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INTRODUCCIÓN
En este manual se abarca la psicopatología, la evaluación y el tratamiento de los trastornos del
estado de ánimo en la etapa infantil y adolescente. Al referirnos a depresión infantil se
abarcan tanto los cuadros psicopatológicos (p.ej., depresión mayor) como los problemas del
estado de ánimo más leves que también requieren de intervención psicológica,
Por último, se describen las técnicas que han mostrado mayor evidencia empírica para el
tratamiento de la depresión infantil, y que forman parte de la mayoría de tratamientos
multicomponente que han demostrado ser eficaces.
El objetivo final es que el estudiante cuente con un material de iniciación sobre la materia para
continuar a partir de aquí ampliar contenidos con bibliografía específica.
2 . C AR A C T E R Í S T I C A S C L Í N I C AS
2.1. Caracterización
Aunque no siempre ha sido así, actualmente la mayoría de los autores consideran la depresión
infantil similar a la depresión adulta, si bien algunas de sus características y de las áreas
afectadas difieren en función de la edad. Los expertos consideran que son los problemas
concluctuales los que caracterizan a la depresión infantil y la diferencian de la adulta (Del
Barrio, 2008).
Los criterios diagnósticos de depresión más utilizados, tanto en la clínica como en los estudios
de investigación, son la Clasificación Internacional de Enfermedades (Trastornos mentales y
del comportamiento, CIE-10) y la de la American Psychiatric Association (DSM-5). Según la CIE
se aplican los códigos F32 (episodios depresivos) y F33 (trastorno depresivo recurrente) y en el
DSM-5, con los códigos 296.2X (trastorno depresivo) y 296.3X (trastorno depresivo
recidivante). Tanto en la CIE-10 como en el DSM-5 la gravedad de los episodios se basa en el
número, tipo e intensidad de los síntomas y en el grado de deterioro funcional. La última
versión del DSM incluye la categoría de Trastorno de Estado de Ánimo Disruptivo y No
regulado [296.99 (F34.8)], que caracteriza a los niños "con irritabilidad persistente y frecuentes
episodios de descontrol de conducta (rabietas), tres o más veces a la semana durante más de
un año. El objetivo de esta inclusión era reducir el diagnóstico de trastorno bipolar en la
infancia, cuya prevalencia aumentó debido a que el DSM-IV-R incluía los problemas de
irritabilidad crónica severa dentro de esta categoría diagnóstica y, frecuentemente, eran
considerados por los profesionales como un síntoma de manía en los niños.
La CIE-10 utiliza una lista de 10 síntomas depresivos y divide el cuadro depresivo en leve,
moderado o grave (con o sin síntomas psicóticos). En cualquiera de estos casos siempre deben
estar presentes al menos dos de los tres síntomas considerados típicos de la depresión: ánimo
depresivo, pérdida de interés y de la capacidad para disfrutar y aumento de la fatigabilidad,
cuando la duración del episodio sea de al menos dos semanas. Existe una clasificación
multiaxial de los trastornos mentales y del comportamiento para niños y adolescentes, basada
en la CIE-10. Esta clasificación se organiza en seis ejes: los cinco primeros son categorías que
aparecen en la CIE-10, aunque estructurados de forma diferente y en ocasiones se describen
con más detalle. El sexto eje evalúa de forma global la discapacidad y no está incluido en la
CIE-10. Sin embargo, su inclusión en esta clasificación se debe a que la evaluación de la
discapacidad ha sido reconocida por la OMS como fundamental.
Teniendo en cuenta este tipo de clasificaciones dicotómicas, las depresiones más frecuentes
en niños son los trastornos unipolares, distímicos, exógenos y mixtos (Del Barrio, 2007).
Cinco o más de los síntomas siguientes durante un período de dos semanas y que representen un
cambio respecto a la actividad previa: uno de los síntomas debe ser (1) estado de ánimo depresivo
o (2) pérdida de interés o placer.
Estado de ánimo depresivo la mayor parte del día, casi todos los días, indicado por el relato
subjetivo o por observación de otros. (Nota: en niños y adolescentes puede tratarse de ánimo
irritable)
Marcada disminución del interés o del placer en todas, o casi todas, las actividades durante la
mayor parte del día, casi todos los días.
Menor capacidad de pensar o concentrarse, o indecisión casi todos los días (indicada por el
relato subjetivo o por observación de otros).
19, Pensamientos recurrentes de muerte (no solo temor a morir), ideación suicida recurrente sin
plan específico o un intento de suicidio o un plan de suicidio específico.
Los síntomas provocan malestar clínicamente significativo o deterioro del funcionamiento social,
ocupacional o en otras esferas importantes.
Los síntomas no obedecen a los efectos fisiológicos directos de una sustancia (por ejemplo, una
droga de abuso, una medicación), ni a una enfermedad médica general (por ejemplo,
hipotiroidismo).
La aparición del episodio depresivo mayor no se explica mejor por un trastorno esquizoafectivo,
esquizofrenia, trastorno esquizofreniforme, trastorno delirante, u otro del espectro esquizofrénico
especificadas y no especificadas y otros trastornos psicóticos.
2.3. Epidemiología
El DSM-5 indica que el trastorno depresivo mayor antes de la pubertad afecta a ambos sexos
por igual, pero en la adolescencia es dos veces más frecuente en chicas que en chicos (APA,
2000). No obstante, varios estudios han encontrado mayor proporción de depresión
prepuberal en los niños que en las niñas (Chen, Rubin y Li, 1995; Costello et al., 1988;
Doménech y Polaino-Lorente, 1990). Un estudio longitudinal de 10 años de duración reveló
que la diferencia en las tasas de depresión entre chicos y chicas suele ser mayor entre los 15 y
los 18 años (Hankin et al., 1998). En uno de los estudios más recientes llevados a cabo con
población española, Del Barrio (2007) encontró una incidencia mayor de depresión en niñas
que en niños a partir de los 12 años, mientras que por debajo de esa edad las tasas fueron
similares.
B. Comorbilidad
Los factores familiares y el contexto social podrían jugar un importante papel en el desarrollo
de la depresión, fundamentalmente aquellos que están fuera del propio control, que ocurren
como un acontecimiento no predecible en el ambiente diario y que son recurrentes a lo largo
del tiempo.
B. Riesgos familiares
La depresión en los padres se considera un factor de riesgo importante, que se asocia con
depresión en su descendencia. Se ha comprobado que los hijos de padres con depresión
presentan una probabilidad entre tres y cuatro veces mayor de desarrollar trastornos del
humor y en concreto, la psicopatología materna se considera un predictor de depresión en el
niño. El alcoholismo familiar también se ha asociado a una mayor probabilidad de depresión.
El contexto familiar en el que vive el niño o el adolescente parece jugar un papel trascendental
en el desarrollo de depresión. Los factores de ries go más comunes son la existencia de
conflictos conyugales o las dificultades emocionales entre uno de los padres y el niño. Son
también factores de riesgo asociados con la depresión, las distintas formas de maltrato como
el abuso físico, emocional, sexual y la negligencia en el cuidado, así como los eventos vitales
negativos, el divorcio o separación conflictivos de los padres, la pérdida de amistades y la
muerte de un familiar o amigo.
Otros factores también asociados con un número mayor de síntomas depresivos son el vivir en
estructuras familiares diferentes de las de los padres biológicos, problemas de salud en los
adolescentes, o una mala adaptación a la familia, amigos, escuela, trabajo y pareja. No parece
existir asociación entre vivir en el medio rural o urbano. El acoso por parte de iguales o
buifying y la humillación (como el trato degradante, la burla delante de otros o el sentirse
ignorado) son también factores de riesgo de depresión.
D. Factores individuales
a) Sexo
Antes de la adolescencia los trastornos depresivos son prácticamente iguales en niños que en
niñas. Sin embargo, en la primera mitad de la adolescencia, estos trastornos son dos o tres
veces más frecuentes en el sexo femenino. Las posibles explicaciones podrían ser los cambios
hormonales que se producen, un incremento del estrés y la mala respuesta a este, diferencias
en las relaciones interpersonales y tendencia a pensamientos rumiativos.
No obstante, no queda claro cuál es el peso de los factores genéticos y cuál el de los factores
ambientales en el desarrollo de depresión. Así, estudios realizados en gemelos indican que los
síntomas depresivos podrían explicarse en un 40-70% por la presencia de factores genéticos.
Sin emba rgo, e l mec anismo de acc ión de los g enes en los difer entes niveles ha sta la
manifestación clínica de la depresión es todavía desconocido . Para algunos autores, la
influencia del ambiente es mayor cuanto más grave es la depresión, mientras que para otros,
los cuadros clínicos más graves de depresión mayor estarían más influenciados genéticamente.
Existe alguna evidencia que indica que alteraciones de los sistemas serotoninérgico y
corticosuprarrenal podrían estar implicadas en la biología de la depresión de los niños y
adolescentes. Así se han visto alteraciones de la función serotoninérgica en niños con historia
familiar de depresión. Por otra parte, niveles incrementados de cortisol y de
dehidroepiandrosterona predicen el comienzo de la depresión en subgrupos de adolescentes
con riesgos psicosociales elevados de presentarla. También parecen existir alteraciones de los
niveles de hormona del crecimiento, prolactina y cortisol en jóvenes con riesgo de depresión.
c) Factores psicológicos
Este modelo resalta la importancia del medio físico y social en el origen de la depresión. En
comparación con los repertorios de los adultos, las habilidades cognitivas y de autocontrol de
los niños se hallan menos desarrolladas, de forma que la influencia de las variables
ambientales es mayor (Olivares y Méndez, 1998}. Las situaciones problemáticas en el hogar, en
la escuela o en las relaciones con amigos y compañeros afectan negativamente al estado de
ánimo infantil, Skinner (1953) señala que en la depresión operan procesos de extinción
operante, de modo que la interrupción del reforzamiento, sobre todo positivo, produce la
reducción de las conductas anteriormente reforzadas. Partiendo de este supuesto básico,
Ferster, Costello y Lewinsohn han desarrollado propuestas teóricas más elaboradas.
Las conductas características del constructo "depresión" se diferencian cuantitativa, no
cualitativamente, del comportamiento "no deprimido" o normal (Ferster 1966, 1973).
Respuestas como el llanto, las quejas o las rabietas son más frecuentes, intensas y/o duraderas
en los niños con depresión que en los controles no deprimidos (excesos conductuales). En
cambio, los parámetros de respuestas deseadas como jugar, relacionarse socialmente o
realizar las tareas escolares, se sitúan por debajo de lo esperado para su nivel de desarrollo
(déficits conductuales). El comportamiento deprimido es distinto no sólo topográfica, sino
también funcionalmente. Un muchacho anda más despacio por la calle porque le cuesta
enormemente caminar (conducta "deprimida"), mientras que otro pasea tranquilamente
(conducta "normal").
Los excesos de conductas de escape y evitación y los déficits de comportamientos
instrumentales se deben a:
(a) repertorios de observación inadecuados: la infravaloración de las aptitudes y la
sobrevaloración de los defectos originan inhibición conductual y consecuentemente
pobreza de reforzamiento;
(b)procesos de retroalimentación negativos: la tasa de reforzamiento pobre produce
también una baja tasa de respuestas que, a su vez, disminuye la probabilidad de
conseguir nuevos refuerzos y así sucesivamente cerrando un círculo vicioso;
(c) programas de reforzamiento anómalos: cuando la obtención de reforzamiento
requiere un gran esfuerzo conductual (alta tasa de respuestas), el logro del reforzador
va seguido de un prolongado período de inhibición conductual;
(d) cambios bruscos en el medio: la pérdida súbita de fuentes de reforzamiento y de
estímulos discriminativos relevantes favorece la aparición de conductas depresivas.
Costello (1972) resalta la pérdida de eficacia de los reforzadores, que explica la pérdida de
interés general (apetito, deseo sexual, etc.). Este fenómeno se debe a cambios biológicos,
alteraciones bioquímicas y neurofisiológicas, ylo psicológicos, rupturas de cadenas
conductuales. Los estímulos discriminativos y condicionados aumentan la eficacia de los
reforzadores y de los estímulos incondicionados. Una actividad reforzante para un adolescente
como bailar se potencia si se realiza en compañía de la chica de la que está enamorado. La
ruptura amorosa ocasiona que el baile pierda su poder reforzante.
Según Lewinsohn (1974) la principal causa de depresión es una baja tasa de reforzamiento
positivo contingente con la respuesta. Existen varias posibilidades:
que los potenciales eventos reforzantes sean poco numerosos e intensos (cantidad de
reforzamiento) yto variados (calidad de reforzamiento),
que la disponibilidad en el medio de refuerzos sea escasa,
que las habilidades del sujeto, especialmente sociales, para obtener refuerzos del
medio sean deficitarias.
Aunque Lewinsohn destaca la importancia del bajo nivel de reforzamiento positivo, también
incluye como variable de génesis y mantenimiento de la depresión la alta tasa de estimulación
aversiva.
El autor de referencia en esta teoría es Seligman (1975), para el que la génesis de un estado de
indefensión aprendida sigue esta secuencia:
(b) cognitivos: dificultad para adquirir nuevas respuestas reforzadas que interfiere
aprendizajes adaptativos posteriores;
Modelo cognitivo
Beck, Rush, Shaw y Emery (1979) señalan que la variable clave para explicar el estado de
ánimo es la valoración que el sujeto realiza de la situación, más que la situación en sí misma. El
hecho de que diferentes individuos realicen distintas interpretaciones de la misma situación se
explica por sus estilos idiosincrásicos de pensar, determinados por las vivencias personales
de la primera infancia. La persona que desarrolla una depresión sufrió experiencias tempranas
negativas, que originaron pautas de pensamiento irracionales o esquemas cognitivos
inadecuados. Así, padecer un defecto físico o una enfermedad incapacitante genera el
esquema "vivir significa sufrir". Los esquemas son patrones cognitivos estables que se activan
en circunstancias semejantes a las originales apareciendo la tríada cognitiva de la depresión, o
visión negativa de uno mismo, del mundo y del futuro, que produce los síntomas depresivos:
afectivos: disforia, ansiedad, etc.,
D. Modelo de autocontrol
Para Rehm (1977) la depresión se explica por seis fallos básicos en el proceso de autocontrol.
Fase 11: Autoobservación
Los sujetos con depresión cuando observan su propia conducta, sus antecedentes y sus
consecuencias, incurren en los siguientes errores:
[a) Atención selectiva a los eventos negativos. Conceden menos atención o ignoran los
eventos positivos, por ejemplo, atienden más a los malos resultados de su conducta
que a los buenos.
Los sujetos con depresión valoran su conducta comparando su actuación con criterios
internos y efectúan atribuciones contrarias dependiendo de la valoración. En esta fase cometen
las siguientes equivocaciones:
(a) Establecimiento de criterios de valoración poco realistas. Son muy estrictos para
considerar como éxito los resultados positivos de su conducta y muy laxos para juzgar
como fracaso la ausencia de resultados positivos o los resultados negativos. En
cambio, son proclives a utilizar el criterio contrario con los demás, o sea, justificar
fácilmente los fallos y magnificar los logros de los otros. Por esta razón la mayoría de
las veces estiman que no han conseguido el objetivo.
Los hallazgos de los estudios revelan que las habilidades de autocontrol de los niños y
adolescentes son menores (Moyal, 1977; Mullins, Siegel y Hodges, 1985; Weisz et al., 1989) y
que manifiestan mayor pesimismo (Haley, Fine, Marriage, Moretti y Freeman, 1985; Kaslow,
Rehm, Pollack y Siegel, 1988).
3 . E V AL U AC I Ó N
El objetivo de la evaluación psicológica es identificar y medir los parámetros de las respuestas
cognitivas, psicofisiológicas y motoras alteradas en cada caso (análisis topográfico), así como
las variables antecedentes y consecuentes de las que dependen (análisis funcional). El proceso
de evaluación consiste en obtener información relevante, fiable y válida, sobre la depresión y
sus determinantes, del niño, de sus padres, de sus profesores y de otras personas que se
relacionan con él.
Las técnicas de evaluación empleadas difieren en función de los objetivos del investigador y/o
del terapeuta. Los estudios epidemiológicos utilizan fundamentalmente entrevistas
estructuradas o semiestructuradas y pruebas psicométricas de papel y lápiz. Los estudios de
valoración de tratamientos usan los mismos instrumentos, pero las baterías de pruebas suelen
ser más numerosas y amplias: varios cuestionarios de depresión, constructos teóricos (p. ej.,
sesgos cognitivos), aspectos concretos (p. ej., autoconcepto/autoestima), problemas asociados
(p. ej., ansiedad), variables de personalidad (p. ej., locus de control), cuestiones del
tratamiento (p. ej., expectativas), etc. Los estudios de caso aplican la gama más amplia de
instrumentos, incluyendo los autorregistros y la observación característicos de la terapia
individual.
Las técnicas para evaluar la depresión infantil y adolescente son entrevistas, que difieren en su
grado de especificidad y estructuración , cuestionarios , que incluyen un inventario de
respuestas depresivas y una escala para evaluar su intensidad o frecuencia, autorregistros,
e s pe c ia lme nte d e a c tivida de s ag r ad ab les y de p ens amientos a utomá tic os nega tivos ,
observación, en situaciones artificiales o naturales, pruebas psicobiológicas, registros
psicofisiológicos y pruebas bioquímicas.
3.1. Entrevistas
Las entrevistas para evaluar la depresión infantil se clasifican de acuerdo con dos dimensiones.
Según el grado de especificidad, se dispone de entrevistas generales que recogen datos sobre
el funcionamiento psicológico del niño en numerosas áreas con el fin de detectar diferentes
tr a s tor n os e n la infa nc ia y a d oles c enc ia , entr e ell os d ep r es ión. Seg ún e l g r ad o d e
estructuración, las entrevistas estructuradas detallan la redacción de las preguntas, el orden
de aplicación y los criterios para el diagnóstico de un trastorno, minimizando el papel del
entrevistador y permitiendo su administración por entrevistadores sin experiencia clínica
(DISC) o mediante ordenador (DICA). Las entrevistas semiestructuradas (K-SADS, CAS, ISC y
BID) conllevan mayor inferencia clínica, por lo que el papel del entrevistador es más relevante.
En la práctica profesional se suele llevar a cabo una entrevista directiva menos estructurada
que los protocolos estandarizados, como la pauta de entrevista para la depresión infantil,
versión padres, de Méndez (1998).
A. Entrevistas generales
"Diagnostic Interview for Children and Adolescents" (DICA; Herjanic y Campbell, 1977; Reig,
2000a, 200b).
Se trata de una entrevista que evalúa distintos problemas infantiles y que cuenta con un factor
para valorar los trastornos afectivos. Existe una forma para padres y otra para niños, con dos
versiones para esta última, una dirigida a niños de 6-12 años y otra a adolescentes. La
e n t r e v is ta p a r a p a d r e s e s tá f or ma d a p o r 2 0 7 el e me nt o s q ue ev a lú a 1 8 á r e a s d e l a
sintomatología depresiva: relaciones en el hogar, relaciones con compañeros, pensamientos
homicidas, adaptación escolar, adaptación social, historia médica, fobias, obsesiones,
compulsiones, depresión, pensamiento suicida, quejas somáticas, ansiedad, síntomas raros,
sistema nervioso, sistema gastrointestinal, encopresis, enuresis, sistema genit ourinario,
menstruación, experiencia sexual, autoconcepto, ideas referenciales, despersonalización,
desrealización, pasividad y control, alucinaciones e ilusiones. Para su utilización se requiere
que el evaluador tenga formación específica en el uso del instrumento.
"Kiddie Schedule for Affective Disorders and Schizophrenia" (K SADS; Puig Antich y - -
Originariamente Achenbach y Edelbrock (1983) confeccionaron esta prueba para que los
padres evaluaran el comportamiento general de su hijo . Con posterioridad aparecieron
versiones para maestros y adolescentes. Se utiliza porque incluye una subescala específica de
depresión. Los ítems, por ejemplo "se siente demasiado culpable", "cree que es inútil o inferior
a los demás", "no está contento; triste o deprimido", etc., se puntúan mediante una escala de
estimación de cero a dos. Las edades de aplicación son 4-16 años. Los coeficientes de
correlación test-retest, en un intervalo de 1 semana, con una muestra de 1.442 sujetos, para [a
subescala depresión, variaron en función de la edad y del sexo entre 0,62 y 0,91.
Otras pruebas para ser contestadas por adultos (padres, maestros, etc. ) ) son: el Behavior
Problem Checklist (BPC), versión revisada de Quay y Peterson (1983), que comprende una
subescala de problemas de personalidad utilizada para detectar depresión. Para evaluar la
depresión infanta-juvenil, se emplean otras entrevistas generales, aunque en menor medida,
la Child Assessment Schedule (CAS; Hodges, McKnew, Cytryn, Stern y Kline, 1982), la Interview
Schedule for Children (ISC; Kovacs, 1985), y la Diagnostic Interview Schedule for Children (DISC;
Costello, Edelbrock, Dulcan y Kalas, 1984).
B. Entrevistas específicas
Children's Depression Ratinq Scale (CDRS; Poznanski, Cook y Carroll, 1979).
Se basa en los criterios Poznanski para la depresión y valora 18 síntomas de la depresión:
Escolaridad, capacidad para divertirse, retraimiento social, sueño, apetito, fatiga, quejas
somáticas, irritabilidad, culpabilidad, autoestima, sentimientos depresivos, ideación mórbida,
ideación suicida, llanto, afecto deprimido, tempo del habla, hipoactividad, y labilidad del
humor. Los primeros 14 criterios se evalúan mediante preguntas estructuradas al niño y los 4
últimos los valora el profesional en función de la conducta no verbal del niño. Cada una de
estas escalas se evalúa mediante una escala de 5 y de 7 puntos. Se combina una valoración
cuantitativa y cualitativa de los síntomas. Algunos ejemplos de preguntas son los siguientes:
"Cuando sucede algo malo ¿Tienes la impresión de que ha ocurrido por tu culpa? ¿Te echas la
culpa de lo sucedido?" (factor de culpabilidad). El rango de puntuaciones varía de 17 a 113,
considerando la puntuación de 40 como el punto de corte que discrimina a los sujetos con
depresión.
Las entrevistas específicas para la depresión más empleadas son la Bellevue Index of
Depression (BID; Petti, 1978), que se basa en los criterios Weinberg, y la Children's Depression
Rating Scale (CDRS; Poznanski et al., 1979), en los criterios Poznanski. Las entrevistas disponen
de diferentes versiones. Existe una revisión de la DICA realizada por Herjanic y Reich (1982)
para adaptarla a los criterios DSM-III y otra posterior de Reich, Shayka y Taibleson (1991;
citado por Bragado y García-Vera, 1998), basada en los criterios DSM-III-R. La DISC posee una
forma para niños (DISC-C) y otra para padres (DISC-P). La K-SADS-P (Present episode version)
evalúa el episodio depresivo actual (Chambers et al., 1985) y la K-SADS-E (Epidemiological
version) sirve tanto para episodios presentes como pasados (Orvaschel y Puig-Antich, 1986);
hay además revisiones posteriores, siendo la última la K-SADS-III-R (Ambrosini, Metz,
Prabucki y Lee, 1989). Las entrevistas específicas de depresión también han sido revisadas, la
BID por Petti (1985) y la CDRS redenominada CDRS-R (Revised) por el equipo de Poznanski
(Poznanski, Freeman y Mokros, 1985; Poznanski et al., 1984).
3.2. Cuestionarios