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Compendio de la Rebelión de la América

COMPENDIO DE LA
REBELIÓN DE LA
AMÉRICA

1
Fernando Hidalgo-Nistri

2
Compendio de la Rebelión de la América

COMPENDIO DE LA
REBELIÓN DE LA
AMÉRICA
Cartas de Pedro Pérez Muñoz

Fernando Hidalgo-Nistri
Compilador

Colección Tierra Incógnita


Nº 26

Ediciones
Abya-Yala
1998

3
Fernando Hidalgo-Nistri

COMPENDIO DE LA REBELIÓN DE LA AMÉRICA


Fernando Hidalgo-Nistri (Compilador)

Colección: Tierra Incógnita Nº 26


1a Edición
1998 Ediciones Abya-Yala
Av. 12 de Octubre 14-30 y Wilson
Casilla 17-12-719
Télf: 562-633/506-217/506-251
Fax: (593 2) 506255
E-mail: editorial@abyayala.org
http://www.abyayala.org
Quito, Ecuador

ISBN: 9978-04-385-3
Impresión: Digital DocuTech
Quito-Ecuador
1998

ADVERTENCIA DEL COMPILADOR


Las cartas de D. Pedro Pérez Muñoz, que dan origen a la presente publicación, han sido transcritas li-
teralmente de los originales. Esto significa que se ha respetado la estructura y la ortografía usadas por
su autor.

4
Compendio de la Rebelión de la América

CONTENIDO

Prefacio: Dos palabras sobre Pérez Muñoz............................................... 7


Diego Pérez Ordóñez

Introducción ............................................................................................... 13
Vladimir Serrano Pérez

Estudio introductorio ................................................................................ 17


Fernando Hidalgo Nistri

Bibliografía.................................................................................................. 38

Cartas .......................................................................................................... 41

5
Fernando Hidalgo-Nistri

6
Compendio de la Rebelión de la América
DOS PALABRAS SOBRE PÉREZ MUÑOZ

Diego Pérez Ordóñez

olmenar es un pueblo de sinuosas calles y difíciles trazados. Se trata


C de una población eminentemente agrícola, donde los trigales y oli-
vares dominan el paisaje. Localizada cerca de la ciudad andaluza de Mála-
ga, la villa de Colmenar ocupa una superficie de 65,5 kilómetros cuadra-
dos y sus habitantes, casi al finalizar el siglo XX, son apenas algo más de
3.000.
El 19 de julio de 1767 nació en dicha villa, y en el hogar formado por
José Ramón Pérez y Fernández de Tejada y María Luisa Muñoz y Molina,
Pedro Pérez Muñoz. El joven Pedro hizo sus primeras letras en el Colegio
de Escuelas Pías de la Villa de Archidona y luego pasó a educarse en el Co-
legio Seminario Conciliar de la Iglesia Colegial del Sacro Monte de Grana-
da. En esa institución completó sus estudios de Filosofía, Teología, Dere-
cho Civil y Canónico. Se graduó de bachiller en Derecho Civil de la Uni-
versidad de Granada el 9 de agosto de 1791.1 Parecía, sin embargo, más in-
clinado a la vida religiosa que a la académica cuando pasó a América en
compañía del Obispo de Cartagena de Indias, Miguel Agustín Álvarez Cor-
tés, como su Secretario de Cámara y Gobierno en ambas diócesis. En ese

1 Todos los datos sobre la niñez y juventud de Pedro Pérez Muñoz han sido tomados
de la “Relación de los Méritos y Servicios de Don Pedro Pérez Muñoz” de 1817, que re-
posa en el Archivo General de Indias (AGI), Sección Quito, legajo 543. Vide también,
Pérez Ordóñez Diego, Genealogía de los Pérez de Quito, Quito, 1994, Publicaciones del
Centro Nacional de Investigaciones Genealógicas y Antropológicas, No. 2, pgs 183-189.

7
Diego Pérez Ordóñez

entonces, último lustro del siglo XVIII, Pérez Muñoz era Clérigo de Prima
Tonsura.2
Cuando llegó a Quito conoció a su futura esposa, María Teresa Calis-
to y Borja, quien era una de las hijas del Regidor Perpetuo de la ciudad, Pe-
dro Calisto y Muñoz y de doña Francisca de Borja y Chiriboga. El suegro
del nuevo vecino era uno de los terratenientes más poderosos de la Sierra
y probablemente el más fanático de los realistas criollos. El matrimonio
entre el andaluz y la hija del Regidor se verificó en Quito el 1 de octubre
de 1796.
De acuerdo con la escritura de recibo de dote suscrita con motivo del
matrimonio Pérez Calisto, la mujer de Pedro Pérez Muñoz llevó al matri-
monio los siguientes bienes: unas casas de altos y bajos cubiertas de teja
“las mismas que el referido su padre las hubo y compró en pública subas-
ta (…) en la cantidad de tres mil doscientos diez pesos” y que posterior-
mente fueron reconstruidas; dos esclavos llamados María Congo, de edad
de trece o catorce años, e Isidro Congo, de aproximadamente la misma
edad; la hacienda Cotacachi, comprada por Pedro Calisto y Muñoz en el
remate de Temporalidades en la cantidad de 140.000 pesos, y una gran
cantidad de alhajas, ropas, objetos de plata labrada y adornos de casa que
sería largo enumerar.3
Apenas llegado y casado, Pedro Pérez Muñoz inició su actividad po-
lítica en Quito. Recibió 14 votos y resultó electo Alcalde del Segundo Voto
el 1 de enero de 1797, y en la misma sesión se le asignó la pulpería de la
“esquina de la casa de Pedro Villamil”.4 En la sesión del 1 de enero de 1798,
cuando le tocó votar por las nuevas autoridades del Cabildo, lo hizo a favor

2 Relación de los Méritos y Servicios foja 1 vta.


3 Recibo de Dote de Don Pedro Pérez Muñoz, Archivo Nacional de Historia (ANH-
Quito), Notaría 6ta, 1794-97, F.652. La hacienda Cotacachi cayó en manos de los patrio-
tas años después. Pedro Pérez Muñoz se molestó porque el Presidente Toribio Montes no
atendía sus pedidos y le había dicho “que se queje a la Santísima Trinidad.” AGI, Sección
Quito, Legajo 543, foja 37.
4 Archivo Municipal. Libro de Actas del Cabildo: 1797-1801, Fs. 1-4.

8
Dos palabras sobre Pérez Muñoz

de Simón Sáenz de Vergara para Alcalde del Primer Voto y por Manuel de
Larrea y Jijón (luego Marqués de San José) para Alcalde del Segundo
Voto.5
La aspiración de Pérez Muñoz siempre fue llegar a ser Alcalde del Pri-
mer Voto. Con ese objetivo en mente participó en la elección de 1804 y
perdió frente al Marqués de Solanda. Cuatro años más tarde, en 1808, re-
sultó otra vez electo Alcalde del Segundo Voto.6 Lo mismo en 1807. Sin
embargo su suegro, utilizando su calidad de Regidor Perpetuo, alegó que
Pérez Muñoz debía ser designado Alcalde de Primer Voto para que existie-
ra la necesaria alternativa entre europeos y criollos, según mandaban las
Reales Cédulas.7 Este pedido de Calisto, seguramente inspirado más en
sus convicciones realistas que en consideración para con su yerno, desató
una agria polémica dentro del Ayuntamiento quiteño. El primer día de
1807 el Cabildo le pidió a Pérez Muñoz que se posesione del cargo para el
que fue electo. El andaluz se negó y luego renunció irrevocablemente al
cargo.
El meollo de la controversia radicaba en la existencia de una Real Cé-
dula que mandaba la alternabilidad entre criollos y europeos en las elec-
ciones de Alcalde Ordinario. En una providencia, por tanto, el Presidente
de Quito ordenó al Cabildo que se invistiera a Pérez Muñoz con la Alcal-
día del Primer Voto y dice: “Se declara deberá subsistir su elección, la que
se aprueba en toda forma mediante la fiel observancia que exigen las Rea-
les Cédulas del caso; y en consecuencia procederá a dar posesión al men-
cionado don Pedro Pérez Muñoz de la primera vara.”8 El Cabildo, en su
oportunidad, se opuso a esta orden alegando que de todas maneras Pérez
Muñoz no había obtenido los votos suficientes para ostentar tal alto cargo.
La disputa se solucionó con una nueva votación en la que, como era de es-

5 Libro de Actas del Cabildo: 1797-1801, foja 32 vta.


6 Libro de Actas del Cabildo: 1805-1808, foja 151.
7 Libro 1805-1808, foja 103 vta.
8 Idem, fojas 147-148.

9
Diego Pérez Ordóñez

perarse, don Pedro no triunfó. Se había ganado la enemistad de sus cole-


gas cabildantes…
Dos años después, la sublevación de las colonias españolas fue deci-
siva en la vida de Pedro Pérez Muñoz. Nuestro personaje se constituyó en
uno de los más fervientes defensores de los derechos de la Corona. Sus vín-
culos con la familia Calisto, por vía de su matrimonio, lo integraron con el
movimiento realista al punto de que fue sentenciado a cumplir diez años
de prisión en un castillo de Cartagena de Indias. Fue diferente el destino
de su suegro y de su cuñado: fueron pasados por las armas la noche del 29
de octubre de 1812. Pérez Muñoz, para su suerte y cuando lo conducían al
lugar donde debía purgar la pena impuesta, fue liberado por las fuerzas pe-
ninsulares y pudo huir. La persecución de los independentistas también le
llegó a su mujer, María Teresa, quien murió en 1818, cuando don Pedro se
hallaba de vuelta en España. Ella también había pasado en un calabozo
quiteño y fue maltratada por sus captores, lo cual aceleró su muerte.
Tras la revolución de 1809 Pedro Pérez Muñoz pidió la restitución de
los bienes que le habían sido confiscados por los rebeldes quiteños. Acudió
a la Corona el 15 de setiembre de 1813 exponiendo su fidelidad y los su-
frimientos que le causaron los insurgentes. Como no consiguió el reinte-
gro de sus bienes, le fueron ofrecidos unos terrenos en Andalucía. Conven-
cido de la concesión de los terrenos en la zona de Jerez de la Frontera
viajó a España en 1815. El Consejo de Indias se negó a hacer efectiva
la concesión, por lo que Pérez Muñoz redactó un escrito en Madrid en
1818,9 en el que se preguntaba “¿Pero, a dónde he de ir, a meterme otra vez
entre los insurgentes? ¿Iré de nuevo a buscar la vida, para que otra vez in-
tenten quitármela los rebeldes? ¿No sería temerario solo el pensarlo?”
Dos años más tarde estaba ya don Pedro en Sierra Morena “persegui-
do por los constitucionales por ser opuesto a su sistema, y dedicado a la
agricultura…” Todo indica que la concesión de las tierras se cristalizó, al

9 AGI, Sección Quito, Legajo 543, Memorial del Pedro Pérez Muñoz, fojas 16-17.

10
Dos palabras sobre Pérez Muñoz

fin, en 1824.10 En todo caso, parecería que ya en 1830 tuvo solucionada su


situación económica, ya que le pide a la corona que lo pusiera en uso del
título de Marqués de Fiel Pérez Calisto, concedido originalmente a su hijo
José María. El pedido se basó en que, según él, tenía suficientes bienes pa-
ra “mantener el decoro correspondiente” y pretendía transmitir el título a
uno de los hijos que tuvo en su segundo matrimonio “con la hija de un be-
nemérito oficial de marina y maestrante que fue de la ciudad de Sevilla,
hermano de otro Presidente de Quito, don Joaquín de Molina”.11 En efec-
to: casó en segundas nupcias en 1827 con María del Carmen de Molina y
Zuleta, nacida en Las Cabezas de San Juan, Sevilla, en 1810, y fallecida en
Jerez de la Frontera en 1833.12 Luego de una vida novelesca y poco con-
vencional para la época, Pedro Pérez Muñoz murió en 1842 en Jerez de la
Frontera, según su bisnieto, el genealogista Joaquín de Bustamante y de la
Rocha. Don Pedro es el tronco de una dilatada familia, con ramas en
Ecuador y Andalucía, principalmente.

10 AGI, Sección Quito, Legajo 543, Memorial del Pedro Pérez Muñoz, foja 8.
11 AGI, Sección Quito, Legajo 543, Pedido de Título de Castilla, fojas 37 y ss. El pedi-
do fue reiterado por parte de Pérez Muñoz, quien contó con la firme oposición de la fa-
milia Calisto.
12 Bustamante y de la Rocha, Joaquín de, “Apuntes y Datos Para Una Genealogía”,
pág. 111. Esta edición, llevada a cabo solamente para el conocimiento de su familia, no
lleva ni fecha ni editorial. El autor murió en 1939 y no llegó a ver la obra publicada.

11
Fernando Hidalgo-Nistri

12
Compendio de la Rebelión de la América
INTRODUCCIÓN

Vladimir Serrano Pérez.

l rescate de la historia ecuatoriana, sigue constituyendo una tarea


E compleja, pues a pesar del avance de métodos de investigación, la
sistematización de los estudios históricos, el acceso computarizado a gran-
des bibliotecas y archivos, únicamente el trabajo tesonero de exhaustivos
buscadores de documentos perdidos, permite rescatar valiosos fragmen-
tos, que testimonian cómo decurrieron los hechos políticos, económicos y
culturales en lo que es el Ecuador de hoy. El primero que pudo llegar has-
ta el Archivo de Indias, fue el arzobispo González Suárez, con lo cual mon-
tó su gran Historia General del Ecuador. De su escuela surgieron otros his-
toriadores, como Jacinto Jijón Caamaño y Cristóbal de Gangotena Jijón
fundadores de la Academia Nacional de Historia, que ha generado impor-
tantes frutos.
La difícil tarea de evidenciar documentariamente el pasado ecuato-
riano, obedece a la obvia circunstancia de haber dependido de otra nación
durante trescientos años. La situación de provincia subordinada a virrei-
natos y a la propia Corona española, devino en que si bien los aconteci-
mientos se suscitaban en la Audiencia de Quito, su relato y testimonio ter-
minaban en otros lados; razón por la cual biografiar a personajes de la Co-
lonia y de los inicios de la República, salvo excepciones, demandaba la ex-
ploración en varios archivos americanos y europeos. A todo lo que se de-
be sumar, los saqueos periódicos a que se han visto sometidos los archivos
históricos nacionales, o la venta que se ha hecho de archivos privados a
historiadores e interesados del exterior.
Por estas razones el presente libro “COMPENDIO DE LA REBE-
LIÓN DE AMÉRICA”, cartas de Pedro Pérez Muñoz, recogidas por el eru-
dito investigador e historiador Fernando Hidalgo Nistri constituye un

13
Vladimir Serrano Pérez

nuevo y valioso aporte al conocimiento de los escenarios en los que se fra-


guó la Independencia ecuatoriana. Eso ha sido posible únicamente gracias
a que el compilador reside desde hace algunos años en Sevilla, donde ha
concluido sus estudios, elaborado sus tesis magistral y doctoral, mante-
niendo un acceso cuotidiano al Archivo de Indias, que le han colocado en
la envidiable posición de rescatador de acontecimientos inéditos de nues-
tro pasado.
Esta publicación reviste un particular interés, porque entrega tribuna
a un realista, lo que se ha podido hacer únicamente al concluir el siglo XX,
puesto que al calor de las pasiones que han matizado la política ecuatoria-
na y por ende la historia, hubiese resultado un desvarío publicar opiniones
de quienes en su tiempo fueron considerados traidores a la más noble cau-
sa de la especie humana “la Libertad”. Hoy cuando los ánimos se hallan
templados; y no solamente importa conocer la verdad, sino también la ver-
dad del otro, e iluminarse bajo una conciencia de alteridad, las referencias,
valores y calificativos con las que Pedro Pérez Muñoz colorea sus cartas, ya
no serán motivo (por lo menos en el genérico de los lectores) de odio en-
cendido, sino de curiosidad y comparación con otros testigos que asistie-
ron al gran hecho de la Independencia.
El libro se encuentra dividido en dos partes, un estudio introducto-
rio de Fernando Hidalgo y las cartas propiamente dichas bajo el enuncia-
do de: “Compendio de la Rebelión de América”. Causas físicas, políticas y
morales que le han originado. Agentes internos y externos que han actua-
do en el fuego de la revolución; efectos seguidos a ella y arbitrios para con-
tener y remediar los males y reglas para precaver en adelante la total inde-
pendencia de la madre patria. Nómina de los tribunales que eligieron los
traidores de la ciudad de San Francisco de Quito cuna de la insurgencia y
numeración de los empleados principales en ella.
En el estudio introductorio de Hidalgo encontramos un interesante
ensayo de interpretación, que apunta a varios hechos movilizadores del
acontecimiento histórico, que trascienden la coyuntura política y descu-
bren algo fundamental y nuevo en la hermenéutica histórica, esto es: la
identidad, con lo cual el comentarista asume la importancia que los fenó-

14
Introducción

menos sicoculturales tienen en el devenir histórico, que durante el presen-


te siglo, estuvo reducido por varias escuelas sociológicas casi únicamente a
las relaciones de producción. Si bien es cierto que Arnold Toynbee, com-
prendió la historia de otra manera e intuyó la influencia de hechos síqui-
cos en ella, la verdad es que las escuelas materialistas tuvieron más éxito.
En este sentido Hidalgo recuerda el nacimiento de la corriente auto-
nomista que habría generado la Historia del Reino de Quito de Juan de Ve-
lasco, en donde se conjugaban la descripción de la exuberante naturaleza
del país, junto con un mítico reino fundacional con características de esta-
do, que habría antecedido a los incas y por su puesto a los españoles. Las
élites criollas desarraigadas de España, y en oposición a ella tratarían de
afirmarse en ese grandioso pasado. Contra esta corriente, rompe lanzas Pe-
dro Pérez Muñoz, quien a su condición de natural de la península, agrega
el de un integrista católico, para quien la figura del rey, constituye un ver-
dadero axis mundi, sin el cual simplemente se puede esperar la catástrofe
y la caída de la moralidad. Pérez Muñoz, hizo parte de aquella actitud his-
panófila ultrista que se fraguó desde el grito de “Santiago y cierra España”,
pasó por los reyes católicos, su bisnieto Felipe II, reventó por los cuatro
costados en la guerra civil y que aún en nuestros días de vez en cuando se
expresa con voz viva en España y en la propia América Latina.
Por eso Hidalgo, pone profunda atención en la lectura de las cartas y
extrae con facilidad relaciones con los acontecimientos quiteños de ese
tiempo, en el que el laicismo de las logias masónicas se encuentra presen-
te con su carga de ideas contrarias al centralismo monoteísta de una reli-
gión que inspiraba un mundo feliz, bajo la dirección de un solo rey y un
solo papa. La búsqueda de gloriosas culturas ancestrales en el mismo Qui-
to, legitimaría el establecimiento de un estado distinto al español, mientras
los peninsulares veían con espasmo tal pretensión y como más destructiva
que los terremotos que ya asolaban esta tierra.
Frente a estas circunstancias Pérez Muñoz levanta su crítica al gobier-
no colonial, funcionarios civiles y eclesiásticos son acusados de inoperan-
tes, corruptos y extraviados, a todo lo cual se suma una formación social,
desgajada en castas y razas, a las que describe en sus aspectos físicos y ca-

15
Vladimir Serrano Pérez

ractereológicos, en ocasiones con sorna y en muchas más con menospre-


cio. Lo que conlleva la lógica de la inmadurez de esta tierra y por lo mis-
mo el absurdo de sus pretensiones independentistas.
Como bien señala el compilador: pocos han sido los testimonios per-
sonales que han quedado sobre estos celebres años de comienzos del si-
glo XIX, entre los que cabe mencionar la relación histórica de William
Bennett Stevenson, un inglés que fue asistente del Conde Ruiz de Castilla
quien escribió “Veinte años de residencia en Sudamérica”. El color de su
historia es el de la neutralidad, parecería que Stevenson observó los acon-
tecimientos desde fuera, puesto que tienen el tono de una narración, lo
cual le diferencia a este autor enormemente de Pedro Pérez Muñoz apasio-
nado y valorativo.
Sobre Pedro Pérez Muñoz se consigna en este mismo libro una corta
pero muy completa biografía, cuyo autor es Diego Pérez Ordóñez. Su his-
toria de vida confirma una raigambre fuertemente católica, fundamenta-
da en sus estudios teológicos y la secretaría particular del obispo Miguel
Agustín Alvarez Cortés. Los estudios universitarios seguramente le aporta-
ron orden lógico y sistematización, características que se observan en sus
cartas, lo cual permite entender su pensamiento y probablemente el de su
corriente religioso-política.
A no dudarlo los contenidos de este libro tanto en su estudio intro-
ductorio, como en las cartas mismas, constituyen un valioso aporte a la
historia del Ecuador, pues el pensamiento realista, olvidado, menosprecia-
do, puede ser ahora contrastado con las ideas de los patriotas. Y por lo mis-
mo recuperar para la conciencia nacional realidades históricas que han si-
do reprimidas y que a lo mejor se constituyeron en sombra durante estos
dos siglos, que oscurecía la comprensión del ser total de este país.
La editorial Abya-Yala, en una nueva demostración de su interés por
la cultura ecuatoriana, a través de la divulgación de los aspectos históricos
y antropológicos de nuestra sociedad, ha posibilitado que estas cartas de
Pedro Pérez Muñoz, inéditas en el Archivo de Indias, hasta que fueron des-
cubiertas por Fernando Hidalgo Nistri sean conocidas en el Ecuador.

16
Compendio de la Rebelión de la América
ESTUDIO INTRODUCTORIO

Fernando Hidalgo-Nistri

acia principios de la década de los ochenta, nuestro eminente histo-


H riador Jorge Salvador Lara hacía notar lo lejos que estaba la conclu-
sión de la tarea de identificar, recopilar y publicar las fuentes documenta-
les que hacen referencia directa a la Revolución quiteña1. Esta verdad sin
paleativos la hemos visto confirmada muy a menudo gracias a nuestras
diarias incursiones por los archivos ecuatorianos y europeos. Los diferen-
tes avatares corridos por la documentación o los cauces a través de los cua-
les ésta fue tramitada explican su actual estado de dispersión por distintos
países. Una muestra de ello es que no menos de doce archivos públicos de
Europa y América contienen información directamente relacionada con
estos acontecimientos. La diseminación de los expedientes, empero, no só-
lo se reduce a un problema de tipo geográfico, sino que esta circunstancia
se repite con mucha frecuencia en el interior de los mismos repositorios.
Los distintos criterios de organización archivística utilizados para clasifi-
car documentos no siempre han sido compatibles con la posibilidad de
formar grandes corpus en donde ésta pudiera quedar reunida y debida-
mente ordenada. Bajo circunstancias de este tipo no es raro que el histo-
riador se tope con sorpresas en donde menos se esperan. Buena prueba de
ello es que el hallazgo de este epistolario se debe, precisamente, a una de
esas casualidades. Dentro de este marco, pues, la publicación del Compen-
dio de la rebelión de América aspira ser un pequeño aporte a la gran tarea

1 Jorge Salvador Lara, “Estudio introductorio”, en: La Revolución de Quito, 1809-1822,


Quito, 1982, pp. 18-19.
17
Fernando Hidalgo-Nistri

de recopilar y sistematizar las fuentes históricas que de una forma u otra


hacen referencia a la Revolución de Quito.

La publicación del Compendio elaborado por Pérez Muñoz, empe-


ro, no sólo contribuirá a ampliar el fondo documental que generó la Re-
volución Quiteña, sino que además será útil para entender las posturas que
mantuvo el colectivo de los chapetones. Acostumbrados, en la mayor parte
de los casos, a leer relatos en donde los autores han propendido a la heroi-
cización de los principales actores de la gesta insurgente, en esta colección
epistolar se nos ofrece, por el contrario, una contraimagen de tales versio-
nes. Aquí los héroes son hombres ruines y villanos y las aspiraciones de in-
dependencia pensamientos que son fruto de un ambiente corrompido. Pa-
ra quienes sólo han tenido la oportunidad de leer los clásicos laudatorios
de la Revolución Quiteña, el contenido de este libro les provocará descon-
cierto y confusión. Las visiones opuestas a la gesta insurgente quiteña nor-
malmente han tenido como origen la opinión de funcionarios reales que
de una forma u otra fueron testigos de lo ocurrido en este conflictivo pe-
ríodo. En este sentido, pues, hacía mucha falta una versión que recogiera
los puntos de vista, tanto de la comunidad española afincada en Quito co-
mo de la de los criollos que optaron por mantenerse fieles a la causa del
Rey. Esto, sin embargo, no debe conducir al error de pensar que el presen-
te epistolario es un reflejo fiel de los sentimientos y de las opiniones que
mantuvo este sector. El hecho de que Pedro Pérez Muñoz se hubiese con-
vertido en una de las cabezas más visibles de la oposición no necesaria-
mente le confiere la gracia de la representatividad. Los contenidos del
Compendio deben ser entendidos tan sólo en función de la capacidad que
poseen para introducirnos en el mundo del colectivo desafecto a la revo-
lución.

Algo que llama la atención respecto de los sucesos acaecidos en los


“tiempos revueltos” que transcurrieron entre 1809 y 1815 es la marcada
escasez de memorias o de versiones no oficiales redactadas por testigos di-
rectos de esos acontecimientos. Las excepciones a esta regla son unas cuan-

18
Compendio de la Rebelión de la América

tas cartas privadas, la Relación histórica de William Bennett Stevenson2 y


algún otro trabajo más. Esta peculiaridad ha dado pie a que los diversos es-
tudios que se han dedicado a tratar este tema hayan tenido que servirse ca-
si única y exclusivamente de fuentes producidas a través de cauces y me-
dios oficiales. Un buen ejemplo de esta clase de trabajos son los procesos
instruidos en contra de los principales implicados en los acontecimientos
o la colección de informes de los funcionarios encargados de reprimir el
movimiento. Las contribuciones de José G. Navarro, Carlos de la Torre,
Manuel María Borrero, Isaac J. Barrera, Alfredo Ponce, etc., se inspiran en
buena parte en dichas fuentes3. Si bien no es posible ignorar que este tipo
de documentos constituyen un instrumento imprescindible para lograr
una buena aproximación a la Revolución Quiteña, no es menos cierto que
la naturaleza y el alcance de sus contenidos tienden a limitar la compren-
sión del pasado histórico. Después de todo, la complejidad del movimien-
to insurgente no se agota en lo meramente acontecimental. La rigidez que
caracteriza los procesos judiciales y el cálculo premeditado en el que se en-
marcan los testimonios suelen ser limitantes que impiden percibir los de-
talles que constituyen el telón de fondo de los grandes eventos o la tras-
tienda de la vida pública y privada. En este sentido, el Compendio de Pedro
Pérez Muñoz que ahora se pone a disposición de la comunidad académi-
ca es un instrumento privilegiado que sin duda va a contribuir a esclare-
cer el contexto dentro del cual se produjo la Revolución Quiteña. A dife-
rencia de otro tipo de fuentes, la información que contiene este curioso
documento no sólo ofrece un relato lineal u horizontal sino que también
permite la cata en profundidad de una comunidad que se hallaba en ple-

2 William Benett Stevenson, A Historical and Descriptive Narrative of Twenty Year’s Re-
sidence in South America, 3 Vols, London, 1829. Hay una edición moderna publicada por la
Editorial Aby-Ayala de Quito.
3 Carlos de la Torre Reyes, La Revolución de Quito del 10 de agosto de 1809, Quito, 1961.
José Gabriel Navarro, La Revolución de Quito del 10 de agosto de 1809, Quito, 1962. Manuel
María Borrero, Quito, Luz de América, Quito, 1959. Alfredo Ponce Rivadeneira, Quito, 1809-
1812, Madrid, 1960.

19
Fernando Hidalgo-Nistri

no proceso de cambio. Los comportamientos de los hombres y familias de


la Revolución o la compleja mecánica de los nexos sanguíneos queda muy
bien transparentada. Por otra parte, el Compendio contiene una interesan-
tísima colección de datos de primera mano, buena parte de los cuales han
permanecido hasta hoy desconocidos4. Una muestra fidedigna de ello son
las misteriosas razones que ocultaba una expedición militar quiteña que
Carondelet había dirigido a Panamá5; las reveladoras descripciones en tor-
no al comportamiento de las comunidades indígenas locales6; las iniciati-
vas de insurrección del pueblo bajo o los detalles relativos al estableci-
miento de las primeras logias masónicas. Lo sugerente que resulta este ti-
po de información va a permitir a los historiadores explorar en campos to-
davía inéditos y a otorgar nuevos significados a un cúmulo de aconteci-
mientos que tienen una carga simbólica muy importante para nosotros.
El presente documento fue concebido a la manera de una acusación
de un momento histórico marcado por el derrumbe del imperio español
en América. Tal como el mismo autor se encarga de recalcar, su obra pre-
tende “demostrar las causas próximas y remotas, las directas e indirectas”
así como denunciar a “los agentes internos y externos” que encendieron “el
fuego de la discordia y de la desolación”7. Por el tono utilizado y las mate-
rias que trata, Pérez Muñoz tiende a asemejarse mucho a esos enviados se-
cretos que informaban a la Metrópoli de todo aquello que solían callar las

4 Según se hace constar en el propio epistolario, Pedro Pérez Muñoz escribió este tra-
bajo durante el transcurso del año 1815. Con toda seguridad el manuscrito fue confeccio-
nado en la ciudad de Guayaquil en los meses previos a que tuviera lugar su embarque defi-
nitivo a España. La conclusión tiene fecha del 31 de diciembre de 1815.
5 Véase la carta Nº 15. Esta expedición se trata con toda seguridad de una fuerza que
en 1806 fue enviada por Carondelet a fin de proteger el puerto de Panamá de posibles in-
cursiones inglesas. El contingente de aproximadamente cuatrocientos soldados de infante-
ría se hallaba al mando del Capitán Salinas.
6 Véanse las cartas Nº 5, 18 y 22.
7 Véase la carta Nº 2.

20
Compendio de la Rebelión de la América

autoridades que se habían vuelto corruptas. Los contenidos del Compen-


dio fueron redactados a través de la óptica de quien, ciertamente, era un
fiel y sincero devoto del absolutismo monárquico. Buena prueba de ello es
que en España también estuvo perseguido por oponerse al partido de los
constitucionalistas8. El pensamiento que aquí plasma el autor va en buena
medida a reflejar esa corriente ideológica que marcó el reinado de Car-
los IV y que, a criterio de los sectores más liberales, había dejado de ser un
agente impulsor de la tan deseada modernidad. De ahí, pues, que no deba
extrañarnos que la tónica del Compendio sea la de expresar los temores
existentes respecto de una “ilustración americana” que, al haber ilegitima-
do al propio poder que la instituyó, se había tornado en un peligro. Bajo
estos criterios, la imagen que se quiso transmitir fue la de los triunfos de
una Babilonia infernal revelada contra Dios y contra el Rey o lo que es lo
mismo, el enfrentamiento entre una España portadora de los valores de la
civilización y un Quito atacado por el cáncer de la corrupción política y
moral. Más, aún, por el tono y el lenguaje empleado en ciertos pasajes, nos
parece que el autor prefigura ya el conflicto liberal-laico y católico-conser-
vador que estallaría en el Ecuador republicano. Véase si no la denuncia que
hace de unos eclesiásticos que predicaban doctrinas materialistas9. Otro
punto que tampoco puede pasar desapercibido es el hecho relativo a los
prejuicios que entonces se albergaban con respecto a los criollos y que de
alguna manera fueron utilizados para deslegitimizar sus aspiraciones de ti-
po político. En efecto, en Pérez Muñoz es posible encontrar toda una serie
de ribetes que evidencian de manera fehaciente la existencia de un fuerte
sentimiento de “superioridad” entre los peninsulares respecto de los ame-
ricanos. “Toda comparación es odiosa –dice Pérez Muñoz– igualar al blan-
co europeo con el criollo sería agraviar a la razón”10. Si se leen determina-
dos textos se puede señalar que dos son las causas que habían llevado a los

8 AGI. Santa Fé, 552. Informe sobre que se le concedan a Pedro Pérez Muñoz tierras en
Andalucía, Madrid, 4 de agosto de 1824.
9 Véase la carta Nº 26.
10 Véase la carta Nº 6.
21
Fernando Hidalgo-Nistri

blancos del Nuevo Mundo a retroceder en la escala de la moral. Por un la-


do, el medio americano no constituía un lugar adecuado para el nacimien-
to de la virtud sino más bien un sitio propicio para que la depravación y el
vicio campearan a sus anchas. La muerte del padre europeo es percibida
como la ruptura de un dique que permite la acción nefasta del entorno so-
cial sobre sus hijos11. Por otro, el mestizaje también es visto como un fac-
tor que fomenta la degeneración de los valores morales que habían sido
transportados por los blancos. “El mestizo es un hombre ni blanco ni in-
dio que tiene de las malas inclinaciones de uno y otro”12. Bajo los condi-
cionamientos que encierra esta premisa, la consecuencia necesaria desem-
bocaba en pensar a los descendientes de las familias españolas como seres
destinados a volverse corruptos. Aun cuando detrás de este tipo de afirma-
ciones se pueden encontrar los fundamentos de una teoría acerca de la in-
capacidad de los criollos para ejercer funciones de gobierno, lo más pro-
bable es que sólo se trate de la constatación del abismo que se había for-
mado entre americanos y europeos peninsulares.
¿Pero qué es lo que ha visto Pérez Muñoz en el Quito de fines del an-
tiguo régimen? Ciertamente una sociedad que a partir de sus propias ori-
ginalidades ha evolucionado hacia unos derroteros considerados como pe-
ligrosos. Sus descripciones reflejan claramente el comportamiento de una
comunidad revuelta que se debate entre el peso de la tradición y el de una
modernidad que le ha sido insuflada por las luces del siglo. Es testigo de
cómo campos de interés completamente inéditos empiezan a buscar pun-
tos de apoyo en un mundo uniformado por referencias e imaginarios pro-
pios del antiguo régimen. En efecto, para las fechas en que se escribe el
Compendio, ha hecho ya eclosión toda una corriente intelectual que se ha
marcado como meta fijar los rasgos de una identidad nacional. La Histo-
ria del Reino de Quito de Juan de Velasco hizo evidente un pasado propio

11 Véase la carta Nº 6.
12 Véase la carta Nº 5.

22
Compendio de la Rebelión de la América

y autónomo que nos confería una personalidad histórica independiente de


la del viejo mundo. Los capítulos dedicados a tratar los temas relacionados
con la naturaleza y el medio geográfico fomentaron, asimismo, una con-
ciencia de lo “nuestro” y de las originalidades que nos son propias. Este
reencuentro con la naturaleza propiciará décadas más tarde una imagen de
la “patria” íntimamente relacionada con figuras evocadoras de nuestra flo-
ra y de nuestros paisajes. La apoteosis de la selva tropical y de los grandes
macizos andinos que formó parte consubstancial de la imaginación polí-
tica republicana se inspiró en la Historia Natural y en los trabajos de los
primeros naturalistas criollos. De forma concomitante, ha aparecido entre
las élites quiteñas una voluntad de cambio o, lo que es lo mismo, una ne-
cesidad de proceder a una cesura con el pasado. La búsqueda de la nove-
dad llega a ser una obsesión y el futuro se convierte en objeto de reflexión
en la medida en que se empieza a imaginar un “deber ser” quiteño o una
“patria deseada”. De ahí que uno de los principales productos del pensa-
miento criollo de la época hubiese sido el desarrollo de una mentalidad
utópica. Desde otra perspectiva, Pérez Muñoz fue un observador privile-
giado del proceso de adopción de una nueva cultura política que tuvo por
objeto superar los referentes y las prácticas del estilo del viejo régimen. Ha-
cia fines del S. XVIII se estrenan en Quito lo que bien podemos llamar ins-
trumentos de la “modernidad”. Muchas son las innovaciones que se pro-
ducen en este sentido. En esos años aparece ya un principio de escena pú-
blica que no es sino el resultado de la búsqueda de una nueva legitimidad:
la del pueblo soberano o de la nación. La disputa por el poder, que tradi-
cionalmente se efectuaba dentro del campo de lo privado, empieza poco a
poco a invadir el de lo público. El periódico Primicias de la Cultura de Qui-
to, las Sociedades Económicas de Amigos del País o las logias masónicas
van a conformar este primer espacio. Asimismo, otra de las grandes inno-
vaciones que se experimentaron en la época fue la de la aparición de las
nociones de individuo e igualdad que, como se sabe, son consustanciales a
las prácticas políticas de nuevo cuño. Organizaciones como las citadas fue-
ron las responsables de esta mutación puesto que fomentaron la creación
de círculos en los que se reúnen, sin distinción de rango, hombres perte-

23
Fernando Hidalgo-Nistri

necientes a diferentes estamentos13. De esta manera, pues, a través de las


llamadas “sociabilidades democráticas”, el individuo logró sustituir al gran
actor del viejo régimen, el cuerpo.
Dadas las características que tuvo este movimiento intelectual, sur-
gió por fuerza una nueva noción de legitimidad, circunstancia ésta que,
precisamente, fijó los límites y volvió paradójico un proceso de cambio
que inicialmente había venido siendo fomentado por los propios ilustra-
dos de la Corte. Las prácticas democráticas que se ejercían dentro de las lo-
gias masónicas o dentro de organizaciones como la Escuela de la Concor-
dia consagraban la voluntad general como la nueva fuente de legitimidad.
La vieja idea de un príncipe elegido por la voluntad de Dios había empe-
zado, pues, a dejar de ser inteligible aun en el lejano Quito. Este cambio
producido es el que va a ser objeto de cuestionamiento por Pérez Muñoz
y el que a su vez le va a permitir hablar de rebelión, insurrección e inde-
pendencia. En este sentido, nuestro autor va a reproducir en Quito un dis-
curso semejante al que diseñaron en España los más afectos a una Monar-
quía de corte absolutista. Esta profusión de novedades va a ser, asimismo,
la que va a inspirarle una nueva pedagogía política que debía ser capaz de
reenmarcar en el registro del imaginario absolutista nociones tales como
las de patria o legitimidad. Sus conceptos principales aparecen descritos en
el boceto de catecismo que preparó para estos efectos14.
Como se deduce, el significado que tienen logros como éstos radicó
en el hecho de que constituyeron el punto de partida de todo un proceso
de desestabilización de los antiguos valores, que no concluyó sino décadas
después de producida la ascensión al poder del liberalismo. Lo ocurrido en
estos años no fue, por lo tanto, “una transformación meramente jurídica”

13 Sobre este tema puede consultarse a Francisco Guerra, Modernidad e independencias,


Madrid, 1992, p. 85 y ss.
14 Véase la carta Nº 28.

24
Compendio de la Rebelión de la América

tal como había afirmado el eminente Julio Tobar Donoso, sino algo que tu-
vo mucho más relevancia15. Si se acepta ésto, habría que convenir que la
Audiencia de Quito o, al menos una parte de ella, estuvo sufriendo una
verdadera revolución entre las décadas de 1780 y 1820 aproximadamente.
De igual manera, determinado tipo de observaciones nos conducen a
aceptar como algo más o menos generalizado el fuerte ascendiente que tu-
vieron las ideas políticas de corte “afrancesado” en la formación ideológi-
ca de la insurgencia quiteña. Sería un error pensar el renacimiento del ius-
naturalismo en términos de un retorno al pasado o de una exclusión de esa
modernidad que habían difundido los “philosophes”. Concretamente, el
renacimiento del pactismo, logró acoplarse admirablemente al espíritu in-
novador que se respiraba en América. Las enseñanzas de Grocio, Puffen-
dorf o Suárez proporcionaron muchos de los argumentos teóricos que
buscaban las élites para exigir esas libertades que no sólo les permitirían
obtener un mayor grado de autonomía sino que también podían ser utili-
zadas para justificar la revuelta contra el Príncipe injusto.
Los cambios que desde el punto de vista ideológico y mental estaba
sufriendo la sociedad quiteña de la época, empero, no nos autorizan a ha-
blar de una modernidad ampliada y perfectamente enraizada. Sería enga-
ñarnos si dijéramos que nuestro autor contempló a los pies del Pichincha
una comunidad moderna. Tanto el texto elaborado por Pérez Muñoz co-
mo otros documentos nos dejan apreciar que detrás del discurso ilustrado
yacía escondido un poderoso universo tradicional. Un repaso pormenori-
zado del funcionamiento de esta comunidad nos permitirá percibir cómo
en ésta no habían perdido vigencia una multitud de prácticas del tipo del
Antiguo Régimen16. Si tal como hemos dicho, en muchos sentidos las éli-
tes criollas locales se habían mostrado muy precoces para asimilar la no-

15 Julio Tobar Donoso, “La transformación de 1809 fue eminentemente jurídica, en:
Boletín de la Academia Nacional de Historia, Nº 95, Quito, Enero-Junio de 1960.
16 Sobre este tema véase el sugerente trabajo de M. D. Demelas e Yves Saint-Geours, Je-
rusalén y Babilonia. Religión y política en el Ecuador. 1780-1880, Quito, 1988.

25
Fernando Hidalgo-Nistri

vedad, no es menos cierto que el fardo de la tradición fue una carga que
tardó mucho tiempo en ser abandonada. En aquellos años, la búsqueda del
individuo todavía tropezaba contra el muro de una sociedad estamental y
corporativa que no irá a desaparecer sino mucho tiempo después. Las re-
vueltas quiteñas que se produjeron entre 1809 y 1812 son todavía un asun-
to que se maneja dentro de ámbitos regulados por pactos de tipo familiar.
La estricta y bien delimitada taxonomía de las diferentes fisonomías racia-
les que efectúa Pérez Muñoz refleja claramente cómo el Quito de princi-
pios del siglo pasado era una sociedad compartimentada en la cual el
hombre no era pensable sino en términos de su pertenencia a un grupo
concreto. La función que cumplen los diferentes clanes y estirpes con sus
redes de parentesco y ámbitos de influencia remiten más a un sistema de
prácticas y de valores muy propios del Antiguo Régimen antes que a una
sociedad de cuño moderno. Asimismo, cuando los insurgentes quiteños
intervienen, su actuación no lo es a título individual sino que con ellos se
ponen en marcha viejos mecanismos que movilizan una constelación de
parentelas y de clientelas adscritas a clanes determinados. El caso de los
Caicedo de Cali o el de los Larrea de Quito, estirpes que son expresamen-
te mencionadas por el autor, muestran la importancia y el peso que tuvo
la institución de la familia en la revuelta insurgente17. En la visión general
que presenta el compendio aparecen manifiestas las contradicciones y am-

17 Vale la pena transcribir algunas de las observaciones que realizaron funcionarios de


la época relativas al comportamiento político de estos clanes familiares. El primer testimo-
nio corresponde, precisamente, a la familia Caicedo de Cali. El Cabildo de la ciudad en
cuestión se refería de la siguiente manera: “... así mismo de las inquietudes que padece esta
ciudad de tres años a esta parte, causados por una familia vecinos de ella, apellidados Cai-
cedos, quienes revestidos de soberanía, en sus ánimos acaudalados, tienen sorprendidos a
todo este vecindario, con tan despótico dominio y sin conocer superioridad, que arrastra-
ron a la más execrable maldad, como fue el levantarse esta familia, sus familiares y amigos
y comensales, la noche del día veinte de febrero de setecientos cuarenta y tres con la Real
Justicia, de mano armada y de hecho pensado...” AGI. Quito, 139. El Cabildo de Cali infor-
ma a S.M., Cali, 11 de octubre de 1749. El segundo testimonio describe muy bien la trama
del poder familiar hacia 1814. “Tales circunstancias en grado heróico no han podido impe-

26
Compendio de la Rebelión de la América

bigüedades que embargaban a una sociedad colonial en franco proceso de


cambio. Esto es, al mismo tiempo que se describen los progresos de la mo-
dernidad también sobresale el trasfondo de un mundo que todavía se ha-
lla firmemente anclado en el pasado. No obstante ello y pese a todo lo pa-
radójico que pueda parecer, el paulatino avance de los paradigmas de la
ilustración criolla se llevó a cabo a partir de la utilización de estructuras
antiguas. Lo moderno, pues, cabalgó durante mucho tiempo sobre los lo-
mos de la tradición.
Otro de los puntos que no pueden dejar de mencionarse es aquel
que trata sobre la influencia que ejercieron los extranjeros antes y durante
la primera fase del período de insurgencia. Relativamente mucho se cono-
ce sobre las funciones que desempeñaron los oficiales y agentes ingleses a
todo lo largo del proceso de independencia. Esto mismo, sin embargo, no
puede decirse respecto del papel que cumplieron en el Virreinato los ex-
tranjeros de otras nacionalidades con anterioridad al año 1812. Nadie ig-
nora quiénes fueron O’Leary, Illingworth o Hall, pero la vida y las activi-

… dir que deje de haber entre tantos o casi todos buenos, algunos malos. Diferentes fa-
milias y aun las más principales de Guayaquil emparentadas con otras de Quito o sus luga-
res, otra crecida porción con íntimas relaciones por sus negocios y comercios con aquellas,
un cuerpo de curas, muchos quiteños, y otros que pueden considerarse tales [...] y los re-
voltosos que como en todas partes no faltan aquí, ha ofrecido todo bastante que hacer a mi
cuidado en diferenes épocas...” AGI. Quito, 262. Juan Vasco al Secretario de Estado y Gue-
rra, Guayaquil, 6 de julio de 1814. El último, a través de la familia lojana de los Valdivieso,
hace referencia a la situación que se vivía en la ciudad de Loja hacia el año de 1813. “Todos
estos accidentes y otros difíciles de numerar y con que sólo fatigaría la atención de V.A.S
acabaron de subyugar este vecindario de manera que aunque se contasen algunos pocos
ciudadanos buenos y otros que por su condición y poca inteligencia prescindían de todo,
era imposible proceder en juicio sobre sus atentados y escandalosas producciones por ab-
soluta falta de testigos que comprueben; pues los habitantes o unidos y cómplices, o depen-
dientes en muchos ramos, hasta en el de subsistencia, tiemblan de poner contra un pudien-
te y atraerse su odio y persecución que han reconocido implacable y feraz”. AGI. Quito, 274.
“Informa Tomás Ruiz Gómez de Quevedo de lo ocurrido el día de la implantación de la
Constitución”. Quito, 1 de noviembre de 1813.

27
Fernando Hidalgo-Nistri

dades que desarrolló ese ejército de médicos franceses que durante casi
medio siglo pululó por las poblaciones andinas no ha sido suficientemen-
te aclarado. El trabajo del colombiano Sergio Elías Ortíz, lamentablemen-
te, sólo reseña la actuación de los franceses con posterioridad al año 1812.
Las sugerentes observaciones de Pérez Muñoz resultan en este sentido de
mucha utilidad puesto que de alguna manera contribuyen a iluminar la
obscuridad existente en torno a este punto. El efecto más claro que se de-
rivó de la llegada del contingente de extranjeros fue el de contribuir a la
ruptura del severo monopolio ideológico que ejercía la Metrópoli. Un
buen indicio de ello fue el hecho de que se acusara a “individuos de nacio-
nalidad francesa” de la publicación clandestina de Los Derechos del Hom-
bre que se efectuó en Bogotá en 179418. Pérez Muñoz, por su parte, no va-
cila en sostener la existencia de un complot napoleónico cuyo fin último
debía ser la incorporación de la América hispana a la órbita de una “Mo-
narquía universal” gala19. No menos importante es la observación efectua-
da en la carta Nº 14 acerca de la filtración de ideas revolucionarias a través
de periódicos impresos en Jamaica. La inquietud que los forasteros provo-
caron llevó a que las autoridades se mantuvieran en alerta permanente.
Hacia 1790, por ejemplo, el Presidente Antonio de Mon y Velarde manifes-
taba ya su preocupación ante la posibilidad de que “algunos individuos de
la Asamblea Nacional”, establecidos en la Nueva Granada, pudieran propa-
gar “especies sediciosas”20. En otros casos, el cordón sanitario tendido por
la Corona fue vulnerado por el fuerte ascendiente que tuvieron personajes
de la talla de Humboldt. Las aseveraciones que en este sentido se hacen en
el Compendio pueden verse refrendadas, tanto por la simpatía que siempre
manifestó el sabio prusiano por la causa de la independencia como por la
gran influencia que llegó a ejercer sobre las élites criollas. El pensamiento

18 Sergio Elías Ortíz, Franceses en la independencia de la Gran Colombia, Bogotá, 1971,


p. 14.
19 Véase la carta Nº 15.
20 AGI. Quito, 233. Carta de Antonio de Mon y Velarde al Consejo, Quito, 18 de sep-
tiembre de 1790.

28
Compendio de la Rebelión de la América

del Barón, como se sabe, irá a ser uno de los grandes referentes que duran-
te mucho tiempo inspirarán la imaginación política en América.
Aun cuando con toda probabilidad nunca se llegará a determinar
con exactitud el grado de influencia que se ejerció sobre el patriciado crio-
llo, sí es evidente que de este contacto surgió una tendencia de “afrancesa-
dos”. En 1810, por ejemplo, se decía que “la familia de los Montúfar con
sus satélites” admiraban a Napoleón y que poseían un retrato suyo “en una
casa vacía de santos”21. En todo caso, la irrupción más clara de este espíri-
tu tendrá lugar en las primeras décadas del período republicano en donde
van a aparecer claras referencias a la Revolución de 178922. Ciertos intelec-
tuales de tendencia conservadora, empeñados en defender la originalidad y
la integridad católica de los próceres y del movimiento, han venido negan-
do de forma sistemática el “afrancesamiento” de éstos. Después de todo,
emparentar lo ocurrido en Quito con las impiedades de los filósofos que
habían inspirado la Revolución de 1789 ha equivalido de alguna manera a
excluir el hecho religioso de un acontecimiento que, como se sabe, ha pasa-
do a convertirse en un acto fundacional del Ecuador actual.
Por último, la importancia del contingente extrajero también se
puede ver reflejada en el influjo que ejercieron para modificar las costum-
bres y la vida cuotidiana de los criollos. El aporte de una nueva cultura po-
lítica, ciertamente, no vino en solitario. Junto a él penetraron hábitos, mo-
das y gustos que alteraron considerablemente las formas de ser y de estar
de unas élites apegadas a tradiciones de mucho arraigo y muy distantes de
los focos en donde la novedad se producía. Pérez Muñoz refleja muy bien
la situación creada por los forasteros: “Los extranjeros que han venido de
cocineros, reposteros, ayudas de cámara y otras ocupaciones semejantes [a

21 AGI, Div 1, Carta anónima dirigida al Obispo Quintián y Ponte, Quito, 6 de diciem-
bre de 1810.
22 Un estudio interesante sobre este tema puede verse en: Georges Lomnê, “La revolu-
ción francesa y lo simbólico en la liturgia política bolivariana”, en, Miscelánea histórica ecua-
toriana, Nº 2, Quito, 1990.

29
Fernando Hidalgo-Nistri

la vez que difundieron] opiniones bien perjudiciales a la religión [también


popularizaron] costumbres italianas y francesas”23. El influjo que se ejer-
ció en estos campos no conviene que sea infravalorado. Todo lo contrario,
las evidencias y el contexto en que éste se enmarcó resultan ser de particu-
lar importancia debido a que contribuyen a pensar, tanto el fenómeno de
ruptura con lo hispánico que tuvo lugar a lo largo del siglo XIX como la
aceleración del proceso de bifurcación cultural que se produjo entre los
blancos-criollos y los demás grupos étnicos. Las nuevas modas, costum-
bres y formas de estar, no cabe duda, fueron las responsables de una pri-
mera fractura de un modus vivendi que gracias a sus imbricaciones e inter-
cabios a lo largo de aproximadamente 250 años habían formado la cultu-
ra mestiza. Muchas prácticas y conductas de este tipo que antes habían es-
tado muy arraigadas van a dejar de estarlo a nombre de la “civilización” y
de un recién estrenado “buen gusto”. Los relatos de los viajeros que visita-
ron la América Hispana en la década de 1820 están repletos de observacio-
nes que hacen hincapié en las modas recién adquiridas24.
Otro de los aspectos centrales del documento revela cómo hacia fi-
nes del S. XVIII y principios del siguiente las comunidades indígenas y el
pueblo bajo de las ciudades serranas habían desarrollado sus propios me-
canismos de rebelión. Probablemente los más interesantes resulten ser los
“milenarismos andinos” del tipo conocido como Inkarri que aparecieron
en los ámbitos rurales de la región serrana. Según dan a entender las afir-
maciones de Pérez Muñoz, entre determinados grupos étnicos había co-
brado mucha fuerza la idea acerca de la resurrección y próxima venida del
Inca25. Las danzas y cantos que realizaban en sus fiestas tenían como uno
de sus principales motivos la representación de las “Pallas” y del día en que

23 Véase la carta Nº 7.
24 Véase por ejemplo: Gaspard Mollien, Viaje por la República de Colombia, Bogotá,
1944. Julián Mellet, Viajes por el interior de la América Meridional, (1808-1820), Santiago de
Chile, 1959. Jean Baptiste Boussingault, Memorias de Boussingault, Bogotá, 1985.
25 Véase las cartas Nº 5, 18 y 19.

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Compendio de la Rebelión de la América

se haría efectivo el retorno de su Señor natural para volver a ordenar el


mundo. “Los indios –dice nuestro autor– conservan sus usos e inclinacio-
nes y aún esperan la venida de su Inca quién los ha de volver a su primiti-
vo estado”26. El hallazgo de este tipo de profecías tiene un relieve muy es-
pecial en la medida en que a través de ellas es posible extender hacia el es-
pacio quiteño el radio de influencia de una “escatología andina” que los es-
pecialistas han tendido a limitar al área peruano-boliviana. Dentro del ám-
bito urbano también existieron movimientos que, sin aspirar a un reorde-
namiento del universo aborigen, ejercieron algun tipo de rebelión que ge-
neró numerosas situaciones de riesgo para las élites quiteñas. Muy signifi-
cativa resulta la conducta de dos curiosos personajes, los indígenas Capa-
rredonda y Tabango. Estos, según el Compendio habían llegado a formar
“dos partidos” con el objeto de erigirse, uno de los dos, en “rey” y luego
proceder a un “total exterminio de los blancos”. En un oficio dirigido al
Obispo Andrés Quintián y Ponte un observador anónimo calificaba a los
integrantes de este tipo de movimientos como “una plebe acéfala y enar-
decida” a quien había que “disimular sus atentados para tenerla grata”27.
No obstante la realidad de estos testimonios nos inclinamos a pensar que
en la práctica se produjo una relación de convivencia entre estos sectores
y las élites quiteñas. A modo de hipótesis incluso podríamos sostener que
los dos líderes populares arriba indicados probablemente fueron los prin-
cipales nexos de enlance que, en su momento, permitieron que el patricia-
do insurgente contara con el apoyo del pueblo bajo. Un indicio que de al-
guna manera puede avalar esta suposición es el hecho de que Caparredon-
da llegó a ostentar el grado de “comandante” en la segunda rebelión del
año 181028. Desde otra perspectiva, los testimonios de Pérez Muñoz tam-

26 Para el caso peruano puede verse el clásico de Nathan Wachtel, Los vencidos. Los in-
dios del Perú frente a la conquista española (1530-1570), Madrid, 1976.
27 AGI, Diversos 1, Ramo 3, Nº 238. Oficio dirigido al Obispo Andrés Quintian y Pon-
te, Quito, 6 de diciembre de 1810.
28 Véase la carta Nº 29.

31
Fernando Hidalgo-Nistri

bién conducen a pensar que este tipo de manifestaciones son la expresión


de una de esas relaciones de clientelismo y solidaridad en las que estaban
involucrados miembros de todas las clases y oficios. De hecho, cuando el
autor describe la composición del movimiento insurgente, utiliza el califi-
cativo de juanescas (fanescas) para expresar este tipo de particularidades29.
El tema del retorno del Inca no sólo se limitó al exclusivo ámbito del
mundo indígena sino que éste trascendió mucho más allá de esta esfera,
gracias sobre todo a que las élites criollas también se embarcaron en la ta-
rea de resucitar la imagen de los viejos señores étnicos. La necesidad de im-
plementar un discurso político enunciador de una nueva legitimidad lle-
vó a crear versiones suigeneris que representan una vuelta triunfal de las
antiguas estirpes aborígenes. La urgencia de sentirse diferentes respecto de
los “chapetones” y la de elaborarse una identidad propia les condujo a la
aventura de apoderarse del pasado étnico precolombino30. La búsqueda de
este principio fue un fenómeno que afectó prácticamente a toda la Améri-
ca Hispana y sus antecedentes más lejanos pueden, acaso, encontrarse en
esas formas recreadas del mundo indígena que impulsaron los Jesuitas. Pa-
ra el caso de la Audiencia de Quito, Juan de Velasco fue el máximo expo-
nente de este movimiento intelectual31. La exploración del pasado “clási-
co” americano, sin embargo, sólo fue una parcela de un fenómeno de mu-
cha mayor envergadura. Los demás significados que pudieron derivarse de
este ejercicio de reflexión estimularon grandemente la imaginación políti-
ca de los criollos en orden a convertir este nuevo estatuto de legitimidad
en un proyecto político. Dicho de manera más explícita, la posibilidad de
trazar una linde entre criollos y chapetones debe ser vista como una ma-
niobra intelectual tendiente a cuestionar la continuidad del ejercicio del

29 Véase la carta Nº 30.


30 Véase la carta Nº 21.
31 A nuestro primer historiador podrían agregarse otros jesuitas que desempeñaron
una función parecida. Entre otros podemos citar a Francisco Javier Clavijero, el autor de la
célebre Historia antica del Messico, Juan Ignacio Molina, Francisco Xavier Alegre, etc.

32
Compendio de la Rebelión de la América

poder metropolitano en las Américas. La apropiación del pasado indígena


tuvo como fin establecer una suerte de genealogía de la que pudiera dedu-
cirse una vinculación directa de sucesión entre los antiguos señores étni-
cos y los criollos. A través de este ejercicio de reflexión se perseguía dejar
muy en claro dos cosas. Primero, que el reconocimiento por parte de las
élites locales de un pasado “clásico” precolombino distinto del de los pe-
ninsulares suponía el descubrimiento de una fuente proveedora de legiti-
midades y de derechos políticos. Lo segundo no era sino una derivación
inmediata de esto: si nosotros somos los sucesores y los depositarios direc-
tos de esa antigua herencia, la presencia de España en el Nuevo Mundo ca-
rece de sentido y sólo puede ser el resultado de un acto tiránico de usur-
pación. La apropiación del pasado indígena va a adquirir pleno significa-
do una vez concluido el movimiento emancipador dado que finalmente la
historia antigua va a recobrar su continuidad. Así pues, a través de la ges-
ta de la Independencia, la historia aborigen es vindicada y reencauzada en
orden al cumplimiento de su propio destino32. Como se sabe, la imple-
mentación de esta imaginaria genealogía entró en su apogeo durante y
después de las guerras por la independencia. La obra poética de José Joa-
quín de Olmedo refleja muy bien este deseo de inventar unos vínculos cul-
turales. Recordemos si no aquella escena en la cual Huaina-Cápac, el ver-
dadero poseedor de la legitimidad, traspasa esta facultad a su sucesor y
vengador: el Libertador Bolívar33. Con este acto, pues, la historia del pue-
blo americano no sólo recobró su continuidad sino que también quedó

32 Sobre esta cuestión pueden encontrarse estudios más extensos en: Anthony Pagden,
Spanish Imperialism and the Politica Imagination, Yale, 1990. Georges Lomnê, “La Revolu-
ción francesa y lo simbólico en la liturgia política bolivariana”, en: Miscelanea historica ecua-
toriana, Nº 2, Quito, 1989.
33 Durante el período independentista y postindependentista, en el Ecuador se explo-
tó al máximo este tema. Las alegorías al pasado indígena no sólo fueron un producto de la
inspiración de Olmedo. Manuel López, un desconocido poeta guayaquileño, compuso un
poema en honor al supuesto señor natural llamado Guayas. Manuel López, “La sombra de
Guayas”, en: Revista del Archivo Histórico del Guayas, Nº 2, (Diciembre de 1972), Guayaquil.

33
Fernando Hidalgo-Nistri

restituida. Las metáforas que en este sentido utilizó Francisco Talbot son
aleccionadoras: “Nada podía simbolizar mejor la libertad proclamada [...]
que un indio, señor primitivo de ella, de pie, alta la frente, clavando de
punta su lanza en el suelo redimido, como en señal de que la lucha por aca-
bar con la esclavitud había terminado...”34 La búsqueda de lo aborigen co-
mo elemento legitimizador de un nuevo orden también tuvo oportunidad
de plasmarse en importantes operaciones de recodificación de los lugares
de memoria. Así, por ejemplo, las nuevas monedas empezaron a circular
marcadas con las efigies de antiguos “príncipes de la gentilidad” y los vie-
jos topónimos precolombinos fueron resucitados o bien inventados. El Vi-
rreinato de Nueva Granada mudó de nombre pasando a llamarse Cundi-
namarca y, según refiere Isaac J. Barrera, uno de los nombres que se bara-
jaron para denominar a nuestro país fue el de La Atahualpina35. De for-
ma paralela a los cambios que estaba sufriendo la sociedad quiteña, se
planteó el problema de definir la “patria”. Aquí, como en otros casos, el au-
tor deja entrever claramente cómo entre el patriciado criollo “y sus satéli-
tes”, este concepto se encontraba sufriendo un importante proceso de
transformación. Dos imágenes totalmente diferentes y hasta contradicto-
rias se disputaban la primacía. Por un lado estaba la versión antigua o tra-
dicional que reducía la idea de “patria” a una expresión meramente regio-
nal y, por otro, la de El Quito, cuyo alcance pretendía coincidir con la tota-
lidad de la Audiencia y aún más. En la carta undécima se aprecian muy
bien los términos de la primera noción: “La Patria entienden precisamen-
te el suelo y el lugar donde han nacido y el que más extiende su conoci-
miento a la capital o ciudad más grande de su provincia”. Esta forma de
pensar no era ciertamente un capricho, sino más bien el reflejo de un he-
cho cuya realidad era evidente: la fuerza de lo regional. Tal como se ha en-

34 Francisco Talbot, “El escudo de armas de Cuenca”, Boletín de la Biblioteca Nacional,


Vol. I, Nº 4, Quito, 1918, p. 140.
35 Isaac J. Barrera, “Notas de historia y literatura”, Boletín de la Academia Nacional de
Historia, Vol. XXXIII, Nº 82, Quito, (Jul-dic de 1953), p. 242.

34
Compendio de la Rebelión de la América

cargado de poner de relieve Ives Saint-Geours, una vez concluido el proce-


so de la independencia, la región demostró ser la estructura más sólida del
país36. La Audiencia, en el sentido de una identidad y de una unidad polí-
tico territorial, no constituía una noción tan próxima como podría creer-
se. Buena prueba de ello son las poderosas fuerzas centrífugas que, hasta
por lo menos la década de 1860, impidieron la consolidación definitiva del
país. Para la época en que se escribe el Compendio, las regiones que con-
forman la Audiencia son unidades político-geográficas que en la práctica
no sólo mantienen un alto margen de autonomía política, sino que tam-
bién poseen estructuras económicas propias y familias patricias nativas. El
aislamiento geográfico y la falta de caminos fueron elementos adicionales
que impidieron cualquier posibilidad de articular las regiones. Cuenca y
Loja, por ejemplo, apenas si mantenían algún contacto con Quito. La idea
de El Quito fue una creación relativamente moderna y su antecedente más
importante se halla en la Historia del Reino de Quito de Juan de Velasco. El
nuevo concepto de “patria” que englobaba esta idea pretendía la articula-
ción de un espacio geográfico y la formación y consolidación de lo que hoy
llamaríamos una identidad nacional. Este concepto puede, asimismo, ser
entendido como una expresión de esas fuerzas centrípetas que a lo largo
de todo el S. XIX pugnan por articular y unificar el espacio nacional ecua-
toriano. Los insurgentes quiteños fueron, sin lugar a dudas, los que mejor
lograron encarnar esta nueva noción. Ellos, en un momento especialmen-
te emergente, van a tener la iniciativa de soldar un espacio desarticulado y
fluctuante que estaba a punto de ser absorbido por la presión de los dos vi-
rreinatos vecinos. A este espíritu, como se sabe, también le correspondió
un protagonismo de primer orden cuando en el conflictivo año de 1859 la
fuerza de los poderes regionales logró disolver esa precaria unidad nacio-
nal que había nacido bajo el nombre de Ecuador. Por otro lado, esto ya lo
hicimos notar párrafos atrás, los quiteños de fines de los S. XVIII y XIX

36 Ives Saint-Geours, “La Sierra Centro y Norte (1830-1925)”, en: Historia y región en
el Ecuador, Quito, 1994, p. 143.

35
Fernando Hidalgo-Nistri

dotaron a este espacio geográfico-político de una historia que se pretendía


fuera una especie de seña de identidad propia y común. La nueva versión
de “patria” va a estar, pues, íntimamente ligada a esa idea de nación que ha
venido gestándose lentamente. De hecho serán las dos caras de una misma
moneda. La consecuencia más importante será, por sus nuevos significa-
dos y por el contexto dentro del cual es utilizado, el concepto de “patria”
resultará enormemente subversivo. En efecto, la nación-patria, al haber
descubierto un pasado propio, también ha creído descubrir un futuro pro-
pio. La historia y el hecho diferencial se han convertido de esta manera,
pues, en una nueva fuente de soberanía que suplanta a la del Rey. Como
bien dice François X. Guerra, dentro de un sistema de referencias moder-
no, “sólo la nación” podía justificar la Independencia37. De ahí también el
que Pérez Muñoz se esfuerce por querer mantener el concepto de “patria”
que había sido concebido por el imaginario del absolutismo borbónico38.
Si bien esta relación histórica fue elaborada desde una perspectiva
muy sesgada y con el evidente interés de ser detractora de la conducta de
los criollos involucrados en estos hechos, no es menos cierto que en esta
colección también se ejerce una crítica soterrada a la Corona y a sus repre-
sentantes. Las afirmaciones de Pérez Muñoz relativas a una monarquía le-
jana sintetizan toda una serie de errores de cálculo cometidos por los res-
ponsables máximos de la política de ultramar. El desmoronamiento del
imperio en América y los males que lo asolan se identifican de manera más
o menos solapada con la incapacidad de implementar un proyecto que pu-
diera aproximar España a sus posesiones. Opiniones como ésta, empero,
no constituían ninguna novedad. El tema de propender a que los rayos del
Monarca brillasen con más intensidad en estos territorios fue una constan-
te a todo lo largo del reinado de los Borbones. Los reiterados intentos en-
caminados a densificar las estructuras burocráticas, la implementación de

37 Guerra, Modernidad, p. 148.


38 Véase la carta Nº 28.

36
Compendio de la Rebelión de la América

un ejército regular o los proyectos del Conde de Aranda son un buen ejem-
plo de ello. Dentro de esta tónica, Pérez Muñoz pretenderá dar solución,
por lo menos, a dos problemas considerados cruciales. Por un lado aboga-
rá por la necesidad de terminar con las corruptelas surgidas de la convi-
vencia entre criollos y funcionarios y, por otro, destacará la urgencia de
reafirmar entre los americanos un sentimiento de pertenencia a la nación
española39. El significado de estas dos tareas son útiles para explicar las
grandes distancias que separaban a nuestro autor de los insurgentes quite-
ños. Mientras que para el primero, un cuerpo de funcionarios honrados
garantizaría la llegada de la benéfica luz del Monarca, para los criollos, sig-
nificaba la ruptura de un modus vivendi que tradicionalmente había limi-
tado el poder absoluto. Para los americanos, que duda cabe, no había me-
jor rey que un rey lejano40. Respecto de la segunda cuestión, Pérez Muñoz
también navega a contracorriente. Tal como ya hemos tenido oportunidad
de destacar, para esta época, los americanos contaban ya con una noción
nueva de patria que los identificaba más con su entorno inmediato que
con la lejana Península. La imaginaria república que deseaban había sido
dotada de una historia y de un futuro propios que, ciertamente, no ofre-
cían cabida alguna a las propuestas del Compendio. El contenido del cate-
cismo elaborado por nuestro autor no es sino un intento vano por intro-
ducir unos referentes que ya resultaban muy difíciles de aceptar.
Sevilla, septiembre de 1997

39 La pérdida del sentimiento de pertenencia a España que sufrió el patriciado criollo


a partir de la segunda mitad del siglo XVIII había adquirido magnitudes alarmantes. Las
observaciones que en este sentido realizó Humboldt brillan por su elocuencia: “Los criollos
prefieren que se les llame americanos; y desde la paz de Versalles y, especialmente, despues
de 1789 se les oye decir muchas veces con orgullo: “yo no soy español, soy americano”, pa-
labras que descubren los síntomas de un antiguo resentimiento”. Alejandro von Humboldt,
Ensayo político sobre el Reino de la Nueva España, México D.f., 1984.
40 Véase la carta Nº 13.

37
Fernando Hidalgo-Nistri

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Compendio de la Rebelión de la América

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39
Fernando Hidalgo-Nistri

40
Compendio de la Rebelión de la América

COMPENDIO DE LA REBELION DE LA AMÉRICA. CAUSAS FISICAS,


POLITICAS Y MORALES QUE LA HAN ORIGINADO. AGENTES
INTERNOS Y EXTERNOS QUE HAN ACTUADO EL FUEGO DE LA
REVOLUCION; EFECTOS SEGUIDOS A ELLA Y ARBITRIOS PARA
CONTENER Y REMEDIAR LOS MALES; Y REGLAS PARA PRECABER
EN ADELANTE LA TOTAL INDEPENDENCIA DE LA MADRE
PATRIA.

NOMINA DE LOS TRIBUNALES QUE ERIGIERON LOS TRAIDORES


DE LA CIUDAD DE SAN FRANCISCO DE QUITO, CUNA DE LA IN-
SURGENCIA Y NUMERACION DE LOS EMPLEADOS MAS PRINCI-
PALES EN ELLA.

POR UN AMANTE DE LA VERDAD

REMITIDA AL QUE MAS LA DESEA Y MAS OBLIGACION


Y NECESIDAD TIENE DE SABERLA

HASTA EL AÑO DE 1815

(2v) Carta 1

Amigo mío. La de VM fecha 18 de junio de 1814, en que me pide le


comunique las noticias más circunstanciadas que pida de la Rebelión de
las Américas, de los agentes que han encendido el fuego de la sedición, me-
dios de que hayan valido para esto y efectos que se han seguido para po-
der hablar con un sujeto que desea ilustrarse en esta materia y a quien U.
desea complacer, al paso que me ha llenado de júbilo por saber de su exis-
tencia, me obliga a darle gusto y servirlo en obsequio de nuestra amistad.
Sin duda que U. ha formado concepto de que yo puedo llenar este
encargo, ciertamente por la opinión en que me tiene de ingenuo y verídi-
co, mas hablándole a U. con la misma verdad e ingenuidad que me carac-

41
Fernando Hidalgo-Nistri

teriza, no me contemplo capaz de cumplir con un encargo semejante en


todas sus partes, porque siendo estas regiones tan extensas, las gentes que
las habitan tan complicadas y distintas, las causas que han concurrido pa-
ra el transtorno muy diversas, y finalmente los agentes ocultos y manifies-
tos inmensos como también los funestos resultados, no es posible a mi li-
mitada comprensión poder individualizar y especificarlo como correspon-
de, sobre todo referir los exabruptos, atrocidades, incendios, devastación,
asesinatos, crueldades, impiedades y destrucción general que ha resultado.
Con fecha 6 de Mayo del presente año de 1815, (2r) se ha insertado
en la Gaceta del Gobierno de Lima, la Real Orden de 31 de junio del pró-
ximo pasado, en la que el Rey manda al Señor Virrey Marqués de la Con-
cordia, nombre sujeto o sujetos que escriban imparcialmente y con crite-
rio la obra de esta espantosa revolución, franqueándoles para el intento los
documentos que sean necesarios para poder demostrar la verdad de los
hechos con el fin de contrarrestar, desvanecer las imposturas y calumnias
que han escrito y aún escriben los insurgentes; al mismo tiempo que con
estas noticias y conocimientos precaver en lo sucesivo los males tan terri-
bles que se han experimentado y todavía se experimentan.
Con la indicada obra tendrá U. cuantas noticias quiera para tomar
conocimiento de este negocio, pero entre tanto con el fin de que forme al-
guna idea regular y no coja de nuevo a su amigo su lectura, voy a referir
cuanto he podido saber, viendo, absorbiendo y criticando con la mayor
imparcialidad. Esto lo haré en cartas separdas para no confundir las espe-
cies.
Dividiré en asuntos políticos y morales, sin omitir una corta noticia
de lo físico. No espere U. sentencia de filósofos, ni dichos de Santos Padres,
sino noticias verdaderas, reflexiones sencillas y observaciones detenidas. Si
esto ya lo han hecho o dicho otros, tenga U. presente aquel texto Nihil sub
sole nobun. No hablaré más en latín, griego, sino en castellano.
Dios guarde a V.Ms.As. como pide su amigo Q.S.M.B.

42
Compendio de la Rebelión de la América

Carta 2

Amigo mío. Es verdad muy conocida de los (3v) médicos y de todo


hombre que reflexiona sobre la constitución de nuestros cuerpos el que
ningún accidente o enfermedad grave se engendra repentinamente; sino
que dispondiéndose los humores paulatinamente, ya con las malas diges-
tiones, bien con otros desórdenes, se manifiestan algunas leves señales y
pequeños síntomas a que dan el nombre de predisposiciones antes de ex-
perimentarse la explosión de la Naturaleza.
De la misma manera y casi con los mismos pasos sigue el hombre
en lo moral sus períodos para llegar a la gravedad del pecado mortal. Sue-
le empezar por actos indiferentes, por saciar curiosidades, por gustar de le-
ves pasiones y continuando con estos hábitos y costumbres llega por últi-
mo a cometer pecado grave. Con mucha razón mandan y aconsejan los di-
rectores de espíritu que se eviten los pecados veniales, que resfriando in-
sensiblemente el alma, llega ésta al fin a caer en el último mal, como los
médicos también aconsejan y mandan la dieta y otros preservativos cuan-
do descubren las predisposiciones de algún grave mal para evitarlo.
Igualmente en lo político se conocen varias señales que anuncian el
cáncer y la ruina de un Estado. La inobservancia de las Leyes, críticas so-
bre ellas y sobre los que mandan, desafecto a éstos y a las antiguas costum-
bres originan al fin el desprecio y odio a los superiores, a las leyes mismas
y a todo cuanto más sagradamente une a los hombres en sociedad.
Nadie ignora que lo físico contribuye en lo moral y lo moral (3r) en
lo físico, y que la política bien manejada da un buen resorte a uno y otro,
como siniestramente dispuesta o torcida, causa la ruina general de un Rei-
no entero y puede alcanzar al Mundo todo.
Para contraerme al caso presente de la revolución de la América, es
indispensable manifestar a U. el estado físico, político y moral de este Nue-
vo Mundo, para que recaiga el concepto que debe formar el general tras-
torno y anarquía en que vino a terminar.

43
Fernando Hidalgo-Nistri

Esta noticia voy a dar a U. en varias cartas, separando en cada una


los asuntos para no confundir lo común y general, con lo particular y ca-
sos raros; y para demostrar las causas próximas y las remotas, las directas
e indirectas, sin omitir las concomitantes; al mismo tiempo que manifes-
tar los agentes internos y externos que han actuado el fuego de la discor-
dia y desolación. Finalmente el término de los acontecimientos y de las
ideas que aún se conservan: los arbitrios que han usado para ejecutarlas y
de los remedios que contemplo útiles para calmar, disipar y precaber en lo
sucesivo iguales males que los que se están experimentando.
Dios guarde a V. ms. as.

Carta 3

Amigo mío. La extensión de la América es tan grande que con razón


se le nombra Nuevo Mundo; (4v) dividida en dos partes: septentrional y
meridional, incluyen dos mil y novecientas leguas, sin contar varias islas
que aún están desiertas y muchas desconocidas. En tan inmenso espacio se
encuentran todos los temperamentos de cálido, calidísimo, frío, helado,
templado regular e irregular, seco, húmedo y cuantos se conocen en las
otras tres partes del mundo antiguo. Hay además otro natural y artificial a
un tiempo, esto es que debiéndo ser calidísimo e inhabitable, según prin-
cipios de física y de razón, es, no obstante, frío, habitado y muy poblado;
éste es el de la Provincia de Quito, que colocada en la zona tórrida y casi
en la misma línea equinoccial, se halla sembrada de volcanes y cerros ne-
vados, los que despidiendo contínuamente partículas nitrosas, mantienen
siempre la atmósfera fría y aun helada y expuesta contínuamente a ser en-
vuelta en las ruinas de los Vesubios que frecuentemente echan sus boste-
zos y mueven la tierra con mucho impulso, guardando un período ex-
traordinario de veinticinco o treinta años en trastornar espacios muy con-
siderables de terrenos, como los de los Corregimientos de Guaranda, Rio-
bamba, Ambato y Latacunga, que nunca podrán por esta razón fomentar-
se, ni aun contar con su natural existencia.

44
Compendio de la Rebelión de la América

Descubierta esta nueva parte del Globo por Cristobal Colón en


tiempos de los Reyes Católicos, Dn. Fernando y Da. Isabel, empezaron a
verse en España y en toda Europa frutos y producciones que excitaron la
admiración de todos por la novedad. (4r) La abundancia de plata y oro
fueron los vehículos que arrastraron los corazones e hicieron vencer difi-
cultades, al parecer insuperables, a los muchísimos que transpasaron a es-
te nuevo hemisferio. El deseo de permanecer en un país descubierto y con-
quistado con trabajos, peligros y valor de ellos mismos. Por otra parte no
hallando en él aquellos frutos y mantenimientos a que estaban acostum-
brados, fueron poco a poco haciendo conducir de la Europa, plantas y se-
millas que han llegado a conseguir casi todas la producciones de España.
Los caballos, asnos, mulas, toros, cabras, carneros, pavos, palomas,
perdices, gallinas, puercos, conejos, gatos, perros y otros varios animales
desconocidos en estas regiones enteramente abundan en el día de un mo-
do prodigioso.
Las legumbres, frutas, flores y hortalizas, en la misma forma se han
multiplicado, pero no todo en todas partes, sino con proporción y regula-
ridad a los diversos temperamentos.
Hay tierras fértiles y feraces; las hay muy estériles y malas; se en-
cuentran arenales muertos muy dilatados, cangaguales muy extensos, bos-
ques y montes infinitos y casi lo más inculto y despoblado.
Los frutos que antiguamente servían de mantenimiento a los natu-
rales eran en países fríos las papas, las ocas y algunas raíces, usando el maíz
tostado como de pan y del mismo grano, que llaman sara, sacan la chicha,
que es la bebida común, la cual fuerte y bien fermentada embriaga. Las
carnes que comían eran la del cuy o conejo de indias que parece a una ra-
ta; la del runayama u oveja de la (5v) tierra, que es como un camello pe-
queño; y la de vicuña y alpaca, especie de cabras con pelo muy fino; pero
esto era cuando los emperadores ingas las cazaban y repartían a sus vasa-
llos, hablo en cuanto al Perú. En el Reino de México, variaban en cuanto a

45
Fernando Hidalgo-Nistri

la bebida el pulque, que es un licor fermentado sacado de una especie de


pita; y en las carnes humanas de que gustaban mucho.
El pescado, plátano, con las raíces de yucas, casabe y otras eran y son
las comidas de las tierras calientes con las carnes de saíno, que es un espe-
cie de puerco que tiene el ombligo sobre el lomo y la de la tatabra que es
más pequeña que el saíno y los monos negros y machines. Ya se han intro-
ducido la comida de pan de trigo y las bebidas de vino y aguardiente con
exceso.
Se encuentra una infinidad de animales raros y de aves de exquisi-
tas plumas. Las minas de todos metales son muchas y las hay abundantes.
Todo el cual conjunto, al paso que hacen muy ricas estas regiones, consti-
tuyen a sus habitantes engreídos y soberbios.
Los indios, que eran los hombres que poblaban estas tierras, son ro-
bustos, fuertes, muy sufridos, demasiado constantes y aún tenaces en con-
servar sus usos y costumbres, color cetrino y despiden un olor de sus cuer-
pos bien desagradable como de leche agria. En otra hablaré a U. de los
blancos, negros y demás clases que habitan y pueblan estas (5r) regiones.
Entre tanto quedo rogando a Dios guarde a U. ms. as.

Carta 4

Amigo mío. Continuando la noticia que ofrecí a U. en mi anterior


le digo que los hombres blancos que viven en esta tierra son los unos eu-
ropeos y los nacidos en ella se llaman criollos, estos son hijos de los euro-
peos mismos o de los descendientes de éstos. Son dichos criollos ágiles y
muy vivos, generalemnte inconstantes y cuando no tienen mezcla de otras
castas se asemejan mucho a los mismos que vienen de la Europa. El mes-
tizo es hijo de blanco y de india: nacen con una mancha verde en la raba-
dilla, la cual desaparece del todo a la cuarta generación, si antes no vuelve
a haber otra unión con blanco y entonces pierden la nominación de mes-
tizos, que en otras partes llaman montañeses. Dicho mestizo es fornido,

46
Compendio de la Rebelión de la América

membrudo, fuerte, de cara ancha, despide un olor de su cuerpo como de


levadura, el color es más o menos blanco, según el respectivo al de su pa-
dre y al clima en que nace, es holgazán y ocioso. Los negros traídos del
Africa han procreado muchos de su mismo color que se nominan negros
criollos y de unos y otros han resultado muchas castas. El negro es duro,
pesado y taciturno, (6v) despide un olor de almizcle desagradable como el
del grajo. Mulato se llama el hijo de blanco y negro, su color es bazo ceni-
ciento, es fuerte, más ágil que el negro, atrevido y despide un olor de al-
mizcle no tan activo como el de su padre.
Zambo es otra clase formada de negro y mulato, su color obscuro se
inclina más al negro; es muy robusto, fuerte, atrevido, duro y porfiado.
Despide un olor mixto de cabrío y ovejuno. Los hijos de los zambos y
mulatos siguen con nombre de cuarterones, quinterones, sexterones, don-
de suelen confundirse regularmente con mezcla de blanco o si no con salto
atrás, que es decir que en esta generación vuelve a salir negro enteramente.
Hay también zambo de indio y negro, saca un color aceitunado que
nunca pierde a no mezclarse con blanco. Son tan celosos de su color los
zambos de Esmeraldas y del pueblo de la Canoa, en la costa del sur, que no
permiten que algún blanco viva con ellos, más que el cura a quién ponen
para que lo sirva una zamba vieja. Estos zambos son aún más altos, son
flojos y despiden un olor semejante al del zorro.
De las clases referidas, salen algunos albinos, bien por la fuerza de la
fantasía de la madre, que apetece blanco, (6r) bien por alguna otras causa
física que se ignora. Lo cierto es que estos albinos ven muy poco y su color
es un blanco muy raro, que sólo con la expresión de un sujeto que dijo era
color metafísico, podrá explicarse; despiden un olor ácido carbonoso.
A esto se reduce amigo mío, la noticia física de la casta de gentes que
pueblan este hemisferio: paso a dar a Vm. en las cartas siguientes la perte-
nenciente a lo moral.
Entre tanto ruego a Dios guarde su vida por ms. as.

47
Fernando Hidalgo-Nistri

Carta 5

Amigo mío. La religión de los indios, fue el politeísmo, pero el Sol


era la principal deidad, a quien rendían todas sus adoraciones, no obstan-
te que hubo entre ellos algunos que traslucieron una suprema causa. Tan
arraigados estaban en su creencia y eran tan observantes de los ritos y ce-
remonias que, a pesar de toda la luz evangélica y excelencia del cristianis-
mo, no se han desprendido enteramente de la superstición. Es verdad co-
mo diré a U. después, que la mala política ha contribuido mucho a man-
tenerlos ignorantes e incrédulos.
Conservan los indios fuera de la religión casi todas sus costumbres
en la celebración de matrimonios, en los entierros y fiestas, también todas
sus moralidades (7v) buenas y malas. La poligamia es general, mantienen
a lo menos una concubina que llaman Amasia. Es común el incesto entre
ellos y hasta en el grado más inmediato. La embriaguez los caracteriza y,
como ni el hurto, la tienen por pecado. El engaño y la mentira les es con-
natural.
Conocen la hospitalidad entre ellos y mutuamente se ayudan en sus
necesidades y en las que llaman obligaciones.
No aspiran a cosas grandes, ni desean mucho. No agradecen el bien,
ni tampoco sienten mucho el mismo mal.
Esperan la resurrección y vuelta de su Inca, aludiendo a esto sus tra-
jes, cantos fúnebres y sus danzas con representaciones, especialmente la de
la palla. Son pacíficos, humildes en la apariencia y abatidos, pero luego que
se contemplan superiores, descubren la fiereza de un tigre y todas las pro-
piedades y crueldad de los cobardes. Tanto al blanco como al negro, tienen
odio mortal, porque sólo para ellos están destinadas estas tierras a la vuel-
ta de su emperador. Son tan inclinados a la idolatría que, con razón, un
concilio limense dispuso que en la colecta de la misa se pida a Dios que no
permita vuelvan a su antigua idolatría. No puedo omitir un suceso que hu-

48
Compendio de la Rebelión de la América

bo en el Cuzco con un indio de buena vida que después de haber sido cu-
ra llegó a entrar en el coro, de Canónigo, de (7r) aquella Catedral; estando
en la última enfermedad, después de recibir los Santos Sacramentos, hizo
llamar al Señor Obispo y le dijo estas terminantes palabras: Señor Illmo.,
en descargo de mi conciencia hago presente a S.I., que los indios somos
muy propensos a la idolatría y que yo he estado varias veces dispuesto a
idolatrar, mas Dios ha querido libertarme al fin por su misericordia.
Mueren por último sin el mayor sobresalto.
El mestizo es un hombre ni blanco ni indio que tiene de las malas
inclinaciones de uno y otro, hijo regularmente de ilícito ayuntamiento:
cuando le acomodan las circunstancias es indio y cuando no, es tan blan-
co y más caballero que el primero. No tienen educación y son más igno-
rantes que los mismos indios. Están entregados a la ociosidad y a todos los
vicios que a ella son anexos.
Los mulatos, zambos, cuarterones y demás castas conservan a pro-
porción algunas moralidades de sus padres del Africa y en la Religión Cris-
tiana han mezclado parte de aquellos fetiches que veneraban en sus tierras;
esto es, en la misma devoción que manifiestan, mezclan varias supersticio-
nes por un efecto de la poca instrucción que tienen en los principios cier-
tos de nuestra Religión Santa, como sucede a los Indios. A la gente de co-
lor son inherentes la lujuria y la embriaguez y no escasean el robo y la
mentira.
La caridad no les es desconocida y son más fieles (8v) que los indios.
La generalidad de mi aserción no es tan extensa que no se exceptúen mu-
chas gentes de color que son muy buenas y también algún otro indio.
Hablaré a U. en carta separada de los blancos y entre tanto a Dios
que guarde a U. Ms. As.

49
Fernando Hidalgo-Nistri

Carta 6

Amigo mío. Toda comparación es odiosa más que ver igualar al


blanco europeo con el criollo sería agraviar a la razón. No obstante se en-
cuentran algunos europeos en estos países que deshonran hasta la huma-
nidad misma.
Los que han poblado estas inmensas regiones han sido soldados,
marineros, desertados, empleados que ha mandado el Rey, criados que han
traído, aventureros, polizones, frailes, extranjeros y muchos comerciantes.
La moral conducta de éstos ha sido y es acomodada a los principios
de educación respectivos a cada uno. Y mejorando muchos de fortuna, se
acuerdan no sólo de lo que veían hacer a sus padres, abuelos, parientes o
vecinos, sino que procuran imitarlos, manifestando sentimientos honra-
dos y obras benéficas al pueblo. Casi todas las obras públicas y fundacio-
nes de caridad de las Américas son hechas por españoles europeos y con
los bienes que han adquirido ellos mismos.
Procuran educar a sus hijos con la regularidad (8r) que ellos fueron
o vieron en otros ricos de su país y al mismo tiempo tratan a sus mujeres
con estimación y a veces con bastante contemplación, de la cual conducta
se originan el afecto general del bello sexo a los europeos y la envidia y
odio general del criollo. Los hijos, extrañando la sujeción y recogimiento
que no ven en sus paisanos y condiscípulos de la escuela y que se les re-
prende y castiga aquellas libertades que los otros usan impunemente, vi-
ven resentidos e incómodos, hasta que falleciendo sus padres, desplegan
todas sus inclinaciones y deseos; y estrellándose en los escollos y bajos de
la lujuria, destruyen su naturaleza y consumen muy en breve el caudal y
bienes de sus padres en el juego y en las oficinas de Baco. A esta causa y no
a otra es preciso atribuir la oposición, el odio y mala voluntad de los hijos
criollos, que estremece la naturaleza, oprovia la razón y que una constan-
te experiencia enseña.

50
Compendio de la Rebelión de la América

Los nietos, bisnietos y demás descendientes de los mismos europeos


continúan con desafecto a sus mayores y a la misma España, pero no con
el ardor y entusiasmo que los mismos hijos de aquéllos; y solamente se
acuerdan de sus antepasados cuando se trata de hidalguía y de nobleza,
que entonces dicen con mucha satisfacción: mi padre o mi abuelo fueron
de España.
Dios guarde a U. Ms. As.

Carta 7

Amigo mío. Dejé para esta carta hablar (9v) de la moralidad de los
frailes y demás eclesiásticos como también de los muchos extranjeros que
se han domiciliado a pesar de las leyes y cédulas que lo prohíben, para no
mezclar muchas cosas juntas y no confundir las especies. Los frailes, tan
útiles por su instituta, no teniendo lo necesario para mantenerse en sus
conventos, les ha servido de pretexto para tratar y contratar como seglares,
vivir y beber con ellos, pasear, jugar y mezclarse en todos los asuntos tem-
porales. Suelen no usar de hábitos fuera del convento y tienen muchas ha-
ciendas donde viven con sus concubinas e hijos.
Los párrocos imitan estas costumbres y vicios, y las curanas, (así
nombradas en los pueblos) son las damas de más mérito, de más lujo y
conveniencias a costa de los feligreses.
No tendría razón Voltaire, ni algún otro impío en decir que los ecle-
siásticos eran infructuosos al estado y a la población, pues hay lugares en-
teros descendientes de clérigos y frailes.
En comprobación de esta verdad, que está demostrada por la mis-
ma publicidad, referiré a U. algunos pocos casos. En Panamá, habiendo he-
cho la visita del Obispado el Sor. Dn. Remigio de la Santa (ahora Obispo
de la Paz) se vino trayendo a un cura que encontró amancebado cuarenta
años había con una negra de la que aún le vivían siete hijos mulatos. Di-

51
Fernando Hidalgo-Nistri

cha negra mandaba al cura y le hacía trabajar en el monte y traer cargas de


leña a cuestas. Lo puso en un convento dicho Illmo. (9r) Obispo para co-
rregirlo y a un tiempo que lo enseñaran a leer que ya ignoraba.
Pocos años hace murió un cura del Obispado de Quito, el Dr. Salva-
dor, quien en el artículo de la muerte declaró su casamiento legítimo y he-
redaron sus muchos hijos el caudal que dejó.
También hace poco tiempo que murió el Dr. Lara, Clérigo Sacerdo-
te de Ambato, Diócesis de Quito y dejó cincuenta y dos hijos habidos en
indias, mestizas y blancas.
En el mismo Obispado vive el Dr. Sánchez, cura de Papallacta, casa-
do antes de ordenarse y descubierto después, ha sido sentenciado por el
Obispo Diocesano, el Sor. Cuero y Caicedo, a que viva seis meses con la
mujer y otros seis meses del año separado de ella. Esto huele algo a la Igle-
sia Griega.
En la provincia de Guayaquil murió años pasados un fraile apósta-
ta del Cuzco y dejó entre hijos, nietos y bisnietos, ciento quince personas.
Lo extraviado de muchos curatos, la falta de trato y comunicación
que hay en ellos, la rusticidad e ignorancia da margen y sirve de pretexto a
que los curas para huir a ellos previenen lo primero una mujer que los cui-
de, que con nombre de cocinera, es después la curana y señora del pueblo.
No piense usted que exagero, ni menos que yo (10v) sea contrario al
Estado Eclesiástico, antes lo venero y respeto, pero siento su relajación.
Tampoco incluyo en esta noticia a muchos frailes y clérigos, aun curas, que
son de conducta irreprensible y al paso que los más obscurecen con las
sombras de su mala vida el Estado más perfecto, estos resplandecen como
antorchas luminosas y transparentes.
Los Reverendos Obispos, regularmente ancianos, con caminos fra-
gosos que andar en lo dilatadísimo de sus obispados, no hacen visitas. Sue-

52
Compendio de la Rebelión de la América

len mandar visitadores, que más bien dañan que no remedian los desórde-
nes.
Los Provinciales de las Religiones, van a salir de su trienio con au-
mento de su caudal. Y si vienen reformadores y misioneros, se hacen mu-
chos de ellos a las costumbres del país a los pocos años.
Los extranjeros que han venido de cocineros, reposteros, ayudas de
cámara y otras ocupaciones semejantes con los Virreyes, Presidentes, Oi-
dores y otros empleados han aumentado bastante población y también
han introducido algunas costumbres italianas y francesas y hasta opinio-
nes bien perjudiciales a la religión que profesamos. En la parte política ha-
blaré a U. más de estos extranjeros, entre tanto Dios guarde a U. muchos
años.

Carta 8

Amigo mío. He dejado para hablar de la simonía en carta separada


por ser el origen de los más (10r) de los males y desórdenes de la moral
cristiana. Si señor, la simonía, que desde el tiempo de los apóstoles se em-
pezó a introducir en la Iglesia de Jesucristo, este pecado contra el Espíritu
Santo, tan desagradable a Dios, que según la expresión del Evangelio, no se
perdona en este Mundo. La simonía, vuelvo a decir, está tan extendida en
las Américas que puede decirse que tiene en ella su habitación. Ordinaria-
mente abrazan el estado eclesiástico, hombres que no tienen otra vocación
que asegurar la subsistenciaa y recibir a un tiempo carácter para ser respe-
tados y temidos, obrando impunemente y cebando sus pasiones con más
ostentación y desembarazo. Los padres, no sólo aconsejan a sus hijos to-
men esta carrera sino también los amenazan con perder su gracia y amor,
si no se sacrifican a sus miras e ideas temporales. Con este principio estu-
dian a veces ni lo preciso para poder ordenarse y la necesidad que tienen
los Obispos de proveer los curatos hace no reparar en visiones, como sue-
le decirse, y en tres días de fiesta seguidos, se encuentra ordenado de Sa-

53
Fernando Hidalgo-Nistri

cerdote y Cura, el que en otra parte no sería capaz de ser monacillo de una
parroquia. Formado el plan de enriquecer y ascender a mayores dignida-
des, van al curato, no a cumplir con sus obligaciones, sino a exigir de los
feligreses cuanto les parece, juntando muchos pesos para tener cómo gra-
tificar o comprar otro más pingue beneficio sin reparar en los medios más
(11v) despreciables y ridículos. Remiten por último a sus agentes en Ma-
drid cantidades considerables y suelen conseguir canongías y algunos
otros también Obispado, especialmente en tiempo del anterior Gobierno,
en cuyas experiencias se fundan para afirmar públicamente que sólo con
plata se consigue algun empleo, llegando a tanto el abandono sobre esto
que no se avergüenzan de decir en público, que han mandado unos ocho
mil pesos, otros seis y otros más para obispar o mitrar.
Quisiera omitir del todo casos particulares sobre la conducta y ma-
nejo de los curas, pero me parece indispensable referir a VM. algún otro
para que forme cabal concepto.
Vi en un pueblo grande del Obispado de Quito la costumbre y su-
perstición que había el día de difuntos, y lo mismo sucede en todos los
pueblos donde los curas venden la acción de responsear a los Frailes Sacer-
dotes o Legos y a los clérigos o monacillos, que por diez, doce o veinticin-
co pesos toman salvoconducto del párroco para trabajar todo el dicho día
en los términos siguientes. Se ponen un boquete o sobrepelliz, previenen
un tinajo de agua con un hisopo muy grande y comienzan a responsear en
términos que ni se sabe, ni casi se oye lo que dicen, solo si se advierte el
charco de agua que van haciendo, con la que rocían con el hisopo a lo cual
acuden los indios con las ofrendas que tienen (11r) puestas en el suelo en
el cementerio y echados ellos también sobre la tierra aplican de cuando en
cuando el oído a ella con mucho tiento y dicen que sienten al difunto que
chupa de la ofrenda. Se ríen de estos los curas y responsandores, pero los
dejan en su ignorancia porque siga el tráfico hasta la noche, siendo un con-
tinuado comprar de los indios el mismo pan, fruta, chichas, huevos, po-
llos, cuyes y otras materias de sus ofrendas, a los mismos echadores de
agua, que van reduciendo a plata toda su mercancía.

54
Compendio de la Rebelión de la América

En los casamientos, y sobre todo en los entierros, es donde tienen


sus granjerías principales. Piden los derechos que quieren y han inventado
varias cosas para aparentar pompa, ya que cruz alta, ya cruz baja y de pa-
lo, ya posas y acompañamiento, donde no hay más que el cura ordinaria-
mente, ya en fin otras cosas impropias con el fin de llevarse lo poco que de-
ja el difunto.
No dejaré de referir aU. un caso raro que sucedió en un lugar de la
misma Diócesis, donde el cura inventó un entierro de Dean y Cabildo. Dis-
puso doce opas de bayeta con roquetes de tucuyo o lienzo de algodón de
la tierra, los hacía poner a doce cholos o indios, los que iban con el cura
por el cadáver y entrándolo en la Iglesia le cantaban algunos versículos de
los salmos que les había enseñado el Párroco y por este Dean y Cabildo lle-
vaba (12v) cien pesos fuertes, fuera del veintiuno de a nueve y otros dere-
chos comunes a los blancos. Por esto y otros muchos motivos y porque po-
nía de penitencia en el confesionario le dieran tantos y cuantos pesos, hi-
cieron que permutara el curato con otro que era lo mismo, los cuales aún
viven, habiendo sacado doce o catorce mil pesos fuertes en muy pocos
años de unos pueblos que en realidad de verdad no valen otro tanto.
Dios guarde a Usted muchos Años.

Carta 9

Amigo mío. Colocados en los empleos hombres de poco mérito y en


las Audiencias sujetos de poca literatura, se han manejado con mucho
abandono y desarreglo, prostituyendo sus empleos, vendiendo la justicia y
causando muy graves males y escándalos con su descarada conducta. Los
criados favoritos, a veces extranjeros, han sido los conductos de la prosti-
tución, logrando al fin algún empleillo lucrativo en recompensa de sus ser-
vicios y alcahueterismo. Estos, formados ya hombres de República, se
acuerdan de Génova, Milán, etc., y celebran sus costumbres, leyes y demás
con menosprecio de las de España. Los naturales del País, o criollos, no tie-

55
Fernando Hidalgo-Nistri

nen a menos darles sus hijas para mujeres y esposas, pero con todo los cri-
tican y los desprecian, echándoles en cara (12r) cuando se les antoja, que
fueron cocineros, etc. Ellos, comparándose con los indios, mestizos y de-
más castas, se encuentran muy superiores y a lo menos iguales a los padres
de los que murmuran y zahieren.
Lo mismo sucede con los pulperos y mercachifles que, enriquecien-
do con su industria y trabajo, les echan en cara sus principios de marine-
ro, soldado desertor, polizón, etc. resultando varias riñas, alteraciones, eti-
quetas y envidia, que transmitiéndose de unos a otros ha venido en termi-
nar en un aborrecimiento mutuo y odio mortal.
En la infausta época del gobierno anterior se han vendido Presiden-
cias, Togas, Obispados y demás empleos, lo que ha contribuido a generali-
zar los males, el desafecto a las leyes y al Gobierno y el mirar como tiranos
a los jefes que venían, no tan solamente de los hijos del País, más también
por los mismos europeos, pues todos igualmente han sido sabedores de los
excesos y participantes de los efectos de la mala administración de justicia.
Verse, amigo mío, con un Virrey, Presidente, ahijado de un Señor
Ministro que volvía o hacía volver originales las quejas que se dirigían al
Rey contra alguno de los ahijados; o algún cobachuelista remitir copia de
las representaciones. ¡Ah! es cosa bien pesada. Por esta causa y por la dis-
tancia que hay al Trono, sobre todo por (13v) evitar un golpe de arbitra-
riedad de estos jefes, los principales y más ricos de estos países rendían una
adoración tan extraña a estos falsos simulacros que, con lo espeso de los
humos de la adulación, les embotaban también todos los sentidos. Por ma-
nera que los obsequios grandes por una parte prestados con el mayor aba-
timiento y por otra admitidos por hombres de ningún mérito, engreídos
con lo mismo que ni esperaban, ni merecían, se han hecho insoportables
y han arrastrado el nombre de su odiosidad hasta el de la autoridad del
Gobierno que los había colocado. En otra carta, amigo mío, hablaré a U.
de otros motivos políticos que igualmente han concurrido. Dios guarde a
usted muchos años.

56
Compendio de la Rebelión de la América

Carta 10

Amigo mío. Los criollos están persuadidos a que son conquistados.


Este error es común y de él se origina aquella natural aversión que hay en-
tre el conquistador y el conquistado. Podían reflexionar que sólo hubo in-
dios en estas tierras, que fueron los subyugados y que ellos descienden de
los españoles y por eso son blancos. También podían ver las leyes que los
mandan, que son iguales y las mismas que rigen en España. De la misma
suerte podían saber que los españoles y ellos mismos gozan y viven (13r)
con más desahogo y libertad que los que habitan en la Península. Sí, ami-
go mío, tanto en lo moral, como en lo político y civil, hay mucha más fran-
quicia. Lo que se paga de contribuciones, fuera de aduanas, es muy poco y
cuando se intenta imponer o aumentar algo sobre el cabezón de las ha-
ciendas o estancar algún ramo, para que alcance a subvenir a los gastos del
Estado, les causa mucha novedad y luego empieza el fermento de la rebe-
lión.
Igualmente están persuadidos los criollos, que los Gachupines, en el
Reino de México, o chapetones en el resto de la América, que significa la-
drón una y otra palabra, son efectivamente los españoles europeos, afir-
mando que éstos han robado a los indios hasta las tierras. No quieren es-
tudiar lo que es derecho de conquista y absolutamente no desean reflexio-
nar sobre lo mismo que afirman, pues si los europeos han tomado tierras
y las han cultivado, ha sido para formar haciendas que aunque les hayan
producido utilidad, al fin las han dejado para los criollos mismos. Según el
sistema y modo de raciocinar de éstos, deben ellos mismos restituir a los
indios estas mismas haciendas porque están en sus tierras y no haciéndo-
lo, son poseedores de mala fé o ladrones según como nombran a sus pa-
dres que les formaron con su industria y trabajo estalecimientos que les
dan de comer y les hacen subsistir. Tampoco quieren saber que Dios crió
el Mundo para el hombre y (14v) que lo maldijo a que con el sudor de su
frente comería el pan, que en la agricultura, está más bien manifestado el
trabajo corporal; y que legítimamente, puestas estas tierras en dominio de

57
Fernando Hidalgo-Nistri

los Reyes de España, las mandan dar graciosamente al que las denuncie,
para su cultivo y labranza, sin exceptuar indio, blanco, ni clase alguna. Con
estas disposiciones se han ido beneficiando terrenos, aumentando pobla-
ciones y extendiendo el comercio.
El indio tiene tierras propias, aún más de las que puede cultivar; hay
en todos los pueblos tierras que llaman de comunidad, donde mantienen
sus cabezas de ganado y pueden sembrar lo que les de la gana, mas como
ellos se contentan con poco, suelen no sembrar más que sus guasipungos.
Nadie les ha quitado el derecho de denunciar y cultivar cuantos terrenos
gusten, pues en ellos harían gran beneficio al Estado. Caben en las Améri-
cas más de treinta partes de habitantes de los que hay en solas las campi-
ñas, montes y selvas incultas; luego a las Américas, se seguiría el mayor be-
neficio y aumento de valor en que se beneficiasen los campos y desiertos.
Por tanto, está muy preocupado el ignorante que diga que a los indios les
han quitado hasta sus tierras. Ni se puede decir tampoco de los pedacitos
que ellos se contentan laborear, pues éstos los saben defender y aún intro-
ducirse en los del vecino y formar pleitos que (14r) suelen ganar aun con
la justicia obscura, porque las leyes favorecen mucho a los indios y sus
agentes y protectors abusan de la confianza que de ellos hacen las mismas
leyes.
Se extiende a mucho más la ignorancia del criollo. Dice y piensa que
la plata que va a España es robada, sea de los comerciantes, sea la pertene-
ciente al Real Erario; ni pretenden, ni quieren saber la inversión de ella, ni
lo que cuesta mantener estos dominios en paz y de las acechanzas de los
extranjeros. Otros varios errores manifestaré a U. en otra carta entre tanto
ruego a Dios guarde su vida muchos años.

Carta 11

Amigo mío. Parecerá increíble que después de tres siglos se ignore


en la América qué cosa es Rey; qué cosa es Patria y qué cosa es España.

58
Compendio de la Rebelión de la América

La Patria entienden precisamente el suelo y el lugar donde han na-


cido y el que más extiende su conocimiento a la capital o ciudad más gran-
de de su provincia.
Por España entienden estos naturales una ciudad grande y así es que
preguntan como mucha frecuencia: ¿Vm. conocerá en España a Dn. Fula-
no de Tal? A mí me preguntó un abogado de Quito, ¿Conocerá en España
a D. Andrés Sánchez? En otras partes me han preguntado igualmente por
otros y no es decir indios, ni mestizos, sino gentes blancas.
De la misma forma han solicitado otros (15v) muchos que les dije-
ra si el Rey era algún hombre. No hablaré a U. de otras infinitas extrava-
gancias que preguntan sobre lo que come el Rey, sobre su vestuario, sobre
su servicio, porque sin duda pudiera U. pensar que yo me burlaba o que
quería referir aquellas novelas de encantamientos con castillos y damas.
No, amigo mío, es indubitable tal ignorancia a excepción de los que han
viajado a Europa y algunos otros que hay de bastante instrucción. El pue-
blo bajo y rudo, ¡ah! es una lástima. Han solicitado varios negros de los tra-
piches y de minas de oro donde he estado, que decidan en las apuestas que
tenían hechas sobre que el negro que entraba en España lo capaban. Ganó
un negro que disputaba contra todos. En vista de ésto, ¿sabrá esta gente las
obligaciones que deben al Rey y cómo deben respetarlo, amarlo y servirlo?
No es mucho que los corifeos de la rebelión hayan logrado tantos proséli-
tos y secuaces.
Dios guarde a Usted muchos años.

Carta 12

Amigo mío. No hay cosa más celebrada que el Código Indiano y el


Solórzano por hombre de angélico entendimiento. Nada importa que el
moderno autor del papeleo de las mitas del Perú diga lo contrario, porque
el verdadero mérito siempre es admirado de los verdaderos sabios.

59
Fernando Hidalgo-Nistri

No ha habido en el Mundo legislación (15r) alguna que no se haya


mudado y que de cuando en cuando se renueven sus instituciones, porque
las costumbres y los usos insensiblemente van corroyendo hasta los ci-
mientos del político edificio.
El Rey y el Supremo Consejo de sus Indias han procurado reformar,
aumentar y cercenar cuanto les ha parecido conveniente para conservar en
vigor las leyes y establecimientos de indias con el fin de mantener en paz y
sosiego a los habitantes de este hemisferio: mas, por desgracia, los tribuna-
les y los que han gobernado, han abusado de la autoridad y no han dado
el debido cumplimiento y de esta falta de obediencia han provenido los
abusos y males que ha habido, hay y aún continuarán si no se toman los
remedios correspondientes.
Los indios todavía hablan su propio idioma después de tres siglos de
conquistados. Conservan sus usos e inclinaciones y aún esperan la venida
de su Inca, quien los ha de volver a su primitivo estado, según tengo ma-
nifestado, en la parte moral.
La lengua Inga es dulce y expresiva para cosas de amores, pero care-
ce de afluencia y principalmente de todos los términos y palabras de artes,
ciencias y otros indispensables para manifestar la utilidad y la necesidad de
la sociedad. Tiene dicho idioma alguna semejanza y varias palabras vas-
cuences y tanto por esto como porque los indios se gobiernan en sus co-
munidades al modo de los vizcaínos, (16v) aprenden estos con bastante fa-
cilidad el lenguaje de los indios.
Muchas y repetidas cédulas Reales han venido para que no se hable
más idioma que el español, que en él sólo se enseñe y explique la Doctrina
Cristiana. Que los curas no sean examinados en lengua de Inga para obli-
garlos así a comunicarse en castellano con sus feligreses. Que se pongan es-
cuelas de primeras letras en todos los pueblos con el fin de civilizarlos e
ilustrarlos, lo que conseguido, ellos mismos se confundirían con otras cla-
ses, avergonzados de sus preocupaciones y de lo mismo que hasta ahora
tan tenazmente conservan.

60
Compendio de la Rebelión de la América

No puedo omitir un suceso por el que conocerá VM. la ignorancia


a que los tienen sujetos los que por sus ideas e intereses particulares no han
querido dar cumplimiento a las leyes y Reales Ordenes para que se cuide
de su instrucción. Cuando los blancos quieren formar algún alzamiento
empiezan por imbuir en los Indios cosas y asuntos de aduana, cuya pala-
bra para ellos es un ente de todas las figuras y formas que se le imagine dar,
pero siempre lo más malo que se puede concebir, por lo cual en Quito y en
otras muchas partes no se da nombre de aduana sino de Alcabala a la Ad-
ministración de aquel ramo.
Da. Gertrudis Trigo, esposa del Regente de la Audiencia de Quito,
fue acompañada de varios (16r) caballeros de esta ciudad a pasearse a la
villa de Ibarra. Al llegar la asiento de Otavalo, un chusco pícaro de la co-
mitiva dijo a un indio: aquella que va a caballo montada como un hombre
con su cigarro en la boca tan prieta y tan fea es la Aduana disfrazada. Esto
solo bastó para que aquella misma noche hubiera una alarma de los indios
pidiendo a gritos y alaridos desconcertados que les entregasen a la Adua-
na para matarla y si no que morirían todos los que la llevaban.
Se vieron tan apurados todos que hubieron de huir a caballo por el
páramo de Mojanda y llegaron al día siguiente a Quito, cansados y estro-
peados, sin haber llegado al término de su paseo.
Lo mismo sucedió con otros que conducían una tambora, primera
que llevaron a la villa de Ibarra y habiéndola visto por el camino unos in-
dios de Agualongo preguntaron lo que era y uno de los conductores dijo:
es la Aduana. Separóse el indio y a poco, salen al camino cuadrillas de in-
dios con piedras y palos que acabaron muy en breve con la tambora y con
los que la llevaban, pues aquella la hicieron pedazos y a éstos los maltrata-
ron y si no hubieran huido, los hubieran muerto. Dios guarde a U. muchos
años.

61
Fernando Hidalgo-Nistri

Carta 13

Amigo mío. La distancia del trono (17v) como en otra anterior ten-
go dicho a U. es causa de que los rayos de la Majestad lleguen con poca
fuerza, porque en el camino tocan en cuerpos opacos que absorben su luz.
La Ley justa y sabia que manda que cuando se gana o saca alguna
providencia con obrección y subrección se obedezca y no se cumpla; al pa-
so que es la mas arreglada produce muy graves inconvenientes. El Presi-
dente, Gobernador o Audiencia que quieren perder alguno, dicen que ga-
nó con obrección o subrección y representan a su R.M., si es necesario, fra-
guando alguna información a su antojo; y tiene U. que el pobre que ganó,
se queda perdido y tal vez sin esperanza de poder recuperar su opinión. En
estas y otras diligencias o le coge la muerte o se va su enemigo y él queda
arruinado. Las residencias se hacen de perspectiva, sólo que haya algún pu-
diente sentido y agraviado por el residenciado, que entonces, hasta sacan
de quicio las pruebas y diligencias y hasta calumnian al juez residenciado,
hallándose testigos siempre que el Poderoso quiere para probar cuanto se
le antoja.
La falta de correos de la Península y mala disposición en que se ha-
lla su dirección a estos países y los dependientes que suele haber de poco
mérito y ningunas circunstancias han causado y causan muy graves daños
y perjuicios. Se pasan cuatro, cinco meses y aún más, en (17r) venir una
correspondencia, que llegan aglomeradas; en estos meses maquinan los
enemigos del Estado mil noticias y patrañas que extienden con mucha fa-
cilidad en Gacetas y papeletas impresas en Jamaica, arraigando en los en-
tendimientos y corazones bien dispuestos, todas sus ideas de subversión e
independencia que no pueden desvanecerse con la llegada de un solo co-
rreo marítimo de la Península, las que pasado éste vuelven a desenvolver
los agentes de la desobediencia con otras nuevas que ya tienen preparadas.
Los dependientes de los correos, sacrifican la confianza pública y, adulan-
do a los jefes que mandan, les entregan las cartas que tratan de su conduc-
ta y las quejas que se dirigen contra ellos a la superioridad; no atreviéndo-

62
Compendio de la Rebelión de la América

se con esto mucho a dar parte, como harían en tiempo oportuno para re-
mediar los males. Aconteció la rebelión en Quito el año pasado de 809 y
habiendo dado cuenta al Virrey de Santa Fé, mediante un Propio que hice
con un pliego a la villa de Ibarra, con encargo a Dn. Antonio Melo, Admi-
nistrador de Correos, para que lo dirigiera con un expreso ganando horas
al señor Virrey tuvo por conveniente dicho Administrador abrirlo y, ente-
rándose en su contenido, lo dirigió a la Junta Revolucionaria de Quito,
quien decretó mi total exterminio. No es del intento hablar a U. de las cir-
cunstancias que esto (18v) me ha acarreado, sólo sí que habiéndose resta-
blecido la legítima autoridad lo hice presente y nada se adelantó, ni se cas-
tigó, ni menos se remedió.
Siguen en el mismo pie en Quito las correspondencias y por ellas se
está persiguiendo a los fieles y leales Realistas. Dios guarde a U. muchos
años.

Carta 14

Amigo mío. El abuso que se ha hecho del estudio de las leyes ha


creado un cuerpo de jóvenes habladores y sueltos que no respetan lo más
sagrado: se gradúan con la mayor facilidad, y aunque sea de bachilleres, to-
dos toman y se les dan el título de doctores, llegando a tal abuso esta no-
minación que se da a todo el que gasta hábitos clericales o están vestidos
de negro. El comercio con las islas extranjeras ha producido un manantial
de papeles con títulos pomposos de libertad del hombre, del ciudadano,
derechos éstos que han inficionado primero el corazón de aquellos jóvenes
corrompidos y éstos con los aplausos que han logrado, han hecho trascen-
dental el contagio a muchas gentes incautas e ignorantes.
Los Anglo-americanos, desde el principio de su indepedencia, han
procurado inspirar el mismo modo de pensar en toda la América para que
siga su (18r) contagio. Se habla con la mayor liberalidad y entusiasmo de
la felicidad de aquellos republicanos y sobre todo de la libertad de concien-

63
Fernando Hidalgo-Nistri

cia que tanto halaga las pasiones; y en realidad de verdad digo a U. que en
ninguna parte se vive con más desahogo que en estaa Américas Españolas,
donde ni se castiga el amancebamiento, ni el juego prohibido, ni la em-
briaguez, ni casi el robo, ni homicidio y donde ni se sabe el que cumple con
la Iglesia, pues ni se recogen cédulas. Con todo desean y ansían la novedad.
La piedad falsa ¡Oh! amigo mío, disfrazada la injusticia con el velo
de la piedad, ha ocasionado los mayores males. Acostumbrados los indios
y demás habitantes de este mundo a ver que los mayores delitos y las rebe-
liones más completas se quedan sin castigo, no recelan, ni han temido el
hacerlas cuando se les ha puesto en la imaginación. En la ciudad de Quito
solamente, se cuentan ya veinticuatro alzamientos y es axioma entre sus
moradores que habiendo plata, todo se compone; sí amigo mío, con la pla-
ta que han dado a los jefes y Tribunales, han moderado las diligencias y las
mismas sentencias se han venido a reducir siempre al destierro de algunos
Indios o mestizos; y alguna vez, uno o dos ahorcados de las mismas clases;
excusándolos con que son ignorantes, que estaban ebrios y otras cosas se-
mejantes; pero los europeos muertos, muertos se quedaron; (19v) sus bie-
nes saqueados y robados, lo mismo; y los autores de todos los males que
fueron los blancos criollos, riendo y festejando su maldad. A esta piedad
falsa, interesada e injusta se ha agregado el miedo de algunos de los que
han mandado, pues a título de seguridad pública, han ido aumentando
soldados y armas cuyo resultado ha sido darles luz y conocimiento de lo
que ignoraban y hacer como desenrollar aquella inclinación guerrera y mi-
litar que les era tan contraria. Aumentos de milicias y tropas disciplinadas,
al mismo tiempo que han llenado los bolsillos de los instituidores, han ex-
tendido el germen de la sedición y desobediencia. Concluyo esta carta con
referir a U. que en el año 93 se descubrió en Quito, se probó y justificó ple-
namente que el Marqués de Selva Alegre, con Morales, Salinas y los dos
hermanos Espejos fueron autores de los pasquines y banderillas de liber-
tad republicana que amanecieron puestas en las esquinas. El médico Espe-
jo murió durante su prisión, el clérigo salió de ella y los otros ni entraron.
Estos mismos han sido los causantes de las rebeliones de 1809 y 1810 y

64
Compendio de la Rebelión de la América

hasta ahora el Marqués de Selva Alegre Montúfar, con todos los de su fa-
milia, se están paseando. ¡Oh Piedad,! ¡Oh justicia!
Dios guarde a U. muchos años. (19r)

Carta 15

Amigo mío. He manifestado a U. en mis cartas anteriores las causas


remotas que han concurrido parcialmente a cuantas revoluciones hubo en
las Américas y ahora voy a dar a U. noticia de otras próximas que han aglo-
merado los agentes modernos de la impiedad para conseguir cómo han lo-
grado el trastorno, irreligión, desolación, anarquía y ruina general de este
Nuevo Mundo.
Con la revolución de la Francia, desplegaron los impíos sus bande-
ras y trataron de llenar la tierra de la iniquidad de sus pensamientos y de-
seos. Los jacobinos mandan a todas partes agentes contra el Altar y el Tro-
no. No es mi intento hablar a U. de aquella época espantosa, ni de las con-
secuencias tan funestas que hemos experimentado. Solamente sí decirle
que entre los emisarios que vinieron a la América fue uno un tal Munsiur
los Ríos, francés de nación y de profesión médico. Llegó éste a Cartagena
de Indias el año 91 y desde luego fue preso por el Tribunal de la Inquisi-
ción, por las opiniones erróneas y seductoras que vino sembrando. Puesto
en libertad siguió viaje a Santa Fé donde formó Escuela y sus discípulos
principales fueron Nariño, Cea, Cabal y otros que pasaron a España en
partida de registro el año 93; llegaron a la Península y fueron puestos en li-
bertad y aún premiados porque ya encontraron en la corte Jacobinos pro-
tectores y más (20v) en la piedad falsa y carácter blando y compasivo del
Gobierno. El Marqués de Selva Alegre, Dn. Juan Pío Montúfar hizo viaje
desde Quito a Santa Fé en unión de los Espejos para alistarse en la cofra-
día Francmasónica y regresados a su Patria fraguaron el año 93 los pasqui-
nes y plan de rebelión de que he hablado anteriormente a U.

65
Fernando Hidalgo-Nistri

Nariño se huyó de España y peregrinando en los países extranjeros,


llegó al fin a su patria Santa Fé donde es tolerado por el Virrey y cuando
fue tiempo se mostró corifeo de la Rebelión como Selva Alegre en Quito.
Triunfa Bonaparte y favorecido de las circunstancias empuña el ce-
tro de la Francia y forma el plan ambicioso de ser Monarca Universal.
Trata de subyugar la España y de ser dueño de las Américas, manda
anticipadamente al Barón de Humboldt que, con pretexto de sabias espe-
culaciones, indaga y desentraña el modo general de pensar de sus habitan-
tes. Trae órdenes del Príncipe de la Paz para que le den cuanto necesite y
pida de las Reales Cajas y recomendación muy poderosa. Llega a Quito y
estúvose seis meses el que no paraba ocho días en ninguna parte. Trata ín-
timamente con Selva Alegre, con Salinas, Quiroga, Larrea, Morales, Mejía
y en fin con cuantos han sido ahora actores principales de la Revolución.
Conferencia frecuentemente a puerta cerrada con el Obispo Cuero y Cai-
cedo y (20r) con el Presidente Carondelet; déjale a éste los planos hechos
y formada logia de Jacobinos y parte para Lima, dejándose en Quito en ca-
sa de Salinas los cajones de dibujos de plantas que cautelosamente había
acopiado con su compañero Bonpland. Trata Carondelet abrir camino de
comunicación por Esmeraldas para socorrer como decía a Panamá, se le
hace tarde su conclusión y manda por Guayaquil doscientos hombres es-
cogidos al cargo del capitán Salinas, llegó ésta a Panamá y su gobernador
Mata se sorprende al ver aquella gente que ni había pedido ni necesitaba.
Da parte al Virrey Amar y éste se incomoda y le escribe agriamente al Pre-
sidente Barón de Carondelet por su insubordinación y falta de respeto en
mandar sin que el lo diga aquella tropa a Panamá. En pocos días entregó
la carta de su locura Salinas y se vio obligado Mata a mandarle salir preci-
pitadamente. Regresa a Quito y Carondelet muere a pocos días de repente
por ver malogrado su plan de sorprender a Panamá y llamar franceses de
las islas de Barlovento, que entonces poseían y por el camino de Malbucho,
introducirlos en el Reino de Tierra Firme apoderándose de él sin tirar un
tiro y sucesívamente del Perú Salinas se hizo el agraviado contra la (21v)
Audiencia de Quito porque sentenció un pleito en su contra. Vocifera que

66
Compendio de la Rebelión de la América

va a España a seguir el litigio, pone en almoneda los bienes y muebles de


su mujer y junta al fin cuatro mil pesos que remite a Panamá al comercian-
te Iturralde que, de orden y recomendación de Carondelet, le había pres-
tado y gastó en gratificar sus soldados para tenerlos, como él decía, en el
bolsillo.
En un corto intervalo que tuvo en la apología, llama a Morales su
Secretario y le entrega una llave apretándole la mano y con voz balbucien-
te le encarga que sólo el entienda en los papeles que se guardan con ella.
Consulta Morales con el Marqués de Selva Alegre, albacea del Presidente
difunto, registran planos, conferencian y tratan de realizarlos; no se atre-
ven, porque Dn. Diego Nieto Presidente interino los acechaba y esperan la
llegada del anciano Conde Ruiz de Castilla, sucesor nombrado por Godoy,
para que dejara obrar y Caron, destinado ya según el dijo antes de morir a
cosas de la mayor entidad por el mismo Príncipe de la Paz.
Llega el Conde Ruiz de Castilla, vuela la mina en España, cautivan
al Rey y fórmase la Junta de Sevilla, ésta manda comisionados para hacer
(21r) jurar al Soberano y antes que llegara éste a Quito, se hace la ceremo-
nia aun sin gusto del viejo Presidente. Llegó el Comisionado Bourman y
nada tuvo que hacer, pues ya estuvo jurado el Rey y hecho el donativo a
instancias de un verdadero patriota. Con todo, se renueva uno y otro y re-
gresa Bourman a Santa Fé.
Se aprovecha Selva Alegre y los suyos de la ancianidad, dejamiento
y disposición del Conde Ruiz y tratan de realizar en las Carnestolendas el
plan de la Rebelión. Descúbrese por la imprudencia de Salinas y puesto és-
te en prisión, el Marqués de Selva Alegre, Quiroga, Peña y Morales y si-
guiendo la causa con empeño y con orden, resultó justificado plenamente
el delito de rebelión. Un joven, Thomás Arechaga, criado del Presidente,
natural del Cuzco, fue recibido en tres días de Doctor en Leyes en la Uni-
versidad de Quito, de Abogado en la Real Audiencia y de Fiscal Interino de
ella. Celoso éste de que su amo no le había descubierto en los primeros
días el secreto de la causa que se seguía, intrigó en términos que con un só-

67
Fernando Hidalgo-Nistri

lo escrito de recusa contra el Asesor de Gobierno Manzanos, se admitió la


recusa y pasó al conocimiento del Oidor Fuertes la causa, con el de Arre-
chaga, éste compuso que los presos fuesen saliendo libremente a la (22v)
calle a costa de diez o doce mil pesos con que le contribuyeron y a los ocho
días de salir Salinas, que fue el último del arresto en que estaba, sucedió la
Rebelión el día de San Lorenzo, diez de agosto de 1809, por lo que muda-
ron el nombre de la ciudad de San Francisco de Quito en el de San Loren-
zo del Quitu y además trataron de crear una orden con la advocación del
mismo San Lorenzo.
Puestos en la posesión del mando, Selva Alegre como Rey en un tro-
no, vestido con el manto de Carlos Tercero, de que es Caballero pensionis-
ta, se adornó además con una banda igualmente celeste y habiendo asisti-
do al Te Deum y respondido a las arengas de los cuerpos y Comunidades
salió a visitar a sus amigas y conocidas, andando de casa en casa con las
mismas vestiduras y recibiendo enhorabuenas de las damas.
Crearon un Senado, Ministros y demás que se contenían en el plan
Republicano que intentaron extender en toda la América, siendo la cuna
Quito y el Marqués encargado de extenderlo. En otra, amigo mío, conti-
nuaré esta materia, entre tanto Dios guarde a usted muchos años.

Carta 16

Amigo mío: tengo dicho a VM en mis anteriores (22r) que el plan


de la Rebelión de Quito se extendía a toda la América, quedando como cu-
na y centro Quito, fundado según los mismos quiteños decían, en que es-
tando su ciudad en medio del Globo, debían las provincias juntarse en ella
por medio de sus representantes para deliberar sobre la suerte de todos.
Por el pronto pensaron en subyugar a Cuenca y Guayaquil por el sur
y a Pasto por el norte, valiéndose de la fuerza y de la intriga, mas la firme-
za que encontraron en los gobernadores Aymerich y Cucalón, acalorados
con la entereza y patriotismo del Reverendo Obispo de ambas ciudades de

68
Compendio de la Rebelión de la América

Andrés Quintián y Ponte, detuvo sus soñadas ideas, al paso que la fideli-
dad y valor de los pastuxos, deshizo sus huestes desordenadas y cobardes,
dispersándolas en Guaitara y derrotando enteramente a los fanáticos qui-
teños, quienes perdieron todas las armas que llevaban, cañones y pertre-
chos con algunos hombres muertos, otros heridos y muchísimos prisione-
ros, entre estos el Comandante General Dn. Xavier Ascázubi. Desconsola-
dos con tan mal principio y con el discurso que el Regidor Dn. Pedro Ca-
lixto y Muñoz en el primer Cabildo que en Quito celebraron, hizo sobre la
novedad causada, en que después de hacerles (23v) ver su falta de política
y de conocimientos, concluyó con sacar la espada y decir que le cortaran la
cabeza con ella misma, antes que faltar él al juramento de fidelidad al Rey.
No atreviéndose a quitarle la vida por temor de sus parientes y lo
bien visto que estaba en el pueblo, resolvieron los insurgentes descartarse
de él remitiéndolo a Cuenca con título de Embajador y con la mira de ha-
cerlo asesinar en el camino. Logran la ocasión en el pueblo de Alausí, don-
de interceptaron la correspondencia que había entablado dicho Regidor
con el Obispo y Gobernador de Cuenca; dispáranle por dos veces veinti-
dos soldados guiados y mandados por dos oficiales, en cuarto angosto y
sálvalo la providencia de la muerte, saliendo herido solamente de siete gol-
pes de bayoneta y sable que los dos oficiales le dieron. Corre la noticia: en
Quito reciben enhorabuenas los insurgentes que lo dieron por muerto; pe-
ro en los pueblos inmediatos, donde a su tránsito había dejado sus parti-
dos por la justa causa, se alarmaron contra los alzados y fórmase contra-
revolución. Llega Aimerich con las tropas de Cuenca y hallándose ya en
Ambato, dispuso el Conde Ruíz de Castilla, (23r) repuesto ya en la Presi-
dencia por los mismos rebeldes, celoso de que el gobernador de Cuenca
por consejo del Regidor Calixto, iba a desposeerlo del empleo por su an-
cianidad e ineptitud, según Arrechaga procuró influir en el ánimo y juicio
del expresado Conde por lograr sus particulares ideas éste favorito.
Reciben solamente cuatrocientos hombres que remitió el Virrey de
Lima al comando de Arredondo, entran en Quito sin oposición y se en-
cuentran libres de las prisiones a los Europeos que habían podido haber a

69
Fernando Hidalgo-Nistri

las manos y a los Oidores repuestos en sus empleos y al parecer queda to-
do sosegado.
Con setecientos mil pesos que hubo en efectivo en la Reales Cajas;
con el producto de todos los bienes de los europeos y el de los diezmos
eclesiásticos habían formado el cálculo de los gastos para verificar el plan
de costear las expediciones que debían ir seduciendo y conquistando toda
la América Meridional, dispuesta generalmente a recibirlos como héroes
de su libertad y felicidad.
La Señora Da. Carlota Joaquina, Regente del Portugal, había dirigi-
do un oficio desde el Brasil, circulando (24v) la noticia del cautiverio de su
augusto hermano el Sr. Dn. Fernando Séptimo, haciendo ver al mismo
tiempo que a ella correspondía la sucesión a la Corona de España en el ca-
so de fallecer sus hermanos en la prisión y que en el entretanto le corres-
pondía la Regencia del Reino. El patriarca del Portugal escribe también la
noticia de la prisión y trabajos en que se hallaba el Sumo Pontífice Pío Sép-
timo y que teniendo muchas facultades en lo espiritual debían acudir a su
eminencia, colocado por la divina Providencia en la América, no distante
Quito de su habitación por Maynas. Figúranse los alzados quiteños la me-
jor ocasión de engañar a estos personajes y tratan de ofrecerles su obedien-
cia respectiva y de pedir el único auxilio de que dejen introducir veinte mil
fusiles para armar soldados y someter con la fuerza los pueblos que se re-
sistan hacerlo con gusto a la obediencia de su Alteza.
Comisionan a un sargento los rebeldes para que vaya por Maynas a
traer algunos de los veinte mil fusiles que los anglo americanos y los ingle-
ses habían de tener en el Brasil; más el dicho (24r) sargento noticioso de la
contra-revolución de Quito, no vuelve y se queda con los miles de pesos
que le habían entregado.
Restablecida la legítima autoridad en Quito, llegan tropas de Santa
Fé en número de ciento ochenta hombres a las órdenes de Duprat, otros
soldados de Popayán y Pasto, comandados por Angulo, trescientos pana-

70
Compendio de la Rebelión de la América

meños a la dirección de Alderete, de suerte que se juntaron más de mil


hombres bien armados.
Manda el Conde Ruiz de Castilla echar un bando ofreciendo indul-
tos y que las cosas vuelvan a su antiguo estado. Después de esto puso pre-
so a varios de los rebeldes y Arrechaga empezó a maniobrar en términos
que se volvió a renovar la causa iniciada contra los insurgentes, continuan-
do el Oidor Fuertes, juez de ella.
Ya sueltan a unos, ya pretenden a otros, de manera que en poco
tiempo fueron complicando a casi todos los vecinos de la ciudad, los que
por salir del cuartel donde estaban detenidos, los unos daban mil pesos,
otros quinientos y otros ciento o doscientos, de suerte que Arechaga prin-
cipalmente se enrriqueció a costa de la justicia. Informa su amo a la Re-
gencia del Reino y consigue una toga en la (25v) Audiencia de Quito, al
mismo tiempo que los Oidores de ella son separados del tribunal atribu-
yendo delitos a los que habían sido presos por los insurgentes que estuvie-
ron muy cercanos a ser víctimas de su rabia y encono a solicitud y con in-
formes de Mejía y del Conde de Puñoenrostro.
No quieren recibir los mismos alzados a Arechaga de Oidor y éste se
va a España, donde consigue otra igual plaza en la Audiencia de Santa Fé,
provisionalmente establecida en Panamá.
En aquel estado de confusión, escribe Dn. Carlos Montúfar desde
Caracas, avisando su comisión de Regio enviado y anuncia a sus paisanos
las grandes facultades que trae. Comienzan de nuevo éstos a maquinar en
Quito y resuelven asesinar la tropa, europeos y realistas ya conocidos. Dis-
puesto todo para el día dos de Agosto de 1810, erraron el golpe principal
por su cobardía. No obstante, algunos borrachos acometieron al cuartel
desprevenido, dan muerte al capitán Galup dentro del mismo a tiempo de
acudir al servicio de la artillería de su mando. En la calle asesinan al capi-
tán Villaespesa, que al toque de la generala acudía al punto de obligación,
como también a otros veintitrés soldados a quienes desde las (25r) venta-

71
Fernando Hidalgo-Nistri

nas de las casas hicieron fuego y de las tiendas de las calles salían con cuchi-
llos y los destripaban los rebeldes. Si los que estaban escondidos en la mis-
ma iglesia parroquial del Sagrario por su cura Dr. Caicedo Provisor Vicario
General, sobrino del Obispo, hubieran salido, logran enteramente el golpe
de su intención de sacar los presos del cuartel y lo demás ya expresado.
Reúnese la tropa del Rey del modo posible y viendo muertos a Ga-
lup, dan muerte a los presos del cuartel que fueron diecisiete., entre ellos,
Salinas, Quiroga, Morales, Ascázubi y los demás, todos de graves causas.
Perecen en las calles ciento cuatro de los rebeldes, quienes asustados
y llenos de miedo, se huyen precipitadamente y se esconden; tuvieron la fe-
licidad de que el Presidente, Oidores y los Comandantes fueron igualmen-
te poseídos del mismo terror; y sin oír la propuesta del Regidor Calixto de
que con doscientos hombres entregaría en pocos días a todos los caudillos
y motores principales; se volvió a echar bando de indulto general y hasta
el que dió muerte a Galup, cogido aquella noche misma, fue puesto en li-
bertad.
Dios guarde a Usted muchos años.

Carta Nº 17

Amigo mío. Dn. Carlos Montúfar sabe (26v) en Popayán lo acaeci-


do el día 2 de agosto y pone a sus paisanos una proclama diciéndoles que
suspendan sus operaciones, que viene para hacerlos felices sin necesidad
de derramar su preciosa sangre que lleva facultades muy amplias del Su-
premo Gobierno Nacional.
Establecida junta en Popayán y alucinando a su Gobernador Tacón
pasa Montúfar a Pasto donde no quieren sus habitantes asentir a forma-
ción de Junta, ni a otra cosa que seguir el antiguo modo de gobernarse
arreglado a las leyes del Reino y a las órdenes de la Regencia que en nom-
bre del Rey mandase.

72
Compendio de la Rebelión de la América

Sigue a Quito con presteza y a pesar de las advertencias que al Pre-


sidente Conde Ruiz de Castilla se hicieron para que no lo dejase llegar y de
alguna otra diligencia que sobre esto hizo. Verificose su entrada pública
con el mayor aparato y triunfo. Salió a luz el Marqués de Selva Alegre, Pa-
dre de Montúfar, su hermano Javier y otros que estuvieron escondidos, hu-
yendo de la pesquisa que se hacía de ellos, reciben mil enhorabuenas y el
Conde Ruiz de Castilla los visita aún antes de presentarse el Comisionado
Regio Dn. Carlos Montúfar. Conferencian, tratan y los resultados fueron
darle el mando de las armas al (26r) citado Montúfar y ponerse en sus ma-
nos absolutamente: efecto de las cartas y órdenes reservadas que traía de
varios de las Cortes y del Presidente de la Regencia Lardizábal y Uribe, que
fue el que mandó a dicho Montúfar1, quien afirmaba que era su pariente
y sería tal vez, tan cierto como la silla de montar que trajo y aseguraba era
la misma de la yegua en que montaba el General Dupon y cogida por el
mismo en la Batalla de Bailén, igualmente que las varias medallas y seña-
les de valor que pendían y llenaban sus trajes charros que variaba diaria-
mente, como sus conversaciones, tan parecidas a las de Vicente de la Rosa,
representadas por Miguel de Cervantes en la Historia de su Quijote, cuan-
do habló éste con el cabrero estudiado y aprendido de intento.
Llegan en este tiempo los autos voluminosos de la causa de Quito a
Santa Fé, pedidos por el Virrey Amar, conducido por el Dr. San Miguel son
quemados en dicha ciudad, donde ya el Virrey estaba preso con la Virrei-
na, Su mujer, quienes pagaron con mil afrentas y baldones esta su codicia,
pues los (27v) autos iban para tener motivo de ir llamando de uno en uno
a los presos de Quito y, complicados en la causa y sacándoles hasta el últi-
mo medio real, dejarlos libres. Y el marido que se dejaba mandar de ella
tuvo el condigno castigo de haber dejado entrar a Montúfar en su capital
y habiendo mandado su coche para solemnizar la entrada, se leyó o dio a
leer en su palacio, paseándose en su sala, una carta que un fiel patriota es-

1 Nota del Autor: “Discurriendo cumpliría con la fidelidad que Goyeneche y demás en-
viados de la Junta de Sevilla”.

73
Fernando Hidalgo-Nistri

cribió a dicho Virrey, avisándole lo que era Dn. Carlos Montufar, como
emisario de Bonaparte y también de los Jacobinos, que por el Barón Hum-
bolt fue presentado en París al Emperador cuando se coronó y le dijo:
¿Conque de Quito se puede venir a París? y que siendo Jacobino era preci-
so viniera encargado de ellos. Que así no permitiera S. Exa. de ningun mo-
do seguir viaje para Quito, pues el fuego mal apagado de la rebelión se in-
flamaría de nuevo y consumiría el Reino entero. Hágase U. cargo de este
nuevo motivo de mi observación. También tuvo cartas el Virrey Amar y
órdenes para dejar obrar al Comisionado Regio y así no quiso que Dn.
Juan Sámano Coronel del auxiliar de Santa Fé, se opusiera como quiso con
la fuerza.
Se establece en Quito (27r) seguidamente una nueva Junta Suprema
y nombran para ella aquellos mismos insurgentes acérrimos y contuma-
ces. De plataforma eligen Presidente de ella al Conde Ruiz de Castilla y em-
pieza Montúfar a disponer a su antojo. Mandan salir las tropas de Lima,
Popayán, Pasto y de Panamá, obedecen inmediatamente sus comandantes
y últimamente las pocas de Santa Fé se dejan quitar las armas al salir de la
ciudad. Con éstas y las demás que quedaron en el cuartel, arman soldados
y caminan contra las tropas del Rey que se habían quedado en Guaranda,
engañan a éstas diciendo que vienen ocho mil hombres contra ellos, que
eran ochocientos; y el comandante Arredondo, manda retirarse precipita-
damente a Guayaquil dejando a los insurgentes desvanecidos y dueños de
un punto tan interesante que prontamente reforzaron con un fuerte y ca-
ñones para estorbar la subida del camino de Guayaquil. El comandante
Arredondo es llamado a Lima y estuvo en Consejo de Guerra, del cual sa-
lió bien y premiado con el gobierno de Guarochirí que aún obtiene.
Nombra la Regencia de España Presidente de Quito a D. Joaquín de
Molina; viene éste a Guayaquil (28v) y Cuenca, empieza a tomar disposi-
ciones, recluta gente, la disciplina y trata de atacar a Quito y sus provin-
cias. Temen los alzados y recurren a la intriga y a la maldicencia; lo infa-
man atribuyéndole vicios que no tiene de corio, ladrón y otros, poniendo
papeles en las esquinas de las calles. Escriben a Mejía y Puñonrostro y és-

74
Compendio de la Rebelión de la América

tos ofrecen sus cabezas, si el pueblo de Quito no se somete luego al punto


que nombren otro presidente; eligen a D. Toribio Montes efectivamente y
logran de un jefe acomodado a sus ideas. Acometen entre tanto los quite-
ños a Cuenca. Se apoderan del pueblo de Cañar y antes del sitio de Pare-
dones saquean hasta la iglesia y hacen adornos de montar los destinados al
culto, y cuando quieren vencer a Verde Lomas son dispersados por un pu-
ño de gente mandados por el coronel Valle, en la segunda tentativa que hi-
cieron animados con cincuenta mil pesos que Valdiviezo prestó solo para
dicha expedición.
Sale Aymerich, gobernador de Cuenca, nombrado comandante de
las tropas morlacas por el Virrey de Lima, únese en Riobamba con las tro-
pas de Montes, que ganando la batalla del pueblo de San Miguel se apode-
ra del fuerte de Guaranda que (28r) abandonan los insurgentes. Murió el
comandante irlandés que mandaba las tropas del Rey en esta expedición y
otros fieles soldados igualmente y D. Jn. Fromista teniente coronel herido
de una bala de cañón.
Pasto por el norte fue subyugado por la astucia y maniobra de cua-
tro o cinco de sus vecinos, entran los quiteños y saquearon los bienes de
los más realistas y se llevaron veinte y una arrobas de oro en barras que Ta-
cón dejó en aquella ciudad; entran en ella por el otro lado los caleños y po-
payanejos, les dejan cuatrocientos hombres de guarnición y una casuali-
dad les proporciona poder deshacerse de ella. Vienen cinco o seis quiteños
con ochenta mil pesos para traer de Cartagena de Indias algunos efectos de
comercio y también algunas armas y, al pasar por Patía, salen unos patia-
nos, dan muerte a los comerciantes y se apoderan de la plata, con ella jun-
tan gente, avisan a los pastuzos y se unen para sorprender la guarnición de
caleños; logran su intento y hacen prisioneros los cuatrocientos hombres
con su comandante Caicedo, sobrino del Obispo de Quito, que se nombra-
ba Presidente de Popayán. Lo sueltan al fin bajo palabra de honor y en el
camino se encuentra y se une con Macaulay anglo americano, (29v) que
venía mandando mil y cien hombres con fusiles todos y diestros en dispa-
rarlos y con algunos cañones. Llegan a las cercanías de la ciudad de San

75
Fernando Hidalgo-Nistri

Juan a Pasto, les intiman la rendición y de no hacerlo en dos horas, serían


pasados a cuchillo todos sus moradores, éstos menos en número que los
contrarios, con pocas armas y menos municiones, salen doscientos y les
toman la espalda al enemigo, el resto acontece por el frente, y en poco
tiempo los rinden a discreción, siendo las heroínas mujeres partícipes de
esta gloria militar. Asegúranlos en prisión y mueren muchos de una epide-
mia espantosa. En otra, amigo, mío continuaré. Dios guíe a U. muchos
años.

Carta 18

Amigo mío. Forman en Quito nuevo gobierno con nombre de Con-


greso Supremo Nacional y nombran de Presidente al Rdo. Obispo Dr. Dn.
José Cuero y Caicedo; de Vice Presidente a Dn. Juan Pío Montúfar Mar-
qués de Selva Alegre, a quien con la caída de su partido y la preponderan-
cia del de los Sánchez, entró a suceder Valdivieso.
La Regencia de los cinco en España aprueba la instalación de la Jun-
ta Suprema Gubernamental (29r) nativa de Quito. Conocen la debilidad
del gobierno español y lo insultan inmediatamente, declarando y jurando
la independencia de España, como ya lo había ejecutado Caracas, Cartage-
na, Santa Fé y todo el Reino. Excúsanse tres o cuatro vocales a firmar el ac-
ta de independencia, y el Cabildo Eclesiástico, compuesto de seis o siete, se
resiste abiertamente. Representa al Obispo el exceso de su diputado en el
Congreso el canónigo magistral Rodríguez de Soto, quien, no satisfecho
con firmar y asentir voluntariamente por su parte, compromete al Cabil-
do en semejante atentado.
Es desatendida por primera y segunda vez esta manifestación y que-
dan todos envueltos en el mismo plan general de la insurgencia.
Todo se desprecia y sólo tratan de buscar arbitrios de invadir y de
defensa. Quitan la vida inicuamente al Oidor Fuertes y a Vergara Adminis-
trador de correos, quienes refugiados en las montañas de Papallacta, sólo

76
Compendio de la Rebelión de la América

pensaban en libertar sus vidas internándose en Mainas. Tráenlos con en-


gaño a Quito y son al punto asesinados y arrastrados los cadáveres por las
calles con la mayor barbarie por la multitud que de antemano habían dis-
puesto para esto.
(29r) Asaltan otro día los facciosos el convento de la Recolección de
la Merced y los mismos frailes facilitan la entrega del Presidente Conde
Ruiz de Castilla quien recibió el pago merecido a su condescendencia, dán-
dole los rebeldes por las calles hasta la Plaza Mayor tantos palos y heridas
que falleció en el cuartel en un calabozo donde lo encerraron a los tres
días.
En el mismo tiempo sacan del convento de Santa Clara a Da. Tere-
sa Calisto y Borja, donde estaba presa y entregada por las mismas monjas
al populacho es arrastrada por las calles hasta la Plaza Mayor, donde inten-
tan hacerla menudos pedazos, pero al fin algunos menos inhumanos pu-
dieron libertarle la vida encerrándola en el calabozo del cuartel, donde su-
frió cinco meses todos cuantos males caben en la imaginación y hasta ser
espectadora del aparato que formaron los rebeldes para pasar por las ar-
mas en el patio de aquel edificio a su padre el Regidor Dn. Pedro Calisto y
Muñoz, a su hijo Dn. Nicolás Calisto y Borja y a Dn. Pedro Pérez Muñoz,
marido de dicha Da. Teresa. Verificose a las diez y cuarto de la noche 29 de
octubre de 1812. En los dos primeros, libertándose el tercero milagrosa-
mente. Pasándola provisionalmente presa al convento de la Concepción
para mandarla después a que muriera con su esposo en un castillo de Bo-
cachica de Cartagena de Indias.
(30r) Las tropas del Rey, venciendo y dispersando a la de los traido-
res en el pueblo de Mocha, avanzaron a Latacunga, donde permanecieron
tres meses en una total inacción, pretextando el jefe de ellas, Montes, que
no había bizcocho y que era preciso, lo trajeran de Guayaquil a causa del
recelo que tuvo de ser envenenado, porque en la hacienda de Sn. José en-
contraron comestibles y bebidas dispuestas con disimulo para que las tro-
pas del Rey tragaran el tóxico.

77
Fernando Hidalgo-Nistri

Lo cierto es que la detención de tres meses a solas dos jornadas de


Quito y en un país bien frío y destemplado, causó una deserción muy
grande en el ejército y sirvió para alentar los ánimos abatidos de los insur-
gentes, quienes no pensando más que en huir y esconderse, tuvieron tiem-
po de volver en sí, reanimando sus amortiguadas esperanzas y trataron de
hacer la más vigorosa y tenaz defensa, atribuyendo a debilidad y a miedo
la falta de haberlos acometido.
Echaron el resto de todo su poder. Juntaron como quince mil hom-
bres de todas clases y colores, hicieron zanjas y cortaduras muy profundas
en los caminos, formaron trincheras en las calles, agujeros en las casas pa-
ra disparar desde ellas, coronaron de cañones el cerro del Panecillo que
dorminaba la ciudad, que si lo hubieran sabido defender, era (31v) incon-
quistable. Fundieron cañones con las campanas de las iglesias, hicieron
pólvora y balas hasta con las pesas del reloj de la torre, que eran de plomo,
idearon y dispararon cohetes llenos de púas y alfileres envenenados y, en
fin, no perdonaron medios ni arbitrios para hacerse temibles y respetables.
A los Calistos pasan por las armas ocho días antes de entrar las tro-
pas del Rey y el día antes a un soldado Cadena, realista que desertó de los
insurgentes por no oponerse a las tropas de S.M. Y si tardan ocho días más
en verificar el ataque, iban a degollar ciento sesenta personas, entre hom-
bres y mujeres, reputados realistas, que estuvieron sus nombres apuntados
en una lista.
Pero esto no hubiera sido tanto como si la detención es algo más lar-
ga, como de nueve días, en el cual tiempo los dos partidos del indio Capa
Redonda y el del indio Tabango, este de oficio carnicero y aquél zapatero,
se hubieran convenido en cual de los dos había de ser Rey. Uno y otro in-
dio tenían decretado el total exterminio de todos los blancos. Acometen al
fin intrepidamente las tropas del Rey el cerro del Panecillo, huyen cobar-
demente los insurgentes, aunque no dejaron de hacer bastante fuego que
hicieron y mataron varios oficiales y soldados. Entran en Quito gloriosa-
mente y se encuentran la ciudad escueta y vacias las tiendas (31r) por ha-

78
Compendio de la Rebelión de la América

berse llevado la noche antes cuanto pudieron hasta las monjas de los dos
conventos de Carmelitas y de Santa Clara huyeron persuadidas por el
Obispo y sus Capellanes de que la tropa del Rey las ajaría y quitaría su vir-
ginidad. No se fueron las de la Concepción y de Santa Catalina, porque ha-
bía monjas realistas entre ellas.
Huyen a la villa de Ibarra los rebeldes y no se les persigue pronta-
mente. Vuélvense a juntar y fortificar, y cuando el Comandante Dn. Juan
Saamano va con trescientos ochenta hombres a perseguirlos los encuentra
dispuestos a resistir. Deja en Otavalo nueve enfermos y los matan a palos
despiadadamente. Llega al pueblo de San Antonio a esperar la rendición de
las armas que ofrecen hacer los insurgentes con los juramentos más solem-
nes, pero en vez de cumplir su palabra acometen repentinamente al dicho
Saamano reforzando con ciento ochenta hombres que mandó Montes de
Quito con mil soldados de caballería bien montados y mil fusileros dies-
tros al mismo tiempo que con doce cañones, rodeándolos por los dos cos-
tados y por detrás más de seis mil entre indios y mestizos, para si alguno
escapaba darle al punto la muerte, al mismo tiempo que aturdirlos con los
desaforados gritos que les daban.
Resueltos los insurgentes (32v) a vencer o morir, hicieron sus últi-
mos esfuerzos. La ventaja que les proporcionaba el sitio, las superiores ar-
mas que tenían y los refuerzos que continuamente les llegaban de la villa
de Ibarra, distante sólo media legua los tenía en tal disposición que alegre-
mente cantaban la victoria y para celebrar este triunfo tenían destinado a
Don Pedro Pérez Muñoz, a la sazón preso en aquella villa, para cortarle la
cabeza en la plaza.
Duró casi todo el día el combate, apuradas ya las municiones a las
tropas del Rey con muchos muertos y más número de heridos, se hallaban
en el último extremo. En este estado coge un soldado limeño un cajón de
pólvora a los enemigos y con la abundancia de balas que recogieron del
suelo en la plaza del pueblo de San Antonio, donde estaba Saamano con
los suyos, sin dar muestras de cobardía, hicieron bastantes cartuchos,

79
Fernando Hidalgo-Nistri

echando mano de un misal de la iglesia para papel de ellos. Deshechos en-


teramente los insurgentes dejaron en el campo con la noche más de dos-
cientos heridos y cien muertos, con los cañones y muchos fusiles. Desér-
tanse todos los oficiales insurgentes y aquella noche misma hace el coman-
dante de ellos, Calderón, una promoción de sargentos primeros a capita-
nes y así respectivamente. Lucieron éstos las charreteras un (32r) día y al
siguiente entró en dicha villa Dn. Juan Saamano con su tropa, que cogien-
do al comandante Calderón, lo pasaron por las armas, según ordenanza
militar por la espalda; y lo mismo con otro comandante, que también co-
gieron después, Aguilera; y por último el comandante de caballería, que
era un francés panadero de oficio en Guayaquil, fue ahorcado. Estos solos
castigos hubo, pues aunque ya en la capilla puestos algunos, llegaba el per-
dón del Presidente Montes de Quito por alguna cantidad de dinero que
daban. Dios guíe a U. muchos años.

Carta 19

Amigo mío. Antes de seguir la compendiosa narración de estas gue-


rras y estos encuentros me parece conveniente imponer AU. también con
el mismo método de las causas concomitantes que han ayudado mucho a
la rebelión.
Ya habló de las remotas y próximas de las generales y particulares de
las físicas, políticas y morales, ahora de las concomitantes.
Primero: los hijos sacrílegos, espúreos y naturales, son en tan gran
número, que si no es la tercera parte, no bajan de la cuarta de la (33v) po-
blación de las Américas. Estos habitantes deseosos de confundir la nota
que tienen de infamia, están siempre prontos a seguir cualesquiera gobier-
no donde no se les excluya de honores y empleos y se ha visto que han ob-
tenido capitanías y todos cargos entre los insurgentes, siendo también los
principales caudillos de la rebelión, hombres de la misma clase. Por ejem-
plo en Quito, el Marqués de Selva Alegre y su hermano D. Pedro Montú-

80
Compendio de la Rebelión de la América

far, hijos espúreos de un Presidente Montúfar que hubo casado en Arequi-


pa y viviendo aún aquella legítima mujer, tuvo en ilícito comercio estos
dos hijos en Quito en una señora Larrea. Se ventiló en contradictorio jui-
cio y la Real Audiencia lo declaró suficientemente probado. D. Carlos
Montúfar hijo de dicho Marqués, también es tenido por espúreo, pues es-
tando ausente en Lima el citado Selva Alegre, dio a luz su mujer a su regre-
so tardío al niño Carlos, asi llamado hasta el día en aquella ciudad y hubo
una grande desavenencia en el matrimonio. Es público y notorio que el pa-
dre del niño Carlos fue Carrasco, último Corregidor que hubo (33r) en
Quito, quien entregó cuatro mil pesos al Dr. Aguilar para que diera a este
niño luego que llegase a ser de edad suficiente, lo que cumplió dicho Agui-
lar cuando el Carlitos fue llevado a Europa por el Barón Humboldt.
Segunda haber puesto a mandar hombres ancianos que por su edad
ya no tenían aquella energía y aptitud física que era indispensable en tan
críticas circunstancias y especialmente buscados y puestos por el anterior
gobierno adictos a todo su sistema como por ejemplo el Conde de Ruiz de
Castilla que decía que mucho debía a Fernando Séptimo pero más a su pa-
dre. Aplique Vm. el caso.
Tercera: las mismas cortes nombradas extraordinarias, abrigaban en
su seno muchos insurgentes que, al paso que entorpecían las verdaderas
comunicaciones, negaban auxilios y todo género de socorro. Servían de
agentes de la misma insurrección. Cartas, anónimos impresos contra el
Rey y la nación española, eran los arbitrios que únicamente remitían con
abundancia y frecuencia.
Un Mejía, por ejemplo, (34v) hombre espúreo de nacimiento, qui-
teño engreído y soberbio por la mucha memoria que le prestó la naturale-
za, al mismo tiempo que desvanecía con sus sofismas y falsedades las cier-
tas noticias que iban de su país, procuraba que se mandase a gobernar co-
mo lo consiguió a quien dejase indemnes a los que él había alentado en la
traición con papeles y falsas noticias. Contribuyendo mucho a la igualdad
de los indios porque estaba casado con la india Manuela Espejo, hermana

81
Fernando Hidalgo-Nistri

de los dos Espejos tan insurgentes, el médico que murió y el clérigo que
aún vive.
Cuarta: hallarse empleados americanos que aunque parecen bue-
nos, cuando llega a tratarse de independencia dejan de serlo. V.gr. el Obis-
po de Panamá, el de Quito y Narváez teniente general en Cartagena de In-
dias y otros varios que han llenado su antojo y sus deseos.
Con estos motivos que han acompañado a la rebelión, no extrañará
a V.M se hiciera general en poco tiempo.
No hablaré a V.M del (34r) Reino de México, tan rico y floreciente
que era, donde reducido todo al saqueo, al incendio y devastación, no se
halla más que horror y confusión. Una infinidad de cabecillas, muchos de
ellos curas de los pueblos, como Morelos, Hidalgo, etc., se han disputado
la primacía en el mando y entre ellos mismos se han destruido, siguiendo
el plan único de su ambición. Los héroes Calleja, Venegas, Cruz, y otros
muchos patriotas han cumplido su deber con los realistas que les han
acompañado y servido. Ya se han visto obligados a no dar cuartel ni per-
donar la vida a sus enemigos que, reducidos a partidas de ladrones y ban-
didos, no se contentan con robar sino matar absolutamente a todos cuan-
tos cogen, haciéndoles experimentar los más crueles y dolorosos tormen-
tos, colgados de los pies, les van arrancando a pedazos todos sus miem-
bros. A unos entregan a las llamas, a otros dejan a las aves, completando su
inaudita barbarie con dar parte al Virrey de lo que han hecho.
(35v) Puede que llegando Venegas con las tropas que se anuncian de
la Península, ponga fin a tanto escándalo de la naturaleza.
En el Perú, La Paz, la ciudad de la Paz, se adelantó a Quito ocho días,
por equivocación en la ejecución del plan de rebelión en 1809. Manda el
Virrey de Lima Abascal tropas contra ella al comando de Goyeneche, aun-
que le resisten, entra triunfante. Hace algún castigo y créese ya apaciguado
el alzamiento. Despliega las banderas rebeldes Buenos Aires y suenan los

82
Compendio de la Rebelión de la América

ecos de la sedición hasta Lima y da un aliento muy poderoso a toda la


América en general.
Dobla Abascal sus cuidados y fatigas. Crea el regimiento de la Con-
cordia. Desaloja Goyeneche las huestes enemigas, las hace internar en sus
antiguos territorios y cuando parecía que la victoria decidía a favor de la
justicia, entrega Tristán, primo de Goyeneche, la vanguardia del ejército a
los insurgentes con una infame capitulación. (35r) Retrocede Goyeneche y
adelantándose las tropas enemigas, cuentan con apoderarse de Lima, fia-
dos, no tanto en sus fuerzas, como en los muchos partidarios que en todas
las poblaciones tienen. Abascal entrega el mando del ejército a Pezuela y
dale un corto socorro que pudo; triunfa gloriosamente de los contrarios;
ocupa el Alto Perú y trata de decidir la suerte de Buenos Aires.
Chile ardiendo en partidos vence el de los Carreras, pretenden sub-
yugar toda la provincia. Pónese en contrarevolución Valdivia y sigue esta a
Concepción. Triunfa Pareja de los de Santiago y falleciendo naturalmente,
toma el mando de las tropas Reales Sánchez; defiéndese valerosamente de
los traidores y los vence en distintas ocasiones. Pide socorros a Lima y el
Virrey manda a Gainza con algunas tropas y dinero. Este capitula afrento-
samente con los traidores que con este acaecimiento se ensoberbecen
(36v) y se hacen insufribles. Llega oportunamente el regimiento de Talave-
ra, de España a Lima. Dirige Abascal sus desvelos contra Chile; dispuso la
ida de Osorio con seiscientos soldados de Talavera. Llega, vence y destruye
en Rancagua al porfiado enemigo. Entra en Santiago, arregla las cosas, des-
tierra a islas de Juan Fernández a muchos caudillos, sosiega la provincia y
manda tropas en auxilio de Pezuela.
Descubre el Cuzco su veneno. El traidor Pomacagua se rebela, toma,
saquea y acaba con la ciudad de la Paz. Publica el bárbaro y cruel decreto
de quitar la vida a todo el que tenga la cara blanca; y pasa a la de Arequi-
pa llamado de varios de sus vecinos. Prende al intendente Moscoso. Picoa-
ga y a Valle y amenazan a Lima las bandadas de indios e insurgentes arma-
dos. Destaca Pezuela mil quinientos hombres de su ejército. Recorre con

83
Fernando Hidalgo-Nistri

ellos Ramírez la Paz, llega a Arequipa, manifiestan fidelidad sus morado-


res y proclaman a Fernando Séptimo recientemente repuesto en (36r) su
trono. Al mismo tiempo manda Abascal a González Teniente Coronel de
Talavera con doscientos hombres de este regimiento y algunos milicianos
y llega a Guamanga, destruye a los indios, marcha Ramírez al Cuzco. De-
rrota a Pomacagua, mándalo a ajusticiar en el mismo sitio donde había
ahorcado este rebelde al inmortal Picoaga y a Moscoso, librándose Valle
maravillosamente. Tranquilizado el Cuzco con la muerte de los cabecillas,
sigue Ramírez a unirse otra vez con Pezuela que acometido por los costa-
dos y por el frente, tuvo que retroceder y esperar esta reunión y las tropas
de Chile que le llegan para poder rechazar de nuevo a los de Buenos Aires.
Sigue González de Guamanga al Cuzco y el Virrey no descansa ni un mo-
mento.
Dios guíe a U. muchos años.

Carta 20

Amigo mío. Destrozados en el pueblo de San Antonio, junto a la vi-


lla de Ibarra, los quiteños por los soldados de Lima, Cuenca y (37v) Gua-
yaquil al mando de Dn. Juan Sámano, se dispersaron las reliquias de sus
tropas y fueron a inficionar las cuadrillas de negros de las minas de la cos-
ta de Esmeraldas talando y destrozando cuanto encontraron en el camino,
principalmente los bienes que eran de Realistas como v.gr., los míos pues
pasando por la hacienda de Cachiaco, montaña de Malbucho, me la que-
maron, abalean las vacas y dieron la libertad a los negros esclavos y lo mis-
mo verificaron en la mina de San Antonio de Cachaví, donde se hicieron
fuertes y se mantuvieron perjudicando toda aquella tierra, hasta que la tro-
pa de Panamá al mando de Fábrega, subió el Río Santiago y los venció en
el sitio llamado la Porquera, haciendo prisionero al caudillo Peña, quien
con su mujer la Canobas, tan insurgente como él, fueron pasados por las
armas en Tumaco. Varios fueron presos en la montaña y se hallaron otros
muertos de necesidad, entre ellos dos frailes.

84
Compendio de la Rebelión de la América

Determínase por el presidente (37r) Montes continuar la conquista


de Popayán. Marcha Saamano con sus tropas, llega a Pasto y aquellos fide-
lísimos habitantes se unen con ellas, pasan por las armas al Presidente Cai-
cedo insurgente y a Macaulay, Comandante de los rebeldes y a otros oficia-
les Caleños, siendo perdonados muchos más por empeño de la goberna-
dora mujer de Tacón, que por orden del Presidente Montes, fueron condu-
cidos a Quito y puestos en libertad, volvieron a sus tierras de Cali y Buga
y empezaron a reclamar gente de nuevo con el mayor acaloramiento con-
tra las armas del Rey. Continúa Saamano su marcha y rinde a Popayán, pa-
san sus tropas victoriosas a Cali y Buga y a todo el valle de Cauca, forma
emboscadas a los enemigos en las montañuelas que hay al tránsito para
Neiva y Santa Fé, tiene que retirarse Saamano, después de haberlos escar-
mentado. Mandan los Santafereños refuerzo contra Saamano y este pide
auxilio a Montes Presidente de Quito, no sólo envía y hay un choque en el
que muere Asín, (38v) segundo de Saamano. Tiene éste que retirarse pre-
cipitadamente a Pasto, asegurando varios puntos importantes como los de
Patía y Juanambú. Engruésanse los de Cali, Buga, Santa Fé con los de Po-
payán y toman los puntos que Saamano fortificó. Manda el Presidente
Montes retirar a Saamano y a su regreso le interceptan en la provincia de
los Pastos aquellos insurgentes que se volvieron a rebelar. Róbanle su equi-
paje y lo meten en un monte, puede escapar rodando a un río y llega a la
villa de Ibarra Aymerich, Gobernador de Cuenca, va a Pasto de orden de
Montes con las tropas de Cuenca. Llegan los Santafereños y demás aliados
a las inmediaciones de Pasto a las órdenes de Nariño, Presidente de Santa
Fé, retírase Aymerich con su gente, no contemplando ser capaz de defen-
derse en dicha ciudad. Van a entrar en ella los enemigos y ochenta solda-
dos que únicamente aparecieron al toque de la generala, alentados por Cu-
calón, empiezan a hacer fuego. Las mujeres gritan y animan a los hombres,
toman varoniles los fusiles, hacen fuego, invocan a (38r) María Santísima
de la Merced. La ponen en la plaza y héla aquí que el ejército de cuatro mil
hombres del general Nariño es derrotado completamente. Muchos fueron
los muertos, muchos más los heridos y quedó prisionero el mismo Nariño
con otros muchos oficiales y soldados. Fueron pasados algunos por las ar-

85
Fernando Hidalgo-Nistri

mas y los demás conducidos a Quito, donde los han destinado a varios pa-
rajes sin seguridad de los que se han ido y vuelto a sus tierras a renovar sus
anteriores diligencias.
Nariño permanece en Pasto y los pastusos no lo han querido entre-
gar al Presidente Montes, contestándole que lo ha de poner en libertad co-
mo ha hecho con todos los demás porque le han dado alguna plata y ha de
volver otra vez contra ellos, como la experiencia ha manifestado de los de-
más. Que han dado cuenta al Rey.
En este estado indispónese Montes con Aymerich, le manda retirar-
se a Cuenca su gobierno con orden de que no entre en Quito figurando
que habría novedad en el pueblo con su vista y por dar gusto a los alzados
hizo esto Montes y nombró en su lugar a Vidarrasaga para que vaya de go-
bernador a Popayán, solicitando este arbitrio por Mosquera Alcalde ordi-
nario de aquella ciudad, quien manifestando arrepentimiento de su insur-
gencia quiere dar prueba de fidelidad. Destierra Montes a varios rebeldes
de Quito, algún otro a Puerto Rico, a Chagre y dos a Manila; a otros más
los remite sin escolta a los pueblos contiguos al mismo Quito. No advier-
te que esto causa mayor mal, pues siendo estos mismos pueblos infestados
de los propios sentimientos de alzamientos, los han mirado en ellos como
héroes y caudillos de su libertad y son como misioneros de la rebelión e in-
surgencia. Remite a Carlos Montúfar a Guayaquil con buena recomenda-
ción y de allí es llevado a Panamá, de donde lo dejan ir y resulta nueva-
mente en el Reino de Santa Fé, haciendo gente contra Popayán y con sus
reglas de perfidia y arte seductor, mantiene los ánimos generalmente de to-
dos (39r) en el mismo modo de pensar que han manifestado y sostenido.
Toma el Presidente Montes el sistema de contemporizar con los rebeldes y
deja libres a los mayores delincuentes. Su temor y cobardía le hacen tratar-
los con las más grandes demostraciones de confianza y riéndose ellos de su
falsedad, sólo esperan, manifestándole la más extraña sumisión, el que se
les acerque algún socorro para degollarlo y quemarlo como a los pocos
realistas que han quedado en Quito y su provincia, bien notados por los

86
Compendio de la Rebelión de la América

insurgentes y despreciados abiertamente por el mismo Presidente Montes,


habiéndose ausentado los más, huyendo de la injusticia y abominación.
Llegan noticias de que manda el Rey tropas de España y que vienen
grandes expediciones a Veracruz, Montevideo y alguna parte a Lima. Sujé-
tase intermitentemente a este virreinato las Presidencias de Chile, Quito y
otras. Temen y tiemblan los alzados y los realistas se regocijan.
Se pasan cuatro (40v) meses sin volver a tener correo de la Penínsu-
la y tienen tiempo los rebeldes de maquinar y forjar noticias que favorecen
y alimentan sus ideas y figurándose a España envuelta de nuevo en una
guerra civil e incapaz de mandar tales expediciones. Redoblan sus diligen-
cias, imprimen gacetas en Jamaica que inquietan y perturban el sosiego ge-
neral y el reposo que los realistas comenzaban a disfrutar. En este estado
de cosas nos hallamos en el día amigo mío, esperando como el Santo ad-
venimiento un correo marítimo. Entretanto quedo rogando a Dios guarde
a Usted muchos años.

Carta 21

Amigo mío. Hablar a usted singularmente de los acaecimientos que


han sucedido en todas las ciudades y provincias sería asunto interminable
y un buen historiador se verá muy apurado para hacerla por la multitud
de ellos, lo complicado que han sido y casi a un mismo tiempo ejecutados.
Santa Fé de Bogotá,(40r) capital del Virreinato de Tierra Firme o
Nuevo Reino de Granada abrigaba hasta el día la Junta o Congreso del
Cundinamarca, recordando el tiempo de su gentilidad, los habitantes con
este nombre, como los de Cartagena de Indias con el de Calamari. Las in-
quietudes, intrigas, trastornos y crueldades son con poca diferencia las
mismas en especie. Desavenidos entre sí los pueblos, queriéndose dominar
unos a otros, que en cada uno de ellos se estableciera el centro de unidad
de gobierno según llaman.

87
Fernando Hidalgo-Nistri

Ha habido entre ellos disputas y encuentros sangrientos como las de


Nariño y Baraya y por último convenidos únicamente en ser independien-
tes de España y de la Iglesia, han figurado otro nuevo gobierno en la pro-
vincia de Socorro Tunja paraje de la reunión. Acuñando moneda en Santa
Fe, han puesto la figura de un indio a un lado y al otro una Granada, ma-
nifestando con ésto querer ser mas bien indios gentiles que españoles ca-
tólicos. Trataron de seducir al principio a los ignorantes con los pomposos
nombres de fidelidad al Rey, a la Patria y a la Religión de sus mayores. Con-
seguido su fin de mezclar a todos, comenzó la (41v) persecución a la reli-
gión, desalojando los templos, cercenando el culto y predicando abierta-
mente contra lo más sagrado, hasta contra la misma deidad. La tolerancia
reina y los ministros del Señor se han convertido en fieles satélites. Satanás
desterrando, persiguiendo y aún quitando la vida a los más piadosos y jus-
tos. Quito, Popayán, Santa Fé, Cartagena, Caracas, Buenos Aires, Chile y
casi todas ambas Américas son monumentos irrefragables de esta verdad
tan lastimosa. Los fieles europeos han sido destruidos, confiscados sus bie-
nes y muertos los que no han podido emigrar, y los pérfidos cobardes han
hecho causa común con los malvados asegurando precariamente su exis-
tencia.
No han perdonado al fiel patriota y al criollo ilustrado, pues vícti-
mas del furor de sus paisanos, han perecido igualmente en los cadalsos y
en las hogueras. En todas partes se han visto los mayores horrores, pero en
Caracas ¡ah! Señor: Caracas, la provincia de Venezuela, ha sido cubierta de
luto enteramente, sin perdonar al laborioso isleño, a los padres europeos
(41r) y hasta los moribundos enfermos fueron amarrados con sogas con-
tra unas tablas y arrojados furiosamente a las violentas llamas. !Oh huma-
nidad tan celebrada y tan ponderada de estos novatones e impíos!
Reconquistada Caracas dos veces por Monteverde y Bobes, desapa-
recieron los Mirandas y Bolívares y otros tan crueles como los tigres del
centro de Africa.

88
Compendio de la Rebelión de la América

La falta de socorro de la Península no ha dado lugar a tener ya suje-


to todo el Reino y la falsa piedad y la confianza española mantienen aún lo
conquistado pendiente del todo al aire de una mínima ocasión. Ya estuvo
Quito dispuesto al acercarse Nariño a Pasto para levantarse de nuevo, ase-
sinar la guarnición, a los fieles realistas y al mismo Presidente Montes que
los protege. Tenían armas ocultas y las tienen, pólvora y balas. Varios pue-
blos de su distrito se empezaron a conmover y en Ambato hasta hicieron
fuego a un piquete de tropas del Rey, que allí se mantiene.
Buenos Aires (42v) resuelta parecer según sus proclamas, ha alar-
mado enteramente todo su distrito, renovando sus órdenes sanguinarias
contra cualesquiera que no tome las armas de quince hasta cincuenta años.
Montevideo, defendido tan vigorosamente por Bigodet, fue al fin
presa del porfiado Porteño y ahora conquista de Artigas que, disidiendo de
sus máximas, se les ha opuesto para vengar el agravio de haberlo senten-
ciado a muerte sus partidarios de Buenos Aires, en premio de los muchos
servicios que les hizo.
Cartagena bloqueada por Bolívar está experimentando el agradeci-
miento de aquel insurgente que halló auxilio, cuando derrotado por Bo-
bes, entró en aquella plaza.
La llegada de las expediciones que se han anunciado de España, ter-
minarán esta tan espantosa contienda y si no voy a manifestar a V.M el jui-
cio que he formado acerca de su éxito y terminación.
Dios guarde a usted muchos años. (42r)

Carta 22

Amigo mío. Ya he manifestado a usted en una anterior, las castas de


gentes que pueblan este Nuevo Mundo, sus inclinaciones, sus fisonomías,
sus colores y últimamente la aversión y odio que está como radicalmente
cimentado entre ellas.

89
Fernando Hidalgo-Nistri

El negro, enemigo del blanco, el indio del negro y del blanco y las
demás clases de mulatos, zambos, mestizos, etc. guardan regla de propor-
ción del partido que les acomoda a sus inclinaciones y a sus deseos. El
blanco criollo exterminaría de una vez a sus padres europeos, valiéndose
de las castas para esto como hemos visto. Quedando sólo el criollo, sería
exterminado por los indios y mestizos en países internos y fríos. Téngase
presente lo de Quito y el decreto de Pomacagua de quitar la vida a todo el
de cara blanca, sin distinción de clase y sexo y en los calientes y costas, por
los negros y mulatos que son los que abundan. Verificado esto los indios
consumirían a los mestizos y los negros a los zambos y mulatos como es-
tá experimentándose en la isla de Santo Domingo, pasando después estas
tierras a ser colonias extranjeras.
Paréceme muy al caso recordar a U. aquella ley de los Romanos que
mandaba a castigar al parricida, metiéndolo en una cuba, vivo con un pe-
rro, un gato, un mono, un gallo y una culebra y que arrojándola al Tiber,
fuese despedazado por aquellos tan diferentes, inmundos y contrarios ani-
males. En España, hasta en nuestros días se hace la ceremonia de echar en
una cuba al parricida después de muerto y pintando en ella los anteriores
referidos animales.
Dios guarde a Usted muchos años.

Carta 23

Amigo mío. He referido a usted en las cartas anteriores, las causas


próximas y remotas, físicas, políticas y morales que han concurrido par-
cialmente a la sublevación de las Américas. He (43r) hablado también de
las causas concomitantes que se han encontrado al comenzar los alaboro-
tos y han servido a soplar el fuego de la rebelión. También he significado
los agentes externos e internos que han activado y causado el desorden.
Réstame el hablar de los ingleses, que llevados de su ambición e insaciable
codicia, han animado, han mantenido y alimentado a los rebeldes ven-

90
Compendio de la Rebelión de la América

diéndoles armas y municiones y mostrándoles un semblante de protecto-


res para el caso de no poder conseguir cabalmente sus ideas. Se han lleva-
do cuantos intereses hubo en ambas Américas y han arrastrado cuantas
riquezas de plata y oro se habían podido reservar y guardar en mucho
tiempo.
En las octavas que pongo a continuación de esta carta discernirá us-
ted dos géneros de agentes y a veces uno mismo con dos comisiones como
v. gr. Montúfar por una parte enviado regio con comisión de Bonaparte
por un lado y por el otro de los Jacobinos quienes han logrado crezca en
Quito y en el Reino el número de sus secuaces y de ver establecida la bella
unión en el mismo Quito a poco (44v) de instalar dicho Carlos Montúfar
su gobierno. También servirán dichos versos para que tenga usted una re-
copilación algo particular de lo acaecido en este Reino de Tierra Firme que
con más prontitud y en un golpe de vista saber los principales acaecimien-
tos que son los que más he palpado y por tanto refiere con más indivudua-
lidad y también por haber emanado de ellos la rebelión general de las
Américas.
1ª Sale la aurora, anuncio feliz
de que el mundo tiene cómo subsistir;
es noticia cierta, el mortal dichoso
de que el criador, quiere tu reposo;
por tanto preven dignas albanzas,
para con amor puedas publicarlas;
las negras tinieblas, ya se disiparon
y en sus calabozos, las han encerrado.
2ª Ya Fernando vino a España su Reino!
donde se encontró; que caos, que infierno!
las aves nocturnas fueron trabajando
los planes malignos para destronarlo;
pero todo ha sido un trabajo vano,
como le acontece a el escarabajo, (44r)

91
Fernando Hidalgo-Nistri

o al ratón goloso que incauto se mete,


royendo los dulces, con amargo muere;
3ª Un sistema oculto, a todos preparan
para que en saliendo nos diera en cara,
también el cuerpo. Potencias del alma
porque contra todo, flechas se disparan:
este club secreto, agentes mandaba
para sostener con arte y maña
los impíos dogmas que quieren meter
y que todos se formen de su parecer.
4ª Esto es más antiguo; la Francia enseñó
cuando a su Rey Luis, lo guillotinó,
entonces formaron su constitución,
que en España ha dado, segunda lección:
mas como en ella no han sino teorías
es preciso tratarla como las manías
de unos locos que quieren todo reformar
destrozándolo todo, menos el hablar.
5ª Hechos los Licurgos, quieren reformar
tratos, culto, comercio y modo de andar;
pero todo ha sido mucho trastear
proyectos al aire, todo vanidad:
lucir sus talentos es el fuerte de ellos,
(45v) y han logrado al fin lo que los cangrejos,
porque todos han visto son imitados
los discursos leídos o recitados.
6ª Hacen su partido de gente ignorante
de inculta, malvada y de tunante
estos los celebran, gritan al instante
que viva, que viva mi Representante:

92
Compendio de la Rebelión de la América

con estos alientos vanos presumían


que la España toda pronta prestaría
su ascenso corriente al sistema tal
que si se establece a Dios Majestad.
7ª La divina y humana quieren desterrar
con pretexto que el hombre goce libertad
este nombre pomposo (...)
con el otro alagüeña de la igualdad;
los indios lampiños, luego al punto son
caballeros ilustres, pero sin honor,
porque éste se adquiere, también se hereda.
8ª Con estas prerrogativas, bultos aumentando
el partido y sus fuerzas va gruesando
al parecer lograrían industriosos
oponer baterías diversas con embozos
(45r) al Rey, al Estado, Religión Santa,
pero a esta, el abismo no le espanta:
pues Jesu-Cristo divino y generoso,
le ofreció, el sacarla con reposo.
9ª Al tirano común, casi de la Europa
le parece que es, parte muy corta,
para saciar su ambición desmesurada,
a la América extiende una mirada;
el le ofrece su amparo y su patrocinio,
a fin de preparla bien a su designio;
por segundas manos da a los comisarios,
instrucciones muy propias para lograrlo.
10ª Vinieron muchos de éstos, embozados
con pretexto de ser regios enviados;
una cosa, que sonaba comisión

93
Fernando Hidalgo-Nistri

les puso en las manos, la ocasión,


de ejercitar su arte de intrigantes
de traidores, impíos y farsantes
a este Reino, por desgracia, Oh le mandaron
a Montúfar; Villavicencio, primo hermano.
11ª En Cádiz se embarcaron con presteza,
a Caracas arriban con ligereza,
tratan con Madariaga Canónigo Chileno,
(46v) y le manifiestan todo su veneno;
dáles onzas de oro, de gratificación,
y queda observando, sólo la ocasión
para dar el golpe que lograron
día Jueves Santo, que esperaron.
12ª Siguen pues los dos por mar a Cartagena
dónde se representó igual escena
el anciano Narváez aturdido,
puso un buen papel, llamando hijos
a los del Reino de Santa Fé,
porque a los dos creyó de buena o mala fé
diciendo, no solo la España está abatida,
sino que afirmaba estar perdida.
13ª Siguen los Primos a la capital,
donde los recibe, el Virrey Amar,
mandóles el coche, para que entraran
y gran comitiva, toda de gala:
leyó los papeles y pronto impuesto,
dejólos obrar, a todo su contento:
a Montúfar dio para que leyera
un aviso secreto que contra él era.

94
Compendio de la Rebelión de la América

14ª Dn. Carlos Montúfar siguió a Popayán,


en donde instaló la Junta Central;
pasa luego a Quito, su Patria querida,
donde completó su misión divina,
(46r) así la llamaron aquellos impíos
para verse ahora con catarro y fríos;
aquí ya explanó todo su sistema;
porque en el camino todo fue emblema.
15ª El Presidente Castilla luego al punto,
le entregó su poder y cual difunto,
se quedó esperando en su maldad
lo que sucedió al sordo Amar,
tan traidor el uno como el otro,
sin honor, ni conciencia y bien pronto
perdieron de una vez, todo este Reino,
y el Virrey su descanso, el otro el Cuero.
16ª Hablar de Quito nunca acabaría,
pues en ella existe la grande Compañía
de Francmasones, que creó el Barón Umbol
que fue el enviado para esta misión,
de tanto tiempo, tan anticipada,
y de tantos años, también maquinada
por los jacobinos, seductores generales,
que han logrado en esta buenos oficiales.
17ª La ciudad de Pasto, fiel deveras
siempre se opuso, cual barrera,
a los iniquos y viles procederes, (47v)
contrarrestando sola todos los poderes
de Santa Fé, Cali, Popayán y Quito,
sin dársele de ellas, sólo un pito;
valiente, los derrota veces diversas,
con sólo su valor y sus proezas.

95
Fernando Hidalgo-Nistri

18ª Guayaquil y Cuenca han sostenido


e impedido que logren su designio
los insurgentes quiteños presuntuosos
ladrones de la paz y del reposo;
sus miras dirigían a la gran Lima,
más el Virrey Abascal, les cayó encima,
gracias a éste Virrey, Gobernador sin igual,
Aymerich, Cucalón, Vasco y Pascual.
19ª El referir las cosas memorables,
y también los lances particulares,
sería no acabar en mucho tiempo,
e imposible decir con orden ésto;
pues como todo ha sido confusión,
no es factible contarlos con distinción;
por tanto, te refiero dislocados
los sucesos notables, que han pasado.
20ª En otra ocasión, amigo, escribiré
lo que resultó con tanto revolver; (47r)
no quedó cosa con cosa que no fuera
tratada con desprecio y con sordera,
costumbres, tratos, religión y sociedad,
todo se deshizo, con gran facilidad;
mal restablecido el orden, por Montes Presidente
el político edificio, en el aire está pendiente.
Aunque no pretendo parecer, ni soy poeta, he puesto a usted estos
versos para que con alguna variedad forme el concepto debido de los agen-
tes de la revolución. Después en otra carta daré a usted noticia de los acto-
res y empleados en la ciudad de Quito de donde se diseminó la discordia
y rebelión: entre tanto voy a manifestar a usted el concepto que tengo for-
mado del paradero de las Américas.
Dios guarde a usted muchos años.

96
Compendio de la Rebelión de la América

Carta 24

Amigo mío. De poeta, médico y loco, todos tenemos un poco, dice


un refrán castellano. No se si será locura mía la ocurrencia que he tenido
en calcular el término y fin en que han de parar las Américas. En la fábula
que sigue lo verá usted bien simbolizado, advirtiéndole que la Hisperia es
la (48v) España y las dos telas que se mencionan son la ignorancia y la gen-
tilidad: lo demás es referir lo que ha acontecido durante la revolución de
España y el pago que le han dado las Américas.

FABULA
CRIA CUERVOS Y TE SACARAN LOS OJOS

ESPAÑA Y LAS AMERICAS

1ª Hallóse Hisperia dos cachoros


en una selva inculta sin abrir los ojos,
envueltos en la tela secundina
que naturaleza les dió, con otra encima:
toma empeño en criarlos como a sus hijos,
logro al fin verlos robustecidos:
su leche y sangre prodigando
admiróles lúcidos, ¡Oh que engaño!

2ª Luego que de la infancia los sacó


mostraron los cachorros, su inclinación
tigres crueles los dos hijos fueron,
que pagaron a Hisperia su amor y esmero;
a ésta estando enferma y condolencias, (48r)
los cachorros negaron la obediencia,
el pan y alimento necesario,
quitándole al punto, con mezquina mano.

97
Fernando Hidalgo-Nistri

3ª Vuelve en sí la Hisperia de sus accidentes,


los dichos cachorros le muestran los dientes,
ella los alaga fina y amorosa,
más ellos ingratos dicen: ¡que flaqueza!
con todo queridos volved a juntaros
en mi seno puro, no tengais cuidado:
nada consiguió la madre indulgente
sólo que los dos le muerdan valientes.
Dios quiera amigo mío que esta mordedura no sea tal que la Espa-
ña quede imposibilitada de poder sacarlos de por fuerza de las selvas y
montes a que su inclinación los conduce, pues estando en su centro robus-
tos y bastante instruidos por la misma Hisperia, no es ya tan fácil el que los
vuelva ésta a reducir a su antigua obediencia, si no toma las mayores pre-
cauciones.
Dios guíe a usted muchos años.

Carta 25

Amigo mío. Las enfermedades de todo (49v) cuerpo, unas son agu-
das y otras son crónicas, según dicen los médicos: las primeras se curan con
remedios fuertes y violentos y las segundas con otros más suaves y lentos.
Bajo este concepto voy a proponer a usted los medicamentos físicos, políti-
cos y morales respectivos a las dolencias del Estado en esta parte de la Mo-
narquía Española, para con ellos poder remediar y reparar los gravísimos
daños que se están experimentando y poder precaver el total exterminio y
la absoluta separación que le tengo anunciada del cuerpo de la Nación.
En esta carta sólo hablaré a usted de lo físico y ejecutivo dejando pa-
ra después el tratar de los demás remedios.
Primeramente es indispensable una fuerza armada muy poderosa
que sujetando imperiosamente los exaltados humores de la rebelión pue-

98
Compendio de la Rebelión de la América

dan separarse los miembros acancerados que inficionan el cuerpo en ge-


neral. En una palabra, debe cumplirse la Ley que manda desterrar, no só-
lo a los rebeldes y traidores sino a sus hijos y familias, todas como que pro-
bablemente deben estar imbuidas en el mismo modo de pensar que los
que hacen cabeza en ellas. Demasiadas islas hay (49r) desiertas en las Amé-
ricas mismas, donde podían poblar y cultivar los destinados a ellas. Así co-
mo hay islas de Fuego, de Ladrones, etc, que haya otras de Insurgentes, de
Traidores, etc. O si no, hay Californias y otra inmesidad de terrenos que
poder beneficiar.
No debe absolutamente dejarse uno de cuantos insurgentes han he-
cho algún uso en la rebelión, sea con cargo militar o político, o bien haya
sido de los tribunos alborotadores del pueblo.
Es indispensable que los sujetos destinados a estas comisiones sean
muy rectos y no sean de aquellos que la piedad falsa los arrastra.
Con los bienes de estos mismos insurgentes, hay sobradamente pa-
ra reponer a los fieles vasallos, los que han perdido y al mismo tiempo cos-
tearles el viaje y darles algunos utensillos en sus destinos.
Deberán premiarse con toda prontitud los méritos de los que han
padecido por la justa causa y los de los que han muerto por ella en sus hi-
jos o descendientes que no sean (50v) culpados. Es tanto más ejecutiva es-
ta disposición, cuanto porque no se ha tomado con tiempo muchos en las
segundas y terceras rebeliones, se han hecho a este partido por no perecer
de una vez o porque los rebeldes perdonados han salido mucho mejor que
los leales y fieles vasallos del Rey. Como v.gr. en Quito, el conde Ruiz de
Castilla no hizo caso de los Realistas, que cuando se repuso en su legítimo
gobierno y antes bien los despreció; y al segundo levantamiento ya no hu-
bo la mitad de los Realistas; y ahora que entró a gobernar el Presidente
Montes, que ha aburrido a los pocos que quedaron, ya no asomará ni ha-
blará. Uno siquiera, porque el hombre así como siente el castigo, se esfuer-
za y cumple por el premio.
Dios guarde a Usted muchos años.

99
Fernando Hidalgo-Nistri

Carta 26

Amigo mío. Voy a tratar a Vuestra Merced en esta de los remedios


morales que me parecen necesarios no sólo para precaver levantamientos
(50r) sino para mantener en quietud y subordinación esta parte de los do-
minios del Rey. Pero antes quiero recopilar los arbitrios y medios que han
empleado en la rebelión, para que por ellos conozca VM. si los remedios
son proporcionados a desbaratar y desvanecer sus tenaces ideas y precon-
cepciones.
En primer lugar han abusado del púlpito y confesionario, predican-
do en aquél y seduciendo en éste a los infinitos ignorantes atrayéndolos a
su partido; al principio con pretextos de defender estas tierras del poder de
Bonaparte y mantenerlas en obediencia al del Rey Fernando Séptimo: in-
dagando en el confesionario cuáles eran los verdaderos realistas y los acu-
saban los mismos confesores. La inclinación de varios obispos Americanos
a su partido y la debilidad de otros que no contrarrestaron con la energía
que debieron a los principios. La multitud de curas, frailes y clérigos de
mala y relajada vida, a quienes halagaron con ofrecerles libertad (51v) de
conciencia con los papeles impresos en el Norte América, en Jamaica y en
España mismo. De estos eclesiásticos llegaron muchos a predicar el mate-
rialismo hasta en los púlpitos.
Papeles sediciosos de todas clases contra el Rey, familia Real y con-
tra todos cuantos han tenido el mando. Al Virrey de Lima, Abascal, hasta
le fingieron que se había coronado emperador por Bonaparte en el mismo
Lima; y en Quito grabaron unas monedas de plata alusivas y representati-
vas de este suceso, que procuraron esparcir en el público, como en otro
tiempo los herejes hicieron contra los Jesuitas. Forzaron las gentes a tomar
las armas, a unos con engaños, a otros por estímulos y a otros con palos y
azotes. Fundieron cañones, hasta con las campanas de las iglesias, han acu-
ñado moneda, fabricado lanzas, cuchillos y aún escopetas. Usaron e inven-
taron cohetes envenenados. Se han valido de todo género de impostura,
calumnia y mentira y de cuantos artificios maquiabélicos les sugerían

100
Compendio de la Rebelión de la América

(51r) los emisarios de Buonaparte y de los Jacobinos, al mismo tiempo que


los que les suministraba su infatigable y dañada intención, sin olvidar
cuanto los herejes discurrieron para el logro de sus pretensiones.
El primer remedio que en la parte moral me ocurre es la división de
los obispados que, siendo tan dilatados y extensos, no pueden ser atendi-
dos por los Reverendos Obispos. V.gr: cercenando a Popayán desde el río
de Patía por el norte y a Quito desde el río de Mira por el Sur, quedando
un Obispado para la ciudad de Pasto, que está en el centro de estos dos ríos
y por el oeste tiene a Barbacoas y por el oriente las misiones del Putuma-
yo, que habitualmente están abandonadas, como lo demás del terreno di-
cho y contenido, porque no se visita nunca. Serviría al mismo tiempo de
premiar a la fidelísima ciudad de San Juan de Pasto poniéndole intenden-
te que gobierne su distrito.
En segundo lugar los (52v) Obispos deben ser hombres no sólo ins-
truidos y virtuosos sino también de edad proporcionada para que puedan
trabajar y de ningún modo criollos, pues acostumbrados desde niños a ver
viciados a los eclesiásticos, no les causa después novedad ni eco alguno sus
delitos. Fuera de que por alzamientos, ya sólo se acuerdan que son del mis-
mo país. Y así los que haya beneméritos para obtener mitras, hay muchas
en España a que poderlos destinar. Cada tres años deberán dar cuenta de
la visita, sin excusa alguna. Remitiendo copia de los padrones exactos de su
feligresía, etc, etc. Igualmente como está mandado, noticia de la conducta
de sus cleros en singular.
Debe tener una imprenta donde se impriman no sólo las cartillas
del rezo o añalejos, sino también cartas pastorales y se reimpriman algu-
nos libros y papeles devotos, curiosos e instructivos, siendo los mismos
Obispos los revisores además (52r) de la Inquisición.
Deberán poner un archivero general perpetuo para que cuide y se
conserve siempre el archivo intacto y completo y no lo que sucede ahora
en muchos obispados, que en una sede vacante sacan cuantos papeles

101
Fernando Hidalgo-Nistri

quieren y así no se encuentra despues Cédula Real alguna, ni fundaciones


de capellanías, de obras pías y demás que deben conservarse en aquella ofi-
cina, como el libro maestro o becerro de las capellanías que es donde cons-
ta la subsistencia del clero. Debe practicarse en cuanto a este archivo todo
lo que se hace en la Península en semejantes establecimientos.
Deben igualmente crearse los colegios seminarios según la inten-
ción del Concilio de Trento y ponerlos al cuidado de los Jesuitas (ya que
está repuesta esta religión). No tendrán entonces los Reverendos Obispos
excusa para ordenar (53v) hombres ignorantes e ineptos, dispensándoles
intersticios, ejercicios y aún las proclamas: porque entonces habrá sujetos
instruidos que poder ordenar.
Debe obligarse a los Obispos a que tengan Provisor confirmando su
nombramiento por el consejo como está prevenido para evitar en las sedes
vacantes alborotos, simonías y todo género de desorden.
Cada diez o doce años debe haber sínodo diocesano y tratar en él
sólo de los medios de arreglar las costumbres e instruir al pueblo y del
arreglo del arancel de derechos parroquiales. Esto es caso que no se seña-
lara a cada cura renta fija de los diezmos divididos estos entre Obispos, Ca-
nónigos y curas, podría con ésto dotarse decentemente a los párrocos y
quitarles la ocasión de tratar y contratar con cosas espirituales y los pue-
blos quedarían más expeditos para contribuir al Estado. Los curas deben
hacer respectivamente los (53r) padrones del cumplimiento de iglesia: de-
ben predicar y enseñar la doctrina cristiana en lengua castellana y visitar la
escuela donde se enseña a leer y escribir respondiendo a este cargo en la vi-
sita del obispo, quien especificará en su informe general anualmente al Rey
la conducta de cada Cura.
No debe haber más fiestas de iglesia que las mandadas por el gobier-
no del Corpus Cristi, Purísima Concepción de María, del patrono de cada
pueblo y la de difuntos, procurando quitar y desterrar toda superstición.
Fuera de estas funciones podrá haber alguna otra rara de verdadera devo-
ción o de verdadera necesidad en invocar algun protector para el Altísimo.

102
Compendio de la Rebelión de la América

Las órdenes religiosas deben ser nuevamente establecidas y ordena-


das. Se les debe obligar a mantener vida común (54v) y todo el instituto de
sus respectivas reglas, tanto a los frailes como a las monjas. Si los reforma-
dores no pueden conseguirlo, es indispensable buscar arbitrio para suje-
tarlos al ordinario. Las monjas pueden servir de educandas del sexo feme-
nino.
Dios guarde a Usted muchos años.

Carta 27

Amigo mío. Ya que he propuesto los remedios físicos y morales que


me han parecido para sanar el cuerpo político de la América, es convenien-
te expresar a Usted lo que juzgo conveniente para curarla radicalmente y
precaver los síntomas funestos de las recaídas.
En primer lugar el código indiano debe purificarse de aquellas leyes
que por falta de uso no sirven más que de abultar el tomo y volumen de
ellas, sustituyendo en su lugar las pragmáticas y Reales Cédulas, (54r) las
modernas y algunas otras que completen en un cuerpo la legislación de es-
tos países, uniformándolos del modo posible en un todo.
Verificado esto, se deben elegir magistrados que las hagan cumplir y
observar pues de lo contrario se cansan vanamente en mandar lo que no
se ha de verificar y el edificio político se va minando y corroyendo hasta
que se viene a tierra como hemos visto con tanto dolor y sentimiento.
Todo género de empleados debe buscarse de entre aquellos hombres
moderados que huyen de pretensiones y de cargos y no les falta aptitud e
inteligencia para desempeñarlos. En atención a la miseria del hombre es
indispensable buscar arbitrios para contener a los que mandan y precaver
los efectos de la soberbia y de la codicia de muchos, pues abusando de la
distancia del trono, desprecian hasta las órdenes de la Majestad misma y
sólo tratan de enriquecerse oprimiendo (55v) a los vasallos del Rey. Debe

103
Fernando Hidalgo-Nistri

exigirse indispensablemente el cumplimiento de todas las ordenes y cédu-


las al tiempo y término perentorio que corresponda a las distancias. Y se-
ría muy conveniente mandar disfrazados de comerciantes varios sujetos
hábiles y de conducta que fueran recorriendo todas las provincias con el
mayor disimulo y anotando la vida de todos los empleados en un libro se-
creto, tanto la pública como privada, sin excluir de ésta pesquisa a los ecle-
siásticos. Con este arbitrio tendría el Rey una noticia exacta de todos los
funcionarios públicos y sabría una junta de tres o cuatro que nombrara a
los que debía quitar, premiar, ascender, etc., que podrían ser de los mismos
camaristas de honor y religión que S.M. mantiene. Quienes podrían pedir
ésta, aquella diligencia o las causas seguidas y demás que les pareciera, que
había éstos empleados secretos, aunque ignorando los que sean serviría
(55r) de contención a muchos y procurarían cumplir con sus obligaciones
antes de verse en un gran trabajo. Esto no debe impedir las públicas resi-
dencias y se debería agregar la de los oidores de las Audiencias. No deben
ser ancianos los presidentes y gobernadores sino jóvenes expeditos y ági-
les.
Debe hablarse sólo el idioma castellano y ningún otro, poniendo las
escuelas en todas partes como está mandado. Los indios deben irse con-
fundiendo poco a poco y a que dejen el traje, ya sus usos anticuados, ya ca-
sándolos con mestizas, etc., debiendo agregar al catecismo de doctrina una
corta instrucción política.
Deben recogerse todas las armas blancas y de fuego dejando sola-
mente en los puntos bien guarnecidos las convenientes para usar de ellas
cuando se necesite, y no permitir que usen los naturales algunas, sólo por
privilegio particular, los que en esta rebelión las han usado en (56v) defen-
sa de la legítima causa y no se han mezclado después en la injusta
Deben ponerse las contribuciones en un pié que dejen a la Real Co-
rona bastante sobrante para tener repuestos y con él atender a la defensa y
seguridad interior y exterior de todas las provincias. Cada una de ellas de-
be contribuir con todos sus respectivos gastos, aunque sea la más pobre,

104
Compendio de la Rebelión de la América

que esto servirá al mismo tiempo de alentar su industria sacándolos de la


ociosidad e inacción en que están.
Pacificado todo no debe haber muchas tropas, sino en los puestos
precisos y éstas todas servidas de españoles europeos, a lo menos oficiali-
dad, cabos y sargentos remudándolos a lo menos cada tres años.
El europeo que se case o tenga hijos debe contribuir al Estado y a fa-
vor de España para su recompensa de la falta de población y del enemigo
que le engendra, veinticinco pesos. Dieciséis pesos por cada hijo legítimo
y veinticinco por el natural e ilegítimo.
Debía obligarse a los europeos (56r) a mandar algún hijo a España
a educarse desde la infancia.
No es posible tolerar algún extranjero, sea de la clase ni condición
que se fuere, no con motivo alguno. Los empleos de gobierno y mandos
han de ser a Europeos y si los criollos son algunos beneméritos, sean em-
pleados en la península o a lo menos en México los del Perú y los de Mé-
xico en las Filipinas y demás respectivamente.
Los correos deben igualmente servirse por europeos.
Debe obligarse a todos los pueblos que tengan Gaceta de Gobierno
de España, suscribiéndose a ella y que se lea precisamente por el maestro
de escuela en público.
Los intendentes y gobernadores deben visitar sus distritos y mandar
cada tres años la visita como los Obispos, pero no deben ir juntos. Deben
cuidar de las poblaciones que no sean de más de dos mil vecinos y con los
sobrantes que vayan encontrando, formarán pueblos pero no con iglesia y
casa del cura, cubiertas de paja (57v) porque así no duran, ni permanecen
las poblaciones, aunque pretexten que la paja dura muchos años en las cu-
biertas, han de ser de teja precisamente. Finalmente debe tirarse a confun-
dir los términos de gachupín, criollo, chapetón y cualesquiera otro que in-

105
Fernando Hidalgo-Nistri

dique distinción odiosa de europeos y americanos. No hablaré del arreglo


de tribunales, porque esto no necesita de otra cosa que hacer cumplir exac-
tamente lo ya dispuesto, ni del número de abogados, que debe ser muy li-
mitado, pero hombres de nacimiento claro, de buenas moralidades y apti-
tud correspondiente y no como ha sido y son los más hombres indecentes
que dañan la sociedad y el Estado con su modo y corrompidas doctrinas.
Según a proporción también hacen los procuradores, escribanos y algunos
médicos, que son de la escoria del pueblo, por cuyo abuso y facilidad de
meter a esta clase de hombres en semejantes profesiones, lo físico, político
y moral se halla en el mayor abandono resultando una facilidad en mentir
y trastornar (57r) las más sabias disposiciones, fingiendo con frecuencia
noticias, documentos que perturban y dañan toda la parte política de la
Monarquía.
Dios guarde a Usted muchos años.

Carta 28

Amigo mío. Apunté a usted en una de mis anteriores cartas una ins-
trucción política muy breve y corta que debía agregarse al catecismo de
doctrina cristiana a fin de que los habitantes de las Américas sepan algo y
formen juicio de lo que es Rey, Patria y España, cuya ignorancia ha contri-
buido en gran manera a generalizar la rebelión y los males que se han se-
guido. Voy a hacerlo con preguntas y respuestas para facilitar hasta en los
párvulos la retención en la memoria.
P. ¿Quién es el Rey? R. Rey es un hombre privilegiado por la natura-
leza y por Dios, puesto por éste para mandar y gobernar su Reino. P. ¿Qué
respeto se debe al Rey? R. El mismo y más a nuestros padres, porque es pa-
dre general (58v) de sus vasallos. P. ¿Y el que no obedece y ama al Rey qué
pecado comete? R. pecado mortal contra el cuarto mandamiento de la Ley
de Dios. P. ¿Qué tratamiento se da al Rey? R. El de Católica Real Majestad.
P. ¿Y a la Reina qué tratamiento se le da? R. El mismo que a su marido aun-

106
Compendio de la Rebelión de la América

que éste haya muerto. P. ¿Los hermanos y tíos del Rey que tratamiento tie-
nen? R. El de alteza, como también los hijos, aunque el mayor se distingue
con el título de Príncipe de Asturias, los demás son nombrados infantes de
España, como sus mismos tíos. P. ¿Qué cosa es la Patria? R. Es el Reino y
los Estados juntos que están bajo el dominio del Rey. P. ¿Y la tierra donde
uno nace se llama Patria? R. Sí, también se nombra así para denotar el lu-
gar de nuestro nacimiento. P. ¿Qué cosa es España? R. Es una porción de
tierra grande rodeada por tres partes del mar y por esto se llama Penínsu-
la. P. ¿Y nuestro Rey dónde vive? R. En la dicha península que está pobla-
da de muchas provincias, en ellas muy grandes ciudades, otras muchas
más pequeñas (58r) y una multitud e infinidad de villas y lugares peque-
ños, que juntan entre todos muchos millones de hombres valientes. P. Y
qué frutos hay en las provincias y tierras de España? R. Hay de todo cuan-
to se puede imaginar para el alimento y regalo de aquellos hombres. Hay
montes, hay ríos, maderas de todas clases y minas muy ricas de todo géne-
ro de metales, pero las de oro y de plata, no se trabajan ahora porque esto
se hace en las Américas. P. ¿Qué cosa son las Américas? R. Son una inifini-
dad de tierras unidas al gobierno del Reino de España que los Reyes Cató-
licos Dn. Fernando y Da. Isabel hicieron descubrir por medio de Cristobal
Colón y desde entonces se han poblado con Españoles que han ido vivien-
do y son descendientes de aquellos todos los de color blanco que ahora se
encuentran en estas provincias. P. ¿Antes de esto qué era lo que había en
estas tierras? R. No había más que indios gentiles que no tenían noticia de
las ciencias. P. ¿Qué utilidades se han seguido a estos (59v) infelices indios?
R. La primera y principal hacerlos cristianos convirtiéndolos a la Fé los
misioneros que los Reyes de España han mandado y el que cuida hasta
ahora de que tengan curas que los doctrinen. P. ¿Qué otras ventajas se han
seguido a los indios con haberse incorporado a la Corona de España? R.
Haberse civilizado, tener ya noticia de las ciencias e instrumentos para las
artes, aún de aquellas que ellos no ignoraban. P. ¿Qué otras utilidades se
han seguido a estas tierras y a los indios? Haberse extendido el comercio y
saber ya de agricultura, con que se ha dado un valor incalculable a estas
tierras, produciéndose ya en estos países los mismos frutos que en España

107
Fernando Hidalgo-Nistri

de donde han venido las semillas de casi todo lo que ahora hay y se come
hasta de lo que se bebe de vinos y licores exquisitos, pues antes no cono-
cían los indios más que la chicha y pulque. P. ¿Qué más han logrado los in-
dios? R. Tener unas leyes sabias y piadosas que los gobiernan en lugar que
en tiempos de su gentilidad no sabían más que obedecer a sus emperado-
res, quienes a su antojo los (59r) mandaban y no les permitían propiedad
alguna de sustancia ni entidad; y ahora tienen y pueden tener cada uno
cuanto adquiriere con su industria y trabajo. P. ¿Cómo deben tratarse los
que nacen en España y en las Américas? R. Como hermanos, pues además
de la Religión Cristiana Católica que los une, son todos Vasallos del mis-
mo Rey y componen en todos una misma Sociedad que se llama patria.
Dios guarde a Usted muchos años.

Carta 29

Amigo mío. Voy a poner en lista los nombres de los empleados prin-
cipales en las distintas épocas y revoluciones de Quito para que vea usted,
segun le ofrecí, los actores más recomendables que han causado tanto es-
cándalo, tanto ruido y lo peor, tantos males casi irremediables en toda la
América. Los he conocido y tratado a todos singularmente y podía dar A.U
una noticia muy cabal de sus nacimientos, vida y costumbres, mas con-
templo (60v) que para el fin que usted quiere la noticia, no hay necesidad
de tanto, porque no pretende casar a ninguna de sus hijas con alguno de
esos hombres. Con todo es conveniente advertir a usted que hay entre ellos
muchos naturales, espúreos y sacrílegos. Casi todos son o han sido aman-
cebados públicamente. Otros casados clandestinamente, jugadores los
más, bebedores muchos de ellos, tramposos muchísimos, de poca o ningu-
na religión, maestros y traidores todos juntos al Rey y hasta con ellos mis-
mos. Se exceptúan algunos tres o cuatro, que notados de sectarios de Mi-
guel de Molinos, aparentan una virtud hipócrita.

108
Compendio de la Rebelión de la América

Lista de los empleados principales en el día diez de agosto de 1809


en que se levantó la ciudad de Quito.
Primeramente el Marqués de Selva Alegre Dn. Juan Pío Montúfar,
Presidente con tratamiento de Alteza Serenísima, puesto en su trono reci-
bió las arengas de los cuerpos y comunidades.
Exmo Sr. Dr. Dn. Juan de Dios Morales, Secretario y Ministro de Es-
tado.
Exmo Sr. Dr. Dn. Manuel Quiroga, Secretario y (60r) Ministro de
Gracia y Justicia.
Exmo Sr. Dr. Dn. Juan Salinas, nieto de Diego de Salinas que entre-
gó a los ingleses la plaza de Gibraltar, comandante general de las armas del
Reino del Quitu.
Exmo Sr. Dn. Xavier Ascázubi, General de la expedición del Norte
con una infinidad de oficiales y soldados que fueron contra la ciudad de
San Juan de Pasto.
El Sr. Dn. Joaquín Sánchez de Orellana, Coronel comandante.
El Sr. Marqués de Solanda, Coronel de Caballería.
Senado compuesto de Legislativo y Ejecutivo, divididos en dos salas,
los individuos siguientes.
El Ilmo. Sr. Dr. Dn. José Ascázubi, Presidente y Regente. El Sr. Dr.
Dn. Francisco Xavier Salazar. El Sr. Dr. Dn José Salvador. El Sr. Dr. Dn. Sal-
vador Murgueitio. El Sr. Dr. Dn. Pedro Quiñones. El Sr. Dr. Dn. Pedro Es-
cobar. El Sr. Dr. Dn. Bernardo León. El Sr. Dr. Dn. Luis Quijano. El Sr. Dr.
Dn. Antonio Ante. El Sr. Dr. Dn. Antonio Tejada. El Sr. Dn. Jacinto Sán-
chez, Marqués de Villa Orellana. El Sr. Dr. Dn. José del Corral Fiscal. El Sr.
Dr. Dn. Vicente (61v) Lucio Cabal, Fiscal. El Sr. Dr. Dn. Tomás Arechaga,
Agente General y Protector de Indios.
Todos los mencionados hasta aquí son abogados.

109
Fernando Hidalgo-Nistri

Lista de los individuos que compusieron la Junta Suprema Guber-


nativa establecida en Quito por Dn. Carlos Montúfar en septiembre de
1810.
Primeramente el Conde Ruiz de Castilla, Presidente. Marqués de
Selva Alegre, Dn. Juan Pío Montúfar, Vicepresidente. Dn. Carlos Montúfar,
Comisionado Regio. Dn. Guillermo Valdiviezo. Dn. Jacinto Sánchez, Mar-
qués de Villa Orellana. Dn. Domingo Gangotena. Dn. Francisco Rodríguez
Soto, Canónigo Magistral. Dn. Manuel Mateu. Dn. Juan de Larrea. Dn.
Manuel Zambrano Regidor. Dn. Manuel de Larrea. Dn. Manuel José Cai-
cedo, Provisor y cura de la parroquia del Sagrario. Dn. Prudencio Vásco-
nez, Capellán del Convento de Carmelitas de la nueva fundación. Dn. Jo-
sé Ascázubi. Dn. Juan Donoso, Alférez Real. Dn. Mariano Merizalde, Fis-
cal. Dn. Salvador Murgueitio. Dn. Luis Quijano, Secretario Vocal.
Lista de los que compusieron (61r) el Congreso Supremo Nacional
de Quito en el año de 1811 y se declaró independiente de España con ju-
ramento público y solemne y se pusieron las vandas tricolores que en la
premera ocasión estableció Selva Alegre. Primeramente el Sr. Obispo Dio-
cesano Dn. José Cuero y Caicedo, Presidente con tratamiento de Exelencia.
Dn. Juan Pío Montúfar, Marqués de Selva Alegre, Vice Presidente. Dn. Car-
los Montúfar, su hijo, Comisionado Regio. Dn. Manuel Guisado, Canóni-
go Penitenciario. Dn. Francisco Rodríguez Soto, Canónigo Magistral. Dn.
Prudencio Váscones, Capellán del Convento de la antigua fundación de
Carmelitas. Dn. Calixto Miranda, Canónigo tesorero, legislador. Dn. Mi-
guel Rodríguez, Capellán de las Carmelitas de la nueva fundación y legis-
lador. Dn. Manuel Quiñonez, fraile sucularizado. Dn. Joaquín Veloz, cléri-
go y cura. Dn. Jacinto Sánchez, Marqués de Villa Orellana. Dn. Guillermo
Valdiviezo. Dn. Manuel Arias, clérigo y cura. Dn. José Flores, clérigo rector
del Colegio de Sn. Luis. Melchor Benavides, (62v) Regidor. Dn. Vicente Al-
varez. Dn. Manuel Mateu, hijo de la Marquésa viuda de Maenza. Dn. Joa-
quín Zaldumbide, Capitán de Caballería por el Rey. Dn. Antonio Ante. Dn.
José María Pontón. Dn. Manuel de Larrea. Dn. Francisco de Aguilar, Clé-
rigo y cura de Yaruquí. Dn. Juan Donoso, Alférez Real y Regidor. Dn. Ma-

110
Compendio de la Rebelión de la América

riano Merizalde, Fiscal del Congreso con voto. Dn. Salvador Murgueitio,
Secretario y Vocal del Congreso. Dn. Luis Quijano, Secretario y Vocal del
mismo.
Lista de los que compusieron el Consejo de Vigilancia puesto por el
Congreso Nacional.
Primeramente, D. Manuel José Caicedo Presidente Previsor. Dn.
Manuel Güisado, Canónigo. Dn. Nicolás de la Peña. Dn. Pedro Escobar.
Dn. Baltasar Pontón. José Corral. Dn. Vicente Lucio Cabal, Fiscal. Dn. Ig-
nacio Rendón, suplente. Dn. Maximiliano Coronel, Canónigo Arcediano.
Dn. Nicolás (62r) Ximénez, Secretario.
Nota. Casi todos los empleados ya mencionados en las listas ante-
riores son abogados y graduados de Doctores, licenciados o bachilleres,
pero todos se nombran de doctores, habiendo llegado el abandono en la
Universidad de Quito hasta dar grados de doctor por poderes. En Guaya-
quil aún vive el protomédico Hurtado que tomó así su grado de doctor en
medicina y salió por las calles de Guayaquil con música, adornado con su
museta amarilla, luego que recibió el título que le mandó de Quito Dn. Pe-
dro Arteta, su apoderado.
Lista de los comandantes de las tropas insurgentes de Quito en la se-
gunda rebelión del año de 1810. Primeramente Dn. Carlos Montúfar Co-
mandante General. Dn. Francisco Calderón, oficial Real de Cuenca, Co-
mandante del Ejército del Sur, que iba contra Cuenca y Lima. Dn Pedro
Montúfar, Comerciante, hermano de Selva Alegre y Comandante del Ejér-
cito del Norte contra Pasto. Dn. Joaquín Sánchez de (63v) Orellana, id. Dn.
Jacinto Sánchez, su hermano Marqués de Villa Orellana, Comandante. Dn.
José Sánchez su hijo, id. Dn. Joaquín Mancheno, id. Dn. Feliciano Checa,
id. Dn. Ramón Chiriboga, id. Dn. Vicente Lucio Cabal, Comandante de los
indios, y Dn. Manuel José Caicedo, id. Dn. Miguel Ponce, comerciante y
hacendado director de la fábrica de fundición de cañones, id. José Pérez,
cura de Chillogallo, id. Dn. Tadeo Romo, cura de Machache, id. Fr. Fran-

111
Fernando Hidalgo-Nistri

cisco Hurtado, franciscano, id. Fr. Francisco Saa de la Merced, id. Dn. Pe-
dro González Verdugo, cura de Mulaló, id. Manuel Aguilar, Tnte. Capitán
de las Compañías del Rey en Quito cuando la Revolución, id. El indio za-
patero Capa-redonda, id. Dn. F. Polit, id. Dn. Francisco Bosano, de la Or-
den de Sn. Francisco. El francés panadero que era en Guayaquil y vino a
Quito, id. Fr. F. Bonilla de Sn. Francisco, id. Fr. Francisco Sáenz Viteri, de
Sn. Francisco, en la costa y en las minas con los negros, id.
Todos los dichos Comandantes, (63r) mandaban lo que se les anto-
jaba en dondequiera que estaban y principalmente en el cuartel; donde
también daba sus órdenes la Antuca Salinas, mestiza, hija de Salinas en una
india; en términos que el que más gritaba, maldecía y botaba era el obede-
cido.
Lista de los que se dedicaron más particularmente a seducir al pue-
blo.
Dn. José Correa, Cura de San Roque. El Provisor Caicedo, predica-
dor público contra el Rey y la familia Real en la Plaza de la Villa de Ibarra
muchas veces y en otras partes. Dn. Próspero Vásconez, cura de Guanujo
constructor de cañones. Fr. Mariano Murgeitio. Fr. Manuel Valencia. Fr.
José Calderón. y Fr. Mariano Alarcón de la Orden de San Francisco, con
otros muchos más. Fr. Alejandro Rodríguez de San Agustín. Dn. Mariano
Enríquez. Dn. Mariano Castillo. Dn José Bosmediano y su hermano Dn
Antonio Pineda. Dn. Juan Ante, llamado el Puca. El Pepillo. Dn. José Jeréz,
que trajo de (64v) España Montúfar. Dn. Juan Cosio. Dn. Nicolás Vélez.
Dn. Ramón Egas. Dn. Carlos Larrea. Dn. Miguel Iturralde. Dn. Manuel Be-
nítez y su hijo. José Vallejo. Dn. Mauricio Quiñones. Mancheno y su hijo
el cadete. Todos estos han sido oficiales, ayudantes, seductores y sostene-
dores de la insurgencia. Los hijos de Fabara Italiano. El sargento viejo Moi-
sén francés. Aycardo, Italiano, cocinero que fue del Barón de Carondelet,
como Fabara de otro Presidente. El Anglo Americano Mayordomo del
Hospicio. Dn. Juan Manuel Rodríguez y su hijo, del pueblo de Tabacundo
y el Cura del mismo pueblo el sordo Jijón como el Cipo Antonio Busta-

112
Compendio de la Rebelión de la América

mante. Dn. Carlos Araujo y el inglés Dn. Benito Benet que trajo de criado
el Conde Ruiz de Castilla; y estos tres últimos han sido Gobernadores su-
cesivamente de la provincia de Esmeraldas, puestos por los insurgentes
con orden de sublevar las cuadrillas de negros de aquellas minas como lo
hicieron.
Lista de los Corregidores que (64r) pusieron los alzados. Primera-
mente en Guaranda ad. Vicente Aguirre. En Ambato ad. Juan de Larrea. En
Alausí a Dn. Feliciano Checa. En Ambato después de Larrea a Manuel Vás-
conez. En la Tacunga a Dn. Miguel Bello y después a Dn. José Barba. En
Ibarra a Dn. Domingo Gangotena y después a su yerno Gómez de la To-
rre. Y cuando crearon ciudad a la villa de Ibarra, pusieron como goberna-
dor a Dn. Joaquín Zaldumbide y después a Dn. Antonio Lanchazo. En
Otavalo Corregidor Dn. Manuel Zambrano y en Riobamba cuando fue
creada ciudad pusieron de gobernador a Dn. Bernardo León.
Nota. La creación de estas dos ciudades de Riobamba e Ibarra fue
con el fin de poner dos obispados y colocar en el de Riobamba al P. Fr. Al-
varo Guerrero, Provincial de la Merced, natural de aquella villa y cuñado
de Pedro Montúfar y en la de Ibarra colocar al Canónigo Dn. Calixto Mi-
randa, legislador natural de la misma y al Obispo de Quito, Cuero y Cai-
cedo, hacerlo (65v) Gran Patriarca de las Indias, y estaba ya dispuesto a
consagrarlos.
Lista de tribunos y otros alborotadores del Pueblo.
Primeramente Dn. Vicente Peñaherrera, Administrador de Correos,
que, siendo contador en tiempo del Rey, vendió la confianza pública a los
alzados. Su hijo el Dr. Abogado. sus primos Peñaherrera, cura de Cotaca-
che. Dn. Manuel. Dn. José, Cura de Píllaro. Dn. Luis, Clérigo. Los clérigos
y curas Alzamoras. Sus sobrinos y toda esta larga familia. Xavier Gutiérrez,
Relator del senado, conocido por mariquita. Dn. Juan Mena, tribuno. Li-
zardo Soasnavas, escribano de hipotecas, id. Dn. Joaquín Paredes, id. Dn.
José Correa, Cura de San Roque, id. Los padres Correa y Zeballos de San

113
Fernando Hidalgo-Nistri

Francisco, id. José Pinto, id. Dn. José Larrea, teniente coronel, seductor y
toda la familia de Larreas a excepción del viejo Dn. Pedro Lucas. Nota, so-
bre esta familia recayó una Real Cédula para que ninguno de ella pudiera
obtener oficio, ni beneficio (65r), ni empleo alguno en la República y se ha
confundido quitándola de enmedio y substrayéndola. Como en Cali hubo
otra igual contra la familia de los Caicedos, que tampoco ya aparece y en
realidad de verdad que estas dos familias han sido y son las que han cau-
sado la general revolución, como antes causaron particulares alzamientos.
El Marqués de Selva Alegre, su hermano, sus hijos Larreas que están en las
listas, confirman esta verdad. Como el Obispo Cuero y Caicedo y sus so-
brinos demuestran la otra.
Antonio Ribadeneira. El Felipechín tribuno. Justo Ribadeneira, id.
José Ribadeneria, id. Nota. También esta familia de Ribadeneiras, en Qui-
to y Otavalo, han sido buenos traidores. Fr. Calvache, tribuno. El médico
Luna, seductor. Dn. José Miguel Batancur, Factor de Tabacos en la costa de
Esmeraldas, seductor y perseguidor de los Realistas. Xavier Pinto, seductor
en Otavalo. (66v) Almeida, id. Dn. Pedro Tobar, id. Cayetano Coloma en
Guaranda, id. Fr. Próspero Jurado, id. Dr. Dn. José Zambrano cura, id. Dn.
Manuel Cruz secretario de Guerra, id. Dn. José Chiriboga, id. Dn. Ignacio
Miranda, hermano del legislador, id. Juan Pablo Berrasueta, tribuno y se-
ductor. El Mercader Paredes, id. Dn. Ramón Donoso, id.
Lista de algunas mujeres tribunos y seductoras. Primeramente la
marica Larraín, pública concubina del comandante Mancheno. La Antuca
Salinas. Da. Nicolasa Guerrero, mujer del Comandante Dn. Pedro Montú-
far. La Costalona. La Terrona. La Marquesa viuda de Maenza, Da. Josefa
Herrera, quién además rezaba en público en la iglesia de monjas de Santa
Catalina casi todos los días un Padre Nuestro y Avemaría, por el alma de
Fernandito para confirmar al pueblo en que el Rey era ya difunto. La Cá-
novas, mujer de Peña, id. Da. Josefa (66r) Lozano mujer del Dr. Salazar.
Da. Rosa Montúfar, hija del Marqués de Selva Alegre y otras varias, pero
éstas son las más entusiasmadas.

114
Compendio de la Rebelión de la América

Siguen otros seductores y empleados. Dn. José Vallejo, Comisario.


Dn. Mauricio Echanique, comisario, id. Dn. Pantaleón Zeballos, seductor.
Dn. Joaquín Tinajero id. y Comisario. Fr. F. Cruz, id. Fr. Mariano Alarcón
de San Francisco, id. Fr. F. Ortiz de Santo Domingo. El Canónigo Anda, id.
y representante suplente, Dn. Ignacio Cárdenas, id. Dn. Miguel Mora, id.
Dr. Dn. Antonio Vizcaíno, clérigo, id. El Pe. Torresano de la Merced, id. Dr.
Dn. Florencio Espinosa, Cura de Puembo, id. El cura de Sigchos, id. y re-
clutador de gente. Dr. Dn. Mariano Tinajero, cura, id. El Prior de San
Agustín de Riobamba Fr. Manuel Solano. Dn. Fernando Terán, Cura, id.
Dn. Juan de Chiriboga fue Corregidor de Otavalo dos días y donador de
los primeros cañones que se fundieron en su hacienda de la Concepción a
su costa. Dn. Antonio Román, cura de Santa Prisca, id. Dn. Carlos Ponce,
cura de San Marcos, id. Vicente Morán, espia, (67v) interceptador de car-
tas y satélite de Peña. Dn. José Alvarez, seductor. Dn. Francisco Jijón, se-
ductor, reclutador de gentes y recogedor de derramas. Dn. Mariano Bus-
tos, seductor. Dn. José Landaburo, Tribuno. José Zambrano, tribuno. Dn.
Antonio Saá, cura de Cotocollao, seductor. Dn Juan Ponce, id. Fr. José Ba-
raona, cura, id. Miguel Munibe id. y compañero de Peña en los saqueos.
Luis Vargas seductor. Dr. Dn. Vicente Mosquera, cura, id. Dn. Juan Pablo
Espejo, cura id. Dn. Juan Antonio Angulo, su hermano, id. El Peñaherrera
del convento de Santo Domingo, id. Dn. Luis Espinosa reclutador de gen-
tes. Dn Francisco Carcelén, hermano del Marqués de Solanda, id. Dn. To-
más León, su primo, id. Dn. Nicolás Barba, id. Dn. Juan Guerra del pueblo
de Perucho, id. y seductor. Da. Micaela Alvarez, id. El Pe. Mora de la Mer-
ced, id. El Médico Arévalo, id. Fr. Antonio Bahamonde, id. Dn. Manuel Be-
nítez, oficial y seductor. Francisco Villaque [Falta un texto en el original]
(67r) hubieran ejecutado? El canónigo Miranda, Legislador de la Nueva
Nación Quiteña. El Canónigo Anda, notado de tan insurgente. Dn. Tomás
Velasco, Regidor y vocal del Congreso y otros Como asimismo los dos su-
plentes para las cortes, el Dr. Dn. Gabriel Alvarez; y el Dr. Arrieta, cura, vo-
cales ambos del Congreso Nacional. ¿Quién no conocerá el término y las
ideas de éstos hombres y del que los favorece y contribuye al logro de sus
operaciones? Tiene S.R.M. muchos y buenos conductos por donde saber la

115
Fernando Hidalgo-Nistri

verdad, la ama tiernamente y desea abrazarsse con ella para que lo guíe al
término acertado de sus benéficas ideas, justas y equitativas para sus leales
hijos y vasallos.
El Virrey del Perú Marqués de la Concordia, Abascal y Souza. Este
héroe, criado por Dios para sostener en Lima el peso de los infortunios de
todo este hemisferio ha sabido diestramente manejar las riendas de su go-
bierno, con tal arte y modo que ha merecido con justicia el nombre de
maestro de políticos y militares. No dejará la Providencia Santa de man-
darle los socorros que espera de la Península, para acabar de [Falta un tro-
zo de texto) (68v) y Benítez de la misma Villa, id. El Médico de la tropa Ló-
pez, el panameño tribuno y seductor. Cayetano Guerra, Antonio Guerra y
Mariano Guerra, del asiento de Otavalo, seductores y tribunos. Vicente Vi-
llasís del pueblo de Cayambe, id. Dn. Ignacio Román, capitán regidor de
Quito, id. Dn. José Andrade de Cotacachi, sus hijos y toda la familia de los
Andrades y la de los Albujares, seductores. Dn. Domingo Quintana oficial
Real, id. El teniente del pueblo del Puntal, y su hijo, tribunos y seductores.
Ramón Maya, escribano de Quito y el Procurador Escudero, id. El Dr.
Abogado Dn. Ignacio Ochóa y su hermano, alborotadores de los pueblos
de la provincia de los Pastos. Dn. José Sáenz, Director de rentas en Quito,
id.
Concluyo esta numeración con el Dr. Dn. Mariano Jácome de Estra-
da y el Montanero, cura del pueblo de Saquisilí, a quien en premio de ha-
ber dado mucha plata para la guerra, exhortado y predicado a sus feligre-
ses, lo hizo el Congreso Nacional de Quito vocal nato y le regaló la Banda
tricolor que ellos usaban.
Dios guarde a Usted muchos años.

Carta 30

Amigo mío. En la (68r) larga numeración que he puesto a Um. en


mi anterior, sólo están los más principales agentes o a lo menos aquellos

116
Compendio de la Rebelión de la América

que se han manifestado más. Ha otros muchos que omito por no contem-
plar más necesario para que forme U. el concepto debido sobre la materia
presente. Allí encontrará de toda clase de gentes: blancos, negros, mulatos,
mestizos, indios, pobres, ricos, mercaderes, doctores, curas, escribanos, ca-
nónigos, hacendados, pulperos, carniceros, frailes, abogados, zapateros,
sastres y de cuantos oficios y ejercicios se usan en la sociedad sin excep-
tuarse las mujeres prostitutas y escandalosas; y el ladrón, borracho y el ase-
sino.
Llaman en Quito, Juanesca a un plato que comen y les gusta mucho
en que entra el garbanzo, el frijol, la lenteja, la haba, el chogllo, o maíz tier-
no, y otros granos; y la misma Juanesca o ensalada han armado para su go-
bierno republicano; al principio Real, y últimamente imaginario.
Ya que he comunicado a UM. la (69v) noticia de los más principa-
les agentes y motores, me parece debido no omitirle la de los fieles vasallos
del Rey que más han sufrido por defender los derechos de la Majestad y el
Trono, y también por haber predicado la doctrina Evangélica que se opo-
ne a la de los novatores e impíos que en estos tiempos han agitado tanto la
navecilla de Sn. Pedro.
Primeramente el venerable Pe. Fr. Vicente Lugo, natural de Guaya-
quil, del convento de San Diego de Quito, fue desterrado por los insurgen-
tes a Pomasqui; después a Popayán, y últimamente no se sabe su paradero.
El Pe. González, Comendador de la Recoleta de la Merced de Quito, natu-
ral de Guayaquil, fue desterrado a Cali. El Pe. Querejazu y otros dos o tres
frailes de San Francisco, por ser europeos, fueron también desterrados. Dl
Dr. Dn. Mariano Batallas, Racionero de la Catedral de Quito: el Sacristán
mayor Dr. Dn. Tiburcio Peñafiel. El Dr. Dr. Andrés Villamagán, Vicerrec-
tor del Colegio de San Luis de Quito. El Dr. Dn. Joaquín Araujo, Presbíte-
ro; y el Pe. Fr. José Losada, de la Recolección de la Merced, fueron (69r)
desterrados y sacados una noche a las once del cuartel donde estaban pre-
sos y con lo que tenían en su cuerpo unicamente, los montaron en unas
cabalgaduras con avíos despreciables y los condujeron hacia el desierto y

117
Fernando Hidalgo-Nistri

montañas de canelos. Estos cinco eclesiáticos son buenos y ejemplares en


ciencia y virtud. Fue desterrado también Dn. José Galarraga, Contador de
Aduana, al fuerte de Guaranda que los insurgentes fabricaron. Otros mu-
chos buenos y leales vasallos se ausentaron voluntariamente en los montes
y lugares excusados, huyendo de la persecución como en la primitiva igle-
sia acontecía a los fieles.
También contemplo indispensable hacer presente a U. la conducta
que ha observado D. Toribio Montes, Presidente que entró en Quito con
las armas victoriosas del Rey el día siete de noviembre de 1812. Llamó, ala-
gó y consoló a los Realistas prófugos y desterrados y comenzó a manifes-
tar algún rigor contra (70v) los rebeldes, mas luego que estos conocieron
sus flaquezas, lo asaltaron con las baterías de Venus y vindicaron muy
pronto la plaza de la justicia, sobornando los sirvientes y allegados de S.E.,
facilitaron modas y horas proporcionadas para que oyera las encantadoras
lágrimas de las sirenas que untándole las manos y el corazón con el bálsa-
mo mejicano lo derritieron y pusieron tal que se trasmutó en el ente más
indolente. Hizo se jurara la Constitución a que los fieles se oponían y sa-
lieron electos para mandar los caudillos de la rebelión reciente que hasta
ahora gobiernan a su antojo bajo el auspicio del canónigo Soto, director en
jefe de los negocios públicos y aún privados del Presidente. Han variado,
han quitado y desfigurado enteramente las actas capitulares y cuantos do-
cumentos demostraban su infidelidad y han sustituido otros que manifies-
tan su inocencia y amor al Rey, descargando solamente contra el pueblo la
maledicencia de sus intrigas y fanatismo. Los fieles realistas, despreciados
de nuebo, perseguidos, ajados y maltratados últimamente (70r) con el cu-
chillo asesino, han tomado el partido de retirarse de aquella miserable ciu-
dad y buscar un asilo menos incómodo y expuesto. Han conseguido nue-
vo triunfo los rebeldes y riéndose descaradamente cantan la victoria. El an-
ciano y débil Montes piensa alucinar al Supremo Gobierno con decir que
siendo todos los de Quito y sus provincias insurgentes, es indispensable
usar de toda condescendencia, pero este engaño y falsedad no será creída
de los hombres de talento, ni de los ojos linces del Rey. ¿No será una prue-

118
Compendio de la Rebelión de la América

ba irrefragable, ver de alcaldes ordinarios de Quito, de Regidores y emplea-


dos más principales, a los mismos que fueron vocales del Congreso Nacio-
nal y a los mismos que solemnemente juraron la independencia? Dn. Ma-
nuel Mateu, Dn. Manuel de Larrea, Alcaldes actuales, Dn. Domingo Quin-
tana, Oficial Rl. Dn. Mauricio Echanique contador mayor, Dn. José Sáenz,
Director de Rentas y casi los principales traidores que depuestos al princi-
pio, prófugos y escondidos cuando entraron las tropas del Rey, se ven a po-
co gozar de la más entera y descarada licencia y libertad. El Obispo Dioce-
sano (71v) Dn. Jose Cuero y Caicedo, después de abandonar su iglesia y de
haberle tocado la sede vacante tan debidamente, no fue llamado por el
mismo Presidente Montes, quien lo colocó de nuevo en su silla episcopal
y lo dejó hacer órdenes, consagrar óleos, confirmar y conferir beneficios
curados y después de estar llamado y enteramente suspenso, dejarlo obrar
del mismo modo? Otra prueba hay que demuestra completamente las
ideas torcidas y desgreñado modo de obrar.
La elección de representantes para las Cortes de España, hizo que re-
cayera en los más declarados y acérrimos traidores. Lo mismo casi en la de
los Diputados de Provincia. Nombraron para ir a España de representan-
tes por Quito a Dn. Guillermo Valdiviezo, Vice Presidente que fue del Con-
greso Supremo Nacional. Al Dr. Dn. Francisco Rodríguez de Soto, Canó-
nigo Magistral, Vocal que fue de aquel Congreso. A Don José Salvador, Se-
nador que fue y gacetero de los insurgentes y a Dn. José Larrea, que está en
España, hermano de Dn. Manuel de Larrea, del Congreso de Quito, Alcal-
de actual y primo de los Montúfares. ¿Qué miras llevarían éstos? ah! ¿Y los
diputados Provinciales (71r) que hubieran ejecutado? El canónigo Miran-
da, legislador de la nueva nación quiteña. El Canónigo Anda, actuando de
tan insurgente. Dn. Tomás Velasco, Regidor y vocal del Congreso y otros?
Como asimismo los suplentes para las Cortes, el Dr. Dn. Gabriel Alvarez y
el Dr. Arrieta cura, vocales ambos del Congreso Nacional. ¿Quién no co-
nocerá el término y las ideas de estos hombres y del que les favorece y con-
tribuye al logro de sus operaciones? Tiene S.R.M muchos y buenos con-
ductos por donde saber la verdad, la ama tiernamente y desea abrazarse

119
Fernando Hidalgo-Nistri

con ella para que lo guíe al término acertado de sus benéficas ideas, justas
y equitativas para sus leales hijos y vasallos.
El Virrey del Perú Marqués de la Concordia, Abascal y Souza. Este
héroe, criado por Dios para sostener en Lima el peso de los infortunios de
todo este hemisferio, ha sabido diestramente manejar las riendas de su go-
bierno con tal arte y modo que ha merecido con justicia el nombre de
Maestro de Política y Militares. No dejará la Providencia Santa de mandar-
le los socorros que espera de la Península para acabar de (72v) tranquili-
zar todo el Perú y Tierra Firme. Si los censores severos le han criticado la
mala elección que hizo de algunos sujetos para mandar, verán con el tiem-
po los justos motivos con que lo hizo, fuera de que en unos tiempos tan
obscuros y nebulosos ha sido más que habilidad haber salvado de tantos
bajos y escollos la nave de su cargo.
Creo haber cumplido del mismo modo posible a su limitada capa-
cidad, con el encargo que Um. me tiene hecho y persuadido de una verda-
dera amistad, no dudo me ocupará en cuanto juzgue útil y provechoso a
su obsequio y servicio.
Dios Guarde a usted muchos años. Guayaquil, 26 de junio de 1815.

Carta 31

Amigo mío. Casi al punto de remitir a VM. las treinta cartas ante-
riores, ha sido indispensable agregar otras noticiándole que el General Dn.
Pablo Morillo llegó a la isla de Margarita con su hermosa expedición y ha-
biendo saltado en tierra se apoderó a discreción de los capitanes y caudi-
llos (72r) de los rebeldes perdonándoles la vida siguiendo los sentimientos
del paternal corazón de nuestro soberano. Dicha isla era el punto de apo-
yo y reunión de los insurgentes y así ya se les acabó esta guarida a los de
Tierra Firme. Siguió inmediatamente Morillo a Cartagena de Indias e in-
timó la rendición a sus habitantes ya bien consternados por el asedio del
soberbio e infame Bolívar y más particularmente porque las tropas Reales

120
Compendio de la Rebelión de la América

de Santa Marta se habían apoderado de la villa de Mompox y de Barran-


ca, quedando con esto dueños los nuestros del río Magdalena y cortados
por tierra los traidores Calamares con los Cundinamarcas y con todo el
Reino de la Nueva Granada, según ellos mismos ya se nominaban. Es re-
gular que en breve se rinda Cartagena, porque bloqueada por tierra y por
mar no puede resistir absolutamente, pues los víveres se corrompen allí
prontamente y no tienen otra esperanza que agua de aljibe.
Llegan a Panamá mil seiscientos (73v) hombres de tropas de Espa-
ña y son transportados en barcos prevenidos a la disposición del Virrey de
Lima, quien manda nuevamente más embarcaciones para conducir otra
segunda expedición que se espera de un día a otro de la Península, además
de dos mil hombres de los Realistas de Caracas, este refuerzo al paso que
ha vivificado a los leales, ha puesto balbucientes a los alzados, no creen;
quisieran no creer, pero los muchos testigos de vista que afirman la reali-
dad de las tropas, los confunden.
Sábese en Quito esta noticia el veintisiete de junio en el cual tenían
dispuesto los rebeldes alzarse otra vez y pasar a cuchillo la guarnición, a los
realistas, sus hijos y criados y hasta al mismo Presidente Montes, que tan-
to los había protegido e insolentado. Descúbrese oportunamente la nueva
y cuarta conspiración y se ponen presos a Valdiviezos, Manuel de Larrea,
Manuel Mateu, Salazar, Escobar, Barba y Sánchez León, pero huyen los
Montúfares, Ascázubi y otros (73r) igualmente principales, como desapa-
recieron también al mismo tiempo de los pueblos inmediatos muchísimos
que estaban metidos en la nueva revolución.
Mandan conducir a Lima al Obispo Cuero y Caicedo y en pocos días
llega a Guayaquil el que en tres meses de haber salido de Quito no había
caminado tres jornadas, esperando con esta lentitud que sus paisanos los
caleños, con sus aliados, vinieran a rescatarlo convocados nuevamente con
los de Popayán y con todos los de la provincia de Quito, cuya señal era la
traída de Nariño desde Pasto por orden del Presidente Montes quien al fin
tuvo que mandar no entrara en dicha ciudad y siguiera para Guayaquil con

121
Fernando Hidalgo-Nistri

Escobar. Verificóse su embarque en la fragata Preciosa con el Obispo Cue-


ro y se hicieron a la vela el mes de julio. El canónigo Soto también ha sido
remitido a Guayaquil, donde se está paseando libremente. Vuelven a entrar
en Popayán las tropas insurgentes de Cali y del Valle del Cauca. (74v) Ca-
pitaneados por Cabal, un francés, Gebiers y Carlos Montúfar, disperzando
a las tropas del Rey en Cali vio y sus inmediaciones el siete de julio. Vuel-
ve la confusión a Quito y toda su provincia. Los fieles pastusos desenvuel-
ven las armas que tenían guardadas y se ponen en defensa de su país para
estorbar a los insurgentes el paso a Quito, donde probado de nuevo el mo-
tín e informado el asesor lo que correspondía al Presidente Montes, vuel-
ve ésta a poner un decreto mandando salir a los rebeldes presos y que eli-
jan paraje donde quieran irse, para darles pasaportes. Este nuevo acaeci-
miento al paso que demuestra la innata inclinación de los rebeldes y la
ninguna esperanza de su enmienda confirma la tortuosa política del Pre-
sidente Montes.
Cunde de nuevo la intriga y las esperanzas de los traidores reverde-
cen en (74r) todas partes. Sólo los detiene el haber sabido la llegada de las
primeras tropas de España la proximidad de las segundas, que de no ser
así, se inflama el material dispuesto para volar nuevamente hasta Lima la
mina de la insurrección.
Repito a VM. que la indulgencia española y la nimia confianza es
causa de infinitos males, como la inobservancia de las leyes y la conducta
de los jueces ineptos, o por relajación de costumbres o por impregnados
de máximas antirreligiosas, o por secuaces del antiguo Godoy, por consi-
guiente de su amigo Bonaparte. En este estado, amigo mío, se encuentra
actualmente este Reino y se espera que el Virrey tome las providencias más
eficaces, pero no mandando en lugar de Montes otro jefe nada adelantará
en cuanto a Quito. Dios guarde a VM. muchos años. Guayaquil, julio 22 de
1815. (75v).

122
Compendio de la Rebelión de la América

Carta 32

Amigo mío. Cuando las naciones han procurado buscar motivos de


enlaces con la España, cuando muchas provincias europeas se glorian de
ser pobladas por españoles y descender de ellos, flamencos, irlandeses y
otros, los americanos se apesadumbran y tienen en menos la sangre que
corre por sus venas. No, amigo mío, la exageración está muy lejos de mi
modo de habla y de pensar. Es indispensable creer lo que se ve y se oye con-
tínuamente. La frase de decir a cada instante, dónde estará la sangre de es-
pañol que tengo para sacar la última gota de mis venas es tan frecuente en
los labios de los criollos americanos que ya se ha hecho muy ordinaria. Los
hijos de los mismos españoles son los más comunes en usar de este lengua-
je, a lo menos luego que sus padres fallecen. Cada motivo de alegría para
ellos les hace (75r) prorrumpir en semejantes expresiones.
La ventaja que han logrado nuevamente en Popayán contra las ar-
mas del Rey ha suscitado el desfallecido entusiasmo de los rebeldes de Qui-
to y todo el Reino. La enervada y falaz política del Presidente Montes ha
dado lugar a esta novedad, habiendo puesto en manos de Vidarrasaga el
gobierno de Popayán y el mando de las tropas reales. Este hombre, cono-
cido solamente por sus excesos y extravíos, fue el director del ataque en el
sitio del Palo, en la llanada que media entre el río Cauca y el Palo, para que
aislada y cansada, nuestra gente fuese víctima de los insurgentes del valle
del Cauca. Si la negra intriga no ha tenido parte en esta acción, la más cra-
sa ignorancia militar acarreó la derrota y dispersión. Queda preso y si-
guiéndole la causa Vidarrasaga, pero sus mecenas, lo sacarán con lauro.
(76v) Los cabecillas de Quito, destinados a salir de la capital y provincia
por el dictamen del asesor Sarabia, se escondieron luego que el Presidente
los mandó sacar de la prisión, con los fiadores que eran casi otros tales y
ahora van asomando en sus haciendas, pidiendo desde ellas pasaportes pa-
ra irse a los destinos que a ellos acomoda. ¡Oh tiempo! ¡Oh justicia! ¡Oh
piedad española! ¡Oh jueces! ¡Oh política!
Dios guarde a usted muchos años. Agosto 7 de 1815.

123
Fernando Hidalgo-Nistri

Carta 33

Amigo mío. Quémase el navío San Pedro de Alcántara por un des-


cuido al tiempo de abrir un barril de aguardiente en la isla de Margarita.
Sirve este acaso de retardar el sitio de Cartagena de Indias y alégranse los
rebeldes. Llegan las primeras tropas a Lima de las que mandó (76r) el Ge-
neral Morillo y el Virrey Abascal respira, mas al mismo tiempo sabe la de-
rrota de las tropas reales en Popayán y le acibara el gusto, extiéndese la no-
ticia de la entrada de Bonaparte en Francia y los francmasones se regoci-
jan y aumentan su contento con ver llegar varios americanos empleados a
sus mismas tierras, atribuyendo a debilidades del gobierno español lo que
es propio de su justicia. Dicen que con estas datas de empleos, quiere el
Rey alucinar, manifestando generosidad e imparcialidad para engañarlos y
que desistan de su independencia. A la mansedumbre de Morillo en la
Margarita, y a la de otros jefes militares en otras partes, dan el término y
significado de miedo y de propia conveniencia. No hay medio ni arbitrio
para los insurgentes, todo es malo para ellos, todo es cavilación, todo in-
triga, y sólo piensan en su temeraria y loca independencia. Ha llegado al
termino su locura de querer depender de cualesquiera otra (77v) nación
que no sea la española. Así lo publican y así lo desean con la mayor ansia.
Nariño y el Obispo Cuero y Caicedo arriban al Callao y es deposita-
do el primero en las casas matas y el segundo conducido en coche a la ca-
pital Lima y tratado con la mayor consideración por el Arzobispo de aque-
lla ciudad y por el Virrey en atención al carácter y avanzada edad. No se sa-
be qué término tendrá la causa del Rdo. Obispo cuyos delitos son enormes
y capaces de hacernos ver hasta dónde llega la miseria del hombre fascina-
do, que se aparta de la senda de sus deberes y que suelta los diques a sus
violentas pasiones. Este es asunto que merece otra carta por separado, que
verificaré extractándole a VM. de los autos, aquellos excesos más graves y
que constan demostrados.
Entre tanto quedo rogando a Dios guarde a VM. muchos años.

124
Compendio de la Rebelión de la América

Carta 34

Amigo mío. Los delitos que el Rdo. (77r) Obispo de Quito, ha co-
metido en la época presente se reducen a que juró la independencia de Es-
paña y del Rey que fue nombrado Presidente de la Junta insurreccional de
Quito, nominado Congreso Supremo Nacional con tratamiento de Exce-
lencia que admitió el expresado Presidente, el Vice Patronato Rl., y se nom-
braba tal Vice Patrono Rl. ¡Oh, qué implicancia! Que aprobó el nuevo Có-
digo Civil que formaron el Canónigo Miranda y el Dr. Rodríguez que fir-
mó órdenes de ataque contra las provincias leales y limítrofes de Cuenca y
Pasto, que concedió indulgencias a los que pelearon y murieron en la gue-
rra contra el Rey, que excomulgó al caudillo y tropas reales, que mandó ex-
tender la bula de la cruzada a pesar del orden del comisario general que
prohibió se publicara en los países que estaban en insurrección, que puso
oficios a los curas mandándoles que (78v) predicaran e exhortaran a sus
feligreses sobre estos particulares y finalmente que estuvo dispuesto a ser
nombrado por el Congreso Nacional, Patriarca de las Indias y a consagrar
dos Obispos que iban a crearse en la villa de Riobamba y en la de Ibarra;
en esta al canónigo legislador Dn. Calixto Miranda y en aquella a Fr. Alva-
ro Guerrero, exprovincial de la Merced, que con este fin dieron el nombre
de ciudades a las dos villas referidas. Que permitió sacar cuanta plata hu-
bo en cajas reales, tanto la perteneciente a S.M cuanto a la de bienes de di-
funtos, de las Bulas, de la de los Santos Lugares de Jerusalén, de la destina-
da a los gastos de la canonización de Mariana de Jesús, la de la redención
de cautivos cristianos. Y por último no escaseando la de los diezmos y su-
ya propia para continuar la guerra con otros dichos y hechos particulares,
relativos a la consecución del sistema (78r) que abrazó.
Amigo mío, nada me asombra en unos tiempos tan noveleros y en
que las costumbres han llegado al estado más deplorable, haciendo sus ti-
ros principales los impíos a la Santa Religión, para que no haya quien pue-
da refrenar y contener sus desórdenes y atrevimientos hasta contra la mis-
ma deidad.

125
Fernando Hidalgo-Nistri

Lo que sí es de extrañar es que un Obispo concurra a semejantes ex-


cesos, pero al fin es hombre, et hominum est errare.
Comunico a usted también que el referido Rdo. Obispo, ha cometi-
do estos delitos en odio del Supremo Gobierno, que expidió en años pasa-
dos dos Cédulas contra él por haber anulado un concurso de curatos ca-
nónicamente instituido; y la otra por haber distribuido las rentas del Obis-
pado de Cuenca, tomando y percibiendo al mismo tiempo las del de Qui-
to y que hasta la presente no ha restituido los cuarenta mil pesos que se le
mandó (79v) a la primera iglesia. Nada extraño repito a U., por que sa-
biendo lo que puede la pasión del odio, más violenta y tenaz que la del
amor, no hay que admirarse de la miseria del corazón humano.
Hago a usted una breve recopilación de algunos de los muchos Con-
cilios y cánones de la Iglesia que hablan de la presente materia, omitiendo
otros muchos por la cortedad del tiempo y estrechos límites de una carta,
más para ella podrá VM. conjeturar el término de esta causa.
Los Concilios Toledanos, cuarto, quinto, sexto, séptimo, octavo y
décimo, decretaron que el clérigo o monje, obispo y en fin cualesquiera
eclesiático desde el iniciado hasta el de mayores o superiores órdenes que-
dasen sujetos a las censuras y excomunión, siempre que faltasen el jura-
mento de fidelidad al Rey. Las palabras del Concilio cuarto son tres anate-
mas que horroriza el pronunciarlas y concluye con decir no sea absuelto
en esta vida sino que sea reservada su absolución al (79r) Juicio de Dios.
Es verdad que el Concilio de Trento permitió que en el artículo de la muer-
te, cualesquiera sacerdote pueda absolver de cualquier pecado y censura,
para que la piedad de Jesucristo y de su feligresía resplandezca, más, no
obstante, dejo en todo su vigor lo dispuesto en el citado toledano cuanto
acerca de los eclesiásticos que falsean a la fidelidad al Príncipe, que no pue-
den ejercer sus órdenes, ni sus oficios. Véase el cánon 75 del expresado
cuarto concilio: en virtud y en fuerza de él fue condenado el traidor Pablo
con todos sus compañeros, y entre ellos varios Obispos en el Concilio 6 re-
ferido de Toledo.

126
Compendio de la Rebelión de la América

Según principios inconcusos del derecho, la infidelidad al Rey aca-


rrea infamia, ésta produce irregularidad y el irregular, según el mismo de-
recho canónico, no puede ejercer las funciones de sus órdenes y ministe-
rios, luego el Obispo de Quito, por los principios demostrados, no puede
ni debe ejercitarse en su Ministerio. (80v) Las censuras, unas son a jure, y
otras ab homine, está, luego que fallece el que las impone, cesan y no obli-
gan, pero las que son a jure, permanecen siempre en su fuerza y vigor, a nos
ser revocadas o reformadas por quien tiene la suprema y legítima autori-
dad. Para incurrir en la censura impuesta por el hombre se necesita de que
precedan tres amonestaciones, más para incurrir en la impuesta por el de-
recho, no se requiere otra cosa que tener o haber tenido noticias de ella,
cuya ignorancia agravaría el nombre del citado Obispo de Quito, reputa-
do y tenido por teólogo y canonista.
Igualmente la censura es lata o ferenda. Lata se llama aquella que en
el mismo acto se contrae. Ferenda es aquella que recae después de la sen-
tencia del juez. En el caso presente la censura es a jure, el cual derecho
(80r) prescribe que en el mismo acto la contrae el reo, ipso actu, son pala-
bras del Concilio antedicho, luego es lata y no ferenda.
Cuando por la obscuridad de la causa falta de prueba u otros moti-
vos legales debiera ser la censura ferenda, en el presente caso, donde la pu-
blicidad de los hechos, ruidosos atentados y los acontecimientos son tan
auténticos quitan toda razón de dudar y dejan sin uso las reglas de la epi-
queya.
El Supremo Consejo de Indias ha tenido ya noticia de esta causa y
en su consecuencia manda el Rey que el Rdo Obispo de Quito vaya a Lima
ante el Excmo. Arzobispo Metropolitano quien, según los cánones de la
Iglesia debe sentenciarlo en conjunta de dos Obispos. De esta sentencia re-
sultará suspensión degradación con las demás penas que están también se-
ñaladas por los sagrados (81v) cánones. Si la degradación se verifica, será
entregado al brazo secular para la ejecución y castigo anexo, pero todo de-

127
Fernando Hidalgo-Nistri

be ser con noticia del Príncipe temporal. Estos son, amigo mío, los trámi-
tes que el derecho civil y el canónico prescriben.
Pero hablar más sobre la irregularidad de derecho que ya contrajo
es superfluo, por lo tanto ni puede administrar el sacramento de la confir-
mación ( como ha hecho ), ni ordenar, ni dar canónicas instituciones líci-
tamente beneficios, como ha verificado, mediante lo cual el ignorante que
ha solicitado y recibido órdenes y beneficios en esta época presente está
también irregular y debe sacar habilitación del superior a quien corres-
ponde para poder, valide et litite, ejercer y disfrutar lo que haya recibido.
Esto se entiende, si ha sido con ignorancia crasa, que no siendo así (81r),
es un simoníaco y no vale la dispensa, aunque la saque siempre que hubie-
ra admitido con esta mira e intención.
Este, amigo mío, es un parecer fundado en la doctrina ortodoxa que
seguimos y profesamos. Quisiera haber satisfecho a su curiosidad, pero si
así no ha sido, recurra a quien sepa más que yo y que tenga más tiempo de
referir cuantos cánones y doctrinas de la iglesia hay sobre el punto presen-
te, aunque quedo entendido de que en sustancia nada hay que añadir a V.,
sólo sí que cuente con el verdadero afecto de su más amante amigo segu-
ro servidor. Q.S.M.B.

Carta 35

Amigo querido. Atacan los insurgentes en el sitio de Venta y media


en el Alto Perú (82v) la vanguardia del ejército del General Pezuela y su se-
gundo Ramírez con 500 hombres, los derrota completamente, de suerte
que cuando Pezuela vino a su socorro ya no tuvo que hacer y sólo deter-
minó con sus fuerzas unidas perseguirlos hasta más allá del Potosí. Ataca
efectivamente con mucho valor al General insurgente Rondó en el sitio de
Wilma junto a Cochabamba el día 27, 28 y 29 de noviembre, derrótalos
completamente, haciendo setecientos prisioneros, dando muerte a milqui-
nientos. Mayor número de heridos y apoderándose de vagajes, artillería y

128
Compendio de la Rebelión de la América

todo el campo con las banderas que los soldados de Talavera tomaron en
el fuerte que asaltaron con la mayor intrepidez, escapándose herido Ron-
dó con las reliquias de sus siete mil hombres.
En Chile se preparaba Osorio a entregar el mando y la Presidencia
al sucesor Marcó, para seguir con dos mil hombres a (92r) pasar la cordi-
llera de los Andes con el fin de apoderarse de la villa de Mendoza y llamar
con esto la atención de los porteños por aquel punto, al que librar a los ve-
cinos de la dicha villa de la opresión de los insurgentes, que ya han ostiga-
do su paciencia y credulidad.
Manda el Virrey Abascal al Gobernador de Cuenca Aymerich que
vaya a Quito con gente de su provincia y de Guayaquil para que a lo me-
nos sirva de sombra para contener los excesos de Montes, llega con muy
poca gente, pues ya repugnan el alistarse de soldados, pero el Presidente
continúa con su misma conducta, insolentando a los traidores y tratando
mal a los Realistas por que éstos se niegan a darle un informe que él mis-
mo solicitó sobre su conducta.
En Lima, el nueve del presente diciembre, (83v) falleció el Obispo
de Quito, Cuero y Caicedo, a impulso de ochenta y un años y de la melan-
colía que sin duda tendría y remordimiento de su conciencia. Al tiempo de
abrir su cuerpo para embalsamarlo, se le encontró el corazón seco, muy
pequeño y tanto que no excedía al tamaño de una avellana grande, siendo
así que su cuerpo era de talla muy alta. Dejó mandas muy considerables a
varios de sus familiares, no tanto del capital que hizo cuando entró al
Obispado, como de plata que ha tenido bien guardada en poder de unas
monjas Carmelitas de Quito.
Rinden al fin la plaza de Cartagena a los cientocuatro días de un si-
tio estrecho, huyense los cabecillas principales en cuatro goletas y el Gene-
ral Morillo los hace seguir con la mayor prontitud. (83r) Encuéntranse en
la plaza y castillos grandes repuestos de municiones y pertrechos de gue-
rra, mas tan escasos alimentos que habían sido víctimas de la cruel ham-

129
Fernando Hidalgo-Nistri

bre más de dos mil personas, justo premio de su negra perfidia y con dig-
no castigo de su maliciosa ignorancia.
Tremólase de nuevo la bandera del Rey en la infiel Calamari el día
seis de diciembre y quedan libres algunos infelices prisioneros españoles
que pudieron sobrevivir a los más crueles tratamientos tomada la llave del
Reino de Tierra Firme, tiemblan los alzados y tratan de rendirse, aunque
sólo en la apariencia, pues sus ánimos traidores están muy conocidos y
siempre dispuestos a la rebelión. Los de la provincia del Socorro son los
primeros a someterse y los Cundinamarcas o Santafereños están próxima-
mente amenazados y no dudo se rendirán a discreción, como los de Antio-
quía, Neiba, Cali, Buga, Popayán y todo el valle de Cauca quedarán, no hay
duda, sometidos por la fuerza, pero maquinando siempre sobre su soñada
independencia.
Me parece indispensable que el Rey habrá tomado ya sus sabias dis-
posiciones para precaber muchos alborotos y maquinaciones de los rebel-
des y para contenerlos en los límites de sus obligaciones a estos naturales
y en la obediencia que deben a su Soberano.
La llegada de la expedición de veinte mil hombres al río de la Plata
que se anuncia con la venida del nuevo Virrey Venegas a Lima con una co-
misión militar ciertamente que sofocarán el fuego insurreccional y se lo-
grará la tranquilidad (84r) general de toda esta América Meridional. Con
todo, amigo mío, quisiera yo además otras disposiciones para evitar en
tiempo los desastres y trastornos que se han experimentado en toda la
América y estorbar la despoblación de España que necesariamente se ha de
seguir con la remisión de tantos miles de soldados anualmente para remu-
dar y completar las bajas en los regimientos, pues de éstos sólo vuelven re-
gularmente las banderas y la plana mayor.
Ya habrá pensado sin duda el superior gobierno, sobre estos incon-
venientes y meditado sus remedios. Yo tengo dicho a VM. varios que me
parecieron útiles y ahora me ocurre otro que tal vez podría adaptarse en
estas regiones a lo menos hasta cimentar la fidelidad de estos habitantes.

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Compendio de la Rebelión de la América

Unos tribunales de inquisición (85v) de estado, como hubo en Gé-


nova, que castigaron con el mayor rigor la más mínima falta y hasta el len-
guaje de insubordinación y desprecio con que tratan y hablan del Rey y del
gobierno de España, sería un freno bridón, que contendría la natural pro-
pensión de alzarse. Ahora que vienen tantas fuerzas militares es la ocasión
de poder entablar no sólo esto, más también los impuestos correspondien-
tes para que quede un superávit proporcionado a lo extenso de estos mun-
dos y a la vanidad de sus moradores, domando de esta suerte la soberbia y
el orgullo que los electriza. No pudiendo lograr esto convendría cambiar
con Portugal o con algunas potencias católicas, con tiempo para no per-
derlo todo.
Conténtese VM. con mis buenos deseos e intención y no repare en
los defectos (85r) que tengan mis cartas. Dios guarde a VM. muchos años.
Guayaquil y diciembre 31 de 1815.
Pedro Pérez Muñoz. (86v).

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