EL CAPITALISMO
EN LA ERA DE LA
GLOBALIZACIÓN
El capitalismo en la era
de la globalización
PAIDOS ESTADO Y SOCIEDAD
últim os títulos publicados:
El capitalismo
en la era
de la globalización
PAIDOS
Barcelona • Buenos Aires • México
Título original: Capitalism in the Age o f Glohalization.
The Management o f Contemporary Society
Publicado en inglés, en 1997, por Zed Books Ltd., Londres y New Jersey.
ISBN: 84-493-0638-8
Depósito legal: B-44.175/2002
Introducción................................................................................................. 11
ne la emigración masiva. Por otro lado, para los países periféricos no com
petitivos o no industrializados de África y el mundo árabe la situación es
todavía peor; apenas existe ejército activo, de forma que la práctica totali
dad de la nación es, en términos mundiales, ejército laboral de reserva.
Por consiguiente, la industrialización del Tercer Mundo no acabará
con la polarización inherente al capitalismo mundial realmente existente,
aunque moverá sus formas y mecanismos a otros planos, dirigidos a su vez
por los monopolios financiero, tecnológico, cultural y militar mediante
los cuales la nueva forma de ley mundializada del valor produce polariza
ción. Incluso podríamos ir más lejos: esa industrialización no reproduci
12 El capitalismo en la era de la globalización
D e s a r r o l l o d e s ig u a l y f o r m a s h is t ó r ic a s d e l c a p it a l is m o
biental de estos países se limita a no permitir que otros sean tan irrespon
sables como ellos.
4. Monopolio de los medios de comunicación. Dicho monopolio no
sólo lleva a la uniformidad cultural, sino que abre la puerta a nuevos me
dios de manipulación política. La expansión del mercado moderno de los
medios de comunicación constituye ya uno de los principales componen
tes de la erosión de las prácticas democráticas en el propio Occidente.
5. Monopolio de las armas de destrucción masiva. Desafiado y mante
nido a raya merced a la bipolaridad de posguerra, el monopolio es una
vez más, como sucedió en 1945, posesión exclusiva de Estados Unidos.
.•\unque se corre el riesgo de que la proliferación nuclear se descontrole,
¡a proliferación constituye, en ausencia de un control democrático inter
nacional, la única forma de luchar contra ese inaceptable monopolio es
tadounidense.
O b s t á c u l o s a l a r e a l iz a c ió n d e l p r o y e c t o
Resulta más que evidente que las tendencias actuales no siguen la di
rección antes descrita y que en la actualidad no se lucha por lograr esos
objetivos humanistas. No me sorprende. El deterioro del antiguo sistema
de globalización no está en condiciones de preparar su propia sucesión
y sólo puede conducir al caos. Las fuerzas dominantes despliegan sus ac
tividades en el marco de esas constricciones, en un intento por maniobrar
a fin de lograr ganancias a corto plazo, con lo que agravan el caos. Su in
tento de legitimar sus opciones mediante la vieja ideología del mercado
«autorregulador», afirmando que «no hay alternativas», o bien mediante
puro y simple cinismo, no es una solución, sino parte del problema. Las
■respuestas espontáneas de los pueblos a la degradación no son necesaria
mente más sutiles o provechosas. En tiempos de extravío y desarraigo, las
soluciones ilusorias, como el fundamentalismo o el chovinismo, pueden
El futuro de la polarización global 21
P o s i b l e s e s c e n a r io s f u t u r o s y s u in a d e c u a c ió n
Nota bibliográfica
L as «leyes d e l a h is t o r ia »: l a e x p a n s ió n d e l c a p it a l is m o n o
EQUIVALE A DESARROLLO
Creo que siempre es útil recapitular la lógica del capitalismo, aun a ries
go de repetir obviedades. El capitalismo no es un «sistema de desarrollo»
que pueda oponerse, por ejemplo, a la «doctrina socialista». De ahí que
considere imprescindible distinguir entre la realidad que produce el ca
30 El capitalismo en la era de la globalización
El Banco Mundial
las nuevas clases medias y no hacia las clases populares; la gestión fue a
veces deficiente, bien por razones objetivas (carencia de los recursos ne
cesarios para poner en práctica una modernización en el momento preci
so), bien por razones políticas y sociales (el déficit del sector público fi
nanció la expansión de un sector privado parasitario), o bien por razones
de gestión política (entre las que se cuenta la corrupción). Pero el capita
lismo privado no es en modo alguno mejor, socialmente hablando, y ni si
quiera es seguro que sea más eficiente. De hecho, algunos estudios han
mostrado que la rentabilidad del sector público en los países más indus
trializados de Asia y América Latina era mayor, en promedio, que la de
sectores privados comparables occidentales. Por consiguiente, volviendo
a nuestra argumentación, lo cierto es que el ataque contra el Estado con
tradice la retórica que se pronuncia al unísono en favor de la democracia,
la transparencia y la eficiencia. Desgraciadamente, una gran mayoría de
ONGs han adoptado esta posición, contribuyendo al discurso antiesta-
tista, sin comprender que los resultados de la ofensiva del capital en este
sector son siempre catastróficos para las clases populares.
Muy pocas veces se observa que la privatización desempeña un im
portante papel en la gestión de la crisis, al proporcionar salidas a los ex
cesos de capital característicos de la crisis. En mi opinión, ésa es justa
mente una de las razones de la operación, aunque tal cosa conlleva un alto
precio. En efecto, el capital así invertido no contribuye al desarrollo del
sistema productivo y, por tanto, es incapaz de reducir el desempleo. Las
ganancias obtenidas por el capital en dichas condiciones agravan la desi
gualdad, habida cuenta de la escasa capacidad del Estado para intervenir
y paliar los efectos negativos de la globalización.
El proyecto de reducir la gestión del sistema a la regulación median
te el mercado mundial es, por consiguiente, plenamente utópico. Como
ha señalado Kostas Vergopoulos, la coherencia nacional está ciertamente
de baja, pero no está siendo sustituida por una coherencia a nivel mun
dial, que sigue siendo esquiva. Tal cosa no resulta sorprendente, puesto
que dicha coherencia exigiría un Estado mundial o, al menos, un sistema
político tan efectivo a nivel mundial como ha sido el Estado nacional al
suyo. Eas instituciones económicas internacionales no resuelven el vacío
puesto que, como hemos visto, son simples instrumentos de gestión del
mercado en manos del capital. Eas Naciones Unidas, ahora devaluadas,
no están avanzando hacia la construcción de un sistema político mundial,
sino que, por el contrario, están retrocediendo en ese terreno. Admitien
do dicho fracaso, Vergopoulos expresa algunas reservas justificadas acer
ca de la realidad de la «globalización». Observa que a pesar de la globali
zación de los mercados, las estructuras macroeconómicas nacionales
siguen siendo determinantes de enorme importancia. La «competencia»
La gestión económica capitalista de la crisis de la sociedad contemporánea 51
mún, las países de Asia oriental (Japón, Corea, China, el sudeste asiáti
co) realicen ya dos tercios de su comercio mediante intercambios inter
nos (aunque Estados Unidos está ejerciendo fuertes presiones para rom
per esas complementariedades. De hecho, ésa es la principal razón por
la que Estados Unidos propugna el crecimiento de esa zona del mundo,
de manera que el proyecto de una zona «Asia-Pacífico» evocado por
Clinton comparte esa misma intención).
Por tanto, si el sistema adoptado para gestionar la crisis no puede so
brevivir a largo plazo, la causa no será el carácter absurdo de sus políticas
monetarias y económicas, sino la agravación de los conflictos sociales y
políticos que no puede impedir. Con ello regresamos a la tesis que estaba
defendiendo: la idea de que la gestión a través del mercado es utópica,
puesto que la gestión real del capitalismo exige el «mercado más el Esta
do», porque el conflicto entre el espacio económico mundializado y la
fragmentación de los espacios para la gestión política y social es insoste
nible, y, en último lugar, porque todo ello comporta un resurgimiento de
los nacionalismos y de las luchas sociales, que desafiarán la utópica glo-
balización perseguida durante la crisis.
La duda es si este desafío comportará una regresión general aún más
acentuada o un nuevo período de crecimiento económico generalizado.
En mi opinión, la duda debe despejarse en el curso del debate de las al
ternativas al actual sistema.
cial sería algo más que un esperanzado deseo. La ayuda para el de
sarrollo, multilateralizada dentro de esa estructura, no establecería
sólo una condicionalidad relativa al respeto a los derechos indivi
duales y a la democracia política, sino que apoyaría también políticas
sociales progresivas; por ejemplo, asegurando que los incrementos
salariales corrieran paralelos a los incrementos en la productividad,
proporcionando una distribución más igualitaria de las rentas, etc.
De la misma forma, la dimensión política nacional del desarrollo
mundializado, así coordinado, permitiría que se respetaran los inte
reses legítimos. Por ejemplo, se aceptaría la autosuficiencia alimen
taria (Walter Russell Mead ha estudiado el caso japonés de la protec
ción de sus productores de arroz), pero se compensaría pagando un
impuesto a la comunidad mundial por parte del país que se benefi
ciara de las medidas proteccionistas. El impuesto sería recaudado por
un fondo de desarrollo mundial que sería la principal institución de
préstamo a que podrían recurrir los países del Tercer Mundo.
rundos en todas las zonas del mundo, la sustitución de las actuales alian
zas sociales hegemónicas (basadas en la dominación del capitalismo
«comprador» en las periferias del Sur y actualmente también en el Este)
por nuevas y diferentes alianzas sociales basadas en la hegemonía del tra
bajo y de las fuerzas populares. Sólo así será posible establecer el dominio
del valor de uso sobre el valor de cambio, así como la integración de las
exigencias y requerimientos a largo plazo, como el medio ambiente. Al
mismo tiempo, el proyecto requiere un orden político mundial diferente
del que predomina en la actualidad, un orden basado en la democratiza
ción de todas las sociedades y la articulación de su interdependencia con
el respeto mutuo por su diversidad.
Avances en tal dirección resultan necesarios y posibles, aunque uso la
expresión «avances» deliberadamente, puesto que la realización total del
proyecto es un asunto a largo plazo, la transición «secular» del mundo
globalizado al socialismo mundial. Junto al combate ideológico que debe
librarse en pro de la visión del objetivo último (tal y como se concibe, por
ejemplo, en el proyecto que acabo de describir), deben definirse estrate
gias para cada una de las fases del camino.
Por consiguiente, y volviendo al proyecto en cuestión, le haría una
crítica constructiva que podría resumirse en los siguientes puntos:
Las prioridades para la acción que estoy sugiriendo difieren, por tan
to, de las establecidas en el proyecto antes considerado. En mi opinión,
debe ponerse el énfasis en las acciones que vayan en las siguientes direc
ciones:
Referencias
_ O S ANTECEDENTES
hiles, las periferias del Sur y actualmente del Este, para aminorar las con
secuencias de ésta en casa y evitar que se conviertan en serias, aunque,
obviamente, tal táctica no ayuda a encontrar una solución a la crisis. En
este contexto, la gestión de la crisis preserva el actual sistema monetario
internacional, que durará todavía cierto tiempo, aunque sus días están
contados. No obstante, preservar un sistema ya caduco a toda costa su
pone arriesgarse a su colapso, como sucedió en los años treinta, cuando el
patrón libra esterlina dio paso a rivalidades descoordinadas que eran pre
sagios de guerra.
del Tercer Mundo, sean cuales sean los motivos que se invoquen, siempre
son negativas.
La preocupación táctica dominante no deja de lado el hecho de que
las potencias mejor situadas en el tablero mundial persiguen, también y al
mismo tiempo, sus propios objetivos estratégicos. Dos de estos objetivos
son claramente patentes en los casos de Europa oriental y de Etiopía. El
primer caso demuestra el plan estratégico del expansionismo alemán, el
segundo el de la hegemonía estadounidense, dos planes que convergen, al
menos parcialmente. Ambos planes pretenden marginar a las restantes
potencias, Francia y el resto de Europa, que se ven obligadas a alinearse
entre sí.
El objetivo alemán — la latinoamericanización de Europa oriental,
una forma de afirmar la preeminencia alemana sobre el resto del conti
nente— coincide con el de Estados Unidos, es decir, debilitar al máximo
posible a Rusia para regresar a la situación de 1945, cuando Estados Uni
dos contaba con el monopolio de las armas de destrucción masiva y esta
ba en condiciones de imponer su hegemonía mundial. Bonn ha logrado ya
algunos éxitos importantes: la destrucción de Yugoslavia y la «compra-
dorización» de Eslovenia/Croacia, que Bohemia-Moravia volviera a la ca
tegoría de protectorado, y que los Estados bálticos y Ucrania se separaran
de los rusos. A tal efecto se han movilizado completamente los denomi
nados medios de información, hasta el punto que se han hecho acreedo
res a ser llamados «medios de desinformación». Encontramos de nuevo
dos leyes, «la de los ricos y la de los pobres»: a los rusos, establecidos en
los Estados bálticos al menos tanto tiempo como los ingleses en Irlanda,
y en mayor número, se les puede privar del derecho a votar, un hecho que
no descalifica a las «democracias» bálticas, mientras que los irlandeses
que encuentran anormal seguir bajo el yugo de los ingleses siguen siendo
«terroristas». Tras la ruptura de la Unión Soviética, ¿no fue el desmem
bramiento de Rusia, reducida a Moscovia, un objetivo estratégico?
El objetivo de Estados Unidos sigue siendo el mantenimiento de las
ventajas que se derivan de su hegemonía mundial, que se encuentra ame
nazada por la erosión de su competitividad en la economía mundial y por
el exorbitante costo de las intervenciones que hace con el objeto de man
tener su posición. Enfrentado, tras la desaparición de la bipolaridad, a un
número creciente de «enemigos», el número de esas intervenciones ha
aumentado. Pero ¿no se desarrolló precisamente la teoría de la gestión de
los conflictos de baja intensidad para responder a esa situación? De ne
cesitarse, el debilitamiento de estos potenciales enemigos mediante la de-
.sintegración de los Estados y el drenaje de sus fuerzas mediante conflic
tos internos inacabables puede servir para aplazar la necesidad de
intervención. La geoestrategia, la búsqueda constante de bases que per-
El auge de la etnicidad: una respuesta política a la globalización económica 95
concibieron en este marco como algo particular a cada uno de estos gru
pos particulares.
La primera gran ola de lo que llamo «las revoluciones culturales que
fundan la era tributaria» supuso el inicio del concepto universalista de
humanidad. Durante el milenio o algo más que va desde el siglo V a.C. al
VII d.C., se fundaron las grandes religiones como el zoroastrismo, el bu
dismo, el cristianismo y el islam, así como se formularon las grandes filo
sofías confuciana y helenística. De esa forma se afirmó la dimensión y el
destino común de los seres humanos, al menos en lo que respecta al más
allá. Naturalmente, esta declaración de vocación universalista no estable
ció una unificación real de la humanidad. Las condiciones de la sociedad
tributaria no lo permitieron y la humanidad se reformó en grandes áreas
tributarias cohesionadas por sus propias filosofías-religiones universalis
tas: la cristiandad. Dar el Islam, el mundo hindú, el mundo confuciano.
Sin embargo, la revolución tributaria, como todos los grandes momentos
revolucionarios en la historia, se proyectó en el futuro y desarrolló con
ceptos que fueron más allá de su propio tiempo.
En la época moderna, la revolución burguesa inició una segunda ola
evolutiva que profundizó y enriqueció el concepto de «universalidad».
De hecho, la filosofía de la Ilustración supuso el inicio de un movimiento
que culminó en la revolución francesa. En lo relativo al concepto de na
ción, ésta definió un nuevo contenido, radicalmente diferente de aquél
que habían experimentado sus vidas, su pertenencia a una comunidad o
su percepción del universalismo y sus límites los miembros de las comu
nidades tributarias (la cristiandad, el islam, el mundo hindú o el mundo
confuciano).
La nueva organización de la sociedad que empezó a cristalizar en par
te de Europa con el Renacimiento, la conquista de América y el mercan
tilismo de las monarquías absolutistas de la Europa atlántica — es decir, el
capitalismo, por llamarlo por su nombre— crearon un marco apropiado
en los primeros Estados-nación burgueses (Inglaterra y Francia, en parti
cular). Pero la filosofía de la Ilustración no encauzó la realidad «nacio
nal» en la dirección de la construcción de algún mito biológico, sino que,
por el contrario, esa realidad se formuló en una visión social (es decir, no
naturalista) de la sociedad. Ciertamente, el mito se elaboró para tal fin,
pero difirió mucho del mito de los ancestros comunes. Además, se sostu
vo que un «contrato social» había fundado el Estado-nación, por tanto
como Estado y nación, que de otro modo no habrían existido. El concep
to de contrato social presupuso el concepto de individualidad burguesa
dotada de libertad.
La grandeza de la Revolución francesa se expresó en el hecho de que
fundó una nueva nación, sin aludir para ello a una sangre o a unos an
102 El capitalismo en la era de la globalización
Referencias
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Capítulo 5
N acionalismo
\ otü S
Referencias
Consciente del reto, Estados Unidos acudió en ayuda del continente con
el plan Marshall.
Otra de las grandes preocupaciones de la opinión pública de la épo
ca, que hoy tenemos tendencia a olvidar pese a que impregnó toda Euro
pa en los primeros tiempos de la posguerra, era la relacionada con el re
nacimiento del poder industrial y militar de Alemania. Stalin tenía su
«zona de seguridad» o «barrera protectora» para hacerle frente. Inglate
rra, por su parte, optó por una alianza permanente e incondicional con
Estados Unidos. Francia, cuyo estatus de gran potencia empezaba a ser
algo del pasado, era particularmente sensible a esa eventual amenaza.
¿Cómo evitarla? Inicialmente se pensó pura y simplemente en desmante
lar Alemania, una solución que pronto se descartó. De Gaulle, que había
tenido que pasar por las horcas caudinas de ser aliado de segunda fila,
abrigaba sentimientos encontrados hacia el protector estadounidense.
Por otra parte, una alianza con Moscú significaba arriesgarse a reforzar la
posición de los comunistas. En esa situación se abrió paso una nueva idea:
neutralizar a Alemania absorbiéndola en el objetivo de construir Europa.
Esta idea permitía pensar en arraigar la democracia al este del Rin y tam
bién en lograr la apertura de mercados que se requería para consolidar la
hegemonía estadounidense. Para acabar con las tendencias si no autár-
quicas sí al menos fuertemente proteccionistas que caracterizaron la Eu
ropa de entreguerras, el plan Marshall se propuso apoyar la intensifica
ción de los intercambios comerciales intraeuropeos como preludio a la
apertura sin límites. Dicha elección fue justamente la inversa que la que
medio siglo después se ha tomado respecto de la antigua Europa del Este.
En este caso, las potencias occidentales y las organizaciones inspiradas
por ellas intervinieron inmediatamente para desmantelar las interdepen
dencias existentes en el seno del COMECON (cuyo nombre oficial era,
como es sabido, Consejo de Ayuda Mutua Económica), una decisión que
afectó negativamente a la «reconstrucción» del Este.
En esta atmósfera de posguerra nació el proyecto de una Comunidad
Europea, algo que debíamos recordar para ocuparnos ahora, y compren
der, su posterior evolución.
concedidas a la periferia europea son seis veces más cuantiosas para una
población de diez a veinte veces menor! Este modesto volumen parece
más una cuestión de caridad que de solidaridad internacional. En cual
quier caso, no alcanza el umbral mínimo para permitir la construcción de
un espacio regional euroafricano. Esto demuestra una realidad que no
siempre se admite: a pesar de los acuerdos de asociación CEE-ACP (Afri
ca, Caribe y el Pacífico), no existe una visión política de las relaciones en
tre Europa, por un lado, y el mundo árabe, Africa subsahariana y el Ter
cer Mundo en general, por otro. Es probable incluso que los Estados
miembros — o por lo menos alguno de ellos— tengan una concepción de
estas relaciones y de la regionalización en general que excluya la escala
mundial que éstas implican.
E l futuro de la ixtegr ^
ación europea en la era de la
GLu3 ALIZACIÓN
muy limitada, sin alcance decisivo. ¿No será porque el I+D está fuerte
mente unido al desarrollo del potencial militar, como nos recuerda el caso
de Euratom?
2. Los mercados públicos no están hasta ahora sometidos a una ver
dadera competencia a escala comunitaria. Por diversos medios, a
veces indirectos, los Estados evitan que se cuestione la preferencia
nacional en este campo, que consideran un ejercicio de soberanía.
3. El derecho mercantil — y especialmente el societario— sigue sien
do competencia de los Estados. Los proyectos de unificación —
una exigencia casi evidente debido a la aparición de multinaciona
les «europeas» en lugar de las alemanas, británicas o francesas—
no van más allá del discurso puramente retórico o de los estudios
académicos.
4. Las producciones cinematográficas y televisivas no forman parte
de las esferas sujetas a la competencia comercial en nombre de la
«excepción cultural». Francia, más sensibilizada que los demás
países ante los peligros de la invasión cultural norteamericana, se
ha colocado a la cabeza de esta reivindicación invocando, a mi jui
cio justamente, la estrecha relación existente entre la independen
cia cultural y la independencia política a secas.
2. Todo lo que acabo de decir es algo que los europeos, que son per
fectamente conscientes de sus debilidades, conocen a ciencia cierta. Por
Los retos de la globalización; el caso europeo 149
donal con Estados Unidos. Hasta ahora ha podido conciliar esta elección
con su compromiso europeo. Pero el quid de la cuestión para el futuro es
el que expresan las siguientes preguntas: ¿qué ocurrirá si la competencia
Europa-Estados Unidos se agudiza?, ¿qué ocurrirá si Europa vuela en pe
dazos?, ¿qué ocurrirá si Alemania domina Europa?
Francia había previsto, en 1945-1946, renovar su imperio dentro de
un marco asociacionista, la asociación de naciones independientes o lla
madas a serlo en el sentido estricto del término. Las fuerzas colonialistas
suprimieron la posible intención renovadora del proyecto, perpetuaron
las relaciones coloniales hasta el momento en que la transformación de
las relaciones dentro del capitalismo francés — en detrimento de los vie
jos intereses coloniales en declive y en beneficio de los sectores dinami-
zados por políticas eficaces de modernización— empujó a Francia hacia
la integración europea. Hoy en día, Francia no tiene otra elección posi
ble, un factor de debilidad, habida cuenta de que la principal potencia
europea — Alemania— se beneficia de un margen de maniobra mucho
más amplio.
Desde 1871, Alemania había desarrollado su propio proyecto, el
Drang Nach Ostern (el impulso hacia el Este). ¿Habrá renunciado a ello?
Ciertamente Alemania se ha convertido en una democracia semejante a
la de Gran Bretaña y Francia, lo que no era durante el Segundo Reich (el
de Bismark) ni menos aún durante el odioso Tercer Reich hitleriano.
Como son conscientes de que esta experiencia es fundamental, las fuer
zas democráticas alemanas se han convencido de que la «Alemania euro
pea» es preferible a la «Europa alemana», por utilizar sus mismos térmi
nos. Ha llegado ya el Cuarto Reich, como ha demostrado su intervención
en Yugoslavia, la inquietante resurrección de la «cuestión de los Sude-
tes» y otros signos. ¿Es posible un Cuarto Reich democrático? Por qué
no. Los imperialismos británico y francés se expandieron sin, por ello,
cuestionar la democracia burguesa en sus metrópolis. Un Cuarto Reich
democrático incluso podría retomar los objetivos del Drang Nach Ostern
sin que esta expansión apareciera como intolerable para los pueblos de
Europa del Este: sería una hegemonía regional que funcionaría por me
dio de la economía, como la de Estados Unidos a escala mundial (y Es
tados Unidos es igualmente una democracia que no ha quedado arruina
da por dicha hegemonía). El margen de maniobra del que dispone
Alemania todavía es grande: continuaría su propia política hacia el Este
sin cuestionar la construcción europea, porque sus compañeros (Francia
en primer lugar) estarían obligados a ratificar sus iniciativas. Evidente
mente es la «Europa alemana», dentro de un «universo norteamerica
no», porque Alemania no cometería el error (fatal para Hitler) de comer
más de lo que puede digerir.
Los retos de la globalización: el caso europeo 157
En resumen y como conclusión, parece claro que los seis temas que
hemos tratado conforman una agenda que se inscribe naturalmente en la
tradición del pensamiento de izquierda acerca de los movimientos y del
progreso, por lo que podemos acabar diciendo que Europa será de iz
quierdas o no será.
Referencias
La t e o r í a s o c ia l y la c r isis d e l c a p it a l is m o : m a r x is m o ,
POSM ODERNISMO Y MOVIMIENTOS SOCIALES
prelada como un símil del capitalismo. Para lograr tal cosa, la crítica del
capitalismo debe a su vez establecer reglas alternativas para la organiza
ción social, así como valores alternativos. En suma, dicha crítica debe
presentar un sistema de racionalidad alternativo. ¿Significa eso que la crí
tica del capitalismo se verá tentada inevitablemente, como sucedió antes
con el capitalismo, a presentar la nueva racionalidad derivada de su uto
pía creativa como una construcción eterna e imperecedera? Creo que esta
nueva crítica debe evitar tal cosa.
Pero ¿realmente la crítica del capitalismo ha superado la estructura
existente del pensamiento burgués? Ésa es la cuestión clave, una cues
tión a la que en este momento no puede responderse de forma tajante.
La nueva crítica del capitalismo es aún incompleta. Ha de profundizarse
y enriquecerse con aportaciones derivadas de su interacción con los nue
vos desafíos surgidos del propio desarrollo del capitalismo. Inicialmente
focalizada en los valores morales, la crítica del capitalismo alcanzó el es
tadio que considero decisivo en la obra de Karl Marx. Al marxismo se
añadieron luego una serie de desarrollos graduales bajo la Segunda y la
Tercera Internacional, que asimilaron la tendencia economicista de la
teoría burguesa y con ello el aliciente de su visión determinista, por lo
que acabaron convirtiendo las <deyes de la historia» en un conjunto de
reglas implacables idénticas a las leyes inexorables de las ciencias natu
rales. De tal forma, el marxismo acabó abogando, en nombre del socia
lismo, por un sistema utópico de gestión racionalizada basado en el co
nocimiento de dichas <deyes», algo en cuyo proceso redujo a desechos la
dialéctica de la libertad humana.
El marxismo es, por tanto, en cualquier caso obviamente incompleto.
No obstante, sería totalmente injusto reducirlo a una forma particular, la
de la ideología soviética, que durante mucho tiempo he considerado más
cercana al pensamiento burgués que al marxista.
La crítica del capitalismo fue anterior a la caprichosa crítica que re
cientemente han realizado los teóricos posmodernistas. Sea como sea, lo
importante es discernir si la teoría posmodernista aporta algo novedoso.
En mi opinión, el posmodernismo como una tarea intelectual de la que
nada puede derivarse a futuro, en la medida en que no ofrece instrumen
tos conceptuales capaces de trascender la estructura capitalista, ni de
muestra contar con capacidad alguna de inspirar un diseño innovador de
cambio social. En resumen, la crítica posmoderna es menos radical que la
crítica cuyas ideas seminales encontramos en la obra de Marx.
Sin duda alguna, los ejercicios de deconstrucción del discurso con los
que Lyotard, Derrida, Deleuze, Guattari, Eoucault y Baudrillard sentaron
las bases del posmodernismo (en la forma en que lo han postulado los
autores estadounidenses y Touraine en Erancia) tienen alguna utilidad
164 El capitalismo en la era de la globalización
Referencias
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Angola, 95 mía del, 41
Argelia, 105 Canadá, 72, 128, 145-146
Armas de destrucción masiva, 19 Caos, 16, 20, 22, 33, 48, 99, 124-125, 155
Arruda, Marcos, 29 Capital:
Asia: — acumulación, 77
— Asia oriental, 54, 57, 90, 115, 116, 123 — flotante, 42-43
— Sudeste asiático, 71, 90, 122, 123 — movimiento de, 18, 37, 119, 140
— Zona del Pacífico, 57 128 Capitalismo:
Asimilacionismo, 104-105, 106 — «capitalismo sin capitalistas», 30, 32, 164,
Atlantismo, 115 168
Auschwitz, 164 — clásico, 15
Australia, 104, 128 — formas del, 15-19
Autosuficiencia alimentaria, 47, 60 — límite histórico, 96
— salvaje, 22
— utopía del, 33, 121
Bagdad, 82 Carta Magna, 104
Balcanes, 89 Casanova, P.G,, 125
184 El capitalismo en la era de la globalización
CE (Comunidad Europfc', 39, 42, 47, 54, 56, Deng Xiaoping, 122
59, 69, 71-72, 79, 81, 99, 122, 138-160 Derecho mercantil, 145
— instituciones de la, 149-150 Derrida, Jacques, 118-119
CECA (Comunidad Europea del Carbón y el Desarrollo, 27, 30, 173-174
Acero), 135-136 — desigual, 70-73
CEE (Comunidad Económica Europea), 37, 79, — ideología, 168-169
133, 138, 139-140, 141, 142, 143, 144, 151 — organismos de, 174
CELA (Comisión Económica para América La Desconexión.'desvinculación, 18, 27, 35, 58, 95.
tina), 39 100, 148, 174, 176
Checoslovaquia, 21,91 — «coherente», 129
Chiapas, revuelta de, 56 Desempleo, 31, 51-52, 116, 133, 150
China, 23, 24, 25, 57, 71, 72, 88, 91, 92. 108 Desigualdades:
109, 112, 115,122-123, 148, 160 — a nivel global, 170
— desarrollo, 24 — regional, 141
— revolución, 24, 116 Desregulación, 118-119
CIA,38 Deuda, crisis de la, 27-28, 29, 36, 37
Cine y producción televisiva. 145 — costes de servicios, 34, 115
Ciudadanos. 102 — funcionalidad, 55-56
Clinton, Bill. 29, 57. 67 Dialéctica, universal-particular, 25, 102, 112,
CODESRIA (Council for the Development of 175
Social Research in Africa), 180 Dinero, «gestión neutral del», 22
Colonialismo, 83. 105, 145-146 Diversidad, aceptación de la, 98, 107, 112, 173
— masacres del. 164 Dólar, 18, 35-36, 51, 54, 55, 58, 66-67, 129, 140
CO.MECON (Consejo para la Ayuda Económi Dolarización, 55
ca Mutua), 38, 136 Duplessis, 88
Comunismo. 154
— como amenaza, 52, 60, 174
— nomenclatura, 65 East Indian Company (Compañía de las Indias
— partidos europeos comunistas, 137 Orientales), 88
Confederalidad. 73 Ecología, 159
«Conflicto de baja intensidad», gestión del, 93 Economicismo, 31, 87, 164-165, 168, 172
94 ECOWAS (Comunidad Económica de los Esta
Confucianismo, 90, 91, 101, 109 dos de Africa Occidental), 128
Contrato social, 101, 104, 124, 139, 157-159 Educación técnica, 91
Corea, 23,24, 41, 57, 72, 79, 97, 122, 115 EE.UU. (Estados Unidos), 24, 27, 35, 55, 59,
— agricultura, 47 62, 66, 67, 69, 73. 87-90, 94, 104, 105, 116,
Costa de Marfil, 42 122, 128, 129, 134-135, 136, 140-141, 145
Crisis, gestión de la, 36, 37, 51, 53, 54, 55-56, 146, 148, 156, 160
61, 80, 92-100, 153, 115, 118-119, 120, 167, — administración de los, 40
168, 169, 175. 177,178,180 — arrogancia, 99
Croacia, 72, 86, 94, 157 — Bretton Woods, dominio estadounidense, 34
— reconocimiento alemán de, 155 — costos del sistema sanitario, 49
Cuarto Mundo, 16, 44, 73,76, 78, 81, 177-178 — déficit, 18, 35-36, 51, 54. 59, 128-129
— marginación del, 42, 97-98, 127 — gasto militar en los, 117
— hegemonía de los, 17, 66, 156
— hegemonía militar de los, 37, 56, 78-79, 134
De Gaulle, Charles, 135, 136 135, 146, 159
Deconstruccionismo, 163-164 — historia de los, 88
Deflación, 28, 53-54, 119, 121 — monopolio de las armas nucleares, 19, 94,
Deforestación, 41 133
Deleuze, Gilíes, 163 — presencia en Oriente Medio, 23
Democracia: — subsidios agrícolas. 47
— democratización, 61, 174, 179 Efecto de permeación «gota a gota», 27
— erosión de, 19 «Efecto dominó», 139
— manipulación, 86 Egipto, 89. 108, 109
— obstáculos a, 174 Elite, 52, 180
índice analítico y de nombres 185
www.paidos.com
ISBN 84-493-0638-8
45054
788449 306389