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"¡Olvida la muerte y busca la vida!

"

Es el poema más antiguo de la humanidad en un género que tendrá gran


fortuna: la poesía épica, es decir aquella poesía que trata de las aventuras de
los héroes. Como otros poemas muy antiguos, no tiene un único autor, sino
que diversos escribas fueron recopilando leyendas e historias más o menos
míticas hasta que formaron este poema. Hoy día los historiadores creen que
Gilgamesh fue un rey de una ciudad de Mesopotamia, Uruk, al que se le
adjudicarán después de su muerte múltiples hazañas y aventuras.

Dependiendo de cómo la quieras entender, la historia de Gilgamesh se puede


considerar como una biografía basada en el mito de un rey legendario, una
historia de amor, una comedia, una tragedia, una aventura emocionante o
incluso una antología de historias sobre el origen de la civilización.

A lo largo de las doce tablillas del Poema se perfila a Gilgamesh


como un héroe mítico, de 5,60 metros de altura -el doble que el bíblico
gigante Goliat-, compuesto en sus dos terceras partes de esencia divina,
puesto que era hijo de Lugalbanda y de la diosa Ninsun, Dos serán las
premisas de su actuación: la búsqueda de la gloria, que intentará
alcanzar junto a su amigo Enkidu (episodios narrados en las seis
primeras tablillas), y, sobre todo, la búsqueda de la inmortalidad,
caracterizado por la soledad y el temor a la muerte (de la tabilla séptima
a la decimoprimera). A todo ello se añadió la doceava y última tablilla
referida al Más Allá, sin conexión con el relato anterior, pero que permite
a Gilgamesh ver el mundo que le espera tras su muerte.

Gilgamesh explora la naturaleza y el significado de ser


humano y se pregunta muchas cosas que siguen siendo motivo
de debate hoy en día: ¿Cuál es el significado de la vida y del
amor? ¿Qué es realmente la vida y si la estoy viviendo de
forma correcta? ¿Cómo podemos asumir la brevedad y la
incertidumbre de la vida y cómo podemos afrontar las
pérdidas?
Hemos agrupado su recorrido en tres momentos: Primer momento: La búsqueda de la
Inmortalidad a través de la gloria. Segundo momento: Un cambio trascendental en la vida
de Gilgamesh: la muerte de Enkidu, la conciencia de estar muerto y la búsqueda de la
Inmortalidad de los dioses. Tercer momento: Aceptación de la mortalidad, el retorno a las
murallas de Uruk, y el alcance un nombre Inmortal.

El Gran Gilgamesh
Esto recordó al dirigir a Enkidu estas palabras:
«Sólo los dioses por siempre perviven
Junto a Shamash, amigo mío; pues incluso los nuestros
más largos días numerados están. ¿Por qué inquietarse
60. por ser polvo en el viento? ¡Salta en pos
De este gran riesgo! ¡No temas! Aún si hubiera de fallar
En el combate y caer, los linajes venideros,
Todos, dirían que mía fue la proeza»
2

ilgamesh lloró algo más


Por su amigo fallecido. Y erró
Entre secas colinas, musitando para sí:
« ¿También habrás de morir como Enkidu?
¿Será el dolo tu alimento? ¿Temeremos ambos
Las solitarias colinas, tan yermas?
Corro ahora de lugar en lugar,
Descontento del sitio en que me encuentre y
Mi paso encamino hacia Utnapishtim
3.

«¿Por qué me afano esforzándome por nada?


¿Quién siquiera advierte lo que hago?
290. No valoro lo que hice
Y ahora sólo una víbora consiguió la eterna vida.
En breves minutos, raudas corrientes perderán por siempre
aquel signo singular que el dios me concediera»
Hijo de un lillu (demonio) y de Aruru se le consideró dos tercios dios y un tercio humano. Su
epopeya nos presenta a Gilgamesh como un rey tirano que tiene subyugado a su pueblo.

Anu (dios supremo) y Aruru cogieron arcilla y modelaron a Endiku, un salvaje que igualaba a
Gilgamesh y que se dedicaba a proteger a las fieras de cepos y cazadores. Cuando Gilgamesh se
entera de su existencia le envía una mujer para que conozca los placeres amatorios con el fin de
atraerlo hacia Uruk. Tras seis días y siete noches, Endiku emprende el camino a dicha ciudad, y
durante el camino se va enterando de lo que piensa el pueblo acerca del soberano (explotación,
abuso de poder, derecho de pernada…). Cuando llega a la ciudad, el enfrentamiento es ya
inevitable. Tras una larga lucha el combate termina en amistad y admiración mutua.

Los nuevos amigos proyectan enfrentarse a Humbaba -gigante que vive en el bosque de los
cedros, cuyo grito es el arma de la inundación, su palabra fuego y su aliento es la muerte-, con
ayuda de una ofrenda de humo al dios Shamash y la negativa del Consejo de ancianos. Cuando
llegan al bosque aprovechan que el monstruo sólo tiene puesta una capa divina, habitualmente
llevaba siete, y se lanzan contra él, decapitándolo y sumergiendo su cabeza en el río Eufrates para
llevarlo a Nippur. Endiku es quien le asesta el golpe mortal. El bosque todavía llora la muerte de su
guardián.

Para celebrar la victoria, Gilgamesh se viste con sus mejores atavíos conquistando a la diosa Ishtar
enamorada de su belleza. Esta intenta seducirlo, ofreciéndole toda serie de parabienes pero
Gilgamesh la desdeña. Ella, abatida, monta en cólera y crea «el Toro Celeste» para que dé muerte
al héroe. Cada vez que el toro bufa se abren simas que se tragan a cientos de personas.
Nuevamente interviene Endiku, coge el toro por los cuernos, lo domina y da muerte arrancándole
las entrañas. Gilgamesh ordena fabricar vasos oferentes a Lugalbanda, su dios tutelar, con los
cuernos del toro y los dos amigos se bañan en el río Eufrates para celebrarlo.

A través de los sueños Endiku sabe que han despreciado a los poderes celestiales matando a
Humbaba, al Toro Celeste y por la ofensa a la diosa Ishtar. Esto provoca la muerte y enfermedad
de Endiku, bajando a los infiernos, morada de Irkalla, conducido por un extraño ser con garras de
águila y zarpas de león.

Gilgamesh, aterrorizado, llora la muerte de su amigo y pretende encontrar la inmortalidad


buscando a Utnapishtim -quien sobrevivió al diluvio universal, gracias a Ea, y conoce el secreto de
la vida eterna- en los montes Mashu, donde le esperan los hombres-es corpión, guardianes del
camino del sol. Pese a ser un itinerario no transitado por mortales, él consigue llegar al paraíso
terrestre. Allí encuentra a Siduri quien le recomienda que se aproveche de los placeres de la vida
de mortal porque nunca va a conseguir la inmortalidad. No obstante, le indica el camino a seguir:
ha de atravesar, ineludiblemente, las «aguas de la muerte». Gilgamesh consigue ser transportado
en dichas aguas por el barquero de Utnapishtim y éste le castiga con un insomnio durante siete
días y siete noches (período diluviano) como primera prueba, pero nuestro héroe no resiste.
Concluye que la inmortalidad es imposible, porque no es patrimonio de los humanos y que la
muerte está decidida de antemano por los dioses.

Cuando Gilgamesh regresa a Uruk derriba un árbol (morada de una serpiente, un águila y un buho)
para fabricar un trono y un lecho a Inanna-Ishtar. La diosa prefiere fabricar un tambor con dicha
madera y se lo regala al propio Gilgamesh. El tambor cae accidentalmente a los infiernos y
Gilgamesh implora a todos los dioses poder comunicarse con su gran amigo Enkidu. Nergal, dios
de los Infiernos, conmovido le permitió salir por un agujero abierto en la tierra para conversar con él
unos breves instantes, quien dará cuenta a Gigamesh de la triste condición de los muertos.

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