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En una conferencia sobre plásmidos bacterianos que tuvo lugar en Hawaii, en el otoño de
1972 se encontraron Herbert Boyer (bioquímico de la Universidad de California en San
Francisco) y Standley Cohen (profesor de medicina en la Universidad de Standford). Este
encuentro fortuito hizo posible el nacimiento de la tecnología del ADN recombinante, es
decir el proceso por el cual el material genético de un organismo es introducido en el
genoma de otro organismo para que este último lo replique y exprese. Este descubrimiento
abrió las puertas a una industria multimillonaria que al día de hoy sigue en crecimiento [1].
El laboratorio de Boyer había conseguido aislar una enzima (llamada “de restricción”) que
podría ser usada para cortar fragmentos de ADN en segmentos cohesivos precisos es decir,
en segmentos que llevarían el material genético necesario para la expresión de una proteína
determinada. Además los fragmento producidos por la digestión con enzimas de restricción
podían ser acoplados a otras hebras de ADN que tuviesen extremos que coincidiesen con
los cortes. Por otra parte, Cohen y sus colaboradores habían desarrollado un método para
introducir plásmidos con genes de resistencia a antibióticos a una bacteria determinada.
También desarrollaron otro método para aislar y clonar genes que forman parte de un
plásmido bacteriano [2].
Es por ello que ambos científicos decidieron combinar sus técnicas para fundar los
cimientos de la biotecnología. Cohen y Boyer supieron ver que tenían entre manos una
tecnología muy poderosa, una tecnología que les permitiría seleccionar cualquier gen, por
ejemplo el gen de la insulina humana, insertarla en un plásmido y transferirlo al genoma de
una bacteria como E. coli. Estas bacterias servirían como minifábricas, que permitirían la
producción a gran escala de proteínas, que podrían tener una amplia gama de aplicaciones
[3].
Genentech anunció en 1977 que había conseguido clonar y producir somatostatina con
éxito, siendo esta la primera proteína humana clonada de forma recombinante en bacterias.
Esto marcó el inicio de una serie de logros de la biotecnología, entre los cuales están la
producción de insulina recombinante (la que actualmente usan los diabéticos, hasta
entonces se aislaba de páncreas de cerdo), hormona del crecimiento para niños con
problemas en su desarrollo, y otras muchas proteínas usadas en medicina. Además permitió
el desarrollo de otra industria como es la de la obtención de organismos mejorados
genéticamente, como por ejemplo plantas que aguantan mejor la sequía al introducirles el
DNA de otras especies vegetales que poseen los mecanismos de resistencia pertinentes [1].
Se podría pensar que el desarrollo de tan asombrosa técnica fue recompensado con el
premio Nobel, como ha ocurrido con otras técnicas como la PCR para amplificar material
genético. Sin embargo, nunca lo recibieron, a pesar de que el trabajo de Boyer y Cohen
haya salvado multitud de vidas y haya generado una industria como es la industria
biotecnológica.
Técnicas
Las posibles modificaciones genéticas que se pueden usar incluyen la mutación,
inserción y deleción de genes. Cuando se inserta material genético este suele
provenir de otra especie, de forma parecida a la transferencia horizontal que se
produce en la naturaleza. Para producir de forma artificial esta transferencia suele
ser necesario recurrir a diferentes técnicas. Los genes pueden ser incorporados a
un virus o pueden ser físicamente inyectados en el núcleo de la célula con una
aguja ultrafina o con un cañón de genes. Otras técnicas aprovechan la habilidad
de ciertos organismos como los lentivirus o algunas bacterias como
la Agrobacterium tumefaciens para transferir material genético a animales y
plantas.5 6
La aplicación de la transgénesis permite transferir genes heredables
entre especies más o menos separadas entre sí (por ejemplo, un gen presente en
las luciérnagas puede ser transferido a un toro),7 pero también las transferencias
de genes pueden darse entre especies más próximas cuando las técnicas de
entrecruzamiento clásicas fracasan (tal es el caso de la patata Fortuna, una
variedad de patata genéticamente modificada, mezcla de la variedad Agria y la
patata originaria de Sudamérica Solanum bulbocastanum). El aspecto innovador
de estas nuevas técnicas recae en sus potenciales aplicaciones, beneficios
económicos inmediatos, principalmente para los sectores médicos y de los
alimentos. Los OGM han provocado controversias, y también una
reflexión ética8 además una disputa comercial concerniente a la comercialización
de organismos genéticamente modificados en la UE,9 y su reglamentación en
Europa.10 Dentro de las biotecnologías, los OMG pertenecen a un área de
investigaciones realizadas pasados los años 1990s al objeto de numerosas
inversiones en investigación y desarrollo a partir de financiamiento tanto público
como privado.
Al hacer la manipulación en el material genético, este puede hacerse heredable o
no, en función del proceso usado y los genes implicados.