Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
FERNANDEZ, V. M. - para Mejorar Tus Confesiones - San Pablo, 2009 PDF
FERNANDEZ, V. M. - para Mejorar Tus Confesiones - San Pablo, 2009 PDF
Para mejorar
tus confesiones
SAN PABLO
colección CRECER 2
SAN PABLO 9 7 89 5 0 8 6 1 76 1 3
Distribución San Pablo:
Argentina
Riobamba 230,C1025ABF BUENOS AIRES, Argentina.
Teléfono (011) 5555-2400/1 1/1.2. Fax (011) 5555-2439.
www.san-pablo.com.ar - E-mail: ventas@san-pablo.com.ar
Chile
Avda. L. B. O'Higgins 1626, SANTIAGO Centro, Chile.
Casilla 3746, Correo 21 -Tel. (0056-2-) 7200300.
Fax (0056-2-) 6728469.
www.san-pablo.cl - E-mail: spventas@san-pablo.cl
Perú
Armendáriz 527 - Miraflores, LIMA 18, Perú.
Telefax:(51) 1-4460017
E-mail: dsanpablo@terra.com.pe
Fernández,Víctor Manuel
Para mejorar tus confesiones - Ia ed. 3a reimp. - Buenos
Aires: San Pablo, 2009.
176 p.; 17x11 cm.- (Crecer 2)
ISBN: 978-950-861-761-3
I. Superación personal. I.Título
C D D 158.1
ISBN: 978-950-861-761-3
Presentación
3
No es cierto que se exigía la confesión pública de los
pecados. Algunos lo hacían libremente, como gesto de
profundo arrepentimiento, pero no porque la Iglesia lo
exigiera siempre. El obispo o el sacerdote que imponía
la penitencia se enteraba de los pecados por acusación
de otros, o porque todos lo sabían; no siempre porque
la persona se acercaba a reconocerlos. Pero es cierto que,
aunque no se exigía la confesión, sí era necesario que los
pecadores aceptaran la penitencia que se les imponía, y
eso era un modo de reconocer sus pecados.
14 Para mejorar tus confesiones
4
S. CIPRIANO, Ep. 16, 2; 17, 2. Tertuliano destacaba
la intervención del obispo en la reconciliación del
penitente: Depud. 18, 18.
5
Ep. 57,4; 15, 1; 16, 2; 17, 2. También ORÍGENES, In
Lev. hom. 8, 11; Didasc. II, 41, 2.
6
S. CIPRIANO, Ep. 55, 29; Ep 4, 4; De fopsis 28.
7
TERTULIANO, De poenitentia 9, 5-6.
Víctor Manuel Fernández 15
Encuentro personal
10
K. RAHNER, Sobre el sentido de la confesión frecuente
por devoción, en Escritos de Teología III, Madrid 1961, p.
213.
11
Ibídem, 218.
Víctor Manuel Fernández 25
La absolución
El momento en que Dios nos perdona es
muy simple. La iglesia ha elegido un rito sen-
cillo, que está compuesto por la señal de la
cruz que el sacerdote hace imponiendo las
manos sobre nosotros, y por las breves pala-
bras que dice. Veamos:
La señal
Para reconciliarse con Dios es clave la con-
templación de la cruz. Cuando se nos perdo-
na se traza una señal de la cruz sobre noso-
tros. Por eso es bueno prepararse para la con-
fesión ante un crucifijo: Jesús en la cruz nos
da una seguridad de perdón, compasión, cer-
canía, amor. La cruz del Señor es la fuente de
la gracia del perdón, porque en esa cruz fui-
26 Para mejorar tus confesiones
Las palabras
Junto con la señal de la cruz que traza el
sacerdote, están las palabras de la absolución:
"Yo te absuelvo de tus pecados en el nombre
del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo".
En definitiva, es la Palabra de Dios la que,
dentro del sacramento, alcanza su mayor efi-
cacia. ¿Qué palabra? Cuando Jesús dice a los
apóstoles: "a quienes ustedes les perdonen los
pecados les quedan perdonados" (Jn 20, 23)
y "lo que desaten en la tierra quedará desata-
do en el cielo" (Mt 18, 18). Esa misma Pala-
bra es la que se encarna de un modo eficaz
cuando el sacerdote dice: "Yo te absuelvo de
tus pecados".
Pero antes de decir estas palabras, el sa-
cerdote hace una oración más larga que mu-
chas veces no escuchamos. Recordemos esa
oración, que nos ayuda a entender mejor el
sentido del rito:
Víctor Manuel Fernández 31
Expresiones penitenciales
dentro de la Eucaristía
Es importante que relacionemos mejor el
sacramento de la confesión con la celebración
de la Eucaristía. De hecho, dentro de la Misa
hay muchas formas de pedirle a Dios que nos
perdone y nos purifique. Veamos cuáles son
esos momentos para que podamos aprove-
charlos mejor y no los dejemos pasar incons-
cientemente:
* Cuando se pide perdón al comienzo de la
Misa.
* En el Gloria (decimos: "Tú que quitas el
pecado del mundo...")
* En el Padrenuestro (decimos : "Perdona
nuestras ofensas...")
* En la oración posterior del sacerdote ("para
que libres de pecado...").
* También en el rito de la paz, porque la re-
conciliación con Dios es también una re-
conciliación con los hermanos. En cada
Misa "tenemos la necesidad de repetir esos
Víctor Manuel Fernández 35
13
A. GRÜN, El gozo de vivir. Rituales que sanan, Estella,
1998, pp. 56-57.
Víctor Manuel Fernández 37
Confesión
Sacramento de la conversión
Este nombre expresa que no se trata sólo
de decir los pecados de la boca para afuera,
sino con un verdadero deseo de cambiar de
vida. Esto supone dos cosas: un sincero arre-
pentimiento y un propósito de no volver a
pecar. Pero en realidad lo más importante es
Víctor Manuel Fernández 45
Sacramento de la reconciliación
Este es uno de los nombres más impor-
tantes, porque lo que sucede en este sacramen-
to es algo muy personal entre Dios y noso-
tros, es un abrazo de reconciliación con el
Padre bueno y misericordioso, que nos reci-
be como amigos. Pero al mismo tiempo es
una reconciliación con la comunidad, a la que
hemos dañado con nuestros pecados. Final-
mente, es una reconciliación con nosotros
mismos, porque no estamos hechos para el
46 Para mejorar tus confesiones
Sacramento de la penitencia
Este nombre viene de las penitencias que
se daban en la antigüedad a los pecadores, que
por eso se llamaban "penitentes". Nosotros
le llamamos "penitencia" sobre todo a lo que
el sacerdote nos pide que hagamos después
de la confesión: "rece un padrenuestro", "haga
una obra buena", etc. Más adelante veremos
que esto es mucho más importante de lo que
pensamos. Pero en realidad, este nombre del
sacramento tiene que hacernos pensar en un
"espíritu" de penitencia que deberíamos vi-
vir antes, durante y después del sacramento.
Es un "espíritu" de penitencia que debe estar
siempre presente en nuestra vida y que se ex-
presa de manera especial en el sacramento.
¿Qué es un espíritu de penitencia? Es una pro-
funda actitud de reconocerse pequeño, limi-
tado, frágil ante Dios, y por lo tanto, siempre
necesitado de su gracia. Pero sobre todo, es el
reconocimiento concreto de lo poco que uno
responde al amor de Dios y de los propios
pecados, con un deseo de entregarse más a Dios.
Víctor Manuel Fernández 47
Sacramento de la misericordia
Este nombre nos recuerda que este sacra-
mento debería ser ante todo una experiencia
del amor de Dios que nos perdona. Es un en-
cuentro con el Señor que nos espera con los
brazos abiertos para darnos su amor miseri-
cordioso. Es el mismo amor por el cual nos
dio la vida en el seno de nuestra madre y por
el cual Jesús se entregó en la cruz para salvar-
nos.
Sacramento de la liberación
Se llama así porque verdaderamente so-
mos liberados del pecado; en la absolución
nuestra culpa desaparece para siempre. No es
que Dios mira para otro lado, sino que real-
mente la sangre de Cristo nos lava por den-
tro. Es cierto que igualmente tenemos que
reparar el mal que hemos causado, y que con
nuestras buenas obras tenemos que pagar de
algún modo la pena que corresponde por el
48 Para mejorar tus confesiones
Sacramento de la renovación
En este sacramento se produce una ver-
dadera renovación interior. Porque el perdón
de Dios no nos deja iguales. Es cierto que des-
pués de recibir este sacramento seguimos sien-
do débiles, pero también es cierto que somos
"purificados, santificados y justificados" (1
Cor 6, 11). Somos resucitados, se nos da una
nueva vida (Rom 6, 4; Col 3, 1); somos reves-
tidos de Jesucristo (Rom 13, 14) que nos hace
revivir (Ef 2, 5); nos transformamos en nue-
vas creaturas (Gál 6, 15) y Cristo mismo vive
en nosotros (Gál 2, 20). En cada confesión se
cumple lo anunciado por la profecía:
Víctor Manuel Fernández 49
1. Facilismo
Hay personas que se quejan de este sacra-
mento porque no ven la necesidad de reco-
nocer los pecados, de arrepentirse, y de con-
fesar los pecados a un sacerdote. Dicen que la
vida ya es demasiado dura como para hacerla
todavía más pesada con las prácticas religio-
sas. Para estas personas, las prácticas religio-
68 Para mejorar tus confesiones
2. Hedonismo
Hay personas que tienen una confusión
interior. Creen que todas las cosas que tienen
valor son agradables, y que si no producen
agrado no valen la pena.
Es cierto que pedirle a un ser humano que
se confiese no es algo que despierte agrado,
porque es pedirle que se cuestione a sí mis-
mo, que declare que se equivocó, que contra-
diga sus decisiones, que critique sus propias
acciones. No se puede pretender que esto re-
sulte gustoso o agradable. Por lo tanto, cuan-
do a alguien no le guste confesarse, podría-
mos decirle que en realidad es normal que
así sea.
Víctor Manuel Fernández 69
3. Orgullo
Si la persona es tímida o introvertida, le
resultará pesado tener que expresar ante otro
su intimidad. Pero no hay que negar que mu-
chas veces lo que nos impide reconocer nues-
tros pecados es el orgullo, y por lo tanto ha-
brá que evitar que nos domine. Para ello es
necesario motivar la humildad y pedírsela a
Dios. También es útil preguntarse: ¿Acaso yo
soy tan importante y tan perfecto como para
no cometer errores? ¿Acaso soy tan grande que
nadie tiene derecho a pedirme que reconoz-
ca mis pecados?
70 Para mejorar tus confesiones
4. Vergüenza
Otras veces lo que impide que uno se acer-
que a la confesión es el pudor o la vergüenza
de hablar de ciertas cosas. Pero en el sacra-
mento de la confesión estamos frente al amor
de Dios, que comprende todo. Por otro lado,
los sacerdotes están acostumbrados, y no se
escandalizan. Saben que todos podemos caer
en cualquier cosa y ellos mismos han pasado
por muchas tentaciones.
Si uno se confiesa, no conviene ocultar
algo por vergüenza, porque sentirá que no ha
sido sincero, y la confesión no será satisfacto-
ria, ya que le quedarán dudas del perdón re-
cibido.
5. Cuidado de la imagen
Si lo que me perturba es el miedo a ser
descubierto públicamente, tengo que recono-
cer que mi buena fama no corre ningún peli-
gro, y que decir mis pecados al sacerdote no
puede tener ninguna consecuencia negativa
para mí. Los sacerdotes no pueden contar
nada ni usar los datos de la confesión.
Veamos cómo lo explica el Catecismo de
la Iglesia Católica: "Todo sacerdote está obli-
gado a guardar un secreto absoluto sobre los
Víctor Manuel Fernández 71
6. Falsa dignidad
Puede suceder también que nos cueste
confesarnos porque pensamos que el arrepen-
timiento es una debilidad o una indignidad.
Esto suele ocurrir porque tenemos una falsa
imagen de los héroes, que jamás han tenido
una mancha, irreprochables, indiscutibles. Y
no queremos sentirnos imperfectos.
Pero esto es un modo de adorarnos a no-
sotros mismos, de no querer ser del común
de los mortales o del montón; es un modo de
72 Para mejorar tus confesiones
7. Falta de autoestima
También está la dificultad de reconocer-
me limitado, imperfecto y sobre todo peca-
dor, pero no ante el sacerdote, sino ante mí
mismo. ¿Por qué? Porque nunca me he senti-
do reconocido, amado, valorado. Escondien-
do a los demás un pecado, de algún modo
me lo escondo a mí mismo para no sentirme
tan indigno de ser amado. En el fondo, la di-
ficultad es no quererme a mí mismo, es estar
lleno de sentimientos de inferioridad, no
aceptarme a mí mismo con ese pasado o con
Víctor Manuel Fernández 73
15
No puedo detenerme aquí en esta cuestión
importante del perdón a uno mismo. Para ello
recomiendo mi libro:- Para liberarte de los malos
recuerdos, remordimientos y resentimientos, de editorial
San Pablo, Buenos Aires, 2004.
74 Para mejorar tus confesiones
8. Emocionalismo
Algunas personas no se confiesan porque
quisieran que las confesiones fueran algo má-
gico, una experiencia llena de cosas esotéri-
cas o de sentimientos maravillosos. Y todas
las veces que se han confesado no han vivido
nada especial. Entonces sienten que no vale
la pena.
Pero cada confesión es un pequeño gran
paso. Tengo que aceptarlo en la fe y creer en
este don de Dios. Porque el perdón y la gracia
de Dios son algo sobrenatural, tan grande que
no puede ser captado con los sentimientos y
estados de ánimo. Los dones sobrenaturales
de Dios no pueden ser abarcados ni por nues-
tra mente ni por nuestras experiencias. Lo que
Dios hace no se puede medir ni controlar. Es
real, más allá de lo que uno sienta.
9. Pragmatismo
Quizás creo que mi vida no cambia en
nada después de tantas confesiones. Pero la
realidad es que las confesiones seguramente
algo bueno producen en mi vida. Al menos,
es seguro que gracias a esas confesiones el mal
no se arraiga tanto en mi vida, las malas incli-
naciones tienen un límite que impide que se
Víctor Manuel Fernández 75
11. Incredulidad
Algunos no pueden vivir bien una confe-
sión, porque en realidad no creen en el per-
dón de Dios. Pero dice el Salmo 35, 2 que
cuando confesamos nuestras faltas Dios nos
absuelve de todos los delitos.
La Biblia también habla de los que no
eran fieles a la alianza con Dios, pero "Él, el
misericordioso, en vez de destruirlos, perdo-
naba sus faltas; muchas veces su cólera con-
tuvo, y no dejó correr todo su enojo; se acor-
daba que eran simples hombres, un soplo que
se va y que no retorna" (Sal 78, 36-39).
Si leemos Oseas 11, 1-9 vemos que para
Dios la misericordia y la compasión son algo
irresistible. Él no puede evitar perdonar.
El perdón es la última palabra. Es cierto
que Dios busca de distintas maneras que cam-
biemos de vida. Es verdad que él nos invita al
cambio. Las metáforas bíblicas de un Dios
enojado están para hacernos ver que el peca-
do es una cosa seria. Pero esa "indignación"
Víctor Manuel Fernández 77
16. Idealismo
En el Antiguo Testamento:
En el Nuevo Testamento:
Motivar la contricción
El arrepentimiento tiene una forma per-
fecta, que se llama "contricción", y una for-
ma imperfecta, que se llama "atricción".
La "contricción" es un dolor interior y un
rechazo del pecado19 que brota de reconocer
19
Concilio de Trento: DS 1676.
Víctor Manuel Fernández 99
Orar
No nos conformemos con lo mínimo. Es
cierto que un arrepentimiento imperfecto es
suficiente, pero si nos acercamos al sacramen-
to mejor dispuestos, los frutos serán mayo-
res.
Ante todo, el arrepentimiento no es algo
que uno puede fabricar con sus propias fuer-
zas y capacidades. Hay que pedírselo al Espí-
ritu Santo como un don sobrenatural. Es ne-
cesario pedirle insistentemente al Señor el
"deseo" sincero de volver a él y de cambiar de
vida, porque ese deseo es obra de su gracia,
no se produce haciendo fuerza.
No podemos arrepentimos de verdad si
no nos abrimos a la gracia de Dios que nos
atrae. El mismo Dios que nos limpia del pe-
cado es el que derrama en nosotros un espíri-
tu de verdadero arrepentimiento:
102 Para mejorar tus confesiones
Superar el infantilismo
Hoy podemos reconocer que un sano
arrepentimiento no es una debilidad o una
enfermedad. A todos nos molesta cuando un
político o un personaje público es incapaz de
reconocer sus errores y está permanentemen-
te justificándose a sí mismo, o se aferra terca-
mente a sus ideas, incapaz de volver atrás
cuando se equivoca.
Está claro que esa tosudez cerrada y vani-
dosa es una debilidad o una patología. La ca-
pacidad de arrepentirse y así rectificar el ca-
mino es un signo de madurez. ¿Por qué? Por-
que indica que uno adquirió la capacidad de
dominar el "deseo infantil de omnipotencia,
goce y disfrute ilimitados, la superación del
rechazo narcisista de la propia imperfección
y la aceptación responsable del propio modo
de ser".20
Es normal que a un niño le cueste reco-
nocer sus errores e imperfecciones, o que le
cueste ponerse límites y renunciar a algunos
placeres, o que le resulte difícil asumir las con-
secuencias de sus actos. Pero si eso sucede en
un adulto, estamos ante una inmadurez o una
20
C. COLLO, Reconciliación y penitencia, Madrid 1995,
p. 204.
Víctor Manuel Fernández 105
Deformaciones del
arrepentimiento
Hay otras reacciones ante los pecados y
errores, que se parecen al arrepentimiento,
pero no tienen nada que ver. Son los escrú-
pulos, los remordimientos, la humillación y
el perfeccionismo. Estas son debilidades o
enfermedades psicológicas que pueden hacer
mucho daño a la persona, pero insistamos,
no tienen nada que ver con un sano arrepen-
timiento. Veamos:
Escrúpulos: Son reacciones que se produ-
cen en las personas que no pueden descubrir
que son amadas y comprendidas. Por distin-
tas razones, tienen en su corazón la exigencia
de ser perfectos y no se admiten ningún error,
y eso les hace sentirse siempre en falta. No
pueden diferenciar la distinta gravedad de los
actos. Para ellos todo es grave, y todos sus
106 Para mejorar tus confesiones
Sinceridad y verdad
La Palabra de Dios nos exhorta: "Bús-
quenlo con corazón sincero... Porque el san-
to Espíritu educador huye de la falsedad, se ale-
ja de los pensamientos vacíos" (Sab 1, 1.5).
No hay que olvidar que "sinceridad" y
"verdad" no siempre son la misma cosa. Al-
guien puede sentir que es muy sincero, que
dice todo lo que siente, que no es hipócrita.
Sin embargo, puede suceder que no esté vien-
do con claridad su propia verdad. Ha oculta-
do ciertas cosas durante tanto tiempo, ha es-
capado de ellas y las ha escondido, hasta que
su verdad ha quedado sepultada debajo de
mucha apariencia, y ya no puede verla. Enton-
ces, por más que sea sincero, porque no tiene
consciencia de estar ocultando nada, en reali-
dad no es "verdadero".
Dios espera que no sólo seamos sinceros,
sino también verdaderos cuando nos arrepen-
110 Para mejorar tus confesiones
21
S. TOMAS DE AQUINO, Sitmma Th ., I-IIae., 24, 3.
Víctor Manuel Fernández 129
23
Ibídem, p. 65.
Víctor Manuel Fernández 131
Examen de conciencia
Veamos ahora un examen de conciencia
detallado que ños ayude a reconocer nuestros
propios pecados.
La familia y la sexualidad
12. ¿Fui fiel a mi esposo/a o novio/a? ¿Le di
cariño y tuve gestos de amabilidad y gene-
rosidad?
13. ¿Me estoy preparando bien para vivir un
matrimonio feliz y cristiano?
14. ¿Tengo buen trato con los miembros de
mi familia (hijos, padres, hermanos, etc.)?
¿Dialogo respetuosamente con ellos? ¿Les
doy ánimo y esperanza? ¿Les tengo pacien-
cia? ¿Les dedico tiempo? ¿Los ayudo eco-
nómicamente y de otras maneras?
15. ¿Estoy tratando de educar bien a mis hi-
jos?
16. ¿He abusado sexualmente de alguien o he
tratado de manosear, o de gozar con el
cuerpo ajeno, fuera del matrimonio?
17. ¿Obligué a mi esposa/o a hacer cosas que
no desea?
18. ¿Traté de hacer feliz sexualmente a mi es-
poso/a, o escapé de este deber conyugal?
La vida
El acto de contricción
Hay muchos actos de contricción. Los más
famosos son el "pésame" y el "yo confieso".
Pero en realidad uno puede expresar su arre-
pentimiento con sus propias palabras, como
le parezca mejor. Lo importante es que en ese
acto de contricción no falten dos cosas:
1. Decir que uno se arrepiente de los pecados
que ha cometido.
2. Decir que uno se propone no pecar más.
Como veremos en el próximo capítulo,
el propósito de no pecar más puede ser im-
perfecto. Hay pecados que producen placer, y
a veces uno se queda algo apegado. Otras ve-
ces, los malos recuerdos rondan por la imagi-
nación y uno siente que todavía no se ha li-
berado del todo. Pero es suficiente que uno
tenga el deseo de responder mejor al amor de
Dios y que se proponga intentar un cambio,
confiando en la ayuda divina.
6. Los buenos
propósitos, la
penitencia y el cambio
Veamos ahora dos cuestiones importan-
tes para que el sacramento pueda producir
todos sus efectos de liberación personal y so-
cial: el propósito de cambio y la satisfacción
(penitencia).
La conversión expresada en un
proceso de nuevas acciones
Podemos explicar de otra manera la ne-
cesidad de la penitencia después de la confe-
sión: La conversión no se expresa sólo con pa-
labras, porque nuestro camino de conversión
está hecho de palabras y de acciones. Antigua-
mente eso se simbolizaba en el corazón (el
arrepentimiento interior), la boca (las pala-
bras que expresan el arrepentimiento y los
buenos propósitos) y el brazo (las buenas
Víctor Manuel Fernández 155
26
S. BUENAVENTURA, III Sent., d. 27, a. 2, q. 4.
Víctor Manuel Fernández 159
27
M. HUBAUT, Perdonar ¿sí o no?, Madrid 1993, 15.
Víctor Manuel Fernández 165
28
Un tratamiento más detallado de este proceso de
perdón puede encontrarse en mis obras: Sanar un amor
herido, San Pablo, Buenos Aires, 1994; La Gracia y la
vida entera, Herder, Barcelona, 2003.
170 Para mejorar tus confesiones
Sacramento de la penitencia 46
Sacramento de la misericordia 47
Sacramento de la liberación 47
Sacramento de la renovación 48
De qué depende una buena confesión 49
Vivirla como un encuentro personal con
Jesucristo que perdona 52
Buscarla como una fuente de vida para
crecer 56
Alimentar un espíritu de penitencia 57
¿Cómo elegir un buen confesor? 60
3. ¿Por qué me cuesta confesarme? 67
1. Facilismo 67
2. Hedonismo 68
3. Orgullo 69
4. Vergüenza 70
5. Cuidado de la imagen 70
6. Falsa dignidad 71
7. Falta de autoestima 72
8. Emocionalismo 74
9. Pragmatismo 74
10. Problemas con la autoridad 75
11. Incredulidad 76
12. Mecanismos psicológicos de defensa 78
13. Rebeldía interior 80
14. Compararme y culpar a los otros 82
15. Otras excusas 85
16. Idealismo 86
Víctor Manuel Fernández 173