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Lo peor que debe pasarles a los chicos es cuando enfrentan la alternativa de escoger
candidatos por quienes votar en Puno. Al menos en los últimos años. Ser rojitos como sus
papás o pepekausas como sus amigos del cercado, -osea, sus brothers blanquiñosos y no
los tristes de los barrios-. Falto de lecturas pero con una intuición a mil por hora. Aburridos
de los noticieros pero al tanto de todo. Ignorantes de Weber pero con una sabiduría
inconmensurable cuya profundidad llega al milímetro; se verán totalmente desconcertados
ante un señor Quintanilla, efigie de papel y un tal Aduviri loco comunista, destructor de
ciudades, etc. Y no sólo ellos sino también los que frisan los treinta años. Descreyentes de
los metarrelatos, las ideologías y cosas parecidas, despotricarán contra todos, pero, y aquí
viene lo importante, terminarán inclinando su preferencia electoral por alguien parecido a
PPK. Ellos quieren ser distintos, ni rojos como los viejos ni andinos como los tíos. Y la
única opción que les quedará será elegir a uno blanco, empresario (se dirá emprendedor),
dizque independiente. Luego dirán que viciaron su voto, que escribieron un poema en la
papeleta de votación, que finalmente les importa un pito. Como lo más probable es que no
lean esta columna nunca sabrán que alguien les dijo que fueron alienados, cosificados. Es
un punto de vista viejo dirían. Pero no está mal. Sus mayores hicimos todo al revés. Nos
dijimos rojos y nos portamos rayados. Nos dijimos de derecha y terminamos embarrados.
Por eso los chicos están dudando entre salvar el mundo o salvarse de él.