto cielo.
11 ,111•11 tristes exequias. A veces se las ve suspendidas por los pies y
Cuando te pareciere destapar la colmena, ya estrecha para su 11 ,il >adas entre sí junto a las piqueras, o bien se apiñan todas en lo
tesoro de guardada miel, rocíala primero con una bocanada de 11 111 ·rior de su cerrada vivienda, desfallecidas de hambre y entu-
agua, e introduce en ella con tu mano humo que ahuyente a las 1111 Tidas por el rigor del frío. Óyese a la sazón un rumor más sor-
abejas. Dos veces al año se forman los panales, dos épocas hay en 1 I< > de lo acostumbrado y un continuado zumbar, semejante al del
el año para hacer la cosecha: la una, cuando Taigete2 descubre a l110 Austro en las selvas, o al bramido de la mar revuelta con el
la tierra su hermosa faz y rechaza con desdeñoso pie las aguas del 1lt I jo y reflujo de sus olas, o al violento crujir del fuego en los ce-
Océano; la otra, cuando esa misma estrella, huyendo del lluvioso 1rados hornos. En tales casos te aconsejo que sahúmes tus colme-
Piscis, baja ya más triste del cielo, en el invierno, a las ondas del nas con oloroso gálbano, e introduzcas miel en ellas con canutos
mar. Son las abejas en extremo iracundas; cuando se las ofende, de caña, haciendo además todo lo posible con voces y ademanes
sus picaduras son venenosas, y dejando hincado en las venas el por atraer a tus abejas enfermas hacia aquel usado alimento.
oculto aguijón, con la herida que hacen, pierden la vida. También aprovecha mezclar con la miel zumo de agallas maj adas,
Si temes que el invierno ha de ser rigoroso, no les quites rosas secas, espeso arrope muy recocido, pasas psitias,2 tomillo
toda la miel; déjales provisión para en adelante, y compadécete ateniense y la fragante yerba centáurea.3 Hay también en los pra-
de sus quebrantados ánimos y de su miserable suerte. ¿Quién, dos una flor, a que los labradores han puesto el nombre de amelo,
en tal caso, titubeará en sahumar las colmenas con tomillo y
l. Véase Ovid io, Metamorfos is, VI, 1-145 .
2. Ya nos hemos referido en otro lugar a la uva psitia, de la que se obtenía un vino
l. Aflu en te del l n do. dulce llamado passwn.
2. Una de las Pléyades. 3. Con la ayuda de esta planta curó el centauro Quirón una herida que Hércules se ha-
bía hecho en el pie con una de sus flechas.
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planta muy fácil de hallar, pues echa de un solo tallo multitud dv l111111, dvspunten ya dos corvas astas; a pesar de sus esfuerzos, se
ramas; la flor es de color de oro, pero debajo de las hojas, que cr1 1, i¡1111.1 vi resuello tapándole la nariz y la boca, y matándole de
gran profusión se extienden en contorno, brilla el purpúreo ma 11 .111·r lc a golpes, se le difunden por el cuerpo las entrañas ma-
tiz de la negra violeta. Muchas veces los altares de los dioses s1· 1,1il.1·,, quedándole la piel entera; así le dejan en la estancia ce-
decoran con guirnaldas de estas flores. Su sabor es desabrido; có ,, 11 l.1, después de haber extendido debajo de su cuerpo pedazos

genla los pastores en los valles adonde llevan a pastar sus gana 1, r,11 11 ,1s, tomillo y alhucemas recién cortadas. Hácese esto en la
dos, y junto a las tortuosas corrientes del Mela. 1 Haz cocer e, 1 1.11 1011 en que empiezan los Céfiros a agitar las olas, antes de
vino generoso las raíces de esta planta, y en llenos canastillo~ ¡111 w 111aticen las florestas con nuevos colores y suspenda su
ponlas para alimento delante de las colmenas. ,¡1t111 dt· las vigas la gárrula golondrina. Fermenta entre tanto en
Mas, por si aconteciere que alguno perdiese de pronto todos 111· 11t-111 os huesos del novillo la tibia sangre, y de ella se ven bro-
sus enjambres sin quedarle casta de donde sacar nuevas crías, 1,11 , 11 111aravillosa manera multitud de añimalillos, primero faltos
tiempo es ya de descubrirte el memorable invento del gran macs 1li ¡,h ·\; 1uego se revuelven unos contra otros, haciendo ruido con
tro de Arcadia 2 y de qué manera muchas veces ha producido abe l 1, ,il,1\ y probando cada vez más a levantarse por el aire sutil,
jas la sangre corrompida de los terneros muertos; voy a contar 111 ·, l.1 que al cabo arrancan a volar impetuosamentt como agua-
esta famosa historia, tomándola desde su primer origen. En aqut· 11 ·1,, 1 il' verano o como las saetas disparadas del arco cuando los
lla región donde los afortunados pueblos de Cánope3 Peleo4 culll l1¡:,•111s Partos acometen de improviso al enemigo.
van los campos que riegan las aguas del Nilo, estancadas en ello~ < :uál dios, ¡oh, Musas!, nos descubrió este gran secreto? ¿De

por frecuentes inundaciones, y dan la vuelta a sus heredades en il111 1dv vino a los hombres este nuevo experimento?
pintadas falúas; hacia aquella parte por donde lindan con los Pcr 1,:1 pastor Aristeo, 1 huyendo de los vergeles 2 que riega el Pe-
sas, 5 siempre ceñidos de la aljaba; allí donde fecunda al vercll' 111 •11, perdidas, según es fama, todas sus abejas por enfermedades
Egipto con sus negras arenas el río que baja desde el país de los , 111 ,r hambre, sentóse desolado junto a la fuente del sacro río, y
atezados Indios, y se precipita en el mar por siete bocas, cífrase en 1 rr l rL· muchos lamentos dirigió a su madre estas palabras: «Ma-

esta invención el medio seguro de obtener abejas. Eligen primero il r, · rnía Cirene, que moras en el fondo de esta corriente, ¿por
un sitio estrecho y destinado a este solo uso; lo cubren con un te- 1pl(', odioso a los Hados, me formaste de la preclara estirpe de
jado ligero y lo rodean de apretados tabiques, en los que abren 111,, dioses, si es cierto, como dices, que el timbreo 3 Apolo es mi
cuatro ventanas a los cuatro vientos, por donde entre la luz obli - ¡1,11ln.'? ¿Adónde es ido el amor que me tenías? ¿Por qué me
cuamente. Búscase entonces un novillo de dos años, en cuya 111,111dabas esperar un asiento en el cielo? 4 He aquí que, siendo
111 rn i madre, tengo que abandonar hasta este mismo glorioso
,, ¡vrcicio de mi vida mortal, al que a costa de tantos afanes me
1. Río d e la Galia Cisalpina, no lejos del territor io mantuano.
2 . Aristeo, según algu nas tradicio nes, fu e adorado en Arcad ia como d ios protector <k
los rebaiios. Acerca de este ep isod io, b reve epopeya a la ma n era a le jand ri na, véase Ov l
dio, Metamorfosis, X, 1-77; XI, 1-66, y Fastos, 11, 363 y s.
3. Ci udad egipcia, n o lejos de Ale jandría. 1 Hijo de Apolo y de la ninfa Cirene.
4. De Pella, capita l de Macedon ia . Desde la época en q ue una d inastía macedónic:, 2 . Tempe, usado en el original, se toma aqu í por va lle pintoresco, en general. El q ue de
ocupó el t rono de Egipto, el ad jetivo Peleo fue usado m uchas veces pa ra designa r lo, 111odo particu lar ll evaba este nombre estaba en Tesalia, entre el Ol impo y el Osa , surca-
hombres y las cosas egipcias. do por el Peneo (hoy Salambria) .
5. Con este nombre designa Virgi li o los países poco conocidos de Oriente, a la sazón .l . Adorado en Timbra (Tróacta).
en pod er de los Partos, celebrados por su d es t reza como arque ros. 4. Como h ijo de un d ios.
Virgilio
94 Geórgicas
95

avezaba la vigilante custodia de las mieses y de los ganado•, 1


pues, y tú misma con tus manos descuaja mis lozanas arl111i .iil11,il1·\ dv los dioses»; y al mismo tiempo manda al profun-
das, lleva el enemigo incendio a mis majadas, destruye rnl , , 1"' ·,1· desvíe para abrir paso al mancebo. Rodeáronle las
sechas, quema mis sembrados, prevén la fuerte hacha par;, ,111 ,1 1,:l, ,111vradas a manera de monte, y recibiéndole en su vas-
sar mis viñedos, si tan enojosos te son mis títulos de gloria , , , li dvpos itaron en el fondo del río. Iba el mancebo con-
Oyó la madre estas palabras desde el fondo del profunclo 1111 ¡ 1l 111il11 ,na ravillado la morada de su madre y sus palacios
rodeada de sus ninfas, Drinea, Xanto, Ligea, Filodoce, suelta~ ,, , ! 11111, ,.._ los lagos encerrados en cavernas y las resonantes sel-
bre los blancos cuellos las nítidas cabelleras, hilando vellones 1111 , ¡1.1,111,11 10 de aquel gran movimiento de las aguas, veía to-
1
lesios reteñidos de color de vidrio. Allí estaban también [Nt'.'11 ,1 ¡.,., 1111s que corren por las diversas regiones de la dilatada
.¡, 1 1•1 1:aso 1 y el Lico, 2 y las fuentes de donde arrancan impe-
1

Spio, Talía, Cimodoce]2 Cidipe y la rubia Lícoris; virgen aqu(•ll.i


ésta había probado ya por primera vez los dolores de Lucina; 11 1 , ,. 11111·111e el profundo Enipeo 3 y el padre Tíber, y aquellas de

Clío y su hermana Beroe, hijas del Océano, ambas vestidas de 0111 ,11d1 1,m1an los raudales del Anio 4 y del Hípanis, 5 que corre
y matizadas pieles; y Efira y Opis y Deyopea, hijas del lago Asia¡ , 11, .111,cndo entre peñascales, y el Caico6 de Misia y el Erída-
4
la veloz Aretusa, depuestas al fin sus saetas. En medio de ellas <·., 11,, ,I' ll' ostenta en su cabeza taurina 8 dos cuernos de oro, y que
taba Climene recitando los inútiles celos de Vulcano, 5 los ardiclv, , 1 110 que con más violencia se precipita en el purpúreo mar
de Marte y sus dulces hurtos, y contando los innumerables amo ¡1111 rn l re fértiles campiñas. Luego que llegó bajo los pendientes
res de los dioses desde los tiempos del caos. Mientras, embeles;1 1111 '\<II IL'S de esponjosa piedra, con que estaba labrado el palacio
das con aquellos cantos, tuercen con los husos blandos copos, d, < 'Ire ne, y que ésta se hubo enterado de la vana aflicción de
por segunda vez los lamentos de Aristeo llegaron a oídos de su 11 lI ij o, empezaron las Ninfas, sus hermanas, a presentarle por

madre y todas las Ninfas se quedaron suspensas en sus cristalinos ,11 orden aguamanos y a traerle toallas de fino vellón, m ientras

asientos; pero, más diligente que sus compañeras, sacó Aretusa , 11 , .is cubren de manjares las mesas y llenan una y otra vez las
por cima de las aguas su rubia cabeza, y, mirando en tomo, dijo , 11 pas; en tanto arden en los altares los inciensos panqueos.9
de lejos: «No en vano, ¡oh, Cirene, hermana mía!, te sobrecogiste fo rn a estas copas de vino meonio, 10 dijo entonces Cirenea su
al oír aquellos tan grandes lamentos; tu propio hijo Aristeo, lo liljo; libémoslas en honor del Océano.» Y al mismo tiempo diri-
que más amas en el mundo, está llorando desconsolado junto a p,(' sus preces al Océano, padre de todas las cosas, y a las Ninfas
la corriente de nuestro padre Peneo, motejándote de cruel». Agi- \ 11s hermanas, que guardan cien florestas, que guardan cien
tada de nuevos temores, la madre, al oír estas palabras: «Tráele, 110s. Tres veces roció con el líquido néctar la ardiente llama; tres
tráele pronto aquí con nosotras, exclamó; derecho tiene a pisar veces la llama, un momento sofocada, rebotó hasta la alta te-

l. En Cólq ui da.
l. Mileto,
calidad cuyos
de su lan anavegantes
. riva liza ban con los Fenicios, era reputada por la excelente
2. Río del Pon to .
3. Afl uen te del Peneo.
2. Las pala bras entre corchetes, correspon d ientes a un verso del ori gi n al, fa ltan en los
4. Íd. del Tíber, en las inmediaciones de Ro ma.
m an uscritos p ri ncipales y figura n al m argen en a lgunos de o rden inferio r. Trátase de
una inte rpolación procedente de Eneida, V, 826. 5. Río sá rma ta (El Boug).
3 . Diosa de los alum bram ientos. 6. Tribu tari o del m ar Egeo.
4. Ninfa cazadora. 7. El Po.
5. Este dios in tentó en vano impedi r los amores furtivos de Ma rte y Venus . 8. La rep resentación de los ríos mediante una cabeza de toro era trad icional.
9. Epíteto derivado del n o mb re de un a isla fab ul osa, iden tificada con la Arabia fe liz.
10 . De Meonia, an ti guo n ombre de Lidia.
Virgilio Geórgicas
96 97

chumbre. Confortado su espíritu con aquel presagio, dio p1 l11, , 111 il1 • l.1 bi en peinada cabellera, suaves aromas, siente cir-
pio en estos términos: í1111 t 11111 ,s sus m iembros desusado vigor.
«En el fondo del mar Carpacio 1 habita el cerúleo adivi11 !1 111 11 1 111 l.1 vertiente de un socavado monte una espaciosa ca-
teo, 2 que recorre el inmenso piélago en un carro tirado po r ¡ ,1 ),,, 1 d111 1d1·, impelidas del viento, penetran de golpe abundan-
llos marinos. Ahora está visitando los puertos de Ematia 3 y l',11 l.1 \' •,1' dividen formando estrechos remansos; puerto segurí-
4
ne, su patria; nosotras las Ninfas, y el mismo anciano Nert'!I, 11 1 1, 1·1v\ para los marineros acosados de la tempestad, y en el
tenemos en gran veneración, porque sabe todas las cosas, l 1 111 11• í' 11Ccrrarse Proteo, resguardado detrás de un gran peñas-
que son, las que han sido y las que h an de s~r. Así lo di sp11 ,,1, ill1 L1 Ninfa colocó al mancebo en el sitio más obscuro de la
Neptuno, cuyos disformes rebaños y horribles focas apa ci\ 111 11 1 1111 1, 1k in odo que n o le diera la luz, retirándose lejos ella, rode-
en los abismos del mar. Lo primero que has de hacer, hij o 11111 1 l I tl1' dí' nsas nieblas. Ya ardía el férvido Sirio 1 tostando a los se-
es apresarle con lazos para que te explique todo el origen dt• L1 li. 111 11·, 111<.lios, y el ígneo sol había devorado la mitad del espacio
enfermedades que padecen tus ganados y dé remedio para cll ,1 ,, li ,11 · ' Yacían las plantas marchitas; secos los cauces de los ríos,
porque, si no es por la fuerza, nada te enseñará, ni esperes 11111 t, 1 1i1 vos del sol h acían h ervir el barro de su hueco fondo reque-
verle a compasión con ruegos . Una vez cogido, sujétale bien; d \l 111 ,11 lo, cuando Proteo se encaminaba desde las olas al acostum-
se quebrantarán al fin sus vanas artes. Yo misma, a la hora l' 11 111,11 111 retiro de su cueva; retozando en torno suyo los húmedos
que el sol inflama los ardores del mediodía, cuando las plan!¡¡ , l1,1l ,ll :1ntes del vasto mar, esparcen a lo lejos un amargo rocío.
desfallecen sedientas y es más grata la sombra al ganado, te co11 ~ 11 it ti t ud de focas se tienden a dormir en la playa. Él, como suele
duciré al lugar repuesto donde acostumbra guarecerse el viejo, ,•I ¡iasLor en las montañas, a la hora en que el Véspero llama a los
cansado de bregar con las ondas; así te será fácil acometerle dor- ¡ ,.i 11ados a recogerse de las dehesas a los rediles, y en que los bali-
1

mido. Mas apenas hayas logrado asirle y amarrarle, se te mudar{J 1)1is de los corderos aguzan el hambre de los lobos que los oyen,
en varias especies y figuras de alimañas: ya de pronto se trocar[1 ', 1· 11lóse en una peña en medio de su rebaño y empezó a contarle.
en horrible jabalí o en fiero tigre, ya en escamoso dragón o en 1:.11lonces Aristeo, aprovechando la ocasión, sin dar tiempo al vie-
leona de roja cerviz, o producirá el áspero chirrido de la llama, y 1º para entregar al sueño sus cansados miembros, arrójase sobre
bajo esta forma se saldrá de sus ligaduras, o se te escurrirá de l'i con gran clamor, y ya tendido en el suelo, le sujeta las manos
ellas convertido en sutiles aguas; pero cuantas más sean las figu- con esposas. No olvidado Proteo, en tal trance, de sus antiguas ar-
ras en que se te vaya mudando, tú, hijo mío, aprieta más y más tes, se transforma en todo linaje de prodigios, ya en fuego, ya en
sus prisiones, hasta que se tome tal cual le viste cuando empeza- espantosa alimaña, ya en corriente río; mas viendo que con nin-
ba a cerrar sus ojos el sueño». Dice, y difunde un líquido olor de guno de sus engaños halla la fuga, toma, vencido, su primitiva
ambrosía, en que baña todo el cuerpo de su hi jo, el cual exhala, forma, y habla finalmente así en figura de hombre: «¿Quién te ha
mandado, temerario mancebo, venir a mi morada? ¿Qué buscas
1. Entre Roda s y Creta.
2. G uardián lle los rebai'los de N eptuno.
aquí?» «Tú lo sabes, Proteo, respondió el mancebo; bien lo sabes
3. La antigua M acedonia .
4 . Hoy Kasandra, golfo de la cos ta de Grecia en el mar Egeo, formado por la península
Calcídica, entre sus dos ra m ificaciones de Longos al N orte y la llamada Kasa ndra al
Sur.
S. Hijo de Te tis y de l Océano , padre d e las Nereidas. l. La Canícula.
2 . Era, por tanto, la hora del m ediodía .
Virgilio
98 Geórgicas
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tú, pues que a ninguno es dado engañarte. Renuncia, pues, .i 11


, d, · lns muertos, tan numerosas como las aves que aban-
sistirte; siguiendo los preceptos de los dioses, he venido a pt"dl11
l.1 " .u ogen entre las hojas de los árboles cuando la estrella
oráculos con que reparar mi perdida hacienda». No dijo más; 1·11
1 11,d,· o la lluvia infernal las ahuyenta de los montes; ma-
tonces, por fin, el vate, revolviendo con furia sus ardientes <1j1,
' •l" "ºs, cuerpos exánimes de magnánimos héroes; niños,
inflamados de verdinegro resplandor, lanzó un fiero brami<I< 1 1
1 11, ll. 1•,, mancebos arrojados en la hoguera funeral a la vista
con estas palabras descubrió el secreto de los hados: «Un pod1•111
11 ¡io1dres, acudían así por entre el negro cieno y los disfor-
so numen ejerce contra ti sus iras; expiando estás un gran d<.'11111.
1 ' 111.iverales del Cocito, 1 retenidos y cercados por los nueve
el desventurado Orfeo te suscita, con anuencia de los hados, l'··
111•, 1·n q ue se estancan las densas aguas de la odiosa laguna
tos trabajos, aun no tan graves como mereces, y venga cn11 1
II Hl,1 l'.ismáronse hasta el mismo Averno 2 y los hondos abis-
mente en ti el rapto de su esposa. 2 Cuando la desdichada virg1•11
t\ ,11 •1 l.t·l'eo y las Euménides, 3 crinadas de cerúleas serpientes;
condenada a morir huía de ti precipitadamente por las márgc111•
,, 111 , 11s ladridos el trifauce Cerbero 4 y se paró en el aire la
de los ríos, no vio entre la alta yerba, a sus pies, la hidra horrilll1
1, d,1 tl1 · lxión. 5 Ya se volvía Orfeo, esquivados estos peligros, y
que guardaba aquellas riberas. 3 Los coros fraternales de las Dr1.i
4 , ,1 1 11·1 obrada Eurídice se encaminaba con él a las terrenas au-
des llenaron con sus clamores las cumbres de los montes, llor¡¡
,l)'. 1Jiendo sus pisadas (pues con esta condición se la había
ron las sierras Rodopeas, 5 el alto Pangeo, 6 la marcial tierra d1
8 1 111 •110 Proserpina), cuando se apoderó del incauto amante un
Reso,7 los Getas, el Hebro 9 y la ateniense Oritia. 10 Él, consolancl11
11111111 lre nesí, muy perdonable en verdad, si supieran perdonar
con la cítara su amorosa pena, a ti, sólo a ti, dulce esposa, cantu
!11- 1", p1ritus infernales. Paróse ya casi en los mismos límites de
ba en la solitaria playa, al rayar el día, al caer la noche; así llcg<1
l,1 11, ·11.i, y olvidado, ¡ay!, del pacto 6 y vencido del amor, miró
hasta las gargantas del Ténaro 11 y las profundas bocas de Dite, 12 y
1 · 11 1:.1ll'ídice; con esto fueron perdidos todos sus afanes y que-
penetró hasta los negros y pavorosos bosques donde están lm
13 ti 11 111 1 rotos los tratos del cruel tirano. Tres veces retumbaron
Manes y el tremendo Rey, 14 y aquellos corazones que no saben
11 111 lr;igor los lagos del averno. Y ella: «¿Qué delirio, Orfeo
ablandarse con humanos ruegos. Atraídas por sus cantos, iba11
i11111 , vxclamó, qué delirio me ha perdido, infeliz, y te ha per-
saliendo de los abismos del Erebo 15 las tenues sombras y las fan .
illd11 " ti? Ya por segunda vez me arrastran al abismo los crue-
l! , liados; ya el sueño de la muerte cubre mis llorosos ojos.
de Célebre poeta de los tiempos heroicos, h ijo de Ca líope y de Eagro, rey fabuloso y río
L Tracia. ¡,\dios, adiós! Las profundas tinieblas que me rodean me arras-
2. Eurídice.
3. Y que con su mordedura le ocasionó la muerte. 11.111 consigo, mientras que, ya no tuya, ¡ay!, tiendo en vano
4. Ninfas de los bosques.
5. En Tracia. li,11 ia li las débiles palmas». Dijo, y de pronto, cual leve humo
6. Cadena de montaf'ías, al este del Estrimón.
l11 1pulsado por las auras, se desvaneció ante los ojos de su
7. Tracia,
dencia cuyo rey Beso acud ió en ayuda de los Troyanos, era, según Homero, la resi ~
de Marte.
8. Pueblo de las o rillas del Danubio. ,11 11 :i nte, que en vano pugnaba por asir la sombra fugitiva y de-
9. Río de Tracia.
10. Hi ja del rey ateniense Erecteo, raptada por el Bóreas.
ern En
fi11. o. el cabo Taigetos (Matapá n), donde se encontraba una de las entradas del In ~ 1. Este río y el Aq ueron te reunidos formaban la laguna Est igia .
/ . Mansión de los réprobos y morada de la muerte. Era opinión de los antiguos que el
12. El Plu tón de los la ti nos. l;1go Averno (en Cam pania) se comunicaba con el Infierno.
13. Las potencias in ferna les, d ioses y som bras. L Las Furias.
14. Plutón. 1 1. Perro de t ri ple cabeza, guardián de las mansiones infernales.
15. Uno de los nombres del Infierno. S. Rey de los Lapitas, de cuyo suplicio se h a hab lado anter iormente.
t.. Concertado con Plutón.
Virgilio
100 Geórgicas
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cirle 1mil y mil cosas; no 1a volvió más a ver, ni el biir'q1111


Orco consintió que otra vez pasase el mancebo la op1H '\l.1/ /11 · ,11 ·11 , 11 caída las espumantes olas. Acudió enton-
na. ¿Qué hacer? ¿Adónde ir, habiéndole sido por dos vt•, 1 illil¡•,lv11dose a su atemorizado hijo:
batada su consorte? ¿Con qué llanto podría conmover' ;i 111• 1 1111 il1 ·I pecho, le dijo, tus tristes cuidados. Ya has oído
ses infernales, con qué palabras a los númenes celt•, 11 il1 • /. 1 pes te que ha destruido tus ganados; por eso las
HI ,¡1i11·11 vs Eurídice entonaba coros en las profundas sel-
tanto Eurídice, yerta ya, iba bogando en la barca infer11,il p1
laguna Estigia. Es fama que siete meses enteros pasó él 11111 11 1 111111 l., 111 isc rable destrucción de tus abejas. Tú ahora, su-
bajo una altísima peña a la margen del solitario Estrim 611 1 .1 ll vvarles ofrendas y a venerarlas implorando paz;
pitiendo sus desventuras en aquellas heladas cavernas, 1.1111 11 ji ¡ 1 •,1111 lúciles de aplacar, y sin duda aceptarán tus votos

sancto a los tigres y arrastrando tras sí las selvas con sus ci1111 ! i1il1 ,111 •,11 , iras; mas antes quiero decirte en qué manera has
No de otra suerte la doliente Filomena 3 lamenta entre las 1.1 11 1 11 11 ·.11 .1uxilio. Elige cuatro excelentes toros, los más her-
de un álamo sus perdidos hijuelos, que, puesto en acc<'l11 1 111 l11 · 11>dos los tuyos, que ahora están pastando en las
robó del nido, implumes todavía, el despiadado labrador; 11111 , !111 , 11'1 w rde Liceo,2 y otras tantas novillas, cuya cerviz no
ella toda la noche, y desde la rama en que se posa repite su,, L1 ¡ ,1 1111 1111 ;ido la coyunda; levanta en los altos templos de las
1< 111,1lm altares, degüella en ellos las víctimas, y ofréceles su
timeros trinos, llenando los vecinos bosques con sus desol,111.1
11 1·11 ilolocausto, dejando los cuerpos abandonados en la
quejas. Así el mísero Orfeo: no hay ya amor, no hay ya himt•11 11
que cautive su corazón; solo con su dolor, recorría las hel;i1 l,1 1111111•.. 1 floresta. Luego, cuando, pasados nueve días, empiece a
regiones hiperbóreas, el nevado Tanais 4 y los campos del Rl/1 •1 1 , 11 l.i ,11,rora, ofrece en sacrificio a Orfeo adormideras Leteas, da
siempre cubiertos de escarchas, lamentando su arrebatada 1':1111 1111 11.1 l·. 11rídice, inmolando para aplacar sus manes una becerra;
dice y los vanos dones de Dite. Menospreciadas de él, por efe:<11 1 11111111!.1 1;1mbién una oveja negra, y vuelve luego a la selva.»
t 1111,p lió al punto el mancebo los mandatos de su madre.
de aquel tan grande amor, las mujeres de los Cicones 5 despcd,1
zaron al mancebo en medio de los sacrificios de los dioses y d1 • l 111 .1 los templos de las Ninfas, levantó los altares que le había
las nocturnas orgías de Baco, y esparcieron sus miembros P< 11 ¡111 ·1·1·11ido, y llevó a ellos cuatro hermosísimos toros y otras tan-
los campos; y aun cuando ya el Hebro eagrio 6 arrastraba entr1• 1>1 ', 11ovi llas, cuya cerviz no había aún tocado la coyunda; luego,
sus ondas su cabeza arrancada del alabastrino cuello, todavía s11 111 ,111do al noveno día empezaba a rayar la aurora, ofreció el sa-
voz, todavía su helada lengua iba clamando con desfallecido 1111icio a Orfeo, y volvió á la selva. Entonces de pronto contem-
aliento: ¡oh, Eurídice, oh, mísera Eurídice!, y ¡Eurídice, Eurídíce! re- ¡i l. 1ron sus ojos una indecible maravilla: en todas aquellas entra-
petían en toda su extensión las márgenes del río.» Esto dijo Pro- 11.1 s corrompidas, en lo interior de todas aquellas reses muertas,
teo, y de un salto se precipitó en el profundo mar, arremolinan - 11,mban innumerables abejas, hierven en las rotas costillas y se
ll' montan por el aire, formando inmensas nubes; luego van a
l. Caronte.
2. Río de Tracfa, hoy Estruma .
posarse en la copa de un árbol y se suspenden como racimos de
3. El
4. Don
Hija de. Pa nd ión , rey ele Ál'ica, transfo rmada en ruise,ior seg (m la leyenda griega.
las flexibles ramas.
5. Pu eblo
Ovidio, tracio, a l oeste
Metmno,fosis, Xl, del Hebro. La m uerte ele O rfeo es narrada de tallada m ente por
1-66.
6. De Eagro, rey de Tracia y padre de O rfeo.
l. Ninfas de los val les c ubiertos de bosq ues .
2 . Mon taña de Arcad ia.
Virgilio
102

Estas cosas cantaba yo sobre el cultivo de los ca,111111


ganados y de los árboles, mientras el gran César 1 1'.,¡¡ 1lp
rayo de la guerra en las orillas del hondo Éufrates, dli l,ii,,
cedor sus leyes a los pueblos domeñados y se abría l'I 1 ,
del Olimpo. Sustentábame por entonces en su regazo l.1 .1
2
Parténope, a mí, Virgilio, que dedicando la flor de mi )11 11,
a oscuros solaces, forjé con la ufanía propia de los prn 1,
3
versos pastoriles, y te canté, ¡oh, Títiro, tendido a la sw,11,,
una frondosa haya!

l. Octavi o.
2. Antiguo nom bre de Nápo les.
3. Las Bucólicas.

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