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JOHN KURICHIANIL

LA GLORIFICACIÓN DE JESÚS EN EL
EVANGELIO DE JUAN
Jesus’ Glorification in the Gospel of John, Bible Bashyam, 12 (1986) 42-58

Se trata de un tema de gran importancia en el cuarto evangelio. El substantivo "gloria"


(doxa), sale 18 veces; y el verbo "glorificar" (doxazô), 23. Prácticamente siempre se
refieren a la gloria del Padre o de Jesús, y a la glorificación del Padre por Jesús o de
Jesús por el Padre. Los otros autores neotestamentarios también se ocupan del tema,
pero trataremos de mostrar que Juan tiene un modo peculiar propio de entender la gloria
de Jesús y su glorificación.

I. Enfoque en el resto del nuevo testamento

Aparecen como dos estados o fases en la vida de Jesús.

1. Existencia en humillación

La vida terrena de Jesús es una especie de vida capitidisminuida. Es una existencia en la


carne, y carne pecadora (Rm 1,3; Ga 4,4; Rm 8,3; 2 Co 5,21). Una existencia en la
debilidad, en la forma de esclavo (Hb 5,7-8; 2 Co 13,4). Un proceso de vaciamiento, de
descenso continuo (Ef 4,9-10). En total, una existencia en la que no se percibe
fácilmente la "forma de Dios".

Probablemente, el único texto sinóptico que asocia el tema de la gloria con la vida
terrena de Jesús es el de la transfiguración según san Lucas: "Pedro y sus compañeros
estaban cargados de sueño, pero permanecían despiertos, y vieron su gloria y a los dos
hombres que estaban con él" (Lc 9,32). Pero dado el contraste con el resto de su vida,
esta "gloria" ¿no es como un anticipo de la resurrección? Otra excepción podría ser 1
Co 2,8: "...no hubieran crucificado al Señor de la gloria". Pero Jesús no fue "Señor de la
gloria" cuando fue crucificado, sino sólo después de la resurrección.

En este proceso de vaciamiento de sí mismo, la cruz representa el punto más bajo, la


suprema humillación (Flp 2,8; 2 Co 13,4). Pablo llega a decir "se hizo él mismo
maldición por nosotros" (Ga 3,13).

2. Existencia en gloria

Comienza con la resurrección. Jesús es constituido Hijo de Dios con poder, es exaltado,
es glorificado (Rin 1,4; Hch 2,33; 3,13; 5,31). Se le otorga el Nombre que está sobre
todo nombre y se le constituye Señor y Cristo (Flp 2,9; Hch 2,36). Esteban lo ve a la
derecha de la gloria de Dios en el cielo (Hch 7,5556), y Pablo habla del evangelio de la
gloria de Cristo y de que la gloria de Dios está en la faz de Cristo (2 Co 4,4-6).
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El contraste entre estos dos estados de vida resalta especialmente en Flp 2,6-11: "...El
cual siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se
despojó de sí mismo tomando condición de sie rvo haciéndose semejante a los hombres
y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la
muerte y muerte de cruz. Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el nombre que está sobre
todo nombre. Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra
y en los abismos, y toda lengua proclame que Cristo Jesús es Señor para gloria de Dios
Padre". O aún más conscientemente en Lc 24,26: "¿No era necesario que el Cristo
padeciera y entrara así en su gloria?". Aquí aparece no sólo el contraste sino también la
relación: el primer estadio es condición necesaria para el segundo.

II. El enfoque de San Juan

Juan no quita importancia a la resurrección-glorificación, pero introduce ya el tema de


la gloria en la vida terrena de Jesús. Esta es una existencia en gloria, un proceso de
glorificación, y la cruz es la suprema exaltación. Veámoslo por partes.

1. La vida terrena de Jesús como existencia en gloria

Analicemos algunos textos de Juan que apuntan en esta dirección.

a) Jn 1,14: "Y la Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros, y hemos
contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de
verdad". La expresión "puso su morada" viene del verbo griego skenoo que significa
"vivir en una tienda". Hace referencia a la morada de Yahweh con su pueblo, primero
en una tienda y luego en el templo de Jerusalén. Morada siempre gloriosa, como es
especialmente evidente en Ex 40,34-35; 1 R 8,10-11 y 2 Cro 7,1-3. Por otro lado, el
"hemos contemplado su gloria" no puede referirse más que a los testigos apostólicos
que le acompañaron a lo largo de todo su ministerio. ¿Cuándo vieron ellos la gloria de
Jesús? No es fácil que se aluda a la transfiguración puesto que no es narrada en este
evangelio. Parece más razonable que el sentido sea: "hemos contemplado su gloria" a lo
largo de todo el período en el que "puso su morada entre nosotros", particularmente
durante su ministerio. La vida terrena del Verbo encarnado, aparece pues como una vida
de gloria.

b) Jn 2,11: "Así, en Caná de Galilea, dio Jesús comienzo a sus señales. Y manifestó su
gloria, y creyeron en él sus discípulos". En el evangelio de Juan, los milagros son
llamados insistentemente "señales" u "obras" (en griego semeia y erga). Ambos
términos relacionan los milagros de Jesús con las grandes obras de Yahweh en el A.T.
por las que se manifestó su gloria ante su pueblo y entre las naciones. Las "obras" de
Jesús, sus "señales", están apuntando a su identidad. Vienen a ser ocasiones especiales
en las que revela su gloria dentro del contexto general de la existencia gloriosa del
Verbo encarnado.

c) Jn 11,4: "Esta enfermedad no es de muerte, es para la gloria de Dios, para que el Hijo
de Dios sea glorificado por ella". Este texto debe interpretarse de la misma manera que
el anterior. Lázaro enferma y muere. Jesús, resucitándolo, hace una gran señal y revela
su gloria.
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En resumen, toda la vida de Jesús fue una vida de gloria que se manifestó especialmente
en las señales que realizó; si damos algún crédito a Jn 21,25, debieron ser muchas.

2. La pasión y muerte de Jesús constituyen su suprema glorificación

Citemos algunos textos que lo ponen de manifiesto.

a) Jn 3,14-15: "Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser
levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea tenga por él vida eterna". Hace
referencia a Nm 21,4-9. Como el pueblo mordido por las serpientes sana al mirar con fe
la que hizo Moisés de bronce y colocó en un palo, del mismo modo, Jesús es levantado
en la cruz para que el pueblo lo mire con fe y reciba la salud, la vida. Con la diferencia
de que no era la serpiente de bronce la que daba la vida y en cambio aquí sí que es el
Señor quien la da al que cree. Así, en la cruz Jesús revela su identidad como dador de la
vida, igual que el Padre; aparece como "el Autor de la vida" (Hch 3,15).

Hay más. El verbo griego usado en esta expresión es hypsoo que significa "erigir",
"levantar", "exaltar". Aplicado a Jesús, en el N.T siempre hace referencia a su
glorificación entendida como resurrección-ascensión-exaltación (Hch 2,33; 5,3; Flp
2,9). Sólo Juan usa ese verbo refiriéndose a la cruz de Jesús. Resulta evidente que la
entiende como su glorificación.

b) Jn 7,37-39: "El último día de la fiesta, el más solemne, Jesús puesto en pie, gritó: Si
alguno tiene sed, venga a mí, y beba el que crea en mí, como dice la Escritura: de su
seno correrán ríos de agua viva. Esto lo decía refiriéndose al Espíritu que iban a recibir
los que creyeran en él. Porque aún no había Espíritu, pues todavía Jesús no había sido
glorificado". Aquí, los ríos de agua viva se refieren al Espíritu, y la entrega del Espíritu
coincide con la glorificación de Jesús. ¿No es esto exactamente lo que ocurrió según Jn
19,2534? En Jn 19,30 leemos: "E inclinando la cabeza entregó el espíritu". El verbo
griego paradidomi puede traducirse por "entregar" en el sentido de morir; pero el
contexto sugiere otra traducción: Jesús inclina la cabeza hacia la pequeña comunidad de
fieles que le acompañan al pie de la cruz y les "cede el Espíritu", se lo comunica. Por
otro lado, Jn 19,34 narra la lanzada: "... y al instante salió sangre y agua". En su
simbolismo sacramental, el agua significa el bautismo, sacramento del nuevo
nacimiento (Jn 3,3-8), y la sangre alude a la eucaristía, sacramento que alimenta la
nueva vida (Jn 6,50-58). Así, pues, el agua y la sangre que fluyen del costado de Jesús
son "los ríos de agua viva" prometidos en Jn 7,38. Pero según Jn 7,39, estos ríos
brotarán y aquel Espíritu se dará cuando Jesús sea glorificado. Y esto, según Jn 19,25-
34, sucede precisamente en el momento de la muerte de Jesús. No hay duda, la muerte
de Jesús es su glorificación.

c) Jn 8,28: "Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo
Soy". Aparte de usar el mismo verbo griego hypsoo, la expresión final "Yo Soy" es
especialmente significativa. Juan emplea la misma expresión griega Egô eimi en otras
afirmaciones semejantes de Jesús (8,58: "...antes de que Abraham existiera Yo Soy";
18,5-6: al decir Yo Soy, sus perseguidores ` "retrocedieron y cayeron en tierra"). Se
trata de una revelación de persona divina como la de Yahweh en Ex 3,14: "Dios dijo a
Moisés YO SOY EL QUE SOY". Nunca como en la cruz se hace esto patente.
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d) Jn 12,32: "Y yo cuando sea levantado de la tierra, atraeré todos hacia mí".
Nuevamente el verbo hypsoo. Pero ahora, a la luz de Is 2,2-3, podemos interpretar que
Jesús es levantado como nuevo templo (Jn 2,21), nueva casa de Dios, hacia la que
correrán todos los pueblos, todos los adoradores del Padre "en espíritu y en verdad" (Jn
4,21-24).

e) Textos sobre la "hora" de Jesús:

- Jn 2,4; 7,30; 8,20: La -horade Jesús no ha llegado todavía. Llegará cuando le echen
mano y le prendan, es decir, en su pasión y muerte.

- Jn 12,13; 13,1; 17,1: Llega la "hora", pero es la hora de la glorificación... que coincide
con la pasión y muerte.

3. Tampoco falta el tema de la humillación

Sería incorrecto deducir de lo dicho hasta aquí que la humillación de Jesús está ausente
en Juan. Su insistencia en la divinidad de Jesús no le hace perder de vista su simple
humanidad. El Jesús de Juan es realmente humano: se cansa y tiene hambre y sed como
cualquier ser humano (Jn 4,6-8.31). Ama sentidamente a su pueblo, espera ser amado
por sus amigos, llora ante la muerte del amigo (Jn 11,3.5.35; 14,15; 11,33.35). Se
estremece ante la proximidad de su propia pasión y se turba profundamente al pensar en
la traición de uno de sus discípulos (Jn 12,27; 13,21). Finalmente, es arrestado, juzgado,
llevado a la muerte y traspasado su costado, porque es auténticamente un hombre.

Así pues, en Juan no está ausente la humillación y la aniquilación de Jesús, pero su


perspectiva difiere de la de los restantes autores neotestamentarios en cuanto que
aparece fundida con la glorificación. La vida terrena de Jesús es al mismo tiempo
humillación y glorificación. La tendencia a entreverar estos dos aspectos aparece
especialmente clara en Jn 12,20-36: Jesús es el prototipo del grano de trigo que cae en la
tierra...; se turba; pide al Padre que le libre de su "hora"; pero también se menciona la
glorificación del Padre, se alude a que ha llegado el juicio de este mundo y se dice que
Jesús debe ser "levantado".

III. El porqué de este enfoque

¿Por qué contempla Juan la vida de Jesús sobre la tierra como vida de gloria y su muerte
como glorificación suprema? Veámoslo por partes.

1. La vida terrena de Jesús es una vida gloriosa

El cuarto evangelio insiste continuamente en la sumisión de Jesús al Padre. Toda la vida


de Jesús, tanto en sus palabras como en sus obras, aparece como una vida de perfecta
obediencia al Padre; tanto que hace de ella su "alimento" (Jn 4,34). Jesús está tan a
disposición del Padre que es El quien obra y habla, en y a través de Jesús. Su vida, en
otras palabras, es la revelación del Padre, es su continua glorificación. Jesús nunca
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busca su gloria sino la del Padre. Pero la gloria del Padre es también la gloria del Hijo,
dada su íntima unión: "Yo y el Padre somos uno" (Jn 10,30).

2. La muerte de Jesús es su glorificación

¿Cómo la muerte de Jesús que constituye su suprema humillación en los otros autores
del N.T. viene a ser en Juan su suprema glorificación? Nos lo hace ver una doble
consideración.

a) La aceptación por parte de Jesús de su pasión y muerte es la máxima expresión del


amoroso sometimiento de su voluntad a la del Padre. Tres textos nos ayudarán a verlo.

- Jn 12,27-28: "Ahora mi alma está turbada. ¿Y qué voy a decir? ¡Padre, líbrame de esta
hora! Pero ¡si he llegado a esta hora para esto! Padre, glorifica tu nombré". Se trata de la
versión joánica de la escena de Getsemaní que conocemos en toda su viveza por los
sinópticos. Las actitudes y sentimientos son los mismos. Finalmente, Jesús se somete a
la voluntad del Padre: "Pero no sea como yo quiero, sino como quieres tú" (Mt
26,39.42; Mc 14,36; Lc 22,42), o "Pero ¡si he llegado a esta hora para esto! Padre,
glorifica tu nombre" (Jn 12,28). Jesús acepta la pasión y muerte en perfecta obediencia,
como medio de glorificar al Padre.

- Jn 14,31: "Pero ha de saber el mundo que amo al Padre y que obro según el Padre me
ha ordenado". Es la hora de su decisivo encuentro con el "príncipe de este mundo" (Jn
14,30); se ha despedido de sus discípulos (Jn 14,28), y ya no hablará más largamente
con ellos. Se trata de algo desgarrador para él y para sus discípulos, pero él va a
aceptarlo con una señal de su amor al Padre. Había dicho a sus discípulos "Si me amáis,
guardaréis mis mandamientos" (Jn 14,15), y ahora dice de sí mismo "Yo he guardado
los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor (Jn 15,10).

- Jn 4,34; 17,4; 19,30: Estos textos conviene mirarlos conjuntamente. El primero nos
dice que Jesús hace la voluntad del Padre llevando a cabo su "obra" y el segundo, que
glorifica al Padre también llevando a cabo su "obra". En el último se nos recuerda que
Jesús, una vez tomado el vinagre dijo "todo está cumplido". En los tres aparece el
mismo verbo griego teleioô que significa completar, acabar, perfeccionar, cumplir. La
"obra", el "todo", que el Padre la había encomendado, "se ha cumplido". La muerte de
Jesús es la coronación de la obra de su vida y, por tanto, el culmen de la glorificación
del Padre y, consecuentemente de la suya propia.

b) La muerte de Jesús en cruz es la máxima manifestación del amor de Dios. Veámoslo,


sobre todo, en dos textos.

- Jn 3,16: "Porque tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que todo
el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna". La entrega (didômi) del Hijo
por el Padre debe entenderse a la luz de textos como Rm 8,32; Ga 2,21 y Ef 5,25 que
usan el verbo paradidómi refiriéndose a la entrega del Hijo además de su amor a la
humanidad y a la iglesia. Apuntan, sin duda, a la muerte de Jesús en la cruz. Idea
paralela a la de 1 Jn 4,9-10, donde se insiste en que Dios manifiesta su amor al mundo
enviando a su Hijo "como expiación". Todo confirma, pues, que la muerte de Jesús es la
manifestación del amor del Padre.
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- Jn 13,1: "Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de
pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los
amó hasta el extremo". No se trata, sin duda, solamente de amarlos hasta el fin de la
vida sino hasta el punto de morir por ellos. Otros textos de Juan confirman esta
interpretación: el buen pastor, muere por su rebaño (Jn 10, 11. 15.17), y morir por sus
amigos es la máxima manifestación del amor (Jn 15,13). Pero el amor del Padre en Jn
3,16 y el amor del Hijo en Jn 13,1 no son más que un único e idéntico amor. La cruz es,
pues, la mayor manifestación de un Dios amo roso. Pero como según 1 Jn 4,8.16, "Dios
es amor" (ésta es su verdadera esencia), la cruz viene a ser la mayor de las teofanías en
la historia. Y esta máxima glorificación de Dios lo es también de Jesús porque "Yo y el
Padre somos uno" (Jn 10,30).

IV. La vida y muerte cristiana son participacion de la gloria de Jesús

Toda esta concepción joánica tiene ciertamente sus implicaciones para la vida cristiana.
El discípulo amado, cuya vida es ya todo un ejemplo del creyente ideal escribe: "Quien
dice que permanece en él, debe vivir como vivió él" (1 Jn 2,6). Hay, pues, que re-vivir
en uno mismo la vida de Jesús, igualándose con él en la vida y en la muerte.

1. La vida cristiana como vida de gloria

Todo creyente debe buscar la gloria que viene de Dios y desear ser honrado por el Padre
(Jn 5,44.26). "Nos vamos transformando en esa misma imagen cada vez más gloriosos"
(2 Co 3,18). La vida cristiana debe ser una experiencia constante de gloria, pero su
glorificación debe ser necesariamente de la misma naturaleza que la de Jesús. Por tanto,
la vida cristiana será de gloria solamente si es una vida de total obediencia al Padre
como la de Jesús; si es una auténtica revelación y glorificación del Padre. La gloria del
creyente es dar gloria al Padre. Al mismo tiempo, la vida cristiana será tanto más de
gloria cuanto más lo sea de amor, porque es por el amor que uno se muestra hijo de
Dios (1 Jn 4,47). Por último, la vida cristiana es vida de gloria si da mucho fruto, que en
esto consiste dar gloria al Padre (Jn 15,8). Pero sólo cuando el grano de trigo muere y la
vid es podada dan mucho fruto (Jn 12,24; 15,2).

2. La muerte cristiana es glorificación

Nos lo indica Jn 21,19-20: Jesús dice a Pedro "En verdad, en verdad, te digo: cuando
eras joven, tú mismo te ceñías e ibas a donde querías; pero cuando llegues a viejo,
extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará a donde tú no quieras", y añade el
texto "Con esto indicaba la clase de muerte con que iba a glorificar a Dios". Visto así,
para el cristiano no es algo que simplemente ocurre. Es el acto más importante de su
vida, su recapitulación y su corona. Es el "todo está cumplido", entrega de toda una vida
al Padre. No hay mayor acto de fe, de obediencia y de amor. Es la mayor glorificación
del Padre y propia.

Tradujo y extractó: RAFAEL M. PERICAS

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