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Recordar... recordar, recordar, las herramientas con las que construyo mi vida, con las que
construyo a aquel en que debo convertirme... Aquel que debo SER.

Mucho tiempo atrás un sabio y anciano maestro despidió a su aprendiz, dándole la misión
de ir por el mundo buscando la luz de la sabiduría y la verdad... El inexorable tiempo pasó y
el aprendiz regreso a su templo con los pies cansados, las vestimentas raídas y un enorme
peso en su espíritu... El peso de no haber cumplido su misión.

Maestro, el camino ha sido muy largo, estoy cansado de tanto recorrer el sendero, he
caminado montes y valles, he leído bibliotecas enteras y he hablado con cuanto maestro se
cruzó en mi vida; muchos años he dedicado a esta tarea, muchos años pasaron desde
aquel día en que me iniciaste en la búsqueda de la verdad, mucho tiempo maestro, y aún
soy tan sólo un humilde aprendiz.

Los hermanos que se quedaron, ya son todos maestros y lucen sus condecoraciones y
elegantes arreos. Sin embargo, yo sólo traigo, el polvo de los caminos recorridos, mis pies
cansados y la piel reseca por el sol.

El Maestro tomó una botella de su más fino aceite perfumado, y con delicadeza y cariño, lo
untó en el rostro y los brazos del aprendiz, preparó la mejor habitación de su casa para él,
preparó el baño con sales aromáticas y mientras el aprendiz se refrescaba y aseaba, el
maestro cocinó los más delicados manjares para agasajar al recién llegado…

Al salir de su largo baño, se encontró con una gran mesa llena de exquisiteces y alrededor
de ella a los hermanos que con él se iniciaron… el aprendiz se sintió abrumado pues estaba
vestido con una sencilla túnica blanca, mientras sus hermanos lucían esplendidos trajes y
elegantes arreos; todos ellos lo miraban con cierto aire de superioridad y extrañeza, no se
explicaban por qué la llegada de un aprendiz debía transformarse en una fiesta.

Muy pocos se acercaron a darle la bienvenida y aún los que lo hicieron no se sentían muy
sinceros; alguno preguntó, “Encontraste la sabiduría en tus viajes hermanito?”, su tono era
algo sarcástico, pero aún así el aprendiz le respondió con cariño y respeto diciendo:

A lo mejor soy muy tonto para ello querido hermano, puesto que no siento que nada haya
cambiado en mi… he de confesar, que conocí a maestros muy sabios, que tuvieron la
gentileza de dedicarme unos minutos, pero lastimosamente, en tiempo tan breve es difícil
encontrar la sabiduría y en otras ocasiones, el viaje había sido tan cansado y estaba tan
hambriento, que lo único que quería era un mendrugo de pan y descansar un poco… uno
de sus hermanos lo interrumpió con evidente fastidio: “Por eso eres sólo un aprendiz,
porque prefieres un simple pan o tirarte en el piso antes que una importante reunión con un
sabio maestro”.

El aprendiz agachó la cabeza con humildad ante los duros comentarios de sus hermanos y
prefirió tomar las bandejas de comida y bebida y ofrecer a sus hermanos esas delicias, no
faltó quien dijera que el papel de mesero, si que le quedaba bien, no obstante, el aprendiz
atendió y sirvió a sus hermanos con cariño. La noche transcurrió entre las críticas y burlas
de los maestros jóvenes y el aprendiz sirviendo con prontitud y amor a sus hermanos; las
horas transcurrieron y los brindis hicieron su efecto en la actitud de los maestros, causando
que uno más que otro, se ufanaran de sus relucientes condecoraciones, grados y elegantes
arreos, mientras siguieron tratando al aprendiz con desdén.

Un poco antes de la media noche, el anciano Maestro los llamó a todos y les pidió llenar sus
copas para hacer un brindis; solícito y amable el aprendiz llenó las copas de sus hermanos
y se situó a un costado, casi a la sombra; “BRINDO POR EL ORGULLO DE SER
MAESTRO… POR VUESTROS MANDILES LLENOS DE ORNAMENTOS Y
CONDECORACIONES, QUE GARANTIZAN QUE SON MAESTROS… Todos alzaron sus
copas y gritaron “FUEGO”.

El anciano Maestro soltó una sonora carcajada… jajajajajajajajajajajajajajajajaj; todos se


miraban las caras sin llegar a entender por qué el Maestro interrumpió el brindis de
semejante manera.

No queridos hermanos, no puedo brindar por semejante desaguisado… brindo por aquello
que significa ser maestro, por la humildad de aquel que habiendo recorrido realmente el
sendero, sigue siendo lo que todos debemos ser, un humilde aprendiz… brindo por aquel
que aún siendo el homenajeado, atendió a todos con humildad y amor… brindo porque las
condecoraciones y arreos de un verdadero maestro, brillan siempre en ausencia, porque el
honor de ser maestro, dista mucho de la arrogancia. El magisterio queridos hermanos, no
tiene nada que ver con condecoraciones o vanidad… el magisterio no es otra cosa que el
ejercicio pleno del amor fraterno, es el buscar el crecimiento del otro, el guiar con amor y
enseñar con el ejemplo.

Brindo pues por nuestro hermano aprendiz, el verdadero MAESTRO… y brindo por ustedes
mis hermanos Maestros, porque sé que tienen el valor y la inteligencia para revertir sus
actitudes y regresar al camino… porque el sendero no nos enseña con sólo verlo… nos
enseña al caminarlo, con cada dolor y cada ampolla, así como con cada sonrisa y cada
buen día.

Decide ser feliz y sonríe, es gratis y contagioso, intenta ser la mejor versión de ti, que te sea
posible y convierte tu vida en una maravillosa aventura diaria, digna de ser vivida.

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